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PARROQUIA DEL S A N T Í S I M O R E D E N T O R ( M A D R I D ) - 26 de enero de 2011 “¡BIENAVENTURADOS…!” Han pasado solo unas semanas de la Navidad y Jesús en este evangelio ya no se nos presenta como un niño, sino que habla y se sienta enseñando como un Maestro. La vida de un cristiano no puede quedar reducida a un figurar como acompañantes de Jesús sino que se nos invita a ser conscientes de lo que dice y de los efectos que produce el “pertenecer” a esa gran audiencia del programa de Jesús. La gran bienaventuranza que Jesús nos desea es precisamente el ser felices siguiendo estos puntos que, en más de una ocasión, acarrean incomprensión, desconcierto y soledad. No resulta cómodo salir a la gran pantalla del mundo proponiendo recetas que resultan chocantes y amenazantes a una realidad acostumbrada a la dureza y a la soberbia, a la violencia o a la apatía general. Puede que para más de uno, lo que para nosotros sea una bienaventuranza, sea todo lo contrario. Por lo menos hoy intentaremos profundizar en la “contraprogramación evangélica” y ofrecer un poco de originalidad y de salvación a muchas personas que lloran, sufren, son perseguidas por sus nobles ideas, pregonan la paz según Dios o simplemente van en otra dirección muy distinta a los que intentan programar la vida de los demás con el “todo vale y todo cuela”. Dame Señor un corazón feliz (D. 47) Dame, Señor, un corazón feliz. Infunde en él tu paz y tu perdón. Dame a entender el secreto de tu amor: Amaos como Yo os amé. Te alabaré (F. 16) TE ALABARÉ, SEÑOR POR SIEMPRE TE CANTARÉ. (BIS) Que mi voz se eleve y en un susurro llegue mi pobre oración, hasta Ti, Señor. Y en mi insignificancia sólo decirte gracias, por el amor, Padre, que has puesto en mí Salmo 145 Alaba, alma mía, al Señor: Alabaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él; Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. Palabra del Señor [Mt 5,1-12] En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo». Tiempo de silencio y para compartir Amad a vuestros enemigos (I.3) Amad a vuestros enemigos haced el bien a los que os odian bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian, por los que os calumnian. Habla Señor (D. 91) Habla, Señor, que tu siervo escucha (BIS) Muéstrame tu voluntad a través de la palabra, Quiero conocerte más, para amarte y seguirte (BIS) De noche iremos (D.51) De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra, sólo la sed nos alumbra Padrenuestro Oración final Dichosos «los pobres de espíritu», los que saben vivir con poco, confiando siempre en Dios. Dichosos «los sufridos» que vacían su corazón de resentimiento y agresividad. Dichosos «los que lloran» por sus pecados y sufrimientos. Con ellos se puede crear un mundo mejor y más digno. Dichosos «los que tienen hambre y sed de justicia», los que no han perdido el deseo de ser más justos ni el afán de hacer un mundo más digno. Dichosos «los misericordiosos» que actúan, trabajan y viven movidos por la compasión. Son los que, en la tierra, más se parecen al Padre del cielo. Dichosos «los que trabajan por la paz» con paciencia y fe, buscando el bien para todos. Dichosos los que, «perseguidos a causa de la justicia», responden con mansedumbre a las injusticias y ofensas. Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien. Sincera es la palabra del Señor (D. 109) Sincera es la Palabra del Señor, Él nos da la justicia y la verdad, Su amor llena la tierra, Rompe cadenas, da libertad.