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El naturalismo quineano o las limitaciones inevitables1 María del Rosario Hernández Borges Tradicionalmente la epistemología ha intentado demostrar que existe un mundo externo, que podemos alcanzar conocimiento seguro sobre ese mundo, y que las propias demostraciones de la epistemología sobre el mundo y su conocimiento están libres de circularidad al no recurrir a elementos del mundo o de ese mismo conocimiento. Desde sus primeras obras, Desde un punto de vista lógico (1953), Palabra y objeto (1964) y Relatividad ontológica y otros ensayos (1969), en obras más recientes como La búsqueda de la verdad (1990) y Del estímulo a la ciencia (1998) y en su última recopilación de trabajos publicada en español Acerca del conocimiento científico y otros dogmas (2001), Quine rechaza esa concepción fundacionista del conocimiento. Sea desde las ideas innatas, sea desde los datos sensoriales, la fundamentación del conocimiento del mundo externo desde una posición epistemológicamente previa no ha sido más que un sueño2 . Las críticas de Quine a la epistemología no terminaron con ella; al contrario, el objeto de la filosofía naturalista es, ante todo, epistemológico: analizar el método científico y la evidencia, así como clarificar, organizar y simplificar los conceptos más amplios y básicos, todo ello dentro del marco de la ciencia 3 . Por tanto, el naturalismo de Quine se podría resumir en la tesis de que <<en nuestra búsqueda de la verdad sobre el mundo, no podemos hacer nada mejor que seguir nuestros procedimientos científicos 1 Cuando este trabajo se publique habrá transcurrido aproximadamente un año y medio desde la muerte de W. V. Quine (1908-2000). Desgraciadamente, el eco de esta noticia en los medios especializados no ha sido proporcional a la relevancia que su obra ha tenido en la filosofía. El reconocimiento del valor de una obra no siempre se acompaña con un amplio acuerdo, en mi caso ambas cosas se dan juntas. 2 W.V. Quine, La relatividad ontológica y otros ensayos, Tecnos, Madrid, 1986, p. 1. 3 W.V. Quine, Acerca del conocimiento científico y otros ensayos, Paidós, Barcelona, 2001, p. 135. tradicionales, el método hipotético-deductivo>>4 . En consecuencia, si algunos límites tiene la epistemología son los propios de la ciencia. A esos límites dedicaré este trabajo. Esos límites son, precisamente, los que el epistemólogo tradicionalmente ha querido traspasar: En primer lugar, la pretensión de establecer las referencias antes de conocerlas, de contestar a la pregunta ¿qué hay? olvidando la pregunta ¿cómo conocemos?. <<Era, -dice Quine- como si pudiéramos primero forjar un saber infalible de datos sensibles y entonces construir de algún modo nuestra teoría del mundo externo sobre la base de ese fundamento terminado>>5 . La crítica a ese proyecto motiva una definición de naturalismo: <<el reconocimiento de que la realidad se identifica y describe dentro de la ciencia misma y no en alguna filosofía previa>>6 En segundo lugar, la pretensión de establecer bases indubitables para nuestro conocimiento ha recorrido la historia de la filosofía. La búsqueda de la certeza que permita distinguir conocimiento de mera opinión está presente desde la antigüedad griega hasta la actualidad. Pero este proyecto no ha tenido mejor suerte que el intento de fijar infaliblemente la referencia en los datos sensibles. Sea mediante la captación de las formas platónicas, o mediante la cartesiana claridad y distinción de ciertas ideas otorgadas por Dios, o mediante las ideas basadas en impresiones de los empiristas británicos que culminaron en la Aufbau de Carnap, el proyecto fundacionista ha fracasado, según Quine 7 . Su propuesta naturalista tiene como objeto explicar cómo los humanos –como individuos y como especie- hemos construido una teoría fiable del mundo externo a partir de nuestros contactos con ese mundo. Esa teoría fiable (nuestro 4 Ibídem, pp.135-6. Ibídem, p. 129. 6 En Theories and Things, citado en Acerca del conocimiento científico y otros ensayos, cit. p. 128. 7 Quine realiza un recorrido histórico no exhaustivo pero interesante por lo que él denomina <<el problema del error>> en el capítulo 1 “Días de antaño” de su obra Del estímulo a la ciencia, Barcelona, Ariel, 1998. 5 conocimiento científico) no es absolutamente cierta, ni válida en cualquier mundo real o posible, ni universalmente compartida, es revisable, falible y relativa a una comunidad, lenguaje o momento histórico, pero es lo mejor que tenemos para predecir la observación, que Quine considera la parte fundamental de la ciencia. En tercer lugar, la pretensión de la epistemología tradicional de dictar normas a la ciencia desaparece al naturalizarse. La epistemología naturalista, al ser un proyecto científico, está sujeta a revisión, reajustes o rechazos. Al hacer de la filosofía una ciencia, su papel privilegiado desaparece, y sus aportaciones pasan a ser tan limitadas como las de la ciencia. I. Referencia relativa a un lenguaje. El intento humeano de explicar el conocimiento reduciéndolo a las impresiones sensibles recibidas tenía problemas a la hora de dar cuenta de la identidad de los objetos: cómo una naranja sigue siendo la misma naranja en ocasiones diferentes tal y como nos dice el sentido común. Según Hume, el sentido común confunde identidad con semejanza. Lo que percibimos son múltiples impresiones que varían de una vez a otra. El linguista J. H. Tooke en 1786, con espíritu nominalista, propuso sustituir las ideas, formadas por impresiones sensoriales en las explicaciones empiristas, por las palabras, al considerar que en todo lo que Locke había dicho sobre las ideas se refería realmente al lenguaje. Esa misma línea nominalista sigue Quine cuando analiza el problema de la referencia reconstruyendo el desarrollo del aprendizaje verbal del niño. Esta estrategia de enfocar el tema de la ontología desde el lenguaje con el que hablamos de lo que hay ya muestra el compromiso ontológico del discurso. El primer tipo de oraciones que aprende el niño son las observacionales, es en ellas donde el lenguaje entra en contacto por primera vez con la experiencia y son la fuente de evidencia para nuestro conocimiento del mundo externo –de ahí su relevancia como puntos de control para el conocimiento científico. Cada una de estas oraciones observacionales son expresiones condicionadas como un todo a una gama de estímulos globales similares perceptualmente. Las palabras que las componen no se refieren a objetos del mundo, forman parte de las oraciones como meras sílabas. Esta concepción holofrástica de las oraciones observacionales explica que, aunque desde nuestra posición de adultos creamos que oraciones observacionales como ¡Leche! o ¡Perro! son términos que denotan cosas, la reificación no está más presente en ellas que en oraciones como ¡Hace frío! o ¡Llueve! Aunque los niños aprenden a asentir o disentir a tales oraciones bajo condiciones estimulativas adecuadas, no saben <<qué enunciados o partes de enunciados contar como términos o qué objetos contar como referentes>> 8 . El siguiente paso más allá de las oraciones observacionales lo constituye el aprendizaje de oraciones categóricas observacionales, aquellas donde, uniendo dos oraciones observacionales, el niño expresa la expectativa general de que siempre que la primera oración observacional se satisface, también lo será la segunda. Ejemplos de estas oraciones son <<Cuando nieva, hace frío>>, <<Cuando sale el sol, los pájaros cantan>>. Las categóricas observacionales constituyen nuestras primeras y rudimentarias leyes científicas y su deducción y comprobación constituyen la esencia del método experimental, por ello volveré sobre ellas en el siguiente apartado. En lo que respecta a la ontología, la aparición de las categóricas observacionales en el aprendizaje del lenguaje no supone, según Quine, ningún cambio ontológico sustancial. No hay aún 8 W.V. Quine, Acerca del conocimiento científico y otros dogmas, cit. p. 39. denotación o referencia a cuerpos; las diferencias perceptivas en este nivel son cualitativas, no ontológicas. Para fijar las referencias lo primero que hay que hacer es fijar patrones de identidad y diferencia, este es el significado de la conocida frase quineana <<no hay entidad sin identidad>>. Y volviendo al lenguaje, el paso de los enunciados considerados globalmente (<<Perro>> como comparable a <<Llueve>>) al término y sus denotaciones (<<perro>> que denota perro) tiene lugar sólo cuando el niño ha aprendido a someter el término al aparato gramatical de partículas y a ciertas construcciones del lenguaje: <<el aparato del singular y el plural, de los artículos definidos e indefinido, de la referencia pronominal cruzada, de la identidad y la diferencia y del contar>>9 . Por ejemplo, en expresiones como <<Siempre que hay un cisne, éste es blanco>>, el pronombre <<éste>> establece una conexión entre las oraciones observacionales <<He aquí, un cisne>> y <<He aquí, blanco>> (o, simplemente, <<Cisne>> y <<Blanco>>). El pronombre postula un portador común de los dos rasgos, ser un cisne y ser blanco; y ese portador es un cuerpo, un cisne. Otro ejemplo se refiere a los artículos indefinidos que permiten la cuantificación. Mientras que una presentación aislada de un estímulo se puede tratar con <<el gato>> o <<gato>>, la presentación múltiple de gatos en un mismo momento exige expresiones como <<un gato>>, <<algún gato>> o <<todos los gatos>> que limiten la referencia a uno, varios o la totalidad de los cuerpos presentados. Pero, aunque la presentación múltiple ya muestra señales de la aparición de la referencia en el lenguaje, realmente hemos identificado un cuerpo como tal cuando se le reconoce como el mismo a través del tiempo, en diferentes ocasiones. Este es, precisamente, el problema que Hume no consiguió resolver. Y aquí la inducción no es 9 Ibídem, p. 40. suficiente. En La búsqueda de la verdad, Quine da el siguiente ejemplo: cómo puedo saber que la moneda que está ahora en mi bolsillo es la misma que estaba la semana pasada y no una parecida. Para ello tendría que esbozar alguna hipótesis utilizando mi conocimiento previo más o menos fijado sobre mis movimientos, mis trajes y mis gastos durante esa semana. Es decir, establecer la cuestión de la identidad de un cuerpo supondría cierta investigación y especulación. Sería la conclusión a la que llegaría por inferencia a partir de un entramado de hipótesis que se apoyan indirectamente en observaciones pasadas, esto es, que <<deben su plausibilidad a que hemos inferido de ellas otras consecuencias que fueron confirmadas por la observación>>10 . Son el resultado del método de la ciencia, el método hipotético-deductivo. En conclusión, la identificación de objetos es un asunto teórico, más que observacional; <<depende más bien de nuestra teoría del espacio, el tiempo, la causalidad y las elaboradas trayectorias de los cuerpos ausentes que conjeturamos en el marco de la teoría global <<11 . Los términos que denotan cuerpos, donde se observa claramente la referencia, son términos teóricos. Señalé antes que las oraciones observacionales se consideraban holofrásticamente, asociadas como un todo a ciertos estímulos; pero si desde la teoría miramos hacia atrás, en el proceso de contrastación por ejemplo, las consideraremos analíticamente, como un conjunto de términos. Esos términos vuelven a aparecen en otras oraciones de naturaleza cada vez más teórica que constituyen el entramado de hipótesis que permiten fijar la referencia a través del tiempo. Y <<una ontología es empíricamente relevante sólo porque proporciona los nudos que entrelazan los hilos de la red teórica>>12 . Por todo esto, nuestra ontología depende de nuestro lenguaje o teoría. A esto se refiere Quine con las expresiones <<inescrutabilidad o indeterminación de la 10 11 Ibídem, p.41. Ibídem, p.121. referencia>> y <<relatividad ontológica>>. El caso en que se ve más claramente es en el de las traducciones de nuestro lenguaje a un lenguaje desconocido. El traductor en esa situación ha de hacer corresponder palabras de su propio idioma con palabras del idioma traducido, y a la vez su segmentación del mundo con otra segmentación del mundo. En esa tarea es imaginable el caso de que <<interpretaciones divergentes de las palabras que integran una oración pueden compensarse unas a otras de tal manera que acaben dando lugar a una misma traducción de la oración globalmente considerada>>13 . El caso de la traducción del término <<gavagai>> es el más conocido de los que formula Quine. La cuestión de si <<gavagai>> se ha de traducir por <<conejo>>, <<partes no separadas de conejo>> o <<estado de conejo>> no se puede resolver por ostensión, esto es, preguntándole al nativo <<¿gavagai?>> ante la presencia de un conejo y esperando su asentimiento o disentimiento, ya que la porción de espaciotiempo a la que responderá el nativo se corresponde igualmente con las tres posibles traducciones de <<gavagai>>. La pregunta por la referencia es la pregunta sobre cómo se segmenta el mundo, y la exposición persistente a cierta estimulación no la responde. La referencia es inescrutable o está indeterminada. Las decisiones ónticas siempre se toman desde un lenguaje, la ontología es relativa a un manual de traducción. Si traduzco <<gavagai>> como <<conejo>>, opto por un manual de traducción posible en lugar de optar por algún otro. En conclusión, tomar decisiones ónticas teniendo en cuenta sólo las estimulaciones es un sueño de la vieja epistemología. <<Los mismos términos <cosa>, <existe> y <real> carecen finalmente de sentido más allá de la conceptualización humana. Preguntar por la cosa en sí, aparte de esa conceptualización, es como preguntar 12 13 W.V.Quine, La búsqueda de la verdad, op. cit. p.59 Ibídem, p. 84 cuán largo es el Nilo realmente, aparte de nuestras millas y kilómetros provincianos>>14 . II. <<La condición humeana es la condición humana>> La epistemología naturalizada de Quine sostiene que la certeza científica no puede fundamentarse en una base más firme que el propio método científico. Este es otro de los límites con los que se encontró la epistemología tradicional. El proyecto humeano de justificar nuestro conocimiento a partir de impresiones conocidas directamente no tuvo éxito con los enunciados generales y los enunciados que predecían sucesos futuros. Y son, precisamente, esos enunciados los que la ciencia busca formular. Pero el escepticismo humeano, entendido como imposibilidad de alcanzar certeza absoluta, se puede considerar simplemente como una consecuencia de la aplicación del método científico. No me refiero aquí a un escepticismo global o radical que afecte a la justificación de la ciencia como un todo, ya que, siguiendo a Quine, no hay forma de conocimiento o lugar desde el que justificar la ciencia, más que la ciencia misma. Me refiero al escepticismo local o mitigado que plantea el problema de la justificación en la ciencia o en partes de ella. Este es el único concepto de <escepticismo> inteligible desde la epistemología naturalizada. Por ello, la condición humeana, la inevitable posición escéptica, es la condición humana. Pero este límite no supone renunciar a la tarea de la epistemología tradicional: el estudio de la relación entre la ciencia y sus datos sensoriales. Es en este punto donde Quine sigue siendo un empirista: la evidencia que hay para la ciencia es evidencia sensorial. 14 W.V.Quine, Acerca del conocimiento científico y otros dogmas, op. cit., p. 121. Hacer epistemología naturalizada es estudiar cómo construimos, a partir de nuestra estimulación sensible, una teoría del mundo que nos permite predecir los nuevos estímulos que tendrán lugar15 . Esa relación entre estímulos y teoría constituye el respaldo evidencial de la ciencia que podemos abordar mediante el papel que la predicción juega en la comprobación de la teoría. Del conjunto de oraciones con que describimos el mundo, algunas, muy básicas, se asocian directamente a nuestros estímulos. Son las oraciones observacionales a las que me referí en el apartado anterior. Quine sitúa el comienzo del conocimiento en las oraciones observacionales porque ellas se ligan causalmente a nuestras entradas sensoriales siguiendo este proceso: <<[...] los rayos de luz se reflejan en el objeto y llegan a nuestra retina, activando un área de terminaciones nerviosas, cada una de las cuales inicia un impulso neuronal hacia uno u otro centro del cerebro. Finalmente, por medio de intrincados procesos internos del cerebro e instigado por la imitación de otras personas y por la educación, el niño logra con el tiempo proferir –o asentir a- algún enunciado rudimentario al final de tal cadena causal>>16 . Esos enunciados rudimentarios son los observacionales. Recordemos que las oraciones observacionales cumplen dos requisitos. Por un lado, el hablante está dispuesto a asentir o disentir a cada una de ellas considerando sólo la gama de estimulaciones apropiada, independientemente de lo que pueda estarle ocupando en ese momento, ya que se ha establecido un nexo causal entre esa entrada neuronal global (que es como concibe Quine el estímulo) y el enunciado. Por otro lado, todos los miembros de la comunidad lingüística pertinente coincidirían sobre la verdad o falsedad de cada una de estas oraciones, ya que se aprenden de otros hablantes con los que compartimos las mismas situaciones estimulativas. Estas oraciones no tienen que 15 Quine estudia el quehacer del científico como el caso paradigmático de esa construcción, que se separa del conocimiento lego sólo por su mayor grado de complejidad y sofisticación. versar sobre datos de los sentidos ni sobre estimulación, pueden tratar sobre cualquier cosa siempre que la estimulación sensorial concurrente sea suficiente para acordar un veredicto sobre ella17 . Esta cara intersubjetiva de las oraciones observacionales asegura la objetividad de la ciencia, ya que permite la comprobación empírica de las hipótesis científicas. La descripción de ese proceso de comprobación muestra cómo las dudas escépticas son las dudas científicas y no podemos ir más allá. Veamos primero cómo se conectan las oraciones observacionales –el soporte evidencial de la ciencia- con la teoría, para luego analizar cómo el científico deshace el camino y vuelve a la evidencia al comprobar la teoría en la experimentación. Las oraciones observacionales se conectan con la teoría en dos pasos. Primero, las oraciones observacionales se conectan con las categóricas observacionales, que son generalizaciones construidas sobre dos oraciones observacionales de la forma: <<Cuando hay humo, hay fuego>>, surgen por inducción y representan tanto la situación experimental básica como el patrón diario de expectativas. Segundo, las categóricas observacionales se conectan con otras oraciones de la teoría a través de un complejo proceso de implicación que es posible porque los diversos tipos de oraciones comparten términos, porque unos términos se incluyen en otros, como <<rosa>> en <<flor>> y porque interiorizamos implicaciones de carácter lógico cuando aprendemos a usar partículas como <y> y <o>18 . En la experimentación es donde esta conexión entre teoría y evidencia a través de la red de oraciones que constituye nuestro conocimiento se manifiesta más claramente. Quine esboza una <pequeña caricatura> de esa conexión recreando una 16 W.V. Quine, Acerca del conocimiento científico y otros dogmas, op.cit., p.129. W.V. Quine, “El soporte sensorial de la ciencia” en J. J. Acero y T. Calvo (comps.) Symposium Quine, 1987, Universidad de Granada. 18 Como ejemplo de este aprendizaje Quine señala el caso del niño que, mediante la observación y corrección parental, aprende que afirmar un compuesto con ‘y’ y negar después uno de los componentes es un mal uso de la conjunción (Acerca del conocimiento científico y otros dogmas, p.133) 17 situación de comprobación de hipótesis. Imaginemos un científico que considere la posibilidad de incorporar una determinada hipótesis a su teoría. La hipótesis científica implica ciertas oraciones categóricas observacionales, es decir, combinaciones de dos oraciones observacionales. La teoría le dice que si la hipótesis es verdadera bajo determinadas condiciones experimentales (cierta situación de estimulación descrita por una de las observacionales, por ejemplo, <<si hay humo>>) se dará cierto efecto (una situación de estimulación descrita por la otra observacional, por ejemplo, <<hay fuego>>). El científico provoca esas condiciones y si el efecto predicho no sucede, abandona la categórica observacional y la hipótesis que la implicaba; si, por el contrario, el efecto sucede, la hipótesis verdadera se incorpora al conjunto de enunciados aceptados. Dos matizaciones se han de hacer sobre la aceptación o el rechazo de esa hipótesis. En primer lugar, la verdad de esta hipótesis no es concluyente, lo único concluyente, afirma Quine siguiendo a Popper, es la refutación de la categórica observacional mediante dos observaciones, una positiva (el asentimiento a la oración <<hay humo>>, por ejemplo) y una negativa (el disentimiento a la oración <<hay fuego>>, por ejemplo). En segundo lugar, cuando se deduce un categórico observacional de una hipótesis dada, recurrimos a otros enunciados teóricos y a muchas creencias de sentido común (de las que el propio científico no es consciente). Por ello, la falsedad del categórico no refuta la hipótesis misma, sino la conjunción de enunciados que se utiliza para implicarlo. En vez de negar la hipótesis, el científico podría negar cualquier otro enunciado de la conjunción. Este es el holismo quineano19 . 19 En Acerca del conocimiento científico y otros ensayos, Quine señala que cuando habló del holismo en “Dos dogmas del empirismo” (1950) no conocía la aportación de Duhem al respecto. Tiempo después, cuando supo de su obra a través de Hempel y Philipp Frank, reconoció la aportación de Duhem en una nota que incluyó en la reimpresión de “Dos dogmas...” en Desde un punto de vista lógico, Barcelona, Ariel, 1962. El holismo, esa red de implicaciones que constituye el conocimiento, muestra el funcionamiento complejo del método de la ciencia. En la aplicación de ese método el científico tiene mucho margen de decisión. Del conjunto de oraciones que implica la oración categórica observacional tendrá que eliminar alguna, de tal forma que se elimine la implicación. Algunos miembros de ese conjunto de oraciones no se revocan: unos, porque eliminándolos no desaparece la implicación, otros, por ser verdades puramente lógicas. Sean cuales sean las oraciones eliminadas el científico elegirá aquella modificación que le proporcione el mayor éxito predictivo, y para ello buscará la mayor simplicidad, aplicando la navaja de Occam, y la menor mutilación posible, ya que cualquier rechazo de una oración supondrá, por el holismo, el rechazo de alguna que la implica. Esta máxima de mutilación mínima explica por qué el científico natural no rechaza las verdades matemáticas. El número de categóricas observacionales que son implicadas con la intervención de alguna verdad matemática es tan grande que revisarlos implicaría revisar el todo de la ciencia. En palabras de Quine: <<la matemática se infiltra en todas las ramas de nuestro sistema del mundo y su destrucción reverberaría de forma intolerable>>20 . En conclusión, el propio método de la ciencia, el método de las conjeturas y refutaciones, y la estructura holista de nuestro conocimiento que sólo está sujeta a la lógica de la implicación explican cómo el científico mejora su conocimiento del mundo tentativamente, guiado por la mayor simplicidad y la menor irrupción en los conocimientos ya establecidos, con el fin de controlar el entorno. Si eso se ha conseguido, el éxito predictivo es la mejor prueba. Esta no es una tarea acabada, cuyas conclusiones sean irrevocables, hasta las verdades más básicas de la lógica podrían ser revisadas. Y mientras no se demuestre que existe un conocimiento mejor que el de la 20 Acerca del conocimiento científico y otros ensayos, op. cit., p.92. ciencia, las dudas del científico son las dudas del epistemólogo, son las dudas escépticas. III. Filosofía primera versus filosofía naturalizada La discusión sobre la existencia de un conocimiento mejor que el científico no se ha apoyado en una posible mayor eficacia predictiva y rendimientos tecnológicos, sino en su naturaleza a priori e irrefutable. Lo dicho hasta el momento sirve como argumento contra la posibilidad de lograr un conocimiento de este tipo. Por un lado, la explicación genética del aprendizaje del lenguaje que hace Quine concluye que la referencia no se puede fijar previa e independiente del lenguaje con que nos referimos a ella. Por otro lado, los ajustes y reajustes que hace el científico en la red de implicaciones que constituye su teoría muestran que lo que se acepte como conocimiento (creencia justificada o verdadera) no depende totalmente de la estimulación sensorial, y que no hay conocimiento alguno infalible o no revisable. Si algún tipo de enunciado se considera tradicionalmente no revisable son los enunciados analíticos. En <<Dos dogmas del empirismo>> (1950) Quine hace una dura crítica a la distinción empirista entre verdades analíticas, basadas en significaciones, e independientes de cuestiones fácticas, y verdades sintéticas, basadas en los hechos. Este es uno de los dogmas del empirismo. El otro dogma es el reduccionismo moderado, la creencia de que podemos derivar todo nuestro conocimiento de términos que describen la experiencia sensible. La respuesta de Quine a este segundo dogma es el holismo, que ya he tratado. Consideraré aquí brevemente algunos de sus argumentos contra la analiticidad y las consecuencias que tienen para la epistemología tradicional o filosofía primera. La definición kantiana de enunciado analítico es interpretada por Quine como afirmando que <<un enunciado es analítico cuando es verdadero por virtud de significaciones e independientemente de los hechos>>21 . Existirían dos tipos de enunciados que se ajustan a esa definición. Unos, las verdades lógicas, son enunciados verdaderos y siguen siéndolo para cualquier interpretación de sus componentes que no sean partículas lógicas22 (por ejemplo, <<ningún hombre no casado es casado>>). Otros, pretenden convertirse en verdad lógica sustituyendo sinónimos por sinónimos (por ejemplo, <<ningún soltero es casado>>, se transformaría en <<ningún hombre no casado es casado>> si consideramos que <<soltero>> es sinónimo de <<no casado>>). Aunque el primer tipo, las verdades lógicas, también podrían estar sujetas a revisión, es el segundo tipo de enunciados analíticos el que preocupa a Quine, ya que pretende aclarar la noción de analiticidad recurriendo a un concepto, el de sinonimia, que también necesita ser aclarado. En primer lugar, Quine considera la posibilidad de que la sinonimia se establezca por definición. Las definiciones que aparecen en los diccionarios no son establecidas por los lexicógrafos. Estos recogen las relaciones de sinonimias entre términos a partir de los usos lingüísticos generalizados, esto es, informa de sinonimias preexistentes. Por tanto, <<la definición descansa en la sinonimia más que explicarla>>23 . En segundo lugar, otra forma de concebir la sinonimia de las formas lingüísticas es entenderla como intercambiabilidad en cualquier contexto sin que cambie su valor de verdad. Supongamos que en un lenguaje extensional términos como <<soltero>> y <<hombre no casado>> sean intercambiables salva veritate, lo que haría de <<Todos y sólo los solteros son hombres no casados>> un enunciado analítico. Esto podría suceder 21 22 W.V.Quine, Desde un punto de vista lógico, op. cit. p.50. Ibídem, p.53. porque ambos términos sean extensionalmente equivalentes, y esa equivalencia se podría producir por circunstancias fácticas accidentales. De la misma forma los términos <<criatura con corazón>> y <<criatura con riñones>> son iguales en extensión, se predican de las mismas cosas, pero tienen significados distintos por lo que <<Toda criatura con corazón es una criatura con riñones>> no es un enunciado analítico. Lo único que haría analíticos a estos enunciados sería añadirles un adverbio intencional como <<necesariamente>>, pero el uso de expresiones de ese tipo ya presupone la noción de analiticidad que es la que se quiere estudiar. Decir que <<Necesariamente todos y sólo los solteros son hombres no casados>> es afirmar la necesidad del enunciado, su analiticidad. No resuelve el tema. En tercer lugar, según Quine, a veces se ha considerado que la distinción entre enunciados analíticos y sintéticos se aclara en los lenguajes artificiales mediante reglas semánticas precisas. El recurso a las reglas semánticas se encuentra ampliamente en la obra de Carnap. Las reglas semánticas de un lenguaje artificial nos dicen que tales enunciados son los enunciados analíticos de ese lenguaje. Esto nos permite determinar claramente qué expresiones son analíticas para ese lenguaje, pero nos deja sin comprender qué es <<ser analítico para ese lenguaje>>. El origen de la analiticidad se sitúa en la idea de que la verdad de un enunciado depende del lenguaje y del hecho extralingüístico. Por ejemplo, <<Quine nació en Ohio>> sería falso tanto si Quine hubiera nacido en otro sitio que no fuera Ohio como si <<nacer>> significara <<enseñar>>. A partir de aquí se supone que en algunos enunciados, los analíticos, la componente fáctica se anula y su verdad depende exclusivamente del lenguaje. Pero, como hemos visto, no es posible explicar qué es la analiticidad, por lo que Quine considera que es un dogma del empirismo. 23 Ibídem, p.56 ¿Cómo afecta la crítica de Quine a la analiticidad a la concepción de la filosofía como conocimiento privilegiado, no sujeto a revisión? El empirismo lógico concebía a la filosofía como análisis lógico del lenguaje científico. Las herramientas del filósofo en esa tarea de análisis del lenguaje de la ciencia eran los enunciados de la lógica y la matemática, enunciados que, en tanto analíticos, no podían ser revisados. De esta forma se mantenía una clara distinción entre enunciados sintéticos, contingentes, dependientes de los hechos, que son los propios de la ciencia natural, y enunciados analíticos, propios de la matemática, de la lógica y la filosofía. Desde esta posición privilegiada la filosofía podía analizar normativamente las teorías científicas, sin ser ella misma objeto de análisis normativo. A partir de su análisis de la noción de analiticidad, Quine concluye que ésta es un obstáculo para la epistemología, ya que <<engendra una noción acrítica de significado o de sinonimia que puede conducir a un falso sentido de comprensión [...]>>24 . La consecuencia de rechazar la analiticidad es que se insiste en que los conceptos semánticos se han de estudiar atendiendo a criterios empíricos. Por ello, todo enunciado tiene contenido empírico, depende en parte de los hechos del mundo, en la medida en que, junto con otros enunciados, implique categóricos observacionales. Si todo enunciado tiene contenido empírico, los enunciados analíticos del empirismo lógico no se salvan de revisión y la filosofía pierde su lugar de privilegio. Carnap, piensa Quine, necesitaba defender la analiticidad para darle algún significado a las verdades matemáticas a la vez que las considera necesarias. Pero ese problema se resuelve fácilmente en el holismo moderado de Quine. Por un lado, la matemática comparte contenido empírico con la ciencia natural en la medida en que se aplica a ella. Los enunciados matemáticos contribuyen, junto con otros enunciados, a la 24 W.V.Quine, Acerca del conocimiento científico y otros dogmas, op. cit., p.108. implicación de categóricos observacionales y, por tanto, participan del contenido empírico de estos. Por otro lado, la necesariedad de la verdad matemática tiene que ver, como ya traté antes, con el número de consecuencias que traería para la ciencia revocar un enunciado puramente matemático. Siguiendo la máxima de mutilación mínima, estos enunciados serían los últimos en revisarse. En conclusión, con la crítica a la analiticidad la filosofía deja de entenderse al margen de la ciencia, y se naturaliza. IV. Límites y liberaciones. Algunas conclusiones Afirma Quine que la naturalización es al mismo tiempo una limitación y una liberación. Ya hemos visto la limitación: no es posible alcanzar una fundamentación de la ciencia natural que sea más firme que la misma ciencia. La liberación sería <<el acceso sin obstáculos a los recursos de la ciencia natural sin el miedo a la circularidad>>25 . Ya que la epistemología tradicional no ha logrado sus objetivos de establecer la referencia, los criterios de certeza y un lugar para sí misma, al margen del conocimiento empírico y su contingencia y revisabilidad, creo que mirar hacia ese conocimiento no hará daño al epistemólogo. Para lograr ese cambio de perspectiva primero tenemos que aceptar que estamos en el barco de Neurath, y perder el miedo a la circularidad. Que, como epistemólogos, no estamos en una posición privilegiada es, probablemente, una de las limitaciones más difíciles de aceptar. En cuanto nos descuidamos, salimos del barco, buscamos un lugar a salvo y planeamos cómo arreglar la vía de agua que amenazaba con hundirnos. Un ejemplo de eso es lo que hace Stroud cuando afirma que <<el hecho de que <las dudas 25 Ibídem, p.135. escépticas sean dudas científicas> no sitúa al epistemólogo que plantea tales dudas en una posición más firme para usar libremente el conocimiento científico sobre el mundo en su intento de responder esas dudas y explicar cómo es posible el conocimiento>>26 . Depende de qué se entienda por <<explicar cómo es posible el conocimiento>> responde Bradie. Parece que Stroud se sitúa del lado de aquellos que insisten en que además de proporcionar explicaciones causales de los procesos causales del universo, tenemos que proporcionar una explicación causal del universo como tal27 . Stroud intenta refutar el naturalismo bajando al epistemólogo del barco, capacitándolo para explicar el Conocimiento, además de los procesos concretos de conocimiento. El naturalismo quineano entiende que no es posible explicar el Conocimiento (con mayúscula), no hay posición privilegiada. Reconocer esta limitación nos permite prestar atención al conocimiento científico y su capacidad de control, explicación y predicción del entorno. Este es nuestro mejor medio para conocer. El naturalismo de Quine no es sino <<vivir por los propios medios>> 28 . 26 B. Stroud, The significance of philosophical scepticism, 1984, Clarendon Press, Oxford, p.229. M. Bradie, “Normalizing Naturalized Epistemology”, Publicación electrónica. The Paideia Project OnLine: Proceedings of the Twentieth World Congress of Philosophy. http://www.bu.edu/wcp. 27 28 “El naturalismo, o el vivir por los propios medios” es el título de un artículo de Quine publicado en Acerca del conocimiento científico y otro dogmas, op. cit., pp. 127-142.