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TEMA 14. LA CRISIS DEL ESTADO LIBERAL, LA SEGUNDA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL. Tema 14.1 Panorama general del reinado de Alfonso XIII. Intentos de modernización. El Regeneracionismo. Crisis y quiebra del sistema de la Restauración. La Guerra de Marruecos. I. Panorama general del reinado de Alfonso XIII. II. Intentos de modernización. El Regeneracionismo. III. Crisis y quiebra del sistema de la Restauración (1914-1923) IV. La guerra de Marruecos. I. Panorama general del reinado de Alfonso XIII. En 1902, Alfonso XII (1902-1931), tras alcanzar la mayoría de edad legal llega al trono, y se inicia la segunda etapa de la Restauración, en la que se intentó la modernización del sistema político. Sin embargo, el miedo a aceptar los riesgos de una verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico, que hizo imposible una reforma en profundidad del sistema y éste entró en su quiebra definitiva. De 1902 a 1923, España vive una situación de permanente crisis política por la interacción de numerosos motivos: - La continua intervención del rey en la vida política y su implicación con ciertos sectores del ejército. - La decadencia de los partidos dinásticos como consecuencia de las luchas internas que surgen tras la muerte de sus líderes históricos: Cánovas (1897) y Sagasta (1903). - El progresivo debilitamiento del caciquismo. El aumento de la sociedad urbana facilitó que otros partidos (socialistas, republicanos y nacionalistas), ajenos al sistema turnista, obtuvieran representación parlamentaria. - El clima de violencia social en las principales ciudades y entre el campesinado andaluz, debido a las condiciones de pobreza de gran parte de la población y a la mayor fuerza de las organizaciones obreras. El anticlericalismo será una de sus manifestaciones. - El crecimiento y radicalización del nacionalismo catalán que consideraba insuficientes las reformas. - El protagonismo creciente del ejército que quería resarcirse del desastre del 98 interviniendo en la guerra en Marruecos. II. Intentos de modernización. El Regeneracionismo. La primera etapa del reinado estuvo marcada por el espíritu regeneracionista que se había extendido tras la crisis del 98, se trataba de revisar el sistema (acabar con el caciquismo, el fraude electoral,…) modificándolo para adaptarlo a las nuevas realidades sociales y políticas, pero sin afrontar realmente los problemas de España y sin democratizar el régimen. El asesinato de Cánovas dejó a Francisco Silvela, defensor de las tesis revisionistas, como líder del partido conservador. Silvela formó varios gobiernos que intentaron acabar con la corrupción del sistema, pero fracasó y abandonó la política en 1903, dejando paso a un nuevo líder conservador, Antonio Maura. La primera crisis del reinado de Alfonso XIII tuvo lugar en 1905, cuando una viñeta antimilitar publicada en una revista satírica catalana desató la ira de algunos mandos del ejército que asaltaron e incendiaron sus instalaciones. El ejército presionó y consiguió la aprobación de la Ley de Jurisdicciones (1906), que otorgaba a los tribunales militares la jurisdicción sobre cualquier ofensa al ejército y a la patria. Durante el gobierno largo de Maura (1907-1909) se aprobaron medidas económicas (plan de reconversión naval) y sociales, como la regulación del descanso dominical y la creación del Instituto Nacional de Previsión (el embrión del futuro sistema de la Seguridad Social). Aparte de la legislación laboral, la medida que quizás mejor ilustraba la “revolución desde arriba” (pretendía configurar un Estado fuerte, capaz de gobernar de forma eficaz y de conseguir tanto desbancar a la vieja casta caciquil como impedir que las clases populares adquiriesen excesivo protagonismo, por medio de una nueva clase política) fue la nueva Ley de Reforma Electoral (1907) que, aunque no democratizaba el sistema político, sí dificultaba el fraude electoral. Intentó llegar a acuerdos 1 con el nacionalismo moderado preparando una Ley de Administración Local, que concedía más autonomía a los ayuntamientos y diputaciones. El estallido de la Semana Trágica en Barcelona en 1909 puso fin al intento reformista de Maura y aceleró el proceso de crisis. En la ciudad se vivía un clima de tensión por las fricciones con los militares, la intervención en Marruecos, el malestar ante el sistema de quintas, las reivindicaciones anarquistas entre los obreros, el creciente anticlericalismo que se extendía entre amplios sectores populares y el éxito de las consignas del Partido Radical de Alejandro Lerroux entre las clases medias. La fuerte conflictividad social estalló cuando el gobierno decidió enviar a un ejército que incluía reservistas a Marruecos. Desde la Conferencia de Algeciras en 1906, España ejercía un protectorado sobre el Norte de Marruecos. En julio de 1909 miembros de las cabilas rifeñas (tribus) atacaron una línea de ferrocarril y mataron a trabajadores españoles, por lo que Maura decidió reforzar militarmente la zona. Pero aprovechó la ocasión para ensayar el plan de movilización de reservistas y ordenó la incorporación de estos al ejército con destino al Protectorado de Marruecos. Ante esta situación los socialistas y republicanos promovieron una acción conjunta contra la llamada de reservistas (de clase obrera porque los más pudientes sustituían el servicio por el pago de un canon). Las protestas no fueron atendidas por el gobierno de Maura y cuando las tropas embarcaban en Barcelona comenzaron los incidentes (18 julio de 1909). Por otro lado, en Barcelona la organización Solidaridad Obrera hizo un llamamiento a la huelga general para el 26 de julio; la mala organización hizo que la huelga solo fuera seguida en Barcelona. La autoridad militar proclamó el estado de guerra y la situación de violencia se generalizó (unido a las noticias procedentes de Marruecos relativas al desastre del Barranco del Lobo): barricadas, vuelco de tranvías, quema de conventos, enfrentamientos entre la policía y los huelguistas. Durante casi una semana –del 26 al 31 de julio, la Semana Trágica- se prolongaron las luchas en las calles. Más de 100 muertos, 300 heridos, casi un centenar de edificios destruidos, sobre todo conventos, y múltiples destrozos fue el balance de estos días. El 31 de julio la insurrección fue sofocada y se emprendió una represión dura y arbitraria: detenciones, procesos y condenas a muerte. La ejecución Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Moderna, tras un proceso muy irregular (se pretendía dar un escarmiento en la persona del líder y pedagogo anarquista), promovió tales protestas dentro y fuera de España que el rey forzó la dimisión de Maura. En 1910, mientras el PSOE conseguía que Pablo Iglesias fuera elegido diputado, les tocó el turno de gobierno a los liberales, presididos por José Canalejas, que llevó a cabo el último intento regeneracionista dentro del sistema de la Restauración. Suprimió el impopular impuesto de consumos (tributo sobre determinados artículos, algunos de primera necesidad) para aliviar la situación de las clases populares; con la Ley de Reclutamiento (1912) se establecía el servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y se suprimió la redención en métalico; aprobó la “Ley del Candado”, que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas, y se tramitó la Ley de Mancomunidades con la que pretendía canalizar las reivindicaciones autonomistas catalanas. Pero estas reformas se vieron interrumpidas por el asesinato de Canalejas en 1912, en la Puerta del Sol de Madrid, por un anarquista. Tras su muerte, y como consecuencia de las divisiones dentro de los dos grandes partidos entre los partidarios de los distintos candidatos y la ruptura del turno, se abrió un periodo de inestabilidad política, que tuvo su punto álgido en la triple crisis de 1917, y que terminó desembocando en la dictadura de 1923. III. Crisis y quiebra del sistema de la Restauración (1914-1923) La segunda fase del reinado de Alfonso XIII (1914-1923) se inició con el estallido de la Primera Guerra Mundial. El rey había encargado formar gobierno al conservador Eduardo Dato (un sector de los conservadores no aceptó este liderazgo y, encabezados por Maura, formaron un partido maurista, lo que dividió a los conservadores). Durante su mandato como presidente del gobierno, decretó la neutralidad de España tras el estallido de la Primera Guerra Mundial La Primera Guerra Mundial marcó un compás de espera en los problemas políticos internos. La neutralidad estimuló la economía, ya que se incrementaron de forma espectacular las 2 exportaciones de productos industriales y agrarios a los países en guerra, lo que favoreció el crecimiento industrial y la acumulación de capitales. Sin embargo, también tuvo consecuencias muy negativas: provocó inflación (al aumentar la demanda exterior) que no fue compensada con un aumento de salarios y, al terminar la Guerra, cierre de fábricas y minas (al descender las exportaciones), que provocó un aumento del paro y conflictos sociales. El estallido definitivo de la crisis general se produjo en 1917. En ese año se produce una protesta generalizada contra el gobierno en la que se vieron implicados los militares, los partidos al margen del turno dinástico y las organizaciones obreras. Van a coincidir en el tiempo tres conflictos que podían haber acabado con el sistema si hubiera existido una unidad de acción entre sus protagonistas, pero sus intereses eran muy distintos: - Crisis militar. Se produjo un enfrentamiento entre el gobierno y el ejército, que se quejaba de la escasez de medios y de los bajos salarios. En junio, los oficiales de baja y media graduación habían creado, en la clandestinidad, las Juntas Militares de Defensa, que reclamaban aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra (lo cual beneficiaba a los militares africanistas), reivindicando la antigüedad como único criterio. En junio publicaron un manifiesto, vagamente regeneracionista, que contenía un repertorio de quejas que iban más allá de lo puramente profesional y se negaron a disolverse. El apoyo de Alfonso XIII a sus pretensiones fue determinante y el nuevo gobierno tuvo que reconocer a las Juntas Militares de Defensa como portavoces del ejército. - Crisis política o parlamentaria. Las prácticas de corrupción política continuaban y en julio la oposición reclamó la reapertura de las Cortes, que habían sido cerradas por Dato, ante la situación de crisis. Ante la negativa gubernamental los dirigentes de la Lliga Regionalista (dirigida por Cambó), los republicanos y los socialistas convocaron una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona (5 de julio de 1917), que reclamó la convocatoria de Cortes Constituyentes con un doble cometido: acabar con el caduco sistema político de la Restauración y definir una nueva organización del Estado sobre la base de la descentralización. Se convocó a una reunión de todos los diputados y senadores españoles, pero la mayoría no respondieron a la convocatoria (760 citados sólo acuden 71). La Asamblea fue disuelta por la Guardia Civil y el movimiento parlamentario no tuvo continuidad. - Crisis social: la huelga general de 1917. Durante los primeros meses de 1917, las centrales sindicales UGT y CNT habían mantenido contactos para convocar una huelga general contra el régimen político y contra el deterioro del nivel de vida de los trabajadores. Ésta se convocó antes de lo previsto, en agosto, ya que una huelga de ferroviarios en Valencia precipitó los acontecimientos. Sólo tuvo éxito en Barcelona, Zaragoza, Madrid, Bilbao y las cuencas mineras asturianas, donde fue reprimida por le ejército. La respuesta del Gobierno fue muy enérgica: detuvo al comité de huelga y el ejército aplastó el movimiento. Aunque la huelga fracasó en sus objetivos, debilitó aún más al sistema político de la Restauración y radicalizó a la oposición. Entre 1918 y 1923 se produjo la crisis final del sistema, fueron años de inestabilidad. Los gobiernos que se sucedieron fueron cortos, algunos de concentración. Empeoró la coyuntura económica, ganó fuerza el sindicalismo, creció la conflictividad social y hubo más huelgas, sin que los gobiernos consiguieran contener la inflación y restablecer el orden social. La fragmentación de las Cortes imposibilitaban la formación de gobiernos estables y más aún de impulsar la renovación que el sistema necesitaba. En ese contexto de crisis institucional, el ejército tomo un protagonismo cada vez mayor en la vida política, convirtiéndose en el agente represor de los episodios revolucionarios y presentándose como una solución de fuerza capaz de salvar a la monarquía. A partir de 1919 el problema de la crisis política se agravó por una conflictividad social cada día más tensa: obreros y campesinos pedían reformas laborales y cambios en la estructura de la propiedad que los patronos no estaban dispuestos a conceder. La violencia de los obreros 3 fue contestada con violencia patronal, especialmente en la ciudad de Barcelona, donde la patronal creó el Sindicato Libre para actuar contra los líderes del movimiento obrero. Todo ello originó la época conocida como el pistolerismo. Los sectores radicales del anarquismo respondieron con acciones violentas. La violencia se extendió también a otras ciudades, con atentados y asesinatos como el de Eduardo Dato (por cenetistas) y el del líder anarquista Salvador Seguí (por pistoleros a sueldo). IV. La guerra de Marruecos. La política colonial marroquí influyó decisivamente en la vida española de la época: en 1909, el reclutamiento de reservistas, provocó la Semana Trágica de Barcelona y, en 1921, el desastre de Annual, aceleró el fin de la Restauración. Además la cuestión de Marruecos era de vital interés para los mandos del ejército. Tras la Conferencia de Algeciras (1906), España obtuvo el reconocimiento de sus derechos sobre el norte de Marruecos. En los primeros años de ocupación se habían producido incidentes, como el ataque a Melilla y la derrota española del Barranco del Lobo (1909). En 1912, Francia y España pactaron un nuevo reparto de Marruecos para hacer frente a la resistencia de las tribus o cabilas rifeñas. El Protectorado español comprendía un enclave en la costa atlántica (Ifni y Río de Oro) y el territorio de El Rif, una zona montañosa en el norte, donde las tribus bereberes (cabilas) rifeñas oponían una fuerte resistencia al control español y los conflictos eran constantes. Dado que Francia apenas tardó en hacer efectiva su ocupación, España se vio obligada a hacer lo propio sin la preparación necesaria. El mantenimiento de este protectorado era costoso y provocaba un fuerte descontento popular por los reclutamientos forzosos para una guerra que solo interesaba a las compañías que explotaban las minas de hierro y a un sector del ejército que veía en ella la oportunidad de recuperar el prestigio perdido tras el desastre del 98 y un medio de ascenso. Al finalizar la I Guerra Mundial, se reiniciaron las operaciones contra los rebeldes para afianzar el control del territorio. El Alto Comisario Español en Marruecos diseñó un ambicioso plan con el objetivo de pacificar y ocupar definitivamente el Protectorado. Desarrollo de la guerra Las cabilas rebeldes seguían al líder Abd-el-Krim, organizador de una ofensiva de guerrillas contra los españoles. En el verano de 1921, desde Melilla, el general Fernández Silvestre, de forma imprudente y sin contar con su superior, inició una campaña con el objetivo de extender el control español alrededor de Melilla, adentrándose en el corazón del Rif sin haber protegido suficientemente su retaguardia ni haber asegurado los abastecimientos. La reacción de los rifeños no se hizo esperar y las cabilas de Abd-el-Krim atacaron por sorpresa el puesto español de Annual provocando una gran desbandada entre las tropas españolas, que perdieron todo el territorio ocupado y sufrieron 13.000 bajas. Fue el desastre de Annual (22 julio 1921), que puso en evidencia la deficitaria organización del ejército y, aunque la llegada de tropas de refuerzo permitió recuperar fácilmente las posiciones perdidas, tuvo consecuencias importantes para la estabilidad del sistema político. Consecuencias La derrota y la tragedia, que el gobierno trató de ocultar, provocó una gran conmoción pública: críticas al rey, desprestigio y división del ejército y oposición del PSOE y los republicanos a la presencia española en Marruecos. Las Cortes abrieron una comisión de investigación dirigida por el general Picasso para determinar las responsabilidades del ejército, del gobierno y del propio Alfonso XIII, pero el Expediente Picasso (que ponía en evidencia enormes irregularidades, corrupción e ineficacia en el ejército español destinado en África) no llegó a hacerse público porque el 13 de septiembre de 1923 el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, de acuerdo con el rey, lanzaba un manifiesto al país proclamando el estado de guerra en 1923. El rey se negó a destituir a los sublevados y el gobierno dimitió. Alfonso XIII entregó el poder a Primo de Rivera que establecerá una dictadura militar. 4 TEMA 14.2. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. I. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA: EL GOLPE MILITAR DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA II. EL DIRECTORIO MILITAR (1923-1925) III. EL DIRECTORIO CIVIL (1925-1930) IV. EL HUNDIMIENTO DE LA MONARQUÍA (1930-1931) I. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA: EL GOLPE MILITAR DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA En 1923 la sociedad española y la vida política se encontraban en una situación de crisis insostenible, que se arrastraba desde 1917. Las razones que justificaban la necesidad de cambiar la situación eran: - La sucesión de gobiernos ineficaces y desprestigiados como consecuencia del continuo fraude electoral y de la corrupción política. - Las divisiones internas de los partidos dinásticos y los mejores resultados electorales de republicanos y socialistas que provocó la alarma de la oligarquía. - La fuerza y radicalización del movimiento obrero, muy influido por la revolución bolchevique, que hacía temer a las clases acomodadas el triunfo de una revolución social. - Las consecuencias del desastre de Annual que había afectado al ejército: en el Expediente Picasso se exigían responsabilidades a los militares por la derrota, y las responsabilidades llegaban hasta Alfonso XIII. El ejército se quejaba también de la falta de medios para vengar la humillación de Marruecos. - El auge de los nacionalismos, visto con recelo por conservadores y militares. El 13 de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado en Barcelona: declaró el estado de guerra y exigió que el poder pasara a manos de los militares. Miguel Primo de Rivera justificó su actuación por el estado de caos en el que estaba sumido el país y la incapacidad de los políticos para resolverlo. En su manifiesto hablaba de establecer una dictadura temporal para resolver los graves problemas que tenía España. Su objetivo era limpiar el país de caciques, acabar con la rebelión social y con la amenazas a la unidad nacional. El golpe de Estado recibió el apoyo del rey, el ejército, la Iglesia y la burguesía (ante la pasividad de anarquistas y socialistas). El gobierno dimitió y Alfonso XIII encargó formar gobierno a Primo de Rivera, ligando así su destino al de la dictadura. España dejó de ser una monarquía parlamentaria y se convirtió en un régimen autoritario que duró siete años, en los que se sucedieron dos etapas: el Directorio Militar (1923- 1925) y el Directorio Civil (1925-1930). El primero se presentaba como un régimen transitorio, “un paréntesis de curación” para restaurar el orden y solucionar los problemas del país. El directorio civil pretendió la institucionalización del régimen y mostró un mayor interés por cuestiones económicas y sociales. II. EL DIRECTORIO MILITAR (1923-1925) El primer gobierno de la dictadura, formado exclusivamente por militares, se denominó Directorio Militar, estaba presidido por Miguel Primo de Rivera que reunía todas las facultades, iniciativas y responsabilidades de gobierno, contando con el apoyo del rey en todas sus resoluciones. No hubo oposición popular al golpe de Estado, el dictador se presentaba como el “cirujano de hierro” que reclamaba Joaquín Costa para regenerar la vida nacional y la actitud hacia la dictadura fue favorable, o al menos pasiva; se pensaba que iba a poner fin a un sistema que se había demostrado incapaz de resolver los problemas del país. Las medidas más destacadas fueron: - Suspensión del régimen constitucional y la disolución de las Cortes, acompañado de una rígida censura de prensa. - Sustitución de los gobernadores civiles por militares y la reorganización de los ayuntamientos. Los concejales serían elegidos por sorteo entre los mayores contribuyentes y los alcaldes serían nombrados por el Gobierno. 5 - - Fuerte centralismo: se suprimió la Mancomunidad catalana, ser prohibió la bandera catalana y el uso público del catalán. Adopción de severas medidas de orden público: se prohibieron las manifestaciones y las huelgas, así como la actividad de partidos políticos y sindicatos, lo que redujo rápidamente el número de atentados y conflictos laborales. Creación de la Unión Patriótica (1924), partido oficial de la dictadura en el que Primo de Rivera intentaba agrupar a todos aquellos políticos que apoyaban al nuevo régimen, para devolver progresivamente el poder a los civiles. En ningún caso fue un partido fascista que llevara revolucionariamente al poder a Primo de Rivera; al contrario, fue creado desde el poder, un instrumento del dictador y propaganda del régimen, una forma de acceso a la política y a la administración pública de grupos que lo tenían cerrado hasta entonces. El éxito de los primeros años de la dictadura fue acabar con la guerra de Marruecos. Primo de Rivera era partidario de retirar las tropas del Protectorado por los enormes gastos que acarreaba y por la oposición popular a la presencia española en Marruecos. Se dio orden de comenzar la retirada, pese a las protestas de los militares africanistas. Pero en 1925, ante un ataque de Abd-elKrim en la zona del protectorado francés, se decidió la colaboración de España y Francia en una acción conjunta. Los españoles desembarcaron en la bahía de Alhucemas al mismo tiempo que los franceses atacaban desde Fez, montañas arriba. El líder magrebí quedó acorralado y se entregó a los franceses, despejando así el camino a la finalización de la guerra dos años después (1927). Estas operaciones consolidaron la fuerza e influencia de los cuerpos militares establecidos en el Rif (legión, Regulares…) y de sus generales (Franco, Sanjurjo…). El gran éxito popular que le acarreó esta victoria, animó a Primo de Rivera a institucionalizar el régimen. III. EL DIRECTORIO CIVIL (1925-1930) Una vez consolidado el régimen, en diciembre de 1925 se sustituyó el Directorio Militar por el llamando Directorio Civil, al nombrar un gobierno formado por civiles y militares. En 1927, Primo de Rivera convocó una Asamblea Nacional Consultiva, en sustitución del Parlamento, compuesto por miembros de la Unión Patriótica, elegidos por sufragio indirecto, funcionarios de la administración y representantes sociales nombrados por el gobierno, para redactar una ley fundamental que hiciera el papel de Constitución de la dictadura y legitimarla pero no llegó a entrar en vigor. La dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional, “los felices años 20” y puso en marcha un programa de desarrollo de la economía española en el terreno industrial y de infraestructuras, aunque apenas se ocupó del problema agrario. Se inició una política económica caracterizada por el fuerte intervencionismo estatal: - Se crearon monopolios estatales como CAMPSA y Telefónica. - Se aplicaron medidas proteccionistas como el aumento de los aranceles a las importaciones y la regulación de mercado, limitando artificialmente la competencia, fijando los precios y limitando la instalación de nuevas fábricas. - Se realizó un ambicioso plan de obras públicas para favorecer el desarrollo industrial, construyendo carreteras, pantanos, regadíos, centrales hidroeléctricas y ferrocarriles. - Se concedieron ayudas estatales a las empresas en sectores industriales fundamentales donde era necesaria una fuerte inversión que la clase empresarial española era incapaz de afrontar. Aunque a corto plazo esta política favoreció el desarrollo industrial, eliminó el paro y ayudó a la paz social, a la larga generó una enorme deuda pública. La llegada de la Gran Depresión (1929) con la caída del comercio exterior, la inflación y el aumento del paro, demostraron que los éxitos de la política económica de la dictadura habían sido coyunturales y comenzó la desconfianza de los sectores que habían apoyado al régimen. En política social, se pretendía, eliminar los conflictos laborales mediante la intervención del Estado, integrando a los sectores moderados del movimiento obrero y reprimiendo a los más radicales. Para ello se creó la Organización Corporativa Nacional, con representación de obreros 6 y empresarios, pero bajo control estatal, que se ocuparía de la negociación entre patronos y trabajadores. Sus objetivos eran fijar el salario mínimo, las condiciones de trabajo, etc. El sindicato UGT se prestó a colaborar en un principio, aunque más tarde se retiró, y la CNT se negó a participar. Pese a que la dictadura, como solución provisional fue aceptada por gran parte de los españoles, se ganó la oposición de muchos cuando fue evidente su intención de perpetuarse. La oposición al régimen fue aumentando, abarcando un abanico político cada vez mayor: - Los conservadores y liberales, que exigieron elecciones y la vuelta a la Constitución de 1876. - Los republicanos fundaron la Alianza Republicana e iniciaron una campaña en el exterior contra la dictadura. - Los nacionalistas catalanes se movilizaron contra el centralismo. - Intelectuales como Unamuno, Ortega y Gasset, Azorín, etc, manifestaron públicamente su oposición a la dictadura. La oposición universitaria fue tan grande que la Universidad de Madrid se cerró en 1929. - La UGT abandonó su apoyo al régimen. La CNT, siempre contraria al régimen, fue perseguida y los anarquistas partidarios de las posturas más radicales crearon la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en 1927. IV. EL HUNDIMIENTO DE LA MONARQUÍA (1930-1931) Ante la falta de apoyo de todos los sectores de la sociedad, incluso del ejército (molesto por las frecuentes arbitrariedades que se producían en los ascensos, llegando a pronunciamientos como la Sanjuanada) y del propio rey, Primo de Rivera presentó su dimisión el 27 de enero de 1930, que el rey aceptó de inmediato. Alfonso XIII nombró Jefe de Gobierno al general Berenguer, que anunció una vuelta al régimen constitucional del 1876 y la convocatoria a elecciones generales. Se inicia así la llamada “Dictablanda” por algunos y “el Error” por otros (artículo de Ortega: El error Berenguer), pero el gobierno y la monarquía carecían ya de credibilidad (incapaces de hacer frente a la grave situación económica y política) y el republicanismo avanzó entre los nacionalistas, el movimiento obrero, los intelectuales e incluso entre los políticos tradicionalmente monárquicos (Maura funda el Partido Republicano Conservador y Niceto Alcalá Zamora el Partido Republicano Progresista) y gran parte del ejército. La oposición empezó a organizarse: republicanos, catalanistas y socialistas se reunieron y firmaron el Pacto de San Sebastián en agosto de 1930. En él se comprometían a proporcionar una alternativa a la monarquía, constituyendo un Comité Revolucionario presidido por Alcalá Zamora para preparar la proclamación de la República. En diciembre de 1930 se sucedieron sublevaciones militares republicanas, primero en Jaca y luego en Cuatro Vientos que fracasaron por falta de coordinación. Los miembros del Comité Revolucionario fueron detenidos y encarcelados, pero una ola de protestas, huelgas y manifestaciones sacudió todo el país. Berenguer, incapaz de encauzar la situación, presentó la dimisión el 14 de febrero de 1931 y fue sustituido por el almirante Aznar que, como primer paso para volver al sistema constitucional, convocó elecciones, empezando por las municipales. Alfonso XIII se había comprometido excesivamente con la dictadura y las elecciones se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. Las elecciones municipales se celebraron el 12 de abril de 1931, aunque salieron elegidos más concejales monárquicos que republicanos, éstos ganaron en cuarenta y cinco de cincuenta capitales de provincia así como en las zonas mineras e industriales. Muchos ayuntamientos al conocer los resultados proclamaron la República; como reconoció el propio Aznar, “el país se había acostado monárquico y se levantó republicano”. Alfonso XIII, el 13 de abril de 1931, lanzó un manifiesto en el que comunicaba la supresión del ejercicio del poder real y su marcha de España. La II República fue proclamada al día siguiente, el 14 de abril. 7 TEMA 14.3. La II República: La Constitución de 1931 y el Bienio Reformista. I. II. III. Introducción. El Gobierno provisional. La Constitución de 1931. El Bienio Reformista o republicano-socialista: 1931-1933. Las Reformas. I. Introducción Tras las elecciones municipales, el 14 de abril de 1931, se proclamó la Segunda República, en un contexto internacional poco favorable marcado por la crisis económica que siguió al crack del 29 y la crisis de la democracia ante el ascenso de los fascismos y del comunismo. Aunque se trataba de unas elecciones municipales, la campaña electoral se planteó en los mítines y la prensa como un referéndum sobre la monarquía y, ante el triunfo de la coalición de republicanos-socialistas en las principales ciudades, el rey Alfonso XIII, prácticamente sin apoyos, decide exiliarse en Italia. Se constituye un Gobierno Provisional, presidido por Alcalá Zamora y formado por los dirigentes de los partidos firmantes del Pacto de Sebastián. La República, que ya había sido proclamada en muchas ciudades, se proclama oficialmente desde la Puerta del Sol en un ambiente muy festivo. Las bases sociales e ideológicas de la República estaban constituidas por partidos republicanos burgueses de tendencias diversas: republicanos de izquierda (Izquierda Republicana de Azaña) y de centro-derecha (partido Radical de Lerroux, Acción Republicana de Alcalá Zamora), nacionalistas, movimiento obrero (socialistas, PCE y POUM e incluso anarquistas) y contaron con el apoyo de intelectuales, estudiantes y algunos sectores del ejército. Representan fundamentalmente a las clases medias y a un importante sector de la clase obrera. Al margen de este entusiasmo republicano están los grandes propietarios, la oligarquía financiera, parte del ejército, la Iglesia, algunos sectores del campesinado y, en un primer momento, los anarquistas. En la Segunda República, distinguimos tres fases o periodos: 1. Bienio reformista o republicano-socialista (1931-1933). 2. Bienio derechista o radical-cedista (1933-1936). 3. Frente Popular (1936-1939), paralelo a la Guerra Civil. II. El Gobierno provisional. La Constitución de 1931 El Gobierno Provisional, presidido por Alcalá Zamora, estaba constituido por una coalición sumamente heterogénea (republicanos conservadores y republicanos de izquierda, socialistas y nacionalistas catalanes y gallegos), que no contaba con un programa unitario. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes para junio y mientras tanto se pusieron en marcha toda una serie de medidas para dar respuesta a los deseos de cambio de la sociedad: Se concede la amnistía a los presos políticos. Para paliar la grave situación del campesinado se establece la jornada laboral de 8 horas, la prórroga automática de arrendamientos y se obliga a los propietarios agrícolas a cultivar las tierras abandonadas y a contratar como jornaleros a vecinos del municipio, lo que generó una fuerte oposición de los terratenientes. Se inician las negociaciones con vascos y catalanes para sus futuros estatutos de autonomía. Se inicia la reforma del ejército, para garantizar su fidelidad a la República. 8 Pero el Gobierno Provisional ha de hacer frente a una fuerte conflictividad social: huelgas de la CNT que quiere las reformas de forma inmediata, que derivaron en violentos choques con las fuerzas de orden público y, sobre todo, al enfrentamiento con la Iglesia (Cardenal Segura) que atacó duramente el nuevo régimen en prensa, homilías y pastorales. La quema de conventos fue tanto causa como consecuencia de esa postura eclesiástica y fue el inicio de un permanente conflicto. Las clases poderosas encontraron en la defensa de la religión un arma de propaganda antirrepublicana muy eficaz. Las elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de junio, tuvieron una elevada participación (70%) (los anarquistas defendieron la abstención) y dieron un claro triunfo a la coalición republicano socialista formada por 19 partidos diferentes en la que el PSOE obtuvo 116 escaños y el Partido Radical de Lerroux 90 escaños. La derecha, desunida y desconcertada obtuvo muy pocos diputados en relación con su poder real. Las nuevas Cortes elaboraron una Constitución. La Constitución de 1931 La Constitución de 1931 es muy avanzada, con un marcado carácter democrático y un gran contenido social, que recoge ideas republicanas y socialistas. Los debates más polémicos fueron los relativos a la cuestión religiosa y territorial. Se definía a España como "República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de libertad y justicia". El principio de soberanía popular se recoge de forma clara “Todos los poderes emanan del pueblo”. En lo relativo a la organización territorial del Estado se buscó una fórmula intermedia entre el Estado unitario y el federal, un Estado integral: que admitía la existencia de regiones autónomas y Estatutos de autonomía, pero se mantiene la unidad de la nación al prohibir expresamente la “federación” de regiones. Extensa declaración de derechos: además de los derechos individuales tradicionales y colectivos (cultos, expresión, reunión, asociación, etc.) se recogen derechos sociales: el derecho al trabajo, a la educación, la no discriminación, la expropiación por interés público, la posibilidad de elegir a mujeres como diputadas, etc. Sufragio universal no solo masculino, sino también femenino, por primera vez. Separación de poderes: - El poder legislativo: residía en las Cortes. Constaban de una sola cámara elegida por sufragio universal cada cuatro años. Predominio sobre las demás instituciones (control sobre el Gobierno). - El poder ejecutivo: residía en el Gobierno, pero sus atribuciones eran controladas por las Cortes. La Jefatura del Estado correspondía al Presidente de la República: elegido cada seis años, de forma indirecta a través de las Cortes y de compromisarios. Nombra al Presidente de Gobierno y, a propuesta de éste, a los Ministros, que deben ser ratificados por las Cortes. - Poder judicial totalmente independiente. Se creó el Tribunal de Garantías Constitucionales, una institución nueva que debía declarar la constitucionalidad de las leyes que se aprobasen en el futuro. En materia religiosa se establece una radical separación Iglesia-Estado, configurando un Estado laico pleno. Se reconoce la libertad de cultos, se suprime el presupuesto para el culto y el clero, se prohíbe a la Iglesia el ejercicio de la enseñanza y se reconoce el matrimonio civil y el divorcio. 9 La Constitución fue aprobada en Cortes el 9 de diciembre de 1931. Días después se formó el primer Gobierno constitucional, con Manuel Azaña como presidente del gobierno, integrado principalmente por republicanos de izquierdas y socialistas. En un gesto conciliador, se cedió la presidencia de la República al conservador Alcalá Zamora. III. El Bienio Reformista o republicano-socialista: 1931-1933. Las Reformas. El gobierno de Azaña era una coalición de miembros del partido Acción Republicana (azañistas) y socialistas. Por ello, se le conoce como el Gobierno republicano-socialista. También tuvo el apoyo de los partidos nacionalistas, mientras que los radicales de Lerroux fueron la oposición moderada. El gobierno de Azaña planteó un ambicioso programa de reformas para solucionar los problemas que el país arrastraba y modernizarlo, pero tuvo que enfrentarse tanto a la oposición de los sectores más reaccionarios (intento de golpe de Estado del general Sanjurjo), que consideraba excesivas las reformas, como a sectores de la izquierda que consideraba que éstas se hacían con demasiada lentitud (rebeliones campesinas y huelgas). Medidas que se adoptaron durante el Bienio Reformista: 1. La reforma agraria: fue la más ambiciosa, ya que pretendía acabar con el latifundismo y convertir en propietarios a millones de jornaleros y arrendatarios, poniendo fin a una situación que era la causa fundamental del atraso, la desigualdad y la baja productividad del campo. Se aprobó la Ley de Bases de la Reforma Agraria (septiembre de 1932) que contemplaba la expropiación, con indemnización, de grandes propiedades que no fueran cultivados directamente por sus propietarios, tierras incultas, etc. y el reparto de tierras. Para llevarlo a cabo se creó el Instituto de Reforma Agraria (IRA). Los resultados fueron escasos debido a la falta de presupuesto para pagar las indemnizaciones, la lentitud de los trámites y la fuerte oposición de los grandes propietarios. No solucionó los graves problemas del campo e incluso empeoró el clima social por que hizo que propietarios y jornaleros se alejaran definitivamente de la República. El descontento campesino provocó violentos levantamientos en Extremadura, Andalucía y Logroño. 2. La política autonómica también dividió a la sociedad española, entre los que defendían la unidad de España y lo que defendían la descentralización política. La mayor oposición procedía del ejército, que veía amenazada la unidad de la patria de la que se consideraba garante. En 1932 Cataluña obtenía su Estatuto de Autonomía (con un parlamento y gobierno propios -la Generalitat- dirigido por Maciá, de Esquerra Republicana). En el País Vasco también se intentó lograr un estatuto parecido pero su elaboración resultó más compleja (será aprobado a comienzos de la Guerra Civil, en 1936). Galicia, Andalucía y Valencia también los tramitaron pero no llegaron a aprobarse. 3. La reforma militar: se impulsó una reforma que buscaba tanto reducir el número de oficiales, claramente desproporcionado en relación al tamaño del ejército, como asegurar su sometimiento al poder civil, terminando con la tradicional intervención del Ejército en la vida política. Se aprobó la Ley Azaña (1931) que permitía retirarse, con el sueldo íntegro, a todos los generales y oficiales que quisieran o no aceptaran jurar fidelidad a la 10 República. Se creó la Guardia de Asalto como cuerpo leal a la República y encargado del orden público, con el fin de sustituir al Ejército en esta función. 4. Reformas laborales: Largo Caballero, líder de UGT y Ministro de Trabajo, desarrolló una importante legislación laboral que incluía medidas como la jornada laboral de ocho horas, el seguro de enfermedad, las vacaciones pagadas, salarios mínimos, regulación del derecho de huelga, etc. 5. Reformas educativas y culturales. Muchos dirigentes republicanos y socialistas pertenecían al mundo cultural y veían en el ideal republicano el instrumento capaz de regenerar el país. Los mayores esfuerzos en el ámbito educativo se centraron en la enseñanza primaria ya que el objetivo era reducir el analfabetismo. Aunque se incrementó el presupuesto de educación para implantar una educación laica, obligatoria, mixta y gratuita no fue suficiente para llevar a cabo el plan inicial. Uno de los objetivos de la República fue limitar la influencia de la Iglesia y secularizar la sociedad. La Constitución establecía un Estado laico; el temor a la influencia que las órdenes religiosas ejercían especialmente en educación, llevó al gobierno a prohibirles dedicarse a la enseñanza, se les limitó la posesión de bienes y quedaron obligadas a pagar impuestos. Esto generó una permanente oposición entre la República y la Iglesia. Por otro lado, los dirigentes republicanos estaban convencidos de la necesidad de mejorar el nivel cultural de la población y hacer de la cultura un derecho para la mayoría. Con el apoyo de numerosos intelectuales y artistas (Lorca, Alberti, Buñuel, etc.) y el lema de “cultura para todos” se promovieron campañas para llevar la cultura al mundo rural, las llamadas Misiones Pedagógicas formadas por grupos ambulantes de profesores e intelectuales que llevaban a los pueblos bibliotecas, cines, coros, conferencias y grupos de teatro como La Barraca –dirigido por García Lorca-, que hacía giras por todas España representando obras del teatro clásico español. Enfrentamientos y conflictos durante el Bienio Reformista. Desde la proclamación de la República los conflictos fueron continuos debido a la tensión social acumulada, fruto de las esperanzas revolucionarias de los campesinos y obreros que chocaron con la posición intransigente de propietarios, industriales y militares. Tanto la oposición conservadora –la derecha, la Iglesia y un sector del Ejército- como la radicalización popular –los anarquistas principalmente, en algunas ocasiones secundados por los comunistas- contribuyeron desde diferentes ámbitos a obstaculizar la labor del Gobierno. La difícil situación económica, consecuencia de la crisis mundial, complicó la situación. Las conspiraciones militares fueron continuas, y la República adoptó una política de sanciones suaves. Los anarquistas se mostraron impacientes por la revolución y las reformas. Desde 1927 los anarquistas más radicales, agrupados en la Federación Anarquista Ibérica (FAI), habían adquirido gran influencia en la CNT y plantearon una lucha frontal basada en las insurrecciones en el ámbito rural (como los levantamientos de Castilblanco y Arnedo). 11 Finalmente, dos hechos contribuirían al desgaste del gobierno de Azaña: En agosto de 1932, el intento de golpe de Estado del General Sanjurjo, director de la Guardia Civil, fruto del descontento de los militares, especialmente los africanistas, con la reforma del ejército. El golpe fracasó. La torpeza y los excesos del gobierno en la represión de los levantamientos campesinos que se produjeron en distintos puntos de España en enero de 1933. Uno de los acontecimientos que más resonancia alcanzó fue el levantamiento anarquista de Casas Viejas (Cádiz). Allí los campesinos se sublevaron y atacaron a la Guardia Civil, lo que justificó el envío de la Guardia de Asalto para restablecer el orden. Este acontecimiento se saldó con la muerte de 20 personas y una brutal y desproporcionada represión. La prensa, los sindicatos y el Parlamento exigieron responsabilidades. Estos hechos provocaron una gran crisis política que llevó a la caída de Azaña, al romperse la coalición con los socialistas y quedar en minoría. Alcalá Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones para noviembre de 1933. A lo largo de ese año la derecha, después del fracaso de 1931, va reorganizándose y creciendo. Se forma la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) bajo el liderazgo de José María Gil Robles, que se plantea conquistar el poder por las urnas para convertir la República de izquierdas en una República conservadora; los monárquicos formaron Renovación Española, dirigida por Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera fundó la Falange Española (de inspiración fascista). En las elecciones de noviembre de 1933 triunfó el centro-derecha, frente a una izquierda dividida y con la abstención de los anarquistas de la CNT-FAI. La principal novedad era que las mujeres votaban por primera vez, con lo que el censo electoral se duplicó. 12 TEMA 14.4. La Segunda República: El Bienio Radical-Cedista. La Revolución de 1934. Las elecciones de 1936 y el Frente Popular. I. II. III. IV. Primera etapa del Bienio Radical-Cedista (1933-1934) La Revolución de 1934 Segunda etapa del Bienio Radical-Cedista (1934-1936) Las elecciones de 1936 y el Frente Popular Tras las elecciones municipales de abril de 1931, que dieron el triunfo a los republicanos, Alfonso XIII dejó el trono y se proclamó la República. Durante los dos primeros años, el llamado “bienio reformista”, una coalición republicano-socialista, con Azaña como presidente del gobierno, llevó a cabo toda una serie de reformas dirigidas a solucionar los graves problemas del país. Pero el malestar que las reformas producen en los grupos dirigentes unido a la pérdida de apoyo popular por hechos como Casas Viejas, hacen que se rompa la coalición republicana y Alcalá Zamora, presidente de la República, convoca nuevas elecciones. I. Primera etapa del Bienio Radical-Cedista (1933-1934) En las elecciones generales de noviembre de 1933 la división de los partidos de izquierda y la abstención anarquista facilitó la victoria de una coalición de centro-derecha. La gran novedad fue que las mujeres votaban por primera vez, según lo establecido por la Constitución de 1931. El partido que obtuvo más escaños fue la CEDA de Gil Robles, seguido por el Partido Radical de Lerroux. En la izquierda, el PSOE seguía siendo el partido con más escaños, pero reducidos a la mitad con respecto a la anterior legislatura. La República giraba a la derecha. Niceto Alcalá Zamora encomendó el Gobierno a Lerroux, que contó con el apoyo de la CEDA desde el Parlamento. Se inicia así el Bienio Radical-Cedista, también llamado “bienio negro”, dividido en dos etapas por la revolución de 1934. En un contexto internacional de crisis económica y de triunfo del fascismo, el nuevo gobierno se dedicó a paralizar las medidas más reformistas realizadas durante el periodo anterior: - Paralización de la reforma agraria y de las expropiaciones: se fijó la devolución de tierras a la nobleza, se anuló la cesión temporal de tierras mal cultivadas a los campesinos y se concedió libertad de contratación. Los campesinos respondieron ante el empeoramiento de sus condiciones con numerosas huelgas. - La reforma militar siguió vigente, pero se aprobó una amnistía a los implicados en el golpe de Sanjurjo de 1932 y se puso en puestos clave a militares sospechosos de ser contrarios a la República (Mola, Franco, Goded) - Acercamiento a la iglesia mediante la dotación de un presupuesto al culto y al clero. - Freno a la creación de escuelas y a la secularización de la enseñanza. En este contexto de “contrarreformas”, se produce la radicalización de derechas e izquierdas, ambas decididas a usar la violencia para imponerse: - Derechas: el aumento de la conflictividad social en el campo y en las áreas obreras consolidó a la CEDA. Los grupos fascistas españoles se fortalecieron al fusionarse Falange Española con las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) en 1934. Todos ellos disponen de grupos paramilitares que practican la violencia para conseguir sus objetivos políticos. - Izquierdas: los republicanos se aglutinaron en un nuevo partido, Izquierda Republicana (fusión de Acción Republicana, Partido Republicano Radical Socialista y Organización Republicana Gallega Autónoma). La UGT y el PSOE (el mayor partido obrero, dirigido por líderes a menudo enfrentados), ante el avance del fascismo, acercaron sus posiciones a las de los comunistas y anarquistas. 13 II. La Revolución de 1934 La radicalización de los socialistas y la proliferación de huelgas y conflictos llevaron a la CEDA a endurecer su posición y reclamar una acción más contundente en materia de orden público, exigiendo participar directamente en el gobierno bajo la amenaza de retirar su apoyo parlamentario. El presidente del gobierno, Lerroux, accedió a estas peticiones y el 4 de octubre formó un nuevo Gobierno al que se incorporaron tres ministros de la CEDA, lo que provocó la reacción de muchos sectores de la izquierda que consideraban a Gil Robles dispuesto a establecer un régimen similar a los fascismos europeos del momento y desencadenó una insurrección que venía preparándose desde que la derecha ganara las elecciones en 1933. El 5 octubre de 1934 la UGT convocó una huelga general como medio para defender la democracia republicana y el reformismo social amenazados por la entrada de la derecha autoritaria (CEDA) en el gobierno. Pero fue un fracaso en la mayor parte del país, por la falta de coordinación del movimiento y la respuesta contundente del gobierno (declaración del “estado de guerra”); solo adquirió importancia en Madrid, Vizcaya, Cataluña y Asturias, pero en las tres primeras tuvo una corta duración. En Asturias, el movimiento tuvo un carácter revolucionario con miles de obreros socialistas, comunistas y anarquistas armados, que proclamaron la Revolución Socialista de los Consejos Obreros. Se trataba de una auténtica revolución obrera, cuyo objetivo era superar la República burguesa y sustituirla por un Estado obrero, similar al modelo instalado en la Rusia de Stalin. La revuelta tuvo un éxito total en las cuencas mineras, en dos días controlaron los principales núcleos urbanos y conquistaron, enfrentándose al ejército, Oviedo. Pero las tropas traídas de Marruecos (al mando del general Franco) acaban con la insurrección y el resultado fue miles de muertos, detenciones y consejos de guerra. La represión se caracterizó por su dureza: fueron miles los encarcelados y muchas las sentencias a pena de muerte. A partir de ese momento, se produjo un giro aún más conservador en la política gubernamental. En Cataluña, la insurrección tuvo un carácter más político. El 6 de octubre, el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán. Tan solo un día más tarde, el ejército acabó con la insurrección y se suspendió el Estatuto de Cataluña y el gobierno autonómico fue acusado de rebeldía y encarcelado. III. Segunda etapa del Bienio Radical-Cedista (1934-1936). La revolución de octubre de 1934 motivó un endurecimiento de la política del Gobierno y la influencia de la CEDA aumentó. Se aprobó una nueva Ley de Reforma Agraria que detuvo el proceso de entrega de tierras y el asentamiento de los campesinos. Gil Robles, como nuevo ministro de Defensa, llevó a cabo una serie de cambios en los mandos militares y colocó en puestos claves a generales contrarios a la República. Franco, por ejemplo, fue nombrado jefe del Estado Mayor. Pero el Gobierno era débil y estaba en crisis permanente por las luchas internas entre el Partido Radical y la CEDA, y la tarea de gobierno aumentó la polarización ideológica. A la derecha de la CEDA surgió otro grupo político, el Bloque Nacional, dirigido por Calvo Sotelo, de orientación monárquica, antirrepublicano y de ideología ultraconservadora. Se produce también un acercamiento entre todas las fuerzas de la izquierda burguesa y obrera que exigen la amnistía y reclaman la disolución de las Cortes y nuevas elecciones. A finales de 1935 se produjo el hundimiento del gobierno debido a la falta de entendimiento entre Alcalá Zamora y Lerroux y a que el Partido Radical se vio afectado por una serie de escándalos económicos en los que participaron varios miembros del ejecutivo (corrupción, malversación de fondos, contrabando y “el caso del estraperlo”) que obligaron al presidente del Gobierno, Lerroux, a dimitir. El presidente de la República Alcalá Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones para febrero de 1936. 14 IV. Las elecciones de 1936 y el Frente Popular. En las elecciones de febrero de 1936, los partidos de izquierda crearon una gran coalición electoral, que se denominó Frente Popular. Incluía a republicanos, socialistas, comunistas e incluso contaba con el apoyo de los anarquistas. Esta alianza era frecuente en Europa como medio de frenar al fascismo. Su programa estaba basado en poner en marcha las reformas del Bienio Reformista y decretar una amnistía para todos los detenidos tras la revolución de 1934. El Frente Popular estaba integrado por Izquierda Republicana (Azaña), Unión Republicana (Martínez Barrio), PSOE (Largo Caballero e Indalecio Prieto), PCE, POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), y contaba con el apoyo de la UGT y la CNT-FAI. La derecha no logró confeccionar una candidatura única ni redactar un programa electoral consensuado y solo se presentó unida en algunas circunscripciones. Se presentaron por la derecha, la Falange Española de las JONS, la CEDA de Gil Robles y el Bloque Nacional de Calvo Sotelo, que acudieron con un programa basado en el miedo a la revolución. En las elecciones del 16 de febrero de 1936, en un ambiente de gran crispación social, participó el 72% de los electores y los resultados dieron la victoria al Frente Popular, que basó su triunfo en las ciudades y las provincias del sur y la periferia. Si bien la derecha obtuvo mayor número de votos, la suma de los escaños de las izquierdas (acuerdo del Frente Popular) les permitió formar gobierno: 263 frente a 210. Los resultados totales hacían ver que los partidos de centro habían desaparecido de la escena política y que había dos fuerzas rivales, la izquierda y la derecha. Tras las elecciones, el Congreso eligió como nuevo presidente de la República a Manuel Azaña, y éste nombró jefe de Gobierno a Casares Quiroga (previamente se lo había propuesto al socialista moderado Indalecio Prieto, pero se negó a ello su propio partido, imponiéndose las tesis radicales de Largo Caballero frente a las centristas de colaboración con la izquierda burguesa que proponía Prieto). El nuevo Gobierno, formado exclusivamente por republicanos de izquierda -sin la participación del PSOE- nacía debilitado. Sus primeras actuaciones fueron una serie de medidas progresistas y reformistas, pactadas en el programa de la coalición electoral: Se concedió una amplia amnistía para los presos políticos. Se reanudó la reforma agraria de 1932. Se restableció la legislación del primer bienio. Se restableció el Estatuto de Cataluña. Companys volvió a ocupar la presidencia de la Generalitat. Se iniciaron las negociaciones para la aprobación de un estatuto para el País Vasco (prácticamente terminado en julio de 1936) y otro para Galicia (aprobado en plebiscito en junio de 1936). Entre mayo y julio el deterioro de la vida política y social es palpable, siendo el ambiente social cada vez más tenso. La izquierda obrera había optado por una postura claramente revolucionaria y la derecha buscaba de forma evidente el fin del sistema democrático. Se producen luchas callejeras entre grupos radicales (falangistas y milicias de la CEDA utilizando la dialéctica de “puños y pistolas” contra comunistas, socialistas y anarquistas) que el gobierno no puede controlar. Las ocupaciones de tierra por los jornaleros, las movilizaciones obreras, la quema de conventos, etc., complican la situación. La creación de un clima de violencia era una estrategia que favorecía a los sectores partidarios de organizar un golpe de Estado contra la República. A la conspiración militar se unen los principales líderes políticos de la derecha, los representantes de la oligarquía económica y los generales antirrepublicanos. El general Mola toma el mando de la conspiración y prepara el golpe para julio. Su plan consiste en un pronunciamiento militar simultáneo en todas guarniciones posibles, siendo claves las de Madrid y Barcelona y con un protagonismo especial del ejército de África, el mejor preparado, al mando del general Franco. El gobierno, para frenar los rumores golpistas trasladó de destino a los generales más directamente implicados (Franco a Canarias y Mola a Navarra). 15 El desencadenante último de la Guerra Civil fueron dos asesinatos: el del teniente José del Castillo, republicano y perteneciente a la Guardia de Asalto (12 de julio de 1936) –por extremistas de derecha- y el asesinato del diputado del Bloque Nacional José Calvo Sotelo (14 de julio de 1936), por miembros de las fuerzas de seguridad en venganza del anterior. El golpe de Estado que se venía preparando se acelera y la sublevación se inició en Marruecos el día 17 de julio por la tarde y al día siguiente se extendió a toda la Península. El fracaso del golpe militar en buena parte de España desencadenó el inicio de una guerra civil que se prolongaría durante tres años. 16 Tema 14.5. La Guerra Civil: La sublevación militar y el estallido de la guerra. El desarrollo del conflicto: etapas y evolución de las dos zonas. I. La sublevación militar y el estallido de la Guerra Civil. II. El desarrollo del conflicto: etapas y evolución de las dos zonas. I. La sublevación militar y el estallido de la Guerra Civil. Desde el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, las tensiones sociales y políticas de la República se acentuaron. El deterioro del orden público, unido al temor que en los sectores más conservadores despertaba el programa de izquierdas propició que algunos mandos militares, muchos de ellos “africanistas”, conspiraran contra la República. Ante las sospechas, el gobierno había cambiado de destino a los mandos militares más antirrepublicanos (Mola fue enviado a Pamplona, Franco a Canarias, Goded a Baleares, Queipo de Llano a Sevilla, etc.). El levantamiento militar fue organizado por el general Mola –destinado en Navarra- y contaba con el apoyo de los grupos monárquicos, carlistas y falangistas, así como de algunos miembros de la burguesía financiera y terrateniente. La idea era iniciar una sublevación simultánea en diferentes ciudades que debía ejecutarse de forma rápida, para derribar al Gobierno Republicano, decretar el estado de guerra y sofocar cualquier tipo de oposición. El régimen republicano sería sustituido por una dictadura militar provisional dirigida por el general Sanjurjo. El asesinato del diputado monárquico derechista Calvo Sotelo, por un grupo de guardias de asalto como venganza por el asesinato del teniente Castillo (republicano y perteneciente a la Guardia de Asalto), fue el pretexto para el levantamiento militar, que los sublevados denominaron “alzamiento” contra el desorden, el comunismo y en defensa de la patria. La sublevación la inició el coronel Yagüe en Melilla el 17 de julio (triunfando rápidamente en el protectorado de Marruecos), al día siguiente, Franco, después de sublevarse en Canarias, se dirige a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. A partir del 18 de julio la sublevación se extendió por por casi todo el territorio peninsular. La sublevación triunfó en amplias zonas de la España rural del norte: Galicia, Castilla-León, Navarra y parte de Aragón, así como en algunas ciudades importantes como Sevilla, Córdoba, Granada y Zaragoza. También en la isla de Mallorca y Canarias. La sublevación fracasó en casi todo el este y sur de la Península (Cataluña, Levante, Andalucía y Extremadura ) y de la cornisa cantábrica (excepto Álava y Oviedo) y en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona debido a la acción conjunta de militares leales a la República y a la reacción de gran parte de la población y las organizaciones obreras. El golpe militar fracasado se convirtió en una Guerra Civil, porque los sublevados no se rindieron y la República no fue capaz de controlar la situación. Desde ese momento, España quedó dividida en dos zonas: La Republicana que contaba con las zonas industriales y mineras, además de disponer de los recursos del Banco de España para la compra de armas. Aunque la mayor parte de la flota y la aviación permanecieron leales, el gobierno desconfiaba de los oficiales de tierra y optó por armar a los voluntarios de partidos y sindicatos (milicianos) al mando de militares leales. El territorio republicano quedó separado en dos zonas, una al norte y otra en el centro y este. La sublevada o “nacional” (denominación con la que se designaban a sí mismos para indicar su defensa de la unidad de España) que controlaba las principales zonas agrícolas y que contaba con las experimentadas tropas africanas (la Legión y los regulares), la mayoría de los 17 oficiales y la Guardia Civil, así como numerosos voluntarios de las milicias organizadas por los partidos carlista y falangista. En cada zona, las clases altas y el campesinado medio apoyaron el levantamiento, mientras que obreros y empleados urbanos, pequeña burguesía y campesinos sin tierras, en su mayoría influidos por organizaciones de izquierda (definidos como “rojos” por la derecha), fueron el soporte y defensa de la República. Una gran mayoría silenciosa tuvo que ocultar su ideología, si en su pueblo o ciudad había triunfado el bando rival y la lealtad geográfica se impuso por todas partes. Las semanas que sucedieron al 18 de julio fueron muy violentas. En las zonas controladas por los nacionales, la represión tuvo un carácter sistemático y planificado, dirigida a vencer la resistencia de la población mediante el terror: se procedió a la detención y ejecución, “paseíllo”, de las autoridades fieles al gobierno y de todas las personas relacionadas con partidos de izquierda y sindicatos o sospechosos de tener ideas anticlericales o revolucionarias (García Lorca). En la zona republicana la represión fue espontánea y desigual, aparecieron numerosos grupos armados, algunos incontrolados y otros dirigidos por partidos y sindicatos de izquierda que procedieron a la detención y ejecución de religiosos, “señoritos”, miembros de partidos de derecha, etc. En noviembre fue ejecutado José Antonio Primo de Rivera en Alicante. II. El desarrollo del conflicto: etapas y evolución de las dos zonas. El fracaso de la sublevación provocó una guerra civil que duró tres años. Esta larga duración es consecuencia de la intervención internacional ayudando a uno u otro bando con armas y hombres. El ejército sublevado mantuvo durante toda la guerra la iniciativa gracias a la existencia de un mando unificado y a su carácter profesional. La República se vio perjudicada por la desunión existente entre los diferentes grupos políticos y fracasó en todos sus intentos ofensivos, sin embargo mostró una resistencia tenaz que también contribuyó a alargar la guerra. 1ª Etapa (julio 1936 - marzo 1937): El avance hacia Madrid y la batalla de Madrid. Entre julio y noviembre se produce un rápido avance de los sublevados hacia Madrid que era el objetivo fundamental, desde el norte dirigidos por el general Mola y desde el sur por Franco. Este avance fue facilitado por el desorden republicano, donde el ejército regular fue sustituido por milicias integradas por voluntarios de partidos y sindicatos, sin organización ni disciplina y que carecían de un mando unificado. Las tropas dirigidas por el general Mola, avanzaron desde Navarra hacia Madrid (antes toman Irún y San Sebastián lo que impide la llegada de refuerzos por tierra y corta el acceso a Francia), pero fueron detenidas por los milicianos en la Sierra de Guadarrama. El ejército de Marruecos, dirigido por el general Franco, fue trasladado a la Península en aviones italianos y barcos alemanes a través del Estrecho de Gibraltar, evitando a la flota republicana y avanza desde Cádiz y Sevilla, donde se une Queipo de Llano, hacia Extremadura, tomando Badajoz, (lo que permitió unir los territorios ocupados por los sublevados) para dirigirse a Madrid. Franco, convertido en jefe del ejército del sur tras la muerte de Sanjurjo, se desvía hacia Toledo para liberar el Alcázar y después se dirige a Madrid cuya conquista parecía inminente. En noviembre, los sublevados intentaron el asalto frontal a Madrid. El gobierno republicano, temiendo ser capturado si la capital caía, se había trasladado a Valencia, dejando la ciudad a cargo de la Junta de Defensa, presidida por el general Miaja. La fuerte resistencia de los madrileños, apoyados por la llegada de las Brigadas Internacionales, de armamento soviético y los refuerzos procedentes de Barcelona, impidieron que la ciudad cayera. El frente se estabilizó en la 18 Ciudad Universitaria. Se produjo una movilización general para salvar Madrid con míticas consignas como “no pasarán” y “Madrid, tumba del fascismo”. Fracasado el intento de conquista rápida de Madrid, los sublevados intentaron aislarla del resto de España, en 1937, estableciendo un cerco, que es roto en las batallas del Jarama (febrero de 1937) y Guadalajara (marzo de 1937). Estos fracasos demostraron que no era posible una guerra rápida y obligó a Franco a adoptar un cambio de estrategia, afrontando una guerra de desgaste dirigida a la conquista gradual del territorio republicano para lo cual se utilizó la aviación y el carro de combate, se bombardearon las ciudades, se usó del terror, la radio y la propaganda. El cerco sobre Madrid se mantendría durante toda la guerra. 2ª Etapa (abril 1937- noviembre de 1938). De la conquista del norte a la batalla del Ebro. Tras el fracaso en la toma de Madrid, Franco optó por conquistar la zona cantábrica, una estrecha franja que abarcaba Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, aislada del resto de las zonas republicanas y poseedora de una importante minería e industria siderúrgica. En esta campaña contó con la ayuda de las tropas italianas y el apoyo de la aviación alemana (Legión Cóndor) cuyos bombardeos destruyen la ciudad de Guernica (objetivo sin valor militar pero sí simbólico del nacionalismo vasco). En junio cae Bilbao (eliminando el Estatuto de Autonomía y los fueros vascos) y, entre agosto y octubre, Santander y Gijón. El General Rojo (Jefe del Estado Mayor Republicano) ordenó dos ofensivas de distracción en Brunete (cerca de Madrid) y Belchite (en Zaragoza) para tratar de aliviar la presión sobre Madrid y obligar a los sublevados a retirar tropas del frente norte, pero no consiguieron levantar el sitio de Madrid, ni impidieron la caída del norte: que queda en manos de los nacionales. En el bando republicano, ante el fracaso del modelo de guerra basado en la utilización de las milicias desorganizadas defendido por los anarquistas, se creó un ejército popular pero organizado y disciplinado, como defendían los comunistas y apoyaban la izquierda republicana y los militares profesionales, en el que se integraron dirigentes procedentes de las milicias y de las Brigadas Internacionales. Los grupos anarquistas actuaron de forma independiente anteponiendo la revolución social a la guerra. Su actuación provocó que buena parte de las clases medias se pasaran al bando nacional que garantizaba el orden y la propiedad. Tras la caída del norte, el General Rojo lanzó una ofensiva sobre Teruel, consigue tomar la ciudad pero una contraofensiva nacionalista la recupera un par de meses después. Franco cambia el criterio y en lugar de avanzar hacia Madrid, desplegó un ataque a lo largo del frente de Aragón con intención de alcanzar el Mediterráneo y dividir la zona republicana. En la primavera de 1938, las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo por Vinaroz, con lo que la República quedó dividida en dos: Cataluña al norte y Madrid y Levante al sur. Para frenar el avance de Franco hacia Valencia, la República emprendió la Batalla del Ebro (de julio a noviembre de 1938) con la intención de reconquistar territorio y volver a unir las zonas republicanas. Fue la batalla más dura y sangrienta de la guerra (más de 100.000 bajas entre ambos bandos). Franco envió grandes refuerzos, incluida la aviación alemana e italiana y consiguió detener el avance. Los republicanos fueron derrotados, sentenciando la suerte de la República. 19 3ª Etapa (diciembre 1938 a marzo 1939). La caída de Cataluña y el final de la guerra. En enero de 1939, Franco lanzó la ofensiva sobre Cataluña, aislada de Valencia y del centro. Ante la debilidad y el desánimo republicano, las capitales catalanas caen sin apenas resistencia. Barcelona es ocupada el 26 de enero; los “nacionales” suprimieron el Estatuto y Companys, presidente de la Generalitat, fue fusilado. Con la caída de Gerona se produjo la huida masiva de republicanos hacia Francia. En febrero de 1939 a la República no le quedaba más territorio que Madrid capital, junto con una parte de la Meseta Sur y la zona costera levantina hasta Almería. El enfrentamiento entre los republicanos precipitó el final. El entonces presidente del gobierno, Negrín y el PCE se mostraban partidarios de resistir y continuar la guerra mientras esperaban el apoyo de Francia y Gran Bretaña. El coronel Casado (responsable de la defensa de la capital) apoyado por ciertos sectores del PSOE y anarquistas, consideraban que la guerra estaba perdida y eran partidarios de un final negociado que pasaba por entregar a Franco los últimos territorios republicanos. El 5 de marzo, Casado dio un golpe de Estado e inició negociaciones para gestionar una rendición honrosa, pero Franco impuso la rendición incondicional. Las tropas de Franco entraron en Madrid el 28 de marzo y el 1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado”. 20 Tema 14.6. La Guerra Civil: la dimensión política e internacional del conflicto. Las consecuencias de la Guerra. I. II. III. La dimensión política del conflicto. La dimensión internacional del conflicto. Consecuencias de la Guerra I. La dimensión política del conflicto El fracaso del alzamiento militar de julio de 1936 dio origen a una Guerra Civil que se prolongaría durante tres años y dividió el territorio español en dos zonas. Los primeros meses de la guerra van a ser de caos organizativo en las “dos Españas”, siendo desbordados los poderes establecidos. La zona republicana El golpe militar provocó la desaparición del poder estatal, incapaz de controlar su propio territorio y el desarrollo de una revolución social. No hubo un mando político único y la República tuvo que enfrentarse al doble problema de derrotar al ejército sublevado y de controlar su propio territorio y el desarrollo de una revolución social. En la España republicana, durante la guerra, se sucedieron tres gobiernos: El derrumbe del Estado Republicano (julio-septiembre de 1936). Los primeros gobiernos de Casares Quiroga y Martínez Barrio tuvieron que dimitir al negarse a entregar armas al pueblo por temor a una revolución. El poder pasó a José Giral, que entregó armas a las milicias de partidos y sindicatos para organizar una fuerza militar capaz de enfrentarse a los sublevados, pero su incapacidad para controlar la situación le obligó a dimitir. La sublevación militar supuso el desplome total del Estado republicano (salvo en el País Vasco) que fue sustituido por Juntas y Comités revolucionarios de las organizaciones obreras que se encargaron de organizar las milicias, del orden público, abastecimientos, etc., con independencia del Estado. Se desencadenó una revolución social que llevó a la colectivización de gran parte de la propiedad industrial y agraria, especialmente en aquellas zonas de mayor presencia anarquista (Aragón y Cataluña). También se produjeron importantes episodios de violencia contra la Iglesia, los propietarios y los afiliados a partidos de derecha (Paracuellos, fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera). El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936 - mayo de 1937). La prolongación de la guerra y las derrotas sufridas plantearon la necesidad de restablecer el poder del Estado para poder ganar la guerra. En septiembre se constituyó un gobierno de coalición, presidido por Largo Caballero, en el que participaron republicanos, socialistas, comunistas (por primera vez) y anarquistas, algo sin precedentes. Su objetivo era crear un Ejército Popular, militarizando las milicias y recomponer el poder del Estado eliminado juntas y comités revolucionarios. El gobierno abandona Madrid y se traslada a Valencia. Pero existía un fuerte enfrentamiento dentro de las fuerzas republicanas sobre cómo afrontar la guerra y el proceso revolucionario: los republicanos, el PSOE y un PCE fortalecido por la ayuda soviética y el prestigio de sus unidades de combate, defendía la reconstrucción de un Estado fuerte, para ganar primero la guerra y luego hacer la revolución. Solo los más radicales de los anarquistas y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) defendían que ambos procesos debían ser paralelos. Este conflicto provocó un enfrentamiento armado en Barcelona, en mayo de 1937. Los intentos de la Generalitat – con el apoyo de los comunistas- de restablecer su autoridad, liquidando el poder paralelo de las milicias, provocaron la insurrección de grupos anarquistas y del POUM. El gobierno central tuvo que enviar fuerzas a Cataluña para controlar la situación. Las consecuencias fueron la caída de Largo Caballero que se negó a ilegalizar el POUM –como querían los comunistas- y la pérdida de influencia de los anarquistas frente a los comunistas (que van aumentando su poder). Le sustituyó Negrín. 21 El gobierno de Negrín (mayo 1937- marzo 1939), socialista moderado, consideró prioritario el tema militar por lo que se unificó la dirección de la guerra, se reforzó el poder central y se estableció un control sobre la producción industrial y agraria (las experiencias colectivistas se paralizaron) para asegurar los abastecimientos. Esta nueva orientación provocó numerosos conflictos, los dirigentes del POUM fueron encarcelados y su dirigente, Andreu Nin, asesinado. Pese a las derrotas, Negrín, apoyado por los comunistas (el grupo más disciplinado y decidido a luchar hasta el final), defendió una política de resistencia hasta el final, con la esperanza de que estallara la guerra en Europa y así la guerra española se integraría en el conflicto generalizado, pero la Conferencia de Munich alejó esa posibilidad. Trató de negociar una rendición sin represalias de los vencedores (los llamados “Trece Puntos” de Negrín) pero Franco lo rechazó. Azaña, presidente de la República, dimitió tras la caída de Barcelona y, en marzo de 1939, el coronel Casado precipitó el fin de la guerra al sublevarse contra el Gobierno (golpe de Estado) con la intención de negociar la paz con Franco, quien no la aceptó. La zona sublevada A diferencia de la zona republicana, se constituyó un poder centralizado bajo una fuerte disciplina militar con el objetivo de ganar la guerra y eliminar de los territorios ocupados cualquier vestigio republicano. Los grupos políticos y sociales que apoyaron el alzamiento militar no tenían un proyecto político común y el ejército se convirtió en el elemento vertebrador del nuevo régimen, encargado de organizar el nuevo Estado. No existía tampoco un mando único: Mola había sido el organizador, Sanjurjo que aparecía como líder indiscutible había muerto en un accidente y Franco tenía un mayor prestigio entre los militares. Al convertirse el golpe de Estado en una guerra, los principales generales crearon en Burgos una Junta de Defensa Nacional (24 de julio de 1936) como órgano provisional de gobierno para administrar los territorios bajo control nacional y coordinar sus acciones. Esta Junta nombró a Franco jefe del Gobierno, del Estado y Generalísimo de los Ejércitos (29 de septiembre de 1936), concentrando así todo el poder político y militar en una sola persona. La Junta de Defensa se transformó en una Junta Técnica del Estado que actuó como gabinete de gobierno y fue clave en la victoria de los sublevados frente a la descoordinación republicana. Para acabar con los conflictos entre los partidos políticos que apoyaban al alzamiento y controlarlos, Franco promulgó el Decreto de Unificación (abril de 1937), por el que falangistas y carlistas se integraban en un partido único llamado FET de las JONS (Falange Española Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista). Así Franco sería Jefe del Partido y Jefe del Estado. Algunas resistencias de carlistas o falangistas a la unificación fueron acalladas con destierros o prisión. En julio de 1937 Franco recibió un apoyo fundamental de la Iglesia española: cuarenta y ocho obispos publicaron un documento a favor del alzamiento militar que daba legitimidad al mismo y lo convertía en una “cruzada” en defensa de la fe cristiana. En octubre, el Vaticano reconocía al gobierno de Franco y toda la legislación republicana que perjudicaba a sus intereses quedó abolida (se derogó el divorcio, se estableció el culto religioso en la enseñanza y en el ejército, y se instituyó una retribución estatal al clero). La identificación del nuevo Estado y la Iglesia se conoce como nacionalcatolicismo. En enero de 1938 Franco formó su primer gobierno en Burgos, sustituyendo la Junta Técnica por un gobierno formado por ministros (tres militares y ocho civiles). Se va institucionalizando un nuevo régimen personalista en el que Franco acaparaba todo el poder, que se definía como “nacionalsindicalista” de inspiración fascista y católica. El Estado quedó configurado de forma centralizada y autoritaria, apoyado en instituciones con gran peso político y social: Ejército, Iglesia y FET de las JONS. Desde el principio del conflicto, se llevó a cabo una profunda contrarrevolución social, derogando la legislación republicana en materia social y económica: se prohibieron todos los partidos políticos y sindicatos (a excepción del oficial) y se abolieron los estatutos de autonomía, se suprimen las libertades, se prohíben las huelgas, etc. Para consolidar el triunfo, el régimen recurrió a una fuerte represión sistemática y planificada para imponer un clima de “terror” que impidiese cualquier contestación. Todos los relacionados con partidos de izquierda y sindicatos o sospechosos de tener ideas anticlericales o revolucionarios fueron encarcelados o fusilados, según la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939. 22 II. La dimensión internacional del conflicto. Desde el primer momento, la Guerra Civil tuvo una gran repercusión entre la opinión pública, intelectuales, medios de comunicación y gobiernos del mundo entero, porque anticipaba el enfrentamiento entre fascismo y democracia que estaba a punto de iniciarse en Europa. La opinión democrática progresista mundial estuvo a favor de la República. En Francia, la opinión era mayoritariamente favorable a la República. En Gran Bretaña, el gobierno conservador veía en el alzamiento un freno a la expansión del “comunismo”. El Papado tardó mucho tiempo en pronunciarse y lo hizo a favor de Franco. Los partidos obreros de todo el mundo, y a su cabeza, la URSS, se manifestaron a favor de la República. España no contaba con una industria militar capaz de suministrar el armamento moderno necesario, así es que ambos bandos recibieron desde muy pronto ayudas y apoyos internacionales, y en ese sentido se adelantó a lo que sería un ensayo de la Segunda Guerra Mundial (septiembre de 1939). La ayuda internacional a la República. Tras el golpe militar, la República pidió ayuda a Francia, donde había también un gobierno de izquierdas, pero la inicial ayuda francesa quedó cortada por el acuerdo de no intervención, apoyado por Gran Bretaña, que defendía la no intervención para evitar una internacionalización del conflicto que se convirtiera en el inicio de una guerra mundial. Ambos países promovieron la formación del Comité de No Intervención (agosto de 1936), al que se sumaron 27 países (Italia, Alemania y la URSS incluidas) que decretó la neutralidad y prohibió el suministro de armas a los contendientes. La no intervención fue una farsa que impidió a la República -un régimen democrático y legítimo- conseguir armas para defenderse de la rebelión, mientras que las potencias fascistas ayudaron a los sublevados. Más tarde comenzó a llegar la ayuda soviética, cuando la URSS aceptó vender armamento y enviar asesores ante el temor a una expansión fascista en el Mediterráneo. Se utilizaron las reservas de oro del Banco de España (“el oro de Moscú”) para pagar la compra de material militar, y los primeros carros y aviones comenzaron a llegar justo cuando se necesitaban para la defensa de la capital, en noviembre de 1936. Pero el armamento ruso tuvo serias dificultades para llegar a la zona republicana y obligó a dedicar la flota a labores de escolta, perdiéndose así una importante baza militar, además su calidad y cantidad fue inferior a la que recibieron los sublevados. La otra ayuda que recibió la República fue la de las Brigadas Internacionales. Los brigadistas eran voluntarios procedentes de distintos países que, ante la política de no intervención de sus gobiernos, decidieron venir a luchar a favor de la República y contra el fascismo. Se calcula que llegaron a España, a lo largo de dos años, unos 60.000 brigadistas. Su ayuda fue importante, sobre todo en la defensa de Madrid y en las batallas de 1937, hasta la caída de Teruel. A finales de 1938 se retiraron de España, ante las presiones del Comité de No Intervención. Sin embargo, éste no consiguió lo mismo del bando nacional que contó hasta el final con unidades italianas. La ayuda internacional al bando Nacional Los sublevados recibieron gran apoyo exterior de Alemania e Italia, que mantuvieron su ayuda militar y económica de forma constante y masiva. - Mussolini envió cerca de 70.000 soldados a lo largo de la guerra, además de abundante munición y material de guerra. - La Alemania nazi ofreció la ayuda más determinante en el ámbito militar: facilitó el traslado del ejército de África a la Península, vendió armas y envió a España a la Legión Cóndor, unidad de élite de la aviación alemana (que bombardeó Guernica), además de numerosos técnicos y asesores militares. La guerra española permitió a Hitler probar armas y estrategias de cara a la Segunda Guerra Mundial que estaba a punto de empezar. 23 - La colaboración de Portugal (bajo la dictadura de Salazar) fue el control de la frontera, permitiendo la entrada de material de guerra para los sublevados, especialmente importante al inicio de la guerra cuando todavía no contaban con puertos propios. III. Consecuencias de la Guerra. La Guerra Civil tuvo un balance trágico para España: muertes y desapariciones, exilio de numerosos españoles, represión y pérdidas económicas. Sin embargo hubo también grupos sociales que se beneficiaron de la nueva situación. a. Demográficas: se calculan entre 300.000 y 500.000 las víctimas tanto en el frente como por los bombardeos a las ciudades, los fusilamientos, etc., a ello hay que añadir el exilio de casi medio millón de españoles hacia Francia, México, la URSS, Argentina, entre los que había un gran número de intelectuales, científicos, artistas, etc. Se dio también un descenso de la natalidad y un ascenso de la mortalidad, debido tanto a la guerra como a las dificultades económicas. Se produce un retroceso de la población urbana debido al hundimiento de la industria y de los servicios y la vuelta al campo de gran parte de la población ante la escasez de alimentos. b. Políticas: Se estableció una dictadura militar que se prolongaría casi cuarenta años, con la pérdida de libertades políticas y la persecución de cualquier forma de disidencia. La represión y las ejecuciones (ejercidas contra el contrario por ambos bandos desde el inicio de la guerra) se prolongaron una vez terminado el conflicto. El rechazo al nuevo régimen por su vinculación con los regímenes fascistas derrotados en la II Guerra mundial provocó el aislamiento internacional de España que se prolongaría 20 años. c. Económicas: las destrucciones de casi el 60% de las vías de comunicación, el 80% de las instalaciones industriales, cientos de miles de viviendas, campos de cultivo, etc. y la pérdida de población activa provocaron una caída de la producción agrícola e industrial que no se recuperó hasta mediados de los años 50. El hambre y el desabastecimiento hizo que los productos de primera necesidad tuvieran que ser racionados. El nuevo régimen carecía de reservas (la República las utilizó para comprar armas a la URSS) y estaba endeudado por los gastos ocasionados por la guerra (Franco había realizado la guerra a crédito). d. Sociales y culturales: El trauma del sufrimiento durante los tres años de conflicto y la política represiva de la posguerra agravó la división social y marcó a varias generaciones prolongando el enfrentamiento entre vencedores y vencidos. Se produjo un retroceso cultural y científico importante debido a que muchos intelectuales, artistas e investigadores que habían apoyado a la República fueron fusilados o marcharon al exilio y parte del patrimonio artístico fue destruido durante la guerra. 24