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6 Cartografía encefálica ¿Y ahora? ¿Siente algo? ¿En dónde? ¿Y ahora?, y así durante horas. Estas preguntas se las hacía el neurocirujano Wilder Penfield (1891-1976) a sus pacientes del Instituto Neurológico de Montreal, a los que había retirado una parte del cráneo para dejar al descubierto el cerebro, mientras les aplicaba con un pequeño electrodo una ligera descarga eléctrica sobre la corteza somatosensorial. Algunas veces Penfield estimulaba neuronas que procesaban el tacto de la pantorrilla, y el paciente decía que sentía como si le tocaran en esa parte. Otras veces las neuronas estimuladas correspondían al tacto del antebrazo, a los labios, al dedo gordo de la mano... De esa manera Penfield se dio cuenta de que las neuronas de la corteza somatosensorial se organizan formando un mapa de todo el cuerpo. Con el tiempo, las investigaciones en otras regiones han mostrado que tu encéfalo, Julia, está lleno de mapas. Mapas "topográficos" con una representación en miniatura de la superficie del cuerpo, mapas que representan la retina o las distintas frecuencias auditivas... mapas que reflejan la clara organización de algunas rutas sensoriales como la somatosensorial, visual y auditiva, y también de la ruta que conecta la corteza cerebral con los músculos. Pero, ¿a qué me refiero con esto de los mapas? Es muy sencillo, basta observar cómo es la disposición anatómica de las neuronas: ¡son extremadamente organizadas! Como ya sabes, la información que parte de tus receptores sensoriales viaja en forma de potenciales de acción hacia el encéfalo, donde es analizada y procesada. Por ejemplo, las neuronas que tapizan con sus ramificaciones la superficie de tu dedo índice están conectadas, a través de otras neuronas intermedias, con un grupo de neuronas de la corteza cerebral. Al lado de estas últimas hay, como hemos visto, otro grupo de neuronas que reciben información del dedo medio, a continuación el grupo que representa el dedo anular, y así con el resto del cuerpo. Es decir, las neuronas de la corteza somatosensorial mantienen un orden que refleja la superficie del cuerpo, por eso se habla de mapa somatosensorial (o representación somatotópica). De hecho, esta organización se mantiene a lo largo de la cadena de neuronas que conecta la superficie del cuerpo con el cerebro, por lo que hay otros mapas similares en regiones intermedias del encéfalo. Por su parte, las regiones de la corteza cerebral que generan órdenes para el movimiento de los músculos (llamada corteza motora) tienen también sus neuronas organizadas formando un mapa somatotópico. En el oído interno las neuronas que captan información del órgano de Corti —que está organizado según distintas frecuencias auditivas— envían su información a neuronas de la corteza auditiva, que también se encuentran organizadas de manera consecutiva según los distintos tonos que procesan, por lo que existe también un mapa de tonos (o representación tonotópica) que recorre el rango audible desde los sonidos agudos a los graves. Y algo similar ocurre con la retina: la cadena de neuronas mantiene su organización desde el ojo en su viaje hacia el encéfalo y da lugar en la corteza a un mapa retinotópico (en realidad hay varios mapas visuales paralelos, pero podemos pasar por alto este detalle). Homúnculos en el cerebro Si Wilder Penfield, en sus estudios de estimulación eléctrica, hubiera podido pintar con un rotulador sobre el cerebro de sus pacientes la parte del cuerpo que representa cada grupo de neuronas, habría terminado pintando una especie de monigote algo deforme, con una mano, un pie, medio tronco, media cara... hasta completar toda la superficie sensorial (la otra mitad del cuerpo se encontraría en el otro hemisferio cerebral, ya que cada región sensorial del cerebro recibe información de un lado del cuerpo). De hecho, dibujó ese monigote en un papel junto a una representación del cerebro, y lo llamó homúnculo. No es que tengamos una personita en esa zona de la corteza, sino que las neuronas están dispuestas de tal manera que representan con una disposición ordenada el cuerpo humano, y de ahí ese nombre. Además de descubrir la existencia de un homúnculo somatosensorial, Penfield también comprobó que tenemos un mapa motor, un homúnculo motor, en la zona de la corteza cerebral que envía órdenes a los músculos. En este caso, la estimulación eléctrica no generaba en los pacientes una sensación de tacto, sino que inducía la contracción de los músculos correspondientes —movían los dedos, los labios, la cadera, etc.— e incluso la sensación de realizar algún movimiento, algo que ocurría al estimular la llamada corteza premotora, una región relacionada con la preparación y la intencionalidad de los movimíentos. Tamaño y función La figura 13 representa el homúnculo somatosensorial. Esta figura, que aquí se muestra sobre la superficie de la corteza, no sólo indica qué parte del cuerpo se encarga de procesar cada región Figura 13. El homúnculo somatosensorial. cerebral sino que también nos da información sobre el tamaño relativo de esas regiones. La deformidad del homúnculo indica, por un lado, que la disposición de las neuronas de la corteza no refleja de forma exacta las relaciones anatómicas y, por otra parte, representa el número de neuronas que dedica el cerebro a cada zona del cuerpo. Algunas partes, como la mano o la cara, son desproporcionadamente grandes, lo cual muestra que en la corteza cerebral las regiones dedicadas a procesar información sobre la mano y la cara son de especial relevancia. Las manos son muy importantes para el tacto, tienen una gran densidad de receptores sensoriales y, por tanto, gran cantidad de neuronas dedicadas a gestionar esa información, de ahí que ocupen más espacio en el cerebro. El tamaño de las otras partes del homúnculo sigue esta misma lógica: a mayor relevancia sensorial, mayor número de receptores, mayor número de neuronas y mayor área en la corteza..., y al revés. Esta distribución de funciones que queda reflejada en los mapas no es fija sino que disfruta de cierta plasticidad: puede cambiar sutilmente a lo largo de la vida. Si la activación sensorial de una zona del cuerpo es muy intensa, puede pasar a ocupar más espacio (más neuronas) en detrimento de otra zona vecina del homúnculo. Un ejemplo extremo —y traumático— de esta modificación del homúnculo se observa en personas que han sufrido la amputación de algún miembro. Lo que ocurre en ese caso es que, debido a los mecanismos de plasticidad neuronal, las neuronas que se han quedado sin "su parte" corporal, son "invadidas" por las neuronas de las regiones vecinas y pasan a procesar información de éstas. Una de las primeras personas en darse cuenta de esta remodelación fue Vilayanur Ramachandran, quien al estudiar las sensaciones de tacto de un chico que había perdido su brazo izquierdo comprobó algo muy llamativo: Tom ya no tenía mano izquierda, pero si se le tocaba en determinadas zonas de su cara podía sentir, además de la cara, la sensación de tacto en los dedos de esa "mano fantasma". Y algo similar ocurría al tocarle en el hombro, justo por encima del miembro amputado: Tom notaba el hombro, pero también los dedos de la mano. El miembro fantasma permanece porque, aunque ya no hay mano, el mapa cortical todavía está ahí y sigue activándose. Esas sensaciones fantasma pueden producirse si las neuronas cerebrales de la mano, que han quedado "huérfanas", son estimuladas por las neuronas vecinas del mapa cortical, es decir, las que procesan información de la cara y del hombro. El código espacial Aparte de revelar una parte de la arquitectura del sistema nervioso, ¿para qué sirve esta disposición tan ordenada de las neuronas? Experiencias como la que te acabo de contar de Tom, o ilusiones como la que se produce al tocar una canica con los dedos cruzados (figura 12, en el capítulo anterior), indican que existe un código espacial, es decir, una manera de dar significado a una señal simplemente por su localización en el mapa. Ya te recalqué, Julia, que los potenciales de acción son, desde el punto de vista biofísico, todos iguales. Los potenciales de una señal de tacto de tu dedo índice son iguales a los que son originados en tu codo. Las "palabras" y "frases" formadas por las cadenas de potenciales pueden ser muy variadas pero, en cualquier caso, ¿cómo se indica al encéfalo de qué lugar proviene cada señal? Pues situándola en un mapa: si las neuronas que envían la frase "tacto intenso" inducen actividad en la región del codo del homúnculo somatosensorial, la frase se convierte de forma automática en: "tacto intenso en el codo" debido a que son esas neuronas concretas de la corteza, y no otras, las que se han activado. Como ves, es una manera sencilla de codificar el espacio y otros parámetros, como la secuencia de frecuencias auditivas. Otra explicación, que no excluye la anterior, de la existencia de estos mapas es la optimización de las conexiones entre las neuronas. Lo ideal es que los axones (las prolongaciones por las que viajan los potenciales de acción) sean lo más cortos posibles, ya que así se ahorra espacio, energía y tiempo: la señal llega más rápido a su destino. Las neuronas encefálicas dialogan continuamente entre sí y esos diálogos son más intensos —o tienen más posibilidades de producirse— entre neuronas que codifican mensajes similares o relacionados entre ellos de alguna manera. Existe entonces la posibilidad de que en el desarrollo del sistema nervioso los mapas encefálicos surjan automáticamente como la solución más eficiente para un problema de tendido de cables. Los mapas "topográficos" son sólo el principio Algunos neurocientíficos —como, por ejemplo, Antonio Damasio— proponen que los mapas neuronales existen a todos los niveles de procesamiento de la información encefálica y que, de hecho, son esenciales para la emergencia de la mente consciente. Según esta hipótesis, en el encéfalo la información se organizaría en multitud de módulos que tendrían como sustrato los distintos mapas. Los mapas "topográficos" que acabamos de ver serían una primera etapa en el procesamiento de la información sensorial. El resto del procesamiento tendría su base también en "mapas", pero que no estarían organizados según sus relaciones espaciales sino que se trataría de mapas puramente funcionales, algo así como matrices o redes de neuronas relacionadas entre sí por algún tipo de función. Sin embargo, para otros científicos este modelo no es satisfactorio ya que, argumentan, la existencia de un mapa lleva consigo la necesidad de otra estructura que "lea" el mapa, con lo cual podemos entrar en un problema de regresión que no tenga fin, similar al problema que se plantea con la tortuga que sostiene al mundo en la interpretación que hacen algunas culturas del universo. (En algunas cosmogonías asiáticas, esas narraciones míticas del universo, el mundo está apoyado sobre cuatro elefantes que, a su vez, descansan sobre una tortuga... ¿Y la tortuga? Bueno, podríamos suponer que está apoyada sobre otra tortuga que, por su parte, descansa sobre otra tortuga que, a su vez, se apoya en otra tortuga que..., y así en una regresión infinita y sin solución). Sin embargo, en un encéfalo que represente el mundo con base en mapas de actividad neuronal, no es imprescindible la participación de otra estructura nerviosa que se encargue de "leer" esa información, sino que la interacción entre todos esos mapas funcionales y circuitos, coordinados de manera conjunta puede ser suficientes para la emergencia de una mente consciente y auto-interpretadora del mundo. O al menos esa es la idea.