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LINEA PSICOLOGÍA SOCIAL USB- MEDELLÍN VISIÓN Constituirse en el 2010 en un espacio de producción de conocimientos sobre problemáticas psicosociales, reconocido a nivel nacional, para que participe en eventos científicos como invitado de primer orden y contribuir con la consolidación de la Psicología social en el país. En esa dirección, tener incidencia sobre procesos psicológicos y sociales, ya sea participando de redes de investigación o redes sociales en las que se tomen decisiones que favorezcan grupos poblacionales de la ciudad, la región y el país. MISIÓN La línea de Psicología Social es una instancia académica, investigativa y sociocultural, que promueve contemporáneas de la y adelanta disciplina de la el estudio Psicología de las teorías Social así como investigaciones sobre juventud, familia, el consumo de psicoactivos y representaciones sociales, con la intención de contribuir a la comprensión de diferentes problemáticas. OBJETIVO Objetivos: Ampliar y desarrollar conocimientos para generar alternativas de explicación y comprensión de problemas psicosociales en una perspectiva interdisciplinaria. PRESUPUESTOS EPISTEMOLÓGICOS Al momento de pensar cómo conocer y qué conocer se hace imperativo resolver la cuestión por el conocimiento científico: ¿Qué estatus y qué carácter tiene este, para que desde allí se orienten procesos investigativos? En primer lugar hay que partir de la premisa nuestra según la cual es fenómeno social, marcado por la historicidad y por la contingencia de las prácticas humanas. Este fenómeno social, a la vez se ciñe a reglas y criterios, y uno de ellos tiene que ver con la posición frente al cómo construir conocimientos y cómo “asegurar su validez”. Pero para efectos paradigmáticos, no se confunde el hecho de rechazar la imposición de una determinada metodología, sea cual sea, como la única válida, y el hecho de rechazar específicamente esa metodología. (Ibáñez, T. 1995). Por lo tanto la naturaleza del conocimiento producido no depende del método que se haya utilizado, ni de la teoría que se haya adoptado, como de la metateoría que haya sustentado la actividad productiva. (Ibáñez, T. 1995) Otra postura que debe asumirse corresponde al carácter de las ciencias sociales, y la idea de estas que acompañan nuestro proceder. En primera instancia estas poseen un carácter hermenéutico. En este sentido los datos ni son tan “puros” (son creados por elementos teóricos), ni “hablan” por sí solos, lo que “dicen” depende de las teorías a las que se recurre para interpretarlos. La dimensión hermenéutica (la actividad interpretativa) atraviesa las operaciones de las ciencias sociales, y las operaciones de toda ciencia. Un aspecto además que hay que reconocer es el carácter reflexivo de ellas. Las propias ciencias sociales y la Psicología social, dirigen hacia sí mismas las armas de la crítica, considerándose a si mismas como objetos del análisis social. En la misma dirección, no se podría desdeñar el carácter histórico de las Ciencias Sociales. En efecto ellas tienen la doble condición de ser fenómenos históricos que versan sobre fenómenos históricos. Esto implica que: 1. Las propiedades de los objetos sociales no se desligan del proceso que los ha constituido. Su existencia depende de las prácticas que los constituyeron y del contexto histórico en el que se desarrollaron esas prácticas. 2. La historicidad de los objetos sociales implica que cada objeto es siempre particular y concreto, producto de unas prácticas y de unos contextos específicos. No deben ser explicados (a priori) desde postulados generales y desembocar en formulaciones legaliformes (ver Ibáñez, 1995) Una disciplina social, no podría asumirse por fuera de su rol histórico como se acaba de ver. De ahí que en perspectiva pragmática, habría de considerarse el carácter productivo de las C. S. No es posible construir conocimientos científicos sobre lo social sin que estos produzcan a su vez efectos sociales. La “realidad” es sensible a nuestras producciones simbólicas, y a las representaciones que nos forjamos acerca de ellas. Parte de las características de la “realidad” social están mediatizadas por los significados que les atribuimos. Hay una pregunta que asalta cuando se asume un compromiso con un enfoque no positivista: ¿Por qué los conocimientos no son neutrales? En primera instancia porque los supuestos socioculturales que se hallan inscritos en nuestro entramado conceptual intervienen en la construcción de dichos conocimientos. Pero además porque sin esta actitud, ese conocimiento sería vano e intranscendente, o bien es imposible que no reviertiera sobre los objetos que pretende dilucidar, modificándolos en una u otra dirección. Todo ello implica de por sí una Postura política, y en este sentido asumimos que hay que luchar contra los efectos del poder que emergen de la retórica de la verdad científica y que han instituido a la “razón científica” como el único principio trascendente al que los seres humanos deben plena sumisión. PRESUPUESTOS DISCIPLINARES La Psicología Social ha vivido en una permanente tensión desde el momento en que disputó su espacio en las ciencias sociales. En primera instancia si estaba más cerca de la psicología o de la sociología. Esto se tradujo en la generación de algo así como dos tradiciones: la Psicología Social Psicológica y la Psicologá Social Sociológica. Pero además de esto, otra disputa se ha producido en el ámbito de su “racionalidad”. En ese contexto, altamente decisivo ha tenido que decidir si permanecer afincados en los esquemas del “ideal de inteligibilidad” que ha imprimido fuertemente su marca en la Psicología social estándar o proceder a una incesante deconstrucción crítica de los supuestos básicos que conforman dicho “ideal” y a la construcción de un nuevo concepto de la ciencia, radicalmente post-moderno. De otro lado, y para agregar, está la disputa sobre su “objeto”, el cual habría de responder a los parámetros de la ciencia convencional. Al estar en los intersticios que se abren en las fronteras que se producen en el encuentro entre las disciplinas mencionadas, sociedad e individuo quedan expuestos a los vaivenes resultantes de las disputas sobre cuál de los dos “objetos” prima a la hora de definir sobre qué habrá de recaer la “observación”. Estos son dos conceptos inextricablemente unidos. Son las dos caras de la misma moneda: sin individuos no hay sociedad, pero sin sociedad tampoco hay individuos. (Ver epílogo: 304) Como escribe Sampson (1983, p. 142), "la ideología de la burguesía individual sostiene la creencia en un control racional y en una autonomía incluso cuando ese control decae". El reduccionismo que opera en la razón científica, implica dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, el hecho de que se consideran las relaciones sociales como “cosas” articuladas, y en segundo lugar que, en la medida en que las relaciones sociales son “cosas”, éstas pueden medirse, predecirse y controlarse. La perspectiva clásica concibe, palabras más, palabras menos que “La psicología social estudia las manifestaciones del comportamiento suscitadas por la interacción de una persona con otras personas, o por la mera expectativa de tal interacción.” Es decir, la relación es un efecto de la existencia de los individuos, pero la ontología del individuo, no es cuestionada. Si esto es así, entonces lo “social”, sería un “agregado”, en tanto efecto de lo individual: los individuos, en tanto átomos sociales, al “juntarse” hacen lo social. Por ende la denominación de “psicología social” ha sido problema en sí misma, convierte la sustancia “individuo” en lo más concreto, y el subrogado “social” en lo mas abstracto. Lo individual y lo social se abordan no desde la figura lógica de la contradicción, sino en la de la “indiferencia” o en la de la “oposición”. Como lo afirma Kamski, esta fórmula fue la que trazó el problema intrínseco de la psicología social: el intento de establecer la unificación material del mundo social “abstracto” con el mundo individual “concreto”. La unificación abstracta de lo individual con lo social, significa que para la razón científica, la individualidad conserva su carácter de átomo, y que lo social, se reduce a una diferencia cuantitativa: si hay un átomo, entonces compete a la psicología, si hay varios átomos, entonces compete a la psicología social. ¡Ah! ¿Y dónde está la salida? ¡La subjetividad! “La categoría sujeto nos permite ver el desarrollo de la personalidad comprometido de forma permanente con los sistemas dialógicos que caracterizan su existencia social” (Gonzalez Rey, 2000). El sujeto es por tanto una categoría que dinamiza la concepción de los fenómenos que tienen una base social. El sujeto es concebido, a diferencia de la idea clásica de individuo, como: Activo Generador de procesos de subjetivación Constitutivo de los escenarios en que actúa Comprometido con generación de significados y de sentidos. Esta decisión somete los criterios de concepción de lo real a una crítica y por ende el término ontología no lo usamos para definir una versión esencialista constitutiva del ser, sino para definir la propia existencia humana. Para la Psicología y la Psicología Social lo importante ha sido el individuo y de él derivan la interacción social y la propia sociedad. Para los críticos el individuo con límites cerrados es más una ficción que algo real. El individuo no puede ser separado de la sociedad de la que forma parte. De ahí el cambio conceptual: la subjetividad intenta restituir el poder que le fue expropiado. Ella se erige ahora como parte de la realidad social. Igualmente, el estatuto de “lo social” se halla en el ámbito de la intersubjetividad y de las significaciones construídas. No puede despreciarse que el “observador” está implicado en la observación: no recibe los estímulos externos de manera pasiva y neutral, sino “constructiva”. APUNTES MUY BREVES SOBRE LA POSTMODERNIDAD La crítica postmoderna ha dejado una huella aunque debe ser objeto de crítica a la vez, por el mismo carácter reflexivo que hay que asumir. Sin embargo, por ahora y con fines ilustrativos, no tanto polémicos, se enunciarán los principios que una Psicología social crítica ha adoptado de la postmodernidad. 1. Cuestionar lo incuestionable 2. Tener en cuenta la especificidad histórica y cultural del conocimiento 3. El conocimiento se genera en procesos sociales: La postmodernidad se instituye como una crítica a la racionalidad científica moderna positivista, pero el concepto no define ni determina un período, ni un tiempo histórico. Básicamente señala que alguna cosa está “en decadencia” en la modernidad (Lyotard, 1986 cit. Cabruja, 1998:49): Así mismo al introducir el discurso como una “realidad en sí”, lo entiende como una práctica social, ideológica y de significación, con efectos sobre la subjetividad personal y social (Fernández Villanueva, 2003: 180-190). Por lo mismo, todo discurso crea una ontología y una manera de hacer entendible los hechos de esa realidad y sus relaciones. DE LA POSTMODERNIDAD AL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL La primera observación que hay que hacer es que la línea de investigación adopta el principio del anti-esencialismo: La psique es una relación, un significado relativo y constituido por otros significados. No hay ninguna esencia dentro de las personas que las haga ser como son. Como derivado de lo anterior, no hay hechos objetivos, toda realidad es resultado de un punto de vista determinado. Esto obliga a aceptar que hay otras realidades, o más bien otras dimensiones que deben conjugarse en la consideración de que lo psicosocial, no se deifica en esencialismos o en objetivismos. De allí que se acepte que el lenguaje es constitutivo y constituyente de la realidad. Hablar es, por tanto, construir un mundo. Empero, ello no tendría valor si no se reconoce el carácter material de la acción humana. Así como puede ser mediada simbólicamente y construida narrativamente, es también producida interactiva y contextualmente, de ahí la importancia de la interacción y las prácticas sociales, ambas situadas sobre relaciones de poder y sobre diferencias socioeconómicas de clase. EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL Supuestos básicos 1. El conocimiento es un proceso psicosocial, constructor de la realidad. Esto trae como consecuencia que el comportamiento humano está determinado por dicho proceso (Munné, F. 1999: 132). 2. Las palabras adquieren su significado dentro de lo que se consideran “juegos del lenguaje”, a partir de los sentidos con que se usan en las prácticas conversacionales. 3. Los términos y métodos para comprender el mundo y a nosotros mismos, no están dados por los objetos estipulados. Son artefactos sociales, productos de intercambios históricos y culturales entre personas. Son resultado de la acción conjunta. (Gergen, 1996: 72-78) LA CONSTRUCCIÓN DE LA “REALIDAD” (Cabruja, Iñiguez y Vásquez, 2000) El punto de partida de este principio rector es la consideración del mundo social como construcción erigida en base a significados. Esto implica varios aspectos: 1. La relevancia de la vida cotidiana y la participación simultánea de las personas en diferentes espacios de relación. 2. Relevancia de la creación de significados y la co-construcción de los mismos. 3. Concepción de ser humano: ser propositivo y auto-determinante (No esencialista ni determinista) 4. Importancia de la interpretación como dispositivo relacional fundamental. 5. La intersubjetividad: Las personas actuamos en función de otras, con relación a contextos, significados y producciones sociales (instituciones, costumbres, discursos, prácticas, etc.). 6. La acción social: tienen sentido en marcos sociales, es inseparable de la producción de efectos, de las relaciones de poder y de su dimensión ética. EL CONCEPTO DE IDENTIDAD EN LA CONTEMPORANEIDAD. CRITICA A LA NOCIÓN DE SUJETO Una de las consecuencias de los planteamientos contemporáneos en ciencias sociales ha sido la crítica a la noción de sujeto con características esenciales accesibles a la investigación científica, labor acometida por las ciencias enmarcadas en el positivismo. Este sujeto es deconstruido en su predicada autonomía, autosuficiencia, congruencia y estabilidad y aparece ahora como una ficción (Derrida, 1967) Lo que queda en cuestión es la noción moderna del yo como un sujeto autocontenido racional o irracional, a la búsqueda de una identidad autentica por descubrir, con libertad total de actuación y de transformación de la realidad. Derrida (1967) opina que el Yo está penetrado por elementos sociales, históricos y por lo tanto ideológicos. Igualmente no es posible la integración del yo, sino que hemos de hablar de un yo multidimensional y descentrado. Derrida critíca la lógica excluyente de la identidad, que permite pensar en el yo como una unidad autónoma. Para la Psicología Social construccionista no existe un objeto definible como un yo. El yo no puede tener una realidad objetiva, sino que se construye en la interacción. Los informes de la propia experiencia que relatan la propia vida son construcciones lingüísticas formadas a partir de convenciones de discurso históricamente contingentes que no reflejan el funcionamiento de la mente, sino la estructura de la acción social (Gergen, 1985) El construccionismo social pone en entredicho la existencia de una instancia interna que hay que conocer y que pueda ser objeto de caracterización objetiva, tal como lo supone la Psicología social cognitiva. Para H. Tajfel la identidad social se puede entender como aquella “parte” del autoconcepto del individuo que deriva del conocimiento de “cierta” pertenencia a un grupo(s) social, junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia. Creer en esa instancia es ubicarse en una tradición cartesiana que supone la existencia innegable de un yo dentro de uno como algo único y distinto del resto, que garantiza la identidad personal y que se convierte en la fuente del pensamiento y lenguaje. Los autores que han cuestionado la posibilidad de una identidad personal se fundamentan por una parte en los problemas para conseguir una coherencia y unidad en las diferentes facetas de la persona y, por otro, con problemas para mantener continuidad del sujeto. Una de las características de la vida social actual es la multiplicación de las posibilidades de ser, ya que nuestra sociedad de la información pone a nuestra disposición el conocimiento de formas muy diferentes a las que podríamos conocer de forma directa en nuestra interacción cotidiana (Gergen, 1991). La multiplicidad de las relaciones produce una saturación social. Estos comportamientos podrían ser hasta incompatibles, lo que dificultaría la posibilidad de que el individuo construyera un relato de sí minimamente coherente. Gofmann (1959) ya lo había señalado considerando el yo como un producto de roles desempeñados, sin que suponga ninguna instancia que recoja el poso global y estable que pueden dejar los diversos personajes representados. El yo se puede convertir en una serie de manifestaciones relacionales que ocuparían el lugar del yo individual. La segunda cuestión se refiere a mantener la continuidad de la identidad en tiempos de cambio acelerado. Las relaciones interpersonales tiene menor duración, los vínculos familiares están cambiando gracias a las separaciones y nuevos emparejamiento, la identidad laboral sufre por la inestabilidad en el puesto de trabajo y los consiguientes cambios en el empleo y en las trayectorias laborales. Familia y trabajo han sido las fuentes de la concepción de la identidad moderna. Su desestabilización trastorna el sentido de identidad de los sujetos, en la medida en que dificulta el mantenimiento de una autonarración que sostenga la unidad del sujeto y sus experiencias a lo largo del tiempo. TESIS CENTRAL DE LA PRESENTACIÓN Existe una diferencia entre celebrar la disolución de la identidad en la complejidad de la vida social y demandar unas identidades complejas, abiertas, pero identidades al fin al cabo. ANCLAJES DE LA IDENTIDAD Existen algunos elementos que sujetan a los individuos inevitablemente a su identidad y a sus autorrelatos, pero no de forma esencialista y totalizadora. El cuerpo: la fuente del hecho de la identidad está en el cuerpo, pues son la continuidad corporal, la apariencia física y la localización espacio-temporal los que sirven como criterios para la asignación de una identidad continua. Además el cuerpo está ligado a la capacidad de agencia, a la experiencia de ser un actor autónomo. El cuerpo expresa esa continuidad incluso en la evolución, crecimiento y envejecimiento vitales. Expresa la paradoja de que somos siempre los mismos y a la vez diferentes Nombre propio: El nombre constituye una marca a la que aferrarse para saberse uno y el mismo. Harré (1979) vió la importancia del nombre propio, que nos enlaza a valores sociales y culturales, así como a elementos de nuestra propia historia. Nuestros apellidos nos vinculan a una familia, a un linaje. La autoconciencia y memoria: Autoconciencia capacidad de verse y pensarse a uno mismo como sujeto entre otros sujetos. Es el sentimiento de continuidad biográfica en el tiempo y en el espacio (Giddens, 1991). El trabajo principal de la gestión de la identidad personal consiste en convertir todo el material proveniente de la experiencia en narraciones sobre uno mismo, lo que involucra el recuerdo selectivo. Demandas de la Interacción: Habermas (1988) considera que la identidad debe entenderse como una garantía de la continuidad de la persona. Asimismo Berger y Luckman (1967) dirán que la coherencia se convierte en un valor porque implica saber que podemos esperar de una persona cuando nos acercamos a ella y esto es muy importante para la facilitación de las relaciones sociales y su institucionalización. LA HISTORIA: UNA CONVIDADA DE LA REFLEXIÓN El desarrollo de la disciplina científica de la Psicología social y por ende su ejercicio en los campos investigativo y aplicado se enfrenta ante la discusión ofrecida por el construccionismo social: si la naturaleza del objeto y la intervención de la psicología está en el individuo o en la relación entre éste y sus semejantes, con los cuales éste configura contextos de interacción. (Gergen, K., 1998). Como la psicología social nace al amparo de las preocupaciones psicológicas y estas permean su constitución, se reconocerá que la disputa entre estas concepciones en la psicología social porta la huella de las mismas discusiones en la psicología, de hecho, parece ser que muchos autores de la tradición psicológica tienen impacto en la manera como se crea un saber psicosocial (Al respecto ver el texto de Álvaro y Garrido, 2003) La disputa entre el carácter individualista y el carácter relacional en la psicología social tiene sus respectivos defensores y opositores. Históricamente se reconoce a Floyd Alport y a Alfred Adler como los defensores de la primera tendencia. Así mismo se identifica a Wilhem Wund y a G. H. Mead como precursores orientados por el conocimiento de la conducta humana en términos relacionales, más específicamente sociales. Freud ha afirmado que la psicología es psicología social. Sin embargo desde sus momentos pre-científicos han existido posiciones teóricas, epistemológicas y metodológicas que abogan, tanto en la Psicología como en la Psicología Social por el conocimiento de las "facultades psíquicas" del ser humano, bien a la manera de condición constituyente del individuo, bien como influenciada por las características del ambiente. Sin la pretensión de defender una u otra postura, llama la atención el hecho de que en algún momento de la historia, lo que se consideró propio del ser humano pasó a convertirse en algo propio del individuo y de allí a considerarse que cada uno podría manifestar dichas "facultades" de manera particular y diferente a los otros. Con esto se instituye la suposición que los objetos de la psicología deben ser estudiados en y por cada individuo y no como fruto de su participación en un sistema de relaciones. El objeto y el método de la psicología se han debatido en este contexto de discusión. La orientación positivista de la ciencia ha exigido que el objeto sea unificado al igual que el método, el cual a su vez se ciñe a los criterios generalizados de la experimentación científica. Esta postura coincidencialmente ha reivindicado el estudio sobre el individuo y los conocimientos obtenidos han llevado a considerar que es en su interior en donde se producen los fenómenos psíquicos de los que se ocupa la psicología. Paralelamente han manifestado la aceptación de que hay factores externos influyentes entendidos como variables independientes o variables extrañas que afectan la conducta y la cognición humana. No está demás señalar que otras orientaciones paradigmáticas conciben igualmente la perspectiva individualizante aunque acepten la relación como condición en la cual se producen los fenómenos psíquicos, sólo que esta relación aparece en planos simbólicos, inconscientes o virtuales y no en el escenario de las relaciones entre sujetos en ámbitos cargados de cultura. El abordaje de este tema demanda buscar en la historia los fundamentos sociales, filosóficos e intradisciplinares de esta discusión. Por ende habrá que recuperar los planteamientos germinales de la filosofía presocrática y clásica de la Grecia antigua así como la tradición filosófica del medioevo para identificar las rupturas y discontinuidades que fueron dando lugar a la emergencia de las dos perspectivas: La individualista y la relacional. Existen algunas pistas que hacen pensar que es en el medioevo en donde se construye con fines religiosos, la concepción de individuo que va a servir de soporte a la psicología de fines del siglo XIX y principios de siglo XX. Se trata entonces de poder esclarecer el curso histórico que decanta en la construcción de las Ciencias Sociales entre 1870 y 1920 específicamente en lo que corresponde a la psicología social, por lo cual también se trata de identificar el contexto de emergencia de la sociología, su diferenciación con respecto a la psicología a la fisiología en cuanto al objeto de conocimiento y la posterior separación de la psicología social con respecto a la filosofía. Es precisamente con Wund, como bien se sabe, que se inaugura la nueva disciplina científica de la psicología pero también es con él que se define que los procesos psicológicos superiores son de naturaleza cultural. Por tanto hay que establecer en qué medida su propuesta de una psicología de la conciencia y su planteamiento de una psicología de los pueblos se inscribe en esta discusión. No obstante serán sus continuadores los que tomarán las decisiones trascendentales para la psicología. Es así que con la emergencia del pragmatismo norteamericano, lo que en principio era la propuesta alemana se convierte en un paradigma dominante, con la correspondiente influencia que tienen las necesidades sociales de la sociedad norteamericana del momento. De ahí entonces que este estudio trate de entender como es que se produce en la historia social y científica de la psicología una inclinación por el énfasis de la atención sobre el individuo y qué reconocimiento tendrá la dimensión relacional/social en este proceso. Mucho antes de que la psicología naciera como una disciplina científica, ya se habían planteado temas de interés para su campo disciplinar; desde la filosofía por ejemplo, Sócrates introduce interrogantes en relación a la subjetividad humana y al método que puede ser utilizado para desentrañar las verdades del alma, verdades que emergen y se construyen a partir de una serie de interrogantes en una relación dialógica con el maestro. Así mismo, en muchos filósofos, entre ellos Platón y Aristóteles, se dejan ver preguntas por la manera en que las personas forman ciertas aptitudes, habilidades y maneras de afrontar la existencia, ¿tales rasgos son consecuencia de la experiencia?, ¿cómo llega el individuo a conocer el mundo que le rodea? ¿Ciertos pensamientos son innatos o son todos adquiridos?, ¿es el hombre un ser individual o un ser social?, ¿es la verdad una entidad en sí misma o una construcción?, ¿cómo se da esa relación del individuo consigo mismo y con los otros en el contexto de la polis? Estas y muchas preguntas más de la filosofía clásica y moderna comienzan a constituir los cimientos sobre los cuales se empieza a edificar el conocimiento psicológico. Con este recorrido se espera comprender algunos aspectos que fueron retomados posteriormente por la psicología científica de acuerdo a unos métodos y a una comprensión específica de la dimensión humana, que ha alcanzado cada una de las construcciones teóricas que abordan los problemas relacionados con esta área del conocimiento. La psicología como disciplina científica emerge en medio de un proceso de ruptura con la filosofía y la teología, a las cuales estuvo ligada de forma esencial, desde la época de los planteamientos presocráticos. En esa ruptura la psicología se une estratégicamente a la física, la fisiología y a las ciencias naturales, lo que implica adoptar el método científico que dominaba esas disciplinas científicas a las que se vincula la psicología al pretender ser ciencia bajo esa perspectiva. En ese momento la psicología tiene que definir su objeto acorde a ese método pedido en préstamo, y es ahí donde nos preguntamos por la postura individualista o relacional contextual que va a direccionar el desarrollo de esa disciplina naciente hacia finales del siglo XIX. Con estos elementos se hará un rastreo de las condiciones particulares que se estaban dando en el momento de la constitución de la psicología en el contexto de las ciencias y en el ámbito sociopolítico. ¿Qué condiciones ideológicas, qué intereses políticos, económicos y culturales llevaron al nacimiento de una psicología en la cual predominó la hegemonía de lo individual? Esto nos inquieta ya que la presencia de una psicología relacional se da desde los comienzos de la psicología, pero ésta sólo despierta interés a finales del siglo XX e inicios del XXI.