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Miércoles de Ceniza Año B Antífona de entrada Sab 11,24-25.27 Señor, tú tienes misericordia de todos y nunca odias a tus creaturas; borras los pecados de los hombres que se arrepienten y los perdonas, porque tú, Señor, eres nuestro Dios. Se omite el acto penitencial, que es sustituido por el rito de la imposición de la ceniza. Oración colecta Que el día de ayuno con el que iniciamos, Señor, esta Cuaresma, sea el principio de una verdadera conversión a ti, y que nuestros actos de penitencia nos ayuden a vencer al espíritu del mal. Por nuestro Señor Jesucristo... Primera Lectura Enluten su corazón y no sus vestidos. Joel 2,12-18 Del libro del Profeta Joel: Esto dice el Señor: "Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos. Vuélvanse al Señor su Dios, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia". Quizá se arrepienta, se compadezca de nosotros y nos deje una bendición, que haga posibles las ofrendas y libaciones al Señor, nuestro Dios. Toquen la trompeta en Sion, promulguen un ayuno, convoquen la asamblea, reúnan al pueblo, santifiquen la reunión, junten a los ancianos, convoquen a los niños, aun a los niños de pecho. Que el recién casado deje su alcoba y su tálamo la recién casada. Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: "Perdona, Señor, perdona a tu pueblo. No entregues tu heredad a la burla de las naciones". Que no digan los paganos: "¿Dónde está el Dios de Israel?". Y el Señor se llenó de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo. Salmo Responsorial Sal 50 R/. Misericordia, Señor, hemos pecado. Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. R/. Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo. R/. Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu. R/. Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. R/. Segunda Lectura Aprovechen este tiempo favorable para reconciliarse con Dios. 2 Co 5,20--6,2 De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: Hermanos: Somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo "pecado" por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos. Como colaboradores que somos de Dios, los exhortamos a no echar su gracia en saco roto. Porque el Señor dice: En el tiempo favorable te escuché y en el día de la salvación te socorrí. Pues bien, ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación. Aclamación andes del Evangelio Sal 94,8 R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón". R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. EVANGELIO Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Mt 6,1-6.16-18 + Del santo Evangelio según san Mateo: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará". LECTIO Con el miércoles de cenizas comenzamos el tiempo de cuaresma que es un tiempo marcado por la invitación a la oración, buscando encontrarnos con nosotros mismos, con nuestro corazón y nuestra vida, con nuestra realidad y nuestra situación. Es en sí una invitación a mirar nuestra vida a la luz del proyecto del Padre, para ver hasta donde lo que estamos viviendo refleja y expresa la voluntad del Señor. A la luz de esta invitación, el Señor nos propone cambiar aquello que no corresponde a su proyecto de amor, es por eso que nos invita a la conversión, al cambio de vida, es decir, a reorientar nuestra existencia colocándonos a la luz de su voluntad. Al darnos cuenta de lo que no corresponde a su amor, Él nos invita a cambiar y así dejar aquello que no coincide con el estilo de vida y el espíritu cristiano. Se trata de acoger la invitación de volver al Padre, a dejar aquellas actitudes de pecado que no nos dejan vivir en plenitud. De ahí, la necesidad de darnos tiempo a nosotros mismos para que el Señor pueda actuar en nosotros. Oración Inicial Al iniciar la cuaresma pidámosle al Señor su gracia para vivir de acuerdo a su voluntad. Señor Jesús, la Iglesia nos propone cuarenta días para mirar nuestro corazón y nuestras actitudes, para ver qué lugar ocupas Tú en nuestra vida, para ser conscientes si nuestra fe es teoría o vida, para ser sinceros con nosotros mismos, para darte un lugar en nuestro corazón, para que Tú puedas actuar en nosotros. Hoy que estamos comenzando a prepararnos para celebrar tu pasión, muerte y resurrección, danos un corazón dócil a tu voz, sensible a tu presencia en nuestra vida, atento a tus manifestaciones para que buscándote te encontremos, presente y vivo en tu palabra, en la oración, en la comunidad, y así puedas Tú actuar en nosotros, ayudándonos a cambiar aquello que debemos cambiar, convirtiéndonos y volviendo a ti. El pasaje del Evangelio para este día, está tomado de la parte central del Sermón de la Montaña. Este contexto es importante: en la Biblia, la montaña evoca el Sinaí y el don de la Ley. Jesús mismo había dicho al respecto que no había venido a abolir la Ley sino a darle cumplimiento (Mateo 5,17). Este “darle cumplimiento” es lo que enseguida llama “la justicia de la Ley”, que es su práctica perfecta, no sólo en las consideraciones literales sino en su sentido más hondo, el que proviene de la interpretación del Hijo: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos” (5,20). La cuestión es vivir como justos, pero desde la justicia mayor del Reino del Padre “perfecto” (5,48) revelado por Jesús. En la Biblia la palabra “justicia” designa la rectitud de vida, el enderezar la vida, el caminar derechos bajo la mirada del Señor y en sintonía con su voluntad. Implica una actitud filial hacia él, no con servilismos sino en la libertad responsable de los hijos amados del Padre. Este tema de la justicia está retomado al comienzo del capítulo 6: “Cuidad de practicar vuestra justicia delante de los hombres…”. Hay novedad en la “manera” de practicar la justicia, esto es, de lograr la perfecta comunión con Dios y la sintonía con su adorable voluntad. Para explicarla, se vale de un dato tradicional: las tres principales obras de piedad judía (hoy también comunes con el Cristianismo y el Islam) que son la limosna, la oración y el ayuno. El punto no es lo “que” se hace sino el “cómo” se hace. Jesús no insiste en ellas en sí, ya que todo creyente serio las debe practicar, sino en la manera de hacerlas. En pocas palabras, lo que importa es la actitud interior ante Dios y ante los hermanos: ¿Qué estamos buscando a través de estas prácticas? Si es la mirada de los otros, el beneficio será solamente a este nivel y, con todo, no es que esté garantizado. Si es la comunión con el amor gratuito de Dios padre, podemos confiar en él profundizando en este plano. Las tres prácticas judías sigue el mismo esquema. Observemos el texto: (1) En primer lugar, Jesús llama la atención sobre un comportamiento equivocado: “Cuando hagas esto…”. Nos muestra la vanidad de quien hace sonar las trompetas de la fama para que todos noten su generosidad. El beato que respeta escrupulosamente la hora legal de la oración y que es capaz de pararse en medio de la calle, en el cruce de las esquinas. También nos presenta al que hace mal el ayuno: lo muestra en los gestos pálidos de su cara pero no está preocupado por lo interior (que es lo que debe afectar precisamente). (2) Cada vez se repite el mismo comentario: “En verdad os digo que ya reciben su paga”. (3) Enseguida presenta la actitud positiva: “Tú en cambio…”. (4) Finalmente declara quién es el que valida el comportamiento correcto: “Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. Se repite también la acusación: “¡Hipócritas!”. Jesús no acusa a los buenos practicantes de hacer las cosas equivocadas sino de volverse “pantalleros” (la palabra “hipócrita” en griego significa “comediante”), de hacer de la espiritualidad personal un espectáculo. Carentes de amor, necesitados de la mirada de los otros sobre ellos, buscan consciente o inconscientemente valorarse a sí mismos. No hacen los ejercicios de piedad solamente por la gloria de Dios sino por su gloria personal. Pues bien, Conviértete y cree en el evangelio… dándole a Dios el lugar que le corresponde en tu vida asumiendo la propuesta de vida del Señor Jesús viviendo el mandamiento del amor dando la vida por los que te rodean sabiendo perdonar como lo hace el Señor con nosotros viendo al Señor en los que más necesitan siendo generosos con nuestro tiempo dando de lo nuestro para ayudar al otro dando testimonio del Evangelio a los que nos rodean buscando al Señor en su Palabra y en la Eucaristía participando de la vida de la comunidad siendo instrumentos de Dios para el que necesita compartiendo con los más necesitados dejando aquello que nos separa de Dios amando a Dios sobre todas las cosas haciendo que Dios sea el sentido de nuestra vida ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Acepta, Señor, este sacrificio con el que iniciamos solemnemente la Cuaresma, y concédenos que por medio de las obras de caridad y penitencia, venzamos nuestros vicios y, libres de pecado, podamos unirnos mejor a la pasión de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Antífona de Comunión (Sal 1,2-3) El que medita la ley del Señor día y noche, dará fruto a su tiempo. Oración después de la Comunión Que esta comunión abra, Señor, nuestro corazón a la justicia y a la caridad, para que observemos el único ayuno que tú quieres y que conduce a nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Apéndice El Evangelio en la predicación de un Padre de la Iglesia: “Corran, ¡Oh, hermanos míos!, para que nos los sorprendan las tinieblas (ver Juan 12,35). Sean vigilantes en orden a su salvación, sean vigilantes para que estén a tiempo. Ninguno llegue tarde al tiempo de Dios, ninguno sea perezoso en el servicio divino. Sean todos perseverantes en la oración, fieles en la constante devoción. Sean vigilantes mientras es de día; el día resplandece. Cristo es el día. Él está listo para perdonar a quienes reconocen su culpa pero también para punir a quienes defienden considerándose justos, aquellos que creen ser algo mientras no son nada. Quien camina en su amor y en su misericordia, no se contenta con liberarse de los pecados graves y mortales, como lo son el delito, el homicidio, el robo, el adulterio; pero obra la verdad reconociendo también los pecados que se consideran menos graves, como son los pecados de la lengua, del pensamiento o del desenfreno en las cosas lícitas, y ven a la luz realizando obras dignas. Aún los pecados menos graves, si los descuidas, proliferan y producen la muerte. Son pequeñas las gotas que llenan los ríos. Son pequeños los granos de arena, pero sin son numerosos, pesan y hacen daño. Una pequeña rajadura descuidada, que dentro de una nave deja entrar el agua poco a poco, produce el mismo efecto de una gran ola que irrumpe: si no es eliminada, hunde la nave. ¿Y qué significa eliminar, si no trabajar con buenas obras –gimiendo, ayunando, dando limosnas, perdonando- para no ser sumergidos por los pecados? El camino de esta vida es duro y lleno de pruebas: cuando las cosas van bien no hay necesidad de exaltarse, cuando van mal hay que abatirse. La felicidad que el Señor te concede en esta vida es para consolarte, no para corromperte. Y si en esta vida te golpea, lo hace para corregirte, no para perderte. Acepta al padre que te corrige, si no quieres probar al juez que te castiga. Son cosas que les decimos todos los días, y hay que repetirlas con frecuencia porque son buenas y hacen bien” (San Agustín, In Io.evang. 12, 13 s.)