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112 EL CINE Y EL MAR F a literatura Spencer Tracy en «El viejo y el mar» por M. Fernández. Ferrol Ana lisis 26.indd 112 Del cinema al aire libre vengo, madre, de mirar una mar mentida y cierta, que no es la mar y es la mar. Al cinema al aire libre, hijo, nunca has de volver, que la mar en el cinema no es la mar y la mar es. Rafael Alberti, Marinero en Tierra, Verano. 4/11/11 19:30:31 Miguel Fernández y Fernández Cine Niza, sesión continua, programa doble, dos pesetas con cincuenta céntimos la entrada. Bien recuerdo ese cine en mi Vigo natal, a finales de los años cuarenta del siglo pasado: el ritual, el acomodador, las butacas nada cómodas, los silbidos y pataleos cada vez que había un problema de enfoque o algún corte imprevisto. Los más pequeños veíamos la película de pie, pues sentado, los adultos de delante no dejaban ver.¡Qué emoción¡, no importaba qué película: El Capitán Marvel, Fantomas, Tom Mix, el Tanque Humano, a quién los niños imitábamos con movimientos rígidos de autómata de la época diciendo: «¡Soy el tancumano…!», con la voz más aterradora que nuestras tiernas gargantas podían emitir. Sigo fiel a esa magia después de tantos años, fiel a la fascinación de la pantalla grande, a la inmersión total en la historia que se ofrece ante tu vista. Hoy en día, la posibilidad de verlo en casa proporciona algo parecido, pero no es lo mismo. Le falta la mística, el rito, la desconexión completa del mundo que te rodea, la zambullida en las imágenes, porque el cine actúa de forma contundente sobre el espectador: La soledad, la oscuridad, el silencio coadyuvan a establecer, quizás mejor que en una sala teatral o en el propio hogar, un ambiente propicio para dejarse influenciar por una narración, para recibir emociones, para vivir pasiones prestadas, con intensidad, con atención. Es, en verdad, el cine un medio formidable para la expresión de los problemas y de las relaciones del hombre, así como un vehículo apropiado para estimular los recuerdos, para ejercitar la imaginación sin necesidad de largos párrafos verbales, prolijas explicaciones, aburridos monólogos o densos párrafos literarios. La esencia del cine son Ferrol Ana lisis 26.indd 113 las imágenes y poco gana si compite con la novela en la descripción narrativa. Reflejar un estado de ánimo, algo que, por fuerza, requiere una minuciosa explicación en una novela, ha de poder expresarse en imágenes con un gesto, una mirada, un plano largo, un paisaje sugerente. En el momento en que el cine contenga demasiadas explicaciones sobre lo que ocurre, sobre las conductas de los personajes y sus reacciones, deja de ser cine para ser otra cosa, teatro filmado o literatura recitada. La diferencia entre la obra literaria y la cinematográfica es que el cine no utiliza términos abstractos. Dices «atardecer» y quienes escuchan o leen, pueden imaginar un escenario distinto para cada receptor de ese mensaje, cielos rojos o azules, nubes rosas, amarillas, nubes obscuras borrascosas o, quizás, un firmamento limpio degradándose. Necesitas el auxilio de otras palabras para describir qué clase de atardecer quieres llevar al ánimo del lector y, aun así, lo que éste retiene o imagina nunca es igual. Pero si ofreces un atardecer en imágenes, será el mismo para todos porque las imágenes son concretas, se pueden ver. El cine no parte de nada irreal, pues todo lo que emplea procede del mundo sensible que nos rodea, de la naturaleza que vivimos; se compone de imágenes que son reales, visibles, para ofrecernos películas que utilizan los medios del teatro y los propios del cine, actores, puesta en escena, etc. y se sirven de la cámara para reproducir lo que el guión y el director obligan a que suceda ante el objetivo, aunque se llegue incluso utilizar las imágenes para componer un lenguaje onírico, a introducir sugerencias metafísicas, a manejar simbolismos. En el cine, como en el teatro y la literatura, se viven vidas ajenas que llevan a un mejor conocimiento de uno mismo, a un enriquecimiento y fortaleza personal, sin necesidad de desangrarnos día a día en experiencias desagradables, sin dejarnos la piel en el camino de la vida. Gracias a él podemos meditar sobre hechos que jamás hubiéramos vivido, reflexionar sobre conductas que, propiamente presentadas, deberían enriquecernos y hacernos más fuertes en poco tiempo, como si tomásemos dosis concentradas de vitaminas de conocimiento, inyecciones de experiencia. 113 EL MAR Quizás, para el hombre, el mar sea solo una palabra y lo que sucede dentro de él, sea necesario contarlo con palabras, antes que trasladarlo a imágenes. Nada tiene sentido en la contemplación del mar si no es la propia vida del hombre, esa medida de todo lo que vive. El Génesis apunta que el espíritu de Dios caminaba sobre las aguas y el piélago albergaba el origen de todas las cosas. Pero el mar no tuvo voz hasta que el hombre lo quiso, y le dio nombre a las nubes y los vientos. Era una inmensidad salada hasta que lo surcó y decidió que navegar es necesario y vivir no lo es, hasta que extrajo sus cosechas de peces de su vientre inagotable, hasta que lo convirtió en la estrada de los sueños, en avenida de esperanzas, en flujo y reflujo de ideas y conocimientos, en manifestación del poder de las naciones, símbolo de riqueza, manantial de poesía, de drama, de nostalgia. Ha sido el mar, a lo largo de los años una enorme fuente de inspiración para la industria del cine, sirviendo de telón de fondo para enmarcar conflictos humanos, arriesgadas empresas, sueños y aventuras: Los descubrimientos transoceánicos de españoles y portugueses, las incursiones de vikingos, los enfrentamientos entre las F a literatura EL CINE 4/11/11 19:36:14 EL CINE Y EL MAR 114 potencias navales de las distintas épocas, los naufragios, las islas misteriosas, los cofres enterrados, las guerras mundiales con su lucha por el dominio del mar o la conquista de las profundidades marinas. En todos ellos el cine actúa como un medio formidable para la expresión de los anhelos, frustraciones y relaciones del hombre con el hombre y con el medio. Relaciones que se ven llevadas a sus límites por la interacción del mar, por la presencia ominosa del horizonte misterioso y de fuerzas desconocidas que, dando rienda suelta a la fantasía, elevan la tensión dramática a límites increíbles. F a literatura Para hacer cine del mar, sobre el mar, con el mar, el espectador quiere ver reflejados en la pantalla sus Ferrol Ana lisis 26.indd 114 inquietudes, sueños o neurosis, sus problemas cotidianos. El mar es escenario, es el teatro donde sucede el teatro. El mar condiciona, deforma, exacerba las pasiones, los sentimientos, templa el espíritu, puede sacar lo mejor de nosotros o puede hacernos caer en la más baja abyección moral, hacer que recurramos a nuestras más primitivos instintos, cuando de lo que se trata es de sobrevivir. El mar trastorna, afecta, no deja indiferente. La planificación sucesiva, la escena, el espacio, la luz, el movimiento de actores y cámara construyen la esencia del propio drama. La narración se complementa con los símbolos que apuntan decididamente al ánimo del espectador. El mar condiciona el espacio y la luz, constituye el marco, constriñe el movimiento de los actores, proporciona elementos simbólicos… los monstruos marinos, los naufragios, la soledad, el esfuerzo, el valor. La nave, casi siempre hay una nave, condiciona la cámara, que ha de moverse en un espacio limitado por cubiertas, mamparos, bodegas, camarotes, espacio donde se desarrolla el drama. En el mar, bajo el mar y sobre el mar con frecuencia actúa otro importante elemento dramático adicional: La guerra, que eleva la tensión, somete a los protagonistas a separaciones, renuncias, situaciones extremas, los fuerza a tomas de decisiones rápidas, inmediatas ante el peligro, ante la muerte. Cine, guerra, mar y aventura se mezclan para ofrecernos inolvidables espectáculos, imágenes imperecederas Van Heflin en «Bajo diez banderas», por M. Fernández. 4/11/11 19:36:15 Miguel Fernández y Fernández que nos hablan de heroísmo, valor, miedo, tiranía, opresión, de la naturaleza del hombre, en un teatro que es el cine, donde se ve otro teatro, el mar, donde hay otro teatro, la nave, donde viven, sufren y aman unos actores. Todo ante nuestros asombrados ojos. Hacer aquí historia de los filmes de mar sería una ardua tarea. Para poner todo lo anterior en evidencia y para mostrar lo que he tratado de esbozar hasta ahora, me voy a limitar a comentar esta pequeña muestra de seis películas Es una película de 1960, basada en la historia real del Crucero Auxiliar «Atlantis» de la Marina alemana y en sus actividades en el Atlántico, contra el tráfico mercante aliado, durante la segunda GM, años 1940 y 1941. La protagonizan un excelente Charles Laughton en el papel del Almirante inglés, obsesionado por cazar al buque fantasma y Van Heflin en un, más que correcto, capitán del buque. La dirigió Duilio Coletti y produjo Dino de Laurentis. Durante la presentación de los títulos se anticipa el ambiente que va a dominar la película: destructores en alta mar, cañones, torpedos, impactos, incendios… El drama se centra en dos espacios cerrados: En tierra, el Almirantazgo, marinos de uniforme, actividad incesante, teletipos con noticias de guerra en el mar; a muchas millas, perdido en el océano, el barco, camuflándose constantemente, escapando de la persecución a que le somete la marina británica, cambiando sin cesar de nombre y de bandera, amparándose en la inmensidad marina. Los personajes principales: El Almirante inglés busca a un enemigo al que Ferrol Ana lisis 26.indd 115 respeta por su capacidad e inteligencia; el Capitán del buque, un tipo idealista que se empeña en practicar una guerra limpia entre caballeros y en proteger a los prisioneros hechos, después de hundir a sus barcos. Ante la amargura de un capitán capturado que ve hundirse su barco, le dice: «I am sorry, but no casualties». Lo siento pero no ha muerto nadie. Guiños cortos pero suficientes a la ley internacional del mar: Un barco abre fuego después de haber izado bandera blanca; a los nazis fanáticos (uno de los oficiales alemanes, John Ericksson), a la pareja de judíos temerosa de ser descubierta, a los delatores, a las acciones, a veces innobles para sobrevivir, en el ambiente hostil del mar y de la guerra. «¿Vamos a pararnos aquí, en medio del océano?», le dice el segundo al capitán, sintiendo el peso del mar, de la soledad. Esa inmensidad del mar que, en el Almirantazgo, también pesa, cuando con un bufido el hosco almirante dice: Es como buscar una aguja en un pajar. La zona es demasiado grande: «Too damn big!». El duelo entre perseguidor y perseguido abre un paréntesis para ofrecer las peripecias del espionaje británico para conseguir los códigos secretos de situación de los buques alemanes en la mar. Mar y guerra condicionan vidas, hábitos, lealtades, heroísmos. Guerra de caballeros. El Almirante: «Me gustaría estrecharle la mano» y, finalmente: «Si yo fuera él no escogería otra forma mejor para acabar con mi buque», al conocer que el Capitán de «Atlantis» había ordenado su hundimiento ante su inminente captura. El verdadero comandante del Atlantis fue el Kapitän zur See (Capitán de Navío) Bernhard Rogge que, licenciado sin cargos después de la guerra, volvió a entrar en la Bundesmarine en 1957 y con el rango de Contralmirante, sirvió en destinos de la OTAN retirándose en 1962. Reconocimiento al honor y buen hacer de un profesional. El que guste de la estética moderna del antihéroe, el que goce con la ausencia de ética de los personajes habituales del cine de hoy, mejor que no trate de verla. F a literatura BAJO DIEZ BANDERAS 4/11/11 19:36:16 EL CINE Y EL MAR 116 MAR CRUEL Esta película de 1953, procede de un clásico de la literatura del género de aventuras en la mar, de la excelente novela de Nicholas Monsarrat del mismo título, que es un canto a la dignidad del oficio del hombre de mar al servicio de las armas en un buque de guerra. Un oficio arriesgado, lleno de peligros que se arrostran con la naturalidad, entereza y responsabilidad de quien sabe que forman parte intrínseca de su profesión. La novela original está ambientada en la Batalla del Atlántico y ofrece una cumplida descripción de la vida a bordo, relatando con gran exactitud y verismo, como pocos escritores han conseguido, quizás solo Conrad, las terribles tormentas en la mar. La película, dirigida por Charles Frend, comienza con unas buenas imágenes, reales de alta mar para pasar al armamento y alistamiento de la Corbeta «Compass Rose» cuya misión será la protección de convoyes en el Atlántico norte. Pronto se ve que el enemigo es algo más que los submarinos, es el mar, duro, frío, inhóspito, arrasado de tormentas que golpea a todos por igual. Este marco es el teatro en el que se desarrolla la acción, siempre presidida por el Comandante del buque, Ericsson (Jack Hawking) que muestra el sobrio liderazgo de los héroes clásicos. Muestra, sin embargo, un perfil de hombre normal, que situado en el centro del drama, en medio del mar y de la guerra se transforma en un héroe de nuestros días. A su alrededor sus oficiales y su tripulación. No hay en esta película enfrentamiento de caracteres. El mar y la guerra proporcionan argumento suficiente para que la trama se mantenga mediante las explosiones, los naufragios, sollados atestados de heridos. El drama fluye solo a golpe de imágenes. El suspense se masca cuando paran máquinas para recoger náufragos y se quedan a la deriva, a merced de los submarinos… Los ruidos a bordo te pueden delatar ante los hidrófonos del submarino. Es suficiente reflejar la expresión angustiada, tensa de los rostros de la dotación para hacer llegar el drama al espectador. Se repite la tensión con el atenazador dilema al que se enfrenta el Corbeta «Compass Rose» en Mar Cruel. Originalmente fué la «HMD Crocus» de la Royal Navy. Ferrol Ana lisis 26.indd 116 4/11/11 19:36:16 Miguel Fernández y Fernández Comandante viendo a los náufragos de un buque amigo torpedeado, que, flotando en la superficie, saludan alegres ante la expectativa inminente de ser rescatados: El capitán sabe que el submarino que persiguen está justo debajo de ellos. Solo imágenes, con el sufrimiento, la tremenda decisión, la corbeta va a pasar sobre ellos, la distancia en el ASDIC (así se llamó el primer sonar de detección submarina en Inglaterra) se acorta… 200 m, 100 m, el peso de la responsabilidad en el rostro del Comandante, ¡fuego¡ las cargas de profundidad que revientan a todos con su explosión… las gaviotas sobrevolando. La frase más repetida en la película… «esta mierda de guerra». La tragedia en tierra es contada de forma eficaz con pocas imágenes. Vuelven dos miembros de la dotación a casa y se la encuentran totalmente destruida por las bombas y la mujer y novia muerta en el ataque de la aviación. Imágenes siempre, eficaces. La boya sonora a la entrada de la base naval, al ser tomada por babor señala las arribadas, el regreso de la misión. Por estribor, las partidas, el futuro incierto entre las olas. Después de transcurrir todo el film sin mostrar a ningún alemán, con ocasión de recoger a los náufragos alemanes supervivientes de un submarino, el comentario: «Vamos a ver la cara del enemigo» y la conclusión… «No son tan diferentes de nosotros». premios de la Academia al mejor director, historia original y fotografía en B/N. Cine de guerra y cine de mar rodado en 1944. Con soporte literario sólido y con un mar recreado en una gran piscina y algunos exteriores filmados en mar abierto. Buenos diálogos, teatro casi puro. De hecho tuvo un gran éxito en la radio de la época. Aquí no hay héroes clásicos empuñando el sable al frente de séptimos de caballería o elegantes marinos componiendo imagen con sus prismáticos de largo alcance en la naval batalla. Se trata de un grupo de personas «normales», aunque de diferente extracción y clase social, confinadas a los límites de un pequeño bote salvavidas, en cuyo interior se desarrolla el drama, enmarcado por la inmensidad del océano y la crueldad de la guerra. Este hacinamiento, esta inevitable proximidad física, hace surgir las diferencias de clase y muestras de intolerancia religiosa y racismo cuando se introduce el elemento desencadenante de los sentimientos encontrados. El bote recoge a un marinero alemán, que luego se demuestra que es el comandante del submarino que torpedeó al barco en el que viajaban. Se produce un cambio de actitud, desde los frívolos comentarios iniciales de la gente rica, las opiniones civilizadas, tolerantes, democráticas y cumplidoras de la Ley internacional, optando por tenerlo como prisionero de guerra, hasta que, acosados por la dureza del mar, la sed, las privaciones y condicionados por la mayor capacidad de liderazgo del alemán que los llevaba al encuentro con un buque de aprovisionamiento de su país, terminan finalmente arrojándolo por la borda. Posteriormente la destrucción del buque logístico por aviones aliados hace que recojan de nuevo a un marinero alemán y el suspense del dilema se plantea de nuevo. La imagen de los alemanes no sale bien parada. En aquellos momentos se necesitaban motivos para que la sociedad los rechazase de plano pues había que ganar la guerra. En dos ocasiones se dice la frase: «Qué se puede hacer con gente así». De todos modos es una excelente película de mar, respaldada por la maestría de Steinbeck y Hitchcock. A señalar las manos de los náufragos alemanes asomando por la borda… 117 La dirigió el maestro del suspense Alfred Hitchcock que se las arregla para su habitual cameo, apareciendo su reconocible silueta en el anuncio de un periódico que fue a parar al bote. Está basado en un buen relato de John Steinbeck con lo que el film arranca con dos buenas credenciales. Lo interpretan, entre otros Tallulah Bankhead, William Bendix y John Hodiak. Obtuvo los Ferrol Ana lisis 26.indd 117 F a literatura NáUFRAGOS 4/11/11 19:36:17 EL CINE Y EL MAR 118 BILLY BUDD (La Fragata infernal) Es una película de1962. Producida y dirigida por Peter Ustinov sobre la novela de Herman Melville, con Terence Stamp, Peter Ustinov, Melvin Douglas y Robert Ryan. Ustinov dirige con acierto esta pieza basada en la famosa novela corta de Herman Melville, un clásico de la literatura del mar, que dio origen incluso a una ópera de Benjamin Britten. En esta ocasión la película está basada en esta pieza literaria magistral, que le da una coherencia y estructura sólida. Las imágenes, en general, no desmerecen, consiguiendo que este enfrentamiento entre el bien y el mal se vea bien representado gráficamente. Las interpretaciones son muy eficaces, resaltando la de Ryan y la de ese viejo marinero encarnado por Melvin Douglas, muy acertado y lejos de su papel habitual de distinguido «gentleman» en comedias de enredo. Las escenas de mar, del aparejo y la maniobra a bordo proporcionan el sabor marino. A señalar los coys (las hamacas que servían para dormir y, una vez aferradas y dispuestas en las batayolas, amortiguaban el impacto de los proyectiles enemigos) colgando balanceándose. Aquí el escenario de la acción es coral, a bordo del buque HMS Avenger, finales del siglo XVIII, marina inglesa. El mar está presente, condiciona el teatro de la vida a bordo, la dotación es el coro que participa del drama, condicionado por la jerarquía militar, las tradiciones y usos navales y la dura disciplina a bordo, impuesta por los marinos de la época y por la guerra, aquí en su enfrentamiento con Francia. La distancia a la metrópoli obliga a aplicar la justicia de modo perentorio. Desde el principio se anuncia el drama que va a suceder inexorablemente, en las escenas de crueles e inmotivados azotes a cargo del despiadado Condestable de Cargo que impone a una resignada marinería. Billy es un ingenuo marinero cuya honestidad choca con el cinismo de sus compañeros y con la brutalidad del condestable John Claggart (R. Ryan), un cruel profesional que cree que solo el uso de la fuerza y del terror ha de ser aplicado a la marinería, en su mayoría antiguos presidiarios y convictos. Claggart acusa falsamente a Budd ante el débil y dubitativo Capitán Vere (P. Ustinov), Billy golpea a Claggart que, inesperadamente, resulta muerto. A pesar de su simpatía por Ferrol Ana lisis 26.indd 118 Billy, el Comandante ateniéndose a las ordenanzas, se ve obligado a colgarlo. Quizás el juicio de Billy adolece de su discurso literario y las explicaciones caen por fuera de lo que debe de ser el cine. Billy se despide con las palabras: «Dios bendiga al Capitán Vere». La dotación, presente en la ejecución según la ordenanza, se niega a romper filas. Un silencio ominoso se extiende por la cubierta. El Capitán Vere se retira alegando «…Soy solo un hombre que tiene que hacer el papel de Dios y del diablo». Cuando los oficiales con armas van a comenzar a disparar sobre la desobediente dotación que sigue inmóvil, suena un cañonazo de un buque francés que los ataca. El mascarón de proa del Avenger flotando roto sobre las aguas y el brazo uniformado del capitán asomando bajo una vela destrozada componen una última imagen de justicia poética con la que termina el film. EL VIEJO Y EL MAR Basada en la pequeña novela que escribió Ernest Hemingway en 1951. Fue filmada en 1958 y la interpreta Spencer Tracy, que no creo que haya pescado un pez en su vida y menos un gran marlín. Se barajaron varios nombres para el actor principal, entre ellos Gary Cooper. La verdad es que a éste lo veo más como enjuto y seco granjero que como pescador. Parece que también Humphrey Bogart quiso adquirir los derechos para hacer la película pero no llegaron a un acuerdo. La dirigió John Sturgess después de la renuncia de Fred Zinneman. El niño está encarnado por Felipe Pazos. Nadie puede negar el excelente relato de Hemingway, por cierto, su última novela, pero la narración, la voz en «off» fiel al original, de los pensamientos del propio Tracy pesa demasiado al permanecer constantemente en el filme. El cine es 4/11/11 19:36:17 Miguel Fernández y Fernández El film que, además, cuenta la entrañable relación del viejo con un niño del pueblo que le admira y ayuda, circunscribe la acción a la cabaña miserable del viejo, a su pequeña barca de pesca y al mar. Ese es el teatro para el sencillo, tremendo drama. De forma indirecta el film demuestra lo difícil que es reflejar el mar de forma correcta al no poder filmar a Tracy pescando realmente un marlín y lo difícil que es encontrar tiburones y marlines de tamaño adecuado. La música de Dimitri Tiomkin ayuda en el monólogo-concierto de Tracy pero su contribución no es suficiente para dar una imagen cabal de un auténtico pescador en un mar auténtico. Nos quedará, sin embargo, la poesía del texto de Hemingway, los leones africanos soñados, la hermosa amistad entre el niño y el viejo pescador. 119 imagen y, en este caso, las imágenes fueron trucadas en una piscina en su mayoría y filmadas en diversos lugares y luego empastando el fondo con el primer término dando lugar, sin demasiada fortuna, a un producto que trata de mantener la grandeza y la poesía de la novela pero en el que el mar, no llega a ser co-protagonista verdadero. La película, siguiendo la novela de Hemingway, relata el drama de un viejo pescador que lleva 84 días sin capturar un pez y, de repente, se traga su anzuelo y cebo el pez más Ferrol Ana lisis 26.indd 119 grande que haya visto en su vida. Trata, por medio de la lucha con el pez, el símbolo de la vida, de lo efímero de la fama y de la gloria, de la fortaleza del espíritu humano, de su capacidad de supervivencia, de la necesidad de la fe en la superación del dolor y de la grandeza de espíritu para vencer a la adversidad. El gran pez, una vez al costado, acaba siendo comido por los tiburones; su enorme espina flota en la dársena ante el comentario frívolo de las turistas. Esta es una bella película de 1937 cuyas imágenes han permanecido en mi subconsciente toda mi vida, desde que la ví siendo un niño. La dirigió Victor Fleming y en ella figuran enormes e inolvidables actores como Spencer Tracy (Oscar al mejor actor) en el papel de Manuel, el marinero portugués, Mickey Rooney, magnífico cuando el director le impedía sobre-actuar, Freddy Bartholomew, estrella infantil de la época, en el papel del niño protagonista y que nunca volvió a cuajar otra buena interpretación una vez adulto, Lyonel Barrymore, uno más del clan de los Barrymore, en el impresionante capitán del «We´re here» (aquí estamos), Melvyn Douglas, el distinguido padre de la criatura, John Carradine, siempre eficaz, en el marinero Long Jack. Y el mar, siempre el mar, con un ambiente bien recreado a bordo de la goleta, unas escenas de mar abierto, de faenas a bordo, del oficio del pescador, convincentes, poéticas. De las imágenes se desprende la huella F a literatura CAPITANES INTRÉPIDOS 4/11/11 19:36:17 EL CINE Y EL MAR F a literatura 120 Ferrol Ana lisis 26.indd 120 4/11/11 19:36:18 Miguel Fernández y Fernández 121 El film sigue con alguna libertad (la edad del niño) la narración de Rudyard Kipling en la que un joven insoportable y mal criado que se cae de un trasatlántico, un gran barco de pasaje, a la altura de los Grandes Bancos, donde tradicionalmente se pesca el bacalao, es recogido por un pescador de un «dory» perteneciente a la goleta «We´re here». El «dory» es un bote pequeño con uno o dos marineros, una vela sencilla y unos remos, amén de los aparejos para pescar el bacalao al anzuelo. Estibados en cubierta, apilados, encajados uno en otro, se arriaban al mar al llegar a la zona Ferrol Ana lisis 26.indd 121 de pesca. Spencer Tracy (Manuel) recoge al niño del agua, el cual tiene que permanecer, inicialmente bien a su pesar, en la goleta los tres meses que le quedaban de marea, como un simple grumete. Durante este tiempo se producen una serie de relaciones interpersonales y de hechos dramáticos que llevan a un cambio de carácter y de actitud en el muchacho. El mar enmarca una vez más el teatro donde se mueven los actores y marca con su huella profunda su carácter, conducta, su renuncia, su abnegación o su heroísmo. Para este final, que podría ser para el curioso lector que me haya seguido hasta aquí, el comienzo de una hermosa afición a las películas de mar, destaco algunas más de la larga lista en las que el mar aparece como co-protagonista. El mundo en sus manos (1952) Raoul Walsh. Das Boot (1981) El Submarino. Wolfgang Petersen. Mobby Dick (1956) John Huston. El Motín de la Bounty. Distintas versiones. Piratas (1986) Roman Polansky. El motín del Caine (1954) Edward Dmytryk. Duelo en el Atlántico (1957) Dick Powell. He pasado por alto estupendas y divertidas películas de aventuras, llenas de efectos especiales y fantasía, como las del chocante y afectado pirata Jack Sparrow pero, a pesar de su indudable calidad como producto de entretenimiento, creo que no encajan en lo que he querido contarles. F a literatura que el mar deja en sus habitantes, la resignación, el sacrificio, la distancia al mundo «civilizado» que te obliga a tomar decisiones dramáticas de forma cotidiana, la renuncia a la mentira, a las vanidades y a lo superfluo. 4/11/11 19:36:18