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LA ADORACIÓN Definir la adoración no es una tarea fácil quizás porque implica un encuentro profundo con Dios y la divinidad de Dios es difícil de comprender para el hombre. Adorar implica un amor extremo, en el que el hombre con su espíritu, alma y cuerpo no encuentra mejor ofrenda de amor a Dios que su vida misma la cual la entrega sin condiciones y en libertad, de tal manera que cada momento, cada acto de la vida puede ser adoración si se ofrenda con amor extremo: “Sea que estén comiendo, bebiendo o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios” (ICor 10,31). Adorar a Dios es reconocerlo como nuestro creador y nuestro dueño. Es reconocer en verdad lo que somos hechura de Dios y posesión de Dios: Dios es mi dueño, yo le pertenezco. La adoración es derramar el corazón a los pies del maestro. Un adorador es una persona que no se reserva nada delante de Dios, que lo da todo, quiebra su corazón y su vida en su presencia (Lc 7,36). La adoración es el quirófano donde Dios quiere operar en nuestra mente y nuestro corazón, en donde recibimos lo que nos transforma, lo que edifica, lo que nos santifica, lo que no merecemos. Por esto es que la adoración verdadera puede llegar a doler, pero es un dolor purificador, provocado por la mano de Dios obrando en nuestro ser; así como las brasas encendidas que el Señor puso en los labios de Isaías. (Isaías 6). En otras ocasiones la adoración verdadera toma la forma de una lucha en la que Dios siempre vence y de la que nosotros salimos como hombres nuevos, así como la lucha que tuvo con Jacob a partir de la cual toma el nombre de Israel (Génesis 32, 22) Cuando adoramos a Jesús con el corazón su perfume se impregna en nosotros, recibimos su unción como aceite perfumado y Él se convierte en el rey y señor de nuestra vida. Por eso es que la adoración también es conversión, es el taller del alfarero al que entramos para salir como vasos nuevos. ALABANZA Y ADORACIÓN La alabanza y la adoración son diferentes pero muy frecuentemente es imposible separarlas. Hay ocasiones en que no se pueden distinguir una de otra. Por ejemplo, al levantar las manos y danzar ¿se está alabando o adorando? Podían ser ambas cosas debido a que las formas externas de alabanza y adoración son similares. Sin embargo podríamos establecer algunas características distintivas de la oración que la diferencian de la alabanza: Por lo general la alabanza es un camino de una sola vía dirigido del hombre hacia Dios. La adoración en cambio es un camino de dos vías que incluye tanto el dar como el recibir, el corazón del hombre tiene que estar cerca del corazón de Dios porque la adoración es una comunicación íntima en la que el creyente se ofrece a su Dios y Dios se ofrece al creyente. Cualquier persona o cosa puede alabarlo, los árboles, las montañas, los ríos, el sol, la luna y las estrellas alaban al Señor (Sal 148, 3-12), mas la adoración es un privilegio exclusivo del hombre. De toda la creación, Dios le entregó solamente al hombre las llaves de su corazón. La alabanza siempre es evidente, se nota cuando se alaba. La adoración puede ser tan visible y evidente como la alabanza, pero no siempre es así, a veces la adoración es silenciosa e invisible. Un hombre podría saber si su hermano alaba o no alaba a Dios, pero solo hay Uno que sabe si el hombre adora de veras, ya que a diferencia de la mirada de los hombres solo Dios puede ver el corazón. Debido a que la alabanza se expresa de modo físico, requiere que se estimule y ejercite el cuerpo; sin embargo, puesto que la adoración involucra fuertemente el espíritu, lo que se necesita además de estimular el cuerpo, es desatar el espíritu. ¿Entonces podríamos decir que la adoración es superior o más ungida que la alabanza? No, ambas expresiones son igualmente importantes en la vida del creyente y serán utilizadas por el creyente de acuerdo a como lo inspire el Espíritu Santo según la ocasión. LA SENCILLEZ DE LA ADORACIÓN La adoración es sencilla y es para gente sencilla: Cuando Jesús dio la revelación grandiosa de que hay que adorar en espíritu y en verdad la dio primero a la samaritana. De la misma manera a través de la unción de sus pies por una mujer pecadora Jesús da un ejemplo de la belleza de la adoración. La adoración es para aquellos que son como niños al abrir el corazón y responder a Dios con sinceridad y honestidad. La adoración no es trabajo sino alivio, debe ser renovadora, vigorizante y esperanzadora. La adoración no debería ser una expresión forzada en el sentido de entrar en un estado de intensa presión emocional, sino que se debe caracterizar por la paz, el gozo, la celebración el entusiasmo y la alegría: “Cuando tú trabajas Dios descansa; pero cuando tú descansas Dios trabaja” ¡Hay que reposar y disfrutar en la presencia de Dios! ACTUTUDES QUE ESTORBAN LA ADORACIÓN Dicen que el orgullo ha arruinado más asambleas de alabanza y adoración que todas las fuerzas del infierno combinadas. Esto es porque impide que nos humillemos en la presencia del Señor, impide que alcemos nuestra voz en la asamblea, nos quita el gozo y el alivio de levantar las manos al Señor como niños necesitados de su padre. El orgullo es incompatible con la adoración debido a que es necesario la humillación de sí mismo y la exaltación de Dios para entrar en adoración. El querer mantener una “imagen espiritual” es una actitud negativa que consiste en preocuparse más de las opiniones de los demás que la del Señor, precisamente en el momento de la adoración que es el momento en que el Señor debe ocupar todos nuestros pensamientos. El adorar a Dios solamente cuando tenemos ganas de hacerlo, de tal manera que decimos “si no tienes deseos de adorar, no te preocupes… el espíritu está dispuesto pero la carne es débil”. No se adora porque tenemos ganas sino porque Dios es digno de adoración. La presunción es una actitud en la que uno supone que tiene el derecho de acercarse a Dios aún después de vivir alejado de Él. Creemos que tenemos derecho a la Gracia de Dios y esperamos que su Espíritu de bendición descienda sobre nosotros sin ningún sacrificio, sin hábito de oración ni arrepentimiento. Nuestro Dios espera mucho más que una adoración a nivel espiritual El no involucrar la totalidad de nuestro ser es una actitud que dificulta la verdadera adoración. Significa que. Él espera que todas nuestras facultades físicas y mentales también tomen parte en la adoración. No temamos expresar nuestra adoración con actitudes corporales, danzas, cantos; entreguemos nuestros recuerdos, nuestra voluntad, nuestros sentimientos, es decir, todo nuestro ser en adoración. Cuando Jesús dijo que los verdaderos adoradores deben adorar en espíritu y verdad se refería justamente a que la verdadera adoración involucra mucho más que el espíritu del hombre, también involucra todas sus facultades mentales y su cuerpo.