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LOBOMICOSIS o LACAZIOSIS. Ricardo Negroni Médico asesor honorario de la Unidad Micología del Hospital de Infecciosas Francisco Javier Muñiz. Director de la Maestría de Micología Médica de la Universidad Nacional del Nordeste. INTRODUCCIÓN: La enfermedad de Jorge Lobo, lobomicosis, lacaziosis o blastomicosis queloidiana es una afección crónica de la piel, caracterizada por la producción de lesiones nodulares, ulceradas o vegetantes, que afecta a la especie humana y a los delfines, ocasionada por un hongo, hasta ahora no cultivado, conocido con los nombres de Lacazia loboi, Loboa loboi, Lobomyces loboi o Paracoccidioides loboi. Esta enfermedad fue descubierta por Jorge Lobo, en Recife, Brasil, en 1931. El paciente procedía de la región amazónica, tenía múltiples lesiones cutáneas de aspecto queloidiforme en la zona lumbosacra que evolucionaron lentamente durante 19 años. Por esta razón se la conoce también como blastomicosis queloidiana o enfermedad de Jorge Lobo. Azevedo (1949), Nery Guimaraes y Macedo (1950, Sequeiro Carneiro (1952) y Monteiro Leite (1954) estudiaron esta enfermedad en pacientes procedentes de las selvas amazónicas de Brasil. Fonseca Filho y Area Leao (1940) aislaron un hongo a partir de cultivos de lesiones de lobomicosis, que fue clasificado como Glenosporella loboi y cuyas características corresponden al género Chrysosporium. Actualmente se considera que este cultivo fue en realidad una contaminación de laboratorio y que el agente causal de esta afección no ha sido todavía cultivado. Lemos Monteiro (1962) consiguió inocularlo de forma experimental en la membrana corioalantoidea del embrión de pollo; Sampaio y Dias (1970) reprodujeron la enfermedad en la bolsa yugal del hámster, y los mismos autores obtuvieron lesiones nodulares crónicas y progresivas en armadillos de seis cintas en 1977. Migaki y cols. (1971) comprobaron por primera vez esta enfermedad en un delfín de la costa oeste de la península de Florida, Estados Unidos. Pereira Filho (1957) y Baruzzi y cols. (1967 y 1979) señalaron la frecuencia de la lobomicosis en los indios Caiabi, alojados en el Parque Nacional de Xingú, Estado de Mato Grosso do Norte, Brasil. Nomenclatura y clasificación Herr y cols(2001) estudiaron filogenéticamente a Lacazia loboi y demostraron que es taxón muy vecino a Paracoccidiodes brasiliensis, fue ubicado en el orden Onygenales, donde además se encuentran Histoplasma capsulatum y Blastomyces dermatitidis. Morfología y biología Lacazia loboi no ha sido aislada de la naturaleza y no se ha conseguido su desarrollo “in vitro”. En los tejidos aparece como elementos esféricos, brotantes, de 5 a 12 µm de diámetro, con pared celular gruesa, de doble contorno y su tamaño es, habitualmente, muy uniforme. Su abundancia en los tejidos es muy llamativa y forma cadenas de 3 a 20 elementos por brotes sucesivos. Las células quedan unidas por conexiones tubulares, raras veces hay más de un brote y en estos casos las cadenas se ramifican. Puede ser observado el estado fresco, donde se aprecian inclusiones lipídicas en el citoplasma y su pared celular es muy refringente. Se colorea en forma irregular con la técnica de Giemsa, la pared celular no se tiñe y el citoplasma toma el colorante en un solo polo. En los cortes histopatológicos presenta un color rojo con el PAS y marrón oscuro o negro con las tinciones con metenamina de plata de Grocott o Gomori. La coloración de Fontana- Masson demuestra al presencia de melanina en la pared celular, esta sustancia está ausente en P. brasiliensis. Los estudios ultraestructurales permitieron comprobar elementos muy parecidos a los del Paracoccidioides brasiliensis, con paredes celulares que poseen tres capas, unas homogéneas y otras fibrilares, y sus células son multinucleares. En el interior de los macrófagos se observan muchas formas involutivas, que pierden las organelas citoplasmáticas y alteran el aspecto de la pared celular. Herr y cols.(2001) efectuaron el estudio filogenético de Lacazia Loboi mediante la ampliación de un fragmentos de 18S del ADN ribosomal y 600 pb del gen de la quitino- sintetasa de ADN genómico de las células levaduriformes. Demostraron que este microorganismo pertenece al orden Onygenales y está relacionado a P.brasiliensis. Sampaio y Días (1970) produjeron nódulos de 1,5 a 5 mm de diámetro, en la bolsa yugal de hámster y en tortugas inoculados con macerados de biopsias cutáneas, histológicamente estos nódulos presentaban granulomas de células epitelioides y gigantes, con elementos parasitarios típicos. Los mismos autores, en 1977, consiguieron reproducir un nódulo de evolución crónica, con numerosos hongos parásitos, en armadillos Euphractus sexcinctus. En otros estudios experimentales, Madeira y cols. (2.000) obtuvieron lesiones inoculando la almohadilla plantar de ratones BALB/c. Borelli (1961-62) consiguió reproducir la enfermedad por inoculación cutánea en un voluntario humanos. La lesión evolucionó durante seis años y medio y finalmente fue extirpada. La enfermedad espontánea ha sido encontrada en delfines (Tursiops truncatus) en la península de Florida y del litoral atlántico del estado de Santa Catarina en el sud del Brasil y en delfines Sotalia fluvialitis, en el estuario del río Surinam. En estos animales produce lesiones cutáneas ulcerocostrosas o vegetantes, habitualmente localizadas en la cola. Epidemiología Se ignora el hábitat de Lacazia loboi; se considera que muy probablemente es acuático, ya que las zonas endémicas se caracterizan por una elevada pluviometría anual (superior a 2.000 mm), temperaturas medias anuales de más de 24º C y abundancia de cursos de agua. La existencia de esta micosis en los delfines refuerza la presunción del hábitat acuático. La lobomicosis presenta una distribución geográfica restringida, se han señalado casos humanos en los siguientes países: Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Panamá, Costa Rica, Honduras, Surinam, Guyana, Guayana francesa y en la península de Yucatán, en México. Los delfines enfermos fueron capturados, como se señaló, en la Florida, sur del Brasil y Surinam. La mayor parte de los casos humanos procedía de la cuenca de los ríos Amazonas y Orinoco, más de 400 casos en total. La incidencia es particularmente alta entre los indios Caiabí, en Brasil central, en aborígenes de la región de Casanare en Colombia y en los habitantes de las Guayana francesa, donde se diagnosticaron 14 casos, entre una población de 84.000 habitantes. Se ha registrado un caso en EE.UU. y otro en Canadá, ambos habían visitado zonas endémicas. Se ha descrito un solo caso clínico fuera de América, en el cuidador de un delfín infectado, que fue capturado en Europa. Se ha comprobado, por tanto, la transmisión del delfín al hombre, y también ha sido posible la transmisión interhumana en condiciones experimentales. Aproximadamente el 90 % de los casos pertenecían a varones, con alto predominio en la edad adulta; en su mayor parte se trataba de campesinos, cazadores, pescadores, buscadores de oro o piedras preciosas, obreros de plantaciones de caucho, etc. Todas las razas parecen susceptibles y no se han detectado enfermedades o situaciones clínicas que predispongan a adquirir la lobomicosis. Por lo general, el estado clínico de los pacientes es bueno durante la evolución prolongada de este proceso. El traumatismo ha sido postulado como el probable responsable de la lobomicosis, al permitir la penetración transcutánea del agente causal. Pero se desconoce el período de incubación y la forma real de infección. En inoculaciones experimentales, el agente causal fue introducido en la piel y tardó varios meses en producir un nódulo notable en el punto de la inoculación. Los delfines podrían desempeñar un papel importante en la propagación de esta micosis por su capacidad de desplazarse a largas distancias y por su piel, fina y lampiña, que facilitaría la eliminación transepitelial del agente etiológico. Inmunopatogenia Se tienen suficientes pruebas para aceptar que la piel es la puerta de entrada en esta micosis. El período de incubación es prolongado, y suele abarca uno o dos años. Una vez instaladas, las lesiones se caracterizan por su ubicación exclusivamente cutánea, a veces con afectación ganglionar satélite y ausencia de compromiso visceral. La preservación del estado general y evolución crónica son características de esta micosis. Las lesiones pueden ser localizadas, con lenta progresión por contigüidad o diseminadas, en donde probablemente se produce la diseminación hematógena, pero el L. loboi conserva su carácter dermotropo. Los niveles de inmunoglobulinas de los pacientes son normales y sus sueros presentan reacciones cruzadas con el antígeno gp. 43 de P.brasiliensis. La producción de citoquinas muestra un predominio de las de tipo Th2, con disminución de IL2 y aumento de IL4 e IL6. En las lesiones cutáneas se comprobó débil inmunomarcación para CD68, reacciones fuertes para TGF-β y una proteína de transmenbrana de 110kDa que se localizan especialmente en los macrófagos. Esto explica al evolución crónica de la enfermedad, la abundancia de hongos parásitos y la incapacidad de los macrófagos para lisarlos. El TGF-β es el responsable de la proliferación de fibras colágenas en las lesiones y su evolución hacia la fibrosis. Enfermedad En general, los pacientes consultan varios meses o años después de la aparición de las primeras lesiones. Estas ocasionan prurito o ardor en las fases iniciales, o sensación de anestesia en las más tardías. Habitualmente, exhiben varias lesiones y éstas pueden presentar un gran polimorfismo. Silva considera los siguientes tipos de alteraciones cutáneas: infiltrativas queloidiformes, gomosas, ulceradas y verrugosas. Según este autor, las formas infiltrativas representan las fases iniciales de la enfermedad. Se localizan habitualmente en zonas que reciben traumatismos, particularmente en los miembros, tanto inferiores como superiores, y en los pabellones auriculares. Esta última ubicación es muy característica y se observa en el 40 % de los pacientes. Las lesiones infiltrativas son ligeramente elevadas, en forma de placas, con bordes nítidos y cubiertas de piel de aspecto normal. Las queloidiformes son nódulos, con epidermis lisa y atrófica y dermis hipertrófica y fibrosa. Son bastante elevados sobre la piel normal y se disponen en conglomerados de varios elementos. Las lesiones gomosas suelen mezclarse con las anteriores, tiene aspecto de nódulos, que se reblandecen, se ulceran y dan salida a una secreción filante. Las ulceraciones son transitorias y evolucionan hacia la cicatrización por fibrosis. Las lesiones verrugosas o vegetantes se parecen a las de la cromoblastomicosis, y muestran aspecto de placas salientes e hiperqueratósicas. Puede haber adenopatías regionales. Se ha registrado un solo caso de infección visceral en Costa Rica, el paciente había tenido lesiones cutáneas de esta micosis durante 47 años y presentó un tumoración en el testículo izquierdo que le fue extirpada y cuyo examen histopatológico mostró hallazgos compatibles con lacaziosis. Las lesiones de los delfines son semejantes a las observadas en los seres humanos. Diagnóstico El diagnóstico etiológico puede hacerse por escarificación o biopsias de las lesiones. Debido a la abundancia de hongos parásitos, ambos procedimiento son útiles. La escarificación debe realizarse de forma semejante a la que se practica en los lepromas. Se toma la lesión con los dedos para producir una ligera isquemia de la zona, se abre una incisión con el bisturí hasta la dermis, se raspan los bordes de la herida, y la secreción obtenida se extiende sobre un portaobjetos. El examen microscópico puede hacerse en estado fresco, entre porta y cubreobjetos, con solución salina isotónica o con hidróxido de potasio al 10% o en frotis colorados con Giemsa o con plata-metenamina de Grocott. Se observan abundantes elementos esféricos, de 5 a 15 µm de diámetro, con un solo brote, o en cortas cadenas, con pared gruesa y refringente y con inclusiones lipídica en su citoplasma. Con la técnica de Giemsa, la pared celular no se tiñe y el citoplasma lo hace en forma irregular. Con la tinción de Grocott, estos microorganismos presentan un color marrón oscuro o negro. Como se ha indicado anteriormente, no se han obtenido cultivos de este agente, y la inoculación a animales no se practica como una técnica rutinaria de diagnóstico. Histopatología La epidermis puede presentar atrofia y ausencia de anexos (glándulas sudoríparas y folículos pilosos) en las formas queloidiformes e infiltrativas. Por el contrario, hay hiperqueratosis e hiperplasia seudoepiteliomatosa con costras en las verrugosas y ausencia de epidermis en las úlceras. Se ha comprobado también la eliminación transepitelial del proceso inflamatorio. La dermis superficial suele presentar una nítida barrera de tejido colágeno que separa la epidermis de los infiltrados inflamatorios situados más profundamente (zona de Grenz). El proceso inflamatorio está constituido por conglomerados densos de células epitelioides o macrófagos espumosos y células gigantes (especialmente de tipo cuerpo extraño), escasos cúmulos de plasmocitos y linfocitos, todos sostenidos por una trama de fibras reticulares y colágenas que se ponen en evidencia mediante la coloración tricrómica de Masson. Los macrófagos pueden tener un aspecto espumoso y, en ocasiones, exhiben un cuerpo asteroide. No se observan supuración, caseosis ni infiltrados de neutrófilos. Los hongos se ven aún con la tinción de rutina de hematoxilina-eosina, pero con esta técnica su diferenciación es pobre, y la morfología es mal apreciada. Se prefieren las coloraciones de PAS o las tinciones argénticas de Gomori o Grocott. L. loboi se presenta como un parásito intracelular, en el interior de las células gigantes o histiocitos y, como ya fue señalado, se dispone en pequeños conglomerados o cortas cadenas. Hay formas distróficas, con aspecto de media luna e incluso restos de paredes celulares sueltas. Con menor frecuencia, se ven estos microorganismos en las costras o e la superficie de las úlceras. Diagnóstico diferencial Debe diferenciarse de la lepra lepromatosa, que produce lesiones auriculares parecidas, aunque simétricas, y de la leishmaniasis cutánea difusa o anérgica, que provoca también lesiones semejantes en el pabellón auricular. Las formas verrugosas pueden ser confundidas con la cromomicosis, la tuberculosis y los epiteliomas espinocelulares, en tanto que las lesiones queloidiformes simulan auténticos queloides. Pronóstico El pronóstico es bueno en cuanto a la salud general del paciente. Dejadas a su evolución espontánea, hay lesiones que remiten, pero en general aparecen nuevas en otras áreas. Bibliografía 1. Baddley JW, Dismukes WE. Infections due to Miscellaneous Fungi. In: Kauffman CA et al. Essential in Clinical Mycology. Second Edition. 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