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HISTORIA Y FUNDAMENTOS DE LA BIOETICA Dr. Juan Pablo Beca I. Para un médico clínico es importante tener conciencia, en primer lugar, que los aspectos éticos de la práctica profesional son cotidianos, están presentes prácticamente en todas las decisiones y en todas las situaciones que enfrentan los médicos con sus pacientes. Igual cosa ocurre con enfermeras, matronas, y psicólogos entre otras profesiones de la salud. Otra cosa es que no se tiene generalmente la capacidad para “ver” estos aspectos y se actúa como si la práctica profesional fuese sólo un asunto científico y técnico. Lo ético queda en un plano más bien implícito e intuitivo que finalmente resulta insuficiente si se profundiza y si se quiere resolver de la mejor manera cada caso. Para el médico clínico existe un importante desafío en lograr un adecuado equilibrio entre los aspectos científico-técnicos, los valores de cada paciente y los principios éticos. Este equilibrio es lo que en verdad debería definir lo que entendemos por una “buena” medicina. Con este término queremos entender una práctica médica que busque, además de la curación de la enfermedad o el alivio de los síntomas, satisfacer las necesidades y respetar los proyectos y valores de la persona enferma. Para alcanzar esta meta holística resulta evidente que los códigos de ética profesional resultan insuficientes. Ellos más bien definen las conductas profesionales correctas y proponen sanciones cuando se violan sus disposiciones. Aparece así la necesidad de desarrollar los conceptos de lo que hoy conocemos como “Bioética Clínica”. Para comprender mejor la necesidad de desarrollar conceptos de bioética clínica y de incorporarlos a la manera de ejercer la medicina, vale la pena mencionar algunos de los dilemas éticos, o más bien ético-clínicos, que se presentan con mayor frecuencia. Sólo haremos aquí un listado, ya que la discusión de cada uno de ellos será materia de estudio en otras instancias: 1 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • Tratamientos de infertilidad Aborto Diagnóstico y tratamiento prenatal Prematuridad extrema Atención de recién nacidos malformados El paciente irrecuperable Paciente terminal Tratamiento paliativo Muerte digna Eutanasia Suicidio asistido Muerte cerebral Donación de órganos Testamentos vitales Tratamientos extraordinarios o desproporcionados Tratamientos experimentales Pacientes que rechazan tratamientos Exigencias de tratamientos desproporcionados Uso racional de recursos Materias de estilo de vida Problemas familiares que afectan la salud Solicitudes de recetas y licencias injustificadas Atención de enfermos crónicos y marginados Materias de confidencialidad Limitación de recursos Investigación en sujetos humanos Cada una de estas situaciones plantea dificultades que podríamos resumir en tres preguntas claves: ¿Qué se decide? ¿Quién decide? ¿Cómo se decide? El “qué se decide”, o en otras palabras el tipo de decisiones que se plantean ante los dilemas ético-clínicos mencionados, son 2 determinaciones muy variadas y las podríamos resumir en el siguiente listado básico: • • • • • • • • • • • • Continuar tratamientos Aplicar técnicas diagnósticas o terapéuticas Abstenerse de iniciar tratamientos Establecer Orden de No Resucitar Suspender tratamientos Suspender la ventilación mecánica Pasar a esquemas de cuidados paliativos y no curativos Decidir practicar o no cirugías paliativas Trasladar al paciente a otros centros Establecer diferentes apoyos al paciente: psicológico, social, espiritual Apoyar a la familia del paciente Apoyar al equipo de trabajo y al personal de enfermería Se plantean entonces en el ejercicio de la medicina numerosos problemas y situaciones que llevan a la toma de difíciles y complejas decisiones. Las preguntas “quién” y “cómo decide” plantea así la necesidad de responderlas con mucha seriedad. Por un lado está la interrogante de si es el médico, el paciente o su representante quien tiene las atribuciones para decidir, lo que ya es difícil de precisar en casos concretos. Por otra parte está la necesidad de poder fundamentar adecuadamente cada decisión, no sólo en lo científico sino también en lo ético, para lo cual es necesario aplicar un proceso de decisión y establecer las razones de cada decisión. Esto es lo que busca responder la Bioética Clínica para lo cual propone fundamentos y un método de análisis de casos y situaciones. La Bioética como disciplina surge en gran parte como una respuesta a esta necesidad de encontrar fundamentos para las decisiones ético-clínicas. Pero más allá de esta necesidad la Bioética surge en un momento histórico y cultural que es necesario comprender. 3 A mediados del siglo veinte se vivía un enorme avance, prácticamente una verdadera revolución en el desarrollo del conocimiento científico y de la tecnología propia de la medicina. Consecuentemente aumentaron en una medida antes inimaginable las alternativas de tratamientos y los costos en salud. Por otra parte la sociedad, progresivamente informada y diversa en materias ideológicas y religiosas, entró en lo que se conoce como un proceso de secularización de la moral, con ciudadanos cada vez más concientes de sus derechos. En este escenario histórico la ética médica tradicional, y los mismos conceptos de la medicina hipocrática que caracterizó la medicina occidental por casi 25 siglos, experimentaron una evolución y un cambio sustancial. Los nuevos desafíos de la práctica médica y los requerimientos de la investigación biomédica están en la base misma de las nuevas propuesta que plantea la Bioética como expresión de una ética aplicada. Aunque hubo muchas respuestas casi simultáneas, la Bioética es definida como tal en 1971 por el oncólogo norteamericano Van Renslaer Potter en su libro titulado “Bioethics: A bridge to the future”. El autor propone así el concepto de puente entre el mundo de los hechos (ciencia y técnica) y el mundo de los valores (filosofía, teología y otras disciplinas). Potter define la Bioética como “una nueva disciplina que combina el conocimiento biológico con un conocimiento de los sistemas de valores humanos”. El mismo autor años después concluye que la Bioética no puede limitarse sólo al campo de la práctica clínica sino que debe integrar, estableciendo lo que él define como nuevos puentes, el estudio del medio ambiente (Bioética Global), la sociología, antropología, economía, política y el derecho (Bioética Profunda). Se desarrollaron en las décadas del 70 y del 80 numerosos centros dedicados al estudio, investigación y enseñanza de la Bioética. Es necesario destacar a André Hellegers que formó en la Universidad de Georgetown el Kennedy Institute of Ehics, y a Daniel Callahan quien en el mismo año fundó en New York el Hasting’s Center. Estos son los centros que han tenido mayor relevancia en el 4 desarrollo de la Bioética anglosajona. En España a su vez ha habido un gran desarrollo de la Bioética en diversos grupos académicos, siendo el más relevante el aporte de Diego Gracia en la Universidad Complutense. Diego Gracia no sólo ha formado ya algunos centenares de magísteres y numerosos doctores en Bioética en España sino varias decenas de magísteres en Bioética en América Latina pues ha dictado ya estos cursos a 4 promociones, las dos primeras de ellas en Chile. El desarrollo de la Bioética toma varios aspectos que llevan a diferenciar áreas de estudio y de aplicación práctica de la Bioética. Así hoy podemos distinguir: Bioética Fundamental que estudia los fundamentos filosóficos, Bioética Clínica que estudia y desarrolla un método de análisis de los dilemas éticos propios de la práctica clínica, y Bioética de la Investigación que hace lo mismo pero aplicado al campo de la investigación biomédica. A estas líneas principales se agregan la ética de la salud pública, de las instituciones y del medio ambiente, cada una de ellas con sus temáticas específicas. Con temas de tal envergadura y variedad de aplicaciones surge entonces la necesidad de fundamentar seriamente cada propuesta y cada decisión en particular. La pregunta es entonces cómo se pueden fundamentar las propuestas de la Bioética. Resulta evidente que en la sociedad moderna, caracterizada por su diversidad y pluralismo ideológico, no resulta posible plantear respuestas éticas únicas que tengan carácter absoluto o dogmático. La contraparte a su vez no puede ser una especie de relativismo moral en el cual cada cual tenga y aplique conceptos propios sin considerar las propuestas de las otras personas o de los diversos grupos de personas. Se trata entonces de encontrar fundamentos que sean respetados por todos, en el contexto de una ética civil y plural como la que sin duda exige la sociedad moderna occidental. Así han aparecido distintas éticas o propuestas que deberían llegar a ser compatibles entre sí. Una primera propuesta, planteada por los autores norteamericanos Tom Beauchamp y James Childress es la que conocemos como ética de los principios. Ellos plantearon en 5 su libro Principles of Biomedical Ethics cuatro principios basados en los tres principios formulados por el informe Belmont (año1978). Ellos son Beneficencia, No Maleficencia, Autonomía y Justicia. El principio de Beneficencia plantea la búsqueda del mayor “bien” del paciente en cada decisión que le afecte. Ello incluye de alguna manera un cierto juicio de proporcionalidad cada vez que se debe definir el camino que logre el mayor beneficio dentro de los esfuerzos necesarios para conseguirlo. Pero lo medular del principio de beneficencia es el concepto de “bien” que no se refiere sólo a la curación de la enfermedad o al alivio de sus síntomas, sino al equilibrio de la salud del paciente que le es necesario para el logro de sus propios proyectos o ideales. Requiere por lo tanto una visión global u holística de la medicina que incluya, además de la enfermedad y junto con ella, la situación personal, social, psicológica y espiritual del paciente. Visto así el principio de beneficencia aparece como un ideal que se podría considerar como el principio rector de la actividad clínica de médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud. El principio de No Maleficencia no es la simple contraparte de la beneficencia. Es el principio por el cual ninguna decisión o actividad clínica o biomédica debiera producir daño al paciente. Visto de manera positiva el principio obliga a evitar el daño. Es la versión moderna del clásico concepto hipocrático “primum non nocere”. Así como es necesario definir el bien del paciente es igualmente importante precisar el concepto de daño al paciente. Hay muchas situaciones en las cuales hay daño inevitable, como es por ejemplo el dolor en determinadas intervenciones, pero hay por otra parte muchas situaciones de daño evitable: dolor tratable, soledad, desinformación, trato duro, incomprensión, etc. y también resulta una forma de daño el exceso de tratamientos o intervenciones en situaciones de pronóstico letal. El principio de Autonomía obliga al respeto de la capacidad de las personas para autogobernarse, y en el caso de salud para decidir por si mismas ante la enfermedad. Es un principio relativamente 6 nuevo en la historia y su incorporación a la práctica médica es aún más reciente. Se trata de que el paciente tome sus propias decisiones en lo que concierne a su salud. Es evidente que para que pueda ejercer su autonomía el paciente debe tener capacidad de comprensión, haber recibido toda la información pertinente, y estar libre de presiones. Por eso se habla de que el paciente debe tener libertad interna (capacidad y comprensión suficientes) y libertad externa (sin presiones directas o indirectas de médicos, familiares u otros). La autonomía puede ser en muchas situaciones parcial por razones de edad, capacidad intelectual, nivel cultural o estados anímicos. Y en casos de pacientes sin capacidad para ejercer su autonomía ésta debe ser subrogada por quien lo pueda representar válidamente. Así se ha establecido el concepto y los procedimientos de lo que hoy conocemos como consentimiento informado. El principio de Justicia se refiere a la justicia distributiva. No se incluye aquí el tema de los tribunales de justicia o de los juicios por negligencia profesional, tema que corresponde a la justicia conmutativa. El principio de justicia obliga que las decisiones respeten la obligación social de distribuir adecuadamente los recursos que son siempre limitados y escasos. La justicia no significa igualdad la distribución de recursos en salud sino más bien equidad que podemos entender como derecho a acceder a las prestaciones de acuerdo a la necesidad del paciente y no a su capacidad de pago u otras situaciones de privilegio. Se reconoce así el derecho a la atención de salud de las personas, pero resulta siempre muy difícil o imposible definir derecho a qué, cuánto, dónde, quién lo atiende y con qué demoras o esperas. Es el tema en discusión actual en todos los países que buscan los sistemas de salud, públicos y/o privados, que mejor respeten al principio de Justicia. Cabe señalar que la solidaridad se puede considerar parte del principio de justicia si se la entiende como sistemas sociales solidarios y no sólo como una actitud de altruismo voluntario de un profesional. l La propuesta de Beauchamp y Childress plantea estos cuatro principios como prima fascie o de primer orden, es decir que deben ser siempre respetados en forma imperativa. En la práctica, ante un 7 conflicto ético-clínico, siempre hay dificultad para establecer cómo se respeta cada uno de estos principios. Muchas veces una decisión beneficente puede producir daños importantes al paciente, no ser claramente respetuosa con su voluntad, o puede implicar costos que sacrifiquen recursos necesarios para otros pacientes. Se establecen así conflictos entre los principios, tema que en gran medida se soluciona mediante la jerarquización de los principios que ha propuesto Diego Gracia. Este autor establece prioridades definiendo Justicia y No Maleficencia como principios de primer orden, en cambio Beneficencia y Autonomía como principios de segundo orden. Los de primer orden deben ser siempre respetados y los de segundo orden deben ser respetados siempre que las decisiones no sean injustas y que no le produzcan daño al paciente. Los principios de la Bioética integran una propuesta muy importante y llegan a ser herramientas muy útiles para los procesos de deliberación bioética. Sin embargo no son suficientes para fundamentar completamente una propuesta bioética, ni mucho menos se debe considerar que constituyen un sistema moral completo. En otras palabras los cuatro principios no son la Bioética, falta una visión del hombre y un principio más universal que pueda ser reconocido y respetado por todas las creencias. Este principio universal básico es el principio kantiano de respeto a la dignidad del ser humano: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como fin y nunca como un medio”. Así se produce una compatibilidad y así se complementan las propuestas bioéticas con otras propuestas morales como son las religiosas que se basan en la fe y en las enseñanzas de sus respectivas autoridades. La Bioética se completa además con otras propuestas o enfoques como son la ética del cuidado y la ética de la virtud que serán analizadas en otros espacios. 8 BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA: 1. D. Gracia. El Qué y el Porqué de la Bioética, en Cuadernos del programa Regional de Bioética – OPS Nº 1: 35-53, 1995 2. J. Ferrer. Los principios de la Bioética, en Cuadernos del programa Regional de Bioética – OPS Nº 7: 37 – 62, 1998 3. T. Beauchamp and J Childress. Principles of Biomedical Ethics. 5ª ed., Oxford University Press, 2001 4. D. Gracia. Fundamentación y enseñanza de la Bioética. Etica y Vida 1. Editorial El Buho, Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1998 9