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Rebeca Pardo Cebrián Psicología Problemas de dolor crónico, una conceptualización psicológica Psicología, 25/07/2012 Problemas de dolor crónico, una conceptualización psicológica La percepción del dolor El dolor es un fenómeno complejo resultante de la interacción de componentes sensoriales, cognitivos y afectivos. El Sistema Nervioso Central tiene un papel esencial en la inhibición o excitación de la percepción del dolor, dando lugar a un mecanismo por el que los procesos psicológicos y emocionales pueden modular la señal sensorial. Para la explicación de esta experiencia, destaca el modelo de la puerta del control según el cuál una zona en la médula espinal actúa a modo de puerta, regulando la cantidad de mensajes de dolor que pasan hacia centros superiores. Los factores que abrirían la puerta, aumentando el dolor, serían tanto físicos (como la gravedad y extensión de la lesión, o la tensión muscular) como emocionales (ansiedad, depresión, ira) y cognitivos (pensamientos, creencias, actitudes, focalización en la experiencia del dolor). Entre los factores que cerrarían la puerta, disminuyendo por tanto el dolor, se encuentran también factores físicos, como tratamientos biomédicos, descanso e inactividad; emocionales como la relajación, la actitud positiva y factores mentales como fomentar la sensación de control sobre el propio dolor y estrategias de afrontamiento activo. Las personas con dolor crónico pueden, por tanto, influir en su propia experiencia de dolor, haciendo que esta se agudice o disminuya. Este es el objetivo de la intervención psicológica en s con dolor crónico: dotar a las s de herramientas para que puedan modular la intensidad de su dolor y comprendan cuáles son las variables funcionales que intervienen en su experiencia. Obviamente las personas con dolor crónico viven una experiencia de sufrimiento, en ocasiones, con un alto componente afectivo y emocional, en la que es habitual la aparición de fenómenos psicopatológicos tales como la ansiedad o la depresión, fenómenos que pueden favorecer una reducción de la tolerancia y un incremento del dolor. Dolor agudo y dolor crónico El cuerpo puede experimentar dos tipos de dolor: dolor agudo y dolor crónico. El dolor agudo es generalmente identificable y la carac¬terística principal es que su duración es limitada y en un periodo prede¬cible de tiempo desaparece, cuando se trata con éxito la causa del mismo. Los elementos emocionales negativos del dolor agudo, como ansiedad y miedo, suelen estar presentes; pero disminuyen en el momento en que se identifica el problema o se comienza el tratamiento y se lleva a cabo la recu¬peración. En lo que respecta al dolor crónico, éste aparece cuando el dolor se hace persistente y el propio síntoma se convierte en un trastorno. Por lo general, su duración sobrepasa los tres meses y se puede presentar tras una lesión. Las lumbalgias, el síndrome de dolor más frecuente El dolor lumbar es un problema que afecta en torno al 70-80 % de la población general en algún momento de su vida, de los que un 15 % aproximadamente tienen un origen claro, pero el resto, se considera inespecífico o inclasificable, siendo en estos casos donde el tratamiento convencional ha fracasado. Por tanto, el dolor lumbar o lumbalgia es un importante problema de salud pública constituyendo uno de los síndromes dolorosos que provocan más consultas en el sistema sanitario suponiendo un gasto muy elevado para los servicios sanitarios (consultas, múltiples especialistas, tratamientos, pruebas complementarias diagnósticas). Además es una de las primeras causas de incapacidad laboral, produciendo un gran número de bajas laborales. Al ser el síndrome de dolor más relacionado con largos períodos de incapacidad laboral, lleva asociado una pérdida de actividad que puede terminar generando un sentimiento de incapacidad que hace que se asocie frecuentemente a un trastorno depresivo. Por otra parte, al producirse una compensación económica constituye una fuente de refuerzo de conductas inadecuadas. El dolor en la zona lumbar puede ser debido a numerosas causas, el dolor que nos interesa para poder tratar desde la psicología clínica es aquel de naturaleza músculo-esqueletal del que se ha descartado cualquier patología adicional y que es crónico y recurrente. El dolor se percibe de forma constante, incrementándose con el mantenimiento prolongado de posturas. El éxito del tratamiento del dolor crónico no solo depende del tratamiento psicológico, sino que requiere de la adopción de diferentes medidas desde las distintas disciplinas (medicina, psicología, fisioterapia, y terapia ocupacional) para mejorar la calidad de vida de estas personas. Factores de mantenimiento y cronificación del dolor La persona con dolor realiza una serie de comportamientos para adaptarse a esta nueva situación, desarrolla estrategias para aliviar o evitar que aumente la intensidad del dolor. Estas conductas suelen centrarse en la inmovilización de la zona afectada: permanecer en reposo, dejar de realizar actividad física, evitar tareas domésticas, laborales, sociales, etc. Se trata de conductas adecuadas cuando el dolor que se padece es agudo, pues permite que el cuerpo no sufra en un momento determinado y se pueda recuperar. Sin embargo, cuando el dolor es crónico estas estrategias no sólo no son eficaces para modular el dolor, sino que provocan sufrimiento y malestar a la persona. Es complejo e incorrecto hacer un listado de estas estrategias desadaptativas que algunas personas realizan y que contribuyen a cronificar y a agravar el dolor; pues cada individuo desarrolla uno u otro comportamiento en relación al contexto en el que se encuentra, a sus características personales, etc. Sin embargo, a continuación pueden encontrar algunas de estas tendencias de comportamiento inadecuadas, que no tiene porqué encontrarse en todas las personas con dolor: Por una parte, cuando el dolor experimentado es interpretado como amenazante, anticipando malestar y consecuencias catastróficas, aumenta el miedo al mismo. Consecuentemente se dejan de realizar todas aquellas actividades y movimientos que se piensen que puedan provocarlo. Así ese miedo o ansiedad queda reducido, al menos, por un tiempo. De esta manera gran parte de las acciones del día a día se ven mermadas y por ende muchas actividades reforzantes para la persona. A corto plazo, este cese de actividades dirige el foco la atención al dolor, hace que la persona se observe muy frecuentemente incrementando la intensidad del dolor y de nuevo activando el miedo al mismo. A largo plazo, la inactividad no sólo provoca un estado de ánimo bajo, sino que, debilita los músculos y dificulta la recuperación de la movilidad. Por otra parte, las llamadas “conductas de enfermedad” son factores a tener en cuenta en la cronificación del problema de dolor. Se trata de comportamientos que se emiten al experimentar dolor: quejas, ciertas expresiones faciales, hablar de la incapacidad, sufrimiento, de las dificultades que conlleva el problema, etc. Estas expresiones no sólo no hacen que disminuya el dolor si no que lo incrementan, hacen que toda la atención sea dirigida al dolor. Se trata de comportamientos muy reforzados por personas del entorno, la persona con dolor recibe atención de forma contingente a estas expresiones: un tipo de interacción social diferente, cuidados, expresión de simpatía y apoyo constante. Esta atención a las conductas de enfermedad terminan condicionando la forma de vivir la enfermedad: las actividades sociales a realizar dependen del dolor, las conversaciones giran en torno al dolor, la planificación del día depende del dolor… todos y cada uno de los acontecimientos de la vida de la persona giran en torno a lo mismo. -Vallejo Pareja M. A (1994). Evaluación y tratamiento psicológico del dolor crónico, Madrid: Fundación Universidad Empresa. -Casado Morales M.I; Moix Queraltó J.; Vidal Fernández J. (2008). Etiología cronificación y tratamiento el dolor lumbar. Clínica y Salud. 19 (3) 379-392.