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E l Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes la exposición Cuatro siglos de pintura europea en la Colección BBVA. Siglos XV al XVIII, con motivo de la celebración de los 150 años de fundación de BBVA en España y los 75 años de vida de Bancomer en México. La presente muestra ofrece una selección de cuarenta y ocho piezas, oportunas para la comprensión de las distintas escuelas europeas, desde finales del Gótico hasta la Ilustración. Estas pinturas constituyen ejemplos significativos de la producción de los más relevantes centros artísticos europeos. Los temas son tan variados como los artistas que los ejecutaron. Abordan temática religiosa, retratos oficiales y civiles, naturalezas muertas, escenas de la vida cotidiana, paisajes y alegorías. Entre los autores que aquí se presentan destacan nombres como Corneilles de Lyon, Valentin de Boulogne, Pieter Snayers, David Teniers II, Albert Cuyp, Jacopo de Fabris, Romeyn de Hooch y Joshua Reynolds, entre otros. Nuestro más sincero reconocimiento a Grupo BBVA que, a través de la Fundación BBVA Bancomer, ha puesto al alcance del público mexicano este conjunto, en virtud del apoyo a la cultura y al arte que caracteriza su compromiso con la sociedad. PINTURA RELIGIOSA E ste núcleo está conformado por obras de las escuelas portuguesa, flamenca, italiana y francesa. Destaca el énfasis en escenas como La Sagrada Familia, que permite apreciar las distintas aproximaciones e intereses que cada artista imprimió en su representación. En su conjunto las piezas muestran el desarrollo y los cambios que alcanzó la pintura religiosa entre los siglos XV y XVII. Hacia el año de 1521 se da el cisma de la Iglesia católica y con esto la Contrarreforma como una respuesta a las transformaciones impulsadas por la Iglesia protestante, con lo que se buscó proclamar nuevas ideas que fortalecieran la vida cristiana. El movimiento más significativo en ese sentido fue la convocatoria del Concilio de Trento que estableció lo que debía desaparecer de la iconografía religiosa: imágenes pecaminosas, profanas o aquéllas que amenazaran con alejar a los fieles. Como resultado inmediato, la pintura religiosa buscó nuevas formas de representación, con el fin de que lo sobrenatural pudiera representarse en términos de la experiencia humana, especialmente aquellos pasajes en los que se producía el encuentro entre lo moral y lo divino. Así, la obra brindaba al espectador los instrumentos sensibles y pasionales de un acercamiento afectivo con las figuras sagradas. Pintar a partir de modelos populares, representados sin idealización y provistos de sentimientos y estados psicológicos humanos situados en una atmósfera mística, fueron algunos de los recursos que utilizaron los pintores barrocos para hacer que el contenido de sus composiciones fuera más próximo a todos los creyentes. NATURALEZA MUERTA Y ESCENAS COSTUMBRISTAS D ebido a que los temas religiosos dominaron el panorama del arte europeo, era inusual encontrar obras referidas a elementos diferentes al culto católico. A partir de la Reforma protestante, las discusiones sobre la idolatría en la pintura religiosa originaron gran interés hacia temas costumbristas, con lo cual la mirada de los artistas se dirigió a los objetos cotidianos. La naturaleza muerta nació como género en el siglo XVI y se desarrolló durante el barroco, abarcando desde las costumbres de la época hasta asuntos alegóricos. Este género permitió a los artistas ejercitar su habilidad en la representación de formas y texturas, así como el estudio del natural en temas de contenido aparentemente sencillo, pero complejos en términos de composición, tal como fueron las vanitas que establecían una alusión a la fugacidad de todo lo terreno. En Holanda, debido a las circunstancias impuestas por el mercado, los pintores desarrollaron tal maestría en la representación de temas, que los llevó a alcanzar un gran perfeccionamiento y evolución de esquemas que confirieron a los más disímiles objetos, una dignidad propia y hasta entonces desconocida. Finalmente, la producción de pintura intimista alcanzó un gran auge y crecimiento. Las obras representaban escenas familiares o de la vida diaria en un lenguaje cotidiano que retrató el ambiente protestante y burgués de la Holanda comerciante del siglo XVII, la cual buscaba legitimarse. RETRATO L as piezas que conforman este núcleo dan cuenta de cómo el retrato fue evolucionando a partir del siglo XVI y adquiriendo un mayor naturalismo, mediante la incorporación de elementos propios del individuo que acentuaban su singularidad: la pose, la mirada, la posición de sus manos y el detalle en las facciones del rostro. A lo largo del siglo XVII, los retratistas alcanzaron un gran desarrollo técnico: el verismo de la obra con respecto al modelo, se convirtió en un indicador de la habilidad del artista y en el fundamento de su fama. Se exhiben ejemplos que muestran a personajes de la nobleza y la Iglesia, interesados en dejar constancia de su condición social, entre los que destacan los retratos holandeses, individuales y de grupo. Característico en esta región fueron los fondos oscuros como un recurso para acentuar el protagonismo de los personajes y subrayar los detalles de la vestimenta. Durante el siglo XVIII se ampliaron las posibilidades del retrato a medida que fue cobrando fuerza el rococó, especialmente representado en las escuelas francesa e inglesa. Para la escuela retratista inglesa, esta época se convirtió en el momento de eclosión y plenitud del retrato, con el antecedente del flamenco Antoon van Dick (1599-1641), consiguiendo obras de captación psicológica y evidencia de rango social. PAISAJE L a pintura de paisaje como género es otra de las consecuencias del interés naturalista del barroco. A partir del Renacimiento, el paisaje fue cobrando relevancia hasta llegar a convertirse en un tema autónomo. A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, el desarrollo de un amplio mercado del arte en Flandes y Holanda, hizo que se impusiera un gusto diferente al de la aristocracia y la Iglesia. La prosperidad económica de los comerciantes holandeses, que en el siglo XVII mantuvieron sus relaciones con España a pesar de estar en guerra, llevó al surgimiento de una nueva clientela que vio en el paisaje de su país un símbolo de orgullo nacional. Existió también un interés en la representación de paisajes arquitectónicos y vistas de ciudades, que alcanzaron su máximo auge con las veduttas venecianas del siglo XVIII. Este tipo de obras estaban destinadas principalmente a los viajeros, que reconocían en dicha ciudad del norte de Italia un lugar digno de ser pintado. Venecia fue uno de los principales centros de intercambio cultural y comercial de Occidente, además de símbolo de prosperidad y riqueza artística, como se aprecia en tres obras que forman parte de este núcleo. Ejecutadas por el artista italiano Jacopo de Fabris, toman como modelo a Giovanni Antonio Canale (1697-1768), llamado Canaletto. Hacia el año de 1521 se da el cisma de la Iglesia católica y con esto la Contrarreforma como una respuesta a las transformaciones impulsadas por la Iglesia protestante, con lo que se buscó proclamar nuevas ideas que fortalecieran la vida cristiana. El movimiento más significativo en ese sentido fue la convocatoria del Concilio de Trento que estableció lo que debía desaparecer de la iconografía religiosa: imágenes pecaminosas, profanas o aquéllas que amenazaran con alejar a los fieles. Hacia el año de 1521 se da el cisma de la Iglesia católica y con esto la Contrarreforma como una respuesta a las transformaciones impulsadas por la Iglesia protestante, con lo que se buscó proclamar nuevas ideas que fortalecieran la vida cristiana. El movimiento más significativo en ese sentido fue la convocatoria del Concilio de Trento que estableció lo que debía desaparecer de la iconografía religiosa: imágenes pecaminosas, profanas o aquéllas que amenazaran con alejar a los fieles. vanitas vanitas vanitas vanitas Canaletto Canaletto Canaletto Canaletto