Download Jesús y el ciego Bartimeo
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
ENCUENTROS CON JESÚS JESÚS y el ciego BARTIMEO MIRADA A LA VIDA El ser humano, en toda su grandeza y como portador de los inmensos dones que le enriquecen, descubre también las limitaciones en su propia existencia. La enfermedad, en sus múltiples manifestaciones, forma parte de la historia personal. Desde los orígenes de la humanidad hasta nuestros días, ésta es la situación que viven las criaturas. Y si es verdad que los AVANCES han sido espectaculares, aún así los interrogantes que hoy mismo le martillean… siguen ahí como aguijón que le punza constantemente. Así, la enfermedad de la ceguera ha formado parte de ese caminar. Lógicamente, antes, los condicionantes aún eran mucho más significativos, puesto que los “medios” al alcance de las personas eran mucho más limitados. No es de extrañar, pues, que el modo de vida, de quienes sufrían esta situación, era la mendicidad, con lo que suponía de marginación, especialmente en algunas culturas. El relato evangélico que hoy se nos propone para nuestra contemplación, presenta estas “notas” propias que esta enfermedad conllevaba. En este caso, la persona del ciego no es alguien anónimo; al contrario, tiene nombre (“Bartimeo, el hijo de Timeo”) y vive en un lugar concreto: en Jericó. Eso sí, también en esta ocasión, este enfermo se nos presenta como un marginado (“Estaba sentado al borde del camino”) y, además, intentando salir adelante, aunque fuera “pidiendo limosna”. He aquí el cuadro. Con todo, en este caso, este hombre, si bien era ciego porque sus ojos no eran capaces de percibir la luz, los colores, conocer a las personas por su fisonomía y disfrutar de tantas maravillas… él tenía una percepción interior. Sus ojos quieren ver, pero no lo consiguen; pero Bartimeo no tiene la “ceguera” que le impide percibir y sentir la presencia de ALGUIEN, de un alguien del que ha oído hablar y que es capaz de realizar prodigios, porque… “Dios ha visitado a su pueblo”. Y es que a la ceguera de los ojos, puede unirse la ceguera o la incapacidad de ver del CORAZÓN, y entonces se complica doblemente el mal. A Bartimeo, el ciego, el paso de Jesús por el camino le da bríos y una vitalidad renovada. Por eso, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Se trata de una jaculatoria que irrumpe de la profundidad del sufrimiento y de la humillación. Él, simplemente, le pide a Jesús que se ocupe de él. Pero aquí hay una significación más densa. Veamos. El hecho de dirigirse a Jesús como “Hijo de David” (es éste un título destinado al Mesías) está indicándonos que para Bartimeo este Jesús no es un cualquiera, sino el que responde a las esperanzas de Israel, aquel que iba a cambiar radicalmente la situación, porque sería la personificación de la salvación prometida por Dios y que, incluso, incluía la curación de los ciegos (según el profeta Isaías: 35, 5). Por lo tanto, en este ciego, el evangelista nos presenta la esperanza viva de Israel en un mundo nuevo y que está por llegar. Así, pues, el relato de hoy nos presenta a un hombre, en el que sus ojos no ven, pero en quien el corazón está bien vivo y despierto, convirtiéndose en SÍMBOLO de todas las esperanzas de aquel pueblo que, a través de los tiempos, había suspirado por la salvación de Dios, hecha realidad, de una vez y para siempre, y especialmente a favor de los más pobres y débiles. Bartimeo representa fielmente a este grupo que espera en las promesas de Dios. Desde estas convicciones que vive -con fuerza- el corazón de aquel ciego, son comprensibles el resto de datos: que cada vez grite más fuerte; que cuando le anuncian que Jesús atiende a su súplica, él es capaz de “soltar el manto, dio un salto y se acercó…”, perdiendo totalmente su seguridad, como era el estar sentado al borde del camino; e incluso, al final… “lo siguió por el camino”, con todo lo que significa, porque ya no sólo ha recobrado la vista, sino que dejando de lado “lo seguía por el camino”, uniéndose al grupo que iba con Jesús. Son algunos “datos” en torno a este acontecimiento y… ¡cuántas sugerencias las que nos ofrece el relato evangélico y que es necesario percibir, ser conscientes de ellas, para descubrir lo que este ENCUENTRO supone para aquellas personas y para cuantos le buscan con ahínco! Nos adentramos en el relato. A LA LUZ DEL EVANGELIO EVANGELIO: Marcos 10, 46-52 En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: - «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: - «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: - «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: - «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: - «¿Qué quieres que haga por ti?». El ciego le contestó: - «Maestro, que pueda ver». Jesús le dijo: - «Anda, tu fe te ha curado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. HOY Y AQUÍ Un día más, muy sugerente y “cargado” de detalles el cuadro evangélico que se nos ofrece. Aquí tenemos que aprender a leer en profundidad los diversos relatos, para no quedarnos con lo superficial y descuidar lo esencial. Sería una pena porque nos llevaría a conformarnos con la “hojarasca”, sin descubrir, desgraciadamente, lo nuclear. En primer lugar, impresiona la carga de HUMANIDAD por parte de Jesús, quien (según el evangelista Marcos) está subiendo a Jerusalén para consumar su Misión; y va rodeado de un gentío. Y, con todo, Jesús se muestra CERCANO a un pobre marginado (y los ciegos lo eran en aquel entorno y en aquella cultura), y es capaz de escucharle, de acogerle y de ofrecerle aquello de lo que es portador: una VIDA EN PLENITUD, haciéndolo en nombre del mismo Dios. Y esta CERCANÍA de Jesús, produce una transformación radical en el ciego Bartimeo, haciéndose realidad plenamente la salvación prometida por Dios a través de los tiempos. ¡Inmenso este Jesús, sensible y cercano hasta el “contagio”, produciendo vida! Es necesario ser consciente de que un ciego no es, precisamente, un “modelo” de las esperanzas de Israel. Al contrario, es un signo y una “estampa” de ser un desgraciado, porque no es posible olvidar que en aquella cultura y en la religiosidad judía, la enfermedad (por lo tanto, la ceguera) es consecuencia del pecado. A Jesús no le importa la mentalidad que se vivía y “llama” al ciego, aceptando que este pobre desgraciado sea el SÍMBOLO de las esperanzas de Israel. Y aquí se hace presente la NUEVA REALIDAD para la humanidad. ¡Impresionante este Jesús, capaz de “saltarse” todas los clichés sociales y religiosos, y aceptando un corazón sencillo, abierto y necesitado! Pero, también impresionan las ACTITUDES del CIEGO. Aquel pobre y marginado, proclama su fe en Jesús, en público y aún a riesgo de ser rechazado porque, de hecho, “le regañaban para que se callara”. Aquella su petición insistente irrumpe desde la misma profundidad del sufrimiento y de la humillación, ya que lo suyo era pedir limosna, “sentado al borde del camino”, para así poder malvivir de lo que otros pobres le pudieran dar. Su insistencia es signo de una profunda convicción de que su vida podría tener otra perspectiva diferente. Y no termina ahí cuanto él vive: su actitud de abandonar todas sus “SEGURIDADES”, como son el borde del camino (el único lugar seguro para un ciego), el manto (que es su “casa” en medio de las inclemencias de cada día), para así poder ACERCARSE a Jesús, donde él intuye que está la plenitud y el remedio de todos sus males, hasta llegar a ese “seguirle por el camino”… es todo un TESTIMONIO VIVO de fe para todos cuantos son testigos de aquel acontecimiento y para cuantos, hoy y aquí, contemplamos este relato. El ciego Bartimeo no sólo recoge todas las esperanzas antiguas de su pueblo, reconociendo en Jesús esa PRESENCIA DEFINITIVA de Dios y de su salvación, sino que, además, se convierte en el MODELO de DISCÍPULO, siguiéndole por el camino, camino que -según el evangelista- lleva a Jerusalén, a la entrega de la vida, y que es como lo estaba viviendo el mismo Jesús en estos momentos de su vida. El ciego Bartimeo no sólo recobra la luz de sus ojos, sino que descubre que la visión que lleva en su corazón era la buena y la más importante, hasta el punto de descubrir que en Jesús está la razón de ser de su vida, tanto para él como para cuantos “se acercan” a él y acogen aquello de lo que es portador. HOY y AQUÍ, para nosotros, inmensas las “lecciones”, tanto las de Jesús como las del ciego Bartimeo. En Jesús, esa capacidad de empatía, de cercanía para con quienes le BUSCAN con sincero corazón, aunque sea desde una situación de marginalidad. Como las del ciego Bartimeo, profundamente ABIERTO a aquel que, aún sin verlo con sus ojos, siente e intuye que aquel Jesús puede transformar su vida desde las mismas raíces. Y aquí se produce el ENCUENTRO y se hace realidad cuanto antes lo intuía y lo deseaba de corazón y con todas sus fuerzas. ¡Cuántas sugerencias para nosotros, hombres y mujeres, también necesitados de VER, no sólo con los ojos, sino ver también con el CORAZÓN y descubrir en ese mismo Jesús cuanto él nos propone y que, además, nos ENVÍA! Ser sensibles y cercanos como él; vivir y expresar nuestra fe, desde el corazón, como el ciego Bartimeo y así hacer llegar la NOVEDAD que supone el ENCUENTRO con él, que en nombre del mismo Dios nos invita a una NUEVA VIDA. ¡Todo un desafío para cada uno de nosotros/as! ¡Buen ánimo! ORACIÓN Dios y Padre nuestro, que en Jesús, tu Hijo amado, nos aceptas a todos como hijos tuyos. Padre, cómo no agradecerte por todos tus dones, que, constantemente, nos ofreces y nos brindas, como expresión viva del amor de tu corazón. Sería un olvido terrible por nuestra parte no ser agradecidos por tantas muestras de amor. Además, hemos recibido tu Espíritu que nos muestra, en cada momento, que Tú eres un Padre, el Abbà entrañable. Sí, Padre, Tú cuidas de todas las criaturas y deseas que siempre nos abramos a Ti para que así podamos experimentar el gozo de estar en tus manos amorosas. Gracias, Padre, por el DON de la FE que nos permite verte desde el corazón y sentir tu presencia en nuestras vidas. GRACIAS, de corazón. PLEGARIA ORACIÓN PARA DAR MÁS Señor, yo quiero dar más, pero tengo miedo: temo que voy a salir perdiendo. Estoy apegado a los bienes terrenos, como el dinero, la comodidad, el bienestar, la posición social, el prestigio, el éxito, la familia… Ahora tengo miedo a que me pidas sacrificios. Sácame fuera el miedo y méteme ánimo. Muéstrame que das mucho más de lo que pides. Das la curación de las fiebres y los tumores interiores. Das unos ojos transparentes y un corazón puro. Das una mano abierta y una fuerza especial para superarse a sí mismo. Das deseos de justicia y coraje para luchar por la sociedad nueva. Das un horizonte sin límites y una nueva ilusión ante la vida. Das una familia nueva y unos amigos sinceros que son verdaderos hermanos. Das, sobre todo, un Padre amoroso que es también Madre y que me quiere incondicionalmente: tu Padre. Realmente das mucho. ¿Por qué sigo teniendo miedo? Confío en Ti, Señor, confío de todo corazón. Y quiero darte cada vez más: mis cosas, mi tiempo y mi propia persona, para seguirte, proseguir tu causa y darte a conocer a todos cuantos pueda. Gracias, Señor, por darme valor. CANTO HEMOS CONOCIDO EL AMOR. HEMOS PUESTO EN ÉL NUESTRO IDEAL. Y SABEMOS QUE AL UNIRNOS EN EL NOMBRE DEL SEÑOR, DANDO VIDA A NUESTRA VIDA DIOS ESTÁ. Cristo nos convoca para ser con Él, signo de esperanza, signo de unidad. Para hacer presente el amanecer de una nueva vida que comienza ya. Juntos proclamamos el amor de Dios; juntos compartimos nuestro mismo pan. Siempre unidos como cuerpo del Señor; juntos en la lucha, juntos al rezar. Hemos descubierto que la vida es sólo una mentira si el amor no está, porque en el amor está viviendo Dios como fuente eterna de felicidad. (E. V. Mateu – Disco “Creemos en el amor” – Ediciones Musical PAX)