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1 Salud Mental y VIH/SIDA Por el Dr. Michael B. Blank Profesor Adjunto de Psicología, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina Perelman, Universidad de Pensilvania, Filadelfia. Todo médico que trata pacientes con VIH/SIDA reconoce que los trastornos afectivos concurrentes (por ejemplo, depresión mayor, trastorno bipolar), los trastornos por abuso de drogas, trastornos cognitivos, y los trastornos por ansiedad también son parte del mismo cuadro. Con frecuencia, estos pacientes son excluidos de ensayos clínicos aleatorizados y otros tratamientos, y, como resultado, se pierde la oportunidad de proporcionar asesoramiento informado a los médicos que tratan pacientes con estas comorbilidades. Las personas que padecen trastornos mentales tienen un mayor riesgo de contraer y transmitir VIH. Se cree que este incremento en el riesgo se debe a un alto índice del uso de drogas, inclusive las inyectables, al comportamiento sexual riesgoso, a la victimización sexual y a la prostitución. En un estudio reciente se descubrió que se cuadruplicaron las infecciones por VIH en personas que reciben asistencia en salud mental dentro de un marco terapéutico, en Filadelfia y Baltimore.1 De los individuos que fueron sometidos a pruebas de VIH en las unidades de internación de tratamiento psiquiátrico de las universidades (n=288), el 5,9% fueron VIH positivos; en los programas de tratamiento asertivo comunitario (n=273), el 5,1% fueron VIH positivos, y en los centros comunitarios para la salud mental (n=501), el 4,0% estaban infectados. Se asoció la infección por VIH al origen afroamericano, a la homosexualidad, la bisexualidad, a la co-infección por el virus de la Hepatitis C y a la severidad de la sintomatología psicquiátrica . Tal estudio sugiere que se realice una prueba de rutina de VIH tanto a los pacientes internados como a los ambulatorios. Cuando el trastorno mental pone en alto riesgo la adherencia al tratamiento por VIH, la salud pública se ve amenazada; aumenta la carga viral en la comunidad y existe la posibilidad de que se desarrollen tipos de virus resistentes al tratamiento. Es por ello que quienes padecen trastornos mentales pueden ser un vehículo de transmisión del VIH. Es altamente necesario mejorar la atención médica continua a través de la detección temprana de las infecciones, incrmentando el acceso a los tratamientos para VIH y reforzando la adherencia a los tratamientos de manera que los pacientes puedan mantener las cargas virales no detectables. Hoy en día, las consecuencias desfavorables de las infecciones por VIH distan de ser inevitables. Las personas con trastornos mentales e infecciones por VIH que reciben buena atención sanitaria pueden alcanzar una adherencia similar a la que se registra en las personas no infectadas. En realidad, hay evidencia de que recibiendo una asistencia adecuada, estos pacientes pueden mejorar la adherencia al tratamiento, y de esta manera disminuir la probabilidad de discontinuación de la terapia antirretroviral (TARV). Prevalencia estimada Los factores de riesgo asociados a las infecciones por VIH en las personas con trastornos mentales son los mismos que los de la población general. Tales factores incluyen prácticas sexuales sin protección y el uso de drogas. La prevalencia estimada de las infecciones por VIH en pacientes con trastornos mentales graves durante los años 90 e inicios del 2000 osciló entre el 1% y el 23%.2,3 La prevalencia estimada a partir de estos estudios ha variado enormemente dadas las diferencias metodológicas en los muestreos, particularmente la dependencia en muestreos de conveniencia de los individuos de alto riesgo en instituciones o áreas geográficamente restringidas. El pequeño tamaño muestral también compromete estas estimaciones Un análisis de los datos del registro de VIH/ SIDA de Nueva Jersey mostró que el 5,7% de los pacientes con esquizofrenia también estaban infectados con VIH.4 En otro estudio, pacientes con trastorno del espectro esquizofrénico demostraron ser 1,5 veces más propensos a contraer VIH, mientras que aquellos con trastornos afectivos más graves fueron 3,8 veces más propensos. Según registros médicos administrativos de muestras nacionales pertenecientes a la Administración de Veteranos (VA, por sus siglas en inglés), también se destacaron índices elevados de infecciones por VIH en pacientes con trastornos mentales graves.6 Las estimaciones basadas en muestras epidemiológicas reales son escasas. Quizás, sea por las deficiencias existentes en los sistemas de detección que estas estimaciones no pueden, con frecuencia, establecer un panorama claro para quienes sufren trastornos psicóticos graves. Un estudio reciente que utilizó datos de la Encuesta Epidemiológica Nacional sobre Alcohol y Problemas Relacionados ( NESARC, por sus siglas en inglés) reveló que los hombres con VIH eran significativamente más propensos a un gran rango de diagnósticos, comparados con sus contrapartes VIH negativas.7 La prevalencia de trastornos psiquiátricos en un período de 12 meses se estratificó por género; el objetivo fue de reconocer el aumento en el riesgo de padecer un trastorno psiquiátrico como una función de la interacción género/ 2 estado del VIH. Los hombres con VIH positivo fueron más propensos a los trastornos del estado de ánimo, episodios depresivo mayor / distimia, cualquier trastornos de ansiedad y trastornos de la personalidad que los hombres que no estaban infectados con VIH. Las mismas comparaciones no fueron significativas en las mujeres. La prevalencia de la infección por VIH en comorbilidad con un con trastorno psiquiátrico comórbido puede verse subestimada debido a la posibilidad de que no se recopilen todos los diagnósticos de VIH. Aquellos que sí son recopilados, pueden no estar relacionados realmente con las pruebas confirmadas de VIH-positivo dentro de una base de datos administrativa. Cuando se utilizó una estrategia de comprobación más directa, se observó infección por VIH en el 10,1% de los pacientes. Estos hallazgos indican la existencia de serias deficiencias en la atención a los pacientes, lo cual da cuenta de una mayor discriminación hacia aquellos con trastornos mentales con respecto a la identificación del VIH. Carencia de guías de tratamiento Se han desarrollado relativamente pocas guías de tratamiento, para los médicos que tratan pacientes con VIH y trastornos mentales. Estas pautas están enumeradas en la Tabla 1. Nótese que los lineamientos de 2000 y 2010 de la Asociación Americana de Psiquiatría podrían no estar vigentes.8,9 Los miembros de la Organización de SIDA – Psiquiatría (OPA, por sus siglas en ingles) realizaron una encuesta por Internet con el objetivo de identificar el uso común de psicofármacos10. Con una tasa de respuesta de solo el 39% (n=69), los hallazgos deberían interpretarse con cuidado; sin embargo se observaron ciertas tendencias respecto del tratamiento: para el tratamiento de primera línea contra la depresión, escitalopram/citalopram; para la psicosis y manía secundaria, quetiapina; y para la ansiedad, clonazepan. Miembros de la Academia Americana de Medicina en VIH (American Academy of HIV Medicine) realizaron una encuesta nacional focalizada en la iniciación de TARV para los pacientes con esquizofrenia e infección comórbida por HIV.11 Los resultados demostraron que los médicos admiten la importancia de recomendar la TARV a los pacientes, así como también la de evitar el uso de medicación antirretroviral con efectos adversos neuropsiquiátricos conocidos. Estos estudios han impulsado el desarrollo de componentes curriculares biopsicosociales para la capacitación de los residentes en psiquiatría.12 Episodio depresivo mayor y Trastornos afectivos La depresión y otros trastornos afectivos son comorbilidades habituales en todas las enfermedades crónicas, incluso en las infecciones por VIH, y presentan un desafío clínico particular. Con frecuencia, interfieren en la adherencia a los TARV, además de hacerlo en otros aspectos del propio cuidado, en las consecuencias virológicas e inmunológicas, y en la calidad de vida. La depresión es la comorbilidad psiquiátrica con VIH más común.13 Se llevó a cabo un metanálisis para evaluar la relación entre la depresión y la adherencia a la medicación contra el VIH con el fin de determinar el tamaño del efecto l y de examinar los posibles moderadores metodológicos y de medición.14 La depresión estaba significativamente asociada a la falta de adherencia; se descubrieron mayores efectos en estudios que recolectaban datos a través de encuestas vs. cuestionarios 3 autoadministrados.14 Se descubrieron efectos mayores al considerar la depresión dentro de un rango de severidad en vez de como una variable dicotómica. No se encontraron diferencias en los efectos respecto de los estudios transversales vs. los longitudinales. Deberían incluirse evaluaciones para la depresión, aún en el plano subclínico,así como también tratamientos en todas las intervenciones conductuales del VIH. La prevalencia estimada de la depresión mayor en pacientes con VIH oscila entre un 20% y un 37%, cifra tres veces mayor que el índice general de población.13 Al igual que otras enfermedades crónicas y que atentan contra la vida, tener VIH/SIDA genera mucho estrés, y quienes viven con este virus son particularmente vulnerables a la depresión y a otros trastornos afectivos. El hecho de que el VIH constituya una amenaza para la vida provoca un miedo de muerte inminente. Se observó que los participantes con VIH/ SIDA y trastorno bipolare eran más propensos a tener relaciones sexuales sin protección con sus parejas VIH-negativo y a presentar una menor adherencia a los TARV. Además, las secuelas de las infecciones por VIH, tales como trastornos neurocognitivos asociados, las enfermedades oportunistas asociadas y los efectos adversos de los TARV pueden producir síntomas idénticos a los de la depresión (por ejemplo, fatiga, problemas de concentración, síntomas somáticos, disminución del apetito/pérdida de peso). Desde una perspectiva cognitivo-conductual, estos síntomas físicos pueden ser parte de un ciclo continuo de depresión. Existen otros factores, específicos del VIH, que podrían dar cuenta de un alto grado de depresión y demás trastornos afectivos. Más precisamente, quienes padecen VIH/SIDA son aquellos que pertenecen, de manera desproporcionada, a sectores sociales en desventaja y marginalizados, en los cuales ya existe un riesgo de depresión dada la raza, la etnia, la condición de minoría sexual, la pobreza, el consumo actual o previo de drogas, la prostitución y/o un trauma. Los índices de la depresión no parecen disminuir con la edad en las poblaciones con VIH positivo, tal como ocurre en la población general. Este dato es importante ya que hasta un cuarto de los adultos norteamericanos VIH-positivos tienen actualmente 50 años de edad o más. Dado que la gente vive cada vez más tiempo como consecuencia del avance de la medicina, la depresión, en un grupo etario cuyos integrantes con VIH van envejeciendo, seguirá siendo un problema que necesita abordarse clínicamente y ser objeto de consideración en las investigaciones sobre VIH. Aunque hay evidencia de que los trastornos psiquiátricos graves pueden afectar negativamente la atención contra el VIH, especialmente la adherencia a la medicación, hay estudios que destacan la importancia de un examen individual y de un posible impacto positivo de la atención psiquiátrica y la atención por abuso de drogas. Carrico y demás colegas15 han utilizado una clínica móvil para el reclutamiento de muestras probabilísticas de personas sin vivienda o en situación de vivienda inestable. Aquellos con resultados VIH-positivo fueron examinados para determinar la existencia de un trastorno mental. Se compararon los participantes que recibían TARV con aquellos que, si bien eran elegibles para tal tratamiento, no lo recibían. Pasados 90 días, el tratamiento para los trastornos mentales aumentó considerablemente la probabilidad de recibir TARV. No hubo impacto en las probabilidades de recibir TARV respecto de un trastorno mental actual, pero sí se asoció el trastorno a una carga viral seis veces mayor. Los autores del estudio concluyeron que la facilitación a un tratamiento psiquiátrico a los VIH-positivos empobrecidos podría ayudar a optimizar los resultados médicos. Las intervenciones psicoterapéuticas serían adecuadas para subsanar las dificultades psicosociales y el sufrimiento asociado al VIH. Cabe destacar que la terapia cognitivo-conductual (TCC) realizada telefónicamente ha surgido como un tratamiento viable, aceptable y efectivo contra la depresión grave. Himelhoch16 y demás colegas desarrollaron una intervención basada en la TCC administrada por teléfono y la compararon con la terapia cara a cara en 34 pacientes VIH-positivos que viven en la ciudad con bajos ingresos. El criterio primario de evaluación fue la reducción de la depresión; el secundario, la adherencia a la medicación. No se encontraron diferencias en la disminución de los síntomas depresivos; sin embargo, se observó una mejor adherencia en el grupo de la TCC administrada por teléfono. Por lo tanto, este estudio sugiere que la TCC administrada por teléfono puede ser una alternativa al tratamiento estándar. Un estudio realizado en Brasil reveló una alta incidencia de trastorno bipolar en pacientes con VIH/SIDA. Los adultos con VIH fueron sometidos a una prueba basada en el Cuestionario de Trastorno del Estado de Ánimo: el 13,2% (n=26) de los pacientes del estudio padecían trastorno bipolar, y el diagnóstico se confirmó en el 8,1% de estos pacientes (n=16). Esto representa una prevalencia casi cuatro veces mayor que en la población general. Los 4 factores asociados al diagnóstico de trastorno bipolar fueron la prostitución, la actividad sexual por fuera de la pareja estable, trastornos en el consumo del alcohol y uso ilícito de drogas. No es extraño que la comorbilidad psiquiátrica más común entre las personas con trastorno bipolar haya sido el abuso de drogas (61,5%). Un estudio realizado en Estados Unidos examinó las conductas riesgosas de transmisión del VIH en 63 personas con VIH/SIDA con trastorno bipolar, trastorno de depresión grave o trastorno del estado de ánimo; la mitad de ellos también tenía trastorno por abuso de drogas.18 Se observó que los participantes con VIH/SIDA y trastorno bipolar fueron más propensos a tener relaciones sexuales sin protección con sus parejas VIH-negativo y a una adherencia más baja a los TARV. En los modelos de análisis multivariados, el trastorno bipolar y el trastorno por consumo de drogas fueron indicadores independientes de ambas conductas riesgosas. Las personas con trastorno bipolar necesitan ser evaluadas cuidadosamente y trasladadas a centros para la prevención del VIH con el fin de reducir las conductas riesgosas de transmisión. Trastornos de ansiedad Entre el 16% y el 36% de las personas con VIH padecen trastornos de la ansiedad.19 El Estudio de Utilización de Servicio y Costo del VIH (HCSUS, por sus siglas en inglés) demostró que el 16% de los infectados por VIH cumplieron con los criterios para el l trastorno de ansiedad generalizada y el 10,5%, para ataques de pánico.20 El trastorno de adaptación con ansiedad fue el más común, seguido del trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno de pánico; los trastornos de ansiedad son una comorbilidad común con la depresión. Aunque los ISRS son efectivos para los trastornos de ansiedad, Vitiello y demás colegas21 descubrieron que el 63% de la medicación prescrita a individuos con VIH fueron las benzodiacepinas. Este hallazgo genera cierta preocupación debido a los altos índices de abuso de drogas entre las personas con VIH y posibles infectados como consecuencia del abuso de las benzodiacepinas. En la Tabla 3 se enumeran los enfoques para el tratamiento del trastorno de ansiedad con infección por VIH. Entre las personas con VIH-positivo, se estimó que la tasa a lo largo de la vida del trastorno por estrés postraumático (TEPT) y la incidencia del TEPT por VIH fue del 54% y del 40%, respectivamente.22 Sin embargo, estas estimaciones deben interpretarse con cautela dado que se basan en solo 85 pacientes recien- temente diagnosticados con VIH que participaron en un estudio transversal sobre la tasa a lo largo de la vida de TEPT y TEPT por VIH. Aunque parece existir una alta coexistencia de TEPT y sus efectos perjudiciales para los individuos con VIH, hay relativamente poca investigación respecto del tratamiento para TEPT en esa población. La terapia de exposición prolongada es un tratamiento psicoterapéutico con buenas bases que ha demostrado ser eficaz en un amplio rango de la población traumática. De todos modos, se necesita una mayor investigación para verificar que esto sea efectivo para el tratamiento del TEPT con VIH/SIDA. Esquizofrenia En el contexto de la esquizofrenia, el riesgo de contraer VIH implica cierto nivel de complejidad. El inicio de esta enfermedad se da generalmente en los últimos años de la adolescen- cia y en la adultez temprana, tanto en mujeres como en hombres, durante el mismo período de desarrollo en el que la sexualidad y la conducta sexual son más importantes y más frecuentes. Esta dinámica, junto con una mayor vulnerabilidad del abuso y la explotación de personas con trastorno del espectro esquizofrénico, hace que tales individuos sean particularmente susceptibles a contraer y transmitir el VIH y otras enfermedades infecciosas Los antipsicóticos constituyen el tratamiento estándar para los síntomas piscóticos en las personas con VIH/SIDA. Los antipsicóticos atípicos suelen ser más efectivos y causar menos efectos extrapiramidales que los antipsicóticos tradicionales, tales como el haloperidol o la tioridazina. Sin embargo, muchos de los antipsicóticos atípicos se asocian a un mayor riesgo de obesidad y de síndrome metabólico, los cuales pueden desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes. Esta situación 5 se ve agravada por el hecho de que también se ha asociado el TARV a un mayor riesgo de síndrome metabólico. Se recomienda, por lo tanto, el uso de agentes antipsicóticos tradicionales para las personas que están bajo TARV, y se requieren guías específicas basadas en la evidencia, fundadas en estudios biológicos y conductuales, para tratar los trastornos del espectro esquizofrénico en individuos que también padecen VIH/SIDA, on el fin de mejorar los resultados psiquiátricos, médicos y de conducta. La Tabla 4 enumera los tratamientos habituales para la esquizofrenia comórbida con VIH. Abuso de drogas La interacción entre los síntomas de un trastorno mental, el trastorno por abuso de drogas y las conductas de riesgo relacionadas con el VIH es compleja y recursiva. La vía de infección debe entenderse en el contexto de múltiples factores relacionados con el entorno y el comportamiento. Al igual que cualquier enfermedad que atente contra la vida, el diagnóstico de VIH generalmente ocasiona depresión y ansiedad. Además, el mismo virus tiene efectos neurotóxicos directos que pueden producir trastornos neurocognitivos asociados un síndrome complejo caracterizado por una gran variedad de deficiencias neurológicas y de funcionamiento. La gravedad de los síntomas de los trastornos mentales se ha asociado a un mayor riesgo de contraer infecciones por VIH. En un estudio, se utilizaron datos de referencia de 228 participantes VIH positivos y 281 participantes VIH negativos de dos ensayos clínicos.23 Los años transcurridos hasta el diagnóstico de VIH sirvieron como criterio primario de evaluación. La clasificación de al menos 30 síntomas según el Índice de sintomatología de Colorado (CSI, por sus siglas en inglés) se asoció a un riesgo 47% mayor de contraer infección por VIH (P < 0,1). Este estudio estableció las bases para la utilización de la clasificación CSI para identificar un subgrupo dentro de la comunidad de personas que padecen trastornos mentales graves. Nuevos estudios podrían desarrollar enfoques efectivos para reducir los síntomas psiquiátricos con el fin de examinar el impacto que generan en las conductas riesgosas de transmisión del VIH. Parece ser probable que un buen tratamiento para el trastorno mental y para el trastorno por abuso de drogas sea efectivo para la prevención del VIH. Hay pruebas contundentes de que el abuso de drogas aumenta profundamente el riesgo de contraer VIH en las personas con trastornos mentales. En un gran número de muestras de pacientes con trastorno del espectro esquizofrénico que recibían tratamiento de la Administración de Veteranos (VA, por sus siglas en inglés), Himelhoch6 y demás colegas descubrieron que la esquizofrenia y el abuso de drogas aumentaron considerablemente el riesgo de contraer VIH. Ante la ausencia del uso de drogas, las personas con esquizofrenia tenían un menor riesgo de contraer VIH que la población general bajo VA. Prince24 y demás colegas obtuvieron resultados similares. Por medio de registros médicos, los investigadores examinaron los diagnósticos de VIH de pacientes con trastornos mentales graves. Los procedimientos de regresión logística y de regresión de Cox revelaron que el 24% de las personas con trastornos del estado de ánimo fueron internadas, y que el 24% de ese grupo fueron internados nuevamente en un período de 3 meses. El abuso de drogas comórbido representó un 36% de internaciones iniciales y un 50% de readmisiones. Estos resultados sugieren que las infecciones por VIH, los trastornos mentales y el abuso de drogas deberían ser abordados por un conjunto multidisciplinario de profesionales de la salud mental, enfermedades infecciosas y abuso de drogas. Los hallazgos de Coumos y demás colegas25 indican que el diagnóstico de trastorno mental sin diagnóstico de abuso de drogas no está altamente asociado a un mayor riesgo de contraer VIH/SIDA. El abuso de drogas y los síntomas del trastorno mental son recurrentes y remitentes, por lo tanto, basarse en la presencia o en la falta de uno u otro diagnóstico en determinado punto hace que no se adopte una postura en cuanto al desarrollo y la duración del trastorno mental y del abuso de drogas. Monitoreo de medicación e interacciones de los fármacos Cuando se prescribe medicación psicotrópica en el contexto del TARV, es importante monitorear los efectos adversos, así como también considerar las posibles interacciones de los fármacos. Por ejemplo, los antipsicóticos atípicos aumentan el riesgo del síndrome metabólico, además del aumento de peso, la hiperglucemia y la hiperlipidemia. Síntomas similares asociados al síndrome metabólico también se asocian al tratamiento con medicación antirretroviral. El monitoreo del peso, de la glucemia en ayunas y del perfil lipídico es esencial para el tratamiento que reciban las personas que to- man cualquiera de estos medicamentos. Toda interacción de fármacos entre antirretrovirales y psicotrópicos debe identificarse. Por ejemplo, las benzodiacepinas específicas pueden estar contraindicadas cuando se toman con inhibidores de la proteasa, y debe tomarse mucho cuidado cuando se prescribe metadona en presencia de determinados inhibidores no nucleótidos de la transcriptasa reversa. También, se recomienda elaborar un historial meticuloso del uso de medicación de venta libre y de hierbas medicinales (en particular, la marca StJohn’sWort, la cual puede estar contraindicada para su uso junto con TARV). Tratamiento “a medida” y enfermeras guía La prevención del SIDA a través del régimen para la salud de los VIH positivos (PATH+, por sus siglas en inglés) fue un estudio de intervención para personas que también padecían trastornos mentales. Se utilizó un tratamiento adaptable, implementado por medio de un tratamiento de atención continua, para lograr la adherencia al tratamiento. Una enfermera guía, aquella que ayuda y acompaña al paciente durante su enfermedad o tratamiento (NHN, por sus siglas en inglés) llevó a cabo las consultas desde su casa y combinó servicios médicos con atención para la salud mental durante 1 año. El protocolo incluía una reunión con el paciente al menos una vez por semana. Los participantes del grupo que en el que se llevó a cabo esta intervención fueron instruidos en la materia y recibieron pastilleros y relojes eléctricos. Además, la enfermera guía coordinaba a los médicos y las visitas, y acompañaba al paciente en caso de que hubiera un inconveniente con la medicación, comunicación u otro asunto que requiriera su atención. La adherencia al tratamiento del VIH y a la medicación psiquiátrica se calculó semanalmente; si la adherencia era por debajo del 80%, se implementaba el tratamiento de atención continua hasta que el nivel de adherencia alcanzara o superara tal porcentaje durante 3 semanas. El tratamiento de atención continua cada vez con mayor intensidad e incluyó la activación de redes sociales, el uso de dispositivos de alarma con pantalla alfanumérica y teléfonos celulares prepagos para motivar a los participantes. Si todo lo demás fallara, el último paso del tratamiento de atención continua sería una terapia de observación directa. En el estudio, se reclutó un total de 238 pacientes VIH-positivos con trastornos mentales graves. Las mediciones de los resultados 6 principales fueron la carga viral y el conteo de CD4. Se llevaron a cabo evaluaciones al inicio del estudio y luego, a los tres, seis, doce y veinticuatro meses. Se realizaron seguimientos a los participantes durante 12 meses luego de la finalización de la intervención con el fin de examinar cualquier reincidencia. Los resultados del estudio PATH+ demostraron que, con una ayuda adecuada, las personas con VIH y con trastornos mentales pueden lograr una adherencia exitosa al tratamiento y alcanzar mejoras en la calidad de vida y en los biomarcadores de la salud. el impacto positivo y la relación costo-efectividad nunca han sido tan bien recibidos y expuestos como en los programas científicos sobre el VIH. Ahora, es imperioso centrarse en la concurrencia de los trastornos mentales y las infecciones por VIH, junto con la necesidad de dedicar mayor atención al riesgo de un trastorno mental y a las necesidades de las personas VIH-positivo. Este artículo brinda un resumen general de la interrelación entre las infecciones por VIH y los trastornos mentales. El lector interesado puede echar un vistazo a las referencias citadas y a las crecientes literaturas, así como también a las guías prácticas de información adicional. Otras complejidades que involucran el cuidado contra el VIH y de la salud mental incluyen trastornos neurocognitivos asociados al VIH que se reconocen cada vez más en la práctica clínica, pero que no están contemplados en este artículo. El tratamiento contra el VIH ha evolucionado mucho desde que surgió por primera vez la epidemia de este virus; ahora, afortunadamente, tales infecciones se están convirtiendo de manera acelerada en afecciones crónicas manejables. Al igual que otras afecciones crónicas, la infección por VIH tiene secuelas psiquiátricas específicas que toman cada vez más forma y son cada vez más visibles. Aún hay un largo camino por recorrer en cuanto a las opciones de tratamiento, guías de tratamiento actualizadas y servicios para la salud diseñados a medida. El monitoreo de depresión y de ansiedad debería hacerse en cada consulta, y las consultas y derivaciones a los especialistas correspondientes deberían darse de manera constante. Las medidas que tome la salud pública frente a las infecciones por VIH y SIDA pueden ser la mejor prueba del éxito de la ciencia y la medicina. En menos de 4 décadas, se ha podido cambiar el concepto del VIH, el cual pasó de ser una enfermedad de origen desconocido que terminaba en un rápido empeoramiento y en la muerte, a una enfermedad crónica manejable para cual se sigue buscando una vacuna y la cura. Hay muchos logros de los que valerse; quizás 18. 19. 20. 21. Referencias 1. Conclusión 17. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. Blank MB, Himelhoch SS, Balaji AB, et al. A multisite study of the prevalence of HIV using rapid testing in mental health settings. Am JPub Health. 2014;104:2377-2384. SusserE, Valencia E, Conover S. Prevalence of HIV infection among psychiatric patients in a New York City men’s shelter. Am J Pub Health. 1993;83:568-570. Rothbard AB, Blank MB, Staab JP, et al. 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