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El poder está enfermo Marcelino Rábago, Attac Madrid No hace falta más que pararse a pensar un poco. Hombres que lo tienen todo, que por más que vivieran quince vidas no se les acabarían los recursos... pero quieren más... y más y más. ¿Cómo llamaríamos a esto sino enfermedad? Y sin embargo son los que gobiernan el mundo. Como dijo el filósofo Francés Jean Paul Sartre respecto a la definición de hombre: “cada uno muestra al hombre, con su actitud ante la vida, lo que es ser hombre” A mí no me da envidia en absoluto ese 1% que, teniéndolo todo, aún quieren más. Por el contrario me producen desgarro intelectual. Trato de imaginarme por un momento “encerrado” en su marco de pensamiento cortoplacista, avaro, egocéntrico, depredador... como niños malcriados. Ese es su modelo de hombre. No va más. Y para que “la fiesta continúe”, ahí está su Brunete mediática, eficaz en conseguir que un máximo número de habitantes del planeta se crea su doctrina y los emule (consuman hasta morir) sin poner en tela de juicio el sistema (defendiéndolo, incluso). Es su “filosofía” de vida, que esparcen (cuan mensaje religioso) a diestro y siniestro. Finalmente son cientos de millones los hombres que no pueden resistir esos “cantos de sirena” y acaban contaminados por ese mantra tóxico... y ya no quieren sino parecerse a ellos. Las veces que he salido estos días a las manifestaciones del 15M llevaba una pancarta que decía: “Neoliberalismo: tóxico para el hombre, tóxico para el planeta” Es evidente lo tóxico que puede ser el neoliberalismo para el hombre cuando lo convierte en gente como la que dirige el G8, o como la que se reúne en el club de Davos, que proponen recortes salariales mientras muchos de ellos ganan (oficialmente) 1.500 euros a la hora. Para ellos, hombre es un ser en constante búsqueda del beneficio económico. En búsqueda constante del “orgasmo” financiero. Tener por tener. Sin importar qué o a quién se perjudica. No busquemos que no hay más, camaradas. Su simplicidad es como para llorar. Y es tóxico para el planeta pues harán todo lo necesario para que los beneficios (su cocaína particular) no dejen de crecer Y si hace falta arrasar una selva tropical o contaminar un río... pues se hace. Faltaría más El neoliberalismo es tóxico pues prima y aúpa a los avaros (esos que se sienten como Pedro por su casa en el “microclima” de la inmisericordia neoliberal) y condena todo lo que de ético y elevado hay en el hombre (un hombre bueno nunca prosperaría en el microclima tóxico creado artificiosamente por el neoliberalismo) ¿Y dónde está el estado (con mayúsculas) para poner freno a ese escape Tóxico? Pues, a tenor de lo que vemos... no está ¿Qué hacer? Pues la labor de todo ciudadano de bien (que crea que el HOMBRE es otra cosa) poner un palo en la rueda del neoliberalismo. Sin duda limitar la riqueza y el poder de cada ciudadano, pues está visto que en la naturaleza de muchos habita la impiedad que, dejada sin control, acaba despedazando al resto de sus semejantes y al planeta Tierra. Conociendo la tendencia egoísta del ser humano, el estado debe velar por “proteger al hombre del propio hombre” Redistribución de la riqueza y democracia real: esta es la clave. Y empresas públicas en los sectores clave de la economía (energía, telecomunicaciones, finanzas... ) El planeta tiene hoy un virus recorriendo sus venas: son todos los capataces neoliberales Y como el resto de las células (los que creemos que el hombre es otra cosa) no los saquemos del poder más pronto que tarde, muchas células de bien van a tardar muriendo, matándose quizá incluso entre ellas (confundidas por el virus... y con armamento comprado al propio virus) e incluso acabando con el organismo (planeta Tierra) al completo Es pues nuestra obligación moral mostrar al hombre nuestra propuesta de lo que significa ser hombre. Recuperar la dignidad de esa palabra. Por nosotros, por nuestros hijos, por el planeta... hasta incluso por el Universo, pues, que sepamos, somos los únicos que lo damos “luz” con nuestro entendimiento. Es nuestra obligación ética sacar a los enfermos (y su filosofía) del poder. Junio 2011