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249 SEMINARIO MENOR AMBIENTAL FOLLETO DE LA DIÓCESIS DE LA DORADA-GUADUAS PRESENTACIÓN SEMINARIOS AÑO 2003 DOCUMENTACIÓN Hace varios años surgió una experiencia de pastoral vocacional en la diócesis de La Dorada-Guaduas a la que se llamó Seminario Menor Ambiental. Ya el nombre mismo causaba cierta extrañeza, pues la primera reacción era asociarlo a algún movimiento ecológico, que por la época eran abundantes. Poco a poco se fue dando a conocer la real motivación del nombre: distinguirlo de los seminarios menores tradicionales, en cuanto que buscaba ofrecer una formación previa al Seminario Mayor sin sacar a los niños y jóvenes de su propio ambiente. Muy pronto la experiencia fue tomando forma en la jurisdicción diocesana, pero pronto fue también llamando la atención de algunos obispos, quienes quisieron asumir la misma modalidad o algunos elementos de ella, en sus propias Iglesias particulares y pedían por tanto alguna asesoría sobre el tema. La verdad es que no se pudo ofrecer a los interesados un documento que expresara los principios doctrinales y metodológicos, pues nosotros mismos estábamos apenas plasmando en lo concreto las ideas que monseñor Fabio Betancur. Tirado, inspirador del Seminario Ambiental, tenía en mente. Hoy, después de varios años de trabajo y de una aceptable madurez, propiciada por tantas personas que nos ofrecieron su apoyo incondicional, podemos ofrecer un documento que expresa a grandes líneas los fundamentos doctrinales y metodológicos del Seminario Menor Ambiental. Un trabajo tal servirá para todos aquellos que, en la diócesis de La Dorada-Guaduas, han asumido un compromiso serio con la promoción y formación de las vocaciones al presbiterado y servirá también para otras Iglesias particulares que deseen conocer el “ser y hacer” del esta modalidad de seminario. No es un documento acabado, pues al Seminario Ambiental le queda nº 168 Vicente Zueco 250 todavía mucho camino por recorrer, pero estamos seguros de que servirá de instrumento útil para una mejor comprensión y para un mejor manejo de la experiencia de pastoral vocacional que nos hemos empeñado en sacar adelante. DOCUMENTACIÓN 1. RECOGIENDO DE LO ANTIGUO Y DE LO NUEVO Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro. La memoria nos hace recordar las grandes acciones de nuestros predecesores para presentarlas como modelos a todas las generaciones, y nos hace también reconocer los errores para no repetirlos. En ese sentido, la historia es base fundamental para la construcción del presente y del porvenir. No se trata de creer que “todo tiempo pasado fue mejor” ni de creer que únicamente en lo novedoso encontramos las soluciones a los problemas actuales. Se trata solamente de reconocer que cada tramo del camino andado, por tortuoso que a veces parezca, ha aportado al perfeccionamiento del mundo y del hombre. La formación de los pastores en la Iglesia no es la excepción a lo antes enunciado. Esta ha recorrido una ya larga historia, que como todo lo humano va cargando a su paso luces y sombras. Los primeros siglos de la Iglesia no experimentaron mayores problemas con la formación de sus ministros, pues quienes accedían a los oficios de dirección en la comunidad SEMINARIOS AÑO 2003 estaban, en la mayoría de los casos, movidos por un auténtico deseo de servicio. La formación que se les ofrecía consistía en el conocimiento de las escrituras hasta entonces aceptadas y en una intensa catequesis sobre el misterio del Mesías. No obstante, como lo demuestran los escritos de los Padres de la Iglesia, eran muchos los ministros de estos primeros siglos que estaban dotados de una profunda y auténtica sabiduría cristiana. No olvidemos que los tres primeros siglos están marcados por la persecución y fueron justamente los obispos, presbíteros y diáconos, blancos preferidos de los perseguidores. Optar por los cargos de dirección en la Iglesia exigía entonces una valentía particular, que sin duda era donada por el Espíritu, que enriquece con las gracias necesarias para cada estado. Con la llegada de Constantino en el siglo IV se abre la posibilidad de profesar públicamente la fe. Creció el número de fieles y por tanto se hizo necesario aumentar de igual modo el número de ministros. La formación que podía ofrecerse a estos clérigos fue, en ese entonces, muy modesta. La mayoría de los futuros sacerdotes se educaba en compañía de un párroco, acaso el de su misma ciudad natal, conviviendo con él. Aquí aprendían los rudimentos del latín y el rito de la misa y de la administración de los sacramentos, se entusiasmaban por el ideal del sacerdocio cuando tenían ante sí un ejemplo vivo, pero se contentaban también con la mediocridad y la rutina cuando tenían que vivirla nº 168 Seminario Menor Ambiental consciente de una inmensa separación entre clero y laicado, favorecida seguramente por la laicización que sufre la sociedad civil, pero también, según algunos, debido a la rigorista formación de los seminarios, herederos de las tradiciones francesas del siglo XVII que influyeron en casi todas partes (Nueva historia de la Iglesia, IV. 400). Se criticó también el inconveniente que presentaba para el apostolado sacerdotal el aislamiento del mundo, que se manifestaba en particular, en la mediocridad habitual de la predicación, tal como puede verse en ]os seminarios de la época. Se le dedicaba mucho tiempo y muchos esfuerzos; pero su contenido era con frecuencia decepcionante porque parecía que los predicadores se afanaban ante todo por restaurar un pasado que añoraban, conociendo mal el mundo en que vivían (Nueva historia de la Iglesia, V. 134). Los intentos por reformar el estado de cosas fueron inmensos y muchas cosas se lograron. Pero resulta hoy importante para nosotros sobre todo la obra del concilio Vaticano II que con su decreto “Optatam totius” nos ofrece la carta magna de los seminarios del tiempo actual. Tal decreto busca, sin duda alguna, dar a la formación de los futuros pastores una orientación más acomodada a los cambios del mundo y a las necesidades pastorales de los fieles. Los cambios ocasionados por el Concilio no fueron por todos bien aceptados y se crearon situaciones de SEMINARIOS AÑO 2003 251 DOCUMENTACIÓN día a día (Nueva historia de la Iglesia, III, 41). Durante mucho tiempo este fue el modelo dominante de formación, aunque no podemos negar que hubo intentos grandes y fructíferos por mejorar la calidad de los sacerdotes. Habría que esperar hasta el concilio de Trento, tan preocupado por la renovación del clero, para que se diera la aparición de seminarios como centros específicos de formación sacerdotal. Su historia es larga y compleja, a tal grado que, aun muchos años después del Concilio, todavía no lograron ser una institución bien definida y uniforme, aunque comenzaba, sobre todo con la espiritualidad francesa del l600, con personajes como Juan Jacobo Olier, Vicente de Paul, Juan Eudes y otros, una renovada formación sacerdotal que atendía el urgente clamor de tener sacerdotes con auténtica vocación y adecuada preparación. Más tarde, la forma tridentina llegó a generalizarse en la Iglesia de occidente con la conformación no sólo de seminarios mayores, sino también menores, que atendieron de manera muy eficaz a la necesidad de que los sacerdotes fueran personas de profunda vida espiritual y de alto nivel cultural. Sin duda alguna, muchos fueron los logros de las instituciones para la formación eclesiástica establecidas por el concilio de Trento; pero con el correr del tiempo se sintió la necesidad de actualización. En el siglo XIX el mundo católico comienza a hacerse nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 252 crisis que perduraron por mucho tiempo. También la institución de los seminarios mayores se vio en apuros. Muchos de ellos se vieron casi desocupados y otros sintieron que sus ideales basilares se derrumbaban. Respecto de los seminarios menores, se comprobó también un debilitamiento, pues con el paso del tiempo se fueron convirtiendo, muchos de ellos, en simples colegios y su original función de semilleros vocacionales se fue haciendo cada vez menos eficaz. A la Optatam totius le siguió la Ratio fundamentalis que recogió el genuino espíritu conciliar al dar como objetivo de toda la formación “que se formen verdaderos pastores de almas a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo” (Congregación para la educación católica, Normas básicas de la formación sacerdotal, 20). En la misma línea, la Congregación para la educación católica ha publicado numerosos documentos para promover una formación cada vez más adaptada a las necesidades actuales. En la historia más reciente, la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, ofrecida por Juan Pablo II en 1992, ha sido obra determinante para la búsqueda de una formación sacerdotal que responda cada vez mejor a las necesidades del mundo y de la Iglesia. En efecto, tal documento inspiró la renovación de muchas instituciones dedicadas al cultivo y fomento de las vocaciones a la vida sacerdotal. La diócesis de La Dorada-Guaduas, que desde los primeros días de su fun- SEMINARIOS AÑO 2003 dación, en 1984, hizo opción por una intensa promoción vocacional, no desaprovechó la oportunidad para buscar una renovación en sus estructuras vocacionales y fue así como en febrero de 1993 se decidió a poner en marcha un proyecto, surgido de la creatividad pastoral de su primer obispo, monseñor Fabio Betancur Tirado, que fiel a las directrices de la Iglesia, combina prácticas antiguas y nuevas, en vistas de una mejor animación y acompañamiento de las vocaciones. A esa experiencia se dio el nombre de: “Seminario Menor Ambiental Santo Domingo Savio”, cuyo propósito esencial fuera ofrecer a niños y jóvenes una formación adecuada que los preparara a optar, de manera libre, por la vida sacerdotal, sin sacarlos de su propio ambiente parroquial, escolar y familiar. De la larga historia de la formación sacerdotal en la Iglesia, que aquí apenas hemos esbozado, el Seminario Menor Ambiental quiso sacar los elementos de perenne validez para la formación inicial de los niños y jóvenes que parecen poseer gérmenes de vocación sacerdotal. De la antigua tradición conserva el hecho de formarse (al menos en esta primera fase) a la sombra de la propia comunidad parroquial y de tener en el párroco el más inmediato de sus formadores y en su familia, sus educadores y la comunidad cristiana en general, una fuente viva de estímulo y colaboración. De la tradición tridentina asume la incuestionable necesidad de una institución bien determinada, con normas nº 168 Seminario Menor Ambiental 2. ¿QUÉ ES EL SEMINARIO MENOR AMBIENTAL? 253 Es una institución de la diócesis de La Dorada-Guaduas que ofrece a los niños y jóvenes, que manifiestan algún interés por el sacerdocio, un proceso de formación integral sin sacarlos de su propio ambiente. Mediante experiencias parroquiales, vicariales y diocesanas busca actuar sobre la dimensión humanocomunitaria del joven, sobre su dimensión espiritual, ayudarles a dar razón de su fe e iniciarlos en el apostolado, de manera que asuman su compromiso bautismal configurándose con Cristo y tengan elementos suficientes para tomar una decisión consciente y libre. Expliquemos ahora de forma detallada cada uno de los elementos que conforman esta definición: DOCUMENTACIÓN claras, objetivos bien definidos y elementos que fortalezcan el espíritu de pertenencia, donde se brinde una formación seria a quienes tienen en mente acceder algún día al sacerdocio. De las enseñanzas conciliares del Vaticano y del Magisterio posterior asume el reto de preparar adecuadamente al seguimiento de Cristo, influyendo de manera positiva en las dimensiones humano-comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral de los futuros sacerdotes. De la PDV asume, entre otras muchas cosas, la convicción de que el Seminario en sus diversas formas, antes que ser un lugar o un espacio material, es un ambiente, una atmósfera que favorece el proceso formativo. Hoy, después de un tiempo más o menos largo de su marcha, podemos presentar un balance positivo del Seminario Menor Ambiental que no busca tanto aumentar la cantidad de candidatos al sacerdocio, sino más bien favorecer la vivencia de los compromisos bautismales, la toma de decisiones más conscientes y libres y preparar de manera adecuada para las ulteriores intervenciones formativas. Ya decía el Señor que “el discípulo del reino de los cielos se parece al dueño de casa que va sacando del arca de lo antiguo y de lo nuevo” (Mt 13,52); mal haríamos nosotros entonces en no aprovechar el cúmulo de principios y experiencias que en materia de formación sacerdotal ha ofrecido la Iglesia a lo largo de toda su historia. Es una institución de la diócesis de La Dorada-Guaduas... Mientras estamos en este mundo, no vemos a Dios cara a cara, ni siquiera en la suprema contemplación mística. Tampoco oímos la voz de Dios de modo directo, sino mediante las cosas creadas. Cristo mismo, que es Dios, hace que veamos su divinidad sólo a través del velo de su humanidad. Y también las reclamaciones y mociones más íntimas del Espíritu Santo en nuestro alma, que desde el punto de vista psicológico parecen poseer una inmediatez absoluta, están comunicadas, a través de la creaturalidad. Esto vale también para la lla- SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 254 mada divina, que se hace inteligible sólo a través de la mediación creatural. Dentro de esa mediación de la voz de Dios pueden distinguirse dos series de componentes: unos subjetivos, que nos manifiestan la llamada por medio de experiencias, vivencias y sensaciones internas y personales, y otros objetivos, que nos la notifican desde fuera, sobre todo a través de aquellos que Dios ha puesto al frente de la comunidad eclesial. También en la vocación al sacerdocio se encuentran una certeza subjetiva del ser llamado y una aceptación y reconocimiento por parte de la Iglesia. En la práctica, la primera piedra de toque de una vocación subjetivamente auténtica es la disposición a someterse a la interpretación y guía objetivas mediante un pastor de almas, y esto, porque la vocación al ministerio presbiteral existe en la Iglesia y para la Iglesia, y se realiza para ella y es por tanto tarea del obispo o del superior competente no sólo examinar la idoneidad y la vocación del candidato, sino también reconocerla. Alguien que crea tener vocación al presbiterado debe recibir ese don sin imponer sus propias condiciones personales, sino aceptando las normas y condiciones que pone la misma Iglesia, por la responsabilidad que a ella compete (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 35); y es que, oír la llamada electora no es cuestión del individuo solo, es igualmente cuestión de la Iglesia, que tiene que preocuparse de la disposición de tal escucha (Balthasar, H. U. v., Estados de vida del cristiano, 329-353). SEMINARIOS AÑO 2003 El Seminario Menor Ambiental no quiere ser más que uno de esos mediadores objetivos de la llamada. Una de esas realidades visibles de la Iglesia que, en franca actitud de servicio, busca despertar aquellas vocaciones que, como la de Samuel, todavía no se han hecho suficientemente conscientes (1 Sm 3); sostener y desarrollar aquellas que desde el comienzo y con valentía han dado su “sí” generoso como María la Madre del Señor (Lc 1,38); dar coraje a aquellas que, como la de Jonás, aun siendo auténticas tienen miedo a obedecer la voz de Dios (Jon 1,1-3) y finalmente, como lo hizo Jesús con el endemoniado de Gerasa después de liberarlo, a enrutar las inauténticas hacia otros servicios eclesiales (cf. Lc 8,38-39). Claro debe quedar desde el comienzo que el Seminario Menor Ambiental no es simplemente un proyecto más o menos articulado de convivencias con jóvenes vocacionados, sino que se trata de una verdadera institución, con una organización bien definida, con un proyecto serio de formación y con unos elementos que favorecen la conciencia de pertenencia. Entre esas estructuras institucionales del Seminario Ambiental destaca el papel de los directores, considerados ante todo como hermanos mayores que prestan un servicio de acompañamiento en la fe. El primer responsable del Seminario Menor Ambiental es el obispo, quien está llamado a animar, en primera persona, las vocaciones presbiterales y a confirmar con su autoridad apostólica los carismas y nº 168 Seminario Menor Ambiental nitaria en varios niveles: el parroquial, donde los niños y jóvenes miembros de la institución se reúnen periódicamente bajo la guía del párroco o de su delegado para recibir animación y formación; a nivel vicarial cuando, cada dos meses los alumnos de la institución que pertenecen a una misma vicaría foránea se reúnen, bajo la guía del delegado vicarial y del rector para profundizar los contenidos del Catecismo de la Iglesia católica; y finalmente a nivel diocesano, cuando en los retiros, misiones y convivencias se reúne la comunidad en pleno para compartir su fe y su vida. Finalmente, en la estructura institucional hay elementos que favorecen la conciencia de pertenencia, entre ellos destacamos: la matrícula que cada joven deberá diligenciar, la hoja de seguimiento dispuesta para la valoración de cada joven en las diversas dimensiones de la formación, el carnet que lo identifica como miembro de la institución, el escudo que sintetiza sus ideas fundamentales y el himno que expresa la teología presente en todo el proceso institucional (ver anexos). Aunque también el programa de estudios y todo el proceso formativo hacen parte de la fisonomía institucional del Seminario Menor, no los tratamos aquí, pues se hablará más adelante de ellos. 255 DOCUMENTACIÓN vocaciones en la Iglesia (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 41. 6). Figura importante es también la del rector, quien nombrado por el obispo, actúa como padre de la comunidad educativa del seminario; a él compete coordinar todo el proceso de la institución, animar la creación de los pequeños seminarios en las parroquias, coordinar actividades vicariales y diocesanas de formación; conocer, como auténtico pastor que es, la historia personal y familiar de los miembros de la institución y presentarlos, cuando sea el momento, al Seminario Mayor. De igual manera se cuenta entre las directivas a los delegados vicariales de pastoral vocacional, a quienes compete organizar, en coordinación con el rector, los encuentros que se realizan a nivel de vicarías foráneas. Finalmente están el párroco y sacerdotes colaboradores, quienes son los formadores más cercanos de los seminaristas menores; ellos deben velar porque las reuniones parroquiales se realicen con cierta periodicidad; deben conocer la vida familiar, escolar, laboral, eclesial, personal... del seminarista menor y rendir los informes pertinentes al rector del centro formativo. El servicio que prestan los directivos sólo tiene razón de ser si existe una comunidad bien definida y con aceptable estabilidad y el Seminario Menor Ambiental la tiene. Aunque diseminada por toda la diócesis esta comunidad se siente unida por un mismo ideal: el seguimiento de Cristo y vive además su cohesión comu- ...que ofrece a los niños y jóvenes que manifiestan algún interés por el sacerdocio... No sólo el hecho, sino también la SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 256 manera especial de la llamada es objeto de la libertad de Dios, cuya voz no sólo se percibe subjetivamente de manera distinta en cada caso, sino que objetivamente se produce de forma diversa. Ella puede ser una invitación suave o una exigencia rotunda. Puede también extenderse a lo largo de los años o irrumpir como exigencia que no da espera. Sin embargo, como demuestra una larga experiencia, rara es la llamada que no eche sus raíces ya en la tierna infancia. Con frecuencia, un primer momento de manifestación ocurre en los años de la preadolescencia o en los primerísimos años de la juventud, e incluso en quienes deciden su ingreso en el seminario más adelante, no es raro constatar la presencia de la llamada de Dios en períodos muy anteriores. La historia de la Iglesia es un testimonio continuo de llamadas que el Señor hace en edad tierna todavía. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, explica la predilección de Jesús hacia el apóstol Juan “por su tierna edad” y saca de ahí la siguiente conclusión: “esto nos da a entender cómo ama Dios de modo especial a aquellos que se entregan a su servicio desde la primera juventud”. La llamada normalmente se empieza a hacer más clara en los años del desarrollo; entre los quince y veinte años de edad. La persona que se encuentra en este periodo tiene arrestos para todos los ideales, y, por ello, también algo así como una disposición natural para abrirse con magnanimidad al llamamiento de Dios que exige gran coraje (Baltha- SEMINARIOS AÑO 2003 sar, H. U. v., O.c., 355-356). Por tales comprobaciones históricas y pedagógicas, el Seminario Menor Ambiental establece que pueden pertenecer a él todos aquellos niños y jóvenes de la diócesis de La DoradaGuaduas que, respaldados por su párroco y habiendo cursado al menos el sexto grado, se sienten inclinados a la vida sacerdotal y se matriculan en la institución con el propósito de clarificar, mediante un proceso más o menos largo de formación, sus inquietudes. Como es lógico, estos niños y jóvenes no poseen aun certeza de ser llamados, por eso será absolutamente normal encontrar entre los alumnos, “quienes tienden abiertamente al sacerdocio, quienes lo admiten como posible, quienes, finalmente, se manifiestan vacilantes y dudosos con relación a su vocación, pero están bien dotados y no eliminan toda esperanza de poder llegar al sacerdocio” (Congregación para la educación Católica, Normas básicas ...13). ...un proceso de formación integral... Antes no era tan urgente en la Iglesia un proceso formativo previo al Seminario Mayor, pues las vocaciones procedían de familias más o menos bien formadas en la fe y en la mayoría de los casos provenían de los seminarios menores tradicionales. Las cosas hoy son distintas. La cultura postmodema, la inestabilidad familiar, los conflictos sociopolíticos y económicos, el neoliberalismo, la cultura urbana y otros fenómenos, nº 168 Seminario Menor Ambiental nario Mayor es tiempo de formación, queda demostrado por la preocupación de la Iglesia en organizar instituciones de variada índole para favorecer el surgimiento y desarrollo de las vocaciones sacerdotales. Entre esas instituciones han gozado de especial afecto los seminarios menores y aquellas instituciones afines que tienen como objetivo primero “ayudar a los adolescentes, que parecen poseer gérmenes de vocación, a que la disciernan más fácilmente y puedan responder a ella” (Congregación para la educación católica, Normas básicas... ). A tales instituciones ha encomendado la tarea de “ayudar a los jóvenes con una conveniente dirección en su configuración espiritual individual, de forma que desarrollen armónicamente sus cualidades físicas, morales, intelectuales y afectivas y adquieran cada día más el sentido de la justicia, la sinceridad, la amistad fraterna, la verdad, la justa libertad y la conciencia de su deber, de modo que, desarrollados también todos los valores naturales con la debida atención, puedan prepararse más fácilmente para seguir a Cristo Redentor con generosidad y pureza de espíritu y servirle en una vida apostólica” (Ibid. 108). Es evidente, entonces, que no es un proceso marginal, sino un tiempo explícitamente formativo, con una articulación adecuada y una fisonomía propia. Los que tienen en sus manos la pastoral de las vocaciones no pueden limitarse a esperar, ni ser simplemente los verificadores de la presencia de la vocación, sino que SEMINARIOS AÑO 2003 257 DOCUMENTACIÓN han producido cambios substanciales en la sociedad y necesariamente han influido en las personas, provocando pérdida de valores, opciones frágiles, temor por los compromisos definitivos y la falta de objetivos claros para el desarrollo de la propia vida. Por todo esto se hace necesaria más que nunca, como lo ha subrayado con insistencia el Magisterio de los últimos tiempos, una pastoral vocacional que prepare humana, cristiana, intelectual y espiritualmente a los candidatos al Seminario Mayor. Muchos, que quizás no se han dado cuenta del estado actual de las cosas, consideran el tiempo de pastoral vocacional como un simple tiempo de reclutamiento, de transición, de espera y no propiamente como un tiempo de formación. En realidad quienes así piensan están bien lejos de las actuales tendencias de la pastoral de las vocaciones en la Iglesia, pues el tiempo precedente a la toma de decisión de entrar al Seminario Mayor tiene como objetivo madurar en el sujeto su compromiso cristiano, educar para hacer una elección libre, lo mismo que estimular en el individuo unas nuevas disposiciones de ánimo que le permitan ir abrazando gradualmente los compromisos a que libremente quieren acceder. A este objetivo final se orientan todos los esfuerzos, lo mismo que la comprobación, por parte del sujeto y de la institución, de la autenticidad de la llamada (Cencini, A., Vida consagrada. Itinerario formativo, 116-117). Que el tiempo precedente al Semi- nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 258 deben ser verdaderos acompañantes que ayuden a tomar una decisión creyente acerca de la propia vida, para que esa pequeña semilla que ha sido sembrada pueda madurar. Ciertamente es sólo la primera fase del proceso formativo; la seguirán otras, pero la ciencia humana y la experiencia dicen que es justamente el primer impacto el que da una impronta, una dirección al camino sucesivo; y no sólo porque crea hábitos, sino sobre todo porque, a nivel más profundo, permite o debería permitir la formación de estructuras interiores que hacen al joven educable, sujeto y objeto de formación, tierra buena para las intervenciones formativas ulteriores. (Cencini, A., O.c., 116-117). Al menos cuatro elementos son irrenunciables en un acompañamiento vocacional que pretenda responder a las expectativas que hoy tiene la Iglesia: – Claridad en los conceptos teológicos, antropológicos y pedagógicos, precisión en la metodología y claridad de los fines y objetivos. – Competencia calificada de aquellos que acompañan los procesos y gusto por la tarea pastoral que desarrollan. – Real coparticipación de vida entre formador y jóvenes en formación. – Efectiva disponibilidad de tiempo y condiciones ambientales que permitan ejercer este ministerio (Ibid. 57-59). El Seminario Menor Ambiental SEMINARIOS AÑO 2003 trata de responder a estas exigencias y se esfuerza por eliminar la reprobable e irresponsable costumbre del reclutamiento o de la pesca, para favorecer verdaderos procesos de formación que, como veremos más adelante, influyan de manera positiva sobre las dimensiones humano-comunitaria, espiritual, intelectual y apostólica del muchacho, bajo la guía diligente de un grupo de formadores y con la colaboración de todo el pueblo de Dios. ...sin sacarlos de su propio ambiente. En la oración sacerdotal de Jesús encontramos una palabra iluminadora al respecto: “no te pido que los saques del mundo, sino que los libres del maligno” (Jn 17,15). Quien ha sido llamado por el Señor a un seguimiento cualificado debe proseguir su existencia cotidiana en ese mundo, entendido como ambiente geográfico y cultural, cargado de luces y de sombras; en éste, los discípulos deberán ser fieles a la palabra del maestro, no podrán ni deberán buscar refugios que los alejen de la realidad y de sus coetáneos, sino que deberán ser, en medio de su ambiente, por duro que sea, luz y sal. Quienes parecen haber sido llamados por Dios al sacerdocio diocesano, deben aprender a amar y a conocer ese pedazo de mundo en el que deben vivir, seguros de que “la acción de Dios, a través de su Espíritu, se da permanentemente en el interior de todas las culturas” (Santo Domingo, Conclusiones, 243); deben aprender a nº 168 Seminario Menor Ambiental animadores vocacionales en la historia de cada ser humano, (Juan Pablo II, Familiaris consortio, 39), de tal manera que podría decirse que es plenamente padre sólo aquel que es capaz de indicar las auténticas perspectivas de vida, aquellas que llevan al pleno cumplimiento de sí, y que sabe al tiempo ayudar a hacer la elección justa, estimulando al hijo para asumir las propias responsabilidades y a jugarse hasta las últimas consecuencias su libertad, o a entender que la verdadera libertad es la de poder ser aquello que se está llamado a ser. (Cencini, A., Complementarietà tra pastorale vocazionale e familiare, 693-694). Inspiración para esto encontramos sobre todo en la familia de Nazaret, señalada por Lucas como el punto focal de la experiencia humana de Jesús entre los hombres. “Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar el sentido profundo y misterioso de esta sencilla manifestación del Hijo de Dios entre los hombres” (Pablo VI, Alocución en Nazareth, enero 5-1965). Junto con las ‘familias, es la parroquia, como comunidad cristiana, la clave del Seminario Menor Ambiental, pues la vocación surge en una experiencia de comunidad y genera un compromiso de comunidad. Es generalmente en el desarrollo de la vida parroquial, háblese de la celebración litúrgica, de la catequesis presacramental, de los grupos parroquiales, SEMINARIOS AÑO 2003 259 DOCUMENTACIÓN aceptarlo con sus valores religiosos y culturales, con sus posibilidades económicas, con sus recursos topográficos, pero también con sus limitaciones y carencias; y deberán además aprender a mantenerse firmes delante del cúmulo de tentaciones que ese mundo pueda presentarles. Con razón advertía Puebla que el Seminario Menor, profundamente renovado, aunque debe responder a las exigencias de la formación previa al Seminario Mayor, debe de igual forma buscar que los jóvenes no pierdan el contacto con la realidad ni se desarraiguen de su contexto social (Puebla, 870). No sacar a los muchachos de su propio ambiente exige reconocer la responsabilidad particularísima que tiene la familia en el acompañamiento de los hijos que sienten en su interior el deseo de seguir más de cerca a Cristo, pues ella en virtud del sacramento del matrimonio participa, de modo propio y original, en la misión educativa de la Iglesia, maestra y madre. La familia cristiana, con toda propiedad llamada Iglesia doméstica, debe ofrecer las condiciones favorables para el nacimiento y desarrollo de las vocaciones y no puede pretender delegar de manera absoluta, en otros, este deber sagrado. Ella debe ser como un primer seminario en el que los hijos puedan adquirir, desde el comienzo, el sentido de la piedad, de la oración y del amor a la Iglesia. Los padres deben ser animadores vocacionales de sus hijos, es más, los padres son los auténticos y primeros nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 260 etc., donde el niño y el joven descubren que Dios los llama a una forma especial de consagración. Es por eso que no puede renunciarse de ningún modo a que la comunidad parroquial ejerza papel protagónico, no sólo en el nacimiento de las vocaciones, sino también en su animación y formación. Dentro de la comunidad parroquial, un papel preponderante tiene el párroco y demás sacerdotes colaboradores, pues como afirma el Concilio, “a los sacerdotes en cuanto educadores en la fe, atañe procurar, por sí mismos o por otros, que cada uno de sus fieles sea llevado en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación” (Concilio Vaticano II, Presbyterorum Ordinis, 6). “Tal deber pertenece a la misión misma del sacerdocio, por la que el presbítero se hace ciertamente partícipe de la solicitud de toda la Iglesia, para que aquí en la tierra nunca falten operarios en el pueblo de Dios” (Ibid. II); también los fieles laicos, en particular los catequistas, los profesores, los animadores de la pastoral juvenil, los grupos y movimientos cada uno con los medios y modalidades propios, tienen una gran importancia en la pastoral de las vocaciones sacerdotales. Cuanto más profundicen en el sentido de su propia vocación y misión en la Iglesia, tanto más podrán reconocer el valor y el carácter insustituible de la vocación y de la misión sacerdotal (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 41). En continuidad y en sintonía con la labor de la familia y de la comunidad parroquial, está la escuela, llamada a vivir su identidad de “comunidad SEMINARIOS AÑO 2003 educativa” incluso con una propuesta cultural capaz de iluminar la dimensión vocacional como valor propio y fundamental de la persona humana. En este sentido, si es oportunamente enriquecida de espíritu cristiano, puede infundir en el alma de los muchachos y de los jóvenes el deseo de cumplir la voluntad de Dios en el estado de vida más idóneo a cada uno, sin excluir nunca la vocación al ministerio sacerdotal (Cencini, A., Complementarietà tra pastorale vocazionale e familiare, 693-694). El Seminario Menor Ambiental Santo Domingo Savio, en ningún momento pretende dispensar a la familia, a la parroquia y a la escuela del papel protagónico que debe tener en el nacimiento, animación y desarrollo de las vocaciones, al contrario, se pone a su servicio para asesorar y llevar adelante un proceso formativo en el que ellos son verdaderos protagonistas. Para lograr el compromiso con la familia, la institución ofrece, mediante boletines y encuentros, la formación e información necesarias de manera que los padres sean sujetos activos en el acompañamiento vocacional de sus hijos. En cuanto al compromiso de la parroquia, se exige a cada miembro del Seminario Ambiental la pertenencia a un grupo o movimiento presente en su comunidad, lo mismo que la cercanía con su párroco y demás sacerdotes. En cuanto a la escuela, es necesario comprometer sobre todo a aquellos educadores encargados del área religiosa, para que acompañen y estimulen la voca- nº 168 Seminario Menor Ambiental ción de estos muchachos. Juan Pablo II afirmó en la PDV que “el seminario en sus diversas formas, antes que ser un lugar o un espacio material, debe ser un ambiente espiritual, un itinerario de vida, una atmósfera que favorezca y asegure un proceso formativo” (Ibid.); creemos que con la modalidad ambiental de este Seminario, entramos en la definición ofrecida por su santidad. 261 DOCUMENTACIÓN Mediante actividades parroquiales, vicariales y diocesanas... La pastoral vocacional tiene como sujeto activo, como protagonista, a la comunidad eclesial como tal, en sus diversas expresiones: desde la Iglesia universal a la Iglesia particular, desde ésta a la vicaría, a la parroquia y a todos los estamentos del pueblo de Dios (Ibid. 41). Además, en la espiritualidad del sacerdocio diocesano las diversas instancias de comunión adquieren una relevancia particular. Los valores y características propias de los fieles que pertenecen a una misma parroquia se abren a la acogida, a la comunión y participación con aquellos que se encuentran bajo la misma jurisdicción vicarial, pero con la plena conciencia de que encuentran su plenitud únicamente abiertas a la dimensión diocesana y universal de la Iglesia. Resulta por tanto interesante que un acompañamiento vocacional serio inicie a los niños y jóvenes en la experiencia activa de estas diversas instancias de comunión, tan propias del sacerdocio diocesano. En ellas, además, los jóvenes podrán reunirse con otros, que, aunque con diversas características, sienten en su interior el mismo anhelo de seguir al Señor que los llama. En el nivel parroquial, los niños y jóvenes que pertenecen a la institución se reúnen periódicamente con el párroco o con un delegado suyo para llevar adelante el proceso formativo sugerido por la institución. A nivel vicarial, los miembros de la institución se reúnen cada dos meses bajo la guía del delegado vicarial de pastoral vocacional y del rector para realizar una jornada de trabajo y reflexión en que se incluyan todas las dimensiones de la formación. A nivel diocesano, al final del año se reúnen todos los miembros de la institución para realizar, durante varios días, una experiencia de internado. En este nivel, además, los alumnos de los grados 10 y 11 de bachillerato, gozan de unos encuentros especiales a saber: en Semana Santa un retiro espiritual y en vacaciones intermedias un campo de formación apostólica. En el mes de octubre, los jóvenes del grado 11 son invitados al Seminario Mayor para realizar el Encuentro de Aspirantes. ...busca actuar sobre la dimensión humano-comunitaria del joven... Sin una adecuada formación humana la formación hacia el sacerdocio, en cualquiera de sus fases, estaría privada de su fundamento necesario, pues el joven vocacionado, llamado a ser imagen viva de Jesucristo, debe SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 262 procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, y de acuerdo con su madurez y desarrollo espiritual, aquella perfección humana que brilla en el Hijo de Dios hecho hombre (Ibid. 43). Prioritario es, en este sentido, educar para la vida en comunidad. El instrumento educativo más importante para formar en este aspecto debe ser un clima impregnado de verdad, es decir, de sinceridad, lealtad, afecto, respeto y diálogo, a fin de que el descubrimiento de la propia vocación sea una conquista progresiva y el resultado de una elección madura más que el efecto de un condicionamiento externo. La atmósfera del Seminario Menor Ambiental en sus diversos niveles deberá contribuir a la madurez de los aspirantes en la medida en que esté caldeada por verdaderas relaciones humanas, capaces de estimular iniciativas y responsabilidades personales, y deberá llevar gradualmente a una obediencia digna de los hijos de Dios, es decir, consciente y razonable (Congregación para la educación católica., Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal, 72). Las experiencias de vida comunitaria ofrecidas en los grupos del Seminario Menor Ambiental, al mismo tiempo que educan para la vida de fe, preparan para entrar en el estilo comunitario del Seminario Mayor. Urgente es también favorecer una disciplina que lleve a la libertad, pues, la madurez humana exige una formación clara y sólida para una libertad que se presenta como obe- SEMINARIOS AÑO 2003 diencia convencida y cordial a la “verdad”, al don sincero de sí mismo, como camino fundamental de la auténtica realización personal. Entendida así, la libertad exige que la persona sea verdaderamente dueña de sí misma, decidida a combatir y superar las diversas formas de egoísmo e individualismo que acechan a la vida de cada uno, dispuesta a abrirse a los demás, generosa en la entrega y en el servicio al prójimo. Íntimamente unida con la formación a la libertad responsable está también la educación de la conciencia moral; la cual, al requerir la obediencia a las obligaciones morales, descubre el sentido profundo de esa obediencia, a saber: ser una respuesta consciente y libre –y por tanto por amor– a las exigencias de Dios y de su amor (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 44). Para el logro de tan altos cometidos, es necesario educar en una auténtica disciplina, cosa no fácil, sobre todo hoy que los jóvenes respiran una atmósfera cultural nada favorable a la exigencia o con cuanto supone voluntad de rigor, capacidad de negarse algo, coraje de resistir e imponerse un cierto programa de vida, ser coherentes con las opciones hechas, etc. Probablemente muchos de ellos provienen de ambientes educativos y experiencias de vida que no les han habilitado para tener y soportar una disciplina. Se trata entonces aquí de educar el deseo por medio de la disciplina. Esta es necesaria, ante todo, como método general de potenciación de la volun- nº 168 Seminario Menor Ambiental que algunas corrientes de la espiritualidad influenciadas por visiones dualistas del ser humano invitaban a un desmedido desprecio del cuerpo con miras a la purificación del espíritu. Las tendencias actuales han retornado más a la originalidad del mensaje bíblico, dejando en claro que el ser humano es un ser corpóreo-espiritual: es cuerpo y es espíritu, o como dice la antropología de hoy, “una corporeidad espiritualizada” o un “espíritu encarnado”; la corporeidad y la espiritualidad son dos dimensiones inseparables de la existencia humana, y sólo si se desarrollan ambas de una manera integral y armónica el ser humano alcanzará su madurez. El proyecto formativo previo al Seminario Mayor deberá entonces dar una valoración cristiana de la corporeidad haciéndola ver como una dimensión esencial del ser humano que le permite estar arraigado en la historia y la cultura; que le permite comunicarse con los otros: expresar sus sentimientos, proyectos, deseos y pensamientos, y entender y acoger en su vida a la otra persona, que también puede expresarse gracias a su corporeidad. Todo lo que una persona es, se expresa a través del cuerpo. No sólo para la relación con los otros necesita el hombre de su corporeidad; también para relacionarse con la naturaleza, con la historia, con la cultura, y con Dios: por eso podemos decir que el cuerpo es como un sacramento, es decir, la forma posible de todas las ricas realidades de la persona, que sólo de esa forma se pueden manifestar (CEC, La educación en SEMINARIOS AÑO 2003 263 DOCUMENTACIÓN tad o como sistema para fortalecer la capacidad de decisión del joven llamado. Un aspecto relevante del concepto de disciplina está constituido, en efecto, por su regularidad, y ninguna virtud se adquiere o se perfecciona sin el ejercicio o sin un entrenamiento cotidiano y regular que habilite progresivamente al hombre interior a dominar al inferior. En un programa formativo, tal disciplina debe encontrar a toda costa su lugar, si queremos formar a esos jóvenes débiles y acostumbrados a tener siempre todo y por consiguiente no equipados psíquicamente para afrontar una renuncia. El fin principal y terminal de la disciplina consiste en crear libertad o hacer experimentar nuevos espacios y posibilidades de libertad. Para conseguir este fin son necesarias no sólo la disciplina, sino la autodisciplina, es decir, la asimilación personal del joven mismo de una norma de vida, de un proyecto estructurado (Cencini, A., Vida consagrada... 93-101). Por su parte, el Seminario Menor Ambiental Santo Domingo Savio trata de favorecer la adquisición gradual de los anteriores elementos ofreciendo a sus alumnos una norma institucional y asesorándolos en la elaboración y seguimiento de un proyecto personal de vida, controlados por el párroco, director espiritual y en la medida de las posibilidades por el rector de la institución. Ofrecer una visión cristiana del cuerpo y la sexualidad es también tarea que el Seminario Menor Ambiental debe asumir. Pasaron ya las épocas en nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 264 la sexualidad, 46). Es por tanto necesario que los jóvenes aprendan a cuidar de forma equilibrada su cuerpo y a cultivar sus capacidades físicas; esto a la vez que puede convertirse en acción de gracias al Creador que nos ha puesto en la cúspide de la creación, puede ser también fuente privilegiada de vida comunitaria. Entre las dimensiones propias de la existencia humana, la sexualidad tiene un papel de importancia decisiva; la sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Por eso es parte integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo y es por lo mismo ineludible en el proyecto formativo del Seminario Menor Ambiental. Este tiene que ofrecer a los jóvenes una visión cristiana de la sexualidad y de su expresión genital y debe ayudarles a superar las crisis que en esta dimensión se van presentando (Congregación para la educación católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano, 34-42). Es de capital importancia educar al joven en una positiva valoración de la mujer y del matrimonio a la par de una positiva valoración de la virginidad y el celibato, pues todo proceso hacia el sacerdocio debe educar para una castidad asumida libre y alegremente, animada por motivaciones evangélicas y no por visiones erróneas de la sexualidad o por motivaciones simplemente jurídicas. Es igualmente relevante señalar que la formación SEMINARIOS AÑO 2003 para la castidad no excluye la posibilidad de que el joven pueda tener experiencias de noviazgo más o menos intensas y prolongadas, vividas, claro está, en los parámetros del estilo de vida cristiano. ...sobre su dimensión espiritual... La formación humana se abre y se completa en la formación espiritual, pues, “el hombre está abierto a lo trascendente, a lo absoluto; posee un corazón que está inquieto hasta que no descanse en el Señor. De esta exigencia religiosa fundamental e irrenunciable arranca y se desarrolla el proceso educativo de una vida espiritual entendida como relación y comunión con Dios” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 45). El objetivo de esta formación es que los jóvenes aprendan a vivir en trato familiar con el Padre, por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo (Concilio Vaticano II, Optatam totuis, 8). Para conseguirlo el proceso formativo debe: Iniciar al muchacho en la oración y meditación de la Palabra: “En efecto, la oración cristiana, alimentándose de la Palabra de Dios, crea el espacio ideal para que cada uno pueda descubrir la verdad de su ser y la identidad del proyecto de vida, personal e irrepetible que el Padre le confía. Por eso, es necesario educar a los muchachos y a los jóvenes, para que sean fieles a la oración y meditación de la Palabra de Dios. En el silencio y en la escucha podrán percibir la llamada nº 168 Seminario Menor Ambiental del Señor al sacerdocio y seguirla con prontitud y generosidad” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 38). En la oración alimentada por la Palabra, los jóvenes abrirán el corazón a esa obediencia incondicional al Padre, tan necesaria para aquellos que desean consagrar toda su vida al servicio de los hermanos. Iniciarlo en la práctica de la dirección espiritual: la atención a las vocaciones al sacerdocio se debe concretar también en una propuesta decidida y convincente de dirección espiritual. Es necesario redescubrir la gran tradición del acompañamiento espiritual individual, que ha dado siempre tantos y tan preciosos frutos en la vida de la Iglesia. El Seminario Menor Ambiental debe por tanto animar, de un lado, a los niños y a los jóvenes que lo componen, a descubrir 265 Todo bajo el modelo de María: Cada aspecto de la formación puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad; por eso ella puede y debe presentarse a los jóvenes que pertenecen a la institución, no sólo como modelo digno de imitar, sino también como la más excelsa educadora en las virtudes humanas y cristianas, necesarias para quien piensa en la posibilidad del sacerdocio, pues ella que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, puede con toda autoridad ejercer también sobre los futuros sacerdotes de su Hijo una eficaz acción educativa. Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen Santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida SEMINARIOS AÑO 2003 DOCUMENTACIÓN Estimular la vivencia de la celebración litúrgica: “también la liturgia, culmen y fuente de la vida de la Iglesia, y en particular, de toda oración cristiana, tiene un papel indispensable, así como una incidencia privilegiada en la pastoral de las vocaciones. En efecto, la liturgia constituye una experiencia vivida del don de Dios y una gran escuela, de la respuesta a su llamada. Como tal, toda celebración litúrgica, y sobre todo la eucarística, nos descubre el verdadero rostro de Dios; nos pone en comunicación con el misterio de la pascua” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 45). y apreciar el don de la dirección espiritual, a buscarlo y experimentarlo, a solicitarlo con insistencia confiada a sus educadores en la fe y, por otro lado, debe invitar a los sacerdotes, para que sean los primeros en dedicar tiempo y energías a esta labor de educación y de ayuda espiritual personal. No se arrepentirán jamás de haber descuidado o relegado a segundo plano otras muchas actividades también buenas y útiles si esto lo exigía la fidelidad a su ministerio de colaboradores del Espíritu en la orientación y guía de los llamados (Ibid. 40). nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 266 sacerdotal en la Iglesia (Ibid. 82). ...ayudarles a dar razón de su fe... Está claro que una formación construida sobre un creer débil es ella misma débil. Por eso el formador no puede suponer el acto de fe en el joven ni la calidad de tal acto de fe. En otras palabras, la fe del muchacho debe ser objeto explícito de formación, precisamente porque creer es adherirse “con toda la mente”, operación que por su propia naturaleza nunca acaba. El método para fortalecer tal adhesión debe favorecer la integridad de la fe. El joven debe ser ayudado por todo el proceso formativo del Seminario Menor Ambiental a entender con la inteligencia, amar con el corazón y cumplir en los actos cotidianos la voluntad de Dios. El seminarista menor, que es ante todo un creyente, debe aprender y experimentar que la fe creída y la fe vivida son dos momentos de un mismo acto (Cencini, A., Vida consagrada... 89-90). En su esfuerzo por fortalecer en los jóvenes la capacidad de dar razón de su fe, el Seminario Menor Ambiental ofrece en las actividades parroquiales, vicariales y diocesanas el siguiente plan de estudios, basado fundamentalmente en el Catecismo de la Iglesia católica, desarrollado de manera cíclica en cuatro años así: * Año 4: Arte y cristianismo. En el área doctrinal * Año 1: Creo en la Trinidad. * Año 2: Creo en la Iglesia. * Año 3: La celebración del misterio cristiano. * Año 4: La vida en Cristo. En el área de la espiritualidad * Año 1: La oración en la vida cristiana. * Año 2: María en la vida espiritual. * Año 3: Santidad juvenil. * Año 4: Modelos para nuestros días. En el área pastoral * Metodología catequética (durante los campos de formación apostólica) Con este plan de estudios se espera que al finalizar el proceso del Seminario Menor los jóvenes alumnos hayan reflexionado sobre los temas fundamentales de la fe cristiana y traten de vivir conforme a ellos, de manera que si deciden ingresar al Seminario Mayor hayan recorrido, intelectual y existencialmente, un buen tramo del camino de la experiencia cristiana. ...e iniciarlos en el apostolado... “Una pastoral vocacional auténtica En el área de la formación humana no se cansará jamás de educar a los niños, adolescentes y jóvenes al compromiso, al significado del servicio * Año 1 : Amor y sexualidad. gratuito, al valor del sacrificio, a la * Año 2: Derechos del hombre. donación incondicionada de sí mismo. * Año 3: Cristianismo y política. SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168 Seminario Menor Ambiental Menor, debe brindársele la oportunidad de participar en el apostolado de la Iglesia teniendo en cuenta, claro está, la edad y madurez psicológica y espiritual de cada uno y estimularlo para que ame su Iglesia Particular y para que, en la medida de las posibilidades comience a conocer su realidad, inculcarle el aprecio y respeto por el Papa, pastor universal, por el obispo, padre y pastor de la comunidad diocesana e iniciarlo en una adecuada vivencia comunitaria de la fe. 267 ...de manera que asuman su compromiso bautismal configurándose con Cristo... Nadie es tan sensible como los jóvenes al vacío espiritual que busca, de alguna manera, ser colmado. Pero en nadie como en ellos son de temer también las soluciones de desesperanza: dejarse seducir por ideologías mentirosas, correr detrás de promesas locas en experiencias mortales como la droga, defender el rechazo de toda sujeción moral, familiar, social; y en último término, renunciar pura y simplemente a la vida. Quien lleve a Jesucristo, única respuesta verdadera, a esta generación, deberá él mismo haber encontrado en Cristo no sólo la luz sino la fuerza: la verdadera razón de vivir el verdadero modelo de humanidad a seguir, el Salvador con quien vivir en comunión. Justamente ahí se perfila la tarea esencial de un Seminario: conducir hacia el Señor. Hacia Cristo es atraída por la gracia la mirada del joven que aspira al sacerdocio. A Él ha entregado su SEMINARIOS AÑO 2003 DOCUMENTACIÓN En este sentido, se manifiesta particularmente útil la experiencia del voluntariado, hacia el cual está creciendo la sensibilidad de tantos jóvenes. En efecto, se trata de un voluntariado motivado evangélicarnente, capaz de educar al discernimiento de las necesidades, vivido con entrega y fidelidad cada día, abierto a la posibilidad de un compromiso definitivo en la vida consagrada, alimentado por la oración; dicho voluntariado podrá ayudar a sostener una vida de entrega desinteresada y gratuita, y al que lo practica le hará más sensible a la voz de Dios, que lo puede llamar al sacerdocio. A diferencia del joven rico, el voluntario podría aceptar la invitación, llena de amor que Jesús le dirige (cf. Mc 10,21); y la podría aceptar porque sus únicos bienes consisten ya en darse a los otros y “perder” su vida” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 40). El joven debe entender, ayudado por la formación que va recibiendo, que por su bautismo y confirmación ha sido constituido en un discípulo del Señor y que como todos los cristianos ha recibido el mandato evangelizador, mandato que le posibilita para ser en su propia comunidad un testigo y que le invita de igual manera a compartir su fe con personas de otras comunidades y a reflexionar sobre la posibilidad de abrir su misión a la universalidad de la Iglesia. Desde que el muchacho manifiesta por primera vez sus inquietudes vocacionales hacia el sacerdocio diocesano, y se inscribe en el Seminario nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 268 corazón en el impulso de una generosidad que ignora todavía todas las exigencias de la formación, pero, que instintivamente acepta ya todos los sacrificios. Todos los medios desplegados en la vida del seminario no tienen otro objeto que permitir el desarrollo pleno de la gracia inicial recibida en el bautismo y que impulsa a configurarse con Cristo muerto y resucitado, según se le concede a cada uno. Será necesario que el corazón del seminarista menor se vaya liberando de todo lo que, en su naturaleza y en sus hábitos, podría constituir un obstáculo al crecimiento en él del amor de Cristo. Todos los resortes de su ser habrán de ser puestos en acción para convertirse en instrumentos de este fin. Cristo conocido, buscado, amado cada vez más a través de los estudios, de los sacrificios personales, de las victorias sobre sí mismo, en la lenta conquista de las virtudes de la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Cristo contemplado con perseverancia paciente y fervorosa a fin de que poco a poco, según la admirable imagen de san Pablo, se imprima el rostro mismo de Cristo sobre el del creyente (Congregación para la educación católica, Carta circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los seminarios, enero 6 de 1980). En este lento camino que tiene como meta llevar a los muchachos hacia el Señor, podemos encontrar un modelo en Andrés, uno de los dos primeros discípulos que siguieron a Jesús. Es el mismo Andrés el que va a SEMINARIOS AÑO 2003 contar a su hermano lo que le había sucedido: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1,41). Y la narración de este descubrimiento abre el camino al encuentro: “Y lo llevó a Jesús” (Jn 1,42). Este llevarlo a Jesús es el núcleo de toda la actividad del Seminario Menor Ambiental (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 34). ...y tengan elementos suficiente para tomar una decisión consciente y libre. Ante el temor de quienes piensan que la labor de un Seminario Menor podría llegar a violentar la libertad de los jóvenes, es bueno insistir en que se trata de una ayuda instrumental y temporal que no sólo no suple la acción de la gracia ni la libertad del individuo, sino que trata de hacer al joven consciente de la acción de la gracia misma y disponible a ella. Una pastoral vocacional auténtica no puede presionar en ningún momento decisiones para las que el joven no está todavía preparado, ni un promotor vocacional, conocedor de su misión debería sentirse frustrado o desilusionado por el hecho de que alguno opte por un estado de vida diverso del sacerdotal. Podríamos decir que el acompañamiento vocacional que ofrece el Seminario Menor Ambiental es una ayuda, un apoyo que unos hermanos, de mayor experiencia en el discipulado, prestan a unos hermanos menores, ofreciéndoles elementos que les permitan discernir la acción de Dios en sus vidas, y tomar decisiones con nº 168 Seminario Menor Ambiental libertad y responsabilidad (Ibid. 59). Al Seminario Menor Ambiental no le interesa tanto elevar el nivel cuantitativo de las vocaciones, cuanto prestar un servicio en la formación inicial de aquellos que parecen haber sido elegidos por el Padre, para el seguimiento de su Hijo en la vida sacerdotal, de manera que, cuando les llegue el momento de tomar decisiones, posean suficientes elementos de juicio. 3. DESARROLLO PRACTICO DE LA FUNDACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL SEMINARIO MENOR AMBIENTAL COMPROMETER EL PRESBITERIO: El Seminario Menor Ambiental no puede funcionar sin un compromiso serio al menos de la mayor parte del presbiterio, pues al centrarse el trabajo y acompañamiento en la vida parroquial, familiar y escolar es absolutamente necesario contar con la ayuda de párrocos y demás sacerdotes que serán, en últimas, los más cercanos formadores del seminarista menor. ELEGIR AL RECTOR DE LA INSTITUCIÓN Y ESTABLECER EL EQUIPO COLABORADOR: El rector de la institución ha de ser un sacerdote 269 DOCUMENTACIÓN Cuando se toma la iniciativa de fundar el Seminario Menor Ambiental, hay unos pasos previos que son necesarios si se quiere tener altas probabilidades de éxito; ellos son: con gusto por el trabajo vocacional y que posea los elementales conocimientos de lo que espera la Iglesia de todo acompañamiento vocacional, debe además ser un hombre de espíritu misionero, que esté dispuesto a recorrer una y otra vez las parroquias y sectores de la diócesis, y debe por tanto gozar de disponibilidad de tiempo y de recursos. Con él deberán colaborar, en la medida de las posibilidades, los sacerdotes delegados vicariales de pastoral vocacional, quienes intervienen sobre todo en la preparación y desarrollo de los encuentros que se celebren en su sector. Debe además conformarse un equipo, que puede ser de seminaristas mayores en año de formación pastoral, para que acompañe al rector en sus desplazamientos y colabore de modo directo con las diversas actividades formativas. SECTORIZACIÓN DE LA DIÓCESIS: Para un acompañamiento más personalizado de los jóvenes que manifiestan inquietudes hacia el sacerdocio, se aconseja que buena parte de las reuniones se desarrollen con pequeños grupos. La mayoría de las diócesis están ya sectorizadas en vicarías, arciprestazgos u otras divisiones análogas a tales divisiones pueden aprovecharse para la sectorización del Seminario Menor Ambiental. Además, una tal organización reducirá las distancias y los costos de transporte para los alumnos. A cada sector debe asignársele un centro fijo de reuniones, en el que se realizan los encuentros programados en este SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 270 nivel. ESTABLECER LOS CRITERIOS A SEGUIR: Aunque los documentos de la Iglesia universal son claros respecto de los lineamientos que debe seguir la pastoral vocacional, hay realidades propias de cada Iglesia particular que determinan algunos criterios. Estos deben ser clarificados desde el comienzo. Entre ellos es bueno determinar, antes de comenzar las labores: *Criterios para la admisión: edad, grado académico, situación familiar. *Plan de formación a seguir en las cuatro dimensiones tradicionales adaptado a la edad y proceso de los muchachos. Debe tenerse en cuenta que tal proceso de formación debe ser cíclico, de lo contrario los muchachos se aburrirán de escuchar y hacer siempre las mismas cosas. *Establecimiento de una norma de vida o manual de convivencia para los seminaristas menores. En la vigilancia del cumplimiento de ésta, deberán empeñarse todos los Párrocos que tengan jóvenes de su jurisdicción en el Seminario Menor. *Diseño del tipo de vinculación que se tendrá con el Seminario Mayor diocesano. Es bueno que quede claro que ambas instituciones, aunque gozando de sana autonomía, deben permanecer en un estrecho contacto y estar de acuerdo en los criterios de selección de aspirantes al sacerdocio. *Reconocimiento de la complementariedad del Seminario Menor Ambiental con las demás pastorales, especialmente, la juvenil, familiar, y SEMINARIOS AÑO 2003 educativa. * Asignación de presupuesto y de instalaciones locativas. CAMPAÑA DE ORACIÓN: El Seminario Menor Ambiental es un método, entre otros, de formación vocacional. Sin el respaldo de Dios, éste no serviría de nada. Por esos es necesario que previa la fundación, lo mismo que durante todo el tiempo de su duración, esté acompañado de la oración de todo el pueblo de Dios. CONTACTAR UNA A UNA LAS PARROQUIAS DE CADA SECTOR ANTES DE LA INICIACIÓN DE LABORES PARA EXPLICAR LA METODOLOGÍA: Este contacto se hace necesario por varias razones: en primer lugar, para tener un primer contacto con los jóvenes que de cada parroquia podrían tomar parte en la institución; en segundo lugar, para pedir al párroco y demás sacerdotes que acompañen a estos jóvenes desde la dirección espiritual y les brinden espacios en los apostolados parroquiales; en tercer lugar, para informar el lugar, fecha y horarios de la primera reunión sectorial. REALIZACIÓN DEL PRIMER ENCUENTRO EN CADA UNO DE LOS SECTORES: En el día y lugar señalados se reúnen el rector de la institución, sus colaboradores y los participantes y después de las acostumbradas sesiones de oración, ambientación, presentación, etc. Se procede a explicarles de manera más nº 168 Seminario Menor Ambiental ORGANIZACIÓN DE UN CRONOGRAMA DE REUNIONES CON LAS FAMILIAS: Es bueno organizar, para cada parroquia o para cada sector, un encuentro con las familias de los seminaristas menores. Esto ayudará a que los padres de familia se sientan más comprometidos a colaborar con el proceso formativo de la institución. Si tales visitas se hacen a nivel parroquial, puede aprovecharse la oportunidad para hablar también con los profesores de educación religiosa del joven seminarista. RETIRO DE SEMANA SANTA: Para que la formación tenga un carácter progresivo, se recomienda que a este retiro se invite sólo a los jóvenes de los últimos grados. Conviene hacerlo en los primeros días de la Semana Santa, no en el triduo, pues en éste los jóvenes del Seminario Menor son, muchas veces, ayuda indispensable en las parroquias. 271 REALIZACIÓN DEL SEGUNDO ENCUENTRO A NIVEL SECTORIAL: La hora de iniciación y finalización de estos encuentros sectoriales debe determinarse de tal modo que los jóvenes puedan desplazarse desde y hacia sus lugares de origen en el mismo día. Los contenidos del encuentro deben determinarse de tal modo que toquen las cuatro dimensiones de la formación: espiritual, humano-comunitaria, intelectual y Pastoral. CAMPO DE FORMACIÓN APOSTÓLICA: Constituye, sin duda, unas de las experiencias más enriquecedoras del proceso del Seminario Menor Ambiental. Conviene hacerla con los jóvenes de los dos últimos grados de bachillerato en una semana de vacaciones de mitad de año. Con anticipación se escoge un lugar que pueda acoger a los jóvenes y que les brinde cierto estímulo a su vocación. Deben estar todos en el mismo lugar, acompañados por el rector y algunos de sus colaboradores. En la mañana se hace oración comunitaria, se les brinda formación teórica sobre el apostolado y sus métodos y se prepara la temática que tratarán con la comunidad; en la tarde se les envía a visitar hogares y a reunirse con grupos diversos. Cada noche se evalúa la experiencia para corregir a tiempo lo SEMINARIOS AÑO 2003 DOCUMENTACIÓN detallada la misión que desarrolla el Seminario Menor Ambiental, su metodología, las diversas dimensiones que componen la formación. Luego se les lee y explica la norma de vida y se les da un tiempo prudente para que reflexionen sobre su disposición de someterse libremente a ella o no. Sólo quienes manifiesten voluntad de comprometerse se matriculan. En esta misma reunión se entrega a cada seminarista menor su carnet, que lo identifica como miembro de la institución, la Norma de Vida que cada uno deberá cumplir, el cronograma de actividades y otros elementos distintivos de la institución (escudo, himno, camiseta, brazalete...). Después de esto se procede a comenzar las temáticas de reflexión. nº 168 Vicente Zueco DOCUMENTACIÓN 272 que sea necesario. REALIZACIÓN DEL TERCER ENCUENTRO A NIVEL SECTORIAL: Sigue la misma dinámica del segundo encuentro. Debe cuidarse que las temáticas tratadas guarden continuidad con las anteriores. ENCUENTRO DE ASPIRANTES AL SEMINARIO MAYOR: Los jóvenes que del grado once, manifiestan seria inquietud por ingresar al Seminario Mayor son invitados al Encuentro de Aspirantes, que debe ser preparado por los rectores del Seminario Mayor y Seminario Menor en comunión. El rector del Seminario Menor brindará un informe detallado sobre cada uno de los jóvenes que presenta y su voto deberá ser tenido en cuenta en el momento de la admisión de nuevos seminaristas mayores. REALIZACIÓN DEL CUARTO ENCUENTRO A NIVEL DE SECTOR: Sigue la misma dinámica de los otros encuentros sectoriales. ENCUENTRO NAVIDEÑO: En lo posible, en este encuentro debe reunirse al Seminario Menor en pleno y debe constituirse en una experiencia de internado. El tiempo de duración depende mucho de las posibilidades económicas y locativas que se tengan. Este encuentro es el momento privilegiado para estimular a los más perseverantes, para evaluar los contenidos intelectuales recibidos en las reuniones sectoriales, para sacar a relucir las capacidades artísticas y deportivas de SEMINARIOS AÑO 2003 los muchachos. DILIGENCIAMIENTO DE LA HOJA DE SEGUIMIENTO: Lo mejor es que esto se haga en el transcurso del año. Tal hoja contiene las apreciaciones de los formadores sobre la personalidad y compromiso cristiano del seminarista menor. Debe guardarse con cuidado, pues representa la historia de perseverancia, participación, crecimiento, estancamiento o retroceso del muchacho y revela igualmente las áreas en que mejor se desenvuelve y aquellas en las que debe ser ayudado. Estas hojas de seguimiento son fundamentales al momento de juzgar la idoneidad del muchacho para el Seminario Mayor. CONCLUSIÓN En los asuntos de formación sacerdotal, como lo ha demostrado la ya larga historia de la Iglesia, no existe el camino perfecto, acabado, sino simplemente caminos, todos ellos susceptibles de perfeccionamiento. El Seminario Menor Ambiental no pretende ser, por tanto, “el camino”, sino una opción metodológica que, asumida con entusiasmo por la diócesis de La Dorada-Guaduas, ha producido frutos abundantes. Reconocemos en él fortalezas, como la de involucrar todo el pueblo de Dios en el reconocimiento, desarrollo y animación de las vocaciones al presbiterado, lo mismo que el ofrecer un proceso formativo previo al Seminario Mayor y extender la pro- nº 168 Seminario Menor Ambiental Gómez, quien le ha ofrecido todo su apoyo, los rectores que desde su fundación en 1993 lo han acompañado con verdadero espíritu misionero; los sacerdotes y religiosas que no han vacilado en contribuir para que sea una realidad en cada parroquia; los seminaristas del año de formación Pastoral que han sido fundamentales en su marcha; los grupos de apoyo que con oración, estímulo y donaciones nos impulsan a trabajar cada vez más y mejor, las familias de los alumnos y los laicos comprometidos que, conocedores de nuestro trabajo se han involucrado según su propia condición y posibilidades. A todos ellos nuestra gratitud. Con la ayuda de todos podremos seguir cumpliendo con esta tarea de anunciar al mundo el SEMINARIOS AÑO 2003 273 DOCUMENTACIÓN puesta vocacional a un número mayor de jóvenes; pero reconocemos también debilidades en la dimensión intelectual e insuficiente compromiso en el nivel parroquial por parte de algunos. Permanecemos por eso en continua actitud evaluativa, de manera que se perfeccione lo bueno y se superen las deficiencias. Afortunadamente, en las cosas del espíritu no existe el “máximo”, sino sólo el “más”, de manera que cada conquista se abre siempre a metas nuevas y más altas. Son muchas las personas que se han comprometido con el Seminario Menor Ambiental Santo Domingo Savio: monseñor Fabio Betancur Tirado, primer obispo de La Dorada-Guaduas, quien fue su inspirador y fundador; monseñor Oscar Aníbal Salazar nº 168