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Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Juan 17: 20-21 Cuando leo esta oración que Jesús eleva al padre, solo puedo traer a mí memoria la experiencia vivida en la iglesia de la Reconciliación en Taizé, Francia. Un día de esos difíciles, en lo que me sentía desanimada y muy cansada en todo mí ser. Estaba en consejería pastoral (vía chat), la pastora decide compartirme una presentación en Power point, la cual traía como fondo la siguiente canción; Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene, nada le falta. Nada te turbe, nada te espante, sólo Dios basta. Desde entonces empecé a averiguar sobre el origen de la canción y llegue a encontrarme con información que hablaba sobre la comunidad de hermanos ecuménicos de Taizé. Dentro de mí se despertó un gran interés por poder ir y conocer esta comunidad y ver y vivir esa experiencia ecuménica. Mi idea inicialmente sobre estar en Taizé, sería sinónimo de cantos y oración. Sin embargo, cuando tuve la oportunidad de ir a este lugar, en la semana santa de 2013, me encontré con una vivencia de la fe y del ecumenismo, que no se limitaba a una interiorización de la vivencia con Dios, sino que nos llamaba a estar activos y en pro del servicio de las y los otros. Estar en Taizé, es desde luego orar y cantar, pero además es estar al servicio del otro y de la otra que no hace parte de tu denominación, de tu país, idioma, continente o cultura. Es estar dispuesto y dispuesta a vivir a Cristo en su diversidad y riqueza. Es aprender a escuchar y también a callar y sobre todo, es aprender a ser uno, como Jesús lo es con el Padre. Después de vivir esa experiencia de una semana, el deseo de volver iba aumentando en mi corazón y gracias a Dios y la hermana Alicia (hermana de contacto en Taizé), puede regresar en el mes de julio y quedarme allí por un mes. Para este tiempo (verano), se reciben a muchos jóvenes del continente europeo, pero de manera especial y con ayuda de un fondo de donaciones, se invitan a Jóvenes del caribe y América del Sur, Asia y África. Los invitados del caribe y del sur de América, eran todos cristianos católicos (debido a que ninguna otra denominación, de este continente. Hasta entonces había solicitado entablar lazos de amistad con Taizé). Aunque yo no era invitada por la comunidad de los hermanos, me invitaron a participar en los encuentros que ellos semanalmente tenían, al igual que representar al continente y a Colombia, en algunas presentaciones. Al principio, fue un poco impactante, para mis compañeros y compañeras darse cuenta que yo no era católica romana, porque aún se continua teniendo la idea que en este continente, todos somos católicos. Sin embargo, el compartir y conocernos, nos llevó a pasar las fronteras de las denominaciones y unirnos en Cristo. Tanto que aun continuamos en contacto y oramos los unos por los otros. La experiencia en esta ocasión, por haber sido más larga, me permitió conocer otros espacios de vida de la comunidad, me permitió conocer a más personas, quienes voluntariamente venían de diferentes partes de mundo, a prestar un servicio a la comunidad en general. En ese tiempo, también tuve la experiencia de preguntar por la posibilidad, que uno o una de nuestros jóvenes, pudiera ser invitado por los hermanos de la comunidad y así vivir este tiempo de oración, servicio y ecumenismo. La respuesta fue dada el día 09.12.13, donde el hermano Héctor, encargado para América latina, confirma la invitación a la IELCO, para llamar a un o una joven comprometido con la iglesia a ir como invitado a la Iglesia de la Reconciliación en Taizé, Francia. Particularmente estoy muy feliz, por esta puerta que se abre para la IELCO y ruego a Dios, sea una experiencia de bendición para aquella o aquel que vaya a ir. Lizbeth Zulanlly Chaparro Camargo.