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MUNDOS DE PAPEL Las difusas fronteras entre ficción y filosofía CFRO_00_mundos_de_papel.indd 3 20/05/14 12:07 Colección Fronteras Director Juan Arana Con el patrocinio de la Asociación de Filosofía y Ciencia Contemporánea CFRO_00_mundos_de_papel.indd 4 20/05/14 12:07 José María Torralba (Ed.) MUNDOS DE PAPEL Las difusas fronteras entre ficción y filosofía BIBLIOTECA NUEVA CFRO_00_mundos_de_papel.indd 5 20/05/14 12:07 grupo editorial siglo veintiuno siglo xxi editores, s. a. de c. v. CERRO DEL AGUA, 248, ROMERO DE TERREROS, siglo xxi editores, s. a. GUATEMALA, 4824, 04310, MÉXICO, DF C 1425 BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA www.sigloxxieditores.com.mx www.sigloxxieditores.com.ar salto de página, s. l. biblioteca nueva, s. l. ALMAGRO, 38, ALMAGRO, 38, 28010, MADRID, ESPAÑA 28010, MADRID, ESPAÑA www.saltodepagina.com www.bibliotecanueva.es editorial anthropos / nariño, s. l. LEPANT, 241, 08013, BARCELONA, ESPAÑA www.anthropos-editorial.com Mundos de papel : las difusas fronteras entre ficción y filosofía / José María Torralba (ed.). – Madrid : Biblioteca Nueva, 2014 270 p. ; 23 cm (Colección Fronteras) ISBN 978-84-16095-74-2 1. Filosofía 2. Literatura 3. Límites 4. Humanismo 5. Sueños 6. Locura 7. Verdad 8. Freud 9. Joyce 10. Proust 11. Borges 12. Zenón 13. Máximo el Confesor 14. José Gaos I. Torralba, José María, ed. lit. 1 hpca 82 dsbb hpcb dsbd hpcd1 dsbf hpcf7 dsbh dsk © Los autores, 2014 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2014 Almagro, 38 28010 Madrid www.bibliotecanueva.es editorial@bibliotecanueva.es ISBN: 978-84-16095-74-2 Depósito Legal: M-15.717-2014 Impreso en Lável Industria Gráfica, S. A. Impreso en España - Printed in Spain Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos. CFRO_00_mundos_de_papel.indd 6 20/05/14 12:07 ÍNDICE CFRO_00_mundos_de_papel.indd 7 20/05/14 12:07 CFRO_00_mundos_de_papel.indd 8 20/05/14 12:07 Presentación, José María Torralba .......................................................... 11 Primera parte REALIDAD E IRREALIDAD El sueño y las ensoñaciones, Alejandro Llano ............................... La filosofía y su objeto. Algunas reflexiones iniciales, Carlos Llinás ............................................................................................... Cuentas y cuentos. Vivir la filosofía en la ambivalencia, Jorge Úbeda ................................................................................................. Sobre el embrujo de realidad de los sueños. Freud, Joyce y Proust, Lourdes Flamarique ............................................................. Los muertos. Ficción y realidad, Amalia Quevedo ..................... Alteridad y límites: El papel de la locura en la concepción de la razón, Marcela García ................................................................ La encrucijada entre conocimiento científico y actividad onírica, Pedro Jesús Teruel ................................................................... 15 23 33 43 83 91 101 Segunda parte LITERATURA Y VERDAD Literatura, verdad e imaginación, Margarita Mauri ................. La experiencia estética: Un encuentro entre libertades, Dolores Conesa .......................................................................................... «Beauty is truth, truth beauty». Apuntes sobre los sentidos de la relación entre la belleza y la verdad con ocasión de unos versos de John Keats, Rogelio Rovira ..... Un ejemplo de interacción entre expresión filosófica y expresión literaria: Borges y las paradojas de Zenón, Juan Arana ................................................................................................... CFRO_00_mundos_de_papel.indd 9 125 135 147 159 20/05/14 12:07 10 Índice Entre actores y máscaras. Algunos aspectos de la discusión contemporánea acerca de la persona, Marta Mendonça ............................................................................................................. 169 Tercera parte LA FICCIÓN EN LA FILOSOFÍA Persona, sentido y artificio. A propósito de Máximo el Confesor, Jesús de Garay ..................................................................... El rendimiento cognoscitivo de la imaginación o el arte de conjeturar para hacer verdad, Claudia Carbonell ....... Autoconocimiento, terapia y escritura: Una provocación socrática, Héctor Zagal ...................................................................... Autobiografía y búsqueda filosófica. El caso José Gaos, Agustín Serrano de Haro ......................................................................... La expresión bidimensional de la vida humana. Notas para una antropología de las polaridades, Luciano Espinosa La ficción y la falsedad. Una reflexión sobre un texto de Clifford Geertz, Francisco Rodríguez Valls ................................ CFRO_00_mundos_de_papel.indd 10 189 201 221 233 245 263 20/05/14 12:07 Presentación En un primer acercamiento, los conceptos de ficción y verdad parecen opuestos y mutuamente excluyentes. La verdad comparece en el conocimiento de la realidad, mientras que la ficción se suele entender como el ámbito de lo irreal. La tradicional distinción académica entre filosofía y literatura parece confirmar esa divisoria. Aunque, a pocos pasos que alguien dé en su formación intelectual, la frontera rápidamente se difumina, no es infrecuente encontrar personas que consideran arriesgado o peligroso que se desdibujen dichos límites. Las actitudes racionalistas siguen presentes en la universidad y quienes las promueven parecen no ser conscientes de que con su afán limitador lo único que consiguen es dar alas a quienes precisamente pretenden diluir los conceptos de verdad y realidad. Sostener que la verdad es un «hecho» o algo que está ahí, «dado», no es otra cosa que proporcionar munición a quienes desean darla por superada. La pretensión de una verdad pura, objetiva o completa es una empresa imposible. Lo que hay es la verdad sin adjetivos, es decir, la que alcanzamos diariamente por medio de nuestro conocimiento y de nuestras acciones. Las contribuciones que componen el presente libro, aunque diversas en su enfoque y temática, poseen cierto parecido de familia en el modo de abordar la relación entre ficción y verdad. Por ejemplo, la imaginación aparece como el eje que permite articular lo verdadero y lo real, precisamente porque nuestro acceso al mundo —o, mejor dicho, nuestro estar en él— requiere cierta capacidad interpretativa o de mediación. En esta misma línea, se pone de manifiesto que el cultivo de la fantasía a través del arte y la literatura amplían nuestras posibilidades de actuación moral, tanto en número como en calidad. Cuando se superan las innecesarias barreras, el sueño no es visto tanto como una fuente de engaño, sino más bien de conocimiento e inspiración. Y lo irracional ya no se desprecia como lo opuesto a lo ra- CFRO_01_mundos_de_papel.indd 11 20/05/14 12:08 12 José María Torralba cional, sino como su sustrato. Desde esta perspectiva, la belleza, que con facilidad es considerada la menor de la tríada «lo bueno, lo verdadero, lo bello», cobra renovado protagonismo. Es en la belleza donde la experiencia de la libertad se hace patente con especial fuerza. La libertad del intelecto en la contemplación de lo bello puede guiar la libertad de la voluntad en la acción moral. De modo similar, el conocimiento de la verdad solo se da propiamente cuando va acompañado de una experiencia de libertad. Todo lo cual hace posible una nueva manera de pensar la relación entre ficción y verdad. Se trata de acercarse a la filosofía y a la literatura sin parapetarse tras la comodidad del canon académico, ni limitarse a la labor de exégesis o comentario. La principal virtud de los trabajos aquí reunidos es que en ellos se habla en primera persona. El ejercicio del pensamiento así lo requiere. La presente publicación es el resultado de la invitación que la Asociación Filosofía y Ciencia Contemporánea (AFyC) hizo a un grupo de profesores universitarios, de Europa y América, para reflexionar sobre estas cuestiones. Los días 26 y 27 de junio de 2013 los trabajos fueron presentados en el Simposio que la asociación celebra anualmente en Ribadesella. Merece sincero agradecimiento dicha iniciativa, promovida por Alejandro Llano, Juan Arana y Lourdes Flamarique, que para muchos de nosotros es como un oasis intelectual en medio del desierto tecnocrático. Agradezco muy particularmente el empeño de Lourdes Flamarique y Javier García Clavel para que esta publicación llegara a buen puerto, y a este último además su eficaz trabajo editorial. José María Torralba CFRO_01_mundos_de_papel.indd 12 20/05/14 12:08 Primera parte REALIDAD E IRREALIDAD CFRO_01_mundos_de_papel.indd 13 20/05/14 12:08 CFRO_01_mundos_de_papel.indd 14 20/05/14 12:08 El sueño y las ensoñaciones Alejandro Llano Universidad de Navarra El mayor «escándalo de la filosofía» estriba en la continuidad de su propia presencia: en que la filosofía siga existiendo después de veinticinco siglos durante los cuales parece que sus cultivadores no han conseguido algunos de sus más elementales objetivos. A finales del siglo xviii se lamenta Kant del Skandal der Philosophie, consistente en que todavía no se haya dado una demostración de la existencia del mundo exterior. Y es, paradójicamente, el pensador idealista más caracterizado quien acomete, en su Crítica de la razón pura, una Refutación del Idealismo. Por su parte, Heidegger advierte en Ser y tiempo que el escándalo de la filosofía estriba más bien en que se sigan intentando tales pruebas, que por otra parte llegan demasiado tarde porque el ser humano en sentido existencial —el Dasein— es siempre ya un ser en el mundo. La duda universal cartesiana se suele presentar como la actitud más radical y consecuente ante el escándalo de las opiniones en pugna. Pero es bien sabido que esta duda tiene una índole exclusivamente metódica y que su validez es solo provisional, de suerte que —prosiguiendo el orden de razones— Descartes llega a estar cierto de cosas de las que, como dice irónicamente Peter Geach, mejor haría en seguir dudando. Siglos antes, los sofistas fueron aún más radicales. Porque, en lugar de intentar superar artificiosamente el inicial naufragio de la razón, se abisman en él, y de él obtienen las últimas consecuencias. La conclusión clave, entre todas ellas, no puede ser sino esta: realidad y apariencia son lo mismo. La realidad es tal y como aparece a cada uno de los sujetos. Desde luego, la actitud sofística no es remedio —según pretende serlo la cartesiana— sino agudización de la enfermedad que, como vemos, la filosofía padece desde sus mismos inicios. CFRO_01_mundos_de_papel.indd 15 20/05/14 12:08 16 Alejandro Llano Si hasta el día de hoy no se puede decir que la situación haya variado sustancialmente, será porque a la filosofía —y a la mujer o al hombre que la hacen— les persiguen sin cesar sus propias ensoñaciones. De manera que el problema radical de quien se pone a pensar es la apremiante distinción entre el sueño y la vigilia, ya que una de las características del soñar es que lo que en él se percibe parece real, pero luego —al despertar— resulta que no lo es. ¿Quién me puede asegurar, entonces, que lo que habitualmente experimento no es en sí mismo un sueño del que nunca se acaba de despertar? ¿No es, acaso, la realidad vivida en gran parte imaginada, fingida y, al cabo, soñada? ¿No es cierto que en nuestro presunto conocimiento de la realidad se proyectan decisivamente nuestros recuerdos, nuestras previas experiencias, nuestros anteriores sueños y, lo que es peor, nuestros prejuicios y preferencias? Aun en el caso de que presumamos conocer la realidad que nos circunda, ¿qué nos asegura que sea precisamente esta la verdadera realidad? ¿No tenemos quizá más motivos para pensar, con Platón, que la realidad real es otra, mientras que esta no es sino una sombra, como se nos relata en la alegoría platónica de la caverna? Según ha visto lúcidamente Fernando Inciarte, el enigma del sueño de la razón cruza toda la historia de nuestra cultura. La poética se ha visto tentada de adscribir a las ensoñaciones un carácter sagrado y de pensar que en ellas pueden acontecer «revelaciones» que desvelen la realidad verdadera, cubierta en la vigilia por velos impenetrables. La filosofía, en cambio, casi siempre ha aspirado a un despertar de la razón, que disipe definitivamente las oscuridades del sueño. Pero aquí le acecha el riesgo decisivo, el auténtico sueño de la razón, que consiste justamente en tomar sus propias costrucciones racionales por la verdadera realidad, de manera que entonces ni siquiera se intente despertar. Hoy sabemos que no hay ensoñación más radical que el intento de racionalizar por completo el mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Expresado de manera paradójica: el peor sueño de la razón es el que ella misma introduce en la realidad, al intentar disipar todas nuestras imaginaciones y ficciones, todas las irrealidades sin las cuales sería imposible dar un solo paso en la comprensión del ser de las cosas. Aunque Goya diera otro sentido a su famoso Capricho, el sentido filosófico último de este problema radical vendría enunciado por el dictum de tal pintura: «El sueño de la razón produce monstruos». Tan perentorio para la filosofía es este problema que Descartes lo compara, en cuanto a su generalidad, a la discusión de la hipótesis del «genio maligno». Leemos en la Meditación primera: [...] Debo considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y representarme en sueños las mismas CFRO_01_mundos_de_papel.indd 16 20/05/14 12:08 El sueño y las ensoñaciones 17 cosas, y a veces cosas menos verosímiles, que esos insensatos cuando están despiertos. ¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar, por la noche, que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama! En este momento, estoy seguro de que yo miro este papel con los ojos de la vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta, de que alargo esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia: lo que acaece en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo esto. Y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo (Descartes, 1977: 18). Acontece así que la única certeza indubitable resulta de la posición inmediata de algo frente a la conciencia. Pero esto implica que estamos ante el triunfo del representacionismo. Porque las representaciones se comportan neutralmente frente al sueño o la vigilia, la realidad o la ficción. Esto es especialmente claro en Descartes, con su solipsismo metódico. El cogito ergo sum cartesiano (significa algo así: cuando sueño, aunque meramente estoy soñando, existo) obtuvo su seguridad única y exclusivamente de la neutralización provisional de la oposición entre sueño y verdad, razón y locura, verdad y engaño (Inciarte, 2004: 33). El carácter indudable de lo que se da inmediatamente ante la conciencia se refiere a la realidad del propio darse, pero no necesariamente a aquello que se da en la correspondiente afección. Porque la posibilidad de error surge inmediatamente cuando se pretende atribuir algo a «aquello —dice Aristóteles en la Metafísica— de lo que es accidente la afección» (Met., 1010b 15-26). Desde el momento en que se pretende superar la inmediatez del dato de conciencia y acceder a aquello que se da en algún aspecto de la correspondiente ensoñación, incurrimos en el riesgo de que tal atribución sea falsa. Y la duda que surge de esta tesitura —con todas sus variantes— no se puede disolver desde un planteamiento representacionista, según el cual lo que se conoce no son propiamente aspectos de la realidad sino supuestas representaciones de ella. El único modo de no caer bajo el dominio de la duda sofística o cartesiana consiste en distinguir el concepto de la representación. Porque el concepto no está propiamente por lo conocido, sino que el propio concepto es lo que intelectualmente se conoce. Las representaciones son temporales y los conceptos supratemporales. Las representaciones surgen de inmediato. Surgen y pasan instantáneamente. Los conceptos, en cambio, no surgen ni desapare- CFRO_01_mundos_de_papel.indd 17 20/05/14 12:08 18 Alejandro Llano cen; o son —como precisa Aristóteles a propósito de las formas (cfr. Met. VII, 15, 1039b 26; VIII, 5, 1044b 21-29)— o no son sin surgir ni pasar. Mi representación no es tu representación, pero mi concepto puede ser tu concepto. Y en diversas circunstancias yo puedo formar el mismo concepto, pero no la misma representación. La representación consiste en ser un estado de conciencia; el concepto, no. En esto estriba la objetividad del concepto, a diferencia de la subjetividad de la sensación (Inciarte y Llano, 2007: 290-291). Los conceptos no están por la realidad, sino que son ellos mismos realidad: por eso no pueden sustituirla. Conocer la realidad tal como es significa sobre todo tener la capacidad de formar concepto, por ejemplo, el concepto de dolor, para lo cual no son necesarias ni palabras ni sensaciones; para lo cual, en principio, solo es necesario más bien el logro que puede rendir todo hombre, aunque sea sordo o ciego, de constatar en sí mismo o en otros que esto (por ejemplo un gemido o un gesto torcido en otros, una punzada en su propio corazón) vuelve a ser lo mismo que aquello (Inciarte, 2004: 39). Con todo, la ambigüedad de las ensoñaciones respecto a su valor de verdad no puede superarse. De ahí que propiamente nuestros sueños no sean ni verdaderos ni falsos. Y esto es así porque la irrealidad de los sueños va esencialmente unida a la apariencia, es decir, a su inevitable confusión con la realidad. Pero es que hay más. Es que la apariencia que está en los sueños entreverada no solo es inevitable sino también insuperable en sí misma, o sea, mientras que se esté soñando. Todos tenemos experiencia del «sueño dentro del sueño», es decir, de la posibilidad de salir de un sueño —en cierta manera, de «despertar» de él— para pasar a otro, en el que incluso comparezca el carácter onírico del primero. Pero no hay en tal caso ninguna rectificación de la apariencia, porque el segundo sueño no es menos ilusorio que el primero. En términos filosóficos, el motivo por el que en los sueños no hay posibilidad de conocer la verdad estriba en la insuficiencia del modelo meramente adecuacionista, puesta de relieve por Millán-Puelles en su teoría de la reflexividad originaria, sin la cual es inviable la adecuación veritativa (Millán-Puelles, 2014: 247-296). La ausencia en los sueños de esta peculiar reflexividad —poseedora de una índole claramente intelectual— hace que la proposición «Quizá estoy soñando» no sea ni verdadera ni falsa, sino que carezca de sentido1. De ahí que la pretensión 1 «Das Argument “Vielleicht träume ich” ist darum sinnlos, weil eben auch diese Äusserung geträumt ist, ja auch das, dass diese Worte eine Bedeutung haben» (L. Wittgenstein, Über Gewissheit, Oxford, Basil Blackwell, 1979, n. 383; cfr. n. 667). CFRO_01_mundos_de_papel.indd 18 20/05/14 12:08 El sueño y las ensoñaciones 19 racionalista de disipar, de una vez por todas, las ilusiones cognoscitivas desemboque en el moderno «sueño de la razón», que es insuperable mientras que no se abandone el modelo representacionista, el cual —por más que lo intente— no supera una teoría simplista de la verdad como simple y mera adecuación. Si recordamos la distinción de MacIntyre entre el paradigma de la certeza y el paradigma de la verdad (cfr. MacIntyre, 1990), advertiremos que el «sueño de la razón» fluye directamente del primer modelo, ya que es propio de los sueños la situación de certeza subjetiva sin asomo alguno de verdad. La habitual alternativa humana de sueño y vigilia —característica de una subjetividad que no se identifica con su conciencia— motiva que la tajante distinción conceptual que se acaba de establecer entre uno y otro estado no excluya las situaciones híbridas (como el estar «medio dormido» o el «soñar despierto») en las que ambas tesituras se interpenetran y emulsionan. Según Hans Blumenberg ha estudiado con abrumadora erudición en su obra Hölenausgänge (1989), el carácter revelador de algunos sueños es un tópico que hace acto de presencia en las más antiguas culturas y llega hasta la nuestra, como lo manifiesta, sin ir más lejos, el psicoanálisis. En terminología mítica, los sueños penetran en la mente por una puerta de marfil o por una puerta de cuerno; los primeros son engañosos; los segundos, iluminadores. En este segundo caso —tan frecuente en la Biblia, y que no está ausente ni en Platón ni en Descartes— sucede que algunas representaciones han hecho en nosotros un impacto mucho más fuerte que el que inicialmente reconocimos y han encontrado un eco inesperado en otras imágenes anteriores o posteriores. Cuando en la configuración caleidoscópica de una ensoñación comparecen más subrayadas y conexas esas imágenes, pueden revelarnos, por ejemplo, la actitud realmente hostil de una persona que hasta entonces considerábamos amiga. Pero tal fulguración solo es retrospectiva, únicamente acontece al despertar, porque en los sueños falta la dimensión reflexiva imprescindible para hacerse cargo de la eventual realidad de aquel complejo representativo que después adquiere la categoría de una especie de «visión». Por todo ello, como dice Millán-Puelles en su Teoría del objeto puro, No es de extrañar que en el tránsito de la vigilia al sueño lo real y lo imaginario se entrelacen y compenetren mutuamente en su darse ante la conciencia en acto. Las llamadas ‘imágenes hipnagógicas’ merecen que se las llame imágenes —en la estricta acepción de esa palabra— solo en la medida según la cual lo que en ellas se exhibe no puede ser estimado con exactitud por quien pasa de la vigilia al sueño, ni por quien evoque en la memoria ese tránsito [...]. El carácter CFRO_01_mundos_de_papel.indd 19 20/05/14 12:08 20 Alejandro Llano globalmente imaginario de los híbridos en cuestión no se puede explicar únicamente por la proximidad al sueño, ya que el ejercicio de la facultad imaginativa tiene lugar asimismo en situación de vigilia y con no poca frecuencia; pero la proximidad del sueño o, por hablar de un modo más riguroso, el efectivo estado de tensión hacia él, contribuye a disminuir la actividad de los sentidos externos y, por lo mismo, a perder el contacto con lo real sensible. La total desaparición de ese contacto no llega a darse tampoco en los fenómenos de sonambulismo, a pesar de que en ellos el sujeto no se limita a encontrarse en estado de tensión hacia el sueño. Aunque no está ‘quedándose dormido’, sino que ya efectivamente se durmió, el sonámbulo ejecuta a su modo algunas actividades de la sensibilidad externa. Su situación, por tanto, es también híbrida de ensueños y percepciones, quedando estas como impregnadas por aquellos, resultando un conjunto elaborado en un clima de onírica irrealidad (MillánPuelles, 1990: 425-426). Hemos de afirmar que las composiciones literarias están hechas de la misma pasta de los sueños, no solo porque así hacemos justicia a la certera sentencia de Shakespeare, sino efectivamente porque en ambos casos se trata de secuencias de representaciones a las que no corresponde una realidad cabal. Pero las diferencias de estos dos tipos de puros objetos son ilustrativas para ambos términos de la comparación. Por una parte, los sueños no se fingen voluntariamente ni en ellos se sabe que son ficticios. En cambio, es esencial a las composiciones literarias que están forjadas por el arte de quien las escribe, mientras quien las lee es consciente de tal carácter ficticio. En este aspecto de la cuestión, la enseñanza hay que buscarla más en Cervantes que en Shakespeare. Así como en Las meninas —obra típicamente barroca— se representa la pintura dentro de la pintura, en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha se da la literatura reduplicativamente, es decir, la literatura dentro de la literatura. Pero, según señala Millán-Puelles, «la locura de don Quijote se pone de manifiesto en su incapacidad para vivir de un modo contemplativo lo irreal imaginario en cuanto tal, sin pretender llevarlo a la realidad de su propio vivir activo» (Millán-Puelles, 1990: 428-429 y 449). Y, a su vez, al lector de El Quijote se le priva voluntariamente, desde la primera línea del libro, de la información del nombre del preciso lugar de la Mancha donde dio comienzo aquella «verdadera historia», narrada originalmente por un autor cuya índole ficticia se revela ya en un nombre tan curioso como el de Cide Hamete Benengeli. Y, sin embargo, o quizá precisamente por ello, la obra de Cervantes contiene verdades universales acerca de la condición humana más sustanciosas que la mayor parte de los tratados de antropología filosófica (Véase Rosen, 1993: 1-26; Cfr. Llano, 2000: 299-313). CFRO_01_mundos_de_papel.indd 20 20/05/14 12:08