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Experiencia, evidencia e historia. Reflexiones sobre la medicina basada en evidencia. Eduardo Gonorazky REVISIÓN 41 Neurología Argentina 2009; 1: 41-46 EXPERIENCIA, EVIDENCIA E HISTORIA. REFLEXIONES SOBRE LA MEDICINA BASADA EN EVIDENCIA SERGIO EDUARDO GONORAZKY Servicio de Neurología Hospital Privado de Comunidad Mar del Plata Resumen Es controvertido el lugar que ocupa la Medicina Basada en Evidencia en la práctica profesional. El espectro de opiniones abarca desde quienes la consideran un cambio paradigmático en la actividad médica hasta quienes la objetan por su implementación en el gerenciamiento en salud alejado de la experiencia clínica. Por otro lado, la importancia creciente que tienen los Ensayos Clínicos Controlados y Aleatorizados en la investigación de nuevas terapias ha llevado a pensar que este tipo de estudio es casi sinónimo de Medicina Basada en Evidencia. A esto se suma que tanto los Ensayos Clínicos Controlados y Aleatorizados como la Medicina Basada en Evidencia han sido recientemente introducidos en la medicina. No es clara tampoco la relación entre experiencia y evidencia, por lo que frecuentemente se subestima una en detrimento de la otra y la articulación entre ambas constituye un desafío. Suele creerse que si la tecnología estadística no está presente en un estudio éste carece de importancia. También se piensa que un error estadístico minimizado a partir de cierto valor es suficiente para validar un reporte, subestimándose el análisis de los problemas de diseño, los errores sistemáticos y la relevancia clínica de las medidas de efecto. Este trabajo considera que la Medicina Basada en Evidencia no constituye un cambio de paradigma pero sí un instrumento útil para mejorar la práctica clínica cotidiana. Palabras clave: medicina basada en evidencia, ensayos clínicos controlados como asunto, ensayos clínicos controlados aleatorios como asunto, historia de la medicina Abstract Evidence-Based Medicine has a controversial role in the physician practice. There iare those who consider that Evidence-Based Medicine is a paradigmatic change in medical activity while others object it because, in their opinion, its implementation in health management is far away from clinical experience. The increasing importance of Randomized Controlled Trials in new therapies research leads to the misconception that this practice is the same as Evidence-Based Medicine. Moreover, the relationship between experience and evidence has not been clarify yet, and is frequently leads to undervalue the formen in detriment of the evidence. It is often believed that if there is not a statistical approach in a study this does not have any value. Some people think that a low statistic error is sufficient to validate a report, underrating the design errors, the bias and the clinical relevance of the effects measured. This work considers that Evidence-Based Medicine is not a paradigmatic change, but it constitutes a useful instrument for the improvement of the daily clinical practice. Key words: evidence-based medicine, controlled clinical trials as topic, randomized controlled trials as topic, history of medicine Ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia1 Hay quienes usan la estadística como el borracho el farol, más para apoyarse que para iluminarse2 Se ha planteado que la Medicina Basada en Evidencias (MBE) representó un cambio paradigmático3 en la actividad médica que comenzó a gestarse a fines de la década del 60 del siglo pasado4. Su surgimiento ocasionó un debate que persiste a la fecha entre partidarios y objetores de la MBE, discusión relacionada a la falta de Recibido: 18/01/2008 Aceptado: 29/01/2009 Correspondencia a: Sergio Eduardo Gonorazky, Servicio de Neurología, Hospital Privado de Comunidad, Córdoba 4545, 7600 Mar del Plata Tel: 0223 4990000 e-mail: egonora@gmail.com claridad de lo que pretende ser y no ser la MBE y a lo que puede considerarse una exagerada interpretación de su papel en la práctica profesional. Quien suscribe considera que la MBE no constituye un cambio de paradigma en el “sentido de una modificación de realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” o de “toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada”5 pero sí un instrumento útil y en numerosas oportunidades imprescindible para tomar decisiones, que aporta un método sistemático en la búsqueda y análisis de la información existente, no limitado a conductas terapéuticas sino también al análisis de medidas preventivas, asesoramiento sobre riesgos, evaluación de pronós- 42 ticos y evaluaciones de tipo económicas. Coincide además con quienes afirman que esta expresión, “cambio de paradigma”, al exagerar el papel de la MBE en la ciencia médica, le ha hecho más un daño que un beneficio6. El ensayo clínico controlado y aleatorizado, los estudios caso-control, de cohorte y otros métodos que importan la observación sistemática y reproducible de los hechos no son recientes en la medicina y, si bien los modernos avances en las ciencias básicas (bioquímica, biología, genética molecular, fisiología, etc.) han permitido desarrollar e investigar nuevos fármacos en ensayos clínicos y luego introducir algunos de ellos en el arsenal terapéutico; también la experiencia clínica y la observación metódica y reflexiva de muchos investigadores permitió, junto con la experimentación, la introducción de medidas terapéuticas y preventivas probadas mucho antes de que se conociese la llamada MBE. La introducción de nuevas metodologías de análisis de la información que han probado ser beneficiosas en la actividad profesional pueden convertirse, con el transcurrir del tiempo, en dogmas que aplicados irreflexivamente pueden llegar a esterilizar la tarea efectuada. Un ejemplo de ello es la estadística. La creencia que si un trabajo no tiene alguna elaboración de este tipo deviene irrelevante pareciera ser bastante generalizada más allá de que no todo saber es cuantificable. Este escrito pretende abordar sin agotar estos tres aspectos de la práctica de la MBE: 1.- Qué es o qué debiera ser la MBE, sus posibilidades y sus limitaciones 2.Describir antiguos ensayos que demuestran el valor heurístico de la observación y que la búsqueda de la prueba de la eficacia de ciertas medidas que la experiencia parecía demostrar útil no es una actividad reciente. 3.Que el riesgo del dogma en el examen de la información es un peligro siempre latente que atenta contra el análisis que se pretende efectuar. Guías de prácticas clínicas basadas en evidencia Normas no son dogmas En un diálogo apócrifo contemporáneo7, un falso Sócrates platica con Enthusiasticus (Meta-analyticus), defensor este último de la Medicina Basada en Evidencia (MBE), un individuo tan ocupado en aplicar esta “nueva metodología en la evaluación de la práctica de la medicina que no tiene tiempo de ver pacientes”. Sócrates observa que si Enthusiasticus no está experimentado en las infinitas formas en que los pacientes se presentan y responden al tratamiento sería muy criticado por esto. Por otro lado, advierte a su interlocutor, que los gerentes que administran la práctica de la medicina pueden llegar a ver a su “amada” medicina basada en evidencia como un medio Neurología Argentina - Volumen 1 - Nº 1, 2009 para encadenar a los médicos y doblegarlos a su voluntad. Es un lugar común escuchar expresiones que manifiestan que “la MBE es una actividad ejercida por médicos inexpertos en el trato con los pacientes, que manejan números y estadísticas, que ignoran que no hay enfermedades sino enfermos, que las medias y medianas no describen las variaciones en la presentación y respuesta al tratamiento de los afectados y, de última, que evidencia y experiencia pueden ser caminos con sentidos antagónicos”. Quienes defienden la enseñanza y la práctica de la MBE responden, por el contrario, que ésta es la integración de la mejor evidencia científica con la experiencia clínica y los valores del paciente8 . La MBE comienza a gestarse como “Epidemiología Clínica” cuando un médico clínico, David Sackett, comienza a percibir que la aplicación de ciertos principios de la epidemiología, más unos pocos de bioestadística, “a las creencias, juicios e intuiciones que comprenden el arte de la medicina podía mejorar sustancialmente la precisión y la pericia del diagnóstico y pronóstico, efectividad en el seguimiento y la eficiencia en la actualización y, de especial importancia, la capacidad de enseñar a otros a realizarlos”4. El descriptor en ciencias de la salud de la Biblioteca Virtual de Salud9 define la medicina basada en evidencia como “el proceso de hallar, evaluar y utilizar sistemáticamente los resultados de la investigación contemporánea como base para la toma de decisiones clínicas. La medicina basada en evidencias hace preguntas, encuentra y evalúa los datos pertinentes y aprovecha esa información en la práctica clínica diaria” y agrega que “el término “medicina basada en evidencias” fue acuñado en la McMaster Medical School de Canadá en los años 1980 para designar esta estrategia de aprendizaje clínico que habían estado desarrollando en la escuela durante más de una década”. La MBE exige que, enfrentados ante un problema clínico concreto, aprendamos a realizar la pregunta adecuada (diagnóstica, pronóstica, terapéutica o preventiva), identificar la intervención que pretendemos realizar, investigar adecuadamente la evidencia existente, interpretar debidamente los resultados alcanzados y evaluar la aplicabilidad de éstos. En otras palabras, se trata de determinar la certeza y reproducibilidad de los métodos diagnósticos, el poder de los marcadores pronósticos, la eficacia y la seguridad de los regímenes terapéuticos y las medidas preventivas, así como el análisis económico de las alternativas diagnósticas, terapéuticas y preventivas. un campo mucho más amplio que el de los llamados Ensayos Clínicos Aleatorizados al que muchos creen se limita o que constituyen “el corazón” de la MBE6. La práctica de la MBE no excluye la necesidad del estudio de las ciencias básicas, el enfoque bioético y el Experiencia, evidencia e historia. Reflexiones sobre la medicina basada en evidencia. Eduardo Gonorazky antropológico, más allá que es usual enfatizar en la enseñanza y práctica de la MBE la búsqueda de la mejor evidencia basada en experiencia con pacientes, énfasis que si olvida los otros aspectos arriba señalados, puede conducir a una distorsión del acto médico. La MBE identifica niveles de evidencias y, en más de una ocasión, la mejor evidencia disponible puede ser la opinión de los expertos o la experiencia individual por lo que quizá debiera hablarse más apropiadamente de Medicina Basada en Niveles de Evidencia. La MBE es un instrumento útil para el desarrollo de Guías de Prácticas Clínicas y de Gerenciamiento Médico, pero la validez interna de éstas no tiene una relación unívoca con la validez externa o de aplicación a una situación particular, clínica y axiológica. En más de una ocasión, una afirmación puede ser verdadera respecto a una población de pacientes pero falsa respecto a un subgrupo de ellos o a un paciente individual. El error en la interpretación de datos en el que se infiere la naturaleza de los individuos a partir de las estadísticas agregadas del grupo al que dichos individuos pertenecen toma el nombre de falacia ecológica. Un típico ejemplo ocurre cuando se habla de “la mortalidad o trastorno cognitivo en epilepsia” en la que un trastorno de alta heterogeneidad sindrómica, clínica, etiopatogénica y terapéutica es tomado como un todo homogéno con algunas variaciones que solo implican factores de riesgos. ¿Es acaso comparable el riesgo de muerte, aún de muerte súbita inesperada, en un niño con epilepsia ausencia de la infancia o una benigna rolándica con el de otro con una enfermedad neurometabólica o un adulto con epilepsia secuelar a un accidente cerebrovascular o sintomática de un glioblastoma cerebral o una epilepsia refractaria? Estas distintas realidades son enfermedades distintas en enfermos diferentes y no simplemente “factores de riesgo de mortalidad” en una enfermedad única que llamamos “epilepsia”. Basarse en estadísticas globales de mortalidad o trastornos cognitivos en epilepsia cuando se trata de asesorar a un paciente individual pues ser tan falaz e imprudente como aventurar el riesgo de letalidad de un enfermo que consulta a un neumonólogo basándose en estadísticas de “mortalidad en enfermedad bronco-pulmonar”, una realidad que incluye desde una bronquitis viral hasta un carcinoma de pulmón. De la experiencia a la evidencia La exigencia de la evidencia es una historia que no empezó ayer. En el año 1753 James Lind da cuenta uno de los primeros trabajos experimentales terapéuticos en la historia de la medicina10. El escorbuto era considerado el ene- 43 migo más destructivo de las armadas de la época y la lucha contra esta “pestilencia” una cuestión de Estado. Los experimentos que este autor relata fueron los siguientes: “El 20 de mayo de 1747, recibí a bordo del Salisbury en alta mar a 12 enfermos con escorbuto. Sus casos eran los más similares que se podían encontrar. Todos en general tenían las encías podridas, manchas y lasitud, con debilidad de las rodillas. Fueron encamados juntos en la bodega anterior, en un cuarto previsto para los enfermos; y todos tuvieron la misma dieta, que era como sigue: por la mañana, gachas endulzadas con azúcar; para el almuerzo, con frecuencia caldo de cordero fresco; otras veces budines, galleta cocida con azúcar, etc.; y para la cena, cebada, pasas de Corinto, arroz y pasas sagú y vino, o algo parecido. Dos enfermos recibían diariamente un cuarto de galón de sidra. Otros dos tomaban 25 gotas de elixir de vitriolo tres veces al día con el estómago vacío, y utilizaban para la boca un gargarismo fuertemente acidulado con este elixir. Otros dos tomaban dos cucharadas de vinagre tres veces al día con el estomago vacío, y sus gachas y otras comidas estaban bien aciduladas con este, así como el gargarismo para la boca. Dos de los enfermos, en peor estado, que tenían rígidos los tendones del muslo (síntoma que no padecían los demás), fueron sometidos a un régimen de agua de mar. De ésta, bebían media pinta cada día, y a veces más o menos, a medida que actuaba una medicina discreta. Otros dos recibían cada uno dos naranjas y un limón cada día. Comían estos con avidez en horas diferentes con el estómago vacío. Continuaron con este régimen solo durante seis días, porque agotaron la cantidad disponible. Los dos enfermos restantes tomaban la semilla de una nuez moscada tres veces al día y una mezcla recomendada por un cirujano hospitalario, la cual se componía de ajo, semilla de mostaza, rad. raphan. bálsamo del Perú y resina de mirra, y su bebida normal era hordiate bien acidulada con tamarindos, mediante una decocción de la misma, añadiéndole crémor tártaro, y fueron purgados suavemente tres o cuatro veces durante el transcurso del tratamiento”. “La consecuencia fue que los efectos más repentinos y visiblemente buenos se percibieron por el consumo de naranjas y limones; uno de los que los habían tomado estaba en condiciones para el servicio al cabo de seis días. Efectivamente, las manchas no habían desaparecido completamente de su cuerpo, ni tampoco estaban sanas sus encías; pero sin otra medicina que un gargarismo con elixir de vitriolo llegó a gozar de buena salud antes de llegar a Plymouth, el 16 de junio. El otro estaba más recuperado que ninguno de los otros casos, y como estaba considerado como relativamente recuperado, fue nombrado como enfermero de los demás”. Este brillante trabajo experimental controlado no habría sido llevado a cabo si dos observaciones previas que Lind comenta no lo hubiesen precedido. Expresa, en primer lugar, estar informado de que en el año 1742 44 dc “fueron principalmente las naranjas las que ocasionaron la recuperación tan rápida y sorprendente de los hombres de Lord Anson en la isla Tinian; de lo cual aquel noble, valiente y experimentado comandante estaba tan consciente que antes de abandonar la isla mandó a tierra a un hombre de cada despensa para hacer una provisión de ellas para su futura seguridad”. La segunda experiencia es previa y del año 1601 dc: “En la primera travesía realizada a las Indias Orientales por parte de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, había cuatro barcos bajo el mando del Capitán James Lancaster; su General, el Dragón, teniendo al General y 202 hombres a bordo, el Héctor con 108 hombres, el Susan con 82 y el Ascensión con 32. Salieron de Inglaterra aproximadamente el 18 de abril; en julio durante la travesía, las tripulaciones se pusieron enfermas de escorbuto; el primer día de agosto todos los barcos excepto el del General estaban tan desprovistos de hombres que apenas tenían bastantes para manipular las velas; y cuando se levantó durante 15 o 16 días un viento en contra, los pocos que todavía estaban sanos comenzaron también a ponerse enfermos. Con lo cual la falta de manos en estos barcos era tan grande que los mercaderes mandados para vender las cargas en las Indias Orientales se vieron obligados a tomar el relevo con el timón y efectuar los servicios de los marineros hasta llegar a Saldanha (cerca del Cabo de Buena Esperanza); allí mando el General a sus barcos y fue a bordo personalmente para ayudar a los otros tres barcos, cuyas tripulaciones estaban en condiciones tan débiles que apenas eran capaces de echar anclas sin su ayuda. Durante todo este tiempo, el barco del General continuó con bastante buena salud. El motivo por el cual su tripulación gozaba de mejor salud que la del resto de los barcos se debía al jugo de limones, algunas botellas del cual el General había llevado a la mar, y del cual daba a cada hombre, mientras hubo, tres cucharadas cada mañana antes del desayuno. Con esto, curó a muchos de sus hombres y preservó a los otros; de modo que, aunque su barco contenía dos veces el número de hombres que cualquiera de los demás, no obstante (por la compasión de Dios y para la preservación de los otros tres barcos) no tenía a tantos hombres enfermos, ni perdió a tantos como ellos”. Concluye Lin que “esto es por cierto una prueba auténtica y notable de la gran efectividad del jugo de limones contra esta enfermedad, ya que los barcos grandes y hacinados se ven más afectados por esta enfermedad, y siempre en mayor grado, que los que son pequeños y ventilados. Esta pequeña escuadra perdió a 105 hombres por el escorbuto. Al brotar posteriormente entre ellos cuando estaban en las Indias Orientales, se decidió en un consejo convocado en alta mar recalar en un puerto donde se pudiera hacer provisión de naranjas y limones, siendo estos los remedios más efectivos y experimentados para eliminar y evitar esta terrible calamidad”. Neurología Argentina - Volumen 1 - Nº 1, 2009 Los antiguos hindúes utilizaban la luz solar para curar la ictericia basándose en la creencia mágica que lo amarillo podía ser extraído del sujeto exponiéndolo a objetos del mismo color11. La hermana Jean Ward, enfermera a cargo de la Unidad de Prematuros del Hospital General de Rochford en Essex, Inglaterra, creía firmemente en el poder restaurador del aire fresco y de la luz. En los días soleados sacaba a los niños a que tomen sol con desconocimiento de los médicos a cargo y antes de que estos hiciesen su ronda. Un día, en 1956, la hermana Ward mostró a los clínicos un niño desnudo cuya piel estaba pálida excepto por un área triangular que parecía mucho más amarilla que el resto del cuerpo. El Dr. RH Dobbs le preguntó si ella había pintado al niño con yodo y ella contest que no, que lo expuso a la luz y su piel se aclaró excepto el área que permaneció cubierta por un pedazo de sábana12. Poteriormente médicos y científicos de ese hospital descubrieron que los niveles de pigmento de bilirrrubina en los tubos de sangre expuestos al sol descendían en forma importante. Más tarde, Cremer RJ y colaboradores incorporaron la luz artificial13 (1958) y el primer estudio aleatorizado doble ciego que mostró los resultados positivos del tratamiento fueron publicados en el año 1968 14. Estos no son sino algunos de los innumerables ejemplos históricos de investigación científica en medicina y de una medicina basada en pruebas15,16 pero que demuestra que la MBE no introdujo un cambio de paradigma comparable al que en la astronomía produjo la teoría heliocéntrica o la teoría de la relatividad especial y general así como la mecánica cuántica en la física. La MBE generalizó, y en numerosos casos introdujo, metodologías y conceptos nuevos como exploración sistemática de sesgos, valor predictivo positivo y negativo de los métodos diagnósticos, curvas operador receptor, razón de probabilidad, número necesario a tratar, metanálisis, ensayos clínicos aleatorizados en un paciente, tópicos evaluados críticamente y otros; que a pesar de su importancia, no constituyen una revolución teórica que suplante un paradigma pre-existente que haya agotado sus posibilidades científicas6". Debe enfatizarse sin embargo que: - La MBE estimula la lectura de la sección de material y métodos de los reportes, apartado generalmente omitido de la atención por parte de quien no está entrenado. - La MBE no niega pero sí intenta poner en su justo lugar a la toma de decisiones a partir de anécdotas personales17. - La MBE implica, al converger el mayor acceso a la información por los medios electrónicos disponibles con la mayor capacitación en el análisis de ésta, la deslegitimación de un modelo de formación cuyo patrón fue y es la medicina basada en la “eminencia”, que no necesariamente es sinónimo de experiencia. Experiencia, evidencia e historia. Reflexiones sobre la medicina basada en evidencia. Eduardo Gonorazky El dogma de la P La búsqueda de la mejor evidencia disponible para tomar decisiones exige, de parte del investigador, la lectura crítica (reflexiva) de la información. El material y los métodos deberán guardar coherencia con los objetivos y las conclusiones con los resultados y dos tipos de errores deben ser detectados: los sistemáticos (también llamados sesgos) y los estadísticos. Los sesgos a revelar dependerán del tipo de estudio (meta-analítico, ensayo clínico controlado, caso-control, cohorte, preventivo, etc.) y el lector deberá realizar un análisis detallado para descubrirlos, si se presentan. Es sabido que la MBE abunda en la utilización de números y mediciones de tal manera que una definición alternativa de esta es que “mejora las aptitudes tradicionales de un médico clínico en el diagnóstico, el tratamiento, la prevención y otras áreas relacionadas mediante la formulación sistemática de preguntas pertinentes y para las cuales exista respuesta, y el uso de estimaciones matemáticas de probabilidad y riesgo”17. Este aspecto matemático, por lo aparentemente esotérico, parece ser para muchos lo distintivo y lo más importante de la MBE. Por otra parte, dada la insistencia de la propaganda médica en la importancia que tiene el descubrimiento de hallazgos estadísticamente significativos pareciera ser que este dato resume por sí el valor real del reporte. La probabilidad de encontrarnos con un resultado falso positivo (error alfa o de tipo I) menor del 5% pareciera suponer la “ausencia” de cualquier tipo de error sistemático o sesgo. La lectura acrítica por parte del profesional puede llevarlo, por caso, a exagerar los beneficios de un tratamiento o un método diagnóstico. Es lo que puede darse en llamar el “dogma de la P”. Por el mismo camino, la incomprensión del significado de una medida de efecto (reducción del riesgo absoluto y relativo, sensibilidad, especificidad o razón de momios –odds ratio en inglés– entre otras), puede conducirlo a ignorar la relevancia clínica de los resultados más allá de la significación estadística de éstos. Ni qué decir del énfasis excesivo en la estimación puntual desconociéndose o no mencionándose siquiera la estimación interválica (el intervalo de confianza), lo que algunos autores dan en llamar, en otro contexto, la inflación de la precisión18. El dogma de la P deviene en más de una ocasión en el dogma de la estadística, confundiéndose esta técnica de análisis con el acto científico de la investigación. El desconocimiento de los métodos de la lectura crítica y la seudo-creencia que “algo se sabe” podrían ser la causa de la afirmación de estos dogmas. Es imperativo el aprendizaje y la práctica de la MBE desde los primeros años de formación y, en relación a la estadística, es imprescindible un conocimiento básico de 45 ésta, posiblemente no tanto para aplicarla como para defenderse de los engaños a los que su implementación puede inducir, especialmente si se cree que la medicina se reduce una distribución de probabilidades. A modo de conclusión 1. La práctica de la MBE debe incluir la destreza clínica, el enfoque bioético y el conocimiento de las ciencias básicas entre otros, o sino será una caricatura del acto médico. 2. La MBE impone un cuidadoso análisis de los errores sistemáticos (sesgos) previo a cualquier análisis estadístico. La MBE es un ejercicio de detección de sesgos 3. En la MBE la validez externa, es decir la aplicabilidad de los ensayos y de las guías, tiene tanta relevancia como la validez interna de éstos 4. La MBE introduce técnicas de investigación y análisis que un médico formado no puede desconocer pero que no constituyen un cambio del paradigma existente. Bibliografía 1. Altman DG y Bland JM. Abscense of evidence is not evidence of abscense. BMJ 1995; 311: 485. 2. Castle WM Statistic in operation. Churchill Livingstone. Edinburgh. 1979. 3. 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