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4 - Los factores humanos en la actividad turística El cuadro natural solamente ofrece una serie de recursos potenciales cuya cristalización turística requiere una intención transformadora previa para que se pueda explotar lo que hasta entonces no eran más que materias primas (Callizo, 1991; 84-85). En este punto, los aspectos económicos, técnicos, culturales o políticos no pueden ser menospreciados. A nivel económico, por ejemplo, el turismo afecta sobre todo a los países desarrollados y la extensión o no de las residencias secundarias debe tanto a medidas de índole económica como políticas. Lo que se ha venido en llamar “revolución de los medios de comunicación” ha permitido el desarrollo de formas de ocio en espacios hasta entonces considerados “lejanos” a la vez que la utilización masiva del automóvil particular ha dado alas a algunas formas de turismo, especialmente a la segunda residencia. Las distancias no sólo son distancias físicas sino sobre todo distancias sociales y culturales; distancias que tienen que ver con el coste del pasaje, pero también con factores culturales. En este punto, habría que hablar de la existencia de lo que se ha venido en llamar mapas mentales, construcciones sociales que tienen una vertiente objetiva y otra subjetiva, y unas manifestaciones sociales e individuales. Los y las turistas no sólo viajan en función de los medios de que objetivamente disponen (técnicos u económicos), sino que eligen sus destinos en una estrecha relación con una serie de modelos mentales de que disponen. En este sentido, el éxito de las nuevas formas de turismo en espacios rurales sería inexplicable sin tener en cuenta las expectativas de estos nuevos turistas. No se trata de acceder a unos destinos lejanos o hasta entonces considerados muy caros; se trata del descubrimiento de un nuevo tipo de relación con el medio ambiente en que estas formas se desarrollan. En este sentido, el medio turístico no sólo está formado de elementos objetivos, sino que incluye una dimensión quizás más importante: la representación que de ellos se hacen los y las turistas. Es un proceso comparable al que tuvo lugar en el paso del siglo XIX al XX con los nuevos usos y valores asociados al mar y al sol. En este caso, no se trata de un “descubrimiento” que se pueda explicar por un cambio tecnológico u económico, aunque sea cierto que algunos cambios a este nivel tuvieron lugar e incluso fueron determinantes en la evolución posterior. Lo que explica el “descubrimiento” del mar, por poner un ejemplo, es ante todo un cambio de actitud y de representación del medio marítimo (Corbin, 1988). 4.1 - Las aportaciones de Butler, Doxey y Plog Contrariamente a ese “invento” del mar, hoy en día asistimos a un incremento bastante importante de las nuevas formas de turismo, especialmente el turismo rural o el turismo urbano. Esta tendencia ha puesto en entredicho la evolución de los recursos costeros, dándose el caso que algunos de ellos se enfrentan a un futuro incierto. En esta tendencia al estancamiento y a la crisis algunos autores han visto la consecuencia del desarrollo inevitable y natural del ciclo de vida de todo recurso turístico. Uno de los modelos más conocidos de desarrollo de un destino turístico es el que propusiera R. W. Butler, en 1980, en la revista Canadian Geographer. Según este modelo, la evolución del número de turistas a través del tiempo va aumentando desde unas etapas iniciales de descubrimiento y exploración caracterizadas por la llegada de pocos visitantes hasta una etapa de desarrollo y consolidación en la cual se atañen valores absolutos muy elevados. La fase siguiente es una fase de estancamiento que, según propone Butler, puede ser resuelta de distintas formas: rejuvenecimiento, reducción de la tasa de crecimiento, estabilización o declive más o menos inmediato. En el modelo de Butler, la escala del impacto turístico va aumentando a través del tiempo a medida que el movimiento de descubrimiento del destino se hace más importante y pasa de las etapas iniciales de exploración a los estadios de saturación. La variable explicativa para el modelo de Butler es el número de visitantes, aspecto éste que deja de lado las actitudes de los visitantes. Doxey (1975) ha intentado corregir este defecto a través de su índice de irritación (Irridex). Se trata de un intento de mostrar cómo las actitudes hacia el turismo van cambiando a medida que la industria turística se desarrolla. El modelo contempla cuatro grandes etapas: 1 - Euforia: En los momentos iniciales los turistas son bienvenidos, tanto por la novedad que representan como por las oportunidades de crear nuevos recursos económicos que significan. No existen mecanismos de control o de planificación. 2 2 - Apatía: A medida que el desarrollo se vuelve más estructurado y comercializado, el interés local por los visitantes se divide: algunas personas tienen interés en el turismo y otras no. Es entonces cuando aparecen los primeros signos de apatía, especialmente entre aquellos sectores menos afectados por el turismo. Los/las turistas son dados por descontado. El contacto entre residentes y turistas se convierte en más formal (comercial) y la planificación deriva hacia el márqueting. 3 - Molestias: A medida que nos acercamos a la saturación, si el volumen de turistas llegados a este destino continúa aumentando, aparecen incluso problemas de congestión física, lo cual provoca cierto malestar. Los residentes empiezan a sentirse recelosos con la industria turística. Los responsables políticos y planificadores en general intentan soluciones que pasan por la vía del aumento de infraestructuras sin limitar el crecimiento. 4 - Antagonismo: En el estadio final, estas molestias desencadenan un antagonismo abierto y una hostilidad hacia los visitantes. Los forasteros son vistos como la causa de todos los problemas. A pesar de una cierta planificación, el destino sufre problemas porque su reputación se deteriora progresivamente. Otro intento para explicar las causas del éxito o del fracaso de un destino turístico es el modelo propuesto por S. Plog (1974). Se trata de un modelo psicosociológico que plantea como variable independiente para explicar el éxito de los distintos destinos turísticos las características personales de los turistas. Para Plog, la población se puede describir como un continuo de personalidades distribuidas de acuerdo con la campana de Gauss que van desde caracteres psicocéntricos (autocontrolados, inhibidos, poco amantes de las aventuras y los riesgos) hasta personalidades alocéntricas, de características totalmente opuestas. Esta teoría supone que los rasgos de personalidad pueden asociarse a algunas características de los distintos tipos de viajes de forma que las/los psicocéntricos prefieren los destinos de tipo más familiar, demandan mayores servicios turísticos y prefieren paquetes organizados. Por el contrario, las/los alocéntricos prefieren actuar independientemente, probar nuevos destinos y experiencias hasta entonces desconocidas. En el modelo de Plog es posible establecer una relación entre los destinos y las características personales de cada turista. (Véase gráficos 4, 5 y 6) 3 4.2 - La construcción medial de la realidad Hace poco hablábamos de los cambios históricos de actitud hacia el medio natural. En este sentido, preponíamos que el medio ambiente, a escala humana, no está formado únicamente por una dimensión natural, sino que siempre incorpora una dimensión cultural. Se trata de lo que los autores franceses distinguen con los conceptos de environnement y de milieu. Como personas humanas que son, los/las turistas no se enfrentan a una naturaleza virgen, sino que acceden a ella a través de las representaciones socialmente construidas de su propia cultura. En este sentido, por ejemplo, el fenómeno de la segunda residencia tiene mucho que ver con el deseo de volver al pasado y el acceso a la ruralidad (Fraguell, 1994), pero no al pasado ni al mundo rural tal como fueron, sino a un pasado y un mundo rural reinventados. Como veremos más adelante, este proceso tiene que ver con la diferenciación entre medio ambiente y paisaje. Para comprender este último, Alain Roger ha propuesto la Teoría de la Artialisation: se trata de explicar las representaciones que tenemos de la naturaleza a través del trabajo de artistas e intelectuales que han acabado por modelar nuestras ideas de las características que debe tener lo que consideramos una naturaleza “bella” (Roger, 2000). Desde nuestro punto de vista, esta forma de explicar nuestras representaciones del medio natural es, al menos en parte, insatisfactoria, puesto que, siendo esencialmente una construcción culturalista, ignora la dimensión física de la realidad. Quizá sea cierto que artistas e intelectuales han modelado nuestra mirada y que sea a ellos a quienes debamos los modelos que nos hacen valorar la naturaleza, pero, en cualquier caso, para que esos modelos sean efectivos para la práctica turística, nos parece evidente que deben concretarse en algunos puntos concretos del planeta, puntos accesibles, aunque lejanos. Son esos lugares que se encuentran en el punto de mira de nuestra mirada socialmente producida los que pueden convertirse en destinos turísticos. Cuando llegamos a ellos, no llegamos únicamente a ciudades o partes de la naturaleza virgen, llegamos a un “producto” que hemos elegido entre muchos otros en función de nuestros intereses concretos, que posiblemente habrá sido promocionado y ofertado por otros agentes que han sabido leer nuestros deseos de consumo. A eso que llamamos “deseos de consumo” podríamos igualmente llamarlo representaciones de la realidad. Y las representaciones 4 como los mapas mentales- tienen una vertiente objetiva y otra vertiente subjetiva, como la tienen igualmente individual y colectiva. Como veremos en el próximo capítulo, el tema de las representaciones resulta imprescindible si se quiere entender con una cierta claridad las cuestiones relativas al patrimonio cultural o natural. En este sentido, agrupaciones de piedras, como pueden ser ciertas ruinas, no tienen ningún interés sin ir más allá de este nivel físico. Pero lo cierto es que el o la turista, ante esas ruinas, se siente transportado mentalmente a otro nivel de realidad en el cual la resistencia numantina o la vida medieval adquieren nueva vida. Como dice David Lowenthal (1985), el pasado es un país extraño. Por esos defendemos que todo tipo de patrimonio sería por necesidad patrimonio cultural, puesto que, como dice Roger (1978; 127), la naturaleza nunca es virgen puesto que nuestra mirada jamás está vacía. A pesar de ello, el punto de vista epistemológico que nos parece más adecuado para entender la geografía del turismo es la Teoría de la Medianza que nos propone el geógrafo francés Augustin Berque. La Teoría de la Medianza propone que el estudio de la realidad geográfica debe dar cuenta del mecanismo de integración que permite dar sentido al mundo, una realidad que, como hemos visto, supone una parte objetiva y otra subjetiva. Para calificar este tipo de relación que a la vez es objetiva y subjetiva, Augustin Berque ha propuesto el neologismo “trayectividad” bajo el cual se pretende dar cuenta de la idea que la realidad es al mismo tiempo objetiva y subjetiva. La Teoría de la Medianza propone una interpretación de la realidad geográfica que, en cierto aspecto, cuestiona el positivismo, sobre todo en su intención de distinguir el objeto del sujeto. Para esta forma de entender la realidad geográfica, -El medio es a la vez natural y cultural. -El medio es a la vez subjetivo y objetivo. -El medio es a la vez colectivo e individual. Para Berque, la naturaleza del ecumene es siempre de orden ecológico y de orden simbólico, doble naturaleza que cualifica de ecosimbólica. Existe, pues, una relación dialéctica entre la organización y la interpretación que las sociedades hacen de sus medios. Como dice Berque: 5 “Les sociétés aménagent leur environnement en fonction de l'interprétation qu'elles en font, et réciproquement elles l'interprètent en fonction de l'aménagement qu'elles en font” (Berque, 1995; 15). El medio turístico, desde el punto de vista de la Teoría de la Medianza, es un medio real en dos sentidos, el físico y el fenomenológico. Y esta dualidad permite que el medio ambiente de toda sociedad sea organizado en función de la interpretación que nos hacemos de él. Esto significa que ciertos destinos turísticos acaban por ser modelados de acuerdo con las expectativas de sus visitantes. Un ejemplo muy claro nos lo ofrece Lisón Artal al hablar del valle de Gistau y cómo sus habitantes recuperaron algunos actos festivos especialmente el carnaval- pensando más que nada en la posible atracción que podían ejercer sobre los turistas (Lisón, en Jurdao 1992). El turismo es un conjunto de prácticas que suponen la relación cultural entre miembros de sociedades e incluso de culturas distintas. En más de una ocasión se ha pensado en él como en la práctica que habría de favorecer el entendimiento mutuo entre personas de mundos culturalmente diferentes. Lo cierto, en cambio, es que los especialistas han descrito sobre todo los efectos perversos de los choques culturales entre turistas y receptores. Para entender estos choques es necesario tener en cuenta las representaciones que turistas y oriundos se hacen unos de otros. 6