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SIERRA-G., FRANCISCO, (2011) Transformaciones epistemológicas | UNIDAD 0 CONSIDERACIONES PRELIMINARES 0.1 Los términos: Episteme – Epistemología – Epistemes – Racionalidad: El término 'epistemología' proviene del griego: y su significado primordial es: saber; conocimiento; ser capaz de; saber con certidumbre; estar bien informado. El término se relaciona también con gobernador; con : examinar con cuidado; inspeccionar; y con : vigilancia; examen o, también, pararse firmemente sobre alguna cosa. Del griego episteme pasó al latín como Scientia. De otro lado, ‘Conocimiento’ (gignoskein: conocer, pensar, juzgar; gnosis: noción, conocimiento; conocimiento superior. Gno, Gnomon: juez; intérprete; gnoseo: conozco). La versión analítica reciente (Chisholm; Ayer), no exenta de reparos (Gettier), reivindica la tesis de Platón en el Teeteto 201; quizás aceptada en el Menón 98, según la que „el conocimiento es una creencia verdadera justificada‟. 'Epistemología' significa literalmente: discurso sobre el conocimiento, sobre la ciencia . Es una especie de discurso de segundo orden que reflexiona sobre un discurso de primer orden: el discurso científico. Como es de suponer, este discurso científico ha variado a lo largo de la historia. Las expresiones técnicas: 'Teoría del conocimiento' o 'Epistemología' como una rama especializada, aparecen sólo hasta el S. XIX, quizás como producto de la edad de la epistemología filosófica de los SS. XVII y XVIII. Posteriormente, los términos se incorporan a las instituciones académicas y se emplean como auto-imagen de la filosofía y los filósofos. El neologismo „epistemología‟ suele atribuirse a James Frederick Ferrier (1808-1864). Las palabras Erkenntnislehre (doctrina del conocimiento) y Erkenntnistheorie (teoría del conocimiento) se acuñaron hacia 1808 y 1893 respectivamente.1 La expresión 'epistemología' comprende hoy no sólo una crítica general del conocimiento, sino que ha ganado cierta independencia del quehacer filosófico para convertirse en una labor indispensable en el interior de cada ciencia (epistemologías regionales). También, se presenta en la actualidad como una teoría general de la ciencia, o como meta-teoría de la misma. Por otra parte, en su Arqueología del saber, (2007, Or. 1969), Foucault denomina EPISTEME(S) al “análisis de las formaciones discusivas, de las positividades y del saber en sus relaciones con las figuras epistemológicas y las ciencias” … “[Es] el conjunto de las 1 El origen del término 'Teoría del Conocimiento' viene referido en una cita de Edouard Zeller (1877: 495) "Uber Bedeutung und Aufgabe der Erkenntnistheorie", en: Vorträge und Abhandlungen, Zweite Sammlung, Leipzig; éste anuncia allí que la época del filósofo amateur se ha acabado y que ahora es cosa de profesionales que tienen que separar la filosofía de la ideología subjetiva, de la sicología empírica, y de la teología y la metafísica clásicas. La teoría del conocimiento debe ser la base. Kant le dio al término su dignidad académica: su tarea es establecer la objetividad de las pretensiones cognoscitivas de las distintas disciplinas empíricas [Cfr. Rorty 1983: 129; 130-1; nota 5: Hans Vaihinger (1876: 84-90): "Uber den Ursprung der Wortes 'Erkenntnistheorie'", Philosophische Monatshefte, Vol.XII, Leipzig. 1 relaciones que puede unir, en una época determinada, las prácticas discursivas que dan lugar a unas figuras epistemológicas, a unas ciencias, finalmente, a unos sistemas de formalización” Y, aclara, la EPISTEME “no es una forma de conocimiento o un tipo de racionalidad que, atravesando las ciencias más diversas, manifieste la unidad soberana de un sujeto, de un espíritu o de una época; es el conjunto de relaciones que se puede descubrir entre las ciencias, para una época dada, cuando se las analiza al nivel de las regularidades discursivas”. Precisa que la EPISTEME no reconstruye todos los postulados de todos los conocimientos de una época, sino que recorre sus múltiples relaciones; conjunto que es móvil, contiene desfases, coincidencias, estratos que se hacen y se deshacen; y que aprehende el juego de compulsiones y limitaciones que se imponen a los discursos, distinto a las consabidas oposiciones entre conocimiento e ignorancia, razonamiento e imaginación, fidelidad a las apariencias y ensoñación por las inferencias y la deducción. Igualmente, insiste en que la EPISTEME no es otra manera de asumir el problema crítico, porque ésta no indaga por los derechos que tenga un discurso a convertirse en ciencia, sino por el hecho de que exista esa ciencia. Así, la EPISTEME tampoco es otra teoría del conocimiento fundada en una donación originaria, ni en un sujeto trascendental, ni en sus hechos y derechos; antes bien, se refiere a un tipo de análisis de los procesos de una práctica histórica (Sierra-G., F., 2010). Finalmente, hoy es común emplear el término ‘racionalidad’. Por éste se entiende: (i) la capacidad común y el ejercicio de la razón —pensar, evaluar, actuar— en el ser humano, de acuerdo con ciertos principios óptimos, y de coherencia y consistencia, para alcanzar algún objetivo o finalidad. (ii) En Economía y sociedad, Weber se refirió a los procesos de „racionalización‟, de diferenciación y organización de distintas esferas de acción de la sociedad moderna, así como de la legitimidad de las mismas. Igualmente, distinguió entre una racionalidad con arreglo a fines (luego denominada científico-técnica e instrumental) y una racionalidad con arreglo a valores (determinada por creencias, religiones, normas éticas, morales). (iii) Es un “Método que se predica de creencias y opiniones, por un lado [Racionalidad Teórica] y de nuestras decisiones y acciones, por el otro” [Racionalidad Práctica] (Mosterin, 1987). (iv) La „Racionalidad comunicativa‟ (Habermas, 1981) refiere al saber y a las capacidades humanas de lenguaje, comunicación, argumentación, acción y conocimiento, susceptibles de crítica, auto-corrección, así como de fallo y enjuiciamiento objetivos a la luz de condiciones de validez de distintos usos del habla en el mundo de la vida cotidiana y en el sistema social. Finalmente, (v) „Racionalidad epistémica‟ (Olivé, 1995) —expresión redundante— toma inicialmente las ciencias como paradigmas de racionalidad y pretende explorar otros dominios válidos distintos de ella. 0.2 ¿Epistemología filosófica o epistemología científica? Si bien, Descartes y Hobbes apoyaron la causa de Copérnico y Galileo contra las instituciones eclesiásticas y la teología, no hablaron todavía de una filosofía autónoma; para ellos, ciencias y filosofía van unidas. Fue Kant el que concibió la filosofía como disciplina autónoma, distinta de la ciencia y de la religión. Además, le asignó a la filosofía el papel de fundamentar las ciencias. 2 Kant inició este proceso porque para él la filosofía ya no era más la "reina" de las ciencias sino su "base y fundamento". La filosofía tiene que ocuparse primero de esclarecer cómo conoce la razón los objetos de la experiencia y cuáles son los alcances y límites de su conocimiento. Kant tuvo razones para ello: la física había desplazado a la metafísica en el conocimiento del mundo. El pensamiento moral se había secularizado y no necesitaba ya de fundamentos metafísicos ni teológicos. El problema real para Kant era saber cómo es posible el conocimiento científico en general y, si es posible aún concebir la metafísica como una ciencia. Al declinar el dominio del idealismo alemán, —especialmente el de Hegel, para el que la filosofía consistía en una gran enciclopedia de ciencias, articulada como un saber conceptual sistemático y total, en el que los filósofos estarían llamados a encarnar el Espíritu Absoluto en el Mundo— y, tras una vuelta a Kant hacia 1860, la filosofía emprenderá un proceso de profesionalización y „normalización‟. En consecuencia, el estatuto actual de la epistemología es muy ambiguo: ¿se origina ésta con el pensamiento filosófico o surge por fuera de él una vez constituida la ciencia como modo autónomo de conocimiento crítico? ¿Pertenece la epistemología a la ciencia o a la filosofía? Se exponen ahora algunos rasgos de estos dos enfoques. La preocupación por los problemas que conciernen a la naturaleza, el alcance, los límites, la validez y las variedades del conocimiento humano se remonta a los orígenes mismos de la filosofía. En tanto discurso sistemático, la epistemología encontraría en la filosofía sus principios y en la ciencia su objeto, tendiendo así un puente entre estas dos formas de discurso racional. La ciencia sería un pretexto para filosofar. La epistemología filosófica desarrolla espontáneamente sus propias teorías del conocimiento y sus filosofías de la ciencia; trata de poner en evidencia los medios del conocimiento científico, de caracterizar sus métodos, de precisar los objetos a los que se aplica, de determinar su validez y fundamento en una noción de verdad. La epistemología filosófica obedeció, por mucho tiempo, al supuesto de que la filosofía es la ciencia de las ciencias [scientia scientiarum]; un saber totalizador que tiene por función abrazar todo el saber inteligible en el orden temporal. Tal estatuto monárquico de la organización del saber ha sido difícil de extirpar, no sólo por el aura de poder ideológico que involucra, sino porque la empresa crítica del conocimiento humano y de las ciencias se radicaliza e instaura una "filosofía primera" que interroga, en última instancia, por el ser y por la comprensión del ser en cuanto tal. El planteo de este cuestionamiento tiene el beneficio de la no saturación de las demandas del espíritu humano. En el interior de este horizonte, la epistemología se ubica en relación con otras disciplinas filosóficas como la teoría general del conocimiento o gnoseología (aunque 3 algunos la identifican con ésta), la filosofía de las ciencias, la epistemología moral, la metafísica, la lógica, entre otras. (Ver gráfico correspondiente al final de esta sección). En este contexto, Jean Piaget (1970: 24-47), se refirió a las epistemologías metacientíficas y paracientíficas. Las epistemologías metacientíficas extraen lecciones epistemológicas desde alguna ciencia ya desarrollada con cierta autonomía; reflexionan sobre sus condiciones de posibilidad, y procuran establecer una teoría general del conocimiento humano que trascienda y fundamente el conocimiento propio de las ciencias. Platón, parte de las matemáticas y establece un tipo de conocimiento superior, el de las formas ideales. Aristóteles, parte de la lógica, la biología, y la física, para desarrollar una teoría de las formas inmanentes en las cosas. Descartes, se remonta de las matemáticas y la geometría al fundamento axiomático del Cogito. Newton y Leibniz, deducen del análisis infinitesimal el dinamismo operatorio de la construcción intelectual capaz de alcanzar lo infinito y de establecer una mathesis universalis. Kant —maestro de la crítica— asegura un giro hacia las formas, los conceptos, los principios, los esquemas y las ideas a priori de una razón pura; planteó de forma revolucionaria los problemas epistemológicos, y dotó a la subjetividad trascendental de una densidad y unas dimensiones insospechadas antes de él. Las epistemologías paracientíficas toman como punto de partida una crítica restrictiva de la ciencia para fundamentar, al margen de sus fronteras, un conocimiento de naturaleza diferente. Esta tendencia es más reciente y puede encontrarse en Hume, cuando desemboca en conclusiones escépticas en torno a la imposibilidad de un principio objetivo de causalidad y establece un conocimiento por asociación de impresiones, por costumbre, por creencia. En la segunda mitad del Siglo XIX y, sobre todo durante el S. XX, se desencadenaron metafísicas enredadas en las huellas de las ciencias y emergieron posturas irracionalistas que formaron corrientes de pensamiento con teorías del conocimiento, claramente para-científicas. Piaget ilustra esta tendencia en la epistemología francesa con la corriente de ideas que pasa de J. Ravaisson a J. Lachelier, a E. Boutroux y concluye con H. Bergson. A partir de motivaciones sociales y morales se sale al paso de metafísicas cientificistas para hacer una crítica restrictiva y no constitutiva del conocimiento científico; se busca no sólo establecer límites entre ciencias y filosofía, sino también generar metafísicas simbólicas donde lo afectivo, lo irracional, y las ideologías colectivas se vean representados. Para Bergson, la ciencia resulta cada vez menos objetiva y más simbólica, a medida que va de lo físico a lo psíquico, pasando por lo vital. Habría una intuición 'supraintelectual' por encima de la percepción, la intuición, la inteligencia; se trata de la capacidad de construcción creadora que no es representable como un acto puro por ser operación y proceso continuos. Por otra parte, la fenomenología husserliana y las ciencias del espíritu de W. Dilthey, establecen formas de conocimiento paralelas y a veces opuestas 4 al conocimiento científico. Edmund Husserl critica la sicología empirista y el objetivismo científico con una teoría de la conciencia intencional que constituye de manera trascendental el sentido de verdad de todo conocimiento cualquiera que fuere y lo sitúa en el dominio de la vida cotidiana. Dilthey aboga por una comprensión del sentido y por una exégesis de los signos en que se objetiva la grandeza de la vida del espíritu y la genialidad humana en la historia. En una aproximación diferente, contemporánea también, Bernard J.F. Lonergan (1904-1984) sostiene que en toda filosofía, una vez situada en un espacio del desarrollo histórico del pensamiento y el obrar humanos, es posible distinguir un núcleo de base y un núcleo de expansión (1999: 412-415). El núcleo de base está compuesto por: (a) una teoría del conocimiento que se interroga por ¿qué hace el ser humano cuando conoce? Y cuya respuesta viene dada en términos de una estructura heurística general de actividades, operaciones y procesos del entender que desarrollan, con las determinaciones concretas correspondientes, los seres humanos, en la diversidad de experiencias de su vida cotidiana, en la dinámica investigativa de los eruditos, en los distintos tipos de científicos, de ordinario llamados sociales, naturales y formales. Aquí tiene un gran concurso no sólo la sicología y la sociología del conocimiento más actualizadas, sino la física de la relatividad, la estadística, los métodos genéticos y dialécticos; y, (b) una epistemología que, ligada a una teoría del conocimiento plantea la pregunta crítica ulterior de ¿por qué eso que hace el ser humano cuando conoce es conocimiento propiamente dicho y no otra cosa? Se trata de una pregunta por la validez y la realidad de los procesos cognitivos de los seres humanos que da lugar a nociones heurísticas, operatorias, generales y abiertas en torno a qué se entiende por términos tales como: conocer, ser, objetividad, sujeto, lógica y método. Una filosofía posee también un núcleo de expansión. Éste se halla constituido por (a) una metafísica que pretende responder a la pregunta: ¿qué conocen los seres humanos cuando conocen? con una estructura heurística del ser que es proporcional al desarrollo del núcleo de base; por (b): planteamientos éticos y políticos que responden a preguntas en torno a la responsabilidad y bondad de los conocimientos e interacciones humanas; (c) por planteamientos que abordan interrogantes en torno a un conocimiento trascendente, y por (d) otras expansiones estéticas, culturales, etc. entendidas de ordinario como filosofías de... La epistemología del canadiense está enmarcada de un modo más global en una meta-teoría de la significación que plantea y afronta la pregunta: ¿en qué consiste la significación de la significación? Más adelante se formulará con mayor amplitud este planteamiento epistemológico, advirtiendo desde ahora que este ensayo se ubica dentro de este horizonte. 5 En contraste, una epistemología científica, liberada de aproximaciones filosóficas y de connotaciones ideológicas de expresiones tales como 'la' ciencia, 'la' filosofía (totalidades inexistentes), se puede definir con J. Piaget (1970) como: "el estudio de la constitución de los conocimientos válidos" o como "el estudio del paso de estados de mínimo conocimiento a un conocimiento más riguroso". El estudio de la constitución de los conocimientos válidos se hace a través del análisis de las condiciones de hecho y de las condiciones de validez de los distintos tipos de conocimientos humanos. Este estudio se ocupa de las condiciones reales de producción de los conocimientos científicos; de las condiciones históricas de desenvolvimiento de los problemas y los conceptos de las ciencias; del examen de los fundamentos y los obstáculos en la constitución de los conocimientos científicos. Sin embargo, no se quiere decir que esta epistemología sea más verdadera que las anteriores. Incluso, esta epistemología podría devenir en otra ciencia al lado de las demás, aunque con algunas diferencias, y se encontraría con los problemas adicionales e insalvables de requerir también su propia epistemología para seguir así en infinito; o, más bien, la epistemología científica se disolvería, como sucede actualmente, en epistemologías al interior de cada ciencia —regionales— sin pretensiones de generalización. Las epistemologías científicas, para Piaget, provienen de tres fuentes: una fuente moralizadora que, ante las continuas transformaciones de las ciencias, busca fijar principios inamovibles. Las tendencias positivistas desde A. Comte hasta el positivismo vienés y anglosajón de comienzos de siglo pertenecen a esta fuente. Una segunda fuente se halla constituida por el interés de filósofos como Cournot y Brunschvicg que buscaron en la filosofía de las ciencias las informaciones que acerca de las transformaciones del conocimiento no les podía suministrar la reflexión especulativa. La tercera fuente proviene de la reflexión de los científicos mismos sobre sus campos, categorías y métodos de conocimiento, reflexión destinada no a producir una filosofía sino a superar las crisis y divergencias en el interior de sus respectivas comunidades científicas. Las expresiones: 'filosofía de las ciencias' y 'teoría de la ciencia' encierran formas de abordar los desarrollos científicos actuales que no se centran únicamente en los asuntos epistemológicos y lógicos del discurso científico, sino también en los asuntos ontológicos, éticos, políticos, históricos, sociales y culturales de las prácticas científicas (W. Stegmüller, M. Bunge, U. Moulines, Th. S. Kuhn, P. Feyerabend, R. Chisholm, Ph. Kitcher). En Francia, los nombres de G. Bachelard, A. Koyré, G. Canguilhem, J. Cavaillés, M. Foucault representaron una epistemología científica que, con el trasfondo general del materialismo histórico, pretendió de-construir los vínculos entre el saber científico y las 6 condiciones sociales, entre la ciencia y el poder, sin las pretensiones integrales de una epistemología general. Otros desarrollos actuales, originados en la antigua sociología de la ciencia iniciada por M. Scheler, M. Weber, K. Manheim, constituyen el llamado programa fuerte de la sociología científica, bien diferente de la anterior con: D. Bloor, B. Barnes, H. Collins, D.A. MacKenzie, J. Henry. Se insiste aquí en la causalidad de las condiciones, los factores sociales, los contextos culturales y los intereses individuales en la generación de teorías — incluidas las sociológicas mismas— y en los conocimientos, en general. Igualmente, a partir de L. Vygotsky, se ha impulsado la idea de la construcción social del conocimiento y de la realidad con: P. Berger, Th. Luckmann, A. Schütz, K.Knorr-Cetina, B. Latour, B. Barner, S. Woolgar, A. Pickering, P. Ernest, J. Searle, I. Hacking, S. Pinker, S. Fish. Los hechos sociales son „hechos brutos‟ análogos a los físicos podría enunciar su tesis radical. En el contexto continental y anglo-sajón, autores como G. Frege, B. Russell, R. Carnap, L. Wittgenstein, J. L. Austin, P. F. Strawson, J. R. Searle, K. Popper, W. v. O. Quine, y N. Rescher, agenciaron transformaciones profundas en la epistemología a través del giro lingüístico y pragmático, de la evolución de la teoría de la referencia, de la naturalización de la epistemología como subdisciplina de la sicología empírica, de la reivindicación de las creencias y de nuevas formas de sistematización cognitiva. Es prematuro en este lugar no sólo argumentar una síntesis fecunda entre las aproximaciones filosófica y científica a la epistemología sino también, si fuera el caso, optar por una de ellas con exclusividad o, en el límite, discutir acerca de una desaparición de la epistemología (D. Lecourt, R. Rorty y otros). La propuesta consiste en ingresar en la densidad de la problemática con una estrategia que permita reconocer la génesis, la diversidad y la especificidad de las transformaciones epistemológicas más relevantes a lo largo de la historia. De forma paralela y recíproca, será posible una caracterización de nociones básicas e igualmente problemáticas tales como: conocimiento, ciencia, filosofía, objetividad, lógica, método, sujeto, etc., con respecto a las que convergen o se apartan estas transformaciones. 0.3 Las grandes transformaciones epistemológicas: un esquema general.- (Ver el gráfico “Meta-teoría de la significación” al final de este numeral). Ya desde fines del S. XIX y comienzos del XX, la reflexión sobre la significación se convirtió en un foco de atención y en una categoría central no sólo del trabajo filosófico sino también de las ciencias sociales y humanas. En efecto, el giro lingüístico en filosofía —que hizo eco a la tesis del filósofo moderno John Locke (1632-1704), acerca de cómo una teoría de los signos debía anteceder a una teoría de las proposiciones verdaderas— se ha desplegado en varias direcciones, tales como la analítica, la pragmática, la hermenéutica, entre otras, todas 7 ellas con el denominador común de hacer de los lenguajes y discursos un factor constitutivo de la vida humana y el conocimiento del mundo. Se piensa erróneamente que el significado tiene menos realidad que una piedra o un trozo de madera que sí pueden, por lo pronto, hacernos daño pero, esto no lo hace menos real. Así que, no se hace esperar la pregunta sobre qué es la significación. Ésta, a su vez, puede volcarse sobre sí misma cuestionando si tiene o no significado hacerse esa pregunta, mientras nos persuadimos de que la significación es, de cierto modo, una realidad que se explica por sí misma, desde su interior, ante la imposibilidad de hablar desde un punto de vista completamente diferente o exterior a ésta. Ahora bien, la reflexión sobre la significación, como es evidente, se sitúa de entrada en la línea de los estudios sobre los signos, sobre los distintos lenguajes y sus estructuras; sobre los diferentes portadores o vehículos de la significación: los signos, el lenguaje corriente, la relación intersubjetiva, los sueños, el arte, los símbolos, la comunicación humana y cómo ésta fluye incorporada en y a través de distintos medios. Los estudios también se han volcado sobre la interpretación de sus portadores y sus referentes: la historia, la literatura, los distintos objetos de las ciencias, las instituciones, las filosofías. El significado tiene, entonces, una realidad analógica que exige enormes tareas de descripción, interpretación, análisis y crítica, a través de un largo rodeo por todas sus objetivaciones. Sin embargo, sin demeritar estas decisivas aproximaciones, otras abordan el problema desde una perspectiva meta-teórica complementaria. Entre éstas, la propuesta por Lonergan (1988: 61-102), que propone partir del estudio de los distintos elementos constitutivos de la significación, a saber: las fuentes; la estructura de actos de la significación; los términos o confines de la significación; sus exigencias y ámbitos a que éstas dan lugar; las etapas de la significación; las funciones y el núcleo de la significación humana, estudio que apunta a la auto-apropiación personal y comunal de la normatividad inherente a las operaciones de la conciencia intencional. En esta perspectiva, el problema principal es cómo hallar orientación y dirección en el denso y enriquecido universo de la significación humana. Una clave orientadora es comprender que la significación cumple funciones distintas pero complementarias: eficiente, constitutiva, comunicativa y cognitiva. Como se advierte, esta última es sólo una entre otras funciones con las que guarda estrecha relación. De manera semejante, hay que comprender que, en el universo de la significación, ésta obedece a distintas exigencias de control: práctica, sistemática, crítica, metódica, trascendente. En consecuencia, se puede decir que la función cognoscitiva, la propia del problema epistemológico en cuestión ahora, se concibe y juega distintos papeles, según la exigencia de la significación a que pretenda responder. 8 Dentro de este marco de referencia general es posible hablar de distintas transformaciones epistemológicas. Su fundamentación y explicación más amplia se hallará en la última unidad de este ensayo. Como tal, se trata de un esquema interpretativo. Las distintas transformaciones no tienen necesariamente una secuencia temporal; es más, pueden coexistir varias en una misma cultura o época histórica. Sin embargo, los ejemplos que pretenden ilustrarlas, guardan un orden cronológico conveniente. Así que: Con base en una exigencia de control práctico de la significación, que da origen al campo del sentido común o la vida cotidiana, se puede hablar de una primera transformación epistemológica. No obstante sea el mundo de la vida de todos los días el contexto más inmediato, espontáneo y connatural en que se experimentan y plantean por primera vez los problemas del conocimiento humano, se habla allí mismo de una transformación epistemológica: ¿por qué? Nuestra supervivencia en el mundo y la búsqueda de orientación y dirección de nuestras vidas en él, supone grandes dosis de inteligencia práctica a nivel colectivo e individual, de procesos espontáneos y autocorrectivos de aprendizaje, en simbiosis con configuraciones biológicas, lúdicas, dramáticas, estéticas, artísticas, intelectuales y religiosas de nuestra experiencia humana. El adecuado desempeño de esta inteligencia y sus procesos en situaciones concretas, particulares, cambiantes, típicas, circunstanciales, contradictorias genera, ciertamente, conocimientos prácticos válidos. Pero, como éstos casi nunca se obtienen de manera ingenua, inmediata y espontánea, sino que muy a menudo pueden ser evitados, pasados por alto, bloqueados o sesgados por múltiples interferencias sociales, individuales o generales, este tipo de conocimiento amerita una crítica y reorientación de sus potencialidades en la historia de los seres humanos. Una segunda transformación epistemológica se plantea con base en una exigencia sistemática de control de la significación. Según ésta, es preciso establecer una distinción entre dos universos del discurso y la acción humanos: el universo de la teoría, del conocimiento fundado, del saber competente y, el universo de la opinión, de la creencia, del saber corriente o común. El universo del sentido común, aún reorientado de los sesgos a que espontáneamente se inclina, no es el único campo válido de significación, cognición y acción humana. Es preciso criticar sus pretensiones de omnicompetencia; depurar su lenguaje e inventar uno nuevo; perseguir otro tipo de preocupaciones más remotas, abstractas, no inmediatas anuncia la emergencia de un campo para la Theoria; la ciencia; la contemplación. Una doble ilustración de esta exigencia se halla en Platón y Aristóteles: Sophia, Episteme, y Doxa. La epistemología (la episteme, en sentido foucaultiano) implícita en este contexto griego es claramente dependiente de supuestos metafísicos, como se mostrará más adelante. 9 La revolución científica de los SS. XVI y XVII nos permite ejemplificar una tercera transformación epistemológica, suscitada por una exigencia crítica para el control de la significación. Los orígenes de la ciencia moderna desplazan la autoridad científica del Medioevo y de la Antigüedad. Esta revolución logró no sólo eclipsar la filosofía escolástica sino que cuestionó radicalmente la física aristotélica y transformó el carácter habitual y la textura de la vida cotidiana de los seres humanos. En el S. XVIII, Immanuel Kant (1724-1804) capitalizará para la epistemología la revolución copérnicogalileana; su Crítica de la razón pura especulativa (1781), se convertirá en prototipo de exigencia crítica del sentido al establecer límites y usos legítimos de la razón especulativa, práctica y estética. El universo de la teoría será ocupado en su mayor parte por la física matemática, mientras la metafísica quedará desplazada al rango de una disposición natural humana que orienta la práctica en la historia. El espíritu crítico de esta exigencia no descansa satisfecho tras explorar con éxito la naturaleza física; apunta ahora hacia una cuarta transformación epistemológica con la producción de nuevos frutos en la revolución histórico-hermenéutica del S. XIX. A partir de ese momento se ha vuelto un axioma del pensamiento Occidental que el mundo de la vida cotidiana de los seres humanos y sus instituciones no pueden ser comprendidos sin contar con la hermenéutica y la historia. Se trata de saber cómo los pueblos y sus organizaciones llegaron a ser lo que son. Se trata de aprehender el sentido y el valor de sus acciones, de sus obras y de sus pensamientos en su experiencia humana del tiempo. Ésta y la revolución de dos siglos antes no son dos revoluciones separadas, sino aspectos de un gran movimiento de transición del modo medieval al modo moderno de considerar las cosas (Richardson 1964: 32ss.). Surgen nuevos campos de la significación. El mundo — otrora unificado— de la teoría, se diversifica en: ciencias de la naturaleza, ciencias del espíritu, y en las actuales ciencias sociales y humanas. El universo marginado de la doxa, desconocido una vez más por la ciencia moderna post-renacentista, es reivindicado en este momento de una manera humana, demasiado humana, por Nietzsche; de manera romántica e idealista por Humboldt, Vico, Herder, Schleiermacher, Dilthey, entre otros. La complejidad y ambivalencia de los debates epistemológicos del presente siglo, atestiguan más todavía, el alcance y papel de la exigencia crítica en el control de la significación. Se señala así una quinta transformación. Estrictamente, no se trata de un movimiento unitario, sino de una diversificación muy vasta de cometidos epistemológicos y anti-epistemológicos. Desde la desaparición de „la conciencia‟ y „el sujeto‟ a cargo de los maestros de la sospecha: Nietzsche, Marx, Freud; desde la propuesta de un ideal unificado del discurso científico en el Círculo de Viena en los años 20; pasando por el giro hacia los juegos del lenguaje; por los distintos procesos de racionalización de la 10 totalidad social; por la naturalización de la epistemología; por el pensamiento postmetafísico; por las posturas cognitivistas de la inteligencia artificial; por el pragmatismo, hasta llegar al extremo de declarar la muerte de la epistemología y el fin de la historia; todo ello alimenta la complejidad de las empresas epistemológicas en nuestro siglo. El ataque frontal a la posibilidad de fundamentación de nuestros conocimientos y de nuestras creencias, sugiere y constituye un pensamiento débil, ambivalente, líquido que, en el mejor de los casos, finca toda su legitimidad en adelantar conversaciones abiertas acerca de algo interesante para un grupo humano. Ahora bien, la complejidad del momento epistemológico contemporáneo precisa con urgencia volver a plantear las antiguas preguntas acerca del qué y el porqué de las preocupaciones epistemológicas. La exigencia crítica de la significación acomete de otra forma esta problemática: ¿qué posibilidades hay de reunificar, o de integrar las distintas perspectivas epistemológicas? ¿Qué horizonte de mutuo entendimiento es todavía posible entre científicos, hombres de la calle, filósofos, artistas, cuando emprenden tareas cognitivas? Ello da pie para hablar de una transformación más, orientada hacia una nueva integración cognitiva. Ésta surge de acentuar la exigencia crítica de la significación para abrir de este modo un nuevo espacio para su desarrollo: el campo de la mediación de la interioridad humana. Esta mediación, al no ser un fin en sí misma, conlleva una nueva exigencia de control de la significación: la exigencia metódica que invita a reconstruir los campos del sentido común y la diversidad de sus prácticas culturales, de las distintas ciencias, las artes, las filosofías, las religiones. Las distintas empresas del conocimiento humano hoy pueden articularse fructuosamente entre sí, mediante el redescubrimiento de principios fundacionales operatorios: los dinamismos operativos de la conciencia intencional (personal y comunal) de los seres humanos que dicen conocer algo. El giro hacia la interioridad, intentado varias veces en la historia por Sócrates, Agustín, Descartes, Kant, Husserl, es intentado nuevamente por Lonergan, pero sólo como mediación metódica (no como un fin en sí mismo; siendo quizá ésta su diferencia fundamental con aquellos filósofos), con base en estas preguntas: ¿Qué hacemos cuando decimos que conocemos? Y, ¿por qué eso que decimos que hacemos es realmente conocimiento y no otra cosa? A partir de este cuestionamiento, es posible identificar un esquema heurístico —“…una base firme, un modelo invariante, abierto a todos los desarrollos posteriores de la comprensión— (Lonergan 1999: 31) que haga posible la colaboración e integración de las problemáticas epistemológicas, entre otras. Ese esquema ha de ser abierto, diferenciado, pluralista, metódico, realista, crítico, dialéctico, integral. 11 Como puede advertirse ahora con más facilidad, el estudio de las distintas transformaciones epistemológicas en la historia del pensamiento humano y su función en el control de la significación, tiene su base en esta estrategia metódica. Finalmente, una exigencia trascendente de la significación puede desprenderse de la anterior, si bien no será objeto de estudio explícito aquí. Ella apunta a la problemática de la confrontación de nuestro universo de experiencias con lo absolutamente otro; con lo trascendente; con el campo de significación que allí se origina y que apunta a lo otromundano, a lo divino, a un ámbito de significación y valoración humano más amplio, y que involucra por lo general una gran diversidad de experiencias religiosas, místicas, misteriosas y mistéricas. A esta exigencia se responde también libremente; el campo de lo trascendente podría llenarse de sentido o podría quedar vacío. Sin embargo, el complejo mundo de la significación humana quedaría trunco y, a la vez, perdería otra rica dimensión significativa, si se decide no afrontar críticamente esta última exigencia. Una respuesta afirmativa proporcionaría un nuevo horizonte que potenciaría en riqueza y complejidad las exigencias anteriores y permitiría una reconstrucción innovadora de los distintos campos de la significación humana: la densidad de la vida cotidiana, las distintas ciencias, la pluralidad de métodos, en dimensiones insospechadas. _______ Referencias FOUCAULT, M. HABERMAS, J. LONERGAN, B.J.F. 2007 1981 1999 LONERGAN, B.J.F. MOSTERIN, J. OLIVÉ, L. PIAGET, J. RICHARDSON, A. 1988 1987 1995 1970 1964 La arqueología del saber. 23 ed. México: S.XXI. Teoría de la Acción Comunicativa. Madrid: Taurus. 2 vol. Insight. Studio sobre la comprensión humana. Salamanca: Sígueme; México: UIA. Método en teología. Salamanca: Sígueme. Racionalidad y acción humana. Madrid: Alianza. Racionalidad epistémica. Madrid. Trotta. Naturaleza y métodos de la epistemología. History Sacred and Profane. London: SCM Press. SIERRA-G., F. 2010 Cuestiones epistemológicas de la interdisciplinariedad. Bogotá: indt. [Ver gráficos: Epistemología y Meta-teoría del sentido] [fsg© Updated:11.01.11] 12 13