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EN EL JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA INDICE Presentación 1 Vivencia de la Eucaristía en la parroquia 5 Decoro de la celebración eucaristíca 11 La Eucaristía, fuente de unidad y de vida en la parroquia 19 La Eucaristía, fuente de misión y de caridad 29 María, primer sagrario del Señor 39 Eucaristía, fuente de comunión 47 3 4 HACIA EL CONGRESO EUCARÍSTICO ARQUIDIÓCESANO EN EL JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA “LA EUCARISTÍA, MANANTIAL Y CUMBRE DE TODA LA VIDA DE LA IGLESIA ARQUIDIOCESA” Presentación El Papa Francisco con motivo de los 50 años de la clausura del Concilio Vaticano II nos ha convocado para celebrar en este año el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que celebraremos del 8 de diciembre del 2015 al 20 de noviembre del 2016 culminando con la fiesta de Cristo Rey. El Señor Arzobispo monseñor Oscar Julio Vian Morales sdb ha decidido por ese motivo celebrar un Congreso Eucarístico Arquidiocesano de la Misericordia y además, para dar gracias por los 200 años de la bendición de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala. Jesucristo Eucaristía es el rostro misericordioso del Padre en medio de nosotros, y es quien nos acompaña en nuestro Peregrinar. 1 El Padre Misericordioso prepara un plan de salvación para los hombres, y en la plenitud de los tiempos envía a su propio Hijo nuestro Señor Jesucristo para que por amor misericordioso se ofreciese por todos nosotros como expiación por nuestros pecados y muriese en la cruz para salvarnos. 2 El momento culminante de esta acción misericordiosa del Padre ha quedado plasmado en la Institución de la Santa Eucaristía donde Jesucristo mismo se ofrece al Padre como expiación por nuestros pecados. De manera que cada vez que celebramos la Santa Eucaristía, renovamos el sacrificio misericordioso de Jesucristo que se ofrece al Padre y se hace presente en la celebración Eucarística y en la Hostia consagrada. Por todos es conocido, nuestro profundo amor a Jesús Eucaristía y las manifestaciones de fe y devoción, de nuestras comunidades como son la Santa misa, las Horas Santas y las Jornadas de Adoración Eucarística los jueves, las Capillas de Adoración Perpetua que han surgido en distintas parroquias, como verdaderos santuarios de fe, oración y adoración. La Comisión del año de la Misericordia, les presenta esta guía con 6 temas como apoyo para los Congresos Eucarísticos a nivel parroquial que se celebrarán del jueves 26 al domingo 29 de mayo, como preparación al Congreso Eucarístico Arquidiocesano, que se celebrará del martes 31 Mayo, al sábado 4 de Junio del presente año. Estas guías están organizadas de la siguiente manera, un objetivo, oración, líneas de presentación del tema, y sugerencia de preguntas para talleres. La jornada de cada día puede desarrollarse de la siguiente manera: -Celebración Eucarística – adoración al Santísimo. -Bienvenida y cantos eucarísticos. -Exposición del tema -Talleres en grupos -Plenaria de las conclusiones -Oración final -Ágape fraterno De los seis temas pueden escoger uno para cada día o bien si disponen de tiempo, pueden elegir dos para cada día. Esto a discreción del párroco y su comisión organizadora. Esperamos este aporte les sea de utilidad. Guatemala de la Asunción, Marzo del año de la Misericordia del 2016. 3 ORACIÓN INICIAL 4 Padre Misericordioso que por el misterio pascual de tu Hijo realizaste la redención de los hombres, concédenos avanzar por el camino de la salvación a quienes, celebrando los sacramentos, proclamamos con fe la muerte y resurrección misericordiosa de Jesucristo, Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. OBJETIVO Proponer actitudes, formas de comportamientos adecuados para vivir la celebración eucarística de una forma que nos permita participar del gozo que supone asistir a ella y la necesaria comprensión de tan gozoso tiempo de vivencia espiritual. VIVENCIA DE LA EUCARISTÍA EN LA PARROQUIA Relación entre Eucaristía y fieles L os fieles laicos, parte esencial de la Iglesia comunión, son convocados a la santa asamblea para participar en la celebración eucarística. La encarnación del Verbo, en el cual Dios Padre Misericordioso se ha hecho visible, ha inaugurado el culto espiritual, conforme a la acción, que cumple en el Espíritu Santo; el culto ya no puede ser una serie de «preceptos enseñados por los hombres» (Is 29,13). El culto cristiano nos relaciona profundamente con Cristo y repercute positivamente en nuestra vida: por ello, la participación de los fieles en la liturgia, sobre todo en la celebración eucarística, consiste esencialmente en entrar en este culto, en el cual Dios viene hacia el hombre y éste va hacia Dios. La Eucaristía misma, memorial del Hijo, es el culto de adoración que en el Espíritu se eleva al Padre: este es el fundamento de la renovación litúrgica propiciada por el Concilio Vaticano II. La participación nace de la fe en Jesús, es el acto principal de la vida de la Iglesia, comunión con la vida trinitaria, con el Padre que es fuente de todo don, con 5 el Hijo encarnado y resucitado, con el Espíritu Santo que realiza la transformación y divinización de la vida humana. Se constata la necesidad de ayudar a los fieles a comprender la naturaleza de la Eucaristía y el nexo con la encarnación del Verbo, para participar en el misterio eucarístico con el corazón y la mente, antes que con actos externos, sobre todo ofreciéndose a sí mismos. 6 Al respecto, se sugiere explicitar la relación esponsal de la Eucaristía y de la Nueva Alianza, como modelo de las vocaciones del cristiano: matrimonio, virginidad, sacerdocio. Todo esto tiene como objetivo formar personas y comunidades eucarísticas, que aman y sirven, como Jesús en la Eucaristía. Además, sería oportuno potenciar los medios de comunicación ya existentes, especialmente para facilitar la participación de los fieles que, por diversos motivos, se encuentran impedidos de asistir personalmente a la iglesia en las celebraciones eucarísticas, como recomienda el Concilio Vaticano II Sombras en la celebración de la Eucaristía La comunión eclesial es gravemente turbada y herida por las sombras en la celebración eucarística. El tema, ya tratado por el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, y más particularmente abordado en la instrucción de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Redemptionis Sacramentum, es una invitación a dirigir una mirada atenta y serena, pero no menos crítica, al modo en el cual la Iglesia celebra este Sacramento, que es la fuente y cumbre de su vida y su misión. Dichas observaciones no deberían ser consideradas solamente como meras trasgresiones a las rúbricas y a la praxis litúrgica, sino más bien como expresiones de actitudes más profundas. Se nota una disminución de la participación en la celebración del Dies Domini, en los domingos y en los días de precepto, a raíz de una falta de conciencia del contenido y del significado del misterio eucarístico, y también a causa del indiferentismo, en particular en los países con relevante proceso de secularización, donde a menudo el domingo se transforma también en un día de trabajo. Se difunde la idea que es la comunidad quien produce la presencia de Cristo, en vez de ser Cristo la fuente y el centro de nuestra comunión, y la Cabeza de su cuerpo que es la Iglesia. Se está alterando el sentido de lo sagrado en relación a este grande Sacramento, como efecto de un debilitamiento de la oración, de la contemplación y de la adoración del Misterio eucarístico. Son escasamente conocidos los documentos de la Iglesia y, en particular, del Concilio Vaticano II, las grandes encíclicas sobre la Eucaristía, incluso la Ecclesia de Eucharistia, la Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, y otros. Falta un justo equilibrio en la celebración: se va desde un ritualismo pasivo a una creatividad excesiva, que algunas veces 7 alcanza expresiones de protagonismo del celebrante de la Eucaristía, caracterizado frecuentemente de locuacidad, de muchos y largos comentarios, sin permitir que hable el misterio a través del rito y de las fórmulas de la liturgia. 8 Puntos prácticos que se deben considerar de cara a los fieles: muchas veces la manera en que se participa de la misma: con poca atención, distraídos, sin participar de las respuestas o cantos, más pendientes del celular, impuntualidad, confesiones rápidas solo para poder comulgar, la falta de cuidado hacia los niños que pueden distraer, posturas litúrgicas inadecuadas, buena atención y acogida de quienes reciben, siempre enlazar con la caridad hacia el prójimo y el compromiso social, etc., son algunos puntos que se pueden evaluar. TALLER Para compartir en grupos: 1. ¿Conocen algunos medios de comunicación que ayudan a la Eucaristía? Como, de que manera, y conque fin? 2. ¿Qué sombras encontramos en la celebración Eucarística de nuestra parroquia? ¿Cómo es la participación de la comunidad, y que podemos mejorar? 3. ¿Vivimos la actitud misericordiosa del Padre que ha tenido con nosotros al entregarnos a su propio Hijo para salvarnos y dejárnoslo en la Eucaristía? ¿Cómo lo vivimos en nuestra Eucaristía? “Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros” Santiago 4,8 ORACIÓN 10 Padre Misericordioso, tu Hijo nos ha mandado celebrar este sacrificio en conmemoración suya; haz que, cuantos en él participamos, seamos con Cristo ofrenda de eterna alabanza a tu divina majestad. Por Jesucristo nuestro Señor. OBJETIVO Reflexionar sobre la preparación y la celebración digna de la Eucaristía en todos sus elementos, poniendo énfasis en el amor y dedicación a todos aquellos elementos que permiten y posibilitan que ponga en relieve en gran Misterio que se celebra, a modo de resaltar la belleza de su celebración y procurar una mejor vivencia del mismo. DECORO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA ¿Qué significa la palabra decoro? Deriva de la palabra latina “decorus”, en su acepción de “conveniente”. Pero el término “decorus” también significa adornado, bello, hermoso, elegante, magnífico. Este adjetivo remite al sustantivo “decor” (el cual, a su vez, hace referencia a “deceo”, usado en la forma impersonal “decet”) para indicar lo que es conveniente o decoroso; para indicar ornamento, gracia, belleza, nobleza. Analizando el desarrollo semántico del término, considerado en sus diversas acepciones, se deducen dos líneas de significado. En primer lugar, el término denota una actitud de dignidad que, en el aspecto, en los modales, en el actuar, conviene a la condición de una o varias personas (vivir, comportarse, vestir... con decoro). En segundo lugar, el término alude al sentimiento de la propia dignidad, a la conciencia de lo que conviene y es debido al propio grado, a la propia función o condición. Si realmente en la eucaristía estamos celebrando, actualizando, haciendo presente el misterio pascual, con qué respeto y dignidad debemos tratar este misterio, no sólo internamente, es decir, trayendo nuestra alma en gracia, sino también externamente: 11 cantos, lectores, guía, arte, flores, limpieza, objetos sagrados, manteles, vestimenta, fidelidad a los textos litúrgicos, sin quitar ni añadir nada. (Hay que entender que el Misal Romano en sí, provee de todos aquellos elementos de diversidad y creatividad para darle esa viveza que necesitamos para la celebración) Decoro del lugar sagrado 12 El decoro de todo lo que se refiere a la celebración de la Eucarística manifiesta nuestra fe en el misterio y contribuye eficazmente a mantenerla viva, tanto en los ministros sagrados como en los fieles. Esta actitud puede ser expresada tanto en la adecuada ordenación del espacio sacro, como en una apropiada colocación del Sagrario y de la Sede, así como también en la atención dispensada a ciertos particulares como lo son la limpieza, los objetos usados en la decoración, en las flores, etc. En efecto, para la formación de los fieles en la doctrina eucarística es importante no sólo lo que ellos escuchan sino también lo que ven. Por el contrario, el descuido de estas cosas puede mostrar que la fe es débil. La Iglesia nos motiva a mantener siempre un gran cuidado en todo lo relativo al culto litúrgico. En todo debemos tener cuidado que se facilite la vivencia y el sentido de lo sagrado, junto a una vivencia personal y comunitaria viva y participativa. Si vamos a las indicaciones de la Ordenación General del Misal Romano descubriremos que han sido tomadas diversas iniciativas para que el espacio sagrado de los templos sea un verdadero lugar de oración y adoración, donde el arte y la iconografía sean instrumentos al servicio de la liturgia. Conviene 13 conocer esas indicaciones para tratar siempre de armonizar la cercanía del celebrante al pueblo y la sacralidad del misterio de Dios, al mismo tiempo presente y trascendente. Decoro antes, durante y después de la celebración. a. Antes de la celebración 14 Este decoro se demuestra en la preparación inmediata de la celebración, en la formación y en la actitud. Primero en la preparación, pues nada debe ser improvisado. Segundo, en la formación, es decir, que nos ayude a comprender el significado de lo que celebramos y cuál es el papel de cada uno de los que participan. Y tercero, la actitud interior de recogimiento y atención antes de comenzar la celebración. b. Durante la celebración Habrá decoro si se respeta el orden, la armonía, el equilibrio y la proporción en las partes de dicha celebración. c. Después de la celebración El “después” celebrativo también es importante. El misterio celebrado se hace vida en nuestro día a día, mediante el ofrecimiento a Dios de nuestro que hacer y mediante el servicio a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. Algunas precisiones sobre el decoro en la celebración eucarística Conviene que consideremos algunos aspectos más actuales que nos pueden servir para nuestras celebraciones. • Es verdad, la Eucaristía es convite: indudablemente que este convite nos inspira familiaridad y alegría, pero la Iglesia nos pide estar atentos a nunca caer en la tentación de banalizar esta “cordialidad” con su Esposo, olvidando que Él también es su Dios y que el “banquete” sigue siendo siempre, después de todo, un banquete sacrificial, marcado por la sangre derramada en el Gólgota. Por tanto, debemos ayudar todos a que haya la necesaria contención, equilibrio y moderación en las manifestaciones de alegría en este banquete, pues es un banquete sagrado. 15 • En cuanto a otras culturas, ¿cómo celebrar con decoro el misterio de la Eucaristía, respetando las formas, estilos y sensibilidades de esos pueblos? San Juan Pablo II sugería: “El tesoro es demasiado grande y precioso como para arriesgarse a que se empobrezca o hipoteque por experimentos o prácticas llevadas a cabo sin una atenta aprobación por parte de las autoridades eclesiásticas competentes”. 16 • Pidamos y exhortemos siempre a nuestros sacerdotes, a pesar de su cansancio y múltiples tareas pastorales, a que cuiden este decoro y dignidad, sin permitir abusos y reformas arbitrarias, innovaciones innecesarias y fuera del tono sagrado, e invitar a que todos conozcan y procuren vivir las diversas normas litúrgicas de la celebración eucarística. TALLER Para compartir en grupos: 1. ¿Cuánto se conocen en nuestra comunidad las indicaciones del Ordenamiento General del Misal Romano? Sugerencia: llevar un Misal Romano y leer en grupo las rubricas de la Misa. 2. ¿Cómo podemos contribuir de manera práctica en nuestra parroquia al decoro de la Celebración Eucarística? Cosas que debemos revisar, que debemos mejorar, que debemos quitar… 3. En el contexto del Año de la Misericordia: ¿Qué estamos haciendo para que el decoro externo de nuestros templos ayuden a vivir la celebración del mismo? “El verdadero efecto de la Eucaristía es la transformación del hombre en Dios” Santo Tomás de Aquino 18 ORACIÓN Dios todopoderoso y eterno, que reúnes lo que está disperso y conservas lo que has unido, mira con amor al pueblo de tu Hijo, para que, cuantos han recibido un mismo bautismo y participan de un mismo pan, vivan unidos en una misma fe y por el mismo amor. Por Jesucristo nuestro Señor. OBJETIVO Concientizar como la participación eucarística debe ser fuente de unidad, comunión afectiva y efectiva entre todos los que participamos de un único pan y que éste es quien verdaderamente nos comunica su vida, pero que debe experimentarse en su dimensión comunitaria para ir construyendo la parroquia como comunión de comunidades, carismas y personas. LA EUCARISTÍA, FUENTE DE UNIDAD Y DE VIDA EN LA PARROQUIA La Eucaristía, fuente y culmen de la vida eclesial L a Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11). "Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (PO 5). "La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre" (Instr. Eucharisticum mysterium, 6). Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28). En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 4, 18, 5). 19 Misterio eucarístico, expresión de unidad eclesial 20 Al exhortar a los fieles a huir de la idolatría, evitando comer carne inmolada a los ídolos, San Pablo demuestra el estrecho vínculo existente entre la comunión de los cristianos y la Sangre y el Cuerpo de Cristo, que tienen la capacidad de formar, de la multitud de los fieles, una sola comunidad, una sola Iglesia (cf. 1 Co 8, 1-10). Las Eucaristías presididas por el Santo Padre y concelebradas por los Pastores de las Iglesias particulares en celebraciones litúrgicas vividas en Roma y en sus visitas pastorales , expresan en modo excelso la unidad de la Iglesia, tal concelebración permite ver que en cada Eucaristía se celebra en comunión con el propio Obispo de Roma y con el Colegio Episcopal, y a través de ellos, con los fieles de cada Iglesia particular de toda la Iglesia; de modo que la Iglesia universal está presente también en la Iglesia particular, y ésta se inserta, junto con las demás Iglesias particulares, en la comunión de la Iglesia universal». Eucaristía y unidad. En la plegaria eucarística, la Iglesia pide a Dios omnipotente el don de la unidad. Dicho don se relaciona con la naturaleza misma de la Iglesia, según la voluntad de Jesucristo que, precisamente, se define en sus atributos esenciales como una, santa, católica y apostólica. El Señor Jesús, antes de aceptar el sacrificio de la cruz, ha rezado por la unidad de sus discípulos: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros» (Jn 17,11). En esta «oración sacerdotal» están presentes los cristianos de todos los tiempos. En efecto, Jesucristo ha orado tanto por la unidad de los apóstoles, como por la unidad de aquellos que por la palabra de ellos habrían creído en Él (cf. Jn 17,20). La unidad de los discípulos del Señor Jesucristo nace de la misma naturaleza de la Iglesia. La unidad es, además, uno de los motivos de su credibilidad: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21). 21 22 Lamentablemente, los pecados contra la unidad han acompañado la vida terrestre de la Iglesia. Además del hijo de la perdición (cf. Jn 17,12), la comunidad primitiva ha debido confrontarse con falsos profetas (cf. 1 Jn 4,4) y con aquellos que salieron de la comunidad porque, en realidad, no le pertenecían sinceramente (cf. 1 Jn 2,19). San Pablo ha debido alertar contra los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina» (Rm 16,17). Él mismo ha debido intervenir claramente en la comunidad de Corinto, para sanear en ella las divisiones (cf. 1 Co 1,12), provocadas por gente materialista, que no tenían el Espíritu (S. Judas 19). Desgraciadamente, también en la Iglesia actual no falta el escándalo de las divisiones a diversos niveles. La Eucaristía debería representar para todos un fuerte llamado a custodiar la unidad dentro de las familias, de las comunidades parroquiales, de los movimientos eclesiales, de las Órdenes religiosas, de las Diócesis. La Eucaristía, además, ofrece la gracia para restablecer la unidad de los cristianos, miembros de cuerpo de Cristo: «Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,17). La «oración sacerdotal» de Jesucristo se extiende a todos aquellos que creen en Él (cf. Jn 17,20). Lamentablemente, a través de la historia, el cristianismo ha conocido dolorosas divisiones en varias iglesias y comunidades eclesiales. Ante ese pecado, que es fuente de escándalo para el mundo, es necesario rezar y actuar para que sea reconstituida la única túnica sin costuras de Jesús (cf. Jn 19, 23-24) y sea mantenida íntegra la red de los pescadores de “Dios nos habría dado algo mayor, si hubiera tenido algo mayor que él mismo” San Juan María Vianney 24 hombres (Cf. Mt 4,19; Jn 21,11). Se trata de la obra de Dios, a cuya realización están llamados todos los cristianos, según la propia vocación y responsabilidad. Todos, sin embargo, tienen el deber de rezar para que se cumpla la palabra de Jesucristo: «Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10,16). A esta Palabra del Señor se une la oración de toda la Iglesia, que por boca de su Pastor Universal eleva la súplica: «Señor, acuérdate de lo que prometiste: ¡Haz que seamos un solo pastor y un solo rebaño! No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad!». Lamentablemente, los pecados contra la unidad han acompañado la vida terrestre de la Iglesia. Además del hijo de la perdición (cf. Jn 17,12), la comunidad primitiva ha debido confrontarse con falsos profetas (cf. 1 Jn 4,4) y con aquellos que salieron de la comunidad porque, en realidad, no le pertenecían sinceramente (cf. 1 Jn 2,19). San Pablo ha debido alertar contra los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina» (Rm 16,17). Él mismo ha debido intervenir claramente en la comunidad de Corinto, para sanear en ella las divisiones (cf. 1 Co 1,12), provocadas por gente materialista, que no tenían el Espíritu (cf. Judas 19). Desgraciadamente, también en la Iglesia actual no falta el escándalo de las divisiones a diversos niveles. La Eucaristía debería representar para todos un fuerte llamado a custodiar la unidad dentro de las familias, de las comunidades parroquiales, de los movimientos eclesiales, de las Ordenes religiosas, de las Diócesis. La Eucaristía, además, ofrece la gracia para restablecer la unidad de los cristianos, miembros de cuerpo de Cristo: «Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,17). La «oración sacerdotal» de Jesucristo se extiende a todos aquellos que creen en Él (cf. Jn 17,20). Lamentablemente, a través de la historia, el cristianismo ha conocido dolorosas divisiones en varias iglesias y comunidades eclesiales. Ante ese pecado, que es fuente de escándalo para el mundo, es necesario rezar y actuar para que sea reconstituida la única túnica sin costuras de Jesús (cf. Jn 19, 23-24) y sea mantenida íntegra la red de los pescadores de hombres (Cf. Mt 4,19; Jn 21,11) . Se trata de la obra de Dios, a cuya realización están llamados todos los cristianos, según la propia vocación y responsabilidad. Todos, sin embargo, tienen el deber de rezar para que se cumpla la palabra de Jesucristo: «Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10,16). A esta Palabra del Señor se une la oración de toda la Iglesia, que por boca de su Pastor Universal eleva la súplica: «Señor, acuérdate de lo que prometiste. (Haz que seamos un solo pastor y un solo rebaño! (No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad!». 25 TALLER 1. ¿Conoces las causas de la división que han existido en la Iglesia Universal? ¿y en la local? 2. ¿En este año de la misericordia, ¿qué tendremos que hacer para dar pasos a la unidad? 26 3. ¿Qué es lo que nos pide el Papa Francisco para mantener la unidad en nuestras comunidades y con los hermanos separados? (EG 224-258). 27 “Tomad y recibid todo mi haber y mi poseer” San Ignacio de Loyola ORACIÓN 28 Oh Dios, que quieres que todos los hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira tu inmensa mies y envíale operarios, para que sea predicado el Evangelio a toda criatura, y tu grey, congregada por la palabra de vida y sostenida por la fuerza de los sacramentos, camine por las sendas de la salvación y del amor. Por Jesucristo nuestro Señor. OBJETIVO Llevar a la comprensión de los fieles que la Eucaristía no se limita a la celebración de la misma, sino que tiene implicaciones eminentemente misioneras y de caridad, haciendo de nuestra iglesia, una comunidad en permanente estado de salida y con corazón solidario, samaritana de todos los que sufren. LA EUCARISTÍA, FUENTE DE MISIÓN Y DE CARIDAD La Eucaristía, fuente del compromiso misionero de la Iglesia. “ Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor “más grande”, aquél que impulsa a “dar la vida por los propios amigos” (cf. Jn 15,13). En efecto, Jesús “los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad y misericordia de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento Eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre!”(ESC 1) Fuente de Misión La Eucaristía se hace “misión” como encargo de comunicarla a toda la humanidad. “Bebed de ella todos, porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos, para perdón de los pecados” (Mt 26,28). Por esto, “los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor” (SC 10). 29 Por la celebración de la Eucaristía, se evangeliza a la comunidad eclesial y se la hace evangelizadora “No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y quicio la celebración de la santísima eucaristía... Esta celebración, para que sea sincera y cabal, debe conducir lo mismo a las obras de caridad y de mutua ayuda que a la acción misional y a las varias formas del testimonio cristianos (PO 6). (Mons. Juan Esquerda Biffet) 30 ¿Por qué es fuente de misión? 1. La Iglesia y todos los creyentes encuentran en la Eucaristía la fuerza indispensable para anunciar y testimoniar a todos el Evangelio de la salvación. La celebración de la Eucaristía, sacramento de la Pascua del Señor, es en sí misma un acontecimiento misionero, que introduce en el mundo el germen fecundo de la vida nueva. San Pablo, en la primera carta a los Corintios, recuerda explícitamente esta característica misionera de la Eucaristía: “Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga” (1 Co 11, 26). 2. La Iglesia recoge esas palabras de San Pablo en la doxología después de la consagración. La Eucaristía es sacramento “misionero”, no sólo porque de ella brota la gracia de la misión, sino también porque encierra en sí misma el principio y la fuente perenne de la salvación para todos los hombres. Por tanto, la celebración del sacrificio eucarístico es el acto misionero más eficaz que la comunidad eclesial puede realizar en la historia del mundo. 31 Toda misa concluye con el mandato misionero “id”, “ite, missa est”, que invita a los fieles a llevar el anuncio del Señor resucitado a las familias, a los ambientes de trabajo y de la sociedad, y al mundo entero. Precisamente por eso la carta Dies Domini invita a los fieles a imitar el ejemplo de los discípulos de Emaús, los cuales, después de reconocer “en la fracción del pan” a Cristo resucitado (cf. Lc 24, 30-32), sienten la exigencia de ir inmediatamente a compartir con todos sus hermanos la alegría de su encuentro con él (cf. n. 45). El “pan partido” abre la vida del cristiano y de toda la comunidad a la comunión y a la entrega de sí por la vida del mundo (cf. ]n 6, 51). Es precisamente la Eucaristía la que realiza ese vínculo inseparable entre comunión y misión, que hace de la Iglesia el sacramento de la unidad de todo el género humano (cf. Lumen Gentium, 1). Hoy es particularmente necesario que, mediante la celebración de la Eucaristía, todas las comunidades cristianas adquieran la convicción interior y la fuerza espiritual para salir de sí mismas y abrirse a otras comunidades más pobres y necesitadas de apoyo en el campo de la evangelización y de la cooperación misionera, favoreciendo el fecundo intercambio de dones recíprocos que enriquece a toda la iglesia. 32 También es muy importante discernir, a partir de la Eucaristía, las vocaciones y los ministerios misioneros. Siguiendo el ejemplo de la primitiva comunidad de Antioquía, reunida “en la celebración del culto del Señor”, toda comunidad cristiana esta llamada a escuchar al Espíritu y aceptar sus inspiraciones, reservando para la misión universal las mejores fuerzas de sus hijos, enviados con alegría al mundo y acompañados por la oración y el apoyo espiritual y material que necesitan (cf. Hch 13, 1 -3). La Eucaristía es, además, una escuela permanente de misericordia, de caridad, de justicia y de paz, para renovar en Cristo al mundo que nos rodea.. La presencia del Resucitado proporciona a los creyentes la valentía para ser promotores de misericordia, de solidaridad y de renovación, contribuyendo a cambiar las estructuras de pecado en las que las personas, las comunidades y, a veces, pueblos enteros, están sumergidos (cf. Dies Domini, 73). (S.S. JUAN PABLO II) Fuente de Caridad El cuerpo de Cristo en la Eucaristía se identifica con el cuerpo necesitado de nuestros hermanos. La Eucaristía tiene que ser fuente de caridad y misericordia para con nuestros hermanos. Es decir, la Eucaristía nos tiene que lanzar a todos a ser misericordiosos, cuyo rostro es Jesucristo, y a practicar la caridad con nuestros hermanos, con las obras de misericordia materiales y espirituales. Y esto por varios motivos. ¿Cuándo nos mandó Jesús “amaos los unos a los otros”, es decir, cuándo nos dejó su mandamiento nuevo, en qué contexto? En la Última Cena, cuando nos estaba dejando la Eucaristía. Por tanto, tiene que haber una estrecha relación entre Eucaristía y el compromiso de misericordia y caridad. En ese ámbito cálido del Cenáculo, mientras estaban cenando en intimidad, Jesús sacó de su corazón este hermoso regalo de la Eucaristía, en ese ambiente fue cuando Jesús nos pidió amarnos. Esto quiere decir que la Eucaristía nos une en fraternidad, nos congrega en una misma familia donde tiene que reinar la caridad. Hay otro motivo de unión entre Eucaristía y caridad. ¿Qué nos pide Jesús antes de poner nuestra ofrenda sobre el altar, es decir, antes de venir a la eucaristía y comulgar el Cuerpo del Señor? “Si te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene una queja contra ti, deja allí tu ofrenda, ante el altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y después vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23-24). 33 Esto nos habla de la seriedad y la disposición interior con que tenemos que acercarnos a la Eucaristía. Con un corazón limpio, perdonador, lleno de misericordia y caridad. Aquí entra todo el campo de las injusticias, atropellos, calumnias, maltratos, rencores, malquerencias, resquemores, odios, murmuraciones. Antes de acercarnos a la Eucaristía tenemos que limpiarnos interiormente en la confesión. Asegurarnos que nuestro corazón no debe nada a nadie en todos los sentidos. 34 En este motivo hay algo más que llama la atención. Jesús nos dice que aún en el caso en que el otro tuviera toda la culpa del desacuerdo, soy yo quien debo emprender el proceso de reconciliación. Es decir, soy yo quien debo acercarme para ofrecerle mi perdón. ¿Por qué este motivo? Mi ofrenda, la ofrenda que cada uno de nosotros debe presentar en cada misa (peticiones, intenciones, problemas, preocupaciones, etc.) no tendría valor a los ojos de Dios, y no la escucharía Dios si fuese presentada con un corazón torcido, impuro, resentido, lleno de odio. Ahora bien, si presentamos la ofrenda teniendo en el corazón esta voluntad de armonía, será bien aceptada por Dios. Hay otro motivo de unión entre Eucaristía y compromiso de caridad. En el discurso escatológico, habló muy claro de nuestro compromiso con los más pobres. Jesús en la Eucaristía nos dice “Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros”. Y aquí, en este discurso solemne, nos pide que ese cuerpo se iguale con el prójimo más pobre, y por eso mismo es un cuerpo de Jesús necesitado que tenemos que alimentar, saciar, vestir, cuidar, respetar, socorrer, proteger, instruir, aconsejar, perdonar, limpiar, atender. San Juan Crisóstomo tiene unas palabras impresionantes: “¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que Él esté desnudo y no lo honres sólo en la Iglesia con telas de seda, para después tolerar, fuera de aquí, que ese mismo cuerpo muera de frío y de desnudez”. Él que ha dicho “Esto es mi cuerpo”, ha dicho también “me habéis visto con hambre y no me habéis dado de comer” y “lo que no habéis hecho a uno de estos mis pequeños, no me lo habéis hecho a Mí”. TALLER: 1. Al acercarme a la Eucaristía, ¿percibo que en ella encuentro la fuente que llena mi vida para la misión? 2. Encuentro en la Eucaristía el amor caridad de Jesús, que me empuja hacia la misión? 3. ¿Busco trasmitir, en lo cotidiano de la vida, la alegría de encontrarme con Jesús en la Eucaristía? 35 37 “Habiendo amado a los suyos... Los amó hasta el extremo” Juan 13, 1 ORACIÓN 38 Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Salvador, que en Santa María, Virgen y Madre, nos has dado la imagen de la Iglesia, envía tu Espíritu en ayuda de nuestra debilidad, para que, perseverando en la fe, crezcamos en el amor y caminemos juntos hasta la meta de la bienaventurada esperanza. Por Jesucristo nuestro Señor. OBJETIVO Presentar a la Virgen María como mujer eucarística, destacando las características de entrega, servicio, siendo quien llevó al Señor en su seno, se convirtió en primer sagrario del Señor. MARÍA PRIMER SAGRARIO DEL SEÑOR María, mujer eucarística Entre todos los santos sobresale la Santísima Virgen María, modelo de santidad y de espiritualidad eucarística. Según la viva tradición de la iglesia, su nombre es recordado con veneración en todos los cánones de la Santa Misa y con particular énfasis en las Iglesias orientales católicas. María está tan unida al misterio eucarístico que ha merecido ser justamente denominada «Mujer eucarística» en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia. En la existencia de María de Nazaret se manifiesta en modo sublime no solo la exclusiva relación entre la Madre y el Hijo de Dios, el cual ha tomado Cuerpo y Sangre de su cuerpo y de su sangre, sino también la íntima relación que vincula la Iglesia a la Eucaristía, puesto que la Santísima Virgen es modelo y figura de la Iglesia, cuya vida y misión tienen la fuente y la cumbre en el Cuerpo y Sangre del Señor Jesucristo. La orientación eucarística de María madre de misericordia deriva de una actitud interna que determina toda su vida, más que de participación activa al momento de la institución del sacramento. Su existencia, que tiene un profundo sentido eclesial, asume también esta nota eucarística. María ha vivido con espíritu eucarístico aún antes que este sacramento fuera instituido, por el hecho de haber ofrecido su 39 “En la sagrada Eucaristía nos hacemos uno con Dios como el alimento con el cuerpo” San Francisco de Sales seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. Durante nueve meses ella ha sido el tabernáculo viviente de Dios. Después ella realizó un gesto eucarístico, y al mismo tiempo eclesial, cuando presentó al Niño Jesús a los pastores, a los Magos y al Sumo Sacerdote en el templo, en cuanto ofreció el Fruto bendito de su seno al Pueblo de Dios y también a los gentiles para que lo adoraran y lo reconocieran como el Mesías. Análogo acto fue su presencia y su solícita intercesión en Caná, en la hora del primer signo que el Hijo realizó ofreciéndose a través de un milagro. Otro gesto similar cumplió la Virgen Madre a los pies de la cruz, participando en los sufrimientos de su Hijo y acogiendo entre sus brazos el cuerpo y deponiéndolo en la tumba como una semilla escondida de resurrección y de vida nueva para la salvación del mundo. Fue aún un ofrecimiento de índole eucarística y eclesial su presencia durante la efusión del Espíritu Santo, primer don del Señor resucitado a la Iglesia naciente. Por otra parte la Virgen María tuvo conciencia de haber concebido a su Hijo para la salvación de todos los hombres. Tal conciencia se hace más evidente en su participación en el misterio pascual misericordioso de su hijo, cuando le dice estas palabras «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26) le confía a través del apóstol Juan a todos los fieles, pero además la hace madre de la misericordia, para que continúe con la misión misericordiosa que en ese preciso momento tenia Jesús al morir misericordiosamente por todos nosotros en la cruz para salvarnos. Al pie de la cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido 41 a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir ninguno. La Iglesia haciéndose Como la Virgen María, también hace presente al Señor Jesús a través de la celebración de la Eucaristía y lo ofrece misericordiosamente a todos para que tengan vida en abundancia (cf. Jn 10,10). .(M.V. 24) 42 Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor.(M.V. 24) Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende “de generación en generación” (Lc 1,50). También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras proféticas de la Virgen María Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús en la Eucaristía. TALLER 1. ¿Que has comprendido sobre María como mujer Eucarística o Sagrario del Señor? 2. ¿Qué actitudes nos heredó la Virgen María como madre de la Misericordia? 3. ¿De qué manera podemos imitar a María en su devoción a la Santa Eucaristía y como madre de misericordia en nuestra parroquia capilla o sector? 43 44 45 ORACIÓN 46 Señor, Dios nuestro, que amas a los hombres y mujeres, te rogamos que derrames sobre nosotros la gracia abundante de tu Espíritu, para que, caminando en santidad según la vocación a que nos llamas, demos a todos testimonio de la verdad y busquemos la unidad de todos los creyentes en el vínculo de la paz verdadera. Por Jesucristo nuestro Señor. OBJETIVO Reflexionar cómo el misterio eucarístico es fuente de comunión con Dios, con la Iglesia, con todos los hermanos bautizados, es desde ella que se da y se construye este don que nos hará testigos creíbles del Resucitado. EUCARISTÍA, FUENTE DE COMUNIÓN Comunión con Dios. L a Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está llamada a mantener y promover tanto la comunión con Dios trinitario como la comunión entre los fieles. Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, de la cual "vive y se desarrolla sin cesar", y en la cual, al mismo tiempo, se expresa a sí misma. No es casualidad que el término comunión se haya convertido en uno de los nombres específicos de este sublime Sacramento. La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo. La celebración de la Eucaristía, presupone previamente la comunión, para consolidarla y llevarla a perfección. El Sacramento expresa este vínculo de comunión, sea en la dimensión invisible que, en Cristo y por la acción del Espíritu Santo, nos une al Padre y entre nosotros, sea en la dimensión visible, que implica la comunión en la doctrina de los Apóstoles, en los Sacramentos y en el orden jerárquico. La comunión invisible, aun siendo por naturaleza un crecimiento, supone la vida de gracia, por medio de la cual se nos hace "partícipes de la naturaleza divina" (2 Pe 1, 4), así como la práctica de las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad. En efecto, sólo de este modo se obtiene verdadera comunión con el Padre, 47 el Hijo y el Espíritu Santo. No basta la fe, sino que es preciso perseverar en la gracia santificante y en la caridad, permaneciendo en el seno de la Iglesia con el "cuerpo" y con el "corazón"; es decir, hace falta, por decirlo con palabras de san Pablo, "la fe que actúa por la caridad" (Ga 5, 6). 48 El mismo Apóstol llama la atención sobre este deber con la advertencia: "Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa" (1 Co 11, 28). San Juan Crisóstomo, con la fuerza de su elocuencia, exhortaba a los fieles: "También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo". Precisamente en este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica establece: "Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar". Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, "debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal". “No comulgar es como cuando alguien muere de sed junto a una fuente” San Juan María Vianney La Eucaristía crea comunión y educa a la comunión. 50 San Pablo escribía a los fieles de Corinto manifestando el gran contraste de sus divisiones en las asambleas eucarísticas con lo que estaban celebrando, la Cena del Señor. Consecuentemente, el Apóstol les invitaba a reflexionar sobre la verdadera realidad de la Eucaristía con el fin de hacerlos volver al espíritu de comunión fraterna (cf. 1 Co 11, 17-34). San Agustín se hizo eco de esta exigencia de manera elocuente cuando, al recordar las palabras del Apóstol: "vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1 Co 12, 27), observaba: "Si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros". Y, de esta constatación, concluía: "Cristo el Señor [...] consagró en su mesa el misterio de nuestra paz y unidad. El que recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de la paz, no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio contra sí". Si en ningún caso es legítima la concelebración si falta la plena comunión, no ocurre lo mismo con respecto a la administración de la Eucaristía, en circunstancias especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o a Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica. En efecto, en este caso el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual para la salvación eterna de los fieles, singularmente considerados, pero no realizar una intercomunión, que no es posible mientras no se hayan restablecido del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial. “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” Salmo 51, 12 52 53 54 Fotografías internas Catequesis por: Mario A. López 3,16 Producciones Fotografías Portada y contraportada de CD por: Nelo Mijangos Arzobispado de Guatemala e-mail: arzobispadodeguatemala@gmail.com arzobispadodeguatemala@hotmail.com Arzobispado de Guatemala @arzobispadogt www.arzobispadodeguatemala.com