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dos. Porque nos aman quieren salvar a la humanidad, que equivocó el camino. De esto nos hablan también los mensajes de Fátima. Es necesario creer en el amor de ellos dos, confiarles y entregárseles por completo. Cambiarán nuestros corazones para que empecemos a pensar, a obrar y a amar como ellos. Jesús le aseguró a Santa Margarita María de Alacoque que los cristianos que titubean, si adoran al Sagrado Corazón de Jesús, se tornarán fervientes y así podrán alcanzar rápidamente una gran perfección. Infórmate con tu Decano Diócesis de Nuevo Laredo Puntos esenciales para prepararse a la consagración Introducción General En la Sagrada Escritura encontramos que Dios habla de muchas maneras y en cada tiempo lo hace y lo sigue haciendo. Cada inspiración de Dios nos habla de su presencia a lo largo de estos más de 2000 años de nuestra Iglesia. En ocasiones las iniciativas de Dios vienen a través de los consagrados, otras veces viene del pueblo de Dios, es decir de los laicos y precisamente es aceptada por los sacerdotes, unos y otros preocupados por el rumbo que toma nuestra historia, donde las cosas que no veíamos antes, empezaron a ser tema de todos los días.–como la violencia generalizada- y que ahora se nos ha hecho tan cotidiana y que se escucha cada vez con más frecuencia, como un grito desesperado: “¡que alguien haga algo!” y es aquí donde surge esta propuesta: “¿y nosotros que hacemos?” “¿que estamos haciendo por revertir esta situación? Los Obispos mexicanos en su carta pastoral “Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos” se preguntan si la Iglesia puede ser marginada en este momento de la historia y aún más, se preguntan con admiración ¿la Iglesia se puede automarginar en este momento de la historia? Nosotros estamos en un momento crucial de nuestra historia, porque tenemos la mejor arma que un humano pueda tener: la oración, el poder de la oración; y con ella, la intervención de Dios en todas nuestras cosas cotidianas, en todos los actos de nuestra vida. Es por ello que conociendo la iniciativa de Dios y nuestra necesidad de Él, vemos en el horizonte: CONSAGRAR NUESTRA VIDA A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARIA. Esta consagración nos lleva a tres puntos fundamentales en nuestra vida y que va en orden a lo que el documento de Aparecida y el Papa Francisco nos está urdiendo a todos los cristianos y que está implícito en nuestro Plan de Pastoral. El deseo de cambio de vida, Dar lo mejor de nosotros a Dios y El esfuerzo cotidiano por volver sagrado lo profano, Esto implica la CONSAGRACION, sin desconocer tampoco que la misma consagración nos traería a un cambio de vida, dar lo mejor a Dios y a un ver el valor divino de lo humano. En cuanto a los sagrados corazones, el Papa emérito, Benedicto XVI, tiene maravillosas palabras que nos ayudan a comprender mejor el amor de Dios a nosotros manifestado en los sagrados corazones: “El corazón, dice que en el lenguaje bíblico indica el centro de la persona, la sede de sus sentimientos y de sus intenciones”. En el corazón del Redentor adoramos al amor de Dios por la humanidad, su voluntad de salvación universal, su infinita misericordia. El Sagrado Corazón de Cristo significa, para quien busca su auxilio, adorar a ese Corazón que después de habernos amado hasta el final, fue traspasado por una lanza y desde lo alto de la cruz derramó sangre y agua, manantial inagotable de vida nueva. De la misma manera, el corazón que más se asemeja al de Cristo es, sin duda, el Corazón de María, su Madre Inmaculada, y precisamente por este motivo la liturgia la presenta a nuestra veneración: “Encomendemos a su Corazón Inmaculado, que contemplamos de manera particular, el mundo entero para que experimente el amor misericordioso de Dios y experimente la auténtica paz”. los hombres. Él vino para hacer la voluntad de su Padre. Aunque era Dios, se humilló a sí mismo y tomó la forma de siervo. Fue obediente a la voluntad de Dios, hasta en la propia muerte de cruz. Ahora Dios nos dice a nosotros: “Tengan unos con otros los mismos sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús” (Filip 2,5). ¿Qué bendiciones podemos esperar después de la consagración? La bendición mayor está en encontrar la voluntad perfecta de Dios para mi vida. Dios tiene un trabajo y un proyecto para cada uno de sus hijos. Nos dice: “Lo que somos es obra de Dios: hemos sido creados en Cristo Jesús con miras a las buenas obras que Dios dispuso de antemano para que ocupáramos de ellas” (Ef. 2, 10). Cuando yo consagro mi vida a Dios Él me puede mostrar el trabajo que tiene para mí. Mi mayor satisfacción llega cuando encuentro la voluntad de Dios para mi vida y la hago. Recuerda la parábola de los talentos, piensa en el gozo de encontrar al Señor en la gloria y oírle decir: “Bien, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré. Entra en el reino de tu Señor” (Mt. 25, 21). ¿Qué es la consagración y entrega a los Sagrados Corazones de Jesús y de María? Lo fundamental de la consagración es, conforme a la oración consagratoria, la renuncia al pecado, a la tentación del mal y a Satanás y la entrega incondicional al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María como respuesta al amor a nosotros a ellos dos. Con esta consagración se renueva y profundiza de manera consciente la consagración bautismal. ¿Por qué hablamos del “corazón” de Jesús y de María? En primer lugar, porque el Corazón de Jesús y el de María hacen referencia los decretos del Magisterio de la Iglesia y la liturgia (festividad del Sagrado Corazón de Jesús y memoria del Inmaculado Corazón de María). También Jesús y María se presentaron de esta manera en revelaciones especiales, por ejemplo a santa Margarita María de Alacoque, a santa Catalina Labouré, a los pastorcitos de Fátima, a santa Faustina Kowalska. En la Biblia y en el hablar corriente de la gente, “el corazón” significa el centro de la persona y es el símbolo de su amor. Cuando hablamos del Corazón de Jesús y de María pensamos en Jesús y en María bajo el aspecto de la riqueza de la vida interior de ellos dos, especialmente en su amor hacia el Padre celestial y hacia nosotros, los hombres. La humanidad tiene necesidad, hoy más que nunca, de la bondad divina, del amor y de la piedad. Es lo que recibimos al consagrarnos a los Sagrados Corazones de Jesús y de María y al vivir según la consagración. La imagen de los Sagrados Corazones nos habla del inmenso amor de ellos dos hacia la humanidad, hacia cada parroquia, hacia cada familia, hacia cada in dividuo. El amor de ellos hacia la humanidad pecadora se revela permanentemente, desde el nacimiento de Jesús en el establo de Belén hasta su muerte en la cruz en el Gólgota. El amor de ellos dos es tan extraordinario justamente porque Él fue crucificado y al pie de la cruz estuvo su madre María. Jesús y María, al demostrarnos su amor, quieren conducirnos hasta el amor desinteresado a Dios y al prójimo, lo cual es la base de la santidad a la que todos estamos llama- ¿Qué nos dice esto en cuanto a la consagración? Esto nos dice que nuestra consagración debe ser continua. Mi consagración se inicia con el hecho de entregarme, día a día me ofrezco al Señor para hacer su voluntad en lugar de la mía. Esto es lo que el Señor Jesús quiso decir cuando dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz cada día y sígame” (Lc. 9, 23). El motivo de la consagración Yo sé que debo entregarme al Señor, pero ¿qué es lo que me hace desear hacerlo? El amor de Cristo. “El amor de Cristo nos apremia” (2 Cor. 5, 14). Cuando el amor de Cristo toca mi corazón, no puedo hacer más que postrarme ante Él y ofrecerle toda mi vida. ¿Cuál es el propósito de la consagración? El propósito de la consagración es que se haga la voluntad de Dios en mi vida. En realidad es el Señor Jesús quien hace la voluntad de Dios en mí. Los Evangelios nos dicen cómo el Señor Jesús hizo la voluntad de su Padre cuando Él vivió aquí en la tierra. El Libro de los Hechos nos cuenta cómo continuaba haciendo la voluntad de su Padre por medio de los Apóstoles y discípulos de esa época. Ahora el Señor Jesús quiere obrar mediante nosotros para hacer la voluntad de Dios. Para hacer eso, Él necesita que le ofrezcamos nuestros cuerpos como sacrificio vivo. El Señor Jesús no tiene manos para hacer la obra de Dios aquí en la tierra, a excepción de nuestras manos. Él no tiene pies para llevar el mensaje de Dios a los perdidos, excepto nuestros pies. No tiene labios para hablar a los hombres de la salvación de Dios excepto nuestros labios. Esa es la razón por la que la Biblia dice: “Les ruego, pues, hermanos, por la gran misericordia de Dios, que le ofrezcan su propia persona como sacrificio vivo y santo capaz de agradarle;…” (Rom. 12,1). ¿Cómo me consagro a Dios? Dios no puede usar nada de la vida vieja o anterior. Sólo los que son “vivos de los muertos” pueden servirle. Es sólo cuando veo que he sido crucificado juntamente con Cristo, sepultado con Él y resucitado con Él, que puedo verdaderamente consagrar mi vida a Dios. (Cfr. Rom. 6, 6). Puedo también consagrar mi vida a Dios cuando en un momento de conocimiento interior, elijo libre y voluntariamente consagrarme a Dios. Al realizar esta consagración estoy eligiendo vivir la vida de la gracia, estoy eligiendo vivir los caminos de Dios y renunciando a todo pecado, vicio y acción que me aleje vivir la vida según el Evangelio y de acuerdo con los lineamientos que nos marca el Magisterio de la Iglesia. ¿Cuál es el resultado de la consagración? Que yo muero a mis propios planes y aspiraciones para someterlas y vivir haciendo sólo aquello que es voluntad de Dios. El resultado es mi propia conversión y luchar, mediante el propio testimonio de vida, por la conversión de todos aquellos que Dios ha puesto bajo mi cuidado: el esposo, la esposa, la familia. Total conversión: es decir, cambio de nuestra vida anterior para vivir la vida según el Espíritu. El señor Jesús es nuestro ejemplo Él no vino al mundo para hacer su propia voluntad o para ser grande ante los ojos de Catequesis principal sobre la consagración Puntos esenciales para prepararse a la consagración 1. Recibirán el curso de la Catequesis Breve de la Consagración todas las personas que están al frente de los movimientos, grupos o asociaciones, pequeñas comunidades y de sectores. 2. Dichas personas a su vez, de acuerdo con el Párroco, se convertirán en multiplicadores del curso de la catequesis, llevando la misma a toda la feligresía sin excepción, incluyendo todas sus capillas, hasta llegar a los más alejados. 3. Se hace necesario enfatizar, que para que la catequesis de la consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y de María pueda rendir los frutos esperados, se requiere la plena concientización de la conversión personal, familiar, laboral y de todo el pueblo en general. Sólo así se podrá confiar en que ésta sea transformante y transformadora de todos los contextos de nuestra vida. Sólo así se podrá lograr la paz y la santificación de toda la sociedad. Sólo así se podrá lograr una vida digna y libre de violencia. Cuando hablamos del Corazón de Jesús y de María pensamos en Jesús y en María bajo el aspecto de la riqueza de la vida interior de ellos dos, especialmente en su amor hacia el Padre celestial y hacia nosotros, los hombres. La humanidad tiene necesidad, hoy más que nunca, de la bondad divina, del amor y de la piedad. Es lo que recibimos al consagrarnos a los Sagrados Corazones de Jesús y de María y al vivir según la consagración. Consagraciones a los Sagrados Corazones Retomando la historia encontramos que: 1º El Papa León XIII consagró en el año 1899 a toda la Iglesia y al mundo entero al Sacratísimo Corazón de Jesús. 2º El Papa Pío XII le consagró al Inmaculado Corazón de María toda la Iglesia y el mundo entero en el año 1942. 3º El Papa Juan Pablo II realizó esta consagración al Inmaculado Corazón de María en el año 1984 y en el 2000. Somos conscientes que vivimos días en que la confusión crece en el corazón de muchos creyentes. Como ovejas dispersas se mantienen en silencio a pesar de observar como la inmoralidad, la corrupción y la maldad aumentan cada día más en los pueblos, ciudades, países y alrededor del mundo. Muchos han comenzado a sentir la necesidad imperativa de hacer algo contra el mal que nos rodea, pero no saben qué hacer o cómo hacerlo. LA CONSAGRACIÓN A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESUS Y DE MARIA nos ofrece la herramienta que necesitamos y en la que podemos depender, ya que está basada en la historia de la Iglesia Católica y en las Sagradas Escrituras. La consagración es personal y comunitaria. La consagración de todo lo que somos y lo que tenemos, reconociendo el señorío de Jesús en nuestras vidas y nuestra entrega total a la voluntad de Dios, por medio Corazón Inmaculado de Jesús y el Corazón Inmaculado de María, nuestra Madre. Entendiendo que dicha consagración nos debe llevar a la renuncia de todo aquello en nuestra vida que sea contrario a Dios. Cambiando nosotros primero, transformaremos nuestros contextos de vida y poco a poco, se logrará la transformación de una realidad social. ¿Cuáles son las razones para hacer una consagración, ya sea de un país, de una ciudad o de una persona? Me consagro al SEÑOR, para hacer su voluntad donde quiera que esté, en la escuela, en el hogar, en el trabajo, o en cualquier parte que me envíe. Dios es quien decide lo que quiere que yo haga y dónde quiere que le sirva, y lo que Él escoja para mí seguramente será lo mejor. Pero requiere que yo se lo diga, que yo le manifieste mi deseo de ser suyo y de realizar la plenitud de mi amor y voluntad por medio de la consagración que me lleve a un cambio y renuncia de todas aquellas cosas que no son de Dios o que puedo mejorar para gloria suya y beneficio de mi familia y la sociedad. ¿Por qué debo consagrarme al Señor? Porque sólo así yo muero a mis propios planes y aspiraciones ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo. (Cfr. Filip. 3,8) El resultado es mi propia conversión y luchar mediante el propio testimonio de vida, por la conversión de todos aquellos que Dios ha puesto bajo mi cuidado: el esposo, la esposa, la familia, los compañeros de trabajo, etc. La total conversión no es otra cosa que el cambio de nuestra vida anterior para vivir la vida según el Espíritu, porque le pertenezco. La Biblia dice: “¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se pertenecen a sí mismo. Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; procures, pues, que sus cuerpos sirvan a la gloria de Dios” (1 Cor. 6, 19-20). Y continúa afirmando “Si vivimos, vivimos para el Señor vivimos, y si morimos, morimos para el Señor. Tanto en la vida como en la muerte pertenecemos al Señor” (Rom. 14, 8). ¿Cuál fue el precio que el Señor Jesús pagó por mí? ¡Su propia sangre preciosa! Pedro también afirma “No se olviden que han sido rescatados de la vida vacía que aprendieron de sus padres; pero no con un rescate material de oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero, sin mancha ni defecto” (1 Pe. 1, 18-19). Bajo esta reflexión, concluimos que el Señor Jesucristo me ha redimido y por lo mismo Él es mi Señor y Amo, le pertenezco. Si le pertenezco al Señor es justo que me entregue a Él. Ahora bien, la pregunta necesaria no es si pertenezco al Señor, sino “¿le he entregado al Señor lo que ya le pertenece?”. Entendido de esta manera, la consagración es sencillamente reconocer que Cristo es mi dueño y decirle a El Señor, “soy tuyo por derecho, y deseo ser tuyo porque así lo decido y elijo”. ¿Qué significa la consagración? Es dar mi vida a Dios para que Él haga su voluntad en vez de la mía. Significa que presente mi cuerpo como “un sacrificio vivo” a Él. En el Antiguo Testamento se ofrecían animales. Desde luego que Dios no me pide poner mi cuerpo sobre un altar para ser sacrificado. En vez de eso, Él pide que me convierta en “sacrificio vivo”. Eso quiere decir que Él desea que yo viva para Él. Veamos más acerca del significado de la consagración: Los sacrificios en el antiguo testamento eran símbolos del Señor Jesús. Por ejemplo, cuando se ofrecía un carnero como expiación por el pecado, era símbolo o figura del Señor Jesús muriendo en la cruz por nuestros pecados (Cfr. Lv. 5, 14-26). Pero había otro sacrificio que no tenía nada que ver con el pecado. Este sacrificio se llamaba “holocausto” ¿Qué representaba el holocausto? (Cfr. Lv. 6, 1-6). Representa- ba al Señor Jesús ofreciendo su vida al Padre para hacer su voluntad. Este sacrificio era de gran valor para Dios y de él podemos aprender muchas cosas acerca de la consagración. La consagración es voluntaria Dios dice a Moisés: “Habla a los hijos de Israel y diles que cuando alguno de vosotros presente una ofrenda a Yahvé, ésta será del ganado vacuno u ovino. Si su ofrenda es holocausto del ganado vacuno, ofrecerá un macho sin defecto. Lo ofrecerá voluntariamente delante de Yahvé, a la entrada del tabernáculo de la reunión.” Esto nos dice que la consagración es “a Yahvé” y debe ser voluntaria. Dios no me obliga a que consagre mi vida a Él. (Lev. 1, 2-3). La consagración “es al Señor” Cuando me consagro al Señor ¿quiere decir que estoy dando mi vida para convertirme en predicador o en misionero? No me consagro para ser ni predicador ni misionero. Me consagro al SEÑOR, para hacer su voluntad dondequiera que esté, en la escuela, en el hogar, en el trabajo, o en cualquier parte que me envíe. Dios es quien decide lo que quiere que yo haga y dónde quiere que le sirva, y lo que Él escoja para mí seguramente será lo mejor. La consagración es la ofrenda de una vida entera a Dios Dios permitía que se usaran cuatro clases de animales como sacrificios en el holocausto. Los ricos llevaban un animal caro tal como un buey; los que eran menos ricos, llevaban una oveja y los que no podían comprar ninguno de éstos, llevaban palomas o tórtolas (Lv. 5,7; Lv. 12,8). Pero en cada caso, consistía en ofrecer una vida entera a Dios. Dios no podía aceptar menos que eso. ¿Qué nos dice esto acerca de la consagración? Nos dice que la consagración es ofrecer una vida entera a Dios. No puedo dar a Dios una parte de mi vida y guardar una parte para mí mismo. Esto no satisface a Dios, y tampoco me satisface a mí. Todo el gozo y la bendición en la vida cristiana dependen de que nosotros no retengamos nada para Dios. La consagración es final Una vez que un animal era colocado en el altar como un holocausto a Dios, ya no se quitaba. Era santo a Dios. La Biblia dice: “No se venderá ni se rescatará ninguna cosa que alguien haya dedicado por completo a Yahvé, de todo lo que posee, trátese de personas, de animales o de los campos de su posesión. Todo lo dedicado por completo será una cosa muy sagrada a Yahvé (Lv 27, 28). Una vez que yo haya consagrado mi vida a Dios ya no podré tomarla de nuevo. Dios espera que mi consagración a Él sea una sola vez y para siempre. ¿Qué pasa si caigo en pecado? Quiere decir si pequé debo confesar mis pecados a Dios mediante el Sacramento de la Reconciliación, para que pueda gozarme después de la reconciliación, en la comunión. La consagración es continua El holocausto era ofrecido a Dios cada mañana y cada tarde, día a día, continuamente.