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Categoría: Poesía Seudónimo: Ludovico Bertonio Artificios de hadas y otros desvanecimientos 1 Matutinos —¡Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—, en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor! Rubén Darío, «Sonatina» En Prosas profanas y otros poemas 2 i Princesa, no me importa que tu sueño separe la belleza del espejo ni que el espejo declare los avatares del tiempo y el encanto. Me importa, más bien, que mientras sueñes, mi urna te refleje y cobije. Los amores secretos agigantan el corazón. iii Princesa, hubiera querido dejar rodar por las escaleras un pedazo de mi corazón. En otoño, solo quedaría esperar tu paciente visita. Lamentablemente, algunos hechizos terminan antes de que el gran baile comience. Los amores encantados apacientan las noches estrelladas. ii Princesa, tengo el alma sujeta por los hilos del destino: he de romper el sueño y maleficio; he de robar tu inocencia y perturbarla con amor. No importa si tu padre incendia el universo, tu dedo ensangrentado me indica y me convoca. Mi heroísmo no está forjado por el fuego de tus labios. Los amores prometidos no los teje el corazón. iv Princesa, tu llegada no estaba prevista. Si así hubiese sido, yo te habría esperado por siempre. En este relato, me ha tocado vérmelas con lobos, rescatar ancianas y niñas malcriadas. Dame un beso (no, no soy un sapo converso y apenas es azul el filo de mi hacha) para hacer menos infeliz este final. Los amores inauditos coronan el cielo de promesas. 3 v Princesa, te haré morar en mis palabras porque mientras me escuches mi voz será para ti un claro donde se refleje la luna. Te haré morar en mis palabras porque mientras me sueñes mi corazón será en tu regazo una mañana donde se refleje el sol. Te haré morar en mis palabras porque mientras lo hagas yo moraré en ti y tú olvidarás mi reflejo en tu mirada. Los amores complicados embellecen las palabras. vii Princesa, tu captura anticipa mi prisión y mi calvario. Tus cabellos en mi rostro declaran la osadía de rescatar tu corazón. Las torres son más altas cuando están más cerca; los dragones son más fieros si escapan de mi pecho. Los amores inalcanzables agudizan los sentidos. viii Princesa, voy a poblar de sueños tus ojos entreabiertos. Voy a dejar que tu mano se adormezca en mi pecho. Voy a esperar que la mañana te aguarde con mi nombre encendido en la caricia de tu nombre. Otro día, otra mañana; las rosas, el pantano. Ningún hechizo puede durar más de cien años. Los amores desvelados agolpan el cielo en la mirada. vi Princesa, me he abandonado al borde de tu mirada esperando que el agua me redima, que mi desnudez te provoque, al menos, una sonrisa. He abandonado la herencia de mi padre y alcanzo el milagro de tus ojos en mis ojos. Quedan suspendidos el paso marcial, la inocencia del espanto, la mentira. Los amores repentinos nos devuelven la alegría (o, al menos, la sonrisa). -4- ix Princesa, cuántos eneros debo esperar para adorarte. Cuánto llanto hay que poner en la punta del zapato para que entiendas que la ternura de tu juego me enloquece, que el fuego en tus mejillas me provoca. Mi alma encandilada no conoce de los lindes de la sangre ni del reino del espanto. Los amores extraviados avivan la sombra en la pupila. xi Princesa, el agua de la vida descansa en una estancia desconocida donde tú habitas. Los fantasmas de la orfandad inician la misión, y el último refugio de la bondad me lleva hacia a ti. Terminado el recorrido, la tentación del descanso desvanece las advertencias, desafía al Sol, y me lleva hasta ti. El retorno del amor al amor puede tomar toda la vida. Quisiera que otra hazaña me lleve hasta ti. Los amores suspendidos enloquecen el corazón. x Princesa, mi corazón es un bosque cuyas sombras han espantado a tu padre. He logrado, para dar fin a su perdición, que te prometa. He logrado comprobar cuánto vale su palabra y he esperado que tus dedos examinen mi cuerpo y se revele tu aire de realeza. La paciencia del amor romperá el encantamiento y liberarás mi corazón del bosque. Los amores resignados entristecen los hechizos. -5- xii Princesa, tres dedos sobre tu cintura. El gran salón. Tu pecho escotado en mi pecho tembloroso. Tu mirada sostenida. El clavicordio en el susurro de un te quiero. Tu vestido de Sol. Nuestras manos suspendidas, lánguidas, recurrentes. El desvanecimiento es inevitable. Refugiado del arpegio, añoro esos labios que no hubo tiempo de probar. Recubierta de ceniza, calmas mi paladar y te desconozco. Recubierta de deseo, tus manos suspenden mis mejillas. Los amores extasiados transforman la ceniza en corazón. xiii Princesa, extraño la manera en que tus labios dibujan la sonrisa. Extraño el anhelo que las mariposas despiertan en mi alma. Extraño la sed que tus manos calman y tus ojos incrementan. Llegada la hora del extravío, los senderos se bifurcan y el bosque es infinito: me haces falta. Los amores vespertinos ennoblecen la nostalgia. -6- Vespertinos I don’t know how to take this I don’t see why he moves me He’s a man he’s just a man And I’ve had so many men before In very many ways He’s just one more «I don’t how to love him» En Jesus Christ Superstar. Disc One, song 11. -7- El desierto de Judá El monte de Tabor Podrás ofrecerme el brillo de tus ojos en primavera, la canción de tu nombre en el estío, la paz de tus pasos en invierno, pero mi corazón está fortalecido con el ayuno de tu voz. No son vanos los desiertos si la sombra oculta tus ojos y ensordece tus pasos. Las promesas de amor coronan de espinas los envíos. Mi rostro iluminado te lleva a la desmesura de acampar mi corazón. Solo se conoce la hermosura después de la muerte. El dolor acude como excelente preámbulo. Pero a ti nunca te gustaron ni el preámbulo ni el dolor. En tu rostro cantan los pájaros sin la obligación del Sol. Los anticipos de la gloria suelen ser caminos sin retorno. ¡Aléjate de mí!, puede que con tus ojos se precipite la estaca. El templo de Jerusalén La sinagoga de Galilea Nadie te ha condenado. Y yo escribo, para sentir indiferencia, tu nombre en la arena. Se me agolpan las manos y a mis redes se les ahuyenta un corazón. Nadie te ha condenado. Y yo te miro para iniciar el camino de tu nombre en la arena. El espíritu de tu voz está sobre mí: no habrá ni deudas ni cautivos ni luces secuestradas por tus miradas, solo una avenida llena de desesperanza en la que los barrancos se desvanecen. Tal vez nunca se escriba esto que siento por ti. -8- El pozo de Sicar Las bodas de Caná Tengo sed y mi boca puede aplacar tu hambre de infinito. Tu cántaro es esquivo, como tus ojos. Dirás que mi origen te obliga a huir de mis palabras. Pero sé que es mentira como cada uno de tus pretextos. El torrente de mi pecho les pondrá nuevamente nombre a las cosas. No me pidas que el agua abandone su esencia. Deja que saboree las últimas gotas del borde de mi copa. Deja que, por un momento, el aturdimiento llene mi boca, mi rostro compungido. La diligencia nos obliga a abandonar el placer. Tu sonrisa puede ser mi último refugio. La mujer de Magdala El lago de Tiberíades La unción de mis manos y mi frente, la gesta dolorosa de mi padre me condenan al envío. Desde ese momento, los huertos son un motivo para el llanto. Tú creíste en mi palabra: yo podía salvar tu alma del desamor. No sirvieron de mucho los desiertos, los festines milagrosos, los amigos resurrectos. La tentación suele tomar la forma de Magdala o tal vez la forma de un monte. Al final es lo mismo, mi amor. El olor del mar impone en mis manos los recuerdos de tu nombre, el mar y su cuota infinita de inocencia. Yo podría caminar sobre el mar, a pesar de tu risa, si tu beso tuviera la cadencia de las olas. No me sigas. Es dolorosa el agua si no sabes amar. -9- El camino de Verónica El huerto de Getsemaní A mi regreso estarás dormida. El sudor y las lágrimas son síntomas de mi infinita humanidad. Como tú sospechas, mi corazón palpita al verte sonreír. Esa es la cuota más dolorosa del adiós. A mi regreso estarás dormida; qué más da. Camino al sacrificio, espero encontrar tu rostro, tu mano complaciente. Tus ojos revelan firmemente mi condena. La eternidad nunca está donde uno la espera. Detrás de ti hay un camino que hubiera querido seguir, pero este le acomoda a mi rodilla, como el dolor a mis promesas. Las afueras del Sanedrín El ara del Gólgota Debo amarte por segunda vez, con la terca nostalgia de creer en el amor y su fuerza incontrolable. Entrando al amanecer, cuando por tercera vez se anuncie el Sol, yo te habré amado dos. Quién sabe tú creas lo que se sufre sin ti. Me hubiera convenido nacer de lo alto para dejar que tu rutina sea una lluvia sobre mi pecho. Me hubiera convenido quedarme sin edad ni memoria para disfrutar lo bien que me hace tomar tu mano. Pero nunca supimos cómo se hace un final feliz. Tampoco estás para recordarlo. Yo soy un mal amor, ¿adónde iré? El camino de Emaús El camino después del dolor es más largo de lo que esperas. No sirve de nada el perdón si no reconoces mi rostro. Habrá que partir el pan para que caiga lenta la emoción de ser yo mismo, aunque tú nunca más lo sientas. Hay amores cuyo reino no es de este mundo. - 10 -