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Dios concede las
peticiones del corazón
Reverendo
William Soto Santiago Ph.D.
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Rev. William Soto Santiago Ph.D.
corazón de la persona, como individuo, y en el corazón del cuerpo
místico de Cris to como grupo de creyentes y como Templo espiritual
de Cristo, y es colocada también en este planeta Tierra.
Ahora, hemos visto en esta forma sencilla el secreto de la vida
y su origen.
En las demás actividades que tengam os aquí en C hile
estaremos ampliando más sobre este tema, sobre el secreto de la
vida y su origen, y estaremos viendo la bendición tan grande que
Dios n os ha dado en este tiempo final.
Así que Dios les continúe bendiciendo, Dio s les guarde, y
recuerden que la promesa es que Dios le dará a usted y a mí
conforme al deseo de nuestro corazón; nos concederá las
peticiones de nuestro corazón. El te concederá las peticiones de tu
corazón. Y tus peticiones deben ser de acuerdo a Su Palabra, de
acuerdo a lo que El ha prometido, debe se r de acuerdo a Su
programa; porque si colocas otra cosa en tu corazón, el fruto será
otra cosa. Porque siempre, conforme a esta Ley divina, E l te dará
las peticiones de tu corazón; porque ahí, en el corazón, está el
secreto de la vida, en dond e se siem bra la sem illa que usted quiera
sembrar para recibirla luego en forma multiplicada, materializada
por medio de usted y en usted.
Por eso es que cada persona es responsable por sus obras,
porque es el fruto de esa semilla que la persona tiene sembrada en
su alma, en su corazón. Y Dios ha dicho que te concederá las
peticiones de tu corazón; las peticiones de tu corazón y del mío
también.
“DIOS CO NCE DE LAS PETICIONES DEL COR AZON.”
Que Dios les bendiga, que Dios les guarde. Muchas gracias
por vuestra amable atención. Dejo con nosotros nuevamente a
Miguel Berm údez Marín para finalizar nuestra parte en esta noche,
dándole gracias a Dios por todas Sus bendiciones. Muchas gracias
y buenas noches.
SALUDO
Dios concede las
peticiones del corazón
Por William Soto Santiago
6 de septiembre de 1994
Santiago, Chile
Muy buenas noches, amados hermanos y amigos presentes
aquí en Santiago de Chile; que las bendiciones del Ange l del Pacto
sean sobre todos ustedes aquí en Santiago de Chile y en toda la
República de Ch ile, sobre todos los hijos de Dios. Es para mí un
privilegio muy grande estar con ustedes en estos días y poder así
saludarlos, pedirle a Dios Sus bendiciones sobre cada uno de
ustedes y darles a conocer el program a divino que El está llevando
a cabo y por dónde vamos en Su programa.
En esta noche solamente estaré dándoles algunas palabras de
saludo, y para eso quiero leer en el Salmo 37, verso 3 al 5. Dice:
“Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te
apacentarás de la verdad.
Deléita te asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones
de tu corazón.
Enco miend a a Jehová tu cam ino, Y confía en él; y él hará.”
La promesa divina es que Dio s le dará a usted y a m í, le
concederá, le dará, las peticiones de su corazón y la de mi corazón
también.
El secreto de la vida está en el corazón; porque ese es el
Trono de Dios donde El mora en cada persona.
Por eso es que en Proverbios capítulo 4, verso 23, nos dice:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porqu e de él mana la vida.”
Es que la vida es colocada en el corazón de la persona, en el
alma de la persona, y ahí es donde comienza la vida a ser
manifestada en la forma de una semilla, en la forma de la semilla de
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la Palabra. Y de ahí comienza esa semilla de la Palabra a crecer:
nace, crece, pasa por el espíritu de la persona , y luego pasa al
cuerpo de la persona, siendo manifestada, y luego lleva fruto.
Por eso E l, el Señor Jesucristo, en la parábola del sembrador
nos enseña que la semilla que el sembrador sembró es la Palabra,
la Palabra del Reino, esa Palabra sembrada en el alma, en el
corazón de la persona. Una fue sembrada junto al camino, otra fue
sembrada en pedregales, otra fue sembrada entre espinos, y otra
fue sembrada en buena tierra.
El que fue sem brado junto al camino, dice que este es aquel
que oye la P alabra y no la entiende, y viene el malo y arrebata lo
que fue sembrado ¿dónde? en el corazón. Porque el corazón es el
lugar donde Dios siembra, donde Dios coloca, esa semilla de vida
eterna; y ahí es donde la pe rsona tiene que creer o dud ar la
Palabra. Con la duda, la Palabra no puede nacer ni crecer ni llevar
fruto; pero al creerla la persona, ahí la persona ha obtenido esa
semilla, esa simiente de vida, y nace esa Palabra ahí en el corazón
de la persona, y tiene que crecer, y tiene que inun dar todo su ser,
tiene que inundar todo su espíritu y su cuerpo también; tiene que
ser manifestada esa semilla de la Palabra en la persona y llevar
mucho fruto.
Encontramos que la vida de la persona tiene que ser una vida
llena del fruto de esa Palabra que fue sembrada.
Ahora, del corazón es que mana la vida, porque ahí es donde
Dios coloca la Palabra de vida eterna. Y el corazón es el lugar que
tiene las intenciones de la persona, el corazón es el lugar donde
está la semilla; ahí es donde la persona tiene toda su vida presente
y futura. Y la vida pasada ¿dónde estaba? en su corazón también,
en forma de semilla; y luego es expresada.
Porque las vivencias de las personas son el producto de esa
semilla que tiene la persona en su corazón; y de acuerdo a las
intenciones del corazón, la persona va a tener una vida manifestada
en esta Tierra en hechos, en obras. Las obras de una persona son
el resultado, el fruto, de esa vida que está en forma de semilla en su
alma, pero que nace, crece y lleva fruto en la persona.
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sus mensajeros, va a juzgar también a toda persona, a toda nación,
y a todo grupo religioso también. Por eso es tan importante tener
colocada en el corazón esa simiente de vida eterna, para que los
frutos sean el fruto de esa simiente de vida eterna, sea el fruto de
la Palabra, de los pensam ientos divinos siendo ma terializados en
cada uno de nosotros.
El fruto y la cosecha será de acuerdo a la semilla que haya
sido colocada; por eso es que sobre toda cosa guardada tiene que
ser guardado el corazón, porque de él mana la vida, de él mana esa
vida para materializarse en esa persona. Y por eso es que la
Palabra, que es la simiente original, es colocada en nuestros
corazones como individuos, y en el corazón del cuerpo místico del
Señor Jesucristo, que es la Edad de la Piedra Angular, que es la
Edad del Lugar Sa ntísimo de S u Tem plo, en este tiempo final.
Bueno, en ese lugar escondido del alma, representado en el
Lugar Santísimo, es donde es colocada la vida en la forma de una
semilla, de una simiente, que algunas veces algunas personas no
pueden comprender, no pueden ver, cuando está en esa etapa. Y
algunas veces quieren ver el cumplimiento de lo que Dios prometió,
sin ver y entender que tiene que estar esa semilla de vida en el
alma de la persona y en el alma del cuerpo místico de Cristo como
cuerpo místico de creyentes; tiene que estar en el lugar correcto, en
la Edad correcta, en el sitio correcto, para luego poderse reproducir
en el cumplimiento de lo que contiene esa semilla de vida, lo cual
solam ente puede ser visto el contenido por las personas cuando es
manifestado ya, o sea, cuando nace, crece y lleva el fruto.
Algunas personas dicen: “Yo voy a creer cuando yo vea tal
cosa.” Pero e l verdadero creyente cree a esa Palabra, a esa
simiente de vida eterna, aún estando en forma de semilla; en esa
forma tan pequeña lo cree, es colocado en su corazón, y luego se
materializa, y lleva entonces los frutos; no porque esa persona iba
a creer cuando viera los frutos, sino porque creyó para luego poder
llevar esos frutos prometidos para el tiempo en que vive.
Bueno, el origen de la vida, miren ustedes dónde está: está en
esa semilla, en esa simiente, que es colocada en el alma, en el
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corazón, en la mente de Dios, para ser cumplida, materializada, en
este tiempo final.
Vean que Dios n o va a hacer nada, excep to lo que El tuvo en
Su Mente, en Su corazón, desde antes de la fundación del mundo.
Luego lo que El hace es pasar por las diferentes etapas, por el
proceso correspondiente, Sus pensamientos, para ser
materializados, cubiertos de carne en cada uno de nosotros. Por
eso somos los velos de carne en donde la Palabra viviente, la
Palabra de vida eterna, ha sido colocada.
Y en este tiempo final, como en otros tiempos, se veló esa
Palabra en los hijos de Dios, encabezado cada grupo en el
mens ajero de cada edad; así es en nuestra E dad de la Piedra
Angular y Dispensación del Reino. La plenitud de la Palabra es
colocada en el corazón del cuerpo místico de Cristo, y en cada uno
de nosotros, en nuestros corazones; para Cristo, la Palabra, velarse
en cada uno de nosotros en toda Su plenitud, y producir de acuerdo
a esa vida, la vida de la Palabra, que es C risto la simiente original.
Y por medio de cada uno de nosotros E l produce el fruto
correspondiente a este tiempo final, para así realizarse también una
gran cosecha de hijos e hijas de Dios a imagen y semejanza del
Señor Jesucristo.
Y las peticiones del corazón de la Iglesia del Señor Jesucristo
son concedidas; y las peticiones e intenciones de la Mente y el
corazón de Dios son realizadas, esas intenciones divinas. Porque
El hace de acuerdo a Sus pensamientos e intenciones; El no hace
de acuerdo a la Voluntad humana, sino a Su Voluntad divina.
Y cuando la Voluntad divina está en nuestras almas, entonces
se reproduce en cada uno de nosotros Su Palabra, que es donde
está esa simiente de vida. Es la simiente original colocada en cada
uno de nosotros, para así llevar mucho fruto, como las ramas de la
vid verdadera, la vid verdadera que es Cristo. Y nosotros, Sus
ramas verdaderas, llevando el fruto de la Palabra siendo
materializada en este tiempo final en el cumplimiento de lo que El
ha prometido.
Bueno, Dios va a juzgar también cada una de las edades con
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En el alma no es tangible; pero luego, por medio de diferentes
mecanismos, la persona expresa lo que está dentro de ella, lo que
tiene en forma de semilla. Por eso es que Dios juzgará a cada
persona de acuerdo a las intenciones de su corazó n. Eso quiere
decir que las obras hechas por las personas son de acuerdo a las
intenciones que hay en el corazón de la persona.
Por eso dice que el Hijo del Hombre vendrá con Sus Angeles,
y entonces pagará a cada uno según sean sus obras. Eso está en
Mateo capítulo 16, verso 27 y 28; y en Apocalipsis capítulo 22,
verso 12, dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recom pensar a cada uno según sea su obra.”
¿Y por qué según sea su obra? P orque una persona necesita
haber expresado esa semilla que está dentro de él, tiene que
manifestar esas intenciones que hay en su alma, en su corazón,
manifestarlas en forma visible y tangible para los seres humanos.
O sea, todo lo que el ser humano hace aquí en la Tierra, no es
otra cosa sino las intenciones de su corazón veladas en las obras
llevadas a cabo; o sea, están vestidas de esas obras las intenciones
que hay en el corazón de cada persona. Y ya entonces cuando está
manifestada toda esa obra, ya la intención fue cumplida
completamente, ha pasado por sus diferentes etapas para ser
realizada o materializada la intención del corazón de la persona.
Ahora, Dios, por cuan to El mira la intención del corazón de la
persona, El puede juzgar a una persona aún sin hacer nada todavía;
porque El ve lo que está en el corazón, El ve esa semilla, y El sabe
cuál va a ser el fruto que esa persona va a dar sin todavía esa
persona estar dando fruto.
Por eso dice: “A Jac ob am é y a Esaú aborrecí.” San P ablo
dice: ‘‘y aún todavía no habían hecho ni bien ni mal.’’ Pero ya Dios
sabía el resultado, porque El sabía lo que estaría en el corazón de
cada uno de ellos.
Ahora, eso es aplicado al ser humano, es aplicado también a
la Iglesia del Señor Jesucristo como cuerpo místico de creyentes.
Y así como el ser humano tiene cuerpo, espíritu y alma, también la
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Iglesia del Señor Jesucristo tiene cuerpo, espíritu y alma; y todas las
cosas en la vida tienen estas tres cosas.
Por ejemplo, usted toma un fruto, vamos a decir de algo que
ustedes conozcan acá. No sé si conocen el mango o el mangó.
Bueno, usted toma esa fruta, usted la mira, y dice: “esto es un
mango o un mangó (como ustedes le digan. Y cuando son grandes
les dicen m angas, en algunos sitios).” Bueno, usted está mirando
esa fruta, pero la vida de esa fruta, el alma de esa fruta, está den tro
de esa fruta. Usted está viendo el cuerpo de esa fruta, la parte que
está a la vista de las personas; pero usted le quita esa carne que
tiene y entonces encuentra más adentro algo duro, y usted dice:
“llegué a la semilla, esta es la semilla.” Y verdaderamente usted
tiene en su m ano la se milla; pero d entro de esa sem illa hay algo
pequeñito; y esa es la vida de esa sem illa, esa es la vida de esa
fruta. Y lo que se puede multiplicar es esa cosita pequeñita que
ustedes ven ahí dentro.
Usted lo siembra, y todo lo demás se pudre. Y si lo siem bra
entero con el cuerpo completo, con lo que usted se come, si lo
siembra comp leto, eso se pudre, se pudre lo que usted le llama la
semilla; pero lo único que se reproduce, que nace, es una cosita
pequeña que hay allí dentro. Ahí está todo, en esa cosa pequeña
está la vida de esa fruta, está la vida de esa simiente de mango o
mangó; y eso es lo único que se puede reproducir. Si usted le quita
eso a la semilla, y la siembra, se pudre todo, porque no ha
sembrado aquello que tiene la vida y que es la vida de esa fruta.
Vieron ustedes, cuerpo: lo que usted se come; alma: esa
semilla dura que usted encuentra grandecita; y luego, dentro de esa
semilla está una cosita pequeña, y eso es lo más importante de toda
esa fruta: esa es la vida de esa fruta.
Y en eso más pequeño que usted ve ahí, ahí está un árbol de
mango con miles de frutos y miles de hojas, y con el tallo y tod o, y
está en lo más pequeño. Cuan do lo siembra allá en la tierra, viene
y nace, va creciendo, le van apareciendo el tallo, las ramas, las
hojas, y sigue creciendo, y luego le aparecen los frutos... ¿Y dónde
estaba? En aquella cosita tan pequeña que estaba allá dentro. Ese
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hace por medio de cada uno de ustedes y también por mí. Por eso
El nos da las peticiones de nuestro corazón, como individuos; las
peticiones de nuestro corazón en el campo espiritual es que Dios
haga conforme a como El ha prometido.
Y El al colocar en nosotros esa semilla, entonces por medio de
nosotros El hace eso que El prometió, concediéndonos así las
peticiones de nuestro corazón en el campo espiritual. Y con Su
Iglesia como cuerpo místico de creyentes, hace lo mismo.
Ahora podemos ver el secreto de la vida. El secreto de toda
cosa que es hecha está en el corazón, donde está la vida que se
reproduce, esa vida que produce todas esas obras, todos esos
eventos en la vida de la persona, en la vida del cuerpo místico de
Cristo, en la vida del ser humano y por medio del ser humano.
Vean que el secreto está en el corazón. Por eso, “sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón.”
Y ahora cuando hablamos del corazón del cuerpo místico de
Cristo, ese es el Lugar Santísimo de ese Templo espiritual, ese es
el lugar de la Piedra Angular o Edad de la Piedra Angular, la cual El
guarda; porque ese es el alma, el corazón, de Su cuerpo místico de
creyentes, donde está Cristo, la vida de ese cuerpo místico de
creyentes para reproducirse en y por medio de cada uno de
nosotros.
Si el grano de trigo no cae en tierra y mue re, él solo queda;
pero si cae en tierra y muere, much o fruto lleva, o sea, muchos
granos de trigo a imagen y semejanza del que fue sembrado.
Y Cristo m urió, fue sembrado, cayó en la Tierra y fue
sembrado; y El llevará en el fin del tiempo, en el tiempo de la
cosecha, mucho fruto, muchos hijos e hijas a imagen y semejanza
del Señor Jesucristo.
Con la resurrección de los muertos en Cristo en el fin del
tiempo, y la transformación de cada uno de nosotros, estaremos a
imagen y semejanza de nuestro Señor Jesucristo; y será el
cumplimiento total de lo que El prometió: muchos granos de trigo,
muchos hijos de Dios, adoptados a imagen y semejanza del Señor
Jesucristo. Y esa es una de las cosas grandes que está en el
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que sobre toda cosa guardada guarda tu corazón, porque de él
mana la vida. Por eso es que Dios coloca Su Palabra en el corazón
de cada uno de sus hijos. Por eso el Mensaje que El nos da en
nuestro tiempo es un Mensaje directo al corazón de cada hijo de
Dios, para producir y reproducir de acuerdo a esa semilla que ha
sido sembrada en nuestros corazones, para que así las obras
divinas correspondientes al fin del tiempo, que El ha prometido
llevar a cabo, sean manifestadas y vistas en cada uno de nosotros,
seamos portadores de las obras divinas prometidas para este
tiempo final.
El coloca Su Palabra en nuestros corazones, y nosotros como
buena tierra, siendo personas que escuchamos y entendemos la
Palabra del Reino, entonces es sembrada, nace, crece y lleva fruto,
que es el cumplimiento de lo prometido por Dios.
Esa Palabra, esa semilla, que fue sembrada, ¿qué es lo que
hace? se viste de carne humana en ustedes y en mí; y entonces es
la Palabra viviente velada en carne humana.
La gente podrán ver el velo de carne; pero la vida que está
dentro de esa Palabra es Cristo, El es la Vida. Y Sus obras
entonces son m anifestadas por medio de cada uno de ustedes, y
también por mí, para nuestra edad y para nuestra dispensación.
Las personas desean ver a D ios haciendo lo que El pro metió
hacer en el tiempo final, como quisieron ver a Dios en otros tiempos
haciendo lo que El prometió; y El lo hizo en cada edad y en cada
dispensación pasada, y muchas personas no vieron a Dios
haciendo lo que El prometió; porque ellos vieron los velos de carne
donde Dios lo estaba haciendo, pero no pensaron, no se
imaginaron, que el que estaba en y con e llos era Dios, era nuestro
Señor manifestándose por medio de esos velos de carne; ellos
fueron los velos de carne correspondientes a la edad en que ellos
vivieron, los velos de carne donde estaba Cristo, la Palabra,
creciendo de edad en edad.
Y ahora en el fin del tiempo, la vida de esa simiente ha subido
a la Edad de la Piedra Angular, para llevar mucho fruto, para llevar
el cumplimiento de lo que El prometió para el fin del tiempo; y El lo
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es el alma, la simiente de vida de esa fruta, y es lo único que se
puede reproducir conforme a la ley de reproducción.
Y así es en nuestra alma, en n uestro corazón. Ahí está todo lo
que se reproduce en la vida de cada uno de nosotros; y cuando
colocamos ahí la simiente de vida eterna, la simiente de la Palabra,
eso se tiene que reproducir. Es sembrada en el corazón, en el alma,
de cada hijo de Dios; por eso ‘‘sobre toda cosa guardada guarda tu
corazón, porque de él mana la vida.’’
Así como mana la vida de una fruta, miren de dónde mana, de
una cosita pequeñita que las personas no pueden ver, a menos que
no abran esa fruta y abran esa semilla, y la encuentren allá adentro.
Y el que no sabe lo que es esa cosita tan pequeña, ignora que ahí
está la vida, y que esa es la vida, la simiente de esa fruta. Y
podemos ver que eso es aplicado a la persona como individuo, que
es cuerpo, espíritu y alma; y del alma es que brota la vida, y ahí es
donde están los pensamientos y las intenciones de cada persona
para ser materializados en su vida. Sobre toda cosa guardada
guarda tu corazón, porque de él mana la vida.
El corazón de cada persona es la tierra, el terreno, donde Dios
coloca Su Palabra. Y la buena tierra es aquel que oye la Palabra y
la entiende, y entonces nace y crece esa Palabra, y luego lleva
mucho fruto, o sea, lleva el cumplimiento de lo que contiene esa
Palabra; o sea, se materializa en la persona, en su vida, se
materializa todo lo que dice esa Palabra, se convierte en una
realidad en la vida de la persona.
Así es también para el cuerpo místico del Señor Jesucristo. La
Palabra es colocada en el cuerpo místico del Señor Jesucristo, pasa
al corazón, al alma de Su Iglesia, para materializarse en Su Iglesia
toda promesa que está en esa Palabra que ha sido colocada en el
corazón del cuerpo místico del Señor Jesucristo.
Cristo dijo: “Yo soy la vid y vosotros los pámpanos.” ¿Y dónde
lleva el fruto la vid? En los pámpanos, en las ramas, ahí es donde
se produce el fruto y de donde usted recoje el fruto. No lo recoje de
abajo, de las raíces, sino de arriba, de las ramas. Y así es cada
promesa que Cristo ha hecho para Su pueblo.
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¿Dónde es producido el cumplimiento, el fruto de Cristo? Es en
las ramas, que son el cuerpo místico del Señor Jesucristo.
Hay personas que buscan las cosas que Dios ha prometido y
su cumplimiento, y lo buscan en todos los lugares, menos en las
ramas, el cuerpo místico del Señor Jesucristo. Y tienen que ser
esos frutos buscados en las ramas verdaderas, no en ramas
injertadas, ramas de hechura humana injertadas a la vid verdadera,
no; tiene que ser en las ramas que vienen de la vid verdadera, no
injertadas, sino ramas naturales de la vid verdadera para producir
el fruto.
Mire, si usted toma un árbol de naranjas y le injerta una rama
de limón por un lado y le injerta una rama de otro árbol cítrico que
puede ser injertado en ese árbol; ustedes encontrarán que aunque
el árbol es de naranjas, en la rama de limón ¿qué va a dar?
limones; porque en las ramas, miren ustedes, es donde se
reproduce, o donde la vida produce el fruto. Pero si la rama es de
limón, aún con la vida siendo de naranja, la rama es la que se
encarga de darle el tipo de cuerpo de acuerdo a lo que es la rama.
Por eso Cristo por medio de Su Iglesia verdadera produce el
cumplimiento de lo que El prometió.
Si él dice que va a producir naranjas en este año, él produce
naranjas, pero por ramas de naran jas que v ienen de l original; pero
las ramas de limones y de otros cítricos injertadas, siguen
produciendo limones o lo que ellos sean.
Y eso es lo que acontece en el campo espiritual: cada secta
religiosa y cada religión produce de acuerdo a lo que es esa rama
religiosa; pero las ramas naturales que vienen de las raíces, que
son parte de esas raíces, que es el cuerpo m ístico de Cristo original,
esas producen para cada tiempo el cumplimiento de lo que Dios ha
prometido para ese tiempo.
¿Por qué? Porque la vida que está dentro, está siendo
manifestada por medio de ese cuerpo místico de creyentes, cuerpo
místico de creyentes visible, en donde Cristo está para llevar Sus
frutos. El es la Vida, El es la Palabra, y la P alabra es la simiente
original, y El produce por medio de Su Iglesia lo que El prometió.
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Por eso ¿dónde es que siempre tenemos que buscar el
cumplimiento de lo que Dios ha prometido? ¿esas bendiciones,
esas promesas divinas? ¿dónde? En el cuerpo místico del Señor
Jesucristo, en la edad y dispensación correspondientes para ese
tiempo; o sea, en la temporada correspondiente en la cual uno está
viviendo. Y eso es la Iglesia del Señor Jesucristo produciendo de
acuerdo a lo que está sembrado en su alma, en su corazón; y eso
es Dios concediéndole a Su Iglesia las peticiones de su corazón;
porque miren ustedes, la vida de cada persona manifestada en la
Tierra, es el producto de lo que está dentro del corazón de la
persona, o sea, de esa simiente, es el producto de las intenciones
del corazón de la persona.
Una persona tiene la intención de ser un médico, y entonces
piensa: quieres ser m édico. Ya tiene la intención. Luego busca el
mecanismo para hacerse médico. Porque siempre hay uno o más
mecanismos para uno obtener la materialización de los
pensamientos e intenciones del corazón de cada persona.
Así en todos los campos del ser humano. ¿Quiere ser un
mecánico? Entonces busca el mecanismo. Porque el mecanismo
aparece; pero lo de más importancia es la intención. Por eso es que
Dios juzgará a cada persona de acuerdo a la intención que h aya
tenido en su corazón, en su alma, y luego las obras serán un
testimonio de las intenciones del corazón de la persona,
materializadas, realizadas, esas intenciones en la vida de esa
persona.
Ahora, todo esto está sujeto a las leyes divinas, y Dios tiene
todo esto establecido bajo leyes divinas: es la misma Ley de la
Siembra y de la Cosecha, es la misma Ley de la Vida, la misma Ley
de la Reproducción.
La cosecha de la Iglesia como cuerpo místico del Señor
Jesucristo, y la cosecha de una persona como individuo, y la
cosecha de este mundo; todo lo que es cosecha, viene a ser el
resultado manifestado de las intenciones del corazón, del alma, de
la persona.
Lo que el hombre sembrare, eso también segará. Por eso es