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Área c) La visión de las ciencias: descubrimientos, tecnologías, aplicaciones. LA IGLESIA Y LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN (Según sus propios documentos y textos) Carlos Prosperi Dr. Cs. Biológicas – Lic. Filosofía Universidad Blas Pascal Córdoba – Argentina cprosperi@yahoo.com.ar RESUMEN: La teoría de la evolución orgánica propuesta por Darwin ha dado origen a numerosos escritos y documentos, provenientes de diversas instituciones, entre ellas algunas confesiones religiosas, y en particular de la Iglesia Católica. Siendo Darwin anglicano, recibió muchas críticas y una fuerte oposición sobre todo de su propia confesión, que desgraciadamente muchos han tomado como si se hubieran originado en el catolicismo. En realidad, el primer documento oficial de la Iglesia Católica que se ocupa del evolucionismo es la Encíclica “Humani Generis”, en la que Pio XII hace una advertencia acerca de no dar por probada lo que no era más que una teoría, pero a la vez afirma que no habría inconvenientes en aceptar el origen del cuerpo humano a partir de un primate evolucionado, siempre que se haga la salvedad del origen divino del alma, que es en definitiva la que hace que el hombre sea hombre. A partir de esta encíclica, y a medida que los avances científicos fueron confirmando la tesis darwinista, se fueron produciendo dentro de la Iglesia otros escritos planteando la compatibilidad de la Fe con esta teoría, abarcando tanto publicaciones particulares como documentos oficiales (1). INTRODUCCIÓN: Entre los párrafos más destacados de la “Humani Generis” en relación con la evolución podemos leer (2): “3.Algunos admiten de hecho, sin discreción y sin prudencia, el sistema evolucionista, aunque ni en el mismo campo de las ciencias naturales ha sido probado como indiscutible, y pretenden que hay que extenderlo al origen de todas las cosas, y con temeridad sostienen la hipótesis monista y panteísta de un mundo sujeto a perpetua evolución. Hipótesis, de que se valen bien los comunistas para defender y propagar su materialismo dialéctico y arrancar de las almas toda idea de Dios”. Está muy claro que este párrafo no es favorable al evolucionismo, sino más bien todo lo contrario, en la medida en que el Papa pide mucha prudencia en la aceptación sin condiciones de dicha teoría, y advierte sobre el monismo y el panteísmo. No obstante, agrega más adelante: “28. Resta ahora decir algo sobre determinadas cuestiones que, aun perteneciendo a las ciencias llamadas positivas, se entrelazan, sin embargo, más o menos con las verdades de la fe cristiana. No pocos ruegan con insistencia que la Fe católica tenga muy en cuenta tales ciencias; y ello ciertamente es digno de alabanza, siempre que se trate de hechos realmente demostrados; pero es necesario andar con mucha cautela cuando más bien se trate sólo de hipótesis, que, aun apoyadas en la ciencia humana, rozan con la doctrina contenida en la Sagrada Escritura o en la tradición. Si tales hipótesis se oponen directa o indirectamente a la doctrina revelada por Dios, entonces sus postulados no pueden admitirse en modo alguno”. Aquí Su Santidad ratifica la prudencia necesaria en la aceptación de las teorías científicas, pero reitera que no se puede negar a priori su veracidad, siempre que no contradigan verdades fundamentales del Magisterio. “29. Por todas estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente —pero la Fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios—. Mas todo ello ha de hacerse de manera que las razones de una y otra opinión —es decir la defensora y la contraria al evolucionismo— sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente; y con tal que todos se muestren dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia, a quien Cristo confirió el encargo de interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras y defender los dogmas de la Fe. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados; y ello, como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la máxima moderación y cautela en esta materia”. “30. Mas, cuando ya se trata de la otra hipótesis, es a saber, la del poligenismo, los hijos de la Iglesia no gozan de la misma libertad, porque los fieles cristianos no pueden abrazar la teoría de que después de Adán hubo en la tierra verdaderos hombres no procedentes del mismo protoparente por natural generación, o bien de que Adán significa el conjunto de muchos primeros padres, pues no se ve claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia enseñan sobre el pecado original, que procede de un pecado en verdad cometido por un solo Adán individual y moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente a cada uno de ellos como suyo propio”. Conviene aclarar que la hipótesis del poligenismo, que estaba vigente en tiempos de esta Encíclica y que el Papa rechaza, ha sido descartada por la Antropología. En efecto, las evidencias paleontológicas indican que los Homínidos se originaron en el sur de África, con los Australopitécidos (nombre que literalmente significa “monos del sur”), pero los humanos más antiguos identificables como “Homo sapiens” se originaron en lo que es actualmente el Líbano, y de allí migraron hacia Europa, Asia y África, originando las principales razas o etnias humanas, que son la blanca, amarilla y negra respectivamente. Por su parte, los indígenas americanos no son una raza diferente sino que se originan a partir de migraciones de poblaciones asiáticas que cruzaron desde Siberia a Alaska cuando hubo una línea de tierra firme que unía estas regiones sin solución de continuidad, debida al bajo nivel del mar a causa de la glaciación (3). Con esto queda confirmado el origen monofilético del hombre actual, de manera que no se crea ningún conflicto con el dogma del pecado original transmitido a toda la humanidad desde sus progenitores más antiguos. ALGUNOS TEXTOS CATÓLICOS SOBRE EVOLUCIÓN Pero existe una clara opinión a favor de una evolución no materialista en muchos autores católicos, aún en obras de varias décadas atrás, que no pueden calificarse de modernistas. Incluso antes de la “Humani Generis”, que es de 1950, y basándose en textos nada menos que de Santo Tomás de Aquino, el padre Sertillanges afirmaba en 1922 que el evolucionismo científico era compatible con las doctrinas del Aquinate (4): "Aquellos que han pretendido oponerse a priori a las teorías darwinianas en nombre de la filosofía tomista han malinterpretado la filosofía tomista". "No se puede sin injusticia denunciar al tomismo como refractario a la teoría de la evolución". "La filosofía tomista, siempre vigente a pesar de los años, conserva su poder de asimilación y de crecimiento aún en la coyuntura presente. Su metafísica del ser admite una energía de evolución". Pero incluso antes, en 1905, el teólogo Zahm (5) hacía una ferviente defensa del evolucionismo desde el punto de vista católico: "Sería pueril imaginar que la religión teme el adelanto de las ciencias o la evolución basada en hechos que la justifiquen. Ciencia y religión, revelación y naturaleza se completan y sería ir contra los más sagrados intereses de la una y de la otra hacer cualquier cosa que las divorciase, o romper la estrecha alianza que la infinita sabiduría estableció entre ellas". Cita a Aristóteles cuando dice: "Por la verdad, todas las cosas que existen están en armonía, pero con lo falso la verdad está siempre en desacuerdo". Y prosigue: "Mi único y ardiente deseo ha sido demostrar que no hay nada en la verdadera ciencia, nada en las teorías comprobadas de la ciencia y garantizadas por los hechos, nada en la teoría de la evolución propiamente entendida, que contraríe a las Escrituras y a las enseñanzas católicas. Que al contrario, cuando se la examina a la luz de la filosofía cristiana y de la teología, la evolución es una doctrina admirable para todos, noble y elevada. Ilustra y corrobora las verdades de la Fe, sirve de voluntario apoyo de la revelación y religión, arroja nueva y potente luz sobre los misterios de la Creación, reúne y coordina lo que antes parecía esparcido y disparatado, exalta nuestra idea del poder creativo y sabiduría divina, en fin, encamina todo el conjunto de las ciencias, como nunca había ocurrido antes, ad maiorem Dei gloriam". "Una de las lumbreras más brillantes de la Iglesia Oriental, San Gregorio de Nicea, concibió antes que nadie, y con gran claridad, la primera hipótesis de la nebulosa, estudiada con todo detenimiento, varios siglos después, por Laplace, Herschel y Faye". Refiriéndose a San Agustín, comenta: "Dios, insistía el Santo Doctor, creó las diversas formas de la vida terrestre no directamente sino en germen, potencial y causalmente". Luego aclara Zahm que la evolución debe necesariamente ser dirigida y finalística, y entonces cita a San Atanasio en la Oración Contra los Gentiles: "Como el músico, después de haber templado su lira, y armonizando desde luego las notas altas y bajas y las del medio con las de los extremos, produce un resultado armónico, así la sabiduría de Dios, actuando sobre el Universo como una lira, y juntando las cosas del aire con las de la tierra y las del Cielo con las del aire, uniendo el todo y las partes, y ordenando todo por su consejo y voluntad, dispone el mundo mismo y su orden establecido en una perfección bella y armoniosa, empero, El mismo, moviendo todas las cosas, permanece inmóvil con el Padre". Este trozo de San Atanasio señala la necesidad incluso de que exista el cambio en el mundo de lo corruptible, el mundo de la doxa griega, pero dirigido desde la inmutabilidad del mundo trascendente (6). Otro importante teólogo, el dominico Nogar, asesorado en su libro por el famoso genetista Dobzhanzky, experto en temas de evolución, expresa (7): "Pero no significa esto que una filosofía de lo nuevo deba ser una filosofía completamente nueva. Todo sistema filosófico que se muestra resistente posee aspectos especiales en los que penetra profundamente. Pronto se da cuenta el filósofo de que muchos de los problemas con los que debe enfrentarse han sido seriamente examinados por algunos de los mejores talentos de los primeros siglos. Non nova sed noviter es el axioma del filósofo que respeta las tradiciones de su profesión. No se necesita una nueva visión de las cosas que elimine la antigua, sino una visión remozada que suprima los aspectos inútiles y erróneos de la antigua". "La Biblia no es un texto científico sino un libro que enuncia verdades religiosas como designio de mostrar al hombre el camino que conduce a la salvación eterna". "Los argumentos que del movimiento concluyen la existencia de un primer móvil, que de las causas eficientes concluyen la existencia de la causa eficiente primera, que de los seres contingentes concluyen que debe haber un Ser necesario, que de la gradación de perfección infieren la existencia de un Ser sumamente perfecto, que del orden que observamos concluyen la existencia de un principio de orden, o un ordenador inteligente, conservan toda su fuerza en el contexto evolutivo". Pero continuando con la correcta interpretación del Génesis, se lee en la introducción y notas a la Biblia de Nacar-Colunga (8): "La verdad en materia científica. Los libros sagrados hablan con frecuencia de las cosas creadas, y en ellas nos muestran la grandeza del poder, de la soberanía, de la providencia y de la gloria de Dios, pero como la misión de los autores inspirados no era enseñar las ciencias humanas, que tratan de la íntima naturaleza de las cosas y de los fenómenos naturales, y acerca de ellas no recibían por lo general revelación alguna, nos las describen, o en lenguaje metafórico, o según el corrientemente usado en su época, como sucede todavía en muchos puntos aún entre los más sabios. El lenguaje vulgar describe las cosas tal cual las perciben los sentidos, y así también el escritor sagrado, advierte Santo Tomás, expresa las apariencias sensibles o aquello que Dios mismo, hablando a los hombres, expresa de humano modo para acomodarse a la humana capacidad (Encíclica Providentissimus Deus)". Luego de citar los autores el documento del Secretario de la Pontificia Comisión Bíblica enviado al Cardenal Suhard sobre la historicidad de los primeros once capítulos del Génesis, agregan: "Teniendo esto en cuenta, debemos percatarnos de que la historicidad al aplicarse a los primeros capítulos del Génesis se ha de tomar en sentido muy amplio con diversidad analógica respecto del moderno concepto de historia, basado en el control crítico de los hechos por la cronología y los diversos testigos. En los primeros capítulos del Génesis los hechos y los personajes son presentados sin contornos geográficos ni cronológicos, con no pequeño ropaje literario imaginativo, en el que se reflejan concepciones ambientales no pocas veces folclóricas. El mensaje doctrinal es lo que importa retener en estos relatos, que son redactados con una finalidad exclusivamente religiosa" (8). Y refiriéndose a la formación del cuerpo humano, acotan: "Esta formación del hombre del polvo no ha de tomarse al pie de la letra... ...En la Biblia se dice reiteradamente que Dios trata a sus criaturas como el alfarero a sus orzas, modelándolas a su voluntad. Aquí el autor sagrado parece también aludir a esta omnímoda libertad de Dios frente a la criatura. En todo caso, se quiere destacar que el hombre, en cuanto a su cuerpo y alma proviene de Dios. No obstante, teniendo en cuenta el carácter antropomórfico de las narraciones de este capítulo, debemos considerar el relato como una escenificación dramática literaria para expresar altas ideas teológicas. No hay pues aquí base bíblica para negar la teoría evolucionista del origen del cuerpo humano. El autor sagrado no se planteó tal problema, y, por tanto, sus afirmaciones no han de utilizarse ni en favor ni en contra de las teorías evolucionistas". También señalan la interpretación metafórica de la formación de la mujer, como lo explica Santo Tomás, y, en relación a la antigüedad del género humano, aclaran que: "Los Santos Padres han reparado en la inverosimilitud histórica de la longevidad de los patriarcas antediluvianos. Los años se hallan sistemáticamente exagerados para llegar hasta los albores de la humanidad. El hagiógrafo conoce los nombres de algunos personajes que resultan como piedras miliarias en el gran vacío de la prehistoria. San Agustín concibe estos personajes antediluvianos como piedras miliarias, las cuales, más que medir distancias, señalan el camino, o sea la sucesión general de las generaciones por las que se va transmitiendo la promesa de la redención de la humanidad". Retomando el tema de la capacidad de la filosofía tomista de asimilar las concepciones científicas nuevas, dice Daujat (9): "Si se ha comprendido lo que hemos dicho acerca de la doctrina de Santo Tomás de Aquino se comprende a la vez que es una doctrina abierta a todos los crecimientos, a todos los desarrollos, a todos los progresos, a las lecciones todas de la experiencia y a todos los descubrimientos de nuevos aspectos de la realidad, y eso tanto más cuanto más firmemente nos adherimos al cuerpo de principios establecido por Santo Tomás, que proporcionan bases tan firmes... Del mismo modo que la Química y la Fisiología han sido fundadas por Lavoisier y Claude Bernard pero no han sido terminadas por ellos, ni lo serán por otros nunca, y no han dejado de progresar y acrecentarse sobre la base de sus principios y sus métodos, la Filosofía y la Teología cristianas fundadas por Santo Tomás de Aquino no han sido terminadas por él y tampoco lo serán nunca, y a partir de dichos principios tienen que continuar siempre desarrollándose y progresando. Repetir lo ya dicho por Santo Tomás negándose a agregar nada equivaldría a transformar su doctrina en un sistema cerrado, o sea, desfigurarla y serle profundamente infiel... Los tomistas que en presencia de los inmensos progresos de las ciencias modernas se han cerrado a este aporte, o hasta lo han rechazado en lugar de asimilarlo y de iluminarlo a la luz de los principios de Santo Tomás, han sido gravemente infieles a Santo Tomás, quien estaba abierto a todo aporte, a todos los progresos de su tiempo, atento a todos los hechos, a todos los datos suministrados por la experiencia" (9). Y acepta la posibilidad de la evolución, pero bajo ciertos aspectos y condiciones: "Sin embargo hay que tener mucho cuidado y poner mucha atención para evitar algunos graves errores cometidos habitualmente en las denominadas doctrinas evolucionistas. El primer error es considerar la evolución como obra de si misma por sus propias fuerzas o por virtualidades naturales y sin la intervención de Dios, de modo que ella por sí sola y por su propio impulso engendraría a Cristo... ...Otro error consistiría en creer en un progreso continuo, en el que lo más perfecto sería alcanzado en un tiempo futuro y en el cual el presente sería una etapa hacia lo mejor". "Cualquiera que profese la fe cristiana no tiene por qué aguardar un futuro superhombre que constituiría una realidad nueva más perfecta que todo lo que ha existido hasta hoy. La perfección del hombre ha sido realizada de una sola vez por todas y totalmente en Jesucristo, y se ha comunicado a su Iglesia". Estos errores que lúcidamente señala Daujat son achacables a las doctrinas evolucionistas que se encuadran en un contexto filosófico materialista, pero de ninguna manera le caben a una idea evolucionista planteada científicamente sin prejuicios. Pero más concretamente sobre la posibilidad de asimilación de la evolución dentro del Tomismo, revisten gran autoridad las palabras del dominico Ubeda Purkiss quien dice en la Introducción al Tratado del Hombre de la Summa Teologica (10), dirigida por el P. Santiago Ramírez: "Si aquella potencialidad universal se establece como principio único de toda la realidad, y la evolución de la materia se extiende hasta la misma obra racional, tenemos lo que se llama evolucionismo absoluto, contrario a los dogmas de la creación en general y del alma racional en particular. Pero, excluida ésta y admitida la existencia de Dios como causa primera de la materia y primer propulsor de la evolución universal del mundo, representa, sin duda, una concepción grandiosa y mucho más teocéntrica que su opuesta, la estática". Es así como, a la luz siempre de los postulados tomistas, un evolucionismo correctamente planteado no sólo permite asimilar los datos de la Biología sino que además, desde el punto de vista estrictamente filosófico y religioso, hasta puede considerarse mejor que un fijismo. Bajo el subtítulo "La evolución y la filosofía tradicional - la evolución, en un sentido integral y verdadero, cabe perfectamente dentro de los principios de la filosofía tradicional", continúa Purkiss: "Pero es posible concebir de tal manera a la evolución que, conformándose por una parte con los hechos de la ciencia, no se oponga, por otra, a los principios de la razón y de la Teología? Santo Tomás no fue, sin duda, evolucionista, pero en los principios de su filosofía cabe con toda holgura una teoría de la evolución que, admitiendo todos los hechos legítimos de la ciencia, los explique al mismo tiempo que los armoniza con los principios de la razón y de la Teología". "El estudio profundo de los géneros literarios de la Biblia ha tenido por resultado el reconocimiento, en estos mismos capítulos, de un género histórico distinto del usado entre los eximios historiadores, así antiguos como modernos, estilo sencillo y figurado, acomodado a la mentalidad de un pueblo rudo e inculto que no obliga a tomar estas narraciones al pie de la letra. Cabe a Santo Tomás la gloria de haber apuntado este último avance de la exégesis católica en su exposición sobre la formación del hombre (Iq 91 a 1-4). Esto permite una posible conciliación de las enseñanzas de la Biblia con la doctrina de la evolución acerca de la formación del cuerpo del primer hombre. Y así la misma Iglesia, por boca de Pio XII, deja en libertad a los peritos de la Ciencia y de la Teología la determinación de esta cuestión, con las limitaciones que más adelante se indicarán. No es nuestra intención excluir la evolución universal ni tampoco suponerla como un hecho. Aunque actualmente estamos todavía muy lejos de haber conseguido esto último, es indudable que esta idea va ganando terreno, perteneciendo a la Ciencia, en unión con la Filosofía, llegar algún día a su demostración o a su repulsa, con las determinaciones y limitaciones que las mismas cosas impongan. Nuestro objetivo aquí es señalar los límites dentro de los cuales es posible una perfecta conciliación de la Fe con los datos de la Ciencia aún en la hipótesis de la evolución” (10). Aquí se señala la tercera limitación, es decir, que la formación del hombre se debe a la intervención especial de Dios, y continúa explicando: "La virtud generativa, dice Santo Tomás, no engendra sólo en virtud propia sino en virtud de toda el alma, de la cual es una potencia. Por eso la virtud generativa de una planta engendra una planta, y la virtud generativa de un animal engendra otro animal, y cuanto más perfecta sea el alma, tanto su virtud generativa está ordenada a producir un efecto más perfecto (I q118 a 1y2)"."Por eso, aún cuando el hombre procediera de la generación de un animal como instrumento de Dios, jamás se podría decir que aquél era padre del hombre, puesto que la preparación y disposición de la materia para recibir el alma racional como forma vendría de la virtud divina, a la que habría que atribuirla, y no del mismo animal... Y esta doctrina de la revelación, así entendida y explicada, es totalmente compatible con la evolución rectamente entendida, puesto que la intervención divina respecto de la formación del cuerpo del hombre en nada contradice al curso natural de las cosas, y en particular de la vida animal, sino que tan sólo serviría de eslabón para explicar la existencia de la vida del hombre, última manifestación, y la más perfecta, de la vida animal, que de otro modo sería totalmente ininteligible... ...El católico que presta su asentimiento a la evolución, rectamente entendida y con las limitaciones que se imponen, puede seguir tranquilo manteniendo sus convicciones científicas sin menoscabo de su Fe". CONCLUSIÓN Queda muy claro, a la luz de los documentos anteriores, que la teoría de la evolución orgánica es compatible con la religión católica, siempre que dicha teoría se adopte tomando solamente los datos estrictamente científicos, y despojada de las visiones materialistas dentro de las cuales se ha pretendido encasillarla. Asimismo, y si bien ni San Agustín ni Santo Tomás podrían llamarse evolucionistas, porque en su época el fijismo era la única opción científica imaginable sobre el origen de las especies, no puede negarse que la sabiduría de los Santos Padres y de los Escolásticos soporta perfectamente el avance de la verdadera ciencia sin perjuicio para la Fe y la doctrina (11). BIBLIOGRAFÍA (1).Prosperi, C. 1988. “Creacionismo y rigor científico según Popper”. Boletín Soc. Arg. de Filosofía. Buenos Aires.(2).Pio XII. 1950. Encíclica “Humani Generis”. www.vatican.va. (3).Black, R. 1976. “Elementos de Paleontología”. Ed. Fondo de Cultura Económica. México. (4).Sertillanges. 1922. “Saint Thomas D´Aquin”. Ed. Alcan. Paris (5).Zahm, J. 1905 “La Evolución y el Dogma”. Sociedad Editorial Española. Madrid. (6).Prosperi, C. 2003. “La evolución según Darwin, Marx y Aristóteles”. Revista Científica de la Universidad Blas Pascal. Córdoba. (7).Nogar, R. 1967. “La Evolución y la Filosofía Cristiana”. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. (8).Nacar y Colunga. 1967. “Sagrada Biblia”. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. (9).Daujat, J. 1966. “La Iglesia en el mundo moderno”. Huemul. Buenos Aires. (10).Ubeda Purkis. 1959. “Introducción al Tratado del Hombre”. (en: Tomás de Aquino. “Suma Teológica”) Biblioteca de Autores Cristianos. Valencia. (11).Prosperi, C. 2011. “La Ciencia Actual y la Existencia de Dios”. Actas Enduc VI. La Rioja.