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Transcript
PRÓLOGO
PARA UN LIBRO NO ESCRITO
(Aproximaciones entre el pensamiento
de Marx y Nietzsche)
HERNÁN MONTECINOS
Escritor-ensayista
Parafraseando uno de los escritos de
Nietzsche, enviado como regalo a Cósima
Wagner, a fines del año 1872 (“Prólogo para
cinco libros no escritos”), con el título del
encabezado, he querido dar inicio a lo que
tendría que ser el corpus central de mi próximo
nuevo libro (mi 5° ensayo). El propósito de este
prólogo es el de adelantar en él algunas ideas
centrales que necesariamente tendré que
desarrollar en el mismo. Un prólogo para un
libro que, si bien todavía no lo he escrito, sin
embargo, su temática e idea general me ha
venido rondando la cabeza desde hace ya un
tiempo.
En efecto, la idea de hacer un
acercamiento, una aproximación, entre las
ideas de los filósofos Carlos Marx y Federico
Nietzsche, es un tema que me ha estado
haciendo guiños hace ya bastante rato. Un tema
que, en su sólo mérito, se me ha aparecido
apasionante por los derivados que de allí se
pudieran
desprender
para
una
base
hermenéutica que sirva para futuras nuevas
investigaciones. Y más que eso, tema
apasionante al fin, por tratarse de una relación
poco conocida, poco investigada y que, en virtud
tal, resulta ser un verdadero desafío, un
interesante reto para el ensayista, entendiendo
a éste como aquel
que incursiona por
interregnos desconocidos, o se interroga, como
es el caso, respecto de nexos y relaciones sobre
los cuales poco, o casi nada, se ha investigado.
Hasta hoy, se ha hablado tanto sobre Marx
y Nietzsche que parecería difícil agregar algo
sobre sus respectivos pensamientos y obras
que no suene a gastado, repetido o retórico.
Esta idea fue precisamente lo que me mantuvo,
en un principio, un tanto prejuiciado para dar
inicio a mi acariciado proyecto en el sentido ya
indicado. Sin embargo, después de haber
tomado conocimiento de un sin fin de
interpretaciones, apologías y desprecios, tanto
de uno como de otro filósofo, finalmente caí en
la cuenta que en el fondo de sus ideas subyace
un manantial inagotable en el que siempre
encontraremos disponible un rico material
filosófico, histórico, epistemológico, cultural,
etc., susceptible de servir al enriquecimiento de
futuras hermenéuticas, de aquellas que pudieran
advenir relacionados con el tema.
Ahora bien, en el mundo de la filosofía,
todo ha hecho pensar que las ideas de Marx y
Nietzsche son contradictorias e irreconciliables.
Esa es la idea generalizada que se ha tenido
sobre ello, no sólo en el campo filosófico
propiamente tal, sino también, y sobre todo,
idea que se encuentra muy arraigada en el
imaginario colectivo del hombre común. En lo
que a mi respecta, debo confesar, que habiendo
tenido la oportunidad de estudiar y conocer el
pensamiento de ambos, nunca pude estar de
acuerdo con la socialización de esta idea, al
contrario, desde el primer momento, más bien,
tomé una posición en contrario.
Por cierto, son muchas las razones que
se han tenido para llegar a pensar que sus
ideas son contradictorias e irreconciliables, entre
otras, a mi juicio, la más fundamental, el hecho
de que mientras Marx aparece ofreciendo una
teoría para el “hombre social”, Nietzsche, en
cambio, en Sils María, a 6.000 pies de altura,
parece alejado de aquello ofreciéndonos una
teoría de la individualidad, al reivindicar una
especie de darwinismo social a favor de los
hombres más fuertes, en detrimento de los más
débiles. Así, mientras Marx toma posición contra
la explotación y opresión de una clase por otra y
trabaja, lucha y vive en función de legar una
teoría de liberación del proletariado, éste
último, parece considerar al hombre a partir de
su estado fisiológico, exaltando lo que dio en
llamar la “aristocracia del espíritu”, reservada
sólo para unos pocos (el genio, el superhombre,
etc.), anteponiéndolo al “espíritu de rebaño”, o
al “espíritu de esclavo”, títulos estos que reserva
para la gran mayoría de la masa ( masa que no
identifica con el pueblo). Cristaliza su idea
filosófica derivándola al surgimiento de un
hombre
superior
el
“Superhombre”,
ser
transfigurado, único capaz de estar lo
suficientemente preparado para poder aceptar
y, más que eso, superar el devenir incesante
de la existencia, así como también, la finitud de
la vida en todo el ámbito en que ésta se
desenvuelve.
Sin embargo, y aquí es donde está el quid
del asunto, esta antinomia, estas dos ideas que
aparecen a simple vista tan contradictorias e
irreconciliables, hay que reflexionarlas en toda
su amplitud y profundidad, no olvidando por
ejemplo, que así como en el “Manifiesto
Comunista” Marx y Engels planteaban que en la
futura sociedad comunista “el libre desarrollo
de cada uno es la condición para el libre
desarrollo de todos”, así también, Nietzsche, ya
tempranamente en su primera obra, “El origen
de la tragedia”, planteaba la necesidad de una
unidad dialéctica entre la individuación apolínea
y lo colectivo dionisiaco. Este hecho, entre
tantos otros, que necesariamente tendré que
pasar a exponer en forma extendida, constituyó
el primer toque de alerta, la primera pista que
logró estimular mi curiosidad respecto de ciertos
supuestos atribuidos tanto a Marx como a
Nietzsche, no pocos de los cuales se han
seguido manteniendo hasta nuestros días, aún
incluso por aquellos filósofos considerados de los
más reputados. Así, de la simple curiosidad a la
investigación profunda había un solo paso, de
cuyas conclusiones nace este libro en el cual
daré a conocer mi opinión en cuanto a que todo
lo que se pensaba respecto a este tópico y
otros, no son tan así como se ha acostumbrado
a pensarlo y decirlo en las interminables líneas
hermenéuticas que hasta aquí hemos conocido.
Y si bien es cierto, no tengo ni la suficiente
arrogancia ni tampoco la suficiente soberbia
para atribuirme tener razón en todo lo que
pasaré a exponer, ello no invalida el mérito de
aportar diversas nuevas pistas que, a lo menos,
influya en las nuevas investigaciones para darle
más vuelta a este y otros asuntos que iré
develando.
Así, por tanto, bajo la convicción de que
una revisión más a fondo y exhaustiva de los
propósitos que ambos se propusieron, nos
permitirán
vislumbrar
acercamientos
y
similitudes en varios aspectos epistemológicos,
históricos y culturales, aún pese a todas la
diferencias que podamos identificar entre un
pensamiento y otro, daré curso a este trabajo
bajo las premisas fundamentales ya enunciadas.
Ahí están, por ejemplo, sus inicios poéticos, sus
estilos polémicos y arrogantes, su admiración
por la antigüedad clásica, su concepción de un
no Estado, sus críticas demoledoras a la
metafísica, sus radicales críticas a la religión,
sus constantes invocaciones a favor de la
naturaleza, su esteticismo en la invocación de
un hombre nuevo superior (El Superhombre, el
hombre comunista), sus críticas y oposiciones a
la moral. De igual modo, ambos nos legaron una
demoledora crítica de la cultura de su época,
etc. No en vano, han sido reconocidos en el
mundo intelectual, junto a Freud, como los
“filósofos de la sospecha”. Sobre la modernidad
y su cultura, han hecho carne de aquel dicho
“dudar más que Descartes”, más allá de la duda
metódica, una crítica radical en todos sus
aspectos. Esta cercanía resulta insoslayable
pese a que la crítica de Marx no es tan nihilista
como la de Nietzsche, en tanto recoge de toda la
tradición filosófica anterior lo mejor de ella para
reposicionarla en un nuevo mundo filosófico. En
fin, pienso que en este trabajo muchos otros
acercamientos
podrán
quedar
develados,
aproximaciones que en mi opinión, han pasado
desapercibidos
para la
mayoría de los
investigadores y hermeneutas. En el transcurso
del desarrollo de esta investigación, pretendo ir
descubriendo y develando estos
y otros
acercamientos, cerrando así una tarea que dejé
inconclusa, aquella que ya había adelantado a
manera de esbozo en un anterior ensayo.
En efecto, en mi último ensayo “Nietzsche,
un siglo después: Filosofía y política para el
nuevo milenio”, destiné uno de sus capítulos
(Capítulo X) a hacer una aproximación entre los
pensamientos de ambos. En búsqueda de
aquello me aboqué a investigar los posibles
nexos de relación que pudieran existir entre un
pensamiento y otro, fundamentalmente, en lo
que dice relación con los grandes fines que
ambos se propusieron. Desde un principio,
estuve consciente que la tarea propuesta me iba
a resultar ardua, en la medida que daba inicio a
un discurso que necesariamente tenía que ir a
contrapelo con la idea generalizada que se
había tenido sobre el tema. Y si bien, estaba
consciente que entre un pensamiento y otro
habían elementos sumamente contradictorios,
poco a poco, se me fue arraigando la íntima
convicción de que entre éstos, existía un humus
que los ponían muy cerca el uno del otro.
Supuse entonces que en ese campo había una
deuda intelectual que había que abordar, campo
en
el
cual
no
se
había
investigado
correspondientemente, a lo menos, en mi
opinión, con la profundidad que el tema
ameritaba. Así, entonces, allí en donde los
demás parecían ver
sólo diferencias, mi
investigación se iba adentrar por el camino
opuesto.
Por cierto, en mi ensayo anterior no logré
profundizar demasiado sobre esta idea, en tanto
ello implicaba alejarme del tema central
propuesto y que, entre otros, decía relación
fundamentalmente, con desmitificar las grandes
barbaridades que se habían dicho sobre la obra
y pensamiento de Nietzsche. Así y todo, el
germen de esta idea había quedado allí lanzada
a modo de adelanto, de lo que supuse tendría
que ser necesariamente tema obligado de mi
próximo libro. Razones de tiempo, derivado de
mis actividades literarias y culturales no me
permitieron, por un buen momento, empezar a
acometer aquella acariciada idea
embargo, nunca dejó de rondar
Ahora con las primeras líneas que
acometo definitivamente aquello
estado embrionario, había dejado
inconcluso.
la que, sin
mi cabeza.
aquí escribo,
que, en su
pendiente e
Ahora bien, el ensayista cuando se
predispone a acometer un proyecto, el primer
problema que debe enfrentar es el por donde
empezar a contar su cuento. Para dicho
propósito recurre, como es de suponer, a las
más diversas fuentes y echa mano a los más
inimaginables de los recursos. Puesto ante esta
disyuntiva, en mi caso, lo primero que se me
ocurre hacer, es recurrir a mis más cercanos
amigos, de aquellos vinculados con el mundo
literario e intelectual, para darles a conocer mi
proyecto y poder recoger así ideas que me
puedan servir de orientación a mis propósitos.
En este ir y venir, entusiasmado, de un lado
para otro, contando mi proyecto a quien
quisiera escucharme, recogí distintas opiniones
y otros tantos puntos de vista. Estando en estos
preámbulos, algunos de mis amigos, y otros no
tanto, me escuchaban con cierto escepticismo
respecto de lo que yo me proponía. Más de
alguno, sin poderse aguantar, me hacía saber
su lapidario juicio: mis pretensiones eran un
imposible, por la simple razón de que no se
podía “mezclar el aceite con el vinagre”. Sin
embargo, a pesar de estos juicios, supongo,
dichos con la más buena fe e intención, yo seguí
adelante con mi idea, más convencido que
nunca, de que entre los pensamientos de Marx y
Nietzsche había más acercamientos que
distancias.
un
Por cierto, estos propósitos no nacían por
impulso
terco,
ni
menos
de
ensimismamiento, respecto de algo que yo
creía tenía que ser así y sólo así. No, nada de
eso. Mi íntimo convencimiento más se me iba
haciendo carne, en la medida que iba avanzando
en mis reflexiones y, sobre todo, con el avance
de mis investigaciones, lo que me permitió ir
acumulando un valioso
material en mi
computador, mudo testigo este último de mis
aventuras ensayísticas. Así, por tanto, entre
aquellas
actividades, que me mantenían
ocupado, siempre me fui dando maña para ir
dejándome pequeños espacios de tiempo, para
acometer mi acariciada idea que, a decir
verdad, nunca dejé abandonada.
Ahora bien… ¿Por qué Marx y Nietzsche? ...
¿Qué razones me asistían para hacer un paralelo
entre ambos filósofos?... Una pregunta que
puede tener varias respuestas. Podía ser una
corazonada, una intuición o algo parecido a eso.
Sin
embargo,
cualquiera
haya
sido
la
consideración que me haya influido, lo cierto es
que lo que más me motivaba era mi más
íntima convicción de que Marx y Nietzsche
eran las dos más altas cumbres intelectuales de
la modernidad, e incluso, me atrevería a
sostener, las dos más altas cumbres de toda la
historia de la humanidad, esto último, claro
está, con todas las excusas que tenga que
pedirles a filósofos de la talla y estatura de un
Platón o un Aristóteles o un Kano o un Hegel,
por nombrar sólo a algunos de los más
destacados. Como antecedente adicional, puedo
decir que el hecho de haber tenido el
conocimiento de una encuesta hecha por radio 4
de la BBC de Londres, que preguntaba a sus
oyentes, cuál había sido el filósofo más
importante que había conocido la humanidad,
para sorpresa de no pocos, la respuesta fue
contundente en favor de Carlos Marx, la que se
hizo inequívoca al ocupar el primer lugar de las
preferencias muy alejado de quien le siguió en
el segundo orden. Y aunque a Nietzsche se le
ubicó en un cuarto o quinto lugar, esto último
no desmerecía en absoluto la idea que tenía
arraigada en lo más íntimo de mi ser, respecto a
la primerísimo importancia que yo les asignaba
a ambos, en el lugar que ocupaban en toda la
historia de la filosofía.
De otra parte me motivaba, y motiva, un
hecho filosófico no menor y que considero de
capital importancia. Tal hecho no es otro que,
hasta antes de Nietzsche y Marx, la filosofía
había devenido sólo especulativa y abstracta.
Los ejemplos a través de la historia de la
filosofía se muestran bastante demostrativos al
respecto: la “idea” de Platón, el “imperativo
categórico” de Kant, la “duda metódica” de
Descartes, o “el espíritu absoluto” de Hegel, y
así sucesivamente. Marx y Nietzsche, en
cambio, rompen radical y definitivamente con la
filosofía tradicional, abstracta, para dar cuenta
ahora, a través de ella, de la existencia de la
vida real. Desde entonces, y sólo con ellos, la
filosofía viene a posicionarse en otro estadio, lo
que no por casualidad ha llevado a que el
mundo filosófico identifique la filosofía de
Nietzsche como “filosofía de la vida”, y para el
caso de la filosofía de Marx, como “filosofía de la
praxis”. Este punto quedará definitivamente
rubricado cuando Nietzsche sentencia que, “mi
filosofía es un platonismo al revés”, y Marx, por
su parte, con su famosa expresión, “hasta
ahora los filósofos han utilizado la filosofía para
contemplar la realidad cuando lo que se trata
es de transformarla”.
Se desprende de lo dicho,
que Marx y
Nietzsche coincidirán en sus críticas a la
filosofía puramente metafísica. Para uno y otro,
los mundos fantasmales creados por la
imaginación humana son sólo eso, mundos
ilusorios alejados de la vida real. Por cierto, que
la historia de la filosofía ha dado cuenta de no
pocos críticos de la filosofía metafísica, desde
Heráclito en el pasado, que con su idea del
“fluir”, desplaza el Ser metafísico por el devenir
(idea retomada, más tarde por Nietzsche), hasta
el
pesimismo
de
Schopenhauer,
quien
tempranamente se aleja de la tradicional
controversia respecto de la pregunta primera de
la filosofía, que oscilaba entre la idea y la
materia, anteponiendo una nueva categoría, la
“”Voluntad”, impulso originario, no consciente,
extraño a la razón misma. Así y todo, en mi
opinión, es con Marx y Nietzsche que la crítica a
la metafísica llega a su punto más alto de
cristalización.
Hay algunos otros aspectos cuyos puntos
de encuentro aparecen más escondidos y poco
soslayables. Tal es el caso, por ejemplo, el
hecho que ambos teorías contienen una
coincidente visión histórica, pero no en el
sentido tradicional, sino que en la línea de
producir una gran escisión en la historia de la
humanidad. Como sabemos Marx anticipa una
escisión futura, la que vendrá con la sociedad
comunista, punto de quiebre en donde recién
comenzará la verdadera historia dejando
definitivamente la prehistoria atrás. Sabemos
que Marx divide el curso de la humanidad en
dos épocas: la prehistoria y la historia. La
primera época se caracteriza por ser el reino de
la necesidad ciega, de los procesos económicos
irracionales, caóticos, de llagas que se cubren
con velos místicos, de época en que las fuerzas
cósmicas son hostiles al hombre, en que el ser
humano se encuentra desgarrado por la lucha
de clases, sumergido en la miseria. La segunda
época, la de la sociedad comunista, es el reino
de la libertad, de la plena razón, el mundo en
que están ausentes la alienación y enajenación,
en que la naturaleza sometida al hombre le
sonríe con destellos poéticos.
Nietzsche, en cambio, esta escisión la vio
surgir ya en el pasado, justo en el momento en
que surge la moral, pero no cualquier moral,
sino la moral cristiana. Es en ese momento en
que la humanidad ha quedado “dividida en dos”.
Ya más adelante avanzaré en esta idea, por el
momento, y a manera de esbozo, bien vale
escuchar las propias palabras de Nietzsche:
“¿Se me ha entendido?- No he dicho
aquí ninguna palabra que no hubiese dicho
hace cinco años por boca de Zaratustra. El
descubrimiento de la moral cristiana es un
acontecimiento que no tiene igual, una
verdadera fuerza mayor, un destino divide en dos partes la historia de la
humanidad- Se vive antes de él, se vive
después de él. El rayo de la verdad cayó
precisamente de lo que más alto se
encontraba hasta ahora: Quien entiende
qué es lo que aquí ha sido aniquilado,
examine si todavía le queda algo en las
manos” (E.H. 8. Por qué soy un destino).
Otra tarea que me propongo, es de poder
desmitificar
aquella
otra
idea,
también
generalizada, de que mientras Marx, aparte de
filósofo se preocupó también preferentemente
de los temas políticos, Nietzsche en cambio,
nada tendría que ver con esto último. Sin
embargo, una investigación más atenta y
pormenorizada sobre este asunto, nos tendría
que llevar a concluir, que esta es otra de las
falacias que se ha logrado socializar en el
inconsciente político e intelectual hasta nuestros
días. Afirmo esto, en tanto no se ha puesto la
debida atención respecto a la idea que tiene
Nietzsche sobre la política, a la que prefiere
llamar “Gran Política”, para diferenciarla de
aquella otra política, la contingente, la que
hemos conocido y conocemos como práctica
habitual tendiente a institucionalizar el poder de
acuerdo a parámetros teorizados por grupos
muy diversos. Esta idea, por cierto, entreverada
y compleja, soslayada por la gran mayoría de
los hermeneutas, será motivo también, de una
atención muy especial en mi nuevo trabajo.
Por último, no podría dejar de expresar
también, la importancia que adquiere, en los
actuales momentos, un trabajo teórico de esta
naturaleza, pues no me cabe duda que desde el
poder explicativo del pensamiento de Marx y
Nietzsche
podremos
tener
un
mejor
entendimiento de lo que aconteció en el pasado,
lo que está aconteciendo en el presente., y lo
que nos podrá seguir aconteciendo en el
naciente milenio que nos encontramos viviendo.
El método o estrategia que seguiré para mis
propósitos ya enunciados, será el de extrapolar
e interconectar los pensamientos de uno y otro,
desde
una
narrativa
apoyada
en
mi
interpretación marxista de la filosofía, la
historia, la ciencia social, etc. Desde ya puedo
anticipar, al calor de lo que será mi
investigación, de que las coincidencias entre los
propósitos
de
ambos
nos
resultarán
sorprendentes, y sus diferencias comprensibles.
Con todo, encontraremos en los cuerpos
filosóficos de ambos un gran poder visionario en
relación
a
nuestra
situación
política/social/existencial y una comprensión
más cabal respecto de los por qué de la gran
involución societaria a que nos ha estado
llevando el sistema neoliberal presente.
A manera de conclusión quiero decir que
habiendo producido los pensamientos de estas
dos cumbres intelectuales una variada y rica
gama de líneas hermenéuticas, muchas de éstas
han mostrado la tendencia a visionar a ambos
con una visión no abierta, sino claramente
reductivista. Por este camino se ha llegado
fácilmente a la estigmatización de uno y otro,
achacándole todos los grandes y ominosos
hechos que convulsionaron a la humanidad en el
siglo que recién terminó. Así, mientras a uno se
le ha responsabilizado por ser el “mentor
teórico” del estalinismo, en la ex Unión
Soviética, al otro se le ha responsabilizado ser
el “mentor teórico” de las barbaridades del
nazi-fascismo. Por la vía de la reducción se ha
logrado implantar imágenes de Marx y del
marxismo que sólo tienen ese valor, vale decir
constituir imágenes, las que como sabemos, aún
instaladas como tales, no responden a la
realidad. A Nietzsche con su ensalzamiento de la
“bestia rubia”, o con la famosa frase “la muerte
de Dios” se le han construido figuras
abominables que ponen muy en entredicho la
reflexión filosófica que debe estar revestida de
una mínima seriedad.
Ahora bien, y desprendido de lo anterior,
se podrá comprender que se me haría imposible
emprender mi trabajo en la línea propuesta, sin
antes tener que entrar a desmitificar muchas de
las falsas imágenes que se han dicho sobre uno
y otro filósofo, sobre todo, el sinnúmero de
supuestos y tergiversaciones que se le han
atribuido a sus pensamientos. Esta acción previa
fluye de suyo natural, puesto que un trabajo de
esta envergadura, y que dice relación con
confrontar un pensamiento de otro, con el fin de
buscar sus posibles nexos de relación y sus
posibles coincidencias, no podría hacerlo sobre
bases falsas que se han instituido erróneamente
como ciertos. Ya en mi anterior ensayo
emprendí el trabajo de entrar a desmitificar las
múltiples reducciones y tergiversaciones de que
había sido objeto el pensamiento de Nietzsche.
Por necesidades y requerimientos del trabajo
que ahora inicio, tendré que volver a retomar
algunos de los elementos allí ya expuestos.
Fundamentalmente, entonces, tendré que forzar
mi investigación para despejar ahora los
supuestos y tergiversaciones de que ha sido
objeto el pensamiento de Marx. Así, puestos el
uno y el otro en su verdadera dimensión, sólo
entonces, mi investigación podría tener sentido.
No hacerlo así, me podría inducir a continuar
una línea errónea que se ha mostrado repetitiva
hasta el cansancio.