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DISERTACIÓN LIEDA CON MOTIVO DE LA POSESIÓN COMO MIEMBRO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE EL DÍA CIENCIAS ECONÓMICAS, 17 DE AGOSTO DE 2001 UN PROYECTO DE REINDUSTRIALIZACIÓN NACIONAL Gabriel Poveda Ramos INTRODUCCIÓN La historia económica del siglo XX en Colombia está terminando en una etapa de crisis tan adversa como cuando aquella empezó en 1903 y como la que la sacudió en 1930. En este momento no se ve para donde vamos en el corto plazo. Ni nadie parece tener claro hacia donde seguir en los próximos 5 años o más. La crisis actual pasará solamente cuando el gobierno y los dirigentes cambien este dañino modelo que la causó. Pero justamente cuando eso suceda necesitaremos recobrar una precisa visión de su destino futuro para la economía de Colombia. Tendremos entonces que tener un consenso nacional muy claro en el sentido de que el porvenir de nuestra economía, si lo queremos satisfactorio, dependerá muy básicamente de que reconstruyamos los dos pilares fundamentales de nuestro aparato productivo, es decir el sector agropecuario y el sector industrial, los mismos que tan duramente han sido atacados por el modelo neoliberal y anti-colombiano que nos rige hace 10 años. Alguien más calificado que yo nos habrá de presentar pronto un nuevo proyecto para salvar el sector agropecuario de Colombia. Yo solo puedo atreverme a presentar hoy un proyecto para redesarrollar nuestra industria fabril y manufacturera en los años próximos, cuando ya no estemos intoxicados de “laissez-fairismo”, y cuando hayamos recobrado el sentido social y la sensatez en el manejo de nuestra economía y de nuestro destino histórico. En la historia económica colombiana del siglo XX el proceso más importante y profundo que ocurrió fue la aparición y el crecimiento del sector industrial. Empezando con una o dos docenas de pequeñas fábricas en 1905, el sector fabril creció sostenidamente durante 70 años hasta llegar a representar a miles de fábricas mayores y medianas; con más de medio millón de personas empleadas; distribuido en unas 8 ó 10 áreas industriales; con una diversificación de sus productos bastante interesante y muy prometedora; aportando una gruesa cuota a las exportaciones del país; y con perspectivas muy promisorias de seguir avanzando en sentido cualitativo y también en sentido cuantitativo. traumatismos. El sector tenía fallas pero estas eran corregibles sin graves Es cierto que ese proceso intenso de industrialización tuvo costos económicos, algunos de ellos significativos. Pero el esfuerzo que hicieron varias generaciones y muchos gobiernos progresistas por industrializarnos, le generaron a la economía y a la sociedad colombiana una serie numerosa y muy importante de beneficios, que hoy es preciso rememorar porque los años recientes de desindustrialización los han hecho olvidar, y porque las políticas económicas de los dos o tres lustros recientes han estado directamente apuntadas en contra del desarrollo agrícola y del desarrollo fabril. Si no hubiéramos realizado durante este siglo lo que hicimos en industrialización, seríamos hoy aún un país de pocos y grandes latifundistas semi-feudales, rodeados de millones de campesinos descalzos y analfabetas. Careceríamos de ciudades importantes. No tendríamos universidades ni escuelas técnicas superiores. El erario hubiera vivido una vida paupérrima, sin capacidad de inversión pública. Otros sectores, como el eléctrico, el petrolero, el minero, el bancario, el del comercio y el de la construcción serían incomparablemente menores. El desempleo de hoy, del 22% hubiera sido el registro promedio tradicional desde mediados del siglo. Nada sabríamos de alta tecnología, ni de ciencia avanzada ni de alta calificación de obreros. El sindicalismo sería exiguo y quizá no existiría. Prestaciones sociales, legislación laboral, seguridad social, centrales obreras y vocería obrera en decisiones públicas, no existirían; y a nivel nacional serían peores las deformadas distribuciones de ingresos, de patrimonios, de educación y de oportunidades que hoy vivimos. Sin desarrollo industrial como el que se pudo hacer en esos siete decenios tendríamos hoy un nivel de vida como el de Bolivia, Honduras o Paraguay. Es realmente lamentable que en los últimos 25 años del siglo ese avance industrial se hubiera detenido y que en los últimos años, desde 1990, se haya convertido en retroceso. En estos dos lustros desaparecieron miles de medianas y mayores fábricas; no surgió ninguna nueva empresa original e importante; el empleo fabril retrocedió sostenidamente; y, para resumirlo todo, el aporte del sector fabril total cayó desde 23% en 1973 a un melancólico 14% del PIB, como es hoy. A Colombia habrá que darle desde el año 2002 un vigoroso y nuevo empuje industrializador. Corrigiendo las ineficiencias esporádicas que queden. Manejando aranceles inteligentes y razonables. Estimulando el ahorro interno que hoy está tan deprimido. Sin insistir en sectores exóticos o artificiales. Generando mucho empleo directo y muchísimo más empleo indirecto. Aprovechando nuestras auténticas y ricas oportunidades para hacer desarrollos fabriles nuevos, que estén sólidamente afianzados en nuestros recursos naturales, en nuestro enorme potencial humano y en nuestras interesantísimas posibilidades de comercio internacional, que están hoy tan mal aprovechados. POR QUÉ UNA NUEVA INDUSTRIALIZACIÓN El escaso o nulo interés que han tenido los gobiernos y la opinión pública hacia el desarrollo industrial, durante los 25 años recientes, hace preciso volver a poner de presente las razones muy fuertes que justifican y que motivan el propósito de buscar un grado mucho más avanzado de industrialización para el próximo futuro de Colombia, en forma prioritaria, y como asunto de alto interés nacional. Cabe pues repasar algunas de aquéllas razones. En primer lugar hay que recordar que el sector industrial ha demostrado en el mundo, a lo largo de dos siglos de Revolución Industrial, que en países aún rezagados como el nuestro, él puede constituir el más poderoso tractor para impulsar con celeridad su propio desarrollo y además el avance de toda la economía nacional. Los procesos industrializadores que vivieron la Colombia de los años cincuentas y sesentas, el Brasil de los años setentas, y Corea desde los sesentas hasta hoy, son algunos pocos ejemplos muy elocuentes de la experiencia histórica que señalamos, entre muchos más casos que se podrían dar de diversas épocas y en diversos continentes. Si hablamos del tema crucial de la generación de empleo y de ingresos, hay que anotar que solamente un desarrollo industrial que sea autosostenido, vigoroso y bien articulado con la economía nacional y con la internacional, podrá generar en nuestro país el caudal no menor de 600.000 nuevos empleos productivos y bien remunerados que necesitaremos en toda nuestra economía, año por año, para dar plena ocupación, productiva, decorosa y remunerativa a todos los brazos y las mentes de la población apta para trabajar. Una parte amplísima de nuestra población económicamente activa no tiene tal ocupación y con el paso del tiempo, gruesas cohortes están acrecentando y acrecentarán progresivamente la demanda de empleos, hoy y en el futuro. No estamos hablando de la aberrante situación de desempleo de 2 millones de colombianos que ha sido creado por el modelo económico funesto de 1990. Hablamos de lo que ha sido necesario siempre, y lo que será necesario también cuando recuperemos un mínimo de dinamismo económico nacional. Pienso que la razón más poderosa para que Colombia desarrolle la industria mucho más aún en los años y los lustros venideros, es que nuestro país cuenta con una dotación admirable de recursos naturales que son industrializables y que a través de procesamientos fabriles, con alta tecnología, y con gran provecho se pueden convertir en una palanca poderosa de crecimiento, de diversificación y de modernización de nuestra economía, mediante la externalización de los altos valores agregados que así se pueden producir. Recordemos que la naturaleza nos dio abundantes recursos de petróleo, gas natural, carbón, metales preciosos, minerales metálicos, minerales nometálicos, minerales químicos, maderas, tierra agrícola abundante y recursos hidráulicos, los que constituyen fuertes factores de ventaja comparativa y de ventaja competitiva para crear nuevas empresas industriales. Aunque la tradición histórica es que Colombia no ha aprovechado bien estos recursos, ellos siguen siendo un enorme potencial de industrialización eficiente. En realidad, la transformación industrial de estos recursos naturales debe convertirse en una estrategia fundamental del redespliegue industrial que será preciso impulsar en los años venideros. Quizás la más importante lección que nos ha dado el desarrollo industrial del pasado, es que ese mismo proceso fue el medio fundamental de cultivo y el apoyo básico para los progresos sociales (importantes aunque insuficientes) que el país hizo desde los años treintas del presente siglo. Esos progresos han sido sumamente útiles y han mejorado sustancialmente las condiciones de vida de grandes grupos humanos del país. Pero aún no bastan. Por eso también es preciso que nuevos avances industriales futuros estimulen y financien más aún los posteriores avances sociales que todavía necesitamos en áreas como la educación deficiente, la salud precaria, la vivienda escasa, la ciencia subdesarrollada, la cultura desatendida, la pobreza absoluta, la concentración de la propiedad, el atraso rural y otras. La experiencia histórica de Colombia y de muchísimos países desarrollados y en desarrollo, muestra que la industria fabril puede cooperar en este sentido, como casi ningún otro sector, si se le estimula certeramente y si se le dan cauces adecuados. La industrialización aparece pues como un correquisito indispensable y crucial para modernizar la sociedad, para redistribuir el ingreso y el patrimonio nacionales, y para contribuir así a resolver los graves problemas económicos y sociales que nacen de los protuberantes desequilibrios entre los grupos sociales y entre las regiones del país. Hace siglos que la experiencia internacional ha mostrado que mientras un país exporte solamente productos primarios, sean de origen agropecuario o minero, sin transformarlos, su ingreso de divisas internacionales será escaso y errático y se hará en términos de comercio más adversos. El neoliberalismo ignora esta realidad y por eso es necesario recordarlo hoy y aquí. Tal es el caso colombiano actual, cuando nuestras precarias exportaciones de café, banano, petróleo, flores y carbón, todas mal pagadas y erráticas, casi agotan nuestra lista de ventas al resto del mundo. Serán solamente las exportaciones manufacturadas las que puedan llegar a generar en el futuro nuevos ingresos en divisas, que sean más cuantiosos, más rentables, más estables y más remunerativos para la economía nacional. Esta sería una estrategia de óptima eficacia decisiva para aumentar con rapidez el producto nacional, nuestro comercio con el mundo, y el empleo productivo en forma mucho más vigorosa que en los dos o tres lustros pasados. Pero esta estrategia solo será posible si fundamentamos el progreso exportador en grandes líneas diversificadas de productos industriales, dentro de sólidos programas de exportación apoyados por un Estado eficiente y capaz. En un país como el nuestro, con variadas regiones y con diversos y numerosos centros urbanos, hay oportunidades de desarrollo fabril y manufacturero para todas ellas. Es así como en el pasado se produjo una cierta redistribución geográfica de industrias en nuestra geografía, en los años cincuentas y sesentas, cuando surgieron numerosas empresas fabriles en ciudades intermedias que antes de entonces prácticamente carecían de industrias. Así ocurrió en Manizales, Pereira, Sogamoso, Zipaquirá, Girardot, Palmira, Buga, Ibagué, El Espinal, Cartagena y Cúcuta, cuyas poblaciones fueron notoriamente beneficiadas por esa etapa de industrialización. Lamentablemente este proceso se detuvo desde los años setentas y hoy está paralizado del todo. Antes bien, va en reversa. El colapso del departamento de Boyacá que ha seguido al de la siderúrgica Paz del Río, es un caso gravísimo y dolorosamente ilustrativo y elocuente de empobrecimiento regional producido por una absurda desindustrialización que ha sido precipitada por el modelo dañino de la apertura. El proceso de industrialización regional que tuvimos, puede y debe resucitarse y ampliarse mucho más, para buscar así una elevación más equilibrada de las economías de las varias y diversas regiones colombianas, que muestran clara vocación industrial y agroindustrial en nuestros departamentos. Intentar esto mediante el desarrollo de otros sectores no industriales sería mucho más difícil, más lento y menos eficiente. LA NUEVA ESTRATEGIA INDUSTRIALIZADORA La industria colombiana existente hoy, que apenas ha sobrevivido a los golpes del neoliberalismo, presenta grandes contrastes en su nivel de desarrollo tecnológico. Hay ramas bastante avanzadas en su nivel técnico como son, por ejemplo, la petroquímica, los ingenios azucareros, los cementos, las artes gráficas y la automotriz, aunque hoy están económicamente deterioradas. Pero hay otras ramas que todavía están notoriamente rezagadas en lo técnico como son la pequeña industria de alimentos, las curtiembres, algunos rubros químicos, la confección, varios renglones de minerales no metálicos y otras. Y entre ellas se encuentra toda la gama intermedia en una variedad heterogénea. Nos falta aún mucho para llegar a ser un país que se destaque entre sus homólogos por el nivel tecnológico de sus industrias y -menos aún- por el nivel técnico de toda su economía. Por su naturaleza misma, la futura nueva industrialización deberá ser el mecanismo por excelencia para incorporar nutridamente las innovaciones tecnológicas más avanzadas del mundo a nuestro medio en todas nuestras actividades económicas. Una gran parte de esas innovaciones se difundirán luego a otros sectores, tanto a los industriales como a los agrícolas y a los demás, y en todas ellas contribuirán a aumentar la productividad de la nación en su conjunto y en sus partes. Solamente el desarrollo fabril puede convertirse en un mecanismo poderoso para tecnificarse a sí mismo; para difundir nuevas y altas tecnologías a otros sectores; y para propiciar el urgente proceso de avance tecnológico y científico que nos urge en toda la economía nacional. La nueva industrialización que estamos propugnando aquí, deberá cumplir a la escala de la economía colombiana, con holgada suficiencia, las funciones anteriores y las demás que solo el desarrollo fabril moderno y eficiente podrá cumplir en el desarrollo futuro de la economía nacional. El hecho de fondo es que si Colombia en el porvenir no avanza resueltamente por el camino de una industrialización muy eficiente, muy limpia, muy racional, y de gran impacto social, el desarrollo de nuestra economía seguirá siendo muy lento, y seguirán acumulándose, por lo tanto, los problemas sociales asociados al estancamiento económico y a la pobreza, que han sido tradicionales y que el actual modelo económico tanto ha agravado. Necesitamos pues una industrialización muy intensa, pero con nuevos perfiles. Con márgenes de valor agregado mucho más amplios sobre la producción ex-fábrica, que resulten de niveles de tecnificación mucho más elevados. Una industrialización que esté mucho más integrada a nuestra agricultura y a nuestros recursos mineroenergéticos. Con una amplia cuota de componente de fábricas rurales. Con aprovechamiento intensivo y óptimo de nuestros recursos geográficos, agrarios, energéticos, sociales y humanos. Y que esté además estrechamente ligada a procesos de redistribución de la tierra, de modernización agrícola, de desarrollo de muchas regiones colombianas, de democratización de la propiedad, de formación de capital social, de participación de la comunidad y de generación de externalidades sociales positivas. Cómo ir hacia allá ? En primer lugar y en el corto plazo, habrá que apoyar a las industrias que sobrevivan después de los desastres que ha causado la “apertura” irresponsable que aquí se hizo, para que consoliden sus fortalezas y sus oportunidades, para que subsanen sus vulnerabilidades y para que superen sus deficiencias. Rápidamente las fábricas que subsistan tendrán que abandonar líneas antieconómicas, modernizar sus tecnologías, vigorizar sus procesos de capitalización y lanzarse muy resueltamente a exportar. Esas industrias que nos queden después de la poda brutal que les han hecho estos tres gobiernos últimos, las necesita y las va a necesitar críticamente el país. Serán un activo pequeño pero estratégicamente valiosísimo. Tendrán que reanudar su crecimiento vigoroso hacia el futuro. Pero por numerosas razones históricas, técnicas y económicas, ellas no serán ya las que le aportarán al país una cuota anual que es necesaria generar de 1 millón de nuevos empleos, ni alcanzarán un aporte fabril siquiera del 30% del PIB, ni nos generarán al menos 10.000 millones de dólares anuales de exportaciones manufacturadas. Hablo de estas cifras porque ellas expresan según mi concepto las metas relativamente ambiciosas que debemos proponernos hacia el quinquenio del 2010 al 2015. Serán nuevos tipos de fábricas, agrofábricas y talleres los que puedan producir la resurrección industrial del país en el siglo XXI. Así que permítanme ustedes señalar a continuación los nuevos tipos de industrias que se deberán impulsar intensamente en ese mediano y largo plazo. CRITERIOS PARA LAS NUEVAS INDUSTRIAS En primer lugar, subrayamos que los nuevos frentes que debemos abrir en los años venideros en el sector manufacturero y agromanufacturero tendrán que cumplir varios criterios esenciales. Mencionémoslos muy concretamente: 1. Se tratará de renglones que no existan aún en el país o que presenten todavía un desarrollo notoriamente insuficiente, es decir, que sean actividades verdaderamente nuevas a nivel nacional. 2. Serán rubros industriales que apliquen tecnologías muy avanzadas y modernas, y que generen gracias a ello un alto margen de valor agregado, para garantizar su elevada productividad, su robustez económica y su potencia exportadora. 3. Que sean intensivas en el uso de materias primas colombianas, naturales o manufacturadas, para que tengan un efecto importante sobre el resto de la economía, y para que optimicen el uso de nuestros valiosos recursos naturales y de nuestros productos agropecuarios como insumos fundamentales de esas nuevas industrias. 4. Que esos futuros renglones fabriles puedan prosperar sin subsidios ni protecciones arancelarias exageradas, para que aseguren su acceso exitoso a mercados nacionales y extranjeros donde ellas compitan a base de altas calidades, de precios razonables y de alta productividad. Pese a los prejuicios desinformados de algunos, Colombia tiene muchas oportunidades prometedoras de este tipo. 5. Necesitamos que en su conjunto esos nuevos renglones logren a mediano plazo una mejor distribución geográfica de las industrias en nuestro mapa, que sea más equilibrada que la que hoy tenemos, y que beneficie a más territorios del interior y de nuestros dos litorales oceánicos. 6. Que se trate de renglones que por su tecnología y su estructura aprovechen en alto grado las capacidades empresariales, innovadoras e inventivas de nuestra población, capacidades que son el mejor recurso que tiene Colombia y que hoy están desaprovechadas en un amplio margen de su gran potencial. 7. Que remuneren el trabajo humano con amplitud, como debe corresponder a los altos niveles de capacitación y calificación técnica y científica que esas nuevas industrias van a requerir por su elevado perfil tecnológico y por su exigente grado de productividad. Así mismo deberán generar beneficios efectivos para las comunidades regionales y de la nación, y deberán cumplir sustanciales efectos directos e indirectos en el desarrollo social del país. 8. Será preciso que las nuevas industrias respeten el medio ambiente, que produzcan limpiamente y que minimicen y neutralicen los impactos al entorno, a la naturaleza, a los recursos renovables y a los recursos no renovables. 9. Que trabajen en la economía colombiana y en la de sus regiones con efectivos eslabonamientos “hacia adelante” y “hacia atrás” para generar numerosos empleos indirectos (además de los directos) en otros sectores proveedores de insumos y de servicios y en actividades complementarias. Alguien que no conozca bien la naturaleza tecnológica y económica de la industria moderna en el mundo actual puede pensar que son muy pocos los tipos de fábricas que satisfagan las nueve condiciones atrás estipuladas. Pero no es así. La enorme variedad de industrias que trabajan en muchos países hoy, y que aún no existen en el nuestro, ofrecen muchísimos casos de procesos industriales y agroindustriales que satisfarían los requisitos enunciados para nuestra reindustrialización futura. Estudiando las características tecnológicas y económicas del país, y las características peculiares de las distintas clases de industrias como se encuentran hoy en el mundo, he llegado a encontrar que los principales tipos fabriles que pueden cumplir mejor estos requisitos en Colombia, en los lustros que vienen, serían los diez grupos o tipos que señalaremos a continuación, debido a sus características especialmente apropiadas y beneficiosas dentro de un nuevo y posible proceso de profundización industrial, y por las excelentes oportunidades que se les ofrecen en Colombia en el mediano y en el largo plazo. LOS NUEVOS RENGLONES Más concretamente planteamos aquí la propuesta de que iniciemos o expandamos, en los años próximos, 10 tipos específicos de nuevas industrias que deberán constituirse en el proceso dominante de la nueva etapa superior de industrialización en Colombia, en forma más resuelta y prioritaria. Ellos son los que reúnen las mejores posibilidades para aprovechar nuestras ventajas, para generar los beneficios que necesitamos y para impulsar la economía del país como lo requerimos. Tipo 1.-Consistirá en la producción de productos petroquímicos básicos y de petroquímicos intermedios, derivados del petróleo y del gas natural. Este renglón ya existe en Colombia, pero en escala muy modesta frente a lo que podría ser. Un proyecto de cracker petroquímico para producir monómeros y bases petroquímicas, que se ha contemplado en Cartagena, es un buen ejemplo de lo que hay que hacer. Pero en el futuro habrán de desarrollarse otros numerosos proyectos nuevos para fabricar fertilizantes nitrogenados, explosivos, combustibles, productos químicos para procesos industriales, cauchos y látex sintéticos, y otros derivados más. Se trata de producciones que aún no tenemos o que son muy pequeñas e insuficientes. Tipo 2.-Se tratará de la construcción de plantas para industrializar el carbón como materia prima industrial: prerreducción de hierro, derivados carboquímicos, pirólisis y coquización para exportar productos carboquímicos, carbones transformados, gas sintético de carbón, solventes industriales, grafito artificial, ferroaleaciones. Se trata del vastísimo campo de la tecnología carboquímica (o carbotecnología) que en Colombia prácticamente ignoramos aún, a pesar de que tenemos enormes reservas de hulla, y a pesar de que es una tecnología bien conocida a nivel internacional. Tipo 3.-Serían plantas industriales para transformar minerales no metálicos de origen natural en productos químicos, cerámicos y metalúrgicos de alto valor. Ejemplos de este tipo serían las nuevas plantas que necesitamos para fabricar carburo de calcio, carburo de silicio, fertilizantes fosfóricos, materiales refractarios, vidrios y cristales especiales y finos, aluminio-silicatos sintéticos, derivados de azufre, etc. Hoy casi no existen en el país. Tipo 4.-Se trataría de industrias agroalimentarias de alta tecnología. Entre ellas se pueden señalar plantas de proteína foliar, aceites esenciales vegetales, alimentos integrados ready-made, piscifactorías y sus productos en conserva, curtiembres limpias de alta calidad o de pieles especiales, rastros para aprovechamiento integral de ganado, tubérculos deshidratados, frutas y derivados de calidad exportable, proteínas unicelulares comestibles. Las pocas empresas que hay hoy en día son pequeñas, rudimentarias y poco dinámicas. En el futuro esas agroindustrias avanzadas serán las que van a llevar tecnología, modernidad y desarrollo económico a los campos colombianos. Tipo 5.-Serían industrias completamente nuevas, que hoy no tenemos. Serían plantas productoras de derivados sucroquímicos, tales como alcohol industrial, derivados alcoquímicos, ácido cítrico, ácido láctico, ácido acético, esteres para uso industrial, vitaminas, cortisona, penicilina y ampicilina por fermentación, glucosa pura, sorbitol, y triptofano alimenticio. Casi nada de esto producimos hoy (excepto el alcohol embriagante) aun cuando poseemos extensas tierras para cultivar caña de azúcar y producir así mieles, panela y melazas, que son las materias primas para las empresas sucroquímicas que mencionamos. Se trata en esta forma de llevar a un nivel de valor económico mucho más alto nuestro potencial cañicultor y azucarero. Tipo 6.-Hablamos de nuevas y modernas industrias para la construcción de maquinaria y equipo eléctrico a saber: fabricación de motores y alternadores eléctricos para exportar, transformadores de potencia, equipo para subestaciones y líneas eléctricas, máquinas- herramientas para trabajar metales, piezas forjadas en forja-estampa pesada, fundiciones ferrosas y no ferrosas de gran calidad, máquinas y equipos para minería, aparatos y máquinas agrícolas, motores térmicos, aparatos y máquinas hidráulicas, carpintería en acero inoxidable, prensas mecánicas e hidráulicas. El subsector de fabricación de maquinaria y equipo es, en todos los países donde existe, uno de los que más altos valores agregados aporta. En Colombia es sumamente pequeño, aún para un país muy poco industrializado como somos nosotros. Tipo 7.-Otra industria altamente recomendable será la de producir fabricaciones metal-mecánicas finas y de alta tecnología, tales como aparatos para electrónica profesional, instrumentos de medición eléctricos, herramientas mecánicas finas, aparatos para laboratorio, piezas mecánicas y electromecánicas de precisión, aparatos ópticos, juguetería electromecánica, instrumentos y aparatos médicos, aparatos electrónicos para sistemas de potencia eléctrica, instrumentación electrónica e hidráulica, instrumentos ópticos, partes para equipos de telecomunicaciones y de telemática, aparatos y dispositivos mecatrónicos. Tipo 8.-El sector de madera, celulosa, papel y sus derivados ofrece grandes promesas que estamos en mora de convertir en realidad. Colombia necesita nuevas plantas de pulpa química de coníferas, de pulpa mecánica para exportación, de manufacturas de madera con tecnología avanzada, de alfa-celulosa, de nitro-celulosa y de otros varios productos celulósicos. Si Colombia quisiera, podría pasar a ser en 10 ó 15 años un gran proveedor de madera, de papel y de sus productos al mercado mundial. Hoy este sector existe, pero permanece estancado y sub-desarrollado aun cuando podría llegar a ser mucho más grande en un plazo de pocos años. Tipo 9.-Se trata de las industrias llamadas de química fina tales como la farmoquímica, las biotecnológicas, las nuevas drogas genéricas, los productos fitoquímicos, los productos bioquímicos por fermentación, los derivados biológicos de sucroquímica, las plantas agrocomerciales de clonación y semillas sintéticas, los productos químicos de alta pureza. Este tipo de industrias ofrece en el mundo un brillante panorama de posibilidades, y es relativamente nuevo a escala internacional. En Colombia hoy (1999) es prácticamente inexistente. En pocos años puede lograr un vasto adelanto. Tipo 10.-Sería de industrias electroquímicas y electrotérmicas como, por ejemplo, plantas de carburos metálicos y de carburos no metálicos, de cloro y soda electrolítica, de ferroaleaciones de manganeso y silicio y otras de alto insumo eléctrico, para exportar. Se aprovecharía así la ventaja comparativa que Colombia tiene en sus considerables recursos hidroeléctricos de bajo costo y de combustibles fósiles, incorporándoles alta tecnología industrial y amplio margen de valor agregado económico. Como se vé, la nueva industrialización ya no se orientaría a producir más bienes de consumo final no-duradero. Se dirigirá a desarrollar, a fortalecer y a diversificar a las ramas de nuevos y valiosos productos intermedios (que tienen fuertes ventajas a su favor gracias a nuestras ventajas competitivas y a nuestros recursos naturales) y a las industrias nuevas de bienes de capital (cuyas ventajas dependen más que todo del talento y de las aptitudes de nuestros conciudadanos trabajadores). Evidentemente, las industrias tradicionales que hoy existen (tanto las de bienes de consumo duradero como las industrias de consumo no duradero) que logren superar los nuevos y duros desafíos de la competencia internacional habrán de subsistir y seguirán siendo parte útil del sector fabril nacional. Pero el gran esfuerzo industrializador del futuro habrá de dirigirse mucho más a las que proponemos como nuevas formas mucho más avanzadas de industrialización. NUEVAS REGIONES INDUSTRIALES En este escenario sectorial, y a la luz del estudio de la economía de nuestras diversas regiones colombianas puede verse que las nuevas industrias se ubicarán en el territorio en una forma más y mejor repartida entre sus regiones, de una manera natural y racional, y teniendo en cuenta las características, las ventajas y las restricciones de cada una. La Costa Atlántica en todos sus departamentos presenta condiciones excelentes para todas las nuevas fábricas químicas y petroquímicas, incluyendo las de fertilizantes nitrogenados, monómeros y polímeros petroquímicos, derivados de carbón, productos de la sal y de la cal, y hierro prerreducido, entre otras. El enorme potencial cañicultor de la Costa podría generar allá un enorme emporio sucroquímico, si nos lo propusiéramos. La Antioquia central sería la región más adecuada para montar nuevas fábricas electroquímicas y electrotérmicas, de derivados del carbón, de pulpa y papel, de construcción de maquinaria, de manufacturas de alta tecnología, de química fina, de vidrio y productos ópticos, y de productos de minerales no metálicos, por ejemplo. Se aprovecharían así sus ricos recursos de hidroelectricidad, carbón, minerales metálicos, minerales no metálicos, personal industrioso y bien capacitado y recursos tecnológicos para la industria. La región de Urabá ofrece un potencial de desarrollo agroindustrial extraordinario, a partir de su producción de banano, oleaginosas, caucho, maderas, granos y ganado. El Magdalena Medio tiene condiciones óptimas para proyectar fábricas de productos del carbón, fertilizantes nitrogenados, derivados del petróleo, construcciones de mecánica pesada, industrias agroalimenticias, cloro-soda y derivados del cloro, y otras. Esta es hoy una de las grandes y prometedoras regiones de Colombia que prácticamente carece de actividades industriales, a pesar de sus grandes recursos agropecuarios, de combustibles fósiles y de potencial agrícola, y pese a que ocupa el centro del mapa geográfico y económico de Colombia. El Valle del Cauca sería una sede altamente apropiada para las futuras plantas de construcción de maquinaria agrícola, de industrias de química fina, de productos derivados químicos y siderúrgicos del carbón y de la cal, derivados del cloro, pulpa y papel, industrias sucro-químicas, productos alcoquímicos, complejos agroindustriales integrados, instrumentos y aparatos de precisión, plantas agroalimenticias de alta tecnología, cultivo de pesca de agua dulce y de agua marina, y varias más. Esta región podría llegar a ser todo un gran parque industrial desde el norte del Cauca hasta el valle del río Risaralda, de altísima productividad y muy cercano al Océano Pacífico. Dentro de este esquema, la Sabana de Bogotá y Boyacá central verían surgir muy naturalmente varias plantas carboquímicas y carbotérmicas, de derivados de la sal, de derivados de la cal, una gran forja pesada, construcciones de máquinas mecánicas y de máquinas eléctricas, plantas agroindustriales, y manufacturas metalmecánicas de alta tecnología, para solo dar algunos ejemplos. Su gran infraestructura industrial, sus vías y transportes a todo el mercado nacional y su tamaño económico, la harán siempre una fuerte área industrial. Los dos santanderes son regiones muy idóneas para ubicar las futuras plantas para construcción de máquinas mecánicas y agrícolas, instrumentos de medición y de calibración, construcciones de máquinas-herramientas, derivados del carbón, derivados de la cal, metal-mecánica de alta tecnología, vidrios especiales e industrias electrónicas profesionales, entre otras. Para ello estos departamentos cuentan con recursos naturales abundantes y valiosos (petróleo, carbón, gas natural, minerales no metálicos, tierra agrícola y aguas) y con una población emprendedora e inteligente. El Huila y el Tolima pueden llegar a ser áreas de intenso desarrollo agroindustrial para beneficiar su arroz, su algodón, su maíz y muchos cultivos nuevos, y convertirlos en productos agroindustriales para cien usos como alimentos, auxiliares industriales, derivados celulósicos, biotecnológicos y mucho más. productos fitoquímicos, productos LOS GRANDES REQUISITOS Casi nada podrá lograrse en el propósito de reindustrializar a Colombia mientras prevalezcan el actual modelo reaccionario neoliberal y el desorden económico y social en que hoy vivimos; y mientras no recuperemos unas condiciones que propicien una nueva etapa de desarrollo económico vigoroso y de firmes progresos sociales. Si Colombia encontrara siquiera dos gobiernos competentes, inteligentes y capaces en los próximos dos o tres lustros, estas condiciones podrían llegar a cumplirse. Pero, además de lo anterior, necesitamos mucho más. Es preciso encontrar una nueva generación de gobernantes que trabajen por Colombia y nó en contra de Colombia. Que entiendan el país y su historia, y que por eso mismo no esperen milagros de la Mano Invisible, del laissez-faire, de “las libres fuerzas del mercado” y de los otros mitos decimonónicos que hace 15 años desenterraron en el Consenso de Washington y lanzaron contra América Latina. Precisamos nuevos gobernantes, solidarios con su pueblo, inspirados en la auténtica democracia política y económica; que luchen por la justicia social y la equidad, y que abracen la causa de lo que Jorge Eliécer Gaitán llamaba “el país nacional”. Es sumamente crítico y muy urgente que surja también una generación nueva de empresarios, con elevadas capacidades, con vocación e iniciativa para abordar tareas grandes y complejas, y con una seria formación técnica, económica y administrativa. Hablamos de aquel tipo de empresarios que economistas y sociólogos califican como “schumpeterianos” en homenaje al gran economista y pensador austríaco que señaló el papel fundamental que ese tipo de gestores juegan en el desarrollo económico, y sin los cuales éste no es posible. Hoy son muy pocos los empresarios que responden a estas características en todo el territorio colombiano. Los otros, que son mayoría, carecen del saber, de la energía o de la capacidad para transformar nuestra economía y nuestra industria. Las políticas económicas neoliberales de los últimos dos lustros han desalentado muy profundamente la formación de ahorro nacional y -peor aún- han desalentado perversamente la sana orientación hacia actividades de producción que el ahorro interno llegó a tener en los años cincuentas y sesentas. Será necesario, pues, que se logre elevar en forma sustancial la tasa neta de formación de capital, y que se remuevan los muchos sesgos de varios tipos que hoy desestimulan la inversión productiva en industria. Esto va a significar, entre otras cosas, una reestructuración profunda (muy difícil pero absolutamente indispensable) del sistema bancario y financiero del país para que él sea un mecanismo eficaz, efectivo y confiable, verdaderamente al servicio del desarrollo nacional, y nó un mero instrumento problemático de mayor acumulación de capital en las escasas manos que hoy lo concentran, y que maneja el ahorro y el dinero del país con poca eficiencia, con bastante improvidencia y con escaso sentido social. Para ejecutar un proyecto ambicioso, como lo es éste, se requerirá una fuerte alianza de voluntades entre un Estado renovado, con los empresarios particulares lúcidos del futuro, y con la inteligencia técnica del país, para poder reunir entre ellos todos los numerosos recursos económicos y técnicos que son necesarios: los recursos naturales, la capacidad empresarial, los recursos humanos, el financiamiento, la inversión nacional y extranjera, la tierra, la ciencia y la tecnología, y la voluntad nacional. Es indispensable que el Estado vuelva a cumplir un papel eficaz como promotor de la economía, apoyador y supervisor de la iniciativa particular, y que ésta se aplique a grandes proyectos dentro de claras pautas de interés nacional y de desarrollo social. Concluyo pues ratificando mi convicción de que Colombia no llegará a niveles aceptables de desarrollo económico ni de avance social mientras no adquiera un grado de industrialización tecnificada y productiva que sea mucho más alto que hoy. Sin un sector fabril poderoso seguiremos manteniendo al 40% de nuestros compatriotas en pobreza absoluta; careceremos de una economía dinámica; conservaremos las altas tasas tradicionales de desempleo; y seguiremos siendo un país dependiente y subordinado en el plano internacional. Y manifestando la esperanza de que cuando pase la larga y mala noche neoliberal que aún atravesamos, será posible reanudar el camino de avance económico y de progreso social que en mala hora perdimos. Este breve documento es el grano de arena que pone el autor para superar el retroceso político y económico en que estamos terminando este siglo XX.