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Las Tentaciones… (3): ¡No nos dejemos robar el Evangelio! Las tentaciones de los agentes pastorales (misioneros, animadores, educadores, sacerdotes, consagrados y consagradas, catequistas, ministros…) No a la mundanidad espiritual. ¡No nos dejemos robar el Evangelio! 1. Una aproximación y lectura pastoral de la Exhortación del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio”, para compartir en grupos de agentes pastorales. Mientras seguimos avanzando en la lectura de las palabras del Papa Francisco, empezamos a encontrar algunas tentaciones muy presentes pero, tal vez, difíciles de captar en su concepto. Una de ellas es la mundanidad espiritual, que ya en su propia definición nos puede resultar algo extraña. Por eso, esta vez invertiremos algunos pasos y nos tomaremos un tiempo para “estudiar” un poco más a fondo los puntos del texto de Francisco que leeremos y en algunos conceptos allí presentes. Después veremos cuánto de esto hay en nuestras prácticas pastorales habituales, para reflexionarlo, rezarlo y convertirlo. Comenzaremos como en las otras oportunidades con la canción y un trozo del Evangelio que ya hemos usado: El Dios de la vida https://www.youtube.com/watch?v=PXm0HGP5qJ8 Mateo 28, 18 – 20: Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo 2. Precisaremos detenernos a leer con atención y, si es necesario, recurrir a la ayuda de otros recursos didácticos estos numerales. Esa será la primera tarea: leer, marcar lo que no entendemos, subrayar lo que más nos llama la atención (sea porque nos gusta o porque no estamos de acuerdo) y colorear lo que nos cuestiona personalmente (esto último lo reservaremos para más adelante). A los costados del texto del Papa encontraremos algunas citas que pueden aclarar parte del mismo. Las Tentaciones… (3): ¡No nos dejemos robar el Evangelio! NO A LA MUNDANIDAD ESPIRITUAL MUNDANIDAD ESPIRITUAL 93. La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de La «mundanidad espiritual» religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria es una tentación peligrosa del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor porque «ablanda el corazón» con el egoísmo e insinúa en reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que crean, ustedes que se los cristianos un «complejo glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de de inferioridad» que los lleva Dios?» (Jn 5,44). Es un modo sutil de buscar «sus propios intereses y no a uniformarse con el mundo, los de Cristo Jesús» (Flp 2,21). Toma muchas formas, de acuerdo con el a actuar «como hacen tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar todos», siguiendo «la moda más divertida». relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, «sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral». 94. Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, Esta corriente de pensamiento una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una místico, subjetivista e determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos individualista, considera que que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto algunos pueden resguardarse queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus en un conocimiento de Dios o experiencia espiritual íntima y sentimientos. La otra es el neopelagianismo autorreferencial y superior. Queda sólo guardado prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y a la persona, sin tener una se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por dimensión comunitaria, y es ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del exclusivo de algunos pocos pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar privilegiados. a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo NEOPELAGIANISMO antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas En este caso estamos desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo hablando de una negación de evangelizador. GNOSCTICISMO la Gracia de Dios, es decir, la confianza única e ilimitada en la voluntad del hombre para obrar bien, así como para tener un gran cambio interior (conversión) solamente por deseo y esfuerzo. Naturalmente, una confianza tan exagerada en las propias fuerzas hace soberbio al ser humano y relega a Dios. 95. Esta oscura mundanidad se manifiesta en muchas actitudes aparentemente opuestas pero con la misma pretensión de «dominar el espacio de la Iglesia». En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. En otros, la misma mundanidad espiritual se esconde detrás de una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial. También puede traducirse en diversas formas de mostrarse a sí mismo en una densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones. O bien se despliega en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como Las Tentaciones… (3): ¡No nos dejemos robar el Evangelio! organización. En todos los casos, no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado y resucitado, se encierra en grupos elitistas, no sale realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes sedientas de Cristo. Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica. 96. En este contexto, se alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando. ¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es «sudor de nuestra frente». En cambio, nos entretenemos vanidosos hablando sobre «lo que habría que hacer» —el pecado del «habriaqueísmo»— como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera. Cultivamos nuestra imaginación sin límites y perdemos contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel. 97. Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores ajenos y se obsesiona por la apariencia. Ha replegado la referencia del corazón al horizonte cerrado de su inmanencia y sus intereses y, como consecuencia de esto, no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio! 3. Hemos leído este profundo texto y ahora es el momento de compartir nuestros descubrimientos, dudas, cuestionamientos… En pequeños grupos, según la cantidad que seamos, podemos ir compartiendo lo marcado, subrayado y resaltado, orientados por las preguntas: o ¿Descubro algunas de estas cosas en nuestra experiencia pastoral? ¿Cuáles? o ¿En qué se manifiestan en nuestra comunidad? o ¿Qué me provocan? Haremos un listado de los mayores perjuicios que la mundanidad espiritual trae a la comunidad pastoral y nos preguntaremos: ¿Cómo ayudarnos para que personal y comunitariamente venzamos estas consecuencias de la mundanidad espiritual? Por ejemplo: Perjuicios APARIENCIA SOBERBIA INDIVIDUALISMO … Estrategias para combatirlas … … … … Las Tentaciones… (3): ¡No nos dejemos robar el Evangelio! 4. La Palabra de Dios llega a nosotros para transformarnos; no solo para darnos un lindo mensaje, sino para convertirnos radicalmente. En este momento de nuestra reflexión y de la vida de nuestra comunidad pastoral llega para decirnos lo siguiente Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto. (Romanos 12, 1-2) Teniendo en cuenta lo compartido antes y a la luz de la Palabra nos preguntamos ¿Cuál es la mayor transformación que necesito para no caer en la mundanidad espiritual? 5. El Papa termina el capítulo que leímos diciendo: “Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo…”. Invoquemos al Espíritu cantando esta canción: SOPLA (http://youtu.be/uuFqBR-Yk0g). Junto con ella presentamos un cartel con lo escrito sobre los perjuicios y estrategias. Y rezamos juntos la oración del Buen Humor, actitud tan cercana y necesaria para la evangelización, elaborada por Santo Tomás Moro. Concédeme la salud del cuerpo, Con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las coas de nuevo en orden. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama: YO. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, Para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. ASI SEA