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Contra los documentales porquería. Emili Fadurdo. Decano del Colegio de Biólogos de Cataluña Diario Ara. 25/2/2015 Cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo en el mundo de los documentales, el naturalista norteamericano Paul Rosolie sorprendió a todo el mundo a mediados de noviembre pasado anunciando que se dejaría devorar vivo por una anaconda. Las imágenes iban destinadas a un nuevo programa de Discovery Channel, con un original título: Comido vivo. Desde hace años, Rosolie ha recorrido miles de kilómetros para mostrar la vida salvaje de todos los rincones del planeta, siempre con un estilo peculiar. La técnica era, a priori, fácil: introducirse en el estómago de la serpiente para vivir de primera mano esta experiencia. Para conseguirlo, el equipo del programa diseñó un vestido especial –una semiarmadura– que lo protegería. Además, Rosolie traía una minicámara para ofrecer imágenes “inéditas” del interior del reptil, todo que son imágenes ya conocidas en lo mi científico. El reportaje se emitió a primeros de diciembre y se puede ver a YouTube. La realización es el habitual en este nuevo género de programas, que me atrevo a calificar de documentales porquería: movimientos rápidos de cámara, planes cortos, zooms constantes, montaje trepidante, golpes de música para añadir dramatismo... Que lejos de aquellos documentales de la escuela National Geographic: descriptivos, no intrusivos en la vida de los animales, voces en off sin estridencias...Trabajos hechos con respeto y tiempo para conseguir la imagen deseada. Un camino que siguieron Jacques-Yves Cousteau o, más cerca de nosotros, Félix Rodríguez de la Fuente. Dos nombres y dos estilos a los antípodas del australiano Steve Irwin, conocido como el cazador de cocodrilos, que el 2006 encontró la muerte mientras filmaba un documental. Más cerca nuestro, el presentador de televisión Francisco Javier Cuesta Ramos, Frank de la Jungla, también ha traído su peculiar estilo a la cadena Cuatro. A riesgo de hacer un espoiler y revelar el desenlace de esta aventura, los diré que la cosa no acabó bien: la anaconda empezó a comerse la cabeza de Rosolie, enfundado en su armadura, y se pudieron ver imágenes del interior del animal. Pero pasados pocos minutos, Rosolie se quejó de la fuerte presión que el animal realizaba sobre su brazo desprotegido, un riesgo que cualquier especialista en estos reptiles habría detectado. Según más tarde, avisó que ya casi no lo sentía y el equipo de seguridad decidió sacar el intrépido explorador por la vía rápida. No sabemos si, además de un susto mayúsculo, el animal sufrió algún daño. Qué nos aportan estos documentales porquería, más allá de espectáculo o entretenimiento de bajo nivel? Como biólogo y defensor de las ciencias de la vida creo que no hay nada que justifique supuestos experimentos como este. En la mayoría de países occidentales, el bienestar animal está preservado por una legislación muy estricta y restrictiva, que vigila campos como la experimentación animal para investigar enfermedades y el engorde, transporte y sacrificio de animales destinados a la alimentación, con cursos específicos para todos los trabajadores de la cadena de producción. Las sociedades occidentales también han sido muy escrupulosas a la hora de legislar sobre los zoológicos, dedicados a la formación y la reinserción de especies pero cuestionados porque mantienen animales en cautividad; o a la hora de exhibir animales a los circos, una práctica que ha sido cuestionada por el posible sufrimiento de los animales y por el trato que reciben en los entrenamientos. Estos documentales no aportan ninguna información ni formación, sólo exhibición de muy bajo nivel; no forman parte de ningún programa ni proyecto divulgativo; no pasan ningún control de expertos, y no cumplen las normas mínimas de respecto a la naturaleza y los animales, en contra de todas las tendencias actuales. Y hay que añadir que muy a menudo se realizan en países que no disponen de legislaciones específicas sobre bienestar animal pero se emiten de manera global en países que sí que tienen. ¿Dónde es el vacío legal que permite que países que regulan todos los sectores ligados al bienestar animal, tanto científicos como industriales y productivos, no regulen en cambio la emisión de este tipo de documentales? La defensa y la protección de los animales tendrían que estar presentes siempre y en todos los ámbitos geográficos. Hay que hacer entender a todo el mundo que un documental no es una película de ficción y que el sensacionalismo no puede convertir un depredador natural en un monstruo aterrador. Por todo esto, esperamos que esta desgraciada moda se acabe pronto. Y me permito la libertad de recordar que el sector científico siempre está dispuesto a colaborar en cualquier proyecto educativo.