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LECTIO DIVINA 20 DE OCTUBRE, SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI, PATRONA DE LA FRATERNIDAD SEGLAR AGUSTINO-RECOLETA Hija de nobles y fervientes cristianos, nació en 1611 en las proximidades de la ciudad japonesa de Nagasaki. Los padres y hermanos de Magdalena habían sido condenados a muerte y martirizados por su fe católica cuando ella todavía era muy joven. En 1624 conoció a los padres Francisco de Jesús y Vicente de san Antonio, agustinos recoletos, y atraídos por su espiritualidad, se consagró a Dios como terciaria de la Orden. Los beatos le encomendaron la enseñanza del catecismo a los niños y pedía limosna a los comerciantes portugueses para socorrer a los pobres, Tuvo que refugiarse en 1928 con los agustinos recoletos y miles de cristianos en las montañas de Nagasaki. Allí siguió ejerciendo su apostolado, primero bajo la coordinación y animación de los dos religiosos recoletos y luego por cuenta propia cuando fueron capturados ambos, en noviembre de 1629. Vestida con su hábito de terciaria, en setiembre de 1634, se presentó valientemente ante los jueces. Al ver que era muy joven de veinte o veintidós años, intentaron conquistarla con halagos que ella rechazó. La sometieron, entonces, a los peores suplicios. Finalmente, estuvo colgada trece días boca abajo con medio cuerpo metido en una hoya, hasta que una intensa lluvia inundó la fosa y Magdalena pereció ahogada. Los verdugos quemaron su cuerpo y esparcieron las cenizas en el mar. Sus restos desaparecieron, pero, pasados los siglos, el juicio de Dios y de la Iglesia sobre su vida, ganó para siempre la partida al olvido. Fue beatificada en 1981 y canonizada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987, coincidiendo con la Jornada Mundial de la Oración por las Misiones. (SUBSIDIO LITÚRGICO PARA EL MISAL AGUSTINIANO, P. 121) LECTURAS Eclesiástico 51, 1-12 El texto es el último capítulo del libro y consta de tres partes. En primer lugar, es nuestra lectura, se entona un himno de acción de gracias a Dios por la liberación de un grave peligro, causado probablemente por una calumnia. Al no contar con ningún auxilio humano, su autor invocó al Señor para que lo preservara de la muerte y Dios escuchó su plegaria. El contenido de la lectura tiene una unidad, la referencia a Dios como razón de la vida y de sus situaciones adversas en el ámbito de la fe. Saber leer los signos de los tiempos y encontrar en ellos la voluntad de Dios y, más, cuando la maldad de los hombres se hace odio, violencia, castigo... El texto atestigua con detalle y hasta con elegancia el mimo de Dios siempre con el tema de salvación. De una manera particular es un canto agradecido al Señor que siempre tiene compasión y misericordia eternas. Este pasaje tiene un gran parecido con el Salmo 18: “Yo sé que mi defensor está vivo..., y con mi propia carne veré a Dios, mis ojos le mirarán y no otro”; y con 2 Samuel 22: “Yahvé, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios”. SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI, 20 DE OCTUBRE Lucas 9, 23-26 El evangelista suprime la protesta de Pedro (cf. Mc 8, 32s.; Mt 16, 22s.) y ahora procede a aplicar el mensaje de la cruz a todos los discípulos: “el que quiera venir en pos de mí...”; esta frase encaja en las numerosas referencias bíblicas al “camino” (Is 40, 3; Hch 9, 2; cf. Lc 9, 51— 19, 46). En el imperativo, “tome su cruz” ya se ha convertido en una metáfora típica del camino cristiano, a ejemplo del Maestro. En Lucas, la cruz se debe cargar “cada día”. Esta expresión, añadida al texto de Mc 8, 34, cambia el centro de la atención: no solo importa el mensaje escatológico de la muerte, sino también la lucha diaria por seguir a Jesús (1 Cor 15, 31; Gál 2, 20). Después de la afirmación fundamental vienen tres antítesis: perder la vida y salvarla; lograrlo todo y al mismo tiempo quedarse sin nada; contrapone la vergüenza en esta vida y la vergüenza en la otra. MEDITACIÓN Es difícil entrar en la interioridad de una persona y más cuando ésta se lanza a una respuesta sincera y total del corazón a Dios. Contemplamos muy superficialmente a los santos y ello mismo se traduce por nuestra parte en una actitud muy superficial ante su ejemplo y forma de vivir. En nuestro caso concreto y, hoy, encontrarnos con una muchacha que sin más se fía de unos misioneros extranjeros y a la que el Señor le invita a ser sembradora del Evangelio no es para llamarnos solo un momento la atención sino para examinar nuestra conciencia. Toda siembra, al estilo del anuncio que los profetas de todo tiempo realizan, Jesús la va haciendo posible mostrando con obras y con verdad su inmediatez y cercanía. Todo un mensaje que, digámoslo en lenguaje actual, carga las pilas sobre todo en los más desesperanzados. La palabra ilusionante no decepciona si va acompañada de hechos que le dan un toque de actualidad, aquí, ahora y en todo tiempo y lugar. Y es que la raíz de Dios está aquí, está en marcha. Y esta convicción es para Magdalena (¿también para nosotros?) un constante aldabonazo. Para ello, esta joven de Nagasaki debe enfrentarse a lo que es vivir no la invitación de unos agustinos recoletos sino lo que es vivir la llamada de Dios de una manera fragmentada (en el silencio y en la oscuridad, en la persecución y en la audacia, en el miedo y en la Providencia...) pero siempre constante -es la obra del Señor- hasta unos límites impensables. Lo bueno de todo esto es que el mensaje llega a los demás, es un acontecimiento que llena el corazón de los humildes y que ni se quiebra no admite posterioridad: es presencia viva de Dios que actúa, como el Espíritu, suave y fuertemente, y fecunda los humildes de corazón que esperan la buena nueva. Magdalena, en nuestro caso, es consciente de que Dios quiere inaugurar algo nuevo. Por las quebradas de los montes y en un total silencio esta catequista contempla los caminos de Dios sin perder de vista las malas ideas de los perseguidores. Lo más hermoso para ella es aprender y agradecer en su corazón cómo Dios es el artista que riega el alma. Y la experiencia sencilla del abandono en Dios le hace descubrir que el incremento, el fruto ... al tiempo oportuno, vendrá de Dios. ORACIÓN Señor: en estos momentos de mi vida me surgen imparables las fantasías y las originalidades de los deseos, de los miedos y de las sorpresas. Me pregunto, en el panorama muy negro que preveo, cuál va a ser la respuesta sincera y válida que deba darte. Por un lado, experimento tu ternura y tu cercanía en mí y creo que es la única garantía con la cual me puedo enfrentar al futuro que ya se hace cercano pág. 2 LECTIO DIVINA Tengo puesta en ti toda mi confianza y así la anuncio a todos los creyentes que esperan con toda certeza que viene el final de nuestras vidas. Tú, Señor, que eres el Salvador, enséñanos a estar dispuestos a que nos coloquen en esa cruz que puede, ojala, ser continuación de tu Cruz y donde encontremos la fuerza y el aliento necesario para confesar nuestra fe. En ti, Jesús, en tu persona, Tú que eres el principio y el motivo de la auténtica belleza, necesitamos aprender y más en este momento la verdad de ponernos en las manos de Dios y pedirle: “en tus manos, Señor, encomendamos nuestras personas”. Señor: así se va habilitando en mi interior un espacio mayor, más intenso, solamente llenado por tu Amor y por esa dulce presencia tuya: “no tengas miedo, Yo estoy contigo”. Señor: interioriza mi corazón en ti, dame un arranque drástico de desprendimiento para dejar a ti toda la maniobra posible para llevarme a donde y como quieras. En este momento, Señor, dame la fe para aprender a amar dando mi vida. (Glosa a una posible oración de Magdalena de Nagasaki) CONTEMPLACIÓN «El Señor guarda las almas de sus siervos». Oye cómo el Señor guarda las almas de sus siervos. Dice: «No temáis a los que matan al cuerpo, pero no pueden matar el alma». El que prevaleció contra ti, mató a tu cuerpo; pero, ¿qué te hizo? Lo que hizo a tu Señor Dios. ¿Por qué aspiras a alcanzar el premio de Cristo, si rehúyes sus sufrimientos? Él vino a asumir tu vida temporal, débil, sometida a la muerte. Teme, pues, morir si eres capaz de escapar de la muerte. Pero ¿por qué no aceptas por la fe lo que por naturaleza no puedes evitar? Que el enemigo insidioso te quite esta vida; Dios te dará otra. Él te ha dado la vida presente, y si él no lo quisiera, nadie te lo quitaría; pero, si quisiese que se te quite, tiene otra que darte; no temas ser despojado de ella por él. ¿Te cuesta deshacerte del vestido andrajoso? Recuerda que Dios te ha de dar la estola de la gloria. ¿De qué estola me hablas? «Conviene que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal de inmortalidad». Es más: ni siquiera tu carne perecerá. El enemigo podrá ensañarse contigo hasta la muerte, pero más allá de ella no tiene poder alguno, ni sobre el alma ni sobre la misma carne; porque, aun cuando convierta en polvo la carne, no impedirá la resurrección. Los hombres temían por su vida. Pero, ¿qué les dice el Señor? «Todos los cabellos de vuestra cabeza están contados». ¿Temes perder la vida, tú que no perderás ni un cabello? Dio tiene todas las cosas contadas. Quien todo lo creó, todo lo restaurará. No existían, y fueron creadas; ¿y ahora que existen no serán restauradas? Creed, hermanos míos, de todo corazón; «y los que amáis al Señor odiad al mal». Permaneced fuertes no solo amando a Dios, sino también odiando el mal. Nadie os atemorice. El que os llamó es más poderoso; es omnipotente; más fuerte que el más fuerte, más excelso que el más excelso. Si el Hijo de Dios murió por nosotros, puedes estar seguro de recibir la vida de aquel que tienes como prenda la muerte. Pues ¿por quién murió? ¿Acaso por los justos? Pregunta a Pablo. «Cristo murió por los impíos». Eras impío, y murió por ti; has sido justificado, ¿y te abandonará? El que justificó al impío, ¿abandonará al piadoso? «Los que amáis al Señor odiad el mal». Nadie tema: «El Señor guarda las almas de sus siervos y los librará de la mano del pecador». [SAN AGUSTÍN, Comentarios a los salmos 96, 17] ACCIÓN Reflexionemos sobre: “No temáis a los que matan al cuerpo y no pueden matar el alma”. pág. 3