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MINISTERIOS FEMENINOS specti en per spectivva histórica perspecti DUNCAN ALEXANDER REILY 3 Versión en portugués: 1989 CEBEP-Centro Evangélico Brasileiro de Estudios Pastorais Facultade de Teología da Igreja Metodista Se prohíbe al reproducción sin el permiso de CEBEP. Versión en español: Publicada con permiso, Primera Edición, 1996 Segunda Edición, 2001 Departamento de Publicaciones Universidad Bíblica Latinoamericana Traducido por Elizabeth Cook Diagramación: Damaris Alvarez 4 Institución que da continuidad a las labores educativas iniciadas por el Seminario Bíblico Latinoamericano en 1923. CONTENIDO Prefacio / 7 Introducción / 9 Primer período: Los ministerios femeninos en la Iglesia Antigua / 15 Parte I Jesús y sus discípulos y discípulas / 15 Parte II Los principales ministerios desempeñados por las mujeres en la Iglesia Antigua / 29 1. 2. 3. 4. 5. 6. Discípulas y apóstolas / 29 Proclamación y enseñanza: el ministerio de la palabra / 39 Confesoras y mártires / 50 Ascetismo y monaquismo: vírgenes, viudas, diaconisas y monjas / 57 Las mujeres en la expansión misionera / 73 La mujer y los sacramentos / 76 5 Segundo período: Los ministerios femeninos en la Edad Media / 95 1. La mujer medieval y el monaquismo / 100 1.1 Monasterios mixtos / 101 1.2 Las monjas / 105 1.3 Las mujeres en las órdenes terciarias / 109 1.4 Las beguinas / 110 2. La mujer medieval y la expansión del cristianismo / 114 2.1 La vocación misionera de la reina cristiana / 115 3. Las santas / 129 3.1 Catarina de Sena / 130 3.2 Isabel de Hungría o Turingia / 134 4. La proclamación de la Palabra / 136 4.1 La mujer y la dramatización / 138 4.2 La proclamación por la palabra escrita / 141 4.3 La predicación femenina dentro de los monasterios / 142 4.4 La predicación femenina entre los valdenses / 143 5. La papisa Juana / 146 Tercer período: Los ministerios femeninos en la Iglesia Moderna / 157 1. Los ministerios femeninos desde una perspectiva europea y norteamericana / 162 1.1 Las esposas de los pastores / 162 1.2 Las primeras iglesias protestantes que admitieron la predicación femenina / 169 2. Transición: las mujeres protestantes en la misión y la evangelización / 180 2.1 Las esposas de los misioneros / 182 2.2 Las misioneras / 184 2.3 Las diaconisas / 191 3. Los ministerios femeninos desde una perspectiva latinoamericana / 196 3.1 Ministerios femeninos específicos / 198 3.2 Los ministerios femeninos y la religión popular / 206 6 PREFACIO El profesor Reily define ministerios no sólo en el sentido de órdenes sacras, sino con una amplitud mucho mayor, a saber, como servicios. Afirma que en la intención de Jesús, las mujeres deberían desempeñar los mismos ministerios de los varones, y procura demostrar que en los primeros siglos, eso efectivamente acontecía. Para llegar a esta conclusión el autor se vale casi exclusivamente de fuentes primarias. En vez de un tratamiento estrictamente cronológico, el profesor Reily procura detectar los principales ministerios que las mujeres realizaban y comprobadamente desempeñaban en cada uno de los grandes períodos: Antiguo, Medieval y Moderno (desde la Reforma hasta el presente). Descubrió que la gran variedad de ministerios femeninos presentes en la Iglesia Antigua, fueron mucho más restringidos en la Edad Media -prácticamente se limitan a ministerios practicados en conventos y entre grupos de renovación, tales como los valdenses. El período moderno, por ejemplo, testimonia la reconquista paulatina de la situación original, al punto que metodistas y episcopales 7 eligen mujeres al Episcopado. Difícilmente existe hoy entre los protestantes alguna especie de ministerio vedado al sexo femenino. Catedrático de Historia Eclesiástica de la Facultad de Teología de la Iglesia Metodista, desde 1969, el autor se ha interesado en el ministerio femenino por casi dos décadas. Al igual que la facultad de teología, la cual recibe y prepara a mujeres, estudiantes de teología, para el desempeño del ministerio pastoral, él ha apoyado los ministerios femeninos, defendido los derechos de las estudiosas de teología y de las pastoras, y ha promovido sus reuniones. Los editores 8 INTRODUCCIÓN Hay un vivo debate en las diversas ramas del cristianismo sobre los ministerios femeninos. Este debate gira principalmente en torno a la cuestión de la ordenación y el ministerio del altar. La cuestión, en su forma más simple, se reduce a dos preguntas: ¿puede la mujer legítimamente ser ordenada sacerdotiza? ¿Puede, por tanto, lícitamente ministrar la eucaristía? A estas preguntas, la gran mayoría de las llamadas “iglesias históricas” de tradición protestante del mundo moderno ya respondieron “sí”. En muchas iglesias de América Latina el debate continúa. 1 En la Iglesia Católica Romana y las Iglesias Ortodoxas, así como en las ramas antiguas del cristianismo, designadas “nestoriana” y “monofisita”, aún hay una fuerte resistencia hacia la idea de que una mujer presida en el altar. Las razones alegadas por cada parte tienen su base en prácticas históricas (precedentes), en el texto bíblico (particularmente el Nuevo Testamento) y hasta en la teología, principalmente en la eclesiología y en la doctrina del ministerio (ordenación) y de los sacramentos, específicamente la Eucaristía. 9 Debo aclarar desde el inicio lo que no pretendo hacer. Primero, no pretendo escribir la historia de la ordenación de la mujer, aunque haga mención de temas como órdenes, ordenaciones, sacerdocio y otros afines. Mas allá de las premisas de este estudio está el hecho de que el ministerio, por encima de todo, es SERVICIO y no OFICIO. Segundo,tampoco pretendo escribir una historia completa o exhaustiva de los ministerios femeninos, lo que me parece imposible en este momento. Tercero, no propongo escribir una nueva Historia de la Iglesia “por completo”, en la cual se le otorgue a la mujer el lugar que merece. Es evidente que tal historia necesita ser escrita, y espero que futuros historiadores se dediquen a esa tarea, que me parece inevitable en este momento de la historia. Cuarto, no estoy produciendo otra “Historia Documental”, pero busco, siempre que sea posible, ir a las fuentes primarias y basar mis afirmaciones en ellas. No desprecio, obviamente, la excelente obra de los historiadores eclesiásticos; al contrario, reconozco mi deuda a su investigación. Algunos historiadores más recientes, notablemente Justo González, en su Historia ilustrada del cristianismo, procuran reconocer la importancia de la mujer a lo largo de la historia. Con el fin de dar al lector o lectora un poco del sabor de las fuentes, habrá abundancia de citas, algunas cortas, otras más largas; pero el conjunto de las citas no pretende ser una “Historia Documental”. Quinto, no es una historia del feminismo ni, en verdad, un libro feminista. Este ensayo pretende contribuir al debate sobre el ministerio femenino, tomando como punto de partida la comprobada práctica de la Iglesia durante los tres grandes períodos de su historia, a saber, el Antiguo, el Medieval y el Moderno (incluyendo el período de la Reforma). 2 Ya que mi preocupación está en la práctica y el eficaz desempeño de los ministerios, entraré poco en el tema que tanto preocupa a muchos teólogos hoy, el de la ordenación. No me preocuparé 10 con este tema por entender que, históricamente, hay consideraciones mucho más fundamentales y cronológicamente anteriores. También entiendo que los resultados de la investigación histórica militan contra la reducción del problema meramente a un asunto de sacerdocio y altar. En realidad, creo que estas consideraciones son hasta periféricas a los ministerios como realmente fueron practicados en el tiempo del corto ministerio terrenal de Jesús y en el de la Iglesia Apostólica. La presente investigación toma como punto de partida a Jesús y sus seguidores, en un intento por entender el espíritu que caracterizaba y animaba a ese pequeño grupo de discípulos. A diferencia de obras serias de investigadores como Klausner, las cuales intentan, con gran diligencia, mostrar que todo lo que Jesús dijo (o casi todo) viene directamente de las Escrituras judías o tienen paralelo en las enseñanzas rabínicas, permanece la convicción de la Iglesia de que Jesús es realmente único y de que él es un foco de renovación. En otras palabras, si bien hay evidente continuidad entre el judaísmo y Jesús, también hay, en muchas cosas, radical discontinuidad. La naturaleza de su pueblo constituye una parte especialmente significativa de esta discontinuidad. 3 Efectivamente, Jesús predicaba: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha acercado. Arrepentíos, y creed en el Evangelio”. Inmediatamente sigue, tanto en el Evangelio de Marcos como en el de Mateo, la invitación a Simón y Andrés, Santiago y Juan, para que sean sus discípulos (Mc 1.15-20; Mt 4.17-22). Es decir, Jesús vino no sólo para anunciar el Reino sino también para establecerlo, siendo sus discípulos las primicias de ese Reino. Los modelos de esta nueva comunidad no serían los antiguos modelos de las instituciones operantes del judaísmo de la época. Serían los nuevos modelos del Reino. Esto es evidente en muchas de las palabras de Jesús, algunas de las cuales conviene citar o mencionar aquí. Era un Reino invertido, a favor de los pobres y oprimidos. 11 El Espíritu... me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor (Lc 4.18-19). Era un Reino motivado por el amor: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen; para que seais hijos de vuestro padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5.43-45). Era un Reino donde el mayor era esclavo de todos los demás (Mt 20.26-28). Aquí el modelo es el Siervo Sufriente, modelo nunca realizado en Israel, pero ampliamente cumplido por el propio Jesús. Sabemos que el pueblo de Jesús llegó a constituir la Iglesia y que ella luego desarrolló aspectos institucionales, algunos de los cuales son incompatibles con el ideal del Reino. Aun así, entiendo que los modelos de los ministerios del pueblo de Jesús deben buscarse, de primera mano, en Jesús y su pueblo, evitando al máximo el imponer modelos posteriores a ese pueblo en sus primeros días. Este estudio, luego de tratar de percibir el espíritu y la naturaleza de los ministerios de los discípulos y discípulas de Jesús, prosigue en el intento por captar algo de la riqueza y el alcance de los ministerios desarrollados por mujeres en la Iglesia hasta más o menos 500 d.C. Hago lo posible por mantener la distinción entre órdenes y ministerios o servicios, por creer que estos últimos corresponden más exactamente a la intención de Jesús. Con la creciente institucionalización y secularización de la Iglesia durante el período de la Edad Media (c. 500-1500), hubo correspondiente restricción de los varios ministerios 12 femeninos. Una importante excepción es el ministerio de proclamación desempeñado por las mujeres valdenses. Pero como regla, en las iglesias seglares, las oportunidades para tales ministerios eran muy escasas, aunque mayores en los conventos donde la mujer, por su desvinculación de los deberes comunes de esposa y madre, logró desarrollar servicios cristianos significativos. Un hecho desalentador para el investigador protestante es que la situación cambió muy poco con la llegada de la Reforma, surgiendo apenas una nueva oportunidad de servicio: el de esposa del Pastor. Ni aún en medio de los llamados anabautistas había mucha apertura para los ministerios femeninos; aunque los evidentes dones y talentos de algunas mujeres de este grupo terminaron por hacer de ellas excepciones a la regla del silencio. Entre los protestantes, casos aislados de predicadoras son registrados a lo largo de los siglos desde la Reforma, pero la reapertura se hace plena realidad solamente en los siglos XIX y XX. En términos generales, con la elección de Obispas en la Iglesia Metodista, presidentas y moderadoras (oficiales mayores) en diversas otras denominaciones, ningún ministerio, orden u oficio es oficialmente prohibido a la mujer protestante. Claro que existen denominaciones individuales que aún no reconocen la plena oportunidad que tienen los servicios o ministerios cristianos femeninos de recuperar los privilegios otorgados por el mismo Jesús. Tristemente, en otras grandes ramas del cristianismo, los principales espacios para los ministerios femeninos están limitadas a las mismas de la Edad Media, a saber, el convento y la vocación a la santidad. Para no entrar en los detalles del argumento de este ensayo, basta afirmar aquí que lo expuesto en Efesios 4.1116 sugiere la urgencia de que la Iglesia devuelva a la mujer la oportunidad de ejercer a plenitud los servicios cristianos, 13 para que la propia voluntad de Jesús sea hecha en su pueblo a través de las mujeres y los hombres que lo constituyen. Y él mismo (Jesús) constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (Efesios 4.11-16). (Paréntesis del autor). 14 PRIMER LOS PERÍODO MINISTERIOS FEMENINOS EN LA IGLESIA ANTIGUA PARTE I JESÚS Y SUS DISCÍPULOS Y DISCÍPULAS Jesús de Nazaret nació en un hogar judío, fue criado en la tradición de las Escrituras judaicas y la propia cruz en la que murió lo identificaba como rey de los judíos (Mt 27.37). Durante su vida enseñó a un grupo de hombres y mujeres de la misma etnia, que lo seguían como discípulos. Estos, luego de su muerte y convencidos de su resurrección, formaron el núcleo del nuevo movimiento. Innegablemente, a los ojos de otros parecían ser una nueva secta judía, marcada por la insistencia de que el Mesías ya había venido. Tampoco negaban sus orígenes judíos; al contrario, perseveraban “unánimes todos los días en el templo” de Jerusalén (Hch 2.46). 4 Habiendo afirmado lo obvio, quiero apuntar a un hecho que encuentro de considerable importancia: el movimiento que Jesús inició fue periférico al centro de poder del judaísmo. 15 Jesús era judío, es cierto, pero también era carpintero de Nazaret, pueblo insignificante de la pobre y periférica Galilea. ¿Qué era Galilea? Ya en el reinado del rey Ezequías en Judá (c. 715-687 a.C.), habiendo este monarca purificado el Templo, hubo un esfuerzo por traer a todo el pueblo “de Bersebá hasta Da” para celebrar la pascua en Jerusalén. Pero el pueblo llamado galil (Galilea), en su mayoría “rieron y se mofaron” de los mensajeros del rey, y apenas unos pocos de ellos comparecieron a la celebración (cp 2 Cr 30.1-11). Así que los galileos de la época se identificaban poco con la religión oficial del centro; se mantenían más o menos al margen. En los tiempos de Jesús, los líderes religiosos veían a los galileos como atrasados, ignorantes, pendencieros y con poca inclinación hacia la religión. Así, Natanael pregunta con desdén: “¿Puede salir alguna cosa buena de Nazaret? (Jn 1.46). La posición periférica del pueblo de Galilea en cuanto a la religión tenía su paralelo también en su situación económica. La propia persistencia de los evangelios en el término traducido como “multitud”, ese gran número de personas que seguían a Jesús y “le oían de buena gana” (Mc 12.37), señala una gran incidencia de desempleo, ya que trabajadores debidamente empleados difícilmente tendrían tiempo disponible para acompañar a Jesús de esa manera. Además, el vocablo griego no significa apenas “multitud”, pudiendo ser traducido por “ralea”, pues se trata de los pobres, de los miserables. 5 Los evangelios sinópticos indican que Jesús desarrolló su movimiento en Galilea, lejos del centro religioso, en medio de un pueblo despreciado por el aparato de la religión oficial. Surgió, por ende, como un fenómeno esencialmente laico, sin compromiso con el liderazgo religioso del templo y sus sacerdotes o con el partido de los fariseos. La relación de Jesús con el sacerdocio oficial y el templo de Jerusalén parece haber tenido dos momentos distintos: el primero 16 de silencio, en el que casi no encontramos mención del “templo” o del “sacerdocio”, como si estas instituciones, tan prominentes en Jerusalén tuvieran poco o ningún peso en la mente y en el proyecto de Jesús. El segundo momento, que empieza después de la entrada de Jesús en Jerusalén, comienza con la purificación del templo y finaliza en la crucifixión, es el momento de confrontación y conflicto. ¿Será meramente accidental la existencia de estos dos momentos tan distintos, o refleja una postura consciente de Jesús? El episodio de la purificación del templo parece sugerir que la segunda opción es la correcta. Luego de expulsar a los vendedores y compradores y de derrumbar las mesas de los cambistas, Jesús dice: "¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mc 11.17; cp. Is 56.7 y Jr 7.11). En esta declaración de Jesús hay indicios de los elementos esenciales del conflicto entre templo-sacerdocio-sacrificio y Jesús. Herodes el Grande había iniciado la construcción del magnífico templo (c. 20a.C.) y terminado la estructura básica en un año y medio; pero aún en el tiempo de Jesús se trabajaba en las partes colaterales (cp. Jn 2.20). Localizado en el punto más alto de la ciudad y dominado por el Fuerte Antonia, toda el área del templo (ieron en griego) estaba cercado por un muro y un gran pórtico apoyado en columnas corintias de mármol. De mucha mayor riqueza era la parte interior, a su vez cercada por un alto muro de 25 cúbitos (c. 12 metros), cuyas enormes puertas estaban cubiertas de oro puro, con la excepción de una, cubierta de bronce corintio, todavía más precioso que el oro. El templo, propiamente hablando (naos en griego), tenía gran parte cubierta de oro; las partes no revestidas eran hechas de enormes piedras blancas como la nieve. En la luz del sol de Jerusalén, el brillo del templo era tal que hacía doler los ojos a quienes lo miraban directamente. Los sacerdotes, que ministraban en 17 ese suntuoso templo, vestían ropas de finísimo lino, y la vestidura del sumo sacerdote estaba adornada con oro y piedras preciosas. El costo de esta magnífica construcción, ejecutada por diez mil trabajadores, y el sustento del sacerdocio que funcionaba allí, constituia un elemento más de opresión para los pobres. Pero la indignación de Jesús cuando purificó el templo, tildando a los vendedores y cambistas de “cueva de ladrones”, deja clara otra dimensión relacionada al lujo del templo. Un comentarista del Evangelio de Marcos, refiriéndose a la clase sacerdotal, dice lo siguiente: Es bien conocido que ellos eran poderosos y ricos, odiados por el pueblo y reprendidos por los escribas por su avaricia y rapacidad. La familia de Anás... tenía mercados para la venta de animales cerca del templo, y ellos fueron destruidos por un movimiento popular en 67 d.C.... Poco después del tiempo de Jesús, Simeón ben Gamaliel denunció el precio exhorbitante de las palomas y redujo el precio al cambiar la ley sobre dichos sacrificios.6 Además de la riqueza del templo y de la explotación del pueblo por los sacerdotes, la propia arquitectura del edificio se oponía al ideal del deutero-Isaías de que fuese “una casa de oración para todas las naciones”. La estructura del templo se caracterizaba por los grados de exclusividad de dos de sus espacios. Una sección grande del área del templo, denominada el “atrio de los gentiles”, estaba abierta al público; naturalmente era en este atrio donde se vendían animales para el sacrificio. Pero el gentil que penetraba en esta sección inmediatamente se topaba con un parapeto que cercaba un área más íntima del templo, la cual ostentaba en griego y latín una prohibición impidiendo que cualquier gentil entrara a esa parte del templo, bajo pena de muerte. También el formidable muro de 12 metros (mencionado anteriormente) imposibilitaba que el gentil viera las actividades que se realizaban en este atrio. Quien pasara por las grandes puertas de oro y bronce tenía acceso a espacios estrictamente determinados. La mujer 18 judía, por ejemplo, sólo tenía acceso a la parte del extremo este, llamado el atrio de las mujeres. Los judíos laicos del sexo masculino podían subir las gradas (ya que el recinto femenino estaba más abajo que el masculino), y penetrar en el atrio de Israel, de donde podían ver a los sacerdotes ofreciendo los sacrificios. Los laicos no podían aproximarse al altar, ni al atrio, ni al edificio santo. Había una barrera que marcaba el límite de su espacio: sólo los sacerdotes podían llegar más allá del muro que abarcaba el altar y entrar al templo en sí. Pero la separación no paraba ahí, pues dentro el templo también habían divisiones. A los sacerdotes comunes se les permitía acceso apenas al santuario; el Santo de los santos estaba reservado para el sumo sacerdote quien ministraba allí solamente en el Día de la Expiación (cp. Hb 9.2,3,7). Existen dos referencias en la literatura canónica que versan el repudio de Jesús hacia estas restricciones: “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos (judíos y gentiles) hizo uno, derribando la pared intermedia de separación...” (Ef 2.14). También los evangelios sinópticos afirman que con la muerte de Cristo “...el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo...” (Mt 27.51; cp. Mc 15.38; Lc 23.45), destruyendo todavía más esta separación. Si bien el movimiento de Jesús tomó forma al margen de la religión sacerdotal del templo, y en oposición a ella, también se desarrolló distante de la religión de los fariseos. La historia del partido de los fariseos lanza luces sobre lo que considero las probables razones para esto. Los fariseos, quienes emergen en la historia en el período de los macabeos, específicamente en el reinado de Juan Hircano (135-105 a.C.), son indentificados por Josefo como un partido laico, democrático y de notable popularidad. Josefo llega a afirmar que “tan grande fue su influencia con las masas que, aun cuando hablan contra el rey o el sumo sacerdote, inmediatemente son creídos” por el pueblo común (Anti19 güedades, XII, x.5). Pero sigue un período de duro y sangriento conflicto con los saduceos; conflicto que favorece la ocupación romana en 63 a.C. Esta lucha entre fariseos y saduceos continuó durante el período romano y en el proceso hubo una profunda transformación en el partido de los fariseos que Mathew Black resume de la siguiente manera: Hasta el primer siglo d.C. (antes de la destrucción de Jerusalén), el fariseísmo se había convertido en un movimiento burgués en vez de popular, predominantemente un partido de la ciudad de Jerusalén. Sin duda, los fariseos de Jerusalén tenían sus seguidores en los distritos rurales, pero su actitud hacia los ‘Am’ha’arez sugiere que el abismo entre los fariseos y los campesinos que conformaban la mayor parte de la población era tan grande como el que existía entre los saduceos y los pequeños comerciantes, de los cuales los fariseos recibían su principal apoyo.7 El movimiento de Jesús, que involucraba esencialmente al ‘am ha’arez, el pueblo común de la despreciada provincia de Nazaret, difícilmente tendría afinidad con el partido citadino, burgués y antipopular de los fariseos de aquel entonces; he aquí la primera razón de la distancia entre Jesús y los fariseos. Otra razón, no desligada de la primera, se refiere a la esencia del proyecto de Jesús, o sea la predicación del Reino de Dios. La frase “Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas”, repetida siete veces en el capítulo 23 de Mateo (versículos 13, 14, 15, 23, 25, 27, 29) y el frecuente uso del término “hipócritas” en referencia a los fariseos, puede dar la impresión superficial de que la lucha entre Jesús y los fariseos giraba alrededor de la propia hipocresía de los mismos. 8 Me parece que esta cuestión, aunque importante, es periférica a la verdadera diferencia entre Jesús y el partido de los fariseos. La hipocresía señalada queda bien explicada en dos citas: “Ay de vosotros...que diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (v.23). También 20 hay una cita acerca de los escribas que devoran las casas de las viudas (Lc 20.47). Existe evidencia de que ya en los tiempos de Jesús el fariseísmo había asumido aquellas características que la palabra nos sugiere hoy. Aurelio define “fariseo” de la siguiente manera: “Miembro de una secta y partido religioso judío que se caracterizaba por la observancia exageradamente rigurosa de las prescripciones legales”. Black, citado anteriormente, entiende el fariseísmo en términos de “tradición codificada”, “apartheid” y “conservadurismo”. 9 Es imposible leer los Evangelios con cuidado sin darse cuenta del conflicto fundamental entre Jesús y los fariseos. Inevitablemente este conflicto se fue reduciendo a dos formas muy distintas de encarar la ley, la herencia más preciosa del pueblo judío. 10 En términos bien sencillos, los fariseos insistían en el cumplimiento literal y escrupuloso de la ley con todas sus exigencias; Jesús creía que solamente el ágape cumple la ley, cuyas ceremonias y detalles poco importan (cp. Mt 22.37-39; Lv 19.18; Dt 6.5). En vista de la insistencia de Jesús de colocar siempre los valores humanos en primer plano, hasta por encima de las instituciones más veneradas y preciosas (Mc 2.27), la reciente sugerencia de José Comblin de que la traducción correcta de ágape es “solidaridad” se vuelve muy significativa. 11 Estoy afirmando que Jesús asumió la situación de Nazaret, su pobreza y marginalización; que repudió, conscientemente, la pompa, corrupción y segregación del templo y del sacerdocio; que rechazó el elitismo y legalismo de los fariseos, optando por la proclamación del Reino divino de justicia y solidaridad. Rompiendo con las expresiones institucionalizadas de la religión de su día, superó sus limitaciones y redefinió sus propósitos según la intención de Dios quien creó al hombre y a la mujer a su imagen (Gn 1.27). 21 El vino nuevo de su enseñanza de un amor divino, tan indiscriminador como la lluvia, cuyas gotas mojan a ricos y pobres, justos e injustos, hombre y mujer (cp. Mt 5.45), difícilmente podría mantenerse preso en los odres viejos. Jesús, con sus acciones y actitudes, repudió el racismo y sexismo del judaísmo de su tiempo. Ante el desprecio tan típico del judío hacia el samaritano, Jesús opone su poderosa parábola del prójimo samaritano (que generaciones futuras tildaron de “buen”). 12 Contra el sexismo simbolizado por la clásica oración rabínica “yo te alabo porque no me hiciste mujer”, Jesús valoriza a la mujer, hasta el punto de discutir con ella puntos delicados de la teología, sin importar que con esto sus discípulos se escandalizaran. 13 Los evangelistas Lucas y Juan dejan claro que concuerdan con la forma en que Jesús trata a la mujer. Entre otros casos, encontramos los siguientes: el cántico de María en Lucas 1.46-55; la percepción de Ana de que el niño Jesús era el Mesías esperado, Lc 2.37-38; la samaritana que reconoció a Jesús como el Cristo, Jn 4.29; Marta que dice a Jesús: “Creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”, Jn 11.27. Lucas da a entender, en los Hechos de los Apóstoles, que luego de su muerte y resurrección Jesús continuó instruyendo y guiando a su pueblo por medio del Espíritu Santo, siendo el contenido de esta instrucción el Reino de Dios (Hch 1.3). Este mismo historiador, con la precisión de un arquitecto diseñando un templo griego, estructura su historia alrededor del versículo 8: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. En el poder del Espíritu Santo, los discípulos y las discípulas serían testigos de Jesús “hasta lo último de la tierra”. Desde el principio del libro de los Hechos es claro que algunas discípulas estaban presentes entre los ciento veinte (1.1415) y que, en el día de Pentecostés, ellas recibieron el Espíritu Santo y fueron hechas testigos, conforme al propósito divino registrado hacía mucho en Joel 2.28-29. 22 En su narración, Lucas menciona ministerios desarrollados eficazmente por mujeres. Tábita (o Dorcas), famosa por su caridad, probablemente fue pastora de la Iglesia de Jope, a juzgar por la lamentación de las viudas beneficiadas por ella. 14 Pablo no vaciló en predicar a mujeres, cuyo sexo les impedía participar plenamente de los sacrificios en el templo de Jerusalén. La comerciante Lidia, estando presente en esta predicación, fue bautizada y abrió su casa para que Pablo estableciera allí su centro de operaciones en Filipos (Hch 16.13-15). Más tarde en Corinto, Pablo tuvo como socios de trabajo y testimonio a los judíos Priscila y Aquila. Después de año y medio, Pablo se los llevó con él a Efeso, gran centro de Asia, donde, en ausencia del Apóstol, Priscila y Aquila cuidaron la iglesia. Todo indica que Priscila fue la pastora y que, como tal, instruyó al mismo elocuente Apolo en el camino de Dios (Hch 18.2-3, 18-19,26). En la misma historia, Lucas, siempre sensible a la universalidad del Evangelio, registra el proceso por el cual Pedro entendió que “Dios no hace acepción de personas” (Hch 10.34), siendo esta verdad confirmada por la conversión de la casa de Cornelio, centurión romano y, naturalmente, gentil. Por lo tanto, el pueblo de Jesús, sus discípulos y discípulas, tanto durante su vida terrestre como después de su muerte y resurrección, procuró seguir a su maestro, adoptando los valores del Reino y tratando de ponerlos en práctica en sus relaciones. El modelo de relación entre las mujeres y los hombres que seguían a Jesús fue el de la familia. “Padre” es el nombre comúnmente usado para Dios en los Evangelios, aunque “Señor” también es usado. Jesús enseñó a sus discípulos a que oraran “Padre nuestro...” y sólo en el Sermón del Monte (Capítulos 5-7 del Evangelio de San Mateo), encontramos la palabra “padre” 17 veces. En Getsemaní, Jesús había orado, “Abba, Padre...aleja de mi este cáliz” (Mc 14.36). Esta palabra aramea usada por Jesús y recordada por Pablo en la 23 descripción que hace de nuestra adopción como hijos de Dios por lo que clamamos, “Abba, Padre” (Ro 8.15; Ga 4.6). Lo que caracteriza esta relación familiar es el amor, en el sentido de solidaridad. Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros (Jn 13.34-35; cp 15.12,13). El mismo lenguaje de familia es evidente en el trato de un discípulo hacia otro, a saber “hermano”, “hermana”, “hermanos”. Así también Pablo insiste, “El amor sea sin fingimiento...Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Ro 12.10). El mismo Pablo llegó a reconocer que en esta nueva relación creada por el Espíritu, las viejas distinciones no tienen vigencia. Para quien está en Cristo, “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Ga 3.28). Aun en la familia existe una cierta estructura y definición de papeles, de privilegios y de obligaciones. Pero la motivación, como ya señalamos, es el amor. Este amor se concretiza en el servicio. Me parece que aquí es donde se debe iniciar la búsqueda de los orígenes de los “ministerios”, como también una comprensión de sus contenidos. Sabemos que Jesús llamó a hombres y mujeres para convivir con él y aprender de él; nada sabemos de una “ordenación” o alguna limitación al tipo de servicio, que es, en fin el sentido de “ministerio”. Entre las personas que seguían a Jesús más de cerca, surgió cierta estructura, por lo menos embriónica, con Judas Escariote como tesorero (Jn 13.29). Es detectable en la literatura canónica una rápida evolución de los ministerios en los años posteriores a la muerte de Jesús. En la Iglesia de Jerusalén son elegidos “siete varones de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” para atender la 24 distribución diaria para las viudas; los apóstoles oraron y les impusieron las manos (Hch 6.1-6). Ya en la Iglesia de Corinto, Pablo indica que los ministerios tenían nombres: apóstoles, profetas, maestros, los que hacen milagros, los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas; una curiosa mezcla de oficios, dones y servicios (ICo 12.28). Hay, además, en las epístolas aceptadas como auténticamente paulinas, interesantes referencias a otros tipos de ministerios. Por ejemplo, en Romanos 16.1, Pablo recomienda a “Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencrea”; en el mismo capítulo encontramos a la apóstola Junia (v. 7), de la cual hablaremos más adelante. 15 En la Iglesia de Filipos habían diáconos y obispos (1.1). La Epístola a los Efesios, generalmente considerada deutero-paulina, y probablemente escrita una generación después de las paulinas, contiene una lista de los ministerios que Cristo dio a su Iglesia para su perfeccionamiento: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (4.11; cp. 2.20). I Timoteo distingue y atribuye funciones especiales a obispos, diáconos, diaconisas, viudas y presbíteros (3.1-13; 5.1-20). Si fuese nuestro propósito trazar la evolución de las órdenes en la Iglesia, además de especificar más los ministerios del Nuevo Testamento, tendríamos que examinar minuciosamente a los Padres Apostólicos. Pero por ahora, basta con decir que la primera mención que tenemos de una insistencia en un ministerio tripartita es Ignacio, Obispo de Antioquía, martirizado c. 110. Es mi convicción de que una discusión de las órdenes del ministerio hubiera sido imposible durante el primer siglo de la era cristiana. El concepto simplemente no existía. Por lo tanto, muchas cuestiones que perturban las conversaciones ecuménicas modernas no forman parte de los debates teológicos de aquella época. Hace algunos años, la Comisión 25 de Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias publicó un importante documento titulado Bautismo, eucaristía y ministerio. 16 Este pequeño libro muestra una sensibilidad al concepto primitivo de los ministerios cristianos, como también su relación con la Iglesia institucional. La palabra ministerio, en su sentido amplio, se refiere al servicio que todo el pueblo de Dios es llamado a cumplir, sea por medio de personas, por la comunidad local, o como Iglesia universal; ministerio o ministerios puede también referirse a formas institucionales particulares asumidas por este servicio.17 Esta relación íntima entre ministerio y servicio es esencial para mis propósitos al escribir este libro. Propongo discutir, no tanto el ministerio ordenado, el sacerdocio y conceptos afines, sino en primer lugar el servicio. Las siguientes palabras de Jesús dejan bien claras las categorías vitales: Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mt 20.26-28) No es sorprendente que la Iglesia de Cristo haya visto en Jesús de Nazaret el cumplimiento de la figura veterotestamentaria del Siervo sufriente (cp. especialmente Isaías 53; Lc 24.44-46; Hch 8.32-34). En Cristo, es claro, el servicio realizado por un discípulo hacia otro, o para quien no pertenecía a los seguidores de Jesús, no estaba limitado por raza, condición social o sexo. El servicio (o sea el “ministerio”) no sólo podía ser realizado por cualquier seguidor o seguidora de Jesús; todo verdadero díscípulo y verdadera discípula debía servir, o sea, ejercer ministerios. Es la convicción del escritor de que esto efectivamente aconteció entre las mujeres y los hombres que 26 seguían a Jesús, y con su entera aprobación. Pero paulatinamente, al volverse más rígidas sus instituciones, la Iglesia le dificultó a la mujer la práctica de los ministerios que antes ejercía mucho más libremente, llegando a alejarla de muchos de ellos. Con esto la iglesia se alejaba de la “mente de Cristo” (cp 1 Co 2.16). En el bosquejo anterior del contexto en el que surgió la Iglesia y sus ministerios, mencioné algunos de los ministerios específicos que desarrollaban mujeres. Pasaré a notar ahora, de manera más sistemática, los principales tipos de ministerios realizados por mujeres durante el período de la Iglesia Antigua (a grosso modo, hasta 500 d.C.). No pretendo argumentar que las mujeres gozaban de la misma libertad de servir, o sea, que tuvieran acceso en la misma medida que los hombres, a los variados ministerios cristianos. Pero afirmo que algunas mujeres, muchas más de lo que generalmente sospechamos, ejercían casi todos, sino todos, los ministerios que sus hermanos en Cristo desempeñaban. 27 28 PARTE II LOS PRINCIPALES MINISTERIOS DESEMPEÑADOS POR MUJERES EN LA IGLESIA ANTIGUA Aclaramos anteriormente que no consideramos asuntos de ordenación y sacerdocio como enfoques básicos para la discusión de los ministerios femeninos en perspectiva histórica. En los evangelios no encontramos ninguna sugerencia de que Jesús o sus discípulas o discípulos fuesen sacerdotes. Al contrario, las referencias hacia el sacerdocio son negativas, especialmente las que muestran su papel en la pasión de Jesús. El único libro que realmente asocia a Jesús con el sacerdocio es Hebreos, allí la representación es claramente alegórica. I Pedro y Apocalipsis, también en sentido figurado, se refieren a los cristianos como “sacerdocio santo”, “sacerdocio real”, “sacerdocio y reyes” y “sacerdotes de Dios” (I Pe 2.5-9; Ap 1.6,5.10,20.6). Términos como “sacrificio” y “ofrenda” son extremadamente escasos en el Nuevo Testamento, aun en el sentido de la ofrenda del mismo Jesús por los pecados del mundo, a no ser por inferencia (cp. I Co 5.7; Ef 5.2; Jn 1.26 y otros), con la excepción de Hebreos. Los ministerios en el Nuevo Testamento y en la Iglesia antigua son esencialmente de otra índole, como demostraré en la siguiente descripción de ministerios que ejercían las mujeres en el tiempo de Jesús y en la Iglesia Antigua. 1. Discípulas y apóstolas La tradición de los “doce” es muy antigua; aunque es apenas conocida y mencionada por Pablo (I Co 15.5), él la 29 transmite como parte de la tradición oficial de la época (“Transmití a vosotros...lo que yo mismo recibí...” v.3). Esta tradición, transmitida por todos los evangelistas, según la cual Jesús escogió a doce entre sus seguidores, no podría dejar de sugerir, en el contexto judío, las doce tribus de Israel. Aun así, tanto Mateo (19.28) como Lucas (22.30) lo explicitan, dejando ningún margen de duda en cuanto a la función teológica y polémica del concepto. Más antigua aún que la tradición de los “doce” es la historia de los hombres y las mujeres que fueron los discípulos de Jesús, cuyo número fue mucho más que doce. La evidencia sobre esto es abundante, como las siguientes referencias dejerán claro. Lucas expresa claramente que el número de aquellos que seguían a Jesús era más de doce, pues el “llamó a los discípulos y de entre ellos escogió doce” (Lc 6.13; énfasis mío). El mismo autor también afirma que, aún después de escoger a los “doce”, otros continuaban siguiéndolo, pues José Barsabás y Matias se mencionan nominalmente como “varones que convivieron con nosotros” durante el ministerio terrestre de Jesús y debieron también ser testigos de la resurrección (Hch 1.21-23). Además de aquellos que dejaron todo para seguir a Jesús, habían discípulos “secretos” como José de Arimatea (Mt 27.57; Jn 19.38). Sin caer en demasiado detalle, se deben mencionar rápidamente algunos ejemplos más para enfatizar la extensión del movimiento. “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir” (Lc 10.1), misión paralela a la de los doce en el capítulo anterior del mismo evangelio (Lc 9.1-6). Un caso de especial importancia es el de los dos discípulos de Emaús, los que no tienen “títulos”. “Y he aquí, dos de ellos iban...” (Lc 24.13). Pero, ¿qué significa “de ellos” aquí? Sin duda, la referencia es a “todos los otros” además de los once (24.9). Por lo tanto, sin que Cleofás y su compañero reciban títulos, los traductores del Nuevo 30 Testamento no dudan en titular el episodio “Los dos discípulos de Emaús”. Su asociación con los “once” era tan íntima que no sería exagerado considerarlos como apóstoles latu sensu (ver especialmente la expresión “de entre nosotros” en los versículos 22 y 24 y también en el versículo 9. Ya nos hemos referido a la mención de los 120 hermanos reunidos en el cenáculo en el Día de Pentecostés (Hch 1.15), lo que ciertamente abarcaría parte, o a todos aquellos mencionados en Lc 23.49: “Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea...”. Y aún habían más, pues Pablo afirma ser parte integrante de aquellos entre los que el Jesús resucitado “apareció a más de quinientos hermanos de una vez” (I Co 15.6). En el período posterior a la muerte y resurrección de Jesús, de acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, el término “discípulo” o “discípula” fue la designación común de los miembros del movimiento de Jesús. Es cierto que la palabra es poco usada con relación a la comunidad de Jerusalén, pero aun allí la encontramos tres veces en el capítulo seis, siempre con referencia al crecimiento del número de los discípulos (Hch 6.1,2,7). De allí, hasta el capítulo 21.2 inclusive, “discípulos” y “hermanos” son las designaciones comunes del pueblo de Jesús. “Fue en Antioquía que, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos” (Hch 11.26; “cristiano” es poco común en el Nuevo Testamento, aparece apenas dos veces después, a saber Hch 26.28 y IPe 4.16). No nos sorprende, por lo tanto, encontrar la declaración: “Y había en Jope una discípula (mathetria) llamada Tábita...” (Hch 9.36). La atención que se le da a Tábita, o Dorcas, sugiere que ella ejercía verdadero liderazgo pastoral en la congregación de Jope. No hay la menor duda de que habían discípulas entre aquellos que seguían a Jesús y que se adherían a su movimiento de diversas formas. Hubo mujeres que siguieron 31 a Jesús en Galilea, donde desarrolló gran parte de su ministerio. Ellas también siguieron a Jesús hasta Jerusalén para enfrentar con él la persecución. Lo acompañaron más de cerca que los “doce” en su crucifixión y vieron al Cristo crucificado antes que cualquier otra persona (Mt 15.41; Lc 8.3; Mt 27.55-28.10; Jn 19.25-27, 20.1-18). Hubo mujeres en los 120 “hermanos” de entre los cuales Pedro se levantó para predicar en el Día de Pentecostés (Hch 1.14-15). Este hecho nos recuerda que la palabra hermanos tan frecuentemente usada en su forma masculina en Hechos y en el Nuevo Testamento en general, en realidad esconde una multitud de “hermanas” o “discípulas”. Vamos a mencionar solamente un episodio más (Hch 16.12-15): Jesús había dado órdenes explícitas a sus apóstoles para que fueran e hicieran discípulos (Mt 28.19). Así Pablo y Lucas, guiados por el Espíritu Santo, llevaron la buena nueva para el continente Europeo, que hasta ese momento no había sido tocado por el cristianismo. Su primera parada fue Filipos, importante ciudad de Macedonia. Después de la frustración inicial de no encontrar una sinagoga donde iniciar su proclamación como siempre hacía (cp. Hch 13.5,15,43;14.1;17.1-2,10-11,etc.), Pablo creó en la Vía Egnatia, 18 una especie de sinagoga al aire libre, a la orilla del Río Gangites (moderno Angista). Debemos notar que en el griego original “lugar de oración” es proseukhe, sinónimo de sinagoga entre los judíos de la época; el término pasó al latín como proseucha. El texto de Hechos no revela lo que Pablo esperaba encontrar en este proseukhe. Lo que encontró no puede dejar de sorprender al lector moderno. ¡Se encontró con una congregación de mujeres! Sería una congregación creada por mujeres de la estirpe de Lidia, negociante, mujer de recursos propios, dueña de su propia casa, que escogía su religión y no simplemente seguía la fe de su padre o marido. Es posible que estas “temerosas de Dios,” atraídas por las 32 excelencias del monoteísmo judío sin aceptar sus restricciones, en especial su sexismo, hubiesen fundado una sinagoga para sí mismas. Pero no existen datos para probar esto. El segundo elemento de sorpresa es la acción de Pablo, aquel supuesto enemigo de la libertad de la mujer. Llegando al lugar, el Apóstol asumió la postura formal de un rabino para enseñar: se sentó. Así había procedido Jesús al hacer sus pronunciamientos más solemnes, como el Sermón del Monte y la explicación de la naturaleza de su misión en Lucas 4; hasta se usa el mismo verbo (kathixo) 19 en todos los casos (Mt 5.1-2; Lc 4.20-21); cp. Hch 16.13). Al actuar así, Pablo dio pruebas de que consideraba esta congregación de mujeres un núcleo digno de su misión apostólica; entre esas mujeres él inició la misión en el continente europeo. Enseñó con tal persuasión que Lidia aceptó su mensaje y creyó en Cristo, haciéndose discípula. Así, ¡tanto la primera congregación de Europa en escuchar la proclamación de Cristo como la primera persona en aceptar la buena nueva fueron mujeres! Ahora enfoquemos a la nueva discípula Lidia, las primicias de Europa y la primera persona del lugar (aunque inmigrante) en asumir liderazgo en la Iglesia. Lidia era “temerosa de Dios”, prosélita del judaísmo, y esperaba la venida del Mesías prometido. Convencida por la predicación de Pablo de que Jesús de Nazaret era ese Mesías, se lanzó con entusiasmo al movimiento cristiano. Primero, aceptó el bautismo cristiano y llevó consigo a “toda su casa” (cp Hch 10.24,44,48;16.31 para otros ejemplos de este tipo). Después persuadió a Pablo para que usara su casa, evidentemente amplia, como su residencia y centro de operaciones en la ciudad (16.5). Aunque no tenemos todos los detalles, sabemos que la casa sirvió de iglesia en Filipos (16.40). Es de suponerse que al partir Pablo para Tesalónica Lidia asumiera, probablemente a la par de Lucas, 20 el liderazgo de la iglesia. Sin duda alguna, los recursos de Lidia fueron colocados a la disposición de Pablo para sus jornadas 33 misioneras, gesto de desprendimiento que impresionó mucho al Apóstol (Fil 4.10, 15-16). El nombre de Lidia desaparece de la historia de la iglesia, dejando una laguna que los estudiosos han intentado llenar de diversas maneras. 21 No por esto cesa el liderazgo de otras discípulas en esa iglesia tan especial. Pablo escribió a la Iglesia de Filipos, fundada por él, una epístola llena de sentimiento y ternura. Inició la parte de saludos con la siguiente recomendación: “Ruego a Evodia y ruego a Síntique que sean de un mismo sentir en el Señor” (Fil 4.2). Estas dos discípulas eran, sin duda, personas que ejercían liderazgo en la iglesia y cuyas diferencias pertubaban la paz. Posiblemente eran de aquella primera congregación femenina a la orilla del río, o se convirtieron pronto después, antes de la partida de Pablo; pues se refiere a ellas como elementos que “se esforzaban conmigo en el evangelio” (Fil 4.3). Curiosamente, él destaca apenas un nombre masculino, el del “colaborador” Clemente; es incierto, como señalamos en la nota 21, el nombre del “compañero fiel”. 22 La misión en Filipos es reveladora en dos niveles. “Acontenció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando” (Hch 16.16). Primero, queda claro que Pablo continuó su misión evangelizadora entre las mujeres judías y prosélitas en la sinagoga a la orilla del río; seguimos aquí la traducción de Phillips, New English Bible, Revised Standard Version y otros, ya que es idéntica la palabra griega en 16.13 traducida por “donde solía hacerse la oración” y la de 16.16 traducida solamente por la palabra “oración”. Ministrar a esas mujeres constituia una prioridad de la misión de Pablo en Filipos. El segundo nivel en cuestión es la atención que Pablo dedicó a la joven con el espíritu de adivinación. No nos preocupamos por el sentido exacto del término python, 23 lo 34 que nos interesa específicamente es que ella era un ser humano explotado y necesitado de liberación. Pablo curó el mal que tenía la joven y su síntoma desapareció. Ahora curada, la joven ya no produciría más ganancias para sus amos. Ellos, airados, atacaron a Pablo y Silas y consiguieron que se los llevaran presos. Lucas no aclara si la joven, ahora sana, pasó a ser discípula de Jesús. Pero es muy evidente que Pablo la valorizó. No la despreció por causa de su clase social (era esclava) o condición mental-emocional (estaba poseída por un “espíritu de adivinación), ni se atemorizó frente a los amos que la explotaban. La curó sin importar la posible consecuencia. Lo esencial era el bien de la joven, no la seguridad de Pablo. Lo que hemos escrito hasta aquí demuestra que habían discípulas de Jesús. ¿También habían apóstolas? Nuevamente el título “los doce apóstoles” nos ofrece los hechos del caso. La primera voz que cuestiona la exclusividad de los doce apóstoles es Pablo, hoy universalmente reconocido como apóstol. Es verdad que hubo quienes, en el período apóstolico, dudasen de la apostolicidad de Pablo (véase I Co 9.2), pero el veredicto de la historia ha estado a favor de Pablo. Antes del final del primer siglo de la era cristiana, la literatura cristiana ya atestiguaba la plena aceptación de Pablo como apóstol. Clemente Romano, por ejemplo (c. 93 d.C.) escribe a la Iglesia de Corinto: “Tomad la epístola del bendecido Pablo, el apóstol” (47.1). Ignacio, camino al martirio en Roma, c. 110, escribió en su Epístola a los Romanos, “No os ordeno, como lo hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, y un prisionero...” (cap. 4, énfasis del autor). Entonces Pablo, quien conocía bien la tradición de los doce apóstoles (cp. I Co 15.5) nunca se valió del concepto aunque éste le pudiera haber sido muy útil para validar su doctrina sobre la iglesia como verdadero Israel. Pablo vio claramente que si Jesús hubiera limitado el número de sus discípulos a apenas doce, él mismo estaría excluido, cosa que jamás admitiría (cp. Ga 1.1,2,11; 2.7-9,etc.). Así, el 35 propio Pablo, el apóstol para los gentiles (Ro 11.13) rechazó la exclusividad sugerida por la venerable expresión “los doce apóstoles”, la cual ha dificultado el ministerio femenino, ofuscando sus dimensiones en el tiempo de Jesús y sus apóstoles, así como intenta limitar su espacio en el presente. Aparte del caso de Pablo, quien insiste en su apostolicidad; la referencia más antigua a la existencia de otros apóstoles, además de los “doce” tradicionales, se encuentra en el relato de las apariciones del Cristo resucitado: Y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles. I Co 15.5-7 (énfasis del autor). La afirmación “Después, apareció a Jacobo y después a todos los apóstoles”, identifica a Jacobo (no el hijo de Zebedeo sino, con toda probablidad, el hermano de Jesús) como apóstol. Por su afirmación “No vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor” (Ga 1.19), es obvio que Pablo consideró a Jacobo, el hermano de Jesús, un apóstol. Además, si no hubiera sido considerado de esta forma, difícilmente se podría entender su presidencia del Concilio de Jerusalén (Hch 15). Además de Jacobo, quien es nombrado específicamente, la frase “todos los apóstoles” deja claro que habían otros apóstoles no incluidos en los “doce”. Lucas, quien defiende la apostolicidad de Pablo, no duda en llamar apóstol a Bernabé, compañero de Pablo y dirigente en la fase inicial del primer viaje misionero (Hch 14.4,14). Es evidente que Pablo también interpretaba la decisión del Concilio de Jerusalén de esta manera, pues se refirió al evento de la siguiente forma: “...Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo; para que nosotros 36 fuésemos a los gentiles y ellos a la circuncisión” (Ga 2.9). Se trataba de dos sectores de la misma misión apostólica. ¿Pero habían apóstolas? ¡Es el propio Pablo quien declara que sí! En medio de una impresionante lista de mujeres y hombres que cooperaban en la obra apostólica de Pablo, el envió saludos a “Andrónico y Junia...ilustres entre los apóstoles que llegaron a Cristo antes que yo” (Ro 16.7). El versículo es bastante discutido por los comentaristas, algunos de los cuales mencionan la posibilidad de que Junia sea “Júnias”, o sea, un hombre. El hecho de que la Biblia de Jerusalén traduce Junias como se ha citado anteriormente es bien significativo, dado que la Iglesia Católica Romana es tan reacia a aceptar la ordenación femenina. Entre los comentarios más antiguos que afirman que verdaderamente se trata de una mujer está el de Crisóstomo, quien en su Homilía No. XXXI habla con entusiasmo de Junia y Adrónico: ‘Entonces todavía una alabanza más. “Que son notables entre los Apóstoles”. En verdad, solamente el hecho de ser apóstoles es una gran cosa. Mas estar entre aquellos que son notables, ¡considerad que gran elogio es ese! Pero ellos eran notables por causa de sus obras, de sus realizaciones. Oh. Cuán grande es la devoción de esta mujer, que es digna del nombre de apóstola. Pero Pablo no para ahí; agrega otro elogio más y dice, “Que llegaron a Cristo antes que yo”. Pues esto también es gran elogio, que..vieran antes que otros.’ Hay, en verdad, mucha evidencia de la actividad apostólica de las mujeres que seguían a Jesús, y después de la resurrección, en medio de su pueblo. En el mismo sermón citado anteriormente, Crisóstomo afirmó: “Pues las mujeres de aquellos tiempos eran más valientes que leones, compartiendo con los apóstoles sus labores por amor al Evangelio. De esta manera viajaban con ellos y desempeñaban todos los otros ministerios.” En realidad, las mujeres realizaban lo que era considerado el corazón de la obra apostólica, aún antes de que Jesús comisionara a sus 37 apóstoles, el “Id” (Mt 28.19; cp Hch 1.22). De acuerdo con Mateo, el ángel les ordenó a “María Magdalena y a la otra María”: “Id enseguida a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea” (28.7) y después, en lenguaje muy parecido, por Jesús mismo: “Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (28.10). Encontramos el mismo verbo en griego en los versículos 7 y 19. 24 Finalmente, debemos notar que habían dos tendencias antagónicas en la Iglesia con referencia al tema discípuloapóstol. La tendencia que salió victoriosa fue la institucional, identificada por el reduccionismo de la tradición de los “doce”. La otra se expresa en la actitud de Jesús en el siguiente episodio: Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros”. Pero Jesús dijo: “No se lo impidáis,..pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.” (Mc 9.38-40). Esta segunda tendencia es inclusiva. ¿Quién es el discípulo o la discípula? Es aquel o aquella que está al lado del Señor, que lo sirve de alguna forma. Por lo tanto, cualquiera que sinceramente se compromete con el “Id” de Jesús pasa a ser un apóstol. La Didaque describe un ministerio en la Iglesia Primitiva, posiblemente antes del final del primer siglo, en el que apóstol y profeta se confunden en un abnegado ministerio itinerante de proclamación. 25 Ese ministerio, muy valorado en la Didaque, primitivo manual catequético, de ninguna manera se limita a los “doce”. Los libros apócrifos, que pretenden describir la obra de los apóstoles poco mencionados en el libro canónico de los Hechos de los Apóstoles, refuerzan la idea de que en la mente popular de la Iglesia la 38 apostolicidad es mucho más abarcante de lo que admite la tradición oficial. En los Hechos de Felipe encontramos a Míriam, una hermana del Apóstol Felipe. En un episodio que vamos a tratar más adelante, Míriam exhorta al pueblo pagano a “escuchar a los apóstoles”. Ya que del grupo presente solamente Felipe era uno de los “doce”. Míriam también consideraba al compañero de su hermano como apóstol, pues efectivamente ejercía la misión en el nombre de Jesucristo. Para nuestra consideración es igualmente importante el hecho de que la propia Míriam acompañara a los apóstoles del sexo masculino, pues así ella también participaba de la obra apostólica. Esta segunda tendencia, la de ampliar el concepto del apostolado, se hace patente en el credo llamado “Niceno”, en el que la declaración del credo Apostólico (“Creo en la Santa Iglesia Católica”) pasa a ser “Y la Iglesia una, santa, católica y apostólica.” La apostolicidad se vuelve así el marco de la Iglesia en Cristo. Que las mujeres hayan participado de esa apostolicidad en el sentido de su fiel testimonio y participación en la misión de Dios, será ampliamente demostrado más adelante; no sólo en la Iglesia Primitiva, sino también en la Medieval y Moderna. 2. Proclamación y enseñanza: el ministerio de la palabra Frecuentemente son citadas las célebres prohibiciones paulinas hacia las mujeres que hablan en la iglesia. Es común considerar el tema como un caso cerrado: la mujer no hable en la iglesia. ¿Qué fue lo que realmente dijo Pablo? ...las mujeres cállense en las asambleas; que no les está permitido tomar la palabra antes bien, estén sumisas como también la Ley lo dice. Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus propios maridos en casa; pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea. (I Co 14.34-35). 39 Muy ligada a esta palabra auténticamente paulina está la siguiente instrucción de las cartas pastorales, escritos deutero-paulinos: La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio (I Tm 2.11-12). Es curioso ver que Pablo basa su argumento en la ley, pues él mismo reconoce que en Cristo los criterios son completamente otros (Cp Ga 3.28). Pero el hecho es que, a pesar de las contradicciones flagrantes entre la supuesta orden de que la mujer calle en la iglesia y la actividad femenina en las iglesias de nuestra época (inclusive hablar y enseñar), muchos continúan levantando la prohibición como una bandera. ¿La Iglesia Metodista, Bautista o Presbiteriana, para mencionar apenas tres, sobreviviría si las mujeres no enseñaran en la escuela dominical? ¿No hacen sonar sus voces en cánticos de alabanzas, en cualquier congregación o asamblea, o en el coro (lo que obviamente no acontece en silencio)? ¿No participan activamente en reuniones de oración y otras? ¿Será que la mujer realmente se mantenía callada en los inicios del cristianismo? La evidencia señala totalmente lo contrario. Los padres de la Iglesia Antigua se vieron obligados a hacer maniobras para no contrariar la enseñanza de Pablo cuya autoridad apostólica quedó tan firmemente establecida, sin dejar, por ello, de reconocer y justificar aquello que realmente acontecía en la iglesia. El libro de Hechos muestra claramente que las mujeres cristianas eran, desde muy temprano, perseguidas al lado de los hombres y que también participaban de la proclamación. Dispersos, cristianos y cristianas “iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra” (8.4; véase también los versículos 1 y 3). 40 Basta citar un comentario de Crisóstomo sobre I Tm 2.12. Según Crisóstomo Pablo: pretende impedir que la mujer pase al frente públicamente (I Co 14.35), y que tome asiento en la plataforma reservada para el clero, no que participe de la palabra y de la enseñanza. Pues si fuese así, ¿cómo podría haberle dicho a la mujer con marido no creyente, “qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido?” (I Co 7.16). ¿O, cómo se le permite a ella reprender a los hijos, cuando dice, más “se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (I Tm 2.15). ¿Cómo llegó Priscila a instruir a Apolo? Por lo tanto, no fue para impedir conversación particular provechosa que él dijo esto, sino la enseñanza frente a todos, y que era el deber del maestro dar en la asamblea pública; también sólo en el caso de que el marido fuese creyente y bien preparado, apto para instruirla. Cuando la mujer es más sabia, Pablo no prohíbe que ella le enseñe y edifique al marido. (Homilía XXXI). Nuestra intención al citar a Crisóstomo no es, naturalmente, defender su exégesis sino mas bien dar un ejemplo de una persona que luchó para relativizar una prohibición que parecía absoluta, de frente a las constumbres saludables que contrastaban flagrantemente con ella. Algunos de los argumentos serían retomados a lo largo de la historia, generalmente por mujeres que no se conformaban con la prohibición, por lo menos con su aplicación total. ¿Cómo fue, de hecho, la participación de la mujer en el ministerio de la palabra en la Iglesia Antigua? Crisóstomo reconoció que habían varias dimensiones. La enseñanza, por ejemplo, no es sólo un discurso formal frente a una asamblea; puede ser instrucción particular, de uno a uno. Jesús tampoco limitó su instrucción a grupos; mantuvo conversaciones profundas con individuos. Limitar la enseñanza y la proclamación al nivel formal empobrece lo que efectivamente acontencía en la iglesia. En el hogar cristiano, como en el israelita (cp. Dt 6.6-7), la enseñanza era parte integrante del quehacer diario. Para citar apenas un 41 ejemplo, un corto versículo ( 2 Tm 1.5) esconde una historia más larga de la abuela Loida, la primera en creer en el mensaje cristiano; la madre, Eunice, judía cristiana (casada con un griego, probablemente pagano) y el hijo, Timoteo, quien fue compañero de Pablo (Hch 16.1-3; cp. Fil 1.1, Col 1.1, Fm v.1). Las inscripciones en las lápidas de los cristianos durante los primeros cuatro siglos, son una fuente de conocimiento de lo que pasaba en su mente y en su corazón frente a la muerte. Muerte, siempre una constante de la existencia humana, estaba aún más presente en la época de las persecuciones. Frente a la muerte, la proclamación, en su sentido más amplio, frecuentemente no pasaba los límites del hogar. Ella consistía en el diálogo y en la interacción entre familiares; siendo que la palabra de las mujeres podría tener un peso hasta decisivo. La siguiente inscripción muestra lo importante del papel de la abuela en el proceso de proclamación de la esperanza. Florencio hizo grabar esta inscripción en memoria de su hijo benemérito Aproniano, que vivió un año, nueve meses y cinco días. Era muy querido de su abuela. Esta, comprendiendo que él estaba destinado a morir, suplicó a la Iglesia que lo dejara salir de esta vida como creyente (por el bautismo).26 Las incripciones nos revelan la esperanza de vida eterna de aquellos que morían en la fe, y la intercesión que ellos o ellas hacían en favor de los vivos, aunque se tratara de los que morían en la infancia. Este es un ejemplo de una inscripción del siglo tres o cuatro: “Ora por tus padres, Matronata Matrona. Vivió un año y cincuenta y dos días.” 27 Otra inscripción constituye una proclamación consciente de la esperanza y la consolación para los familiares al ser dejados y para la comunidad cristiana, que posteriormente leería su epitafio: Yo, Petronia, esposa de un levita, es decir, diácono, de aspecto modesto, deposito aquí mis huesos y los coloco en el lugar de su 42 descanso. Cesad de llorar, esposo e hijos queridos. Creed que no es justo añorar a quien vive en Dios.28 ¡Es interesante que aquí encontramos una mujer instruyendo a su marido, un diácono de la Iglesia, en cuanto a la esperanza cristiana! Y, por haber sido grabado en piedra, el epitafio continúa enseñando a la Iglesia hasta el día de hoy. Una figura que encontramos frecuentemente en las catacumbas es la Orans (persona orando), siempre femenina, una mujer en actitud de oración, de brazos extendidos, antebrazos erguidos hacia el cielo y los dedos como implorando. Ella puede representar a la Virgen María, intercediendo por todos los fieles, o el alma de alguna hermana o hermano que ya partió, orando en favor de los que aún militan sobre la tierra; o posiblemente el Espíritu Santo. Esta última suposición gana fuerza por el hecho de que la Orans aparece muchas veces al lado de Jesús, el buen pastor; lo que coincide con el concepto del Espíritu Santo como elemento femenino de la Trinidad. Cualquiera que sea la identidad correcta de la Orans, la proclamación de esa predicadora sería la misma: tened ánimo y permaneced fieles hasta la muerte para ganar la corona de la vida. Para la iglesia de los mártires, ¿qué mensaje podría ser más apropiado y lleno de consuelo? 29 No debemos olvidar tampoco la importancia de la proclamación de la comunidad cristiana como un todo. En la asamblea de los fieles de ambos sexos, la proclamación no se limitaba a la predicación formal. La eucaristía, parte central del culto primitivo, era en sí una proclamación. Pablo escribió: “Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga” (I Co 11.26). Muchos siglos después, Martín Lutero llamaría a la eucaristía la “palabra visible”. Por lo tanto, la proclamación debe ser vista como una acción comunitaria, en la que las mujeres y los hombres que celebraban la eucaristía 43 con fe estaban en efecto predicando el evangelio de fe y esperanza. Finalmente, la vivencia de fe fue probablemente la manera más eficaz y poderosa de su proclamación (véase Jn 13.3435 y pág. arriba). Así lo fue en el caso de Jesús; la proclamación estuvo siempre estrechamente vinculada a su acción. Lucas liga el inicio de su ministerio público a Isaías 61.1-2 (Lc 4.18-19) donde la predicación está relacionada con la liberación de los cautivos y oprimidos, con el abrir los ojos de los ciegos y con la proclamación del año de jubileo. Cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntaron, “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?, Jesús llamó su atención a lo que él hacía: “...los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Lc 7.20-22). Nunca, por lo tanto, debería la proclamación ser solamente por medio de la palabra (Cp 1 Jn 1.6; Ga 5.6; Mt 7.21; Sg 2.18, etc.). La mejor proclamación del Reino es su anticipación en la conducta de sus súbditos. Es en este contexto que la predicación de una Dorcas se vuelve significativa. Luego de su muerte, las viudas lloraban mostrando “las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas” (Hch 9.39). 30 Habiendo establecido el hecho de la participación de la mujer en los niveles más informales y comunitarios, resta preguntar: ¿habrán también participado en las diversas fases de la proclamación y enseñanza formal? Citemos algunos de los ejemplos más notables, empezando con la profecía. Amós preguntó, retóricamente, en el octavo siglo antes de Cristo, “Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetisará?” (Amós 3.8). El nacimiento de Jesús era el objeto de la profecía, como también su presentación en el templo, donde tanto el viejo Simeón como la venerable Ana profetisaron sobre él (Lc 2.22-38). La profecía entró en una nueva fase 44 cuando, en la ocasión del pentecostés, Dios derramó su Espíritu sobre toda la humanidad, en cumplimiento de Joel 3.1-5, haciendo profetizar a hijos e hijas, esclavos y esclavas (Hch 2.17-18). Los profetas y las profetisas, al lado de los apóstoles, eran el fundamento de la Iglesia (1 Co 14.1-5). Para Pablo, la profecía era el don que se debería desear más ardientemente, con la excepción del amor (1 Co 12.31-14.1) y, en sus iglesias, tanto mujeres como hombres profetizaban, las mujeres usando el velo (1 Co 11.5,13). Tertuliano, poco amigo de los ministerios femeninos dice que el hecho de que las mujeres “tienen el derecho de profetizar, Pablo lo demostró cuando manda a cubrir con un velo a la mujer que profetisa”. 31 La profecía femenina fue un fenómeno largamente observado en la Iglesia primitiva. Lo encontramos en Jerusalén (Hch 2.4,14-18); Cesarea, donde Felipe el Evangelista tuvo cuatro hijas vírgenes quienes profetizaban (Hch 21.9); en Acaya o Grecia (1 Co 11.5,13), y en Asia (Ap 2.20). Eusebio, en su Historia Eclesiástica (V, xviii) habla de la profetisa Amia, de Filadelfia, en tono de elogio. El fenómeno era tan generalizado que Tertuliano desafió a Marciano a encontrar profetisas genuinas como las de la Iglesia Católica. 32 A mediados del siglo segundo, surgió en Frigia el fervoroso Montano, cuyo movimiento privilegiaba la actividad del espíritu. El liderazgo del movimiento incluyó a las célebres profetisas Priscila y Maximila; probablemente es ésta la que Tertuliano mencionó como “la santa profetisa Prisca”. 33 Los Montaístas no eran realmente heréticos, pero eran carismáticos en una época en que la Iglesia en general, a pesar de haber conservado un discurso favorable hacia las manifestaciones del Espíritu Santo, temía a tales manifestaciones. Parcialmente, como defensa contra el gnosticismo, la Iglesia había creado una estructura episcopal sin la necesaria flexibilidad para acoger a un montano, sus 45 profetisas y la expectativa del regreso inmediato de Cristo. Por lo tanto, el movimiento se volvió cismático y la Iglesia Católica reaccionó, declarando que el tiempo de la profecía ya había pasado y que de ahí en adelante los dones del Espíritu serían canalizados a través del episcopado. 34 La condenación del montanismo por la Iglesia Católica, sin duda contribuyó a las sospechas y al eventual sofoco de la profecía femenina. Hay una historia muy popular en la Iglesia antigua, que se encuentra en manuscritos griegos, latinos y coptos y que circuló largamente con el título “Los hechos de Pablo y Tecla”. Los estudiosos de hoy entienden que el relato de Pablo y Tecla es apenas una parte de una obra mucho más extensa, Los hechos de Pablo, escrita por un presbítero anónimo de Asia (c. 160-170). 35 En resumen, la historia es la siguiente: una joven griega, de nombre Tecla, al escuchar la predicación de Pablo, se convierte al cristianismo y a la castidad, aunque estaba comprometida para casarse. El novio rechazado reaccionó persiguiéndola. Pero Tecla no fue devorada ni por el fuego ni por las fieras preparadas para ella. Luego del bautismo de la joven, Pablo la envió en misión evangelística, diciendo, “Vé y enseña la palabra de Dios”. Fue a Seleucia y vivió en una caverna durante 72 años donde “iluminó a muchos por la palabra de Dios”. 36 Este relato pertenece a la literatura llamada “Los hechos apócrifos” y su veracidad puede ser cuestionada. Pero por lo menos debemos notar tres cosas: primero, la historia de Pablo y Tecla gozó de una larga circulación y considerable popularidad, lo que da testimonio, indudablemente, del sello de aprobación de la Iglesia. El ministerio de la palabra desempeñado por Tecla fue aprobado por los primeros cristianos, los cuales aparentemente no veían nada de extraño en la proclamación femenina. Segundo, aún Tertuliano, 46 quien no apoyó la historia, reconoció que la intención del autor fue honrar y enaltecer el ministerio de Pablo. Finalmente, cuando se considera la motivación detrás del episodio de Pablo y Tecla, al lector moderno le parece que nuestro autor anónimo no sólo quería honrar a Pablo y llenar ciertas lagunas en su vida apóstolica (como la cuestión de su muerte en manos de Neron), sino también corregir la prohibición paulina en cuanto a la enseñanza femenina (cp. 1 Co 14.34; 1 Tm 2.1). Otro ejemplo del mismo género es el de Mariame, hermana del apóstol Felipe, quien exhortó a la multitud de paganos a los cuales su hermano predicaba. La propia Mariame evangelizó a Nicanora, esposa del proconsul, quien aceptó la salvación en Cristo y obtuvo la restauración de su salud. 37 Un ejemplo muy importante de la enseñanza por parte de las mujeres es una pequeña sección en la segunda “visión” del Pastor de Hermas. Es tan instructivo y sugestivo acerca de la importancia de los ministerios femeninos que conviene citarlo todo. En esta segunda visión de Hermas, le fue revelado que la anciana que apareció en la primera visión era la Iglesia. Es curioso notar que la Iglesia, como instructora de Hermas, es una mujer anciana. La palabra en griego (presbytera) es la misma que nuestra palabra “presbítera”. La anciana señora (presbitera) vino y me preguntó si ya había entregado el libro a los presbíteros. Dije que todavía no lo había entregado. “Hiciste bien”, dijo ella, pues tengo palabras que agregar. Cuando, por tanto, haya terminado todas las palabras, ellas serán reveladas a tí y a los elegidos. Escribirás, por tanto, dos libritos, y enviarás uno a Clemente y uno a Grapté. Entonces Clemente lo enviará a las ciudades de afuera, pues ese es su deber; Grapté exhortará (nouthetesei) a las viudas y a los huérfanos; pero en esta ciudad tú mismo lo leerás con los presbíteros que presiden sobre la iglesia.38 47 El Cánon de Muratori declara que el Pastor de Hermas fue escrito cuando Pío, el hermano de Hermas, era obispo de Roma (o sea más o menos 140 d.C.). Muchos autores, con los cuales concuerdo, entienden 140 como la fecha en que se terminó el libro, pero que las visiones son más antiguas. El pasaje transcrito anteriormente no menciona el título “obispo”, pero la función de Clemente lo destaca como tal. El único Clemente del que tenemos conocimiento como obispo de la iglesia en Roma hasta el siglo II es el Clemente que escribió, c. 95, la Epístola a Corinto. Eusebio lo identifica como el tercer obispo de Roma después de los apóstoles Pedro y Pablo, siendo el orden: Lino, Anencleto, Clemente. Entonces, la situación del ministerio en Roma parece haber sido la siguiente: hay un presbiterio, o sea un grupo de ancianos que preside (proistamenon) en la iglesia. De entre los presbíteros algunos son señalados, conforme sus dones, para tareas específicas. En el caso en cuestión, hay una única fuente de autoridad: la anciana, o sea, la Iglesia, creada antes de todas las otras cosas y por causa de la cual el propio mundo fue creado. Ella no sólo autoriza la enseñanza sino que también dicta el contenido que será transmitido; Clemente, Grapté y Hermas todos reciben copias idénticas del “librito”. ¿Cuál sería el título o los títulos aplicables a los tres? La primera designación se refería a su función específica, conferida a cada uno por la “Iglesia” - eran maestros, instructores de la iglesia. Grapté fue, como mínimo, entonces, una instructora debidamente acreditada para ejercer tal función. Ciertamente todos, incluyendo a Grapté, eran también presbíteros, encargados presidir en la iglesia. La epístola de Clemente a los Corintios (1 Clemente) deja evidente que obispos y presbíteros son indénticos en la iglesia romana de su tiempo (cp. especialmente el capítulo Xliv, 1-2), corroborando lo que se desprende del Pastor de Hermas. Concluyo que no es forzar la evidencia afirmar que Grapté, al lado de Clemente y de Hermas, podría ser llamada también “obispa”. 48 Terminaremos esta sección sobre proclamación y enseñanza con algunas peculiaridades de la participación en el culto. El hecho de la participación de la mujer en el culto es incuestionable tomando como único argumento la “prohibición paulina”. Esta participación era más que un “asistir” pasivo. El mismo Pablo dice, en son de queja, “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” (I Co 14.26). El papel de la mujer en este culto, tan participativo, no podría haber sido insignificante. Mas será suficiente para nuestros propósitos, enfatizar por el momento la parte de los cánticos. En otro lado Pablo escribió: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col 3.16; cp. Ef 5.19). Mujeres y hombres se enseñaban y edificaban mutuamente a través de los cánticos. Que esta práctica apostólica haya tenido continuidad en la iglesia es fuertemente sugerido, sino comprobado, por el testimonio hostil de Plinio el Joven en su carta al emperador Trajano, c. 112. Plinio, gobernador de Bitinia, escribió al Emperador sobre la forma correcta de juzgar cristianos. Escribió que los cristianos examinados por él “Fueron unánimes en reconocer que su culpa se reducía apenas a esto: en determinados días acostumbraban comer antes de la madrugada y rezar en forma responsiva himnos a Cristo, como a un dios”. 39 ¿Cómo sabemos que las mujeres también hacían estos cantos? Hay dos menciones de personas del sexo femenino en la carta, en la cual generalmente todos los cristianos son tratados en forma genérica. “...apliqué tortura a dos muchachas llamadas diaconisas” (ministrae en latín). 40 Plinio escribe: “...mucha gente de todas las edades y de ambos sexos corre el riesgo de ser denunciada...” 41 49 A la luz del hecho de que el cántico coral de mujeres prácticamente desapareció de las iglesias en la Edad Media (con la excepción de los conventos), conviene notar su importancia en la Iglesia antigua. Se cree que Bardesanes, criado en Edesa, la primera ciudad estado cristiana, fue el compositor de la tradición poética-musical de la ciudad. 42 Efrem, el sirio (306-373) informa que Bardesanes compuso himnos del tipo “madrache” o “madrasé” y que su hijo, Harmonio, compuso himnos en griego cuyos estribillos eran cantados por un coro. Había compuesto 150 himnos, probablemente para corresponder al número de los salmos. Mucho más tarde, después de la conquista persa de Nísibe (363), Efrem fijó su residencia en Edesa. Considerando herética la teología expresada en los himnos de Harmonio y Bardesanes, Efrem, el “escritor clásico de la Iglesia siria”, colocó su poder poético y musical al servicio de la ortodoxia, conforme nos informan Altaner y Stuiber: Efrém prefiere, como género poético, el “mimre” (discursos metrificados, “sermones”), que se compone de series, más o menos largas, de versos con igual número de sílabas (en general siete) y el “madrache” (cánticos, himnos), cuyos versos se agrupan en estrofas, alternadas con estribillos.43 Efrém organizó un coro de monjas para cantar sus himnos en las iglesias, tratando de combatir las supuestas herejías de Bardesanes y Harmonio. 44 3. Confesoras y mártires El discipulado y la cruz están estrechamente ligados en la mente de Jesús y en la experiencia de sus seguidores (Mt 10.38, 16.24 y paralelos; cp. Mt 5.10-12). Difícilmente los que crucificaron a Jesús dejarían en paz a sus seguidores, especialmente cuando éstos anunciaban la resurrección de su maestro. Se desató sobre las cabezas de los discípulos y 50 discípulas la persecución prevista por Jesús, primero con prisiones y amenazas y, después, con la propia muerte. Esteban fue la primera víctima o el primero en dar testimonio (martireo) de su fe con su propia sangre (Hch 4.3, 18-21; 7.59-60). Lucas informa que fue el martirio de Esteban lo que llevó a una amenaza general y una dispersión de los discípulos y las discípulas (Hch 11.19). En esta persecución, los judíos no se limitaron al sexo masculino. Saulo, uno de los líderes del movimiento, “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hch 8.3). Para evitar la cárcel, y en obediencia al principio atribuido al propio Jesús (Mt 10.23), sus seguidores se refugiaban en otras ciudades. Saulo, aparentemente informado de una cierta concentración de discípulos en Damasco, “pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hch 9.2). Por lo tanto, las discípulas sufrían las mismas amenazas y persecuciones, aunque no haya registro de muerte (martirio) de una discípula en este primer período de las persecuciones perpetuadas por los judíos. 45 Se acostumbra fechar el inicio de las persecuciones cristianas por parte del gobierno romano en el año 64, con la persecución instigada por Nerón. Pero hay evidencia de que ya en la década anterior hubo hombres y mujeres castigados en Roma a causa de su fe. Tácito, en los Anales, registra que en el año 57 d.C.: Pomponia Grecina, dama de la alta sociedad (esposa de Aulo Plaucio quien hizo mérito... a su vocación con su campaña contra Gran Bretaña (habiendo conquistado el sur de Bretaña, 43-47 d.C.), fue acusada de adherirse a una supertición importada; su propio marido la entregó. Siguiendo precedentes antiguos presentó el caso, que involucraba la condición legal y la dignidad de su esposa, a los miembros de la familia. Esta fue declarada 51 inocente; pero Pomponio recorrió su larga vida en constante melancolía...vivió cuarenta años más vestida de luto y llena de tristeza. Su absolución, ocurrida en días de Claudio, llegó a serle motivo de gloria.46 Los historiadores consideran que esta “superstición importada” era el cristianismo. Además, debemos recordar que Seutonio, en su Vita Neronis, XVI, informa que en el reinado de Nerón “cristianos sectarios que se adherían a supersticiones nuevas y maléficas” fueron castigados. 47 Inscripciones del tercer siglo mencionan como cristianos a los miembros de la gens pomponia. 48 Fue, con toda probabilidad, en la persecución de Nerón que Pedro y Pablo fueron martirizados. Eusebio, por ejemplo, dice: “Pablo, por lo tanto, habría sido decapitado en Roma, y Pedro crucificado bajo Nerón” (II XXV). Es evidente que las mujeres sufrían al lado de los hombres, aunque sus nombres y los detalles de su sufrimiento no fuesen registrados. No hay pruebas de que los emperadores que siguieron a Nerón continuaran con las hostilidades contra los cristianos. Al contrario, Eusebio identifica a Domiciano como “el segundo que levantó una persecución contra nosotros” (H.E.III, xvii). El ubica la época en el 15º año de su reinado (i.e., 95 d.C.). “En aquella ocasión, por profesar a Cristo, Flavia Domitila, la sobrina de Flavio Clemento, uno de los cónsules de Roma en aquella época, fue transportada con muchos otros, en forma de castigo, a las islas de Pontia” (H.E.III, xviii). Flavia Domitila, o simplemente Domitila, es recordada como la donante de la Catacumba de Domitila, una de las más antiguas de la iglesia de Roma. 49 La primeras persecuciones de los cristianos por el gobierno romano, promovidas por Nerón, no surgieron de una política firme de oposición a los cristianos, en cuanto cristianos. Tácito afirma que, “Para librarse de sospechas, Nerón culpó y castigó...a los cristianos” de haber incendiado la ciudad. 52 Pero el crimen de los cristianos, de acuerdo con el mismo autor, era el de odiar al género humano. 50 Medio siglo después, una correspondencia entre Plinio el Joven y el Emperador Trajano (c.112) revela una situación en la que el “cristianismo” ya es considerado un crimen. Plinio le describe al Emperador el proceso que adoptó en el caso de personas juzgadas “bajo la acusación del cristianismo”. El preguntaba a los acusados si eran cristianos; en el caso de una respuesta afirmativa, los amenazaba de muerte. “Si persisten, los condeno a la muerte.” El Emperador aprobó el procedimiento con las palabras: “...querido Plinio, tomaste el camino correcto.” 51 Es evidente que no todos los emperadores persiguieron a los cristianos con la misma intensidad, y sin sombra de duda, la persecución no era universal. Mas el hecho de ser cristiano, durante el segundo siglo y aun hasta c. 260, podría ocasionar encarcelamiento, tortura y muerte. 52 Después de 303 d.C. surgió una nueva y terrible etapa de persecución en la que los templos cristianos fueron destruidos, los libros sagrados quemados y el liderazgo obligado a renunciar o morir. En el 304, se extendió el decreto a todos los cristianos: sacrificar o morir. Esta situación no cambió hasta el Edicto de Tolerancia (311) y, en definitiva, con la victoria de Constantino. No nos debe sorprender, por lo tanto, que el mártir se convirtiera en modelo de la obediencia cristiana. El mensaje del ángel a la iglesia de Esmirna durante la persecución de Domiciano (c. 99), “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap 2.11) consolaba a los mártires en potencia, y el martirio llegaría a ser considerado, más tarde, como un segundo bautismo, capaz de lavar todos los pecados. Uno de los más célebres mártires, muerto durante el gobierno de Trajano (98-117), fue Ignacio, obispo de Antioquía, quien reiteró el concepto del martirio como la esencia del cristianismo, especialmente en la epístola que escribió a la iglesia de Roma (c. 110): 53 Déjenme ser comido por las fieras, por medio de las cuales me es posible encontrar a Dios. Soy trigo de Dios y soy molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser el pan puro de Cristo. Acaricien antes a las fieras, para que se conviertan en mi tumba y no dejen sobrar nada de mi cuerpo, para que con mi muerte no me vuelva un peso para nadie. Entonces de hecho seré discípulo de Jesucristo, cuando el mundo no vea más mi cuerpo (Cap. 4). Una de las más antiguas actas de martirio cristiano es la de dos mártires de Lion (177-178) durante el reinado de Marco Aurelio, preservada en la Historia Eclesiástica de Eusebio (V,1-2). Entre las demostraciones de heroísmo cristiano de la referida persecución, se encuentra el de la joven esclava Blandina, quien fue torturada y después suspendida en un poste, prisionera de las fieras, pero éstas no la molestaban. Luego de los látigos, las fieras, y la parrilla, la pusieron en una red, para ser lanzada a un toro. Lanzada por el aire varias veces por el animal, no sentía ya nada, en la esperanza de las recompensas prometidas, la entregué a su conversión con Cristo. Finalmente la decapitaron, y los propios paganos confesaron que jamás entre ellos mujer alguna había padecido tanto en tan crueles sufrimientos. Con la muerte del Emperador Marco Aurelio en 180, hubo algunos años de descanso para la Iglesia. Se reiniciaron las persecuciones en el reinado de Sétimo Severo, en 202; particularmente en el Norte de Africa, donde, de acuerdo con Eusebio, “muchos miles fueron coronados con el martirio” (H.E. VI, ii). En Alejandría, por ejemplo, Clemente, jefe de la Escuela Catequética, fue obligado a huir de la ciudad, siendo substituido por el joven Orígenes (203). Veamos dos notables ejemplos, respectivamente en Cartago y Alejandría, de cristianas martirizadas en este período. Diversos detalles relacionados con el martirio de Perpetua, una mujer de la aristocracia de Cartago, y Felícitas, su 54 esclava, son dignos de notar. Estas dos mujeres, de clases sociales opuestas, valientemente enfretaron la muerte como hermanas de una fe común. 53 Ambas también eran madres de hijos recién nacidos; el de Felícitas habiendo nacido prematuramente en la cárcel. Puestas en la arena, fueron atacadas por una vaca salvaje, pero sobrevivieron el violento ataque. Intercambiaron el beso de la paz, y luego fueron muertas por la espada de un gladiador. La valentía de estas cristianas es impresionante, como también lo que destaca del concepto de martirio. Perpetua, en la hora de su sufrimiento, recordó a su hermano quien había muerto de cáncer a los siete años de edad. En la hora de oración ella se sintió “digna y llamada a suplicar en favor de él”; lo hizo, y después tuvo una visión de que el hermano fue trasladado del lugar donde estaba hacia un lugar luminoso. “Entonces”, dice ella, “entendí que él había sido trasladado del lugar de castigo”. Se puede concluir del relato que existía el concepto de que el mártir tenía más libre acceso a la gracia de Dios que los cristianos comunes, pudiendo ser atendidas más prontamente sus intercesiones. 54 El otro episodio, el martirio de Potamiena, ocurrió en el mismo período en Alejandría, y ameritó un capítulo entero en la Historia Eclesiástica de Eusebio (VI, v). Potamiena, cuyos dotes intelectuales y físicos son aplaudidos por el historiador, fue martirizada junto con su madre Marcela. Su juez, “luego de haber aplicado las más severas torturas en toda parte de su cuerpo”, amenazó con enviarla a los gladiadores para que abusaran de ella. Su respuesta enfureció al juez, quien la entregó a Basílides, oficial del ejercito, para ejecución inmediata. Basílides protegió a Potamiena del abuso sexual, por lo que la joven prometió interceder por él. Basílides entregó a la joven cristiana a los torturadores, quienes derramaron brea caliente, lentamente, sobre todo su cuerpo a partir de los pies. La valentía de Potamiena en medio de la más atroz tortura y sus promesas de intercesión llevaron a la conversión de Basílides, quien luego fue 55 encarcelado y decapitado. ¡La sangre de los mártires también era simiente! Nuevamente en el tiempo de Decio (249-51), en ocasión del 1000º aniversario de la fundación de Roma, hubo una feroz persecución de los cristianos, en un auge comprensible de patriotismo. La persecución tomó la forma de un intento de obligar a los cristianos a renunciar a la “nueva” secta y regresar a la venerable religión romana. Cipriano, Obispo de Cartago, martirizado en 258 en la continuación de la persecución deciana, ofreció preciosos informes sobre las confesoras de la ocasión: Mujeres bendecidas también, que están establecidas con vosotros en la misma gloria de la confesión que, manteniendo la fe en el Señor y, más valientes que su sexo, no sólo ellas mismas están cerca de la corona, sino que también fueron un ejemplo para las otras mujeres por su constancia.55 Sería posible, aunque no es necesario para nuestros propósitos, mencionar casos de mártires femeninas en todas las principales persecuciones. Por ahora nos limitaremos a la última, la que fue iniciada por Dioclecino en 303. El historiador Eusebio, quien fue presbítero en esa época, presenció martirios en diversas partes y anexó un “Libro de Mártires” al octavo libro de su Historia, que contiene muchos relatos detallados del tratamiento inhumano aplicado a los cristianos. Describe el suplicio de dos mujeres en el quinto año de la persecución: una, anónima, es de Gaza, la otra, Valentina, es de Cesarea. La primera fue presa por haber ido a “oir la lectura de las Sagradas Escrituras” y terriblemente azotada, estirada en la rueda, lacerada y escoriada. Valentina presenció el suplicio de la primera, gritando al juez en medio de la muchedumbre, “¿Por cuánto tiempo torturarán tan cruelmente a ésta mi hermana?” Inmediatamente la capturaron e intentaron obligarla a ofrecer sacrificio. Ella no sólo se rehusó a sacrificar, sino que también pateó al 56 propio altar, derrumbándolo con todo y fuego. El juez, en su furia, la sometió a torturas todavía más severas que a la hermana de Gaza y después mandó a que amarraran a las dos hermanas juntas y las lanzó a las llamas (H.E. “Libro de los Mártires”, cap. vii). Así, en todas las fases de las persecuciones que los seguidores de Jesús soportaron por el “Nombre”, las mujeres sufrieron lado a lado con sus hermanos en la fe, con el agravante de la amenaza a su castidad ya que muchas de ellas habían hecho votos de virginidad perpetua. Su testimonio era igualmente impresionante al de los hombres en las mismas circunstancias. Desafortunadamente, los observadores y comentaristas, al aplaudir la valentía y firmeza de las mártires, utilizan lenguaje que deja claro su sexismo crónico. Cipriano, al enaltecer a la confesoras, las clasifica como “más valientes que su sexo” (arriba, p. 47). Eusebio es propenso a expresiones semejantes a la de Cipriano. Describiendo las dos mártires referidas anteriormente, menciona a la de Gaza como “del sexo femenino, aunque un hombre en su intelecto...” En cuanto a Valentina declara que “...aunque común en cuanto a forma física y apariencia, posee una mente muy firme, y un entendimiento superior al de su sexo,...(ibid). 4. Ascetismo y monaquismo: vírgenes, viudas, diaconisas y monjas La populardad que disfrutaron las diferentes formas de ascetismo en la Iglesia Primitiva y Medieval es sorprendente, dada la aceptación por parte de la Iglesia de las Escrituras judías como su libro santo. El ascetismo probablemente fue asimilado en el proceso de la helenización del movimiento cristiano. Indudablemente el consejo de Pablo, aunque no 57 prohibía explícitamente el matrimonio, claramente favorecía la castidad y contribuyó a la valorización de la virginidad en el ambiente cristiano. Con referencia a la mujer, Pablo escribió lo siguiente a la Iglesia de Corinto, “...la mujer no casada y virgen tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu. Pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido (I Cor 7.34). Es importante señalar lo que en otra oportunidad Pablo escribió a esta misma iglesia , “pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Cor 11.2). Debemos recordar que el matrimonio nunca fue condenado por la Iglesia Católica, ni fue el celibato un requisito para el ministerio en cualquiera de sus formas originales. Pero con el tiempo se estableció el concepto de la superioridad del celibato. Anteriormente vimos la historia apócrifa de Tecla (p. 38) quien, convertida por la predicación de Pablo, renunció a su noviazgo para convertirse en proclamadora de la Palabra. También notamos que muchas de las mártires eran jóvenes o mujeres bajo juramento de perpetua virginidad (cp. Valentina y su compañera de Gaza, p. 47). El Libro de los Mártires de Eusebio destaca a la joven Teodosia, una virgen de Tiro, quien fue lanzada al mar después de ser terriblemente torturada (cap. vii) y a Enatas de Citópolis, quien fue desnudada hasta la cintura, cruelmente azotada y obligada a andar así por toda la ciudad, y que luego fue quemada viva (cap. ix). Había, por lo tanto, durante la era de las persecuciones, una convergencia entre dos estilos de máxima devoción, el de la virginidad perpetua y el del martirio. El primero llegaría a tener una extraordinaria importancia con la institucionalización del ascetismo, o sea, en el monaquismo. Veamos ahora algunas expresiones de la castidad femenina que surgieron después de las persecuciones, pero antes del establecimiento de los conventos. 58 4.1 Las vírgenes Pablo Evaristo Arns declara que en el tiempo de Ignacio de Antioquía (primera década del siglo segundo) “se confunden vírgenes, viudas y diaconisas.” 56 Algunas prácticas que Tertuliano observaría también contribuyeron a esa confusión. El dijo: “Sé muy bien que, en cierto lugar, una virgen de menos de veinte años fue colocada en la orden de las viudas”. 57 Aun sin el tipo de abuso que Cipriano menciona la confusión era en cierto sentido natural, pues las vírgenes podían pasar a integrar la orden de las diaconisas o optar por la vida de monja. Pero cada grupo, el de las vírgenes, las viudas y las diaconisas, tenía su identidad propia. Un evento en la historia de la iglesia de Alejandría muestra la importancia y la fuerza política de las vírgenes consagradas. Atanasio (c. 299-373), el padre de la ortodoxia nicena, había sucedido a Alejandro como obispo de Alejandría (328). El Emperador Constantino, bajo la influencia de Eusebio de Nicomedia, revocó la sentencia de exilio de Ario (c. 256-336) 58 y, posteriormente, exilió a Atanasio. Después de la muerte de Ario los cristianos de Alejandría que defendían las decisiones de Nicea, comenzaron a instar al Emperador Constantino para que permitiera el regreso del Obispo Atanasio del exilio. La participación activa del clero ortodoxo y de las vírgenes en este movimiento se comprueba por el hecho de que el Emperador “ordenó que el clero y las santas vírgenes guardasen silencio”. 59 En este caso no podemos mencionar los nombres de mujeres específicas, pero sí su influencia y fuerza como clase. Una de las santas vírgenes es Pulqueria, hermana del Emperador Teodosio II y sucesora del trono imperial con la muerte inesperada de su hermano en 450. Cuando el Emperador del Oriente, Arcadio, murió (408) dejó a Teodosio 59 como su sucesor. Teodosio apenas había sido destetado, razón por la cual Pulqueria, su hermana mayor, se convirtió en su protector. Ya a los quince años de edad esta muchacha, destinada a ser Emperatriz del Imperio del Oriente, había dedicado su virginidad a Dios y condujo a sus dos hermanas a la misma decisión. Según el relato de Sozomeno, ella “gobernó el Imperio Romano excelentemente y con mucho orden”. Pulqueria leía y hablaba griego y latín perfectamente y fue ella quien supervisó la educación de Teodosio, teniendo en cuenta su futuro gobierno del imperio. “Mas ella se esforzó principalmente por conducirlo hacia la piedad...y orar...y frecuentar la iglesia". 60 Sozomeno le atribuye la disminución de las herejías, 61 y comenta acerca de su devoción a Dios, su generosidad en la construcción y manutención de templos, albergues, conventos y otros. En realidad, la propia Pulqueria llegó a ejercer una influencia decisiva en los asuntos dogmáticos de la Iglesia. Sin repetir la historia de los primeros Concilios Ecuménicos de la Iglesia, conviene recordar que desde el primer concilio en Nicea, en 325, y durante siglos, los temas de la Trinidad y la Cristología agitaban la mente de la Iglesia en el Oriente. Dado que discusiones doctrinales amenazaban la unidad del imperio, los emperadores demostraban mucho interés en las decisiones de los concilios. En el tiempo de Pulqueria estaban en debate las teorías del Arquimandrita Eutiques, que se consideraban consecuentes con la línea de la teología de Alejandría, la cual venía, con apoyo Imperial, dominando las decisiones de los concilios. En un Concilio en el año 449, por primera vez un Obispo de Roma, León I, intentó influir en las decisiones. Su posición, expuesta en su célebre “Tomo” fue despreciada (o, según Danielou, Dióscoro el Obispo de Alejandría quien presidió el concilio hurtó el Tomo), 62 Eutiques fue rehabilitado y sus enemigos depuestos. El Emperador Teodosio II sostuvo la decisión del Concilio, generalmente conocido hoy como el Concilio de Ladrones, a pesar de las protestas de León y de todos sus aliados. 60 Teodosio murió inesperadamente el año siguiente cuando cayó de un caballo, a pesar de ser excelente jinete. Pulqueria y su marido Marciano sucedieron a Teodosio al trono y, leales al Obispo de Roma, convocaron un concilio ecuménico, el de Calcedonia, a finales de 451. En ese concilio, se reversó la decisión tomada en 449 y se estableció la postura cristológica destinada a ser aceptada por una gran mayoría de la Iglesia, a pesar de los esfuerzos de movimientos disidentes como los monofisitas y los monotelitas. Por la importancia de la decisión de Calcedonia para la historia de la teología, transcribimos aquí el núcleo de su decisión dogmática: Ella reasumió, en esencia, los términos mismos del Tomo a Flaviano, con algunas precisiones suplementarias, confesando “un sólo y mismo Cristo, Hijo, Señor, monógeno, sin confusión, sin mutación, sin división, sin separación, no siendo de forma alguna suprimida la diferencia de naturalezas por la Unión, más bien siendo preservadas las propiedades de cada una y reunidas en una sola persona (prosopon) y en una sola hipóstase.”63 Pulqueria, quien se convirtió en emperatriz y defensora de la cristología ortodoxa, y sus hermanas, son apenas tres de entre muchas cristianas de clase noble de la antigüedad que se consagraron a la virginidad perpetua; lo que las convirtió, en la mente popular, en una parte del clero. 64 4.2 Las viudas Las viudas también tenían un lugar destacado en la Iglesia Antigua, llegando a constituirse en una orden. Las Escrituras daban a entender que las viudas, al igual que los huérfanos y los extranjeros, gozaban de la protección especial de Dios (cp. Sal 146.9 y Dt 27.19); se esperaba un trato similar por parte de su pueblo escogido: “buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Is 1.17). 61 Jesús también se había indignado con los fariseos por “devorar casas de viudas” (Mc 12.40 y paralelos). Por lo tanto, el pueblo de Jesús daría una cierta prioridad al trato correcto de sus viudas. Las que necesitaban alimentación y ayuda material, se valían de la “distribución diaria” (Hch 6.1). Recibían atención especial en cuanto a la instrucción en la fe (Pastor de Hermas, Visión II, iv, 3). Ignacio de Antioquía, en la primera década del siglo segundo, mostraría una preocupación especial por las viudas. Recomendó a Policarpo, Obispo de Esmirna, “Viudas no sean desatendidas; después del Señor, providencíe tu por ellas” (Pol. 4.1). Ignacio detectó también que el docetismo, con su menosprecio de lo material, fácilmente producía una actitud de negligencia hacia la viuda y el oprimido en general (Esmirnenses 6.2; cp. la Epístola de Policarpo, 6.1). La viudas no sólo recibían el amparo de la iglesia sino que también ellas, como clase, prestaban inestimables servicios a la iglesia y al pueblo en general. Debemos señalar que existían viudas y viudas. Algunas mujeres, aunque no tuvieran marido, muchas veces tenían hijos, hijas u otros familiares que podían ampararlas (Cp. 1 Tm 5.4). Otras, consideradas las “verdaderas viudas” podrían ser inscritas como tales. Estas recibían ayuda de la iglesia si fuese necesario y también ejercían ministerios significativos. Es significativo que la descripción más completa de las viudas forma parte de un relato general de ministerios en la Primera Epístola a Timoteo, obedeciendo el siguiente orden: “el epíscopo” 65 (3.1-7), los diáconos y las diaconisas (3.813), las viudas (5.3-16) y los presbíteros (5.17-20). Las características de las mujeres que podían ser inscritas como “verdaderas viudas” son claramente delineadas. Primero, ninguna de menos de 60 años de edad sería registrada, ya que se consideraba más conveniente que las viudas jóvenes se casaran y asumieran las obligaciones propias de la vida conyugal y familiar (5.13-14). Así la iglesia se liberaría de 62 la necesidad de mantenerlas y la viuda misma no sufriría presiones innecesarias, pues quien se inscribía como viuda asumía un compromiso solemne cuyo rompimiento es considerado censurable (5.12). Solo aquellas que habían sido esposas de un sólo marido (paralelo al epíscopo, “esposo de una sola mujer”, (3.2) y que habían criado hijos podrían pertenecer al grupo. Tenían que haber demostrado un espíritu hospitalario y servicial, teniendo “a su favor el testimonio de sus buenas obras” (5.10). Las viudas debían tener antecedentes que las prepararan para el ejercicio de su ministerio en la iglesia, mayormente la hospitalidad, las obras de caridad, la intercesión y la oración en general. Policarpo, a quien Ignacio exhortó para que cuidara a las viudas de Esmirna, escribió a la Iglesia en Filipos: Enseñemos a las viudas a ser discretas en la fe del Señor, orando sin cesar por todas las personas, manteniéndose lejos de toda difamación, maledicencia, falso testimonio, amor al dinero y todo mal, sabiendo que son un altar de Dios y que todos los sacrificios son probados y que nada se escapa a la imaginación, al pensamiento o “a los secretos del corazón”. (4.3) 4.3 Las diaconisas “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea” (Ro 16.1). Así Pablo parcialmente revela, mientras parcialmente encubre, uno de los más significativos ministerios femeninos de la Iglesia Antigua. Febe era una cristiana digna de ser recomendada por Pablo. Era una mujer independiente (no hay mención de un marido) y poseía bienes suficientes para hospedar a “muchos”, inclusive al propio Pablo. Vivía en la ciudad portuaria de Cencrea, cerca de Corinto, y viajaba en forma autónoma a Roma, posiblemente de negocios, o aun específicamente para llevar la Epístola que Pablo acababa 63 de escribir. 66 Es decir, a ella le fue confiada la epístola reconocida como la más preciosa de todas las que escribió Pablo. Todo esto es evidente en Romanos 16.1,2; pero la verdadera naturaleza del ministerio se mantuvo a oscuras; encubierta por una traducción inadecuada que se asemeja a la mayoría de las traducciones tradicionales. Estas traducciones probablemente fueron influenciadas por la traducción hecha por Jerónimo: “...quae est in ministerio Eclesiae” (quien está en servicio de la iglesia). Martín Lutero tradujo “weiche ist im Dienste der Gemeinde” (quien está en servicio de la iglesia o comunidad). El propio Juan Wesley, en sus Explanatory Notes upon the New Testament, tradujo “who is a servant of the church” (quien es sierva de la iglesia), pero en las notas de su comentario escribió : “A servant-the Greek word is a deaconess”. 67 (Una sierva - la palabra griega es diaconisa). Wesley tiene razón, es claro, y muchas traducciones de hoy en día ponen en evidencia la verdadera función de Febe, incluyendo la Biblia de Jerusalén, la Revised Standard Version, la traducción de J.B. Phillips y otras. 68 Sí, Febe fue una diaconisa. Una vez establecido este hecho el ministerio será fácilmente detectable en otras partes del Nuevo Testamento. Un ejemplo notable es 1 Timoteo 3.11 donde comúnmente las “mujeres” son consideradas las esposas de los diáconos (cp. versiones de Lutero, King James, etc.). Por otro lado, la Biblia de Jerusalén (como también la Revised Standard Version, Phillips, etc.) y la New English Bible tienen como traducción “deaconesses” (diaconisas). Pero es doblemente importante encontrar a las diaconisas en el importantísimo párrafo que describe las cualidades de los diáconos del sexo masculino, pues por curioso que parezca, la palabra traducida “diaconisa” en Ro 16.1 es diakonon, acusativo de diakonos, palabra masculina. Aunque nos pueda parecer extraño, este uso tiene precedentes en el griego clásico, como atestan J.H. Moulton y George Milligan en The Vocabulary of the Greek New Testament. 64 Posteriormente se introdujo al griego eclesiástico el término diakonissa, que no se encuentra en el griego clásico. Aún no se ha identificado evidencia neotestamentaria de la existencia de diaconisas en el Occidente, lo que, es claro, no prueba su ausencia. La siguiente mención es bien clara respecto a la existencia de diaconisas y se encuentra en la correspondencia entre Plinio, el Joven, y el Emperador Trajano. Plinio decribió en detalle su forma de tratar a los cristianos de Bitinia, incluso: “...apliqué tortura a dos muchachas llamadas diaconisas.” 69 Esto deja claro que a principios del siglo segundo (c. 112), en Bitinia (Asia Menor), una área donde el cristianismo crecía mucho, existía un ministerio femenino tan evidente que las diaconisas podían ser identificadas por el gobernador que los perseguía, y que frente a la tortura daban claro testimonio de la sinceridad de su fe. Es digno de notar que Plinio no menciona ninguna orden “masculina” (como obispo, presbítero, etc.). Los dos ejemplos de diaconisas mencionados anteriormente, tuvieron origen en áreas geográficas diferentes: Febe era de Cencrea, Macedonia; las diaconisas anónimas perseguidas por Plinio eran de Bitinia, en Asia Menor. El tercer ejemplo es de Siria, c. 300, cuando el cargo de diaconisa ya se había desarrollado bastante y sus miembros gozaban de considerable prestigio en la Iglesia de Cristo por el servicio que prestaban. La fuente de nuestra información es la Didascalia Apostolorum de Siria: El obispo se sienta en el lugar del Dios Altísimo. Pero el diácono permanece de pie en el lugar de Cristo: y vosotros lo amais. Y la diaconisa es honrada en el lugar del Espíritu Santo; y los presbíteros son la semejanza de los Apóstoles; y los huérfanos y las viudas son contadas como semejantes al altar.70 La Didascalia no solo honra a la diaconisa y da testimonio de su lugar destacado en Siria, sino que también nos da una clara idea de las funciones que acostumbraba desempeñar. Primero, ella ayudaba en el bautismo de las mujeres, 65 particularmente en la unción de sus cuerpos desnudos. Segundo, visitaba mujeres creyentes que vivían en hogares no-cristianos, especialmente ministrándoles en caso de enfermedad u otras necesidades. 71 (Véase p.68 , una referencia al papel de la diaconisa en el bautismo de mujeres). Una interesante testigo de la obra de las diaconisas es Eteria, una mujer que hizo un viaje al Oriente Medio c. 395, visitando no sólo los lugares sagrados de Jesús y sus apóstoles, sino también las iglesias de mártires y otras figuras cristianas de la antigüedad. Algunos historiadores consideran que Eteria fue diconisa, pero carecen de pruebas. Lo que nos interesa del largo viaje de Eteria es que, en cierto momento de su peregrinación, la encontramos viajando de Tarso en dirección al Oeste donde se detiene en el lugar que ella llama Seleucia de Isauria (probablemente lo que hoy es Silifke, Turquía) para visitar el martyrium de Santa Tecla, en ese entonces cercado por varios establecimientos monásticos. Allí encontró “la santa diaconisa llamada Martana” que había conocido en Jerusalén. Según Eteria todos en el Oriente daban buen testimonio de la vida de esta diaconisa, quien “dirigía conventos de aputactitae, o vírgenes”. 72 El testimonio de Eteria muestra que en la tierra de los feroces isaurios, las diaconisas ejercían su ministerio y que su servicio iba más allá de visitar a las mujeres y asistir en su bautismo, ya que Martana, por lo menos, “dirigía conventos”. Las diaconisas también ejercieron un ministerio extraordinario en Constantinopla durante el brillante y atribulado patriarcado de Juan Crisóstomo (398-404). Llamado “boca de oro” por su elocuencia poco común, Crisóstomo se distinguió por su austeridad, su auténtica preocupación por los pobres y oprimidos, por el elevado 66 tono moral de su vida privada y administración y por su inconformidad con los vicios de la corte. Tuvo a su servicio 80 diáconos y 40 diaconisas, los nombres de algunas de las cuales han pasado a las páginas de la historia. Sin duda la más conocida es Olimpia, quien con su considerable riqueza apoyó las caridades del Patriarca y sufrió malos tratos en manos de los mismos enemigos que exiliaron a Crisóstomo. El Patriarca dirigió sus más reveladoras y sentidas epístolas a la diaconisa Olimpia. Los ministerios femeninos, en sus diversas formas, fueron considerados en sucesivos concilios, tanto a nivel regional como global. En general, el objetivo de los cánones fue reglamentar y restringir la actividad de las mujeres, especialmente de las diaconisas. Nicea, 325, en su Cánon XIX, decretó que “las diaconisas que no recibieran la imposición de manos, deberían ser contadas como parte del laicado.” 73 Este intento de los “318 santos padres” tuvo poco efecto, como demuestran los cánones posteriores . Un concilio realizado en Laodicea de Frigia, c. 363, declaró simplemente, “presbytides, como son llamadas, o presidentes femeninas, no serán nombradas en las iglesias.” 74 Este cánon, el número XI, no menciona el término diaconisa, pero todos los comentaristas entienden que el cánon se refería a ellas. Probablemente pretendió restringir la autoridad de las diaconisas de reconocida influencia, sin del todo abolir la orden. 75 El llamado Cánon XXIV de Basilio, Obispo de Cesarea entre 370 y 379, muestra la confusión que existía entre lo que eran las diaconisas y lo que eran las viudas. De hecho, muchas diconisas eran viudas, pero habían dos órdenes distintas, una de diaconisas y otra de viudas. El Cánon se refiere a “la viuda colocada en el catálogo de viudas, es decir, una diaconisa de sesenta años de edad. Si la viuda tuviese menos que sesenta años, es culpa del obispo que la admitió como diaconisa, no de la mujer.” 76 67 También el Concilio de Calcedonia (451) que estableció el dogma de la cristología en su forma clásica, en su Cánon XV, trató el tema de las diaconisas, limitando la orden a mujeres de 40 o más años de edad, las cuales serían recibidas por la “imposición de manos” luego de un “riguroso examen”. Una vez admitida, la diaconisa no podía casarse, bajo pena de “anatema”. 77 El Segundo Concilio Trullano o Concilium Quini-sextum (682) confirmó la limitación establecida en el Cánon XIV de Calcedonia. En contraste, el diácono podía ser ordenado a los 25 años. 78 Así que tenemos evidencia palpable de una gran variedad de ministerios realizados por un grupo de mujeres que la Iglesia reconocía por medio de la “imposición de las manos”, o sea la ordenación, y que se encontraban en toda la Iglesia Oriental, Macedonia, Bitinia, Siria, Isauria, Constantinopla, Chipre 79 y en otras partes. Servían de emisarias oficiales de la Iglesia, visitadoras y enfermeras, “presidentas” de los grupos de mujeres, dirigentes (¿abadesas?) de conventos y formaban en la práctica, a pesar de la declaración del Cánon XIX de Nicea, parte del clero de la Iglesia. Florecieron durante todo el período de la Iglesia Antigua y perduraron hasta la Edad Media, época en la cual aparentemente desaparecieron como grupo identificable. Volverían a manifestarse en el desarrollo de ministerios muy relevantes después del siglo XIX. 80 4.4 Las monjas La institucionalización del ascetismo en la forma del monaquismo (sea del tipo eremita o del tipo cenobita) fue un paso natural, dado el alto valor que se le otorgaba al final del siglo III. Durante esta época un descanso de las persecuciones del gobierno Romano permitió un creciente relajamiento moral dentro de la Iglesia. Una vez más el machismo de la 68 Iglesia casi logra ocultar el hecho de que el monaquismo nunca fue dominio exclusivo de los hombres. Antón, nacido en Koma en la región central de Egipto, era un copta (egipcio nativo) poco letrado, quizas hasta analfabeto. Vivió en el período de paz entre las persecuciones de Deciana y Diocleciana, es decir, en una época en la que el martirio ya no era una opción cristiana, por lo que fue atraído hacia otro estilo de cristianismo. Aceptó como desafío personal un sermón que escuchó acerca del joven rico: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres...ven y sígueme (Mt 19.21). Repartió entre el pueblo las tierras que había heredado de sus padres y entregó a su hermana menor a los cuidados de las vírgenes de la iglesia de Koma, colocándola en el “partenon” (eis parthenona). El sentido exacto de esta palabra está en disputa. Nos parece haber sido un estado intermedio entre una simple sociedad ascética para mujeres y un convento; pero no es imposible que haya sido una especie de convento, anticipando así la obra de Pacomio, tradicionalmente considerado el fundador del monaquismo cenobita. Phillip Schaff informa que esta hermana de Antón, quien desafortunadamente permanece anónima, se convirtió en este centro de vida monástica femenina, modelo que se esparció con mucha rapidez. 81 En todo caso, la vida de la hermana de Antón nos ayuda a corregir la imagen del mismo como figura solitaria. La segunda pareja que debemos recordar es la de Pacomio (c. 292-356) y su hermana María. Pacomio, pagano convertido por el testimonio de cristianos anónimos, adoptó la vida eremita. Años más tarde, mediante instrucción divina, estableció un monasterio en Tabenisi en el sur de Egipto, c. 323, conocido como el primer establecimiento de su género. Mientras Pacomio fundaba monasterios para hombres (nueve en total), su hermana establecía conventos para mujeres, movimiento que adquirió igual importancia y popularidad. 69 Hay una nota curiosa en cuanto a la relación entre los dos: María visitaba el monasterio de su hermano Pacomio de vez en cuando, pero él nunca la recibía personalmente, enviaba un recado diciendo que todavía estaba vivo. 82 María, cofundadora del monaquismo cenobita (comunitario), generalmente ha sido omitida de las páginas de los historiadores o relegada a una oscura nota al pie de la hoja. El ideal monástico apeló fuertemente a mujeres y hombres cristianos en todo el Oriente. El monasticismo oriental asumiría su forma clásica en Anesi, en el Río Iris de Ponto. Macrina, la mayor de 10 hijos de una ilustre familia cristiana de Ponto, se dedicó a la virginidad perpetua a los doce años de edad luego de la muerte inesperada de su novio. Su hermano, Basilio de Cesarea (c. 330-379), más joven, mucho más famoso y de distinguida educación clásica, convencido por Macrina de su pecado de orgullo, le pidió que lo instruyera en la fe cristiana. Luego de la muerte del padre de la familia, Macrina y su madre Emilia fueron a Anesi a establecer un monasterio. Basilio fue primero a conocer el movimiento en Egipto y luego integró la comunidad. Allí desarrolló las reglas de la vida monástica que se convertirían en las reglas clásicas para el mundo de habla griega y que le darían su merecida fama. Macrina y su madre dirigieron el establecimiento y luego de la muerte de la madre, Macrina asumió sola la dirección. Durante su vida gozó de considerable fama; llegó a ser conocida por el significativo título de “La Maestra”. Poco antes de la muerte de Macrina en 379, su hermano, el joven Gregorio de Nisa, la visitó luego de haber asistido a un Sínodo en Antioquía y conversaron largamente sobre la vida después de la tumba. Gregorio escribió Peri psikis kai anastaseos en el cual Macrina aparece como la maestra que instruía sobre el alma, la muerte, la resurrección y la restauración de todas las cosas. F.L. Cross comenta: “Su competenecia como teóloga es atestigüada por el mismo escritor (Gregorio de Nissa) en 70 De Anima ac Resurrectione”. 83 Macrina, como había sucedido con su abuela materna del mismo nombre, fue canonizada por la Iglesia. Atanasio, en el segundo de sus cinco exilios, fue a Roma donde llevó consigo la idea monástica que ya se había arraigado en el oriente. Hay evidencia de que en el occidente las mujeres se adhirieron al movimiento más rapidamente que los hombres. Esta popularidad se puede apreciar en el ejemplo de Ambrosio (c. 337-397), quien estableció en Milán uno de los primeros monasterios de Italia. Ambrosio predicaba insistentemente a favor del celibato, tanto que muchas madres querían prohibir que sus hijas escucharan sus predicaciones. Pero muchas vírgenes llegaban, algunas hasta de Maritania (Africa del Norte), para ser consagradas a la vida solitaria. Las islas a lo largo de la costa de Italia luego fueron pobladas por estos conventos. 84 El gran popularizador del monaquismo en el Occidente fue Jerónimo (340-420). Luego de años de estudios, viajes y experiencia como eremita cerca de Antioquía, Jerónimo fue a Roma donde, entre 382 y 384, predicó elocuentemente a favor del monaquismo, con el apoyo del Obispo de Damasco. Durante este mismo período reunió un círculo de mujeres aristócratas, inclusive Paula, madre de cinco hijos, quien se haría viuda a los 36 años y su hija Eustoquía, Marcelina (hermana de Ambrosio) y otras. Jerónimo les enseñó de la Biblia y discutía de teología con ellas, mientras las incentivaba para la práctica del celibato, el ascetismo y la beneficiencia. Paula Eustoquía, Jerónimo y otros viajaron juntos a la Tierra Santa como peregrinos, donde visitaron los lugares santos. Paula se arrodilló frente a la supuesta Santa Cruz, recién descubierta en Jerusalén. Se detuvieron en Belén, lugar en el que Paula fundó un monasterio para Jerónimo (donde él se dedicó a traducir la Vulgata) y tres conventos 71 para mujeres que ella misma dirigió hasta su muerte en 404. Paula mostró su capacidad como lingüista aprendiendo el hebreo para poder entonar los salmos en su idioma original junto con Jerónimo, quien no siempre podía responder a sus preguntas exegéticas. Su generosidad hacia los pobres la llevó a contraer deudas que heredó a Eustoquía, quien permaneció como directora de los conventos hasta su muerte en 419. Fue a Eustoquía a quien Jerónimo escribió (384) su Epístola XXII, “Sobre la profesión de la virginidad”, en la cual él se refiere a ella como “Señora” por ser la “novia del Señor”. Luego de aclarar que no pretende cantar las glorias de la virginidad ni demostrar sus ventajas sobre la vida de casados, describe las muchas tentaciones propias de la vida de castidad. Como antídoto, Jerónimo exhorta a Eustoquía a pensar en la felicidad eterna. Cual será el esplendor de aquel día cuando María, la madre del Señor, venga a tu encuentro atendida por multitudes de ángeles;...Entonces su propio Esposo vendra a tu encuentro y dirá: “¡Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven! ¡Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue (Ca 2.10,11)¡ Entonces los ángeles mirarán maravillados y exclamarán: “¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol?” (Ca 6.10). Las hijas te verán y te alabarán; sí, reinas te proclamarán y las concubinas te alabarán...Cada vez que la vana exhibición del mundo te deleite, cada vez que veas en la vida cualquier gloria vacia, transpórtate por la imaginación al Paraíso y empieza a ser ahora mismo lo que serás en el porvenir. Entonces oirás a tu marido decir: “Pónme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo” (Ca 8.6). Así, fortalecida en tu mente y en tu cuerpo, clamarás: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” (Ca 8.7).85 Para no alargar esta sección, apenas mencionaré algunos ejemplos más sin entrar en mayores detalles. Melania fue otra extraordinaria y ascética cristiana romana, quien dirigió un convento femenino en Jerusalén y construyó otro todavía más famoso en el Monte de Olivas, donde Rufino se dedicó al estudio de la teología griega. 86 Dejaremos para la segunda 72 parte la historia de Santa Escolástica, fundadora del convento en Plambariola y hermana del célebre Bento de Nursia. Es evidente que cualquier historia completa sobre el monaquismo debe recuperar la historia, casi olvidada, de estas dedicadas mujeres. Egipto, donde nació este movimiento, se encontraba lleno de eremitas y monjes hasta finales del siglo IV. Existen cálculos de la existencia de hasta 20.000 monjas en Egipto, 10.000 de ellas en Oxyrrynchus, en Egipto Central. 87 En 412 Jerónimo hablaba de “muchos conventos de vírgenes y una multitud innumerable de monjes en Italia”. 88 Así, los establecimientos monásticos que fueron un semental para las misiones y para los santos y las santas, mantuvieron, desde los primeros tiempos, sus puertas abiertas al desarrollo de los ministerios femeninos. 5. Las mujeres en la expansión misionera Lucas relaciona la primera expansión misionera con “la persecución que hubo por motivo de Esteban” (Hch 11.19). Durante esta persecución mujeres cristianas fueron encarceladas en Jerusalén y cazadas en las ciudades donde buscaban refugio, como en Damasco (Hch 8.3; 9.2). Ellas ofrecían testimonio de su fe en Cristo por medio de su sufrimiento y de su palabra. De esta forma contribuyeron al surgimiento de la Iglesia desde Jope hasta Antioquía y Chipre (Hch 8.3,4; 9.31,36; 11.19-21). La inevitable conclusión es que las mujeres cristianas ya practicaban el “Id” de Cristo, aún antes que lo hicieran los “Doce” (Hch 8.1). También la evidencia canónica (irónicamente en su mayoría de Pablo o acerca de él), corroborada por la tradición, exige la conclusión de que las mujeres cristianas efectivamente participaron en la obra apostólica, la de testificar y sembrar iglesias. Lucas menciona a la discípula 73 Dorcas quien, “llena de buenas obras y de limosnas”, estableció las bases para la evangelización de Jope (Hch 9.36-42). La casa de Lidia, vendedora de púrpura, se convirtió en centro de propagación del evangelio en Filipos (Hch 16.15). Los saludos de las cartas de Pablo, especialmente en Romanos 16.1-16, sugieren una sorprendente intensidad de actividad femenina. El saludo a Priscila y Aquila, colaboradores quienes arriesgaron su vida para salvar a Pablo, y a la iglesia en su casa, que es más largo que los otros saludos, esconde la significativa actividad apostólica de esta pareja, que solamente un examen de Hechos, especialmente del capítulo 18, explicita (cp. también 1 Co 16.19). Las cortas referencias a otras discípulas ofrecen apenas indicios del ministerio femenino que acompañaba al apóstol: Junia (y su marido Andrónico), coapóstoles que padecieron hasta el encarcelamiento con Pablo (v.7); María (v. 6), Trifena, Trifosa y Pérsida, quienes trabajaban mucho en el Señor (v. 12). Entre las mujeres que colaboraron en obras no especificadas se incluye la madre de Rufo (quien Pablo también consideraba su madre; v. 13), Julia, Olimpia y a la hermana de Nereu (v. 15). Ninfa, en cuya casa había una iglesia (Col 4.15), es representativa de muchas otras mujeres. La tradición, especialmente los apócrifos y los Hechos de los apóstoles, confirma el material canónico a través de relatos de discípulas como Tecla y la hermana de Felipe (vide supra). 89 ¿Existirá más evidencia, además del testimonio de estas mujeres en medio de la persecución y de la colaboración prestada a los apóstoles, de que las mujeres efectivamente contribuian a la expansión de la fe? ¡Sin duda! Primeramente, lo dicho por Tertuliano de que la sangre de los mártires es una semilla, es igualmente cierto en el caso de las mujeres. Ya notamos, en la sección 3, “Confesoras y mártires”, el 74 testimonio de Potamiena, cuyo espíritu indomable resultó en la conversión del soldado Basílides. Se reporta un caso que, aunque célebre, ha sido muy poco apreciado o conocido en el occidente. Es la historia de la Apóstola de Iberia (i.e. Georgia, una de las antiguas repúblicas de la URSS, al costado oriental del Mar Negro), aparentemente narrada por primera vez en la Historia Eclesiástica de Rufino. 90 La esencia de la historia es lo siguiente: “cierta mujer” fue tomada presa por los ibéricos. Esta mujer luego curó un infante del país y después a la propia reina. La cristiana rehusó los regalos que el rey le envió como recompensa, pidiendo que en vez del regalo el rey reconociera su Dios. En seguida el rey fue atrapado por una neblina espesa mientras cazaba; oró al Dios de la mujer y la neblina se disipó. El resultado fue la conversión tanto del rey como de la reina. Así, por lo tanto, el rey y la reina se convirtieron en predicadores de Cristo, él predicando a los súbditos y ella a las súbditas”. 91 Esta cristiana, cuyo nombre aparece de diversas formas en diferentes calendarios eclesiásticos, fue, entonces, la verdadera apóstola de Georgia, una de las primeras naciones en convertirse al cristianismo. 92 La historia de la conversión de Georgia, la cual tiene firme base histórica, encuentra un interesante paralelo en Los Hechos y Martirio de San Mateo, Apóstol. El apóstol fue a Mirna, donde maravillosamente convirtió al Rey Fulvano y a la familia real. El rey asumió el nombre de Mateo después del bautismo; su esposa Zifagia cambió su nombre a Sofia (sabiduría); la nuera de los soberanos recibió el nombre de Sineses (comprensión). El apóstol Mateo designó al rey (quien ahora también usaba el nombre de “Mateo”) como presbítero y a su hijo de 17 años como diácono; a su esposa Sofía presbítera y a la nuera Sineses, diácona. El rey, ahora cristiano, abdicó a su trono y, con la muerte del obispo Platón, asumió el episcopado como el Obispo Mateo. Su hijo subió de puesto, haciéndose 75 presbítero, segundo al propio obispo. 93 Así, en la mente popular, el papel de la mujer en la expansión misionera fue notable. 94 6. La mujer y los sacramentos Para muchos el punto crucial del tema de los ministerios femeninos es el de la ordenación y el ministerio en el altar. Ya dijimos que no concordamos con este reduccionismo, aunque reconocemos la importancia de la ordenación de la mujer. En el XXI Sínodo de la Iglesia Episcopal del Brasil, el Obispo Sumio Takatsu y el Rev. Glauco S. de Lima propusieron la ordenación de la mujer a las tres Ordenes, entendiendo que “el Espíritu Santo invocado por la Iglesia en la Ordenación, dado al ordenado, capacita tanto al hombre como a la mujer a ejercer el ministerio de la comunidad de la Iglesia” y que “no se le puede negar a una mujer el derecho de presidir en la asamblea que celebra la victoria de Cristo..., la Eucaristía, la Santa Comunión.” 95 El Sínodo votó, con un conteo de 12 a 1, en favor de la moción, apoyando así la decisión de Lambeth (1968) de que no había argumento teológico conclusivo contra la ordenación femenina. En el Nuevo Testamento la palabra griega mistirion designa el propósito de Dios “oculto desde todos los siglos” pero revelado en Cristo Jesús (Ga 1.16). Pablo y los otros escritores neotestamentarios nunca identificaron mistirion con el bautismo o con la Cena del Señor. Pero Los Hechos de los Apóstoles nos da la impresión de que el bautismo había sido, a partir del Pentecostés, el rito de iniciación a la Iglesia y que la comunidad de fe practicaba con mucha frecuencia la Cena del Señor (cp. 2.37-47). El mismo Pablo, quien dice que Cristo no lo había enviado “para bautizar sino para evangelizar” (1 Co 1.17), también bautizaba, como símbolo de crucifixión y resurrección (vida nueva) en Cristo (1 Co 1.14,16; Ro 6.4). Pablo mantuvo la Cena del Señor 76 como una firme tradición (1 Co 11.23) que simbolizaba el anuncio de la muerte de Cristo hasta que regresara (1 Co 11.26). Es probable que la Iglesia haya visto en estos actos un medio para apropiarse de la vida de Cristo, o sea, de los valores del “ministerio” que él encarnaba. De allí que, por asociación, el bautismo y la Cena del Señor también llegaron a ser llamados ministerios. Esta tesis parece ser reforzada por la declaración de Tertuliano, el primero en aplicar el término sacramento (sacramentum en latín). Inicia su tratado Del Bautismo con las siguientes palabras: “Feliz es el sacramento de nuestra agua, en la cual, por el lavado de los pecados de nuestra antigua ceguera, somos liberados para la vida eterna.” 96 Debe notarse que Jerónimo en la Vulgata frecuentemente traduce mistirion por sacramentum (Ef 1.9;3.3,9;5.31-32; Col 1.27; 1Tm 3.16; Hch 1.20;17.7). Pero generalmente se reconoce que Augustino fue el primero en dar la definición clásica, “señal visible de gracia invisible”. Es anacrónico y ahistórico preguntarse si las mujeres, durante el primer o segundo siglo, ministraban los sacramentos o bien si ministraban en el altar como sacerdotizas. Pero sí es pertinente indagar si estas mujeres bautizaban y presidían la Cena del Señor. Tertuliano prohíbe, de modo general, que la mujer ejerza cualquier función sacerdotal. No es permitido a las mujeres que hablen en la Iglesia; ni que enseñen, ni que bauticen, ni que ofrezcan (sacramento), ni que reclamen para sí ninguna función varonil, para no decir, oficio sacerdotal.97 Tal prohibición, si hubiese sido obedecida, habría cerrado la puerta a las mujeres en cuanto a bautizar y presidir la Santa Cena (o sea, en el “altar”, como más tarde sería conocido). ¿Pero la realidad habría sido tan estricta como parece? Ya vimos que el propio Tertuliano reconocía la 77 profecía femenina (si la profetisa usara un velo). También hace una interesante declaración: “Cuántos hombres y cuántas mujeres, en órdenes eclesiásticas, deben su posición a la continencia”. 98 6.1 El bautismo En realidad es probable que la posición de Tertuliano sea algo nuevo. Primeramente, no hay nada, ni en la enseñanza, ni en la práctica de Jesús que nos haga creer que sus discípulas no bautizaran (cp. Jn 4.2). Pero, ¿será que Pablo admitía que mujeres bautizaran? ¡La evidencia pesa del lado del SI! 1. Pablo encargó iglesias en manos de mujeres. El caso más notable y patente es el de Priscila en Efeso. Como jefe de la iglesia en Efeso, naturalmente caería sobre ella la responsablidad de bautizar a los nuevos creyentes (Hch 18.18-19,24-26); véase también Ninfa, en cuya casa había una iglesia (Col 4.15). 2. No se encuentra en ningún escrito de Pablo o del Nuevo Testamento en general una prohibición en este sentido. Al contrario, existe abundante evidencia de que las mujeres eran activas en su colaboración con Pablo en muchos niveles. 3. El movimiento de Marciano ofrece preciosa evidencia de que Pablo permitía que las mujeres bautizaran. Marciano creía que solo Pablo había interpretado correctamente a Jesús. Siendo literalista, Marciano no permitía que las mujeres hablaran en su iglesia, a no ser profetisando bajo la influencia directa del Espiritu Santo, ya que Pablo así lo había explicitado. Tampoco admitía el matrimonio, ya que Pablo había declarado que en Cristo no hay ni hombre ni mujer; o sea, no había base para el matrimonio. Pero Marciano permitía que la mujer bautizara y practicara muchos 78 otros ministerios. ¿Por qué? Ciertamente porque, a su entender, Pablo había permitido el ejercicio de tales ministerios. 4. Anteriormente nos referimos al libro apócrifo los Los Hechos de Pablo que contiene la historia de Pablo y Tecla. El propio Tertuliano, quien combate el libro, admite que el autor escribió para homenajear a Pablo. En el tratado, Tecla predica y bautiza con la aprobación de Pablo. La obra, a pesar de la oposición de Tertuliano y de otros de pensamiento parecido, circuló durante largo tiempo, lo que implica una aprobación pública de su contenido, incluso de la idea de que Pablo habría admitido el bautismo de parte de la mujer. ¿Y por qué los cristianos, a finales del siglo segundo, aceptaron tales conceptos? Probablemente porque no conocían nada en la enseñanza y la práctica de Pablo que los contradijera. Tertuliano se escandalizó con la afirmación, pero el mejor argumento que podía dar era “¿dónde se ha visto...? Siendo buen abogado, Tertuliano debe haber estado consciente de la debilidad de su propio argumento. 5. Tertuliano parece ser el primero en afirmar que Pablo no admitía que la mujer bautizara. En su tratado “Del Bautismo”, el teólogo argumenta que aunque normalmente el obispo debería bautizar, en caso de necesidad, “...el bautismo podía ser ministrado por todos”. Su propia lógica incluiría a la mujer, aunque nunca siguió esta lógica hasta su última consecuencia. El continúa, por ende, su argumentación, con un párrafo muy instructivo: La mujer altiva usurpaba para sí el derecho de bautizar, a no ser que una nueva fiera se levantara como la anterior. Así, ¡como esta abolía el bautismo, otra, por su propia cuenta, lo confería! Mas, el escritor que indebidamente, bajo el nombre de Pablo, reclame el ejemplo de Tecla como licencia para que la mujer enseñe y bautice, sepa lo siguiente. El presbítero que compuso el escrito en Asia, como aumentaba la fama de Pablo por sus propios recursos, luego de ser juzgado culpable y de confesar que 79 lo había hecho por amor a Pablo, fue destituido del oficio. Pues cuan increíble parecería que aquel que no permitió a la mujer ni aprender, con mucho atrevimiento, diera a la mujer el poder de enseñar y bautizar. “Que mantengan silencio”, dice él, “y consulten con sus maridos en casa”.99 Lo cierto es que las personas continuaban valiéndose del ejemplo de Tecla y, a pesar de la oposición de personas como Tertuliano, ¡las mujeres sí bautizaban! Era más común en la Iglesia de Marciano que en la Católica, pero también allí se practicaba. 100 Una de las principales funciones de la diaconisa era ayudar en los bautizos de otras mujeres. La diaconisa era ordenada por el obispo (Constituiciones Apostólicas, VIII, 19-20) y desempeñaba su ministerio principalmente entre las mujeres, visitándolas pastoralmente. Ella tenía una función especial en el bautismo: el diácono ungía la frente de las que se iban a bautizar y entonces la diaconisa ungía su cuerpo, “pues no hay necesidad de que las mujeres sean vistas por los hombres” (C.A. III, sc. II, entre Caps. 15 y 16), pues eran bautizadas desnudas. Es probable que no hubiese oposición a este ministerio por el hecho de que una mujer actuaba como ayudante y no independientemente. 6.2 La eucaristía El lector y la lectora podrán estarse preguntando, “¿Y la Eucaristía? ¿Dónde está la evidencia de que las mujeres presidían en la celebración de la Eucaristía?” La pregunta es bastante legítima y debo confesar de que no tengo abundante evidencia, pero sí puedo probar indiscutiblemente que las mujeres de hecho presidían en la Santa Cena. Las pruebas nos vienen de los opositores de esta práctica. Irineo describe con mucho detalle la iglesia gnóstica de Marcos. Hay dos cosas significativas para nuestro estudio. 80 Primero, en la Eucaristía, Marcos, luego de consagrar los cálices de vino mezclado (¿con agua?) y de una larga invocación, “entrega los cálices mezclados a las mujeres y les pide que los consagren en su presencia.” Por lo tanto, las mujeres normalmente participaban en la administración de la Eucaristía, ¡hasta en la consagración del vino! Pero hay otro dato significativo: frecuentemente en el culto los roles de liderazgo eran distribuidos por suertes, cada persona desempeñaba el rol que su suerte mandaba. Aparentemente en esta distribución de responsabilidades no habría ningún ministerio vedado a la mujer a causa de su sexo. Irineo deja claro que está describiendo una secta que conoce íntimamente, ya que operan, como dice, “en nuestro propio distrito sobre el Rodano”. 101 Fermiliano, Obispo de Cesarea de Capadocia, escribió (c. 256) con respecto al Obispo Esteban de Roma, que favorecía el recibir de nuevo a los recaídos en la feroz persecución iniciada por Deciano. En la carta Fermiliano cuenta acerca de una mujer que, en el reinado de Alejandro Severo (c. 234), se presentó como profetisa. La mujer acostumbraba pasear descalsa en el hielo sin sufrir daño alguno en sus pies. También predijo con precisión los terremotos que asolaban Capadocia y Ponto. Fermiliano continúa: ...ella se atrevió a fingir, con una innovación no despreciable, que santificaba el pan, celebraba la Eucaristía y ofrecía el sacrificio del Señor con el sacramento de las palabras usuales y acostumbradas de interrogación, para que nadie discrepase de la regla eclesiástica.102 Es claro que Fermiliano está declarando como “innovación” que una mujer presida en el altar, pero la afirmación no es prueba contundente. También, para él, la mujer “se atrevió a fingir” que estaba ministrando una verdadera Eucaristía. Para el Obispo de Cesarea el acto carecía de validez, pero también deja claro que todo ocurrió 81 de acuerdo con el ritual usual y acostumbrado. La conclusión es irresistible, esa mujer anónima realmente administraba la Eucaristía. Decir que esa mujer era hereje, innovadora o cualquier otra cosa no cambia esa verdad. El tercer testimonio es de Epifanio (c. 315-403) quien describe en su obra Panarion, o sea “caja de remedios” contra el veneno de las herejías, entre otras sectas las de las Coliridianas. Fue una secta cristiana compuesta exclusivamente de mujeres, cuya devoción a la Virgen María asumía proporciones extremas, juzgadas heréticas. El acto que les daba el nombre era el ofrecimiento, en días especiales, de un bollo de pan (griego kollyrys o kollura) a la Virgen María como diosa. Como muchas herejías, se trataba de la exageración de una práctica (en este caso la veneración de la Virgen María) considerada perfectamente ortodoxa y hasta loable. La secta surgió en Tracia, trasladándose desde allí hasta Arabia. Ya que se trataba de una iglesia cuyos miembros eran solo mujeres, no nos sorprende el testimonio de Epifanio que en ella las mujeres también administraban la Eucaristía, como también, evidentemente, desarrollaban todos los ministerios. El propio Epifanio, en su celo de gnóstico convertido, escribió que en la Iglesia católica (ortodoxa) “nunca se les había permitido a las mujeres ofrecer sacrificio, como las coliridianas presumían hacer; les era permitido sólo ministrar. Había entonces solamente diaconisas en la iglesia...” 103 ¿Serán estos los únicos casos de mujeres que efectivamente presidieron en el altar en el templo de la Iglesia Antigua? Hay fuertes indicios de que los casos citados son apenas unos cuantos ejemplos de una práctica mucho más común. Citaré varios argumentos que sustentan la probabilidad de que otras mujeres también hayan presidido en el altar. 1. La insistencia de Tertuliano de que la mujer no debía ejercer ninguna función sacerdotal, específicamente ofrecer el sacramento, es evidencia de que habían mujeres que 82 realmente ministraban la Cena del Señor, ya que no tiene sentido prohibir lo que nadie practica. 2. El relato de la conversión de la familia real de Mirna en el que la Reina, con el nombre de bautizo Sofía (Sabiduría), se hace presbítera, es importante ya que una de las funciones normales de los y las presbíteros y presbíteras era presidir en la Eucaristía con la anuencia del Obispo. 104 3. Es especialmente significativo que la mujer mencionada en la carta de Fermiliano sea una profetisa, pues los ministros itinerantes, indiscriminadamente llamados apóstoles y profetas y hasta “sumo sacerdotes” (Didaqué XI.3; XIII.3), además de su ministerio de enseñanza y proclamación administraban la Cena del Señor. La Didaqué ordena específicamente, “Entretanto, a los profetas permitid realizar la Acción de Gracias cuantas veces quieran” (X.7). Por lo tanto se puede decir que el profeta (o la profetisa) en virtud de su oficio también era “sumo sacerdote” (o sumo sacerdotisa) y como tal acostumbraba presidir en el altar. Además de este aspecto institucionalizado, había otro más carismático. La Didaqué prescribe: “Y no someterás a prueba ni juzgarás a todo profeta que habla en el espíritu, porque todo pecado será perdonado, más este pecado no se perdonará” (XI.7). En otras palabras, era pecado contra el Espíritu Santo cuestionar al verdadero profeta que hablara “en el espíritu”. Ya que el profeta (profetisa) tenía el derecho de “realizar la acción de gracias cuantas veces” quisiera”, ¿quién tendría la osadía de oponerse a una profetisa que decidiera realizar la Eucaristía, sabiendo que su cuestionamiento constituia un pecado contra el Espíritu Santo? 4. Finalmente, el mismo argumento que sostiene que las mujeres que encabezaban iglesias locales probablemente bautizaban, también apoya la tesis de que administraban la Cena del Señor a los fieles que estaban a su cargo. 83 Con la excepción del tema de la mujer y la Eucaristía, he evitado o usado reservadamente textos asociados a grupos cismáticos e iglesias o grupos considerados heréticos. Esto porque personas que se consideran “católicas” o “ortodoxas” generalmente tienden a descontar tales fuentes como poco auténticas o fidedignas. Esta actitud, aunque común y hasta cierto punto comprensible, excluye valioso material histórico. Además, las personas que rechazaron a los herejes y sus escritos como materia prima de la historia, generalmente no aplican su propio principio con absoluto rigor. Tertuliano, por ejemplo, a pesar de haberse unido a los montanistas (cismáticos), es honrado como el “Padre de la Teología Latina”, y Orígenes, quien tuvo varias de sus ideas condenadas por el Concilio de Calcedonia, es citado por todos. Es decir, en la práctica las personas tienden a discriminar a aquellas personas que tienen fama de ser cismáticos o hasta heréticos, pero esto no significa que sus ideas, aun siendo falsas, sean dignas de estudio. Todo historiador sabe que la herejía es algo bastante relativo. Un ejemplo clásico es la condenación de Nestorio en 431. Hoy en día es común entre los historiadores considerar injusta su condenación. También encontramos que un concilio corrige las decisiones de otro anterior. Eutique fue declarado inocente en 449 y rotundamente condenado en Calcedonia, apenas dos años después (451). Pedro Valdo, fundador de los Valdenses, Juan Wycliff y Juan Huss fueron condenados por la Iglesia Católica, pero la Iglesia Protestante de hoy los honran como pre-reformadores. Tal vez más importante, Martín Lutero fue excomulgado por la Iglesia Romana, pero la Protestante difícilmente considera este hecho suficiente como para deshechar sus ideas. ¡Como a los heterodoxos de los primeros siglos, también a ellos se les atribuyen ciertos rasgos cuando son descritos por sus amigos, y otros cuando son descritos por sus enemigos! 84 Nos restan dos consideraciones breves pero importantes. La primera: la heterodoxia muchas veces es la ortodoxia fuera de época, sea adelantada o retrasada. La otra consideración es que la herejía es básicamente la exageración, la desproporción de algún principio o práctica ortodoxa, o es el resultado de una lucha apasionada contra un error que se percibe en el cristianismo ortodoxo. Generalmente hay más puntos de contacto entre el cristianismo ortodoxo y el heterodoxo de lo que se puede ver con un examen superficial. Que los lectores y las lectoras de esta Historia no piensen que el autor ignora los errores de grupos heterodoxos, particularmente de los gnósticos. Toda la explicación anterior muestra que los ministerios desarrollados en iglesias consideradas heréticas eran genuinos. Lo que acontecía en esas iglesias, mutatis mutantis, con toda probabilidad acontecía también en la Iglesia que llamamos Católica y Ortodoxa, en lo que se refiere a los diferentes ministerios femeninos. 85 Notas: 1 En su Sínodo de julio de 1984, la Iglesia Episcopal de Brasil aprobó la ordenación de mujeres como sacerdotes; la copia de la propuesta fue provista al autor por uno de sus proponentes, el Obispo Sumio Takatsu. También Didaqué Kaine de otoño, 1984, p. 24 trae una noticia de que los académicos y académicas de teología de la Iglesia Presbiteriana Independiente de Brasil están exigiendo “Pastoras ya”. Hasta la fecha en que se escribe esta nota, la IPIB no ha decidido oficialmente en favor de la ordenación de mujeres para el ministerio pastoral. 2 A pesar de haber optado por apenas tres grandes períodos, dada la brevedad de la obra total (en contraste con los siete “períodos” de la Historia ilustrada cristiana de Williston Walker o de las diez “eras” de la Historia ilustrada del cristianismo de J. González), y por números redondos para indicar, a grosso modo, los parámetros de cada período, no seleccionamos las divisiones sin criterios. Como indicamos en el texto, entendemos que la historia de la Iglesia empieza con Jesús, siendo esencial para los propósitos del presente volumen examinar la práctica del propio Jesús en lo que atañe a ministerios femeninos e intentar desvendar sus verdaderas intenciones al respecto. Ese primer período, que estamos designando como el Período Antiguo, se extienda hasta aproximadamente 500 d.C. Algunos historiadores, como por ejemplo Roland H. Bainton, The Medieval Church, Princeton, NJ, D. Van Nostrand Co., 1962, p.7, quieren finalizar el período antiguo más o menos en el año 400. Yo considero que 400 es demasiado temprano, pues para mi la obra de Jerónimo (m. 420) y Agustino (m. 430) son nítidamente de la Iglesia Antigua. Estoy en desacuerdo también con la posición de muchos buenos historiadores católicos como, por ejemplo, los autores de los dos primeros volúmenes de Nueva historia de la iglesia, quienes prefieren fechas como 604 o 600, para incluir en el período Antiguo a Gregorio Magno (m. 604). Para mi, Gregorio Magno es esencialmente medieval. ¿Por qué, específicamente, 500? En realidad no defiendo “500” tanto como “aproximadamente 500”. Por ejemplo, mi antiguo profesor de historia eclesiástica, William R. Cannon, History of Christianity in the Middle Ages, From the Fall of Rome to the Fall of Constantinople, (New York: Abingdon, 1960) ubica el período precisamente de 476 a 1453, adoptando los parámetros de su título. Concuerdo con Cannon de que la Iglesia Medieval emerge de la síntesis de la vieja Iglesia y civilización romana con los pueblos germánicos, de modo que el año 476 es un marco importante. No obstante, 496 tal vez simbolice mejor ese proceso, ya que en navidad de 495, Clovis, Rey de los Francos, fue bautizado en la Iglesia Católica, señalando el inicio de la conversión de Galia al Cristianismo Católico Romano. Otra fecha de significado doble, sería 529. Ella marca el Sínodo de Orange, en el cual se aceptó la doctrina agustiana de la absoluta necesidad de la gracia para la salvación sin eliminar del todo la cooperación de la voluntad humana en el proceso. Simboliza también la regla de San Bento, la regla monástica más representativa del Occidente. Por lo tanto, sin rigidez, 500, como número redondo, finaliza el período 86 Antiguo e inicia el Medieval. La preponderancia de oponiones protestantes y católicas toma 1500 como fin del Período Medieval, a pesar de no existir gran concenso en cuanto a su comienzo. Por ejemplo, en el Vol II de Nueva historia de la Iglesia y La edad media (600-1500) R. Seeberg, Textbook of the History of Doctrine, célebre historiador protestante, traza en el segundo de los tres libros de su obra, La historia de la doctrina desde Gregorio Magno hasta Lutero. B. Hagglund, Historia de la teología, (Porto Alegre: Concórdia, 1982), en la segunda parte de su obra traza la historia medieval desde la controversia agustiniana (sin incluir el pensamiento de Agustino que se encuentra en la primera parte) hasta Lutero. Ubicamos el período Moderno de 1500 al presente; es decir, incluimos la Reforma como parte de la Iglesia Moderna. Reconocemos el peso de la afirmación de W. Walker y otros que apuntan a los elementos medievales de la Reforma. Walker llega a afirmar que el primer siglo y medio de la Reforma tiene que ser visto como la continuación de la Edad Media (A History of the Christian Church, Charles Scribner’s Sons, New York, 1959, p. 426). Pero los elementos nuevos del protestantismo hicieron de él, en realidad, el principio de la Edad Moderna. Por lo tanto prefiero quedarme con Hägglund, op.cit. cuya periodización implica esto: intitula su última (III) parte “El período moderno desde la Reforma hasta el presente.” 3 Joseph Klausner, Jesus of Nazareth, His Life, Times and Theology (New York: MacMillan, 1959), 9a impresión, p.384: “a través de los evangelios, no hay ningún item de enseñanza ética que no tenga paralelo en el Antiguo Testamento, la literatura apócrifa talmúdica o midráshica del tiempo de Jesús. Klausner cita también la opinion de C.G. Montefiore, The Synoptic Gospels, London, 1909, que intenta demostrar que gran parte del contenido de los evangelios viene del Talmud (Klausner, p. 114). Por otro lado, la originalidad de Jesús es afirmada repetidamente en el Nuevo Testamento. Hay diversos pasages que se refieren a la “nueva criatura” o al “nuevo ser” en Cristo: 2 Co.5.17, Ga 6.15, Ef 4.24, Co 3.1,10; otros hablan del “paño nuevo” y del “vino nuevo”•Mt 9.16-17 y paralelos. Conviene señalar también las referencias al Nuevo Testamento: Mt. 26.28-29 y paralelos. 4 Según J. Wellhausen en Elnleitung in die ersten Evangelien, (Berlin, 1905), p. 113, “Jesús no era cristiano: era Judío. No predicó una fe nueva, pero enseñó a los hombres a hacer la voluntad de Dios (conforme) encontrada en la Ley de Moisés y los libros de la escritura” (citado en Klausner, op.cit., p. 363). 5 El término es 6 B. Harvie Branscomb. The Gospel of Mark. The Moffatt New Testament Commentary (New York: Harper, s-d), p. 204-205. 7 “Pharisees” en The Interpreter’s Dictionary of the Bible, (New York: Abingdon, 1962), III, 781. 8 Un ejemplo curioso de esto es el uso que la Didaqué hace del término hipócrita; en su afan de seguir a Jesús en todo, hasta en la adopción de su vocabulario, la Didaqué llega al punto de sustituir la palabra “judío” por “hipócrita” (cp. VIII). 87 9 Op.cit., 781. 10 Véase, por ejemplo, el salmo 119, en cada uno de sus 176 versículos enaltece la ley. Usa, es claro, una variedad de sinónimos, pero la intención de glorificar la ley en todo es bien evidente. Más tarde Pablo se dedicaría a la difícil tarea de relacionar correctamente la ley judía con Cristo. 11 Comblin, José. O Tempo da Açao, (Petrópolis: Vozes, 1982), p. 38. 12 Jesús tampoco limitó sus curaciones a los judíos; un caso muy interesante es la curación de 10 leprosos, uno de ellos un samaritano; solamante éste mostró alguna señal de gratitud (Lc 17.11-19). 13 Jn 4.10-27 14 Hch 9.36-43. Es probable que la expresión “todas las viudas” (v.39) se refiera al ministerio u orden de las viudas. 15 Citamos la Biblia de Jerusalén, pues generalmente en las versiones tradicionales no aparece la palabra “diaconisa” ni tampoco está claro el nombre de Junia, la apóstola. 16 Versión en portugués publicada por CONIC y CEDI, Río de Janeiro, 1983. 17 Ibid., pp. 36-37. 18 Fue en su esfuerzo por liberar la opresión de una mujer, “una joven esclava que tenía un espíritu de adivinanza” (Hch 16.16) que Pablo y Silas fueron presos. No somos informados si la joven se hizo discípula, pero fue efectivamente liberada del “espíritu de adivinación” y así de la explotación de la cual era víctima. 19 kathedra (cadera o cátedra) está íntimamente ligada al verbo kathitzo. 20 Cp Hch 16.40; 17.1. 21 Pablo apela a un “compañero fiel” para auxiliar a Evodia y Sintique (Fil 4.3). Clemente de Alexandría, Erasmo, Zuinglio y otros entienden que este Sutuyos sea la esposa de Pablo. Renan está de acuerdo y dice que ella es Lidia. Además de la dificultad gramátical (ya que el término es masculino), I Co 7.7,8 sugiere que Pablo era soltero. 22 Yo considero que el “compañero fiel” es Lucas. 23 G. Abbot-Smith, Manual Greek Lexicon of the New Testament, (Edinburgh: T& T clark, 1950), 3a ed., p. 393, traduce “adivinador ventrílocuo”; en esto concuerda W.M. Ramsey, Saint Paul, the Traveler and Roman Citizen (London: Hodder and Stoughton, 1895), 11a ed, p. 215s. Pero la variedad de traducciones de versión en versión sugieren que no existe una única traducción que convence a todos. 24 El verbo griego es poreuomai. El “Id” del versículo 10 es del verbo ipago. 25 La Didaque también advierte que los apóstoles debían ser probados en cuanto a su ortodoxia, y más aún, su abnegación y desprendimiento. La referencia a los “apóstoles” falsos y “mentirosos” en Ap 2.2 que aparecen en la iglesia de Efeso, es una confirmación de ese apostolado itinerante en ningún sentido limitado a los “doce”. 26 De Nunn, Christian Inscriptions (Texts for Students, SPCK, no 11); H. Bettenson, Documentos da Igreja Crista (Sao Paulo: ASTE, 1967), p. 126. 27 Ibid, p. 127. 88 28 Ibid. 29 Elsie Thomas Culver, Women in the World of Religion, (New York: Doubleday, 1967), p. xx. 30 Es interesante que el episodio de Dorcas precede inmediatamente al del Centurión Cornelio, “piedoso y temeroso de Dios, con su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”. Cornelio tuvo una visión en la que Dios le dijo, “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hch 10.2,4). 31 “Contra Marciano”, V.8, en ANCL, VII, 411; cp. también Ireneo quien comenta que Pablo “habla expresamente de dones proféticos y reconoce hombres y mujeres profetizando en la Iglesia”, “Contra Herejías”, III,xi, en ANCL V, 296. 32 “Contra Marciano”, ANCL, VII, 411. 33 Tertuliano en “Exhortación a la castidad”, ANCL, XVIII, 16. Curiosamente, el propio Tertuliano, llamado el Padre de la Teología Latina, se afilió a los Montanistas. 34 Cp. R. Seeberg, Textbook of the History of Doctrines, (Grand Rapids: Baker, 1964), I, 181. 35 Cp. referencias en Tertuliano, “Del Bautismo”, ANCL, XI, 251-52. 36 ANCL, XVI, 289. 37 “Los hechos de Felipe”, ANCXL XXVI, 301-303. 38 El pastor de Hermas, Visión II, iv, 2-3. 39 Bettenson, op.cit., p. 29. Bettenson trae la siguiente nota, no. 7: “carmem...dicere secum invicem” - carmem generalmente se traduce por himno, pero puede significar diversas formas establecidas de poema. Aquí probablemente designa una oración o un salmo antifonal, o determinada forma de letanía”. Si él tiene razón, la única modificación que debería introducirse en mi afirmación sería una referencia a la participación femenina en las oraciones y letanías. 40 Ibid. Bettenson señala que ministrae en latín es el equivalente a diakonoi en griego. 41 Ibid. 42 Se supone que es de Edessa que Pablo de Samósata, obispo de Antioquía c. 260-272, habría traído la práctica (aunque criticada en un sínodo convocado para condenar su heresía, Monarquianismo Dinámico), descrita en la epístola que el sínodo dirigió a los obispos de Roma, Alejandría y otros lugares: “Además de esto, el paró (prohibió) los salmos que eran cantados en honra de nuestro Señor Cristo Jesús, por ser recientes composiciones de hombres modernos; pero para su propia honra él prepara mujeres para cantar en la gran fiesta en medio de la iglesia...” Citado por Eusebio, Historia Eclesiástica, VII, cap. 30. 43 Patrología, (Sao Paulo: Paulinas, 1972), p. 345. Ver también J. Daniélou y H. Marrou, Dos primórdios a Sao Gregorio Magno , Vol 1 de la Nueva Historia de la Iglesia, (Petrópolis: Vozes, 1973), p. 201-202. 44 NPNF 2, Vol XIII, p. 130. 45 Conviene recordar que las primeras persecuciones cristianas fueron practicadas no por el gobierno romano sino por los judíos. 46 XIII.32; apud Bettenson, op.cit., p. 26. 89 47 Apud Bettenson, p. 28. 48 Bettenson, p. 26. 49 Walker, W. A History of the Christian Church, (New York: Charles Scribner’s Sons, 1959), p. 30. 50 Annales, XV 44, apud Bettenson, op.cit. p. 27. 51 Apud Bettenson, pp. 28, 30. Aunque Walker, op.cit., p. 43 dice que su crimen fue “incendio culposo”. 52 Después de la dura persecución iniciada por Decio, que duró hasta el año 260, hubo 43 años de paz para la Iglesia que, en ausencia de persecución, construyó iglesias (templos) y creció grandemente. A la vez se redujo el nivel moral y espiritual de sus miembros. 53 Stephen Neill, Missoes Cristas, (Lisboa: Ulisseia, sd), p. 43, pone como fecha del martirio 07-03-203 y llama la atención a la diferencia de clases entre las dos mujeres. 54 El relato completo se encuentra en “La Pasión de las Santas Mártires Perpetua y Felicitas” en ANCL, XIII, 275-292. Daniélou atribuye todo el relato a Tertuliano, llamando la atención a su sabor montanista y considerando el documento “incomparable en cuanto a la capacidad de imaginación cristiana de la época” (op.cit. p. 158). Personalmente no tengo mucha dificultad en aceptar que una mujer, frente a su propio martirio, haya tenido tales visiones, especialmente a la luz de la creencia del poder de la intercesión exhibida en las inscripciones de las tumbas citadas anteriormente (p. ) y por la veneración con la cual las (os) confesoras(os) eran tratadas, al punto de perdonar sus faltas (Cp. Epístolas de Cipriano, xxi, 2, en ANCL, VIII, 62-63). 55 ANCL, VIII, p. 327, Ep. 1xxx; en la edición de B.A.C., Obras de Sao Cipriano y en la edición de Oxford, el número de la epístola es vi. 56 Cartas de San Ignacio, (Petrópolis: Vozes, 1970), p. 83, nota 60. Ignacio, en Aos Esmirnenses, 13.1, se refiera a las “vírgenes llamadas viudas”. 57 “On the Veiling of Virgins”, cap. ix, en ANCL, XVIII, p. 168. 58 Las ideas de Ario fueron rechazadas por el Concilio de Nicea, el cual estableció la plena divinidad del Hijo de Dios, Ario y sus principales aliados (como Eusebio de Nicomedia), siendo exiliados por Constantino. Luego reconquistaron su confianza. 59 Sozomeno, Historia Eclesiástica II, 31; énfasis del autor. 60 Historia Eclesiástica,IX, i. 61 Véase más adelante la participación de Pulqueria en el establecimiento de la ortodoxia cristológica. 62 Daniélou y Marro, op.cit., p. 356. 63 Daniélou, Ibid., p. 357. 64 Cp. Sozomeno, VII, 16. 65 Seguí aquí la Biblia de Jerusalén, la cual defiende la tesis de que “episcopos” de este pasaje no tiene la misma fuerza que la palabra “obispo”; el obispado sería un paso posterior en la evolución de las órdenes ministeriales. 66 Acepto la integridad de la Epístola a los Romanos, pues los argumentos en su contra no son convincentes. Es verdad que hay una 90 bendición y un amén al final del argumento de la epístola (15.33) lo que, a primera vista, parece el final lógico de la epístola. Pero esto no es sin precedente; lo mismo ocurre en la Epístola a los Filipenses (4.20 y 4.23; cp. también 4.7,9) y 2 Tesalonicenses (3.16,18). Además de esto, a la luz de la tendencia normal de Pablo de agregar recomendaciones y saludos personales, la Epístola a los Romanos parecería incompleta sin los saludos del capítulo 16. La objeción principal parece ser que Pablo no podría conocer tan íntimamente a tantos hermanos (28) en Roma, una iglesia que desconocía personalmente. Pero mas bien, dada la mobilidad de los cristianos del primer siglo, las largas andanzas de Pablo y la preponderancia del elemento griego y oriental en la iglesia de Roma, no parece tan improbable que Pablo conociera 28 líderes de la iglesia en la capital del imperio, y ciertamente no es imposible: aunque se pudiera demostrar que el capítulo 16 de Romanos realmente fuese parte de otra epístola, eso no invalidaría los argumentos generales acerca de Febe como diaconisa. 67 London: Epworth Press, 1952, p. 580. 68 (London: Hodder & Stoughton, 1936, p. 149). “we hear of a ‘college’ of diakonos presided over by a iereus, in the service of Serapis, Isis, etc...and where two diakonoi and a female diakonos (cp. Ro 16.1) are associated with a iereu and a iereia ton dodeka theon 69 Ep. X, 97; la cita se encuentra frecuentemente, inclusive en Bettenson, op.cit., p. 29. 70 Cap. IX; de la traducción de R.H. Connolly. Didascalia Apostolorum, (Oxford: Clarendon Press, 1929), citada por Georgia Harkness, Women in Church and Society, (Nashville: Abingdon, 1972), p. 72. 71 Harkness, op.cit., p. 73. 72 Peregrinación de Eteria, 23.1-4; (Petrópolis: Vozes, 1977), pp. 7778. El término aputactitae se refiere a mujeres practicantes de ascetisismo rígido. “Santa Tecla” sería la misma que, según la leyenda, Pablo había enviado a Seleucia como emisaria de Cristo. 73 NPNF2, XIV, 40 74 NPNF2, XIV, 129. Algunos historiadores entienden que estas prestidides o “presidentes” eran simplemente diaconisas en el ejercicio de sus funciones, comunes en ese entonces. Ellas eran “presidentes” ya que presidían sobre la parte femenina de la congregación y eran presbitides o sea, ancianas, por virtud de la limitación “paulina” de edad (cp. i Tm 5.9), un ejemplo más de la tendencia de confundir viuda y diaconisa. Pero esta suposición no implica la parte “no serán nombradas (kathistasthai) en las iglesias.” Algunos intérpretes ven esto como prohibición de su ordenación; pero si esta fue la intención, simplemente no tuvo efecto, ya que sucesivos concilios aún hablan de la ordenación de diaconisas. Lo que parece responder mejor al sentido del cánon es la prohibición, para el futuro, de nombrar diaconisas jefes o presbitides. 75 NPFN2, XIV, 130. 76 NPNF2, XIV, 606. 77 Ibid, p. 279. 78 Idem, p. 372. Cp. Cánon XL del año 692, Ibid, p. 384. 79 Epifanio, Haer ixxxix.4, quien fue monge y luego obispo de Salamis, 91 Chipre, teje interesantes comentarios sobre las diaconisas. El tratamiento del asunto en Concilios regionales y hasta ecuménicos atesta acerca de la presencia de las diaconisas en muchos lugares. 80 Para una interesante descripción de los servicios prestados por la diaconisa Olimpia y la estima que gozaba por parte de Crisóstomo y otras figuras de la época, véase Donald Attwater, St. John Chrysostom, Pastor and Preacher, (London: Harvill Press, 1959). Por ejemplo, Paladio se refiere a Olimpia como “una mujer maravillosa...como un vaso precioso lleno del Espíritu Santo.” También dice que “su alabanza se oye más en las iglesias por muchas razones”...¡Qué hombre fue aquella mujer! El propio Crisóstomo, en una de sus últimas cartas a Olimpia durante su exilio, escribió: “No puedo cesar de llamarte bendita. La paciencia y dignidad con la que has agüantado duras tristezas, el tacto y la sabiduría con que has manejado los asuntos más delicados, y la caridad que te hace lanzar un velo sobre la malicia de tus perseguidores te ganarán una gloria y un galardón de felicidad eterno en el porvenir.” Ambas citas son de Attwater, p. 96. 81 Phillip Schaff, History of the Christian Church (NY: Charles Scribner’s Sons, 1923), III, 197. 82 Ibid. 83 The Oxford Dictionary of the Christian Church, (Oxford: Oxford University, 1957), “St. Macrina”, p. 841. Gregorio de Nissa también escribió Vita Macrinae Junioria, la cual, junto con De Anima ac Ressurrectione, provee los datos acerca de ella. 84 Schaff, op. cit. III, 202. La propia hermana de Ambrosio fue una de las primeras monjas de Italia. Para ella Ambrosio escribió, c. 377, “De Virginibus”. 85 Citado de Colman J. Barry, Readings in Church History, (Westminster, Maryland: Newman Press, 1965), I, 127-128. Ya que Jerónimo había nombrado a Eustoquia como novia de Cristo, llegó a referirse a Paula como “suegra de Dios” (socrus Dei). 86 Años más tarde una nieta de Melania, del mismo nombre, construyó y mantuvo otro convento en el Monte de Olivas, pero no aceptó ser su abadesa. 87 NSH, VII, 463. 88 Ibid., 465. 89 El nombre “Tecla” se repite a través de la historia, lo que sugiere que la tradición impresionó a la Iglesia. Hay, por ejemplo, una Tecla que fue martirizada en la última gran persecución (Eusebio, H.E., “El libro de los mártires”, cap. iii). 90 I, X, repetido por Sócrates (HE, I, xx, NPNF2, II, 24); por Teodoreto (HE, I, xxiii, NPNF2 III, 58); y Sozomeno (HE II, vii, NPNF2, II, 263264). 91 Citado de Sócrates, H.E., cap. xx; NPNF2, II, 24. 92 Ella es llamada Nina, Núnia, Nino. Es honrada el 15 de diciembre como “Sainte Crétienne” y el 11 de junio en el calendario armenogeorgiano. En la Encyclopaedia Britannica, ed. 1950, X, 196, consta una corta y reveladora declaración: “Fue en el cuarto siglo que, bajo el Rey 92 Chosroida Mirian (Mihran), los Georgianos abrazaron el cristianismo a través del apostolado de la “Iluminadora de Georgia”, Santa Nino. La primera iglesia fue levantada en Mitskhet”. 93 ANCL, XVI, 386-87. 94 Conviene notar que todos los ministerios femeninos tratados en las secciones anteriores también se relacionan con la obra misionera. 95 De una copia mimeografiada de la propuesta original suministrada por el Obispo Sumio Takatsu, uno de los autores de la propuesta. 96 ANCL, XI, p. 231. 97 Sobre el uso de velos por las vírgenes - On the Veiling of the Virgins, cap ix; ANCL, XVIII, 168. 98 En La exhortación a la castidad, ANCL, XVIII, 20. 99 ANCL, XI, 251-52. 100 En De Praesc., 41, Tertuliano protestaba contra las siguientes prácticas de las mujeres en las iglesias gnósticas: ellas enseñaban, discutían, echaban demonios, curaban y posiblemente bautizaban independientemente. La protesta era contra las iglesias gnósticas en general, no sólo contra Marciano. 101 Irineo, Contra Herejias, I, xiii, 1-7; cita directa del par. 2. Irineo dedica los caps. xiv-xxii a los Marcosianos. Cp. comentario al respecto en Elaine Pagels, The Gnostic Gospels, Penguin Books, 1982), p. 66. 102 ANCL, VIII, p. 293 - Ep. ixxiv (o en la versión de Oxford, Ep. ixxv). 103 La cita es de Panarion, también frecuentemente citado como Haeresis, 1xxxix,4. Su descripción de las Coliridianas en su totalidad conforma los capítulos ixx, viii y ixxix del Panarion. Cp. NPNF2, XIV, 130. 104 Al igual que con todas las designaciones de oficios y ministerios en la Iglesia primitiva, hay cierto grado de imprecisión cuando se trata del término “presbítera”. Ya vimos como “se confunden las vírgenes, viudas y diaconisas”. Foakes-Jackson afirma que algunas de las viudas eran llamadas “presbíteras”, pero no siempre es evidente, sino en el sentido más técnico de una “orden” o simplemente en el sentido de “ancianas”. Véase su History of the Christian Church from the Earliest Times to A.D. 461, (Cambridge, 1924), 6a ed., p. 57. 93 94 SEGUNDO LOS PERÍODO MINISTERIOS FEMENINOS EN LA EDAD MEDIA INTRODUCCIÓN En la Edad Media, en contraste con sus primeros siglos de vida, encontramos a la Iglesia establecida con estructuras más o menos rígidas y una teología oficialmente definida. Es cierto que hay diferencias significativas entre la Iglesia Oriental u Ortodoxa y la Iglesia Occidental o Católico Romana. Cada cual, especialmente después de las invasiones bárbaras (desde finales del cuarto siglo) y más específicamente después de la caída del imperio en el Occidente (476), siguió su propio rumbo político y religioso hasta el punto que, en 1054, se dividieron en forma definitiva. Pero a pesar del cisma que existe hasta hoy, ambas ramas todavía se reconocen como auténticas expresiones del cristianismo. La Iglesia Oriental se había preocupado por definir, en términos aceptables para la mente griega, la naturaleza de Dios y de su hijo Jesucristo. Es muy significativo que los primeros concilios ecuménicos se hayan preocupado por la 95 trinidad y la cristología, ya que estos dogmas, mucho más que ser fórmulas metafísicas sobre las verdades de la fe, visualizan a la divinidad como una comunidad participativa de amor y a Jesús en su unión y solidaridad con mujeres y hombres mortales. Aunque la mayor preocupación por estas cuestiones y por la realización de los concilios haya sucedido en el Oriente, el Occidente asintió a sus decisiones. Mas bien, en el Concilio de Calcedonia el célebre “Tomo” de León I de Roma prácticamente dictó los términos de la definición cristológica (451). Aproximadamente durante el mismo período en el que el Oriente establecía sus bases teológicas, principalmente por medio de los concilios, los llamados “doctores de la Iglesia Latina” también lanzaban sus fundamentos, no sólo doctrinales sino también en cuanto a la práctica de la Iglesia Católica. Ambrosio (c. 333-397), Obispo de Milán, tomando como su modelo al estoico Cícero, escribió “la primera exposición sistemática de la ética cristiana”. 1 Su obra De officiis ministrorum, escrita después de 386, llegó a ser la guía ética de la cristiandad occidental. Jerónimo (c. 347-420) considerado el impulsor de la vida monástica, bajo comisión del Papa Dámaso tradujo la Biblia de los idiomas originales al latín vulgar, el idioma del pueblo. La excelencia de su obra hizo de la Vulgata la Biblia de la Iglesia Latina, lugar que conserva hasta hoy a pesar de la reciente aparición de otras versiones, especialmente la Biblia de Jerusalén. Agustín (354-430) aportó más a la teología de la Iglesia Latina que cualquier otro individuo. El mismo reconocía que pocos lectores serían capaces de seguir los argumentos de su obra dogmática principal, De Trinitate , y por eso se esforzó por hacerla más accesible por medio de analogías. Pero, sin duda, su autobiografía espiritual, Las Confesiones y La Ciudad de Dios, son mucho más conocidas. Altaner y Stuiber comentan lo siguiente acerca de los veintidos libros escritos por Agustín: 96 Contienen la más preciosa apología del cristianismo antiguo, expuesta históricamente y presentan el primer gran esbozo de una teología de la historia; sus ideas fundamentales, en parte mal interpretadas, determinaron ampliamente la política de la Iglesia en la Edad Media.2 No nos preocupa demasiado, para esta historia de ministerios femeninos, establecer con mucha precisión el fin del período de la Iglesia Primitiva y el principio de la Medieval. Para nuestros propósitos hemos adoptado el año 500 como el final del primer período y el principio del segundo. 3 Consideramos a Gregorio Magno, cuarto Doctor de la Iglesia Latina, como una especie de paradigma de la propia Iglesia Medieval. En la persona de Gregorio el monaquismo, ya asumido por los otros doctores y habiendo recibido su estructura clásica de Bento de Nursia, asume su posición máxima en la Iglesia. Con Gregorio, quien se denominaba a sí mismo “siervo de los siervos de Dios”, la Iglesia Occidental se convierte en una iglesia claramente papal, en la teoría y en la práctica. Los escritos de Gregorio revelan una iglesia un tanto supersticiosa, donde proliferan los milagros, donde los santos y las reliquias son abiertamente venerados, donde el pueblo cree piadosamente en la realidad de las llamas del purgatorio. En esta teología encontramos influencia agustiniana, pero es suficientemente diluida como para que Agustino sea aceptado por la Iglesia. En ocasión de su elección como Papa (590), Gregorio escribió su más significativa obra, Liber regulae pastoralis, sobre la obra del pastor. “En la Edad Media, esta obra fue para el clero secular, lo que fue la Regula Benedicti para las órdenes religiosas”. 4 Desde hacía mucho tiempo la Iglesia venía siendo una Iglesia Episcopal. El concepto de la “sucesión apostólica” que Clemente de Roma anunció a la iglesia de Corinto con el fin de recomendarle un tratamiento más digno a los viejos presbíteros-obispos (especialmente en los capítulos 42 y 44), unida a la doctrina del episcopado monárquico tan 97 enfatizado por Ignacio de Antioquía, constituyó la base de la autoridad episcopal cuya expresión clásica se encuentra en los escritos de Cipriano. Curiosamente, también Cipriano, quien enfatizó el significado de Mateo 16.18,19, dedicándole un capítulo (el cuarto) de su libro La Unidad de la Iglesia Católica, no admitía la autoridad judicial del Obispo de Roma en Cartago. 5 Pero en realidad, la autoridad de las iglesias principales como las de Alejandría, Antioquía, Cartago, Efeso y Roma, crecía; la de Roma más que cualquier otra. Basta decir que hasta el final del Período Antiguo Roma no tenía rival en el Occidente y su Obispo en la práctica ya era Papa. En la iglesia “oficial”, esencialmente episcopal y hasta papal, los obispos, en su lucha contra los herejes (principalmente los gnósticos) y los cismáticos (especialmente los montanistas), habían usurpado el dominio de los dones espirituales, hasta el punto de insistir en que deberían ser canalizados por el episcopado. Esta misma iglesia “oficial” había reservado las órdenes sagradas para los hombres. Pero a pesar de esta posición oficial, hay evidencia de que no todos aceptaban ese reduccionismo con tranquilidad. Por ejemplo, el conocido nominalista, Guillermo de Occam (quien murió en 1349) en su Dialogus, hablaba de la remota posibilidad de que todos los hombres dentro de la Iglesia Católica, incluyendo el papa y los cardenales, podían llegar a “desviarse y la fe católica ser conservada solamente por mujeres”.6 Las mujeres, a su vez, buscaban espacio dentro y fuera de la Iglesia Católica y sus instituciones. En la Iglesia Medieval sucedía lo mismo que había ocurrido en la Iglesia Antigua, los espacios más amplios se encontraban en los movimientos considerados heterodoxos, especialmente entre los valdenses quienes aceptaban hasta la predicación femenina. Pero también dentro de las estructuras de la Iglesia oficial, la mujer cristiana descubría o creaba su espacio, a veces en 98 formas sorprendentes. Como vimos en el primer período del presente estudio, las mujeres participaron de manera activa desde el inicio del movimiento monástico. En la Edad Media los muros de los conventos muchas veces escondían ministerios poco conocidos o hasta insospechados fuera de ellos. El liderazgo que le era negado en la iglesia secular fue ejercido tranquilamente por la mujer enclaustrada. La intensidad de su devoción muchas veces se expresaba en escritos cuya influencia hacía de algunas de estas mujeres verdaderas teólogas y dirigentes del pensamiento de la Iglesia. Parte de la vocación de la Iglesia, como iglesia, era producir santas y santos. La Edad Media ya no era época de martirio, pero mujeres y hombres continuaban sintiendo el desafío de Jesucristo: “Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5.48; cp. Lv 11.44). Dado que para Jesús la sustancia de esta perfección era el amor, la vocación a la santidad era una vocación al ministerio (servicio). En la Edad Media abundaron destacadas santas, cuyo servicio a la iglesia y a su prójimo no ha caído del todo en el olvido. En el principio del período en cuestión, una gran parte de Europa aún no era cristiana. Patricio había evangelizado a Irlanda, pero el resto de Gran Bretaña era esencialmente pagana. Alemania, Escandinavia, Hungría, el mundo eslavo - todo eso y más - representaba el “campo misionero” de la Iglesia Occidental de la Edad Media. Conocemos los nombres de muchos de los misioneros, verdaderos apóstoles. ¿Y las mujeres? Una lectura más cuidadosa muestra que, así como sucedió en la Iglesia Antigua, la mujer contribuyó significativamente al avance misionero del período. Una figura que destaca aquí es la de la reina o emperatriz, casi la única “profesión” generalmente aceptada para la mujer cristiana. Finalmente, complementando los datos sólidamente establecidos, existen leyendas que también ayudan al 99 historiador a interpretar esta era. Una leyenda que persistió durante mucho tiempo, probablemente sin base histórica real alguna, es la leyenda de la Papisa Juana. A pesar de sus elementos extravagantes, la existencia y permanencia del cuento prueban no sólo que el pueblo apreciaba una buena historia, sino también que el o la inventora de la historia admitía la capacidad de la mujer como maestra y teóloga y aun como jefe de toda la cristiandad. La larga aceptación de la leyenda, hasta por algunos papas, también muestra que la mente popular no descartaba tal posibilidad. Estas consideraciones, no necesariamente en el orden de presentación, conformarán el grueso de este Segundo Período de la presente historia. 1. La mujer medieval y el monaquismo El ideal representado por la antigua costumbre de los votos de virginidad perpetua resurgió bajo diversas modalidades en la Iglesia Medieval, a pesar de los esfuerzos de la iglesia por institucionalizar el ascetismo. En el siglo VIII, por ejemplo, durante la organización de la Iglesia en Turingia por el célebre Bonifacio, era común que una muchacha hiciera votos de virginidad perpetua sin entrar en un monasterio. Esta situación le parecía peligrosa e irregular a Bonifacio, quien se esforzó por lograr que estas vírgenes consagradas ejercieran su vocación dentro del convento, donde la tentación de renunciar a su voto sería mínima. 7 Pero la idea no murió; volvería, no sólo en casos aislados como el de Santa Catarina de Siena, sino también en movimientos como las beguinas y en las órdenes terciarias. En este capítulo describiremos no sólo las formas más oficiales, sino también otras más populares y laicas de la consagración a la virginidad perpetua. En el primer período señalamos la extraordinaria respuesta de la mujer italiana y norafricana a las persuasivas 100 predicaciones de Ambrosio de Milano, lo cual produjo un ingreso masivo de mujeres a conventos italianos. Fue también en Italia que el monaquismo occidental tomó su forma clásica, según la célebre Regla de San Bento de Nursia. La fama de Bento es merecida, pero contribuyó al olvido de su hermana gemela, Escolástica. Poco sabemos de la infancia de Escolástica, además de que nació alrededor de 480 en una familia de la vieja aristocracia romana. Pero, a juzgar por su vida posterior, ella debe haber compartido el ideal ascético de su hermano Bento. Este, luego de varios años como ermitaño, resolvió establecer su primer monasterio en Monte Cassino, lugar donde aún se celebraban ritos paganos. Después de destruir el bosque y el altar sagrado dedicado a los antiguos dioses, Bento estableció un nuevo modelo cristiano, una comunidad que, en las palabras de William R. Cannon, pretendía una vida de “negación de sí y de devoción altruista a Dios y a las necesidades de los demás.” 8 Pero esta nueva fase del monaquismo en el occidente no fue exclusivamente masculina; Escolástica estableció un convento similar en su forma y orientación en Plombariola, no muy lejos de Monte Cassino. 9 La historia posterior del movimiento en el occidente es un relato de establecimientos masculinos y femeninos que se complementan mutuamente. 1.1 Monasterios mixtos Los conventos proliferaron no sólo en aquellos lugares donde las monjas procuraban dedicarse en forma integral al servicio de Dios. En algunos lugares surgieron, paralelo al establecimiento de los monjes, monasterios mixtos. Como notamos en el primer período, el establecimiento monástico de Macrina en Anesí, que al principio hospedó sólo mujeres, pasó a incluir también hombres, entre ellos, Basilio de Cesarea. Era, entonces, una especie de “monasterio mixto”, dirigido no por Basilio sino por Macrina. Diversas 101 modalidades se popularizaron en el oriente. Juan Sassiano probablemente introdujo la práctica en Galia, donde se difundió hacia España y Alemania. Walker dice que Sassiano visitó el Oriente, incluyendo Egipto, y que “fundó un monasterio y un convento (para monjas) en Marsella en 415, más o menos...”. 10 Otro centro de monasterios mixtos fue Iona, un gran centro celta desde el cual Aidano introdujo la idea en Inglaterra. Beda, llamado “el venerable,” historiador de los primeros siglos de la Iglesia en Inglaterra, proporciona valiosas pistas para la comprensión de este proceso. He aquí dos ejemplos, ambos de los escritos de Beda. El primer ejemplo viene de la historia de Hilda, fundadora del famoso monasterio mixto de Streaneshalch, mejor conocido como el monasterio de Whitby. Hilda como hija de Hererico, sobrino del Rey Edwino, pertenecía a la noblesa inglesa. Su hermana fue madre de Aldwulfo, Rey de Aglia Oriental. Hilda inició su vida monástica en el monasterio de Hiruteu, fundado por Heiu. Ella es considerada como la primera monja de Nortumbria y fue consagrada por el propio Aidano, misionero pionero del norte de Inglaterra. Hilda luego fungió como abadesa de Hiruteu, y Beda nos informa que Aidano y sus compañeros la visitaban frecuentemente y “diligentemente la instruian a causa de su sabiduría innata y su dedicación al servicio de Dios”. 11 Su experiencia como monja y abadesa fue un paso preparatorio para su obra principal, la fundación y dirección del monasterio mixto de Whitby. Para apreciar un poco mejor el verdadero sentido de lo que significaba ser abadesa, debemos recordar que el cristianismo celta de la época se organizaba en torno al clan o la tribu y no a la diócesis. El monasterio o convento era el verdadero centro de la vida religiosa del clan y, por ende, la suprema autoridad eclesiástica era el abad o la abadesa y no el obispo. En otras palabras, Hilda, en su calidad de abadesa de Hireteu, y posteriormente de Whitby, ejercía autoridad eclesiástica igual a la de los obispos en otros países. 102 Hilda fundó y gobernó el monasterio de Whitby en tierras donadas por el propio Rey Oswy. Según Beda, el monasterio se caracterizó por la pobreza, la castidad, la lectura de las escrituras y las “obras de justicia”. Tan grande fue la fama de la abadesa Hilda que reyes y príncipes vinieron a pedir y recibir sus consejos. Beda no especifica la estructura del monasterio mixto, pero dos datos dejan claro que Whitby era ese tipo de institución. El primero es que Beda menciona cinco monjes de Whitby que llegaron a ser obispos: dos de ellos de la Catedral de York, la segunda más importante de toda Inglaterra, a saber: Bosa, Hedda (o Aetta), Oftfor, Juan y Wilfrid. 12 El otro dato es que Caedmon, un humilde siervo que había recibido su inspiración para componer canciones mientras se recostaba sobre la paja en un establo del monasterio, fue internado en el monasterio como hermano laico, enseñando historias de la Biblia y motivando la traducción de las historias de Génesis y otras partes de la Biblia (hasta entonces sólo disponibles en latín) al idioma anglo-sajón. El caso del hermano laico Caedmon no sólo confirma el aspecto mixto del monasterio, sino que también revela la sensibilidad de la abadesa Hilda al reconocer el talento de un campesino analfabeto y estimularlo en su creatividad. Whitby se hizo famoso en la historia eclesiástica ya que fue en este monasterio mixto donde se realizó un famoso sínodo en 663; un intento por definir ciertas tradiciones y costumbres, como, por ejemplo, la fecha de la pascua. Curiosamente, el Rey Oswy celebraba la pascua en la fecha establecida por el cristianismo celta; su esposa Eanfleda (originaria del sur de Inglaterra) prefería la fecha de la Iglesia Romana. En el sínodo se tomó una decisión a favor del uso romano. Whitby fue un monasterio mixto, fundado por una mujer. De allí salieron obispos, inclusive obispos de York. Beda no deja ninguna duda sobre quién dirigía la institución - la abadesa Hilda. 103 Otro ejemplo es el Monasterio de Elí, localizado aproximadamente veinte kilómetros al norte de Cambridge en una zona denominada la “Isla de Elí”. Beda informa que el monasterio fue fundado por Eteldrida, quien abdicó a su trono para abrazar la vida monástica. Naturalmente Eteldrida fue la abadesa, agregando el prestigio de su antigua posición de reina a la autoridad inherente al puesto de abadesa. Luego de siete años como directora del monasterio, murió y su cuerpo fue depositado en un cajón de madera. Quien sustituyó a Eteldrida fue, en concordancia con la estructura celta del clan 13 , su hermana Sexberga (viuda de Erconberto, Rey de Kent). Dieciseis años después de la muerte de Eteldrida, la abadesa Sexberga resolvió erguir una tumba permanente de mármol para los huesos de su fallecida hermana, en sustitución del viejo cajón de madera. “Ordenó a algunos de los hermanos que buscaran la piedra.” Estos inmediatamente obedecieron las órdenes de su superiora y Sexberga prosiguió con sus planes. “Cuando, después de tantos años, sus huesos fueron retirados de la tumba, toda la congregación de hermanas estaba de un lado y la de los hermanos de otro, de pie alrededor de él, cantando, se descubrió que el cuerpo se había conservado intacto.” 14 Esta descripción, aunque un tanto breve, es suficiente para percibir la estructura interna del monasterio de Elí. Tenemos una sola persona, la abadesa, dirigiendo toda la institución, la cual abarca una congregación de hombres, una de mujeres y una iglesia de uso común con un lado reservado para los hermanos y otro para las hermanas. Las órdenes de la abadesa eran necesariamente acatadas de igual forma por los hermanos y las hermanas. Los ejemplos citados anteriormente tienden a confirmar la declaración de G. Ciprian Alson, “en muchos monasterios mixtos, la soberanía estaba en manos de la abadesa y tanto los monjes como las monjas estaban sujetos a su autoridad.” 15 Dada la importancia de algunos de estos monasterios para la 104 evangelización de Gran Bretaña, la autoridad de las abadesas de los principales monasterios (por encima de la de los obispos), y también la verdadera influencia que mujeres como Hilda ejercieron, la conclusión inevitable es que algunas mujeres en la Gran Bretaña ejercieron los puestos eclesiásticos más altos que habían. Ni el Papa mismo ejercía autoridad en Whitby, en términos reales, a la par de la de Hilda antes del Sínodo de 663. 16 Ya que no es nuestro objetivo describir todos los monasterios mixtos, mencionaremos aquí apenas uno de los más famosos, el de Fontevrault. “El célebre predicador Roberto de Arbrissel fundó el gran conjunto de Fontevrault, compuesto de tres austeros monasterios femeninos y uno de monjes: seguían todos la Regla de San Bento, bajo la dirección de una abadesa (1106). La principal función de los monjes era servir de capellanes y confesores de las religiosas.” 17 El hecho de que los monasterios mixtos se establecieran en muchas partes de la cristiandad y que muchas veces eran dirigidos por mujeres, es una aceptación de facto, no sólo de la capacidad de la mujer cristiana, sino también de su derecho de participar plenamente de la vida monástica, considerada la expresión máxima de la vida cristiana, inclusive asumiendo el papel de mayor autoridad dentro del sistema del monaquismo. 1.2 Las monjas Un problema inherente al sistema monástico era el asunto de la riqueza. Los monjes tomaban un voto de pobreza, pero los monasterios, por lo general, se hacían propietarios de mucha riqueza y el abad o la abadesa llegaban a ser señor o señora feudal. Hay mucha evidencia de protestas contra esta situación. Por ejemplo, en la larga y complicada lucha contra la investidura laica, en un momento casi de desesperación, el Papa Pascual acordó con el Emperador 105 Enrique VI que los obispos de Alemania deberían aflojar su soberanía temporal, con tal de que el Emperador también lo hiciera con su derecho de investidura (1111). Esta medida tan extrema, que hubiera reducido a la Iglesia Alemana a la pobreza, no fue aceptada por la Iglesia. Mientras tanto, la reforma cisterciense, iniciada durante la formación del monasterio de Cister (1098), partió de una radicalidad económica. “Decidieron no admitir tierras, iglesias, feudos, haciendas, rentas, derechos feudales y siervos.” 18 Especialmente después de la entrada de Bernardo de Claraval (c. 1112), el movimiento tuvo un notable brote de crecimiento; para 1153 ya contaba con 343 abadías y su énfasis en la “pobreza apostólica” ganaba fuerza en la Iglesia. El vigor del movimiento de Cister resaltó la incongruencia entre el viejo ideal de pobreza y la práctica de los monasterios tradicionales, donde ya era difícil que una muchacha pobre entrara a un convento.19 Las nuevas órdenes mendicantes, las órdenes segundas, las órdenes terciarias y, finalmente, las beguinas, también deben ser vistas como una protesta contra esta tendencia de excluir, en la práctica, a muchachas pobres de la vida monástica tradicional, como también una lucha por abrir nuevos espacios para la democratización del ideal de la “pobreza apostólica”. Los frailes mendicantes, un nuevo movimiento introducido por Francisco de Asís y Domingo como parte del nuevo énfasis de la pobreza apostólica, presentan un contraste chocante frente al monaquismo tradicional de principios del siglo XIII. Francisco atrajo un grupo de cristianos dedicados a la imitación de Cristo, especialmente en lo referente a la pobreza absoluta. Su primera regla logró la aprobación del Papa Inocencio III en 1209, y luego el humilde movimiento se volvió popular, esparciéndose por Italia. A partir de 1217 salieron sus misioneros a diversos países de Europa y hasta la Tierra Santa. En ausencia de su fundador, quien también 106 salió para Egipto y la Tierra Santa en un esfuerzo por evangelizar a los musulmanes (1219-20), se inició el proceso de transformación de la humilde confraternidad de Francisco en una nueva orden, lo que efectivamente sucedió por medio de una bula del Papa Honorio III en 1223. Clara (1194-1253), una joven noble, a los dieciséis años escuchó a Francisco predicar en Asís y se aferró a su mismo ideal. Francisco primero probó su sinceridad enviándola, vestida de arpillera, a pedir limosnas para los pobres en las calles de Asís. No mucho después, en el año 1212, Francisco ordenó que ella se vistiera de novia y se presentara en la iglesia de Porciúncula; 20 allí él mismo le cortó el cabello y le dio la ruda vestimenta franciscana. Luego de dos años en un convento benedictino en Asís, Clara y dos hermanas más jóvenes fueron al convento de San Damián. La sinceridad de las convicciones de Clara en cuanto a la pobreza era evidente por el hecho de que ella se rehusó a recibir, ni para ella ni para su convento, la rica herencia de su padre; donó todo a los hospitales o directamente a los pobres. No parece haber duda de que Clara encarnaba el espíritu de Francisco, tanto que durante los primeros años las “pobres claras” eran gobernadas por dos pequeños escritos de Francisco, cada uno de apenas cinco líneas: la “Forma de Vida” y el “Ultimo Testamento.” En conjunto, estos papeles no constituian una “regla”; en realidad sólo inculcaban el ideal de la pobreza absoluta. Durante la ausencia de Francisco de 1219 a 1220 que mencionamos anteriormente, el Cardenal Hugolino compuso una regla para las Pobres Claras que pretendía transformarlas en una orden esencialmente benedictina, suprimiendo las características franciscanas. Clara no aceptó esta nueva situación y, en verdad, no podía aceptarla personalmente. “La relación de amistad y simpatía entre Santa Clara y San Francisco era muy estrecha, y no hay duda de que ella fue 107 una de las más leales herederas del espíritu más íntimo de Francisco.” 21 O, como observó Edith Deen, desde hacía mucho Clara se había colocado totalmente bajo la orientación de Francisco, “considerándolo, después de Dios, el director de sus pasos.” 22 Por lo tanto, ella no descansó hasta conseguir la alteración de la regla y la restauración de su espíritu franciscano. La “segunda regla” de 1247 en gran parte respondió a sus deseos; pero fue la “tercera regla”, (1253), comúnmente llamada la “Regla de las Claras”, que estableció el énfasis sobre la pobreza, la reclusión y la austeridad que ella deseaba. Esta tercera regla fue aprobada por el Papa el 11 de agosto de 1253, apenas dos días antes de la muerte de la fundadora. Durante los 40 años en que Clara fue abadesa de San Damián casi no salió del convento. Pero el movimiento no podía permanecer recluido de la misma forma. Antes de la muerte de Clara la segunda orden ya se había esparcido por toda Italia y había llegado también a España, Francia y Alemania. No llegaría a Inglaterra hasta 1293; el barrio de Londres donde se instalaron las Pobres Claras llegó a llamarse Minories, preservando en forma corrupta el nombre de la orden. El caso de la princesa Agnes, hija del Rey Ottokar I de Bohemia, ilustra la expansión de las Claras. Agnes, solicitada en matrimonio por dos reyes, escribió a Clara pidiendo su consejo: ¿debería o no entrar en un convento? Más adelante Clara envió a cinco de sus monjas a abrir un convento en Praga. La Princesa Agnes, acompañada por más de siete jóvenes de la nobleza bohemia, entró a las Pobres Claras, “cambiando sus vestidos adornados de joyas por las ásperas ropas color de ceniza” de la Segunda Orden. 23 Surgió también, casi simultáneamente, una segunda orden de dominicos, con ideales semejantes a los de los dominicos, o sea la orden de predicadores. Las monjas dominicas se mantenían estrictamente enclaustradas y se dedicaban exclusivamente a la vida contemplativa. No será necesario historiar este grupo detalladamente. Lo que queremos apuntar 108 es que, paralelamente con el ala masculina de esta nueva forma de ascetismo cristiano (las órdenes mendicantes) fundada por Francisco y Domingo, casi desde el principio las órdenes segundas abrieron el espacio para la participación femenina. A causa de la tendencia natural de movimientos e instituciones a deteriorarse, ¡el testimonio de los cuarenta años en que Clara mantuvo inflexible lealtad al ideal original de Francisco no es menos que notable! 1.3 Las mujeres en las órdenes terciarias El nuevo impulso generado por las órdenes mendicantes se detuvo con las órdenes segundas. No todos los cristianos devotos y aun leales a ideales semejantes a los de Francisco estaban dispuestos a entrar a la orden de los “Hermanos Menores” o a la segunda orden, la de las Pobres Claras. Más bien, si Francisco lo hubiera podido evitar, ¡su humilde movimiento laico nunca se hubiera transformado en orden! Pero, después de su ida al Oriente Medio, período en que su movimiento fue institucionalizado, el propio Francisco creó una regla para los “Hermanos y Hermanas de la Orden de Penitencia” (1221), lo que pasaría a ser la “orden tercera” o sea los “terciarios”. Francisco pretendía que los miembros fueran mujeres y hombres que vivieran en el mundo pero que a la vez encarnaran los ideales franciscanos. Pero más tarde, los mismos terciarios se dividieron en los Terciarios Regulares, quienes vivían juntos en comunidad formando congregaciones religiosas, y los Terciarios Seculares (más de acuerdo con el plano original), quienes vivían en el mundo, constituidos por mujeres y hombres que se dedicaban a la educación, al cuidado de enfermos y huérfanos y a la práctica de buenas obras en general. (Véase más adelante la obra de Santa Isabel de Turingia). En verdad, la reforma de Hirschau (o Hirsau), un viejo monasterio reactivado y adecuado en la reforma de Cluny 109 que se convirtió en el centro de la reforma monástica de todo el sur de Alemania, había producido algo paralelo a las órdenes terciarias, ya que familias buscaban las orientaciones de los monjes de Hirschau y muchos que no entraban al monasterio “resolvieron dirigir su hogar de acuerdo con la regla monástica.” 24 Para economizar espacio, no discutiremos el movimiento paralelo entre los dominicos, además de constatar que: “Santo Domingo también instituyó...la orden tercera que se esparció rápidamente por toda Italia.”25 Las órdenes terciarias ofrecieron un espacio más para el servicio cristiano femenino. La fundación de estas obras demuestra que personas como Francisco y Domingo no excluian de este tipo de ministerio a personas ni por su sexo ni por su estado civil. Significa que personas que no querían abandonar su matrimonio o su profesión, o sea que no deseaban romper sus relaciones con el mundo, no por eso eran excluidos de los ministerios cristianos. La popularidad de las órdenes terciarias revela que el ideal de la pobreza evangélica realmente estaba penetrando profundamente en el grueso de la iglesia. 1.4 Las beguinas Nuestra consideración de las diversas formas del monaquismo como opción para el ejercicio de los ministerio femeninos sería incompleta si no mencionáramos un movimiento que surgió y se popularizó más o menos en la misma época que la de Francisco y Domingo. Se trata de las beguinas, 26 un movimiento sumamente popular que se esparció a través de Europa y tuvo una duración notable. 27 A pesar de ello, no tenemos un cuadro histórico muy claro de lo que eran las beguinas. Muchos de los historiadores parcial o totalmente omiten a estas mujeres de su relato; 110 otros les dedican apenas un corto párrafo o dos. Pero nosotros estamos obligados a hacer una serie de preguntas, aun cuando las respuestas disponibles sean apenas parciales o controverciales, y a esforzarnos por penetrar un poco más en el sentido de este movimiento tan inadecuadamente investigado. ¿Quiénes, al fin, eran las beguinas? y ¿cómo empezaron? A pesar de su popularidad, que casi todos los historiadores admiten, el movimiento permanece básicamente anónimo. Hasta ahora en esta historia hemos destacado, tal vez excesivamente, los nombres de las protagonistas, pero las beguinas se mantienen sin rostro y sin nombre. Con todo, sabemos que el movimiento consistía en comunidades de mujeres de una diversidad de clases socioeconómicas, incluyendo mujeres viudas. No tomaban votos perpetuos como en las órdenes. Sabemos de sus actividades en forma general. Además de la oración, “se dedicaban a trabajos como el tejido, o a las buenas obras como la enseñanza y la atención de los niños; eran devotas, alcanzando muchas veces una espiritualidad profunda.” 28 El origen del movimiento está en disputa; historiadores como Justo González consideran “oscuro” el origen del nombre beguina. Knowles y Obolensky concuerdan, sugiriendo que posiblemente sea una corrupción de “alBEGINois”, seguramente porque en muchos lugares “beguina” fue usado como término despectivo, equivalente a hereje. Williston Walker, entre otros, identifica a Lamberto de Bègue, predicador de Liege, Países Bajos, como el fundador del movimiento. 29 En este caso el nombre, beguinas, se derivaría de “Bègue”. Finalmente, había una figura clave en las comunidades beguinas que nos gustaría conocer mucho más de cerca, a saber, la “maestra”. Suponemos que ella desempeñaba funciones semejantes a las de la abadesa en un convento 111 común. Como “madre” de la comunidad, la “maestra” debió haber tenido una relación tipo maestra-discípula con las otras mujeres de la comunidad. En el ejercicio de su función de maestra, ¿habrá enseñado la Biblia y la doctrina cristiana? ¿Habrá dirigido las oraciones y el culto comunitario? ¿Se habrá atrevido a celebrar la eucaristía? Lamentablemente no tenemos respuesta fidedigna a ninguna de estas preguntas, pero la misma existencia de la figura sugiere un ministerio muy significativo cuyos detalles la historia no preservó. ¿Cómo eran vistas las beguinas por la Iglesia Católica? Es claro que no tenemos una respuesta simple a esta pregunta. Hay indicios de que al principio hubo obispos que las apoyaban, pero otros prohibieron el establecimiento de las beguinas en sus diócesis. A finales del siglo XIII empezó a prevalecer una oposición general de parte de la Iglesia oficial. ¿Por qué surgió esta oposición generalizada? Sabemos cómo la Iglesia reaccionó; tenemos que inferir los motivos. Sabemos que la iglesia reaccionó en dos niveles distintos: primero, la prohibición de los obispos, siendo el obispo la mayor autoridad eclesiástica de la diócesis. Pero además de esta oposición ostensible y oficial, la iglesia también reaccionó tildando el movimiento de herético. Para percibir el impacto emocional de este tipo de ataque debemos recordar que “hereje” en la Edad Media tenía el mismo tipo de connotación que “comunista” en el siglo XX, mutatis mutandis. El éxito de esta campaña dedicada a desacreditar a las beguinas es evidente por el hecho de que el nombre llegó a ser casi el equivalente a herético en el lenguaje popular. Sin negar la posibilidad de que aparecieran heterodoxas entre las beguinas, ya que esto acostumbra acontecer en todos los movimientos importantes, sean masculinos o femeninos, nos inclinamos hacia la opinión equilibrada de Knowles y Obolensky: 112 Sin ninguna relación con las órdenes religiosas, y practicando una piedad autodidacta, fueron muchas veces objeto de hostilidades y críticas, acusadas de herejía, principalmente de catarismo e iluminismo. Los términos beguina y beguinaria provocaban desprecio e injurias. Las acusación era en general sin fundamento...30 La Iglesia oficial se opuso a las beguinas, que no estaban dentro del sistema oficial del monaquismo. En contraste con Francisco y Domingo aparentemente nunca buscaron la cobertura oficial del Papa. Era un movimiento paralelo, laico y muy popular. En palabras de Justo González, el estilo de vida de las beguinas “amenazaba la estructura de la iglesia porque no constituia una orden oficialmente establecida y tampoco seguía el estilo de vida de los demás laicos.” 31 Esta última parte ayuda a explicar, al mismo tiempo, la popularidad del movimiento entre las mujeres y la oposición oficial que sufría. Los beguinajes ofrecían a la mujer un estilo de vida alternativo, lo que aparentemente muchas de ellas deseaban. El hecho de que muchas mujeres optaban por la alternativa de los beguinajes realmente era un cuestionamiennto a la sociedad dominada por los hombres; dada tal amenaza, la oposición que surgió frente al movimiento es bastante predecible. El convento tradicional, el monasterio mixto (muchas veces bajo dirección femenina), las órdenes segundas, las órdenes terciarias, las beguinas - todos los aspectos del monaquismo latu sensu - ofrecieron oportunidades para que las mujeres ejercieran su ministerio como discípulas de Jesucristo. Es obvio que no toda mujer que entraba a la vida religiosa lo hacía sin una mezcla de motivaciones (como acontecía también con los hombres). Justo González plantea un elemento importante en esta motivación: Es muy probable que en parte este impulso entre las mujeres fuera motivado por el hecho de que la vida monástica era la única forma en que ellas, aún las más ricas, podían escapar de una vida 113 completamente dirigida por los deseos y decisiones de otros padres, hermanos, esposos e hijos.32 El tiene razón: además del simple deseo de servir a Dios, buscaban autonomía, como un valor en sí y como medio para el desempeño de su ministerio. También luchaban por preservar el espacio así conquistado, a veces por métodos sorprendentes. 33 2. La mujer medieval y la expansión del cristianismo Algunos acercamientos a la historia del protestantismo otorgan una importancia exagerada, casi exclusiva, a la conversión del individuo. Esto puede ser ilustrado por algunos sucesos típicos. Los puritanos, o congregacionalistas, que salieron de Inglaterra en busca del Nuevo Mundo, pretendían crear una nueva civilización que fuera un modelo para el Viejo Mundo, particularmente para Inglaterra. Fundamental para su pensamiento era la afirmación de que la Iglesia estaba constituida por “cristianos visibles” que tenían una experiencia personal de fe en Cristo y cuyos hijos nacían naturalmente dentro del pacto y, por esta razón, con derecho al bautismo infantil. Fue grande la frustración de este grupo cuando los hijos de aquellos que vinieron en 1620 difícilmente pudieron dar testimonio del mismo tipo de experiencia religiosa que sus padres. Así nació el Halfway Covenant (1660) que extendía el privilegio de bautismo infantil a hijos de padres que, aunque no fueran “cristianos visibles”, estaban firmemente relacionados y participaban en la vida de la iglesia. Otro grupo que ha enfatizado la experiencia del nuevo nacimiento son los pietistas. El énfasis pietista ha sido central entre los metodistas a causa de la célebre experiencia de Juan Wesley en Aldersgate, cuando alcanzó la seguridad 114 de la fe salvadora y sintió su corazón enardecer en forma singular. Otro ejemplo es el de la frontera norteamericana, donde en los camp meetings (reuniones de campamento) y en las ciudades en las protracted meetings (series prolongadas de reuniones evangelísticas), el acento fundamental era la conversión del individuo. 34 Pero en la larga historia de la expansión del cristianismo, la Iglesia ha avanzado mucho más por conversión de grupos, pequeños y grandes, que a base de conversiones individuales, aunque éstas también tienen su importancia innegable. El patrón más frecuente en la época del Nuevo Testamento parece haber sido la conversión y el bautizo de familias, incluyendo, naturalmente, los sirvienntes de las mismas (Cp. Hch 10.22-47; 16.15; 16.31; ICo 1.16). Comúnmente la conversión de una ciudad, estado o país seguía la conversión de los monarcas, como en Georgia, donde Nina primero convirtió a los soberanos. 2.1 La vocación misionera de la reina cristiana La importancia de la conversión de los soberanos para lograr la de todo un pueblo naturalmente no era desconocida por la Iglesia; al contrario, era parte de la estrategia misionera durante la Edad Media. Tampoco se desconocía que una de las mejores tácticas para llegar al rey es a través de su reina. Es probable que la vocación misionera de la reina cristiana sea un asunto que merezca más atención de lo que comúnmente recibe. El caso de Clotilde y Clovis, soberanos de Francia, a pesar de que ocurrió pocos años antes de 500, tiene la especial ventaja de ilustrar las principales tareas misioneras en Roma durante este período. Primero, la necesidad de divorciar a los pueblos germánicos que habían invadido el territorio del imperio de su arianismo, incorporándolos a la comunidad romana. 35 Segundo, evangelizar a los germánicos 115 y a los pueblos del norte y este del continente que aún permanecían leales a sus religiones de origen. Finalmente, además de la conversión formal, la aceptación del bautismo cristiano y la adhesión a Roma, hacía falta la ardua tarea de transformar paganos bautizados en verdaderos discípulos y discípulas de Jesús. Clotilde era una princesa de los burgundios, una tribu de Galia oriental que había abrazado el cristianismo con la esperanza de que el poderoso Dios de los romanos los protegiera de la furia de los hunos. Posteriormente, alrededor de 450, la mayoría de los burgundios se adhirieron al partido ariano, pero Clotilde mantuvo firme su fe católica. Clovis, Rey de los Francos Sálicos, en búsqueda abierta de ascensión, pidió a la cristiana Clotilde en matrimonio en 493. Clotilde se preocupó por la conversión de su marido desde el matrimonio, pero él cedió sólo hasta el punto de consentir al bautismo de sus hijos. Aparentemente estuvo impresionado con el poder del Dios de Clotilde y la eficacia de sus oraciones a favor de su hijo Clodomer, cuya enfermedad había parecido mortal. Gregorio de Tours, en su célebre Historia de los Francos nos ofrece un dramático relato de la conversión y el bautismo de Clovis. Citamos una breve sección a continuación: Ahora la reina instaba sin cesar al rey para que confesara al Dios verdadero y abandonara sus ídolos, pero no consiguió de ninguna manera llevarlo a esa creencia, hasta que finalmente el luchó con los alamanos; entonces fue obligado por la necesidad a confesar lo que de su libre voluntad había negado. Aconteció que cuando los dos ejércitos entraron en batalla, hubo terribles muertes, y el ejército de Clovis se veía arruinado...Entonces el exclamó en voz alta: “Tú que eres proclamado por Clotilde Hijo del Dios vivo,...yo te imploro de corazón devoto a la gloria de tu ayuda. Si tú me das victoria sobre estos enemigos,...entonces también creeré en tí y seré bautizado en tu nombre.”36 116 Al ganar la batalla, Clovis y tres mil de sus hombres fueron bautizados el día de navidad de 496 por el Obispo Remigio en Reims. Considerando la parte decisiva que Francia tendría en la historia del cristianismo, la influencia de Clotilde en la conversión de su marido tiene un valor considerable. Un momento pictoresco en la vida de Clovis, luego de su bautismo, ilustra la última etapa del desafío misionero, la de hacer de los paganos bautizados verdaderos cristianos. Al escuchar un sermón sobre la muerte de Jesús a instancia de los judíos, Clovis se llenó de indignación y rabia contra ellos, exclamando: “¡Si yo hubiera estado allí con mis francos, hubiera vengado ese mal!” 37 Esta última etapa, la de enseñar la doctrina e inculcar la vivencia cristiana, contó grandemente con la colaboración de los monasterios y conventos donde, como vimos anteriormente, la participación de la mujer era decisiva en todos los niveles. En Bretaña el cristianismo floreció en los tiempos romanos, pero casi había desaparecido con la invasión de las tribus paganas de los anglos, los sajones y los jutos. Así la vieja Bretaña, ahora tierra de los anglos (Inglaterra) volvió a ser un campo misionero. El papel de la reina cristiana en este proceso puede ser simbolizado por Berta y Etelberto. A finales del siglo VI Inglaterra se encontraba subdividida en diversos pequeños reinos, siendo el de Kent, en el sector sudeste, el más importante y el más ligado al continente. Cuando el Rey de Kent, Etelberto, pidió la mano de la hija del Rey Chariberto de Francia, éste asintió, con la condición de que la Princesa Berta pudiera practicar libremente su religión cristiana. Así que Berta viajó para Kent “ con el Obispo Luidhard, quien fue enviado con ella a fin de preservar su fe.” 38 Berta no sólo se mantuvo fiel al cristianismo, sino que también logró iniciar la evangelización de su marido, el rey. Ella, con su capellán personal, el Obispo Luidhard, 117 celebraba en la pequeña Iglesia de San Martín, preservada de los tiempos romanos. 39 Todo esto fue preparación para la fructífera evangelización del Reinado de Kent, pues en 596 el Papa Gregorio Magno envió a Agustín y cuarenta monjes para realizar esta tarea. El Rey Etelberto, luego de vencer su miedo al “poder mágico” de esos emisarios de Dios, recibió bien a los monjes, dándoles permiso para levantar un monasterio y usar la Iglesia de San Martín. La conversión del Rey no duró mucho; el domingo de Pentecostés de 597, Agustín, ya Obispo de Cantuaria, bautizó al Rey y diez mil de sus súbditos. Gregorio Magno le escribió una larga carta a Berta, “Reina de los Anglos”, en la que enfatizó su deber de fortalecer la fe de su marido Etelberto, su amor a Dios y su celo por la conversión de la nación. 40 Por lo tanto, la reconversión de Inglaterra tuvo su inicio en Cantuaria, lugar que se convirtió en la sede principal de la iglesia de Inglaterra, y desde donde el cristianismo irradiaría hacia otros reinados ingleses, empezando con Nortumbria. Con la muerte de Berta y Etelberto, Eadbaldo subió al trono. Luego de un período de apostasía, Eadbaldo reasumió firmemente la fe de sus padres. Así, cuando en 625 el Rey Edwin de Nortumbria pidió la mano de la princesa Etelberga, fue su hermano quien dio la respuesta: “Que no era legítimo que se casara una virgen cristiana con un marido pagano, para que no se profanara la fe y los misterios del rey celestial por cohabitar con un rey totalmente extranjero a la adoración del Dios verdadero.” Edwin prometió permitir que Etelberga ejerciera libremente su fe, así como todos aquellos que la acompañaran; también admitió la posibilidad de que él mismo abrazara el cristianismo si, luego de un examen conveniente, se mostrara superior a la religión de sus antepasados. 42 Los términos del contrato matrimonial muestran la clara intención de ganar a Edwin para la fe cristiana. También el Papa Bonifacio IV vio el matrimonio como una oportunidad propicia para la expansión del cristianismo al reinado de 118 Nortumbria. Escribió una larga carta a fin de persuadir a Edwin que abandonara sus impotentes dioses y se volviera a la adoración del supremo Dios creador del universo. No dejó de mencionar el hecho de que la Reina Etelberga ya había sido “iluminada con el galardón de la eternidad, por la regeneración del santo bautismo.” Bonifacio también compuso, en el año 625, una epístola a Etelberga en la que fuertemente la exhortó a que persuadiera a Edwin a convertirse a la fe cristiana. Persiste, por lo tanto, ilustre hija, y al máximo de tu poder esfuérzate para suavizar la dureza de su corazón por medio de la enseñanza de los preceptos divinos; haciéndolo percibir cuán noble es el misterio que tú recibiste por la fe, y cuán maravilloso el galardón que, por el conocimiento del Espíritu Santo que, por la abolición de la fría y perniciosa adoración del paganismo, el calor de la fe divina pueda iluminar su mente a través de tus frecuentes exhortaciones; a fin de que el testimonio pueda presentarse más conspicuo, cumplido por tí, “El marido incrédulo será salvo por la esposa creyente.” Para esto obtuviste la misericordia de la bondad del Señor, a fin de que puedas regresar con el incremento del fruto de la fe, y los beneficios confiados en tus manos; pues gracias a su misericordia, no cesamos con frecuentes oraciones a rogar que tú puedas hacer lo mismo.43 No fue sin dificultad que el Rey Edwin llegó a aceptar el bautismo cristiano. El primer paso fue su consentimiento al bautismo cristiano de su hija Eanfled, la primera persona de Nortumbria en recibir el bautismo. El punto culminante vino en un concilio que Edwin convocó para que el pueblo decidiera entre los viejos dioses anglo-sajones y Cristo. Una fuerte predicación del Obispo Paulino convenció hasta al sumo sacerdote Coifi a dejar la vieja religión; como señal, el mismo tiró su lanza contra el templo pagano y cuando su dios Woden no lo fulminó, ordenó la destrucción del templo. No mucho después, en York, fue construida una iglesia de madera, donde el Rey Edwin fue bautizado en el día de la resurrección del año 627. 44 119 Una historia más completa incluiría la conquista de los otros reinos ingleses. En verdad, contamos una parte de esa historia anteriormente cuando describimos los monasterios mixtos de Whitby y Elí, pues el convento y el monasterio desempeñaban un papel prioritario en el proceso de cristianización de cualquier pueblo medieval. Luego del primer momento, a saber, el bautismo del rey o su derrota en conflicto armado con fuerzas cristianas, venía el segundo, la interiorización de la fe - tarea que caía principalmente en manos de los monjes y las monjas. En el norte de Inglaterra, el Rey Penda se oponía vigorosamente a la nueva fe; su derrota y muerte en 655 en la decisiva Batalla de Winwaed, marca el final de la larga lucha entre Nortumbria y Mercia, entre la iglesia y el paganismo...La iglesia se encontraba victoriosa por todas partes. Ella comenzó inmediatamente a ocupar el campo vacío. Casas religiosas fueron establecidas en Whitby, Chester, Peterboro y Boston; seis epíscopos se establecieron entre los sajones orientales y los mercianos del sur.45 Pero no sólo en Inglaterra debían ser convertidos los pueblos germánicos, tanto arianos como no-cristianos. Para nuestros propósitos será suficiente tratar de comprender el papel desempeñado por las mujeres en la evangelización de los lombardos, un pueblo que ocupaba la tierra en lo que hoy es el extremo norte de Alemania y Polonia. A partir de 568 pasaron a ocupar el norte de Italia, donde formaron un poderoso reinado, cuya capital fue Ticinum, o sea, la moderna Pavia. Poco antes de que Gregorio Magno subiera al trono papal, Autari había surgido como rey de los lombardos e iniciado el proceso de consolidación de esa nación germánica. Naturalmente ese pueblo, seguidor del arianismo, constituia una especie de amenaza para Roma. Pero Gregorio reconoció su incapacidad de expulsarlo; su conversión era el camino indicado tanto desde el punto de vista político como religioso. La reina de Autari fue Teodolinda, hija de Garibaldo, duque de Baviera, cristiana y católica. Ya había algún 120 contacto entre los lombardos y los italianos, al punto de que un número significativo de lombardos bautizaron a sus hijos como católicos romanos. El Rey Autari, considerando esto una amenaza, prohibió la práctica. Teodolinda no logró su conversión al catolicismo. Autari murió poco después de su matrimonio. Pero la viuda resultó ser muy popular entre su pueblo, hasta el punto de que ella, como reina de los lombardos, pudo escoger entre los nobles a aquel que sería su marido y rey de los lombardos. Escogió a Aguilulfo, duque de Turino. Hay alguna duda de si Aguilulfo adoptó el catolicismo durante su vida o no, pero Pablo el diácono afirma que sí. En todo caso, la influencia de Teodolinda sobre el Rey Aguilulfo se constata por su parte en el establecimiento de la paz entre los lombardos y Roma, hecho por el cual ella mereció una carta de agradecimiento del Papa Gregorio Magno. Como vuestra excelencia trabajó honesta y bondadosamente, como es vuestra costumbre, por la consecución de la paz, fuimos informados del relatorio de nuestro hijo, el abad Probo. En realidad, no se esperaba otra cosa de vuestro cristianismo si no que, por todos los medios mostraríais vuestra diligencia y bondad en la causa de la paz.46 Si está en duda la conversión de Aguilulfo al catolicismo, es muy claro que el hijo de la pareja, Adaloald, fue bautizado en la fe católica, pues el Papa Gregorio escribió a Teodolinda felicitándola por el hecho que su hijo fuera “recibido en la comunión de la fe católica.” El Papa envió, en la misma ocasión, una cruz que contenía “madera de la santa cruz del Señor.” 47 Después de la muerte de Aguilulfo en 615, Adaloald asumió el trono, pero en realidad, Teodolinda reinó como regente. Un año antes de la muerte de Aguilulfo, Columbano, famoso monje irlandés, había establecido el monasterio de Bobbio, entre Milano y Genoa. Bobbio siempre ejerció una influencia catolizante y, en 628, pasó directamente bajo control del papa. Teodolinda apoyó el trabajo de Columbano y ella misma estableció iglesias y obras de caridad. Es 121 inevitable concluir que ella merece una gran parte del crédito por la conversión de los lombardos al catolicismo. A partir de Columbano, monjes irlandeses y luego ingleses también participaron en la obra misionera en el continente europeo. El más conocido de ellos fue Winfrid (Bonifacio) llamado el “apóstol de Alemania”. La obra que el dirigía, a saber, la conversión de Hesse, la organización de la iglesia en Baviera, la reorganización de la iglesia Francesa y tal vez no menos notable, su martirio en manos de los Frisios, intencionalmente incluyó ministerios femeninos. Una de las cualidades de Bonifacio fue su capacidad de ganar el apoyo y la colaboración de seguidores de ambos sexos. Por ejemplo, mantenían correspondencia con muchos de los líderes de la Iglesia en Inglaterra y recibía de abadesas amigas no sólo sus peticiones sino también libros copiados a mano en sus conventos, así como vestimentas clericales allí confeccionadas.48 También invitó a mujeres y hombres, inclusive parientes suyos, para que establecieran monasterios en las partes de Alemania que él evangelizaba, con vistas a la firme fundamentación de la fe de los nuevos conversos. Solicitó al papa el envío de su pariente, el monje benedictino Willibald quien, posiblemente de la línea real de Kent, ya había hecho peregrinaciones a Roma y a Jerusalén. Willibald efectivamente prestó su colaboración haciéndose Obispo de Eichstatt, en Baviera; también Walpurga, hermana de Willibald, sirvió en la misión alemana, a invitación de Bonifacio. 49 Después él pidió por nombre a otra pariente suya, Leoba (el nombre tiene muchas variaciones) y ella fue abadesa de Bishofsheim. 50 En la primera parte de esta sección tratamos, con algún detalle, la conversión o reconversión de Galia (Francia), partes de Inglaterra, y de los lombardos del norte de Italia. También dimos una pequeña idea respecto a la obra británica en el continente. Son apenas segmentos de una historia 122 mayor, de la conversión y romanización de los pueblos germánicos. Un tratamiento completo tendría forzosamente que trazar la conversión de los visigodos en España bajo Ricaredo (587) y las misiones de los monjes británicos en el continente europeo; especialmente las conquistas de Carlo Magno, particularmente de los sajones, episodios que omitimos para no alargarnos demasiado. Pero la historia de la conversión de Europa es mucho más amplia. Es evidente que ese proceso, concluido antes del final de la Edad Media, no puede ser entendido meramente en términos del envío de misioneros y misioneras para la “conversión de los paganos”. En cierto sentido, el proceso es más bien una capitulación del pueblo no cristiano frente a la cristiandad dominante. A veces toma la forma del rechazo de los viejos dioses comprobadamente débiles y la adoración del poderoso Dios de los cristianos. O, en forma genérica, viene a ser el reconocimiento de la superioridad política, religiosa y cultural de la civilización cristiana. 51 No es sorprendente que el proceso haya sido acelerado por presiones políticas y hasta la acción militar abierta de fuerzas cristianas, esto último a partir de Carlo Magno. Por eso, nombres de soberanos figuran constantemente a lo largo de las autoridades eclesiásticas y de los misioneros. Lo que generalmente falta, o por lo menos encuentra poco lugar en las historias eclesiásticas generales, son los nombres y la información sobre la participación activa de reinas y misioneras. Es una convicción creciente de este autor que este último hecho representa más una omisión por parte de los historiadores que la presencia y participación del elemento femenino. Williston Walker, por ejemplo, da un relato sucinto de la conversión de Bulgaria, Moravia, Bohemia, los países escandinavos, Hungría, Polonia y Rusia. Menciona apenas un nombre femenino, el de Olga de Rusia, bautizada en 957. 123 Una lectura de la misma expansión, con un poco más de cuidado e imaginación, sugiere otra realidad. En medio de los avances y de los percances ocasionales, en casi todo lugar descubrimos la influencia de la soberana cristiana a lo largo de todo el proceso. Vamos a mencionar diversos casos para tratar de apreciar mejor esta influencia. Para hacerlo, dependemos grandemente de las historias de misiones, especialmente de K.S. Latourette. La conversión de Bulgaria es una historia complicada por las rivalidades entre Roma y Constantinopla, un momento de extrema tensión entre el Papa Nicolau I (858-67) y el Patriarca Focio. Como aconteció en otros lugares, los primeros cristianos en Bulgaria fueron esclavos, incluyendo un obispo, capturados en una envestida exitosa contra el Imperio Bizantino en 813. Esclavos y esclavas generalmente permanecen anónimos; pero fueron estas mujeres y hombres, sin nombre, sin rostro, los primeros en traer la fe cristiana a Bulgaria. Hubo después predicadores, incluyendo al cautivo Constantino Ciafaras. Este fue liberado para regresar a Constantinopla el mismo año (861) en el que la hermana de Boris, Rey de Bulgaria, retenida como rehén político en Constantinopla, obtuvo permiso para regresar a su país. Ella regresó, pero ya no como pagana, sino como cristiana (ortodoxa) convencida. En una época en que el país fue asolado por una intensa hambruna, ella persuadió a su hermano Boris de que pidiera socorro al Dios de los cristianos; él lo hizo y la hambruna se acabó. Hay una historia, tal vez legendaria, de que esta hermana después buscó un artista cristiano para redecorar el palacio real. En vez de las escenas acostumbradas de la cacería y la guerra, el artista pintó el juicio final, cuadro que de tal forma aterrorizó a Boris que el también aceptó el bautismo cristiano (ortodoxo) en 864 o 865. 52 Después Boris, por medio de la persuasión, presiones y hasta la fuerza de las armas, hizo de Bulgaria un país formalmente cristiano. 124 La conversión de Moravia, concomitante con la de Bulgaria, fue también un paso en el proceso de la conversión de Bohemia. Aproximadamente en 861 el Duque Ratislau de Moravia dirigió la siguiente carta al Emperador Miguel III (“El borracho”), en Constantinopla: Muchos cristianos han llegado hasta nosotros, algunos de ellos italianos, otros griegos y otros alemanes, y cada cual nos ha hablado a su modo. Pero nosotros, eslavos, somos gente sencilla, y no tenemos quien nos enseñe la verdad... Por eso rogamos que nos envíes alguien que sea capaz de enseñarnos toda la verdad.53 El emperador envió a los hermanos Metodio y Constantino (este último también conocido como Cirilo, nombre que adoptó al hacerse monje al final de su vida). Realizaron una obra espectacular, incluyendo la creación de un alfabeto, la traducción de partes de la Biblia y de la liturgia oriental al eslavo; en realidad, crearon un lenguaje litúrgico para los pueblos eslavos. Es posible que la obra de Constantino, ya como arzobispo, incluya la conversión de Borsivo y Ludmila, respectivamente Rey y Reina de Bohemia. Cannon, por ejemplo, declara que, en una visita de Borzivoi al Rey Swatopluk de Moravia en 871, aquél le preguntó al Arzobispo Metodio qué lucraría si se hacía cristiano. Metodio había respondido, “un lugar por encima de todos los reyes y príncipes.” Borzivoi y su séquito fueron bautizados y después, la reina Ludmila. 54 Por la creciente influencia de Alemania sobre Bohemia, ese país se inclinaba hacia Roma y no hacia Constantinopla y terminaría por adoptar la modalidad romana de fe y de culto. Ludmila se convirtió en un elemento clave en el proceso de la conversión de Bohemia, aunque los detalles no siempre son completamente claros. Primero, los hijos de Ludmila y Borzivoi, Spytihnev y Vratislau, fueron siempre considerados como cristianos, aunque no es posible precisar los detalles de su bautismo. Vratislau se casó con Drahomir, cristiana nominal. Por motivos no totalmente claros, pero 125 que probablemente incluían celos de la autoridad de su suegra Ludmila, Drahomir se apartó del cristianismo y asesinó a Ludmila. Pero el pueblo empezó a venerar la tumba de la antigua reina cristiana y pronto le fueron atribuidos milagros y ella llegó a ser considerada mártir y santa. Curiosamente, las historias de la conversión de Bohemia generalmente omiten hasta el nombre de Ludmila, quien es la figura clave. Registran, cuando mucho, la historia a partir de Vaclav, hijo de Vratislav y Drahomir. Vaclav, fiel cristiano, exilió a su madre asesina e hizo todo lo posible para el avance de la fe cristiana. Pero, camino a misa, fue asesinado por su propio hermano Boleslau I, 55 quien instituyó una nueva ola de persecusión de los cristianos; y cuando el hijo y tocayo de éste asumió el trono, tanto él como su hermana ya eran fieles cristianos. 56 Es imposible contar toda la historia de la conversión de Bohemia sin recordar la participación de la mujer cristiana, en particular la de Ludmila, la primera soberana cristiana del país. Fue madre y ciertamente mentora de sus hijos Spytihnev y Vratislau, siempre considerados como cristianos. Fue martirizada en manos de su nuera apóstata y venerada como santa por el pueblo. A esa altura, Polonia buscaba estrechar lazos políticos con la Bohemia cristiana (católica). Walker dice apenas: “El duque polaco Mieczylaw aceptó el cristianismo en 967, y en 1000 el Rey Boleslau I (992-1025) organizó la iglesia polaca, con un arzobispado en Gnesen.” 57 Sin duda, lo que dice es correcto, ¡pero muy incompleto! Mieczylaw (o Mieszka) de Polonia pidió a la Princesa Dobrava en matrimonio, y su hermano, el Rey Bolelau II, asintió. La conversión de Mieszka, considerada obra de Dobrava, sucedió después del matrimonio y para 968 el establecimiento de la primera catedral episcopal en Pozna formalizó la conversión del país. Tal vez no estará de más mencionar 126 que, luego de la muerte de Bobrava, Mieszka se volvió a casar, esta vez con Oda, de una noble familia cristiana de Sajonia, lo que constituyó todavía un lazo más con el Santo Imperio Romano. 58 A finales del siglo IX, los magiares, un pueblo de origen mongol hasta ese entonces desconocido en Europa, iniciaron sus incursiones. Su crueldad recuerda a los antiguos hunos; por ende la designación “húngaros”. Profanaban templos cristianos y asesinaban sacerdotes sin piedad, siendo necesario el ejército imperial para detener su avance (955). Curiosamente, esa derrota militar también marca el inicio de su evangelización oficial. Ya en 949, dos príncipes magiares emprendieron un viaje político a Constantinopla, y allí fueron bautizados. Uno de ellos, Gyula, llevó de regreso consigo un obispo misionero. Surgió Geisa como el nuevo jefe político, quien tomó como esposa a Sarolta, hija de Gyula y criada bajo la influencia de la religión cristiana. Algunos historiadores afirman, mientras que otros niegan, que Geisa y Sarolta fueron bautizados junto con su primer hijo Vajk, posiblemente por Adalberto, Obispo de Praga. Después de la muerte de Sarolta, Geisa se casó con la princesa cristiana Adelheid (Adeleide) de Polonia y también se esforzó por convertir a su pueblo y establecer un obispado húngaro. No tuvo éxito en cuanto al obispado, pero la iglesia progresó mucho durante su reinado. Vajk sucedió a su padre en 977; él, mejor conocido como Esteban I (o santo Esteban), organizó la monarquía húngara y oficializó el cristianismo. Vajk fue criado en la fe, no convertido por su esposa como en otros casos mencionados anteriormente, y también tomó por esposa una princesa cristiana, Gisela, hija del Duque Enrique II de Baviera. 59 Descubrimos menos evidencia de la participación femenina en la conversión de los pueblos escandinavos, donde la amenaza y la fuerza fueron usados frecuentemente por los reyes en su afán de persuadir o obligar a sus súbditos 127 a seguirlos a la fuente bautismal. Aun así, en Escandinavia hay señales de la participación femenina en el proceso. (Vamos a mencionar estos factores sin mucho comentario). El primero se sitúa a los inicios del proceso cuando el célebre Obispo Anscar inició su obra misionera en Dinamarca (826). El fue expulsado de Dinamarca el año siguiente, pero posteriormente obtuvo permiso del rey para construir dos iglesias, respectivamente en Slesvig y Ribe. Estas iglesias estaban compuestas por mujeres, hombres y niños raptados por los daneses en sus incursiones por la Europa cristiana. Estas personas habían preservado intacta su fe a pesar de haber sido esclavos de amos no cristianos, transmitiéndola fielmente de madre y padre a los hijos. El segundo hecho a recordar es acerca de la infancia de Canuto. Su madre era una cristiana polonesa y, bajo su influencia, Canuto había sido bautizado en su infancia. Lo cierto es que él sucedió a su padre, Svend I como rey de Dinamarca en 1015, llegando a ser también rey de Inglaterra y a ejercer control sobre Noruega. A partir de 1020, favoreció el cristianismo en Dinamarca, oficializándolo como la religión del país. Su relación con Noruega es curiosa. Olavo II (1015-28), conocido como San Olavo, oficializó el cristianismo en su país, pero su uso excesivo de la fuerza provocó una fuerte reacción; el pueblo lo depuso y Canuto asumió el control. El naturalmente impulsó el cristianismo en Noruega, pero con medidas menos enérgicas. El propio Haakon I (935-961), primer rey cristiano de Noruega, había sido criado en la corte de Aethelstan (Ethelstan), el primer rey de toda Inglaterra. Sabemos que allí fue bautizado y criado en la fe. Apenas sospechamos que, en medio de una corte que, aunque sin reina, contenía tantas ilustres medias hermanas cristianas del rey, la influencia cristiana femenina debe haber sido preponderante. 60 128 La historia de Rusia es compleja, pero en el siglo IX, pueblos de Escandinavia ocuparon Novrogod y, hasta mediados del siglo, establecieron su capital en Kiev. Es sabido que durante el reinado del Rey Igor (913-945), había por lo menos una iglesia en Kiev. La Reina Olga reinó como regente de su hijo después de la muerte de Igor, de 945 a 964. Es común afirmar que ella fue bautizada en Constantinopla por el Patriarca, en 957; algunos autores entienden que es más correcto situar el bautismo en 954. 61 En todo caso, además de su fama como soberana que reinaba con justicia y equidad, es evidente también su motivación por la conversión de los rusos. En verdad, ella no fue bien sucedida en esta empresa, pues su propio hijo Sviatoslav se volvió anticristiano. El establecimiento de la fe ocurrió con el bautismo de Vladermi, nieto de Olga, c. 988, seguido por el bautismo de las clases dirigentes. 62 Es claro que la historia de la expansión del cristianismo no termina aquí, pero cerraremos nuestra narrativa con Olga de Rusia. Juzgamos que hemos contado lo suficiente para demostrar que existió un verdadero e importante ministerio femenino en los diversos aspectos de la conversión de Europa, siendo una pieza principal la reina o princesa cristiana. 3. Las santas Las santas y los santos poseían un status en la Iglesia Medieval difícil de sobreestimar. En vida y después de la muerte, representaban modelos juzgados dignos para los cristianos menos heroicos. Sus hechos poblaban la hagiografía y las homilías del tiempo medieval. A los santos y a las santas, los cristianos prestaban devoción y veneración personal en la esperanza de que éstos intercedieran al Dios altísimo por los pecadores. Muchas veces las santas 129 medievales eran monjas o hermanas, siendo que la vida monástica era considerada el camino más directo a la santidad, y consecuentemente, al cielo. Pero algunas de las mujeres canonizadas por la iglesia fueron esposas y madres que lograron conciliar las difíciles tareas domésticas con el más alto patrón de servicio y devoción. Aun en el caso de santas que se dedicaban a la virginidad perpetua, no eran criaturas meramente pasivas, cuya vida era toda oración y contemplación. Muchas de las mujeres de esta segunda sección de nuestra historia son consideradas santas, pero seleccionamos dos como representantes de la categoría que muestran una sorprendente variedad de actividades más allá de las tradicionalmente “religiosas". 3.1 Catarina de Sena Consideraremos primero a Catarina de Sena (1347-1380). Catarina tuvo, desde su infancia, una fuerte tendencia religiosa. Como adolescente, adoptó un severo ascetismo en cuanto a la alimentación, el uso de la flagelación y de la camisa de pelo; pasaba las noches en oración, durmiendo poco antes de la madrugada entre tablas que representaban para ella su ataúd, un constante recuerdo de su fragilidad e impermanencia humana. Complementó esta piedad, a partir de 1366, con una dedicación a los pobres y enfermos, especialmente durante la peste de 1374. Desde muy joven, Catarina ya era conocida por sus visiones y profecías. Catarina vivió en una época conocida hoy como el “Cautiverio Babilónico”, un período caracterizado por mucha agitación política y hasta guerra abierta en Italia. El papado se encontraba dominado por Francia a tal extremo que, de 1309 hasta 1377, los papas no residieron en Roma, sino en Aviñón, una pequeña posesión imperial en el sur de Francia. 63 Inevitablemente, el prestigio del papado, símbolo de la universalidad de la fe, sufrió a causa de esta situación 130 humillante. Si agregamos a esto la avaricia de los papas de Aviñón durante una época de especial valorización de la pobreza evangélica, se hace evidente la urgencia del regreso del papa a Roma, su sede tradicional, y de la renovación del papado. Catarina comprendió la situación política y religiosa de su época y se dedicó a la tarea de traer de regreso al papa a Roma. Ella consiguió lo que Santa Brígida de Suecia había intentado en vano con el Papa Clemente VI (1342-52), a saber, reestablecer la sede papal en Roma. Como paso intermedio, Catarina viajó a Aviñón donde trabajó por una reconciliación entre el Papa Gregorio XI y la República Florestina, pues habían estado en guerra. A pesar del fracaso de su proyecto, continuó insistiendo en el regreso del papa a través de cartas que nos fueron preservadas. He aquí una sección de una de ellas, para que apreciemos mejor la naturaleza de su argumentación: ¡Santísimo y consagradísimo padre en Cristo, dulce Jesús! A vuestra pobre e indigna hija Catarina confortáis por Su preciosa Sangre, con el deseo de veros libre de todo miedo servil. Porque considero que un hombre temeroso corta el vigor de propósitos santos y buenos deseos. Ya oré y oraré aún, dulce y buen Jesús, para que El os libere de todo miedo servil, y que permanezca solamente el temor santo. Que haya en vosotros el ardor del amor, de tal modo que prevenga que oigáis la voz de demonios encarnados y obedezcáis los consejos perversos y llenos de amor propio que, como entiendo, quieren alarmaros, para prevenir vuestro regreso, diciendo “moriréis”. Pero yo os digo, en nombre de Cristo crucificado, dulcísimo y santísimo padre, que no temáis por cualquier motivo. Venid en confianza; confiad en Cristo, dulce Jesús; pues, haciendo vuestro deber, Dios estará por encima de vuestra merced. ¡Levantáos, Padre, como hombre! Pues os digo que no tenéis de qué temer. Debéis venir, por ende, ¡venid! Venid mansamente sin miedo...Haced como Jesús, dulcísimo Padre, siguiéndolo como Su vicario, deliberando y decidiendo por vos, y diciendo a aquellos que quieren impediros, “si mi vida fuese gastada mil veces, deseo cumplir la voluntad de mi Padre.” Si la vida física fuese sacrificada en esto, aún así, tomad la vida de 131 gracia y el medio para ganarla para siempre. Ahora confortáos y no temáis, pues no tenéis necesidad de ello: Revestíos de la armadura de la Santa Cruz, que es la seguridad y la vida de los cristianos. Dejad hablar a todo el que así lo desee, pero mantened firme vuestra santa resolución. Mi padre, Fray Raimundo, me pidió por vos, que yo orase a Dios para ver si iriáis a encontrar cualquier obstáculo. Ya había orado sobre esto, antes y después de la Santa Comunión, y no vi ni muerte ni cualquier peligro....Espero que Dios no desprecie tantas oraciones, hechas con tantas lágrimas y sudor. No digo nada más. Permaneced en la santa y dulce gracia de Dios. ¡Perdonádme, perdonádme! Jesucristo crucificado esté con vos. Dulce Jesús, Jesús, amor.64 Fue Catarina, por medio de sus oraciones y cartas, quien persuadió a Gregorio XI a regresar a Roma, lo que ocurrió en enero de 1377, terminando así con casi 70 años de ausencia en el llamado “cautiverio babilónico.” Ella también logró, el siguiente año, la reconciliación entre el papa y Florencia, por medio de una visita a esa ciudad. Gregorio falleció unos quince meses después de su regreso a Roma. Participaron dieciseis cardenales en la elección del sucesor de Gregorio: cuatro italianos, un español y once franceses. El pueblo romano insistía en que el nuevo papa fuese romano, o por lo menos, italiano; los cardenales accedieron escogiendo a Bartolomeu Prignano, italiano y Arzobispo de Bari, pero también muy ligado a Aviñón. Knowled y Obolensky describen de la siguiente manera a Prignano, o sea, el Papa Urbano VI: El “...se reveló como un déspota grosero, autoritario y sádico; impuso tributos a los cardenales, exigió su reforma, los insultó y hacía torturar a los recalcitrantes.” 65 Catarina intentó una reconciliación en la situación tensa creada por el papa, pero sin éxito. Los cardenales eligieron por unanimidad un segundo papa, entre ellos Roberto de Ginebra, primo del rey de Francia, conocido por su liderazgo del ejército del Papa Gregorio XI y notorio por el masacre de Cesna en febrero de 1377. Así la Iglesia, mientras aún sufría los efectos del papado de Aviñón, tendría que enfrentar cuarenta años de cisma papal (1348-1417) que 132 dividiría las lealtades de los europeos en cuanto a la suprema jefatura terrestre de la Iglesia. La lealtad de Catarina, quien había atraído a Gregorio nuevamente a Roma, nunca estuvo en duda. Ella escribió una carta bastante enérgica a tres de los cardenales italianos que participaron en las elecciones de Prignano (Urbano VI) y, después, de Roberto (Clemente VII), acusándolos de falta de patriotismo italiano. Un párrafo de la larga misiva revela las convicciones de Catarina y la severidad con la que condenó a los cardenales: ...vosotros sabéis claramente la verdad, que el Papa Urbano VI es verdaderamente el Papa, el más alto pontífice, escogido en elección recta, no influenciada por el miedo, más por inspiración que por vuestra industria humana. Y así vosotros nos lo anunciásteis, y era verdad. Ahora volvísteis la espalda, como pobres y mediocres caballeros; vuestra sombra os dio miedo. Os separásteis de la verdad y os aproximásteis a la mentira...¿Qué os hizo actuar así? El veneno del amor propio que ya contaminó el mundo. El os hizo pilares más leves que la paja. Flores que no exhalan perfume, sino hedor que hace que todo el mundo huela mal. No pusísteis luces en el candelabro para extender la fe, más habiendo escondido vuestra luz debajo del orgullo, haciéndoos no personas que extienden la fe, sino contaminadores de ella, cubriréis de tinieblas a vosotros mismos y a otros... El mal que tenéis en vosotros mismos, queréis contaminarnos con él, retirándonos de la obediencia a Cristo en la tierra, y conduciéndonos a la desobediencia del anticristo, un miembro del diablo como vosotros también sois, en cuanto que persistiéreis en esta herejía.66 Catarina, en los últimos días de su vida, prestó importantes servicios a Urbano, consiguiéndole apoyo, inclusive de la Reina Joana de Nápoles; pero en términos generales los once años del papado fueron marcados por guerra, con el sur de Italia apoyando al papa de Aviñón. Catarina de Sena fue canonizada por Pío XII en 1461. Mucho más que un ejemplo extremo de piedad medieval, ella se distinguía por el servicio abnegado al oprimido y por 133 su sorprendente actividad política, dejando atrás una considerable herencia literaria (373 cartas a papas, cardenales y reyes; 26 oraciones; y un diálogo con Dios titulado Libro della Divina Dottrina). 3.2 Isabel de Hungría o Turingia Isabel (o Elizabeth), hija del Rey André II de Hungría, luego de casarse en 1221 con Luis IV, Conde de Turingia, vivió el resto de su vida en Alemania. La corta vida de Isabel de Turingia, apenas veinticuatro años (1207-31), sirve de recuerdo de que la renuncia del matrimonio y de la maternidad no era un prerrequisito para alcanzar la santidad. Isabel y Luis gozaron de siete años de felicidad conyugal y de su unión nacieron tres hijos. Además, Isabel iniciaría sus obras de caridad, mucho antes de quedar viuda. Isabel compartía la pasión por la pobreza de su contemporáneo, Francisco de Asís. Un día exhibió este ideal ante sus atónitas atendientes: despojándose de sus ricos trajes, se cubrió con un rudo paño, colocó un trapo sobre su cabeza y anunció que en el futuro ella sufriría verdadera necesidad y miseria por amor a Dios. 67 Todavía más significativo y sorprendente es el hecho de que aun cuando vivía la vida noble con su marido Luis, Isabel mostró una rara sensibilidad hacia la pobreza del pueblo. Reconoció claramente que la extravagancia de la nobleza era posible únicamente por la explotación y miseria de los pobres campesinos. Por eso decidió alimentarse sólo de comida que ella creía haber sido producida en forma justa. En caso de duda, simplemente no comía; aun cuando su actitud causara escándalo entre la nobleza que de ninguna manera admitía tal comportamiento.68 Totalmente consecuente con su actitud hacia la pobreza, Isabel una vez más suscitó escándalo entre la nobleza, 134 inclusive entre los parientes de su marido, durante la hambruna de 1226. En esta ocasión Luis estaba en Italia en servicio del Emperador. Para calmar el hambre que asolaba la tierra, Isabel vendió sus propias joyas y la cuna de plata de su infancia. Cuando esto resultó ser insuficiente para enfrentar la miseria del pueblo, sin vacilar echó mano de los depósitos de cereal y gastó el dinero disponible en la tesorería real. Luego de la muerte de su marido el siguiente año, parientes de él, airados con ella por haber empobrecido el país, aun por tan justa causa y deseosos de reposeer sus propiedades, la expulsaron de Wartburg. 69 Isabel pasó por tiempos muy difíciles, pero lo que nos interesa sobremanera es cómo ella respondió a esa nueva situación. Ella fue, justamente el jueves santo luego de la muerte de su marido, a la capilla franciscana que ayudó a construir en Eisenach pocos años antes y allí hizo un voto de renuncia de todo lo que poseía - el mundo, la riqueza, la familia, su propio “yo” o, como su confesor Conrado de Marburgo escribiría al Papa, ella renunció a todo lo que el Señor Jesús en su evangelio mandó que sus seguidores renunciaran. 70 Entregó sus hijos, todavía pequeños, a Dios y de allí en adelante los trataría, ya no como hijos carnales, sino como su “prójimo”. Marburgo fue el lugar donde Isabel pasó los últimos años de su corta vida, a saber, de 1228 a 1231. Fue allí donde ella construyó un pequeño hospital, en el que atendió enfermos en su calidad de hermana en el mundo, pues no vivió en un claustro. Ella misma declaró, “La vida de las hermanas del mundo es muy despreciada, pero si existiese otra posición todavía más despreciada, yo la habría escogido.” 71 Edith Deen resume esta fase así: Nuevamente ella servía a los leprosos, los viejos, los pobres. Dos veces por día ella asistía en el hospital a los que sufrían de las peores dolencias. Diariamente ella tejía lana para ganarse la 135 vida. Aunque muchas veces enferma, ella continuó con su trabajo y, mientras sus manos estaban ocupadas, ella conversaba con Dios.72 Ella murió, rodeada por sus compañeras del hospital, de monjas y monjes, el día 16 de noviembre de 1231. Su cuerpo fue velado en la antigua capilla por centenares de aquellos que ella había servido tan generosamente en vida. Sólo cuatro años después de su muerte el Papa Gregorio IX la canonizó. Posteriormente, se construyó, por medio de las contribuciones del pueblo, como memorial, la Elizabethkirch (la Iglesia de Santa Isabel), llamada “el mayor monumento a una mujer cristiana en el mundo”; su cuerpo fue transportado para allí, perfectamente conservado después de cinco años, a pesar de no haber sido embalsamado. 73 Hemos visto apenas dos de las mujeres cuya vida de servicio, devoción y evidente comunión con Dios llevó a la iglesia a darles el título de “santa”. En realidad, muchas de las mujeres en casi todas las categorías de ministerio que hemos tratado en esta sección del libro también fueron agraciadas con la misma honra. Por el premio que el cristianismo medieval colocaba sobre la santidad, consideramos bueno también destacar la vocación a la santidad como un ministerio femenino. 4. La proclamación de la palabra La misa en la Edad Media pasó a ser un espectáculo sagrado, al cual laicos y laicas generalmente asistían pasivamente. Para apreciar el cambio que había ocurrido desde los tiempos primitivos, veamos dos pequeñas citas de litaratura patrística. La primera, de Clemente Romano (c. 93), toma como modelo el culto del Antiguo Testamento. En esta primera mención del laico en la literatura cristiana, aparece, no como espectador, sino como alguien con 136 funciones propias y esenciales en la acción común de adoración comunitaria. Al sumo sacerdote fueron conferidos su propios oficios, a los sacerdotes fue reservado su lugar especial y a los levitas les fueron impuestos sus propios deberes en cuanto el laico está sujeto a las ordenanzas del laico.74 La otra cita es del Primer Diálogo de Justino Mártir, escrito más o menos en 150. El afirma que los domingos ...se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o el campo y allí se leen...las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas. Cuando el lector termina, el presidente hace una exhortación y una invitación a que imitemos tales bellos ejemplos. Nos ponemos de pie todos, entonces, y elevamos, en conjunto, nuestras preces luego de las cuales se ofrece pan, vino y agua,...el presidente...eleva sus preces y acciones de gracias, respondiendo todo el pueblo “amén”. Después viene la distribución y participación, que se hace a cada uno de los elementos consagrados por la acción de gracias, y su envío a los ausentes por medio de los diáconos. Los que tienen y quieren, dan lo que les pertenece, conforme su libre determinación, para el auxilio de los huérfanos y viudas, los enfermos y otros necesitados, los encarcelados, los forasteros, etc. (énfasis del autor).75 Por contraste, el culto público en la Edad Media parecía estar designado a garantizar el pleno cumplimiento de la prohibición paulina. El púlpito, en las iglesias seculares, pertenecía a los hombres. No había ninguna prohibición que impidiera que la mujer juntara su voz a la de los hombres en e l c a n t o c o n g r e g a c i o n a l . 76 P e r o e l m i s m o c a n t o congregacional poco a poco se fue sustituyendo por el coro; en el coro el contralto y el soprano eran cantados, no por mujeres, sino por niños. El resultado de todo esto fue relegar a la mujer al estatus de espectadora, casi exclusivamente. Su diligencia, en realidad, era testimonio mudo de su fe. Frente a este cuadro, parece que tendríamos que 137 concluir que la proclamación de la Palabra por parte de la mujer era imposible. Mujeres devotas a Cristo y deseosas de servirlo y servir a su prójimo abrían nuevos espacios. A fin de cuentas, la proclamación no se limita al culto público o a la iglesia. Al contrario, como vamos a tratar de demostrar, la proclamación asume muchas formas. Si en la iglesia secular, la mujer realmente no tenía oportunidad, la mujer medieval, al igual que su hermana de la Iglesia Antigua, tenía la opción de la vida monástica. Habían también expresiones populares de la fe, poco controladas por la jerarquía de aquel tiempo (y por eso mismo inspiradoras de su desconfianza), que permitían a la cristiana mayor libertad para el desempeño del ministerio de la proclamación. 4.1 La mujer y la dramatización Un nuevo espacio para la proclamación de la Palabra fue el desarrollo de diversas formas de dramatización cristiana. El uso del drama por la Iglesia nos parece, desde nuestra óptica del siglo XX, un medio de comunicación del evangelio perfectamente en armonía con la naturaleza del cristianismo. La palabra griega significa “algo hecho”, acción. Así es el Dios de los cristianos; más que el Dios que habla, es el Dios que actúa, crea, libera, realiza. Jesús también salva por lo que hizo y especialmente por lo que sufrió. Como vimos anteriormente, Clemente Romano concibió al propio culto cristiano en términos de acción. Pero la obscenidad de las comedias romanas había suscitado una reacción violenta entre los cristianos, como vemos en De Spectaculis (c. 200) de Tertuliano, y la Iglesia difícilmente creía en la posibilidad de la redención y utilización del drama para proclamar su fe. Esta actitud negativa terminó por eliminar, pura y sencillamente, el drama en el occidente cristiano hasta c. 550, y más o menos un siglo más tarde en el oriente. 138 Una de las personas pioneras en la “redención” del drama como medio de comunicación del evangelio fue una monja de la abadía benedictina de Andersheim en Sajonia, de nombre Hrosvita o Rosvita (c. 930-1002). Rosvita era una mujer muy instruida en la Biblia y en los escritos de los padres de la Iglesia, como también en la literatura latina clásica. Fue influenciada en sus piezas teatrales especialmente por el estilo de Terrencio. La variedad de sus escritos es impresionante. Escribió ocho poesías narrativas que versaban sobre el nacimiento de la Virgen María, la Ascención, y vidas legendarias de diversos santos. 77 Escribió también dos crónicas históricas, una sobre los Emperadores Otto I y II y una sobre la historia del convento de Gandersheim. De interés especial para nosotros son seis piezas teatrales, basadas en las de Terrencio, las cuales ella conocía muy bien. Las obras de Rosvita, en manuscrito, fueron descubiertas mucho después por el conocido humanista Conrado Celtes. El quedó tan impresionado con la calidad literaria de los escritos de Rosvita que la llamó “la Safo Alemana”. 78 Celtes publicó toda la colección, con la excepción de La crónica de Gandersheim, 1501. Por lo tanto, de modo general, Rosvita escribió sobre temas religiosos, pero sus piezas teatrales no tenían que ver directamente con el ritual de la Iglesia, tenían su propia integridad. 79 En sus trabajos Rosvita mostró la constancia y la valentía de las mujeres cristianas, especialmente frente a las tentaciones de seducción de los hombres. Por ejemplo, en “Dulcitius”, un prefecto del Emperador Diocleciano intenta obligar a tres vírgenes cristianas a casarse con nobles de su corte. Cuando éstas se rehusan a romper sus votos de castidad, el Prefecto Dulcitius ordena retener a las muchachas en una enorme cocina, donde él mismo intenta seducirlas de noche. Dios frustra su plan, confundiendo la visión de Dulcitius. Así, él abraza sartenes como si fueran las sagradas vírgenes Agape, Quionia e Irene (virtudes cristianas 139 personificadas Amor, Candura y Paz). Estas escapan de su villanía. En el desenlace no sólo preservan su virginidad sino también ganan la corona del martirio. La obra de Rosvita se sumó a la de Tutiliano, monje de San Galo de Suecia, hombre de extraordinarios dones artísticos. Tutiliano se atrevió a introducir una innovación en el oficio de los sepulcros, a saber, hizo que un ángel hablara desde el interior del sepulcro, en latín bien audible, a las tres Marías que estaban afuera. Esta innovación del monje fue la pequeña simiente de la que nacieron los “misterios”, al principio piezas dramáticas sobre la resurrección pero, con el pasar del tiempo, sobre todos los grandes temas bíblicos que componen el “drama de la salvación”. La Iglesia estaba redescubriendo la eficacia de las artes dramáticas en la proclamación de las buenas nuevas. Es evidente que la obra de Rosvita fue un puente para los desarrollos posteriores, los “milagros”, basados en la vida de santas y santos, y las “moralidades”, esencialmente la dramatización de la lucha entre el bien y el mal, presentada en forma alegórica. Rosvita representa, por lo tanto, el inicio de una nueva modalidad de proclamación de la palabra. Sus piezas fueron muy utilizadas en esta nueva forma de compartir el mensaje cristiano, pero, irónicamente, todo indica que las mujeres no podían representar personajes en sus piezas. Aun en el caso de las tres Marías en la innovación de Tutiliano, las mujeres eran representadas por hombres usando ropa femenina. Por lo menos, así dicen las historias. ¿Cómo valorar la obra de Rosvita, la monja que tan notable producción literaria creó con el apoyo de su abadesa Gerberga y de hombres eruditos? Nos parece que en el sentido del ministerio de proclamación, tenemos sus dramatizaciones en primer lugar, sin olvidar las instructivas poesías narrativas. En un primer nivel, cada vez que se escenificaba una de sus piezas o se leía una de sus poesías, el mensaje cristiano estaba siendo efectivamente proclamado. 140 Pero hay un segundo nivel de mayor alcance. Rosvita puso en movimiento una nueva modalidad de proclamación, el drama popular, en la forma de “misterios”, “milagros” y “moralidades”. Estas nuevas formas dramáticas, dentro y fuera de la iglesia (pues al poco tiempo se fueron secularizando, o sea, haciéndose todavía más auténticamente del pueblo), llegaron a ser uno de los más importantes vehículos de enseñanza entre el pueblo que por lo general no sabía leer. Hay aún un tercer nivel, un poco más especulativo. ¿Será que Rosvita es la única mujer que se dedicó con éxito a escribir piezas, poesías didácticas, crónicas? Debemos recordar que Conrado Celtes descubrió los manuscritos de Rosvita, no en Gandersheim, sino en el Monasterio de San Emeron, en Regensburgo. Con la publicación de las obras en 1501, Rosvita fue “descubierta” y conocida, lo que podemos considerar un feliz accidente. Todavía más, aun si admitimos que Rosvita fuese en realidad la única, ¿no es eminentemente probable que aquello que era prohibido en la iglesia secular y aparentemente en las dramatizaciones de naturaleza popular - el privilegio de la mujer de representar los papeles femeninos - fuese practicado libremente en el monasterio? ¿Cómo sería posible que hombres representaran los papeles femeninos en un convento de sólo mujeres? ¿No se daría lo contrario, es decir, que mujeres representaran también los papeles masculinos? 4.2 La proclamación por la palabra escrita Una segunda categoría del ministerio de proclamación es la palabra escrita. Como el lector y la lectora habrán percibido, una de las más importantes escritoras cristianas de la Edad Media fue Rosvita, pero preferimos tratarla dentro de otra categoría, la de dramaturga. En comparación con los hombres, las mujeres cristianas de la Edad Media escribieron poco que haya llegado hasta nosotros o que nos llame la atención por su cualidad. Pero aún así, el acervo 141 creado por cristianas, mayormente de los monasterios donde su relativa independencia se lo permitía, no es despreciable. Curiosamente, surgieron en el siglo XIII, en Turingia, dos mujeres del mismo nombre, Methchild, o Matilde. La primera, Matilde de Magdeburgo, pasó una larga vida como discípula dedicada a Cristo, incluyendo más o menos treinta años entre las beguinas (véase la descripción anterior del ministerio de las beguinas). Ella fue influenciada por el apocalipticismo de Joaquín de Flores (m. 1202) con su mensaje del evangelio eterno. Matilde escribió, en alemán, La luz de la divinidad, en la cual describe el amor de Dios, las bendiciones que los santos glorificados reciben, el sufrimiento del purgatorio y del infierno. Ella denunció con mucha energía la corrupción del clero y de la iglesia de su tiempo, el siglo XIII. Su visión incluyó la profecía de la victoria final del bien a través de una nueva orden de predicadores que surgiría en medio del pueblo alemán. La luz de la divinidad iría a influenciar considerablemente el pensamiento de Dante Alighieri y otros. La otra Matilde, la de Hackeborn, quien murió en 1310, también fue profetisa con ardiente deseo de reformar la Iglesia. Conforme Kurtz, fuente de nuestra información sobre ambas Matildes, “...en su libro Speculum spiritualis gratiae, ella publicó sus visiones de naturaleza reformadora y escatológico-profética, más subjetivas y personales que las de la primera Matilde.” 80 4.3 La predicación femenina dentro de los monasterios Las mujeres tuvieron su parte en el notable brote de energía espiritual en Francia a partir del final del siglo XI. 81 La predicación de Roberto de Arbissel dio como resultado la 142 formación del monasterio mixto de Fontevrault para abrigar la gran afluencia de las vocaciones femeninas (c. 1100). A la vez Norberto atrajo gran número de mujeres a su convento alrededor de los años 1118-1125. Para 1150 se calcula que eran más de 1000 las monjas en los conventos relacionados a la Premontré. El grupo más célebre, los cistercienses, creyendo, con Bernardo de Claraval, que era más difícil “estar siempre con una mujer y no tener relaciones con ella” que resucitar a los muertos, resistió las presiones de admitir mujeres. 82 Pero éstas, por su cuenta, ¡establecieron conventos al estilo de Cister! Oficialmente desconocidos, estos conventos no fueron controlados por Cister, y por ende gozaron gran libertad de acción. Fue así que las abadesas, especialmente en España, no dudaron en oir las confesiones de sus monjas, concederles la bendición y predicar de los púlpitos de los conventos. Tales prácticas fueron descubiertas y rechazadas por el joven Papa Inocencio III cuando asumió el papado en 1198. 83 Su existencia no fue oficialmente reconocida. Es natural que los conventos femeninos no participaran del cabildo general de la orden. En su propio cabildo, las mujeres conducían los negocios de sus casas. Así, aunque los púlpitos de las iglesias parroquiales estaban vedados a las mujeres, los de los conventos más adelantados les ofrecían oportunidades para la proclamación. 4.4 La predicación femenina entre los valdenses Alrededor de 1174, Pedro Valdo, negociante de León, Francia, se convirtió a la pobreza evangélica. 84 Su predicación atrajo un gran número de mujeres y hombres al mismo ideal. En 1179, en ocasión del tercer Concilio Lateranense, una delegación de sus seguidores fue a Roma, pero sin lograr el ansiado reconocimiento de la Iglesia. Entretanto, en León, “los hombres y las mujeres de Valdo 143 continuaron su predicación evangélica”. Valdo encontró la fundamentación bíblica para la predicación de las mujeres en Tito 2.3-4 y en el ejemplo de la profetisa Ana (Lc 2.3638). 85 Este movimiento popular, esencialmente laico, luego fue encarado por el catolicismo medieval como una seria amenaza, pues estos “pobres de León”, todos laicos, no sólo predicaban sino también administraban los sacramentos sin imposición de manos del obispo, así socabando los fundamentos de la autoridad jerárquica de la Iglesia Católica. Esta aplicación radical del “sacerdocio universal” siglos antes de Lutero, ciertamente explica en gran parte porqué la Iglesia oficial fue tan implacable en las persecuciones. En efecto, el más antiguo documento descriptivo de los valdenses es del católico Bernardo Gui, inquisidor del sur de Francia e intransigente enemigo de los “pobres”: ...usurparon el oficio de los apóstoles, y presumieron predicar el evangelio en las calles y en lugares públicos. Y el tal Valdes o Valdo convirtió a muchos, tanto hombres como mujeres, a semejante presunción, y los envió a predicar como sus discípulos. Por ser ignorantes y analfabetos, éstos, tanto hombres como mujeres, corrían por las ciudades y entraban en las casas. Predicando en lugares públicos y también en las iglesias, ellos, especialmente los hombres, esparcían muchos errores a su alrededor... También dicen que la consagración del cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa Cena puede ser hecha por cualquier persona justa... Ellos hasta creen la misma cosa con respecto a las mujeres, si son de su secta, y así dicen que toda persona santa es sacerdote.86 El documento de Gui no deja duda en cuanto a la participación femenina en los ministerios de la palabra y los sacramentos entre los valdenses, lo que es confirmado por los historiadores del movimiento. Las persecuciones luego hicieron imposible la predicación abierta en las calles; el movimiento pasó a ser esencialmente 144 una religión del hogar y de transmisión de uno en uno. Un inquisidor relató: “Cada uno de ellos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, de día y de noche, no cesa de aprender y enseñar a los otros”. La misma persona registró la declaración de un valdense: “En nuestro hogar, las mujeres enseñan tan bien como los hombres... 87 Las mujeres, por lo tanto, participaban plenamente en estas reuniones domésticas para la transmisión de la fe y la edificación. Pero ni aun en los hogares eran inmunes a la implacable persecución, frecuentemente liderada por los inquisidores. Es elocuente el testimonio del alcance de la influencia de las mujeres que frecuentemente estaban entre las primeras víctimas de las hogueras. Por ejemplo, en los valles de los Alpes, la primera persona “en ser quemada en la hoguera fue una mujer, condenada en Pinerolo (Italia) en 1312”. 88 Un caso similar ocurrió en Austria, al final del mismo siglo, en la persecución liderada por el inquisidor Pedro Zwicker. En esta ocasión, una de las primeras víctimas fue una vieja mujer, quien fue “pisoteada por los fieles católicos, mientras permanecía amarrada en las gradas de la iglesia, y que luego fue quemada en la hoguera.” 89 Así, en todos los niveles, las mujeres valdenses ejercieron los ministerios al lado de los hombres. Es probable que no existiera una iglesia tan abierta a los ministerios femeninos desde la era apostólica. La extrañeza católica de la predicación femenina dio origen, en el siglo XVI, a un vitral en la abadía de San Marcial en Limonges, Francia, el cual representa una mujer predicando a un pequeño auditorio. La leyenda dice, “El pueblo recibe mala instrucción cuando las mujeres predican.” 90 En algunas de las categorías tratadas, donde la mujer efectivamente descubrió su espacio para proclamar la palabra, podríamos agregar otros ejemplos además de los citados anteriormente. En la categoría de las artes dramáticas, desafortunadamente podemos apuntar apenas un nombre 145 con seguridad, aunque sospechemos que otros nombres aún surgirán. Podríamos agregar otras categorías, particu/ larmente de grupos heréticos un poco extremados, donde las mujeres, al lado de los hombres, predicaban por medio del estilo de vida que adoptaron. Los más conocidos de estos grupos son los hermanos y las hermanas del Espíritu Libre, también conocidos por otros nombres, según su ubicación geográfica. La información sobre ellos es bastante escasa y poco confiable en sus detalles. Por eso, resolví no considerar tales hermanas como una categoría aparte. 91 Mas, la inevitable conclusión de la investigación es que, dentro de la estructura de la Iglesia oficial, el principal espacio para la proclamación femenina se encontraba en el convento. Es igualmente claro que a no ser que esa estructura se tornara más maleable, el único espacio donde la mujer tendría plena libertad para ejercer su ministero de proclamación sería fuera de ella, en grupos separados y generalmente tildados como “heréticos”. Como veremos en la parte final de este libro, sería en el protestantismo y sólo en los siglos XIX y XX que la mujer obtendría el espacio esencial para el ejercicio más pleno de su ministerio divino de proclamación. 5. La papisa Juana Una curiosa leyenda, ampliamente aceptada a partir del siglo XIII, dice que una mujer disfrazada de hombre sucedió al Papa León IV (847-855) y ejerció el papado por más de dos años. Juana había nacido en Ingelheim, hija de un misionero inglés que había ido a evangelizar a los sajones en el continente europeo. Juana, notable desde joven por su brillo intelectual, se había apasionado por un joven monje del famoso monasterio de Fulda. Para estar con su amado, Juana había ingresado al mismo monasterio, disfrazada de hombre y fue aceptada como novicio. Más tarde los dos huyeron para Atenas, Grecia, donde Juana estudiaría y donde moriría su amante. 146 Después de completar sus estudios en el antiguo centro cultural griego, Juana regresó al occidente, dirigiéndose hacia Roma. En Roma, bajo el disfraz de Johanes Anglicus, abrió un colegio, donde ganó fama por su saber y por la piedad que demostraba. Tan grande era el reconocimiento de Johanes Anglicus que, cuando murió el Papa León IV en 855, la elección del nuevo sucesor de San Pedro cayó sobre su persona. Durante dos años, Juan (o Juana) gozó de un excelente papado. Pero la pontífica llevó a su cama un siervo y quedó embarazada de él. Pasando los meses de la gestación, se aproximaba la fiesta de Pentecostés cuyos festejos incluian una procesión del clero de Roma por las calles. A pesar de su embarazo avanzado, Juana resolvió participar en la procesión. Cuando la pontífice pasaba entre la Iglesia de San Clemente y el anfiteatro dio a luz en plena calle. El hijo murió y en algunas versiones de la leyenda, Juana también murió; en otras fue encarcelada. En todo caso, el parto fue el fin de su papado. ¿Por qué ventilar esta vieja y desacreditada leyenda? Que quede claro que la intención no es desprestigiar a la Iglesia Católica. La convicción del autor es que se trata de una leyenda, sin ninguna base histórica. Primero, la leyenda no es mencionada en ninguna crónica o historia del siglo IX, cuando hubiera ocurrido el papado de Juana. En realidad, la primera mención literaria de la leyenda se hace en los escritos de Esteban de Borbón, alrededor de 1230, ¡casi cuatrocientos años después! Es decir, no existe testimonio contemporáneo del supuesto evento; pero hay buenos testimonios en su contra. El historiador protestante Johann Heinrich Kurtz presenta como su primer argumento la siguiente información, para mí bastante convincente: “La inmediata sucesión de Benito III a León IV tiene testimonio contemporáneo en los Annales Bertininiani, de 855 d.C., también de una carta de Hincmar (de Reims) a Nicolau I (858-867), como también la inscripción ’Benedito’ y ‘Lotario’ en un denario romano del 147 mismo año.” 92 Hay otros argumentos, pero el silencio de los historiadores contemporáneos, tanto católicos como protestantes, deja claro que la naturaleza legendaria de la “Papisa Juana” es un punto aceptado. La preocupación del presente estudio es simplemente ésta: que habían muchas personas en la iglesia, durante largo tiempo, que realmente creyeron que había existido una mujer en el siglo IX con la piedad, el saber y otras virtudes que la calificaron para ser elegida como papa y aún para desempeñar con toda honra el puesto más importante del cristianismo occidental. 93 ¿Por qué la leyenda fue aceptada en la Edad Media si hoy es tan desacreditada? Me parece que hay tres factores principales que ayudan a explicar el fenómeno. Primero, la mente de la Iglesia Medieval era básicamente acrítica. No sólo milagros, sino muchas maravillas más eran fácilmente aceptadas por el pueblo. La falta de crítica litararia está bien ilustrada en el caso de los Decretais Pseudo-Isidorianos. Curiosamente, ese documento, contando la “Donación de Constantino” y que contribuyó grandemente a la autoridad papal en la Edad Media, surgió en Francia entre 847 y 852, poquísimos años antes del supuesto papado de Juana (c.855857). Segundo, la leyenda de Juana era una buena historia, y buenas historias tienen longevidad natural. Pero, finalmente, la leyenda, a pesar de los detalles de difícil aceptación (como la posibilidad de que una muchacha disfrazada pudiera engañar a tanta gente por tanto tiempo, aunque sea un recurso literario comun), 94 tenía muchos elementos de verosimilitud histórica, como mencionaremos a continuación: 1) El padre de Juana era un misionero inglés, quien participaba en el proceso de la conversión de los sajones en Alemania. Los sajones, los últimos bárbaros a ser convertidos 148 en Alemania, fueron convertidos por la fuerza de las armas de Carlo Magno y por la obra misionera, principalmente a través de los monasterios. Destaca la participación de ingleses en este proceso. 2) Es curioso, aunque no imposible, ser monje y ser padre. Uno de los más famosos misioneros ingleses que trabajó en el continente fue Willibrord, cuyo padre se hizo monje después de casarse y tener hijos. El padre de Willibrord fundó un monasterio que luego fue dirigido por el famoso Alcuino. 3) Juana habría entrado, como monje, en el célebre monasterio benedictino de Fulda. Fulda fue fundado conjuntamente por Bonifacio y su discípulo Sturm. Bonifacio había sido monje en Nutcell, cerca de Winchester, Inglaterra. Fulda se convirtió en el centro de cultura y de entrenamiento del clero para el centro-oeste de Alemania. Fue conocido por su participación en los debates teológicos a mediados del siglo IX. Su abad era el conocido Obispo Rábano Mauro, discípulo directo de Alcuino, y llamado “maestro de Alemania”. ¿Qué lugar podría ser más natural para que una inteligente inglesa, ávida por el conocimiento teológico, fuera a estudiar? 4) Equipada con la mejor preparación teológica latina disponible en Alemania, Juana habría buscado beber también de las fuentes griegas. Si Atenas en el siglo IX no suena como el mejor centro para tales estudios, conviene recordar su antigua fama como la ciudad de los grandes filósofos, y recordar que el occidente medieval conocía poco del oriente. Pocos teólogos latinos conocían el idioma y el pensamiento griego; entre las honrosas excepciones, contemporáneas de Juana, están Juan Scotus Erigena (?-877?), traductor del griego al latín del Pseudo-Dionisio, y Pascacio Radberto, del monasterio de Corbie, en Francia. 149 5) No es de admirar que cuando Juana llega a Roma disfrazada de Johanes Anglicus, consigue establecer una escuela que luego adquirió fama, llevando a su elección como papa. No tengo intención de reabrir la cuestión de la Papisa Juana en lo que atañe a su historicidad. Estoy señalando razones que podrían haber hecho que la historia se considerara verosímil en aquella época. La falta de evidencia documentada con respecto a la “Papisa” antes de c. 1230, así como otro hecho famoso lleva a creer que la leyenda habría surgido más o menos en esta misma época (c. 1230). En las listas oficiales de los papas, con las fechas de sus reinados, existe una curiosa laguna. Aparece Juan XIX, quien ocupó la cátedra de Pedro de 1024 a 1032 o 1033. El próximo Juan es Juan XXI, quien reinó del 8 de setiembre al 20 de mayo de 1277, un papado corto y relativamente pálido. Pero para nosotros su número es muy significativo. El debería ser Juan XX, pero insistió en el número XXI, pues creía firmemente en el papado de Juana, la cual debería de haber sido Juan VIII, lo que convertiría a Juan VIII (867-72) en Juan IX y así sucesivamente. La respuesta más satisfactoria que tengo a la pregunta ¿por qué el propio Juan VIII (867-72) no asumió el número Juan IX? - es que él nada sabía de la Papisa Juana. Pero el Juan que fue papa en 1276-77, y que debería haber sido Juan XX, cuestionó la secuencia, porque algún tiempo antes había empezado a circular y ser aceptada la historia de la Papisa Juana. ¡El mismo papa aceptó la historia con tanta convicción que cambió su número! He intentado mostrar porqué la Iglesia Medieval habría aceptado la invención de la Papisa Juana como un hecho. Resta preguntar ¿qué fue lo que el autor o la autora quiso afirmar o inferir sobre los ministerios femeninos con esta leyenda, fascinante y a la vez históricamente falsa? 150 Creo que el lector o la lectora ya habrá percibido gran parte, sino todo, lo que la leyenda parece insinuar. 1) Insinúa que la mujer cristiana tiene la capacidad intelectual adecuada para el estudio teológico más avanzado, sea en el occidente con su énfasis más práctico y jurídico, o en el oriente, con su índole especulativo. 2) Insinúa que la mujer, debidamente preparada, es perfectamente capaz de enseñar en un alto nivel. 3) Insinúa que, en lo que atañe a los ministerios y aún a las órdenes, la iglesia haría bien en no excluir a la mujer de cualquiera de ellos, pues ella (en el caso de Juana) es capaz de distinguirse hasta como jefe de la cristiandad occidental. Nosotros, a finales del siglo XX, podemos ver la leyenda de la Papisa Juana como una profecía de los ministerios femeninos que florecerían nuevamente en la era moderna, mayormente en el siglo XX. Aun cuando la jerarquía de la Iglesia Católica Romana se resistiría firmemente a la idea de una mujer presidiendo en el altar, también dentro de la misma iglesia existe mucha expectativa hacia mayor apertura y fuertes presiones sobre el papa Juan Pablo II, una figura muy conservadora a pesar de su gran carisma personal. En la gran mayoría de las confesiones protestantes del mundo no existen límites formales en cuanto a los ministerios femeninos; la mujer tiene acceso a las órdenes y hasta al episcopado y otras formas de liderazgo máximo de esas iglesias, como mostraremos en la tercera sección de esta historia. 151 Notas: 1 Altaner y Stuiber, Patrología, (S.Paulo: Paulinas, 1972), p. 382. 2 Ibid, p. 422. 3 Cp. Introducción del presente libro, nota 2. 4 Op.cit. , p. 465. 5 La traducción de Cipriano, La Unidad de la Iglesia Cristiana (Petrópolis: Vozes, 1973), contiene en la p. 34 un significativo error. El latín “primatus Petro datur” (4.9) significa “un primado es conferido a Pedro”, no como aparece en la vesión en portuguez, “el primado es conferido a Pedro”. Cp. comentario por Michael A. Fahey en Journal of Ecumenical Studies, Summer, 1975, p. 411. 6 Roland H. Bainton, The Medieval Church, (Princeton, N.J.: D. Van Nostrand, 1962), p. 169. 7 K.S. Latourette, A History of the Expansion of Christianity, (N.Y.: Harper, 1938), II, p. 93. 8 History of Christianity in the Middle Ages, (N.Y.: Cokesbury, 1960), p. 25. 9 Gregorio Magno, Diálogo, ii, 33. 10 Op. cit., p. 170. 11 Historia eclesiástica de la nación inglesa, IV, xxiii. 12 El propio Beda fue bautizado por uno de estos obispos, a saber, Juan de Beverly. 13 La palabra “clan”, tan usado en la antropología y sociología hoy, viene de una palabra gaelica (celta) clann; la estructura social celta, la del clan, naturalmente ejerció una influencia decisiva sobre la organización eclesiástica en Irlanda y Gran Bretaña durante el siglo VII. 14 Op.cit, IV, xix. 15 The Catholic Encyclopedia, 1910, X, 452 (Doravante, CE). 16 W. Walker, op.cit., p. 182, dice: “Aunque los misioneros “Viejo Británico” (o celta) consideraban el Papa como el más alto dignatario de la cristiandad, los representantes Romanos le atribuían una autoridad judicial que los “Viejos Británicos” no admitían plenamente.” Poco a poco esta situación cambió; entre 630 y 718 toda la Gran Bretaña, con la excepción el país de Gales, aceptó la autoridad jurídica de Roma. 17 D. Knowles y D. Obolensky, La edad media (Vol. II de la Nueva historia de la iglesia), (Petrópolis: Vozes, 1974), p. 475. 18 Ibid., p. 203. 19 Power, op.cit., 78,79,191 (n.2). 20 El nombre completo de la Iglesia, Santa María de Porciuncula (o sea, de la Porcioncita) combinaba bien con el nombre que el grupo adoptaría, los Hermanos Menores. 21 Encyclopedia Britanica, 1950, V, 754 (Doravante, EB). 22 Edith Deen, Great Women of the Christian Faith, (NY: Harper, 1959), p. 40. 23 Ibid. 24 Canon, op.cit., p. 183. Hirschau fue reactivado por doce monjes benedictinos de Einsiedeln, Suiza; el Abad Guillermo creó o reformó 152 muchos monasterios por todo el Sur de Alemania, en el espíritu de Cluny. 25 D. Grandi y A. Galli, Historia de la iglesia, (Lisboa: Paulinas, 1964), p. 148. 26 Los Begardos constituian un movimiento masculino paralelo, pero no están dentro del esquema de la presente Historia. 27 Hay vestigios aún hoy de ese venerable movimiento. Por ejemplo, existe en Bruselas, Bélgica, un antiguo Beguinage, hoy un albergue para mujeres ancianas. Cp. J. González, La era de las tinieblas (Vo. 5 de Una historia ilustrada del cristianismo), (Sao Paulo: Vida Nove, 1981), p. 115. 28 Knowles y Obolensky, op. cit., p. 381. Leemos de Beguinas que, al final del siglo XI servían a mujeres adineradas como sus compañeras y consejeras, casi como capellanas; cp. Eileen Power, Medieval People, (Garden City, NY, 1954), p. 115. 29 Op.cit. p. 237. 30 Op.Cit, p. 381-382. 31 La era de los frustrados, p. 115. 32 Ibid., p. 114. 33 Power, op.cit., p. 194, relata que “en un convento de la diócesis de Lincoln (Inglaterra), cuando el obispo despositó la bula (Periculoso) en la casa y ordenó a las monjas que obedecieran, ellas corrieron atrás de él hasta el portón y, cuando se iba de camino, arremesaron la bula en un intento de darle al obispo por la cabeza, gritando que no la iban a obedecer”. La bula prohibía el hospedaje de extraños en el monasterio y la salida de las monjas del convento, a no ser en casos excepcionales. 34 Para mayor información acerca del tema de este párrafo, veáse mi Metodismo Brasileiro e Wesleyano (S.B. do Campo: Imprenta Metodista, 1981), pp. 201-229. 35 El Arianismo era la negación de la plena divinidad de Cristo, herejía condenada por el Concilio de Nicea, 325. Los godos y otras tribus germánicas fueron evangelizados por el misionero ariano Ulfilas a partir de 376, antes de que invadieran el territorio romano. 36 II, 21. Citado en Colman J. Barry, Readings in Church History, (Westmisnter, Maryland: Newman Press, 1965), I, 214. La cita es de c. 577. 37 Citado de J.L. von Mosheim, Institutes of Eclesiastical History, (N.Y.: Robert Carter, 1861), I, 315, n.10. 38 Beda, op.cit., I,xxv. 39 La antigua iglesia en la que Berta adoraba y donde Etelberto fue bautizado, fue preservada como parte de la actual Iglesia de San Martino, la iglesia más antigua de Inglaterra. 40 Ep. de Gregorio Magno, Liv. XI, ep. xxxix, en NPNF2, XIII, 57. 41 Beda, II, ix. 42 Ibid. 43 Ibid, II,xi. 44 Ibid., II,xiii,xiv. 45 H.O. Wakeman, An Introduction to the History of the Church of England, (London: Rinvington’s, 1945), p. 28. 46 Ep. de Gregorio Magno, Liv. IX, ep. xiii, en NPNF2, XIII, 13. 153 47 Ep. de Gregorio Magno, Liv. XIV, ep. xii, en NPNF2, XIII, 107. 48 Latourette, II, 93. 49 Ibid, p. 94-95. 50 Ibid., p. 95.51 Knoles y Obolensky, op.cit., p. 339, describen el bautismo de Boris y Vladimir como hechos “al mismo tiempo religiosos y políticos”. 52 Cannon, op.cit., p. 120. 53 Carta Ratislau a Miguel III, citado en González, op.cit., III, 163. 54 Op.cit., p. 119. Algunos historiadores disputan este dato. Moravia, como entidad política, desapareció en 909, destruida por los Húngaros. 55 El nombre Vaclav, en forma muy diferente, pasó al folcor cristiano, como por ejemplo en el cántico navideño inglés, Good King Wenceslas. 56 Latourette, Op.cit., II, p. 166-169. 57 Op.cit., p. 215. 58 Latourette, Op.cit., II, p. 176. 59 Ibid, p. 171-173. 60 Por ejemplo Eadgyth (Edith), quien se casó con el Emperador Otto I y Eadgifu (Odgiva) quien se casó con el Rey Carlos II de Francia. 61 S. Neil, A History of Christian Missions, (Vol. VI de The Pelican History of the Church) Hammondsworth: Pelican, 1964), p. 88, concuerda con Walker y Knowles y Obolensky, dando la fecha como 957; Latourette y Cannon, entre otros, indican 954. 62 Hay una versión bien interesante del bautismo de Olga que merece ser mencionado aquí. Ella fue a Constantinopla, donde el Emperador Constantino VII la encontró sumamente linda y sabia. Olga percibió que el emperador la quería como esposa, pero lo engañó. Ella recibió el bautismo en manos del propio emperador, asistido por el patriarca, acto que la hacía hija espiritual del emperador e imposibilitaba que se casaran. De regreso a Rusia, ella intentó en vano convertir a su hijo Sviatoslau. Pero Vladimir, nieto de Olga, luego de ser cortejado por diversas religiones, optó por la iglesia de su abuela, en cuya maravillosa liturgia se creía que “Dios vivía con los hombres”. (De la “Crónica de Nestor”, en Roland H. Bainton, Op.cit., p. 106-107. 63 El palacio ocupado por los papas durante esa época, hoy abriga un museo de arte que contiene una gran cantidad de obras de Picasso. 64 Citado en Barry, op.cit., 472-73. Fueron cartas de este género que animaron a Gregorio XI a reestablecer la sede papal en Roma. 65 Op.cit., p. 445. 66 Barry, Op.cit., p. 476-477. 67 Dietrich von Apolda, “vida de Santa Isabel”, apud Gertrude y Thomas Sartory, Elisabeth von Thürngen - Befreiende Demut, (Freilburg: Herder, 1983), p. 94. 68 Ibid. p. 95-97. 69 Se trata del mismo castillo donde Martín Lutero sería llevado a fin de salvarle la vida después de su condenación en la Dieta de Worms, 1521. 70 Citado en Sartory, op.cit., p. 102. 71 “Deposición de cuatro atendientes”, en Sartory, op.cit., p. 126. 72 Op.cit., p. 49. En su afan de mostrar amor por los enfermos, incluso 154 a los leprosos, Isabel personalmente trataba sus heridas, llegando hasta a besarlas. Su confesor, temiendo que Isabel se contagiera, prohibió tal aproximación. 73 Lee Maril, Elisabeth von Thüringen, (Einsiedeln, 1961), apud Sartory, op.cit., p. 22. 74 Cap. 40, v.5. La palabra griega original para “oficios” o ministerios es leitourgiai en el caso del levita, sus “deberes” o servicios traducen la palabra diakoníai donde luego se percibe la relación íntima entre liturgia y diaconía. 75 Cap. 63. “Los diáconos” que llevaban la cena a los ausentes probablemente también incluian diaconisas. 76 CE, X, 653. 77 W.P. Ker, The Dark Ages, (NY: Mentor, 1958), p. 118, declara: “La historia de Teófilo fue una de las más populares en todas las lnguas” y en el rodapié de la página el informa que Dasente recolectó y editó diversas versiones, inclusive una islandica y una en alemán bajo. Citamos de Barry, op.cit., p. 291, una porción de la poesía de Rosvita sobre el nacimiento de la Virgen María. Luego de una separación de meses, hubo un nuevo encuentro de la pareja “Nueve meses después vino el día bendito en que la ilustre Ana dio a luz a una hija, que sería reverenciada entre todas las generaciones. Después de ocho días los sumos sacerdotes, que fueron convocados, vinieron a fin de que, según la costumbre, pudiesen conferir un nombre a la criatura y purificar a la madre. Joaquín, derramando oraciones a Dios, dijo: ‘Oh Tu, Rey de los Cielos, que sólo das el nombre a las estrellas, dígnate a indicar de manera celestial, por alguna señal brillante, el nombre de este tierno infante.’ Cuanto él así había hablado, una poderosa voz dijo ‘María’. ¡’Stella Maris’ en nuestro idioma latino! Apropiadamente fue conferido ese nombre a esa santa criatura, pues ella es la estrella más brillante que brilla eternamente en el lindo diadema del Cristo eterno.” 78 Safo fue la poetisa más famosa lírica de Grecia antigua. 79 EB, VII, 581. “En las piezas originales de la monja Rosvita, descubrimos una presentación completamente desligada del ritual de la Iglesia y apoyada sobre sus propios pies.” 80 Church History, II, 125. 81 Una evidencia de este brote de energía espiritual es el liderazgo francés en las cruzadas. Fue un papa francés, Urbano II, quien predicó la primera cruzada en la ciudad francesa de Clermont, siendo franceses dos de los tres ejércitos de aquella cruzada. 82 El monasterio de Citeau, el cual dio su mombre a la reforma de Cister, fue fundado por Roberto de Champagne, en 1098. La cita es de R.W. Southern, La Iglesia Medieval, (Lisboa: Ulisseia, sd), p. 326. 83 Ibid., p. 327. Cp. Migne, P.I., Vol. 216, p. 356. 84 En 1974 los Valdenses celebraron el 800º aniversario de la conversión de Pedro Valdo. 85 Georgio Tourn, “The Waldensians: The First 800 Years “(Torino Claudiana, 1980), p. 11. New Schaff-Herzog Cyclopedia of Religious Knowledge, 1950, XII, 243. 155 86 Barry, op.cit., I, 544, 546. El documento data de c. 1300. 87 Tourn, op.cit., p. 39. 88 Ibid, p. 46. 89 Ibid., p. 40. 90 El vitral es reproducido en la portada de Constance F. Parvey, ed. Ordination of Women in Ecumenical Perspective, (Ginebra: WCC, 1980), apud G. Bouchard, I Valdesi una storia da releggere (Torino, Claudiana, 1971), p. 9. 91 Para una breve discusión de los diferentes grupos conocidos como Adamitas (por andar desnudos como Adán y Eva), Turlupinos, Picardos (una corrupción de Begardos, movimiento paralelo a las Beguinas), etc., véase Kurtz, II, 192; Mosheim II, 465ss. Estos grupos, que generalmente poseían bienes y cónyugues en común, por la participación femenina en ellos, contribuyeron injustamente a la desconfianza reinante hacia los ministerios femeninos. Los grupos también contenían hombres, pero eso en nada contribuyó a la desconfianza de la iglesia hacia los ministerios masculinos. 92 Op.cit., I, 491. 93 Mosheim, famoso historiador protestante, declaró que “nadie, antes de la Reforma de Lutero consideró la cosa como increíble o una desgracia a la Iglesia”, II,62. El exageró, pues Juan Hus y otros citaban a la Papisa Juana como ejemplo del papado manchado por el pecado y el error; cp. su De Ecclesia, citado por Bainton, op.cit., p. 166. 94 Por ejemplo, en As You Like It, de W. Shakespeare, Rosalind, excluida de la corte, vivió disfrazada como Ganymede; cuando su amado Orlando la vio en la floresta, no la reconoció. También en Twelth Night, el enredo incluyó una joven, Viola, que se disfraza como el escudero del Duque de Orsino. El Duque envía a Viola, así disfrazada, para cortejar, en su lugar, a la rica Olivia; ésta se enamora de Viola, considerándola un escudero simpático. 156 TERCER PERÍODO LOS MINISTERIOS FEMENINOS EN LA IGLESIA M ODERNA INTRODUCCIÓN Esta última sección abarca la historia de los ministerios femeninos en la iglesia a partir de la Reforma protestante, 1 sin destacar especialmente el período de la Reforma. Contrario a un concepto muy difundido en el Brasil, hombres como Lutero, Zwinglio y Calvino no pretendían la restauración, en el siglo XVI, de la iglesia prístina (por cierto un ideal imposible). 2 Buscaban, eso sí, como bien dice el nombre del movimiento iniciado por ellos, una “reforma” de la iglesia de su época. Como expliqué en una extensa nota referente al primer período, tomo la Reforma como el inicio del cristianismo moderno, aunque concuerde con Williston Walker que “el movimiento en su primer siglo y medio debe ser considerado, en gran medida, una continuación de la Edad Media.” El catolicismo romano del siglo XVI, visto como “Reforma católica”, o como “contra Reforma”, también tendía a perpetuar prácticas, creencias y preocupaciones esencialmente medievales. Como quedó claro en el segundo período de esta Historia, la Edad Media fue un tiempo de 157 evidente poca apertura hacia los ministerios femeninos. El mundo de la Reforma y la contra Reforma tampoco ofrecería muchas nuevas oportunidades para que las mujeres cristianas practicaran sus ministerios. Pero la relativa esterilidad de la Reforma en lo que se refiere a los ministerios de la mujer, no se debe a la teología sobre la cual el movimiento se basaba. Sólo la gracia (sola gratia) que Dios ofrece libremente a todo ser pecaminoso, la cual es recibida por mujeres y hombres, por medio de su fe en el Cristo de Dios (sola fide) - ¡he aquí una base firme para la comprensión no sexista de la redención! Sola scriptura a su vez es un llamado a redescubrir y releer la revelación de Dios en toda su plenitud y alcance, incluyendo la sexualidad, y la igualdad de la mujer y del hombre como intención de Dios, la maternidad de Dios y la riqueza de los ministerios de la mujer cristiana que la Biblia registra. El valor de Lutero al aplicar el principio de evangelicidad a los libros canónicos (soweit sie Christum treiben), 3 haciendo que se rechazara a Santiago y Apocalipsis, se podría comparar con un Pablo con una gran profundidad evangélica (“en Cristo, no hay ni hombre ni mujer”); en contraste con el mismo Pablo, condicionado por su herencia rabínica y por los conceptos sociales de su tiempo y tratando de evitar un escándalo en el culto divino, o sea, un Pablo con un nivel muy bajo de evangelicidad cuando prohíbe que la mujer hable en la iglesia. 4 Finalmente, no debemos olvidar el principio del sacerdocio universal de toda persona que cree en Cristo, base firme para la plenitud del ministerio femenino. Tal vez no sea una exageración afirmar que el desarrollo de los ministerios femeninos en el período bajo estudio, por lo menos en las “iglesias históricas”, representa una apropiación de los principios inherentes al protestantismo mencionados arriba. También es indudable que la recuperación por la Iglesia Católica Romana, a partir del Concilio Vaticano II, del sacerdocio universal de los creyentes, señaló un nuevo 158 día para los ministerios femeninos, a pesar de que aún no haya alcanzado toda su plenitud. Veremos que hasta el momento de escribir este libro (1985), las prinicipales confesiones protestantes alrededor del mundo no sólo admiten la ordenación plena de mujeres, sino que también cuentan con mujeres en los más altos puestos. “En 1970 la Lutheran Church in America y la American Luthern Church decidieron ordenar mujeres. En 1976 los Episcopales siguieron su ejemplo. Por estas acciones, el ministerio se había convertido en una carrera al alcance de las mujeres en todas las iglesias históricas en los Estados Unidos. 5 Obviamente la cita anterior se refiere apenas al final de un largo proceso, cuyo comienzo vamos a examinar más plenamente en las páginas que siguen. Basta añadir aquí apenas dos afirmaciones. Primero, muchas denominaciones ya han elegido a mujeres para los puestos de más alto liderazgo, antiguamente reservados para personas del sexo masculino. Por ejemplo, a mediados del año 1980, la Revda. Dra. Marjorie Swank Mattews fue elegida como obispa de la Iglesia Metodista Unida, iglesia que había ordenado su primera pastora exactamente un siglo antes de esa fecha. 6 En el mismo año, la Iglesia Unida de Canadá eligió a la Revda. Lois Wilson como moderadora para el bienio de 1981/1982. La misma mujer, además de participar en el Consejo Mundial de Iglesias, ya había servido como presidenta del Consejo Canadiense de Iglesias. 7 Tal vez más importante para lectoras y lectores de América Latina, la laica Margarita Grassi fue elegida y sirvió con distinción como presidenta de la Iglesia Metodista de Uruguay. 8 Dada la importancia de la instrucción teológica para la vida de la iglesia, debemos mencionar un caso más, el de una mujer directora de una facultad de teología. La Pastora Dorothy Marguerite Hawley dirigió el “Instituto Bíblico Foursquare”, situado en Sao Paulo, casi desde su fundación en 1957 hasta recientemente, quizá el único caso parecido en Brasil. 9 159 La otra afirmación, aunque muy importante, puede mencionarse en pocas palabras. La Iglesia Episcopal de Brasil, en la sesión de su sínodo del 5 al 8 de julio de 1984, aprobó la siguiente propuesta, presentada por el Obispo Sumio Takatsu y el Rev. Glauco S. de Lima: “Proponemos que se apruebe, en este sínodo, la ordenación de la mujer a las tres órdenes, sujeta a las reglas canónicas aplicadas a los hombres.” 10 Aunque era sólo una posibilidad, abrió la puerta para la plenitud del ministerio femenino ordenado en el Brasil, aunque no les permitiera ejercer el episcopado. Por lo tanto, luego de mucho estudio y debate sobre el asunto durante varios años, los Episcopales brasileños también acordaron admitir mujeres en su ministerio pastoral, como ya venía haciendo el Ejercito de Salvación, el Evangelio Cuadrangular, la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en el Brasil, la Iglesia Metodista y tal vez otras más. Pero la precisión y las implicaciones de la decisión episcopal son muy significativas. La estructura de este tercer período privilegia los ministerios en el seno del protestantismo y realza aquellos desempeñados en Brasil y América Latina, sin prejuicio hacia la variedad y frecuencia de su ocurrencia. Así, la primera parte, “Los ministerios femeninos desde una perspectiva europea y norteamericana” abarca los desarrollos típicos de ministerios femeninos en el mundo protestante, en términos generales, desde la Reforma hasta finales del siglo XIX. La segunda parte, como indica su título, es una transición, en el tiempo y el espacio, del primer mundo hacia el tercer mundo: “Transición: mujeres protestantes en misión y evangelización.” La tercera parte, “Los ministerios femeninos desde una perspectiva latinoamericana”, aunque privilegia aquellos ministerios practicados por mujeres protestantes, procura reconocer la creciente importancia de la religión popular y la “iglesia de los pobres”, realidades del mundo católico-romano. 160 De esta forma procuramos evitar la repetición de modelos de ministerios femeninos ya explicitados en el periodo anterior, en cuanto que se aprecia la situación en que surgieron en el seno del protestantismo. Dos citas de dos autoras nos ayudarán a abordar el asunto. La primera es de Sharon Neufer Emsweiler, quien escribió: 11 El celibato fue una idea revolucionaria para las mujeres, pues les ofreció mayor libertad de lo que jamás habían conocido anteriormente. El celibato por el amor a la fe ofrecía a las mujeres una vocación independiente de los hombres e independiente de su propia biología. También cuestionaba muchos de los viejos conceptos referentes a la relación entre la mujer y el hombre. En efecto, fue una declaración contra la subordinación. La subordinación era tradicionalmente una dinámica del casamiento, pero no de la relación hombre-mujer fuera del matrimonio.12 Los lectores habrán notado en este estudio que el monaquismo en la Iglesia Antigua, pero especialmente en la Iglesia Medieval, proveyó un ambiente para los principales ministerios femeninos. En la Iglesia Católica Romana esa condición continuaría en el período moderno, pero no pretendemos tratarla aquí, a no ser muy superficialmente. La segunda cita apunta hacia la situación extremamente diversa de la mujer protestante. Mary Maples Dunn escribió en su artículo “Saints and Sisters”: “La abolición protestante del culto a María y del convento dio lugar a inquietudes sobre la posición de las mujeres, tanto en la sociedad como en la estructura de la iglesia, y destruyó el símbolo más importante de los papeles femeninos.” 13 Lo que quiero subrayar aquí es que la cristiana protestante, sin la opción del convento, tendría que buscar otras modalidades de ministerio. La reaparición de las diaconisas, y posteriormente el surgimiento de algunas órdenes femeninas dentro del protestantismo, es claro, ofrecerían otras opciones en los siglos XIX y XX. Pero gran parte de 161 nuestra discusión en este tercer período estará dedicada a los ministerios femeninos que brotaron y florecieron en el protestantismo durante su fase de rechazo al monaquismo. 14 Existen muchos estudios sobre las más diversas fases de los ministerios femeninos en los Estados Unidos y en el primer mundo en general. El alcance y la intención de esta Historia, en cambio, exige una opción a favor de los ministerios en el Brasil y en América Latina, desde una óptica protestante. Pero no deja de reconocer el gran significado de la religiosidad popular y de la iglesia popular para el cristianismo en el Brasil y específicamente para los ministerios femeninos. Pues es en ese ambiente, en contraste con la Iglesia Católica jerárquica, que la mujer católicoromana de hoy tiene su mayor “vez (oportunidad) y voz”. 1. Los ministerios femeninos desde una perspectiva europea y norteamericana 1.1 Las esposas de los pastores Roland Bainton ha investigado la mujer en la Reforma y ha producido tres importantes libros que, conjuntamente, estudian la mujer en la mayoría de los países de Europa en el Siglo XVI. 15 Estos volúmenes consisten esencialmente en una serie de biografías de mujeres, por lo general soberanas o nobles y esposas de pastores, incluyendo, por supuesto, a la de Martín Lutero, la exmonja, Catarina von Bora. El autor no ha podido precisar exactamente cuando se inició la consciencia de que la esposa del pastor contituia un ministerio especial abierto a las protestantes. Es probable que la práctica anticipó considerablemente la consciencia del ministerio. William Douglas hizo un importante estudio sobre la esposa del ministro en los tiempos modernos, en el cual cita un libro anónimo de 1832 sobre sus deberes. Entre otras cosas, 162 menciona que la mujer del ministro debía considerarse como “casada...con la parroquia de su marido, y con los mejores intereses del rebaño.” 16 El gran número de libros publicados en las últimas décadas sobre el papel de la esposa del pastor deja claro que existe una preocupación especial con el asunto en esta época. Paul Boyer afirma: “De 1939 a 1963, por lo menos doce libros ofreciendo aliento y consejos para esposas de ministros fueron publicados, en contraste con apenas tres o cuatro en todo el siglo anterior.” 17 En esta sección consideraremos tres de estas “pastoras”: Catarina von Bora, Catarina Zell y Susana Wesley. Catarina von Bora (1499-1550) fue criada a partir de los 10 años de edad en el Convento Cisterciense de Nimchen. Su independencia de espíritu y su valentía son evidentes en el hecho de que en el mismo convento ella estudió los escritos de Lutero y que luego, a pesar del peligro que representaba tal acción, huyó hacia Wittemburg con ocho compañeras. Lutero les proveyó abrigo y arregló matrimonios para las exmonjas, escogiendo también una pareja para Catarina. Ella rechazó terminantemente el marido propuesto, informando a Lutero que aceptaría al Dr. Amsdorf o al mismo Lutero. Esta actitud sorprendente hizo que Lutero repensara su convicción respecto al celibato. Su matrimonio, razonaba él, sellaría su propio testimonio sobre el casamiento de los ministros del evangelio. Así Martín y Catarina se unieron en matrimonio en junio de 1525, él con 42 años y ella con 26. Luego del matrimonio nació y creció el amor conyugal. Lutero se refería a Catarina como caríssima y la llamaba Meine Hertzliebe. 18 Llegó a declarar que si perdiera a su Catarina, nunca más tomaría otra esposa, aunque fuera una reina. La pareja tuvo seis hijos, cinco de los cuales crió Catarina (Hans, Magdalena, Martín, Pablo y Margarita); Elizabeth murió en su primer año de vida. Pero a pesar de no ser 163 una familia muy grande, la casa pastoral de Catarina parecía más una combinación de hospedaje e internado que casa de familia. El Elector de Sajonia donó, como casa pastoral, el monasterio agustiniano donde Lutero había residido antes de la Reforma. En ese gran establecimiento, además de la familia y numerosos parientes, se hospedaban estudiantes universitarios, visitantes, protestantes exiliados y otros. Catarina no sólo cocinaba y cuidaba de la casa, sino que también de la plantación, del ganado lechero, de la fabricación de cerveza y de otros quehaceres afines, para su enorme “familia”. ¿Sobraría tiempo para algo más? Bainton evalúa en forma concisa la persona y carrera de Catarina von Bora: Ella emerge como una mujer de carácter y coraje, de buen sentido común, no sentimental, “cabeza dura”, dulce, resoluta y generalmente tenía la razón. Ella discutió con su marido los asuntos de la Reforma y lo apoyó en sus esfuerzos polémicos. Pero el ámbito público no fue su esfera. Su contribución a la Reforma no por eso se debe despreciar. Ella presidió sobre la primera reconocida casa pastoral e hizo mucho para establecer el tono de vida doméstica alemana autoritaria, paternalista y seria y, al mismo tiempo, de tierno afecto y marcada por su completa devoción.19 Catarina Schutz Zell (1497-1562), convertida por su lectura de Lutero, se casó con el sacerdote Mateos Zell en 1523, por lo que luego sufrió la excomunión. Catarina escribió al obispo que había excomulgado a su marido una defensa tan enérgica que el prelado se quejó de su vehemencia al Consejo de Estrasburgo. 20 Mateos Zell y otros seis sacerdotes apelaron al consejo, el cual apoyó su causa pero prohibió futuras cartas abusivas como la de Catarina al obispo. Para tristeza de la pareja, los dos hijos que nacieron de su unión murieron en la infancia. No por eso permaneció vacía 164 su casa, pues Catarina ejercía por sobremanera la hospitalidad, recibiendo en su casa, entre otros, líderes de la Reforma como Juan Calvino (1538) y muchos de los que participaron en los debates entre protestantes y católicos en Hagenau (1540). En otras ocasiones la casa se mantenía inundada de afligidos. Por ejemplo, en el año después del matrimonio de Catarina y Mateo, el pastor de Kinsingen fue exiliado por ser seguidor de Lutero. Ciento cincuenta de sus parroquianos, solidarios con el pastor, lo acompañaron por algunos kilómetros y al regresar a la ciudad encontraron la puerta cerrada y vigilada por soldados imperiales. Huyeron para Estrasburgo, donde Catarina dio posada a 80 y comida a 60 durante tres semanas. Catarina escribió una carta a las mujeres de los fugitivos, quienes permanecían en Kinsingen, animándolas a permanecer firmes en la fe. Esta misma carta fue publicada como tratado. En 1525, 3.000 sobrevivientes de la masacre de la revuelta de los campesinos y sus familiares buscaron refugio en la pequeña ciudad de Estrasburgo (población 25.000). Catarina Zell y Lucas Hackfurte, éste representando al consejo, organizaron los servicios de acogida a estos afligidos. Fueron alojados en la iglesia de los franciscanos y en casas particulares, y su alimentación estuvo bajo la responsabilidad de Catarina. Catarina ejerció un ministerio de visitación que manifestaba el espíritu de Cristo y que buscaba a los despreciados e indeseables. No olvidó a Melquior Hoffmann, encarcelado en Estrasburgo por profetizar públicamente que en seis meses Cristo regresaría y colocaría al propio Hoffmann al frente de 144.000 santos, para la eliminación de los impíos. 21 Catarina lo visitó en la prisión, no por creer en sus profecías, sino en atención al precepto de Cristo de visitar a los encarcelados, olvidados o despreciados por la sociedad en general. En otra ocasión, Catarina visitó al magistrado Felix Ambrosiaster, exiliado de la ciudad por ser portador de una enfermedad diagnosticada como lepra. Ni sus mismos familiares tenían permiso para verlo, pero 165 Catarina lo visitó y para su consolación espiritual le preparó comentarios sobre los Salmos 51 y 130, la Oración Dominical y el Credo, comentarios que luego publicó. Finalmente, ella internó un sobrino en un hospital para sifilíticos y fue ella misma a vivir en el hospital para atenderlo mejor. Después, horrorizada por las condiciones inhumanas que reinaban en el hospital, Catarina escribió al consejo municipal una carta que resultó en considerables reformas en la institución. Catarina no se consideraba a sí misma predicadora, pero en ciertas ocasiones también ejerció este ministerio. Cuando murió Mateo en enero de 1548, su colega Martín Butzer ofreció la oración en el funeral. Después Catarina también habló, y su charla fue luego publicada como Klagrede und Ermanhnung Katherina Zellin zum Volk Bei Den Grab. M. Matheus Zellen (Lamentación y exhortación de Catarina Zell al pueblo, en la tumba de Mateo Zell). Como resultado, ella fue acusada de aspirar a ser Doktor Katarina, lo que modestamente ella negó. En el último año de su vida (1562), el médico Güinter de Andernach solicitó a Catarina que relizara el oficio fúnebre de su fallecida esposa, una discípula de Swenkfeld. Demasiado débil para ir a pie, Catarina fue llevada al cementerio en un carruaje y allí dirigió el oficio. El consejo de la ciudad, extrañado por esta acción, decretó que si Catarina se recuperaba, sería formalmente reprendida, pero ella nunca se restableció y murió el mismo año. 22 Susana Wesley (1669-1742), mujer de rica herencia religiosa y de profundas convicciones personales, esposa, madre de muchos hijos, habitante de una gran casa parroquial anglicana, mentora espiritual de sus hijos, fue otro digno ejemplo de aquel ministerio típicamente protestante, la “esposa del pastor”. Sus hijos, Juan, fundador del metodismo, movimiento que hizo mucho para elevar el nivel moral y religioso del pueblo inglés en el siglo XVIII, y Carlos, cuyos 166 himnos introdujeron la teología metodista a las congregaciones que los cantaban, son mucho más conocidos. También una hija, Hetty, sobresalió como figura literaria sobre la cual Arthur Thomas Quiller-Couch escribió una biografía en 1903. Pero Susana es mucho más que la madre de una prole famosa; ella, Susana, merece ser conocida por sí misma. Ella fue la menor de los 25 hijos del Rev. Samuel Annesley, quien prefirió perder su parroquia a abandonar sus convicciones puritanas. En este hogar que conocía la privación por causa de la religión, Susana adquirió una educación poco común para personas de su sexo, y aquella independencia de espíritu y coraje religioso típico de lo mejor de la tradición puritana. Para Susana no era suficiente seguir pasivamente la religión de sus padres; ella misma, a los 16 años, examinó la materia en disputa entre disidentes y anglicanos, y se decidió por los últimos. Se casó con Samuel Wesley, también convertido al anglicanismo, a pesar de ser hijo y nieto de ministros disidentes, los cuales habían sufrido privación y persecución a causa de sus convicciones religiosas. La pareja sirvió por 39 años en la escondida e inaccesible parroquia de Epworth, donde nació la mayoría de sus 19 hijos. Ser madre y ama de casa parroquial fue la principal ocupación de Susana, pero para ella, la educación religiosa de su familia constituyó el aspecto principal de este menester. De esta manera ella llevó para su hogar su herencia puritana. En realidad, las cualidades y actividades típicas de la mujer puritana detectadas por Laurel Thatcher Ulrich son casi un retrato de Susana Wesley. 23 Concienzudamente nutría su propia vida espiritual, mientras criaba su prole y cuidaba de su edificación en la fe. Fue con el afán de alimentar espiritualmente a su propia familia que ella se volvió predicadora. Samuel fue a una 167 convocatoria de la Iglesia Anglicana en Londres, dejando un cura para cuidar la parroquia en su ausencia. Susana se sintió espiritualmente mal con la predicación del cura; por lo tanto empezó a realizar, los domingos en la tarde, reuniones devocionales, en las cuales leía buenos y edificantes sermones, teniendo en mente a sus hijos y empleados. Pero la noticia se esparció y los vecinos asistieron, hasta el punto en que la gran cocina no podía acomodar la multitud de hasta 200 personas. Samuel, escandalizado por la noticia de que su mujer se había vuelto predicadora, ordenó por carta que ella pusiera fin a esas innovaciones. Susana respondió descri-biendo detalladamente las reuniones y terminó diciendo que pararía pero sólo mediante una orden explícita de su marido y, además, él tendría que asumir las resultantes consecuencias espirituales. Samuel nunca dio tal orden y Susana continuó con los cultos hasta el regreso de su marido. Aparentemente, siempre hubo en el hogar de Epworth oración y culto doméstico. Luego del incendio de la casa parroquial en 1709, Susana tuvo que abrigar a sus hijos en casas de vecinos hasta poderla reconstruir. En ese breve intervalo, los hijos asimilaron hábitos inconvenientes, situación que demandaba un celo especial y medidas más enérgicas, tales como: oración y lectura bíblica mañana y tarde, y media hora de instrucción religiosa individual para cada hijo. Así Susana se convirtió en consejera espiritual de sus hijos. Por lo menos en el caso de Juan (llamado “Jacky” por la familia), ella continuó desempeñando este papel hasta su muerte. Por medio de correspondencia, frecuentemente por solicitud de su hijo, Susana lo aconsejó en asuntos teológicos, lecturas devocionales, etc. Su entusiasmo por la causa misionera pesa como factor importante en la decisión de Juan y Carlos de ser misioneros entre los indios norteamericanos.24 Samuel Wesley murió en 1735; por lo tanto, cuando Juan reformó la vieja “fundación” como sede de las sociedades metodistas en Londres, la viuda Susana fue a viviral 168 lado de su hijo. Allí ella aconsejó a Juan que escuchara la predicación del laico Tomás Maxfield, siendo la predicación laica una chocante inovación en aquel tiempo. Habiendo escuchado la predicación de Maxfield, Juan Wesley exclamó, “¡Es del Señor!” Había nacido la predicación laica metodista, actividad que llegaría a ser tan característica del movimiento. 1.2 Las primeras iglesias protestantes que admitieron la predicación femenina Vimos anteriormente cómo los valdenses, basados en precedentes neotestamentarios, admitían la predicación de la mujer y cómo esto fue rechazado por los católico-romanos. Los reformadores, por lo general, no toleraban a la mujer en el púlpito y la mayoría de las iglesias que nacieron de la Reforma siguieron la misma orientación. Un ejemplo célebre de esto es la forma en que la Iglesia Congregacional de Boston, Massachusetts hechó a la profetisa Ann Hutchinson (16001643) por atreverse a organizar reuniones de mujeres, comentar los sermones, criticar el legalismo de los pastores y ventilar sus propias opiniones teológicas. Un ejemplo de cómo se veía comúnmente la predicación femenina es la forma en que el conocido literato Samuel Johnson describe a la predicadora. Según Johnson, la predicadora es semejante a un perro que anda en dos patas. El espectador no se admira de que el perro no pueda andar bien, pero se maravilla por el simple hecho de que pueda andar en dos patas, de cualquier forma. Así, el oyente se maravilla al ver una mujer predicar, sin importar que ella predique bien o mal. 25 En verdad, había más predicación femenina de la que Samuel Johnson conocía. Surgieron predicadoras entre los anabautistas; la sociedad de amigos, o sea, los “cuáqueros”, admitió la predicación femenina desde sus comienzos. Hasta Juan Wesley admitía, con restricciones, la predicación de mujeres con dones 169 especiales. Algunas corrientes que saldrían del movimiento wesleyano también darían lugar para la proclamación de la palabra por parte de las mujeres y, todavía más tarde, lo haría el Ejército de Salvación, también fundado por un metodista. En este capítulo consideraremos estos grupos, ya que sólo lenta y tímidamente, en los siglos XIX y XX, las “iglesias historicas” empezarían a admitir la predicación y ordenación de mujeres, como expondremos más adelante. 1.2.1 Los anabautistas La barreras siempre presentes entre el investigador y la información referente a los ministerios femeninos son todavía más formidables en el caso de los anabautistas, pues estos fueron despreciados y perseguidos tanto por protestantes como por católicos. En la mente popular, las profecías fantásticas de un Melquior Hoffmann, quien predicaba que luego de seis meses de prisión en Estrasburgo saldría para guiar las 144.000 tropas de Cristo en el exterminio de los malos, 27 son consideradas típicas del movimiento. El hecho de que surgieran profetisas en Estrasburgo que seguían una línea similar a la de Hoffmann, ha tendido a desacreditar la profecía femenina entre los anabautistas en general. Obbe Phillips se refiere especialmente a dos profetisas del período: Ursula, esposa de Leonardo Joosten (asociado con Hoffman) y una cierta Bárbara, cuyo apellido no revela. “Estas también profetizaban y predecían cosas maravillosas y tuvieron muchas visiones, revelaciones y sueños que Melquior Hoffmann hizo juntar con las profecías de Leonardo Joosten.” 28 Poco después del surgimiento de las profetisas en Estrasburgo, surgió el movimiento radical en Münster. Tüchle y Bouman dicen con acierto: “El reino de Münster, terrible aberración del anabautismo primitivo, perjudicó inmensamente su propio prestigio.” 29 170 Al investigador que supera la barrera del prejuicio en contra del movimiento en general, se presenta otra en la forma del biblicismo de algunos de los primitivos líderes del anabautismo moderado. Baltazar Hubmaier, por ejemplo, en obediencia literal a la prohibición paulina, también ordenaba que la mujer anabautista callara en la iglesia. Conrado Winkler, quien actuaba en los alrededores de Zurich, también le negaba a la mujer el derecho de predicar o enseñar en la iglesia. En realidad, una cierta rigurosidad literal en la interpretación de la Biblia era evidente desde las primeras manifestaciones anabautistas en Zurich, pues los líderes del movimiento creían que Zuinglio no aplicaba el principio bíblico con suficiente rigor en cuanto al bautismo. 30 En general, tanto el investigador imparcial, o aun el simpatizante de los anabautistas, han concluido que los ministerios femeninos simplemente no podrían surgir frente a tan enorme obstáculo. Pero la verdad es otra, pues las pistas que surgen a la luz ahora sugieren ministerios variados y significativos, aunque es probable que las mujeres anabautistas ocuparan poco el púlpito o dirigieran el culto público. 31 Es impresionante la frecuencia de martirios, no sólo de hombres, sino también de mujeres anabautistas. Jorge Blaurock, el primer anabautista que fue rebautizado en Zurich, describe diversos casos de martirio. Narra el caso de Wolfgang Ullmann, quien llevaba consigo otros diez hombres para Moravia. Los once hombres fueron capturados, decapitados y sus mujeres ahogadas. Blaurock continua: Finalmente se llegó al punto en que más de 20 hombres, viudas, esposas embarazadas y muchachas fueron lanzados miserablemente a torres oscuras, sentenciados a nunca más ver el sol o la luna en cuanto viviesen; a terminar sus días comiendo pan y agua y así permanecer juntos en las torres oscuras hasta que murieran todos - para allí morir, apestar y pudrir.32 171 La narración del juicio y martirio de Miguel Sattler, famoso por su parte en la confección de los Siete Artículos de Schleitheim, generalmente considerado el credo anabautista típico, describe su tortura y muerte en la hoguera. La narración termina: “Sus correligionarios fueron ejecutados por la espada y las hermanas ahogadas. Su esposa también, luego de ser sometida a apelaciones, advertencias y amenazas, frente a las cuales se mantuvo firme, fue ahogada pocos días después.” 33 Tales citas podrían ser multiplicadas, pues Claus-Peter Classon afirma: “Es sabido que unas 164 mujeres anabautistas fueron ejecutadas.” 34 Se sabe que la antigua ley imperial prohibiendo el rebautismo fue la base para la ejecución de los anabautistas. ¿Pero será esto realmente suficiente para explicar la ejecución de tantas mujeres? Generalmente, es perseguido y martirizado el liderazgo o los oficiales de determinado grupo. Por lo tanto, las informaciones descubiertas apenas sugieren, sin probar, que estas muertes también estaban relacionadas con un activo ministerio de estas mujeres, especialmente las esposas de los líderes, quienes testificaron de su fe con su propia vida. ¿Qué evidencias existen para esta conclusión parcial y tentativa? Primero, la esposa de Sattler había sido una beguina. 35 Las beguinas en general eran mujeres cristianas que vivían bajo un régimen casi monástico (sin tomar votos de perpetua virginidad). Además de las oraciones y edificación comunes a tal vida cristiana comunitaria, cuidaban de los pobres y los enfermos. ¿Habría sido esta mujer, exbeguina, quien prefirió la muerte por el ahogamiento a abandonar sus convicciones, sólo “la esposa de Sattler”, sin ejercer sus propios ministerios? 36 Otra fuente, sugerida por Roland Bainton, son las actas de la inquisición de las mujeres anabautistas. Bainton transcribe una parte del proceso contra Elizabeth Dirks, de Holanda. 172 El testimonio revela que Elizabeth fue considerada una “maestra” por sus acusadores y no apenas una seguidora. Cuando fueron a arrestarla en su casa, descubrieron un Nuevo Testamento en latín, por lo que clamaron, “¡encontramos a la maestra!” En el primer día de su interrogatorio, sus examinadores dijeron, “Entendemos que eres una maestra y has desviado a muchos.” Se presume que por este “crimen” ella fue condenada. Aún después de cruel tortura ella se rehusó a revelar los nombres de sus correligionarios y a retractarse de su testimonio, diciendo, “no, mis señores, no me retractaré, sellaré mi testimonio con mi sangre.” De hecho, fue condenada a morir ahogada el 27 de marzo de 1549. 37 La investigaciones de Claus-Peter Classen también revelaron significativos ministerios femeninos entre anabautistas. He aquí una cita al respecto: Una mujer de Estrasburgo tuvo una discusión sobre la encarnación de Cristo con el consejero de la ciudad, Wetzel von Marsilien. Otra, en Holbronn, desafió al Reformador Johann Lachmann a un debate. En Turingia, el Tirol y Stiria, las mujeres eran muy activas en la proclamación de sus creencias. Algunas escribieron himnos...38 Con sólo este relato podemos percibir que las mujeres anabautistas discutían teología, proclamaban su fe y contribuian a la himnología. El autor de este ensayo de ninguna manera admite que frente a tales evidencias, reconocidamente incompletas e imprecisas, no había ministerios femeninos entre los anabautistas. Probablemente existieron con mucha mayor riqueza de lo que hemos podido percibir hasta ahora. 1.2.2 La Sociedad de Amigos (cuáqueros) Jorge Fox (1624-1691), un místico con una profunda preocupación social a pesar de sus orígenes puritanos, 173 sustituyó la luz interior del espíritu por la sola scriptura como guía espiritual. Por ende no impuso sobre sus seguidores ningún credo, ninguna nueva liturgia, ningún sacerdocio o sacramento. Ya que las mujeres recibían la misma luz interior que los hombres, ellas tuvieron, desde el principio, el mismo espacio que los hombres en la organización de la Sociedad de Amigos y en el ministerio. 39 En Mansfield, probablemente la primera comunidad de los cuáqueros, surgió Elizabeth Hooten, la primera predicadora del grupo. 40 El formato del culto cuáquero favorecía la participación femenina en todos los niveles, pues hombres y mujeres llegaban en silencio y meditación, sin que hubiera un ritual previamente preparado. Así, a medida que el espíritu moviera a cualquier persona, mujer o hombre, esta persona oraba, leía la Biblia, exhortaba a la congregación, etc., de acuerdo con la instrucción divina. Naturalmente, si el Espíritu Santo ordenaba a una mujer predicar, esta orden tomaba precedencia sobre la antigua prohibición paulina. Aunque no había ni ordenación ni sacerdocio como tales, mujeres y hombres, cuya participación era eficaz en las reuniones cúlticas, podían ser “registrados” en la “reunión mensual” 41 como ministros. El Espíritu que “sopla donde quiere” concedía dones de profecía y enseñanza sin discriminar entre hombres y mujeres. La Sociedad de Amigos, siguiendo el ejemplo de su fundador, desarrolló una intensa actividad misionera, en la cual las mujeres participaron plenamente. Ellas estaban convencidas de la presencia divina dentro de sí mismas y de poder comunicar esta presencia a otros. A partir de Mary Fisher y Ann Austin, 26 de los 59 “publicadores de la verdad” que fueron como misioneros a norteamérica entre 1656 y 1663 eran mujeres, y de estas, apenas cuatro iban en compañía de sus maridos. 42 174 Una de las mujeres más notables del movimiento fue Margarita Fell (1614-1702), quien se hizo miembro de la Sociedad, mientras que su marido, el juez Thomas Fell fue apenas un simpatizante. Margarita es considerada la “madre de los cuáqueros”, pues su casa “Swarthmore Hall” se convirtió en el punto de contacto y centro de comunicación entre los itinerantes del grupo. Después de la muerte del juez, Margarita se casó con Fox (1669). Swarthmore Hall se convirtió entonces en el “cuartel general” del movimiento, a pesar de los extensos viajes misioneros de Fox. Desde sus inicios y hasta hoy, los Amigos siempre se distinguen por su pacifismo y preocupación social. Elizabeth Gurney Fry (1780-1845) puede ser mencionada como una ministra de la Sociedad que sobresalió en esta área. Casada con el negociante Joseph Fry, de Londres (1800), Elizabeth empezó a visitar a los pobres y desprotegidos de su barrio. De tradición y raíces cuáqueras, Elizabeth llegó a ser reconocida como ministra en 1811 y dos años después empezó a visitar la Prisión Newgate de Londres. Las necesidades evidentes de las prisioneras llevaron a Elizabeth a organizar, en abril de 1817, una asociación para mejorar las condiciones de la prisión. La asociación luchaba por: la separación de los presos por sexo; la clasificación de prisioneras de acuerdo con el motivo de su encarcelamiento; la supervisión de las detenidas por mujeres; la instrucción secular y religiosa de las presas y, finalmente, el empleo útil en la prisión. Así la Amiga Elizabeth Fry inició un movimiento para mejorar las condiciones de las mujeres rehenes, primero en Londres y después en toda Inglaterra. Más tarde ella fue invitada a participar en la reforma de las prisiones de mujeres en Escocia, Irlanda, Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda, Prusia y Dinamarca, sucesivamente. Ella completó la obra de John Howard en la reforma de las prisiones de casi toda Europa. 43 175 1.2.3 Las ramas del metodismo Juan Wesley, influenciado por su madre Susana, quien le aconsejó que escuchara la predicación de Thomas Maxfield, permitió la predicación de laicos casi desde el inicio del movimiento. 44 Las mujeres luego encontraron su lugar como guías de clases, visitadores, profesoras, etc., pero Wesley se resistió mucho a aceptarlas como predicadores. W.J. Townsend dice: “Aunque con mucha reticencia, Wesley fue llevado a creer que algunas mujeres tenían un claro llamado a la obra de la predicación. ‘Dios reconoce mujeres en la conversión de pecadores’, dijo referiéndose al asunto, ‘y quien soy yo para resistirme a Dios’.” 45 Mary Bosanquet, quien posteriormente se casó con Juan Fletcher, gastó su fortuna en la manutención de un orfanatorio y una obra de caridad. Ella era guía de clase y también predicaba en las grandes congregaciones con la anuencia de Wesley. Según Townsend (Ibid.), ella trabajó en un gran distrito alrededor de Leeds, llegando un año a realizar 120 cultos públicos y 600 reuniones de clase. Cerca del final de la vida de Wesley, Joseph Harper le concedió a Sarah Mallet licencia para predicar, el 27 de octubre de 1787, “por orden del Sr. Wesley y la conferencia.” Tanto se apasionó Sarah en aceptar todas las invitaciones, que terminó por afectar su salud, por lo que Wesley le aconsejó que no las aceptara todas y que no prolongara los cultos por más de una hora. Wesley específicamente recomendó que la predicadora no gritara. 46 Esta posición un tanto ambigüa de Wesley, sin cerrar ni abrir la puerta plenamente a la predicación femenina, fue en general seguida por el metodismo wesleyano. “La conferencia de 1803 la pronunció tanto innecesaria como generalmente indeseable, pero pasó a formular las condiciones bajo las que se podría permitir en casos extraordinarios.” 47 Aun así, había un considerable número 176 de predicadoras. En 1835 la conferencia condenó fuertemente la predicación femenina y “casi dejó de existir durante un largo período” 48 en el metodismo wesleyano. Fue muy diferente el caso de algunos grupos metodistas que, por diversos motivos dejaron el metodismo wesleyano. Desde el principio, los Metodistas Primitivos (organizados en 1811) entendían que no debería haber limitación a causa de sexo en el trabajo de la iglesia. Por ende, habían no sólo predicadoras locales, sino también itinerantes y misioneras entre las que destacan predicadoras como Mary Porteus y Elizabeth Smith. Pero este hecho se mantiene parcialmente escondido para el investigador moderno, pues en las actas de la conferencia, los predicadores y las predicadoras son señaladas por apellido e iniciales. Un investigador descubrió, por ejemplo en las actas de 1832, 13 predicadoras nombradas a parroquias y admite que en otros años el número podría ser mayor. “Sin duda, el empleo extenso de mujeres en la labor evangelística fue uno de los dos factores de su (la denominación) éxito como también una de sus más notables características.” 49 Entre los Metodistas Cristianos de la Biblia (organizados en 1815), la predicación femenina fue todavía más importante. William O’Bryan, el fundador, explícitamente apoyó la predicación femenina en un sermón sobre el tema, siendo su propia esposa la primera predicadora de la denominación. Aparentemente se entendía en el principio que serían apenas predicadoras locales, pero por los buenos resultados de su trabajo consiguieron también el privilegio de la itinerancia. Sólo cuatro años después de su organización, la denominación tenía 30 itinerantes de los cuales 14 eran mujeres (casi la mitad), y en 1823 esta nueva rama del metodismo contaba con 100 predicadoras, entre locales e itinerantes. Predicadoras como Johanna Brooks Neale, excelente evangelista; Mary Ann Werry, misionera a las Islas de Scilly, Guernsey y Jersey; Mary O’Brian, hija del fundador de los “Cristianos de la Biblia” y conocida 177 como la maiden preacher (doncella predicadora), llenan las páginas de la historia de la denominación. Tal vez el nombre más citado de esta lista sea el de Mary Toms, una mística que era guiada por sensaciones íntimas sobre la necesidad de su ministerio en determinados lugares. Cuando Mary se sintió llamada a la Isla de Wight, declaró que iría aunque tuviese que caminar sobre brasas ardientes todo el camino y mendigar su pan mientras estuviese en la isla. 50 Otra agrupación metodista, la “Lady Huntington Connection”, tuvo no predicadoras, ¡sino una mujer dirigente! Selina Shirley Hastings, la Condesa de Huntington (17071791) formó parte de la sociedad original de Fetter Lane (1739) y se adhirió al movimiento después de la muerte de su marido en 1746. Fue ella quien primero reconoció los dones de Tomás Maxfield y lo animó a que predicara. Como noble, Selina tenía el derecho de tener un capellán (o capellana) particular. Ella usó este privilegio con mucha libertad. En 1748 contrató a Jorge Whitefield, reconocido evangelista, como su capellán e invitaba a la alta sociedad para escuchar las predicaciones del evangelista en su residencia en la Calle Park, donde llegaban políticos del porte de Chesterfield, Walpole y Bolingbroke. Selina gastó su considerable fortuna en la construcción de capillas (anglicanas), las cuales ella misma supervisaba. Cuando en 1779 las autoridades quisieron prohibir que sus capellanes predicaran en el Panteón en Londres, Selina se valió de la Ley de Tolerancia; ganó la causa pero tuvo que convertirse en disidente. Cuando murió en 1791, la Condesa tenía 64 capillas y un colegio (seminario) en Trevecca, al sur de Gales (este último en su vieja mansión). Selina no fue predicadora, pero construyó y supervisó docenas de capillas, llegando a crear hasta una pequeña denominación metodista, de orientación calvinista; sin duda un ministerio sui generis. 178 1.2.4 El Ejército de Salvación51 El Ejército de Salvación está ligado, en la mente popular, con la obra de William Booth (1829-1912). Sería más verídico considerarlo una obra familiar, con activa participación femenina desde el inicio. Booth fue el ministro de la “Nueva Conexión Metodista” durante nueve años. En su último circuito metodista en Gateshead, su esposa Catarina empezó a predicar (1860) y, cuando la pareja dejó a los metodistas para iniciar su obra evangelística y social, Catarina participó plenamente, así como en el emergente Ejército de Salvación (1878) en el cual las mujeres eran siempre admitidas en todos los rangos. William Branwell Booth (1856-1929), hijo del matrimonio fundador, a los 18 años ya era oficial del Ejército y desde 1880, su principal organizador (chief of staff), destacándose en la lucha contra la “esclavitud blanca” (venta de jóvenes para la prostitución). Fue acompañado en esta obra por su esposa Florence, también oficial del Ejército. Tres hijas de William y Catarina sobresalieron en el movimiento. Catarina Booth-Clibborn dirigió la organización del Ejército en Francia y Suiza. 52 Emma Moss Booth-Tucker trabajó al lado de su esposo en la misión del Ejército en India y juntos comandaron el trabajo en los Estados Unidos de 1896 hasta 1903, cuando Emma murió en un accidente de tren. 53 La más famosa de las hijas, Evangeline Cory Booth, ganó reconocimiento como música, compositora y oradora; fue dirigente del Ejército en Londres de 1890 hasta 1895 y luego comandante de todo el Ejército en Canadá, donde organizó inclusive el trabajo entre los aventureros de la búsqueda de oro en el Klondike (1989). De 1934 a 1939 fue comandante y general de la organización a nivel mundial. Dentro del protestantismo de la primera parte del período moderno, 54 la Sociedad de Amigos y el Ejército de Salvación son quizá los ejemplos más marcados de apertura hacia el 179 ministerio pleno de la mujer. Son testimonio de la aplicación de los principios fundamentales del protestantismo al lugar de la mujer en la iglesia. ¿Por qué será que influenciaron tan poco aun las denominaciones más afines? ¿Por qué los principales grupos de los metodistas, 56 de donde vinieron los fundadores del Ejército de Salvación, de los Metodistas Primitivos y de los Cristianos de la Biblia, lucharon tanto en contra de conceder derechos clericales plenos y aún derechos laicos a sus miembros femeninos? La presente investigación no descubrió respuestas seguras, pero el autor sospecha que la mejor explicación es aquella que Mary Maples Dunn expresó respecto a los Amigos en norteamérica -ellos de hecho desarrollaron “un papel activo y funcional para mujeres” pero no tuvieron gran influencia sobre la concepción de la mujer en el protestantismo americano, por no ser de la corriente principal 57 de la vida religiosa y cultural americana. 2. Transición: Las mujeres protestantes en la misión y la evangelización INTRODUCCIÓN Han habido muchos intentos de justificar el vacío de la obra misionera del protestantismo en el siglo XVI. 58 En el mismo período la Iglesia Católica desarrolló una red de misiones desde Japón hasta el Nuevo Mundo. Sin ignorar el riesgo de caer en un simplismo, el autor entiende que la explicación básica de este contraste se encuentra en dos factores fundamentales: 1) en el siglo XVI las naciones involucradas en la expansión colonialista europea eran católicas, principalmente España y Portugal; por ende eran los católicos y no los protestantes los que estaban en contacto con los pueblos no cristianizados; 2) los católicos ya tenían, en las órdenes religiosas de hombres y mujeres, un venerable instrumento misionero, al cual fue agregada (1540) la 180 Compañía de Jesús. Esta se convirtió en punta de lanza de las misiones católicas, pero siempre reforzada por las órdenes más antiguas. Los protestantes, quienes repudiaron las órdenes, simplemente no poseían ningún instrumento misionero que las substituyera en el principio. Si no hubo obra misionera protestante en el siglo XVI, la expansión colonialista de países protestantes estimuló la obra misionera en las respectivas colonias durante el siglo XVII (por ejemplo: en Inglaterra surgen sociedades misioneras como SPG y SPCK para facilitar la atención religiosa a ingleses en las colonias del país y también la predicación a los “nativos”). En el siglo XVIII surge un considerable esfuerzo misionero de parte de grupos pietistas (como los discípulos de Spener y Francke, desde su sede principal, Halle y los moravos, bajo el liderazgo de Zinzendorf) y los metodistas. Ya es común entonces considerar el siglo XIX como el “gran siglo” de las misiones protestantes, 59 a partir de la obra de William Carey, en la India. Es a este siglo que volvemos para examinar la actividad misionera femenina. El movimiento misionero trajo el protestantismo al Brasil y a América Latina en general. El movimiento generó estereotipos del “misionero” como el de un William Carey, pionero en la India; un David Livingston entre los salvajes de Africa y un Wilfred Grenfell entre los esquimales. ¿Pero quién fuera del ambiente protestante brasileño ha escuchado hablar de una Marta Watts, una Sara Poulton Kalley o una Naomi Campello? De hecho, el movimiento misionero, y más directamente en la persona de esposas de misioneros y de las misioneras (generalmente solteras), e indirectamente en la persona de diaconisas y de otras mujeres con una genuina vocación cristiana, abrió oportunidades para la mujer protestante comparables hasta cierto punto a aquellas que las órdenes proporcionaban a sus hermanas católicas. 181 Estas modalidades de ministerio no eran exclusividad de las protestantes de norteamérica y europa. Serían también un desafío para las mujeres latinas, quienes a su vez las desempeñarían con devoción y brillantez en un primer paso hacia ministerios cada vez más amplios y decisivos. 2.1 Las esposas de los misioneros Las primeras “misioneras” eran mucho más correctamente vistas como esposas de los misioneros. Las juntas misioneras reclutaban a los misioneros; si éstos eran casados, naturalmente sus esposas los acompañaban a su respectivo campo de trabajo. Las mujeres solteras raramente sirvieron como misioneras antes de 1860. 60 La carrera de esposa de misionero, por ende, fue una atractiva opción para muchas mujeres protestantes durante la primera parte del siglo XIX y también después. La siguiente cita ilustra bien varios factores de esta atracción: La capacidad de Adoniran Judson, de 57 años y viudo dos veces, de enamorar y casarse con Fanny Forester, autora de best sellers, de 28 años, da una idea del poder persuasivo de la aventura misionera, y naturalmente, del Dr. Judson (célebre misionero bautista en Birmania). “Querido Dr., sólo ámeme, no repare demasiado en mis defectos, censure bondadosamente, condúzcame al gozo de la más elevada religión, y al mayor servicio: confíe en mi, y ningún otro lugar en la tierra será tan agradable como la “terrible Birmania.” Fanny escribió a una amiga sobre su alegría al cambiar los placeres “vistosos” del mundo por algo mucho más precioso. “¿Usted ha sentido que todas las cosas que hace son tan triviales y sin sentido que quedas llena de ellas y deseas hacer algo más digno de tu origen y destino?” Finalmente, le fue dada la oportunidad “de gastar mi corta vida de manera que me hiciera más feliz...en hacer verdadero y permanente bien.” Ella descubre que su casamiento es discutido en todo el vapor y en todo el hotel, más aquellos que piensan que ella está desperdiciando su vida están engañados; pues ella aceptó la oferta del Dr. Judson por puro lucro, el lucro del cielo en el mundo próximo y “un querido hogarcito en Birmania”, en este. Ella apenas espera que no sería 182 un “impedimiento” a su trabajo, con su “falta del verdadero espíritu misionero”, y jura “hacer todo lo que pueda para convertir el otoño de sus días más brillantes de lo que fue su verano, para que su invierno sea glorioso.”61 Muchas esposas de misioneros compartían los sueños de las Sra. Judson, no sintiéndose realizadas como misioneras apenas en la esfera del hogar. Su propia vocación, muchas veces, pedía una participación activa en la obra que era considerada realmente “misionera”, y cuando no, ella se sentía presionada por la expectativa del pueblo en cuanto a la obra evangelística. La tarea de la esposa, que comunmente iniciaba su carrera misionera pronto después del matrimonio, resultó ser más ardua que la de su marido, pues ineludibles trabajos domésticos (como el parto y el cuidado de los hijos) frecuentemente interferían con el aprendizaje del idioma o de los idiomas del pueblo con que debía trabajar o con el “trabajo misionero” como tal. Como resultado de problemas de esta naturaleza, muchas esposas de misioneros se contentaron con hacer un hogar para su marido e hijos. Cuando no, habían diversas alternativas: enviar los hijos para la tierra natal o a una escuela misionera cuando llegaran a cierta edad, dejarlos con empleados mientras la madre atendía su trabajo misionero, o cuidar de los hijos hasta la edad universitaria y entonces entrar más plenamente en el trabajo. No todo el trabajo de la esposa del misionero se resumía en ayudar a su marido. Algunos acontecimientos en la India pueden simbolizar ocurrencias análogas en otros “campos” misioneros. En 1854 una joven eurasiática, la Srta. Toogood, en compañía de una “mujer de la Biblia”, colaboradoras del misionero escocés John Fordyce, dieron inicio a las llamadas “misiones de zenanas”, o sea al interior de las casas de las indias, totalmente inaccesibles a los hombres que no fueran miembros de la familia. El hecho de que las mujeres pudieran penetrar los hogares indios prohibidos a los 183 misioneros, llevó a las esposas de los misioneros a iniciar escuelas para niñas y mujeres, a organizar dispensarios y hasta a trabajar directamente con las mujeres en sus hogares. La intensidad y el alcance de este tipo de servicio fueron muy poco conocidos, pues generalmente era el misionero quien informaba acerca del trabajo, y los informes comunmente revelaban poco de esta obra femenina. Pero las mujeres, y poco a poco los oficiales de las sociedades misioneras, empezaron a percibir que las “misiones de zenanas,” o sea al interior de las casas indias, a través de misioneras solteras podrían ser un camino eficaz hacia la mitad de la población que hasta ese entonces había permanecido al margen de la tarea misionera. Fue básicamente esta nueva apertura la que estimuló a las iglesias a organizar juntas misioneras femeninas para reclutar y enviar misioneras con el propósito de ministrar a personas de su propio sexo. 63 2.2 Las misioneras Al mencionarse la palabra “misionero” vienen a la mente del protestante nombres como Livingstone, Grenfell y Schweitzer, y tal vez Francisco Xavier o José de Anchieta a la del católico. ¿Pero no debería la palabra “misionera” despertar la memoria de nombres igualmente célebres? Entre las misioneras que podrían ser citadas como paradigmas de la obra misionera desde una perspectiva mundial 64 propongo presentar cuatro que ilustran algo de la riqueza de los servicios prestados por esta modalidad de ministra de Dios. Clara Swain (1834-1910), criada en el estado de Nueva York, EEUU, fue profesora de escuela pública durante siete años. Luego resolvió hacerse médico y logró obtener el grado de doctora en medicina en Filadelfia a los 35 años de edad. Inicialmente la Dra. Swan fue invitada por la Sociedad 184 Misionera Femenina Unida a ir a la India como misionera médica. Pero, como metodista, ella prefirió trabajar bajo el auspicio de la Women’s Foreign Missionary Society, recien creada por las mujeres metodistas. Ella recibió la invitación como la confirmación de su vocación divina. Así ella embarcó hacia la India el 3 de noviembre de 1869 con Isabela Thoburn, las primeras dos misioneras metodistas a ser enviadas por la nueva junta, siendo que ambas desempeñarían importantes obras en los sectores médico y educativo, respectivamente. 65 La Sra. Clara Swain fue la primera misionera médica enviada a Asia. Pronto después de su llegada en Bareilly, la misión recibió como donación una propiedad muy grande (42 hectareas y una casa grande) de su dueño musulmán. Aún antes de la construcción del hospital que sería el primer hospital para mujeres en Asia, ella empezó el entrenamiento de 16 jóvenes y tres mujeres del orfanatorio. Dos años después, trece de ellas recibieron certificados para poder trabajar en la clínica. Para 1874 se había concluido la construcción de los edificios del Hospital Femenino y Facultad de Medicina y estaban en pleno funcionamiento. 66 Charlotte Diggs (Lottie) Moon (1840-1912) realizó un magnífico ministerio en el norte de China, desde 1873 hasta su muerte en 1912. Lottie venía de una familia marcadamente religiosa (especialmente su madre): acostumbraban realizar cultos en la sala de su casa los domingos; la hermana mayor fue misionera médica en Jerusalén y otra en China; Lottie trabajó como maestra de escuela durante varios años. Desafiada por un sermón sobre el texto: “Levantad vuestros ojos y ved los campos; están blancos para la cosecha” (Jn 4.35), Lottie siguió a su hermana Edmonia a China. Ella enseñó primero en una escuela para niñas, trabajo que poco satisfacía su profunda vocación misionera, pues Lottie deseaba proclamar la Palabra al pueblo. Ella empezó a hacer 185 lo que las misioneras no habían hecho antes en China: visitar un pueblo tras otro, catequizando no sólo a las mujeres y los niños, considerados como la clientela adecuada para las misioneras, sino también a los hombres. Luego de uno de sus primeros viajes misioneroevangelísticos, Lottie escribió una larga carta al Rev. H.A. Tupper de la Junta Misionera Bautista. Citamos una parte a continuación: De mañana, un caballero de un pueblo vecino vino a invitarnos a pasar la noche en su casa. De tarde, regresó para llevarnos. Luego había un gran grupo asistiendo, tantos que no cabían en el salón y salieron para el patio. Espero que no me piense poco femenina, pero yo hablé a todos ellos, hombres, mujeres y niños, instándolos a volver de su idolatría hacia el Dios verdadero y vivo. Yo no hubiera tenido valor para callar con tantas almas frente a mí perdidas en las tinieblas del paganismo. El Señor (es decir, el Rev.) Dzoong me siguió y la Sra. Holmes habló de último.67 A partir de 1885, aproximadamente, Lottie empezó a dedicarse casi exclusivamente a este tipo de evangelismo directo. Sus esfuerzos lograron buenos resultados; los conversos fueron bautizados por un misionero bautista ordenado, naciendo así la Iglesia Bautista en P’ing-tu. Esta iglesia creció de manera impresionante y durante espacio de dos décadas el pastor chino Li Shou Ting bautizó a más de mil conversos, convirtiendo el área de P’ing-tu en el más importante centro evangelístico de los bautistas del sur en toda China. 68 Bárbara Welter, en un comentario de valoración de esta fase de la obra de Lottie Moon, observa que ella intentó, hasta cierto punto, obedecer la prohibición paulina de no predicar a los hombres, pero no podía evitar que “los hombres permanecieran, silenciosamente, atrás de las mujeres y estudiaran con ellas.” Moon creía que “ni Pablo habría objetado.” 69 186 Ruth Tucker resume lo que ella denomina las “dos vidas” de Lottie Moon en China entre 1830 y 1912: Parte del año pasaba en los pueblos haciendo trabajo evangelístico y la otra parte en Tengschow, donde entrenaba nuevos misioneros y misioneras, aconsejaba a mujeres chinas y se divertía con sus libros y revistas occidentales. Durante este período también continuaba con sus escritos, y fueron éstos los que prepararon el camino para su extraordinaria influencia en la Iglesia Bautista del Sur. Aunque ella regresaba a su país en furlough y ocasionalmente hablaba a grandes auditorios, fue su pluma más que cualquier otra cosa la que conmovió los corazones de las mujeres bautistas en el sur de los EEUU.70 Estos mismos años fueron marcados por eventos políticos de gran alcance, que simbolizaban la rápida ascendencia de Japón sobre China (1894-95) y Rusia (1904-05), inclusive su dominación de Korea y Machuria, como también los dolores de parto de la nueva China. (El movimiento Boxer, c. 1900, fue un movimiento nacionalista y antiextranjero por eso la masacre de tantos cristianos, como representantes de una religión extranjera- y la Revolución Nacionalista de 1911 que estableció la República de China y eligió a Sun Yat-sen como su primer presidente). Fue en este período crítico que el fundamento de la nueva China debería ser lanzado. Lottie percibió el número muy reducido de obreros de su denominación. Ella escribió una carta a la junta misionera, que ha sido citada muchas veces en historias misioneras. Es curioso que un millón de bautistas en el sur (de los EEUU) puedan aportar apenas tres hombres para toda China. Curioso que quinientos predicadores bautistas, sólo en el estado de Virginia, necesitan contar con un pastor presbiteriano para llenar un púlpito bautista (aquí en China). ¿Cómo se verá todo esto en el cielo? Aquí, en China, parece muy extraño. 71 Pero Lottie ofreció la solución que los metodistas del sur también habían adoptado en China; si había escasez de 187 hombres, ¿por qué no convocar a las mujeres? Ella también tenía un plan para el financiamiento de estas nuevas obreras. Ella propuso una generosa oferta, en ocasión de navidad 1988, con la intención de recaudar los fondos para el sustento de dos misioneras. La respuesta excedió la expectativa, posibilitanto el envío inmediato de tres en vez de dos. Esto fue el inicio de las “ofrendas de navidad de Lottie Moon”, que durante los primeros 75 años produjeron la increíble suma de $50,000 (cincuenta mil dólares) para fines misioneros. El fin de la vida de Lottie Moon fue dramático. Los primeros años del siglo XX presenciaron brotes de la peste y de varicela, y finalmente hambrunas; la rebelión en el área de Tengchow (1911) resultó en muchas muertes por inanición. Lottie se rehusó a dejar la zona a pesar del peligro (su casa fue dañada por una bala de cañón), y gastó todo su dinero para socorrer a las víctimas del hambre. Ella misma, tremendamente deprimida, dejó de alimentarse. Sus colegas misioneros, en un esfuerzo por salvarle la vida, arreglaron su regreso a los Estados Unidos, pero ella murió a bordo del barco, en el puerto de Kobe, Japón, en la víspera de navidad de 1912. Sara Poulton Kalley (1825-1907), aunque técnicamente esposa de misionero, merece ser conocida por su propia obra apostólica. Sara, hija de William y Sara Morley Wilson, 72 nació en Nottingham, Inglaterra; después se mudó para Torquay, Devonshire, donde abrió una escuela bíblica para jóvenes operarios. Cuando fue con su padre a visitar a un hermano que moría de tuberculosis en Beirut, conoció a su médico el Dr. Roberto Kalley, quien quería misionar entre los judíos de Palestina. Al final del mismo año (1852), Sara y Roberto se casaron en Torquay. El Dr. Roberto ya había trabajado como misionero en la Isla de Madeira, lugar de donde tuvo que huir por sufrir una fuerte persecución. 188 Ahora él y Sara partieron para ministrar a los madeirenses que se habían refugiado en el Estado de Illinois, EEUU, y de allí para Brasil, donde llegaron el día 10 de mayo de 1855. Sara Kalley no tardó en iniciar su obra misionera; ella “...inauguró, el domingo 19 de agosto de 1855 en la tarde, la escuela dominical” en Petrópolis entre niños ingleses. Pocas semanas después el Dr. Kalley inició una clase bíblica para negros. 73 Todo indica que en realidad esta escuela dominical, la más antigua con carácter permanente en el Brasil, fue realmente iniciativa de Sara. Dada la importancia de la escuela dominical en la evangelización de Brasil, este hecho por sí sólo sería suficiente para realzar la obra de Sara Kalley. Ella también hizo de su don musical un importante ministerio, siendo su obra, Salmos e himnos, el más antiguo himnario evangélico en el idioma portugués. La primera edición brasileña, sin música, fue publicada en Río de Janeiro en 1861, con 18 salmos y 32 himnos. Ediciones posteriores, cada vez más ampliadas, finalmente llevaron el total a 608, 169 de estas siendo traducciones de Sara y 13 del Dr. Roberto. 74 ¡La historia del protestantismo en el Brasil sin Salmos e Himnos sería casi tan inimaginable como esa misma historia sin la Biblia! Sara siempre trabajó lado a lado con su marido, el médico y pastor. Colaboraron en la traducción de algunos de los clásicos del puritano Juan Bunyan, como Guerras de la famosa ciudad de las almas humanas (The Holy War), y también en la producción de obras originales como Alegría da Casa (1866 - “una verdadera quía para las buenas amas de casa”). 75 Según Ismael da Silva Junior, Sara acompañaba al Dr. Kalley en sus numerosos viajes y “con él sufrió grandes persecuciones, en Rio, en Petrópolis, en Niteroi y en Recife.” 76 189 Después de establecer las bases teológicas de la Iglesia Fluminense, Kalley dejó la iglesia en manos del Rev. Joao Manoel Gonçalvez dos Santos en 1876. Concluida su permanencia en suelo brasileño, el amor de la pareja Kalley por Brasil era evidente, a través de sus dos hijos adoptivos brasileños 77 y en sus frecuentes comunicaciones con hermanos y amigos en el Brasil. Aún después de la muerte de su marido en 1888, Sara concretizó su preocupación por el bienestar de la iglesia en Brasil fundando en 1892 la misión Auxilio para Brasil, de la cual ella sirvió como secretaria hasta su muerte en 1907. Brasil recibió los servicios de muchas misioneras y misioneros, pero tardó en retribuir de la misma forma hacia el extranjero. Parcialmente esto se explica por el tamaño de Brasil, tierra de proporciones continentales con una gran población indígena. Cuando se piensa en misioneras brasileñas, vienen a la mente mujeres que se dedicaron al servicio de los indígenas. Nombres como el de Loide Bonfim, de la Misión Caiuá, en Dourados, MT; o de Noemi Campelo, misionera a los Craos. Ciertamente Noemi, quien trabajó lado a lado con su marido Zacarías Campelo, y murió un mes después del nacimiento de su segundo hijo, el 2 de mayo de 1928, después de dos años en la selva y agotada por el árduo trabajo de la misión, hizo justicia al tributo de su epitafio: “la heroína de Craonópolis.” En este mismo contexto otro nombre merece ser recordado, el de Orfisa Batista de Souza, profesora de la Escuela Popular Bautista de Carolina, MA. Luego de casarse con Zacarías Campelo (21/3/1929), participó plenamente en la “evangelización de los indios, enseñándoles a leer y a trabajar y siempre que ...su marido viajaba, realizaba los trabajos de predicación.” 78 Por lo general, las iglesias protestantes brasileñas han realizado poco en cuanto a misiones hacia el exterior del país. Pero, entre los nombres de personas que atravesaron la frontera, encontramos que las mujeres han hecho su parte. 190 Para mencionar sólo dos de las pioneras de la obra misionera bautista: Prelediana Oliveira, pernambucana, quien fue con su marido Joao Jorge de Oliveira a trabajar en Porto, Portugal (1911) y la esposa de Achilles Barbosa, que también fue a trabajar en Portugal en 1925. 79 Desafortunadamente, detalles de los ministerios de estas dedicadas mujeres son de difícil acceso. Debemos realzar un nombre más, el de Carmen Chacon (1869-1889), fundadora del Colegio Americano. Con apenas 16 años de edad, Carmen, nacida en Uruguay, participó en la misión metodista en Porto Alegre como colega del Rev. Joao C. Correia. Sólo tres alumnos se matricularon en el “Colegio Evangélico Mixto N. 1” cuando abrió en octubre de 1885, pero mediante la capacidad de la profesora Carmen, en 1886 el colegio terminó con 187 estudiantes, número que llegaría a más de 400 dos años después. Carmen no sólo enseñaba a niños y niñas, lo cual era un ministerio importante; en 1886 abrió un curso nocturno para mujeres pobres, que el mismo año alcanzó una matrícula de 84. Debido a un arreglo previo entre el superintendente de la misión, Thomas B. Wood y el Emperador Dom Pedro II, era permitida la enseñanza de la Biblia y otras actividades religiosas. La escuela sirvió de sede también para la escuela dominical y como centro de proclamación del mensaje evangélico. Durante la larga enfermedad (22 meses) del Rev. Correia, la joven Carmen asumió muchos de los deberes del pastor. Desafortunadamente, ella murió a finales de 1889, víctima de tuberculosis, 80 antes de cumplir los 21 años. 2.3 Las diaconisas Es generalmente reconocido que Theodor Fliedner (18001864) reactivó el movimiento de las diaconisas, un tipo de ministerio femenino muy practicado en la Iglesia Antigua y aún en la Edad Media, pero que se había perdido de vista. El 191 término “movimiento” se usa aquí a propósito, pues las diaconisas, una vez reestablecidas, surgen no sólo en Alemania, sino también en Inglaterra, Norteamérica y Brasil. Esta obra también sería influenciada por otros tipos de servicio femenino y, a su vez, influiría en el desarollo de otros ministerios. Fliedner, en ese entonces pastor de la Iglesia Luterana de Kaiserwerth, en Reno, visitó Inglaterra en 1823, ocasión en la que conoció a Elizabeth Fry (1780-1845), ministra de la Iglesia de los Amigos (cuáqueros), quien iniciaría en 1817 una asociación para mejorar las condiciones de las mujeres en la Prisión de Newgate, Londres. Impresionado con esa obra, Fliedner, al regresar a Alemania, organizó una sociedad con finalidades similares a la inglesa. 81 Fliedner y su esposa establecieron, en el jardín de su casa pastoral, un albergue para exprisioneras (1833). Pero su gran obra fue la creación de la casa de las diaconisas y la escuela de enfermería en Kaierwerth (1836), centro en el que se gestarían otras cien (100) “casas maternas” o centros de entrenamiento y de propagación del movimiento de diaconisas, hasta su muerte en 1864. Las diaconisas, entrenadas como excelentes enfermeras en una época cuando las enfermeras generalmente estaban mal preparadas y su profesión era poco reconocida, trabajaban principalmente con enfermos, pobres y niños, inclusive en orfanatorios y hasta en asilos de mujeres dementes. Dijimos que el movimiento de las diaconisas influenció otras corrientes del servicio femenino. Uno de los elementos más importantes influenciados por esta corriente fue Florence Nightingale (1820-1910). Ella deseaba dedicarse de cuerpo y alma a un digno servicio. Por lo menos desde 1844, Florence había estado pensando en dedicarse a la enfermería, pero la idea horrorizaba a sus padres y amigos. Fue motivada en su ideal por el Dr. Samuel Gridley Howe, quien se dedicaba al trabajo con ciegos y a la causa de la abolición de la esclavitud 192 en los Estados Unidos. Entretanto, Elizabeth Fry informó a Florence de la magnífica obra que se desarrollaba en Kaiserwerth. En 1851 Florence Nightengale visitó Kaiserwerth y, según escribió Eunice Weaver, “dentro de algunos días vamos a encontrar a la aristocrática joven cambiando sus vestidos finos por un grosero uniforme de algodón azúl y un avental blanco.” 82 Luego de su curso en Kaiserwerth, Florence estudió todavía más con las hermanas de San Vicente de Paula en París. Posteriormente prestaría un servicio extraordinario en los hospitales militares de Crimea, donde reorganizó los hospitales y todo el sistema de la enfermería. Ganó fama como “la dama de la lámpara”, por su extraordinaria dedicación a los heridos, a menudo de pie veinte horas al día, lo que casi la deja inválida. Pero terminada la guerra y de regreso a Londres, ella dio origen a la enfermería moderna en Inglaterra, mientras asesoraba reformas de largo alcance en todo el servicio de salud del país. Así, el ministerio de la enfermería moderna puede verse como un resultado, tanto directo como indirecto, de la obra en Kaiserwerth. Contar toda la obra de las diaconisas en el mundo moderno ciertamente ocuparía demasiado espacio. Pero podemos afirmar que Kaiserwerth se convertiría en modelo para una gran parte del movimiento alrededor del mundo, aunque su énfasis sobre la enfermería no siempre sería imitada. Por ejemplo, entre los metodistas que datan su actuación en Alemania desde 1830, 83 la obra de las diaconisas ha tenido un crecimiento extraordinario. Empezando con la Sociedad de Betania (Bethanien Verein), organizada en 1874, en 15 años las cinco casas maternas ya contarían con un total de 99 diaconisas y un gran hospital. 84 Ninguna descripción del metodismo en Europa puede ignorar el impacto del movimiento. La siguiente apreciación es de 1949: Llevando un uniforme especial de diaconisa, ellas sirvieron en hospitales metodistas, en hospitales del estado y como enfermeras 193 en casas particulares. Aunque todas las diaconisas eran obligadas a estudiar enfermería, algunas fueron nombradas como dirigentes de hogares de estudiantes y asistentes en iglesias locales. Las diaconisas metodistas han sido descritas, apropiadamente, como hermanas de misericordia, que ministraban no sólo a las necesidades físicas, pero también prestaban servicio espiritual. Llevaron el evangelio directa e indirectamente a lugares de Europa donde no era permitida la presencia de clérigos ordenados. Han prestado un servicio relevante entre los miembros de la clase obrera.85 La misma fuente informa que las diaconisas metodistas, aunque tuvieron su origen en Alemania y Suiza, no se limitaron a esos países. Hoy la obra se extiende a los países escandinavos, Austria, Rusia, Yugoslavia y Hungría. En 1949 habían aproximadamente 2000 diaconisas metodistas en Europa continental. En 1888 el movimiento fue oficializado por la Conferencia General de la Iglesia Metodista Episcopal (en los EEUU) y llegaría también a Inglaterra donde, en 1950 el metodismo inglés ya contaba con la Escuela de Diaconisas en Ilkley y un cuerpo activo de 400 mujeres en este servicio. Directa o indirectamente, a través de las misiones de las iglesias metodistas en los Estados Unidos e Inglaterra, el movimiento ha surgido en muchas de las llamadas “iglesias jóvenes” que esas misiones han generado. Destacamos a continuación la importante obra de las diaconisas entre los luteranos de Brasil. El ministerio de las diaconisas, como vimos, se propagó lejos de su centro original en Kaiserwerth. Pero parece que fue hasta en 1909, el día 24 de marzo, que se creó en Münster una “casa materna” con el propósito de preparar jóvenes para el servicio al otro lado del mar. En diciembre del mismo año dos jóvenes brasileñas entraron a esa casa materna con el objetivo de prepararse debidamente para ejercer su ministerio diaconal en su tierra de origen. En 1912 la casa materna fue trasladada a Wittemberg donde la Fundación Paul Gerhard (hospital) 194 sirvió de local para el entrenamiento práctico de las candidatas. El siguiente año la primera brasileña regresaba, habiendo terminado su preparación en Wittemberg para el servicio en Brasil. En realidad, desde 1913 los luteranos brasileños empezaron a pensar en organizar su propia casa materna, evitando así la necesidad de que las jóvenes brasileñas tuvieran que trasladarse a otro país a fin de prepararse para su tarea. Pero el sueño no se cumpliría hasta 1939. Más o menos al mismo tiempo que la creación de las casas maternas con visión hacia el extranjero, se organizó el 27 de octubre de 1908, la Verein der Frauenhilfe fürs Ausland (La sociedad de servicio femenino para el extranjero), que tenía la finalidad de crear, organizar y cuidar del servicio de la comunidad (iglesia local) en el extranjero. Así empezaron a nacer las sociedades femeninas en las iglesias locales en el Brasil. En 1930 las sociedades locales se organizaron en federación. Todo indica que sin esas sociedades y su federación, que esparcieron por todo lado la importancia de la construcción de la casa materna en el Moro del Espejo en Sao Leopoldo y que contribuyeron significativamente recaudando dinero para el proyecto, todo hubiera sido apenas un sueño. Oficialmente, Johannes Raspe ha recibido el crédito por la creación de la casa materna en 1939; pero la obra de concientización y de apoyo material de las sociedades femeninas tiene un peso considerable, tal vez decisivo, en este logro. En Brasil, la casa materna siempre mantuvo (y mantiene) una relación especial con el hospital que hoy se conoce como el Molino de Viento, pero a pesar de que toda diaconisa era enfermera, los ministerios de esas dedicadas mujeres no se limitan a servicios relacionados con la salud. De entre la gran variedad de los ministerios ejercidos por las diconisas de la Iglesia Luterana en Brasil, dejaremos que el siguiente ejemplo represente la totalidad. La Hermana Hildegart Hertel, en una conversación con una hermana 195 católica, dejó ver su filosofía de trabajo con personas que vivían en las favelas (villas miseria). “Si vamos al encuentro del otro, sin importar cuál sea su condición, podemos ir solamente en busca de Cristo en nuestro hermano. Si vamos en busca de Cristo en nuestro hermano necesitado, entonces siempre tenemos algo que aprender de él.” 86 En seguida ella relata una sencilla pero reveladora experiencia: Cierto día estudié 2 Corintios 5.17 con el grupo de madres solteras del Centro Cristiano Femenino: “Si alguien está en Cristo es nueva criatura, las cosas antiguas ya pasaron, he aquí que se hicieron nuevas.” Después del estudio, una madre vino a mi oficina y sin ninguna explicación me dio un abrazo con tanta convicción y alegría que quedé casi sin palabras. Al preguntarle el motivo de todo eso, me dijo: Hermana, yo no sabía que esto era posible. Jesús olvida mi pasado y con él puedo tener un nuevo comienzo. El me perdona. En ese momento recordé las palabras de Jesús: “Por eso te digo: Perdonados le son sus muchos pecados porque ella amó mucho: más aquel a quien poco se le perdona, poco ama.” (Lc 7.47)87 3. Los ministerios femeninos desde una perspectiva latinoamericana INTRODUCCIÓN En esta sección trataremos principalmente, aunque no exclusivamente, los ministerios femeninos en Brasil y en otras partes de América Latina en el siglo XX. En la primera parte del siglo, el enfoque de la sede del catolicismo romano aún era un esfuerzo por darle expresión al catolicismo reformado por el Concilio de Trento (1546-1563) y también aplicar en Brasil el espíritu de la “piedad piánica” de un catolicismo en asención. Sin duda, la polémica en contra del protestantismo como religión apóstata y herética, responsable por la ruptura de la túnica de Cristo, como también su intromisión indebida en tierras brasileñas y por tanto tiempo 196 territorio exclusivamente católico, era el discurso común, si no constante, del catolicismo anterior al-Vaticano II. En el mismo período, un vigoroso protestantismo, convencido de que a lo largo de los siglos el catolicismo se había desviado del cristianismo bíblico por haber caído en la idolatría, proseguía en establecerse en el Brasil, con el objetivo de traer al pueblo un nuevo, y a su parecer, más auténtico y bíblico cristianismo. En sus iglesias locales, en sus institutos educativos que ofrecían una alternativa a la anticuada educación practicada 88 hasta ese entonces, en sus obras de servicio social y en la orientación social de algunos de sus líderes, 89 se presentaba al pueblo una nueva versión de la religión cristiana que se volvía cada vez más atrayente para muchos. Finalmente, el acelerado crecimiento y la aproximación a las masas humildes del movimiento pentecostal obligaron a los protestantes “históricos” y católico romanos a reconocer su peso y significado. Pero se inició un proceso de profunda renovación en el seno del catolicismo mundial, simbolizado por la postura ecuménica y la apertura hacia el mundo del Concilio Vaticano II y en nuevas directrices en América Latina a partir de Medellín (1968) y Puebla (1979) con una nueva comprensión y apreciación de los pobres y su lucha por la sobrevivencia, la dignidad y la justicia. En la nueva iglesia emergente, la religiosidad popular, anteriormente despreciada por los protestantes y el clero católico “tridentino”, es vista en una luz mucho más positiva. El pueblo, especialmente en las comunidades eclesiales de base, pero también en la propia misa, empieza a tener voz, mientras que corrientes más avanzadas buscan sincera e insistentemente a la iglesia de los pobres. Este fermento, que ocurre principalmente dentro del catolicismo, efectivamente divide a los protestantes brasileños que, confrontados por la innegable realidad de las transformaciones profundas y evidentes, y desafiados por 197 las teologías de la liberación que nacen de la relectura de la Biblia desde la perspectiva de los oprimidos y de la praxis de la iglesia del pueblo, son obligados a tomar una posición. Algunos, un número reducido pero probablemente creciente, llegaron a adoptar el nuevo catolicismo como expresión apropiada de la fe para esos tiempos. Otros, ciertamente la mayoría, incapaces de ver el catolicismo sin ser influenciados por las antiguas formulas de los “errores del romanismo” (mayormente la “idolatría”), llegaron a sospechar que el uso de Marx en el análisis social era evidencia de un error aún más profundo, el del comunismo ateo. A lo largo del siglo en cuestión, y aún antes, mujeres cristianas, tanto protestantes como católicas, desarrollaron significativos ministerios. Intentaremos identificar algunos de los más importantes, mencionando primeramente a las mujeres cuya obra personal merece un acento especial. En un segundo nivel consideraremos, en tres momentos de acuerdo con su función real en la sociedad, el campo de la religiosidad popular donde la identificación de las protagonistas es más difícil. 3.1 Ministerios femeninos específicos 3.1.1 Las teólogas Las buenas bibliotecas teológicas ostentan hoy una cantidad respetable de estudios teológicos realizados por mujeres, y su número aumenta día a día. Estas pensadoras son herederas de la tradición de una Marta de Betania, quien reconoció a Jesús como Cristo, el Hijo de Dios (Jn 11.27) y de las grandes pensadoras cristianas de la Edad Media. Además, habían mujeres como Hildergarde de Bingen (10981179), quien concebía a Dios en términos de luz. Su libro Conocí los caminos del Señor revela considerable conocimiento de la Biblia y hasta de Aristóteles, cuyas obras 198 empezaron a traducirse del árabe a partir de aproximadamente 1150. Aún más importante es Gertrudes la Grande (12561302), frecuentemente comparada con Meister Eckhart como una de las más importantes místicas de todos los tiempos. Su libro, El heraldo del amor divino, además de sus revelaciones, contiene su biografía y notas compiladas por miembros de la comunidad monástica. Existe la tentación de valernos de teólogas como Georgia Harkness, profesora de ética por muchos años en la Garrett Biblical Institute y autora de muchos libros sobre una variedad de asuntos teológicos; o de una Evelyn Underhill (18751941), conocida mística y escritora sobre el misticismo; o, más recientemente, una Rosemary Radford Ruether, cuyos libros sobre la mujer en la religión circulan ampliamente. Una historia que pretenda ser completa tendría que detenerse en estas mujeres y muchas otras en los EEUU y Europa. Pero esta historia es básicamente para un auditorio latinoamericano. Por esta razón debo privilegiar teólogas latinas, que por cierto han empezado a crecer en número. En el año 1983 la Dra. Beatriz Melano Couch, profesora de la Facultad Evangélica de Teología del ISEDET, publicó un importante artículo titulado “Sor Juana Inés de la Cruz, primera mujer teóloga de América.” 90 En este artículo, la autora propone la tesis de “que la hermana Juana no fue solamente la mayor exponente de las letras españolas de su época, sino también teóloga y mística”. 91 Ciertos hechos respecto a la vida de Juana deben relatarse, pues se trata de una mujer poco común. 92 Juana aprendió a leer cuando tenía apenas tres años y aprendió latín cuando tenía casi nueve años. A los trece años entra a la corte de los virreyes. En su pasión por el saber, Juana devoraba todos los libros que conseguía. El Marqués de Mancera, virrey en ese entonces, hizo arreglos para que ella presentara un examen 199 frente a cuarenta doctores de todas las áreas del conocimiento, y ella salió muy bien - ¡esto cuando tenía 16 años! Desde niña había soñado con la posibilidad de estudiar en la Universidad de México, hasta lanzando la hipótesis de hacerlo disfrazada de hombre, pues una mujer, por más inteligente e instruida que fuese, no tenía oportunidad en las universidades de la época. Ya que no tenía posibilidad de estudiar en la universidad, optó por el convento, asegurándose de que iría a tener tiempo para dedicarse a la lectura. Aún en el convento de San Jerónimo, donde ingresó a los 18 años, Juana encontró incomprensión y obstáculos; pero perseveró en su afán de saber más y más, llegando a acumular una biblioteca de 4.000 volúmenes, una de las más grandes en existencia en aquella época. Sus escritos le ganaron fama como literata, filósofa y cientista. Aunque no hubiese nada más que contar acerca de Juana Inés de la Cruz, lo anterior sería suficiente para que amerite un lugar en este libro sobre ministerios femeninos. Pero Beatriz Couch descubrió en Juana otra faceta más, la de teóloga. Es curioso que inicialmente Couch la descubrió como teóloga en su "Carta atenagórica" o, como también es conocida, "Crisis de un sermón", que es la refutación de un sermón del famoso jesuita portugués, Antonio Vieira (16081697), reconocido por la pureza de estilo y lenguaje de su prosa y, todavía más importante, por su valerosa defensa de los salvajes de Maranhao, Brasil. El punto en debate era: ¿cuál es la mayor fineza de Jesús hacia nosotros? La hermana Juana, basándose en Pablo y en Agustín, afirma que la muerte de Cristo es su mayor dádiva. Vieira mantenía que la mayor dádiva de Cristo era “su ausencia.” Juana argumentaba en contra de Vieira que Cristo nunca estuvo realmente ausente, ya que antes de Getsemaní y de su muerte ya había instituido la Santa Cena; por ende “él permanece siempre presente en el sacramento.” 200 Entonces, realmente nunca estuvo ausente. Además, la muerte es mayor que la ausencia. “El ausente siente solamente no poder ver a quien ama. El que muere siente dos cosas: la falta del ser amado y la propia muerte. Por ende, la muerte es un dolor mayor al de la ausencia.” 93 Además de refutar la posición del Padre Vieira sobre la mayor dádiva de Cristo, Juana argumenta vigorosamente sobre el significado de la crucifixión. Couch nos presenta un resumen de este argumento: “Cristo nos recuerda, no porque nos creó o porque se encarnó en sacramento, sino porque murió por nosotros y su muerte lo representa y lo recomienda; por tanto, es la más grande de todas las cosas que Cristo nos ha dado.” Luego, refiriéndose a San Agustín, ella recuerda que “Cristo en su muerte, repite el beneficio de la creación, ya que aparece un nuevo hombre, el primero y segundo Adán conforme ‘el precio de la gracia’ - citando a Pablo . En segundo lugar se refiere a la conservación, “conserva la vida temporal muriendo para que nosotros vivamos. El da su carne y su sangre.” En tercer lugar “la encarnación nos une a él”, y en cuarto lugar, el sacramento es la representación de su muerte...Vemos aquí que era una cristología muy avanzada; la muerte como dádiva, no como pago por los pecados de los hombres, y el sacramento como símbolo y representación.94 Como vimos en el primer período, una de las barreras para los ministerios femeninos es la famosa prohibición paulina, “mujeres in ecclesia taceant”. Juana también se preocupa por superar este antiguo obstáculo, recordando que el mismo apóstol que ordenó que las mujeres callaran en la iglesia también las llamó “buenas maestras.” Presumimos que la hermana Juana se estaba valiendo de la expresión bene docentes (Tito 2.3). Pero, a nuestro parecer, ella forzó la traducción que, en las versiones comunes es una exhortación a las mujeres ancianas a enseñar el bien o “buenas cosas.” Pero ella tiene razón en insistir en que el autor de la epístola de hecho exhorta a las mujeres a ser maestras, y no lo contrario. 201 Una de las mujeres de América Latina que más sobresale actualmente como biblista y teóloga es la mexicana Elsa Tamez, profesora y actualmente rectora del Seminario Bíblico Latinoamericano en San José, Costa Rica. Probablemente es mejor conocida por sus libros La Biblia de los oprimidos: la opresión en la teología bíblica 95 y Contra toda condena, un estudio de la justificación por la fe en los escritos paulinos. Elsa elaboró estudios bíblicos como parte de la preparación de los delegados para la asamblea constitutiva del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) y fue ella quien dirigió los estudios bíblicos en la misma Asamblea de Huampani (12 a 18 de noviembre de 1982). 96 Muy solicitada para conferencias a nivel bíblico-teológico, Elsa ofreció una de las principales conferencias en el 7º Instituto de Oxford, Inglaterra, de Estudios de Teología Metodista, titulada “Wesley desde la persepectiva de los pobres”, en julio de 1982.97 Presentó, en mayo de 1985, las conferencias oficiales de la Semana Wesleyana en la Faculdade de Teología da Igreja Metodista en Rudge Ramos (S.B. do Campo), Brasil, donde hizo una relectura latinoamericana de la epístola de Santiago. 98 Para que el lector sienta un poco la fuerza y el sabor del pensamiento de esa teología, citaremos unas líneas de la conclusión de su libro, La Biblia de los pobres. El análisis nos hace ver que la opresión es histórica, y su referencia fundamental la constituyen dos grupos antagónicos identificables. El opresor es el rico e influyente; nunca se siente satisfecho con lo que tiene y su preocupación fundamental es acumular riqueza. Se aprovecha de la opresión, utilizando diversos mecanismos que de una o otra forma le produzcan lucro. Es un idólatra, sigue otros dioses, capaces de legitimar sus actos, pues Yaveh, el Dios que exije que se haga justicia, no le sirve. Los oprimidos son los empobrecidos, los esclavos, los que reparten periódicos, las viudas, los inmigrantes, los huérfanos; todos pobres, sin prestigio y sin poder, pero con la fe viva de que Yaveh es justicia y amor y que su justicia se va a manifestar, produciéndose una transformación radical; sus tierras les serán devueltas, el 202 fruto de su cosecha será para ellos, habitarán en la casa que construyeron, serán escuchados en los tribunales, no sufrirán persecución ni encarcelamiento, serán liberados; en otras palabras, se celebrará en forma auténtica la fiesta del jubileo.99 3.1.2 Las siervas de la humanidad De los muchos ejemplos de mujeres, protestantes y católicas, escogemos una de cada grupo, a saber Eunice Gabbi Weaver y la Hermana Dulce. La primera fue, técnicamente, esposa de un misionero, pero preferimos tratarla en función de su inestimable servicio prestado a los ancianos. La siguiente es religiosa y su ministerio de amor comprueba una vez más que la mujer católica generalmente ha tenido más espacio para el desarrollo de su vocación como tal; pero la Hermana Dulce aparece aquí, no tanto como monja, sino como sierva de la humanidad. El ángel de los leprosos. Hay evidencia documentada de la lepra por lo menos a partir de 2500 a.C. y la Biblia deja claro que entre los hebreos esta enfermedad hacía a su portador ceremonialmente puro y resultaba en su excomunicación (2 Re 7.3-10). Pero no fue hasta 1874 que el Dr. G.A. Hansen aisló el bacilo causador del mal, época en la cual aún se aislaban a los enfermos en “colonias” y se trataba la enfermedad con aceite de chaulmugra. En Brasil, el tratamiento más humano de los leprosos está íntimamente ligado a la mujer. Por lo que cuenta el Dr. H.C. Tucker en su Autobiografía, mujeres en diferentes partes del país, preocupadas por los leprosos y sus hijos (que frecuentemente no eran portadores del mal), se organizaron a nivel local para prestar los servicios posibles a estos infelices. Eunice Gabbi, nacida el día 20 de setiembre de 1902 en Sao Manoel, SP, se formó en educación cristiana en Buenos Aires y Brasil (Instituto Unión, en Uruguaiana, RS y Colegio Piracicabano, Piracicaba, SP; en este último se especializó 203 en higiene). Se casó con un misionero, el Prof. Anderson Weaver, en 1927, y lo acompañó a Juiz de Fora, donde él era profesor en el Instituto Granbery. Allí ella fundó la Sociedad de Asistencia a los Lázaros y de Defensa Contra la Lepra. Pero fue en Río de Janeiro donde su marido sirvió de superintendente del Instituto Central del Pueblo, un centro social evangélico, que Eunice realizó su gran servicio en pro de los leprosos quienes, según la política del presidente Getúlio Vargas, estaban siendo reunidos en colonias. En 1935 Eunice logró unir los esfuerzos de las sociedades aisladas en una Federación Nacional, en la cual ella sirvió brillantemente como presidenta. Las principales finalidades de la federación eran: 1) cuidar de los hijos de padres leprosos, y 2) educar a estos hijos, inclusive preparándolos para que pudieran ganarse la vida dignamente al salir de la escuela. Apenas tres años después (1938), Eunice representó a Brasil en el Congreso Internacional de Lepra, realizado en Cairo, Egipto, siendo la única mujer invitada a presentar una ponencia en el Congreso. Mucho más importante, poco después de su muerte en 1969, se habían establecido un total de 168 sociedades locales que apoyaban 30 hogares para 5000 hijos de leprosos, con 18.000 voluntarias que cooperaban en la obra. 100 Es apropiado que a esta mujer protestante, que nunca hacía acepción de la filiación religiosa de sus colaboradoras, fuese otorgada una placa de bronce de la Sociedad Damien-Dutton (1963), probablemente la primera mujer protestante en recibir tal honor. 101 La Hermana Dulce, de Salvador de Bahia. 102 El trabajo de la Hermana Dulce es un ministerio de amor cristiano. Más o menos en la época en que Eunice Weaver estaba organizando la federación, la Hermana Dulce recogía los primeros enfermos pobres que tanto necesitaban amistad y ayuda. A pesar de no tener recursos ni dónde atender a estas personas, ella las reunió en una casa abandonada. Deshauciados por un alcalde incomprensivo, la Hermana 204 Dulce resultó ser “astuta como una serpiente”. Ella buscó un nuevo albergue para sus enfermos debajo de un puente, pero escogió un puente cercano a la iglesia que era la atracción turística más grande de la ciudad. El alcalde entendió perfectamente el mensaje, pues le donó una buena propiedad para la construcción de un hospital. Hoy la Hermana Dulce tiene dos hospitales en Salvador. Un visitante reciente, impresionado por la atención que la Hermana Dulce le prestaba a cada una de las incontables personas que la buscaban, escribió: Mientras recorríamos el hospital, quedé impresionado por la gran variedad de procedencias religiosas de los voluntarios en un hospital dirigido por una Hermana Católica. Conocí pacientes que llevaban años allí (¿dónde más podrían ir? preguntaba la Hermana Dulce), y hasta conocí un paciente veterano de más de 100 años de edad, sentado cerca de un joven lisiado que había llegado la noche anterior. La Hermana Dulce explicó, ‘Si no tenemos cama disponible, colocamos personas en el piso, pero siempre las admitimos, nunca rechazamos a nadie. Intentamos recordar que estas personas enfermas son realmente nuestros hermanos y nuestras hermanas, creados a imagen de Dios. Debemos amarlos y cuidar de ellos como Dios mandó.’ Pero la Hermana Dulce no sólo atiende a los enfermos; también tiene un orfanatorio donde cuida a más de 200 niños, entre huérfanos y niños abandonados por los padres. Ella explicó a Lloyd E. Young, mientras él observaba los “hijos” de la Hermana Dulce de paseo en uno de los parques de la ciudad, su filosofía de trabajo con los niños: Dicen que esos niños son “difíciles” - pero somos nosotros los que somos “difíciles”. La única forma de ganar esos niños de la calle es con el amor. Nosotros no practicamos ninguna modalidad de castigo. A veces, cuando los niños están en instituciones gubernamentales, son golpeados por funcionarios mal capacitados. 205 Una vez, cuando una trabajadora social del gobierno visitaba nuestro orfanatorio, ella preguntó, “¿Donde está la celda de castigo?” Yo le dije que la celda está en nuestro corazón; colocamos a los niños siempre en nuestro corazón. 3.2 Los ministerios femeninos y la religión popular El sentido y significado de la religión popular, o religiosidad popular, ha sufrido una notable modificación en los últimos 20 años. Tal vez podríamos señalar, en un primer momento, la naturaleza laica de la religión popular, la cual se desarrolló paralelamente al catolicismo eclesial, o sea, al catolicismo de los padres. Pero una de las características más marcadas del catolicismo en Brasil ha sido la carencia de sacerdotes y religiosos, especialmente en los pueblos y zonas rurales. En vez de la misa, se celebra la reflexión familiar y comunitaria - como las novenas, los tercios, etc. - guiada por laicos. También abundan las fiestas religiosas, generalmente en honor a un santo y especialmente al patrono de la capilla o iglesia, u otros santos cuya protección el pueblo busca. Esta modalidad del catolicismo, muy criticado por los protestantes como supersticiosa e idólatra, fue criticada con igual severidad por obispos y sacerdotes empeñados en aplicar las reformas establecidas por el Concilio de Trento (1545-1563). 103 La meta, particularmente durante la última mitad del siglo pasado y la primera parte de este, era transformar esa religión mestiza y supersticiosa en una verdadera religión, a saber, el catolicismo ortodoxo. Pero, especialmente a partir de la Conferencia de Medellín, empezó a desarrollarse una nueva conciencia y una nueva apreciación de la religión popular que se extendería a los movimientos populares dentro del protestantismo. A la vez, surgió una nueva apreciación del pobre, quién pasó a ser visto ya no como vagabundo e ignorante, sino hasta como sacramento a través del cual y en el cual se encuentra el 206 propio Jesús. La teología de la liberación ofreció la base para una nueva forma de ver al pobre, y a la vez, no podía dejar de valorizar su religión. No sólo el folclor, también la sociología se interesa en la religión popular, independientemente de su corte denominacional. Sus investigaciones posibilitan un estudio más tranquilo de las religiones populares, sin caer en un romanticismo insostenible que automáticamente “canoniza” toda y cualquier religión popular. Uno de estos análisis sociales distingue tres posibles funciones básicas de la religión popular, a saber, la de afirmar a la sociedad que la abriga, la de cuestionar a la sociedad, exigiendo cambios sustanciales y, finalmente, la de rechazar la sociedad actual, buscando profundas transformaciones o hasta su sustitución completa. Estas tres funciones corresponden, a grosso modo, a las tres ramas de la Iglesia Católica (y, hasta cierto punto, existen estas tendencias también dentro del protestantismo). La primera es la iglesia tradicional, conservadora, relativamente poco tocada por el nuevo espíritu generado por Vaticano II. A nivel popular, esta tendencia es evidente en la popularidad de la religión santorial y festiva, especialmente en el Brasil rural y en los pueblos pequeños. La segunda es la iglesia progresista, que busca regirse por el espíritu de Vaticano II y hasta por el principio de la “opción preferencial por los pobres” de Medellín y Puebla. Es la iglesia de las pastorales que detectan en la religión popular una semilla del verdadero evangelio que, al igual que el oro, debe ser depurado y separado de las impurezas que contiene. La meta es superar la imagen de la religión popular como una religión inferior y transformarla, a través de una formación oportuna y adecuada, en una religión auténtica y pura. Finalmente, existe la iglesia del pueblo, la de las comunidades eclesiales de base (CEB) y de la teología de la liberación. 207 Estas tienden a aceptar la religión popular como algo autónomo y auténtico, la expresión de un pueblo que podrá llegar a ser sujeto de su historia y el lugar donde se encuentra el mismo Cristo. 104 Nuestra investigación nos ha llevado a la conclusión de que en cualquiera de estos tres niveles de la religión popular, tanto entre católicos como entre protestantes, vamos a encontrar mujeres desarrollando servicios significativos, o sea, ejerciendo sus ministerios. 3.2.1 Los ministerios femeninos en la religión popular que afirman la sociedad actual Es claro que la afirmación generalmente es inconciente, pero su función, en un sentido sociológico, es la de afirmar y legitimizar la sociedad actual. Vamos a analizar tres ejemplos de este tipo de ministerio que comunmente no se consideran como tal. El primer ejemplo son las “beatas”, un tipo de ministerio ejercido principalmente en el siglo XIX. Desafortunadamente, “beata” tiene una conotación peyorativa. Pero una de sus definiciones en el Nuevo diccionario aurelio, “beguina”, es una buena pista para entender este ministerio. Anteriormente observamos que por causa de la dificultad que tenía la muchacha pobre medieval para entrar en los monasterios oficiales, empezaron a florecer las beguinas y las órdenes terciarias. Todo indica que algo semejante ocurrió en Brasil entre mujeres devotas, pero pobres y tan anónimas como sus hermanas beguinas de la edad media. ¿Cómo eran las beatas brasileñas del siglo XIX? Naturalmente, no hay unanimidad de pensamiento al respecto. Pero una evaluación de este fenómeno debe considerar seriamente la situación de los religiosos en general a principios de siglo, la cual podemos simbolizar con la 208 palabra decadencia. Los establecimientos monásticos, tanto de hombres como de mujeres, se habían deteriorado visiblemente: estaban casi vacios, la disciplina era muy relajada y ciertas órdenes como los benedictinos y las carmelitas, que poseían gran número de esclavos, eran consideradas ricas. Por lo tanto, cuando en 1826 el diputado Ferreira Franca dijo, “Que los frailes y las monjas acaben entre nosotros”, 105 se refería a una institución casi moribunda. Así como había acontecido en la Edad Media, “Los ricos comerciantes conmemoraban con mucha solemnidad y ostentación la toma de hábito de sus hijas, muchas veces llevadas al convento por conveniencia de la familia.” 106 El surgimiento de las “beatas” y de los “ermitaños” representó, para las personas humildes, una alternativa al monaquismo institucionalizado y decadente. El ministerio más marcado de las “beatas” parece haberse realizado en los “recogimientos” que eran una especie de pequeño convento, sin la burocracia religiosa y gubernamental que era parte integrante de los grandes conventos. Las beatas, al igual que las beguinas, no hacían votos perpetuos; sin embargo, de vez en cuando eran profesadas por padres o frailes. Joao Fagundes Hauck interpreta la obra de las beatas como un carisma, y describe su ministerio de la siguiente manera: Hay casos de beatas que se reunían fuera de cualquier organización oficial, dedicándose a la oración y a recoger niñas pobres o abandonadas; otras se unían a una orden terciaria, recibían aprobación y reglamento, siendo consideradas y llamadas monjas por el pueblo. Todas usaban hábito; vivían de actividades domésticas artesanales, como la fabricación de dulces y de flores artificiales. Muchos grupos de beatas recibían el nombre de recogimiento, lo que indica una de sus principales actividades, que era la de recoger niñas y muchachas en condiciones difíciles, inclusive el restablecimiento de prostitutas y la defensa de muchachas pobres. 209 Habían recogimientos tanto en las ciudades como en el interior más distante.107 Los obispos se manifestaban preocupados por las beatas, como había sucedido anteriormente con las beguinas. El Obispo Azaredo Coutinho, Obispo de Olinda (1798-1802), por ejemplo, estableció un reglamento sobre los recogimientos. Pero el Obispo de Bahía, Fray Francisco de Sao Damaso (1814-16) no mostró ninguna simpatía por esas mujeres devotas. Sus críticas, especialmente hacia el uso del hábito de monja y el llamarse “beata” aparentemente se debían al hecho de que ellas escapaban del “sistema” y, por lo tanto, del control de la jerarquía, además de la sospecha de que pudieran caer en ciertas formas de fanatismo. Sin embargo, luego de examinar la situación, como la presentaba Hauck, me inclino a creer que las beatas, lejos de ser las soberbias, hipócritas y ociosas mujeres que el Obispo Fray Francisco describía, en su mayoría, deben de haber sido mujeres consagradas “a Dios y al servicio del prójimo”, como las describe Hauck. 108 La mujer y las fiestas católicas populares. Suzel Reily realizó una investigación sobre la participación de la mujer en las fiestas populares en una pequeña ciudad al interior del estado de Sao Paulo. Luego de un estudio detenido de la Fiesta del Divino y otras fiestas importantes de la ciudad, Reily concluyó que muchas de ellas son esencialmente fiestas de fertilidad. La Fiesta del Divino, con toda su comida y faustuocidad busca “perpetuar la relación recíproca con el poder sobrenatural, a fin de asegurar la continuidad de la producción regional.” 110 El líder “visible” de las fiestas populares siempre es el “festeiro”, quien es escogido en función de su capacidad de proveer o obtener los recursos materiales esenciales para la realización de la fiesta, y el Padre. Sin embargo, la investi210 gación reveló que en el lugar investigado, la persona que realmente hace posible la realización de la fiesta - pero que permanece invisible durante su realización - es una mujer. Además, ella estableció por medio de un cuestionario ampliamente aplicado, que lo mismo sucede en muchos otros lugares. ¿Qué hace, específicamente, la “gran mujer” detrás de la fiesta en la ciudad investigada? En cuanto a lo “religioso”, ella hace las literas para los santos, también “confecciona el oratorio en el que se conserva la imagen del Divino durante la fiesta, el ‘imperio’..., se responsabiliza por idear las vestimentas de la procesión, por la organización de la secuencia del cortejo y tiene una posición importante en la coordinación de todos los eventos de la fiesta, inclusive la elaboración del programa impreso”. En cuanto a lo “extra-religioso”, ella organiza otras actividades de la fiesta, especialmente el baile de las cintas. 111 No sólo en la ciudad donde Suzel Reily realizó su investigación, sino también en muchas otras, según el testimonio de los padres que respondieron al cuestionario, las mujeres realizan muchos ministerios esenciales en las parroquias en las áreas de catequesis, liderazgo de grupos dentro de la iglesia, dirección de coros, etc. Dada la importancia central de las fiestas religiosas populares en la vida de las iglesias de pueblos, pequeñas ciudades y en la zona rural, es conclusión inevitable el hecho de que en estas áreas el ministerio femenino es verdaderamente fundamental. El último ejemplo de ministerios femeninos es el de las mujeres de la Congregación Cristiana de Brasil, quienes practican las “obras de caridad.” Walter J. Hollenweger, quien ha estudiado el pentecostalismo en todo el mundo, hace el siguiente resumen de este ministerio femenino en Sao Paulo: 211 Cada martes aproximadamente 390 personas realizan una reunión de oración. Después de la reunión, más o menos cien mujeres (en su mayoría analfabetas) permanecen para recibir la “obra de caridad” (probablemente conforme el antiguo oficio cristiano de las viudas). Una comisión de ocho, seis mujeres y dos hombres (los únicos hombres que tienen acceso a las obras de piedad), toma asiento en la mesa delante de los reunidos. Si una de las mujeres sabe de cualquier necesidad en su comunidad, ella puede pasar adelante y comunicarle la situación a la comisión. Entonces todos oran silenciosamente pidiendo la dirección del Espíritu Santo. Después, se propone una ayuda específica, sea dinero a ayuda directa. La propuesta de sólo una persona no es suficiente; debe ser confirmada por una segunda persona, si no, el pedido no se acepta. Si el pedido es apoyado por una segunda mujer y si es necesaria una ayuda monetaria, el dinero se desembolsa inmediatamente. La persona que pidió la ayuda tiene la tarea de aclararle a la persona que la recibe que el dinero no es de un individuo, sino de la Iglesia, en nombre de Dios. La persona que recibe no debe sentir humillación a causa del dinero; pero debe usarlo correctamente, pues el dinero es del Señor.112 3.2.2 Los ministerios femeninos en la religión popular que cuestionan la sociedad Como indicamos en la introducción a esta sección, aquí nos referimos a un cuestionamiento de las injusticias y otras anomalías de la sociedad, pero puede llegar a ser un rechazo de la sociedad como tal. Mujeres concientizadas, que no aceptan la pobreza como algo “natural” o el hambre como inevitable, ejercen ministerios que activamente cuestionan a la sociedad, claramente injusta. En este tipo de ministerio, la acción del pueblo, es decir del grupo, es lo usual, y no de la mujer como individuo. Un ejemplo de tal ministerio es el Movimiento contra la carestía. El gran problema económico de Brasil y de otros países latinoamericanos es su opresiva deuda externa, que tiene como consecuencia el hecho de que en realidad el Fondo Monetario Internacional (FMI) administra la economía del país. La reducción salarial, el incremento en el costo de 212 la vida y, para la gran mayoría de la población, la carencia de las necesidades básicas hasta el punto de la desnutrición y el hambre, son los frutos visibles de esta situación. Probablemente sin plena comprensión de toda esta situación, pero concientes de la creciente dificultad por colocar suficiente comida en la mesa para alimentar a la familia, las mujeres resolvieron luchar en contra de la carestía. Para muchas de las mujeres involucradas en este movimiento había un verdadero sentido de misión, como cristianas y como mujeres. Eva Alterman Blay hizo una buena y resumida descripción de este ministerio femenino. En el contexto mencionado anteriormente, ...las mujeres una vez más empezaron a organizarse y a salir a las calles. Socialmente consideradas responsables por el cuidado del hogar, el alimento de la familia y la conversión del dinero en comida para su marido e hijos, fueron impulsadas a salir a las calles y a reinvindicar una reducción en el costo de vida y una mejoría salarial. Se creó un movimiento - el Movimiento en contra del costo de vida - que en pleno período de represión se lanzó a las calles y recogió millares de firmas posteriormente enviadas al Presidente de la República. El gobierno trató de desmentir la autenticidad de las firmas que fueron recogidas públicamente y ampliamente reportadas por la prensa. Pero tuvieron que enfrentarse al hecho de que si la tan alabada ama de casa y madre de familia, aquella que nunca aprendió a hacer política ni a escribir, salía a las calles provista de una arma tan frágil como lo es una lista de firmas, realmente había que encarar la opresión salarial. Los ministerios se vieron afectados. Es claro que ningún gobierno cayó a causa de esto, pero también quedó en evidencia que se había iniciado un proceso en el que las quejas de los trabajadores ya no podían contenerse. Mujeres, socias clubes de madres, asociaciones de amas de casa, relacionadas a las parroquias, viviendo en la periferia, legitimaron este significativo movimiento social urbano - el Movimiento del costo de vida, luego llamado el Movimiento en contra de la carestía - que más que cualquier otro denunció la concentración de riqueza en el país. Desempeñando su papel de mujer, socialmente reconocido y legitimizado, ella transfirió a un amplio movimiento la legitimidad de su propio papel. Por una nueva vía, fuera de los partidos, los 213 sindicatos o los grupos políticos - los cuales se asociaron a ellas - las mujeres de las familias trabajadoras dieron inicio a un nuevo proceso social.113 3.2.3 Los ministerios femeninos en la religión popular que niegan la sociedad Esta tercera función, la de rechazar la sociedad vigente e intentar crear otra en su lugar, puede ser el ministerio de muchos hombres y mujeres sin que estén plenamente concientes de ello. Es probable que toda persona que cree en Cristo sienta que Cristo hace todo nuevo y que la novedad de su Reino debería ser más evidente. Como mínimo, no están satisfechos con las cosas así como están . La práctica de muchas mujeres, estén o no en la Iglesia, representa verdaderos ministeros de rechazo/sustitución o, en lenguaje más bíblico, de derrumbamiento/edificación (cp. Jer 1.10). Algunos ejemplos están muy a la mano - las madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires, por ejemplo. Al principio, el objetivo era bien específico - llorar el hijo o aquel ser querido “desaparecido” y reclamar su regreso a la familia. Pero con el tiempo, la presencia de esas madres se convirtió de una protesta en contra de la violencia institucional en un fuerte cuestionamiento de la legitimidad de un gobierno generador de esa misma violencia. Las mujeres de Brasil hicieron coro con los hombres en un grito comun de “directas ya” y, a pesar de la evidente frustración cuando el gobierno de Figueiredo se mostró sordo a la voz del pueblo, “directas ya” probó estar apenas un paso de “Tancredo ya”. Y el carisma del veterano político suscitó tal adhesión que la voluntad del pueblo terminó por hacerse, a pesar de las elecciones indirectas, por lo que el propio Tancredo Neves diría, “Esta es la última elección indirecta en Brasil.” El propio Movimiento contra la carestía, mencionado anteriormente, tiene en sí el potencial del rechazo/sustitución (pues realmente cuestiona una sociedad en la que el pobre no 214 puede comprar alimento adecuado mientras que otros tienen de sobra, producto de su explotación). Don Caludio Hummes, obispo católico de Santo André, informa que el día 20 de marzo de 1979, 80.000 metalúrgicos en huelga realizaban una asamblea en el Estadio de Vila Euclides en San Bernardo do Campo, SP. Una mujer, esposa de uno de ellos, pidió que se rezara el Padre Nuestro, subiendo ella misma a conducir a la multitud reunida en esa oración. Don Claudio defiende la acción de la mujer, pues la lucha por una causa justa es un verdadero apostolado, y la mujer participa en esta lucha lado a lado con su compañero de trabajo. 114 El lector y la lectora ya estarán cuestionando la posibilidad de ministerios “inconscientes”. ¿Pero no encontramos en la proclamación profética extrañas figuras como ministros de Dios, como Ciro de Persia, denominado el “ungido” de Dios (Is 45.1)? ¿Y qué decir de la sorpresa de los justos que preguntan: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿o con sed y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos extranjero y te hospedamos? ¿o desnudo y te vestimos?” etc. (Mt 25.37-39). La Iglesia del Pueblo está naciendo, especialmente a través de las comunidades eclesiales de base, y en esas comunidades la participación y el liderazgo de la mujer es muy evidente. Sí, mujeres son parteras de este significativo parto, el nacimiento de una nueva iglesia. La nueva comunidad de mujeres y hombres, laicas y religiosas, tal vez sea la primicia de la nueva tierra y del nuevo cielo que todo verdadero hijo y toda verdadera hija de Dios anhela y donde la condición edénica ciertamente será restaurada. Pues, Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, y la plenitud de esa imagen sólo es posible cuando abarca tanto a la mujer como al hombre en la misma condición de integridad, igualdad y dignidad con la cual Dios lo dotó en el acto de su creación. 215 Notas: 1 Véase nota 2 del primer periodo para la explicación de la periodización de esta Historia. 2 El ideal de la restauración fue nutrida por los valdenses y luego por los reformadores radicales, o sea, los “anabautistas”, pero no por Lutero, Zuinglio, Calvino y otros reformadores de la linea principal. 3 La frase significa, a grosso modo, “al punto que conducen Cristo”. Cp. Henri Strohl, El pensamiento de la reforma (SP: ASTE, 1963), p.75. 4 Desafortunadamente, Lutero percibió parcialmente las implicaciones de sus propios principios. “Mas en el N.T., el Espíritu Santo, hablando con San Pablo, ordenó que mujeres se silenciaran en las iglesias y asambleas, y dice que este era mandamiento del Señor. Cp. 1 Co 14.37. No entanto, el sabía que Joel proclamaba que Dios derramaría su Espíritu también sobre sus siervas. Además de esto, las cuatro hijas de Felipe profetizaban (Hch 2.1). Pero en las congregaciones o iglesias donde hay un ministerio, las mujeres deben mantener silencio y no predicar (1 Tm 2.12). De otra forma, pueden orar, cantar, alabar, decir ‘Amén’ y leer en casa, enseñar las unas a las otras, exhortar, confortar e interpretar la Escritura de la mejor manera posible.” Carta a Eberhard von der Tannen, en “Church and Ministry”, vol. II, Luther’s Works (Philadelphia: Fortress), vol. 40 de toda la obra, pp. 390-391. Es evidente, entonces que la actitud de Lutero, a pesar de reconocer una gran corriente de ministerios femeninos, severamente limitaba su predicación y pastorado, a no ser en casos extraordinarios. 5 Virginia Lieson Brerston y Crista Ressmeyer Klein, “American Women in Ministry” in Janet Wilson James, ed., Women in American Religion (University of Pennsylvania Press, 1980), p. 171. 6 Expositor Cristao, 1a quincena de noviembre, 1980, p. 11. 7 Ibid., 2a quincena de diciembre de 1980, p. 14. 8 Falta información más específica. 9 Julio o. Rosa, O Evangelho Quadrangular no Brasil (Belo Horizonte: Betania, 2a ed, 1978), p. 303. 10 Copia mimeografiada de la propuesta gentilmente cedida por el autor de la misma, el Rev. Obispo Sumio Takatsu. 11 Hay, además, paralelos, como las Vírgenes Vestales de Roma, etc. 12 The Ongoing Journey: Women and the Bible (New York: Women’s Division, Board of Global Ministries, UMC, 1977), p. 104. 13 Janet William James, op.cit., p. 28. 14 Probablemente la única iglesia en el período moderno a llevar al extremo lógico las implicaciones del sacerdocio universal es la de los valdenses. Una decisión en años recientes declara que los sacramentos pueden ser ministrados por cualquier miembro de la congregación que sea designado específicamente para este servicio, sin distincción de sexo. Gregorio Tourn, op.cit., p. 227. 15 Roland H. Bainton. Women of the Reformation, in Germany and Italy, (Minneapolis: Augsburg, 1971); idem, Women of the Reformation in France and England, (Boston: Beacon, 1973); idem, Women of the 216 Reformation from Spain to Scandivania (Minneapolis: Augsburg, 1977). 16 Hints for a Clergyman’s Wife: Or, Female Parochial Duties, (London, 1832), apid. Douglas, Minister’s Wives, (N.Y.: Harper and Row, 1965), p. 2. 17 “Minister’s Wife, Widow, Reluctante Feminist: Catherine Marshall in the 1950’s” en James, ed., op.cit., p. 258. 18 Carissima, en latín, tiene el mismo sentido que queridísima en español. Meine Herzliebe en alemán significa literalmente, el amor de mi corazón. 19 Women of the Reformation, Germany and Italy, p. 42. 20 Fue apenas la primera de sus publicaciones. 21 Fue de hecho preso en Estrasburgo pero pasó allí 10 años, y no los 6 meses que él había previsto. 22 Todo sobre Catarina Zell fue obtenido de Bainton,Women of the Reformation, Germany and Italy, p. 55-76. 23 “Virtuous Women Found”, en James, ed, op.cit., p. 69-73. Según Ulrizh, las “mujeres virtuosas” buscaban a Dios cuando jóvenes, oraban y ayunaban, disfrutaban de ir a la iglesia, leían, conversaban, escribían, manejaban bien la casa y se sometían a la voluntad de Dios. 24 El entusiasmo de Susana se remontaba a su lectura sobre la misión dinamarquesa en Tranquebar, India, donde Ziegenbalg y Plutschau, pietistas de Halle, realizaron una magnifica obra. El fracaso de la misión de Juan Carlos Wesley en Georgia no es de ninguna manera un reflejo negativo sobre Susana. La descripción de Susana está basada en gran parte en dos cartas: la primera de 6/2/1712 ella escribió a su marido Samuel, estando él en la convocación en Londres, y la segunda de 24/7/ 1232, ella escribió a Juan a petición de él, sobre la manera en que había criado sus hijos. Juan Wesley transcribió ambas cartas en su Journal, III, p. 32-39. 25 Citado de John Bartlett, Familiar Quotations, 11th ed. (Garden City, N.Y.: Garden City Publishing), p. 234. 26 Lutero los llamaba schwarmer, o sea, fanáticos. 27 No hay datos 28 De “La confesión: Obbe Phillips”, en George H. Williams y Angel M. Mergal, eds., Spiritual and Anabaptist WritersI, (Philadelphia: Westminster, 1957), p. 211. 29 Reforma y Contra Reforma (Vol. III de Nueva Historia de la Iglesia), (Petropolis: Vozes, 1971), p. 89. 30 La siguiente cita de Balurock deja claro que el movimiento anabautista no nació entre ignorantes: “Aconteció que Ulrico Zuinglio y Conrado Grebel, de la aristocrácia, y Feliz Manz - todos muy experimentados y hombres preparados en los idiomas aleman, latin, griego y hebreo - se reunieron para empezar a discutir asuntos de creencia entre sí, etc.” De Williams y Mergal, op.cit., p. 42. Hubmaier, en su erudito tratado sobre el Libre Albedrío, frecuentemente inserta términos latinos o griegos, (Ibid., p. 112-135). 31 Es probable que los anabautistas moderados también tuvieran profetisas entre ellos. 217 32 Parte de la “Crónica Huterita” en Williams y Mergal, eds. op.cit., p. 45-46. 33 Ibid. p. 143-144. 34 Anabaptism, a Social History, (Ithaca: Cornell Univ. Press, 1972), p. 335. 35 Véase la p. 96 para mayores informaciones sobre las beguinas. 36 Cp. Gaius Glenn Atkins y Frederick L. Fagley, History of American Congregationalism (Boston: Pilgrim Press, 1942), p. 18. 37 Bainton, Women of the Reformation, Germany and Italy, p. 145149. 38 Op.cit., p. 335. 39 Encyclopaedia Britannica, 1950, IX, 849-851. Es digno de notar que había entre los Amigos reuniones de mujeres, en las cuales participaban del “gobierno de la iglesia, disciplina de mujeres y el control de los miembros” según Dunn, op.cit., p. 43. 40 Fox dice que “Juez (Gerase) Bennet, de Derby, fue el primero en llamarnos cuáqueros, porque yo ordené que temblaran ante la palabra del Señor”, en 1650. En esta ocasión Fox fue preso por blasfemia, por haber apelado de la escritura que el espíritu santo era autoridad y guía. Cita de Bartlett, Familiar Quotations, p. 171. 4 La “reunión mensual” o monthly meeting corresponde, en términos generales al presbiterio, en la tradición presbiteriana. 42 Winthrop S. Hudson, Religion in America (N.Y.: Charles Scribner’s Sons, 1973), p. 46. 43 Para más información sobre Elizabeth Fry, véase Memoirs, with Extracts from her Journals, editado por dos de sus hijas. Un ejemplo norteamericano interesante de mujeres cuáqueras involucradas en la reforma social es el de las hermanas Grimke. A pesar de vivir en el estado de Carolina del Sur, el primero en separarse de la unión, estas hermanas participaron activamente en la lucha abolucionista a través de conferencias anti-esclavistas presentadas a auditorios “mixtos”, o sea, de hombres y mujeres. 44 W.J. Townsend, A New History of Methodism, (Nashville: Methodist Publishing House, sd), I, 292, declara que Lady Huntington habían animado a Maxfield a que ejerciera su don de predicación. Ella también cita el consejo de la vieja Sra. Canning, de Evesham, respecto a Thomas Westhall; ella afirmaba que el laico Westhall predicaba la verdad y gozaba tanto de la aprobación de Dios como de los hermanos Wesley. 45 Ibid., I, 322. 46 15/12/1789, Letters of John Wesley, (London: Epworth, 1938), VIII, 190. Never scream es el consejo de Wesley en el ingles original. Las nueve cartas que sobrevivieron dan evidencia de los cuidados especiales de Wesley para con Sarah. Ella predicó muchas veces al aire libre, en sótanos y en carretas, cuando le faltaban capillas. 47 Townsend, op.cit., I, 455. 48 Townsend, op.cit. I, 413. 49 Ibid., I, 586. 50 Todo el párrafo de Townsend, I, 509-510. 218 51 El Ejercito de Salvación tiene raíces en el metodismo, pero difícilmente podría ser considerado una rama del metodismo. 52 Su marido había sido, antes del matrimonio, Sydney Clibborn, pero al casarse agregó el apellido de su esposa al suyo, pasando a ser Sydney Booth-Clibborn y su esposa Catarina Booth-Clibborn. 53 Emma se casó con Frederick St. George Latour Tucker, quien inició la obra del Ejército de Salvación en India en 1881. Tucker también agregó el apellido Booth al suyo. 54 Los valdenses, que surgieron en la edad media, ya fueron considerados en el Segundo Período y pero eso no son tratados aquí. 55 Por “grupos principales del metodismo” entiéndase, en Inglaterra, la Iglesia Metodista Wesleyana o, después de 1932, The Methodist Church; en los Estados Unidos, entre 1839 y 1968, The Methodist Church y después de 1968, The United Methodist Church. 56 La Iglesia Metodista Episcopal permitió en 1924 que mujeres fuesen predicadoras locales, pero es hasta 1956 que The Methodist Church (resultado de la unión de las tres ramas principales del metodismo norteamericano) concedió derechos clericales plenos a la mujer. 57 El término mainstream designa las confesiones mayores como episcopales, luteranos, presbiterianos, congregacionalistas, metodistas, bautistas, etc. 58 Martín Lutero, alemán, vivió y trabajó su vida entera en territorio considerado cristiano; además, los estados alemanes, a diferencia de las potencias católicas como Portugal, España y Francia, no poseían colonias en tierras paganas. Por ende, su contexto no estimuló las misiones. Además, la exégesis que Lutero hacía de la “gran comisión” (Mt 28.20), liberaba a los alemanes del siglo XVI de obediencia al “id” de Cristo pues, según Lutero, los apóstoles ya habían cumplido la orden. Calvino entendía que la orden de Cristo sólo se aplicaba a los primeros cristianos y no a los cristianos comunes. A pesar de intentos recientes de demostrar que Lutero no era tan indiferente hacia las misiones, se mantiene el hecho de que el protestantismo del siglo XVI fue casi nulo en materia de misiones a pueblos no-cristianos del período. 59 La expresión el “gran siglo” es de Kennth Scott Latourette, en su obra de siete volumenes, History of the Expansion of Christianity, (N.Y.: Harper, 1938). 60 R. Pierce Beaver, “Pioneer Single Women Missionaries”, Missionary Research Library: Occasional Bulletin,Vol. 4, n.2, 30, 09, 1953. Beaver concluyó que apenas 11 misioneras solteras partieron de los EEUU antes de 1861. Información citada en Barbara Welter, “She Hath Done What She Could”, in James, ed. op.cit., p. 113. 6 James, ed, Ibid., p. 144. 62 Wade Crewford Barclay, History of Methodist Missions, (N.Y.: Borad of Missions of the Methodist Church, 1949), III, 498-500, dice que el pueblo metodista norteamericano sólo empezó a apreciar la intensidad de la obra femenina después del inicio de la publicación de la revista Heathen Woman’s Friend, en la que las esposas de los misioneros describían su trabajo, especialmente con las mujeres no cristianas. Cita el 219 ejemplo de D.W. Thomas quien, en 1869, informó acerca del orfanatorio para niñas en Bareilly, India, sin ni siquiera mencionar el nombre de su esposa, directora de la obra. Barbara Welter, op.cit, explicó la necesidad de las misioneras por el hecho de que “los pavellones de mujeres de China, las Zenanas de India, las habitaciones femeninas de Japón, Africa y Persia no podrían ser penetrados por hombres, fuera misionero o médico” (p. 118). Wleter también comentó: “Cuando los hombres abandonaron la ‘zenana’, o harén y ‘purdah’ a las mujeres, también abandonaron gran parte de su superioridad bíblica. En todo, menos en nombre, las mujeres se convirtieron plenamente en predicadoras” (p. 124). 63 “In 1861 there was one organized woman’s society in our country (USA), in 1910 there were forty-four.” (En 1861 había una sociedad femenina organizada en nuestro país (USA), en 1910 habían 44). Así informa Helen Barret Montgomery, Western Women in Eastern Lands, apud., Ruth A. Tucker, From Jerusalen to Irian Jaya (Grand Rapids: Zonderva, 1983), p. 232. 64 El examen del índice de una historia como la de Stephen Neill, misiones Cristianas, (Lisboa: Ulisea), es extremadamente desalentador para quien busca nombres de misioneras. Nombres de mujeres, con la excepción de algunas mártires y reinas o nobles, son escasos. Entre los pocos encontramos a la Dra. Ida Scudder, “fundadora del gran centro instructor de médicas y mas tarde de médicos en Vellore” (p. 285) y a Helen Willis, de los Hermanos de Plymouth, la últimas de los misioneros en dejar la China comunista en Abril de 1859; casi todos salieron entre 1951 y 1953. 65 Clementina Butler, quien había servido en la India durante 9 años con su marido, el Dr. William Butler, fue la persona mas responsable por la creación de la Sociedad Metodista, que estuvo muy ligada a las zenanas de la India. Clementina y siete otras mujeres organizaron la sociedad el 23 de marzo de 1869; un año despues las mujeres habían recaudado $7,000 y reclutado y enviado para la India sus primeras dos obreras, Swain y Thoburn. Barclay, op.cit., III, 140, 502. 66 Barclay, op.cit., III, 507, 508. Latourette, op.cit., VI, 190. Para mayores detalles, véase Mrs. Robert Hoskins, Clara A. Swain, M.D., First Medical Missionary to the Women of the Orient, (Boston: Foreign Missionary Society, 1912). 67 Carta del 14/4/1876, de los archivos de la Foreign Mission Board of the Southern Baptist Convention, Richmond, Virginia, EEUU. Gentilmente suministrada por Doroty Owen, asistente de archivo. 68 Tucker, op.cit., p. 237. 69 Ibid., p. 121. 70 Ibid., p. 237. 71 Citado en Deen, op.cit., p. 263. 72 Sara Morley era hermana de un conocido miembro del Parlamento Inglés, Samuel Morley; Ismael da Silva Junior, Heróis da Fé Congregacionais, Dr. Roberto Reid Kalley y D. Sara Poulton Kalley (Río de Janeiro: Iglesia Evangélica Fluminense, 1972), Vol. I, p. 63. 73 Esboço Histórico da Escola Dominical da Igreja Evangélica 220 Fluminense, 1855-1932, (Río de Janeiro, 1932), p. 38-39; Joao Gomes da Rocha, Lembranças do Passado, (Río de Janeiro, 1941-56), I, 33. 74 Henriqueta Rosa Fernandes Braga, Música Sacra Evangélica no Brasil, (Río de Janeiro: Kosmos, 1961), p. 125. 75 Ismael da Silva Junior, op.cit., I, 52, 66. 76 Ibid., p. 65. 77 Según Ismael da Silva Junior, op.cit, p. 58, eran Joao Gomes da Rocha y Sia Azara. 78 Zacarías Campelo, Minha Vida y Minha Obra (Río de Janeiro: Casa Bautista, 1970), p. 180. 79 Antonio N. de Mesquita, História dos Batistas no Brasil, (Río de Janeiro:Casa Bautista, 1941), II, p. 118-121; cp. A.R. Crabtree, Baptists in Brasil, (Río de Janeiro: Casa Bautista, 1953), p. 134-137. 80 El “Colegio Americano” es ahora oficialmente el Instituto Metodista de Educaçao y Cultura. La información del párrafo es principalmente de Joao do Prado Flores, Seu Maior Amor, (Sao Paulo: Colegio Americano, 1955), p. 17,67,69,72,82,103. También Barclay, op.cit, ., III, p. 780-781. Cp. Daniel P. Monti, Asi Brille Vuestra Lua, (Buenos Aires: La Aurora, 1944). 81 El nombre oficial en alemán era Rehinisch-Westfälisher Gefängnisverein. 82 Florence Nightingale, (Río de Janeiro, 1934), p. 36. 83 Se trata de Christopher Gottlieb Müller, quiennn huyó de Alemania hacia Inglaterra a fin de escapar del servicio militar. Convertido al metodismo, regresó a Alemania en 1830 donde predicó a grandes auditorios, llegando a organizar sociedades y escuelas dominicales metodistas. En 1831 se convirtió oficialmente en misionero de la Wesleyan Missionary Society y estableció obras en Wurttemberg y otros lugares en el sur de Alemania. Más tarde, L.S. Jacoby, imigrante convertido en norteamérica, estableció obras metodistas en Bremen, en el norte. 84 Barclay, op.cit., III, 1004. 85 Paulo Neff Garber, The Methodists of Continental Europe, (New York, 1949), p. 37-38; Ivan Lee Holt, The Methodists of the World (New York, 1950), p. 26. 86 Joachim Fischer, en “Geschichte der Evngelischen Klirche Luterischen Bekentnisses in Brasilien” (Historia de la IECLB), Es Begann am Rio dos Sinos, (Erlangen: Verlag der Ev. - Luterschen Mission, 1970), p. 140. También Cristolph Jahn, “Erneuerte Diakonie” en el mismo libro, p. 31. 87 Anuário Evangélico 1982 (Sao Leopoldo: Editora Sinodal, 1982), p. 52-53. Diaconisas han trabajado en otras iglesias en el Brazil, mayormente en las de raíces alemanas como por ejemplo, el Cristianismo Decidido. Los Metodistas también tuvieron una orden de diaconisas de 1954 a 1971 (véase Reily, Historia Documental, p. 406). 88 Véase Jether Pereira Ramalho, Práctica Educativa e Sociedade, (Rio: Zahar, 1976) para una buena discusión al respecto. 89 Como ejemplo, cp. H.C. Tucker, Autobiografía, (inédita); véase Reily, Historia Documental, p. 282-287, para un extracto del capítulo XII de la autobiografía de Tucker, “Servicio Social.” 221 90 Cuadernos de teología (Vol. VI, n. 3, 1983, p. 47-55). La hermana Juana Inés de la Cruz (1651-1695), natural de México (Nueva España), fue monja en el Convento de San Jerónimo en la Ciudad de México desde 1669. La autora, la Dra. Beatriz M. Couch, recibió su doctorado en la Faculté de Théologie Protestante de la Universidad de Estrasburgo, Francia, habiendo defendido su tésis sobre la obra hermenéutica de Paul Ricoeur. Ella es una de la importantes teólogas de América Latina hoy. 91 Ibid, p. 52-55. 92 Véase su autobiografía en “Carta a sor Filotea de la Cruz”, de 01/03/ 1691, comentada por Couch, Ibid., p. 49-52. 93 Suponemos que Juana está argumentando en contra del famoso “Sermón del mandato” predicado en Roma en 1670 que se encuentra en el vol. V. de los Sermones del Padre Antonio Vieira, Porto, pues en ese sermón Vieira utiliza la expresión “mayor fineza” y dice probar que la mayor fineza del amor de Cristo fue su ausencia. 94 Op.cit., p. 53. 95 (San José, Costa Rica: DEI/SBL, 1991). 96 CLAI, Jesucristo, vocación comprometida con el Reino, 1982, Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), Actas de la asamblea constitutiva, Lima, Perú, 12 a 18 de noviembre de 1982, p. 5,6. 97 Fotocopia de la conferencia distribuida en ocasión del Instituto; versión en español, “El Wesley de los pobres”, en José Duque, ed., La tradición prtestante en la teología latinoamericana, (San José: DEI, 1983), p. 219-236. 98 Publicación de la Facultade de Teología. 99 Op.cit., p. 111-112. 100 Estadísticas de 1974, Eula K. Long, “Eunice Gabbi Weaver”, en Nolan B. Harmon, ed., The Encyclopedia of World Methodism, (Nashville: United Methodist Publishing House, 1974), II, P. 2478. 101 Ella asistió, entre otras reuniones internacionales, a los congresos internacionales de leprología en Cairo (ya mencionado), Habana, Madrid, Tokio y Río de Janeiro; la octava Conferencia Panamericana de la Niñez en Washington (1924), etc. Recibió, en 1942, la Orden Nacional del Mérito, con grado de comentador; en 1956 recibió la Orden de Mérito Aeronáutico, primera mujer no ligada a la Fuerza Aérea Brasileña a recibir tal honra. También recibió la Orden de Mérito de Paraguay, de Cuba y de Venezuela y fue declarada ciudadana honoraria de más de 20 ciudades y estados brasileños; Ibid, II, p. 2478. Véase también Expositor Cristiano, 15 de abril de 1970, p. 14, donde el Vereador Lenildo Freitas Magdalena pide que una de las vías públicas de Sao Bernardo do Campo, SP, reciba el nombre de Eunice Weaver y que se registre en actas un voto de profundo pesar por su fallecimiento, ocurrido el día 9 de diciembre de 1969. 102 Toda esta sección sobre la Hermana Dulce se basa en el artículo de Lloyd E. Young, “Three Women Changing the World”, en New World Outlook, (February, 1985), p. 34-35. 103 Joao Fagundes Hauck, et.al., Historia da Igreja no Brasil (Historia Geral da Igreja na América Latina), Tomo II, p. 217-219. 104 Germán Neira, “Presupuestos de un método de investigación de la 222 religión popular” en Teología Xaveriana, Año 34, 2 no. 71 (Abril a junio, 1984), passim. 105 Hauck, op.cit., p. 91. 106 Ibid., p. 92. 107 Ibid., p. 121. 108 Ibid, p. 93,121. 109 “Atrás de Toda Grande Festa Existe Uma Grande Mulher”, manuscrito inédito, Marzo, 1984, proyecto patrocinado por la Fundación Carlos Chagas, p. 70-71 y passim. Como fruto de la misma investigación, la autora publicó bajo el título “Nossas Senhoras, o modelo e as cópias” en Comunicacao e Sociedade, no. 12, Octubre de 1984, p. 65-77 y “A Senhora do Divino: A Mulher na Festa e na Comunidade” en Cadernos de Pesquisa (Fundación Carlos Chagas), no. 54, agosto, 1985, p. 16-25. 110 Reily, “A Senhora do Divino”, p. 18-19. 111 Ibid. 112 The Pentecostals (London: SCM, 1972), p. 90-91. 113 “Mujeres e Movimentos Sociais Urbanos no Brasil: Anistia, Custo de Vida e Creches” en Encontros com a Civilizacao Brasileira, no. 26, 1980, p. 64. 114 Información tomada de una conferencia presentada en marzo, 1985 en el Instituto Metodista de Ensino Superior, Rudge Ramos, S.B. do Campo, SP, y confirmada en carta de Don Claudio Hummes al autor, con fecha del 25 de abril de 1985. 223 224