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DESCRIPCIÓN DE CUATRO ESCALAS ADAPTADAS AL CASTELLANO: R-CRAS, CPS, HCR-20 y SVR-20 Jiménez-González, E.M., Instituto de Psicología Forense RESUMEN De acuerdo a los datos anglosajones, obtenidos en los últimos veinte años, los resultados de las evaluaciones psicológicas forenses han sido altamente satisfactorias tanto a nivel predictivo, como a nivel de pronóstico y de tratamiento. Por desgracia en lengua castellana aun no poseemos pruebas diseñadas con un propósito forense específico, de ahí la importancia y la necesidad de traducir y adaptar pruebas psicológicas forenses al castellano. A continuación desarrollaremos el contenido, la finalidad y las principales características de las cuatro escalas y pruebas psicológicas forenses que hemos adaptado al castellano (R-CRAS, CPS, HCR-20 y SVR-20). MARCO TEÓRICO El psicólogo tiene a su disposición una serie de instrumentos, los tests psicológicos, y unos conocimientos específicos sobre evaluación que le capacitan para objetivar el estado psicológico de los individuos con gran precisión. Las pruebas psicológicas son aplicables en todo tipo de proceso donde se requiera de un perito psicólogo. Este hecho seguramente es el principal responsable de que se solicite cada vez más la participación de psicólogos como expertos en procesos judiciales. No obstante, es preciso recordar que las cuestiones a las que se debe dar respuesta difieren de las que son habituales en los contextos en que se desarrollaron la mayoría de dichas pruebas (Clemente, 1998). Es tarea primordial de la Psicología Forense, según Grisso (1986, 1987), establecer nuevos modelos conceptuales, diferentes de los que están en uso en la clínica. El psicólogo forense tiene que establecer los objetivos de la evaluación y construir procedimientos que sean legalmente rentables. Se debe esforzar en “traducir” y adaptar los conocimientos psicológicos para que éstos sean útiles desde el punto de vista legal, desde el que se le plantean continuamente nuevos requerimientos. Las técnicas y métodos de evaluación deben ser elegidos dando gran importancia a su vigencia y a su capacidad explicativa de las categorías y áreas psicológicas que interesen estudiar. La aceptación o el rechazo de las evaluaciones psicológicas forenses dependerá pues de la utilización, por parte de los profesionales, de aquellos productos que cubran las expectativas de los “consumidores”. Es decir, el foro legal es como un mercado que consume información, y los psicólogos o psiquiatras, dentro de este marco, son suministradores de información especializada, pero si el “mercado” legal considera a las evaluaciones psicológicas forenses como mediocres o carentes de funcionalidad, tales evaluaciones difícilmente serán tomadas realmente en serio. Por tanto, y dada la escasa existencia de pruebas psicológicas forense en castellano, hemos considerado primordial adaptar aquellas pruebas anglosajonas que han demostrado ser herramientas valiosas para el ámbito criminológico, penal, judicial y penitenciario. R-CRAS ESCALAS ROGERS RESPONSABILIDAD CRIMINAL PARA LA EVALUACIÓN DE LA Las escalas R-CRAS se crearon con el propósito de facilitar un enfoque sistemático y empírico para la evaluación de la responsabilidad penal, que permitiera al experto (psicólogo o psiquiatra) cuantificar las principales variables psicológicas y ambientales de la conducta del acusado/a en el momento del delito, además incluyen pautas decisionales para ayudar al evaluador a utilizar la información que ha cuantificado en su estudio sobre la responsabilidad criminal. Estas escalas han sido el instrumento de evaluación forense más investigado en su relativa corta existencia, y se les puede considerar como una herramienta de evaluación sustentada sobre criterios racionales, aportando un notable incremento de objetividad y sistematización a las evaluaciones psicológicas forenses de la imputabilidad (Clemente, 1998). El R-CRAS consta de dos partes e incorpora tres protocolos o modelos de decisión: el modelo ALI (Criterios de Demencia del American Law Institute), el modelo GBMI (Guilty but Mentally Ill - Culpable pero Mentalmente Enfermo) y el modelo M´Naghten (Regla Correcto - Incorrecto de M´Naghten). La Parte I está diseñada para establecer el nivel de deterioro de las variables psicológicas significativas en la determinación de la demencia o de la falta de juicio. La Parte II articula los procesos de decisión hacia la formulación de una opinión precisa sobre la responsabilidad penal a través de los siguientes modelos: 1. El modelo ALI está compuesto por cinco conceptos operativos: » Fiabilidad de la persona evaluada (sinceridad) » Organicidad » Psicopatología » Control cognitivo » Control conductual o volitivo 2. El modelo GBMI aporta información sobre los siguientes puntos: » Que la persona evaluada no reúna el criterio de mentalmente enfermo. » Que al tiempo de la comisión de un delito la persona evaluada no estuviera sufriendo un trastorno mental legalmente definido. » Que el trastorno mental no incluya ninguna anormalidad manifestada por conducta criminal o antisocial. 3. El modelo M´Naghten incluye los siguientes factores: » Que al tiempo de la comisión de un delito la persona evaluada presentara una pérdida en su capacidad de reconocer la naturaleza o calidad de su comportamiento. » Que a pesar de ser consciente de sus actos no comprendiera la incorrección legal o moral de su conducta, es decir, que no supiera que dicha conducta estaba mal (ilegal). Hay tres fases diferenciadas en la utilización de las escalas R-CRAS (Rogers, 1984): FASE I: Recogida de datos (toda clase de información relevante a la exploración forense) 1. Revisión de los informes policiales, declaraciones y sumario 2. Una o varias entrevistas clínicas con el acusado focalizadas en: » Antecedentes psicológicos » Antecedentes psiquiátricos » Antecedentes médicos » Conducta delictiva anterior » Diagnóstico diferencial (de los signos, síntomas o conductas) » Examen del estado mental del acusado/a en la época del delito » Cualquier información necesaria para efectuar las valoraciones de la segunda fase o para cumplimentar los modelos decisionales de la tercera fase 3. Cualquier otra fuente de información y variables relevantes al caso FASE II: Valoración de las variables psicológicas y situacionales (relativas a los criterios legales de la prueba ALI: simulación, organicidad, trastorno mental grave, pérdida de control cognitivo y pérdida de control comportamental). En esta fase el evaluador debe responder y emitir sus valoraciones sobre treinta variables a partir de la información recogida en la Fase I. Para cada una de las variables emite una valoración de 0 a 5 ó 6, dependiendo de cada variable (0 = carencia de información; 1 = ni síntomas ni desorganización; 2 = el factor es clínicamente insignificante; y desde 3 a 5 ó 6 para sucesivos intervalos de intensidad o gravedad de los síntomas o condiciones). El evaluador cuenta con esquemas de apoyo sobre el sentido de cada término de las escalas (descripciones del DSM-IV, criterios diferenciales, etc.). Finalmente, el evaluador suma las puntuaciones de los ítem para cada una de las cinco subescalas, formando las puntuaciones finales correspondientes a las mismas. Pasemos a ver cuales son las subescalas y sus variables (Rogers, 1984): A. Fiabilidad de la persona evaluada (dos ítem): 1. Fiabilidad de los autoinformes bajo el control voluntario del acusado/a 2. Interferencias involuntarias con el informe del acusado/a B. Organicidad (cinco ítem): 3. Nivel de intoxicación en el momento del delito 4. Evidencia sobre la existencia de una alteración o daño cerebral 5. Relación del daño cerebral con la comisión del delito imputado 6. Retraso mental 7. Relación del retraso mental con la comisión del delito imputado C. Psicopatología (diez ítem): 8. Conducta bizarra observable 9. Nivel general de ansiedad 10. Amnesia sobre el delito imputado 11. Delirios 12. Alucinaciones 13. Afecto depresivo 14. Afecto maníaco 1. Nivel de incoherencia verbal 16. Intensidad y adecuación del afecto 17. Evidencia de trastorno del pensamiento formal D. Control cognitivo (cuatro ítem): 18. Preparación y planteamiento 19. Concienciación de la criminalidad de la conducta 20. Focalización del delito (selectivo vs aleatorio) 21. Nivel de actividad en la comisión del delito imputado E. Control conductual (siete ítem): 22. Conducta social responsable durante la semana anterior al delito imputado 23. Autocontrol autoinformado por el acusado/a 24. Estimación del autocontrol del acusado por parte del evaluador 25. Relación de la pérdida de control con alguna psicosis 26. Alteración del razonamiento 27. Alteración de la conducta 28. Alteración del juicio de la realidad Dos ítem adicionales, que aunque no contribuyen a ninguna escala conceptual sí se tienen en cuenta a la hora de las decisiones finales, son: 29. Capacidad para autocuidarse 30. Concienciación de la maldad del acto FASE III: En esta última fase tiene lugar la aplicación de los modelos decisionales en forma de árboles de decisión. Estos modelos incluyen preguntas a las que hay que contestar argumentativamente de forma “sí” o “no”, utilizando las puntuaciones de las subescalas e ítem para las pruebas legales ALI, GBMI y M´Naghten. Los árboles de decisión para los distintos modelos que componen las R-CRAS son los siguientes: ALI: SIMULACIÓN NO SI ORGANICIDAD SI CON JUICIO SI o NO TRASTORNO MENTAL NO CON JUICIO NO CON JUICIO SI SI PERDIDA DE CONTROL COGNITIVO SI o NO PERDIDA DE CONTROL VOLITIVO SI PERDIDA CONTROL COGNITIVO O VOLITIVO RESULTANTE DIRECTO DE UN TRASTORNO MENTAL O UNA ANOMALÍA SI SIN JUICIO NO CON JUICIO GBMI: CON JUICIO A NIVEL LEGAL PARAR SI NO SIMULACIÓN SI PARAR NO PARAR NO TRASTORNO MENTAL SI DETERIORO SUSTANCIAL DE: CRITERIO/JUICIO COMPORTAMIENTO PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD AUTOCUIDADO PERSONAL NINGÚN SI REUNE EL MODELO GBMI SI/NO SI/NO SI/NO SI/NO TODOS NO PARAR M´NAGHTEN: SIMULACIÓN SI CON JUICIO NO CON JUICIO NO SI ORGANICIDAD SI o NO TRASTORNO MENTAL SI FALTA DE CAPACIDAD COGNITIVA PARA COMPRENDER LA NATURALEZA CRIMINAL DE LA CONDUCTA SI/NO Y/O COMPRESIÓN DE LA INCORRECCÓN LEGAL O MORAL DE DICHA CONDUCTA SI/NO NO CON JUICIO SI PÉRDIDA CAPACIDAD COGNITIVA RESULTANTE DIRECTA DE UN TRASTORNO MENTAL O ANOMALÍA SI SIN JUICIO NO CON JUICIO CPS - ESCALA PSICOLÓGICA DE CARLSON La CPS aporta información significativa para medir y clasificar a las personas que, o bien están recluidas en un centro penitenciario, o bien han sido acusadas de cometer alguna acción delictiva. Este cuestionario consta de cincuenta ítem, agrupados en cuatro áreas de contenido y una escala de validez. Cada ítem está compuesto por cinco alternativas de respuesta, redactas todas ellas en un vocabulario muy simple y sencillo para adaptarse a las características propias de la mayoría de las personas que integran la población penitenciaria. Su tiempo medio de administración oscila entre veinte y cuarenta minutos, dependiendo de las habilidades lectoras de cada caso concreto, y se puede cumplimentar de forma individual o colectiva. Las áreas de contenido y la escala de validez que la componen son las siguientes (Carlson, 1982): 1. Abuso de Sustancias (AS). Esta dimensión refleja el nivel en que una persona consume drogas o alcohol, y la relevancia que pueden tener estas sustancias en su conducta delictiva. 2. Pensamientos Distorsionados (PD). Esta área de contenido engloba la desorganización de pensamiento, la confusión, las distorsiones perceptuales y alucinaciones, y los sentimientos de irrealidad. Estos rasgos pueden manifestarse a su vez en reacciones ansiosas. Altas puntuaciones en esta dimensión se relacionan con problemas a la hora de manejar y adaptarse a la realidad, debido a que son indicativas de personas que no saben o no pueden organizar su mundo por estar emocionalmente alterados. Por lo general, son individuos que se sienten desgraciados, tristes, malhumorados, y presentan altas tasas de pensamientos hipocondríacos. 3. Tendencias Antisociales (TA). Esta subescala refleja una animosidad hostil y una actitud socialmente desafiante, así como la tendencia a ser agresivo o amenazante. Dicha tendencia a la agresividad no tiene porque culminar en una agresión física real, y puede limitarse a comentarios y formas de actuar despectivos o burlones. Puntuaciones altas en esta dimensión son significativas de personas cínicas y narcisistas que utilizan a los demás para sus propios intereses, ven con buenos ojos las conductas delictivas y presentan pocos sentimientos de remordimiento o culpa. 4. Autodesaprobación (A). Esta área detecta el nivel en el que una persona se degrada a sí misma y a sus acciones. Los individuos que puntúan alto en esta dimensión tienen baja autoestima, no valorándose en lo más mínimo y rechazando sus logros o posibles cumplidos. Estos rasgos pueden ir acompañados de depresión y de ideas suicidas. 5. Validez (V). Esta subescala muestra el grado en que la persona mantiene una aceptable actitud a la hora de cumplimentar la prueba. Bajas puntuaciones en esta dimensión indican que la persona o bien están contestando a cada uno de los ítem que constituyen la totalidad de la prueba de forma intencionada, con desinterés, o bien que no entienden las preguntas Como se dijo al principio, esta prueba a su vez sirve para clasificar a las personas evaluadas sobre la base de como sería su nivel de ajuste institucional. La escala presenta dieciocho tipos distintos de posibles perfiles que se pueden encontrar dentro de una población penitenciaria. Veamos cuáles son las principales características de éstos perfiles (Carlson, 1982): Perfil Tipo 1: El abuso de alcohol y/o drogas es una de las principales características de este grupo. Aunque algunas de estas personas son conscientes del hecho de estar metidas siempre en problemas, exhiben poco motivación para el cambio. Otros niegan sus problemas con el alcohol y/o las drogas y no aprecian en su debida forma la severidad de su situación, manteniendo una actitud práctica y realista hacia los aspectos negativos de su pasado. Estas personas no presentan falta de disciplina y no es típico en ellos causar altercados dentro de la institución penitenciaria. Como son fáciles de convencer y de guiar, tienen más probabilidad de ser víctimas que agresores. Este grupo funciona bien bajo una supervisión firme, por tanto, los establecimientos de seguridad donde predomine una supervisión estructurada sería el medio más beneficioso para estos individuos. Dentro de este grupo, pocos son los seleccionados para formar parte de un tratamiento para la adicción a las drogas y/o el alcohol, debido a su falta de motivación y desinterés hacia el cambio. Una vez abandonado el centro, estas personas suelen tener problemas para manejarse por sí mismos en la sociedad y si se les concede un permiso, pueden echar a perder o desbaratar su buen nivel de ajuste institucional por el consumo abusivo de sustancias. Perfil Tipo 2: Las personas que integran este grupo despliegan una serie de rasgos pasivoagresivos. Son descritos como personas agradables y amigables, pero también como irresponsables, inmaduros y a veces hostiles. Otro problema asociado a este perfil es la falta de comunicación y de guía recibida por sus entornos familiares. Las personas que integran este tipo pueden tener una inteligencia media y poseer buenas habilidades. Sin embargo, y debido a su pobre motivación, sus habilidades no son usadas a menudo con una finalidad constructiva. Es decir, pueden ser atraídos por una forma de vida delictiva y con bastante frecuencia se relacionan con grupos de amigos “socialmente inaceptables”. Ellos usan a estas bandas como un medio para ganar reconocimiento y tienden a ser más gregarios que líderes. La naturaleza cooperativa y sociable de este tipo de personas debería hacer que su ajuste institucional con el personal y los otros internos no presentara ningún problema. No obstante, el deseo de ser parecidos y aceptados por su grupo de amigos puede presentar un problema cuando las normas del centro a donde se les traslade sean muy estrictas. Aquellos que son transferidos a centros de mínima seguridad se comportan adecuadamente, y pocos se vuelven incompetentes. Perfil Tipo 3: Las personas que integran este perfil son descritas normalmente como inmaduros y rebeldes, pero no decididamente antisociales. Ellos buscan continuamente el apoyo de su grupo de amigos y se verán envueltos en problemas de tipo delictivo si piensan que estas acciones les serán útiles a la hora de ganarse la aprobación de sus compañeros. Sus delitos tienden a ser no planeados, impulsivos y con la obtención de pocas ganancias económicos. Suelen ser inquietos y aunque pueden empezar un proyecto con gran entusiasmo, su interés rápidamente decae y, por consiguiente, son incapaces de completar una tarea. En el momento de abandonar una labor pueden estar confundidos y considerarse como necesitarios de ayuda y asistencia, pero en unos pocos días este sentimiento desaparecerá y se involucrarán en un nuevo proyecto. Generalmente su motivación para el cambio está críticamente limitada. Este tipo de internos suelen ser seguidores y su ajuste institucional dependerá en gran medida de la actitud de sus compañeros residentes. Estos individuos raramente son la causa de problemas de seria importancia, pero su inmadurez les hace difícil hacerle frente a las estructuras y normas y pueden rebelarse especialmente si se les estimula a ello. En establecimientos de mínima seguridad se manejan apropiadamente y sólo unos pocos terminarán en centros de máxima seguridad. Perfil Tipo 4: La principal característica de este grupo es la existencia de problemas familiares, es decir, la estricta disciplina o la falta total de ésta puede ser el contribuidor de mayor peso para con sus posteriores prácticas delictivas. Estas personas suelen haber sido consideradas problemáticas y alborotadoras ya en su época de colegio, en donde, con una alta probabilidad, asistían de forma irregular. Su motivación para el éxito es marginal, y su personalidad inmadura es otra de las características más significativas de los integrantes de este perfil. Esta inmadurez se suele ver acompañada de agitación, insensatez y de un pobre juicio o sentido común. Estos individuos se han visto envueltos en problemas a través de amigos y, por lo tanto, dentro del centro penitenciario probablemente serían fácilmente influenciables por otros internos. Aquellos que han sido transferidos a un centro de mínima seguridad se han comportado de forma correcta, con un rango bajo de retorno a otros tipos de instituciones más severas. Perfil Tipo 5: Los individuos de este tipo son marcadamente antisociales. Su ajuste social ha sido pobre, demostrando dificultades y carencias a la hora de relacionarse con otras personas. Por esto es que en raras ocasiones realizan contactos reales con los demás. A primera vista, los componentes de este perfil pueden aparecer como cooperativos y encantadores, sin embargo, bajo esa apariencia existen rasgos de impulsividad, intolerancia, hostilidad, agresión y conductas irracionales. La depresión es otro de los rasgos característicos de este grupo, acompañada de sentimientos de inferioridad y afectos inapropiados. No es raro ni infrecuente para algunas de estas personas presentar pensamientos suicidas. Estos individuos suelen tener un ajuste institucional desequilibrado. Son irresponsables en el trabajo y más a menudo en su supervisión, presentando una pobre respuesta a la autoridad y con frecuencia fallan en el acatamiento de las ordenes. Por lo general son antisociales por naturaleza, mezclándose en raras ocasiones con otros residentes, y cuando lo hacen pueden ser manipulativos y despiadados. La inmensa mayoría de los integrantes de este tipo de internos permanecen en centros de media seguridad, y aquellos que son trasladados a instituciones de mínima seguridad se integran en éstos con un moderado éxito. Perfil Tipo 6: Una personalidad pasiva-agresiva es indicativa de este grupo. Son personas cooperativas, amigables, que se relacionan bien con sus amigos, carentes de ambición y de alguna forma perezosos. Sin embargo, bajo la influencia del alcohol pueden ser beligerantes, controvertidos y físicamente agresivos. A pesar de que en su mayor parte reconocen la existencia de problemas personales, tienen poca o ninguna motivación hacia los tratamientos. Así mismo, estos individuos muestran pocos remordimientos ante sus ofensas, y a menudo niegan su responsabilidad sobre lo ocurrido. Su ajuste institucional en centros de media seguridad es satisfactorio, donde suelen presentar buenas actitudes, se relacionan bien con el personal, se comportan de una manera educada y son trabajadores voluntariosos. No obstante, necesitan algún tipo de supervisión por su propio bien, ya que estos individuos ocasionalmente se enfrentan con otros internos bien por mentir o por robar. Aquellos que se les traslada a centros de mínima seguridad se comportan de forma competente y presentan un bajo porcentaje de retorno a módulos de mayor seguridad. Perfil Tipo 7: Este grupo muestra una personalidad alterada y a menudo se recomienda que estén bajo tratamiento psiquiátrico. Estos individuos son inmaduros y emocionalmente lábiles, dependen en gran medida de otros personas y necesitan desesperadamente atención y apoyo emocional pero, al mismo tiempo, se alejan de los demás por ser tan irracionales, exigentes y absorbentes. Los rasgos hipocondríacos están a menudo presentes en este perfil y las somatizaciones en respuesta a las presiones de la vida son desplegadas en forma de constantes quejas de dolor. Su juicio y su sentido común es más bien pobre y necesitan ser guiados para controlar sus impulsos. Su motivación hacia los tratamientos es baja, y aunque aceptan y reconocen su comportamiento a un nivel superficial, el verse envueltos en problemas puede causarles una retirada o que se desdigan en su reconocimiento y, consiguientemente, se vuelvan pasivos. A su vez, muestran una carencia en la existencia de objetivos o metas a conseguir en el transcurso de sus vidas y tienen pocas esperanzas sobre su futuro. La imagen que tienen de ellos mismos es pobre y no es raro que tengan sentimientos de culpabilidad, desesperación, ansiedad y/o depresión. La existencia de intentos suicidas en este grupo no son infrecuentes, aunque pueden ser sólo un medio de llamar la atención más que intentos verdaderos de quitarse la vida. En el tiempo en que permanecen en una institución penitenciaria, estas personas hacen continuos requerimientos de buscar la atención tanto por parte del cuerpo de funcionarios como del cuerpo médico. Estos individuos son poco seguros y a veces no son muy de fiar, por lo que su supervisión es necesaria. Por esta razón, aquellos que han sido transferidos a instituciones más abiertas y permisivas, se vuelven incompetentes. El mejor tipo de centro para las personas que componen este perfil, sería un módulo de media seguridad, o bien que fueran integrados en un programa de entrenamiento en un módulo de mínima seguridad. Perfil Tipo 8: Este perfil está compuesto por personas marcadas por el consumo abusivo de drogas y/o alcohol, el cual puede haber tenido como resultado algún tipo de daño cerebral. No suelen pertenecer a una familia estructurada y con frecuencia presentan resentimientos y hostilidad hacia sus padres. No establecen fuertes relaciones con sus amigos, con la consecuencia de que estos individuos se ven influenciados negativamente por sus conocidos. El pronóstico para el futuro de los integrantes de este grupo no puede ser positivo, debido a su falta de responsabilidad e interés. La reincidencia es, en consecuencia, alta dentro de este tipo de personas. Otros internos pueden sacar partido de este tipo de individuos, puesto que son fácilmente influenciables y se dejan llevar por el mal camino. Presentan poca motivación a conseguir algún tipo de logro mientras están dentro de una institución penitenciaria, sin embargo, se comportan de forma adecuada bajo una supervisión constante. Muchos son enviados a centros de mínima seguridad, donde se suelen adaptar con bastante éxito. Perfil Tipo 9: A pesar del hecho de que estas personas proceden de hogares estables y bien estructurados, despliegan elementos de inestabilidad emocional, es decir, muestran sentimientos de inferioridad e inseguridad, y presentan la tendencia de intentar impresionar a los que le rodean. En cierta forma son pasivos, tímidos, serios y cooperativos, aunque también muestran comportamientos de tipo negativo tales como hacer cosas sin una razón aparente. Este grupo tiene un nivel medio de ajuste a la institución penitenciaria donde son destinados, presentando buena conducta, actitudes y hábitos de trabajo. Se suelen llevar bien con sus compañeros, manteniendo correctas relaciones interpersonales. Un gran porcentaje de los integrantes de este perfil son derivados a establecimientos de mínima seguridad, donde son clasificados como internos con buena conducta. Perfil Tipo 10: Este grupo a menudo procede de un buen ambiente familiar, en el cual encontraron bastante apoyo. Su ajuste social ha sido adecuado y, por consiguiente, estas personas se comportan de una forma amigable y cooperativa con las autoridades. Pueden mostrar un ligero nivel de pesimismo y un punto de vista un tanto crítico, sin embargo, suele ser algo situacional y pasajero. Su grado de ajuste a las instituciones penitenciarias es positivo y sus actitudes dentro de éstas son favorables. Las personas de este perfil responden ante las autoridades del centro en una forma digna de mención, y aquellos internos que son derivados a módulos de mínima seguridad se manejan de manera bastante acorde dentro de ellos. Perfil Tipo 11: Este tipo generalmente es descrito como emocionalmente pasivo, pero con un pronóstico favorable a largo plazo. Pueden ser personas templadas, pero es normalmente su impulsividad y sus asociaciones con otras personas lo que les hace verse envueltos en complicaciones. Estos individuos pueden agitarse en algún momento y desplegar algunas conductas extrañas o inmaduras, pero por lo general tienden a presentarse como individuos agradables y cooperativos. Este tipo de internos son fácilmente influenciables por sus amigos o por otros residentes, los cuales pueden sacar partido a este hecho. Sus relaciones con el personal del centro suelen ser favorables, lo que hace que se desenvuelvan más exitosamente en instituciones de mínima seguridad, donde se adaptan bien y son muy pocos los que deben ser trasladados a otro tipo de centros. Perfil Tipo 12: Las personas que integran este grupo provienen de un entorno familiar poco reforzante, lo que les puede suponer una pobre actitud hacia la familia, especialmente hacia su padre. Suelen haber mostrado problemas de disciplina en el colegio, generalmente por su marcado rencor hacia las autoridades. Estos individuos buscan constantemente la atención y una forma de conseguirla es a través de intentos superficiales de suicidio y/o de rabietas. Tienden a ser farisaicos por naturaleza, asumiendo que ellos tienen siempre la razón y el resto del mundo es el que se equivoca. Elementos como la inmadurez, la irresponsabilidad, la no motivación y la inestabilidad son fácilmente reconocibles en este tipo de perfil. Su bajo motivación y su deficiente actitud hacen difícil, en alguna forma, su ajuste a una institución penitenciaria. Estos individuos suelen apartarse de los otros residentes principalmente porque temen ser golpeados. La mayoría de estas personas son destinadas a centros de mínima seguridad y muy pocos se vuelven problemáticos dentro de estos centros. Perfil Tipo 13: Este tipo de personas se presentan a sí mismas como las víctimas de las circunstancias, más que como los agresores. Estos individuos tienden a racionalizar sus ofensas y niegan tener ningún tipo de culpa sobre ellas, teniendo siempre una excusa dispuesta para cada uno de los actos delictivos cometidos. Se centran en sí mismos y no atienden a las críticas ni a los consejos. Sus juicios son erróneos y se dejan llevar por sus impulsos, lo que les convierte en una diana fácil para sus amigos más manipulativos. Sentimientos de inseguridad, falta de identidad, dependencia, e inmadurez emocional son también rasgos característicos de este grupo. A su vez, muestran poca perspicacia y ninguna ambición hacia metas futuras pero, por lo general, son educados, cooperativos, tímidos y a veces callados. Algunas de las personas pertenecientes a este perfil tienen dificultades a la hora de entender o dirigir su sexualidad. Estas personas suelen ser fácilmente atemorizados por otros internos, y pueden convertirse en residentes pasivos. Para este grupo lo más adecuado son los programas estructurados, ofreciéndoles entrenamiento en algún oficio. Perfil Tipo 14: Las conductas violentas y marcadamente agresivas son características de este tipo de individuos. Bajo la presión de un fuerte estrés, estos sujetos tienden a manifestarse con reacciones de pánico que les guían a comportarse de manera violenta hacia otros o hacia sí mismos. No se involucran emocionalmente en sus ofensas y rápidamente racionalizan estas conductas antisociales o problemáticas. Poseen una personalidad débil e inmadura y una seria carencia de previsión sobre sus actos o de responsabilidad para con los mismos. Pueden tener una larga historia de abuso de sustancias, que se pudo haber iniciado como el resultado de sus problemas emocionales en el pasado. Su mala conducta mientras están institucionalizados les hace ser agresivos, amenazando y/o atacando al personal de servicio y destrozando el mobiliario, por poner algún ejemplo. Su permanencia en un centro penitenciario puede retribuirles beneficios, en la forma de aumentar su sentido de la responsabilidad y su madurez. La mayoría de estas personas permanecen en instituciones de media seguridad y sólo un pequeño porcentaje son transferidos a módulos de mínima seguridad. Perfil Tipo 15: Este grupo es principalmente descrito por tener algún tipo de trastorno de la personalidad y en algunos casos hay indicios de mínimos daños cerebrales. Estas personas se presentan como irritables, impulsivas, furiosas, irresponsables y sus conductas son difíciles de predecir. Tienen un temperamento ansioso y tienden a mostrarse nerviosas o temerosas cuando están rodeadas de gente. Sus ataques de ira, su agresividad y, de alguna forma, su violencia, son también característicos de este perfil. En realidad, esta dureza puede ser una coraza que se imponen para paliar sus sentimientos de inseguridad e inferioridad y su poco confianza en sí mismos. Estos sujetos encuentran difícil adaptarse a las reglas y normativas. No obstante, sus ofensas pueden ser cometidas con el propósito de ser arrestados y así retornar a un lugar “seguro” como puede ser una institución correccional o un centro penitenciario. Esto puede ser en parte el resultado de un hogar difícil e infeliz, donde crecieron sin el control de sus padres. Este tipo de personas encontrará problemas en las instituciones debido a su naturaleza absorbente y exigente. Sus actitudes, en general, son pobres y requieren de constante supervisión, más aun si consideramos que son extremadamente rencorosos con las autoridades. Estos individuos también encuentran dificultades en el trato con otros internos, los cuales a menudo consiguen hacerles pasar un “mal rato”. La inmensa mayoría de los internos que se encuadran dentro de este perfil permanecen en centros de media seguridad y aquellos que son enviados a módulos de mínima seguridad probablemente volverán en un periodo de tiempo no muy largo. Perfil Tipo 16: Una actitud negativa y de pasotismo es la predominante en este grupo. Estas personas no quieren, ni prevén, cualquier tipo de cambio, ni se cuidan de sí mismos ni de lo que les pueda pasar. Son inmaduros, explosivos, irresponsables y presentan un mal temperamento como el resultante a una provocación. Su filosofía de vida se basa en la creencia de que uno se debe hacer respetar a través del poder de la fuerza física. Son, por tanto, despreciativos para con los demás y no tienen en consideración los sentimientos de otras personas. Estos sujetos se identifican con un sistema de valores basado en la venganza, la lucha y el odio hacia la autoridad (especialmente aquella que procede de otros hombres). Estos individuos normalmente son el producto de hogares rotos y de una situación familiar conflictiva. Además, suelen tener también una historia de un abuso desmedido de todo tipo de sustancias. Este grupo, por lo general, presenta una latente carencia de respuesta a sus problemas y una negación a creer que tal respuesta se pueda dar, haciendo casi imposible cualquier tipo de tratamiento o recuperación. Su conducta, actitud y sociabilidad mientras están institucionalizados son favorables, por lo que sus problemas les pueden venir normalmente por el hecho de verse envueltos en peleas o asaltos debido a su naturaleza agresiva. Como ya hemos indicado, estas personas se resisten a la autoridad y, por consiguiente, no les gusta que el personal del centro les diga lo que deben hacer. Es recomendable transferirlos a un establecimiento penitenciario de seguridad media, ya que pueden mostrarse hostiles en algún momento. Aunque, aquellos que son destinados a centros de mínima seguridad normalmente permanecen allí, con un baja tasa de envío a otro tipo de módulos con una seguridad más estricta. Perfil Tipo 17: El abuso de alcohol y drogas es una de las características más significativas dentro de este grupo. Su ambiente familiar es comúnmente estable, aunque algunos de estos sujetos pueden considerarse como demasiados dependientes de sus familias. Son personas inmaduras, antisociales y con baja perseverancia en sus trabajos. El ajuste institucional en este tipo de internos suele ser de alguna forma difícil, ya que tienden a ser irreflexivos y desconsiderados con los demás, necesitando de supervisión constante. La incidencia de conductas problemáticas son frecuentes como, por ejemplo, el hecho de intentar escaparse de las instalaciones del centro. Un gran porcentaje de estos individuos son destinados a módulos de media seguridad y a muy pocos se les designan instituciones de máxima seguridad. Sin embargo, hay que resaltar que aquella minoría que son trasladados a centros de mínima seguridad terminan adaptándose a éstos adecuadamente. Perfil Tipo 18: Los individuos encuadrados en este perfil son descrito como callados y pasivos. Por norma, se sienten incómodos cuando están en compañía de otras personas y pueden llegar a usar el alcohol o las drogas como una vía para ser más sociables, por este motivo, cuando están depresivos o bajos de ánimo suelen beber o consumir drogas en exceso. Los intentos de suicidios son una característica frecuente en este grupo. Las relaciones que han llegado a establecer con sus amigos de la infancia, sus profesores u otras figuras de autoridad han sido pobres. Estas personas, a pesar de sus problemas a la hora de relacionarse, se comportan de manera adecuada en el periodo de su institucionalización, desplegando buenos hábitos de trabajo, actitudes y conductas responsables y una buena educación en sus formas. Algunos son enviados a centros de media seguridad, sin embargo, aquellos que son destinados a una institución de mínima seguridad permanecen allí con éxito y sin tener que ser trasladados a otro tipo de módulos con una seguridad más severa. HCR-20 – EVALUACIÓN DE LOS FACTORES DE RIESGO DE VIOLENCIA DE WEBSTER, DOUGLAS, EAVES Y HART El HCR-20 está formado por una lista de veinte factores o ítem que evalúan el riesgo de futuras conductas violentas en poblaciones penitenciarias y psiquiátricas. La violencia está definida como “un intento o amenaza de hacer daño a una persona o personas”. Los ítem están basados en una comprensiva revisión de la literatura existente sobre el tema de la violencia y sobre los principales factores encontrados en muestras forenses. Así mismo, el HCR-20 incluye variables que capturan consideraciones relevantes del pasado, del presente y del futuro y que deberían ser tenidas en cuenta como el primer paso a la hora de evaluar el riesgo potencial de que una persona presente conductas violentas (Webster, Douglas, Eaves y Hart, 1997). El HCR-20 también puede ayudar a la hora de determinar el grado de violencia de una población en particular o de un contexto específico y, de esta forma, planear los mejores y más adecuados programas de tratamiento o ayudas. Los veinte ítem están divididos en tres secciones: información acerca de la historia del sujeto; información sobre la sintomatología clínica y psicosocial del sujeto; e información sobre el control de los componentes violentos del sujeto. Estas tres secciones valoran respectivamente el pasado, presente y futuro de la persona evaluada. Veamos como se distribuyen los distintos item dentro de estas tres secciones: A) Ítem Históricos - H (diez ítem): H1. Violencia previa H2. Edad en su primer incidente violento H3. Inestabilidad en sus relaciones H4. Problemas laborales o de desempleo H5. Problemas por el uso de sustancias (alcohol y drogas) H6. Enfermedad mental mayor H7. Psicopatía H8. Inadaptación temprana (en el hogar, colegio, comunidad, etc.) H9. Trastornos de la personalidad H10. Fallos anteriores en su supervisión (en correccionales, hospitales, permisos, etc.) B) Ítem Clínicos - C (cinco ítem): C1. Falta de comprensión C2. Actitudes negativas (antisociales y procriminales) C3. Síntomas activos de enfermedad mental mayor C4. Impulsividad C5. Falta de respuesta a los tratamientos (farmacológicos, psicológicos, etc.) C) Ítem de Manejo/Control de Riesgos - R (cinco ítem): R1. Falta de viabilidad en sus planes R2. Exposición a desestabilizadores (armas, sustancias adictivas, etc.) R3. Falta de apoyo o soporte personal R4. Incumplimiento o desobediencia a los intentos de mejora R5. Estrés Otras consideraciones: Este apartado se incorpora al final de la prueba con la finalidad de mencionar algún factor, o factores, que el evaluador considere de vital importancia a la hora de conceptualizar el riesgo de violencia y que no aparezca lo suficientemente claro ni definido en ninguno de los veinte ítem que componen la totalidad de la prueba. Esta prueba requiere que los evaluadores hagan dos tipos de juicios. En un primer nivel, los evaluadores deben determinar la presencia versus ausencia de cada uno de los veinte ítem o factores individuales de riesgo. En un segundo nivel, los expertos deben integrar esta información para llegar a una decisión final o sumario, de acuerdo al potencial de riesgo de violencia que presente la persona evaluada. Cada ítem está codificado sobre una escala de tres puntos, según la certeza de que el factor de riesgo esté presente. El valor “0” indica que el factor de riesgo está ausente o bien que no se tiene la suficiente información para sugerir que el factor de riesgo se encuentra presente; el valor “1” muestra que el factor de riesgo está posiblemente o parcialmente presente, es decir, la evaluación de la información indica que hay alguna evidencia para su presencia aunque no de una forma concluyente; y el valor “2” señala que el factor de riesgo está definitiva y claramente presente. Si la información no es la adecuada o es insuficiente para posicionarse y emitir una decisión con respecto a un ítem en particular, éste puede ser omitido y, por tanto, no tenido en cuenta en el sumario final. Es decir, un ítem omitido tendrá el mismo valor que uno puntuado como “0”, indicando ambos que no hay información para sugerir que el factor de riesgo exista. En los ítem que hacen referencia a la existencia de alguna enfermedad mental o de algún trastorno de la personalidad (H6, H7, H9, C1 y C3), los evaluadores deben tener en cuenta a la hora de cumplimentarlos si su decisión está confirmada a través de una evaluación mental pasada o actual (codificado como “C”), o si ésta es provisional hasta su posterior confirmación por evaluación mental (codificado como “P”). En la sección que evalúa los ítem de manejo o control de riesgos, los expertos deben clarificar el contexto de la medición de dicho riesgo para hacer las matizaciones pertinentes en la interpretación de los ítem. Esto es, deben elaborar sus decisiones en base a la “violencia institucional” (codificada como “In”), o en base a la “violencia comunitaria” (codificada como “Out”). Cuando el riesgo se centra en la violencia comunitaria se da por hecho que el interno se incorporará a la sociedad en un futuro cercano y, por tanto, sus planes se referirán a cuando recobre su libertad. Por el contrario, si el riesgo se interpreta desde el punto de vista institucional se asume que el sujeto deberá permanecer aún bastante tiempo en prisión y, en consecuencia, sus planes se posicionarán en su institucionalización. Por último, para llegar a la apreciación final los evaluadores deben sumar el total de los valores obtenidos en cada uno de los ítem o factores de riesgo (valor máximo = cuarenta), y decidir si la persona evaluada debe encuadrarse en un nivel de riesgo bajo, moderado o alto de violencia: “Bajo” indica que el evaluador no cree que el sujeto presente riesgo de violencia (o un riesgo muy bajo); “Medio” implica que el experto piensa que el evaluado muestra de alguna manera un riesgo a la violencia; y “Alto” significa que el profesional cree que el individuo revela un elevado riesgo a la violencia. SVR-20 – EVALUACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA SEXUAL DE BOER, HART, KROPP Y WEBSTER El SVR-20 es una listado de veinte ítem que evalúa los factores de riesgo de la violencia sexual. Esta técnica se desarrolló para evaluar la presencia o ausencia en un sujeto de determinados factores que supondrían el riesgo de que dicho sujeto presentara en el futuro conductas de violencia sexual entendidas como “el intento o la amenaza de contactar sexualmente con una persona que no ha consentido o no está en condiciones de consentir” (Boer, Hart, Kropp y Webster, 1997). El SVR-20 no puede ser usado para determinar si una persona ha cometido o no un acto de agresión sexual en el pasado. Los factores de riesgo incorporados en esta prueba están asociados con el riesgo de futura violencia entre aquellos individuos que ya han cometido algún tipo de ofensa. Los veinte factores de riesgo caen dentro de tres categorías principales: A. Ajuste Psicosocial - A (once ítem): La mayoría de los factores de esta primera sección son históricos, reflejando características del sujeto relativamente estables. El resto de factores muestra el nivel de funcionamiento pasado y actual de la persona evaluada. Veamos cuáles son: » A1. Desviación sexual » A2. Víctimas de abusos durante la infancia » A3. Psicopatía (integrado por psicopatía antisocial y trastorno de personalidad disocial) » A4. Enfermedad mental mayor (serios daños o deterioros cognitivos o afectivos) » A5. Problemas por consumo de sustancias (alcohol y drogas) » A6. Ideación suicida/homicida » A7. Problemas/inestabilidad en sus relaciones » A8. Problemas laborales » A9. Pasado de agresiones violentas/físicas no sexuales » A10. Pasado de agresiones no violentas/físicas (conductas antisociales) » A11. Anteriores violaciones de su supervisión (permisos, libertades condicionales, etc.) B. Historia de Ofensas Sexuales - S (siete ítem): Todos los factores de esta segunda sección están relacionados con la historia de agresiones sexuales llevadas a cabo por la persona evaluada. De nuevo, estos factores son principalmente históricos en su naturaleza, aunque también tienen aspectos más dinámicos. Pasemos a enunciarlos: » S1. Alta densidad de agresiones sexuales » S2. Múltiples tipos de agresiones sexuales (variaciones en la naturaleza de la ofensa o en el tipo de la víctima) » S3. Daño físico en las víctimas de las agresiones sexuales » S4. Uso de armas o amenazas de muerte durante las agresiones sexuales » S5. Escalada en la frecuencia o severidad de las ofensas sexuales » S6. Extrema minimización/negación de los abusos sexuales (negar la responsabilidad, la consecuencia de los actos, o los propios abusos) » S7. Actitudes que apoyan o disculpan los abusos (creencias personales, religiosas, sociales, políticas, etc.) C. Planes Futuros - P (dos ítem): Esta tercera sección contiene dos factores de riesgo que reflejan los planes futuros del individuo. Estos factores no son muy comunes en otros tipos de pruebas que evalúan violencia sexual y capturan tanto el funcionamiento actual del sujeto como su funcionamiento pasado. Dichos factores son: » P1. Carencia de planes realistas (en sus relaciones personales, empleo, lugar de residencia, etc.) » P2. Actitudes negativas hacia las intervenciones (rechazo o baja motivación hacia los tratamientos, terapias o apoyos) Es interesante anotar que muchos factores incluidos en la primera y tercera sección aparecen en muchos esquemas para la evaluación del riesgo de violencia de género. Es decir, dichos factores predicen la violencia general así como la violencia sexual. En contraste, aquellos que aparecen en la segunda sección de la prueba tienden a estar asociados específicamente con el factor de riesgo para la violencia sexual. Al igual que pasaba con la prueba anteriormente comentada (HCR-20) tras las tres secciones principales aparece un apartado con la denominación “Otras Consideraciones”, que tiene la función de integrar aquellos factores que son cruciales para conceptualizar el riesgo de violencia sexual en un caso dado, pero que no son lo suficientemente comunes o importantes sobre la media como para ser considerados explícitamente en cualquier evaluación. Estos factores pueden estar relacionados con la probabilidad de que un individuo cometa un acto de abuso sexual o con la naturaleza, frecuencia, severidad e inminencia de tal acto. El riesgo actual de violencia sexual en un sujeto dependerá de la combinación de los factores de riesgo presentados en cada categoría. Al codificar el SVR-20 no sólo se determina la presencia o ausencia de cada factor, sino también si ha habido algún cambio reciente en el estado de los mismos y toda esta información puede ser integrada en un plan de acción o en un programa de tratamiento. Desarrollemos estos últimos puntos más extensamente. Codificar el SVR-20 requiere de los evaluadores dos tipos de juicios. El primero se hace a nivel de los ítem y se trata de determinar la presencia o ausencia de cada uno de los veinte factores de riesgo a través de una escala de tres puntos: “N” indica que el factor de riesgo está definitivamente ausente o que no hay evidencia a raíz de la evaluación de que el factor está presente y es cuantificado con cero puntos; “?” revela que el factor de riesgo está parcial o posiblemente presente o bien que está presente sólo en un contexto limitado, y se le asigna el valor de uno; por último, “Y” muestra que el factor de riesgo está definitiva y claramente presente, y es valorado con dos puntos. Si la información de un ítem no es suficiente para permitir una decisión concerniente a la presencia o ausencia del factor de riesgo al cual representa, o bien dicha información no es considerada válida o fiable por parte del sujeto, dicho ítem puede ser omitido. Esta opción pasaría a codificar a este ítem con el valor de uno, al igual que la alternativa “?”. Cuando un factor de riesgo ha sido valorado como “Y”, es decir, está definitivamente presente, los evaluadores deben además indicar si ha habido algún cambio reciente en el estatus de éste. Dichos cambios son a su vez codificados de la siguiente forma: “+” indica que el factor de riesgo ha empeorado (está ahora presente y antes no, o se ha exacerbado); “0” muestra que recientemente no ha habido ningún cambio en el estado del factor de riesgo; y “-” revela que el factor de riesgo ha mejorado en los últimos tiempos (está ahora ausente, o se ha disminuido). Para terminar, esta prueba guarda más similitudes con el HCR-20 (hecho que no es de extrañar si tenemos en cuenta que ambas escalas comparten a dos de sus cuatro autores). Una de estas similitudes se refiere a la necesidad de diferenciar en todos los ítem que se refieren a enfermedades mentales o trastornos de personalidad (A1, A3, A4 y A6), si la decisión de los evaluadores se hace apoyada sobre la base de una evaluación mental pasada o actual (codificado como “C”) o por el contrario es una decisión provisional hasta su posterior confirmación por evaluación mental (codificado como “P”). Otra similitud es la posibilidad de hacer un resumen o decisión final del riesgo de violencia sexual utilizando la escala de tres puntos con que se pueden codificar los ítem (máxima puntuación posible = cuarenta). Tal decisión se basa en definir el riesgo de violencia sexual como bajo, moderado o elevado (para no repetirnos ver definición en el desarrollo de la prueba HCR-20). En general, un juicio de “Bajo” riesgo indica que el individuo no está en la necesidad de una intervención especial o de unas estrategias de supervisión diseñadas para controlar su probabilidad futura de riesgo de violencia sexual. Un juicio de riesgo “Moderado” sugiere que se debería desarrollar un plan para el manejo de ese riesgo. Por último, un juicio de “Alto” riesgo señala que hay una urgente necesidad de implementar un plan de manejo y control de dicho riesgo en la persona evaluada y, en ocasiones, requerirá una respuesta de emergencia (hospitalización, suspensión de la libertad condicional o de permisos, etc.). REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Boer, D.P., Hart S.D., Kropp P.R. y Webster C.D. (1997). SVR-20. Manual for the Sexual Violence Risk20. Professional Guidelines for Assessing Risk of Sexual Violence. Manual. Vancouver: The British Columbia Institute Against Family Violence. Carlson, K.A. (1982). CPS. Carlson Psychological Survey. Manual. Port Huron, Michigan: Sigma Assessment Systems, Inc. Clemente, M. (Eds.) (1998). Fundamentos de la Psicología Jurídica. Madrid: Ediciones Pirámide. Grisso, T. (1986). Evaluating Competencies. Forensic Assessments and Instruments. Nueva York: Plenum Press. Grisso, T. (1987). The Economic and Scientific Future of Forensic Psychological Assessment. American Psychologist, 42, 831-839. Rogers, R. (1984). R-CRAS. Rogers Criminal Responsibility Assessement Scales. Manual. Florida: PAR. Webster, C.D., Douglas, K.S., Eaves D. y Hart, S. D. (1997). HCR-20. Assessing Risk for Violence (Version 2). Manual. Burnaby: Mental Health, Law, and Policy Institute Simon Fraser University and The British Columbia Forensic Pyschiatric Services Commission.