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Angela Estrada Guevara Coordinadora de la Academia de Sociología de México, docente del Programa de Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA PRESENTACIÓN Una antología es, ante todo, un texto mediado por las expectativas, objetivos e intereses de quienes antologan los textos que consideran pertinentes y significativos. En tal sentido, esta es una selección producto de miradas diversas que no necesariamente contemplan todo lo significativo o pertinente para la materia o para los lectores y lectoras. Son, precisamente, los lectores y lectoras el eje de nuestro interés, en este ejercicio de diálogo sistemático que iniciamos hace ya más de dos años el conjunto de docentes que impartimos esta materia denominada “sello” —que se imparte en los diferentes institutos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez— y que integramos el Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) con el propósito de elaborar un programa colegiado para la materia y una antología como material de apoyo bibliográfico, compromisos asumidos desde el 2001 y cuyos resultados ya han rendido frutos. Convencidos del beneficio del trabajo académico colegiado, tenemos la expectativa de mejorar tanto el programa como la antología de la materia y por ello estamos abiertos a las aportaciones de una recepción crítica por parte de los lectores. En la primera unidad, el propósito es ubicar el objeto de estudio de la sociología y situar contextualmente, su constitución como disciplina de las ciencias sociales y explorar algunos de los retos que enfrenta actualmente. En la segunda unidad, se analizan conceptos fundamentales de las propuestas de los teóricos clásicos de la sociología: Emile Durkheim, Karl Marx y Max Weber. La intención es que los referentes y elementos teóricos que proporcionan la primera y segunda unidad puedan utilizarse en el análisis de problemáticas particulares de las sociedades actuales, para lo cual sugerimos en la tercera unidad algunas lecturas a las que podrán, por supuesto, sumarse otras dependiendo del interés específico de los y las estudiantes. Con la mejor intención de contribuir en el proceso de formación de nuestros alumnos y alumnas. Programa de Licenciatura en Sociología Academia de Sociología Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) 2 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA UNIDAD I SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA Y SU OBJETO DE ESTUDIO 3 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA INTRODUCCIÓN Ángela Estrada Guevara y David Mariscal Landín* En esta primera unidad: Surgimiento de la sociología y su objeto de estudio, se ubican los antecedentes del proceso fundacional de la sociología como disciplina de las ciencias sociales en el contexto europeo e internacional. Se presentan las propuestas clásicas en relación a la definición del objeto de estudio y se mencionan algunas problemáticas de la investigación actual en la sociología. Esta unidad está integrada por diez lecturas. La primera lectura, ¿qué estudia la sociología? de Ángela Estrada Guevara presenta la forma en que se ha problematizado la construcción del objeto de estudio de la sociología a través de las tres grandes tradiciones teóricas que se han construido: a) la perspectiva crítica, inaugurada por Carlos Marx y Federico Engels; b) la perspectiva positivista, iniciada por Augusto Comte y continuada y enriquecida diligentemente por Emile Durkheim y, c) la perspectiva interpretativa, uno de cuyos autores fundacionales es Max Weber. El segundo texto, De la filosofía social a la teoría social de David Mariscal Landín presenta la reflexión de lo social como una problemática histórica siempre presente a lo largo de ésta, la cual ha pasado, en su desarrollo, por diferentes procesos de definición que corresponden a lo que en la lectura se denomina como la razón filosófica y la razón científica y ubica el surgimiento de las ciencias sociales en la tensión existente, durante el siglo XVIII, entre ellas. El tercer trabajo, El contexto histórico del surgimiento de la sociología de Ángela Estrada Guevara presenta las condiciones económicas, sociales y políticas del ascenso del capitalismo y la sociedad moderna, en la que surge la sociología. Se mencionan la fundación y las preocupaciones de la época, los cambios científicos y sus repercusiones, la Revolución Industrial, la reorganización del trabajo y su impacto en las ciudades, y las revoluciones de Independencia de Estados Unidos y América Latina y la Revolución Francesa. En el cuarto documento, Los iniciadores de la sociología, Saint-Simon y Augusto Comte de David Mariscal Landín caracteriza las raíces problemáticas y contradictorias en las cuales surgen los primeros planteamientos de aquellos que, por la tradición de la sociología disciplinar, han sido considerados como sus autores fundadores Saint-Simon y Augusto Comte; plantea también algunas de las implicaciones que, sobre todo del positivismo de Comte, se manifestaron como importantes en nuestro país en el siglo XIX. Los trabajos, Un sueño (1803) y La parábola (1819), de Saint-Simon y El progreso de la civilización a través de tres estadios de Augusto Comte muestran, de manera muy gráfica y sucinta, la concepción fundamental de la situación, el desarrollo y la evolución de la sociedad (entendida ésta como el proceso de civilización de la humanidad en su conjunto), se presentan como muestras introductorias e invitación a la lectura de estos autores. La constitución de las ciencias sociales y los problemas en investigación de Ángela Estrada Guevara y David Mariscal Landín presentan de manera general la constitución del saber científico de la economía, la psicología, la antropología y la historia en sus orígenes modernos; abordan algunos problemas de las ciencias sociales en la actualidad. * Docentes del Programa de Licenciatura en Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 4 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA En tanto, la lectura El estado actual de la investigación sociológica en México de Luis F. Aguilar presenta un balance del desarrollo actual de la sociología como disciplina de las ciencias sociales y como saber y proceso de formación institucionalizado, en el caso específico de México a partir de la segunda mitad del siglo XX, ubicando los problemas de formación, consolidación y desarrollo institucional de la misma en las que señala críticamente como las comunidades de investigación “crecen, no se reproducen y mueren”. A su vez, la lectura La sociología en México. Dos diagnósticos de su estado actual de Rafael Farfán H. presenta, un balance y un comentario crítico, del trabajo de Aguilar, en el que destaca de manera fundamental la forma limitada en que se han desarrollado los equipos de trabajo de investigación en la disciplina, y manifiesta como ésta debe su desarrollo y consolidación —si es que así puede llamársele— al trabajo individual de los investigadores solitarios antes que a la conformación de grupos y tradiciones de investigación. Concluimos esta unidad con estos autores quienes nos comparten su visión sobre la situación actual de la sociología en México desde una perspectiva más cercana a nosotros. 5 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ¿QUÉ ESTUDIA LA SOCIOLOGÍA?1 Ángela Estrada Guevara* 1. Introducción La respuesta más general a esta pregunta es que la sociología estudia las sociedades, en plural, reconociendo la gran cantidad de ellas y sus diferencias, en el tiempo y en la diversidad de espacios. Decir que la sociología estudia la sociedad en general, implicaría que existe una sociedad o la sociedad y que a ésta pudiese estudiársele como unidad; sabemos por el contrario que lo que caracteriza a las sociedades no es la unicidad, sino la diversidad. La imposibilidad de entender a la sociedad como unidad es cada vez más alejada si tomamos en cuenta el contexto global que implica movilidad e intercambio pluricultural entre distintos grupos sociales, en tal sentido, es la complejidad la primera característica en la tarea de investigación de lo social para intentar entender sus manifestaciones. Aceptando incluso la variedad de usos del concepto de sociedad, de la que una primera acepción pudiese remitirnos a la idea de socio, asociado,2 par, es decir, personas que se encuentran asociadas o reunidas por compartir necesidades o intereses comunes ya sean éstos económicos, políticos, sociales y culturales. Esta asociación puede ser por elección, pero también por encontrarse en situaciones o circunstancias, de obligación, tradición, imposición, dominación, etc. Además, una sociedad puede formarse a partir de personas, grupos, etnias, pueblos, naciones, etc. Todas estas maneras y tipos de asociaciones, sus relaciones e implicaciones son susceptibles de ser estudiadas por los sociólogos. Sin embargo, estudiar las formas de vida de las sociedades, en general (macrosociales), y los grupos humanos, en particular (microsociales), resulta una tarea sumamente difícil debido a que ésta se manifiesta de manera compleja en diferentes dimensiones: biológica, psicológica, económica, política, histórica, cultural, social, etc., siendo imposible separar completamente unas de otras. No obstante, desde el siglo XIX, cada una de ellas ha constituido un campo disciplinar específico, desarrollando teorías, métodos, técnicas e instrumentos para su estudio; además de haber generado espacios académicos e institucionales donde tradicionalmente se les ha estudiado de manera separada, aunque en los últimos cincuenta años se ha reconocido la conveniencia y necesidad de realizar prácticas entre disciplinas. Digamos entonces, que la sociología se encarga del estudio de la dimensión social de la vida humana; de sociedades, grupos sociales y asociaciones de diversos tipos y aunque reconoce que todas ellas se constituyen por individuos, estas son algo más que la suma de ellos, pues destaca su construcción social, las relaciones que se establecen en su formación y desarrollo, la importancia de los papeles y posiciones que se desempeñan, el tipo de interacciones y la circulación de los valores sociales, etc. Por lo cual, a la sociología le ha interesado diferenciar su objeto de estudio especialmente de la filosofía, en un principio, y posteriormente de la psicología, argumentando que no solamente estudia ideas, sino también prácticas y procesos para diferenciarse de la primera y que se interesa por el estudio de lo social antes que de lo individual, para marcar su diferencia con respecto del campo de estudio de la psicología. La definición del objeto de estudio en la historia de la sociología conserva tres planteamientos de los teóricos a los que se les considera hasta hoy como clásicos, precisamente por haber resistido a las pruebas del tiempo, estos son: Emile Durkheim, Karl Marx y Max 1 Una primera versión del presente trabajo se elaboró para los Cuadernos de Trabajo de la Academia de Sociología en mayo del 2001, con base en el acuerdo y la intención de que los docentes del Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) generaran materiales didácticos y de apoyo para los alumnos de esta materia. * Coordinadora de la Academia de Sociología, docente del Programa de Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 2 Esta parece ser la idea fundamental que se encuentra en el fondo en los planteamientos de los teóricos del contractualismo, los cuales hacen depender a la sociedad del establecimiento de un “contrato social” que permea toda la forma de organización de la sociedad, tal es el caso de Hobbes, Locke y Rousseau. 6 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Weber, quienes desde diferentes perspectivas destacan no solamente la conceptualización que hacen de la sociedad, sino además, mediante las investigaciones que realizaron, cada uno aportó un método útil a la sociología, para el estudio de lo social. 2. Emile Durkheim En cierta forma la pretensión de Durkheim continúa los ideales de la filosofía positivista de Augusto Comte en el sentido de que la sociología debería usar el método científico como se usaba en las ciencias naturales, esto es entendible en el contexto en el que, para que una ciencia pudiese constituirse y por lo tanto gozar del respeto como disciplina científica, debía necesariamente adoptar dicho método. A Durkheim le preocupaba que la sociología hasta entonces se hubiese ocupado sólo de la explicación de la evolución de las sociedades, en el terreno puramente de las ideas, como lo hizo Comte, desde una perspectiva evolucionista: “en lugar de observar las cosas, describirlas, de compararlas, nos contentamos entonces con tomar conciencia de nuestras ideas, analizarlas y combinarlas. En lugar de una ciencia de realidades, ya no hacemos más que un análisis ideológico”.3 Para Durkheim, el hecho de que la sociología no tuviese una relación empírica con la realidad ponía en riesgo su existencia, pues todo cuanto se había dicho por quienes lo antecedieron podía según él muy bien explicarse desde la biología o la psicología; se hacía entonces necesario y urgente, —afirmaba—, constituir y determinar el objeto de estudio de la sociología en particular, y junto con ello, otorgarle a ésta, un método específico, para lo cual, propone en 1893, en su texto Las reglas del método sociológico al hecho social como estudio de la sociología, al que define: “hecho social es toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer una coacción exterior sobre el individuo, o bien, que es general en la extensión de una sociedad dada, conservando una existencia propia independiente de sus manifestaciones individuales”.4 ¿Dónde radica la importancia del concepto de hecho social como objeto de estudio de la sociología? Analicemos el concepto: las maneras de hacer están referidas por supuesto a la acción de un colectivo, de un grupo social, fijada o no, significa que estas pueden ser reglamentadas tácitas o informales, pero que independientemente de ello ejercen una presión social de la sociedad o grupo social sobre el individuo; es decir, que se demandan comportamientos que son ampliamente aceptados y esperan ser cumplidos por los miembros del grupo para ser incorporados como tales; la coerción por tanto está presente independientemente de los individuos. ¿Qué tan pertinente es la definición de hecho social que hace Durkheim para nuestra actualidad? ¿Podemos identificar algunos hechos sociales en nuestra temporalidad? ¿En qué aspectos la sociedad nos coerciona, demanda y espera ciertos comportamientos de nuestra parte? Consideremos la siguiente ampliación que hace Durkheim al concepto de hecho social y las posibilidades para reconocerlo: “un hecho social se reconoce por el poder de coerción externa que ejerce o es susceptible de ejercer sobre los individuos; y la presencia de ese poder se reconoce, a su vez, ya sea en la existencia de alguna sanción determinada, o en la resistencia que ese hecho opone a toda empresa individual que tienda a violarlo”.5 Quizá el hecho social que Durkheim reconoció con mayor precisión fue el del suicidio, sobre el que realizó en 1897 una extensa investigación empírica cuatro años después de publicar Las reglas del método sociológico, en donde pone en práctica dicho método. Interesándole a Durkheim el distanciamiento de la filosofía y de la psicología en particular, escoge precisamente una temática a la que se le había asociada hasta entonces como eminentemente psicológica: el suicidio, del cual argumenta que a pesar de que este sea un acto que se realiza individualmente y que pudiese considerarse el acto más íntimo, es sin embargo un hecho social. 3 4 5 Durkheim Emile, Las reglas del método sociológico, Quinto Sol, México, s/f, p. 31. Ibíd, p. 29. Ibíd, p. 28. 7 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Durkheim aclara que lo que hasta entonces se había interpretado como causas del suicidio son sólo circunstancias, pues las causas, dijo, son sociales “las circunstancias que pasan como causa del suicidio, por que le acompañan con bastante frecuencia son casi infinitas en número. Uno se mata en la abundancia, otro en la pobreza. Uno era desgraciado en su hogar, otro acababa de romper por el divorcio un casamiento que lo hacía infortunado. Aquí un soldado renuncia a la vida a consecuencia de haber sido castigado por una falta que no cometió, allí un criminal cuyo delito ha quedado impune se mata. Los más diversos acontecimientos de la vida, y hasta los más contradictorios pueden igualmente servir de pretexto al suicidio. Pero ninguno de ellos es su causa específica. Veremos algunos hombres resistir espantosos dolores, mientras otros se suicidan con ligeras molestias. Y por otra parte hemos señalado que los individuos que más sufren no son los que más se matan”.6 Como vemos, para este sociólogo no hay indicadores que pudiesen considerarse generales en base a las circunstancias en las que se comete el suicidio, pues estas tienen una gran variación que tampoco decía, podía atribuírsele (como se hacía en la época) con propósito de generalizar, a un cierto tipo de temperamento, como la neurastenia, a la que no encuentra relación inmediata y en forma regular como para ser establecido como causa del suicidio en la gran cantidad de casos que estudia en los archivos estadísticos y nos comparte sus hallazgos: “completamente distintos son los resultados que hemos obtenido cuando, dejando a un lado al individuo, hemos buscado en la naturaleza de las sociedades mismas, las causas de la aptitud que cada una de ellas tiene por el suicidio. Tan equivocadas y dudosas eran las causas del suicidio con los hechos del orden biológico y del orden físico, como son inmediatas y constantes con ciertos estados del medio social. Esta vez nos hemos encontrado por fin, en presencia de verdaderas leyes que nos han permitido ensayar una clasificación metódica de los tipos de suicidios”.7 Es precisamente el estudio del suicidio el que le sirve para presentar al hecho social como el objeto que deben estudiar los sociólogos pues éste se haya desvinculado del comportamiento del individuo sobre el cual ejerce presión la sociedad. Esto explica que un acaudalado industrial se suicide cuando ha quedado en bancarrota, no tanto por la cantidad de bienes o capital que haya perdido, sino por la internalización del estatus y la necesidad de ser reconocido y aceptado como hombre exitoso, es en todo caso su percepción de lo que socialmente se espera de un hombre de negocios como él, la posible marginación social debido a su fracaso y la aceptación de la coerción social que, en última instancia, no está dispuesto a enfrentar, es decir, la presión del grupo sobre el individuo. 3. Max Weber El objeto de estudio de la sociología en Weber está vinculado también con el hacer social, como en Durkheim, pero a diferencia de éste último lo que él llama acción social, y que define como el objeto de estudio de la sociología, no puede ser entendido sin el análisis del sentido de las acciones individuales, orientadas, sin embargo, a las acciones de los otros. Lo que interesa a Weber es entender como se realiza la acción social de la que define primero el concepto de acción: “por ‘acción’ debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir), siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen en ella un sentido subjetivo”.8 Completa esta definición con la definición de acción social: “en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo”9. En conjunto la acción social contiene dos elementos fundamentales la orientación a la conducta de otros, sin embargo, interesando el sentido que los sujetos le imprimen. 6 Durkheim Emile, El suicidio, UNAM, México, 1983, p. 406. Ibíd, pp. 8-407. Hay que señalar que a Durkheim le interesan tres tipos de suicido: el anómico, el altruista y el egoísta. Weber Max, Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1974, p. 5. 9 Ibíd, p. 5. 7 8 8 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ¿Por qué razón aparece como condición el sentido de la acción?, ¿por qué tiene tanta importancia para Weber el sentido?, ¿qué significa para él este concepto? Analicemos lo que nos dice al respecto: “Por ‘sentido’ entendemos el sentido mentado y subjetivo de los sujetos de la acción, bien a) existente de hecho: α) en un caso históricamente dado, β) como promedio y de un modo aproximado, en una determinada masa de casos: bien b) como construido en un tipo ideal con actores de ese carácter. En modo alguno se trata de un sentido ‘objetivamente justo’ o de un sentido ‘verdadero’ metafísicamente fundado. Aquí radica precisamente la diferencia entre las ciencias empíricas de la acción, la sociología y la historia, frente a toda ciencia dogmática”.10 Esta delimitación resulta indispensable ya que a la sociología se le ha cuestionado la cientificidad tanto de los objetos de estudio elegidos como de su tratamiento, métodos de estudio, técnicas, instrumentos utilizados, etc. La pertinencia entonces de la delimitación radica en que no se pretende “descubrir” el sentido verdadero de la acción social, y aún pretendiéndolo sería imposible hacerlo. ¿Qué debemos entonces entender por sociología según Weber? Ya que le interesa el estudio de la acción social y ésta tiene un sentido, recomienda que: “debe entenderse por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra, empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”.11 Analicemos la manera en que define la sociología: primero, que ésta pretende entender la acción social en la que, como ya dijimos, está impresa la intencionalidad de los sujetos; se pretende además, explicar dicha acción, es decir, no solamente entenderla e interpretarla, estos son sólo momentos del proceso, para conseguir el propósito de la explicación causal con relación a la manera como se desarrolla la acción y cuáles son sus efectos. Conjugar explicación y comprensión, es un mérito de Weber, quien contradice las discusiones epistemológicas de su época en la que se optaba, o por explicar o por comprender; él propone como necesarios ambos momentos en un proceso de investigación que los sociólogos deben realizar. Además de renunciar a la pretensión de encontrar la verdad absoluta en el sentido de la acción, que se encuentra en cualquier grupo social, en la especificidad en la que viven los actores, quienes realizan las acciones en un tiempo y espacio determinado, en donde son observables estas acciones en un número de casos importante como para ser considerados de forma tal que pudiese constituirse dicha acción en un tipo ideal, es decir: “un cuadro conceptual que no es la realidad histórica, al menos la ‘verdadera’, y que mucho menos está destinado a servir como esquema bajo el cual debiera subsumirse la realidad como espécimen, sino que, en cambio, tiene el significado de un concepto límite puramente ideal, respecto del cual la realidad es medida y comparada a fin de esclarecer determinados elementos significativos de su contenido empírico. Tales conceptos son formaciones en las cuales, por aplicación de la categoría de posibilidad objetiva construimos conexiones a la que nuestra fantasía, disciplinada y orientada en vista de la realidad juzga adecuadas”.12 El tipo ideal es, entonces, una construcción metodológica que cumple la importante función de establecer las conexiones de sentido, es decir es un modelo que no se encuentra en la realidad empírica y que resulta útil para identificar los rasgos significativos que encuentra el investigador en la manifestación empírica de la acción social; por tanto, es un modelo construido por el propio investigador, que nos informa de la importancia de los referentes valorativos de éste, quien decide cuáles elementos son significativos y cuáles no lo son, obviamente orientado por los intereses que lo guían en el proceso de investigación. ¿Implica que haya una pérdida de validez y objetividad? Por el contrario, dice Weber: “la validez objetiva de todo saber empírico descansa en esto y sólo en esto: que la realidad dada se ordene según categorías que son subjetivas en un sentido específico, en cuanto representan el presupuesto de nuestro conocimiento 10 Ibíd, p. 6. Ibíd, p. 11. Weber, Max, “La objetividad cognoscitiva de la ciencia social y de la política social” en Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu, Buenos Aires, 1978, p. 82. 11 12 9 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA y están ligadas al presupuesto del valor de aquella verdad que sólo el saber empírico puede proporcionarnos. Nada tenemos que ofrecer, con los medios de nuestra ciencia a quien no juzgue valiosa esta verdad; y la fe en el valor de la verdad científica es un producto de determinadas culturas, no algo dado por naturaleza. En vano buscará alguna otra verdad que sustituya a la ciencia en aquello que sólo ella puede cumplir; conceptos y juicios que no son la realidad empírica, ni la copian, pero que permiten ordenarla conceptualmente de manera válida”.13 Si en la metodología weberiana el tipo ideal es un modelo que representa los rasgos característicos de la acción social investigada, y esta representación es determinada por los elementos encontrados significativos por el investigador, estamos hablando de una objetividad en la que está presente la subjetividad del investigador y ésta se reconoce como necesaria y válida. Precisamente, el mismo Weber reconoce su interés por el estudio del capitalismo en ascenso en la época en la que le tocó vivir, y del cual se habían destacado las causas materiales, (económicas) en su desarrollo, por ejemplo, por Marx, a Weber le interesa encontrar las raíces culturales de éste.14 En este estudio elige los elementos que encuentra significativos para la construcción de tipos ideales, los cuales le resultan útiles en su investigación, estos son: el protestantismo ascético y la idea de vocación, por un lado, y el espíritu del capitalismo y el racionalismo económico, por otro; la elección de Weber para considerar al capitalismo como una relación social, fundamentada en la cultura protestante, constituyó un parteaguas en la interpretación de éste. Weber nunca negó la participación de su subjetividad para elegir lo representativo de los tipos ideales que estudió, podemos decir incluso que esta participación fue fundamental en el proceso de investigación y en sus resultados. 4. Karl Marx Quizá la interpretación de la etapa histórica en la que vivieron nuestros tres autores y el convencimiento de sus propuestas pudieran ser características comunes. En el caso de Durkheim y Weber, ambos situados en espacios académicos con expectativas reformadoras de la sociedad, conciben el quehacer científico, especialmente el vinculado a la investigación como una alternativa para ofrecer respuestas a la revuelta sociedad decimonónica europea; por el contrario, la propuesta de Karl Marx no contempla la reforma, sino la revolución; él se sitúa en una perspectiva política más que académica; sin embargo, hay una metodología propuesta en su trabajo de investigación, solamente que su interés no se ubicaba en el espacio académico pues tenía el convencimiento de que la importancia de conocer y entender la sociedad radicaba precisamente en la posibilidad de su transformación.15 Respecto del método para aprehender los fenómenos de la realidad social Marx, hace primero una crítica a Hegel y al método de la economía política con relación al punto de partida para su estudio, así plantea que hay que partir del concreto real, por medio de abstracciones a la construcción de un concreto de pensamiento (un modelo) que nos permita explicarnos la realidad, evitando caer en el error de Hegel que pensó que el pensamiento, la idea, creaba la realidad.16 Como Weber, su perspectiva es histórica, pues analiza etapas históricas de la sociedad a la que necesariamente visualiza en tránsito lineal de una etapa a otra; en tal sentido, aunque 13 Ibíd, p. 99. Cfr. La ética protestante y espíritu del capitalismo, Diez, Buenos Aires, 1976. En la segunda unidad se ampliarán las aportaciones de Weber en este sentido, por ahora, sólo interesa destacar la construcción de tipologías que hace el propio Weber en su investigación. 15 En la Tesis XI sobre Feuerbach, Marx planteaba lo siguiente: “Hasta ahora los filósofos no han sino interpretado el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. 16 “Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico político, comenzamos con su población, la división de ésta en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, la exportación y la importación, la producción y el consumo anuales, los precios de las mercancías, etc. […] Parece justo comenzar por lo real y lo concreto, por el supuesto efectivo; así, por ejemplo, en la economía, por la población que es la base y el sujeto del acto social de la producción en su conjunto, la población es una abstracción si dejo a un lado, por ejemplo, las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra hueca si desconozco los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital, etc., estos últimos suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc”. Marx, Karl, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, 1857-58, Siglo XXI, México, 1971, pp. 1-20. 14 10 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA realiza una fuerte crítica al capitalismo, al que califica de voraz,17 por la explotación que supone, también reconoce que éste cumplió su función revolucionaria al desplazar al antiguo régimen feudal, sus estructuras e instituciones y dar un gran impulso a las fuerzas productivas del nuevo orden económico: “el modo capitalista de producción se presenta por una parte como necesidad histórica para la transformación del proceso de trabajo en un proceso social, por la otra esa forma social del proceso de trabajo aparece como método aplicado por el capital para explotar más lucrativamente ese proceso, aumentando su fuerza productiva”.18 Este desarrollo histórico, para Marx, es incontenible e inevitable, es incluso científico, más allá de cualquier valoración moral, de consideración acerca de la justicia o no, de determinado periodo histórico, como era interpretado por los socialistas utópicos y por los anarquistas a los que criticaba. Según Marx el discurso de los socialistas utópicos, reflejaba una falta de comprensión de las causas reales del capitalismo, pues éste no se resolvía solamente en la dimensión de la conciencia, por tal motivo el “moralismo socialista” resultaba ineficaz pues la prédica a la conciencia nada resolvía mientras se dejase intacto el sistema de producción, en donde ubicaba el origen del problema, es decir, la estructura y las relaciones de producción, como bases del sistema capitalista, las ideas y la percepción en la conciencia de dicho sistema correspondía a la superestructura, que aunque importante no era lo que determinaba la existencia de dicho orden económico del cual, necesariamente las contradicciones internas generarían las condiciones que permitirían su destrucción.19 Por esta misma razón incluso el comunismo, al que perspectivaba como destino último de la humanidad, era inevitable, como parecían hacérselo notar las tendencias de desarrollo histórico que, como ya dijimos, concebía en términos lineales y necesarios.20 Lo interesante también es que hace 150 años, cuando se escribió el Manifiesto del Partido Comunista, contemplaba una perspectiva mundial para una sociedad alternativa al capitalismo por llevar éste, precisamente, esta tendencia: “para nosotros, no es un estado que deba implantarse, un ideal al que deba de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente. Por lo demás, la masa de los simples obreros —de la fuerza de trabajo excluida en masa de capital o de cualquier satisfacción, por limitada que ella sea— y, por tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial; lo mismo que el comunismo, su acción sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal.21 A los nuevos hegelianos, Marx les critica que consideran a los productos de la conciencia como las verdaderas ataduras del hombre igual dice, que los viejos hegelianos, que veían en la conciencia los nexos auténticos de la sociedad humana: “Este postulado de cambiar de conciencia viene a ser lo mismo que el de interpretar de otro modo lo existente, es decir, de reconocerlo por medio de otra interpretación. Pese a su fraseología supuestamente ‘revolucionaria’ los ideólogos neohegelianos, en realidad, los perfectos conservadores… sólo luchan contra frases… a estas frases por ellos combatidas no saben oponer más que otras frases… no combaten en modo alguno el mundo real existente… a ninguno de estos filósofos se les ha ocurrido siquiera preguntar por el Para Marx el capitalismo es “un modo de producción en que el obrero (como se supone sucedería en un modo de producción superior si, según Marx la propiedad privada se aboliese) existe para las necesidades de valores ya creados, en vez que la riqueza objetiva exista para las necesidades del obrero”. Marx, Karl, El capital, t. I, Vol. II, Siglo XXI, México, 1977, p. 649. 18 Marx, Karl, El capital, t. I, Vol. II, Siglo XXI, México, 1977, p. 407. 19 Marx, Karl y Federico Engels, El Manifiesto del Partido Comunista, Progreso, Moscú, 1969. 20 “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases, hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaros siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna … la moderna sociedad burguesa que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas… dos grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”. Marx, Karl y Federico Engels, ídem, pp. 5-34. 21 Marx Karl y Federico Engels, La Ideología Alemana, México, 1974, p. 38. 17 11 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA entronque de la filosofía alemana con la realidad de Alemania, por el entronque de su crítica con el propio mundo material que la rodea”.22 En contraposición a los neohegelianos a los que critica su falta de vinculación empírica de sus ideas con la realidad empírica, resultando en un dogmatismo e idealismo del que pretende distanciarse con la frase: no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. A la filosofía alemana le critica que desciende del cielo sobre la tierra, al contrario, en el materialismo histórico que propone se asciende de la tierra al cielo: “No se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí al hombre de carne y hueso, se parte del hombre que realmente actúa y arrancado de su proceso de vida real se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”.23 5. Conclusión Nuestros tres autores clásicos de la sociología coinciden en hacer una invitación al estudio empírico de los objetos de estudio que ellos definieron como: hechos sociales, acciones sociales y cambios sociales; en el caso de Durkheim y Weber pretendiendo contribuir a la reforma de la sociedad, en el caso de Marx buscando su transformación. Estas teorías sociológicas clásicas han tenido desarrollos posteriores influyendo en la formación de corrientes sociológicas de interpretación, convirtiendo a los teóricos contemporáneos en sus deudores. Los objetos de estudio, enfoques, métodos, técnicas e instrumentos de la sociología se han ido diversificando, de tal suerte que, actualmente existen una gran cantidad, tanto de objetos de estudio como desarrollos teóricos y metodológicos, siendo una de las disciplinas del conocimiento social que ha realizado mayores tránsitos hacia otras disciplinas, lo cual la ha caracterizado en las últimas décadas; esta movilidad ha generado diversas reacciones; para algunos ha significado un enriquecimiento y, para otros, una pérdida de la identidad disciplinar. Parcialmente esta cuestión será tratada al término de esta primera unidad mediante la exposición de las perspectivas de Luis F. Aguilar y Rafael Farfán H.; sin embargo, esta problemática está muy lejos de ser agotada, en todo caso constituye la muestra más clara de la vigencia y vida de la sociología, permitiéndose transitar su historia de manera compleja y diversa, aquí se encuentra precisamente su riqueza. 22 23 Ibíd, p. 18. Ibíd, p. 26. 12 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA DE LA FILOSOFÍA SOCIAL A LA TEORÍA SOCIAL24 David Mariscal Landín* 1. La filosofía como filosofía social Desde sus orígenes en la Grecia antigua, la filosofía clásica, la filosofía pre-socrática,25 intentó comprender y explicar26 el ser27 (ontología), lo existente, la realidad. El ser, la realidad, la entendieron los griegos como todo lo existente en el mundo humano, como la totalidad de lo existente; así, la reflexión filosófica intentó comprender y explicar la totalidad, por eso la reflexión filosófica se ocupó de prácticamente todo, del hombre y de su mundo, de todo lo que le rodeaba: se ocupó del hombre y su vida cotidiana, de su origen, de su historia y del tiempo (de la circularidad y del eterno retorno), de sus formas de participación y de la organización social y de gobierno (la democracia, la aristocracia y la monarquía), de la política, de las formas de comportamiento y de las costumbres, de la idea del bien (común) y de lo correcto, también acerca del mal, de la moral y la ética, de la justicia, de la creación artística y la estética lo mismo que de la producción y el trabajo, de la religión y los dioses, de la familia y la sociedad, de la educación (la paideia), del lenguaje y la interacción a partir del mismo (es decir, de la dialéctica, la sofística y, también, la mayéutica), de la opinión o el sentido común y del conocimiento y la verdad (de la doxa y la episteme), abordaron también la identidad y el conflicto consigo igual que con los otros, a partir de la diferencia y la otredad (los bárbaros); y también abordaron todo lo relacionado con el mundo natural por ellos conocido, en la diversidad de manifestaciones del mundo de su tiempo, lo cual comprendió el estudio de la astronomía o el cosmos, por la flora, la fauna y el paisaje de su época. La filosofía intentó comprender y explicar la realidad, entendida ésta como una totalidad con sentido, bajo la existencia de un orden que permitiese, precisamente y a partir del uso de la razón (filosófica), la posibilidad de lograr acceder al conocimiento del (o los) principio(s) de inteligibilidad del mundo. Así, el conocimiento, lo mismo que el lenguaje, aparecen como procesos para develar el ser, la realidad, a través de la razón, y se descubre la filosofía no como 24 Una primera versión del presente documento se elaboró para los Cuadernos de Trabajo de la Academia de Sociología en mayo del 2001, con base en el acuerdo y la intención de que los docentes del Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) elaboráramos materiales didácticos y de apoyo para los alumnos de esta materia. * Docente del Programa de Licenciatura en Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 25 Cuando hablamos de la idea del surgimiento de la filosofía nos referimos propiamente al surgimiento de la razón filosófica que plantea un hito en la historia del pensamiento al marcar la diferencia respecto de la mentalidad vinculada al pensamiento mítico-religioso en la forma en que ésta aborda la realidad a partir del uso exclusivo de la razón como elemento fundante de la posibilidad de tal conocimiento. (Cf. Frankfort, H. A. y A., J. A. Wilson y T. Jacobsen, El pensamiento prefilosófico I. Egipto y Mesopotamia, FCE, Breviarios Núm. 97, 3ª ed., México, 1967 e Irvin, W. A, y H. y H. A. Frankfurt, El pensamiento prefilosófico II. Los hebreos, FCE, Breviarios Núm. 98, 3ª ed., México, 1968). La filosofía griega se divide, para su estudio y en términos didácticos, en filosofía pre-socrática (es la filosofía anterior a Sócrates, uno de los filósofos griegos de mayor renombre e importancia) periodo que se acepta que abarcó aproximadamente del 600 al 400 antes de nuestra era y el periodo Socrático (Cf. Thomson, George, Los primeros filósofos, fotocopias, Núm. 15, Col. Problemas científicos y filosóficos, Trad. de Margo López Cámara y José Luis González, s. / d.) 26 Los conceptos de comprensión y explicación, remiten a la existencia de una gran polémica respecto de dos grandes tradiciones de conceptualización del pensamiento científico, las cuales aún hoy muestran su pertinencia respecto de la conceptualización de la ciencia y el conocimiento. Estas dos tradiciones como se ve hunden sus raíces en el origen mismo del desarrollo de la filosofía griega (Mardones, J. M., Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica, Anthropos, España, 1991). 27 Mucho se ha discutido acerca de las características del pensamiento filosófico y al interior de un discurso colonialista y desde la posición hegemónica de los países “centrales”, quienes se han abrogado para sí el uso del término filosofía y han dejado para los países “no centrales” o “periféricos” la oportunidad, desde su postura colonizadora, no del uso del término filosofía sino del de pensamiento filosófico, dado que, desde su perspectiva y según ellos, no nos hemos dedicado (ni tampoco hemos producido) a la reflexión sobre el “ser” como categoría genérica, sino al estudio de otras cosas, obviamente para ellos menos importantes y que no necesariamente se acercan al “ser” para poder generar un pensamiento filosófico. A esta forma de pensamiento colonizador (o pensar colonizado) habría que recordarle que la posibilidad de pensar el ser como una abstracción abarcadora de la totalidad y, en consecuencia, como categoría vacía, puesto que el pensamiento referido a algo concreto, cualquiera que esto sea, ya implica el esto del ser concreto, es decir, se referiría a algo y no al todo o la totalidad, con lo cual implica necesariamente su referencia a lo concreto, esto es, pensamos sobre esto o aquello, nunca en el ser como tal. Ello implicaría que no hay, aparentemente, ninguna razón existente que impida pensar que, desde otras latitudes distintas a las de los países “centrales”, también se pueda hacer filosofía y no sólo pensamiento filosófico. 13 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA un saber especulativo únicamente que trata de abordar y develar el ser, sino que se ocupa de totalidad de la realidad, incluida la social. La filosofía es, desde su origen, una filosofía social que trata de abordar al hombre y su circunstancia, y su carácter de filosofía social se manifiesta en dos vertientes: por un lado, en la intención manifiesta de tomar como su objeto de estudio y tratar de dar cuenta, en relación con los términos de comprensión y explicación, de lo social y; por otro lado, en el hecho de que su posibilidad, consolidación y desarrollo son un proceso de construcción social, es decir, son el resultado del concurso de lo social en su elaboración. Esto último puede ser expresado bajo la idea del necesario proceso de institucionalización social que acompaña el desarrollo del saber (de cualquier tipo) y el conocimiento. A partir de esto último es que se entiende la importancia social de los procesos de socialización e iniciación específicos que el desarrollo del conocimiento ha requerido y que se han cubierto a partir de diferentes tipos de construcciones sociales como, por ejemplo, en las figuras de los brujos, los sacerdotes, los iniciados, los magos, los tutores o preceptores, los maestros y los investigadores; y también a partir de formas más amplias de institucionalización como las sectas o los grupos de iniciados, los establecimientos como la “Academia” (Platón) o el “Liceo” (Aristóteles), las bibliotecas, los monasterios, las universidades, las escuelas, los centros de enseñanza, los talleres, los laboratorios, los centros de investigación, etc. Así, la generación, el desarrollo y la transmisión del saber —ya sea en el caso específico de la filosofía primero o en el de la ciencia después—, siempre han sido hechos sociales a partir de los cuales se generan ciertos circuitos sociales de producción, circulación, apropiación y consumo de dicho saber o conocimiento; ello ha implicado el reconocimiento e importancia social que se le ha atribuido, en toda sociedad, pero dependiendo obviamente de sus características específicas, al proceso del conocimiento. Más en la condición social actual. Ahora bien, ¿cuándo la filosofía, como filosofía social, como reflexión sobre lo social, dio paso a la teoría social?, es decir, ¿cuándo la reflexión filosófica dio paso al intento de reflexión de carácter científico?, ¿cuándo dejó de ser una especulación de la razón filosófica para convertirse en una manifestación de la razón científica? Las anteriores preguntas nos invitan a reflexionar sobre el origen de la ciencia y, de manera fundamental, en la conceptualización que tenemos sobre lo que es y lo que ha sido la ciencia. 2. De la filosofía social a la teoría social, el surgimiento de la razón científica Al respecto vale recuperar el planteamiento que en otro tiempo hiciera John D. Bernal 28 en el sentido de que es ocioso plantear una definición de lo que es la ciencia puesto que ésta ha sido entendida, conceptualizada y practicada de diferentes maneras a lo largo de la historia, de tal suerte que como construcción social relativa de una época específica no ha significado lo mismo en diferentes tiempos en el mismo lugar ni, tampoco, ha significado lo mismo en el mismo lugar pero en diferentes tiempos, así, por ejemplo, la ciencia aunque ha tenido una construcción social que la ubica dentro de una época, ésta no ha significado históricamente lo mismo en Francia, en México o en cualquier otro lugar en un mismo lugar pero en distintas épocas, ya sea en el renacimiento, en la modernidad o en la actualidad; de la misma manera que no ha significado lo mismo en cualquier parte del mundo en un mismo tiempo histórico, ya sea en Francia, en México o en cualesquier otro lugar, como podría verse en diferentes momentos de su historia. Por lo anterior es pertinente en este sentido, ahorrarnos la ambiciosa tarea de intentar definir lo que es la ciencia y plantear aquí, y tomando en consideración la intención del presente 28 Bernal, John D., La ciencia en la historia, 4ª ed., UNAM-Nueva Imagen, México, 1979. 14 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA trabajo, que vamos a entender por ciencia aquello que hacen los científicos, es decir, aquellos a los que se les reconoce y distingue socialmente como tales. Lo anterior nos brinda la oportunidad de adentrarnos no en el terreno de la especulación y la definición respecto de un concepto, sino en la posibilidad de acercarnos a él a partir de sus manifestaciones sociales más prácticas y funcionales, es decir, a partir del reconocimiento social que se le atribuye, de los espacios de institucionalización que genera y a través de los cuales circula, y de los grupos sociales de identidad que establece y las formas en las que se práctica. Lo anterior nos lleva a plantear el proceso de construcción del conocimiento (su producción), de la ciencia, como una institución que se realiza a partir de un proceso de interacción y, también, de ciertas prácticas sociales reconocidas y aceptadas socialmente.29 En este sentido hay que plantear aquí que la forma en que se considera actualmente la ciencia es, propiamente hablando, un fenómeno relativamente reciente y moderno. Esto es, la razón que le da sentido a la práctica científica como práctica social es la razón que se inaugura con la filosofía moderna. Es aquella que aparece vinculada a las figuras de Francis Bacon y Rene Descartes, los llamados padres del empirismo y del racionalismo, respectivamente. Tanto el empirismo como el racionalismo se constituyeron en los sustentos teóricos de la razón científica en la medida en que enfrentaron los criterios, las formas, los métodos y las prácticas tradicionales de construcción social del conocimiento. Francis Bacon y Rene Descartes aparecen como deudores directos del Renacimiento en lo que significó un vuelco de la actitud del hombre respecto del mundo, es decir, el surgimiento del humanismo, el hedonismo y la crítica del saber, del conocimiento y de la autoridad, tanto del conocimiento como del poder humano, y la vuelta a los clásicos, a los griegos y latinos, donde parece plantearse un generalizado todo se vale,30 muy similar al que planteara a mediados del siglo pasado la posmodernidad.31 La filosofía social de esta época no sólo se manifestó como parte de la estructura del poder social sancionado, sino también como su crítica. Es en estas dos vertientes donde deben ubicarse, parcialmente como expresión manifiesta y condensada de los nuevos sujetos sociales, la construcción de los discursos y la racionalidad de la época, entre ellos destacan por su trascendencia, las llamadas utopías del renacimiento,32 la de Moro (Utopía) y la de Campanella (La ciudad del sol), las cuales no son muy lejanas de la de Francis Bacon (La Atlántida), el surgimiento de la ciencia política moderna con Nicolás Maquiavelo, y sus subsecuentes evoluciones dentro del desarrollo y consolidación de los planteamientos contractualistas: el de Hobbes, el de Locke y el de Rousseau, que no son sino manifestaciones del proceso de empoderamiento de los sujetos sociales y sus relaciones de coyuntura. Una de las manifestaciones evidentes de esta coyuntura en el proceso de fortalecimiento, consolidación y desarrollo de la razón científica es, sin duda alguna, la disputa que se juega en el proceso de construcción social, primero, de las ciencias naturales y la oposición que recibe por la estructura de poder más importante de esos tiempos: la Iglesia.33 La razón científica se planteó como un proceso moderno en la medida en que rompió con las estructuras de pensamiento de la época precedente y las respuestas que se habían brindado desde dicha posición en relación con el conocimiento y la forma en que éste se generaba, circulaba y consumía. 29 Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, Breviarios Núm. 213, FCE, 5ª Reimpresión, México, 1982. Koyre, Alexander, De un mundo cerrado a un universo infinito, Siglo XXI editores, 2ª ed., México, 1979, y de Bernal, John D., La ciencia en la historia, Ob. Cit., y La proyección del hombre. Historia de la física clásica, Siglo XXI editores, México, 1975. 31 Best, Steven y Douglas Kellner, Posmodern Theory. Critical Interrogations, The Guilford Press, New York, 1991; Maffesoli, Michel, “Posmodernidad e identidades múltiples” en Revista Sociológica, Año 15, número 43, Mayo-agosto del 2000, UAM-A, pp. 247-275. 32 Utopías del Renacimiento. Tomás Moro: Utopía, Tomas Campanella: La ciudad del sol, Francis Bacon: Nueva Atlántida. Estudio preliminar de Eugenio Imaz, FCE, México, 1975. 33 Russel, Bertrand, La perspectiva científica, Ariel, 3ª ed., México, 1977. 30 15 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Así, tanto Bacon como Descartes estaban interesados en conocer la naturaleza por sí mismos (al menos en el nivel del discurso) y no a través de los libros consagrados por la autoridad y la tradición. Ambos se cuestionaron y problematizaron respecto del origen del conocimiento, a lo cual uno contestó que dicho origen se encontraba en nuestros sentidos (Bacon) mientras que el otro pensó que se encontraba en nuestra razón (Descartes). Ambos, también y aquí es tal vez donde hay que enfatizar, se enfrentaron al criterio de autoridad y a la tradición que lo sancionaba a partir del establecimiento, por parte de cada uno de ellos, de un método (Bacon: Novum organon, Descartes: Las reglas del método) que permitiese y, por lo mismo, justificase el conocimiento con él logrado, es decir, que fuese un método que nos diese alguna garantía de que lo obtenido a partir de él fuese confiable y pudiese ser aceptado por todos, por incuestionable y evidente, por un lado y, fundamentalmente, porque cada uno podría repetir la experiencia como su propia experiencia y, con ello, se daría cuenta de la veracidad de lo apuntado y logrado con anterioridad. De esta manera, es que se puede plantear que en el surgimiento del método de la ciencia moderna tanto el empirismo como el racionalismo (en la medida en que ambas tradiciones de la filosofía moderna lo justificaron) aparecen, también, como pilares básicos de dicho método y a partir de ello se consideró que la razón científica requería tanto de la inducción, por lo que se encuentra en deuda con el empirismo, como de la deducción, por lo que se encuentra en deuda, también, con el racionalismo. Hemos de aclarar que, por lo dicho anteriormente, se consideró que el surgimiento de la razón científica apareció fuertemente vinculado, en primera instancia, a una reflexión volcada sobre la naturaleza. La naturaleza aparecía como el objeto de conocimiento por excelencia en cuanto que conocerla, y apoderarse o tener control sobre de ella se concebía como la alternativa para poder conformar un mundo más humano.34 El ideal social del progreso, adquiere a partir de este momento una importancia y trascendencia que no había tenido en la medida en que se le vincula con el conocimiento, con la ciencia, y ésta aparece como la extensión de la razón y su aplicación al mundo como la posibilidad misma del progreso. Por lo anterior, es que la naturaleza pierde, a partir de ese momento y desde entonces, el carácter mágico que socialmente se le había atribuido dentro de las concepciones anteriores y adquiere un carácter objetificado que la hace centro de las preocupaciones de los hombres. 35 Poco a poco se empieza a descubrir la importancia de esta nueva conceptualización en la medida en que se hace evidente el influjo del conocimiento en las condiciones de progreso que la sociedad empieza a experimentar, si bien visibles para todos —bajo esta lógica— desgraciadamente limitadas al acceso para unos cuantos. Hemos de observar que en el desarrollo del conocimiento y los procesos de institucionalización que lo acompañan, el espacio social que ocupa y en el cual circula son procesos significativamente sociales que se ven enmarcados en sociedades establecidas en las que impera una lógica preexistente. En este sentido, el establecimiento de la razón científica es parte de un proceso social más amplio que no se dirime únicamente en el ámbito del conocimiento 34 Al respecto hay que señalar que la constitución de la razón científica, al menos en los autores mencionados: Bacon y Descartes, se muestra claramente en la medida en que ambos establecen la necesidad del conocimiento de la naturaleza como alternativa para poder constituir un mundo más humano, por lo que se plantea que, el reconocimiento de que primero debemos observar a la naturaleza, lo cual implica conocer las leyes que la rigen y a la vez sujetarnos a ellas, para poder aprovecharlas en beneficio de la sociedad y, en consecuencia, poder construir un mundo más humano, lo cual se refrenda en el ideal del conocimiento y su necesaria vinculación con la producción, que es otra de las características de la modernidad. Bacon lo expresó de esta manera: “El hombre es el asistente y el interprete de la naturaleza; y sólo puede actuar y comprender en la medida en que, transformándola u observándola, haya llegado a percibir su orden interno. Sin esto, el hombre carece de conocimiento y poder”, en el Novum Organon. 35 Ver los textos de la cita 9. 16 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA sino, también, en la significación social del mismo, esto es, en su conceptualización, su intención, su aplicación, su uso, etc. Es por lo anterior que se ha planteado que en ella no confluye únicamente la razón sino todo el contexto social de la época, en ese sentido, hay que señalar que parte de este proceso se vive integrado con toda una serie de manifestaciones de inconformidad que se tenían en dicha época en relación con la autoridad establecida, uno de ellos, tal vez de los más notorios y trascendentes, fue el de la crítica a la iglesia católica por parte de los diferentes movimientos que cuestionaron la Iglesia como institución, en estos movimientos sobresales sin lugar a dudas los luteranos y calvinistas como fundamentales para el desarrollo de la Reforma, la cual atribuye un significado moderno a la religión, en la medida en que vincula a ésta con la sociedad que está surgiendo a partir de varios procesos entre los que destaca, por su importancia, el del desarrollo de una nueva y moderna conceptualización sobre el trabajo y la construcción de un ethos, que organice la vida cotidiana en toda su amplitud; en el sentido de que esta forma moderna de entender la religión se vincula con la idea, también moderna, de la razón —de su uso— en términos de elección —léase libertad— pero, tal vez más importante, posibilitó el establecimiento de otras prácticas y mecanismos de producción y generación del conocimiento, lo mismo que de su socialización e institucionalización al quedar, con la reforma misma, fuera de los circuitos tradicionales ya existentes para el desarrollo de estas tareas. En resumen, podemos decir que la razón científica se asienta en la historia de la humanidad cuando realizó la crítica a las instituciones en las cuales se centraba la autoridad bajo su manifestación social y, en consecuencia, del conocimiento, es en con éste que aparece como una crítica a los criterios bajo los cuales se ha concebido y conseguido el conocimiento mismo, es decir, la forma en que se ha institucionalizado, y al mundo que le ha dado esa estructuración; en este sentido tiene que ver con la forma en que ha sido concebida la naturaleza y su consecuente conversión en objeto de conocimiento y, también, como insumo o elemento de la producción y, por otro lado, su transformación en cuanto que constituye a la naturaleza en la mediación y la posibilidad del desarrollo y establecimiento de un mundo más humano y, con ello, le brinda al conocimiento un ámbito práctico para su realización, es decir, la posibilidad de construcción del progreso mismo. Hemos de reconocer que el establecimiento de la razón científica no acaba (ni agota, por otro lado) con la participación de la razón filosófica, la cual sigue operando incluso en nuestros días, sin embargo, también hemos de reconocer que el establecimiento de la razón científica —al menos hasta lo dicho en este momento, es decir, en su vinculación con la naturaleza como objeto de conocimiento— cuestiona el estatuto de la razón filosófica para abordar ciertos aspectos del saber, en este sentido, la naturaleza; es decir, la razón científica definió su ámbito de participación y su objeto: la naturaleza, pero se abrogó el derecho de ser la que al respecto tenía la última palabra. La filosofía, que siguió siendo filosofía social en las dos vertientes señaladas anteriormente, limitó su actuar al terreno del hombre y la sociedad, y se reservó, también, el ámbito del alma, la inmortalidad y Dios. 3. De la filosofía social a la teoría social, el surgimiento de la ciencia social Aunque la sociedad es parte integrante del interés de la razón filosófica, no se constituye más que parcialmente en objeto de interés de la razón científica, es decir, la reflexión que sobre la historia, la sociedad, la cultura, la política, la economía, el derecho, etc., se realizaba a lo largo de los siglos XVI al XVIII siguió siendo objeto de interés y de trabajo de la razón filosófica antes que de la razón científica. 17 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA No será sino hasta fines del siglo XVIII y principios del XIX, y por la circunstancia histórico-social que se vivió en ese entonces, que la filosofía (lo que aquí hemos denominado la razón filosófica) y la ciencia (la razón científica) se disputarán la posibilidad de comprensión y explicación de la sociedad y el hombre y problematizaran seriamente la posibilidad de su reflexión y tratamiento. Conviene que destaquemos ahora ¿cuál es la “circunstancia” que se vivía al finalizar el siglo XVIII y principios del XIX? e intentemos entender, ¿por qué es en este tiempo en el que se problematizan la sociedad y lo social como objeto de conocimiento y de disputa de la filosofía social y las ciencias sociales? En esta época confluyen varios desarrollos con diferentes implicaciones para la sociedad, sin pretender hacer una presentación exhaustiva señalaremos algunos de estos: el movimiento de la reforma y la crítica a la autoridad eclesiástica que ya mencionamos,36 la definición de los estados nacionales y el establecimiento de los lenguajes nacionales, el crecimiento de las ciudades y el surgimiento de nuevas formas de organización social de la producción y el trabajo, la imprenta y el surgimiento de nuevos medios de difusión de las ideas y, en consecuencia, la ampliación de su radio de acción,37 la aplicación del conocimiento y el desarrollo de la tecnología y la ampliación de las formas de producción y comercialización existentes, el cuestionamiento del orden social existente; se puede plantear en síntesis que en esta coyuntura histórica se desarrollaron varias revoluciones de diferentes tipos. Estos procesos de cambio interactuaron y propiciaron entornos de cambio, por un lado, se revolucionó el conocimiento pero, también, sus implicaciones en las formas de organización y desarrollo de la sociedad en términos de la vida cotidiana de las personas, en este sentido, una revolución científica, por ejemplo, en el terreno de la química y su aplicación en la producción agrícola a través de los fertilizantes, por decir algo, y junto con ello la consecuente transformación de campos agrícolas y la mejora de sus rendimientos productivos, los que repercutieron no únicamente en el campo de la agricultura, sino también en sus formas de organización y producción, por lo que tuvieron necesariamente implicaciones en la transformación y mejoría de las formas de producción del campo y, también y no menos importante, en la consecuente migración de los campesinos liberados38 a las ciudades;39 también se llevaron a cabo otras revoluciones, por ejemplo, en las formas de transporte y, también, de producción40 que implicaron el desarrollo de la llamada Revolución Industrial que comprende el periodo de 1760 a 183041 con la consecuente compresión del tiempo y el espacio; la crítica del sistema social vigente y la revolución del mismo, es decir, el desmantelamiento del mundo conocido y de las categorías a partir de las cuales se había comprendido y explicado, se realizaba en términos concretos además de con la Revolución Industrial, con los procesos sociales de revolución de independencia de los Estados Unidos en 1776, la Revolución Francesa a partir de 1789, y las revoluciones de independencia de América Latina que se desarrollaron entre 1808 y 1824, todo esto confluyó en la creación y el establecimiento del mundo moderno en su versión 36 Lasky, Harold, Los orígenes del liberalismo europeo, 3ª ed., Breviario Núm. 81, FCE, México, 1961; Rawls, John, El liberalismo político, FCE, México, 1996; Merquior, José Guillermo, Liberalismo viejo y nuevo, FCE, México, 1993; Gray, John, Liberalismo, Nueva Imagen, México, 1992. 37 Historia de la Filosofía, Racionalismo, Empirismo, Ilustración, bajo la dirección de Yvon Belaval, Tomo VI, 2ª ed., Siglo XXI, México, 1977; Cassirer, Ernest, La Ilustración, FCE, México, 1977. 38 Me gustaría aquí llamar la atención del lector en el sentido de lo que Marx analizó como parte del proceso de liberación de los campesinos de sus medios de producción, lo que lo enfrenta al sistema de trabajo, en este caso en relación con el capital, como trabajador libre en un doble sentido: por un lado, libre de poseer los medios de producción que anteriormente le permitían producir los bienes necesarios para su consumo y que al no disponer de dichos medios se ve impelido a buscar trabajo (es decir, contratarse como trabajador) para poder desarrollar su vida cotidiana. En este sentido, el segundo concepto de libertad al que remite Marx, es el que hace alusión – dentro de la lógica liberal del mercado- a la visión ideológica que presenta al trabajador (al obrero) tanto como al empleador (al capitalista) que lo emplea como si fuesen dos sujetos en igualdad de condiciones que se encuentran, como dos sujetos libres que en un acto voluntario (un contrato) se relacionan en igualdad de circunstancias. 39 Cf. Bruun, Geoffrey, La Europa del siglo XIX, Breviario Núm. 172, FCE, México, 6ª reimpresión, 1978; Cfr. Marx, Karl, “La llamada acumulación originaria del capital”, en El Capital, Tomo I, Siglo XXI, México, 1977. 40 Las cuales implicaran la compresión del espacio-tiempo y el tránsito de un mundo cerrado a un universo infinito (para usar el título de un texto de Alexander Koyré) 41 Cf. Aschton, T. S., La revolución industrial (1760-1830), Breviarios del FCE, México, 1973. 18 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA capitalista, lo que implicó, lógicamente, el establecimiento de nuevas formas de relación política, social, cultural y, también y no menos importante pues en dicho proceso se fundamenta la existencia de la misma sociedad, en el trabajo y en las formas de producción. Respecto de lo anterior hay que señalar que, producto de estas nuevas formas de relacionarse entre sí —de los hombres y las mujeres— y con las cosas es que se genera un nuevo proyecto socio-cultural al que, con el paso del tiempo, denominaremos el proyecto de la modernidad.42 Dicho proyecto socio-cultural surge en el periodo de la Ilustración43 y tiene como cometido la intención expresa de constituir, por medio del uso y la aplicación de la razón al campo de lo social —me refiero obviamente al uso de la razón científica— y el conocimiento del mundo para fundamentar la posibilidad de crear un mundo más humano y mejor orientado (por la idea del progreso), de la sociedad y de la humanidad. Este proyecto se manifiesta en la construcción ideológica de un imaginario social de organización de la sociedad44 el cual se presentó en versiones distintas, dos de ellas de corte democrático y dominantes a lo largo del periodo, a saber: por un lado, el ideal del establecimiento de una sociedad socialista y, por otro, el establecimiento del ideal de una sociedad capitalista, ambos proyectos plantearon la necesidad cada uno desde su propia perspectiva de construir la nueva sociedad bajo una versión democrática, como cada uno entendía la democracia. Las nuevas formas de organización de la vida social y colectiva, del trabajo y la producción, de las relaciones de poder y la transformación del paisaje urbano y, también, del espacio tanto urbano como geopolítico, plantearon a la sociedad una serie de problemas que la implicaron en la necesidad de auto-conocerse y le demandaron reflexión. El reconocimiento de esta situación planteó una problemática específica hasta ese entonces limitada al terreno de las ciencias naturales: la cuestión del método de conocimiento. Esto es, el problema del conocimiento ya no se planteó en relación con el origen del mismo, como lo fue en el caso del surgimiento de la filosofía moderna, en general, y de las corrientes filosóficas del empirismo y el racionalismo, en particular, pues el entorno en el que esta demanda se realiza es distinto, en este momento (siglo XVIII) la física como manifestación más acabada y gráfica de la razón científica ya ha adquirido el prestigio y la madurez que en el terreno del conocimiento se demandaba socialmente y, en consecuencia, se aceptaba y reconocía que se sabía o conocía la naturaleza y se reconoce, en primera instancia, la necesidad de utilizar la razón científica para comprender y explicar la sociedad y las transformaciones tan vertiginosas que se vivían en la misma, lo cual plantea la problemática del papel del conocimiento (cómo surge, cómo se valida, cuál es su verdad, etc.) principalmente en el ámbito filosófico pero también más allá de él. Es en relación con lo anterior que se deban plantear los aportes significativos del idealismo trascendental de Kant, el cual representó como él mismo dijo, “una revolución copernicana” e implicó el establecimiento de una nueva problemática epistemológica, ya no aquella remitida al origen del conocimiento sino a la problemática de su legitimidad, es decir, con él idealismo trascendental de Kant se inicia propiamente la problemática de la filosofía de la ciencia, la cual plantea como (problema) fundamental del conocimiento ya no el del origen del mismo, sino el de la cuestión de su validez, la forma de su consecución, el método, esto es, ¿cuál es el método de conocimiento de lo social? 42 Remito a los textos de la cita 10. Nos referimos en específico al proyecto filosófico de la Enciclopedia, la cual viene a plantear nuevas formas en los procesos de producción, circulación y consumo del conocimiento, sobre todo en cuanto a las implicaciones que la misma presenta en relación con las organizaciones vinculadas al trabajo como los gremios y corporaciones, quienes anteriormente eran las instituciones depositarias del saber y, también, eran –en cuanto instituciones- los medios específicos de la circulación de dicho saber. 44 KorscH, Karl, Karl Marx, Ariel, Barcelona, 1975. 43 19 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La respuesta kantiana planteó en relación con la ciencia la siguiente distinción: por un lado, el reconocimiento de las ciencias naturales, que son aquellas que estudian “el reino de la necesidad”, y las ciencias de la cultura, que son aquellas que estudian “el reino de la libertad”; lo cual las condiciona en sus posibilidades, desarrollo y consolidación porque remiten a dos órdenes distintos de objetos de estudio y porque, también, remiten a dos actitudes y orientaciones distintas en su proceso de construcción, por un lado, la construcción de las ciencias nomotéticas y, por otro, las ideográficas. Es en esta circunstancia histórica que surgieron las disciplinas sociales, las llamadas ciencias sociales, un mundo que se caracteriza por no poder ser explicado y comprendido con las categorías y conceptos bajo los cuales se había explicado y comprendido anteriormente, un mundo en el que todo es novedad y en el que la propia fisonomía del mundo se está definiendo y mostrando y que, consecuentemente, reclama y demanda intentar comprenderlo y explicarlo 20 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA EL CONTEXTO HISTÓRICO DEL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA45 Ángela Estrada Guevara* 1. El significado del surgimiento fundacional de la sociología Sabemos que todas las formas de vida social que han existido en la gran diversidad de historias de las sociedades humanas, se han ocupado de resolver y organizar las diferentes dimensiones de su vida, en principio, para garantizar su sobrevivencia y, también, para desarrollar modos de vida que han considerado importantes, deseables, indispensables, fundamentales o posibles. Dependiendo de sus necesidades, su cultura, expectativas, ideales, etc., y en relación con las épocas o grupos sociales de que se trate, cada grupo social ha ido creando sus posibilidades al exterior y al interior del mismo, permitiéndose no sólo recuperar, desechar o reelaborar su pasado, sino también imaginar su presente y futuro y realizarlo. Consecuentemente, enfrentar de maneras diversas y con diferente actitud las propias posibilidades de desarrollo y, por ello, convencer u oponerse a los otros quienes no comparten sus ideas, modelos, expectativas o proyectos de sociedad, pues hasta hoy no sabemos de una sociedad en la que haya existido total acuerdo. Precisamente, la existencia de estas ideas y proyectos de sociedad, así como la reflexión, sistematización y experiencias de ellas, se han ido constituyendo como tareas y teorías sociales, abordadas desde diferentes perspectivas, resultando útiles para interpretar e intentar comprender la gran diversidad de formas de vida social en el ya largo recorrido del trayecto de la humanidad; por lo tanto, la reflexión y reelaboración de lo social es inherente a la existencia y desarrollo de las propias sociedades, es decir, no nace con la sociología. Esta, como campo disciplinar se inscribe dentro de estas tareas y preocupaciones histórico-sociales, continuando en todo caso, este proceso de reflexión y reelaboración de una manera diferente. El surgimiento disciplinar hace posible la institucionalización y formalización de un campo del conocimiento tanto en la preocupación como en la tarea. Es a este proceso en particular y su contexto al que nos referiremos. El ejercicio de acercamiento temporal y espacial en el que empieza a constituirse e institucionalizarse la historia de la sociología, resulta fundamental para evitar tratar este proceso como aislado de sociedades, actores y situaciones históricas específicas; es decir, para situar este proceso en el “mundo” en el cual surge e intentar ubicar y comprender las posibles razones que nos permitan acercarnos al tipo de sociedad en la que se gestó y a algunas problemáticas temporales que le dieron vida. La primera consideración indispensable al respecto, es el reconocimiento de que en cualesquier sistema de pensamiento, como lo es todo campo disciplinar, en este caso específico, el de la sociología, la idea de surgimiento e historia, remite a la tarea de ubicar las “primeras señales fundacionales”, mediante testimonios documentales, necesariamente escritos, que permitan probar el origen, la fundación y a los fundadores. 45 Una primera versión del presente ensayo se elaboró para los Cuadernos de Trabajo de la Academia de Sociología en mayo del 2001, con base en el acuerdo y la intención de que los docentes del Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) elaboráramos materiales didácticos y de apoyo para los alumnos de esta materia. * Coordinadora de la Academia de Sociología (2003), docente del Programa de Licenciatura en Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 21 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Siguiendo la tradición de “verificación” la fundación, la historia de la sociología, reconoce como antecedente la existencia de la reflexión sobre lo social, desde las sociedades mismas, y también desde la filosofía y la política, ubica su propia fundación con la obra de Augusto Comte y, por supuesto, le otorga el reconocimiento a éste como fundador. La razón principal para reconocerlo como tal, se debe precisamente a que nombra, por primera vez, a la sociología y lo hace de manera escrita,46 constituyendo una especie de bautizo formal a través del Curso de Filosofía Positiva, el cual imparte, en París, Francia, entre 1826 a 1842 a una audiencia privada compuesta de muchos de los sobresalientes pensadores de su época, el cual se publica, en seis volúmenes, entre 1830 y 1842.47 2. Augusto Comte: un fundador, sus preocupaciones y aportaciones a la sociología Una vez situada la idea de la fundación de la sociología en Francia, por Augusto Comte, trataremos algunas de las preocupaciones que promovieron y dieron forma a sus elaboraciones teóricas, en relación a la sociología y su interpretación en el contexto, del cual puede decirse, jugó un doble papel, ya que no solamente explica su surgimiento sino, también, promueve y justifica su constitución, atribuyéndole a la sociología, una demanda y una necesidad social, relacionada con la reflexión y preocupaciones de la época, en la que Comte advierte una aguda crisis social en la primera mitad del siglo XIX. Los antecedentes de la sociología, sin embargo, podemos ubicarlos incluso desde el siglo XVIII; en estos dos siglos, acontecieron diversos movimientos económicos, políticos y sociales, importantes no sólo para Francia, sino para el mundo. Uno de los más importantes movimientos fue, sin duda, la Revolución Francesa de 1789, su largo proceso e implicaciones, estaban presentes todavía en la temporalidad de Comte. Otros movimientos sociales y políticos como antecedentes significativos para la época fueron la revolución de independencia de Estados Unidos en 1776, en la cual también participó Francia, y que tendría además implicaciones para América Latina en los inicios del siglo XIX cuando se inicia el periodo de las llamadas revoluciones de independencia de América Latina, entre 1808 y 1824. Otro movimiento económico importante, con amplias repercusiones en diferentes dimensiones de la vida social fue, por supuesto: la Revolución Industrial. La sociología para Comte, a la que conceptualizó inicialmente como una física social, se justificaba socialmente en su época, debido a que planteaba la necesidad de fundar una materia específica que se dedicara a la investigación teórica de los fenómenos sociales, con el propósito de descubrir las leyes que los rigen, de tal manera que hiciese posible su prevención; para él la sociología era una “ciencia abstracta”, que debía utilizar el método positivista de las ciencias 46 La sociología como disciplina sigue el pensamiento histórico tradicional el cual considera que la historia de la humanidad y de los diferentes grupos humanos inicia a partir de los primeros indicios de su producción escrita, de no ser a sí, clasifica a cualesquier grupo social como prehistórico, pues los signos que comunican alguna dimensión de la vida de ese tiempo no cumplen con la condición de haber sido escritos, sino que son restos materiales, como utensilios, monumentos y producción artística en general. En tal sentido, para esta concepción, el periodo prehistórico empieza en el Paleolítico Inferior 3, 000, 000 de años a.C., continúa en el Mesolítico y termina en el Neolítico, siendo hasta el periodo de la Edad de los Metales, 2, 000 años a.C., que “inicia” la historia, debido a que pueden localizarse documentos escritos. Langlois y Seignobos, representantes de la escuela histórica positivista señalan: “la historia se hace con documentos. Los documentos son las huellas que han dejado los pensamientos, y los actos de los hombres de otros tiempos… Ahora bien todo pensamiento y todo acto que no ha dejado huellas directas o indirectas, o cuyas huellas visibles han desaparecido resulta perdido para la historia, es como si nunca hubiera existido… porque nada suple a los documentos, y donde no los hay, no hay historia”. L. Febvre contesta a esta conceptualización: “La historia se hace con documentos escritos, sin duda. Cuando los hay. Pero puede y debe hacerse con todo lo que el ingenio del historiador le permita utilizar… por lo tanto, con palabras, con signos, con paisajes y con tejas.” Citados en Zermeño Padilla, Guillermo, Pensar la historia. Introducción a la teoría y metodología del siglo XX. Universidad Iberoamericana, México, 1994. pp. 19 y 8-27. 47 Generalmente se reconoce a Augusto Comte como el fundador de la sociología, sin embargo, algunos autores le adjudican su fundación a Adolphe Quetelet (1796-1874), quien ya había usado el término de física social, en un texto publicado en 1835 como: Sur l’homme et le devéloppment de ses facultés, y después como Phisique sociale en 1869. También se le atribuye la fundación de la misma a Saint-Simon, y quienes no consideran importante este periodo para la historia de la sociología le adjudican, por el contrario, a Emile Durkheim su fundación en 1893 con la publicación de Las reglas del método sociológico y el nacimiento de la sociología empírica, periodo que, desde mi punto de vista, puede ser interpretado como el de la refundación de la disciplina y el reconocimiento de un método propio de la sociología. 22 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA naturales, oponiéndose a las explicaciones teológicas o metafísicas de la sociedad: “el método positivo no es, como el teológico o el metafísico, invención de una mente especial, sino producto de la mente general; y el filósofo positivo toma la sabiduría espontánea de la humanidad para su tipo radical, y la generaliza y la sistematiza, al extenderla a las especulaciones abstractas, que así han obtenido el adelanto que demuestran, tanto en su naturaleza como en su tratamiento” (Comte, 1842). La sociedad para Comte, estaba supeditada a las leyes de la naturaleza y se encontraba en continuo cambio y aunque reconocía la importancia de la economía en la sociedad, según él, su desarrollo dependía de las ideas: “Las ideas dominan y revuelven el mundo… todo el mecanismo social reposa finalmente sobre las opiniones” (Comte, 1842). La precaución recomendada por Comte para que los sociólogos estudiaran los fenómenos sociales y tuviesen la posibilidad de conocer para prever y prever para actuar, muestra una filosofía idealista sobre la sociedad y la solución de sus conflictos pero, sobre todo, temor a que ocurriesen movimientos políticos y sociales, los cuales desaprobaba, argumentando que obstaculizaban el progreso de la sociedad porque fracturaban el orden, el cual debía ser una condición indispensable para conseguir dicho progreso. Esta opinión era compartida por algunos intelectuales del siglo XIX no solamente en Europa, de donde, generalmente se piensa que se exportaron las ideas positivistas de la sociedad, también en otras regiones del mundo como América Latina y Norte América, entre otras, circulaban ideas positivas de la sociedad en una época en la que se visualizaban los procesos de reforma como los idóneos para dar solución a los conflictos y problemas sociales.48 Para lograr tan importante tarea, los sociólogos según Comte, debían seguir el método positivo que él proponía: observar a la sociedad y hacer acopio de material empírico acerca de ella, orientado siempre por la dirección de la teoría: “Es evidente que las observaciones sociales, tanto estáticas como dinámicas… deben exigir… el empleo continuo de teorías fundamentales” (Comte, 1842). Sin embargo, señalaba la dificultad para que los sociólogos se liberaran de “interferencias no científicas, como las supersticiones, y las opiniones difundidas”. La teoría, según sus argumentos podía ayudar a evitar especulaciones, obteniendo de ella las nociones necesarias para el distanciamiento personal en el estudio de la sociedad. Convencido de la pertinencia de su método positivo el cual, indicaba, podía aplicarse “enteramente” al estudio de la sociedad, creía necesario y posible la “creación” de laboratorios sociales, con la intención de observar y experimentar como se “comportaban” los fenómenos sociales en situaciones “creadas”, especialmente para establecer relaciones y comparaciones para tener la posibilidad de prevenir actuando con oportunidad y anticipación: “La previsión de los fenómenos sociales, supone, primero, que hemos abandonado la región de la idealidad metafísica, para apoderarnos del terreno de las realidades observadas por una subordinación sistemática de la imaginación a la información; segundo, que las concepciones políticas han dejado de ser absolutas y que se han vuelto relativas al estado variable de la civilización, así que las teorías, siguiendo el curso natural de los hechos pueden admitir nuestra previsión, y tercero, que la acción política permanente está limitada por leyes determinadas, ya que, si los hechos sociales estuvieran siempre sujetos a los disturbios de la intervención accidental del legislador humano o divino, no sería posible ninguna previsión científica” (Comte, 1842). Bajo la lógica de una idea compartida por muchos y que se extendió rápidamente bajo el lema: “poca política y más administración”, bajo el cual también se desarrolla y fortalece el Porfiriato en México. 48 23 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA 3. Las revoluciones científicas, la ilustración y sus repercusiones Es indudable que el pensamiento ilustrado y el avance de la ciencia y sus repercusiones en la sociedad forman parte importante de los antecedentes de la formación y de los ideales de las sociedades modernas, en las que justamente se argumenta la necesidad del conocimiento sociológico, podemos incluso decir que tal conocimiento es consustancial a este tipo de sociedades, pues nace con ellas. En el siglo XVI se manifestó una revolución científica que va creciendo en intensidad. En la astronomía se problematiza la prioridad entre la intervención de los sentidos y el uso de la razón en el acto de la observación, específicamente, de los fenómenos astronómicos, en los que termina por otorgársele prioridad a la razón, argumentando que sin ésta no podría explicarse el fenómeno observado. En esa época, preguntarse y responder a la pregunta ¿es el sol que gira alrededor de la tierra, o es ésta última la que gira alrededor del sol?, implicó un “giro” en la concepción del conocimiento; optando por la segunda opción, defendida por Copérnico y conocida como la teoría heliocéntrica, que discutía y cuestionaba la teoría geocéntrica instaurada por Ptolomeo. La teoría heliocéntrica49 problematizaba la posibilidad de que nuestros sentidos nos engañaran, es decir, que no bastaba con ver y sentir, que es el sol el que gira alrededor de la tierra, sino que sería indispensable comprobarlo y verificarlo, actividades fundamentales del pensamiento científico que, a partir de ese momento, del llamado “giro copernicano”, se funda y empieza a cobrar fuerza para posteriormente desarrollarse entre los siglos XVI y XVII. Este acontecimiento tiene varias consecuencias e implicaciones: a. El fortalecimiento de la idea de que es posible que los seres humanos se involucren en procesos de indagación; es decir, el paulatino abandono de las explicaciones religiosas y providenciales y la participación activa del conocimiento humano en los procesos de indagación. b. Lo anterior replanteaba que los procesos de indagación humana sobre una diversidad de situaciones de la “realidad” llevaban a la verdad siempre y cuando se siguiese estrictamente el método científico. c. La necesidad de problematizar el modo cómo se conoce, por qué y para qué se conoce, y el desarrollo de las teorías del conocimiento. d. La idea de la acumulación del conocimiento, implicó que algunos de ellos fueran considerados como básicos para desarrollos posteriores, por ejemplo, el descubrimiento del cálculo infinitesimal (Leibniz y Newton) y la geometría analítica (Descartes), considerados ambos como postulados y elaboraciones básicas, convirtiendo a las matemáticas en modelo a seguir dentro del desarrollo del ideal de la ciencia, recurso indispensable para el desarrollo del conocimiento, de la exactitud y el rigor que se le atribuyó debido a la aplicación del método científico. e. Es por lo anterior que el uso de la razón se instala como la base del único conocimiento válido, al que se le vincula directamente con el “racionalismo”. 49 Russell, Bertrand, “La revolución copernicana” en Religión y ciencia, Breviarios Núm. 55, FCE, México, 1951, pp. 16-33. 24 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA f. Un replanteamiento a este pensamiento racional cobra importancia con Isaac Newton, quien impulsa el desarrollo de la física, especialmente la mecánica, a través del estudio del movimiento de los cuerpos. En el estudio de la física mecánica, en el que las matemáticas eran útiles pero, resultaba además indispensable la observación y la experimentación en la elaboración de sus aportaciones. Esta peculiaridad hace que las acciones empíricas y la intervención de los sentidos, sean vueltos a problematizar, evaluándolos como pertinentes y válidos para la ciencia, con lo cual se (re)dimensiona el método científico y adquiere dos raíces cuyos procesos complementarios se ubican en dos tradiciones filosóficas complementarias que han sido interpretadas como opuestas: la inducción en el empirismo y la deducción en el racionalismo. g. Es por el desarrollo del pensamiento científico y la puesta en cuestión del pensamiento religioso (aunque no en todos los casos), que la Ilustración aparece como el intento de expandir el uso de la razón a todos los campos de la experiencia, pretendiendo que ningún campo de ésta, sin excepción, quedara fuera de dicha crítica; que la razón se auto-corrigiese a partir de la crítica y supervisión del conocimiento que se estuviese generando; y que el uso efectivo del conocimiento se orientase con la intención y la finalidad de lograr la mejoría de los individuos y la sociedad en su conjunto, con lo cual se manifiesta el ideal del progreso. h. En la Ilustración50 el centro del pensamiento científico, la razón se fue instalando en un proceso gradual, encontrando cada vez más adeptos quienes se encargaban de someter a examen, creencias, dogmas y mitos, heredados por las tradiciones y las ideas religiosas. Los ilustrados rechazaban las ideas inmutables, y establecieron una lucha interminable entre el conocimiento científico y el religioso. El ascenso del capitalismo moderno La ubicación espaciotemporal del inicio del capitalismo ha sido motivo de debates, disputas y desacuerdos, dependiendo de que se entienda por capitalismo y cómo se evalúen las condiciones y características de su existencia; entorno a ello se han vertido y desarrollado diversas opiniones al respecto. Para los propósitos de este artículo no interesa ubicar el inicio del capitalismo sino su ascenso, específicamente en el caso de Europa por constituir una etapa importante en el contexto europeo en el cual surge la sociología como disciplina científica. Con la expansión económica de Inglaterra y su predominio en el tráfico de mercancías, al aprovechar la ventaja relativa que tenía en el acceso a los mares, fue posible conquistar y colonizar nuevos mercados que ampliaran el desplazamiento de sus productos. Mientras tanto, en Europa en los nuevos territorios que estaban bajo su dominio y de los que se extrajeron y concentraron grandes cantidades de metales que hicieron que los precios subieran de manera importante al mismo tiempo que los salarios bajaban. Algunos de los países europeos eran poseedores de una riqueza acumulada que posteriormente, como implicaciones de la revolución industrial a finales del siglo XVIII y principios del XIX aplicaron a la industria y a la producción de maquinaria contribuyendo con ello al proceso de construcción del capitalismo moderno. El crecimiento de las ciudades europeas del siglo XVI y XVII se debía fundamentalmente a la actividad comercial y posteriormente en el siglo XVIII a la actividad industrial, cambiando poco a poco la construcción de los espacios y el uso de las ciudades, en las cuales se transitó de la creación de espacios abiertos como plazas y jardines públicos en la ciudad comercial, a la idea de la ciudad eficaz, ya no sólo para el comercio sino también para el desarrollo de la industria, 50 Historia de la Filosofía, Racionalismo, Empirismo, Ilustración, bajo la dirección de Yvon Belaval, Tomo VI, 2ª ed., Siglo XXI, México, 1977; Cassirer, Ernest, La Ilustración, FCE, México, 1977; Mason, Stephen F., Historia de las ciencias, 3. La ciencia del siglo XVIII, Alianza Editorial, México, 1988. 25 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA asignando espacios para el tránsito de los vehículos que aumentan en cantidad y potencia, inicialmente en el traslado de mercancías y más adelante hasta el siglo XIX en el tránsito y circulación de personas.51 Las corrientes de migración en su mayoría provenían del campo, provocando en las ciudades una gran concentración de personas, a las que el liberalismo concebía, como personas libres que podían intervenir en los intercambios del mercado, es decir, individuos en igualdad de circunstancias para realizar contratos sociales, y reconociéndoseles los llamados derechos inalienables, al menos formalmente. Marx52 planteaba, por el contrario, que si bien a las personas se les había liberado de las ataduras feudales, también se les había liberado de los medios de producción que les permitían su subsistencia y que, en consecuencia, se encontraban aparentemente en igualdad de condiciones con los capitalistas que les compraban su fuerza de trabajo, a partir de un contrato como acuerdo de voluntades, no obstante ello los dejaba, realmente, en desventaja ya que si este contrato no se realizaba no podían asegurar su subsistencia. A pesar de que el nuevo orden económico les otorgaba a todos los individuos la libertad formal para la posesión de propiedades, no todos tenían el capital para acceder a ellas, por lo tanto, las libertades que ensalzaban los liberales eran circunscritas y limitadas a la posibilidad y condición económica y social de los individuos, haciendo ficticia dicha libertad y derechos para todos. El ascenso del capitalismo y el posicionamiento de la burguesía como clase social y grupo económico que demandaba cada vez mayores espacios bajo su control propiciaron la visión de los seres humanos como seres libres, lo cual tuvo importancia decisiva para el desarrollo del comercio y para la visión de que todos los individuos podían participar en los actos del mercado como propietarios o vendedores, con lo cual se sentaron las bases del capitalismo moderno. En el mismo sentido posibilitaron dicho desarrollo el crecimiento demográfico y de las ciudades, las revoluciones políticas —como la francesa de 1789 y las posteriores a ella— y los movimientos sociales y políticos orientados por los pensadores ilustrados —Montesquieu, Diderot, D’Lambert, Voltaire, Condorcet, etc. —, y los contractualistas —Locke y Rousseau—, lo mismo que los liberales y utilitaristas. La Revolución Industrial y la ciudad La Revolución Industrial fue el resultado de la aplicación de la ciencia y el conocimiento al desarrollo de los procesos productivos, inicialmente en la agricultura mediante la aplicación de la química en la elaboración de fertilizantes y, posteriormente, en la industria mediante la innovación de la maquinaria y los instrumentos de trabajo. “La Revolución Industrial debe concebirse como un movimiento social… Sea cuando se presenta en Inglaterra después de 1760, en los Estados Unidos y Alemania con posteridad a 1870, o bien en Canadá y en Rusia… Siempre va acompañada por el crecimiento de la población, por la aplicación de la ciencia a la industria y por un empleo del capital más intenso y más extenso a la vez; también coexiste con la conversión de comunidades rurales en urbanas y con el nacimiento de nuevas clases sociales”.53 En este sentido, se habla de la existencia de distintas revoluciones industriales, la primera que tuvo lugar entre 1760 y 183054 con la invención de la máquina de vapor y el uso del carbón como energético, “El nuevo orden social se expresa en un régimen urbano que busca racionalizar sus estructuras y conseguir lo mejor de sus recursos; este es el mismo proceso que se presenta en todos los ámbitos de la vida social al consolidarse paulatinamente los valores de la sociedad moderna. [...] la alineación de las calles y de las edificaciones, así como la búsqueda de la uniformidad de los inmuebles urbanos denota una tendencia más racional y más funcional”, Lezama, José Luis, Teoría social, espacio y ciudad, Col-Mex, México, 1993, p. 100. 52 Marx, Karl, “La llamada acumulación originaria “, en El capital, Tini I, Vol. 3, Siglo XXI, México, 1977. 53 Ashton, T. S. La revolución industrial 1760-1830, FCE, México, 1973. p. 167. 54 Ibíd, pp. 167-190. 51 26 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA en la llamada segunda revolución industrial la invención del motor de combustión interna y el uso del petróleo y la electricidad como energéticos.55 El uso de estos recursos y tecnologías potenció las formas de producción, las cuales fueron dejando atrás los métodos tradicionales y artesanales, y sus consecuentes formas de organización del trabajo y la producción,56 lo cual necesariamente replanteó la división social del trabajo. Estas formas de producción, su consecuente especialización y sus implicaciones sociales interesaría estudiar más tarde a Durkheim,57 aunque puede decirse que a los clásicos de la sociología les interesa la problemática de la ciudad y sus implicaciones. A Durkheim le interesa la ciudad en relación a su complejidad (sociedad orgánica) en la que la pérdida de integración social es un riesgo social permanente debido a las formas de vida anómica. Marx estudia la ciudad en relación con los procesos de producción, especialmente, con las relaciones de producción; y Weber porque considera a las ciudades como los espacios donde se generan mayores acciones de racionalidad burocrática, optimizando las oportunidades de ésta ante el aumento de la concentración poblacional. ¿Tienen vigencia las preocupaciones y propuestas de los clásicos de la sociología para analizar las problemáticas de nuestra ciudad? Al independizarse las industrias de las formas de energía natural (caídas y molinos de agua) éstas se concentraron en algunas ciudades, las cuales se convirtieron en centros industriales58 haciéndose necesaria la aplicación de las innovaciones tecnológicas en el transporte, para permitir la eficiencia en el traslado de las mercancías (de las materias primas y de los productos manufacturados) y más tarde de las personas,59 las cuales migran a las ciudades en busca de la sobrevivencia y el empleo. Si en el sistema de la producción capitalista el obrero vende su fuerza de trabajo como mercancía, la división del trabajo la convierte de manera unilateral en una destreza particularizada que consiste únicamente en el manejo de una herramienta parcial, ya que el manejo de la herramienta recae en la máquina: “se extingue, a la par del valor de uso, el valor de cambio de la fuerza de trabajo. El obrero se vuelve invendible, como el papel moneda puesto fuera de circulación. La parte de la clase trabajadora que la maquinaria transforma de esta suerte en población superflua, esto es, no directamente necesaria ya para la autovalorización del capital… inunda todos los ramos industriales… abate el precio de la fuerza de trabajo a menos de su valor”.60 Incrementándose en algunas de ellas la concentración poblacional. El capitalismo moderno que se desarrolló principalmente en las ciudades necesitó de una mayor intensidad en el uso de mano de obra, la cual en su mayoría provenía de trabajadores migrantes del campo y de los talleres quienes tenían una concepción diferente del trabajo y del uso del tiempo de la que necesitaba desarrollar e implementar el capitalismo moderno, por ello, los trabajadores vivían su situación con un violento contraste cultural. 55 Bernal, John, D., La ciencia en la historia, Ob. Cit. y La ciencia en nuestro tiempo, 3ª ed., UNAM-Nueva Imagen, México, 1979; y De Gortari, Eli, La ciencia en la historia de México, Grijalbo, México, 1979. 56 Se supone que en la actualidad estamos viviendo las implicaciones de la llamada tercera revolución industrial, aquella que tiene que ver con la informática, la robótica, la biotecnología, las tecnologías de comunicación, la metalmecánica. 57 A éste le preocupa la complejidad de las sociedades industriales a las que llama orgánicas, y en las que considera que es necesario establecer mecanismos que propicien la integración social y eviten la anomia social Cf. Durkheim, Emilio, La división del trabajo social, Colofón, México, 1986. 58 “La contraposición entre la ciudad y el campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada. Es la expresión más palmaria de la absorción del individuo por la división del trabajo, por una determinada actividad que le es impuesta, absorción que convierte a unos en limitados animales urbanos y a otros en limitados animales rústicos, reproduciendo diariamente este antagonismo de intereses. El trabajo vuelve a ser aquí lo fundamental, el poder sobre los individuos, y mientras exista este poder, tiene que existir necesariamente la propiedad privada. La abolición de la antítesis entre la ciudad y el campo es una de las primeras condiciones para la comunidad … La separación de la ciudad y el campo puede concebirse como la separación del capital y la propiedad sobre la tierra, como el comienzo de una existencia y de un desarrollo del capital, independientes de la propiedad territorial, de una propiedad basada solamente en el trabajo y en el intercambio” Marx, Karl y Federico Engels, La ideología alemana, Cultura Popular, México, 1957, p. 56. 59 Marx, Karl, Los manuscritos económico-filosóficos de 1844, Siglo XXI, México. 60 Marx, Karl, El capital, t. I, Vol. II, Siglo XXI, México, 1977, p. 525. 27 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA En este sentido, el ludismo61 enfrenta a los trabajadores con las formas capitalistas de organización y desarrollo de la producción, en donde las máquinas desplazan la mano de obra, la centralidad de las máquinas se encontraba referida no solamente en razón del aumento en la producción, reestructura los ritmos, es decir, la disciplina de la fábrica, los horarios y formas específicas de organizar ordenada y sistemáticamente el trabajo, etc. y, en consecuencia, en relación con las máquinas. Lo anterior implica también otra percepción del tiempo de las personas, su libertad y, en general, de sí mismas, las cuales resultan trastocadas y violentadas, sin embargo, finalmente son “adecuadas” en un proceso paulatino en el que se fueron imponiendo los tiempos y las formas del capitalismo moderno, el cual requería del disciplinamiento de la mano de obra para asegurar la eficacia y la eficiencia en la producción. El crecimiento demográfico provocó hacinamiento y deficiencias en los servicios en las ciudades, que no estaban preparadas para recibir grandes cantidades de población, por ejemplo, la deficiencia en el sistema de drenaje se reflejaba en problemas de salud pública y agravaba la calidad de vida en general, creando enfermedades, frustraciones, incluso suicidios, tema al que Durkheim se dedicó a estudiar para demostrar que contrariamente a lo que se había pensado, éste no era un acto íntimo e individual, sino que podía explicarse socialmente como una manifestación de la diversidad cultural; especialmente le interesaba el suicido anómico característico de las sociedades industrializadas, las cuales ubicaron en el centro de su preocupación fines utilitarios descuidando la calidad de vida de las personas, su integración social y la solidaridad que entre ellas debería existir. La crisis del antiguo régimen en la Revolución Francesa Antiguo régimen se le llama al periodo histórico francés que se desarrolla en el siglo XVII y termina con la Revolución Francesa en 1789. Al final del siglo XVIII en Francia se suma a la crisis social la crisis política, lo que posibilita finalmente el ascenso de la burguesía a posiciones hegemónicas que le permiten el control y ampliación del aparato productivo y del Estado, con lo cual sustituye a las inoperantes formas feudales, mediante una economía con rasgos capitalistas que aparece como próspera y pone en crisis al antiguo régimen feudal y sus instituciones políticas, económicas, sociales y religiosas. En el siglo XVIII, en Francia, se instrumentaron reformas de diversos tipos, dentro de las que destacan las reformas económicas de dicho periodo, ésta encontraron fuerte oposición entre las clases más poderosas representadas en la Asamblea Feudal (Estados Generales) ya que se encontraban inconformes, entre otras razones, por los déficit económicos acarreados por la intervención de Francia en la Guerra de Independencia Norteamericana. La constitución de la Asamblea, primero Nacional,62 luego Constituyente y, después, Legislativa, permite en el proceso, la transición de la Monarquía a la República, como formas “La destrucción masiva de máquinas que tuvo lugar –bajo el nombre de movimiento ludista- en los distritos manufactureros ingleses durante los primero 15 años del siglo XIX, a causa sobretodo de utilización del telar de vapor, ofreció al gobierno antijacobino… el pretexto para adoptar las más reaccionarías medidas de violencia. Se requirió tiempo y experiencia antes que el obrero distinguiera entre la maquinaria y su empleo capitalista, aprendiendo así a transferir sus ataques, antes dirigidos contra el mismo medio material de producción a la forma social de explotación de dicho medio”. Ibíd, pp. 3-522. 62 Extractaré algunas ideas relativas a la constitución de la Asamblea Nacional y sus implicaciones para el ascenso del capitalismo a través de lo que llama Marx las Revoluciones Burguesas: “Gracias al desarrollo económico y político de Francia desde 1789, la situación en París desde hace 50 años ha sido tal que no podía estallar en esta ciudad ninguna revolución que no asumiese enseguida un carácter proletario (con) sus propias reivindicaciones… después de cada revolución ganada por los obreros se llevara a cabo que nueva lucha que acababa con la derrota de estos, así sucedió por primera vez en 1848. Los burgueses liberales de la oposición parlamentaria celebraban banquetes abogando por una reforma electoral que había de garantizar la supremacía de su partido. Viéndose cada vez más obligados a apelar al pueblo en la lucha que sostenían con el gobierno, no tenían más remedio que tolerar que los sectores radicales y republicanos de la burguesía y de la pequeña burguesía tomasen poco a poco la delantera… tan pronto como los republicanos, que empuñaban el timón del gobierno sintieron que pisaban terreno un poco más firme, su primera aspiración fue desarmar a los obreros. Para lograrlo se les empujo a la insurrección de junio de 1848… después de cinco días de lucha los obreros sucumbieron… si el proletariado no estaba todavía en condiciones de gobernar a Francia, la burguesía ya no podía seguir gobernándola… sus discordias intestinas permitieron al aventurero Luis Bonaparte apoderarse de todos los puestos de mando –Ejército, Policía, aparato administrativo- y hacer saltar el 2 de diciembre de 1851, el último valuarte de la burguesía: La Asamblea Nacional. Así comenzó el Segundo Imperio, la explotación de Francia por una cuadrilla de aventureros políticos y financieros, pero también al mismo tiempo un desarrollo industrial como jamás hubiera podido 61 28 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA diferenciadas de relación con la sociedad y el capital. Así, después de años de movimientos políticos y sociales, la nueva República Francesa triunfa; y con ella la perspectiva reformista que pretende restablecer la paz y la seguridad para el desarrollo del capital (verdadero triunfante en este proceso), bajo el lema: Libertad, igualdad y fraternidad. Este lema, que le ha dado aliento desde entonces al nuevo orden económico y el cual ha servido como aglutinador y convocante para diferentes actores sociales, quienes teniendo la expectativa del mejoramiento de su calidad de vida como una necesidad presente en la vida cotidiana de un sector que desde el periodo de la Revolución Francesa es convocado y utilizado constantemente y nombrado como pueblo. Con este concepto se da el surgimiento del discurso jacobino populista, arengando al beneficio del pueblo, mismo que es criticado por Marx, subrayando que estos movimientos, que él estudia detenidamente en las llamadas Revoluciones Románticas (1848-1852), constituyeron finalmente una revolución burguesa.63 Muchas fueron las interpretaciones que se plantearon respecto de las implicaciones de los procesos antes mencionados para el desarrollo de la sociedad; algunas de ellas expuestas por distintos personajes desde diferentes posiciones teóricas y políticas: Saint-Simon, Quetelet, Comte, Litre, Spencer, Babeuf, Fourier, Proudon, Owen, Marx, Engels, etc. Dentro de los planteamientos realizados por el ala revolucionaria, en la cual se encontraban, lógicamente, Marx, Engels, Proudon, etc., implicaban la posibilidad de formación de una sociedad, la socialista, como alternativa a la construcción de la sociedad capitalista. Obviamente, fueron sólo unos cuantos de ellos los que perduraron en esa posición. La tendencia generalizada dentro de la sociedad vinculó a la reforma con las posibilidades de instrumentación del cambio y, por lo mismo, descalificó a la revolución como alternativa, además de que con el tiempo muchos de los autores que se encontraban en el ala revolucionaria, pasaron a engrosar las filas del ala reformista. La independencia de las trece colonias y la formación de los Estados Unidos de América En el último tercio del siglo XVIII trascendió, a nivel mundial, la independencia del territorio norteamericano de la colonización del imperio británico, territorio que se disputaba —como potencia— con Francia. Las ideas de la Ilustración estaban presentes en Estados Unidos, con el sello de la influencia de las teorías de Locke y de los enciclopedistas franceses, entre sus más asiduos lectores estaban Franklin, Jefferson y Washington, además de un grupo creciente de abogados e intelectuales que representaban a los burgueses en el Norte y en el Sur, a los prósperos dueños de las plantaciones.64 Estos actores sociales manifestaron su inconformidad con la corona británica, por no tener participación en la toma de decisiones que, lógicamente, impactaban a la sociedad en su conjunto, especialmente a los productores, con ello se generalizaron las protestas contra el Imperio en todo el territorio ocupado por las Trece Colonias. Los colonos buscaban una declaración de derechos en donde ratificaran sus principios y derechos políticos para intervenir en la toma de decisiones. Los colonos, querían intervenir, por ejemplo, en la asignación de los impuestos, renunciando decididamente a la contribución fiscal para el mantenimiento del ejército en tiempos de paz, demanda que no es aceptada por la Metrópoli por lo que, consecuentemente, los colonos acordaron proclamar la separación de las Trece Colonias de la colonia británica, declarando su Independencia en 1776, siendo redactada en lo fundamental por Jefferson. concebirse bajo el sistema mezquino y asustadizo de Luis Felipe”. Marx, Karl, La guerra civil en Francia, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, pp. 4-7. 63 Marx, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973. 64 Olson, Keyth W. et. al., Reseña de la historia de los Estados Unidos, ACI, Berkeley, Cal., s/f. 29 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA A través de ésta Declaración de Independencia, recuperan los principios promovidos por la Ilustración, argumentando la legitimidad de la Independencia en las Leyes de la Naturaleza y en las Verdades de la Razón lo cual implicaría el reconocimiento de la igualdad de los hombres ante Dios y la posesión de derechos inalienables, a la vida, la libertad, incluso para derrocar al poder que obstaculizara la consecución de estos fines. Esta declaración de Independencia plantea la guerra a Inglaterra, y en ella interviene Francia apoyando a los norteamericanos para restar a Inglaterra su influencia colonial y, por supuesto, aumentar su presencia en el territorio. En la contienda por la Independencia participan los republicanos, quienes postulaban la idea de un gobierno central fuerte, y los federalistas, quienes promovieron la independencia política y administrativa de los Estados, ambas posturas establecieron un acuerdo plasmado en la Constitución de 1787, la primera en la que se conjugaban los principios de la naturaleza y la razón (ideas ilustradas) oponiéndose a la legitimidad del derecho divino y los privilegios absolutistas. Dos años más tarde, en 1789, entra en vigor esta Constitución, coincidiendo con la fecha en la que se produce en Francia la Revolución Francesa. Ambos movimientos sociales, económicos, políticos y, también, culturales posibilitarían la instauración de un nuevo orden económico y social de tipo capitalista, fincado en un discurso deudor de la Ilustración y, a la par, de vertiente liberal al cual le darían un largo aliento de reforma social que, incluso, ha trascendido hasta nuestro tiempo. En tal sentido, siendo la preocupación fundacional con Augusto Comte la Reforma de la Sociedad para evitar la Revolución Social, la cual es vislumbrada como la única solución posible por Carlos Marx, otro de los autores fundantes de las teorías acerca de la sociedad y ha quien la Sociología ha recuperado en su estudio como disciplina de conocimiento. Más tarde, Emilio Durkheim, en lo que puede considerarse como una refundación de la Sociología, reivindica la perspectiva de la Reforma como la única vía posible a la que debe orientarse el trabajo y el oficio de los sociólogos a los que, en esta segunda etapa, otorga un método (1897)65 para el estudio empírico de la sociedad tendiente a que éstos, mediante el conocimiento y el análisis de los social y usando las teorías y metodologías sociológicas ofrezcan respuestas pertinentes a la sociedad de su tiempo. La independencia de las colonias en América Latina A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX el liberalismo económico, específicamente, la intensificación del capitalismo en Europa se oponía a la continuación de las barreras que el imperialismo colonial66 imponía a la libre circulación de las mercancías, condición necesaria para la reproducción del capital. Esta necesidad de una nueva manera de producir, hacer circular las mercancías y, por lo tanto, de consumir, era traducida en un concepto: libertad, misma que era visualizada por las ideas económicas y políticas, tanto en los habitantes de las colonias como fuera de ellas, incluso en la misma España. A raíz del cambio de familia en la corona española, de la casa de los Habsburgo a los Borbones, quienes instrumentaron un conjunto de reformas administrativas y políticas para “modernizar” el imperio español bajo criterios de racionalidad vinculados a concepciones liberales, las cuales tenían la intención de favorecer el desarrollo de España como potencia; situación que fue vista de manera diferente por los colonos de América, que sintieron que eran objeto de un trato injusto, en la medida en que se empezaron a sentir un trato desigual, como 65 Durkheim, Emilio, Las reglas del método sociológico, Quinto Sol, México, s/f. Hobsbaum, Eric, y Pierre Vilar, La independencia de América Latina, Nueva Visión, Buenos Aires, 1973; Galeano, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI, México, 1983.. 66 30 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA “habitantes de una colonia”, así el cambio en las formas de administración implicaron la transformación de las relaciones existentes entre la Corona y las Colonias,67 mismas que posibilitaron, en el entrecruzamiento con otras coyunturas y circunstancias, tanto internas como externas, la posibilidad de plantearse la independencia como alternativa y posición política.68 Entre 1808 y 1824 el imperialismo colonial español perdió casi todas sus colonias en América, afectando la economía española que por tanto tiempo le permitió tener una supremacía económica en el continente europeo. La Independencia de las Trece Colonias en América significó, también, una fuerte influencia “regional”, no solamente por el logro de la independencia sino por todo lo que implicó su futuro a partir de ese momento, es decir, aparece como el típico “ejemplo continental” en el que después de la independencia deviene un gran crecimiento económico, una liberación del mercado, un desarrollo del capital y ampliación de la circulación de las mercancías (que paradójicamente benefició también a la misma Inglaterra), un proceso de expansión que no termina sino hasta la integración del país y la conquista del oeste.69 El desarrollo norteamericano, aparece entonces como ejemplo a seguir, ya que constituyó una guía para el resto de los países, pero también una afrenta para los países dominantes de la época debido a la competencia sobre los territorios: dentro del área latinoamericana, Francia conservó la Guyana y algunas islas del Caribe, pero quería algo más. ‘Sería contrario a nuestros intereses —declaró Napoleón III— que los Estados Unidos se apropien del Golfo de México y dominen la América del Sur’. De ahí nació la idea de una ‘América Latina Francesa’ cuyo fruto mayor fue la descabellada entronización de Maximiliano como emperador de México con el apoyo de las tropas francesas y las bendiciones del Papa. Francia tuvo que contentarse con una penetración cultural irradiada desde París, para sus ilusiones latinoamericanas. 70 De ahí la doctrina Monrroe y el Destino Manifiesto,71 que permitieron la consolidación de un proyecto que a la vuelta de un siglo se encontraba compitiendo con los países más desarrollados de su tiempo. Las diferentes situaciones, tanto de colonización como de administración llevaron a la conformación de posibilidades y proyectos distintos en América del Norte y del Sur o Latinoamérica, en esta última los grupos de poder no lograron consolidarse ni pudieron presentar un proyecto alternativo y aglutinador de los distintos sectores de población. Así, en el caso mexicano, por ejemplo, entre 1821 y 1867 “se sucedieron 27 presidentes y dos emperadores … 78 secretarios de Estado responsables de la enseñanza pública; se propusieron 12 proyectos educativos”,72 por lo que, se puede decir que, aunque hubo proyectos políticos visionarios e integradores a distintos niveles, por ejemplo, el de Simón Bolívar,73 y los de los liberales y los conservadores en el ámbito nacional en particular y latinoamericano en general. “Se aceptaron como objetivos la modernización política que tendía a la centralización del poder y a la recuperación de las funciones que la Corona había delegado en las corporaciones, el desarrollo económico y una recolección fiscal y eficiente … en general las reformas borbónicas, como ha afirmado David Brading, significaron una verdadera revolución en el gobierno. Para Horst Pietschmann, esa revolución contenía ‘los mismos principios del Estado liberal burgués decimonónico’, por lo que no es de extrañar que sirvieran de pauta a los políticos federalistas progresistas y puros durante las primeras décadas de la república” en Zoraida Vázquez, Josefina, Coord., Interpretaciones del siglo XVIII mexicano. El impacto de las reformas borbónicas, Nueva Imagen, México, 1991, p 12; Florescano Enrique e Isabel Gil Sánchez, “Las reformas borbónicas”, en Historia General de México, SEP-COLMEX, 1976. 68 Villoro, Luis, “La revolución de independencia”, en Historia General de México, SEP-COLMEX, 1976. 69 “En 1880 la producción industrial de Estados Unidos igualó a la de Inglaterra… en 1894 la producción de Estados Unidos logró duplicar la de Inglaterra” Gonzalez Casanova, Pablo, Imperialismo y revolución. Una introducción a la historia contemporánea de América Latina, Siglo XXI, México, 1983, pp. 15-16. 70 Llosa, Jorge Guillermo, Identidad histórica de América Latina, Ed. Diana, México, 1992, pp. 136-7. 71 Las intenciones de control territorial y económico eran advertidas desde Latinoamérica, por ejemplo, Simón Bolívar: “La América del Norte, siguiendo su conducta aritmética de negocios, aprovechará la ocasión de hacerse de las Floridas, de nuestra amistad y de un gran dominio de comercio” en Documentos, Casa de las Américas, La Habana, 1964, p. 90; Cf., también, Medina Castro, Manuel, Estados Unidos y América Latina, siglo XIX, La Habana, 1968. 72 Latapí Sarre, Pablo, El debate sobre los valores en la escuela mexicana, FCE, México, 2003, p. 14. 73 Simón Bolívar dice a Pedro Molina quien representó a Centroamérica en el Congreso de Panamá, en una carta fechada el 8 de abril de 1825: “Yo me lisonjeo con la idea halagüeña de ver muy pronto realizado en el Istmo el Congreso de las Naciones Americanas” (y un año más tarde a Pedro Gual Escandón, exgobernador de las provincias de Cartagena y Santa Martha): ”Convengo con usted en que la Asamblea de Panamá es absolutamente necesaria al bien y al reposo de la América, y tan penetrado estoy de esta verdad, que yo 67 31 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Eran tan difíciles las posibilidades de aglutinar a los distintos actores políticos y a los sectores de población que a lo largo del periodo se construye una imagen en la que impera la fragmentación y la necesidad de integración y, en consecuencia, se hace presente la idea de desarrollar el conocimiento científico que permita realizar tal tarea, más allá de las posiciones de los políticos en turno. En tal sentido, aunque las influencias del exterior se hiciesen presentes, ya fuesen éstas liberales, positivistas, conservadoras, tradicionalistas, etc., también internamente se iban constituyendo ideas, proyectos y necesidades, lo cual contradice la idea comúnmente aceptada de que todo absolutamente nos es importado. La necesidad de la sociología, así como de las ciencias sociales, fue visualizada y argumentada tanto en Europa como en América del Norte y del Sur; en el caso mexicano se puede mencionar como un antecesor del positivismo —incluso antes de que dicha corriente llegara al país por intermediación de Gabino Barreda— a José María Luis Mora quien ya hablaba de la necesidad de constituir el hombre positivo, el hombre moderno.74 desearía que esta Asamblea fuese permanente para que, sirviendo de árbitro en las diferencias que cada día han de suscitarse entre estados nuevos y vecinos, fuere el lazo que los uniese perpetuamente”. Ob. Cit., p. 251. 74 Hale, Charles A., El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, Siglo XXI, México, 1987; Mora, José María Luis, Obras Completas, T. I-III, SEP-Instituto Mora, 1986. 32 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA LOS INICIADORES DE LA SOCIOLOGÍA, SAINT-SIMON Y AUGUSTO COMTE75 David Mariscal Landín* 1. Introducción Después del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, surgieron distintos movimientos filosóficos a los que se conoce como “corrientes filosóficas del siglo XIX”, entre ellas se encuentran: el positivismo, el liberalismo, el utilitarismo, el idealismo, el tradicionalismo, el conservadurismo, el evolucionismo, el romanticismo, el anarquismo, el socialismo, el marxismo, el irracionalismo, el pragmatismo, el vitalismo, etc. Cada una de estas corrientes trató, en la medida de sus propias posibilidades, de brindar una interpretación de la realidad, es por eso que algunas de ellas se enfrentaron teóricamente contra otras al no coincidir sus interpretaciones y, en consecuencia pretendieron, a partir de sus argumentaciones y de la manera más decidida posible, imponerse a sus oponentes teóricos. La construcción de las comunidades científicas, de las que habló Thomas S. Kuhn,76 operaron en todas sus dimensiones constituyendo grupos de apoyo y, a la par, de oposición, en la medida en que entre algunas de ellas se compartían, más con unas de ellas que con otras, similares o cercanas visiones respecto del mundo y la realidad, a la par que intereses como actores sociales y dentro de las comunidades científicas, hubo algunas otras con las que no compartían nada y con las que, en consecuencia, no se vincularon. Esta interpretación, sin embargo, no estaría completa si no se considera la dinámica interior en la comunidad científica en el proceso de construcción de las imágenes que comparten los individuos del mismo grupo y los procesos de modificación a los que se enfrentaron en dicha construcción, desde su interior, con el tiempo y las posibles modificaciones en la perspectiva de análisis. En este sentido, la construcción de esas visiones genéricas y paradigmáticas que tendrán como intención el entrelazar subjetivamente y a partir de la creación de identidades a los que comparten dicho paradigma no deben verse, en ningún caso, como un proceso ya definido desde un principio, o como si en su interior no hubiese contratiempos y disputas y, mucho menos, como si fuese algo estático; antes bien y por el contrario, debe verse cómo se da dicho proceso de construcción y cuáles son las perspectivas que al interior del grupo se gestan y que repercuten, necesariamente, en el proceso de construcción de la intersubjetividad compartida (el paradigma) y las luchas que en su interior se desarrollan. Utilizaremos este esquema de interpretación para abordar, de manera muy breve y esquemática, la construcción del positivismo como corriente filosófica del siglo XIX, compartida obviamente por los positivistas,77 y que se manifiesta, en sus orígenes, en los procesos de construcción del propio campo disciplinar de la sociología, es decir, abordaremos parte de la disputa sobre la constitución inicial y fundacional de la sociología al tratar brevemente a los 75 Una primera versión del presente artículo se elaboró para los Cuadernos de Trabajo de la Academia de Sociología en mayo del 2001, con base en el acuerdo y la intención de que los docentes del Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) generásemos materiales didácticos y de apoyo para los alumnos de esta materia. * Docente del programa de Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 76 Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, Breviarios Núm. 213, FCE, 5ª Reimpresión, México, 1982. 77 El positivismo se constituyó como un movimiento de amplias dimensiones que rebasó el estrecho margen brindado por el territorio europeo e incluso se manifestó en la creación de grupos de interés y sectas no sólo en Europa sino también en América Latina. Sobre su importancia e impacto en América Latina, y en especial en México, nos referiremos al final de este apartado. 33 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA reconocidos como sus iniciadores: Saint-Simon y Augusto Comte.78 Así, tanto en los orígenes del movimiento positivista como en el de la sociología como ciencia social —e incluso, aunque parcialmente, pues uno como propiciador y otro como opositor, en el del socialismo— se encuentran Saint-Simon y August Comte como precursores. 2. Crisis, conocimiento positivo y orden social Saint-Simon (1760-1825) fue un actor participante en la política de su tiempo, hijo de un noble y educado por tutores particulares, entre los que se encontraban algunos de los enciclopedistas D’lambert, participó en la revolución de independencia de Estados Unidos, apoyó parcialmente los cambios introducidos por la Revolución Francesa y renunció a su título nobiliario, se le acusó de enriquecimiento ilícito y fue arrestado en 1793 y un año después liberado. Al retirarse definitivamente de la política, se dedicó a escribir y viajar. En 1816 apareció el primer número de L’Industrie, apoyado por industriales y banqueros. En 1817 entabló relación, laboral y de amistad, con Augusto Comte, la cual duró hasta 1824 un año antes de su muerte. Augusto Comte (1798-1857) nació en el seno de una familia de fervientes católicos, estudió en la Escuela Politécnica de 1814 a 1816, periodo en el que compartió los deseos y aspiraciones de la nueva élite educativa interesada en el desarrollo científico bajo el proyecto napoleónico, y del cual fue expulsado en el periodo en que se reorganizaba el periodo de la restauración. En agosto de 1817 entabló relación como secretario de Saint-Simon, con el cual rompió en 1824 por diferencias respecto de la paternidad sobre las ideas por ellos esbozadas, Comte nunca obtuvo un puesto académico reconocido en alguna institución, por lo cual su Curso de Filosofía Positiva lo ofreció a partir de lecciones privadas, con las cuales produjo su obra fundamental (1830-1842), y dejó su curso en 1842, dos años después conoció a Clotilde de Vaux, de la cual se enamoró y, se supone, lo animó a presentar su vuelco hacia la Religión de la Humanidad. Comte murió en 1857. Como se ve, tanto Saint-Simon como Comte, compartieron un mundo convulsionado por rápidas y pronunciadas transformaciones (la Revolución Industrial, la revolución de independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa, la constitución del Imperio Napoleónico, y la Restauración y las revoluciones de independencia de América Latina; Comte vivió también, las revoluciones románticas y la constitución del Segundo Imperio), situaciones de crisis en las que se enfrentaron diferentes actores sociales con distintos intereses. Ambos identificaron que la sociedad transitaba por un periodo de crisis y definición que demandaba la necesaria participación de los actores, sobre todo de aquellos que identificaban como mejor ubicados en relación con las tendencias de evolución y cambio de la sociedad que ellos identificaron, es decir, continuadores de la idea de progreso en la sociedad, consideraban ambos que había fundamentalmente dos posturas encontradas respecto de la sociedad, los que obstaculizaban el progreso (los nobles, los burócratas vinculados al poder, los militares, etc. en el caso de Saint-Simon, y las posturas conservadoras y, también en cierto sentido, las liberales, en el caso de Augusto Comte) y aquellos que lo propiciaban (los científicos, los industriales y los trabajadores en el caso de Saint-Simon, y los industriales y los científicos —fundamentalmente los sociólogos— en el caso de Comte). 78 Intentar clasificar a Claude Henry de Rouvroy, conde de Saint-Simon, y a Augusto Comte como fundadores del positivismo puede resultar una empresa problemática en la medida en que al primero se le ha clasificado, generalmente, como uno de los autores fundantes y fundamentales de los orígenes del movimiento filosófico del socialismo “utópico” –caracterización que hace Federico Engels (Cf. Del socialismo utópico al socialismo científico, Ed. Progreso, Moscú, 1973) para deslindar la postura de Carlos Marx y de él mismo, es decir, del socialismo “científico”, respecto de sus antecesores, en los que incluye a Saint-Simon-, por un lado, pero también se le puede ubicar como uno de los precursores fundamentales de la corriente filosófica del positivismo, por otro lado, al pretender que las diferentes clases de la sociedad convivieran armónicamente sobre bases positivas, idea que será desarrollada ampliamente por Augusto Comte quien fuera amigo y colaborador de Saint-Simon, del que después se distanció. Aquí consideraremos esta dificultad para clasificar a Saint-Simon como una ambigüedad y como una característica fundamental de su conceptualización y contribución al desarrollo de las conceptualizaciones sociales de la época, en la medida en que pueden considerarse ambos aspectos de su pensamiento en función de la lectura que de él hagamos, es decir: en función de que destaquemos, por un lado, su “socialismo humanitario y ‘utópico’” o, por otro, su sistema “industrialista”. 34 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Ambos pensaron que el conocimiento científico o positivo debería jugar un papel importante en la sociedad en la medida en que, por un lado, permitiría acabar con las situaciones de discusión y enfrentamiento entre las distintas clases sociales las cuales no necesariamente tenían el conocimiento y la preparación necesarias (sabiduría) y requerían se instruidas por los sabios de la época: los hombres de ciencia, los intelectuales y las personas preparadas, que facilitaría con ello el que otro grupo de interés con la preparación adecuada se hiciera cargo de la administración positiva de la cosa pública (Saint-Simon), los industriales son las personas indicadas, en este caso por Saint-Simon, ya que se supone que antes que nada habían triunfado primeramente en el mundo de los negocios y, en consecuencia, se encontraban mejor preparados para administrar los bienes públicos. Igual idea expresa Comte cuando manifiesta que el poder intelectual debe recaer en los científicos, fundamentalmente los sociólogos, y en los industriales, estos deberían ocupar los lugares que en otro tiempo correspondieron a la Iglesia y al Rey, generando con ello un proyecto de sociedad positiva, en la que el conocimiento de paso a realizaciones sociales con ese cariz. La política y el conocimiento son, para ambos, lugares centrales dentro de la reflexión y la práctica en cuanto que los consideran en su aspecto positivo, es decir, aparecen como las alternativas (la alternativa, porque tendrían que ir juntas) que tiene la sociedad para propiciar el desarrollo y el progreso de la misma en relación con su propia tendencia. Esto es, el conocimiento de las leyes del progreso social (las leyes de los tres estadios) nos ayudan a tomar partido y propiciar que los cambios en el interior de la sociedad se den de la manera más tranquila y pacífica posible, sin necesidad de volver a sufrir ninguna revolución social, puesto que se pueden realizar los cambios sociales que las revoluciones propician como parte del progreso de la sociedad de una manera insensible y reduciendo los costos sociales de los mismos, es decir, a partir de las reformas políticas. Por eso es que el conocimiento y la política aparecen tan importantes en las conceptualizaciones de ambos. Para ambos, el conocimiento aparece como necesario e indispensable para conocer la estructura de la sociedad, su funcionamiento y, en consecuencia, las posibilidades que tienen los actores sociales de participar en su cambio y transformación, es decir, el conocimiento aparece, en este sentido, como la base de la política y, en consecuencia, de la reforma como oposición a la revolución. Así, la reforma implica el reconocimiento de que la posibilidad del cambio no tiene porque representar una situación dolorosa y costosa en términos sociales, tal y como lo han manifestado todas las revoluciones que se han vivido en el periodo. El (restablecimiento) del orden social aparece, para los dos, como una cuestión prioritaria en la medida en que consideran que es la única posibilidad de salir de la crisis en la que la sociedad se encuentra en ese momento, para ello necesitan involucrarse los actores que más pueden hacer por la sociedad, fundamentalmente, las personas vinculadas al capital (los industriales, banqueros, comerciantes, etc.). Es importante señalar de manera especial que, respecto de este punto y en el caso específico de Comte, esta situación se dimensiona hasta alcanzar a Europa entera, pues él propugna el establecimiento de un paneuropeísmo como proyecto político a desarrollar y la alternativa que encuentra para realizarlo tiene que ver con lo que se ha dado en llamar su sociocentrismo. Este le asigna a la educación y al conocimiento científico un lugar estratégico ya que para Comte las disputas en la sociedad se deben a las diferentes ideologías (creencias) que cada uno de los actores sociales tiene, porque a partir de su posición ideológica cada uno de los actores sociales privilegia su posición dentro de la sociedad sin considerar la situación de los otros; desde la perspectiva de Comte no considera lo que es, sino lo que debería ser, desde el punto de vista de cada uno de los actores, lo que implicaba necesariamente que los hombres no se pudiesen poner de acuerdo porque cada uno de ellos privilegiaba su situación. La ciencia y el conocimiento positivo de las cosas mostrarían, por el contrario, lo que es, superando la particularidad de la mirada de los actores y, por consiguiente, nadie podría dudar de ello o 35 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ponerlo en cuestión. Así, la ciencia evitaría las posiciones ideológicas y los consecuentes enfrentamientos, lo que posibilitaría que la interacción entre las clases sociales fuese de armonía al interior de la sociedad, porque cada una de ellas cumpliría con su cometido y recibiría lo que le corresponde. Es por lo anterior que, según Comte, la instrucción debería tener una base científica, lo mismo que la política, para que fuese incuestionable. Por otro lado, esta misma situación que tiene su asiento en el conocimiento científico le asigna un nuevo papel a la filosofía dentro de la sociedad. Esta ya no podía continuar siendo una empresa especulativa de los filósofos, sino que se realizaría a partir de los resultados obtenidos por las ciencias, tanto de las naturales como de las sociales, y consistiría en una una síntesis del conocimiento científico hasta ese momento alcanzado. Respecto de la importancia social del conocimiento y el trabajo (aunque habría que decir, también, del poder) Saint-Simon planteaba (como supuesto) que si la nación perdiese a sus científicos, sabios, artistas, ingenieros, constructores, banqueros, industriales, agricultores, trabajadores y artesanos sería una pérdida irreparable para la nación; en cambio si perdiese a los miembros de la nobleza, a los oficiales de la corona, a los ministros y consejeros de Estado, a los magistrados, mariscales, cardenales, arzobispos, obispos, vicarios, canónigos, prefectos, empleados jueces y propietarios nobles lo que sucedería sería una pérdida que acarrearía una aflicción sentimental pero nunca un descalabro para la nación. El conocimiento, en síntesis, podría propiciar el desarrollo y progreso de la sociedad y podría eliminar o, al menos, limitar las implicaciones negativas de los cambios y, fundamentalmente, reducir su costo social. 3. Continuidad y ruptura del positivismo A continuación me gustaría destacar la idea de que, en principio, la construcción de las visiones sobre la sociedad (las teorías, los paradigmas) nunca son un producto debido exclusivamente a una persona nada más, antes bien, siempre son construcciones sociales enmarcadas en contextos sociales específicos, es decir, en la relación existente entre el hombre y su circunstancia. Es por ello que, abordar el planteamiento de la ruptura y el distanciamiento existente entre Saint-Simon y Comte implica considerar el problema desde una lógica en la que se considere, por un lado, la ruptura y, por otro, la continuidad de dicho proceso de construcción conceptual. Así, respecto del positivismo como corriente filosófica del siglo XIX conviene señalarlo como un proceso en el que no sólo estos dos autores tuvieron que ver, aunque, por otro lado, sea pertinente plantear en este caso qué es lo que cada uno de ellos aportó a dicho proceso. De esta suerte, la disputa por la paternidad de la conceptualización de la ley de los tres estadios, lo mismo que la importancia social del conocimiento y de la ciencia, o la fundación y el establecimiento de una ciencia de la conducta humana —a la que Saint-Simon llamaba psicología social y a la que Comte inicialmente quería llamar física social y que terminó llamando sociología porque Quequelet ya había denominado así al estudio que proponía y, desde el punto de vista de Comte esto hubiera desmeritado su aportación a la ciencia social al poder ser considerado como un seguidor de dicho autor antes que un autor original—, lo mismo que la importancia de la participación de los industriales o el establecimiento mismo del positivismo como corriente filosófica, deben ser considerados, antes bien, como elementos (ideas, conceptualizaciones, metáforas, proyectos, etc.) que se encuentran en la atmósfera de la época y que son socialmente construidas. De tal suerte que ideas que, parcialmente al menos, se le pueden atribuir a Saint-Simon —y habría que decir que también a otros más ya que, por ejemplo, la idea de la evolución o el progreso incesante de la sociedad se encuentra en otros autores, entre ellos en Turgot, Condorcet, Montesquie y en muchos otros más, todos ellos pensadores o intelectuales del siglo XVIII—, y 36 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA de la que, evidentemente, la ley de los tres estadios no es sino un momento dentro del proceso de formulación y el afinamiento gradual dentro del desarrollo propio de construcción y maduración social de las ideas. El plantear la continuidad y la ruptura del pensamiento en términos histórico sociales nos lleva a ver los aportes que los individuos han hecho al conocimiento y a la ciencia como un proceso que se va enriqueciendo en términos sociales y que, por lo mismo, no escapa a la construcción social y de poder en la que se encuentran interactuando los individuos dichos individuos. Así, temporalmente pero no de la misma manera, los planteamientos realizados por SaintSimon son anteriores a los de Comte, pero éstos, los planteamientos que hace Comte, no son derivados nada más de los que hace Saint-Simon. Ello implicaría reconocer que Saint-Simon es un precursor del positivismo pero que su versión del mismo es diferente de la de Comte, al que socialmente se le reconoce la paternidad del mismo; y lo mismo puede decirse respecto de la sociología, en el sentido de que si bien Saint-Simon tuvo la perspicacia para considerar la necesidad de una ciencia de la conducta humana, no fue sino Comte el que acuñó y legitimó tal intencionalidad. Al respecto conviene señalar aquí que, por ejemplo, Durkheim atribuye la paternidad de la sociología a Saint-Simon antes que a Comte, incluso considera que éste último nada más esbozó la idea y la pretensión de la sociología como ciencia puesto que no logró trabajarla como tal, obviamente Durkheim se atribuye la tarea de haberle dado cuerpo científico a la sociología al plantear las reglas del método sociológico (Cf. Durkheim, Las reglas del método sociológico). 4. Implicaciones del positivismo Como hemos señalado, el positivismo como corriente filosófica se diseminó ampliamente en el mundo de ese entonces. Así, las ideas positivistas arribaron a América Latina, en general, y a México, en particular, en la segunda mitad del siglo XIX y tuvieron una buena acogida porque, como ya se planteó, eran parte de la atmósfera social de dicha época, ellas, se pude decir, literalmente flotaban en el ambiente. El planteamiento de la llegada de dichas ideas no debe entenderse como si a partir de su arribo empezáramos a problematizarnos en dichos términos la realidad, antes bien, debemos entender que en la atmósfera socio-cultural de ese momento se siente, se piensa y se actúa de una forma tal que dichas acciones encuentran su manifestación a partir de dichas ideas, es decir, ya hay un terreno social propicio para que las conceptualizaciones aterricen. Es por ello que, en el desarrollo del proceso social del pensamiento se encuentran precursores de dichas ideas antes de que éstas arriben, en relación con el positivismo se encuentra como precursor mexicano del mismo José María Luis Mora y otros autores de la época.79 Por otra parte, el arribo del positivismo en América Latina, fundamentalmente en México y en Brasil, no debe ser pensado como un proceso de calca de una idea, sino como un proceso de construcción social del mismo, esto es, la introducción del positivismo en México por Gabino Barrera se realizó en el marco de un contexto de lucha entre diferentes ideologías, la liberal y la conservadora, de tal suerte que cuando éste arriba entra en el terreno de lucha, entre liberales y conservadores, y se alía a las corrientes liberales, de las cuales se separa una vez que ha sido políticamente derrotado la corriente conservadora y que, en consecuencia, tiene que definir su posición en relación con la corriente liberal. Por otro lado, hay que considerar que el arribo del positivismo no se da nada más a partir de la vertiente abierta por Comte e impulsada por sus seguidores, sino que también se realiza a través de otras vertientes de la misma tradición pero con diferentes implicaciones, tales como la vertiente evolucionista encabezada por Herbert Spencer. 79 Zea, Leopoldo, El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia, FCE, 2ª Reimpresión, México, 1978. 37 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA De ahí que se puedan entender las divisas del positivismo, al menos para el caso de México, en relación con el contexto socio-histórico con el que interactúa, en este sentido, el lema tradicional del positivismo de Augusto Comte era: el amor como base, el orden como medio y el progreso como fin; el planteamiento que realizó Gabino Barreda en el tiempo de la Restauración de la República fue: la libertad como base, el orden como medio y el progreso como fin; Justo Sierra Méndez, en tiempos del Porfiriato, cambiaría el lema del positivismo haciéndolo interactuar con su momento: la paz como base, el orden como medio y el progreso como fin. Como se ve, en el desarrollo histórico de estos lemas del positivismo y su circunstancia, éste es una construcción social de sentido, la cual difícilmente se le puede atribuir la paternidad de la misma a alguien en especial o en particular, dado que incluso los autores que nombran son, en tanto que individuos de su tiempo, construcciones sociales. Tal vez la manifestación, y en consecuencia, el impacto más fuerte del positivismo en el caso específico de México se haya dejado sentir, además de en el Porfiriato como régimen, en la educación como institución social. En este sentido, no hay que olvidar que tanto Barreda como Justo Sierra Méndez tuvieron vínculos determinantes con el destino de la educación en el país y, por lo mismo, pensaron dentro del sociocentrismo de Comte en la posibilidad de acabar con las diferencias de concepción al establecer una educación basada en el conocimiento científico y en la posibilidad de construcción de una identidad nacional. Hemos de plantear por último que, aunque vivimos con un siglo y medio de diferencia de los planteamientos realizados por Augusto Comte y a poco más de un siglo de los realizados por los principales positivistas mexicanos, Gabino Barreda y Justo Sierra Méndez, y aunque vivimos tiempos de cambio y de pos-positivismo en la actualidad, hemos de reconocer que el positivismo forma parte de nuestra historia y no únicamente como historia pasada sino como presente latente y vivo en muchas manifestaciones. 38 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA UN SUEÑO (1803) Tomado de Graco Babeuf, Saint-Simon y otros. El socialismo anterior a Marx. Ed. Grijalbo, España, 1975. Saint-Simon Ya no soy joven; he observado y reflexionado bastante durante toda mi vida, y vuestra felicidad ha sido el objetivo perseguido en mis trabajos. He concebido un proyecto que creo ha de seros útil. Helo aquí: Abrid una suscripción ante la tumba de Newton; suscribíos todos sin distinción y con la suma que queráis. Que cada suscriptor nombre después a tres matemáticos, tres físicos, tres químicos, tres fisiólogos, tres literatos, tres pintores, tres músicos. Renovad todos los años la suscripción y el nombramiento, pero dejad que cada uno reelija con entera libertad a las mismas personas. Dividid el producto de la suscripción entre los tres matemáticos, los tres físicos, etc., que habrán obtenido mayor número de votos. Rogad al Presidente de la Real Sociedad de Londres que se haga cargo de lo recaudado en la suscripción de esa anualidad. En los años sucesivos, encargad esta honorable función a la persona que haya efectuado la suscripción más elevada. Exigid a los nombrados que no acepten más cargos, honores ni dinero que los vuestros, pero dejadles individualmente del todo libres para emplear sus energías como ellos prefieran. Los hombres de genio disfrutarán de una recompensa digna de ellos y de vosotros. Esta recompensa les pondrá en condiciones de adquirir cuantos medios necesiten para poder rendiros todos los servicios de que sean capaces. Este se convertirá en el objeto de la ambición de los espíritus más enérgicos, con lo cual os veréis libres de todo movimiento que pueda atentar contra vuestra tranquilidad. Con esta medida, facilitaréis los jefes indispensables a quienes trabajan por el progreso de vuestra condición espiritual; investiréis a estos jefes de una grandísima consideración y pondréis a su disposición una enorme fuerza financiera [...] ¿Es ésta una visión? ¿Es esto sólo un sueño? No lo sé; pero sí estoy seguro de haber experimentado las sensaciones que os estoy describiendo. Anoche oí estas palabras: Roma renunciará a la pretensión de ser el centro de mi Iglesia; el papa, los cardenales, los obispos y los sacerdotes dejarán de hablar en mi nombre; el hombre se avergonzará de la iniquidad cometida al haber dado a personas tan descomedidas como éstas el encargo de representarme. Yo había prohibido a Adán el establecer ninguna distinción entre el bien y el mal. Me desobedeció; lo eché del Paraíso, pero he dejado a sus descendientes un medio de aplacar mi cólera: el de procurar ahondar en el conocimiento del bien y del mal, para que yo vaya mejorando su suerte, hasta que llegue el día en que yo convierta la tierra en un Paraíso. Todos los fundadores de religiones recibieron de mis manos el poder, pero ellos no han comprendido bien las instrucciones que les di; todos ellos se han creído que yo les había infundido mi ciencia divina; su amor propio les ha inducido a trazar una línea de demarcación entre el bien y el mal, aún en los más mínimos actos del hombre, y todos ellos han olvidado la parte más importante de su misión, la de indicar a la mente humana el camino más breve para ir acercándose indefinidamente a mi divina providencia; todos ellos han dejado de recordar a los ministros de mis altares que yo les había de retirar el poder de hablar en mi nombre si dejaban de ser más sabios y prudentes que la grey que guiaban, y si se dejaban dominar por la apetencia del poder temporal. 39 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Sabed que he puesto a Newton80 a mi lado, que le he concedido la dirección de la inteligencia humana y la guía de los habitantes de todos los planetas. La asamblea de los veintiún elegidos por la humanidad81 llevará el nombre de Consejo de Newton. El Consejo de Newton me representará en la tierra; dividirá a la humanidad en cuatro grandes grupos, que se llamarán, respectivamente, grupo inglés, francés, alemán e italiano; cada una de estas divisiones dispondrá de un Consejo de composición idéntica a la del Consejo central. Cada individuo, sea de la parte que sea del globo, estará agregado a uno de los cuatro grupos, y votará por el Consejo central y por el de su grupo. Será admitida la suscripción de las mujeres. Estas podrán ser elegidas Después de su muerte, los fieles serán tratados de acuerdo con los méritos contraídos durante su vida. Los miembros del Consejo de grupo no entrarán en funciones hasta después de la oportuna autorización por el Consejo central. Este no admitirá a quienes no juzgue poseedores de los conocimientos más trascendentales, adquiridos en el sector por el cual han sido elegidos. Los habitantes de cualquier parte del globo, independientemente de su situación geográfica y de su magnitud, podrán, en cualquier momento, declararse sección de uno de los grupos y elegir un Consejo particular de Newton. Los miembros de este Consejo no podrán entrar en funciones mientras no hayan recibido la necesaria autorización del Consejo de grupo cerca del Consejo central; será igualmente necesaria la autorización de cada uno de los Consejos de sección cerca del Consejo de grupo. Estas diputaciones estarán compuestas de siete miembros, uno por clase. En todos los Consejos el nombramiento de presidente recaerá sobre el matemático que haya obtenido más votos. Todos los Consejos estarán divididos en dos sectores; el, primero de éstos estará integrado por las cuatro primeras clases y el segundo, por las tres últimas. Cuando se reúna separadamente el segundo sector, su presidencia recaerá sobre el literato que más votos haya obtenido. Cada Consejo hará construir un templo que contendrá un mausoleo en honor de Newton. Este templo estará dividido en dos partes; la que contenga el mausoleo estará magníficamente decorada por los mejores artistas; la otra será construida y dispuesta de manera que dé a los hombres una idea de la morada destinada, para toda la eternidad, a aquellos que causaron daño al progreso de las ciencias y de las artes. El primer sector regulará el culto interno del mausoleo. El segundo sector del Consejo regulará el culto externo; y lo regulará de forma tal que éste presente un espectáculo majestuoso y brillante. Serán rendidos honores a todos los servicios notables prestados a la humanidad, a todas las secciones que resulten ser de grandísima utilidad para la difusión de la fe. El pleno del Consejo propondrá los honores que han de ser concedidos. Para los miembros de los Consejos, así como para las personas nombradas por éstos, serán establecidos distintivos o emblemas. Dichos distintivos serán ideados de tal forma que lo mismo pueda ser o no ser exhibidos, según la voluntad de quienes tengan el derecho de llevarlos. Todo fiel que se halle establecido a una distancia de menos de una jornada de camino de un templo irá una vez al año al mausoleo de Newton, a través de un pasaje destinado a dicho tránsito. 80 Saint-Simon pensaba que para ser "filósofo" era necesario conocer las ciencias, especialmente la astronomía y la fisiología. Newton fue el ser humano que más hizo progresar la ciencia, basando toda la concepción del universo sobre la única ley experimental de la gravitación. De ahí que Saint-Simon hiciese de Newton el hombre más importante, lo pusiera en el centro de su nuevo culto y lo encumbrara hasta el punto de que las enseñanzas del filósofo inglés constituyeran la base de la nueva construcción social (Notas del texto). 81 Es decir, los tres matemáticos, los tres físicos, los tres químicos, los tres fisiólogos, los tres literatos, los tres pintores, los tres músicos de que antes se habló (Notas del texto). 40 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Los niños serán conducidos por sus padres al templo lo antes posible después de su nacimiento. Todo aquel que desobedezca este mandamiento será considerado enemigo de la religión de los fieles. Si Newton, para llevar a efecto mis preceptos, juzgara necesario transportar a otro planeta a un mortal que hubiera visitado su mausoleo, podrá hacerlo. En las cercanías del templo, se construirán talleres, fábricas y un colegio; todo el lujo estará reservado para el templo; los talleres, fábricas, colegio, las residencias de los miembros del Consejo, así como también las destinadas a alojar las diputaciones de otros Consejos, serán construidas y decoradas con sencillez. La biblioteca no dispondrá nunca más de quinientos volúmenes. Cada uno de los miembros del Consejo nombrará anualmente a cinco personas: 1. Un miembro adjunto, que tendrá derecho a tomar parte en las sesiones y a emitir su propio voto deliberativo, previa autorización del miembro que lo nombró. 2. Un ministro del culto, destinado a oficiar en las grandes ceremonias, elegido entre los quinientos suscriptores más capaces. 3. Una persona que por sus trabajos haya contribuido al avance de las ciencias y de las artes. 4. Una persona que haya efectuado útiles aplicaciones de las ciencias y de las artes. 5. Una persona a la que se quiera dar una prueba de afecto particular. Estos nombramientos no serán válidos en tanto no hayan sido aceptados por la mayoría del Consejo; tendrán lugar todos los años, y las personas en beneficio de las cuales hayan sido hechos no podrán ostentarlos más que por espacio de un año, si bien podrán ser, desde luego, reelegidas. El presidente de cada uno de todos los Consejos nombrará un guardián del territorio sagrado, el cual comprenderá el templo y sus anexos. El guardián del territorio sagrado estará encargado de su vigilancia y supervisión; será al mismo tiempo el tesorero, y administrará los desembolsos, pero actuando siempre de acuerdo con las órdenes que reciba del Consejo. Dicho guardián será elegido entre los cien suscriptores más importantes, y tendrá el derecho de tomar parte en las sesiones del Consejo. Su nombramiento no será válido hasta tanto no haya sido aprobado por la mayoría del Consejo. El Consejo central poseerá un instituto en cada grupo, y residirá, alternativamente, un año en cada uno de éstos. El fundador de esta religión será un hombre investido de gran poder. Tendrá el derecho, en recompensa, de formar parte de todos y cada uno de los Consejos, así como también el de presidirlos. Este derecho será vitalicio; y, a su muerte, será sepultado en la tumba de Newton. Todos los hombres trabajarán Estos serán considerados como trabajadores de una fábrica, y su trabajo tendrá por objeto el acercar la inteligencia humana a mi divina previsión. El Consejo central de Newton dirigirá los trabajos; hará todo lo posible por llegar a la plena comprensión de la gravitación universal: esta es la única ley a la que he sometido el universo. Todos los Consejos de Newton respetarán la línea de demarcación que separa el poder espiritual del temporal. Tan luego se hayan efectuado las elecciones para el Consejo central y para los Consejos de grupo, el azote de la guerra desaparecerá de Europa para no volver a aparecer nunca más. Sabe que los europeos son los hijos de Abel; sabe que el Asia y el África están habitados por los descendientes de Caín. Observa lo sanguinarios que son los africanos; nota la indolencia de los asiáticos; estos hombres impuros no han conseguido, en sus primeros esfuerzos, acercarse a mi divina previsión. Los europeos reunirán sus fuerzas y liberarán a sus hermanos griegos de la dominación de los turcos. El fundador de la religión será el comandante en jefe de los ejércitos de los fieles. Estos ejércitos impondrán la religión a los descendientes de Caín, y construirán sobre toda la tierra las obras necesarias para la seguridad de los miembros del Consejo de Newton en todos los viajes que éstos juzgaran oportuno realizar para el progreso del espíritu humano. 41 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Estuve durmiendo Al despertar, hallé todo cuanto acabáis de leer grabado, clara e indeleblemente, en mi memoria. 42 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA PARÁBOLA DE SAINT-SIMON (1819) Tomado de Graco Babeuf, Saint-Simon y otros. El socialismo anterior a Marx. Ed. Grijalbo, España, 1975. Saint-Simon Supongamos que Francia pierde, en un momento dado, sus cincuenta primeros físicos, sus cincuenta primeros químicos, sus cincuenta primeros fisiólogos, sus cincuenta primeros matemáticos, sus cincuenta primeros poetas, sus cincuenta primeros pintores, sus cincuenta primeros músicos, sus cincuenta primeros literatos, sus cincuenta primeros mecánicos, sus cincuenta primeros ingenieros civiles y militares, sus cincuenta primeros arquitectos, sus cincuenta primeros artificieros, sus cincuenta primeros médicos, sus cincuenta primeros cirujanos, sus cincuenta primeros farmacéuticos, sus cincuenta primeros marinos, sus cincuenta primeros relojeros, sus cincuenta primeros banqueros, sus doscientos primeros negociantes, sus seiscientos primeros cultivadores, sus cincuenta primeros maestros de taller, sus cincuenta primeros fabricantes de armas, sus cincuenta primeros curtidores, sus cincuenta primeros tintoreros, sus cincuenta primeros mineros, sus cincuenta primeros fabricantes de algodón, sus cincuenta primeros fabricantes de seda, sus cincuenta primeros fabricantes de lienzo, sus cincuenta primeros fabricantes de quincallería, sus cincuenta primeros fabricantes de mayólica y de porcelana, sus cincuenta primeros fabricantes de cristal y de vidrio, sus cincuenta primeros armadores, sus cincuenta primeras empresas de transportes, sus cincuenta primeros tipógrafos, sus cincuenta primeros grabadores, sus cincuenta primeros orfebres y otros trabajadores del metal, sus cincuenta primeros albañiles, sus cincuenta primeros carpinteros, sus cincuenta primeros ebanistas, sus cincuenta primeros herreros, sus cincuenta primeros forjadores, sus cincuenta primeros fundidores y otros centenares de personas de diversas y no especificadas condiciones, muy diestras en las ciencias, en las bellas artes y en los diferentes oficios, hasta llegar a totalizar los tres mil primeros sabios, artistas y artesanos de Francia.82 Estos hombres son los productores más necesarios para Francia; son los que suministran los bienes y artículos más importantes, los que dirigen los trabajos más útiles de la nación y los que hacen a ésta fecunda en las ciencias, en las bellas artes y en las profesiones y los oficios. Ellos son, verdaderamente, la flor y nata de la sociedad francesa; son los franceses más útiles a su país, los que le proporcionan la gloria mayor, los que más aceleran su civilización y su prosperidad. Si la nación perdiera a esos hombres, quedaría convertida en un cuerpo sin alma; caería, ipso facto, en un estado de inferioridad en relación con las naciones que con ella rivalizan y de las que sería una simple subalterna hasta tanto no hubiera conseguido reparar la pérdida sufrida. Francia tendría necesidad de toda una generación para poner remedio a semejante desventura. En realidad, los hombres que se distinguen, que sobresalen en los trabajos de utilidad positiva constituyen verdaderas excepciones, y sabido es que la naturaleza no es pródiga en excepciones, particularmente en las de este género. Pasemos a otro caso. Supongamos que Francia conserva todos sus hombres de genio, especializados en las ciencias, en las bellas artes, en las profesiones y los oficios y que, por el contrario, tiene la desgracia de perder, en un mismo día, a su Alteza el hermano del Rey, a monseñor el duque de Angulema, a monseñor el duque de Berry, a monseñor el duque de Orleáns, a monseñor el duque de Barbón, a la duquesa de Angulema, a la duquesa de Berry, a la duquesa de Borbón y a la señorita de Condé; que al mismo tiempo pierda a todos los altos cargos 82 Comúnmente, se da el nombre de artesanos únicamente a los simples trabajadores. Para evitar circunlocuciones, aplicamos esta denominación a cuantos se ocupan de productos materiales, es decir, los agricultores, los fabricantes, los comerciantes, los banqueros, juntamente con todos los empleados a su servicio. (Nota del autor). 43 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA de la corona, a todos los ministros, con o sin cartera, a todos los consejeros de Estado, a todos los refrendarios, a todos sus mariscales, a todos sus cardenales, arzobispos, obispos, vicarios generales y canónigos, a todos los prefectos y subprefectos, a todos los empleados de los ministerios, a todos los jueces y, por añadidura, a los diez mil propietarios más ricos, escogidos entre los que se dan una vida igual a la de los nobles. Semejante acontecimiento entristecería indudablemente a los franceses, porque éstos son gente buena y no permanecerían indiferentes ante la súbita desaparición de tan grande número de compatriotas. Mas esta pérdida de treinta mil individuos, los más importantes del Estado, sería solamente causa de un dolor puramente sentimental, porque ello no supondría ningún detrimento político para dicho Estado. Y ello, antes de todo, por el hecho de que resultaría bastante fácil reponer los cargos vacantes: existe un gran número de franceses capaces de ejercer las funciones de hermano del rey, tan bien como Su Alteza Real; muchos de ellos están lo suficientemente dotados como para ocupar los puestos de príncipe, tan dignamente como monseñor el duque de Angulema, como monseñor el duque de Orleáns, como monseñor el duque de Barbón; muchas francesas harían tan buenas princesas como la duquesa de Angulema, la duquesa de Berry, o las señoras de Orleáns, de Barbón y de Condé. Las antecámaras de palacio están llenas de cortesanos prontos a sustituir a los grandes oficiales de la corona; el ejército dispone de una gran cantidad de militares, tan buenos capitanes como nuestros mariscales actuales. ¡Cuántos sirvientes domésticos hay en nuestro país que valen tanto como nuestros ministros! ¡Cuántos administradores están en condiciones de gestionar los asuntos departamentales mejor que los prefectos y que los subprefectos que hoy ocupan tales cargos! ¡Cuántos abogados son tan buenos juristas como nuestros jueces! ¡Cuántos párrocos son tan capaces como nuestros cardenales, nuestros arzobispos, nuestros obispos, nuestros vicarios generales y nuestros canónigos! Y por lo que atañe a los diez mil propietarios que viven como los aristócratas, no cabe la menor duda de que sus herederos no necesitarían pasar por ningún previo aprendizaje para hacer los honores de la casa, en sus salones, tan cumplidamente como sus mayores. La prosperidad de Francia no puede ser determinada más que por efecto y como consecuencia del progreso de las ciencias, de las bellas artes y de las profesiones y oficios. Ahora bien, los príncipes, los grandes oficiales de la corona, los obispos, los mariscales de Francia, los prefectos y los propietarios ociosos no trabajan en absoluto para el progreso de las ciencias; no contribuyen a tal progreso, antes lo frenan, pues que se están esforzando en prolongar el predominio que hasta ahora han venido ejerciendo las teorías conjeturales83 sobre los conocimientos positivos; perjudican necesariamente la prosperidad de la nación al privar a los sabios, a los artistas y a los artesanos de la elevada consideración que legítimamente les es debida; son perjudiciales porque emplean sus medios pecuniarios de un modo no directamente útil para las ciencias, las bellas artes y las artes y oficios; son perjudiciales porque, anualmente, de los impuestos pagados por la nación, retiran la friolera de trescientos a cuatrocientos millones a título de estipendios, de pensiones, de gratificaciones, de indemnizaciones, etc., como pago de sus servicios, que, por otra parte, resultan absolutamente inútiles. Estos razonamientos ponen al descubierto el hecho más importante de la política actual; ofrecen una visual en la que se descubre, en toda su extensión y de un solo golpe de vista, dicho hecho; demuestran claramente, si bien de modo indirecto, que la organización social está muy lejos de ser perfecta, que los hombres se dejan todavía gobernar por la violencia y la astucia, que la especie humana, políticamente hablando, todavía se halla inmersa en la inmoralidad; toda vez que los sabios, los artistas y los artesanos, únicos seres humanos cuyo trabajo sea de positiva utilidad para la sociedad y cuyas obras no le cuestan a ésta casi nada, se han convertido en subordinados de los príncipes y demás gobernantes, los cuales no son sino unos empíricos más o 83 Para Saint-Simon, son teorías conjeturales todas las "metafísicas", es decir, las que no se basan en conocimientos científicos (Notas del texto). 44 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA menos ineptos; toda vez que los dispensadores de las consideraciones y demás recompensas nacionales no deben, por lo general, el predominio de que disfrutan más que a la circunstancia de su nacimiento, a la adulación, a la intriga o a cualquier otra acción poco honorable; toda vez que los encargados de administrar los asuntos públicos se reparten entre ellos, todos los años, la mitad de los impuestos, sin llegar a invertir un tercio de las contribuciones, del que no se apoderan personalmente, en cosas de utilidad para los administrados. Estas argumentaciones prueban que la sociedad actual representa verdaderamente la ruina y la perdición del mundo; porque las naciones han adoptado como principio básico el de que los pobres deben ser generosos para con los ricos, y que, en consecuencia, los menos acomodados deben privarse cotidianamente de una parte de lo necesario con el fin de incrementar lo superfluo de que disfrutan los grandes propietarios; porque los máximos culpables, los ladrones generales, los que desangran a la totalidad de los ciudadanos, sustrayéndoles anualmente de trescientos a cuatrocientos millones, tienen la misión de castigar los pequeños delitos contra la sociedad; porque la ignorancia, la superstición, la pereza y el gusto de los placeres caros constituyen el atributo de los jefes supremos de la sociedad, mientras que a las personas capaces, económicas y laboriosas sólo se les emplea en calidad de dependientes o de instrumentos; porque, en una palabra, en todos los tipos de actividad, los hombres incapaces tienen por misión el dirigir a las personas capaces; y, por lo que a la moralidad se refiere, los hombres más inmorales están llamados a educar en la virtud a los ciudadanos, y con relación a la justicia distributiva, los nombrados para castigar las faltas de los pequeños delincuentes son, precisamente, los grandes culpables. 45 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA EL PROGRESO DE LA CIVILIZACIÓN A TRAVÉS DE TRES ESTADIOS Tomado de Augusto Comte. Primeros ensayos. Traducción de F. Giner de los Ríos. FCE, México, 1942, reimpresión 1977. Augusto Comte Al progreso de la civilización lo rigen leyes La experiencia del pasado demuestra de la manera más decisiva que la marcha progresiva de la civilización sigue un curso natural e inevitable, que procede de la ley de la organización humana y que, a su vez, se convierte en ley suprema de todos los fenómenos prácticos. Es desde luego, imposible exponer con todo detalle en este lugar dicha ley, ni comprobarla históricamente, aún de la manera más breve. Sólo nos proponemos presentar algunas reflexiones sobre esta concepción fundamental. La primera reflexión señala la necesidad de suponer que existe dicha ley a fin de explicar los fenómenos políticos. Todos los individuos que poseen algún conocimiento de los principales hechos de la historia, sean las que sean sus concepciones históricas, estarán de acuerdo en que la parte culta de la especie humana, considerada en conjunto, ha progresado ininterrumpidamente en civilización desde los tiempos más remotos de la historia hasta nuestros días. En este enunciado, la palabra “civilización” comprende la organización social. No puede presentarse ninguna duda razonable sobre ese hecho fundamental en lo relativo a la época que se extiende desde el siglo XI hasta el momento presente, o en otras palabras, la época que se comienza con la introducción de las ciencias de observación en Europa por los árabes y la emancipación de las clases inferiores. Pero es igualmente irrebatible la verdad en lo que concierne a los tiempos anteriores. Los sabios están ahora convencidos de que las pretensiones de un conocimiento científico avanzado, formuladas en nombre de los antiguos por los literatos, carecen de toda base real. Es cosa demostrada que los árabes los superaron. Tal fue también el caso, aún más decididamente, en lo relativo a la industria, por lo menos en lo concerniente a todo lo que exige verdadero talento y no es resultado de meros accidentes. Aunque se piense que las bellas artes constituyen una excepción, su exclusión es susceptible de una explicación natural que dejaría en esencia intacta la proposición principal. Finalmente, en lo que respecta a la organización social, es perfectamente manifiesto que ésta, durante el mismo periodo, hizo los mayores progresos, debido a la introducción del cristianismo y la formación del sistema feudal, tan superior a la organización de Grecia y Roma. Es cierto, por lo tanto, que la civilización en todos sus aspectos ha hecho progresos constantes. Por otra parte, aunque rechacemos el desdeñoso espíritu tan ciego como injusto, introducido por la filosofía metafísica, no podemos dejar de advertir que, a consecuencia del estado de infancia que ha caracterizado hasta ahora a las especulaciones políticas, las combinaciones prácticas que han guiado hasta el presente a la civilización no siempre fueron las mejor adaptadas para promover su progreso, y con frecuencia más bien tendieron a impedirlo que a ayudarlo. Hubo épocas cuya principal actividad política tuvo un carácter puramente estacionario. Tales fueron en términos generales, las de los sistemas sociales en su decadencia; por ejemplo, la del emperador Juliano, la de Felipe II y la de los jesuitas y posteriormente la de Bonaparte. Tengamos en cuenta que, como ya se dijo, la organización social no regula la marcha de la civilización, sino que, por el contrario, es consecuencia de ésta. 46 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Curaciones frecuentes, efectuadas a pesar de un tratamiento manifiestamente erróneo, revelaron a los médicos la poderosa acción por la cual todos los seres vivos tienden espontáneamente a rectificar los desarreglos accidentales de su organización. Del mismo modo, el progreso de la civilización, no obstante las combinaciones políticas desfavorables, demuestra claramente que la civilización, está gobernada por una ley natural de progreso, independiente de todas las combinaciones, a las que domina. Si se negara este principio, para explicar ese hecho y comprender como ha podido ocurrir que la civilización, en vez de ser retrasada por los errores cometidos, se ha beneficiado de ellos casi invariablemente, solo podríamos recurrir a una guía sobrenatural directa y constante, a la manera de la política teológica. Finalmente, es oportuno observar que con excesiva frecuencia se han considerado desfavorables a la civilización acontecimientos que sólo aparentemente lo fueron. La causa principal de este error fue la insuficiente atención prestada, aún por las mejores inteligencias, a una ley esencial de los cuerpos organizados, que se aplican con la misma fuerza a la especie humana cuando actúa colectivamente que al individuo singular. Consiste en la necesidad de cierto grado de resistencia para que puedan desarrollarse plenamente todas las fuerzas. Pero esta observación no afecta de ningún modo a la consideración anterior. Pues, aunque se necesitan obstáculos para desarrollar las fuerzas, no las producen. La conclusión que se deduce de esta consideración fundamental se reforzará en forma notoria si tuviésemos en cuenta la notable identidad que puede observarse en el desarrollo de la civilización de diferentes naciones, entre las cuales no puede suponerse ninguna probabilidad de intercomunicación política. Dicha identidad sólo pudo producirse bajo el influjo de un progreso natural de la civilización, aplicable uniformemente a todas las naciones como resultante de las leyes fundamentales de la organización humana comunes a todas. Así, por ejemplo, las costumbres de los tiempos primitivos de Grecia, tal como las describe Homero, son casi idénticas a las que subsisten entre los pueblos salvajes de América del Norte. Así también, el feudalismo de los malayos se parece mucho al de Europa en el siglo XI. Es evidente que estos puntos de semejanza sólo pueden explicarse del modo arriba mencionado. Otra consideración evidenciara la existencia de una ley natural que rige el progreso de la civilización. Si, en conformidad con la opinión expuesta arriba, admitimos que cada etapa del orden social se deriva inevitablemente de la etapa de la civilización correspondiente, podemos prescindir en nuestras observaciones de este elemento complejo; los resultados a los que se llegue por los hechos restantes se aplicaran igualmente a la organización de la sociedad. Así, pues, reduciendo la cuestión a sus términos mas sencillos, resulta fácil advertir que la civilización sigue un curso determinado e invariable. Una filosofía que haría de este mundo un escenario de milagros exageró extraordinariamente el influjo de la casualidad, es decir, de causas aisladas, en los negocios humanos. Esta exageración es peculiarmente manifiesta en relación con las ciencias y las artes. Entre otros ejemplos notables, todo el mundo conoce la gran admiración que provoca aún en los espíritus más inteligentes la idea de que la ley de la gravitación universal le fue revelada a Newton por la caída de una manzana. Todo individuo sensible de nuestro tiempo admite que la casualidad desempeña solo un papel muy pequeño en los descubrimientos científicos e industriales, y que no es el principal agente en ningún descubrimiento que no sea insignificante. Pero a este error siguió otro que, aunque mucho menos racional en sí mismo, tiene, sin embargo, casi los mismos inconvenientes. La función de la casualidad ha sido transferida de la misma manera al genio. Esta explicación difícilmente explica en mejor forma la acción de la mente humana. La historia del saber humano demuestra claramente que todos nuestros trabajos en las ciencias y las artes están conectados de tal manera, ya en la misma generación o en generaciones sucesivas, que los descubrimientos de una época preparan los de la siguiente, así como aquellos fueron preparados por los de la época anterior. Se ha demostrado que el poder aislado del genio es mucho menor que el que se le atribuía. El individuo más justamente distinguido por grandes 47 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA descubrimientos casi siempre debe la mayor parte de su éxito a sus predecesores en el mismo camino. En una palabra, la mente humana sigue, en el desarrollo de las ciencias y las artes, un curso definido, que trasciende las mayores fuerzas intelectuales, que nacen, por decirlo así, sólo como instrumentos destinados a producir en el momento oportuno sucesivos descubrimientos. Limitando nuestras observaciones a las ciencias cuyo progreso podemos seguir más fácilmente desde tiempos remotos, vemos, en realidad, que su principal época histórica —es decir, su paso al estadio positivo a través del teólogo y el metafísico— está rigurosamente determinada. Esos tres estadios se suceden el uno al otro inevitablemente en un orden prescrito por la naturaleza de la mente humana. La transición de uno a otro tiene lugar de acuerdo con una sucesión de pasos que se parecen el uno al otro en todas las ciencias, y el genio más poderoso no puede dispensarse de pasar por ellos. Pasando de esta concepción general a las subdivisiones del estadio científico o definitivo, observamos la misma ley. Así, por ejemplo, el gran descubrimiento de la gravitación universal fue preparado por los trabajos de los astrónomos y los geómetras de los siglos XVI y XVII, principalmente por los de Kepler y Huygens. Fueron indispensables para su nacimiento, y con seguridad lo producirían más tarde o más temprano. Resulta, pues, de las observaciones precedentes, que la marcha elemental de la civilización está sometida indiscutiblemente a una ley natural e invariable que gobierna todas las divergencias humanas especiales. Pero como el estadio de la organización social sigue inevitablemente al de la civilización, la misma conclusión se aplica a la civilización, considerada en conjunto o en sus elementos. Las dos consideraciones enunciadas arriba, aunque insuficientes para suministrar una exposición completa de los progresos de la civilización, demuestran, no obstante, su realidad. Muestra la posibilidad de determinar con precisión todos sus atributos por la cuidadosa observación del pasado y de crear así una política positiva. Nuestra misión consiste después en fijar exactamente la finalidad práctica de esta ciencia y sus puntos generales de contacto con las necesidades de la sociedad en especial su conexión con el trabajo real de reorganización que tan imperiosamente exige el estado actual del cuerpo político. Para efectuar esto es necesario averiguar desde el comienzo los límites de toda verdadera acción política. La ley fundamental que rige el progreso natural de la civilización determina rigurosamente los estadios sucesivos por los que tienen que pasar el desenvolvimiento general de la especie humana. Por otra parte, esa ley es resultado inevitable de la tendencia instintiva de la especie humana a perfeccionarse. En consecuencia, es completamente independiente de nuestro control, como lo son los instintos individuales cuya combinación produce esa tendencia permanente. Puesto que ningún hecho conocido nos autoriza a creer que la organización humana esta propensa a sufrir una modificación fundamental, el progreso de la civilización que nace de ella es inalterable en lo esencial. Para decirlo con más precisión, ninguno de los pasos intermedios que prescribe puede ser evitado, y en realidad no puede darse ningún paso hacia atrás. Sin embargo, el progreso de la civilización es más o menos modificable y su rapidez puede variar dentro de ciertos límites por varias causas físicas y morales, que pueden calcularse. Entre tales causas figuran las combinaciones políticas. Solo en este sentido le es posible al hombre influir en la marcha de su civilización. Ley de los tres estadios Creo que la historia puede dividirse en tres grandes épocas o estadios de la civilización, cada uno de los cuales posee diferente carácter, espiritual y temporal. Abarcan la civilización a la vez en sus elementos componentes en su conjunto; lo cual... constituye evidentemente una condición indispensable de éxito. De estas tres épocas la primera es la teológica y militar. 48 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA En ese estadio de la sociedad, todas las concepciones teóricas, sean generales o especiales, llevan un sello sobrenatural. La imaginación predomina por completo sobre la facultad de observación a la que se le niega todo derecho a inquirir. De igual manera, todas las relaciones sociales, ya sean generales o especiales, son reconocidas exclusivamente militares. La sociedad hace de la conquista su única finalidad permanente. Las actividades industriales sólo se ejercen en la medida en que son necesarias para sostener a la especia humana. La esclavitud, pura y simple, de los productores, es la institución principal. Tal es el primer gran sistema social producido por el progreso material de la civilización. Existió en forma elemental desde el conjunto mismo de las sociedades regulares y permanentes. Sólo se estableció completamente en su integridad después de una larga serie de generaciones. La segunda época es la metafísica y jurídica. Su carácter general consiste en no poseer características bien definidas. Constituye un vínculo y es mixta y de transición. Se mantiene aún a la observación subordinada a la imaginación, pero se permite a la primera, dentro de ciertos límites, modificar a la segunda. Estos límites se amplían gradualmente hasta que, al fin, la observación conquista el derecho de investigar en todas direcciones. Al principio consigue ese derecho con referencia a todas las concepciones teóricas especiales, y gradualmente, por la fuerza del ejercicio, a las ideas teóricas generales, lo que constituye la terminación natural de la transición. Este periodo es de crítica y discusión. En los aspectos temporales, la industria se extiende más en esta segunda época sin adquirir todavía el predominio. En consecuencia, la sociedad no es ya francamente militar y todavía no se ha hecho abiertamente industrial, ni en sus elementos componentes ni en su conjunto. Cambian las relaciones sociales especiales. La esclavitud industrial ya no es directa; el productor, todavía esclavo, empieza a obtener algunos derechos en sus relaciones con los militares. La industria hace nuevos avances que finalmente dan por resultado la abolición total de la esclavitud individual. Después de esta emancipación, los productores aún siguen sometidos a una autoridad colectiva arbitraria. Sin embargo, las relaciones sociales generales no tardan en sufrir una modificación. Los dos objetivos de la actividad, la conquista y la producción, avanzan pari passu. Al principio la industria es favorecida y protegida como recurso militar. Después aumenta su importancia, y finalmente se considera y se practica sistemáticamente la guerra como un medio para favorecer a la industria, lo cual es la última fase del régimen intermedio. Finalmente, la tercera época es la de la ciencia y la industria. Todas las concepciones teóricas especiales se han vuelto positivas, y las concepciones generales tienden a lo mismo. En lo que respecta a las primeras, la observación predomina sobre la imaginación, mientras que, con referencia a las segundas, la observación destronó a la imaginación sin haber tomado aún su lugar. En los aspectos temporales, la industria llegó a predominar. Todas las relaciones especiales se han establecido gradualmente sobre bases industriales. La sociedad, considera colectivamente, tiende a organizarse de la misma manera, haciendo de la producción su objetivo único y constante. La última época terminó en lo que respecta a sus elementos componentes y empieza en lo que respecta al conjunto. Su punto directo de partida data de la introducción de las ciencias positivas en Europa por los árabes y de la emancipación de las ciencias humildes, es decir, hacia el siglo XI. A fin de evitar toda confusión en la aplicación de esta ley general, no debemos perder nunca de vista el hecho de que la civilización progresó necesariamente con referencia a los elementos espirituales y temporales antes de progresar en su conjunto. En consecuencia, las tres grandes sucesivas etapas comenzaron inevitablemente en cuanto a sus elementos antes de que empezaran en cuanto al conjunto, circunstancia que puede ocasionar alguna confusión si no hacemos una amplia concesión a esa diferencia inevitable. 49 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Tales son pues, las principales características de las tres épocas en que podemos dividir toda la historia de la civilización, desde los tiempos en que el estado social empezó a adquirir verdadera solidez hasta el tiempo presente. Más aventuro a someter a los sabios esta división primaria del pasado, que me parece que llena las condiciones esenciales de una buena clasificación del conjunto de los hechos políticos. 50 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA LA CONSTITUCIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES Y LOS PROBLEMAS EN LA INVESTIGACIÓN84 David Mariscal Landín y Ángela Estrada Guevara* Introducción Establecer límites entre disciplinas de estudio y campos del saber ha sido una práctica sistemática de la ciencia. Preguntarse por lo natural o lo social de una problemática aparece como una necesidad fundamental de cualesquier científico o investigador, sin embargo, esto en ocasiones resulta ocioso debido a que muchas de las problemáticas son naturales y también sociales. Los más graves problemas de contaminación del medio ambiente, por ejemplo, requieren de la participación de una gran cantidad de conocimientos de las ciencias naturales y de las ciencias sociales, sin embargo, pareciera ser que la necesidad de delimitar está relacionada con la posibilidad de intervenir, es decir, establecer los límites para la injerencia propia y del otro. La práctica de delimitación de los campos, del establecimiento en ocasiones artificioso de las fronteras se ha institucionalizado en el sistema escolar. ¿Qué se debe saber?, ¿qué resulta pertinente al campo?, ¿qué puede considerarse complementario?, ¿cuáles son los métodos y las técnicas propias y distintivas de ese campo del saber?, ¿cuáles los préstamos a otras y de otras disciplinas?, etc. Los curriculums tratan de resolver las interrogantes para que cada cual se concentre en su tarea. Siendo precisamente el sistema escolar donde necesariamente se refuerza la división disciplinar, ésta se ha ido complejizando; se divide por grandes campos del saber: el de las ciencias naturales, el de las ciencias sociales, el de las tecnologías y el del arte y las humanidades. Ocurre, además, la subdivisión al interior de esos macrocampos del conocimiento; refirámonos al de las ciencias sociales. Existen opiniones diversas acerca de cuáles disciplinas constituyen, propiamente, este campo; sin embargo, aquí nos interesa considerar las que han tenido una mayor relación con la sociología en su desarrollo, contemplamos, por tanto, a la economía, la psicología, la antropología, la historia y filosofía. A ésta última, al igual que a la sociología, les hemos dedicado un apartado y no nos referiremos aquí a ellas. Estas “hermanas” disciplinas han ido forjando su propio camino de manera particular y específica; sin embargo, han estado en contacto unas con otras, reconociendo su influencia en la constitución y desarrollo de los saberes; comparten, por lo tanto, varias características, mencionaremos sólo algunas: a. Su objeto de estudio se constituye a través del conocimiento de diferentes dimensiones de la vida de los seres humanos que viven en sociedades y grupos sociales diversos. b. Se interesan por aspectos específicos de la vida humana, sin embargo, en todas ellas está presentes, las relaciones que hay en ella, la temporalidad en la que ocurren, las interacciones entre sí y con el entorno. c. Observan, registran, interpretan y explican a los grupos sociales y o a los individuos y les interesa hacer públicos sus resultados, pues eso les otorga legitimidad y se supone 84 Una primera versión del presente trabajo se elaboró para los Cuadernos de Trabajo de la Academia de Sociología en mayo del 2001, con base en el acuerdo y la intención de que los docentes del Grupo de Introducción a la Sociología (GIS) generaran materiales didácticos y de apoyo para los alumnos de esta materia. * Docentes del Programa de Licenciatura en Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 51 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA que permite el desarrollo disciplinar mediante la acumulación y la circulación de un capital social construido. d. Han estado expuestas e impelidas a la demanda de objetividad, pues desde su nacimiento como campos del conocimiento se les ha refutado su cientificidad, especialmente en la temporalidad decimonónica en la que se inician o reafirman su constitución. Las hermanas disciplinas a las que nos hemos referido tiene en su haber fuertes cargas decimonónicas y llevan la marca de su tiempo. Seguida nos referiremos de manera breve, precisamente a este periodo de constitución. Después nos referiremos brevemente a los problemas que ellas enfrentan actualmente en la investigación social. La constitución de las ciencias sociales La economía Siendo consecuentes con lo planteado anteriormente hemos de decir que la economía, en cuanto reflexión, no surgió propiamente en la época moderna, aunque en ella se haya desarrollado, más bien, un cambio profundo en el sentido de su construcción y desarrollo, aquello que tiene que ver con su constitución como ciencia social precisamente. En este sentido, podemos decir que la economía como objeto de reflexión, es tan antigua como el pensamiento filosófico mismo, es decir, la economía ha sido, como los otros objetos de conocimiento, objeto de la reflexión filosófica, de tal forma que podemos señalar, en primera instancia que, la historia del pensamiento económico puede ser remontada hasta Grecia. En un intento de clasificación y periodización del pensamiento económico se podrían considerar las siguientes dos etapas, en función de sus características y temporalidades: la primera etapa, a la que denominamos, antigua, surge en Grecia propiamente, se desarrolla en el Imperio Romano y se extenderá hasta el fin de la Edad Media; la segunda etapa, inicia en el Renacimiento y se consolida en la época de la Ilustración, con el surgimiento propiamente de la economía como disciplina (científica) social, el acta de nacimiento de esta nueva forma de abordar la reflexión económica puede fecharse específicamente con la obra de Adam Smith, La riqueza de las naciones de 1776, lo que le otorga a éste un carácter fundador dentro de la tradición disciplinaria. El primer gran periodo de desarrollo, al que hemos denominado antiguo, se subdivide en dos subperiodos, uno vinculado a Grecia propiamente y, el otro, al Imperio Romano y puede ser llamado también (haciendo alusión a la finalidad social que persigue) idealista o espiritual; esto fundamentalmente en relación y contraste con el desarrollo posterior del pensamiento económico, el cual en su segunda etapa puede subdividirse en dos periodos, uno vinculado propiamente al Renacimiento y, otro, a la Ilustración, ambos comparten tendencias semejantes, y opuestas al anterior, las cuales tienden, en términos generales, al individualismo y al materialismo. El individualismo como movimiento filosófico tuvo un fuerte desarrollo a partir del desarrollo de la corriente filosófica del liberalismo, cuya principal premisa fue que lo que se considera valor es un bien personal, donde cada uno es el mejor juez de sí mismo y de sus acciones, obviamente esto limitaba el papel del Estado. Para los liberales el Estado es, fundamentalmente, un Estado Policía, ya que es, primordialmente, el garante de la propiedad (los bienes) y representa, también, la figura defensiva y de protección de los ciudadanos (los 52 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA individuos) aunque también deberá ocuparse, así lo suponían los liberales, de algunas otras funciones y trabajos públicos que fuesen necesarios para la sociedad y el capital. El materialismo como corriente filosófica tiene su asiento en la crítica a las filosofías idealistas, aquellas que van de Immanuel Kant a Georg W. Hegel, y en el siglo XIX tendrán dos grandes exponentes, el primero, Lwding Feuerbach, quien planteara una crítica al idealismo hegeliano desde una posición materialista, el segundo, Karl Marx, quien además de criticar el pensamiento filosófico hegeliano realizará una crítica a la economía de su tiempo, Adam Smith y David Ricardo, y cuestionará la justeza de la sociedad y, en consecuencia con su militancia, tratara de transformarla. La psicología El término psicología (cuyas raíces etimológicas son “psique”, “alma”, y “logos”, “ciencia”, “discurso”) fue inventado en el siglo XVI por Goclenius, un profesor de Marburgo y fue raramente usado antes del siglo XVIII, tiempo de la Ilustración y en el que adquiere un significado especial por dos consideraciones básicas: por un lado, la importancia que se le ha atribuido a la razón en la sociedad y, por otro lado, porque las ciencias sociales surgen vinculadas a una conceptualización de la sociedad que considera que ésta en sus orígenes remite a un pacto entre hombres libres e iguales, es la teoría del contractualismo, lo que implica la posibilidad de comprender la acción social y colectiva como resultado de la acción individual. De ahí que para los sociólogos, desde Augusto Comte en adelante, haya sido necesario diferenciar el campo y el objeto de conocimiento de la sociología, del de la psicología. Por otro lado, es conveniente señalar lo siguiente: a. Que aunque el término psicología no aparece sino hasta el siglo XVI hemos de reconocer que la problemática a la que hace referencia éste término no se puede limitar, ni mucho menos, a la temporalidad del mismo, sino que ésta lo trasciende, es decir, la problemática de referencia es anterior. Hemos de decir que ésta, como ya lo he señalado con anterioridad respecto de las otras, se remonta en sus orígenes a la antigüedad griega, y hace su primera aparición explícita en los poemas homéricos (La Iliada, la Odisea) en donde se hace referencia explícita a la “psique”, el alma. b. Que si bien el concepto de psicología aparece en el siglo XVI esto no significa que la misma adquiera, en términos modernos, su estatus y madurez como conocimiento científico, es decir, a partir de su aparición como concepto, por el contrario, el estatus y la madurez como conocimiento científico lo iría adquiriendo en un proceso en el que empieza a plantearse dentro de los cánones considerados y establecidos como válidos científicamente hablando. c. En relación con lo anterior podemos decir que, al igual que todas las ciencias sociales, uno de los grandes problemas que enfrentó la psicología en su proceso de construcción como ciencia social o, más bien habría que decir que, en su reconocimiento como ciencia social, fue, sin duda alguna, el enfrentarse con las tradiciones de pensamiento que fueron construyendo las visiones, correctas o no, de lo que significa (o debería significar) la ciencia como conocimiento, los criterios a los que debería estar sometida en su proceso de construcción y los requisitos que los resultados deberían llenar en cuanto a forma de conseguirlos, validación de los mismos, procedimientos, etc., etc., en fin, en cuanto a método. Estas tradiciones de pensamiento a las que nos referimos pueden ser ubicadas 53 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA dentro de la problemática de la explicación y la comprensión y, también, pueden ser referidas en función de los paradigmas: empírico-analítico o positivista, crítico o marxista, e interpretativo o hermenéutico. d. Ello llevó a los precursores y fundadores del pensamiento psicológico a intentar compaginar tanto su objeto de estudio como sus posibilidades de conocimiento con las consideraciones sociales de lo que se consideró, en su tiempo, como ciencia. Así, la idea de desarrollar una medición y tener una unidad de medida planteó una serie de problemas a los psicólogos, quienes desde Herbart (1776-1841) consideran que la psicología puede ser una ciencia exacta a la cual la matemática puede aplicársele o, como Wilwhelm Wundt, quien considera la ambición de constituir a la psicología como una ciencia experimental, autores con los que va cobrando importancia la psicología como conocimiento reconocido. La antropología Al igual que las otras ciencias sociales la antropología, como estudio del hombre, adquiere su estatuto de cientificidad en el transcurso del siglo XIX, en pleno auge del pensamiento filosófico del evolucionismo. Sin embargo, al igual que la reflexión de las demás ciencias sociales la antropológica tampoco inicia en el momento en que se problematiza o reconoce su cientificidad, de ésta podemos decir que es consustancial al ser humano, a su proceso reflexivo como toma de conciencia de sí mismo como hombre en relación con los otros, con los diferentes. En este sentido, el enfrentamiento con los otros, ha sido una constante en la historia de la humanidad, dado que todos somos otros para los otros, donde el nos-otros se construye a partir de un proceso de identificación y, en consecuencia y al mismo tiempo, de diferenciación o distinción con relación a los otros, aquellos con los que nos sentimos identificados y de los que formamos parte y aquellos de los que nos diferenciamos y de los que nos consideramos distintos o diferentes. En la historia más antigua de la antropología como saber, considerando su inicio en la Grecia antigua con Herodoto (quien es tomado en cuenta como el padre de la antropología y de la historia) y, posteriormente, con Tácito y los demás viajeros que también se enfrentaron a la diferencia de los otros y trataron de explicarla y comprenderla. Es en este sentido, que hay que considerar que la vinculación con el otro, por un lado, lo mismo que la necesidad de conocerlo para poder tratar con él (sobre todo en términos económicos y comerciales) hicieron de la antropología una necesidad y un saber problemáticamente vinculado al poder y que ha tenido momentos de desarrollo fundamentales cuando el mundo se ha ido expandiendo y cuando se ha entrado en contacto (choque) con el otro. Así, la ampliación del mundo Europeo con el mal llamado, descubrimiento de América, problematizó la relación que los individuos deberían de tener unos con otros. En aquellos años las problemáticas fundamentales del siglo XVI fueron, tanto en América Latina como en España en particular, y en Europa en general, 1) la de determinar la naturaleza de los indios, lo que lógicamente llevó a una nueva idea de hombre; 2) incorporar a los indígenas a la nueva cultura cuyo elemento fundamental era de carácter religioso; y, por último pero no menos importante, 3) el complejo conjunto de problemas jurídicos que suscitó la conquista y la colonización, empezando primeramente por el problema de la legitimidad de la soberanía española.85 Otros momentos de la antropología en su proceso de Gallegos Rocafull, José M., “La filosofía en México en los siglos XVI y XVII”, en Estudios de historia de la filosofía en México, 4ª ed., UNAM, México, 1985, pp. 93-120. 85 54 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA constitución como ciencia social pueden verse en el caso de Norte América en el proceso de expansión que desarrollaran las colonias independizadas en la conquista y colonización del oeste. Turgot y Condorcet, filósofos ilustrados, obviamente, junto con Darwin, son las principales fuentes de las cuales derivaron las caracterizaciones posteriores de la teoría de la evolución cultural, el primer paradigma o paradigma clásico de la antropología moderna en su proceso de construcción y constitución como ciencia moderna y cuyos máximos representantes fueron Lewis Henry Morgan en Estados Unidos y Eduard B. Taylor en Inglaterra. La historia Como el resto de las disciplinas que aspiran a la legitimidad social de su quehacer, la historia definió en su constitución su objeto de estudio al que de manera general ubica como el pasado. No es cuestión simple, sin embargo resolver ¿cómo acercarse al pasado? ¿Cómo entender el pasado? ¿Con que fuentes del pasado se reconstruye la historia? Más aún ¿puede reconstruirse la historia? Los investigadores del pasado, llamados historiadores han tenido que reflexionar sobre estas preguntas. En la historia, reconocen como fundador a Herodoto (V a.C.), al que se le atribuye el término. La tradición del siglo XIX en la ciencia positiva no exentó a la historia de su influencia; este método ha sido ampliamente aceptado, reivindicando la interpretación lineal del tiempo y asumiendo que los hechos históricos pueden ser reconstruidos, explicándose unos a otros. En esta perspectiva es posible dar cuenta de los hechos como realmente acontecidos, usando el método científico para verificar, sobre todo la autenticidad y originalidad de los documentos, elementos indispensables para la tarea del historiador como Ranke. Para Langlois y Seignobos, representantes de esta escuela en los documentos pueden encontrarse las huellas del pasado, las cuales constituyen su evidencia; sin ellos no hay historia pues no puede demostrarse su existencia; hacer un inventario general de los documentos históricos significa desde este punto de vista reconstruir la historia. No obstante la fuerte aceptación que tiene esta interpretación, la reflexiones epistemológicas sobre el pasado (sus huellas, fuentes, métodos, técnicas, etc.) siguen produciéndose. Los investigadores de este campo, historiadores ofrecen nuevas conceptualizaciones sobre el pasado; la más importante es la problematización de la historia como un acto de lectura de fuentes y de escritura (grafía), en donde la participación del sujeto investigador se reconoce como fundamental y no se pretende lograr interpretaciones totalizadoras o universalizantes. En la historiografía se reconoce que en última instancia lo que puede “reconstruirse”, son solo representaciones del pasado y no el pasado, es decir, únicamente escrituras de la historia. Nos hemos referido al periodo constitutivo por excelencia de las disciplinas con mayor cercanía a la sociología, abordaremos ahora algunos de los problemas que enfrentan las ciencias sociales para realizar investigaciones en su campo. Problemas relativos a la investigación en las ciencias sociales La investigación en ciencias sociales enfrenta hoy varios problemas; algunos de ellos datan solo de décadas atrás, otros más tienen un origen prácticamente fundacional. Para los propósitos de este escrito mencionaremos solo algunos de ellos. 55 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA 1) Los problemas recientes en la investigación social La escasez de recursos, para la investigación en ciencias sociales es parte de una problemática más general en la que se vive la carencia en distintas áreas de la vida social, por lo tanto se ha impuesto una lógica de racionalización de los recursos a nivel global y local y en el establecimiento de las prioridades, en las que se han adoptado criterios para la definición de estas, en los que la dimensión social se ha disminuido considerablemente, afectando tanto las políticas sociales locales, e internacionales, así como la asignación de recursos a las instituciones en las que se realiza investigación social. Ahora la tendencia es privilegiar la investigación en las ciencias duras: como la química, la física, la biología, las tecnologías, etc. En nuestro país, hace medio siglo las ciencias sociales gozaban de un importante apoyo para llevar a cabo investigaciones, programas como los de la CEPAL, incorporaban a investigadores sociales en sus proyectos, pero más tarde desaparecieron dichos programas, es cierto también que se cuestionó la eficiencia en la práctica de la investigación. Lo anterior tiene manifestaciones obvias no solamente en las instituciones de investigación y educación superior, donde se ha disminuido la investigación social, también se refleja en diferentes instituciones sociales en donde los investigadores realizaban sus estudios de investigación y aportaban en el conocimiento el diseño y la aplicación de programas de tipo social. 2) Los problemas fundacionales en la investigación social Los cuestionamientos sistemáticos a los que se han tenido que enfrentar los investigadores sociales, y por supuesto los de esta área en relación a la “falta de objetividad”, al resultarle imposible la verificación tal cual lo propone el método científico aplicado al campo de las ciencias naturales. Dichos cuestionamientos parten de la idea de que a las ciencias sociales les falta el estatuto de cientificidad, con el que se han legitimado las ciencias duras, esta interpretación hace abstracción de las diferencias cualitativas en relación a los objetos de estudio con los que tratan las ciencias naturales y las ciencias sociales, por lo que se pierde de vista que estas, no podrán aplicar el método científico tal cual se hace en las ciencias naturales, atendiendo precisamente a esta distinción entre los objetos de estudio. A esta cuestión nos referiremos más adelante. 3) Los problemas epistemológicos. Comparación entre ciencias naturales y sociales La diferencia en el tratamiento de los objetos de investigación en las ciencias naturales y las ciencias sociales, radica esencialmente en que las primeras buscan (y pueden hacerlo) el establecimiento de leyes generales, no así las ciencias sociales, las cuales aspiran a explicar y comprender como lo recomendaba Max Weber las acciones humanas en su intencionalidad, sin pretensiones de descubrimiento de verdades absolutas. Para las ciencias naturales es fundamental encontrar fórmulas y modelos explicativos que orienten hacia el descubrimiento del comportamiento regular de sus objetos de estudio; es decir, estas ciencias buscan la certeza en el diseño y aplicación de una fórmula probada (a la manera de si A + B → C). Aún así las “ciencias duras” encuentran sorpresas en la aplicación de sus fórmulas; sin embargo, es cierto que tienen un rango amplio de control sobre la identificación de los objetos de estudio, su tratamiento y proceso de investigación, realizada en muchas ocasiones ambientes con relativa estabilidad como los laboratorios. En ellos se pueden planear y tener un seguimiento sistemático en la observación, el registro y la experimentación; las pruebas en muchas ocasiones pueden repetirse una y otra vez con el fin de comprobar los resultados, pero sobre todo y esto deseamos subrayarlo pueden hacer un distanciamiento de los objetos que 56 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA estudian, ¿cuánto de esta seguridad y control sobre el objeto de estudio es posible obtener en la investigación social? 4) El problema del distanciamiento con el objeto-sujeto de estudio Aunque la realización de una investigación social ocurre en ambientes y espacios sociales donde existen condiciones relativas de regularidad, el objeto de estudio sin embargo, esta en constante movimiento y cambio, aunque esto no necesariamente es lo más distintivo ya que también ocurre en las ciencias naturales. La distinción más importante entre objetos de estudio (en ciencias sociales deberíamos llamarle objeto-sujeto), es precisamente la capacidad de interacción con el sujeto investigador, pues no olvidemos que se estudian acciones, relaciones humanas, etc.; en tal sentido el sujeto investigador es parte del sujeto-objeto que investiga, en ocasiones parte incluso de su grupo identitario, con códigos lingüísticos y simbólicos comunes u opuestos, incluso intereses, de tal manera que pudiese crearle un efecto de espejo, es decir, mirarse en él, y por lo tanto vulnerarse. Ahora invirtamos la pregunta: ¿En el campo de las ciencias naturales se puede tener una relación como la descrita, por ejemplo, con un elemento químico que se observa en un tubo de ensayo?, ¿es posible vulnerar el estado de ánimo en el tratamiento del molibdeno, el manganeso o el sílice? 5) Los problemas éticos y políticos Sería entonces incoherente no reconocer como honestamente lo han hecho muchos investigadores sociólogos la implicación con el objeto-sujeto de estudio, haciendo observable la dificultad para obtener una neutralidad valorativa; esto nos plantea problemas éticos respecto del trabajo de investigación de cualesquier científico social y del sociólogo en particular. W. Dilthey nos respondería que la implicación con el objeto de estudio no debería asumirse como un obstáculo, por el contrario, se debiese aceptar como una oportunidad pues aumenta nuestras posibilidades de comprensión de las personas y grupos sociales que estudiamos. Agregaríamos además que resultaría indispensable reflexionar sistemáticamente sobre nuestros pre juicios con la intención de explorarlos, y tratar en la medida de lo posible mantenerlos al margen en el proceso de investigación; además de situar el lugar social, epistemológico, etc. desde donde realizamos nuestro trabajo de investigación social. 6) Los problemas relativos a la invisibilización de los aportes de la investigación social Otro problema frecuente en la investigación social es que los resultados de ésta se vuelven invisibles por varias razones, mencionaremos dos: la primera, tiene que ver con los periodos de vigencia de los hallazgos que por lo general son cortos, sobre todo en sociedades con mayores grados de complejidad en donde los cambios ocurren de manera muy rápida, lo cual implicaría la necesidad de actualizar constantemente el conocimiento. Por otro lado las aportaciones que las ciencias sociales y la sociología en particular hacen a la sociedad, se incorporan casi inmediatamente, mediante el uso de conceptos, prácticas al conocimiento de la vida cotidiana, en no pocas ocasiones mediante la difusión de los medios de comunicación masiva de tal forma que ocurre una forma de invisibilización disciplinar y apropiación social del conocimiento, lo cual no es malo, por el contrario, muestra en todo caso la aplicación del conocimiento en la sociedad. 57 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA EL ESTADO ACTUAL DE LA INVESTIGACIÓN SOCIOLÓGICA EN MÉXICO Tomado de Estudios de teoría de la historia de la sociología en México. UNAM/UAM-A, México, 1995, pp. 205-214. Luis F. Aguilar Quisiera trazar un panorama de lo que he llamado la primera sociología mexicana, para hacer algunos comentarios en adelante sobre lo que podríamos llamar una segunda sociología mexicana en formación y tratar de identificar cuales son sus características principales, cuáles sus problemas y cuáles sus fallas. I La primera sociología mexicana se desarrolló en el seno de una sociedad remodelada por la Revolución, que comenzaba apenas a dar sus primeros pasos hacia la modernización y el mercado, en el marco de la Guerra Fría. Como la sociología europea del siglo diecinueve, la mexicana del veinte registró intelectual y también emocionalmente los sacudimientos del tránsito de una sociedad tradicional a una moderna con todo lo que este proceso de transformación implica: estado nacional, mercado capitalista, centralidad de la ciencia y tecnología, secularización de las costumbres, individualización y agudización de las desigualdades sociales. La primera sociología mexicana y sus autores se ubican en este escenario con el ánimo entusiasta o desilusionado de quien tiene una revolución social a sus espaldas y que observan además esperanzada o nerviosamente el jaque del socialismo a los Estados Unidos, el polémico referente del nacionalismo mexicano. Este transformo social inspirará las grandes decisiones teóricas y prácticas de la naciente disciplina mexicana. La primera sociología se caracteriza por ser el tiempo de la recepción teórica y el aprendizaje metodológico, por su proceso de institucionalización universitaria, por sus primeros acelerados pasos en la construcción de su identidad profesional, por la búsqueda de reconocimiento social y también, como se titula un libro de Charles Tilly, por su inclinación al estudio de “grandes estructuras, procesos amplios y comparaciones enormes”. Producto de su entorno tradicional en transformación, la sociología de esos años se entendió además como visión del mundo, valorativa, y no sólo factual, no sólo escolar. Por ello se involucró intensamente en actividades políticas y morales de emancipación y transformación social. En retrospectiva podríamos preguntarnos que le debemos a esa primera generación de sociólogos, y creo pertinente reconocer que le debemos tres cosas. Primero: el primer tramo sociológico se caracterizó por su trabajo de recepción teórica y metodología de clásicos y modernos, y por el esfuerzo de traducir intelectual y prácticamente las teorías y métodos a las condiciones mexicanas. Hay varios ensayos de gran calidad que plasman este erudito trabajo de recepción y traducción teórica y metodológica a la circunstancia mexicana. Por ello, muy frecuentemente, la primea sociología fue historia de ideas, investigaciones clarificadoras sobre los enfoques teóricos y métodos dominantes, más que una investigación de realidades. 58 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Segundo: el mérito de la primera generación fue introducir y practicar inéditamente, en nuestro medio, el oficio del sociólogo. Es decir, los sociólogos fundadores introdujeron y mostraron como se practicaba el oficio de la investigación sociológica genuina, rompiendo con las maneras entonces usuales de entender, explicar y criticar la realidad mexicana, maneras que provenían de los enfoques normativos del derecho o de la filosofía política y social, o que se apoyaban en las prácticas estándares de la investigación histórica mexicana, que solían ser fundamentalmente narrativa, con añadidos interpretativos sobre la ocurrencia y la concatenación de los hechos, pero con pobre control sobre la corrección de sus interpretaciones. En contraste, el aporte fundamental de la primera generación es haber mostrado qué significa y cómo se hace una investigación sociológica. Nos enseñaron cómo se lleva a cabo la búsqueda y el empleo riguroso de datos, cómo hay que plantear el problema y el objeto de estudio en el marco de una concepción mayor de la estructura, funcionamiento y conflictualidad del todo social; cómo se formulan las hipótesis explicativas y cómo se reúnen las evidencias contundentes o satisfactorias para probarlas. El mérito central de esta generación es haber emancipado la investigación sociológica del juridicismo y del historicismo y aquí, el trabajo “La democracia en México” de Pablo González Casanova fue señero. Hoy día, releyendo este trabajo, puede identificarse en él una polémica explícita contra los abordajes sesgados, improvisados y elusivos que en su acercamiento a los hechos sociales ponían en juego los que entonces se consideraban a sí mismos sociólogos y politólogos, pero que dejaban de lado la sustancia efectiva de las relaciones sociales, mezclando juicios normativos y factuales, con un tono ensayista quizá erudito y deslumbrante, pero pobre de factualidad depurada y probada. Obviamente hay notables excepciones que confirman la regla. Tercero: a mitad de los años setenta, esta práctica de investigación va a sufrir un proceso de ideologización y politización, cuya óptica arrojará sin duda buenos frutos en campos tales como la sociología rural y del trabajo, del movimiento obrero, de la sociología urbana y política, pero también productos ramplones, ideologizados y doctrinarios: declaraciones de principios más que análisis, aplicación automática del marco teórico a los hechos y, frecuentemente, valoración más que factualidad. Esta sobrecarga ideológica y politizada de la primera sociología mexicana en su última fase, involucrada en una gran variedad de causas y frentes, fue la que propició su agotamiento y desencanto. La llamada crisis del marxismo, que constituyó la referencia teórica dominante de los años setenta mexicanos, fue un episodio político e intelectual que nos sobrevino en medio de nuestra insatisfacción intelectual, agravándola. Para mí será siempre un enigma saber por qué el entusiasta marxismo mexicano se desplomó sin explicaciones, debates y precisiones. Fue un decreto de función, emotivo más que racional, a la carrera, sin una revisión crítica ciudadana y rigurosa. II Hacia los años ochenta comienza a perfilarse una segunda generación de sociólogos. Esta denotación de “segunda sociología”, mas que responder a una clasificación intelectual propiamente dicha, es una manera de decir lo que, en mí opinión, son los nuevos estilos, prácticas, énfasis y actitudes de la práctica profesional de la sociología. Esta generación de sociólogos empieza a producir y actuar en los años ochenta en condiciones muy adversas, derivadas de la crisis fiscal, administrativa y política del sistema mexicano, cuyas políticas de ajuste conllevaron el recorte drástico del gasto público en educación superior e investigación (particularmente en investigación social), a la vez que provocaron el desplome de los ingresos de las universidades y de los universitarios, con el resultado de interrumpir las oportunidades de formación en posgrados y romper los lazos de las comunidades científicas más o menos 59 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA constituidas. Se caracteriza además por el reflujo del sindicalismo universitario militante, la dispersión de los investigadores en variadas instituciones y también por los efectos que en la práctica de la investigación va a introducir la competencia por estímulos y prestaciones, centrada en la producción individual. Una segunda condición adversa de esta generación va a ser que inician sus exploraciones y ofrecen sus primeros productos en un clima de inestabilidad y hasta confusión teórico-metodológica, resultado de la asimilación apresurada de ciertas teorías y problemáticas, particularmente las del marxismo, con su posterior abandono. A la incertidumbre teórico-metodológica contribuyó también el proceso de institucionalización de la política de izquierda en México a finales de los años setenta y, sobre todo, el clima mundial teórico, político y cultural de la década de los años ochenta que hizo perder significado justamente al marxismo, a la socialdemocracia, al keynesianismo, al desarrollismo, al colectivismo, y que impulsará otras posiciones, provenientes de la filosofía y la política (neo) liberal, el individualismo metodológico, las tesis de la “elección racional” y el análisis microsociológico. Es decir, en este escenario los enfoques teórico-metodológicos se desplazaran internacionalmente hacia aquello que se ha ido denominando apresuradamente socioeconómicos, o sea, pensar la sociología bajo los supuestos de un individuo racional, libremente autoreferido, calculador, informado y acucioso de los costos y beneficios de su actuar e interrelacionarse social, orientado a fines propios más que a valores compartidos. Una tercera, en mi opinión, condición adversa en la que se va a mover esta segunda generación de sociólogos —y que, obviamente, se desprende de la crisis político-administrativa del sistema político mexicano y del cambio de clima político-cultural mundial—, es un abrupto giro en los objetos de estudio y en su procesamiento intelectual. Algunos temas y objetos de estudio pierden de golpe significación teórico-política y otros se convierten en temas de interés prioritario. Por ejemplo, temas como el proceso democrático (“transición”) y el sistema plural de partidos empiezan a ser un objeto de estudio no solo teóricamente desafiante, sino cultural y políticamente más significativo. Lo mismo puede decirse del interés por estudiar la emergencia de sectores y movimientos sociales nuevos (organizaciones ciudadanas, iglesias, empresarios, etcétera), sin inspirarse en el tradicional abordaje estructural de “clases sociales”. O bien la aparición del estudio de movimientos sociales regionales, como una defensa y alternativa teórica, política y cultural al centralismo uniformador. Figuran en el listado también los estudios sobre la pobreza. Creo que los sociólogos que trabajamos en los años setenta y la mitad de los ochenta, concentrados en ciertos objetos de estudio, de repente vimos como perdieron con rapidez su significación teórica, política y cultural. En su lugar emergen en el ánimo de la sociedad mexicana y en las prioridades de las comunidades científicas otros problemas, otros objetos de estudio y otras preocupaciones y abordajes. Es, en verdad, un cambio de época, con jóvenes sociólogos que ya no son hijos de la Revolución Mexicana ni de la Revolución Cubana o del 68, pero tampoco propagandistas dogmáticos del neoconservadurismo o del neoliberalismo. Son, tal vez, la generación de la crisis y del ajuste, con otro temple y otra mirada, con otro horizonte existencial e intelectual: el de la transición democrática, el de la globalización, el de la fragmentación de las identidades colectivas, el de la ciudadanía pública y de la vida privada, el de la pobreza, el de la sociedad civil, etcétera. III La actual situación de la sociología mexicana, a juzgar por ciertos indicadores —y me basaría en algunas investigaciones realizadas por el Sistema Nacional de Investigadores —, se sigue caracterizando por el predominio de los centros de investigación tradicionales, es decir, por los marcos teóricos, las problemáticas y los objetos de estudio que los investigadores que trabajan en esos centros, si no imponen, si hacen atractivos y canónicos para los demás. Estos centros de investigación tradicionales, hegemónicos, que en nuestro país son los que definen qué vale y qué no vale teórica y culturalmente en el estudio sociológico, siguen siendo obviamente la UNAM, el 60 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Colegio de México, la UAM-Azcapotzalco y, en la fila, el Colegio de la Frontera Norte y el Colegio de Michoacán. Si se quiere saber qué ocurre en la sociología mexicana y hacia dónde se dirige, deberíamos ir a preguntarle justamente a los grandes líderes institucionales que definen lo correcto e incorrecto, lo significativo o lo insignificante de la disciplina sociológica. Por otro lado, asistimos también a una expansión muy promisoria, aunque en este momento miscelánea, de centros de investigación alternativos que empiezan a desarrollarse con fuerza en ciertas regiones de México. Un indicador de este proceso descentralizador serían las treinta y seis revistas trimestrales o cuatrimestrales que han solicitado su registro en el “índice de calidad” de las revistas mexicanas con arbitraje y cuerpo directivo estable. De estas treinta y seis, ocho han sido aprobadas sin condiciones y pertenecen a UNAM, COLMEX, UAM-Azcapotzalco, COLEF, catorce tienen condicionado su registro y diez más están en proceso de evaluación. Los nuevos centros que participan en la sociología mexicana en términos de revistas con arbitraje, con cuerpos directivos estables y con producción propia de sus investigadores, son: Puebla, Veracruz, Oaxaca, Jalisco, Michoacán, Colima, Estado de México, Nuevo León y Yucatán. Al examinar rápidamente los productos publicados en esas revistas vemos mayor profesionalización que la que se podía observar en los años sesenta y setenta. Observamos mayor oficio de investigación, mayor rigor en la problematización, conceptualización y formación de conjeturas, mayor aporte de datos y evidencias relevantes. Por otra parte, encontramos ya temáticas de súper especialización y, por consiguiente, significativas solo para grupos muy especializados, muy avanzados y muy conocedores, donde los aficionados y ensayistas no tienen cabida o son tolerados. En cuanto al fortalecimiento regional, los centros de investigación hegemónicos todavía se ubican con el Valle de México, con excepción de El Colegio de la Frontera Norte y El Colegio de Michoacán, pero comienza a surgir investigación, investigadores, y buenos productos en otras regiones. Otra característica de la sociología actual es su marcada diferenciación institucional: las revistas muy buenas o buenas y los productos muy buenos y buenos siguen concentrados en el Valle de México. Un rasgo muy llamativo es que se trata de la producción de individuos más que de equipos, hecho que puede dar pie a pensar en que no existen comunidades científicas estables, o bien a registrar que las comunidades nacen, no se producen y sí mueren. Pero, a pesar de hallar una producción más de personalidades que de grupos de trabajo, existe continuidad, eslabonamiento y acumulación de conocimientos en varias áreas de estudio, mostrando que existen comunidades ya formadas, consolidadas activas, en permanente comunicación, por más que su producción siga siendo prácticamente individual. Pienso en los grupos de investigación sobre empresarios, partidos políticos, procesos de trabajo, educación, etcétera. De todos modos, en la mayor parte del territorio sociológico se sigue observando baja acumulación, producciones que no se eslabonan, que no hacen referencia a las investigaciones o productos de otros investigadores mexicanos en campos afines o que sólo mencionan al pequeño círculo de colegas afines. Investigadores que obviamente prefieren citar a Habermas en alguna trivialidad y no a Luis Villoro en algo sustantivo. ¿Qué indica todo esto? Que no hay acumulación sistemática en la tradición de investigación mexicana, que en su lugar hay una suerte de colonización mental que asigna mayor estatus al citar a un autor extranjero que a un autor mexicano, el cual puede haber desarrollado lo mismo que aquel con igual seguridad. Aun en estas condiciones es creciente la presencia de nuevos investigadores. Cada vez más vemos nuevos nombres que no conocemos y quedamos sorprendidos del manejo, la habilidad y el rigor de sus trabajos. Existe una regeneración de la comunidad científica de sociólogos mexicanos. IV 61 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA En sentido inverso, observamos también que los productos contemporáneos no reflejan en sus textos los problemas, debates y corrientes teórico-metodológicas de la actual comunidad sociológica internacional. Seguimos siendo una comunidad científica doméstica y autocontenida, en la que sólo los “mexicanistas”, particularmente los analistas de procesos políticos de coyuntura, mantienen una interacción sistemática y privilegiada con los investigadores de otros países. Pero los que trabajan otros temas o temas de mayor alcance teórico viven en la incomunicación con colegas de otros países o sus contactos son esporádicos con el efecto que los desarrollos de la sociología mexicana contemporánea y varios productos de gran calidad no son conocidos ni reconocidos en el extranjero. Puede ser que este distanciamiento de la comunidad internacional se deba a que no hemos hecho nuestros los intentos teóricos y metodológicos que se están llevando a cabo en otras comunidades para superar los límites y anomalías en que cayeron las teorías sociales que no fueron familiares. El desencanto y quizá la nostalgia por la teoría coherente y recapituladora nos ha hecho reticentes en comprometernos con nuevas propuestas “globalizadoras” (en los términos de Gilberto Giménez), pero el efecto final es que son hoy pocos en nuestro medio, incluyendo a los jóvenes investigadores, los buenos conocedores y expertos de los nuevos desarrollos internacionales. Me alarma que no conozcan a fondo ciertas escuelas y enfoques sociológicos recientes, hablen de oídas a partir de algún articulo traducido (con la autosuficiencia del aficionado que rápidamente pontifica sobre la consistencia o inconsistencia de sus enunciados y enfoques), o se refugien en los libros de algunos autores contemporáneos que se han vuelto significativos y multicitados, pero no necesariamente por su solvencia y originalidad teórica. Algunos han preferido cortar de tajo el trauma y la incertidumbre que supone la frustración de no poder ensamblar los componentes que integran un marco de referencia o un sistema teórico, y se han dedicado a desarrollar investigaciones específicas, con cuidado o descuido en la problematización, conceptualización y explicación. Otros, en cambio, viven la fatiga de articular todas las nuevas propuestas o nuevas críticas en un marco coherente de lenguaje y de acercamiento a la realidad social, y siguen en el esfuerzo de encontrar una teoría plausible, con numerosas búsquedas que no son resolutorias, que consumen muchísimo tiempo, que implican la lectura de muchos autores, para llegar frecuentemente a un punto en el que con otras palabras, con otras categorías, se termina diciendo lo mismo que uno ya decía o reiterando la búsqueda que uno ya hacía. Evidentemente en este trayecto se pierde mucho tiempo, pero hay una lealtad a la propia vocación científica que demanda encontrar una teoría coherente, probada y convincente. Por otro lado, se ve que hay una orientación cada vez mayor hacia la solución de problemas. Puede ser que en el pasado, cuando nos inscribíamos en una sociología más estructural y más totalizadora, pensábamos que la solución de los diversos problemas sociales habría ocurrido como efecto de la solución de las cuestiones estructurales mayores, de la relación capital-trabajo, de la relación periferia-metrópoli, o bien de la sincronización entre los diversos componentes que conllevaba el proceso de modernización y cambio social. Quizá por estar inscritos en una sociología estructural mayor, pensábamos que era más importante y decisivo, tanto teórica como políticamente, concreta la atención sobre los problemas estructurales y no tanto sobre los problemas que podríamos considerar sus efectos o derivaciones, a pesar de que fueran el origen de inconformidades y conflictos sociales. Hoy, en cambio, se asiste a una creciente investigación orientada a problemas; no se trata sólo de una investigación más específica, más micro, sino también más profesional. Profesional, en el sentido de que es una investigación más buscada, reconocida y favorecida por los empleadores públicos, privados o de las organizaciones sociales. La investigación orientada a la solución de problemas recoge los datos relevantes de un hecho social, lo cual permite un 62 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA planteamiento más informado o tal vez más correcto del problema social y, por consiguiente, ofrece explicaciones del mismo, susceptibles de generar propuestas de acción para atenderlos o, por lo menos, para cancelar aquellos factores que provocan los daños más intolerables y generalizados. Ya no se trata de una sociología revolucionaria sino reformista, que no renuncia a sus compromisos prácticos de emancipación y cambio social, pero tampoco convierte la sociología en patología, en un ejercicio que denuncia males y profetiza cataclismos mediante críticas ideologizadas o quizá factuales, sino en uno que colabora resueltamente a la remoción de males, conflictos y dolores colectivos. No creo sea una capitulación política y moral. Es, más bien, un ajuste a las condiciones y procesos de la sociedad de fin de siglo, más plural, compleja, laica y relativa. Por ello, más inmune a dogmas, utopías, prédicas y juicios finales. Hemos visto así crecer la línea de investigación aplicada en varios terrenos, cargados de problemas sociales reales, como en educación, salud, nuevos procesos de trabajo, pobreza y vida urbana. Esto se relaciona con lo antes mencionado sobre el abandono de ciertas temáticas. Investigaciones en activo han abandonado ciertos objetos que para nosotros eran muy significativos y que siguen siendo problemas reales de la sociología y de la sociedad, aunque hayan podido perder significación político-administrativa en los últimos años y por algún motivo se han dejado de lado. Por ejemplo, la sociología rural. Este es un tema que justo en el momento de mayor tensión y desastre agrícola no ha sido atendido más que por los investigadores que vienen de los años setenta, conocedores y expertos en este campo. Lo mismo se puede decir de la cuestión indígena, que es una recriminación no sólo polito-moral para todo el país, sino una recriminación teórica para los sociólogos. Otro caso: abandonamos el estudio de los medios de comunicación, un tema de fuerte interés en los años setenta y, sin embargo, ahora enfrentamos el problema de cuál es la función y desempeño de los medios de comunicación en un contexto democrático plural y abierto. Estos casos ilustran que ha habido ciertas temáticas que por algún motivo perdieron relevancia y que, no obstante esto, sigue siendo problemas reales. Asimismo, hay abandono de la pasión teórico-metodológica que hacía que nuestra generación perdiera el sueño, la vida y hasta amigos en busca de un cuerpo teórico, preciso y convincente, que pusiera orden y guiara la investigación. Tal vez nos planteamos problemas demasiado grandes, globalizadores, y consecuentemente nos embarcamos en la búsqueda de la gran teoría. Pecado de exceso, propio de la juventud; pero la nueva generación puede pecar de defecto, si pierde la pasión por la teoría y el método, por los finos problemas de la construcción conceptual, la explicación y la prueba, por los problemas complejos que plantea la interdependencia entre teoría y práctica social, entre curso de la historia y discurso de la razón. Es una generación más resignada, quizás contagiada por el desencanto y la confusión que nosotros sembramos. Abandonar esta pasión teórico-metodológica no es conveniente para el éxito del segundo tiempo sociológico. También he notado que ha regresado un problema tratado con frecuencia en los años setenta y ochenta: la gran influencia y el peso de temas valorativos en el ejercicio empírico. Decía antes que debemos a la primera generación el haber puesto un alto al juridicismo y al historicismo, a las interpretaciones valorativas de la historia mexicana, y haber iniciado estudios empíricos contextualizados. En cambio, se percibe ahora un regreso de temas valorativos que dejan caer todo su peso sobre la investigación; estos temas están hoy más ligados a los argumentos y exigencias de la filosofía política y moral de los derechos humanos, las libertades políticas, la justicia y la solidaridad. Sin embargo, nos debemos confundir los rigurosos, inteligentísimos e interesantes desarrollos de filosofía política y moral con el ejercicio sociológico. Evidentemente quedó ya muy demostrado a muchos colegas míos que uno no se puede improvisar como filósofo trabajando en sociología, y no se puede improvisar como sociólogo si se está más interesado en problemas filosóficos. Por ejemplo, se ha replanteado entre nosotros el problema de lo privado y lo público y ha obtenido alta significación teórico-político- 63 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA cultural; sin embargo, se nos ha olvidado que la sociología nació justamente para dejar en claro que era dualidad estructural de lo privado y lo público, con la que arrancó la modernidad estatal y económica, era imperfecta y reductiva y opacaba el ámbito de lo social, dejándolo en un limbo teórico. Finalmente, veo en la sociología actual —y con esto concluyo— todavía un débil manejo de tecnologías cuantitativas. Evidentemente las tecnologías tienen que ubicarse en cuerpos teóricos que le proporcionan su sentido y pertinencia. Está fuera de discusión la importancia del manejo de tecnologías cuantitativas, de estadística y cálculo para poder ordenar procesos de grandes números o de fenómenos que tal vez nombramos teóricamente con corrección, pero que no podemos especificar y precisar en su magnitud social efectiva. Por ello, la teoría de juegos ha ido teniendo cada vez mayor peso en ciertas temáticas y logra explicar los fenómenos de poder, lucha, concertación, asociación, intercambio, etcétera. Sin familiaridad con la modelación cuantitativa nos resultarán impenetrables y enigmáticos ciertos procesos que consideramos todavía problemas y que solemos estigmatizar y ahuyentar sólo con la retórica de la denuncia, a la falta de conceptos. En suma, veo una investigación sociológica con mayor oficio, con mayor capacidad y con mayor conciencia del alcance teórico y práctico de sus exploraciones, más rica en temas y objetos de estudio, más involucrada en hechos sociales concretos, también más orientada cognoscitivamente a la solución de problemas prácticos, pero aquejaba por dos dolencias. La primera es una cierta indiferencia por las preguntas teóricas y epistemológicas de fondo. Y la segunda, su vuelta a confundir juicios normativos y factuales, recetas prácticas y explicaciones, deseos del corazón y verdades de la inteligencia, debido quizá a la presión interior que la nueva generación experimenta de su investigación no sea sólo algo bibliotecario y escolar, sino tenga significado e incidencia real en la vida de las sociedades. La segunda sociología mexicana llegará más lejos y más hondo si no renuncia, entonces, a una más rigurosa autoconciencia teórica y si no capitula frente a la realidad social dada, no rinde sus armas de la razón, pero tampoco se deja seducir por las fantasías, pasiones, fideísmos y ganas de su propio tiempo. Permanecer fieles al compromiso con la ilustración es hoy, como ayer, la tarea de los modernos, sociólogos o no. 64 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA LA SOCIOLOGÍA EN MÉXICO. DOS DIAGNÓSTICOS DE SU ESTADO ACTUAL Tomado de Estudios de teoría de la historia de la sociología en México. UNAM/UAM-A, México, 1995, pp.. 215-225. Rafael Farfán H. La condición actual de la sociología Hace algunos años, en un viejo artículo, Jeffrey Alexander (1988) pronosticaba el regreso de la teoría a la sociología como resultado de un estado crítico, de una encrucijada, decía, a la que ella se enfrentaba producido por la extinción gradual de la hegemonía que durante tantos años ejerció el estructural-funcionalismo. La reacción a esta extinción fue el surgimiento de una diversidad de teorías, todas ellas en competencia, disputándose el terreno dejado por lo que fue el paradigma dominante en la “sociología occidental” (Gouldner, 1973): el funcionalismo de Parsons. Muy lejos parecía estar aquellos años dorados en los que se instaló un cómodo concepto de teoría cuya pretensión era establecer un programa de investigación válido para todas las ciencias sociales, por lo menos tal y como Parsons y E. Schils lo concibieron (1968), en el que resuenan ecos de la vieja ambición e intolerancia del positivismo lógico por fundar un lenguaje con el cual unificar la ciencia. Bajo esta coyuntura que pone en el centro la extinción gradual de una manera de pensar y hacer la ciencia social, que durante muchos años se consideró la única posible, tiene sentido comprender el reconocimiento que Alexander hace de la importancia del regreso de la teoría a la sociología. Pues a través de este movimiento teórico se volvía a problematizar lo que se pensaba era algo fuera de toda discusión y reflexión: el carácter epistemológico y metodológico de la sociología, es decir, de su objeto y método. El regreso de la teoría quería decir, pues la posibilidad de repensar la naturaleza de la teoría en la que funda su cientificidad la sociología. Quería decir, también, volver a pensar tanto el pasado como el futuro de la disciplina, reconstruyendo su historia de acuerdo a una lógica no acumulativa ni lineal, en la que el conflicto y la lucha son el medio principal para su continuidad. Sin embargo este regreso de la teoría abrió lo que quizás siempre ha sido el estado natural de la sociología, como lo reconocen Giddens y Turner (1987): una dispersión y proliferación de paradigmas y/o programas de investigación que compiten entre sí y se disputan el sentido de lo que es la ciencia social. El antiguo consenso que reinó se rompió para dar el paso a la emergencia de nuevas y viejas teorías, en las que se recuperan antiguas tradiciones que hacen posible innovadoras perspectivas de investigación social. Ahora coexiste y dialogan la fenomenología sociológica de Alfred Schutz con la hermenéutica de Gadamer y Ricoeur; la teoría crítica de Habermas discute con la teoría de sistemas de Luhmann y la teoría de la estructuración social de 65 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Giddens elabora un capital teórico que nace de las más diversas y encontradas tradiciones de la teoría social. Lejos estamos, por lo tanto, de la homogeneidad y la unidad que hizo posible el paradigma de Parsons, y ahora, por el contrario, es necesario aprender a aceptar un sano estado de dispersión y proliferación de la teoría en la sociología. Ciertamente este estado no deja de tener sus inconvenientes teóricos que son los responsables de cierta confusión y eclecticismo desorientador que domina en algunos casos de investigación social. Sólo bajo tal situación es que la expresión, tan de moda, de “crisis de paradigmas” refleja más que nada un cierto estado desolador del “espíritu científico”. Pero dejando de lado tal expresión emotiva, la condición objetiva a la que hoy apunta la sociología nos habla de una cultura ligada a la tolerancia, a la diferencia, al diálogo entre distintos, al reconocimiento del otro como diferente, en suma, a un modo de vida que Pierce idealizó a través de su concepción de las comunidades científicas en las que las disputas se resuelven a través del diálogo y triunfa el mejor argumento. Cultura que, por cierto, sólo a través de un largo y doloroso proceso de aprendizaje llega a formarse y asimilarse. De este estado de la sociología participan y son expresión tradiciones sociológicas que durante mucho tiempo se identificaron a partir de sus respectivas culturas nacionales pero que hoy, bajo la presión de la “globalización de las ideas” que es parte de la globalización del mundo, han derribado fronteras y divisiones nacionales para sólo ser identificadas como parte de un enorme y complejo movimiento teórico. Ello explica que en las más importantes revistas occidentales de las ciencias sociales aparezcan diálogos y discusiones entre las distintas tradiciones de la teoría social, rompiendo así la pretensión de que una tradición es sólo patrimonio de una determinada cultura nacional. Los resultados que esto ha provocado en la investigación social son reveladores en términos de los objetos, problemas y ámbitos que ahora se exploran. La identidad y la práctica del científico social también se han alterado y han adquirido dimensiones bajo las que coexisten los más diversos y encontrados sentidos. En suma, como otros procesos que son parte del mundo actual, la sociología, también se ha globalizado y así ha cambiado en su modo de insertarse y ser parte de las sociedades en medio de las cuales se le cultiva y enseña, llegando incluso a ser parte de su cultura cotidiana. Quizás es así como se puede comprender el “ambiguo triunfo” de la sociología del que habla Salvador Giner (1994) en un sugerente ensayo. Bajo el estado que guarda la sociología a nivel mundial y reconociendo el intenso proceso globalizador al que ha estado sometido, tiene entonces sentido preguntarse: ¿Cómo participa la sociología mexicana actual de este vasto y complejo movimiento teórico?, ¿cómo ha cambiado nuestra disciplina bajo el influjo de la recepción de lo que ocurre en los principales centros académicos donde se produce y discute la teoría social?, y más todavía, ¿cómo ha contribuido la sociología mexicana a la formación del movimiento teórico bajo el cual se define hoy la sociología? De alguna forma responden a estas acuciantes preguntas los ensayos del doctor Gilberto Giménez y del doctor Luis Aguilar, y tengo la impresión de que sus respuestas implícitas no forman un diagnóstico totalmente positivo del estado en el que se encuentra hoy la investigación sociológica en México. Y mucho tiene que ver en esto el proceso histórico bajo la cual se han formado, y por desgracia, exigido nuestras tradiciones de investigación que como las comunidades de investigadores “nacen, no se reproducen y sí mueren” (L. Aguilar). Quizás entonces cabe plantearse como cuestión lo que en otro lugar he discutido con la maestra Margarita Olvera, que más que sociología mexicana lo que ha existido es sociología en México. ¿Cuál es la diferencia? Esto quiero explicarlo en la próxima sección, comentando los ensayos del doctor Giménez y del doctor Aguilar Villanueva. ¿Sociología mexicana o sociología en México?, la disyuntiva actual de nuestra disciplina86 86 Como ya lo mencioné, debo esta idea a las discusiones que he mantenido con la maestra Margarita Olvera, quien se encuentra desarrollando investigaciones muy en la línea de lo que aquí se trata. Sin embargo por otro lado también ha sido formulada, aunque bajo conclusiones distintas. Me refiero con a esto al ensayo de Fernando Castañeda, “La sociología mexicana: la constitución de discurso” (1994), así como al de Gina Zabludovsky, “Reflexiones en torno a la teoría sociológica en México; los nuevos retos” (1994). Estoy de 66 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Los dos ensayos mencionados que quiero comentar aquí, representan uno de los momentos más altos en la autorreflexión de la sociología mexicana actual. Son, pues, un momento de la (auto) conciencia del estado en el que hoy se encuentra la investigación sociológica mexicana y por tal motivo, sin dificultad, se puede situar el tipo de análisis que realizan en el nivel metateórico de la sociología. Y dada la complejidad que supone este nivel de análisis, quiero distinguir los planos en el que se puede separar siguiendo para ello las sugerentes divisiones tipológicas que hace George Ritzer (1993). La metateoría sociológica es un nivel de análisis de esta disciplina cuyo objeto es “el estudio profundo de la estructura subyacente a la sociología en general y sus diversos componentes” (Ritzer 1993; 424), ya se trate de áreas específicas de estudio, de conceptos, de métodos o bien de datos. Sin embargo este nivel global de análisis de la sociología se compone a su vez en tres niveles, de acuerdo a la naturaleza de los productos finales que arroja cada uno. Veamos de qué trata cada uno de estos niveles, pues en uno de ellos es donde pienso se sitúan el análisis del doctor Giménez y el del doctor Aguilar Villanueva. En el primer tipo de metateorización tiene como objeto obtener una comprensión más profunda de una teoría con la finalidad de alcanzar una mejor explicación de su formación y composición a través de la elaboración de una teoría general (Ritzer, 1993: 425). Este primer tipo se divide a su vez en cuatro subtipos básicos, a saber: 1) el estudio formal de una teoría sociológica para alcanzar una mejor comprensión de su estructura interna, aquí por lo tanto el análisis se sitúa en el contexto interno de la teoría; 2) el estudio de la estructura interna de una teoría pero estableciendo la correlación que mantiene factores sociales e institucionales, que hacen posible la formación de las comunidades de investigadores responsables de su continuidad (interno social); 3) el estudio de la teoría que utiliza conceptos, herramientas y teorías de otras disciplinas (externo-intelectual); por último, 4) el enfoque externo social que estudia la teoría bajo el contexto social en el que surge y se desarrolla. El segundo tipo de metateorización en sociología es cuando su objeto es el desarrollo de una teoría a partir de las teorías existentes. Los casos más claros de esta clase de análisis metateórico son los que ofrece la historia de la teoría sociológica, clásica y contemporánea, a través de nombres como los de Durkheim, Weber, Marx o Parsons, Habermas, Luhmann y Giddens. El tercer tipo se refiere a la reconstrucción de la historia de una teoría a partir de una teoría más general, que fija criterios y conceptos bajo los cuales se comprende su formación. Aquí es donde se sitúan los trabajos de algunos investigadores actuales, que buscan darle un sentido a la historia de la teoría sociológica que rompa con las nociones usuales de la evolución, la acumulación y la biografía. En este tipo de análisis metateórico sitúa Ritzer su propio libro dedicado al estudio de la teoría sociológica clásica y contemporánea. En un nivel más modesto he intentado hacer lo mismo en un ensayo dedicado a la sociología de Pablo González Casanova (Farfán, 1994). De los tres tipos en que se descompone el análisis metateórico de la sociología, se puede desprender tres ventajas: 1) ofrecer métodos sistemáticos para la comprensión, la evaluación, la crítica y la mejora de las teorías existentes (Ritzer, 1993: 430); 2) representa una de las bases para explicar la formación de nuevas teorías ya existentes y 3) proporciona a los investigadores sociales herramientas útiles para el uso de las teorías en sus proyectos de investigación. La tesis que aquí quiero proponer sostiene que los análisis que hacen tanto el doctor Giménez como el doctor Aguilar Villanueva en torno al estado actual de la investigación sociológica en México se pueden situar en el primer tipo de análisis metateórico que define Ritzer. Sin embargo ambos ensayos oscilan entre los primeros tres subtipos, pues se ocupa desde una precisión conceptual del estado actual que guarda la sociología a nivel interno (Giménez), hasta la formación de lo que son las líneas por las que hoy camina la investigación sociológica en México (Aguilar). Bajo esta perspectiva, ambos ensayos se complementan y mantienen, por lo acuerdo con mucho de los que este par de artículos plantean y difiero solamente en el tono optimista con el que ven las perspectivas actuales de la sociología en México. 67 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA tanto, una relación de reciprocidad. Y de ambos nace un diagnóstico de conjunto bajo el cual propongo una segunda tesis: la ausencia de sólidas y continuas tradiciones de investigación en nuestro medio académico-institucional es lo que impide hablar de la existencia de una sociología mexicana, definida con un claro y nítido perfil y con comunidades de investigadores identificables cuya identidad permita situar con precisión conceptual los ámbitos en los que hoy se distribuye y reproduce la investigación social en México. Lo que sin duda existe es la sociología en México, como un conjunto heterogéneo, variado y disperso de investigaciones e investigadores, con respaldo institucional (lamentablemente concentrados en el Valle de México, como lo menciona el doctor Luis Aguilar), cuyos cambios de objeto de estudio (del indigenismo a los procesos electorales, de la dependencia y el subdesarrollo a la cultura política y la globalización) refleja, muchas veces, la irreflexiva inserción de la sociología en nuestra sociedad. Pero esta tesis quiero fundamentarla un poco más, comentando finalmente los ensayos del doctor Giménez y del doctor Aguilar Villanueva. Bajo el marco global que el doctor Giménez establece de la condición actual de la sociología occidental a nivel interno se puede comprender el estado en el que hoy se encuentra la investigación sociológica en nuestro país, que en líneas generales define bien en su ensayo el doctor Aguilar. Y bajo la típica relación lógica de “género próximo y diferencia específica” podemos comprender lo que nos falta frente a lo que otros tienen. El doctor Giménez parte de un reconocimiento que es hoy un dato de partida en el estudio de la sociología actual y que ya traté al inicio de este comentario.87 La pluralidad, dispersión y fragmentación que existe en el ámbito de la teoría social. Pero frente a este dato, propone un modelo de interpretación (el de Dogan y Phare) con el cual explica la formación y expansión de las relaciones entre las distintas ciencias sociales e incluso dentro de una disciplina. Este modelo propone una discutible lógica de evolución de las ciencias, que comienza con la formación de un patrimonio originario, le sigue la expansión del patrimonio, continua con la especializaciónfragmentación y termina con la hibridación. Según lo menciona el doctor Giménez los autores de este modelo de reconstrucción de la evaluación de las ciencias sociales no lo presentan como un modelo normativo sino como un dato, lo cual es discutible y creo que el mismo doctor Giménez discute su plausibilidad al confrontarlo con los obstáculos a los que hoy se enfrenta, como él lo dice, el progreso y la innovación sociológica. En concreto propone el doctor Giménez que la sociología sólo puede participar del proceso centrífugo al que hoy apunta la ciencia social si al mismo tiempo mantiene un proceso centrípeto orientado a la reconstrucción de su identidad, sin que ello sea en detrimento de la pluralidad de sus manifestaciones. Pero ¿cómo alcanzar esta identidad en medio de la diversidad teórica que hoy caracteriza a la sociología? El doctor Giménez propone dos medios esenciales, ambos reveladores de nuestras propias ausencias sociológicas. El primero es un reto a los clásicos, pues cualesquiera sea las divergencias de interpretación que existan todas ellas reconoce, por lo menos, un patrimonio común de autores y teorías. El segundo medio es el más interesante y provocador: a través de una epistemología de la sociología que establece dos variables como condición en el estudio de todo fenómeno social, tiempo y espacio, y así funda un vínculo con la historia. El autor de esta propuesta es el sociólogo francés Jean Claude-Passeron y nace de la recuperación de ese patrimonio común de la sociología formado por los clásicos como Weber y Durkheim. La conclusión de esta propuesta epistemológica con la cual concebir la unidad de la sociología en su diferencia, es la siguiente: tanto la historia como la sociología se mueven en un espacio lógico no popperiano sino más bien weberiano, en el cual se razona construyendo tipologías y comparando criterios sistemáticos y pertinentes. ¿Qué clase de ausencias revela el diagnóstico que se desprende del análisis metateórico del doctor Giménez, cuando se le contrasta con el estado actual de la sociología en México? Primero, que los modelos de reconstrucción que ahora se discute (como el de Dogan y Phare), 87 La interpretación de este dato es también el punto de partida del ensayo de Gina Zabludovsky (1994). También está presente en mi ensayo dedicado a la sociología de González Casanova (Farfán, 1994). 68 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA tienen como punto de partida ciertos datos del origen de la sociología occidental, a saber: la dispersión y extrema especialización de la sociología suponen una historia en la que se tejen procesos de institucionalización y formación de comunidades de investigación a partir de las cuales se produce y reproducen tradiciones sociológicas que son, como lo establece el modelo de Dogan y Phare, el “patrimonio originario” de una disciplina. Sin estos datos de partida, es decir, institucionalización y formación de tradiciones de investigación, no es posible discutir las consecuencias que hoy producen la dispersión y especialización de la sociología y, por lo tanto, también carece de sentido plantearse el problema de la identidad de esta disciplina. Estos datos son constantes que se pueden reconocer en la historia de la formación de ciencias como la sociología y la historia, y que ilustra bien el caso de la sociología francesa con Durkheim y la revista que fundó, L’ Année Sociologique, así como la escuela de los Annales y la revista que lleva el mismo nombre, para el caso de la historiografía francesa.88 Frente a esto la sociología mexicana se debate también, como lo explica el doctor Luis Aguilar, en un estado de dispersión y fragmentación pero por razones distintas a lo que sucede en la sociología occidental, pues a pesar de que hace mucho hemos alcanzado el nivel de la institucionalización de la disciplina esto no asegura ni indica la presencia de tradiciones consolidadas a partir de las cuales se proyecten hoy diversos ámbitos de investigación, conquistados al precio del trabajo de largas generaciones y de productos reconocibles como patrimonio común de nuestra ciencia social. Sujetos al influjo continuo de las modas teóricas que nos llegan de Europa y de los Estados Unidos, vivimos en un estado de reinventación continua de la sociología perdiendo así nuestra historia.89 Ante tales circunstancias cabe también plantearse el problema de la identidad de la sociología en México, pero obviamente por razones distintas a su similar europea o estadounidense. Y a través de este problema quiero pasar a comentar, para terminar, el ensayo del doctor Aguilar Villanueva. Si el ensayo del doctor Giménez se sitúa en el nivel metateórico del análisis estructural de la sociología actual (su composición y evolución), el del doctor Luis Aguilar se detiene en un nivel de análisis en el que se establece una relación entre formación de la sociología en México y contexto social y político. Bajo esta premisa establece que la sociología mexicana es el resultado de “los sacudimientos del tránsito de una sociedad tradicional a la modernidad”, lo cual imprime a la sociología de cierto tipo de problemas y objetos. Bajo este trasfondo distingue dos cohortes generacionales en la sociología mexicana: la primera se forma bajo el incipiente proceso de institucionalización de la disciplina con el cual adquiere cierta autonomía, desligándose de otras áreas del conocimiento con las que se le confundió (como la filosofía y el derecho) para devenir cada vez más en una ciencia empírico analítica.90 Una segunda generación de sociólogos nace en los años setenta. Entonces la disciplina alcanza un nivel más riguroso de profesionalización pero al mismo tiempo cae en cierta confusión metodológica, “derivada de una asimilación apresurada y hasta emocional de ciertas teorías (...), particularmente del marxismo”. Bajo tal situación es que ocurre un cambio conceptual y de objetos de estudio en la disciplina. Temas y problemas de la primera generación son abandonados para poder en su lugar unos nuevos, ligados sin duda a la situación política y social que guarda el país entonces, así como a la extrema ideologización a la 88 Dos testimonios de investigaciones históricas que muestran el peso que tiene la formación de tradiciones a partir de la conquista de espacios institucionales son los siguientes. Para el caso de la sociología durkhemiana, el documento ensayo de Johan Heilbron, Les metamorphoses dudurkheimisme, 1920-1940 (1985). Para el caso de la historiográfica francesa y la formación de los Annales como institución y tradición, el polémico libro de Francois Doce, La historia es migajas (1988). En ambos casos queda clara una consigna que explica que las tradiciones sin respaldo institucional no pueden dar continuidad, pero a su vez la conquista de espacios institucionales no asegura por sí misma la formación de tradiciones: “todo proyecto científico es inseparables de un proyecto de poder... La voluntad de convencer y la voluntad de poder están unidas como la luz y la sombra”, citado por F. Doce. 89 Tal es caso de nuestra recepción de un clásico como lo es Marx Weber. Hoy varios de los que, de acuerdo a la clasificación generacional que establece el doctor Aguilar Villanueva en su ensayo, nos situamos en la tercera generación de los que se han formado entre la filosofía y la sociología sabemos que a él le debemos nuestro descubrimiento de este clásico de la sociología alemana, que es la puerta para lograr comprender y discutir autores contemporáneos como Habermas y Giddens, pocos saben, sin embargo, que el trabajo del doctor Aguilar esta fundado en una enorme labor de traducción realizada por los intelectuales españoles que llegaron en México huyendo de la represión franquista y del fascismo europeo. A este grupo de intelectuales, entre los que sobresalen los nombres de José Medina Echevarría. Eugenio Imaz y Luis Recaséns Siches, debemos lo que con propiedad es nuestra primera recepción de Weber en México, hoy por desgracia casi olvidada. 90 Este primera generación, formada entre otros por Pablo González Casanova, el mismo Luis Aguilar, el doctor Jiménez, etc, se distingue (entre otras cosas) de los precursores de la disciplina, como el doctor Lucio Mendieta y Núñez, por la formación académica alcanzada y porque desarrolla sus trabajos de investigación en el marco de las instituciones creadas por los precursores. 69 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA que fue sometida la sociología. De aquí nace la situación actual de la disciplina en México, que se debate entre lo promisorio y lo frustrante. Lo promisorio nace de la cantidad de instituciones en las que hoy se enseña e investiga la sociología, la mayor parte de ellas situadas en el Valle de México. Nace también de las publicaciones de calidad en las que se dan a conocer las diversas investigaciones que hoy se realizan, muchas de ellas expresión de la especialización que se ha logrado alcanzar en la ciencia social. Pero esto mismo se puede leer como un dato frustrante, cuando se sitúa los productos de investigación más que nada como resultado de esfuerzos individuales y no del trabajo concertado de equipos. Lo cual es un indicador “de la ausencia de comunidades científicas estables, o bien de formación de comunidades que nacen, no se reproducen y si mueren”. La investigación sociológica se desarrolla entonces no bajo líneas que reflejen el patrimonio acumulado por las generaciones que nos han precedido, sino más bien bajo la fuerza de la contingencia que establece la coyuntura política del momento o el ingreso que tenga a la academia algún autor o tema de moda en Europa o en los Estados Unidos. Las erráticas oscilaciones de la investigación social son el producto de ambos factores; de demandas que nacen de momentos políticos y sociales o de modas teóricas acríticamente asimiladas. A ello obedece también el sentido bajo el cual se forma el quehacer sociológico. Es esta situación la que invita a pensar que, en la medida en que carecemos de claras tradiciones de investigación que sea el patrimonio bajo el cual se forma y difunda la disciplina, no contamos con una sociología mexicana sino más bien con el cultivo de la sociología en México. Por lo primero no entiendo un producto en el que se exprese la idiosincrasia de una cultura nacional, algo por otro lado mítico que sólo puede funcionar como consigna de un discurso nacionalista. Entiendo más bien algo producido a lo largo de la existencia de diversas comunidades de investigadores, que son las responsables de crear tradiciones en las que se funde la teoría con la investigación empírica, formando así eslabones que hacen posibles ciertas continuidades necesarias para lograr asegurar la identidad de una disciplina. De otra forma lo que existe son individuos receptivos a lo que ocurre tanto a su alrededor como a nivel de los cambios teóricos que se originan en los centros académicos de Europa a los Estados Unidos, y que realzan investigaciones cuyos productos expresan ambas cosas: tanto los grandes problemas nacionales como las teorías bajo las que se les interpreta y explica. Pero no dejar de ser obras brillantes de investigadores solitarios, en los que nace y muere una preocupación, una labor, en suma un esfuerzo intelectual. Pienso que esta es la gran disyuntiva a la que hoy se enfrenta la sociología en México, es decir, la de recuperar los fragmentos de las tradiciones que no florecieron y proyectar su presencia hacia nuestro presente con la finalidad de realizar un patrimonio a partir del cual fundar nuestra disciplina, lo que supone un intenso y largo trabajo histórico para lograr consolidar una mejoría sociológica. Supone también intensificar el trabajo docente con las nuevas generaciones, situándolas en esta memoria y al mismo tiempo formándolas en los clásicos de la sociología. Supone por último, una cultura científica en medio de la cual se formen nuestras comunidades de investigadores en la que se cultive valores de disciplina, la constancia, la modestia, la tolerancia y el pluralismo. De ahí es de donde puede nacer la aspiración a la verdad y no al poder.91 Pero esto implica ya un modelo normativo que quizás en otro lugar podré explicar con más calma. 91 Esta misma idea expresa de la siguiente forma Fernando Castañeda, al tratar la ambigua relación que ha mantenido la sociología académica con la política en México, o lo que Weber llamó ciencia y política. Las reglas y normas que constituyen la vida académica son constantemente desbordadas por procesos políticos que la rebasan. La magnitud de los intereses políticos, ideológicos y aún económicos que se juegan hacen imposibles que las modestas y reglas de una comunidad académica las puedan regular. La carrera política sustituye con frecuencia a la carrera académica. Los méritos burocráticos se confunde con frecuencia con los meritos académicos. Los recursos para hacer academia están más cerca de los pueblos burocráticos que de las jerarquías académicas [...] (1994: 27). 70 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA UNIDAD II RESPUESTAS A LA NACIENTE SOCIEDAD INDUSTRIAL DESDE LAS TEORÍAS SOCIOLÓGICAS CLÁSICAS 71 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA INTRODUCCIÓN Miguel Ángel Martínez Rodríguez Carlos Murillo González** Analizar los puntos de partida de la disciplina sociológica es una tarea importante. Nos permite ubicar las circunstancias particulares que le dieron origen, las preocupaciones fundamentales que se plantearon sus fundadores, distinguir la diversidad de voces que intervienen en las discusiones y poner bajo la prueba del tiempo los temas y las propuestas principales de los autores clásicos. Sin embargo, la revisión de los diversos asuntos que ocurren en la sociedad no es un asunto tan sencillo como pudiera pensarse. No lo es, si es que se quiere llegar a resultados que sobrepasen la simple percepción de las cosas, tal y como se nos presentan en una primera instancia. Siendo la realidad más dura de penetrar y más compleja de abordar, las personas dedicadas a hacerlo, los profesionistas, los investigadores sociales, los académicos y los sociólogos requieren necesariamente aplicar un rigor científico a sus estudios, hacerse de las herramientas, de los métodos y de las técnicas apropiadas, y apoyarse en ellas para tratar de entender (interpretando) y explicar cualquier aspecto que este dentro de su campo de análisis. Parte fundamental de este esfuerzo son las teorías sociales que sirven no solamente como sustento de los estudios sociológicos, sino, también, como una manera más amplia de observar los “hechos sociales”. Las teorías y los métodos sociales son las guías que nos orientan y que nos permiten caminar de manera más segura en el resbaladizo piso social. Las lecturas de esta segunda unidad (recopilación del texto sobre los clásicos de la sociología de George Ritzer) nos permiten tender este puente entre el presente y las tradiciones sociológicas originadas a mediados y finales del siglo XIX. En este sentido, las teorías fundadoras de la disciplina sociológica, surgen para dar cuenta de los nuevos acontecimientos que arroja la llegada de la modernidad en la sociedad occidental. Las tres grandes propuestas de la segunda mitad del siglo XIX intentan, precisamente, abordar las nuevas condiciones urbanas, económicas, históricas y sociales del desarrollo del capitalismo. Cada una de ellas desde posiciones propias. Aunque influidos, profundamente, por las teorías de la evolución en auge durante esos años, las diferentes perspectivas ponen el acento en aspectos específicos. Bajo el entendido de que no existe un único modelo para la explicación de la realidad social, sino, una pluralidad de perspectivas distintas que intentan racionalizar (explicar/comprender) a su manera (teoría-método) los fenómenos sociales. Los textos que aquí presentamos retoman los tres paradigmas clásicos de la sociología: el positivismo, iniciado por Augusto Comte y continuado por Emilio Durkheim (1858-1917); el materialismo histórico y dialéctico de Karl Marx (1818-1883) y la denominada sociología comprensiva de Max Weber (1864-1920). Estas tres corrientes constituyen una propuesta teórica particular y ubican sus propuestas dentro de determinados ejes que guían su análisis.92 ** 92 Docentes del Programa de Licenciatura en Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. Tomado del texto de Light, Donald, Keller, Suzanne y Craig Calhoun, Sociología, Mc Graw Hill, Estados Unidos, 1991, p. 22. 72 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ACCIÓN Weber FUNCIÓN PODER Marx Durkheim ESTRUCTURA Emilio Durkheim En primer lugar se verá la sociología positivista con uno de sus fundadores y principales representantes, Emilio Durkheim. Formado bajo el impulso cientificista de la Francia de las últimas décadas del siglo XIX,93 Durkheim consolida las bases para el estudio especializado de la sociología como disciplina científica, dedicada a explicar los fenómenos o “hechos sociales”. En el trabajo académico de Durkheim se aprecian dos grandes preocupaciones. La primera, es darle la rigurosidad, el estatus científico a los estudios sociales y la segunda preocupación tiene que ver con las grandes transformaciones que desde hacía tiempo estaban ocurriendo en la Europa occidental. El desarrollo del sistema capitalista cimbró las estructuras políticas y sociales de esa vieja región. La creación de las ciudades y los procesos de industrialización, sobre todo, modificaron la fisonomía tanto física, como cultural, familiar y educacional. Durkheim pone el énfasis en las nuevas formas de relación que se establecen con el surgimiento de la sociedad industrializada. Para ello definió como solidaridad social la manera como las personas crean los vínculos que les permiten continuar unidos y funcionar como sociedad. Las sociedades modernas, siendo más grandes y más complejas construyen sus vínculos con base en la complementación de las diversas tareas, funciones y servicios que realizan las personas en sus actividades diarias (solidaridad orgánica). Y no tanto en los valores y creencias compartidas, como ocurría en las sociedades antiguas o tradicionales (solidaridad mecánica). La idea de la complementariedad y funcionalidad en la sociedad, la representaba Durkheim, a través de la analogía de ésta con el organismo humano. Los diferentes órganos internos funcionan y trabajan conjuntamente para mantener en buen estado al cuerpo humano en su totalidad. Al igual que Comte, para este autor, la función que debería cumplir la sociología sería la de una especie de “engrudo social” que permitiría mantener unidas las clases o sectores sociales y resolver los conflictos que generarían una eventual crisis en la sociedad. “Como todos sabemos, los seres humanos somos producto de nuestro tiempo, lugar y circunstancias, los seres humanos actuamos dentro de un medio específicamente definible. Así Durkheim no puede ser entendido sino lo integramos a Francia en los primeros días de la Tercera República. Durkheim es un producto claro del laicicismo y cientificismo de esa Francia Republicana que se levantaba luego de Luis Bonaparte, de la guerra con Alemania y de la Comuna de Paris...”, Guitian Galán, Mónica, Emile Durkheim, p. 213. 93 73 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La integración social (unidad de todas las partes que conforman la sociedad), es por lo tanto, un aspecto muy importante en la teoría de Durkheim, con base en ella elabora su famoso texto sobre el suicidio donde destacan los vínculos que establecen las personas entre sí y el peso importante que tiene la sociedad para imponer las normas, tradiciones, costumbres, etc., a todos los miembros de la sociedad (cohesión y coerción social). Karl Marx Por su parte el enfoque de Karl Marx se centra en las históricas contradicciones entre las clases sociales. Señala que estas contradicciones se dan, fundamentalmente, debido al lugar que ocupan las personas en el sistema productivo, pues mientras que por una parte una minoría obtiene los mayores beneficios económicos y privilegios sociales, por otra parte, la mayoría de la población carece de ellos. Es por eso, también, que en la perspectiva marxista la descripción de los distintos “modos de producción” (comunidad primitiva, modo de producción asiático, esclavismo, feudalismo y capitalismo) que han transcurrido a lo largo de la historia cobra una gran relevancia. En cada uno de estos —señala Marx— una clase social ha explotado a otra. Pero si bien se ha dado esta explotación, lo que ha producido la transformación de la sociedad, de un modo de producción a otro, es precisamente la confrontación de los dominados con los dominantes. Karl Marx lo dice de la siguiente manera: “el motor de la sociedad es la lucha de clases”. Este planteamiento presenta una postura distinta a la anterior representada por Emilio Durkheim, pues aquí la transformación de la actual sociedad capitalista es vista como un paso más hacia la liberación de los sectores explotados. Para esto sería necesario que los sectores proletarios, tal y como los identificaba Marx en su tiempo, desarrollaran una conciencia de clase, es decir “un sentido de sus intereses compartidos y de su compromiso”.94 Más allá de la confrontación política e ideológica está, también, el avance de las llamadas fuerzas productivas, la ciencia y la tecnología en primer lugar, como elementos que impulsan el cambio en la sociedad; pero la tecnología por sí misma no transforma la sociedad, por lo tanto la acción del sujeto del cambio social es lo que permitiría modificar las relaciones sociales capitalistas y acceder a la sociedad socialista, de acuerdo con los planteamientos del propio Marx. Max Weber Dentro de la teoría sociológica clásica no podía quedar al margen la propuesta del sociólogo alemán Max Weber cuyas lecturas cierran la segunda unidad de esta antología. Nacido en la segunda mitad del siglo XIX durante el periodo de transición de los distintos estados germánicos en la naciente y poderosa Alemania, Weber se formó como un intelectual de primer orden estudioso del derecho, la economía, la historia y finalmente de la sociología a la cual hizo grandes contribuciones teórico metodológicas. A Weber se le considera el autor de una sociología comprensiva que a diferencia de Durkheim y Marx pone el énfasis en la acción social para poder estudiar la sociedad, pues en la interpretación de la misma es donde se puede conocer la intencionalidad del actor. Precisamente por esa condición de subjetividad se hace necesaria una clasificación que ayude a la comprensión de esas acciones que es elaborada por Weber a partir del concepto de tipos ideales como 94 Ibíd, p. 18. 74 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA coadyuvantes de la interpretación sociológica. Las lecturas seleccionadas tienen como fin dar a conocer los conceptos básicos de la sociología weberiana. El interés de Weber centra sus estudios en comprender (verstehen) a través de la historia y la sociología al mundo, sobre todo en lo que concierne a la modernidad y particularmente al capitalismo en prácticamente todas las esferas que componen la sociedad, desde la economía y la política hasta los aspectos religiosos, el derecho y el arte. En este sentido la sociedad (y por ende la sociedad moderna) es una relación basada en la compensación de intereses, lo que marca un énfasis en la racionalidad y la diferencia con su concepto de comunidad que estaría más bien basada en una relación afectiva, por lo tanto más emocional. Sus estudios sobre la modernidad y el capitalismo, los símbolos indiscutibles e inseparables de la Europa industrial que le tocó vivir y en gran medida del mundo actual, son estudiados a partir de la acción racional para entender sus características propias y cómo fue que se desarrollaron. El discutido texto de La ética protestante y el espíritu del capitalismo en la que hace la distinción entre el desarrollo económico y tecnológico propios del sistema capitalista se da en los países que practican religiones ascéticas como el calvinismo y no en otros países y religiones o en otras épocas, es una investigación histórica sobre las transformaciones sociales basada en los cambios en el pensar y actuar de diferentes culturas donde destaca que en ninguna como en el capitalismo moderno se da el tránsito de lo religioso a lo secular a través de un proceso de racionalización. Dado entonces que el abordaje de la modernidad es complicado debido en gran parte por su característica de racionalidad, es en esta medida donde se encuentra el centro de la sociología weberiana. Dentro de los muchos aspectos que le interesan a Weber determinar cabe destacar los que tienen que ver con el estudio de la legitimidad del orden social y los tipos de dominación que en ella se dan, donde sobresale la burocracia, que sería la forma de dominación legítima racional por excelencia. Cabe señalar que esta condición actual del mundo no es vista como totalmente positiva o favorable para el rumbo al que se dirige y que ha seguido la humanidad, pues Weber escribía sobre esta época como la Jaula de Hierro y comentaba sobre un desencanto del mundo por la forma que ha tomado la mayoría de las acciones que tienen que ver con lo racional. Muchas de las aportaciones de Weber siguen teniendo vigencia y han influido en escuelas sociológicas importantes como el estructural funcionalismo y el interaccionismo simbólico e incluso en la sociología de corte marxista; en renombrados sociólogos como Alain Touraine, Pierre Bourdieu, Talcott Parsons y Erving Goffman. La importancia del estudio de la sociología de Max Weber tiene la relevancia de adentrarse en la significación de las ideas convertidas en valores o fines en las relaciones sociales que repercuten en la forma de organización y transformación humana, tanto a gran escala como en el encuentro interpersonal de la vida cotidiana. 75 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA KARL MARX Tomado de George Ritzer. Teoría Sociológica Clásica. Mc Graw Hill, Madrid, 1993, pp. 165-203. Karl Marx nació el cinco de mayo de 1818 en Trier, Prusia. Su padre, abogado, proporcionó a la familia una existencia típica de clase media. Tanto su padre como su madre procedían de familias de rabinos, aunque por razones de trabajo el padre se convirtió al luteranismo. En 1841, Marx se doctoró en filosofía por la Universidad de Berlín, un ambiente académico muy influido por Hegel y por los jóvenes hegelianos, que dispensaba a sus maestros un apoyo no exento de crítica. La tesis doctoral de Marx era un tratado filosófico denso que se asemeja poco a sus trabajos posteriores, más radicales y pragmáticos. Tras doctorarse comenzó a escribir en un periódico liberal-radical, y en diez meses se convirtió en su editor-jefe. Sin embargo debido a sus opiniones políticas, el gobierno se apresuró a cerrar el periódico. Los primeros ensayos que Marx publicó en ese periódico comenzaron a reflejar varias de las ideas que le guiarían toda su vida. Eran opiniones liberales salpicadas de principios democráticos, humanismo e idealismo. Rechazaba el carácter abstracto de la filosofía hegeliana, el sueño ingenuo de los comunistas utópicos y a los activistas que recomendaban lo que él consideraba una acción política prematura. En su rechazo de estos activistas, Marx sentaba las bases de su propio trabajo: Los intentos prácticos, incluso los protagonizados por las masas, admiten las respuestas de un cañón en cuanto se vuelven peligrosos, pero las ideas que ganan nuestro intelecto y nos convencen, las ideas que la razón afianza en nuestra conciencia, constituyen cadenas de las que no nos podemos liberar sin romper nuestro corazón; son demonios que solo se pueden vencer sometiéndolos. (Marx, 1842/1977: 20) Marx se casó en 1843 e inmediatamente después de trasladó desde Alemania al clima más liberal de París. Allí continuó trabajando las ideas de Hegel y de los jóvenes hegelianos, pero también se centró en el estudio de dos nuevos conjuntos de ideas: el socialismo francés y la economía política inglesa. Fue la manera particular en la que combinó el hegelianismo, el socialismo y la economía política lo que modelaría su orientación intelectual. En esos momentos conoció al hombre que sería su amigo durante toda su vida, su benefactor y colaborador: Friedrich Engels (Carver, 1983). Hijo de un fabricante de tejidos, Engels era un socialista que criticaba las condiciones de la clase trabajadora. Gran parte de la compasión que sintió Marx por la miseria de la clase trabajadora procedía de su relación con Engels y sus ideas. En 1844 Engels y Marx mantuvieron una larga conversación en un famoso café de París que afianzó la relación que mantendrían durante sus vidas. De esta conversación, Engels comentó: “Nuestra total coincidencia en todos los campos teóricos se hizo manifiesta... y nuestra obra conjunta data de aquel tiempo” (McLellan, 1973: 131). Durante este periodo Marx produjo obras académicas (muchas no se publicaron hasta que murió), con la que pretendía vincularse de la tradición hegeliana (por ejemplo, La sagrada familia y La ideología alemana), pero también escribió Los manuscritos de economía y filosofía de 1844, que integraban más apropiadamente todas las 76 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA tradiciones intelectuales en las que estaba inmerso y anticipaban su creciente preocupación por la economía. Aunque Marx y Engels compartían la misma orientación teórica, había muchas diferencias entre ellos. Marx tendía a ser un pensador abstracto, un intelectual desordenado y un hombre dedicado a su familia. Engels era un pensador práctico y un hábil hombre de negocios, pulcro y metódico, y un mujeriego. A pesar de sus diferencias Marx y Engels forjaron una profunda amistad que los llevó a la colaboración en la producción de libros y artículos y a trabajar unidos en organizaciones radicales. Es más, Engels ayudó económicamente a Marx durante el resto de su vida para que este pudiera dedicarse con exclusividad al trabajo intelectual y político. Marx habría trabajado igual sin mí. Lo que Marx hizo yo no lo podría hacer jamás. Marx tenía mejores fundamentos, miraba lejos y se percataba de las cosas más rápida y lúcidamente que el resto de nosotros. Marx era un genio. (Engels, citado en McLellan, 1973: 131-132) De hecho, no son pocos los que creen que Engels no llegó a comprender muchas de las sutilezas de la obra de Marx. Tras la muerte de Marx, Engels se convirtió en el principal portavoz de la teoría marxista y, en cierto sentido la distorsionó y la simplificó en exceso. Como algunos de sus escritos molestaban al gobierno prusiano, el gobierno francés (a petición del gobierno prusiano) expulsó en 1845 a Marx quien se trasladó a Bruselas. Su radicalismo iba en aumento, hasta el punto de que se convirtió en miembro activo del movimiento revolucionario internacional. También ingresó en la liga comunista que le solicitó que escribiera un documento (junto con Engels) en el que expusiera sus objetivos y creencias. El resultado fue “El manifiesto comunista” de 1848, una obra que se caracteriza por sus resonantes lemas políticos (por ejemplo: ¡Proletarios de todo mundo uníos!). En 1849 Marx se trasladó a Londres y a la luz del fracaso de las revoluciones políticas de 1848, comenzó a apartarse de la actividad revolucionaria y a dedicarse al estudio disciplinado y meticuloso del funcionamiento del sistema capitalista. En 1852 comenzó sus famosos estudios en el Museo Británico sobre la condición de los trabajadores bajo el capitalismo. Estos estudios se plasmaron en los tres volúmenes de El Capital, de los que se publicó el primero en 1867. Los otros dos volúmenes se publicaron tras su muerte. Vivió precariamente durante esos años defendiéndose apenas con, los escasos ingresos que le proporcionaban sus escritos y el apoyo económico de Engels. En 1863, Marx regresó a la actividad política ingresando en la Internacional, un movimiento internacional de los trabajadores. Pronto destacó en el movimiento y le dedicó varios años de su vida. Comenzó a adquirir fama como líder de la Internacional y autor de El Capital. Pero la desintegración de la Internacional en 1876, el fracaso de varios movimientos revolucionarios y su propia enfermedad acabaron con la vida de Marx. Su mujer se murió en 1881, su hija en 1882 y él, el 14 de marzo de 1883. Ha existido siempre una relación inestable y, a menudo, extraña entre la teoría sociológica y la obra de Karl Marx (1818-1883). En algunas zonas del mundo, al menos hasta el reciente final (aparente) de la “Guerra Fría”, la teoría sociológica era virtualmente idéntica a la teoría marxista y neomarxista, pero en otros países (en especial en los Estados Unidos) Marx ha sido prácticamente ignorado (al menos hasta hace unos años) como pensador de relevancia sociológica. La influencia de Marx en la Europa del Este era, cuando menos hasta hace muy poco tiempo, inmensa, y gran parte de la teoría sociológica se reducía allí a las diversas formas del pensamiento tradicional de Marx y neomarxista. La influencia de Marx en Europa Occidental ha sido variable. Marx influyó positivamente en algunos sociólogos de Europa Occidental mientras otros han conformado su teoría sociológica específicamente contra la teoría marxista. En los 77 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Estados Unidos, las teorías de la sociología anteriores a los años sesenta (salvo algunos como C. Wright Mills) tendían a ignorar las ideas de Marx, a despreciarlas o incluso a manifestar hostilidad hacia ellas. Por ejemplo, Talcott Parsons (1937-1949), en el libro en el que presentó las grandes teorías a los Estados Unidos, despreció la obra de Marx en unas pocas páginas, y dedicó, sin embargo, cientos de ellas a la obra de Emile Durkheim, Max Weber y Wilfredo Pareto, este último de escasa importancia. La mayoría de los teóricos estadounidenses descartaron a Marx, a quien consideraron un ideólogo que apenas había contribuido al desarrollo de la teoría sociológica científica. Sin embargo en los años sesenta los sociólogos estadounidenses jóvenes —al menos debido en parte a su implicación personal en los movimientos en pro de los derechos civiles y de los derechos de los estudiantes y en contra de la guerra de Vietnam— comenzaron a considerar seriamente a Marx como teórico de la sociología. Este cambio quedó reflejado en un libro de Henri Lefebvre (1968) en el que señalaba que si bien Marx no era un sociólogo, había mucha sociología en su obra. Desde finales de la década de los años sesenta se ha venido realizando un serio esfuerzo por integrar las teorías marxista y neomarxista en la teoría sociológica estadounidense, mientras en el resto del mundo la influencia de Marx ha seguido siendo profunda, incluso su intensidad ha aumentado en algunos países. Aunque algunos sociólogos estadounidenses siguen oponiéndose a Marx, muchos pensadores están dispuestos actualmente a concederle el derecho a ocupar un lugar entre los gigantes del pensamiento sociológico. El reciente fracaso de las sociedades comunistas y su giro hacia una economía más capitalista hace necesario plantearse el papel que juega la teoría de Marx en la sociología. A primera vista parece que estos cambios sugieren que presenciaremos una decadencia sustancial del interés por la teoría marxiana entre los sociólogos. De hecho, es probable que ocurra eso, sobre todo porque los nuevos teóricos están menos dispuestos a buscar en la obra de Marx las respuestas a los problemas de las sociedades capitalistas modernas. Sin embargo, el alejamiento de la teoría sociológica marxiana será limitado por diversas razones. Primera, la mayoría de los sociólogos que han adoptado una perspectiva marxiana tienen un profundo y largo compromiso con ella, que probablemente no cambiará a causa de los cambios producidos en unas sociedades que no expresaban los principios y los ideales de Marx. Segunda, y muy relacionada con la primera, muchas de las ideas de Marx han sido integradas en diversas perspectivas sociológicas (véase, por ejemplo, el paradigma integrado analizado en el apéndice), y estas no van a cambiar sólo por el fracaso del bloque comunista. Tercera y más importante, la teoría sociológica de Marx es mucho más relevante que su teoría económica. Esta es la tesis que se mantiene en este capítulo. Como veremos, Marx ofreció una teoría sociológica abstracta, coherente y sumamente satisfactoria que puede emplearse para analizar cualquier sociedad, no sólo las sociedades capitalistas y sus sistemas económicos. Puesto que esa teoría sociológica no tuvo relación alguna con la creación de las sociedades comunistas y, de hecho, estas contradijeron aquella, no resulta dañada por los desarrollos que se han producido recientemente en el mundo comunista. Los sociólogos seguirán sintiéndose atraídos por el alcance y la elegancia de la teoría sociológica de Marx. Muchos estudiantes (y algunos académicos) que se sitúan tanto a favor como en contra de Marx, pueden sorprenderse al encontrar aquí a Marx, mencionado como si fuera uno de los principales teóricos de la historia de la disciplina. Los estudiantes formados en una tradición antimarxiana o influidos por medios de comunicación de parecida orientación se han socializado en la creencia de que Marx era un sanguinario radical cuyos compromisos ideológicos le impidieron la producción de una teoría científica seria. Para realizar un estudio profundo y serio es preciso destruir este mito, y este puede atacarse desde dos frentes. Así mismo, se debe demostrar a los estudiantes promarxistas que es legítimo considerar a Marx como sociólogo. Se puede ofrecer un par de argumentos básicos a los antimarxistas que rechazan a Marx como sociólogo debido a su orientación ideológica. Primero, si bien es cierto que en el enfoque 78 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA de Marx se percibe una poderosa influencia de su ideología, es importante admitir que todos los teóricos de la sociología presentan un sesgo ideológico. Ello es tan cierto en el caso de Comte, Spencer, Durkheim, Weber, Simmel, como en el de Marx. No existe una teoría sociológica “libre de valores”, ni nada que se le parezca. Cuando teorizan sobre los fenómenos sociales, a los sociólogos les resulta imposible ser totalmente neutrales, y ello es así tanto si quieren admitirlo o reconocerlo, como si no. Por tanto, es cierto que la teoría sociológica de Marx es ideológica, pero esto no constituye una razón para despreciarla, porque así es en el caso de todas las demás teorías sociológicas. La principal diferencia entre Marx y otros teóricos de la sociología es que Marx no realizó esfuerzo alguno por ocultar el carácter ideológico de su obra: en efecto como veremos, la ideología se encuentra en la base misma de la estructura de su teorización. Segundo, es importante subrayar que, aunque todos reconocen que Marx es ideológico en su teorización, la muy difundida impresión de que Marx era un sanguinario enloquecido resulta inadmisible. Como veremos a lo largo de este capítulo, Marx era un humanista al que hería profundamente el sufrimiento y la explotación que percibía entre la clase trabajadora bajo el capitalismo. Su humanismo le llevó a predicar la revolución para destruir ese sistema económico que explotaba a la inmensa mayoría de la gente, la creación de una sociedad socialista más humana que la capitalista. Aunque defendió la revolución, Marx no creía que este cambio implicara forzosamente un derramamiento de sangre. La transición al socialismo podría realizarse pacíficamente y, teniendo en cuenta la orientación humanitaria de Marx, así hubiera querido que se realizase. Aunque estos argumentos pueden disipar algunas dudas de los lectores con prejuicios antimarxistas, seguramente no satisfacen a los que comparten una orientación promarxiana. Estos estudiantes pueden objetar que pensar en Marx simplemente como “sociólogo” es limitarse demasiado. Desde su punto de vista, Marx no admite una única etiqueta porque también fue filósofo, revolucionario, panfletista, periodista, científico político, pensador dialéctico, etc. Bien es cierto que Marx fue un pensador complejo cuya obra atrae a muchas personas procedentes de muchos campos, pero entre las muchas etiquetas que pueden prenderse a Marx, se encuentra de la de sociólogo. Podemos analizar aquellos elementos del pensamiento de Marx que son relevantes para la sociología, al tiempo que reconocemos que también fue otras muchas cosas para muchas otras personas. Hay otro debate importante que debemos señalar ahora: el que se produce entre los diversos intérpretes de la obra de Marx. Hay varias escuelas de la teoría neomarxista y muchas de las diferencias nacen de las diversas interpretaciones que hacen de la teoría de Marx. Por ejemplo, algunos subrayan la obra temprana de Marx sobre el potencial humano y consideran el resto de su trabajo una derivación coherente de sus obras de juventud (véanse entre otros, Ollman 1976; Wallimann, 1981; Wartenberg, 1982). Otros, sin embargo, hacen hincapié en la obra madura de Marx sobre las estructuras de la sociedad, en especial sobre las estructuras económicas, y consideran que estos trabajos son distinguibles, e incluso diferentes de su producción temprana, contemplada como un trabajo filosófico sobre la naturaleza humana (véase Althusser, 1969; Gandy, 1979; McMurty, 1978). Este capítulo parte de la premisa de que no hay discontinuidad o contradicción entre la obra temprana de Marx sobre el potencial humano y su obra madura sobre las estructuras de la sociedad capitalista. Tras la introducción general al modo de pensar de Marx sobre el potencial humano y luego expondremos la realización de esta con sus trabajos más maduros sobre las grandes estructuras de la sociedad. La dialéctica Marx adoptó el modo dialéctico de la lógica de Hegel. Sin embargo mientras Hegel se ocupó de la dialéctica de las ideas, Marx intentó explicar este enfoque dialéctico al estudio del mundo material. Ello supuso algo importante, porque permitió a Marx tomar la dialéctica del reino de la filosofía y trasladarla al reino de lo que algunos consideran la creencia de las relaciones sociales 79 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA existentes en el mundo material. Es este enfoque sobre las relaciones sociales materiales lo que da relevancia a la obra de Marx para la sociología, aun cuando el enfoque dialéctico sea muy diferente del modo de pensar que utilizan la mayoría de los sociólogos (Ball, 1979; Friedrichs, 1972 a, 1972 b; Ollman, 1976; Schneider, 1971). Dos características básicas del análisis dialéctico distinguen el pensamiento de Marx de la mayor parte del pensamiento sociológico. Primera, el método dialéctico de análisis no contempla una única y unidireccional relación causa-efecto entre las diversas partes del mundo social. Para el pensador dialéctico, las influencias sociales nunca se dan en una única dirección, como ocurre para los que piensan en términos de causas y efectos. Para el dialéctico, un factor puede tener un efecto sobre otro, pero este último también puede influir sobre el primero. Por ejemplo, la creciente explotación del proletariado por parte de los capitalistas puede provocar en los trabajadores una mayor insatisfacción y una mayor militancia, pero la creciente militancia del proletariado puede provocar la reacción de los capitalistas, con la consecuencia de que incrementan la explotación para aplastar la oposición de los trabajadores. Este tipo de pensamiento no implica que el dialéctico nunca tenga en cuenta las relaciones causales existentes en el mundo social. Significa que cuando los pensadores dialécticos hablan sobre causalidad siempre se refieren a las relaciones recíprocas entre los factores sociales, así como a la totalidad dialéctica de la vida social en la que se dan. La segunda característica del análisis dialéctico se opone aún más si cabe a la mayor parte del pensamiento sociológico contemporáneo. En el análisis dialéctico, especialmente tal y como Marx lo desarrolla, los valores sociales no son separables de los hechos sociales. La mayoría de los sociólogos creen que sus valores pueden y deben separarse de su estudio de los hechos del mundo social. El pensador dialéctico piensa que no sólo es imposible apartar los valores del estudio del mundo social, sino que tampoco es deseable, porque produce una sociología inhumana y desapasionada que apenas tiene algo que ofrecer a las personas que buscan respuesta a sus problemas. Hechos y valores están entretejidos, a resultas de lo cual el estudio de los fenómenos sociales entraña necesariamente una carga valorativa. Así, para Marx no era posible —y en caso de serlo, no era deseable— ser desapasionado cuando se trataba de analizar las dos principales clases del capitalismo: La burguesía (también llamada “los capitalistas”) y el “proletariado” (los trabajadores). Por ejemplo, en El Capital (1867/1967), cuando Marx se refería a los capitalistas les llamaba licántropos y vampiros que chupaban la sangre de los trabajadores y se solidarizaba con la penosa condición del proletariado. Pero de la implicación emocional de Marx en su estudio no se deduce la imprecisión de sus observaciones. Podría incluso señalarse que las ideas apasionadas de Marx sobre estas cuestiones le facilitaron una percepción excepcional de la naturaleza de la sociedad capitalista. Un estudioso menos apasionado habría ahondado menos profundamente en la dinámica del sistema. De hecho, la investigación sobre las obras de los científicos nos indica que la idea de que un científico puede ser desapasionado es en gran medida un mito, y que los mejores científicos son los más apasionados en sus análisis y los más comprometidos con sus ideas (Mitroff, 1974). Ambas características de la dialéctica reflejan la idea de Marx de que no existen líneas divisorias definidas y marcadas entre los fenómenos del mundo social. Marx creía que los diversos componentes del mundo social se entremezclaban gradual e imperceptiblemente. Así, por poner como ejemplo dos de sus principales preocupaciones, Marx afirmaba que los capitalistas y el proletariado no se encontraban claramente separados, sino que se entremezclaban de manera gradual. Ello implicaba que una gran cantidad de personas se situaban en el intersticio entre las dos clases, o se movían de una clase a otra (el trabajador que adquiere riqueza y se convierte en capitalista y el capitalista que fracasa y comienza a formar parte de la clase trabajadora). Los pensadores dialécticos también adoptan una perspectiva relacional del mundo social (Ollman, 1976). Analizan las relaciones entre diversos aspectos del mundo social. Así, por 80 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ejemplo, en su estudio de la burocracia proceden a analizar las diversas relaciones sociales que dan lugar a su creación. Las relaciones entre los individuos, entre los diferentes grupos de personas y entre las diversas subunidades de la organización (por ejemplo, el departamento de personal y el técnico), todas se analizan bajo el meticuloso escrutinio del pensador dialéctico. Además, un pensador dialéctico jamás se centra en una unidad social aislada del resto de las unidades sociales. Así, la relación entre una determinada burocracia y el resto de las diversas unidades sociales del mundo social constituye la preocupación principal del pensador dialéctico que se propone estudiar la burocracia. Los pensadores dialécticos se interesan no sólo por la relación entre los fenómenos sociales del mundo contemporáneo, también por la relación entre esas realidades contemporáneas y los fenómenos sociales pasados (Bauman, 1976: 81) y futuros. Ellos suponen dos implicaciones diferentes para una sociología dialéctica. Primero, significa que los sociólogos dialécticos se interesan por el estudio de las raíces históricas del mundo contemporáneo, como lo hizo Marx en su estudio de las fuentes del capitalismo moderno. De hecho, los pensadores dialécticos critican duramente a la sociología moderna por realizar muy poca investigación histórica. Un buen ejemplo del pensamiento de Marx respecto a este punto lo encontramos en una famosa cita extraída de “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”: Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. (Marx, 1852/1963: 15) Segundo, los pensadores dialécticos se preocupan por la dirección futura que tomará la sociedad. Este interés por el futuro constituye una de las principales razones de que la sociología dialéctica sea intrínsecamente política pues posee una imagen del mundo futuro y su interés es promover actividades prácticas que den vida a ese mundo. En el intento de captar la naturaleza de ese mundo futuro, los sociólogos dialécticos creen que el estudio cuidadoso del mundo contemporáneo proporciona enseñanzas valiosas. En su opinión, el cambio social es una posibilidad futura de lo que ahora existe en potencia: las fuentes del futuro existen en el presente. Para ilustrar este punto tomaremos un ejemplo de Marx: el proletariado del capitalismo moderno, que no posee los medios de producción, es modélico en el sentido de que en una sociedad socialista todos los individuos serán iguales. En ella no existirá la propiedad privada de los medios de producción. Esto no significa que las personas no poseerán ropas, televisores y automóviles, si no que no se dará el caso de que una clase posea o domine las estructuras industrial y corporativa como sucede en el capitalismo contemporáneo. Pero cuando afirmamos que el pensador dialéctico cree que el futuro es una posibilidad de lo que ahora existe en potencia, no nos referimos a la perspectiva determinista de que el futuro del mundo esta preestablecido y es inalterable. La naturaleza básica de la dialéctica se opone a la orientación determinista. Como los fenómenos sociales están en constante acción y reacción, el mundo social no admite un modelo simple y determinista. El futuro puede basarse en algún modelo contemporáneo, pero no de forma inevitable. Los marxistas esperaban y creían que el futuro produciría el socialismo, pero el proletariado no podía esperar pasivamente a que éste llegara. Tenían que ganárselo, y carecían de garantías absolutas de su llegada. Esta aversión a pensar de un modo determinista es lo que distorsiona gravemente el bien conocido modelo dialéctico de tesis, antítesis y síntesis. Este simple modelo implica que un fenómeno social genera inevitablemente una forma opuesta a su forma original y que el choque 81 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA entre las dos formas dará lugar a una nueva forma social sintética. Pero en el mundo real, no existe lo inevitable. Además, los fenómenos sociales no pertenecen a las sencillas categorías de la tesis, la antítesis y la síntesis. El pensador dialéctico se interesa por el estudio de las relaciones reales más que por las grandes abstracciones. Es esta aversión a analizar grandes abstracciones lo que alejó a Marx de Hegel y lo que le hubiera llevado a rechazar hoy la excesiva simplificación de la dialéctica al modelo de tesis, antítesis y síntesis. Marx analizó el conflicto entre los capitalistas y el proletariado, y aunque anticipó una revolución, y en última instancia, un nuevo tipo de sociedad, no las consideraba inevitables. El proletariado tenía que colaborar y luchar por el socialismo si quería que se realizara. Pero incluso en el caso de que los trabajadores se esforzaran, carecían de garantías absolutas de su llegada. Las acciones de los capitalistas habían logrado que la clase obrera se encontrara más resignada a su suerte, lo que dificultaba la revuelta trabajadora. Lo más conocido de la dialéctica tal vez sea su interés por el conflicto y la contradicción (Elster, 1985). Fue de ese interés del que se derivaron otros subproductos, como la preocupación por el proceso de cambio y por la creación de un programa político. Pero lo que más nos importa aquí es que la dialéctica provoca interés por los conflictos y las contradicciones que se dan entre los diversos niveles de la realidad social; el interés sociológico más tradicional se inclina, en cambio, por los modos en que estos diversos niveles se mezclan, de forma bastante clara, dentro de todo un cohesivo. Aunque Marx era consciente de que las ideologías de los capitalistas se entremezclaban con sus intereses objetivos, pretendía centrarse en cuestiones como el conflicto entre las grandes estructuras creadas por los capitalistas y los intereses del proletariado. Para Marx la contradicción última en el seno del capitalismo se da tal vez en la relación entre burguesía, produce el proletariado, y al producir y expandir esta clase, los capitalistas producen sus propios sepultureros. El capitalista produce el proletariado al obligar a los trabajadores a vender su jornada laboral a cambio de salarios ínfimos. A medida que el capitalismo se expande, aumenta la cantidad de trabajadores explotados y el grado de esa explotación. El creciente grado de explotación genera una oposición cada vez mayor del proletariado. Esta oposición provoca una mayor explotación y opresión, y el resultado probable es una confrontación entre las dos clases en la que el proletariado, desde el punto de vista de Marx, es probable que triunfe. A pesar de la importancia que para Marx tenía la futura sociedad comunista, sorprendentemente dedicó poco tiempo a describir ese mundo. De hecho, criticaba a los socialistas utópicos que escribían libro tras libro sobre las maravillosas imágenes de la sociedad futura. La tarea más importante para Marx era el análisis crítico de la sociedad capitalista contemporánea. Creía que su crítica contribuiría a derrocar al capitalismo y a crear las condiciones para el nacimiento de un nuevo mundo socialista. Habría tiempo, pues, de construir la sociedad comunista una vez derrotado el capitalismo. En general, los pensadores dialécticos también se interesan (como Marx) por las estructuras y los actores de la sociedad, así como por la relación dialéctica entre los actores y las estructuras sociales. Pero el método dialéctico implica una mayor complejidad porque, como ya hemos señalado, el pensador dialéctico toma en cuenta las circunstancias pasadas, presentes y futuras en las que se encuentran inmersos actores y estructuras. La figura 5.1 es una representación esquemática simplificada de esta perspectiva enormemente compleja y sofisticada. A lo largo de toda su obra se hace evidente que Marx trabajaba de acuerdo con un modelo como el expuesto en la figura 5.1. Se preocupaba por la interacción entre los principales niveles del análisis social. Pro ejemplo, Marx y Engels señalan: “las circunstancias hacen a los hombres en la misma medida en la que los hombres hacen a las circunstancias” (1846-46/1970:59; cursivas añadidas). Por lo tanto, Lefebvre estaba en lo cierto cuando señalaba que en el corazón del pensamiento de Marx se encontraba en la relación entre las personas y las grandes estructuras 82 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA creadas por ellas (1968: 8). Por una parte, estas grandes estructuras ayudaban a las personas a realizarse; por la otra planeaban una grave amenaza a la humanidad. Grandes estructuras en el pasado Grandes estructuras en el presente Actores en el pasado Actores en el presente Grandes estructuras en el futuro Actores en el futuro Figura 5.1. Representación esquemática de una dialéctica sociológicamente relevante. A pesar de este compromiso general con la dialéctica y, en particular, con la relación dialéctica entre las grandes estructuras y los actores, Marx centró progresivamente su atención en las estructuras de la sociedad capitalista. Esto se debió en parte a sus intereses políticos, que le llevaron a examinar y criticar las estructuras del capitalismo con el fin de contribuir al cambio revolucionario. Haciendo eso aceleraba la transición al socialismo. Dedicaremos una buena parte de este capítulo al estudio del análisis de Marx a las estructuras del capitalismo. Pero antes de hacerlo debemos comenzar por examinar las reflexiones de Marx sobre los aspectos más microscópicos de la realidad social. Marx construyó su análisis crítico de la estructura de la sociedad capitalista a partir de sus premisas sobre los actores, la acción y la interacción. El potencial humano La base de gran parte del pensamiento de Marx lo constituyen sus ideas sobre el potencial de los seres humanos (o lo que él llamaba seres genéricos). Creía que hasta que no les llegara su oportunidad histórica, las personas no llegarían a acercarse a lo que en última instancia podrían llegar a ser. La naturaleza de las sociedades anteriores al capitalismo había sido demasiado severa como para permitir que las personas se realizaran. Los individuos estaban tan ocupados intentando conseguir comida, alojamiento y protección que les era prácticamente imposible desarrollar sus capacidades superiores. Aunque el capitalismo había solventado algunos de estos problemas, constituía un entorno demasiado opresivo que impedía que la mayoría de las personas pudieran desarrollar su potencial humano. Así, Marx no podía describir con precisión el potencial humano porque aun no se le había permitido desarrollarse y expresarse adecuada y plenamente. 83 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La crítica de Marx de la sociedad capitalista se basaba en parte en su percepción de lo que los seres humanos podían llegar a ser una vez que se hubieran liberado de las garras del capitalismo y pudieran expresarse en el entorno más libre del comunismo. Capacidades y necesidades El fundamento de la concepción marxiana del potencial humano son sus ideas sobre las capacidades y las necesidades de las personas (Heller, 1976; Ollman, 1976). Las capacidades pueden definirse como las facultades y aptitudes de las personas. En el sistema marxiano, las capacidades humanas no son simplemente lo que son ahora, sino lo que fueron en el pasado y lo que serán en el futuro bajo diferentes circunstancias sociales. Las necesidades constituyen los deseos de las personas de cosas que normalmente no se pueden obtener de forma inmediata. Las necesidades, como las capacidades varían mucho según los entornos sociales en los que viven las personas. Incluso las ideas más microscópicas de capacidades y necesidades no se pueden analizar sin tener en cuenta las condiciones de la sociedad en su conjunto. Es necesario distinguir entre capacidades y necesidades naturales y de la especie. Dicho en pocas palabras, las capacidades y necesidades naturales son las que compartimos son otros animales, mientras que las especificas son exclusivamente humanas. Las capacidades y necesidades naturales per se apenas nos interesan porque, como Bertell Ollman ha señalado, el hombre “natural... aún no es un hombre, sino un animal” (1976:80). Sin embargo, todas las capacidades y necesidades pueden expresarse en formas distintivamente humanas. El sexo, por ejemplo, es un comportamiento común a los seres humanos y a otros animales, pero cuando se expresa en formas peculiarmente humanas entra dentro de la categoría de capacidades y necesidades de la especie. Conciencia El núcleo de la noción del potencial humano reside en la idea de Marx de que los hombres se distinguen de otros animales por su conciencia y por su capacidad de ligar esa conciencia a sus acciones. El hincapié que Marx hace en la conciencia deriva directamente de sus vínculos con la filosofía hegeliana y su interés por este fenómeno. Aunque Marx toma prestadas muchas ideas de Hegel, critica el que analice la conciencia como si esta existiera independientemente de las personas, en lugar de analizar la conciencia de las personas reales, concientes. A continuación exponemos la famosa cita de Marx en la que reconoce sus vínculos con Hegel al tiempo que manifiesta su alejamiento de la orientación de Hegel. Hegel convierte al hombre en el hombre de la autoconciencia, en lugar de hacer de la autoconciencia la autoconciencia del hombre, del hombre real, que por serlo, vive también en un mundo real, objetivo, y se ve condicionado por éste. Pone al mundo de cabeza y cree que se pueden, por tanto, disolver también en la cabeza todos los límites, gracias a lo cual naturalmente, dichos límites siguen existiendo para la mala sensoriedad, para el hombre real. (Marx y Engels, 1845/1956:254) Así, Marx se oponía a las ideas de Hegel no sólo por razones intelectuales, sino también debido a que su imagen efímera de la autoconciencia constituía un impedimento para la realización del tipo de acción política que Marx consideraba una necesidad imperiosa. 84 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Marx no se contentó con señalar simplemente y en términos generales que los hombres se distinguían de otros animales por su conciencia. Según Ollman (1976), Marx creía que las siguientes capacidades mentales hacían de la especie humana algo totalmente diferente de los demás animales. 1. Mientras los animales solo “hacen”, las personas pueden distanciarse mentalmente de lo que están haciendo. 2. Puesto que tienen una forma distintiva de conciencia, los actores humanos son capaces de elegir entre actuar o no hacerlo. Además, son capaces de elegir que tipo de acción realizar. 3. Las mentes de los seres humanos les permiten planear de antemano la acción que van a realizar. 4. Los seres humanos poseen flexibilidad tanto física como mental. 5. Los seres humanos son capaces de concentrar su atención en lo que hacen durante un largo periodo de tiempo. 6. La naturaleza de la mente humana lleva a las personas a ser altamente sociales. La conciencia constituye una característica de las personas, y su forma se deriva de la acción y la interacción humanas: “la conciencia es, por tanto, desde sus orígenes, un producto social, y seguirá siéndolo mientras el hombre exista” (Marx y Engels, 1845-46/1970: 51). Derivadas de las actividades de las personas, las relaciones sociales y la producción de la vida material constituyen una expansión de la conciencia: No sólo cambian las condiciones objetivas en le acto de la producción... sino también los productores, en el sentido de que adquieren nuevas características, se desarrollan en la misma producción, se transforman, generan nuevas capacidades e ideas, nuevos modos de interacción, nuevas necesidades y un nuevo lenguaje. (Marx, 1857-58/1974: 494) No es sólo la conciencia y la autoconciencia lo que distingue a los seres humanos de los demás animales, sino también la relación de esa capacidad mental con los tipos peculiares de actividades que las personas son capaces de realizar. Los seres humanos son capaces de realizar una actividad de un tipo, ritmo y naturaleza distintivos. Es la capacidad de controlar sus actividades mediante la conciencia lo que distingue a las personas de los animales. Marx es perfectamente claro en este punto: El animal no se distingue de su actividad vital... El hombre hace de su actividad vital el objeto de su voluntad y de su conciencia. (Marx, 1932/1964:113) Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquel ya existía en la imaginación del obrero, o sea, idealmente. (Marx, 1867/1967;178) 85 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA McMurty (1978) afirma que, para Marx, la característica específica de la naturaleza humana es su inteligencia creativa, su capacidad de trazar una estructura en la imaginación para luego construirla en la realidad. Para Marx, en el nivel más abstracto, la conciencia y su capacidad de dirigir la actividad era, la menos potencialmente, la característica distintiva de los seres humanos. Pero el problema de esta concepción del potencial humano es que es sumamente abstracta, por lo que Marx sintió la necesidad de trasladarla al mundo real. Las personas, su conciencia y sus actividades, no pueden existir aisladamente; tienen que relacionarse con el mundo natural. Las personas necesitan objetivos para sus pensamientos y acciones, y los más importantes de estos objetivos son las otras personas y la naturaleza. Los humanos necesitan actuar sobre algo, y es la naturaleza sobre lo que principalmente actúan, acompañados de todas sus capacidades creativas y en colaboración con otras personas. Podemos distinguir tres componentes de la relación entre los seres humanos y la naturaleza: la percepción, la orientación y la apropiación. La percepción es el contacto inmediato que tienen las personas con la naturaleza a través de sus sentidos. Pero una masa de percepciones desorganizadas probablemente desorienta a los actores. Se requiere un proceso de orientación, que organice, modele e imponga un marco de las diversas percepciones del mundo. Una vez percibido el mundo y organizada esa percepción se procede a la apropiación, por la que los actores emplean sus capacidades creativas para actuar sobre la naturaleza con el fin de satisfacer sus necesidades. La capacidad creativa y consciente de los seres humanos solo tiene sentido para Marx cuando se la considera en relación con la percepción, la orientación y la apropiación de la naturaleza. No es solo que la naturaleza de las capacidades y necesidades de las personas configure la forma de la percepción, la orientación y la apropiación, sino que la forma que estas adoptan en los distintos entornos sociales influye, a su vez, en la naturaleza de estas capacidades y necesidades. Esto refuerza la idea de que, para Marx, la naturaleza humana no era algo petrificado, sino que dependía enormemente de la naturaleza del entorno social. Siguiendo a Marx podemos distinguir tres estadios básicos de la relación entre el potencial humano y los procesos de la percepción, orientación y apropiación: la sociedad primitiva, el capitalismo y el comunismo. En la sociedad primitiva las personas empleaban recursos naturales para producir las cosas que necesitaban (por ejemplo, barcos y alojamientos). Como se necesitaba producir relativamente pocas cosas —y algunas se producían de forma harto ineficiente—, es lógico que las personas desarrollasen sus capacidades en un grado muy limitado. Como las capacidades permanecían en ese nivel reducido, las necesidades de las personas eran mínimas en la sociedad primitiva (Ollman, 1976:91). En los tiempos más remotos las personas de dedicaban desesperadamente a intentar sobrevivir y por ello solo eran capaces de desarrollar y expresar una cantidad limitada de necesidades “en los estadios más antiguos de la producción... había pocas necesidades humanas creadas, y por lo tanto, pocas requerían satisfacción” (Marx 185758/1974:398). La capacidad de pensamiento de las personas, su conciencia, era muy limitada y equivalía a poco más que a una conciencia animal “similar a la del borrego” (Marx y Engels, 1845-46/1970:51). Marx pensaba que el capitalismo constituía una fase en la que la capacidad creativa de la mayoría de los seres humanos, que se expresaba en el acto de la apropiación, había quedado virtualmente eliminada. La mayoría de la gente se limitaba, en cambio, a querer tener el dinero suficiente para poder poseer las mercancías que deseaba. Así, la meta en el capitalismo era la propiedad, en lugar de la expresión de las capacidades humanas. Cuando Marx compara la sociedad primitiva y el capitalismo, señala: “El mundo antiguo proporcionaba una satisfacción 86 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA limitada, mientras que el moderno no proporciona satisfacción alguna y, en el caso de hacerlo, es vulgar y mediocre” (1857-58/1964:85). Sin embargo, el comunismo era, para Marx, una fase en la que se habrían destruido las fuerzas estructurales que causaban la distorsión de la naturaleza humana, y en la que las personas podrían expresar su potencial humano en un grado desconocido. La mediocridad de la vida primitiva permitía solo una mínima expresión de ese potencial, y las estructuras del capitalismo (por ejemplo, la división del trabajo, la propiedad privada, el dinero), aunque habían liberado a las personas de las limitaciones que implicaba la sociedad primitiva, impedían la expresión de muchas capacidades y necesidades de la especie. Con todo, Marx le daba importancia al capitalismo porque en su seno se habían desarrollado las formas tecnológicas y organizativas que podría emplear una sociedad comunista, aunque en un sentido radicalmente opuesto; es decir, para llevar más lejos la liberación de los individuos del tipo de limitaciones propio de la sociedad primitiva. Es en esta fase cuando las personas podrán expresar sus capacidades humanas de una forma nueva y sin precedentes. Para Marx, el comunismo constituye una fase que permite que los seres humanos “desarrollen sus capacidades genéricas” (1932/1964: 151; Barbalet, 1983: 47, 55). Con tono ligeramente diferente, Ollman señaló que “el comunismo constituye la fase de la apropiación personal plena” (1976: 93). Actividad La actividad puede ser considerada como el medio que utilizan las personas para apropiarse de los objetos de la naturaleza. En el análisis de la actividad, nos alejamos del mundo subjetivo de la conciencia y nos acercamos al reino objetivo. Pero como la obra de Marx es, para mérito suyo, un todo dialécticamente relacionado, resulta virtualmente imposible centrarnos en un aspecto de la realidad social sin hacer referencia a otros. Es importante señalar que el concepto de actividad que emplea Marx es virtualmente inseparable de sus conceptos de trabajo y creatividad. Marx utilizaba el concepto de trabajo con un sentido muy diferente del de uso común. Ollman definió la noción marxiana de trabajo como “la actividad consciente y deliberada que se realiza en el proceso productivo” (1976: 98). Según esta definición, el trabajo constituye una expresión de las capacidades distintivas de las personas. De hecho, el trabajo no se limita a las actividades económicas, sino que entraña todas las actividades productivas que requieren las capacidades creativas del actor. A su vez, el trabajo también facilita un mayor desarrollo de las capacidades y las necesidades de las personas. Aunque Marx no hizo una distinción clara entre actividad, trabajo y creatividad, tendió a usar diferentes términos en las distintas épocas de su carrera. Sin embargo, lo que aquí nos interesa es que cada uno de esos términos subraya un aspecto diferente de la relación de las personas con la naturaleza. La actividad hace referencia al movimiento implicado en los esfuerzos deliberados; el trabajo, al proceso de producción material; y la creatividad, a la capacidad de las personas para hacer productos únicos (Ollman, 1976: 102). Bajo el capitalismo el trabajo solía estar separado de la actividad y la creatividad; desde el punto de vista de Marx, bajo el comunismo era probable que se diera una situación en la que la capacidad creativa de los seres humanos se viera plenamente involucrada en la actividad y el trabajo. Objetivación Para apropiarse del mundo natural, la gente, según Marx, debe comprometerse siempre con un proceso de objetivación, que implica la producción de objetos (comida, ropas, alojamientos). Para Marx el proceso de objetivación era importante por varias razones. Primera, reafirmaba su orientación materialista y su interés por el mundo real de los actores reales. No sólo le interesaba el trabajo en el nivel abstracto o la objetivación en el reino de la conciencia, como a Hegel, sino 87 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA también el proceso de objetivación en el mundo real. Segunda, Marx creía que la objetivación era el auténtico proceso en el que las personas expresaban las capacidades humanas. El potencial humano se realizaba en la objetivación de los productos. Este proceso de objetivación constituye una expresión del potencial humano siempre que presente ciertas características (Israel, 1971: 39). Primera, que la conciencia de los actores esté implicada en la actividad. Segunda, que los actores expresen sus capacidades de una manera comprehensiva. Tercera, que exprese su carácter intrínsecamente social en el proceso de la objetivación. Y cuarta, que el proceso de objetivación no constituye simplemente un medio para lograr otros fines (es decir, ganar dinero). En términos generales, esto significa que la objetivación debe entrañar la expresión de las capacidades creativas de los individuos. Trabajo En el contexto de esta imagen de la objetivación específicamente humana, Marx analiza el trabajo en la sociedad capitalista. Para el estudio de este tipo de sociedad Marx apenas utiliza los conceptos interrelacionados de trabajo, actividad y creatividad. Solía referirse, específicamente, al trabajo. En cierto sentido, como se sigue claramente de las siguientes citas, Marx empleaba la idea de trabajo como un equivalente de esos otros conceptos: El trabajo crea valor de uso... una condición necesaria, independiente de las demás formas de la sociedad, para la existencia de la raza humana. (Marx, 1867/1967: 42 y 43) El trabajo es... un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en el que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de la misma. (Marx, 1867/1967: 177) Es indudable, pues, que Marx está empleando aquí el concepto trabajo con las acepciones de trabajo, actividad y creatividad. Queda claro que el concepto de trabajo implica la apropiación, la objetivación y la plena expresión del potencial humano. Sin embargo, como veremos a lo largo del capítulo, Marx pensaba que el trabajo en la sociedad capitalista adoptaba ciertas formas distintas y pervertidas. En lugar de constituir un fin en sí, una expresión de las capacidades humanas, el trabajo en el capitalismo se educen a un medio para alcanzar un fin: ganar dinero (Marx, 1932/1964:173). Bajo el capitalismo, el trabajo no equivale a trabajo, actividad y creatividad. Sociabilidad 88 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Otro aspecto de la imagen de Marx del potencial humano es la idea de que las personas son intrínsecamente sociales. Marx y Engels hablaban de “la necesidad de la interacción con otros hombres” (1845-46/1970: 51). En muchos lugares de su obra, Marx escribió “el hombre es, en el sentido mas literal de la palabra un: zoon politikon, no sólo es un animal social, sino también un animal que sólo dentro de la sociedad se convierte en individuo” (1857-58/1964: 84). Por un lado, como ya hemos visto, esto significa que todas las capacidades específicamente humanas no tienen sentido si se expresan aisladamente; deben estar relacionadas tanto con el mundo natural como con el social. Desde el punto de vista de Marx, las personas no pueden expresar su humanidad sin la interacción con la naturaleza y con las otras personas. Por otro, la sociabilidad constituye una parte integrante de la naturaleza humana. Es decir, para Marx, las personas son intrínsecamente sociales. Necesitan relacionarse con otras personas tanto por el mero hecho de relacionarse, como para poder apropiarse de la naturaleza adecuadamente (Meszáros, 1970: 149). Consecuencias imprevistas Finalmente, un aspecto apenas analizado del concepto de Marx de la naturaleza humana está directamente relacionado con el desarrollo del capitalismo. Hace referencia al hecho de que las personas —dotadas, al menos potencialmente, de características humanas positivas— hayan producido el capitalismo, una estructura que distorsiona su naturaleza esencial. Se trata, pues, de la idea de las consecuencias imprevistas (Elster, 1985: 3). Si bien solemos relacionar esta idea con la obra de Max Weber, parece evidente que Marx también la tuvo en mente: “He aquí, pues, la espiral dialéctica: al tiempo que solemos lograr resultados inmediatos de nuestras intenciones concientes, demasiado a menudo no anticipamos ni prevemos las consecuencias no deseadas más remotas de esos resultados” (citado en Venable, 1945: 76). En términos generales, podemos deducir que el capitalismo constituye una consecuencia imprevista que resulta de un sinnúmero de acciones. La intención de la gente no era crear una estructura que distorsionara la naturaleza humana, pero ese fue el resultado. También es necesario señalar que la idea de las consecuencias imprevistas, como otros aspectos de la imagen de Marx de la naturaleza humana, depende del contexto social. Aunque forman parte integrante de la sociedad pasada y presente, Marx habría especificado (habría abordado la cuestión de) que probablemente las consecuencias imprevistas no constituyen una característica de la sociedad. Es decir, el comunismo, no necesariamente se verá perturbado por consecuencias imprevistas. Ahora bien, el concepto de las consecuencias imprevistas es muy útil en la reflexión sobre la sociedad capitalista. Por ejemplo, los capitalistas creen que sus acciones promueven sus intereses, así como los intereses del sistema capitalista en su conjunto. Pero como Marx pensaba, muchas de sus acciones creaban las condiciones para el colapso final del sistema. Por poner un ejemplo, los capitalistas creen que extraer del trabajador la última pizca de productividad va en su propio interés y en el del sistema. Aunque a corto plazo esta extracción produce grandes beneficios, a largo plazo, para Marx, crea la clase que destruirá finalmente el sistema capitalista: el proletariado. Alienación Hasta aquí hemos analizado varios componentes de la obra de Marx en un nivel microscópico: el potencial humano (el ser genérico), las capacidades, las necesidades, la autoconciencia y la conciencia, la actividad, el trabajo, la creatividad, el trabajo (percepción, orientación y apropiación), la objetivación, la sociabilidad y las consecuencias imprevistas. Estos componentes se derivan principalmente del estudio de la obra temprana de Marx. En su obra madura rara vez se permitió Marx el lujo de hacer ese tipo de reflexiones filosóficas, porque se centró en la naturaleza de la sociedad capitalista. En sus primeras obras, Marx denominaba alienación a las 89 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA distorsiones que causaba la estructura de la sociedad capitalista en la naturaleza humana. Aunque en su obra posterior evitaba ese termino altamente filosófico, siguió siendo, de otra guisa, una de sus principales preocupaciones. Como Barbalet señala: “Aunque Marx apenas usa el término ‘alienación’ en El Capital, si emplea el concepto” (1983: 95). Al fin y al cabo, Marx era un humanista, e incluso en la exploración de la estructura de la sociedad capitalista jamás perdió de vista como afectaba al actor (Waltenberg, 1982). Aunque era el actor el que padecía la alienación en la sociedad capitalista, Marx centró su análisis en las estructuras del capitalismo que causaban tal alienación. Así, contra la opinión de muchos de sus interpretes, que le acusan de adoptar un enfoque sociopsicológico, Marx ofreció básicamente una teoría de la alienación arraigada en la estructura social. Es la estructura social la que rompe las interconexiones naturales que caracterizan la naturaleza humana en un sentido ideal. Aquí es sumamente importante el sistema de dos clases, en el cual los capitalistas emplean a los trabajadores (y por lo tanto poseen su tiempo de trabajo) y son propietarios de los medios de producción (herramientas y materias primas), así como de los productos resultantes. Para sobrevivir y tener acceso a las herramientas y las materias primas, los trabajadores se ven obligados a vender a los capitalistas su fuerza de trabajo. Aunque los trabajadores usen las herramientas y actúen sobre la naturaleza, las interrelaciones naturales están rotas. Componentes de la alienación Puede considerarse que el proceso de alienación incluye cuatro componentes básicos. Primero, en la sociedad capitalista, los trabajadores están alienados de su actividad productiva. En tal sociedad los trabajadores no trabajan para sí mismos, para satisfacer sus propias necesidades. Trabajan para los capitalistas, que les pagan un salario de subsistencia a cambio del derecho de utilizarlos en lo que deseen. Trabajadores y capitalistas creen que el pago de un salario significa que la actividad productiva pertenece al capitalista, puesto que la actividad productiva pertenece al capitalista, y puesto que es él quien decide lo que hay que hacer con ella, es fácil comprobar que los trabajadores están alienados respecto a su actividad. En lugar de ser un proceso satisfactorio en y por sí mismo, la actividad productiva en el capitalismo se reduce, según argumenta Marx, a un aburrido e idiotizante medio de cumplir el único objetivo que de verdad importa en el capitalismo: ganar el suficiente dinero para sobrevivir. Segundo, los trabajadores están alienados no sólo respecto de las actividades productivas, sino también del objeto de esas actividades: el producto. El producto de su trabajo no pertenece a los trabajadores y no pueden utilizarlo para satisfacer sus necesidades primarias. El producto, como el proceso de producción, pertenece a los capitalistas, que pueden usarlo como deseen. Esto suele significar que lo venden para obtener beneficio. Los trabajadores no sólo no ejercen control alguno sobre el producto, sino que en la mayoría de los casos, tampoco tienen una percepción correcta de lo que producen. Suelen realizar tareas muy especializadas a resultas de lo cual apenas perciben el papel que juegan en el proceso de producción. Por ejemplo, los trabajadores de una cadena de montaje de automóviles que aprietan los tornillos de una turbina apenas se percatan de su papel en la producción de un motor, y no digamos de su contribución a la producción a la producción del automóvil entero. Las cadenas de montaje suelen ser largas y tienen tantos eslabones que los individuos se limitan a cumplir un papel insignificante en el proceso global. Como les corresponde cumplir esos papeles de escasa importancia, los trabajadores suelen creer que es la cadena de montaje, no las personas que trabajan en ella, lo que produce el producto final. Tercero, en el capitalismo los trabajadores están alienados de sus compañeros de trabajo. Marx parte de la premisa de que las personas necesitan y desean trabajar en colaboración con otras para extraer de la naturaleza lo que necesitan para sobrevivir. Pero el capitalismo destruye esta cooperación natural, y las personas, especialmente los extranjeros, se ven obligadas a trabajar 90 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA codo con codo para los capitalistas. Aun cuando los trabajadores de una cadena de montaje, por ejemplo, sean íntimos amigos, la naturaleza de la tecnología produce una profunda sensación de soledad. He aquí como describe un trabajador su situación social dentro de una cadena de montaje: Puedes trabajar al lado de un tipo durante meses sin ni siquiera saber como se llama. Y es que está demasiado ocupado como para hablar. No te oye...Tienes que gritarle al oído. Hay tipos finos que merodean por allí con camisa blanca, y si te ven moviendo la boca dicen: ‘Hay que dar mas trabajo a ese chaval’ no hay tiempo para hablar, tío. (Terkel, 1974:165) Pero esta situación social es peor que la simple soledad; los trabajadores suelen verse obligados a competir abiertamente, y a veces, se producen enfrentamientos entre ellos. Con el fin de extraer la máxima productividad y evitar el desarrollo de relaciones cooperativas, el capitalista enfrenta a los trabajadores entre sí para detectar cual de ellos produce más, trabaja más rápidamente y agrada más al jefe. A los que ganan se les da una recompensa extrasalarial; a los que pierden se les despide. En cualquier caso, se genera una hostilidad considerable entre los compañeros de trabajo. A los capitalistas les conviene este enfrentamiento, porque de ese modo evitan ser ellos mismos blanco de la hostilidad obrera. En el capitalismo, la soledad y la hostilidad entre las personas suele alienar a los trabajadores respecto a sus compañeros. Por último, en un nivel más general, los trabajadores están alienados de su propio potencial humano en la sociedad capitalista. Los individuos se realizan cada vez menos como seres humanos y quedan reducidos en su trabajo al papel de animales, bestias de carga o máquinas inhumanas. La conciencia se entumece y, en última instancia, se destruye a medida que gradualmente se van rompiendo las relaciones con otros humanos y con la naturaleza. El resultado es una masa de personas incapaces de expresar sus capacidades específicamente humanas, una masa de trabajadores alienados. Distorsiones derivadas de la alineación La alineación, pues, es la ruptura estructuralmente impuesta de la interconexión total y natural que, para Marx, constituye una parte esencial de la vida, la menos en un sentido ideal. El comunismo implica un restablecimiento de las interconexiones que ha destruido el capitalismo. Por lo tanto, la alineación se opone a lo que las personas pueden potencialmente ser (Barbalet, 1983: 53). Como ha señalado Elster: “El análisis de Marx de la alienación sólo tiene sentido a la luz una idea normativa de lo que constituye una vida buena para el hombre... una vida plena de actividad creativa” (1958: 51). Como consecuencia de la alienación, el trabajo en el capitalismo se reduce al simple trabajo en cuya realización el individuo “no se reafirma, sino que se niega; no se siente satisfecho, sino infeliz; no desarrolla libremente su energía mental y física, sino que mortifica su cuerpo y se arruina su mente” (Marx, 1932/1964: 110). En el capitalismo el trabajo es, por lo tanto, muy diferente de la genuina actividad humana.Uno de los ejemplos más bellos que nos ofrece Marx para ilustrar la perversión de la humanidad por el capitalismo es su reflexión sobre el dinero. Idealmente, las personas no pueden ser más que lo que realmente son, pero en el capitalismo el dinero confiere a las personas capacidades y aptitudes que no tienen realmente. A continuación exponemos la perspicaz opinión de Marx sobre esta cuestión: Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar; es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como 91 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprar la más hermosa de las mujeres. Por lo tanto, no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra el dinero, luego también soy un poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor, el dinero me evita, además la molestia de ser deshonesto, luego, se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? El puede, por lo demás, comprarse gente ingeniosa, y ¿no es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentosos que el talentoso? ¿Es que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansia, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario? (Marx, 1932/1964; 167) Si bien, el dinero puede comprar prácticamente todo en el capitalismo, en un mundo verdaderamente humano no puede realizar esta función. En tal mundo uno puede, por ejemplo, “intercambiar amor por amor” (Marx, 1932/1964: 119). La riqueza es sólo una apariencia que, una vez eliminada, no deja otra cosa que “la universalidad de las necesidades, las capacidades, los placeres, las fuerzas productivas, etc., de los individuos, producidas en el intercambio universal: ¿Qué otra cosa podría ser, sino el auténtico desarrollo del control humano sobre las fuerzas de la naturaleza —las de su propia naturaleza—, así como aquellas otras de la llamada ‘naturaleza’? ¿Qué otra cosa podría ser sino la elaboración absoluta de sus disposiciones creativas? (Marx, 1857-58/1964: 84-85) La lista de las distorsiones causadas por la sociedad capitalista es larga. Primero, la estructura del proceso de producción convierte a los trabajadores en “monstruos tullidos” al obligarles a trabajar minuto tras minuto sin permitirles usar sus capacidades (Marx, 1867/1967: 360). Asimismo, la interrelación natural entre mente y mano está rota en el capitalismo, hasta el punto de que solo a unas pocas personas se les permite realizar trabajo intelectual; la mayoría realiza un trabajo manual exento de componentes mentales (Marx, 1867/1967: 508). Tenemos también la monotonía de repetir hasta la saciedad la misma tarea especializada. Engels subrayó este problema: “nada es más terrible que limitarse a hacer la misma cosa todos los días, de la mañana a la noche, contra la voluntad... en esta monotonía ininterrumpida su trabajo se convierte en una tortura... en el caso de que le quede sentimiento humano” (Venable, 1945: 137). Los seres humanos dejan de ser creativos y se orientan en soledad hacia la posesión de objetos. Para Marx la propiedad privada hace a las personas tan “estúpidas y estrechas de miras” que sólo perciben un objeto como suyo cuando lo poseen; es decir, cuando lo “comen, beben, lo visten, o lo habitan”. Por todas estas razones, el trabajo en el capitalismo deja de ser una expresión del potencial humano. De hecho, en muchos sentidos es lo opuesto. Debido a esa total alienación de 92 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA las funciones humanas una persona ya no puede satisfacer sus capacidades y necesidades naturales. De esto resulta que el hombre (el trabajador) Sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en animal. (Marx, 1932/1964: 111) Tal vez sea este el colmo de las consecuencias imprevistas; las personas han producido una sociedad que les permite sentirse a gusto solo cuando funcionan como animales. Marx afirmaba que el capitalismo era un mundo invertido en el que los que deberían estar arriba quedan relegados a lo mas bajo, y los que merecían estar abajo llegan a la cúspide de la sociedad. Así, las personas consideradas por Marx como las más importantes para la sociedad — los productores (el proletariado)— se encontraban abajo luchando por un salario de subsistencia y dominadas por los capitalistas. Los capitalistas, que no producían nada por sus propios medios y vivían a expensas del trabajo de otros, constituían la fuerza dominante de la sociedad. El capitalismo también era un mundo invertido en el sentido de lo que llega a ser real para la sociedad. Por ejemplo, son las personas las que establecen los precios, pero no perciben el papel esencial que desempeñan en ese proceso. Es más, parece que es el “mercado” irreal el que establece los precios. Finalmente, la realidad de la vida en el capitalismo se esconde tras la ilusión de un hecho. Por ejemplo, desde el punto de vista de Marx, los capitalistas explotan al proletariado, pero la creencia común es que son las capacidades de los capitalistas las que confieren el éxito al trabajador. Volveremos a esta cuestión cuando analicemos la ideología en le capitalismo, pero lo que hay que subrayar ahora es que para Marx, el capitalismo constituye, en muchos sentidos, un sistema social invertido y distorsionado. Emancipación Por su puesto, la crítica marxiana de la sociedad capitalista no constituía un fin en sí misma, sino un esfuerzo cuyo objetivo era que se llevaran a cabo los cambios necesarios para crear una sociedad en el que el potencial humano pudiera expresarse adecuadamente. Podemos afirmar que el objeto de la sociología de Marx era la emancipación de la humanidad de la esclavitud de la sociedad capitalista (Mészáros, 1970: 200). Como Marx dijo: “La emancipación humana será total sólo cuando el hombre real e individual... se haya convertido en un ser genérico” (citado en Bender, 1970: 66). Vernon Venable capta satisfactoriamente la esencia del problema y la necesidad de reforma: Por lo tanto, la actividad humana debe dirigirse... hacia su rescate colectivo del estado lamentable, fragmentado, dividido, idiotizado, y de clase esclava en la que se encuentra. Debe dirigirse, dicho en pocas palabras, hacia la transformación de la naturaleza humana. Debe lograra la dignificación, la integración, la perfección y la liberación del hombre, de manera que los recursos y capacidades que residen en él... puedan desarrollarse, expandirse y encontrar una expresión fructífera. (Venable, 194:151-152) 93 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Por lo tanto, lar reflexiones sobre el potencial humano llevaron a Marx a articular una crítica de la sociedad capitalista y un programa político orientado hacia la destrucción de las estructuras del capitalismo para que las personas pudieran expresar su humanidad esencial (Meszáros, 1970). La transición hacia la sociedad socialista y la emancipación podía lograrse sólo mediante la acción concreta o praxis. Por un lado, este concepto significa que no debemos concentrarnos con filosofar sobre el capitalismo, sino adoptar también una postura intelectual crítica que contribuya a la realización de la acción necesaria para revolucionar la sociedad. Este concepto también significa que el capitalismo sólo puede transformarse mediante la acción concreta. Así, el proletariado debía actuar para llevar acabo la transición al socialismo; no podía sentarse y esperar pasivamente a que llegara su derrumbe final como fruto de sus contradicciones internas. El uso de Marx del concepto de praxis era tanto político como teórico. La sociedad comunista creada mediante la praxis “no gobernará sobre los individuos, pues en sí misma no es otra cosa que los individuos concretos en sus mutuas relaciones sociales” (Gould, 1978: 166); eliminará la alienación (“la condición humana en la fase precomunista” (Barbalet, 1893: 53); y reunirá a las personas con sus productos, sus actividades productivas, con otras personas y con ellas mismas. La meta de la emancipación es el ser genérico. Otra manera de expresar esto mismo es decir que la meta de la emancipación es el comunismo, 95 que constituye “la primera expresión real y la realización auténtica del hombre, de la esencia del hombre, y de su esencia como algo real” (Marx, 1932/1964: 187). Para Avineri, “el postulado de Marx sobre la posibilidad última de autoemancipación humana está relacionado con su premisa filosófica sobre la creación inicial del mundo por parte del hombre” (1968: 65). En otras palabras, no podemos entender el comunismo sin comprender el concepto de ser genérico. Estructuras de la sociedad capitalista Hemos dedicado varias páginas al estudio de los pensamientos de Marx sobre los actores, los procesos mentales y la acción, y la mayor parte de ellos se encuentra en sus trabajos sobre el potencial humano y la distorsión (alienación) causada por las estructuras de; la sociedad, en particular la estructura de la sociedad capitalista. Llega el momento, pues, de pasar a analizar la obra de Marx sobre esas grandes estructuras que causan la alienación en la sociedad capitalista. La primera cuestión que abordaremos es si Marx consideraba o no esas estructuras sociales como “cosas”, es decir, como estructuras solidificadas. Otra manera de plantearlo es preguntarnos si Marx adoptó la postura de Durkheim (1895/1964) de que los hechos sociales debían ser tratados como si fueran “cosas”. Las opiniones de Marx sobre las grandes estructuras se formaron a partir de su modo de pensar dialéctico, especialmente sobre la base de su tendencia a centrarse en las relaciones sociales (Ollman, 1976). Marx percibía las estructuras sociales como un conjunto de relaciones sociales numerosas y continuas. Esta perspectiva dinámica o dialéctica se opone radicalmente a la idea de muchos neodurkheimianos, que han ignorado la advertencia de Durkheim de que había de tratar los hechos sociales como cosas y los consideran cosas de hecho. Si bien tenía una perspectiva dinámica sobre las estructuras, Marx consideraba que el conjunto de relaciones en el capitalismo eran externas a los actores y coercitivas. Esto no significa que este conjunto de relaciones fuera inevitable o eterno, pero ciertamente había adquirido una realidad objetiva bajo el capitalismo y debía ser destruido para acercarse al comunismo. En relación a este punto nos percatamos de los compromisos políticos de Marx, porque su perspectiva más relacional confiere a las estructuras sociales una naturaleza mucho más cambiante que la que tendrían si fueran consideradas cosas. 95 En opinión de Berki, el comunismo es “lo único importante del pensamiento de Marx” (1983: 1). 94 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Mercancías La base de todo el trabajo de Marx sobre las estructuras sociales, y el lugar en el que el trabajo está mas claramente vinculado a las ideas sobre el potencial humano, es su análisis de las mercancías. Como Georg Lukács señaló, “El problema de las mercancías es... el problema estructural central de la sociedad capitalista” (1922/1968:83). El concepto de mercancía de Marx arraiga en la orientación materialista de su análisis sobre las actividades productivas de los actores. Como ya hemos visto, para Marx las personas producen los objetos que necesitan para sobrevivir mediante su interacción con la naturaleza y otros actores; la objetivación constituye un aspecto necesario y universal de la vida humana. Estos objetos se producen para el uso de una persona o para el de otras en su entorno inmediato; constituyen valores de uso. Los objetos son los productos del trabajo humano y no pueden adquirir una existencia independiente porque están bajo el control del actor. Sin embargo, en el capitalismo este proceso de objetivación adopta una forma nueva y peligrosa. En lugar de producir para ellos o para sus congéneres inmediatos, los actores producen para otro tipo de persona (el capitalista). Los productos, en lugar de ser usados inmediatamente, son intercambiados, en el libre mercado a cambio de dinero (valores de cambio). Aunque son las personas las que producen objetos en el capitalismo, el papel que desempeña en la producción de mercancías, y su control sobre ellas, se mistifica. Al principio creen que esos objetos y el mercado tienen una existencia independiente y esta creencia se convierte en realidad cuando esos objetos y su mercado se convierten en reales, en fenómenos independientes. La mercancía aparece como una realidad externa, casi mística, independiente (Marx, 1867/1967:35). Fetichismo de la mercancía El desarrollo de las mercancías va acompañado del proceso que Marx denominó fetichismo de la mercancía. La base de este proceso es el trabajo, que confiere valor a las mercancías. El fetichismo de las mercancías implica el proceso por el que los actores olvidan que es su trabajo el que confiere a las mercancías su valor. Llegan a creer que su valor procede de las propiedades naturales de las cosas o que el funcionamiento impersonal del mercado, es lo que les otorga su valor. Así, para los actores, el mercado realiza una función que, para Marx, los actores son los únicos que pueden realizar la producción de valor. En palabras de Marx: “Una relación social definida entre hombres... asume, ante sus ojos, la fantástica forma de una relación entre cosa” (1867/1967:72). Al conceder realidad a las mercancías y al mercado, el individuo en el capitalismo pierde progresivamente el control sobre ellos. Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. (Marx, 1867/1967: 72) La belleza del análisis de Marx sobre las mercancías y su fetichismo consiste en que parte del micronivel del actor y la acción individual para luego elevarse al macronivel de las grandes estructuras sociales. Es decir, las personas, dotadas con mentes creativas, interactúan con otras personas y con la naturaleza para producir objetos, pero este proceso natural se convierte en el 95 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA capitalismo en algo grotesco. El fetichismo de las mercancías confiere a estas y al mercado una realidad objetiva independiente que es externa al actor y coercitiva. Reificación Puede parecer que los conceptos de mercancía y de fetichismo de la mercancía tienen un uso sociológico limitado. Tal vez se crea que estos conceptos pertenecen exclusivamente al reino económico; es decir, al resultado final de la actividad productiva. Pero la actividad productiva puede —y debe— analizarse con una perspectiva más amplia si de verdad queremos comprender el sentido de la obra de Marx y de su aplicación a la sociología. Es necesario señalar aquí que las personas producen no sólo objetos económicos (comida, ropa y alojamiento) sino también relaciones sociales y, en última instancia, estructuras sociales. Desde este punto de vista, el fetichismo de la mercancía se puede traducir al concepto más amplio de reificación (Lukács, 1922/1968). La reificación puede considerarse como el proceso por el que se llega a creer que las formas sociales humanamente creadas son naturales, universales y absolutas y, consecuentemente, que esas formas sociales adquieren de hecho, las características. El concepto de reificación implica el convencimiento de las personas que las estructuras sociales están fuera de su control y son inalterables. Esta suposición se convierte en la profecía que se cumple a si misma. Y las estructuras adquieren realmente el carácter que las personas les otorgan. El uso de este concepto implica que las personas reifican no sólo las mercancías, sino también el conjunto total de las diversas estructuras sociales. Podemos encontrar un concepto más amplio de reificación en el propio análisis de Marx sobre el trabajo. Fundamentalmente, Marx afirmaba que bajo las circunstancias específicas del capitalismo como el trabajo, como fenómeno social, se convertía en una mercancía: “la fuerza de trabajo aparece en el mercado como una mercancía exclusivamente si y, en la medida en que, su poseedor, el individuo propietario de esa fuerza de trabajo, la pone en venta o la vede como una mercancía” (1867/1967: 168). Una vez admitida la posibilidad de que un fenómeno social (el trabajo) se reifique, podemos suponer esa misma posibilidad en el caso de una amplia gama de otros fenómenos sociales (Lefebvre, 1968:16). Del mismo modo que las personas reifican las mercancías y otros fenómenos económicos (por ejemplo, la división del trabajo (Rattansi, 1982; Walliman, 1981), también reifican estructuras religiosas (Barbalet, 1983:147), políticas y organizativas. Marx lo señaló al respecto del estado: “y en virtud de esta profunda contradicción entre el individuo y... la comunidad, esta última adopta una forma independiente, el Estado, divorciada de los intereses reales del individuo y la comunidad” (citado en Bender, 1970:176). Marx tenía pocas cosas que decir sobre el amplio conjunto de estructuras sociales que habían sido reificadas, pues se centró principalmente en los componentes estructurales de la economía. Contemplaba estas estructuras económicas como las causas principales de la alienación, ya que rompían la interconexión natural entre las personas y la naturaleza. Capital El más general de los elementos económicos estructurales en la obra de Marx es el capital, o el sistema capitalista. Como estructura independiente, el capital (en manos de los actores que operaban en su propio beneficio, la burguesía) explotaba a los trabajadores, los responsables de su creación. Marx pensaba que el poder del capital aparecía como “un poder otorgado por la naturaleza —un poder productivo inherente al capital” (1867/1967: 333). Así, las personas tendían a reificar el capital al creer que, por naturaleza, el sistema capitalista era externo a ellas. Los trabajadores eran explotados por un sistema, y habían olvidado que ellos lo habían producido mediante su trabajo, por lo que no se percataban de que podía cambiar: “debido a su conversión de autómata, e instrumento del trabajo se enfrenta al trabajador durante el proceso de la 96 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA producción, y adopta la forma de capital, o trabajo muerto, que domina y extrae hasta que se agota la fuerza de trabajo existente” (Marx, 1867/1967: 423). Esta es la idea que llevó a Marx la conclusión de que el capitalismo era un mundo invertido. Antes de proceder al análisis de alguna de las ideas económicas de Marx y al estudio concreto de un caso, debemos recordar al lector que el presente es un libro de teoría sociológica, no económica. Por ello presentamos las ideas económicas para ilustrar las ideas sociológicas subyacentes más básicas. Circulación de mercancías Además de analizar el carácter del capital en general, Marx estudió algunos componentes específicos del sistema capitalista. Por ejemplo, examinó la circulación de las mercancías, consideradas por el como “el punto de partida del capital” (1867/1967:146). Marx distinguía dos tipos de circulación de mercancías. Ambos representan la totalidad de las relaciones económicas establecidas, que son externas y coercitivas para el actor. Uno de estos tipos de circulación — Dinero-Mercancías-Dinero (D-M-D)— es característico del capital, no ocurre así en el caso del otro: Mercancías-Dinero-Mercancías (M-D-M). En la circulación simple de mercancías predomina el circuito M-D-M. Este circuito puede ilustrarse como el ejemplo del pescador que vende su pesca y utiliza el dinero para comprar el pan. En una sociedad caracterizada por la circulación simple de mercancías, el intercambio se realiza a través de “la conversión de la mercancía en dinero y la reconversión del dinero en mercancía” (Marx, 1867/1967: 105). Este circuito, sin embargo, no puede darse aisladamente; está intrínsecamente relacionado con otros circuitos semejantes por los que circulan otras mercancías. Este tipo de proceso de intercambio “desarrolla una red completa de relaciones sociales espontáneas en lo que se refiere a su crecimiento y se sitúan al margen del control de los actores” (Marx, 1867/1967:112). Podemos considerar la circulación simple de mercancías caracterizada por el circuito MD-M como el segundo tipo histórico de circulación de mercancías. El trueque es el primero. Ambos circuitos conducen finalmente a la circulación de mercancías bajo el capitalismo, que se caracteriza por el circuito D-M-D. En el circuito capitalista, al que Marx denomina “comprar para vender” (Marx, 1867/1967:147), el actor individual compra una mercancía con dinero y luego la cambia por dinero. Aquí nuestro pescador compra nuevas redes con sus ganancias para incrementar sus ganancias futuras. Este circuito, similar al circuito simple de la circulación de mercancías, se caracteriza por dos fases antitéticas, aunque complementarias. Simultáneamente la compra que realiza una persona constituye la venta que hace otra. La circulación de las mercancías bajo el capitalismo parte de una compra (redes nuevas) para terminar en una venta (una pesca más abundante). Además el fin de este circuito no es el consumo del valor de uso, como ocurre en la circulación simple de las mercancías. El fin es el dinero en una forma mas extensa, un dinero que es cualitativamente idéntico al que aparece al principio del circuito, pero cuantitativamente diferente de aquel (Marx, 1867/1967:150). Desde nuestro punto de vista, la importancia del circuito D-M-D reside en que constituye un proceso más abstracto, si cabe, que el M-D-M. La mercancía “real” pierde algo de significado y la esencia del capital se reduce, en última instancia, a la circulación “irreal’ del dinero. Esta mayor abstracción facilita la reificación, a resultas de lo cual aumenta la probabilidad de que el sistema sea más externo y coercitivo para los actores. Propiedad privada 97 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Marx también analizó el proceso por el que la propiedad privada se reifica en el capitalismo. Por su puesto, para Marx, a la propiedad privada, como los demás componentes estructurales del capitalismo, se deriva del trabajo de los trabajadores. Por lo tanto, “la propiedad privada” es el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo alienado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo” (Marx, 1932/1964: 117). Pero los trabajadores, pierden de vista y, en última instancia, dejan de controlar este hecho. En lugar de controlar la propiedad privada, es esta la que les controla a ellos. Como ocurre con los demás componentes estructurales de la obra de Marx, su concepto de propiedad privada esta directamente relacionado con su obra temprana sobre el potencial humano y la interacción, así como las metas políticas. Al poner en relación la propiedad privada con su obra temprana, Marx especificó que la primera, además de ser el producto del trabajo alienado, una vez que existe, exacerba a su vez la alienación al interponerse entre las personas y el proceso de producción. Para que las personas puedan expresar su potencial humano deben destruir la propiedad privada y los demás componentes estructurales de la sociedad capitalista: “la trascendencia positiva de la propiedad privada, en tanto que apropiación de la vida humana, es, por lo tanto, la trascendencia positiva de todo extrañamiento —es decir, el regreso del hombre de la religión, la familia, el estado, etc.— a su existencia humana, es decir, social” (Marx, 1932/1964: 136). División del trabajo La división del trabajo constituye otro componente estructural del capitalismo analizado minuciosamente por Marx. Marx y Engels encontraron los orígenes, de la división del trabajo moderna en la familia antigua, donde “la mujer y los hijos son los esclavos de marido” (1845/1970: 52). Aunque Marx criticaba obviamente estas formas antiguas de división de trabajo, criticaba aún más la forma particular perniciosa que adoptaba bajo el capitalismo. La idea básica de Marx sobre la división del trabajo se deriva de su distinción entre los propietarios de los medios de producción y los que se ven obligados en vender su fuerza de trabajo a los propietarios para vivir. En particular, a Marx le interesa la tendencia estructural por la cual las personas se ven obligadas a especializarse en tareas cada vez mas especificas. Esta especialización impedía que los actores se realizaran y expresaran su potencial humano (Marx, 1867/1967:350). Marx desarrolló una serie de críticas a la división del trabajo en sistema capitalista (Venable, 1945). Primera, la división del trabajo separa artificialmente al individuo del conjunto de la comunidad. En efecto, las personas se preocupan casi únicamente por su bienestar e ignoran e incluso luchan en contra de los intereses del conjunto de la comunidad. Segunda, el proceso laboral se rompe hasta el punto de que se separan funciones que idealmente deberían estar integradas. Por ejemplo, las funciones intelectuales están separadas de las manuales; lo mismo ocurre con el trabajo y el ocio, y el acto de la producción está radicalmente separado del acto de consumo. Tercera, las capacidades del individuo se reducen a una simple herramienta más en el proceso producción. Cuarta, cada persona hace sólo una mínima contribución al resultado del producto final. El trabajador queda desasociado de ese producto y de todo lo que suceda con él después. En términos más generales, los trabajadores como clase pierden el control sobre todas las cosas que producen, así como sobre su mercado. Finalmente, la especialización estricta influye en el hombre en el sentido de que “le atonta, le deshumaniza, le reduce a un mero fragmento de hombre, a un monstruo tullido, a un apéndice de una maquina” (Venable, 1945: 124). 98 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Estas críticas a la estructura de la división del trabajo llevaron inevitablemente a Marx a la conclusión política de que debería crearse una sociedad en las personas no se especializan de manera estricta: En una sociedad comunista, donde nadie trabaja en una única esfera de actividad, sino que puede realizarse en la rama que desee, es la sociedad la que regula la producción general, lo que me permite hacer una cosa hoy y otra distinta mañana, cazar por la mañana y pescar al atardecer, sacar el ganado al anochecer y dedicarme a reflexionar después de cenar, porque jamás pretenderé convertirme en cazador, pastor o crítico. (Marx y Engels, 1845-46/1970: 53) Aunque probablemente Marx, nunca creyó que una sociedad así pudiera existir, sus ideas reflejan su interés por la eliminación de los efectos destructivos de la especialización. Marx no suponía que todo el mundo supiera hacerlo todo. Lo que si creía era que la división del trabajo impedía artificialmente a las personas, particularmente al proletariado, desarrollar ampliamente sus aptitudes. Como David McLellan explicó, “Marx no creía que todo mundo tuviese el talento de Rafael, pero si que se debía permitir a toda persona que tuviese un talento personal desarrollarlo libremente. La concentración exclusiva del talento artístico en determinados individuos, y su eliminación de las masas... es una consecuencia de la división del trabajo” (1971: 218). Por lo tanto, en el comunismo no todas las personas eran, desde el punto de vista de Marx, poetas, artistas y abogados, pero si quedaran eliminados los obstáculos artificiales que impiden a las personas desarrollarse plenamente. Y la división del trabajo constituía el principal de ellos. Clase social La clase social (principalmente la burguesía y el proletariado) constituye otra de las cuestiones de las que Marx se ocupó en su estudio de la estructura social. Si bien dedicó poco tiempo a analizar el concepto de clase social, es evidente que consideraba las clases sociales como estructuras externas y coercitivas para las personas. Aunque Marx no hizo más ciertas alusiones al concepto de clase social, la interpretación que hace Ollman es bastante clara a este respecto. Ollman señaló que las clases sociales son “relaciones sociales reificadas” o “las relaciones entre los hombres [que] han logrado una existencia independiente” (1976: 204-205). También vinculó en surgimiento de las clases sociales con el ya mencionado de las mercancías en el capitalismo. “Clase y mercancías son, en el fondo, hermanos” (Ollman, 1976: 205; cursivas añadidas). Las clases sociales se derivan de los actos de producción; las personas llegan a reificar las clases y, se consecuentemente comienzan a cobrar una vida independiente que constriñe al actor, Marx no explica esta idea, aunque a juzgar por el tono general de sus argumentos tiene sentido pensar que defendía tal cosa. En este apartado hemos examinado las ideas de Marx sobre las grandes estructuras sociales. Hemos visto que tendía a considerarlas como relaciones antes que como estructuras materiales reales. Ahora bien, para Marx son fuerzas externas y coercitivas. Todas sus ideas sobre estas estructuras arraigan en su concepción de las mercancías y de la circulación de esas mercancías. Cuando se trasladó al reino puramente económico, Marx adoptó la misma idea sobre las estructuras sociales. Pero la mayor parte de las preocupaciones de Marx se refieren a las estructuras de la economía bajo el capitalismo: las mercancías, el capital, la propiedad privada, la división del trabajo y la clase social. Todas ellas se derivan de los pensamientos y las acciones de los actores, y una vez que cobran vida, constriñen los procesos mismos que los crearon. Marx 99 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA dedicó mucha atención a la cuestión del modo en que esas estructuras podían destruirse para dar paso a la creación de una sociedad comunista. Aspectos culturales de la sociedad capitalista Marx se concentró en el análisis de las grandes estructuras de la sociedad capitalista y su influencia alienadora sobre los seres humanos. A penas se ocupó del reino de la cultura, pero un análisis meticuloso de sus ideas nos indica que era consciente de la importancia de este aspecto de la realidad social. El materialismo de Marx le llevó a interesarse poco por la cultura, y podríamos afirmar que, en ocasiones, Marx incluso se alejó demasiado de este reino debido a que lo asociaba con la supuesta debilidad de la filosofía hegeliana. Por ejemplo, en la Contribución a la crítica de la economía política Marx escribió: El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva la una superestructura jurídica y política a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. (Marx, 1859/1970: 20-21) Podríamos decir que estas ideas de Marx hacen referencia a la conciencia en el sentido cultural (es decir, a las normas y valores o, en términos hegelianos, al espíritu o Geist) y no en el sentido de los procesos mentales y de la construcción social de la realidad. A juzgar por esta interpretación, parece que Marx relega el nivel cultural a la condición de “epifenómeno” determinado por las estructuras sociales y económicas. Esto parece confirmarse cuando, poco después en esa misma obra, Marx parecía reducir todo cambio social a un cambio de índole material sobre el que se erigía la superestructura cultural: Entonces se abre una era de revolución social. El cambio que se ha producido en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente toda la colosal superestructura. Al considerarse tales trastornos importa siempre distinguir entre el trastorno material de las condiciones economías de producción —que se deben comprobar finalmente con la ayuda de las ciencias físicas naturales— y de las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven. Así como no se juzga a un individuo por la idea que el tenga de si mismo, tampoco se puede juzgar tal época de trastorno por la conciencia de si misma; es preciso, por el contrario explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material. (Marx, 1859/1970: 21) Aquí se revela aún más nítidamente que Marx se refería al nivel cultural (“las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas”). Incluso distinguió entre la conciencia individual y la conciencia de una “época”. Debemos alabar a Marx por hacer esta distinción, pero también criticarle por su tendencia a reducir el dominio cultural a un epifenómeno, si eso es lo que quería realmente hacer. 100 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Sin embargo, con un espíritu contrario a estas palabras extraídas del prefacio de su Contribución a la crítica de la economía política —que constituyen, por desgracia, uno de los enunciados más simplistas de Marx— tendemos a descartar estos enunciados deterministas debido al tono general de su obra, y a su compromiso con la dialéctica. El compromiso con la dialéctica equivale estudiar las interrelaciones entre los fenómenos, una tarea de índole intrínsecamente antideterminista. Podría afirmarse que la naturaleza del capitalismo hace que predomine en él el nivel estructural, como consecuencia de lo cual los demás niveles quedan bajo su control. Aunque cuando describe el capitalismo lo hace en esos términos, Marx, no sólo ignoró el nivel cultural, sino que tenía mucho que ofrecer a este respecto, particularmente su análisis de la conciencia de clase y de la falsa conciencia y la ideología. Conciencia de clase y falsa conciencia En la obra de Marx, la idea de conciencia de clase y la de falsa conciencia están estrechamente relacionadas. En el capitalismo, tanto capitalistas como trabajadores tienen una percepción incorrecta del modo en que funciona el sistema y del papel que desempeñan en él (falsa conciencia). En la evolución hacia el comunismo existe la posibilidad de que el proletariado desarrolle una comprensión exacta de como funciona el capitalismo y como le afecta (conciencia de clase). Lo que caracteriza al capitalismo, tanto a la burguesía como al proletariado, es la falsa conciencia. No nos asombra saber que los trabajadores saber que los trabajadores tiene falsa conciencia, pero quizá resulte algo mas sorprendente que los capitalistas también la tengan. Después de todo, supuestamente se sirven del sistema —explotan al proletariado— en su propio beneficio. Georg Lukács (1922/1968), uno de los intérpretes mas destacados de Marx, señaló algunos elementos de la falsa conciencia de la burguesía. La burguesía no es consciente de su propia historia y del papal que desempeñó en la formación del capitalismo. Y lo que es más importante aun, no es consciente de las contradicciones que existen en el seno del capitalismo ni de su contribución al aumento de esas contradicciones. La burguesía, como el proletariado, no es consciente de las consecuencias de sus acciones. Su sistema de ideas contiene suposiciones falsas sobre su control del sistema capitalista. El hecho es que sus acciones, que ellos creen dirigidas a apoyar al sistema, contribuyen a su desaparición final. El sistema de ideas del proletariado es al menos tan ilusorio como el de la burguesía. Sin embargo, hay una diferencia de crucial importancia entre las dos clases. La burguesía nunca podrá transformar su falsa conciencia de clase; ello es sólo posible en el caso del proletariado. Desde el punto de vista de Marx, el proletariado tiene este privilegio debido a que, en tanto que clase no propietaria, constituye el modelo para una sociedad futura donde no exista la propiedad. En la cima de desarrollo del capitalismo, el proletariado “es aun una clase opuesta al capital, pero no una clase per se” (McLellan, 1971:155). Pero si el proletariado va a desempeñar un papel histórico en el capitalismo, “deberá convertirse no sólo en una clase ‘contra el capital’, sino en ‘una clase para sí’; es decir, la lucha de clases debe partir de la necesidad económica para llegar al objeto de adquirir una verdadera conciencia de clase” (Lukács, 1922/1968: 76). Cuando Marx habla de la conciencia (y la falsa conciencia) de clase, no se refiere a una conciencia individual, sino a al conciencia de la clase en su conjunto. Además, los conceptos de conciencia de clase y de falsa conciencia no son, para Marx, estáticos, sino más bien sistemas de ideas dinámicos que cobran sentido solo a la luz del cambio y del desarrollo social. La falsa conciencia describe la situación durante el periodo capitalista, mientras la conciencia de clase es la condición que le espera al proletariado y que puede ayudarle a realizar el cambio de una sociedad capitalista a otra comunista. 101 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Ideología La otra gran dimensión cultural del análisis de Marx es la ideología. Puede definirse la ideología como el sistema integrado de ideas que es externo a los individuos y resulta coercitivo para ellos (Lefebvre, 1968). Aunque Marx solía hablar de ideologías en el mismo sentido en el que hablaba de las clases y de la falsa conciencia —es decir, como meros reflejos de la base material— no hay duda de que la ideología adquirió una existencia independiente en el seno de su sistema. Algunos de los analistas dan gran importancia a pasajes como el siguiente, pues es opinión del que subscribe que Marx ofrecía en él solo una de las caras de un análisis multifacético: Las ideas de la clase dominante son en todas las épocas, las ideas dominantes; es decir, la clase que es la fuerza material dominante de la sociedad, es al mismo tiempo la fuerza intelectual dominante. La clase que posee los medios de producción material tiene al mismo tiempo a su disposición los medios de la producción mental, de manera que, hablando en términos generales, las ideas de aquellos que carecen de los medios de producción intelectual están sometidas a ella. Las ideas dominantes no son mas que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las relaciones materiales dominantes hechas ideas. (Marx y Engels, 1845-46/1970: 64) Podemos destacar al menos tres ideas fundamentales interrelacionadas sobre la conceptualización que hace Marx de las ideologías. Primera, sin duda representan los intereses de la clase dominante, pero esto no significa que estas ideas no tengan una influencia recíproca en los intereses materiales. Segunda, constituyen un “reflejo invertido y truncado de la realidad” (Lefebvre, 1968:64). Tercera, las ideologías tienen una existencia independiente que resulta coercitiva para las personas. Lefebvre captó la cuestión esencial que nos interesa cuando analizaba el efecto de las ideologías en los miembros de la clase oprimida: “el papel de las ideologías es asegurar la conformidad de los oprimidos y explotados. Las ideologías ofrecen a estos últimos una imagen de si mismos, y de la riqueza material, deformada, que trabaja a favor de su aceptación espiritual de la situación, e incluso su apoyo a ella” (1968: 76). La función de un sistema de ideas es alterar los pensamientos y las acciones de los miembros de la clase oprimida. En este sentido, las ideologías sirven para fomentar la explotación del proletariado. Por su puesto, las ideologías no funcionan por sí solas; operan a través de actores que llevan a cabo sus directrices. Así, las ideologías determinan las acciones de los actores de la clase dominante quienes, a su vez, influyen en los pensamientos y acciones del proletariado. La economía de Marx: estudio de un caso Este capítulo está dedicado al análisis de la sociología de Marx, aunque desde luego se le conoce mucho más por su economía. Aunque hemos tocado algunos puntos de la economía de Marx, no la hemos estudiado de una manera coherente. Este último apartado está dedicado a la economía de Marx, pero no a la economía per se, sino como ejemplificación de su teoría sociológica (Mazlish, 1984).96 La economía marxiana parte de los conceptos de valor de uso y valor de cambio, someramente analizados más arriba. Las personas siempre han creado valores de uso; es decir, 96 Una forma de ver la teoría económica de Marx (por ejemplo, la teoría del valor-trabajo) es considerarla como una aplicación específica de su teoría sociológica general. Algo que rechaza de plano la obra (1978) de G. Cohen, cuya preocupación principal es la teoría económica subyacente a la obra de Marx. Aunque Cohen considera intercambiables lo económico y lo social en al obra de Marx, da a entender claramente que la teoría económica de Marx es más general. 102 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA siempre han producido cosas para satisfacer directamente sus necesidades. Un valor de uso se define cualitativamente; es decir, algo es o no es útil. Por contra, un valor de cambio se define cuantitativa, no cualitativamente. Se define por la cantidad de trabajo requerida para la apropiación de cualidades útiles. Mientras los valores de uso se producen para satisfacer las necesidades propias, los valores de cambio se producen para cambiarlos por valores de otro uso. Y mientras la producción de valores de uso constituye una expresión humana natural, la existencia de valores de cambio pone en movimiento un proceso que implica distorsión de la naturaleza humana. La estructura del sistema capitalista, incluidas las mercancías, el mercado, el dinero, etc, se levanta sobre la base de los valores de cambio. Para Marx, la fuente básica de cualquier valor era la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario requerida para producir un objeto en condiciones normales de producción y con un grado medio de cualificación e intensidad de tiempo. Esta es la conocida teoría del valortrabajo. Aunque es evidente que el trabajo se encuentra en la base del valor de uso, este hecho se difumina progresivamente a medida que nos movemos hacia el reino de los valores de cambio, las mercancías, el mercado y, en suma, el capitalismo. Para decirlo de otro modo, “la determinación de la magnitud del valor mediante el tiempo de trabajo constituye, por lo tanto, un secreto que se oculta debajo de las supuestas fluctuaciones de los valores relativos de las mercancías” (Marx, 1867/1967: 75). El trabajo, como fuente de todo valor, constituye un secreto en el capitalismo, un secreto que permite a los capitalistas explotar a los trabajadores. Según Peter Worsley, Marx “situó en el corazón de su sociología —como ninguna sociología ha hecho jamás— la cuestión de la explotación” (1982: 115). Los capitalistas pagan a los trabajadores una cantidad inferior al valor que producen y se apropian el resto. Los trabajadores no son conscientes de esta explotación, del mismo modo que tampoco suelen serlo los capitalistas. Los capitalistas creen que ese valor extra se deriva de su inteligencia, de su inversión de capital, de su manipulación del mercado, etc. Marx constató que “siempre que el mercado le sea favorable, el capitalista está tan ajetreado en hacer dinero que no se percata del regalo que le hacen en trabajo” (1867/1967:207). En suma, Marx dijo: El capitalista no sabe que la jornada laboral establecida incluye también una cantidad de trabajo no pagado, y que este trabajo gratuito constituye la fuente normal de sus ganancias; la categoría del excedente de trabajo no existe para él, puesto que la considera incluida en la jornada laboral que él cree pagar mediante el salario. (Marx, 1867/1967: 550) Esto nos lleva a su concepto central de plusvalía. Se define como la diferencia entre el valor del producto y el de los elementos invertidos en la formación de ese producto. Aunque los medios de producción (materias primas y herramientas, cuyo valor procede del trabajo invertido en su extracción o producción) se invierten en el proceso de producción, es el trabajo lo que constituye la fuente real de la plusvalía. “La cantidad de plusvalía es, por lo tanto, una expresión exacta del grado de explotación de fuerza de trabajo por parte del capital o del trabajador por parte del capitalista” (Marx, 1867/1967: 218). Esto nos sugiere una de las metáforas más expresivas de Marx, “el capital es el trabajo muerto que, como un vampiro, sólo puede vivir chupando trabajo; cuanto más trabajo chupa, más vive” (1867/1967: 233). Los capitalistas utilizan este excedente para pagar cosas tales como una renta a los terratenientes o intereses a los bancos. Pero la derivación más importante de este proceso la constituye la ganancia. Los capitalistas pueden utilizarlas para su consumo privado, pero ello no fomenta la expansión del capitalismo. Antes bien, la invierte en su empresa convirtiéndola así en una base para la creación de más valor añadido. 103 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA El deseo de mayores ganancias y de mayor plusvalía para la expansión empuja al capitalismo a cumplir lo que Marx denominó la ley general de la acumulación capitalista. Los capitalistas persiguen explotar los trabajadores al máximo posible: “la tendencia constante del capitales hacer lo posible para que el coste del trabajo tienda a... cero” (Marx, 1867/1967: 600). En lo fundamental, Marx afirmaba que la estructura y el ethos del capitalismo empujan a los capitalistas a acumular cada vez más y más capital. Como para Marx el trabajo es la fuente de todo valor, los capitalistas aumentan la explotación del proletariado para conseguir esta acumulación. Pero, al final, la explotación llevada al límite produce ganancias progresivamente menores, pues existe un límite para la explotación. Y cuando los capitalistas se acercan a este límite, el gobierno se ve en la necesidad de imponer restricciones a las acciones de los capitalistas (por ejemplo, leyes que limitan la duración de la jornada laboral). Consecuentemente, los capitalistas se afanan por encontrar otros modos de aumentar sus ganancias y uno de los principales es la sustitución de las personas por máquinas. Esta sustitución no supone grandes dificultades porque supuestamente los capitalistas han comenzado ya a reducir el trabajo de sus empleados a unas simples operaciones para manejar las máquinas. A medida que avanza la mecanización, un creciente número de personas quedan despedidas y comienzan a formar parte del “ejército industrial de reserva”. Al mismo tiempo, la mayor competencia y el aumento de los costes de la tecnología conducen a una disminución progresiva de la cantidad de capitalistas. Al final, Marx preveía una situación en la que la sociedad se caracterizaría por una cantidad insignificante de capitalistas explotadores y una inmensa masa de proletarios y miembros del ejército industrial de reserva. En estas circunstancias extremas, el capitalismo era vulnerable a la revolución. Como Marx afirmó, la expropiación de las masas por los capitalistas será sustituida por “la expropiación de unos pocos usurpadores por parte de las masas” (1867/1967: 764). Sin lugar a dudas, los capitalistas desean evitarla. Por ejemplo, financian aventuras coloniales con el fin de aligerar la carga de explotación dentro de su propio país y trasladarla a las colonias. Sin embargo, para Marx estos esfuerzos están condenados al fracaso, y los capitalistas tendrán que hacer frente a una rebelión tanto dentro como fuera de sus fronteras. El aspecto clave de la ley genera de la acumulación capitalista es el grado en el que los actores, tanto capitalistas como proletario, se ven obligados debido a la misma estructura y ethos del capitalismo a hacer lo que hacen. Marx no solía culpar individualmente a los capitalistas por sus acciones, ya que pensaba que estas venían determinadas fundamentalmente por la lógica del sistema capitalista. Esto concuerda con su idea de que los actores en el capitalismo carecen, por lo general de independencia creativa. Sin embargo, el proceso de desarrollo inherente al capitalismo proporciona las condiciones óptimas para el resurgimiento final de esta acción creativa y, junto a ella, el derrumbe del sistema capitalista. Una vez estudiadas brevemente las ideas económicas de Marx, el lector deberá recordar que no solo nos interesan las ideas económicas per se; no interesa mas bien lo que nos sugiere sobre la teoría sociológica de Marx. Resumen A pesar de la gran importancia que concedió Karl Marx a la sociología, tanto en un sentido positivo como negativo, su obra raramente ha recibido el reconocimiento que merece en los análisis históricos del desarrollo de la teoría sociológica. Uno de los objetivos de este libro es asignarle un lugar en esa historia. Este capítulo comienza con un análisis del enfoque dialéctico derivado de Hegel da forma a la totalidad de la obra de Marx. El interés por la dialéctica conduce a complejas cuestiones filosóficas, pero nuestro análisis se centra en los elementos de la dialéctica más relevantes para el estudio de la sociología de Marx y para la teoría sociológica en general. Estudiamos la dialéctica como una orientación opuesta a la lógica causal que domina una buena parte del pensamiento 104 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA sociológico. Entre otras cosas, la dialéctica insiste en que no existen las relaciones simples de acusa y efecto entre los elementos del mundo social, en que no hay una nítida frontera entre hecho y valor, ni líneas claras de división entre los fenómenos del mundo social. La dialéctica defiende que nos debemos centrar en las relaciones sociales, tener en cuenta no sólo el presente, sino también el pasado y el futuro, oponernos a la idea de que existe lo socialmente inevitable, e interesarnos por los conflictos y las contradicciones que se dan en el mundo social. A pesar de su orientación política tendente a la creación de una sociedad comunista, Marx se centró fundamentalmente en el análisis dialéctico y crítico de la sociedad capitalista. Abrigaba la esperanza de que su crítica contribuyera a la destrucción del sistema capitalista y a la llegada del socialismo. En nuestro análisis sustantivo de la obra de Marx comenzamos examinado el potencial de los seres humanos. Presentamos las ideas de Marx sobre la naturaleza humana, una naturaleza humana que depende enormemente de su entorno social. Marx contemplaba el capitalismo como un sistema que distorsiona esa naturaleza, y creía que el comunismo facilitaría la expresión del potencial de la naturaleza humana. Los actores de Marx poseen conciencia y creatividad, capacidades que se expresan en las diversas formas de acción e interacción. Aquí se subraya la necesidad de la interacción con otras personas y con la naturaleza para producir los objetos que requiere la supervivencia. Este proceso natural se subvierte como resultado de las consecuencias imprevistas del capitalismo. Las distorsiones de los humanos causadas por las estructuras del capitalismo quedan definidas en el famoso concepto de Marx de alienación. Las personas están conectadas naturalmente con su actividad productiva, sus productos, sus compañeros de trabajo y en última instancia, consigo mismas, con su propia naturaleza en tanto que seres humanos. Pero las estructuras del capitalismo rompen todas y cada una de estas relaciones. Este concepto originó en Marx un interés político por la emancipación de la gente de las estructuras opresoras del capitalismo: intelectualmente, le llevó a analizar la naturaleza de las estructuras del capitalismo y su influencia opresiva sobre los actores. Examinamos luego varios aspectos de las estructuras de la sociedad capitalista. Estudiamos el papel central que desempeñan las mercancías en el capitalismo y el modo en que se crean mediante el proceso conocido como fetichismo de las mercancías. En efecto, las personas atribuyen a las mercancías, y al mercado que crean, una existencia propia. Lukács amplió posteriormente este concepto hasta llegar a la idea de la reificación: las personas no solo idolatran las mercancías sino también otros muchos componentes estructurales de la sociedad capitalista. En este contexto analizamos el capital en tanto que la estructura reificada más general de la sociedad capitalista. También examinamos una serie de componentes reificados en la sociedad capitalista, entre los que destacan la propiedad privada, la división del trabajo y la clase social. Aunque Marx se interesó específicamente por las estructuras del capitalismo, tenía también algunas cosas que decir sobre los aspectos culturales de la sociedad capitalista, en especial, los conceptos de conciencia de clase, falsa conciencia e ideología. Terminamos el capítulo con un análisis de la economía marxiana como una ilustración de la teoría sociológica general de Marx. Aunque las personas han tendido a ignorarla por diversas razones, podemos afirmar que existe una teoría sociológica muy poderosa en la obra de Marx. 105 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA EMILE DURKHEIM Tomado de George Ritzer. Teoría Sociológica Clásica. Mc Graw Hill, Madrid, 1993, pp. 205-218 y 232-243. Emile Durkheim nació el 15 de abril de 1858 en Espinal, Francia. Descendía de una larga estirpe de rabinos y él mismo comenzó los estudios para convertirse en rabino, pero cuando llegó a la adolescencia rechazó su herencia y abrazó el agnosticismo. Desde entonces, el interés que mantuvo de por vida por la religión fue más académico que teológico. Se sentía insatisfecho no sólo con su formación religiosa, sino también con la educación general que había recibido y su hincapié en la literatura y las materias estéticas. Ansiaba aprender los métodos científicos y los principios morales que guiaban la vida social. Se negó a seguir una carrera académica tradicional de filosofía y en su lugar se esforzó por adquirir los conocimientos científicos que se requerían para contribuir a la dirección moral de la sociedad. Aunque se interesó por la sociología 106 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA científica, en su época no existía un campo específico para esta disciplina, por lo que en 1882 y 1887 enseñó filosofía en varios institutos de la región de París. Su anhelo de ciencia aumentó tras un viaje a Alemania, donde se encontró con una psicología científica, cuyo precursor era Wilhelm Wundt. Durante los años inmediatamente posteriores a su viaje a Alemania, Durkheim publicó una abundante serie de trabajos sobre sus experiencias en aquel país. Estas publicaciones le ayudaron a obtener en 1887 un empleo en el departamento de Filosofía de la Universidad de Burdeos. Así, Durkheim impartió el primer curso de ciencia social en una universidad francesa. Fue este un logro particularmente asombroso, ya que hacia sólo una década que la sola mención de Augusto Comte en una tesis habría provocado furor en la universidad francesa. Sin embargo, la principal responsabilidad docente de Durkheim eran sus cursos pedagógicos a maestros. Su curso más importante versó sobre la educación moral. Su propósito era comunicar a los educadores el sistema moral que esperaba que trasmitieran a los jóvenes, con el fin de detener la degeneración moral que percibía en la sociedad francesa. Los siguientes años se caracterizaron por una serie de éxitos personales. En 1893 publicó su tesis doctoral, escrita en francés, La división del trabajo social y su tesis en latín sobre Montesquieu. Su principal trabajo metodológico, La reglas del método sociológico, apareció en 1895 seguido (en 1897), por su aplicación empírica de esos métodos en el estudio de El suicidio. En 1896 ya era profesor de la Universidad de Burdeos con plena dedicación. En 1902 se incorporó a La Sorbonne, la famosa universidad francesa. En 1906 se le nombró profesor de ciencias de la educación, denominación que se modificaría en 1913 para pasar a llamarse profesor de ciencias de la educación y sociología. En 1912 se publicó otra de sus más famosas obras Las formas elementales de la vida religiosa. En la actualidad se le considerara Durkheim desde el punto de vista político, como un conservador y, sin lugar a dudas, su influencia sobre la sociología ha sido de orientación conservadora. Pero en su época se le consideraba un liberal, como se hace evidente en el activo papel público que desempeño en la defensa de Alfred Dreyfus, el judío capitán del ejército cuyo consejo de guerra por traición fue considerado por muchos como una manifestación de antisemitismo. Durkheim se sintió profundamente ofendido por el caso Dreyfus, particularmente por el antisemitismo que entrañaba. Pero no atribuyó este antisemitismo al racismo de los franceses. De un modo característico, lo consideraba un síntoma de la enfermedad que padecía la sociedad francesa en su conjunto. Señaló: Cuando una sociedad sufre, siente la necesidad de encontrar a alguien a quien pueda hacer responsable de sus males. En quien poder vengar sus desgracias: y aquellos a los que la opinión pública discrimina ya están naturalmente designados para ese papel. Son los parias que sirven de chivo expiatorio. Lo que me confirma en esta idea es la forma en que fue acogido el resultado del juicio de Dreyfus en 1894. Hubo una explosión de alegría en los bulevares. La gente celebró como un triunfo lo que debió haber sido motivo de duelo nacional. AI fin sabían a quien culpar de las penurias económicas y la miseria moral que sufrían. Todo era culpa de los judíos. La acusación había sido oficialmente demostrada. Por este solo hecho las cosas parecían ya ir mejor y la gente se sentía consolada. (Durkheim en Lukes, 1972: 345) Así, el interés de Durkheim en el caso Dreyfus nacía de su profunda y prolongada preocupación por la moralidad y por la crisis moral que experimentaba la sociedad moderna. Para Durkheim, la respuesta al caso Dreyfus y a crisis semejantes consistía en remediar el 107 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA desorden moral que reinaba en la sociedad. Como no se podía conseguir rápida y fácilmente, Durkheim sugirió que se realizaran acciones más específicas, tales como la represión dura de los que fomentaban el odio hacia otras personas. También instaba al gobierno a que hiciera público el mal comportamiento de la gente. Aconsejaba a las personas que “tuvieran el coraje de proclamar en voz alta lo que pensaban, y que se unieran para triunfar en la lucha contra la locura pública” (Lukes, 1972: 347). EI interés de Durkheim (1928/1962) por el socialismo también puede tomarse como otra evidencia contra la idea de que era un conservador, pero su socialismo era harto diferente del que representaban Marx y sus seguidores. De hecho, Durkheim señaló que el marxismo era un conjunto de “hipótesis dudosas y anticuadas” (Lukes, 1972: 323). Para Durkheim, el socialismo representaba un movimiento encaminado hacia la regeneración moral de la sociedad por medio de la moralidad científica, por lo que no sentía interés alguno por los métodos políticos o los aspectos económicos del socialismo. No contemplaba al proletariado como la salvación de la sociedad, y se oponía radicalmente a la agitación y la violencia. EI socialismo de Durkheim difiere mucho de lo que entendemos actualmente por socialismo; para él consistía simplemente en un sistema que siguiera los principios morales descubiertos por una sociología científica. Como podrá comprobarse a lo largo de este libro, Durkheim ejerció una profunda influencia en el desarrollo de la sociología. Además, a través de la revista L’année sociologique, fundada por él en 1898, influyó también en otras muchas áreas y alrededor de la revista surgió un círculo intelectual cuyo centro era Durkheim. A través de ella, él y sus ideas dejaron una profunda huella en campos tales como la antropología, la historia, la lingüística y —lo que es curioso, teniendo en cuenta sus primeros ataques contra la disciplina—, la psicología. Durkheim murió el 15 de noviembre de 1917, fecha rememorada en los círculos intelectuales franceses, pero no sería hasta 20 años después de su muerte cuando su obra comenzara a influir en la sociología estadounidense a raíz de la publicación de La estructura de la acción social (1937) de Talcot Parsons. La orientación teórica de Emilio Durkheim, a diferencia de la de muchos otros grandes pensadores de la sociología, muestra muy pocas ambigüedades. Su mayor preocupación fue la influencia de las grandes estructuras de la sociedad, y de la sociedad misma, sobre los pensamientos y acciones de los individuos. Contribuyó enormemente a la formación de la teoría estructural-funcional, que se centra en el análisis de la estructura social y la cultura. Así, el objetivo de este capítulo es describir la perspectiva teórica de Durkheim centrándonos fundamentalmente en sus preocupaciones macrosociológicas. El desarrollo y uso del concepto de hecho social constituye el núcleo de la sociología de Durkheim. A lo largo del capítulo, analizaremos este concepto, pero antes de ello creemos necesario hacer una breve introducción. En términos modernos, los hechos sociales son las estructuras sociales, así como las normas y los valores culturales que son externos y coercitivos para los actores. Así, los lectores de este texto, como estudiantes que son, están constreñidos por estructuras sociales tales como la burocracia universitaria y los valores y normas de la sociedad […], que atribuye gran importancia a la educación universitaria. Otros hechos sociales constriñen a las personas en todos los ámbitos de la vida social. Para entender la razón por la que Durkheim desarrolló el concepto de hecho social y su significado necesitamos examinar al menos algunos aspectos del contexto intelectual en el que vivió. Para Durkheim, la sociología nació en Francia en el siglo XIX. Reconoció sus raíces en la filosofía antigua (Platón y Aristóteles) y sus fuentes más próximas en filósofos franceses como Montesquieu y Condorcet. Por ejemplo, Durkheim señaló: “Fue Montesquieu el primero que enunció los principios fundamentales de la ciencia social” (1893/1960: 61). Sin embargo en su opinión, Montesquieu (y Condorcet) no fueron lo suficientemente lejos: “Se limitaron a ofrecer 108 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ideas novedosas o ingeniosas sobre los hechos sociales, más que a intentar crear una disciplina totalmente nueva” (1900/1973: 6). Durkheim (1928/1962: 142) le concedió a Saint-Simon el mérito de haber sido el primero en formular la noción de la ciencia del mundo social, aunque consideraba las ideas de Saint-Simon imperfectas y difusas. Desde el punto de vista de Durkheim, fue Comte quien perfeccionó esas ideas, “el primero que hizo un esfuerzo coherente y metódico por establecer la ciencia positiva de las sociedades” (1900/1973: 10). Aunque […], el término sociología fue acuñado por Comte algunos años antes, no existía un área específica para la disciplina en la Francia de finales del siglo XIX. No había escuelas, ni facultades, ni siquiera profesores de sociología. Si había, en cambio, algunos pensadores que se ocupaban de cuestiones más o menos sociológicas, si bien la sociología aun no disponía de un “hogar” disciplinar. En efecto, las disciplinas existentes se oponían radicalmente a la fundación de la sociología. La oposición más fuerte procedía de la psicología y de la filosofía, dos áreas que se jactaban de cubrir el dominio que para sí reclamaba la sociología. Dadas las aspiraciones sociológicas de Durkheim, su problema era como crear un nicho separado e identificable para la sociología. Durkheim afirmaba que, para diferenciarse de la filosofía, la sociología debía orientarse hacia la investigación empírica. Esto parece bastante simple, pero Durkheim complicó la cuestión al suponer que la sociología estaba también amenazada por una escuela filosófica que existía dentro de la misma sociología. En su opinión, las otras dos grandes figuras de la época que se consideraban a sí mismos sociólogos, Comte y Spencer, se interesaban más por la filosofía, por la teorización abstracta, que por el estudio empírico del mundo social. Durkheim creía que sí la sociología seguía la dirección que Comte y Spencer habían establecido, terminaría por convertirse en una simple rama de la filosofía. Como consecuencia de esta creencia, Durkheim se vio en la necesidad de atacar tanto a Comte como a Spencer (Durkheim, 1895/1964: 19-20). Acusó a ambos de sustituir el auténtico estudio de los fenómenos del mundo real por las ideas preconcebidas de los fenómenos sociales. Así, culpó a Comte de suponer teóricamente que el mundo social evolucionaba hacia la perfección en lugar de llevar a cabo el trabajo duro, riguroso y fundamental de estudiar la naturaleza cambiante de las diversas sociedades. De modo similar, acusó a Spencer de dar por supuesta la armonía social en lugar de estudiar si realmente existía. Hechos sociales Con el fin de lograr que la sociología se alejara de la filosofía y de darle una identidad clara y particular, Durkheim afirmó que el objeto distintivo de la sociología debía ser el estudio de los hechos sociales. El concepto de hecho social tenía varios componentes, pero la idea de que los hechos sociales debían ser tratados como cosas era de crucial importancia para distinguir la sociología de la filosofía. Como cosas, los hechos sociales debían estudiarse empíricamente, no filosóficamente. Durkheim creía que las ideas podían concebirse introspectivamente (filosóficamente), pero las cosas “no pueden concebirse mediante una actividad puramente mental”, se requieren “datos del exterior de la mente” (1985/1964: xliii). Este estudio empírico de los hechos sociales como cosas apartó a la sociología durkheimiana del esfuerza teórico fundamentalmente introspectivo de Comte y Spencer. Aunque tratar los hechos sociales como cosas contrarrestaba la amenaza que (al menos para Durkheim) planteaba la filosofía, era sólo parte de la respuesta al problema de la amenaza planteada por la psicología. Como la sociología durkheimiana, la psicología era ya una disciplina altamente empírica. Para distinguir la sociología de la psicología. Durkheim afirmó que los hechos sociales eran externos y coercitivos para el actor. El objeto de la sociología debía ser el estudio de los hechos sociales, mientras el de la psicología apuntaba el estudio de los hechos psicológicos. Para Durkheim, los hechos psicológicos eran fenómenos básicamente heredados. Aunque, por supuesto, esto no describe a la psicología actual (y tampoco es una descripción muy acertada del objeto de la psicología de entonces), permitió a Durkheim establecer una clara 109 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA distinción entro dos campos. Los hechos psicológicos eran claramente internos (heredados), y los hechos sociales eran externos y coercitivos. Como veremos pronto, la distinción no es tan clara como pretendía Durkheim. No obstante, al definir el hecho social como cosa que es externa y coercitiva para el actor, parece que Durkheim logró (al menos en su época) alcanzar su objetivo de separar a la sociología de la filosofía y la psicología. Sin embargo, debe señalarse que en esta cuestión, Durkheim adoptó una postura “extremista” (Karady, 1983: 79-80), especialmente al limitar la sociología al estudio de los hechos sociales. Esta postura llegaría, cuando menos, a limitar algunas ramas de la sociología actual. Sabemos que un hecho social es una cosa que es externo y coercitivo, pero ¿qué más sabemos de un hecho social? En realidad, Durkheim distinguía entre dos grandes tipos de hechos sociales; los materiales y los inmateriales. Los hechos sociales materiales son los más claros de ambos tipos, porque son entidades reales y materiales, pero sólo adquieren una importancia menor en la obra de Durkheim. Como él mismo señaló: “el hecho social a veces se materializa y llega a convertirse en un elemento del mundo exterior” (1897/1951: 313). La arquitectura y el derecho constituyen dos ejemplos de lo que significan los hechos sociales materiales. Pondremos otros ejemplos a lo largo de este capítulo. Pero el grueso de la obra de Durkheim, y el núcleo de su sociología, es el estudio de los hechos sociales inmateriales. Durkheim dijo: “No toda conciencia social alcanza... la exteriorización y la materialización” (1897/1951: 315). Lo que para los sociólogos son hoy en día las normas y los valores, o en términos más generales, la cultura (véase Alexander, 1988), son ejemplos adecuados de lo que Durkheim quería decir con los hechos sociales inmateriales. Pero esta idea plantea un problema: ¿cómo es posible que hechos sociales inmateriales tales como las normas y los valores sean externos al actor? ¿Dónde pueden residir si no es en la mente del actor? Y en caso de residir en la mente del actor, ¿acaso no son entonces internos en lugar de externos? Para clarificar esta cuestión debemos refinar el argumento de Durkheim y sostener que, mientras los hechos sociales materiales son claramente externos y coercitivos, los hechos inmateriales no están definidos. (Para una distinción similar, véase Takla y Pope [1985: 82]. Al menos en cierta medida residen en la mente del actor. La mejor manera de conceptuar los hechos sociales inmateriales es pensar en ellos como externos y coercitivos respecto de los hechos psicológicos. De esta manera, debemos comprender que, tanto los hechos psicológicos, como algunos hechos sociales, existen dentro de las conciencias y entre ellas. Durkheim lo explica en varios lugares de su obra. Así, en uno de ellos dijo de los hechos sociales, “las mentes individuales, formando grupos mediante la fusión y la conjunción, producen un ser, psicológico si se quiere, que constituye una individualidad psíquica de un tipo diferente” (Durkheim, 1895/1964: 103, cursivas añadidas). En otro lugar dijo: “Esto no significa que ellos (los hechos sociales inmateriales) no sean también de alguna manera mentales, puesto que todos consisten en maneras de hacer y pensar” (1895/1964: xlix) por eso es preferible considerar los hechos sociales inmateriales, al menos en parte, como fenómenos mentales, pero externos y coercitivos respecto de otros aspectos del proceso mental: los hecho psicológicos. Esto difumina un poco la distinción de Durkheim entre sociología y psicología. Pero sirve para hacer mas realista la distinción y, por tanto más defendible. La sociología se ocupa de los fenómenos mentales, pero generalmente se trata de fenómenos mentales de un orden diferente de aquellos de los que trata la psicología. Por tanto, Durkheim afirmaba que mientras los sociólogos se interesan por las normas y los valores, los psicólogos se preocupan por cosas tales como los instintos humanos. Los hechos sociales desempeñan un papel central en la sociología de Emile Durkheim. Una manera útil de extractar los hechos sociales más importantes de su obra, y de analizar sus pensamientos sobre las relaciones entre estos fenómenos, es comenzar con los esfuerzos de Durkheim por organizarlos en distintos niveles de la realidad social. Durkheim comenzó por el nivel de los hechos sociales materiales, no porque fura el nivel más importante para él, sino porque sus elementos suelen tener prioridad causal en su teorización, pues influyen en los hechos 110 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA sociales inmateriales, la verdadera preocupación de su obra. (Aunque aquí nos centramos en ambos tipos de hechos sociales, nos detendremos más tarde en los pensamientos de Durkheim sobre aspectos más microscópicos de la realidad social). Los principales niveles de la realidad social (Lukes, 1972: 9-10) en la obra de Durkheim pueden describirse como sigue: a. Hechos sociales materiales a. Sociedad. b. Componentes estructurales de la sociedad (por ejemplo, la Iglesia y el Estado). c. Componentes morfológicos de la sociedad (por ejemplo, distribución de la población, canales de comunicación y forma de las habitaciones). b. Hechos sociales inmateriales Moralidad a. Conciencia colectiva b. Representaciones colectivas c. Corrientes sociales Los niveles dentro de las dos grandes categorías figuran en orden descendente en lo que se refiere a generalidad. Su análisis de los hechos sociales en el macronivel constituye una de las razones que explican el importante papel de Durkheim en el desarrollo del funcionalismo estructural, que ofrecía una similar orientación macro. Más concretamente, inspirándose en la biología y sirviéndose de la analogía organicista, Durkheim consideraba que la sociedad estaba constituida por “órganos” (hechos sociales), o estructuras sociales que realizaban diversas funciones para la sociedad. Pero nos advirtió que debíamos distinguir las funciones, o los fines de las diversas estructuras, de los factores responsables causalmente de su existencia. Durkheim se interesó por el estudio tanto de las causas de las estructuras sociales como de las funciones que cumplían, aunque insistía en que era necesario distinguir estos dos campos de estudio. Podemos rastrear la lógica de la teoría de Durkheim en su análisis del desarrollo del mundo moderno. Esta se revela claramente en una de sus obras más importantes, La división del trabajo social (Durkheim, 1893/1964). La división del trabajo en la sociedad Durkheim basó su análisis en La división del trabajo social en su concepción de dos tipos ideales de sociedad. El tipo más primitivo, caracterizado por la solidaridad mecánica, presenta una estructura social indiferenciada, con poca o ninguna división del trabajo. El tipo más moderno, caracterizado por la solidaridad orgánica, presenta una mayor y más refinada división del trabajo. Para Durkheim, la división del trabajo en la sociedad es un hecho social material que indica el grado en que las tareas o las responsabilidades se han especializado. La gente en las sociedades primitivas tiende a ocupar posiciones muy generales en las que realiza una amplia variedad de tareas y mantiene un gran número de responsabilidades. Por ejemplo, ser madre en las sociedades primitivas es ocupar una posición mucho menos especializada que en la sociedad moderna. Los servicios de lavandería, los pañales, los servicios a domicilio y los aparatos que 111 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA ahorran trabajo en el hogar (lavaplatos, hornos microondas, etc.) realizan numerosas tareas que antes eran responsabilidad de las madres-amas de casa. Los cambios en la división del trabajo han tenido enormes implicaciones para la estructura de la sociedad, y alguna de las más importantes se refleja en las diferencias entre los dos tipos de solidaridad: mecánica y orgánica. Su interés al abordar la cuestión de la solidaridad era descubrir lo que mantenía unida a la sociedad. Una sociedad caracterizada por la solidaridad mecánica se mantiene unificada debido a que la totalidad de sus miembros tienen aptitudes y conocimientos similares. La unión de las personas se debe a que todos están implicados en la realización de actividades parecidas y tienen responsabilidades semejantes. Por el contrario, una sociedad caracterizada por la solidaridad orgánica se mantiene unida debido a las diferencias entre las personas, debido al hecho de que tienen diferentes tareas y responsabilidades. Toda vez que cada persona realiza en la sociedad moderna una gama de tareas relativamente pequeñas, necesita a otras muchas para poder vivir. La familia primitiva encabezada por un padre cazador y una madre que se ocupaba de la comida era virtualmente autosuficiente, pero la familia moderna, para poder vivir, necesita desde un frutero y un verdulero, hasta un panadero, un mecánico de automóviles, un profesor, un agente de policía, etc. A su vez, estas personas necesitan un tipo de servicios que les proporcionan otros. Por tanto, para Durkheim, la sociedad moderna se mantiene unida por obra de la especialización de las personas y de su necesidad de los servicios de otras muchas. Por lo demás, Durkheim se ocupó no solo de la especialización de los individuos, sino también de la de los grupos, las estructuras y las instituciones. Hay que mencionar también una última diferencia entre la solidaridad orgánica y la mecánica. Como las personas que forman las sociedades caracterizadas por la solidaridad mecánica suelen parecerse en lo tocante a las tareas que realizan, hay mayores probabilidades de que compitan entre sí. Por el contrario, en las sociedades caracterizadas por la solidaridad orgánica la diferenciación facilita la cooperación entre las personas y permite que puedan apoyarse en una misma base de recursos. Densidad dinámica Para Durkheim, la división del trabajo era un hecho social material puesto que constituía la principal pauta de interacción en el mundo social. Otro hecho social material estrechamente relacionado con la división del trabajo era el factor causal más importante en la teoría durkheimiana de la transición de la solidaridad mecánica a la solidaridad orgánica: la densidad dinámica. Este concepto hace referencia a la cantidad de personas de una sociedad y al grado de interacción que se produce entre ellas. Ni el aumento de la población, ni el de la interacción constituyen un factor relevante para el cambio societal si se producen por separado. Un aumento de la cantidad de personas más un aumento de su interacción (eso precisamente es la densidad dinámica) conduce a la transición de la solidaridad mecánica a la orgánica dado que, si se producen simultáneamente, provocan un aumento de la competencia por los recursos escasos y una lucha más intensa por la supervivencia entre los diversos componentes paralelos y similares de la sociedad primitiva. Como los individuos, los grupos, las familias, las tribus, etc., realizan funciones virtualmente idénticas, lo más probable es que choquen a la hora de realizar sus funciones, especialmente si se da escasez de recursos. El nacimiento de la división del trabajo permite a las personas y a las estructuras sociales creadas por ellas cooperar, en lugar de entrar en conflicto, lo que hace más probable a su vez la coexistencia pacifica. Además, el aumento de cursos que hace más y más gente pueda vivir en paz. Aunque a Durkheim le interesaba explicar el modo en que la división del trabajo y la densidad dinámica producían tipos diferentes de solidaridad social, mostró especial preocupación por el efecto que tenían estos cambios materiales en los hechos inmateriales y su naturaleza, tanto en las sociedades unidas mecánicamente como orgánicamente. Sin embargo, dadas sus ideas sobre lo que debía de ser el objeto de una ciencia de la sociología, Durkheim creía imposible el estudio directo de los hechos sociales inmateriales. El análisis directo de los hechos sociales 112 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA inmateriales era, desde su perspectiva, más filosófico que sociológico. Para estudiar los hechos sociales inmateriales de una manera científica el sociólogo debe buscar y examinar los hechos sociales materiales que reflejan la naturaleza de los hechos inmateriales y sus cambios. Esa función la cumple el derecho, sus diferentes formas en distintas sociedades, en La división del trabajo social. Derecho Durkheim afirmaba que una sociedad que presenta solidaridad mecánica se caracteriza por su derecho represivo. Como las personas son muy similares en este tipo de sociedad, y como la totalidad de sus miembros suelen creer profundamente en una moralidad común, cualquier ofensa contra su sistema de valores compartido suele ser de la mayor importancia para la mayoría de los individuos. Dado que la mayoría de las personas se siente ofendida y cree profundamente en su moralidad común, el trasgresor suele ser severamente castigado si comete una acción considerada como una ofensa contra el sistema moral colectivo. El robo de un cerdo puede implicar la mutilación de las manos del ladrón; la blasfemia contra Dios o los dioses puede merecer la amputación de la lengua del que blasfema. Puesto que las personas participan de lleno en el sistema moral, una ofensa contra él suele merecer un castigo severo e inmediato. Por el contrario, una sociedad con solidaridad orgánica se caracteriza por su derecho restitutivo. En lugar de ser duramente castigados por la más mínima ofensa contra la moralidad colectiva, a los individuos se les suele pedir en este tipo de sociedad más moderno tan solo que cumplan con la ley o que recompensen —restituyan— a los que han resultado perjudicados por sus acciones. Si bien siguen existiendo algunas leyes represivas (por ejemplo, la pena de muerte), el derecho restitutivo es más característico de este tipo moderno de sociedades. Apenas existe en ellas moralidad común o, caso de que la hubiere, tiene escasa influencia; en ellas la inmensa mayoría de la gente no reacciona emocionalmente ante el quebrantamiento de la ley. En una sociedad con solidaridad mecánica, la administración del derecho represivo está en poder de las masas, pero el mantenimiento del derecho restitutivo es responsabilidad única de entidades especializadas (por ejemplo, la policía y los tribunales). Esto concuerda con la creciente división del trabajo de las sociedades con solidaridad orgánica. En el sistema teórico de Durkheim los cambios que se producen en un hecho social material como el derecho son simplemente reflejos de aquellos otros que se producen en los elementos más importantes de su sociología: los hechos sociales inmateriales, tales como la moralidad, la conciencia colectiva, las representaciones colectivas, las corrientes sociales y la mente grupal, más discutible desde una perspectiva sociológica moderna. (Todos estos conceptos serán analizados mas adelante). En el nivel más general e inclusivo, Durkheim fue un sociólogo de la moralidad. En efecto, Ernest Wallwork (1972:182) señaló que la sociología de Durkheim era simplemente un subproducto de su preocupación por las cuestiones morales. Es decir, el interés de Durkheim por los problemas morales de su época le llevó, como sociólogo a dedicarse casi totalmente al estudio de los elementos morales de la vida social. En su nivel más básico, la gran preocupación de Durkheim era el debilitamiento de la moralidad común en el mundo moderno. Para él las personas corrían el riesgo de padecer una pérdida “patológica” de los vínculos morales. Estos vínculos morales eran importantes para Durkheim porque pensaba que, sin su existencia, el individuo llegaría a ser esclavo de pasiones cada vez más ambiciosas e insaciables. Los individuos se dejarían llevar por sus pasiones y se lanzarían a una enloquecida búsqueda del placer, pero cada pasión satisfecha aumentaría la necesidad de un nuevo placer. Durkheim mantenía la opinión aparentemente paradójica de que el individuo necesitaba una moralidad y un control externo para ser libre. Aunque se trata de una curiosa definición de la libertad, Durkheim adoptó ciertamente esta postura. 113 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Anomia Muchos de los problemas que Durkheim se planteó se derivaban de su preocupación por el debilitamiento de la moralidad común. El concepto de anomia revela claramente su preocupación por los problemas derivados del debilitamiento de la moralidad común (Hilbert, 1986). Los individuos se enfrentan a la anomia cuando la moral no les constriñe lo suficiente; es decir, cuando carecen de un concepto claro de lo que es una conducta apropiada aceptable y de lo que no lo es. Para nuestro pensador, la “patología” central de las sociedades modernas es la división anómica del trabajo. Al considerar la anomia como una patología, expresaba en su creencia en que los problemas del mundo moderno podían “remediarse”. Durkheim creía que la división estructural del trabajo en la sociedad moderna era una fuente de cohesión que compensaba el debilitamiento de la moralidad colectiva. Sin embargo, su argumento subrayaba que la división del trabajo no podía enderezar plenamente la relajación de la moralidad común, a resultas de lo cual la anomia constituía una patología asociada con el nacimiento de la sociedad orgánica. Los individuos también pueden sentirse aislados y abandonados en la realización de sus actividades altamente especializadas. Es fácil que dejen de percibir un vínculo común con los que trabajan y viven alrededor de ellos. Sin embargo, es importante recordar que Durkheim calificaba esta situación de anormal, por que sólo en circunstancias no normales la división moderna del trabajo relegaba a las personas a tareas y empleos aislados y carentes del sentido. El concepto de anomia no sólo se encuentra en La división del trabajo social, sino también en El suicidio (Durkheim, 1897/1951) como una de las principales causas de suicidio. El suicidio anómico se produce debido al debilitamiento de la moralidad colectiva y a una regulación externa del individuo insuficiente para contener sus pasiones. Conciencia colectiva Durkheim analizó el problema de la moralidad común de diferentes maneras y mediante diversos conceptos. En sus primeros esfuerzos por analizar esta cuestión desarrolló la idea de la conciencia colectiva, así descrita en la división del trabajo social: El conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad, forma un sistema determinado que tiene vida propia: Podemos llamarlo conciencia colectiva o común... Es pues, algo completamente distinto a las conciencias particulares aunque sólo se realice en los individuos. (Durkheim, 1893/1964: 79-80) Dado nuestro interés en la conciencia colectiva como ejemplo de hecho social inmaterial, encontramos en esta definición varios puntos que merecen ser analizados. Primero, es evidente que, cuando Durkheim hablaba del “conjunto” de creencias y sentimientos comunes, hacía referencia a la conciencia colectiva de una sociedad dada. Segundo, Durkheim concebía claramente la conciencia colectiva como un sistema cultural independiente. Y aunque sostenía esa perspectiva, también especificó que se “realizaba” en las conciencias particulares. (Advertiremos 114 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA la importancia que tiene el hecho de que Durkheim no concibiera la conciencia colectiva como totalmente independiente de la conciencia individual cuando examinemos la acusación de que defendía la existencia de una mente grupal.) El concepto de conciencia colectiva nos permite volver al análisis de Durkheim, desarrollado en la división de trabajo social, de los hechos sociales materiales y de su relación con los cambios que se producen en la moralidad común. La lógica de su argumento es que el aumento de la división del trabajo (que se produce como consecuencia del aumento de la densidad dinámica) causa una reducción de la conciencia colectiva. La conciencia colectiva es mucho menos importante en una sociedad con solidaridad orgánica que en otra con solidaridad mecánica. Es más probable que los miembros de la sociedad moderna se mantengan unidos mediante la división del trabajo y la consiguiente necesidad de que otros realicen ciertas funciones, que mediante una poderosa conciencia colectiva común. Anthony Giddens (1972; véase también Pope y Johnson, 1983) realizó un esfuerzo valioso al señalar que la conciencia colectiva en los dos tipos de sociedad difiere en cuatro dimensiones: volumen, intensidad, rigidez y contenido. El volumen se refiere a la cantidad de gente que comparte una misma conciencia colectiva; la intensidad, al grado en que la sienten; la rigidez, a su nivel de definición; y el contenido, a la forma que adopta la conciencia colectiva en los dos tipos polares de sociedad. En una sociedad caracterizada por la solidaridad mecánica, virtualmente la totalidad de la sociedad y de sus miembros comparten la misma conciencia colectiva; esta se percibe con mucha intensidad (lo que se refleja en el uso de las sanciones represivas cuando se comete una ofensa contra ella); es extremadamente rígida; y su contenido es de índole religiosa. En una sociedad con solidaridad orgánica la conciencia colectiva es menor y la comparte una cantidad de gente inferior; se percibe con menor intensidad (lo que se refleja en la sustitución de las leyes penales por el derecho restitutivo); no es demasiado rígida y su contenido queda bien definido por la expresión “individualismo moral” o, lo que es lo mismo, porque la importancia del individuo se convierte en un precepto moral. Representaciones colectivas Aunque a Durkheim le resultó útil, la idea de la conciencia colectiva es sin duda vaga y amorfa. El descontento de Durkheim con la vaguedad del concepto de conciencia colectiva le indujo a abandonarlo progresivamente en sus últimas obras en favor de otro concepto mucho más específico: las representaciones colectivas. Las representaciones colectivas pueden representarse estados específicos o substratos de la conciencia colectiva (Lukes, 1972). Desde una perspectiva contemporánea, las representaciones colectivas hacen referencia a las normas y valores de colectividades específicas como la familia, la ocupación, el estado y las instituciones educativas y religiosas. El concepto de representaciones colectivas puede utilizarse como de manera tanto general como particular, pero lo más importante es que permitió a Durkheim conceptualizar los hechos sociales in materiales de una manera más específica que con la difusa noción de conciencia colectiva. Ahora bien, a pesar de su mayor especificidad, las representaciones colectivas no pueden reducirse al nivel de la conciencia individual. “Las representaciones colectivas resultan del substrato de los individuos asociados... pero poseen características sui generis” (Durkheim citado en Lukes, 1972: 7). El término latino sui generis significa “único”. Cuando Durkheim utilizó este término para referirse a la estructura de las representaciones colectivas, lo que en realidad quería decir era que su carácter único no podía reducirse a la conciencia individual. Esto la sitúa firmemente en el reino de los hechos sociales inmateriales. Trascienden al individuo debido a que su existencia no depende de ningún individuo particular. Son también independientes de los individuos en el sentido de que su duración en el tiempo es mayor que la duración de la vida del individuo. Las representaciones colectivas constituyen el elemento central del sistema de hechos sociales inmateriales de Durkheim. 115 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Supuestos sobre la naturaleza humana Comprenderemos mejor las ideas de Durkheim sobre la conciencia si examinamos su supuesto sobre la naturaleza humana. Pese a haber enunciado varios supuestos cruciales sobre la naturaleza humana, Durkheim negaba que lo hubiera hecho. Afirmaba que no había comenzado postulando una cierta concepción de la naturaleza humana para deducir de ella su sociología. Por el contrario, mantenía que había partido de la sociología para lograr una comprensión cada vez más clara de la naturaleza humana. Sin embargo, tal vez se mostró poco honesto con nosotros y quizás también consigo mismo. De hecho, Durkheim identificó varios componentes de la naturaleza humana. En un nivel básico, aceptaba la existencia de los impulsos biológicos. Pero, según él, para la sociología eran más importantes los sentimientos sociales, entre ellos “el amor, el afecto, la solidaridad y los fenómenos asociados” (Wallwork, 1972: 28). Durkheim pensaban que las personas tenían una naturaleza social porque “si los hombres no estuvieran inclinados por la naturaleza hacia sus semejantes, hacia la fábrica de la sociedad en su conjunto y hacia sus costumbres e instituciones, nunca hubiera surgido” (Wallwork, 1972: 29-30). No obstante, estos sentimientos no desempeñaban un papel activo en su sociología, y quedaron, por tanto, relegados al dominio de la psicología. Otros de los supuestos básicos de Durkheim, que recibió escasa atención por su parte, era la idea de que las personas eran capaces de pensar: “Durkheim mantenía que los hombres difieren de los animales debido exactamente a que las imágenes y las ideas intervienen entre los impulsos innatos y la conducta” (Wallwork, 1972: 30). Si bien lo que acabamos de señalar tiene una importancia marginal en su obra, otro de los supuestos de Durkheim sobre la naturaleza humana —que ya hemos tocado anteriormente— puede considerarse como la base de toda su sociología. Este su puesto es que las personas nacen con una diversidad de impulsos egoístas que, si no se contienen, constituyen una amenaza para ellas y para la sociedad. Para Durkheim, las personas tienen multitud de pasiones. Si estas pasiones no se contienen se multiplican hasta que el punto de que el individuo se convierte en esclavo de ellas. Esto llevó a Durkheim a una (a primera vista) curiosa definición de libertad como control externo de las pasiones. Las personas son libres siempre que las fuerzas externas controlen sus pasiones; de estas fuerzas, la más general e importante era la moralidad común. Puede afirmarse que la totalidad del edificio teórico de Durkheim, en especial su énfasis en la moralidad colectiva, se erige sobre este supuesto básico acerca de las pasiones humanas. Como Durkheim dijo: “La pasión individualiza, pero también esclaviza. Nuestras sensaciones son esencialmente individuales; pero somos más personas cuanto más nos apartamos de nuestros sentidos, y más capaces somos de pensar y actuar de acuerdo a nuestro pensamiento” (Durkheim, 1912/1965: 307-308). Esta cuestión queda manifiesta en la distinción que hizo Durkheim (1914/1973). Entre el cuerpo y el alma y el eterno conflicto entre ambos. El cuerpo representa las pasiones; el alma la moralidad común de la civilización. “Se contradicen y se niegan mutuamente” (Durkheim, 1914-1973: 152). Es evidente que el deseo de Durkheim era que este conflicto se solucionara con el triunfo del alma sobre el cuerpo: “es la civilización la que ha hecho al hombre tal como es; es lo que le distingue del animal: el hombre sólo es hombre debido que ha sido civilizado” (1914/1973: 149). Para Durkheim, la libertad procede del exterior más que del interior. Requiere una conciencia colectiva que refrene las pasiones. “La moralidad depende del desinterés por nosotros mismos y del compromiso con algo diferente a nosotros mismos” (Durkheim, 1914/1973: 151). Pero la libertad, o la autonomía, tienen otra aceptación en la obra de Durkheim. Es decir, la libertad deriva también de la internalización de una moralidad común que acentúa el significado en la independencia de los individuos. Sin embargo en ambos sentidos la libertad es una característica de la libertad es una característica de la sociedad, no de los individuos. Aquí, como casi todas partes, podemos apreciar el mayor grado de importancia que Durkheim atribuía a los hechos sociales inmateriales (en este caso el individualismo social) que a los procesos mentales. 116 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Podemos incluir las representaciones individuales dentro de los supuestos de Durkheim sobre la naturaleza humana. Mientras las representaciones colectivas se crean mediante la interacción entre la gente, las representaciones individuales se forman a raíz de la interacción entre las células cerebrales. Las representaciones individuales que dan relegadas al dominio de la psicología así como otros muchos aspectos de las ideas de Durkheim sobre la conciencia. Esta es la parte de los procesos mentales que Durkheim no deseaba examinar, y constituye su punto flaco más vulnerable. George Homans (1969) por ejemplo, afirmaba que Durkheim mostraba una concepción harto limitada de la psicología al confiarla al estudio de los instintos. La psicología de hoy va más haya del estudio de los instintos y se ocupa de algunos fenómenos sociales que Durkheim hubiera considerado dominio de la sociología. Homans concluyó que ciertamente la sociología no es un corolario del tipo de psicología que Durkheim tenía en mente (1969: 18). Sin embargo, desde el punto de vista de Homans, hoy en día es difícil, si no imposible, separar con claridad la sociología de la psicología actual. Socialización y educación moral Teniendo en cuenta sus ideas sobre las pasiones humanas y natas y la necesidad de controlarla mediante una moralidad común, no es sorprendente que Durkheim se interesaba enormemente por la internalización de las costumbres sociales a través de la educación y, en términos más generales de la socialización. La moralidad social existe fundamentalmente en el nivel cultural, pero también es internalizada por el individuo. En palabras de Durkheim, la moralidad común “penetra en nosotros” y “forma parte de nosotros” (Lukes, 1972: 131). A Durkheim no le preocupaba tanto la cuestión de internalización como el modo que podía solventar los problemas estructurales y culturales de su época (Pope, 1976: 1995). No especificó cómo se internalizaba la moralidad común. Le preocupaba más lo que parecía ser un debilitamiento de la fuerza de esta internalización de la moralidad en la sociedad contemporánea. Lo que esencialmente le importaba era la disminución del grado en que los hechos sociales ejercían control sobre la conciencia. Como Robert Nisbet señaló, “Durkheim nunca abandonó la convicción de que la sociedad occidental de su tiempo atravesaba una crisis grave, y de que, en el fondo, la crisis se debía a una relajación patológica de la autoridad moral sobre las vidas de los individuos” (1974: 192). Durkheim expresó así su preocupación: “la historia no a registrado una crisis tan grave como la que llevan padeciendo durante más de un siglo las sociedades europeas. La disciplina colectiva en su forma tradicional a perdido su autoridad” (1973: 101). El interés de Durkheim por la anomia, tanto en El suicidio como La división del trabajo social, puede considerarse como una manifestación de esta preocupación. Una nueva parte del trabajo de Durkheim sobre la educación y, en general, sobre la socialización, puede ser estudiada a la luz de su preocupación por la decadencia moral y las posibles reformas para detenerlas. Durkheim definía la educación y la socialización como los procesos mediante los cuales el individuo aprende las maneras de un determinado grupo o sociedad, es decir, adquiere las herramientas físicas, intelectuales y, más importantes aún, morales necesarias para actuar en la sociedad (Durkheim, 1922/1956: 71). La educación moral tiene tres aspectos fundamentales (Wallwork, 1972). En primer lugar, su meta es proporcionar a los individuos la disciplina que necesitan para controlar las pasiones que amenazan con someterlos: El conjunto de las reglas morales forma alrededor de cada hombre una especie de barrera ideal, al pie de la cual viene a morir la marea de las pasiones humana, sin poder pasarla. Así es posible satisfacer las pasiones humanas, por cuanto están 117 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA contenidas hasta entonces se precipitan tumultuosamente por la brecha abierta; pero una vez liberadas no encuentran término en donde detenerse. (Durkheim, 1973:42) En términos más específicos, sobre la educación de los niños. Durkheim creía que sólo a través de la disciplina “y sólo por su intermedio podemos enseñar al niño a moderar sus deseos, a circunscribir apetitos de cualquier clase, a limitar y, por eso mismo, definir los objetos de su actividad. Esta limitación es condición de la felicidad y de la salud moral”. (1973: 43-44). En segundo lugar, los individuos nacen con un sentimiento de autonomía. Pero se trata de una clase de autonomía característicamente atípica en virtud de la cual “el niño entiende por qué las reglas que prescriben ciertos tipos de conducta deben ser ‘deseadas libremente’, es decir, ‘voluntariamente aceptadas’ por ‘consentimiento ilustrado’” (Wallwork, 1972: 127). Finalmente, el objetivo primordial del proceso de la socialización era el desarrollo de un sentimiento de dedicación y respeto a la sociedad y a su sistema moral. Estos aspectos de la educación moral constituyen esfuerzos por combatir la relajación patológica del control de la moralidad colectiva sobre el individuo en la sociedad moderna. En términos más generales, Durkheim se ocupó del modo en que la moralidad colectiva constriñe a las personas, tanto externa como internamente. En cierto sentido, los hechos sociales inmateriales eran externos a las personas y moldeaban sus pensamientos (y acciones). Por su puesto, los hechos sociales no pueden actuar por si mismos, sino sólo por mediación de sus agentes pero Durkheim daba más importancia al grado en el que los individuos se sujetaban a sí mismos mediante la internalización de la moralidad social. Como el mismo señaló: “la fuerza colectiva no se encuentra totalmente fuera de nosotros; no actúa sobre nosotros totalmente desde fuera; como la sociedad no puede existir si no es a través de la conciencia individual, esta fuerza penetra en nosotros y se organiza en nuestro interior” (1912/1965: 240). Además de aclarar el proceso de la internalización, la cita anterior también nos muestra de nuevo que Durkheim rechazaba la idea de una mente colectiva, porque afirmaba que las fuerzas colectivas solo podían existir en la conciencia individual. Ernest Wallwork nos proporcionó una reflexión útil que clarifica la importancia de la internalización de la moralidad en el sistema de Durkheim: Durkheim observa que una mente normal no puede tener en consideración máximas morales si no las concibe como obligatorias. Las reglas morales tienen un “carácter imperativo”, “ejercen una suerte de control sobre la voluntad que hace que esta sienta la obligación de aceptarlas”. Esta obligación no debe confundirse con la fuerza psíquica o la compulsión; la voluntad no es forzada a aceptar las normas que ha hecho suyas, ni siquiera en el caso de que las apoye la opinión pública. La construcción moral no es una presión exterior y mecánica; tiene un carácter más íntimo y psicológico. Pero este sentido psicológico e íntimo de obligación no es otro que el de la autoridad de la opinión pública, que penetra, como el aire que respiramos, en las entrañas más profundas de nuestro ser. (Wallwork, 1972: 38) Durkheim ofreció un ejemplo específico de la construcción interna en su estudio sobre la religión: 118 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Así, pues [el individuo] se comporta de una determinada manera en relación con los seres totémicos, no es tan solo por el hecho de que las fuerzas en que ellos residen son físicamente terribles de abordar, sino además porque se sienten moralmente obligados a comportarse así; tienen la sensación de obedecer a una especie de imperativo, de realizar un deber. (Durkheim, 1912/1965: 218) Estas preocupaciones por la internalización, la socialización y la educación pueden ser consideradas en el contexto del constreñimiento que ejerce la moralidad colectiva sobre el actor. Sea externo o interno tal constreñimiento, la moralidad se sirve de él para controlar los pensamientos y las acciones de los individuos. Las limitadas reflexiones de Durkheim sobre la conciencia llevaron a muchos a creer que su tipo ideal de actor se dejaba controlar totalmente por las fuerzas exteriores, era un conformista absoluto. Aunque muchos sostienen esta opinión —y algunos sociólogos modernos creen seguir a Durkheim al adoptar esta postura—, el mismo Durkheim no suscribía esta perspectiva tan extrema del actor: “la conformidad no debe llegar al extremo de subyugar totalmente el intelecto. Así, no se sigue de la creencia en la necesidad de la disciplina que esta deba ser ciega y esclava” (citado en Giddens, 1972: 113). Durkheim sí creía que los individuos debían desempeñar su papel, que no eran meros reflejos de las ideas colectivas y que la individualidad existía. Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio temperamento, nuestros propios hábitos, etc. Cada uno de nosotros deja su propia huella sobre ellas [las ideas colectivas]; y esto explica el hecho de que cada uno tenga sus propias maneras de pensar... sobre las reglas de moralidad común (Durkheim, 1914/1973: 161 véase también Durkheim 1913-14/1983: 91-92). Aunque Durkheim dejó abierta la posibilidad de la individualidad, su obra tendía a subrayar la importancia del control externo sobre los actores y además, el carácter deseable de esa constricción. Variables dependientes En todas las obras de Durkheim la conciencia aparece como una variable dependiente determinada por diversos hechos sociales materiales y, en especial, por los inmateriales. Durkheim consideraba sociológicamente relevantes los estados subjetivos en tanto producto de causas sociales. “Son prolongaciones... dentro de los individuos”... de las causas sociales de las que dependen. Son susceptibles de explicación sociológica como efectos, pero nunca como causa. De acuerdo con Durkheim, tratar los estados subjetivos como agentes causales amenazaba la legitimidad de la pretensión de cientificidad de la sociología reduciéndola a la psicología (Pope, Cohen y Hazelrigg, 1975: 419). Procedemos, pues, a analizar algunas de estas variables dependientes, no sin dejar claro que Durkheim las trató de manera vaga y superficial. En El suicidio, por ejemplo, se mostró bastante ambiguo respecto al modo en que las corrientes sociales influían en la conciencia individual y a la manera en que esta conciencia alterada, elevaba a su vez, las tasas de suicidio (Pope, 1976: 191). La misma crítica se puede aplicar a todos los análisis de Durkheim sobre la conciencia. En La división del trabajo social, Durkheim analiza la conciencia de un modo indirecto, pero se ve con claridad que la considera una variable dependiente. Es decir, su argumento sostiene que los cambios en los niveles cultural y societal producen cambios en los procesos de la conciencia individual. En una sociedad con solidaridad mecánica la poderosa conciencia colectiva limita y constriñe la conciencia individual, en una sociedad con solidaridad orgánica, las 119 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA potencialidades individuales se expanden, al igual que la libertad individual. Pero también percibimos de nuevo que Durkheim toma la conciencia como variable dependiente, nuestro pensador no lo explicita. En El suicidio, sin embargo, el estatus de la conciencia como variable independiente resulta mucho mas claro. En pocas palabras, la principal variable independiente es la moralidad colectiva y la variable dependiente más importante son las tasas de suicidio; sin embargo interviene también otro conjunto de variables dependientes que, simplemente, son los estados mentales. Steven Lukes, cuando hablaba de los “puntos flacos” del individuo hacía referencia a este nivel mental “Desde fuera, las corrientes apuntan a los ‘puntos flacos’ de los individuos inclinados al suicidio” (1972: 214). Lukes (1972: 216-217) fue de hecho más allá y afirmó que existe una teoría sociopsicológica debajo del “lenguaje sociológicamente agresivo” de El suicidio. Por un lado, la teoría sostiene la creencia de que los individuos necesitan comprometerse con metas sociales. Por otro, los individuos no deben comprometerse con estas metas hasta el punto de perder su autonomía personal. Finalmente, como ya hemos mencionado, Durkheim creía que los individuos poseen pasiones y que solo pueden sentirse satisfechos y libres si éstas son controladas desde el exterior. En El suicidio encontramos estados de conciencia específicos asociados con cada uno de los tres tipos de suicidio: Estos estados subjetivos, efecto de determinadas condiciones sociales, empujan al individuo a suicidarse... El suicidio egoísta se caracteriza por una depresión general que adopta bien la forma de languidez melancólica, bien de indiferencia epicúrea... El suicidio, anómico va acompañado de ira, desilusión, irritación y de exasperada fatiga... y el suicidio altruista entraña un tranquilo sentido del deber, entusiasmo místico o pacífico coraje. (Pope, 1976: 197) Durkheim percibía los estados de conciencia concretos que acompañaban a cada tipo de suicidio. Es evidente que estos estados le interesaban poco debido a su mayor preocupación por los fenómenos de mayor alcance. Incluso un seguidor tan apasionado como Nisbet expresó su deseo de que Durkheim “hubiera dedicado mas atención a los mecanismos específicos por los que las representaciones colectivas en la sociedad se traducen, de manera distintivamente humana y a menudo creativa, en representaciones individuales que reflejan la relación del hombre con la sociedad” (1974: 115). Lukes también lo subrayó: “El hecho de centrar exclusivamente su atención en el elemento sociedad del esquema, en el impacto de las condiciones sociales sobre los individuos y no en las formas, en que los individuos perciben, interpretan y responden a las condiciones sociales, le condujo a no explicar, a no analizar, los supuestos sociopsicológicos sobre los cuales se apoyaban sus teorías” (1972:35). Categorías mentales Un ejemplo específico de esta tendencia a asignar prioridad al nivel de la sociedad lo constituye la obra de Durkheim y Marcel Mauss97 en trono a la influencia de la estructura de la sociedad en 97 Marcel Mauss, sobrino de Durkheim y estudioso avezado, publicó con este sus trabajos sobre las categorías mentales. 120 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA la forma del pensamiento individual. En lo fundamental, Durkheim (y Mauss) afirmaban que la forma que adopta la sociedad influye en la forma que adopta el pensamiento. Frente a los que querrían que las categorías mentales moldeaban el mundo, ellos afirmaban que era el mundo social el que daba forma a las categorías mentales: “lejos de ocurrir... que las relaciones de los hombres se basen en relaciones lógicas entre las lógicas entre las cosas, en realidad son las primeras las que moldean las segundas” (Durkheim y Gauss, 1903/1963: 82). Aunque ciertas estructuras importantes (como la estructura de la familia y los sistemas económico y político) desempeñan un importante papel en la configuración de las categorías lógicas, Durkheim y Mauss dedicaron mucha atención a la influencia de la sociedad en su conjunto: La sociedad no ha sido simplemente un modelo sobre el cual haya trabajado el pensamiento clasificador; los propios cuadros han servido de cuadros al sistema. Las primeras categorías lógicas han sido categorías sociales; las primeras clases de cosas han sido clases de hombres... Los hombres han agrupado idealmente a los otros seres porque previamente estaban ellos agrupados y se veían a si mismos bajo la forma de grupos; los dos modos de agrupamiento han empezado confundiéndose para terminar siendo indistinguibles. (Durkheim y Mauss, 1903/1963: 82-83) La importancia que atribuye Durkheim a los macrofenómenos se manifiesta claramente en esta reflexión acerca de la influencia de la sociedad sobre las categorías lógicas. Sin embargo, Durkheim no se detuvo a analizar el proceso inverso: el modo en que el funcionamiento de las categorías mentales moldea, a su vez, las estructuras de la sociedad. Durkheim hubiera creado una sociología más satisfactoria si se hubiera detenido a analizar la conciencia en lugar de considerarla una misteriosa variable dependiente. La concentración exclusiva en los fenómenos macro impide el estudio de elementos importantes para un modelo adecuado de sociología. Lukes subrayó algunas cuestiones de interés en su análisis de El suicidio. Afirmaba, con bastante razón, que una explicación satisfactoria del suicidio no puede detenerse tras el examen de las corrientes sociales. Desde su punto de vista: “La explicación del suicidio —y de las tasas de suicidio— necesariamente debe explicar por qué las personas se suicidan” (Lukes, 1972: 221; cursivas añadidas). Durkheim se equivocó también al presumir que la conciencia no era susceptible de investigación y explicación científica. Tal investigación debe y puede empezarse si se desean superar las teorías parciales de la vida social. Nada se soluciona reconociendo simplemente la existencia de la conciencia y rechazando su análisis. El compromiso de Durkheim con una perspectiva restringida de la ciencia, así como su tendencia a hacer enunciados radicalmente sociológicos, que excluyen el recurso a la conciencia, le llevaron por mal camino: Le habría bastado con afirmar que los hechos “sociales” no pueden explicarse totalmente en términos de hechos “individuales”; pero afirmó que sólo pueden explicarse en términos de hechos sociales... habría sido suficiente afirmar que ningún fenómeno social, y muy pocas actividades humanas, pueden identificarse o explicarse satisfactoriamente sin una referencia explicita o implícita a factores sociales. (Lukes, 1972: 20) Durkheim también se equivocó al no asignar a la conciencia un papel activo en el proceso social. En su sistema teórico las personas están, por lo general, controladas por fuerzas sociales, pero 121 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA aquellas no controlan activamente a sus sistemas de fuerzas. Esto condujo a Wallwork a afirmar que “la principal debilidad del sistema de Durkheim es... que no consideró el juicio moral activo” (1972: 65; cursivas añadidas). Durkheim atribuía muy poca independencia a los actores (Pope y Cohen, 1938: 1364). Los actores pueden rechazar algunos, la mayoría o incluso todos los principios morales que les rodean. Cuando Durkheim hablaba de autonomía, se refería a la aceptación de las normas morales, de la autonomía. Los individuos aceptan el control moral y se reprimen únicamente en virtud de la internalización de esas normas. Pero como Wallwork señaló, la autonomía tiene un componente bastante más activo: “La autonomía también implica una exploración voluntaria, una iniciativa espontánea, una destreza competente y la autorrealización creativa... se debe animar al niño a ejercer su propia voluntad, iniciativa y creatividad” (1972: 148). En efecto, la investigación sobre los procesos cognitivos, en parte llevada a cabo por Jean Piaget, quien trabajó dentro de la tradición durkeimiana, indica que la creatividad individual constituye un importante componente de la vida social. Resumiendo la obra de Piaget, Lawrence Kohlberg (que investigó los elementos cognitivos en el desarrollo moral) y otros, Wallwork señaló: Además del condicionamiento cultural, la actividad cognitiva del sujeto es condición necesaria para la construcción de la experiencia. Piaget y Kohlberg concluye que, el carácter distintivamente fenomenológico de la experiencia moral, queda siempre determinado tanto por ser el producto de la construcción cognitiva del sujeto como por requerir la adaptación al condicionamiento cultural por parte del sujeto. (Wallwork, 1972: 670) En otras palabras, una sociología satisfactoria requiere un actor más creativo y una investigación más profunda sobre los procesos creativos. Hemos visto que, en contra de la opinión de muchos, Durkheim manifestó ideas sobre los procesos mentales. Sin embargo, el carácter periférico que tienen los procesos mentales en su sistema teórico confiere vaguedad en determinación a su investigación sobre estos procesos. Más criticable es el hecho de que el punto de partida de su obra sea una imagen pasiva del actor y, desde mi punto de vista, una teoría sociológica plenamente satisfactoria requiere un actor activo como componente esencial. Acción individual e interacción El punto flaco más vulnerable de Durkheim se encuentra en su obra sobre la interacción individual. En su sistema encontramos de manera implícita y sin detallar la idea que los cambios en el nivel de los macrofenómenos sociales producen cambios en el nivel de acción y la interacción individual. Por ejemplo, aprehendemos con claridad que la naturaleza de la acción y la interacción es bastante diferente en las sociedades con solidaridad mecánica y en las que presentan solidaridad orgánica. En una sociedad con solidaridad mecánica, el individuo suele enfurecerse ante la violación de la conciencia colectiva y actual inmediata y agresivamente contra el violador. Sin embargo, un individuo en una sociedad con solidaridad orgánica suele adoptar una actitud más moderada como, por ejemplo, llamar a la policía o recurrir a los tribunales.98 De modo similar, en El suicidio, el supuesto que se encuentra en la base del estudio de las 98 Aunque en algunos casos (por ejemplo, el ataque a un hijo), los miembros de ambos tipos de sociedad reaccionarían violentamente. Así las diferencias entre las dos sociedades depende (hasta cierto punto) de la naturaleza del delito. 122 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA variaciones de las tasas de suicidio es que la naturaleza de la acción y la interacción individual varía como resultado de las variaciones en la corrientes sociales. En esta obra se emplean las tasas del suicidio como medidas acumulativas de los cambios en el nivel individual, pero no se analiza, al menos en detalle, la naturaleza de estos cambios. Se pueden formular críticas similares respecto a otras obras de Durkheim, pero la más general, es que Durkheim apenas analizó la acción y la interacción individual. Resumen Emile Durkheim ofreció una teoría más coherente que cualquiera de las que desarrollaran los demás teóricos clásicos de la sociología. Adoptó una orientación teórica transparente y la utilizó en varios trabajos específicos. Sus defensores dirían que la claridad del pensamiento de Durkheim se deriva de esta coherencia, a tiempo que sus críticos aducirían que esa claridad se debe a la relativa simplicidad de su teoría. En cualquier caso, es ciertamente más fácil penetrar en la esencia del pensamiento de Durkheim que en la de las reflexiones de otros teóricos clásicos. El núcleo de la teoría de Durkheim lo constituye su concepto de hechos sociales. Durkheim distinguió entre dos tipos básicos de hechos sociales: los materiales y los inmateriales. Aunque con frecuencia ocupan un lugar de prioridad causal en su teorización, los hechos sociales materiales (por ejemplo, la división del trabajo, la densidad dinámica y el derecho) no constituían las fuerzas más importantes en el sistema teórico de Durkheim. La preocupación esencial de Durkheim eran los hechos sociales inmateriales. Analizó varios, entre ellos la conciencia colectiva, las representaciones colectivas y las corrientes sociales. El estudio de Durkheim sobre el suicidio constituye un buen ejemplo de la importancia que tienen los hechos sociales inmateriales en la totalidad de su obra. De acuerdo con su modelo causal básico, los cambios en los hechos sociales inmateriales producían, en última instancia, diferencias causales en las tasas de suicidio. Durkheim distinguió cuatro tipos de suicidio — egoísta, altruista, anómico y fatalista— y se esforzó por mostrar cómo influían en cada tipo los diferentes cambios en las corrientes sociales. Para Durkheim y sus seguidores, el estudio del suicidio constituía una evidencia de que la sociología tenía un lugar legítimo dentro del conjunto de las ciencias sociales. Después de todo, decían, si la sociología podía explicar un acto tan individualista como el suicidio, entonces podía explicar otros aspectos menos individuales de la vida social. Debido a su preocupación central por los hechos sociales inmateriales y a algunos desafortunados enunciados que desarrolló en el intento de definir el dominio específico de la sociología, se ha acusado a veces a Durkheim de mantener una orientación metafísica sobre la existencia de una “mente colectiva”. Pese a que desarrolló argumentos aparentemente indefendibles, Durkheim no creía en la existencia de una mente colectiva, y en realidad, tenía una concepción moderna de la cultura. En sus últimos años, Durkheim se interesó por otro aspecto de la cultura: la religión. En su análisis de la religión primitiva, el objetivo de Durkheim era mostrar que las raíces de la religión se encontraban en la estructura social de la sociedad. Es la sociedad la que define ciertas cosas como sagradas y otras como profanas. En su análisis del totemismo primitivo, Durkheim demostró el carácter social del origen de la religión y sus raíces en la estructura social del clan. Además, consideraba el totemismo como una forma específica y manifiesta de conciencia colectiva en la sociedad primitiva. La fuente de esta conciencia se hallaba, como la de todos los productos colectivos en los procesos de efervescencia colectiva. Al final, Durkheim llegó a la conclusión de que sociedad y religión eran lo mismo, dos manifestaciones del mismo proceso general. 123 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Debido a que identificaba la sociedad con Dios, deificándola, Durkheim se oponía a la revolución social. Era un reformador social preocupado por la introducción de mejoras en el funcionamiento de la sociedad. Mientras Marx percibía diferencias irreconciliables entre capitalistas y trabajadores, Durkheim creía que estos grupos podían unirse en las asociaciones profesionales. Recomendaba la creación de estas asociaciones para restaurar la moralidad colectiva en el mundo moderno y para aliviar algunas patologías remediables de la división moderna del trabajo. Pero, sin embargo, estas reformas estructurales tan limitadas no podían solucionar los problemas culturales más generales que invadían en el mundo moderno. Por ello Durkheim puso sus esperanzas en ese curioso sistema moderno de moralidad colectiva que él dominó “culto al individuo”. Durkheim apenas habló de los microfenómenos, pero esto no significa que no tuviera nada que decir a este respecto. Desarrolló algunos supuestos sobre la naturaleza humana y estudió la socialización y la educación moral. Pero, en su obra, los microfenómenos suelen ser tratados como variables dependientes determinadas por los macrocambios. Aunque Durkheim analizó los principales niveles de la realidad social, se centró en las macrofuerzas y en su influencia causal en el nivel individual. 124 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA MAX WEBER Tomado de George Ritzer, Teoría Sociológica Clásica. Mc Graw Hill, Madrid, 1993, pp. 245-297. Max Weber nació en Erfurt, Alemania, el 21 de abril de 1864, en el seno de una familia de clase media. Entre sus padres hubo importantes diferencias de pensamiento y forma de vida, que tuvieron un efecto profundo no sólo en su formación intelectual, sino en su salud mental. Su padre fue un funcionario que ascendió a una posición política relevante. Formó parte de la élite establecida y como resultado de ello, evitó cualquier actividad o idealismo que requiriera un sacrificio personal o que amenazara su posición dentro del sistema. Weber padre fue un hombre que disfrutó de los placeres terrenales; en ello, y en otras muchas cosas, se diferenciaba de su mujer. La madre de Weber era una calvinista devota, una mujer que intentaba llevar una vida ascética exenta de los placeres anhelados por su marido. Sus ocupaciones eran más ultramundanas; continuamente le molestaban las imperfecciones que le advertían que no estaba destinada a la salvación. Estas hondas diferencias entre los padres originaron una gran tensión matrimonial que produjo gran impacto en el joven Weber. Ya que era imposible imitar a sus padres, a Weber se le presentó una clara elección desde niño (Marianne Weber,1975: 62). Primero pareció optar por la vida libertina de su padre, pero más tarde se inclinó por la postura materna. Cualquiera que fuera la elección, dicha tensión provocada por la necesidad de elegir entre formas de vida tan dispares influyó negativamente en la salud mental del joven Weber. A la edad de 18 años, abandonó su hogar durante algún tiempo para asistir a la Universidad de Heidelberg. Weber era tímido e inmaduro dado el nivel social desde el que ingresó en Heidelberg, pero pronto dio muestras de precocidad intelectual. Después que gravitara hacia la forma de vida de su padre, cambió rápidamente y entró en su vieja fraternidad. Allí aprendió a desenvolverse socialmente, debido en parte a las cantidades de cerveza que consumía con sus compañeros. Exhibió orgullosamente las cicatrices de un duelo, el signo de distinción de dicha fraternidad. No solamente manifestaba su identidad a la manera de su padre, sino que también se decantó, al menos durante aquella época, por el derecho, es decir por la carrera de su padre. Después de tres cursos, Weber dejó Heidelberg para hacer el servicio militar, y en 1884 volvió a Berlín, a casa de sus padres, para estudiar en la universidad de dicha ciudad. Permaneció allí durante los siguientes ocho años y completó sus estudios doctorándose. Se convirtió en abogado y comenzó a dar clases en la Universidad de Berlín. Durante los años que pasó en Berlín cambiaron sus intereses hacia las preocupaciones que mantendría a lo largo de su vida (economía, historia y sociología). Weber dependía económicamente de su padre, situación que detestaba. Se volvió hacia los valores de su madre mientras crecía la antipatía por su padre. Adoptó una vida ascética y se sumergió profundamente en el trabajo. Por ejemplo, podemos describir así sus hábitos cotidianos durante un semestre como estudiante: Continua la rígida disciplina de trabajo; regula su vida con el reloj; divide la rutina diaria en periodos exactos para las diferentes materias y ahorra, a su manera, cenando por las noches en su habitación una libra de carne picada y cuatro huevos fritos”. (Mitzman, 1970: 48; Marianne Weber, 1975: 105). Siguiendo a su madre se volvió diligente, se convirtió en un trabajador compulsivo, en lo que podríamos llamar un “trabajadicto”. Esta compulsión hacia el trabajo le llevó en 1896 a un puesto de profesor de Economía en Heidelberg. Pero en 1897, con su carrera académica floreciente, su padre murió después de una violenta discusión entre ellos. Poco después Weber comenzó a manifestar síntomas que culminarían en un derrumbamiento nervioso. A menudo era incapaz de dormir o de trabajar y pasó los seis o siete años siguientes en una situación de casi total colapso. Después de esta larga pausa recuperó algo de su fuerza en 1903, pero no fue capaz de recomenzar su actividad y el retorno a la vida académica hasta 1904, cuando pronunció su primera conferencia (en Estados 125 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Unidos) en seis años y medio. En 1904 y 1905 publicó una de sus obras más conocidas, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En ella elevaba la influencia religiosa de su madre hasta el nivel académico. Ocupó la mayoría de su tiempo en el estudio de la religión, aunque no era una persona religiosa. Aunque continuó teniendo problemas psicológicos, después de 1904 produjo algunos de sus trabajos más importantes. En esos años publicó sus estudios sobre las religiones mundiales desde una perspectiva histórica (por ejemplo, China, la India y el antiguo judaísmo). Cuando murió, el 14 de junio de 1920, estaba trabajando en la más importante de sus obras, Economía y sociedad. A pesar de estar incompleta, fue publicada y traducida a varias lenguas. En este período, la obra de Weber fue prolífica. Además de numerosos escritos prestó atención a muchas otras actividades: colaboró en la fundación de la Sociedad Alemana de Sociología en 1910; su casa se convirtió en un centro frecuentado por intelectuales, que incluía a sociólogos como Georg Simmel y Robert Michels, además del filósofo y crítico literario Georg Lukács (Scaff 1989: 186222). También fue activo políticamente y escribió algunos ensayos de actualidad. Tanto la vida de Weber como su trabajo estuvieron sujetos a una gran tensión entre la mente burocrática de funcionario que representaba su padre y la religiosidad de su madre lo que se refleja en su vida profesional y personal. De esta manera, Max Weber (1864-1920) es probablemente la figura mejor conocida y más influyente de la teoría sociológica.99 Prolífico escritor y complejo pensador, lo que contribuyó a su fama, su obra es difícil de resumir en un único capítulo. Si abundantes son sus obras, mayor aún es la producción de sus críticos y estudiosos. Weber no sólo es conocido por su aproximación a la teoría general, sino también por un sinnúmero de ideas particulares que, en sí mismas, han generado un considerable acopio de estudios y críticas. Por ejemplo, una gran parte del trabajo en sociología de las organizaciones procede de su trabajo sobre la burocracia. Así mismo, sus ideas acerca de la relación entre el protestantismo son extraordinariamente polémicas. La magnitud, diversidad y complejidad de la obra de Weber dificulta bastante la síntesis; dicho problema se agudiza debido a su inconsistencia y a su incapacidad para decir exactamente lo que pensaba. Así pues, aunque en sí misma su obra es provocadora y rica, desafía un simple resumen y análisis. Tan variada y sujeta a múltiples interpretaciones es ésta, que ha influido en todos los frentes de la teoría sociológica. Ciertamente influyó en el funcionalismo estructural, especialmente a través de Talcot Parsons, en la tradición del conflicto (R. Collins, 1975, 1990) y en la teoría crítica, donde ha provocado casi tantos estudios como la orientación de Marx, y sobre todo en la de Jürgen Habermas, principal heredero de la tradición de la teoría crítica. Los interaccionistas simbólicos se han visto afectados sobre todo por las ideas de Weber acerca de la verstehen. Alfred Schutz, lo fue asimismo en lo que se refiere a significados y motivos, y él, a su vez, jugó un papel crucial en la fenomenología y la etnometodología. Dado que es necesario entender claramente las ideas de Weber (1903-17/ 1949) en torno a la metodología y las ciencias sociales para llegar a su teoría sustantiva, comenzaremos el capítulo con una discusión de éstas. Se opuso a la utilización del razonamiento abstracto puro, prefiriendo siempre una investigación empírica y a menudo histórica. Su metodología modela su investigación, y la combinación de ambas fundamenta su orientación teórica. 99 Durante algún tiempo su postura se vio amenazada por un creciente interés por el trabajo de Karl Marx, que era ya mucho más conocido por el público en general y en otros campos. Pero con el fracaso del comunismo la posición preeminente de Weber parece estar asegurada otra vez. 126 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Metodología Historia y sociología Weber tendía a quitarle énfasis a los factores metodológicos, considerándolos como “la precondición de un fructuoso trabajo intelectual” (1903-17/1949: 115; véase también Marianne Weber, 1975; 309). Se centraba en lo sustancial: “Las ciencias solamente pueden ser establecidas y pueden desarrollar sus métodos empleando la claridad y resolviendo problemas sustantivos. Por otro lado, nunca en tales desarrollos han jugado un papel crucial reflexiones puramente epistemológicas y metodológicas”. (1903-17/199: 116). Es importante examinar la orientación metodológica de Weber, a pesar del papel secundario dentro de su obra, no sólo por que nos ayuda a entender su postura ante la sociología, sino porque también muchas de estas orientaciones son hoy en día trascendentales en lo que se refiere a la metodología sociológica. Para comprender la metodología weberiana debemos clarificar su pensamiento sobre la relación existente entre historia y sociología. Siendo estudiante de derecho y habiendo conseguido su primer empleo académico en este campo, su temprana carrera estuvo dominada por el interés por la historia. De hecho, su tesis doctoral consistió en diversos estudios históricos sobre la Edad Media y Roma. Años más tarde, sin embargo, se dedicó intensamente a la sociología. Se ha dicho que esto ocurrió en 1909, el año que comenzó la redacción de Economía y sociedad, cuando terminó por consagrarse en cuerpo y alma a esta disciplina. Habiéndose situado en el nuevo campo de la sociología, intentó dejar clara la relación que esta tenía con el área establecida de la historia. Aunque Weber intuyera que cada una de estas disciplinas necesitaba de la otra, su punto de vista fue que la tarea de la sociología consistía en proveer a la historia de un servicio que ésta necesitaba (Roth, 1976: 307). Con sus palabras: la sociología representa sólo un “preeliminar, una modestísima tarea” (citado en R. Frank, 1976: 21). Así explica la diferencia entre dichas disciplinas: “La sociología persigue formular conceptos distintivos y generalizar las uniformidades de los procesos empíricos. Esto la distingue de la historia, que esta orientada al análisis causal y a la explicación de acciones individuales, de estructuras y de personalidades poseedoras de una significación cultural” (1921/1968: 19). A pesar de esta tajante y al parecer clara diferenciación, en su propio trabajo fue incapaz de combinar ambas. Orientó la sociología al desarrollo de conceptos claros, de manera que pudieran representar un análisis causal de los fenómenos históricos. Definió su proceder ideal como “la segura imputación de hechos individuales y concretos ocurridos en la realidad histórica para concretar las causas históricamente dadas a través del estudio de precisos datos empíricos que han sido seleccionados desde puntos de vista específicos” (1903-17/199:69). Así pues, podemos pensar que Weber fue un sociólogo histórico. Su pensamiento dentro de la sociología está profundamente informado por la serie de debates intelectuales (Methodenstreit) que bullían en Alemania de aquel tiempo. El más importante de ellos era el que abordaba la relación entre historia y ciencia. En los polos de aquel debate se situaba aquellos (los positivistas) que pensaban que la historia rige por leyes generales (nomotéticas) y aquellos otros (subjetivistas) que reducen la historia a acciones y acontecimientos idiosincrásicos (ideográficos). (Los positivistas pensaban que la historia podía ser una ciencia natural, mientras los subjetivistas veían ambas disciplinas de forma radicalmente diferente. Por ejemplo, un pensador nomotético generaliza acerca de las revoluciones sociales, mientras un analista ideográfico se fijara principalmente en los hechos específicos que conducen a la revolución norteamericana. Rechazó ambos extremos y desarrolló un procedimiento distintivo de analizar la sociología histórica. Según Weber, la historia se compone de acontecimientos empíricos y únicos: no puede haber generalizaciones en el nivel de la experiencia. Los sociólogos deben, por tanto, separar el mundo empírico del universo conceptual que construyen. Dichos conceptos no llegan a reflejar completamente el mundo real, pero 127 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA pueden ser usados como utensilios heurísticos para conseguir un entendimiento mejor de la realidad. Por medio de estos conceptos los sociólogos pueden elaborar generalizaciones, pero éstas nos son historia y no deben ser confundidas con la realidad empírica. Aunque Weber se muestra claramente a favor de las generalizaciones, rechaza a los historiadores que intentan reducir la historia a un simple conjunto de leyes: “Para conocer los fenómenos históricos en su concreción, las leyes más generales, ya que están libres de contenido, son también las menos valiosas” (1903-17/1949: 80). Por ejemplo, criticó a un historiador (Wilhem Roscher) que intentaba determinar las leyes de evolución histórica de un pueblo y creía que todos los pueblos atravesaban una secuencia típica de estadios (Weber, 1903-06 / 1975). Weber apuntó que “La reducción de la realidad empírica... a ‘leyes’ está desprovista de significado” (1903-17/1949: 80). En otras palabras, “Una ciencia sistemática de la cultura... no tendría sentido en sí misma” (1903-17/1949: 84). Esta visión particular se refleja en obras históricas específicas: por ejemplo, en su historia de las civilizaciones antiguas, Weber admite que aunque en ocasiones las épocas remotas fueron precursoras de lo que habría de ocurrir posteriormente, “la larga y continua historia de la civilización mediterránea europea no nos muestra ni ciclos cerrados ni una progresión lineal. Algunas veces los fenómenos históricos de las civilizaciones antiguas han desaparecido completamente, para no volver a aparecer después de un contexto por entero diferente” (1896-1906/1976: 366). En contra de estos puntos de vista, opuestos en lo que se refiere al saber histórico alemán, Weber adaptó su propia perspectiva que constituía una fusión de las dos posiciones. Weber intuye que la historia, esto es, la sociología histórica, debe interesarse tanto como la individualización como por la generalización. Dicha unificación se acompaña de la elaboración y el empleo de conceptos generales (que llamaremos “tipos ideales”) en el estudio de individuos particulares, acontecimientos, o sociedades. Dichos conceptos generales están destinados a ser usados “para identificar y definir la individualidad de cada desarrollo, las características que hacen que uno concluya de modo tan diferente a otro. Según esto, uno puede determinar las causas que llevan a las diferencias” (Weber 1896-1906/1976: 385). Haciendo esta clase de análisis causal, Weber rebatió, al menos conscientemente, la idea de la búsqueda de un único agente causal a través de la historia.100 En cambio, utilizó en su arsenal conceptual para clasificar, en términos de sus significación causal, los diversos factores implicados en un caso histórico dado (Roth, 1971). Los puntos de vista de Weber ante la sociología histórica están modelados en parte por la disponibilidad de los datos históricos empíricos, así como por su compromiso con el estudio de éstos. Fue la suya la primera generación de estudiosos que disponía de datos fidedignos sobre fenómenos históricos procedentes de muchas partes del mundo (MacCrae, 1974). Weber se inclinaba más a sumergirse él mismo en esos datos que a construir generalizaciones abstractas acerca de las verdades básicas de las historia. Aunque esto lo condujo a importantes descubrimientos, le creó serios problemas a la ahora de entender su obra: a menudo se enredaba tanto en los detalles históricos que perdía la perspectiva de las razones básicas de los estudios históricos. Además, sus estudios históricos abordaron tantas épocas y tantas sociedades, que no pudo hacer mucho más que formular toscas generalizaciones (Roth, 1971). No obstante estos problemas, su compromiso con el estudio científico de hechos empíricos lo hizo atractivo para el desarrollo de la sociología en Estados Unidos. En resumen, Weber creía que la historia se compone de una inagotable fuente de fenómenos específicos. Para estudiarlos era necesario elaborar una gran variedad de conceptos destinados a ser útiles para la investigación del mundo real. Como una regla general, aunque Weber (tal y como lo vamos a ver) no se adhería estrictamente a esta posición, como tampoco lo 100 Irónicamente Weber parecía, como veremos más adelante en este capítulo, argumentar en su trabajo sustantivo que existen tales agentes causales en la nacionalización de la sociedad. 128 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA hacen la mayoría de los sociólogos e historiadores, la tarea de la sociología consiste en desarrollar esos conceptos que la historia utiliza para analizar causalmente los hechos históricos específicos. En este sentido, Weber trataba de combinar lo específico y lo general en un esfuerzo por hacer evolucionar una ciencia, que hiciera justicia a la compleja naturaleza de la vida social. Verstehen Weber creía que los sociólogos tenían una ventaja sobre los científicos naturales. Esta ventaja residía en la capacidad de los sociólogos para comprender fenómenos sociales, mientras el científico natural no podía conseguir una comprensión similar del comportamiento de un átomo o de un componente químico. La palabra alemana para comprensión es verstehen. Weber le daba a ese término un uso especial en sus investigaciones, lo que hacia de él una de sus más famosas, y sin duda la más controvertida, de sus aportaciones a la metodología de la sociología contemporánea. Debemos aclarar lo que Weber quería decir con verstehen y también recalcaremos algunos de los problemas que implica esta conceptualización. La controversia suscitada por el término verstehen y alguno de los obstáculos que nos encontramos al interpretarlo trascienden al pensamiento metodológico weberiano. Según Thomas Burger (1976; ver también Hekman, 1983: 26) Weber no fue sofisticado ni coherente al pronunciarse sobre la metodología. Tenía cierta tendencia a ser descuidado e impreciso en lo que se refiere a estos problemas, porque pensaba que sólo estaba repitiendo ideas bien conocidas en su día entre los historiadores alemanes. Más aún, nunca reflexionó profundamente acerca de estas cuestiones, como ya apuntamos arriba. Las ideas de Weber sobre la verstehen eran relativamente comunes entre los historiadores alemanes de su tiempo y se derivaban de un campo conocido como hermenéutica (MuellerVollmer, 1985). Esta constituye un acercamiento especial a la comprensión e interpretación de los escritos publicados. Su objetivo era comprender el pensamiento del autor, así como la estructura básica del texto. Tanto Weber como otros autores, (por ejemplo, Wilhelm Dilthey) intentaron ampliar esta idea, llevándola desde la comprensión de textos a la de la vida social: Una vez que nos hemos dado cuenta de que el método histórico no es ni más ni menos que el método clásico de interpretación aplicado a las acciones abiertas en lugar de a los textos, un método dirigido a identificar los proyectos humanos, la ‘significacion’ que se oculta tras los conocimientos observables, no debemos tener dificultad en aceptar que este puede ser aplicado tanto a la interacción humana como a los actores individuales. Desde un punto de vista toda la historia es interacción, y debe ser interpretada en términos de los programas opuestos de los distintos actores. (Lachman, 1971:20) En otras palabras, Weber trató de usar las herramientas de la hermenéutica para entender los actores, la interacción y asimismo toda la historia de la humanidad.101 Una mala concepción del término verstehen, muy común, es aquella que se refiere simplemente a la “intuición” del investigador. De este modo muchos críticos lo han tomado como una metodología de la investigación “blanda”, irracional y subjetiva. No obstante, Weber 101 La hermenéutica se convirtió en el más importante de los intereses intelectuales de los últimos años, sobre todo en el trabajo de Martin Heidegger, Hans-Georg Gadamer y Jürgen Habermas (Bleicher, 1980). Para encontrar un argumento más fuerte a favor de la hermenéutica hoy en día, véase Sica (1986) y para una valoración de la hermenéutica weberiana, Oliver (1983). 129 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA rechazó categóricamente la idea de que la verstehen implicara el significado de intuición, participación armónica o empatía (1903-17/1949). Para él, llevaba consigo la elaboración de una búsqueda sistemática y rigurosa más que una simple impresión sobre un texto o sobre la vida social. Es decir, para Weber (1921/1968) verstehen es un procedimiento de estudio racional. La cuestión clave al interpretar lo que Weber entendía por verstehen es sí éste pensó que era la aplicación más apropiada para los estados subjetivos de las unidades de análisis de gran escala, por ejemplo, la cultura. Podemos encontrar elementos de la obra de Weber que apoyan las dos concepciones, y entre sus intérpretes encontramos defensores de ambas posturas. Gran número de investigadores (Burger, 1976; Shutz, 1936/1967; Warriner, 1969) sostiene que si nos fijamos en los argumentos llanos de Weber, este parece situarse del lado de la interpretación de la verstehen a escala de los individuos (por ejemplo en Weber 190306/1975:125). Sin embargo, muchos han interpretado dicho concepto, así como las ideas de Weber acerca de él, como una técnica dirigida a comprender la cultura. Según Susan Hekman, es ésta la más novedosa interpretación de la intención de Weber cuando consideraba tales elementos culturales como “los significados intersubjetivos o las reglas socialmente constituidas que definen el sentido de un hecho dentro de una sociedad dada” (1983: 46). L. M. Lachman ha sido particularmente claro cuando afirma: “Los aspectos del programa que nos interesan no son los millones de propósitos que el individuo persigue, sino los elementos comunes de las normas e instituciones y el ambiente general en el que todos esos planes deben ser emprendidos”. En la misma línea, W. G. Runciman (1972) Murray Wax (1967) toman la verstehen como un instrumento para aprender el lenguaje y la cultura de una sociedad dada. Wax se inclina a pensar no sólo en este concepto como trascendente, sino que también se sitúa contra la perspectiva individual. Utiliza el término de intuición interpersonal para referirse al punto de vista individual. Según él, Weber no se proponía que usáramos verstehen para comprender a los actores, sino más bien para comprender la cultura en sentido amplio, en la que existen los actores y se restringen sus pensamientos y acciones. Finalmente, algunos autores son de la opinión de que dicho concepto de verstehen implica ambas aproximaciones. P. A. Munch (1975), por ejemplo, afirma que para entender completamente un hecho debemos: 1) identificar el sentido de dicha acción tal y como se propuso el actor; y 2) reconocer el contexto a que dicha acción pertenece y en el que produce significado. Las múltiples interpretaciones del concepto de verstehen nos ayudan a entender por que Weber ocupa un lugar tan destacado en la teoría sociológica. La interpretación a escala cultural seria coherente con las teorías en sentido amplio (como el funcionalismo estructural), mientras que, desde un la perspectiva individual, es apropiado para teorías en sentido estricto (por ejemplo el interaccionismo simbólico). La posición de compromiso de Munch comprendería ambos aparatos teóricos. Pero, ¿cuál de estas tres interpretaciones es la correcta En primer nivel, podemos suponer que esto no constituye un problema. Lo realmente importante es que existen diferentes interpretaciones y que estas han influido en las diversas perspectivas teóricas. En segundo nivel, tenemos que llegar a alguna conclusión acerca del concepto verstehen como pilar esencial de la obra de Weber. Es en su trabajo sustantivo, más que sus planteamientos sobre la metodología, donde encontraremos una información relevante de lo que Weber quería decir por verstehen y por otros instrumentos metodológicos que descubriremos. Ya veremos que el interés de Weber en los contextos sociorestructurales y culturales de la acción nos conduce a tomar dicho concepto como una herramienta para el análisis a escala macrosocial. Causalidad 130 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Otro aspecto importante de la metodología weberiana es su empeño por el estudio de la causalidad, Weber se inclinó a ver el estudio de las causas de los fenómenos sociales dentro del dominio de la historia, no de a sociología. A un cuando pensaba que la historia y la sociología no podían separarse claramente —y ciertamente no aparecen separadas en su trabajo— la cuestión de la causalidad es importante para la sociología. La causalidad es asimismo importante porque, como veremos, supone otro espacio en el que Weber intentó combinar sus aproximaciones ideográficas y nomotéticas. Weber (1921/1968) entendía por causalidad sencillamente la probabilidad de que un acontecimiento fuera seguido o acompañado por otro. No es suficiente, desde esta perspectiva, fijarse en las constantes, las repeticiones, las analogías y los paralelos históricos, como algunos historiadores se contentan con hacer. En lugar de ello, el investigador tiene que observar tanto las razones como el significado de los cambios históricos (Roth, 1971. Aunque la opinión más generalizada es que Weber proponía un modelo causal de una única dirección —a diferencia del modo dialéctico de razonar de Marx— en su sociología sustantiva siempre ha conjugado las interrelaciones de economía, sociedad, política, organización, estratificación social, religión, etc. (Roth, 1968). Weber fue bastante explícito acerca de su postura sobre la causalidad múltiple en el estudio de la relación entre el protestantismo y el espíritu del capitalismo. Aunque se le ha interpretado de muy diferentes maneras. Weber (1904-05/1958) afirmaba que la ética protestante fue uno de los factores causales de la aparición del moderno espíritu del capitalismo. Tachó de “estupidez” la idea de que el protestantismo fuera la única causa. Igualmente “estúpido” era pensar, desde el punto de vista de Weber, que el capitalismo pudiera crecer sólo como resultado de la forma protestante; otros factores pueden haber llevado al mismo resultado. Esta es la forma en que Weber se pronunció: Debemos aclarar lo más posible el modo y la dirección general en que... los movimientos religiosos han influido en el desarrollo de la cultura material. Solamente cuando hayamos determinado este planteamiento con una seguridad razonable se pude hacer una tentativa para estimar hasta que punto puede el desarrollo histórico de la cultura moderna ser atribuido a esa fuerzas religiosas y hasta que punto a otras. (Weber, 1904-05/1958: 91-92) En La ética protestante y el espíritu del capitalismo, como en el resto de su trabajo histórico, se muestra muy interesado en el problema de la causalidad, pero no opera simplemente con un modelo de única dirección; tiene en cuenta siempre las interrelaciones de un gran numero e factores sociales. La cuestión crítica que hay que tener en cuenta acerca de las ideas weberianas sobre la causalidad es su creencia de que, puesto que tenemos una comprensión especial de la vida social (verstehen) el conocimiento causal de las ciencias sociales es diferente del de las ciencias naturales. Así lo apunta Weber al decir: “La conducta humana ‘significativamente interpretable’ (la acción) es identificable mediante referencias a ‘valoraciones’ y significados. Por ello, nuestro criterio para una explicación causal solamente queda satisfecho con la aplicación histórica de tal ‘entidad’ (1903-06/1975; 185). Así pues, el conocimiento causal del científico social es distinto del científico natural. Las ideas de Weber sobre el concepto de causalidad están íntimamente unidas a sus esfuerzos por resolver el conflicto entre el conocimiento nomotético e ideográfico. Aquellos que se adscriben al punto de vista nomotético sostienen que existe una relación necesaria entre los 131 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA fenómenos sociales, mientras los defensores de la perspectiva ideografita se inclinan a ver relaciones aleatorias entre esas entidades. Como de costumbre, Weber toma una posición sincrética, que resume en su concepto de “causalidad adecuada”. Esta noción supone que lo mejor que se puede hacer en sociología es establecer proposiciones probabilísticas acerca de la relación entre los fenómenos sociales; o lo que es lo mismo, si ocurre x entonces es probable que ocurra y. El objetivo es “estimar el grado en que cierto efecto es ‘favorecido’ por determinadas ‘condiciones’ “(Weber, 1903-17/1949:183). Tipos ideales El tipo ideal es una de las más famosas contribuciones de Weber a la sociología contemporánea (Hekman, 1983; McKinney, 1966). Como hemos visto, Weber creía que era responsabilidad del sociólogo crear instrumentos conceptuales que pudieran ser usados mas tarde tanto por los historiadores como por los sociólogos. La más importante de estas herramientas conceptuales es el tipo ideal. Un tipo ideal esta formado por la acentuación unidimensional de uno o más puntos de vista y por la síntesis de gran cantidad de fenómenos concretos individuales, difusos, distintos, más o menos presentes, aunque a veces ausentes, los cuales se colocan según esos puntos de vista enfatizados de manera unilateral en una construcción analítica unificada. Dicha construcción mental, puramente conceptual, no puede ser encontrada empíricamente en ningún lugar de la realidad. (Weber, 1903-17/1949: 90) A pesar de su definición, Weber no es totalmente coherente en su manera de usar el concepto de tipo ideal. Para comprender lo que este concepto significa originariamente, tendremos que examinar algunas de sus incoherencias. En el nivel más básico, un tipo ideal es un concepto construido por un científico social, a partir de su interés y orientación teórica, para aprehender los rasgos esenciales de ciertos fenómenos sociales. Lo más importante acerca de los tipos ideales es que funcionan como aparatos heurísticos; han de ser de gran utilidad y ayuda para la investigación empírica y para entender el mundo social. Como lo afirma Lachman, un tipo ideal es “esencialmente una vara de medir” (1971: 26) Weber apunta a propósito: “Su función consiste en compararla con la realidad empírica a fin de establecer sus divergencias o similitudes, de describirla por medio del más inteligible e inequívoco de los conceptos, y de comprenderla y explicarla causalmente” (190317/1949: 43). Los tipos ideales son aparatos heurísticos destinados a ser usados en el estudio de las porciones de la realidad histórica. Por ejemplo, los científicos sociales construirían un tipo ideal de burocracia a partir de su análisis de los datos históricos. Este tipo ideal puede ser entonces comparado con la burocracia actual. El investigador buscará divergencia en el caso real respecto al tipo ideal exagerado. El paso siguiente constituye la búsqueda por parte del científico social de las causas de las desviaciones. Algunas de estas causas típicas de desviación son: a. Burócratas cuyas acciones están motivadas por la desinformación. b. Errores estratégicos, cometidos principalmente por los líderes burocráticos. c. Falacias lógicas ocultas tras las acciones de líderes y seguidores. d. Decisiones tomadas en la burocracia en función de la emoción. e. Alguna irracionalidad en la acción de líderes burocráticos o de seguidores. 132 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Para tomar otro ejemplo, un tipo ideal militar en una batalla delinea los componentes principales de tal batalla —armas de los oponentes, estrategias, material del que disponen, tierra disputada (tierra “de nadie”), refuerzos y bajas, comandos centrales, y cualidades de los líderes. Las batallas actuales no tienen necesariamente que contar con todos esos elementos, y esta es una de las cosas que el investigador debe saber. La cuestión esta en saber que los elementos de una batalla militar particular pueden ser comparados con los elementos identificados en el tipo ideal. Los elementos de un tipo ideal (como esos componentes de la batalla militar típica ideal) no se han reunido juntos en forma arbitraria; se han combinado en razón de su comparabilidad. Hekman apunta que “Los tipos ideales no son el producto del capricho o de la imaginación del científico social, sino que son conceptos construidos lógicamente” (19823: 32). Desde el punto de vista de Weber, el tipo ideal esta destinado a ser derivado inductivamente del mundo real de la historia social. Weber no pensaba que fuera suficiente con ofrecer un aparato de conceptos cuidadosamente definidos, sobre todo si se habían extraído deductivamente de una teoría abstracta. Los conceptos tienen que ser empíricamente adecuados (Roth, 1971). Por lo tanto, con el fin de producir tipos ideales, los investigadores han de sumergirse primero ellos mismos en la realidad histórica, y después derivar los tipos de esa realidad. En línea con sus esfuerzos para encontrar un campo intermedio entre el conocimiento nomotético e videográfico, Weber argumenta que los tipos ideales no han de ser ni excesivamente generales ni excesivamente específicos. Por ejemplo, en el caso de la religión rechazó los tipos ideales de la historia de la religión en general, pero también fue crítico con los tipos ideales de fenómenos muy específicos, tales como la experiencia religiosa del individuo. Antes bien, se han desarrollado tipos ideales de fenómenos intermedios tales como calvinismo, pietismo, metodismo y baptismo (Weber, 1904-05/1958) Aunque los tipos ideales debieran derivarse del mundo real, no son imágenes especulares de ese mundo. Mejor, han de ser exageraciones unilaterales de la esencial de lo que ocurre en el mundo real. Para Weber, cuanto más exagerado es el tipo ideal, más útil será para la investigación histórica. El uso de las palabras ideal o utopía no quiere decir que el concepto se refiera al mejor de todos los mundos posibles. Según lo usa Weber, este término significa que la forma descrita en el concepto esta rara vez, si es que lo está alguna, basada en el mundo ideal. Aunque hayamos llegado a pensar en los tipos ideales como descripciones de entidades estáticas, Weber creía que podían describir tanto las entidades estáticas como dinámicas. Por lo tanto, podemos tener el tipo ideal de una estructura tal como la burocracia, o de un desarrollo social, tal como la burocratización. Los tipos ideales no han sido desarrollados de una vez por todas. Ya que la sociedad esta continuamente cambiando y el interés de los científicos sociales también, no es necesario desarrollar nuevas tipologías para ajustar la realidad cambiante. Es acorde con la posición de Weber que no puede haber conceptos atemporales en las ciencias sociales (Roth 1968). Aunque hayamos presentado una imagen relativamente poco ambigua del tipo ideal, hay ciertas contradicciones en la manera que Weber definió el concepto. Además, en su obra sustantiva Weber usaba este término de una manera que difiere de la forma en que había dicho que se debía usar. Burger afirma que “los tipos ideales presentados Economía y Sociedad son una mezcla de definiciones, clasificación e hipótesis especificas aparentemente demasiado divergentes para ser reconciliables con las formulaciones de Weber” (1976: 118). Aunque Hekman (1983: 38-59) está en desacuerdo con la posición de Burger, también reconoce que Weber ofrece diversas variedades de tipos ideales: 133 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA a. El tipo ideal histórico. Se refiere al tipo ideal encontrado en una época histórica dada (por ejemplo, la situación de mercado capitalista moderna). b. El tipo ideal de la sociología general. Se refiere a fenómenos que se dan a lo largo de todos los periodos históricos y en todas las sociedades (como la burocracia). c. El tipo ideal de acción. Estos tipos de acción puros basados en las motivaciones de un actor determinado (por ejemplo la acción afectiva). d. El tipo ideal estructural. Estas son formas que se obtienen de las causas y consecuencias de la acción social (por ejemplo, la dominación tradicional). Weber desarrolló claramente gran número de variedades de tipo ideales, y la riqueza de su trabajo estriba en su diversidad, aunque lo común de todos ellos sea el modo de construirlos. Valores El pensamiento sociológico moderno en los Estados Unidos de América se ha visto en gran medida modelado, en lo que se refiere al papel de los valores en las ciencias sociales, por la interpretación a menudo simplista o errónea, de la noción weberiana de una sociología libre de valores. Una percepción común de la postura de Weber es que los científicos sociales no tienen que dejar de ninguna manera que sus valores personales influyan en su investigación científica. Como veremos, el trabajo de Weber a propósito de los valores es mucho más complicado y no debe reducirse a una noción simplista el hecho de que dichos valores se mantenga fuera de la sociología. Valores y enseñanza. Weber (1903-17/1949) fue muy claro acerca de la necesidad de que los profesores controlaran sus valores personales en el aula. Desde este punto de vista, los académicos tienen perfecto derecho a expresar sus valores personales de forma libre en discursos, en la prensa, y en tantos otros lugares, pero en el aula académica es distinto. Weber se opuso a aquellos profesores que predican “sus evaluaciones sobre las cuestiones últimas ‘en nombre de la ciencia’ en aulas privilegiadas por el gobierno que no están controladas, ni contrastadas por la discusión, ni sujetas a contradicción... el aula ha de mantenerse separada del coso de la discusión pública” (190317/1949: 4). La diferencia más importante entre un discurso publico y una conferencia académica radica en la naturaleza de la audiencia. Una multitud que escucha a un orador público ha elegido estar ahí y se puede marchar cuando guste. Pero los estudiantes, si quieren aprobar, no tienen más alternativa que escuchar atentamente las posiciones del profesor cargadas de valores. En la postura de Weber hay un poco de ambigüedad en lo que se refiere a la libertad de valores. La función del académico es enseñar los “hechos” en el aula, no sus valores personales. Aunque los profesores se inclinen a introducir sus valores porque hacen el curso más interesante, deben evitar el uso de ellos, ya que tales valores “debilitarán el gusto de los alumnos por el sobrio análisis empírico” (Weber 1903-17/1949: 9). La única cuestión es si es realista pensar que los profesores pueden eliminar la mayoría de los valores de sus presentaciones. Weber pudo adoptar esa posición porque pensaba que era posible hecho y valor. Sin embargo, Marx no estaba de acuerdo, ya que desde su punto de vista hecho y valor estaban entretejidos, dialécticamente interrelacionados. Valores e investigación 134 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La postura de Weber sobre el lugar de los valores en la investigación científica es mucho más ambigua. Este creía posible separar hecho de valor, y su posición podía ser ampliada al mundo de la investigación: “el investigador y el profesor deben mantener separados incondicionalmente el establecimiento de los datos empíricos… y sus propias evaluaciones personales; es decir, su evaluación de esos hechos como satisfactorios o insatisfactorios” (1903-17/1949: 11). Por ejemplo, en la fundación de la Sociedad Alemana de Sociología, afirmaba: “La Asociación rechaza por principio y de manera definitiva toda propaganda de las ideas orientadas hacia la acción en su medio”. En lugar de ello, la asociación se centró en el estudio de “lo que es, de por que algo es de la manera que es, de sus razones sociales e históricas” (Roth, 1968: 5). Sin embargo, diversos hechos apuntan en una dirección distinta y demuestran que, a pesar de la evidencias de los propósitos antes citados, Weber no operaba con la postura simplista de que los valores han de ser eliminados de la investigación social. Aunque, como veremos. Weber atribuía un papel a los valores en momentos específicos del proceso de investigación, pensó que debían mantenerse fuera del acopio real de datos de investigación. Weber quería decir con esto que debemos emplear los procedimientos regulares de la investigación científica, tales como la precisa observaron y la comparación sistemática. Los valores deben restringirse a los momentos previos a la investigación social. Es entonces cuando deben contribuir a seleccionar lo que vamos a estudiar. Las ideas de Weber (1903-17/1949: 21) sobre el papel de los valores previos a la investigación social se recogen en su concepto de relevancia valorativa. Como otros muchos de los conceptos metodológicos weberianos, el de relevancia valorativa se deriva del trabajo del historiador alemán Heinrich Rickert, para quien implicaba “una selección de aquella parte de la realidad empírica que encierra para los seres humanos uno o varios de los valores culturales generales que la gente ha mantenido en la sociedad en que los científicos observadores viven” (Burger,1976: 36). En la investigación histórica esto significaría que la elección de los objetos de estudio estaría hecha en razón de lo que se considera importante en la sociedad donde los investigadores viven. Es decir, estos eligen que van a estudiar del pasado según el sistema de valores contemporáneo. En su caso específico, Weber trato el concepto de relevancia valorativa desde “el punto de partida de los intereses de los europeos modernos” (1903-17/1949: 30). Por ejemplo, la burocracia es un parte muy importante de la sociedad alemana de tiempo de Weber y, en consecuencia, este eligió el análisis de tal fenómeno (o ausencia) en varios de sus estudios históricos. Por tanto, para Weber, los juicios de valor no deben ser totalmente eliminados del discurso científico. Aunque Weber se opusiera a la confusión de hecho y valor, no creía que los valores tuvieran que ser separados totalmente de las ciencias sociales: “Una actitud de indiferencia moral no tiene conexión con la 'objetividad' científica” (1903-17/1949: 60). Estaba preparado para admitir que los valores tienen un cierto lugar, si bien advertía a los investigadores que tuvieran cuidado con el papel de los valores. “Esto debe de ser constantemente aclarado…exactamente en que punto el investigador científico debe permanecer callado y la persona que actúa y evalúa comienza a hablar” ( Weber , 1903-17/1949: 60). Cuando expresan su posición respecto a los valores, los investigadores sociológicos siempre deben mantenerse a si mismos y a sus audiencias enterado de dichas posiciones. Hay una discontinuidad entre lo que Weber dijo y lo que realmente hizo. Este no tuvo miedo de expresar un juicio de valor, incluso en el centro del análisis de los datos históricos. Por ejemplo, dijo que el estado romano sufrió una enfermedad convulsiva de su cuerpo social. Se puede argüir que, en el trabajo real de Weber, los valores no eran únicamente un artificio básico para seleccionar temas de estudio, sino que también estaban implicados en la adquisición de un conocimiento significativo del mundo social. La mayoría de los sociólogos estadounidenses consideran a Weber como el exponente de la sociología libre de valores. Lo cierto es que la mayor parte de estos sociólogos se adscribe a 135 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA la idea de libertad valorativa y encuentra útil invocar el nombre de Weber como soporte de su postura. Como hemos visto, sin embargo, la obra de Weber esta repleta de valores. Otro aspecto de la obra de Weber respecto a los valores digno de mención es el que se refiere a sus ideas sobre el papel de las ciencias sociales como ayuda para que el hombre elija entre varias posiciones de valor últimas. Básicamente, la postura de Weber es que no hay modo de elegir entre posiciones de valor alternativas. Por tanto, los científicos sociales no pueden presumir de elegir por la gente. “Las ciencias sociales, que son precisamente ciencias empíricas, son las menos adecuadas para presumir de que le ahorran al individuo hacer elecciones” (Weber, 1903-17/1949: 19). El científico social debe derivar ciertas conclusiones fácticas de su investigación social, pero esta investigación no puede decirle a la gente a elegir un significado adecuado para un fin, pero no debe ayudarlos a elegir ese fin en vez e otros fines. Weber dice, “Proveer de normas obligatorias e ideales, desde la s que se pueden derivar orientaciones para actividades practicas inmediatas, nunca puede ser la tarea de una ciencia empírica” (190317/1949: 52). Sociología sustantiva Nos volvemos ahora hacia la sociología sustantiva de Weber. Comenzaremos, como hizo Weber en su monumental Economía y sociedad, por los niveles de acción e interacción, y muy pronto encontraremos la anomalía básica de su obra,102 a pesar de su compromiso con la sociología de los procesos a pequeña escala del mundo social. ¿Qué es la sociología? Al discutir lo que Weber entendía por sociología, así como las incoherencias entre sus declaraciones programáticas y su sociología sustantiva, debemos recordar que su trabajo a propósito de la sociología fue tardío de por sí en su carrera; para entonces y había efectuado sus investigaciones históricas. Puede ser que los resquicios e incoherencias que aparecen en su obra sean debidos a las diferencias inherentes entre sociología e historia y no simplemente a las diferencias entre sus programas y su trabajo sustantivo. Al dar forma a su perspectiva de la sociología, Weber se pronunció a menudo en contra de la sociología evolucionista, del organicismo, que dominaba la disciplina en aquellos momentos. Por ejemplo, Weber dijo: “Me he convertido en alguien (sociólogo) con el fin de acabar con las nociones colectivistas. En otra palabras, la sociología incluso puede ser practicada procediendo desde la acción de uno o varios, pocos o muchos individuos, es decir, empleando un método estrictamente ‘individualista’” (Roth, 1976: 306). A pesar de que se adhirió a un método individualista, Weber se vio forzado a admitir que es imposible eliminar totalmente de la sociología las ideas colectivas.103 Pero incluso cuando hubo admitido la significación de los conceptos colectivos, lo redujo esencialmente a patrones y a regularidades de la acción individual: “Para la interpretación subjetiva de la acción en el trabajo sociológico, estas colectividades han de ser tratadas como únicamente los resultantes y los modos de organización particulares de seres individuales, desde el momento en que estos pueden ser tratados como agentes en el curso de una acción subjetivamente comprensible” (1921/1968: 13). A escala individual, Weber estuvo profundamente interesado por el significado y por la manera en que éste se produce. Hay pocas dudas de que Weber creía en la microsociología y estaba dispuesto a practicarla. ¿Pero, es esto realmente lo que hizo? Gunther Roth, uno de los más famosos intérpretes de la obra de Weber, nos ofrece una respuesta inequívoca con su descripción de la orientación global de Economía y Sociedad: “la primera comparación estrictamente empírica 102 Muchos weberianos se mostraran en desacuerdo con la descripción de esa anomalía en el trabajo de Weber. 103 De hecho, los tipos ideales de Weber son conceptos colectivos. 136 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA de la estructura social y del orden normativo a escala histórica mundial” (1968: xxvii). Mary Fulbrook señala directamente la discontinuidad en la obra de Weber: El énfasis de Weber en la importancia de los significados y motivos ( individuales) en la explicación causal de la acción social no se corresponde adecuadamente con el verdadero modo de explicación que se deriva de estudios histórico-comparados de las religiones mundiales. Mas aun, el último nivel de la explicación causal en la obra sustantiva de Weber es el de las condiciones socioestructurales bajo las que ciertas formas de significado y motivación pueden adquirir importancia histórica. (Fulbrooh 1978: 71) Lars Udehn (1981) ha desentrañado el problema de la interpretación de la obra de Weber, distinguiendo entre la metodología weberiana y sus intereses sustantivos, y reconociendo que existe un conflicto o tensión entre ellos. Según la postura de Udehn, Weber usa una “metodología individualista y subjetivista” (1981: 131). Con palabras del autor interior Weber está interesado en lo que los individuos hacen y en por qué lo hacen (en sus motivos subjetivos). A Weber le interesa reducir las colectividades a las acciones de los individuos. Sin embargo, en la mayoría de su sociología sustantiva, (como veremos), Weber pone el énfasis en las grandes estructuras (como la burocracia, el capitalismo) y no se preocupa de lo que los individuos hacen ni del por qué de sus actos.104 Tales estructuras no se limitan a las acciones de los individuos, y sus acciones en ellas están determinadas por esas mismas estructuras, en lugar de por motivos. No hay duda de que existe una enorme contradicción en la obra de Weber, y trataremos de esta en la mayor parte de este capítulo. Con estos antecedentes, estamos preparados ahora para definir la sociología weberiana: “sociología... es una ciencia a la que compete la comprensión interpretativa de la acción social y, por tanto, la explicación causal de su curso y sus consecuencias” (1921/1968: 4). Esta definición nos proporciona un puente muy útil entre la sección precedente acera de la metodología y la subsiguiente discusión e su obra sustantiva. Entre los temas que se trataran a continuación, que se han mencionado o estaban implicados en esta definición, tenemos: a. La sociología debe ser una ciencia. b. La sociología debe ocuparse de la causalidad. (Aquí, aparentemente, Weber combina sociología con historia) c. La sociología debe emplear la comprensión interpretativa ( verstehen) Podemos hablar ya de los elementos específicos de la microsociología weberiana. Acción social Si tomamos las palabras de Weber al pie de la letra, toda su sociología se basa en su concepción de la acción social (S. Turner, 1983). Weber diferenciaba entre acción y conducta puramente reactiva. El concepto de conducta está reservado, tanto entonces como ahora, (Ritzer, 1975ª). El comportamiento automático que implica procesos no pensados. Un estímulo se presenta y entonces la conducta se origina, con poca intervención entre estímulo y respuesta. Tal comportamiento no tiene mucho interés para la sociología de Weber. Este estaba más interesado en la acción, que supone claramente la intervención de procesos reflexivos (y en la acción resultante significativa) entre el origen del estímulo y la conclusión de la respuesta. Para 104 Udehn argumenta que una excepción es el análisis del comportamiento de los líderes de Weber. 137 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA expresar esto de un modo diferente digamos que la acción esta destinada a ocurrir cuando los individuos atribuyen significados subjetivos a sus acciones. Para Weber, la tarea del análisis sociológico lleva consigo “la interpretación de la acción en términos de su significado subjetivo” (1921/1968: 8). Un buen (y más específico) ejemplo del pensamiento de Weber en lo referente a la acción se encuentra en su análisis de la acción económica, que definió como una orientación consiente y primaria a la consideración económica... lo que importa no es la necesidad objetiva establecer una previsión económica, sino la creencia de que es necesaria” (1921/1968: 64). Si abordamos su análisis de los procesos mentales y la acción significativa resultante, (Weber 1291/1968) se cuidó de señalar que es erróneo considerar la psicología como la base de la interpretación sociológica de la acción. Weber parece estar recalcando el mismo punto que Durkheim, al menos cuando analiza ciertos hechos sociales, no materiales. Esto es, los sociólogos están interesados en los procesos mentales, pero no de la forma en que a los psicólogos les concierne la mete, la personalidad, etc. Weber tenía gran interés por los procesos mentales, pero realmente le dedicó poca atención. A Hans Gerth y C. Wright Mills les llamó la atención el empeño de Weber en los procesos mentales: “Weber ve en el concepto de personalidad una noción de la que se ha abusado mucho, referida a un profundo centro irracional de creatividad, un a centro irracional de creatividad, un centro ante el cual la indagación analítica viene a detenerse” (1958: 55). Schutz (1932/1967) fue bastante explícito cuando indicó que, aunque le trabajo de Weber sobre procesos mentales es sugestivo no es ni mucho menos la base de una microsociología sistemática. Pero fueron las sugestivas posibilidades de su trabajo lo que lo hizo importante para quienes desarrollaron las teorías de los individuos y su comportamiento: el interaccionismo simbólico, la fenomenología, etc. En su teoría de la acción, el propósito más claro de Weber consistía en centrarse en los individuos y en las pautas y regularidades de su acción, no en la colectividad. “La acción, como orientación subjetivamente comprensible de la propia conducta, sólo existe para nosotros como conducta de una o varias personas individuales” ( Weber 1921/1968: 13). Weber estaba preparado para admitir que, para algunos propósitos, tenemos que tratar a las colectividades como individuos, “pero para la interpretación comprensiva de la sociología, sin embargo, esas formaciones nos son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo esta pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido” (1921/1968: 13). Es difícil que Weber fuera más explícito: a la sociología de la acción le concierne el último término los individuos, no las colectividades. Weber utiliza en su metodología el tipo ideal para aclarar el significado de acción, identificando cuatro tipos básicos. Su tipología no sólo es importante para entender lo que Weber quería decir con acción, sino también es esta, en parte, la base de su interés por estructuras e instituciones sociales más amplias. La diferenciación de Weber entre los dos tipos básicos de acción racional es de gran importancia. El primero es la racionalidad con arreglo a fines o acción que esta “determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizando estas expectativas como ‘condiciones’ o ‘medios’ para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos” (Weber 1921/1968: 24). El segundo es la racionalidad con arreglo a valores, o acción que “esta determinada por la creencia consiente en el valor —ético, estético, religioso o de cualquier otra forma como se lo interprete— propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado” (Weber 1921/1968: 24-25). La acción afectiva (que interesó muy poco a Weber) esta determinada por el estado emocional del actor. La acción tradicional (en la que, en cambio, Weber hizo hincapié) está determinada por los modos de comportamiento habituales del actor y por sus costumbres. Debemos apuntar que, aunque Weber distinguiera entre cuatro tipos ideales como formas de acción, siempre fue muy consciente de que cualquier acción dada implicaba normalmente 138 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA alguna combinación de esos cuatro tipos. Además, Weber argumentó que los sociólogos tienen muchas más oportunidades de comprender la acción racional que la acción dominada por el afecto o tradición. Detengámonos ahora en las reflexiones de Weber sobre la estratificación social, o sus famosas ideas en torno a la clase, el estatus y el partido (o poder). Su análisis de la estratificación es una de las áreas de su obra en las que Weber trabajo, al menos al principio, como teórico de la acción. Clase, estatus y partido Una consecuencia de este análisis es que Weber se negaba a reducir la estratificación a los factores económicos (o clase, en palabras de Weber) y los veía de manera multidimensional. Así, la sociedad está estratificada sobre la base de la economía, el estatus y el poder. Ello implica que la gente pueda situarse en la parte alta de una o dos dimensiones de la estratificación, y en la baja de otra (u otras). Esto permite un análisis mas sofisticado de la estratificación social del que es posible cuando esta solo se reduce (como hicieron algunos marxistas) a las variaciones en la situación económica. Comenzando con el concepto de clase, Weber lo asimiló a la orientación de la acción, argumentando que una clase no era una comunidad. Mas aun, una clase constituía un grupo humano cuya situación compartida es una base posible, y a veces frecuente, para la acción de un grupo. Weber sostiene que una “situación de clase” existe cuando se dan tres condiciones: (1) Es común a cierto número de hombres un componente causal específico de sus probabilidades de existencia, en tanto que (2) tal componente este representado exclusivamente por intereses lucrativos y de posesión de bienes, y (3) en las condiciones determinadas por el mercado (de bienes o trabajo). Esta es al situación de clase. (Weber, 1921/1968:927) El concepto de “clase” se refiere a cualquier grupo humano que este en la misma situación e clase. Por tanto, clase no es una comunidad, sino más bien un grupo humano en la misma situación económica, o de mercado. En contraste con la clase, el estatus se refiere normalmente a las comunidades; los grupos de estatus son corrientemente comunidades, aunque amorfas. Weber definió la “situación de estatus” como “todo componente típico del destino vital humano condicionado por una estimación social especifica, positiva o negativa, del honor” (1921/1968: 932). Como regla general, el estatus se asocia con los estilos de vida (el estatus se refiere al consumo de los bienes producidos, mientras que la clase a la producción económica). Los que están en la cima de la jerarquía del estatus, tiene un estilo de vida distinto al de los que se encuentran en las escalas más bajas. Por lo tanto, mientras las personas con un alto estatus deben asistir a cócteles, los de bajo estatus se irán a las “de tapas”. Los primeros se pondrán esmoquin en las reuniones sociales, mientras que los segundos llevaran vaqueros. En este caso, el estilo de vida, o estatus, esta relacionado con situación de clase. Pero clase y estatus no están necesariamente unidos: “el dinero y una posición emprendedora no son calificaciones de estatus propiamente dichas, aunque pueden conducir a ellas; y la carencia de propiedad no es en sí misma una descalificación de estatus aunque pudiera llegar a serlo” (1921/1968: 306). Hay un complejo aparato de relaciones entre clase y estatus, que se hace todavía mas complicado cuando añadimos la dimensión de partido. 139 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Mientras las clases existen en el ordenamiento económico y los grupos de estatus en el orden social, los partidos pueden ser establecidos en un orden político. Para Weber, los partidos “son siempre estructuras que luchan por el poder” (citado en Gerth y Mills, 1958: 195; cursivas añadidas). Por lo tanto, los partidos son los elementos más organizados de los sistemas de estratificación weberianos. Weber tenía una concepción amplia de los partidos, que incluía no solo los que existen en el estado, sino también los que pueden existir en un club social. Los partidos representan, normalmente pero no siempre, a las clases y/o a los grupos de estatus. Sea lo que fuere lo que representen, los partidos están orientados a conseguir el poder. Aunque en sus ideas sobre la estratificación social Weber se mantiene muy cerca de su concepto de acción, tales ideas indican ya un movimiento hacia el macronivel de las comunidades y las estructuras. En la mayor parte del resto de su trabajo. Weber hizo énfasis en las grandes unidades de análisis. No es que perdiera la perspectiva de la acción, sino que el actor simplemente dejó de estar en el centro de su atención para pasar a ser una variable en muy buena medida dependiente, determinada por una serie de fuerzas de gran escala. Por ejemplo, como veremos, Weber creía que los calvinistas actuaban individualmente de distintas maneras, creencias, y valores de su religión, pero no le preocupaba lo individual sino las fuerzas colectivas que impulsaban al actor. Estructuras de autoridad El interés sociológico de Weber por las estructuras de autoridad esta motivado, al menos en parte, por sus intereses políticos. Weber no fue un político radical; de hecho fue llamado a menudo “el Marx burgués” para reflejar la similitud de intereses intelectuales de ambos, así como sus distintas orientaciones políticas. Aunque Weber criticara el capitalismo moderno casi tanto Marx, no defendía la revolución. Pretendía un cambio gradual de la sociedad, no violento. Tenía poca fe en la capacidad de las masas para crear una sociedad mejor. Puso solo una pequeña esperanza en las clases medias, pues intuía que estaban dominadas por burócratas de pocas miras, subordinados. Weber critico a los líderes políticos autoritarios como Bismarck, pues consideraba que dejaba el liderazgo político en el nivel mas bajo y seriamente debilitado. No obstante, para Weber la esperanza- si es que abrigaba alguna- descansaba en los grandes líderes políticos más que en las masas o en los burócratas. Su aproximación al nacionalismo se combinaba con su fe en los líderes políticos. Colocaba a la nación por encima de cualquier otra cosa: “El interés vital de la nación radica, por supuesto, en la democracia y el parlamentarismo” (Weber, 1921/1968: 1383). Prefería la democracia como forma política, no por que creyera en las masas, sino por que ofrecía el máximo dinamismo y el mejor medio para generar líderes políticos (Mommsen,1974). Weber advirtió que las estructuras de autoridad existen en cada institución social y sus puntos de vistas políticos estaban relacionados con el análisis de esas estructuras en sus diferentes ambientes. Estas constituían, por supuesto, el factor más importante para entender sus perspectivas políticas. Comenzó su análisis de las estructuras de la autoridad de un modo coherente con sus posiciones a propósito de la naturaleza de la acción. Definía la dominación como la “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos)” (Weber, 1921/1968: 212) La dominación puede tener diversas bases, tanto legítimas como ilegítimas, pero lo que sobre todo absorbió a Weber fueron las formas legítimas de dominación o lo que llamaba autoridad. Lo que interesaba a Weber, y lo que llegaría a jugar un papel central en su sociología, eran las tres bases sobres las que la autoridad legitima ante los seguidores: raciona, tradicional y carismática. Al definir esos tres tipos Weber se mantuvo fiel a sus ideas sobre la acción individual, pero rápidamente se movió hacia las grandes estructuras de autoridad. La autoridad legitimada sobre fundamentos racionales descansa “en una creencia en la legalidad de las ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer autoridad”. La autoridad legitimada sobre fundamentos 140 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA tradicionales se basa en “la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones inmemoriales y al legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer autoridad” (Weber, 1921/1968: 215). Finalmente, la autoridad legitimada por medio del carisma105 reside en la devoción de los seguidores hacia el carácter excepcional, santo, ejemplar o heroico de los líderes, así como hacia el orden normativo sancionado por ellos. Todos estos modos de legitimación de la autoridad implican claramente actores individuales, procesos de pensamiento (creencias) y acciones. Pero desde este punto de vista, Weber, en su reflexión sobre la autoridad, se alejo mucho de la base de la acción individual, tal y como veremos cuando analicemos las estructuras erigidas sobre las base de eso tipos de legitimidad. La autoridad legal. La autoridad legal puede tomar gran variedad de formas estructurales, pero la que mas despertó interés de Weber fue la burocracia, que considero “el tipo más puro de ejercicio de la autoridad legal” (Weber, 1921/1968: 220). La burocracia típica ideal. Weber describió las burocracias en términos típico-ideales. Aunque era muy conciente en sus fallos, retrato la burocracia de una forma altamente positiva: Desde un punto de vista puramente técnico la burocracia es capaz de alcanzar el más alto grado de eficacia y es, en este sentido, formalmente, el más racional de los medios de ejercer autoridad sobre los seres humanos. Es superior a cualquier otra forma en precisión, en estabilidad, en rigor de su disciplina y en su fiabilidad. Esto hace posible, pues, un grado de cálculo de los resultados particularmente altos para los jefes de la organización, y para aquellos que actúan en relación a ella. Es finalmente superior en eficacia intensiva y en alcance de sus operaciones y es capaz, formalmente, de ser aplicada a toda clase de tareas administrativas. (Weber, 1921/1968: 223) A pesar de su análisis de las características positivas de las burocracias aquí, y en cualquier parte de su obra, hay una ambivalencia fundamental en su actitud hacia ellas. Aunque detalló sus ventajas, fue muy cauto en lo referente a sus problemas. Expreso sus reservas hacia las organizaciones burocráticas. Por ejemplo, sabía de los “formulismos” que a, menudo hacen difícil y cansada la relación con ellas. Sus mayores recelos sin embargo, se centraban en el hecho de que la nacionalización que dominaba todos los aspectos de la vida burocrática se convirtiera en una amenaza para la libertad individual. Según Weber: No hay una maquinaria en el mundo que funcione de una forma más precisa que ese aparto de hombres, ni más barata... El cálculo racional...reduce a la condición de engranaje de la maquina burocrática a cada trabajador que, viéndose a sí mismo de ese modo, preguntará solamente cómo transformarse él mismo en un engranaje mayor... La pasión por la burocratización nos conduce la desesperación. (Weber, 1921/1968: liii) Los efectos de la burocratización le espantaron aunque, en términos más generales, vio que no había escape posible de la racionalización del mundo, de la que la burocratización no era más que un componente. Describió la burocracia como “una válvula de escape”, “prácticamente 105 El término carisma lo usa Weber en su obra en gran variedad de contextos y con significados diversos: véase Miyahara (1983). 141 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA irrompible” y una de las instituciones más difíciles de destruir una vez que se ha establecido. En esta línea, Weber pensaba que los burócratas no pueden “retroceder” una vez que se han “enjaezado” en ella. Concluyó que “el futuro pertenece a la burocratización” (1921/1968: 1401), y el tiempo le ha dado la razón. Weber diría que su descripción de las ventajas de la burocracia es parte de su imagen típico-ideal de la manera en que opera. La burocracia típico-ideal es una exageración intencionada de las características racionales de la misma. Un modelo tan exagerado resulta muy útil a efectos heurísticos, así como para estudiar las organizaciones del mundo real, pero no debe confundirse con una descripción realista del modo en que las burocracias funcionen de hecho. Weber distinguió la burocracia típico-ideal del burócrata típico ideal. Concebía las burocracias como estructuras y a los burócratas como posiciones dentro de esas estructuras. En cambio, no nos ofreció, como su concepto de acción podría llevar a pensar, una psicología social de las organizaciones o de los individuos que trabajan en esas burocracias (como hacen los interaccionistas simbólicos, los etnometodólogos y los fenomenólogos). La burocracia típico-ideal es un tipo de organización. Sus unidades básicas están constituidas por oficinas ordenadas de una forma jerárquica por medio de reglas, funciones, documentos escritos y medios compulsivos. Todas son, en diferentes grados, las grandes estructuras que representan la orientación principal del pensamiento weberiano. Pudo, después de todo, haber construido una burocracia típico-ideal que subrayara los pensamientos y acciones de los individuos dentro de ella. Hay toda una escuela de pensamiento en el estudio de las organizaciones que pone el énfasis precisamente en ese nivel, más que en las estructuras de las burocracias (véase, por ejemplo, Blankenship, 1977). Las características más importantes de la burocracia típico-ideal son las siguientes: a. Consiste en una organización continua de funciones oficiales (cargos) limitados por las reglas. b. Cada cargo tiene una esfera de competencias limitada. El cargo implica la obligación de realizar una serie de funciones, la autoridad para llevarlas a cabo y los medios de fuerza requeridos para hacer el trabajo. d. Los cargos están organizados en un sistema jerárquico. e. Los cargos pueden llevar consigo calificaciones técnicas que requieren que participantes obtengan el entrenamiento adecuado para ejercerlas. f. los El personal que ocupa estos cargos no es dueño de los medios de producción a los que está vinculado.106 A los miembros de la plantilla se les suministra lo que necesitan para hacer su trabajo. g. Al titular de un cargo no se le permite apropiarse de su posición, que siempre sigue formando parte de la organización. h. Los actos administrativos, las decisiones y las reglas son formulados y grabados por escrito. La burocracia es una de las estructuras racionales que está jugando un papel cada vez mayor en la sociedad moderna, pero uno puede preguntarse si hay alguna alternativa a la estructura burocrática. La respuesta clara e inequívoca de Weber fue que no hay alternativa posible: “Las 106 Aquí como en otras partes de su obra. Weber adopta un interés marxista por los medios de producción. Este interés corre paralelo al que le despierta la alineación, no sólo en el sector económico sino a lo largo y ancho de toda la vida social (ciencia, política, etc.) 142 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA necesidades de administración de las masas la hacen completamente indispensable; sólo hay elección entre la burocracia y el diletantismo en el campo de la administración” (1921/1968: 223). Aunque debemos admitir que la burocracia era parte intrínseca del capitalismo moderno, podemos preguntarnos si una sociedad socialista podría ser diferente. ¿Es posible crear una sociedad socialista sin burocracias ni burócratas? Una vez más, Weber fue bastante explicito: “Cuando los que están sujetos al control burocrático tratan de escapar a la influencia del aparato burocrático existente, sólo lo pueden conseguir creando por sí mismo una organización, que estará igualmente sometida al proceso burocratización” (1921/1968: 224). De hecho, Weber creía que en el caso del socialismo veríamos un crecimiento, no un descenso, de la burocratización. Si el socialismo debía adquirir un nivel de eficacia comparable a la del capitalismo, “esto significaría un tremendo incremento de la importancia de los burócratas profesionales” (Weber, 1921/1968: 224). En el sistema capitalista al menos los propietarios no son burócratas, pero en un sistema socialista los líderes, incluso del nivel más alto, son burócratas. Weber, pues, creyó que, incluso con sus inconvenientes, “el capitalismo ofrecía la mejor alternativa para la preservación de las libertades individuales y los liderazgos creativos en un mundo burocrático” (Mommsen, 1974: XV). Nos encontramos, una vez mas, ante un tema clave en la obra de Weber, empeorar las cosas extendiendo el grado de burocratización de la sociedad. Weber apuntó: “No son las flores de verano las que descansan ante nosotros, sino una noche polar de helada oscuridad y condiciones extremas, cualquiera que sea el grupo que triunfe ahora” (citado por Gerth y Mills, 1958: 128). Un rayo de esperanza en su obra –bastante pequeño, por cierto- supone el hecho de que los profesionales que se sitúan fuera del sistema burocrático puedan controlarlo en algún grado. En esta categoría de profesionales, Weber incluía a los políticos, científicos, e incluso a los capitalistas, así como a los dirigentes más altos de las burocracias. Por ejemplo, para el autor, los políticos “deben contraponer su fuerza a la dominación burocrática” (1912/1968: 1417). Su famoso ensayo “la política como vocación” constituye un alegato en pro de los líderes políticos capaces de enfrentarse a burocracias y burócratas. Igualmente, en “la ciencia como vocación” Weber defiende la idea de que los científicos profesionales deben contrarrestar el incremento de burocratización y la racionalidad de la ciencia. Pero al final aparecen apenas como débiles esperanzas. De hecho, se puede defender que estos profesionales son simplemente otro aspecto más del proceso de nacionalización y que su desarrollo solo sirve para acelerar el proceso (Nass, 1986; Ritzer: 1975c; Ritzer y Walczak, 1988). En una obra de Weber recientemente traducida al ingles, “’Churches’ and ‘Sects’ in North América: An Ecclesiastical Socio-Political Sketch” (1906/1985), Colin Loader y Jeffrey Alexander (1985) consideran que las esperanzas que ofrecía la ética, o la responsabilidad ante la expansión de la burocratización constituyeron elementos precursores del pensamiento de Weber, sectas americanas como los cuáqueros practican una ética de la responsabilidad que combina la racionalidad y los valores en sentido amplio. Rogers Brubaker define la ética de la responsabilidad como “el compromiso apasionado por los valores últimos que se combina con el análisis desapasionado de los medios alternativos para lograrlos” (1984: 108), que contrapone a la ética de convicción, en la que la elección racional del medio está predeterminada y el actor orienta “su acción hacia la realización de algunos valores absolutos o demandas incondicionales” (1984:106). La ética de la convicción a menudo implica una retirada del mundo racional, mientras la ética de la responsabilidad implica una lucha por una humanidad mejor dentro de este mundo. La ética de la responsabilidad nos ofrece al menos una mínima esperanza ante las embestidas de racionalización y burocratización. 143 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Autoridad tradicional. En su reflexión sobre las estructuras de la autoridad tradicional, Weber se sirvió del tipo ideal de burocracia como instrumento metodológico. Su objetivo era puntualizar las diferencias entre una estructura de autoridad tradicional y la burocracia típico-ideal. Mientras la autoridad legal nace de la legitimidad de un sistema legal racional, la autoridad tradicional se basa en la pretensión de los líderes y en la creencia, por parte de los seguidores, de que existen virtudes en la santidad de las normas y los poderes antiguos. En tal sistema, el líder no es un superior, sino un maestro. El personal administrativo esta constituido no por funcionarios, sino principalmente por partidarios personales. En palabras de Weber, la lealtad personal, no el deber impersonal de los funcionarios determina la relación de la plantilla administrativa con el maestro” (1921/1968: 227). Mientras el personal burocrático le debe fidelidad y obediencia a las normas promulgadas y al jefe que actúa en nombre de esas normas, el personal dependiente del líder tradicional obedece debido a que este encarna el peso de la tradición y ha sido elegido para esa posición en el modo tradicional. Lo que le interesaba a Weber era el personal de que dependía del líder tradicional y su comparación con el personal burocrático típico ideal. Concluyó que carecía de varios elementos. El personal tradicional carecía de cargos con competencias claramente definidas y sujetos a reglas impersonales. No tenía tampoco una ordenación racional de las relaciones de superioridad e inferioridad; carecía de una jerarquía clara. No había un sistema regular de nombramientos y promoción sobre la base de contratos libres. El entrenamiento técnico no era un requisito regular para obtener una posición o un nombramiento. El cargo no implicaba salarios fijos pagados en dinero. Weber usó su metodología típica ideal no solo para comparar la autoridad tradicional con la autoridad legal racional y para subrayar las características mas destacadas, sino también para analizar históricamente sus diferentes formas. Diferenció entre dos formas tempranas de autoridad tradicional. La gerontocracia implica el gobierno de los más viejos, mientras que el patriarcalismo primario implica líderes que heredan sus posiciones. Ambas formas tienen un jefe supremo, pero carecen de personal administrativo. Carecen por tanto, de burocracia. Una forma más moderna es el patrimonialismo, que es una forma de dominación tradicional con una administración y una fuerza militar que son puros instrumentos personales del señor. Todavía más moderno es el feudalismo, que limita el poder del señor mediante el desarrollo de relaciones más rutinizadas, incluso contractuales. Esto conduce a su vez, a posiciones de poder más estables de las que existen en el patrimonialismo. Las cuatro formas pueden ser consideradas variaciones estructurales de autoridad tradicional, y todas ellas difieren significativamente de la autoridad legal racional. Weber consideró las estructuras de la autoridad tradicional, asimismo, como barrera al desarrollo de la racionalidad. Este es nuestro primer encuentro con un tema omnipresente en la obra de Weber: los factores que facilitan o impiden el desarrollo de la racionalidad (formal). Weber se interesó cada vez mas, como hemos visto ya, por los factores que conducen a la racionalidad en el mundo occidental y por los impedimentos culturales y estructurales al desarrollo de una racionalidad similar en el resto del mundo. En este caso específico, Weber argumentó que las estructuras y prácticas de la autoridad tradicional constituyen una barrera para el crecimiento de las estructuras económicas racionales –en particular, el capitalismo-, así como de otros componentes diferentes de una sociedad racional. Incluso el patrimonialismo –una forma más moderna de tradicionalismo-, aunque permite el desarrollo de ciertas formas de capitalismo “primitivo”, no permite el ascenso del tipo altamente racional del capitalismo característico del mundo moderno occidental. La autoridad carismática. Carisma es un concepto que ha llegado a usarse de forma muy imprecisa. Los medios de comunicación de masas y el público en general pueden tachar 144 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA generalmente de individuo carismático a un político, a una estrella de cine, o a un músico de rock. Con esto quiere decir que la persona en cuestión está dotada de cualidades extraordinarias. El concepto de carisma juega un importante papel en la obra de Max Weber, pero tienen un significado totalmente distinto del que se le suele dar corrientemente. Aunque Weber no negara que un líder carismático debería tener cualidades sobresalientes, su sentido de carisma depende más del grupo de seguidores y del modo en que definen a su líder carismático. Para exponer la postura de Weber claramente: si los seguidores definen a su líder como carismático, entonces es probable que se convierta en un líder carismático independientemente de si posee o no cualidades sobresalientes. Un líder carismático puede ser entonces, cualquier persona ordinaria. Lo importante es el proceso por el cual tal líder se distingue de la gente corriente y es tratado como si estuviera dotado de poderes sobrenaturales, sobrehumanos o al menos excepcionales, o de cualidades que no son accesibles para la gente normal (Miyahara, 1983). Para Weber, el carisma es una fuerza revolucionaria, una de las fuerzas más revolucionarias del mundo social. Mientras la autoridad tradicional es clara e inherentemente conservadora, el ascenso de un líder carismático puede muy bien representar una amenaza para el sistema, (así como para el sistema racional legal) y conduce a un cambio dramático del mismo. Lo que distingue el carisma como fuerza revolucionaria es que lleva consigo cambios en las mentes de los actores, que causa “una reorientación interna o subjetiva”. Tales cambios pueden conducir a “una alteración radical de las actitudes centrales y de la dirección de la acción por medio de una orientación completamente nueva de todas las actitudes hacia los distintos problemas del mundo” (Weber, 1921/1968: 245). Aunque Weber se está refiriendo aquí a los cambios en el pensamiento y acciones de los individuos, tales cambios se reducen claramente al estatus de variables dependientes. Weber hizo hincapié en los cambios de la estructura de autoridad; es decir, en el ascenso de la autoridad carismática. Cuando esta nueva estructura de autoridad emerge, es probable que el pensamiento y las acciones de las personas cambien de forma dramática. La otra gran fuerza revolucionaria en el sistema teórico de Weber, que fue mucho más de su interés, es la racionalidad (formal). Mientras el carisma es una fuerza revolucionaria interna que cambia la mente de los actores, Weber creía que la racionalidad (formal) es externa; cambia las estructuras de la sociedad primero, luego los pensamientos y las acciones de los individuos. Tendremos más que decir a cerca de la racionalidad como fuerza revolucionaria, pero esto cerrará nuestra discusión del carisma como factor revolucionario, porque Weber tiene muy poco que decir a propósito de ello. Weber se interesó por el carácter revolucionario del carisma, así como por su estructura y por la necesidad que tiene su carácter básico de transformarse y rutinizarse para subsistir como sistema de autoridad. En su análisis del carisma, Weber comenzó, como hizo al estudiar la autoridad tradicional, por la comparación con el tipo ideal de burocracia. Intentó determinar hasta que punto la estructura de la autoridad carismática, con sus seguidores y su personal, difiere del sistema burocrático. Comparada con la burocracia típica ideal, la plantilla del líder carismático carece virtualmente de todos sus elementos. Los miembros de dicha plantilla no tienen un adiestramiento técnico, pues son elegidos precisamente por su posesión de cualidades carismáticas o, al menos, de cualidades similares a las que posee el líder carismático. Los cargos que ocupan no presentan una jerarquía muy clara. Su trabajo no constituye una carrera, y no existe promoción, ni nombramientos o destituciones claramente establecidos. El líder carismático es libre de intervenir siempre que considere que sus seguidores no pueden controlar la situación. La organización no se rige por normas formales, ni órganos administrativos establecidos, ni por precedentes para guiar los nuevos juicios. Por esta y por otras muchas razones, Weber considera el personal del líder carismático como inferior al de una forma u organización burocrática. El interés de Weber por la organización que hay tras el líder carismático y la plantilla que lo sigue, lo conduce a la cuestión de qué le ocurra a la autoridad carismática cuando el líder 145 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA muere. Después de todo, un sistema carismático es inherentemente frágil: Sólo parece ser capaz de subsistir mientras el líder carismático vive. Pero ¿es posible que tal organización se mantenga después que el líder carismático haya muerto? La respuesta a esta pregunta es de la mayor trascendencia para el personal del líder carismático, pues probable que ellos permanezcan después que el líder muera. También es probable que tengan un interés creado en que la organización se perpetué: si la organización deja de existir, ellos pierden su trabajo. El reto para el personal consiste en crear una situación en la que el carisma persista adulterado, incluso después de la muerte del líder. Es una batalla difícil porque, según Weber, el carisma es inestable por naturaleza; existe en su forma pura sólo mientras vive el líder carismático. Con objeto de manejar la desaparición del líder carismático, la plantilla (así como sus seguidores) puede adoptar una gran variedad de estrategias para crear una organización más duradera. La plantilla debe buscar un nuevo líder carismático, pero, incluso si lo encuentra, el nuevo líder no tendrá la misma aura de su predecesor. También se puede desarrollar un nuevo aparato de reglas que permitan al grupo identificar futuros líderes carismáticos. Pero tales reglas se convierten rápidamente en tradición, y lo que era liderazgo carismático se transforma en autoridad tradicional. De cualquier forma, la naturaleza del liderazgo cambia rápidamente en cuanto al carácter personal de carisma es eliminado. Otra técnica consiste en permitir al líder carismático designa sucesor y entonces transferir el carisma simbólicamente al siguiente en la línea sucesoria. Es cuestionable que esta operación tenga éxito a largo plazo. Otra estrategia consiste en que el personal designe un sucesor que sea aceptado por la comunidad en sentido amplio. El personal puede crear también pruebas rituales, siendo elegido líder carismático el que resuelva tales pruebas de forma más sobresalientes. Sin embargo, todos esos esfuerzos están condenados a fracasar. A largo plazo, el carisma no puede ser rutinizado; debe ser transformado en una autoridad tradicional o legal racional (o en alguna clase de carisma institucionalizado como la iglesia Católica). En realidad, en la obra de Weber podemos encontrar una teoría básica de la historia. Si triunfa, el carisma se mueve inmediatamente en la dirección de la rutinización. Pero una vez rutinizado, el carisma tiende a convertirse en una autoridad tradicional o legal racional. Una vez que alcanza uno de estos estados, la escena está dispuesta para que el ciclo empiece de nuevo. Sin embargo, ha pesar de su aceptación general de la teoría cíclica, Weber creía que había ocurrido un cambio básico en el mundo moderno y que estábamos cada vez más cerca de ver el carisma rutinizado en la dirección de la autoridad legal racional. Además consideraba que los sistemas racionales de autoridad son tan fuertes y tan crecientemente impermeables como los movimientos carismáticos. El mundo moderno, racionalizado, puede muy bien significar la muerte del carisma como fuerza revolucionaria significativa. Weber sostenía que la racionalidad –no el carisma- es la fuerza revolucionaria más irresistible e importante del mundo moderno. En esta sección hemos analizado las tres clases de autoridad como tipos ideales, pero Weber era consciente de que, en el mundo real, cualquier forma específica de autoridad implicaba la combinación de las tres. Así, podemos pensar que, como presidente de Estados Unidos, Franklin D. Rossevelt pasó por los tres estadios. Fue elegido presidente de acuerdo con una serie de principios racionales-legales. Por el tiempo en que fue elegido presidente por cuarta vez, una buena parte de su gobierno contenía elementos tradicionales. Finalmente, muchos de sus discípulos y seguidores lo consideraban como un líder carismático. Aunque hayamos presentado las tres formas de autoridad como estructuras paralelas, en el mundo real hay una constante tensión y, a veces, conflicto entre ellas. El líder carismático supone una continua amenaza para las otras formas de autoridad. Una vez en el poder, el líder carismático debe afrontar la amenaza de las otras dos formas. Incluso si la autoridad carismática se llega a rutinizar con éxito, se presenta el problema de mantener dinamismo y las cualidades revolucionarias de su origen. Entonces surge conflicto, que se produce por el desarrollo constante de la autoridad legal racional y la amenaza que entraña la continua existencia de las otras formas. 146 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Si Weber estaba en lo cierto, sin embargo, debemos encarar un futuro en que la tensión entre las tres formas de autoridad se eliminará, un mundo de indiscutible hegemonía del sistema legal racional. Esta es la “jaula de hierro” de una sociedad totalmente racionalizada que Weber temía tanto. Si tal sociedad se materializara, la única esperanza residiría en individuos carismáticos que supieran cómo evitar el poder coercitivo de la sociedad. Pero un pequeño número de individuos aislados representa a duras penas una esperanza significativa ante una máquina burocrática cada vez más poderosa. Racionalización Ha tenido la creencia en los últimos años de que la racionalización se sitúa en el corazón de la sociología sustantiva de Weber (Antonio 1979; Brubaker, 1984; R. Collins, 1980; Eisen, 1978; Kalberg, 1980, 1990; Levine, 1981ª; Ritzer, 1983, en prensa a; Scaff, 1989; Schluchter, 1981; Sica, 1988.) Sin embargo, es difícil extraer de la obra de Weber una definición clara de racionalización. De hecho, operaba con varias definiciones distintas del término y, a menudo, no conseguía especificar qué definición estaba usando en cada caso concreto (Brubaker, 1984: 1). Como ya hemos visto, Weber de hecho define racionalización; sin embargo, distingue dos tipos: la racionalidad con arreglo a fines y la racionalidad con arreglo a valores. No obstante, dichos conceptos se refieren a tipos de acción. Son la base del sentido weberiano de la racionalización a gran escala, pero no son términos equivalentes. El interés de Weber iba mucho más allá que las orientaciones fragmentadas de la acción; su principal preocupación la constituye las pautas y las regularidades de acción dentro de las civilizaciones, instituciones, organizaciones, estratos, clases y grupos. Donald Levine (1981ª) defiende que Weber estaba interesado en la racionalidad “objetivizada”; es decir, la acción acorde con algún proceso de sistematización externa. Stephen Kalberg (1980) realiza un trabajo muy útil al identificar cuatro tipos básicos de racionalidad (“objetiva”) en la obra de Weber. (Levine ofrece una diferenciación muy similar). En estos tipos de racionalidad eran “los instrumentos básicos heurísticos empleados [por Weber] para analizar el destino histórico de la racionalización en tanto que proceso sociocultura” (Kalberg, 1980; 1172). El primer tipo es la racionalidad práctica, definida por Kalberg como “toda forma de vida que mira y juzga la actividad mundana en relación a los intereses puramente pragmáticos y esencialmente egoístas de los individuos” (1980: 1151). Los que practican la racionalidad práctica aceptan realidades dadas y se limitan a calcular las formas más oportunas de tratar las dificultades que presentan. Este tipo de racionalidad rompe con los lazos de la magia primitiva y existe a través de las civilizaciones y a través de la historia; es decir, no se restringe al mundo occidental. Este tipo de racionalidad se opone a cualquier cosa que amenace trascender la rutina diaria; conduce a las personas a desconfiar de los valores poco prácticos, religiosos o de las utopías seculares, así como de la racionalidad teórica de los intelectuales, el tipo de racionalidad del que vamos a hablar a continuación. La racionalidad teórica implica un esfuerzo para dominar la realidad mediante conceptos crecientemente abstractos más que a través de la acción. Incluye procesos cognitivos abstractos tales como inducciones lógicas, deducciones, atribución de causalidad etc. Este tipo de racionalidad fue practicada desde muy pronto en la historia por hechiceros y sacerdotes espirituales, y más tarde por filósofos, jueces y científicos. A diferencia de la racionalidad práctica, la racionalidad teórica conduce al actor a trascender las realidades cotidianas en un intento de entender el mundo como un cosmos significativo. Al igual que la racionalidad práctica, se da a través de las civilizaciones y de la historia. El efecto de la racionalidad intelectual en la acción es limitado. En la medida en que implica procesos cognitivos, no necesita influir en la acción y tiene el poder de introducir nuevas pautas de acción sólo indirectamente. La racionalidad sustantiva (como la racionalidad práctica, pero no la teórica) ordena directamente la acción en pautas con arreglos a conjuntos de valores. 147 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La racionalidad sustantiva implica la elección de medios en función de fines en el contexto de un sistema de valores. Esto quiere decir que un sistema de valores no es más racional (sustantivamente) que otro. Por tanto, este tipo de racionalidad también se da a través de las civilizaciones y de la historia, allí donde existe un sistema de valores coherentes. Finalmente, la racionalización formal, la más importante desde el punto de vista de Weber, implica el cálculo de medios y fines. Pero mientras en la racionalidad práctica este cálculo se presenta referido a los propios intereses pragmáticos, en la racional formal se presenta en referencia a “reglas, leyes y regulaciones universalmente aplicadas”. Como han apuntado Brubaker, “la forma objetiva, institucionalizada y supraindividual es común a la racionalidad del capitalismo industrial, el derecho formalista y la burocracia administrativa; en cada esfera, la racionalidad se incorpora a la estructura social y los individuos la encaran como algo externo a ellos” (1984: 9). Weber pone esto en claro en el caso específico de la racionalización burocrática: La racionalización burocrática.... revoluciona con medios técnicos, en principio, como cualquier reorganización económica, “desde fuera” primero cambia los ordenes sociales y materiales, a través de ellos, las personas, cambiando las condiciones de adaptación y quizá las oportunidades de adaptación, a través de una determinación racional de medios y fines. (Weber, 1921/1968: 1116) Aunque los otros tipos de racionalidad se dan a través de las civilizaciones y trascienden a su época, la racionalidad formal se presentó en Occidente sólo con la industrialización. Las reglas, leyes y regulaciones universalmente aplicadas, que caracterizan la racionalidad formal en Occidente, están fundadas sobre todo en las instituciones económicas, legales y científicas así como en las formas burocráticas de dominación. Por tanto, ya nos hemos encontrado con la racionalidad formal en nuestro análisis de la autoridad legal-racional y de la burocracia. Si bien Weber manejaba un sentido complejo y polifacético de la racionalidad, usaba el término de manera más significativa y poderosa aplicado a su imagen del mundo occidental moderno, especialmente de la economía capitalista (R. Collins, 1980; Weber, 1927/1981) y las organizaciones burocráticas (Cohen, 1981: xxxi; Weber, 1921/1968: 956-1005), como una jaula de hierro (Mitzman, 1970; Tiryakian, 1981) de estructuras formalmente racionales. Weber describió el capitalismo y las burocracias como “dos grandes fuerzas racionalizadotas” (1921/1968: 698)107 De hecho, Weber veía que el capitalismo y las burocracias se derivaban de la misma fuente básica (el ascetismo intramundano) e implicaba una acción racional y metódica similar, que se reforzaban mutuamente en el proceso que impulsaba la racionalización occidental.108 Desde el punto de vista de Weber (1921/1968: 227, 994), el único rival real del burócrata en especialización técnica y conocimiento de la realidad es el capitalista. En la introducción de 1920 a la ética protestante y el espíritu del capitalismo. Weber hizo hincapié en “una organización de funcionarios especialmente entrenados” (burocracia) para el análisis de la racionalización, pero también mencionaba el capitalismo en el mismo contexto como “fuerza más funesta de nuestra vida moderna”. 107 108 Por supuesto, estas acciones no son completamente distintas, porque las empresas propiamente capitalistas son uno de los lugares donde encontramos las burocracias (Weber, 1922-23/1958:229). Por otra parte, Weber también ve la posibilidad de que las burocracias puedan oponerse o impedir el capitalismo. 148 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Sin embargo, si tomamos a Weber al pie de la letra, es difícil mantener que tuviera una teoría global de la racionalización. Rechazó la idea de “una secuencia general evolucionista” (Weber, 1927/1981: 34). Criticó a pensadores como Hegel y Marx, pues pensaba que ofrecían teorías de la sociedad generales y teológicas. En su propio trabajo tendía a evitar los estudios o las aseveraciones sobre la sociedad como un todo. En lugar de ello, solía tratar estructuras sociales e instituciones tales como la burocracia, la estratificación, el derecho, la ciudad, la religión, la política y la economía. Sin sentido del conjunto, no establecía generalizaciones globales, sobre todo en lo que se refería a las orientaciones futuras. Además, el proceso de racionalización que Weber describía en una estructura social o institución era normalmente muy diferente de la racionalización de otra estructura o institución. En palabras de Weber, el proceso de racionalización asume “formas inusitadamente variadas” (1922-23/1958: 293; véase también Weber 1921/1958: 30; 1904-05/1958: 78) y “la historia del racionalismo nos muestra un desarrollo que no sigue, en absoluto, líneas paralelas en los diversos ámbitos de la vida” (190405/1958: 77; véase también Brubaker, 1984: 9; Kalberg, 1980: 1147). Dicho esto, queda claro el interés de Weber por el efecto de la racionalización formal de la economía y las burocracias del mundo occidental (Brubaker, 1984). Por ejemplo, en Economía y sociedad Weber afirma: El proceso completo de racionalización, tanto en la fábrica como en cualquier otra parte, y sobre todo en la máquina burocrática del estado, corre paralelo a la centralización de los medios materiales de organización en manos del señor. Por tanto, la disciplina actúa inexorablemente sobre áreas cada vez más amplias, al mismo tiempo que se racionaliza crecientemente la satisfacción de las necesidades políticas y económicas. Este fenómeno universal restringe cada vez más la importancia del carisma y de las conductas individuales diferenciadas. (Weber, 1921/1968: 1156) La racionalidad va a ser nuestro principal objeto de estudio en este epígrafe, aunque no el único. Se han hecho varios esfuerzos para describir los rasgos principales de la racionalidad formal. Desde nuestra perspectiva, la racionalidad formal puede definirse mediante seis características básicas (Ritzer, 1983). Primeramente, las estructuras racionales formales y las instituciones enfatizan la calculabilidad, o aquellas cosas que son posible contar o cuantificar. En segundo lugar, hemos remarcado la eficiencia, o empleo del mejor medio para alcanzar un fin dado. En tercer lugar, hay gran interés por asegurar el concepto de predictibilidad, aquello que opera del mismo modo en tiempos y lugares distintos. En cuarto lugar, un sistema racional formal reduce progresivamente la tecnología humana y, en último término, reemplaza la tecnología humana por tecnología no humana. Se considera que las tecnologías no humanas (como los sistemas informatizados) son más calculables, más eficientes y más predecibles que las tecnologías humanas. En quinto lugar, los sistemas racionales formales intentan lograr el control sobre una serie de incertidumbres, especialmente las planteadas por los seres humanos que trabajan en ellas o que se sirven de ellas. Por último, los sistemas racionales tienden a tener consecuencias irracionales para las personas implicadas y para los mismos sistemas, así como para la sociedad en sentido amplio (Sica, 1988). La racionalidad formal se opone a los otros tipos de racionalidad pero, sobre todo, entra en conflicto con la racionalidad sustantiva (Brubaker, 1984: 4). Kalberg defiende que Weber creía que tal conflicto jugaba “un papel particularmente funesto en el despliegue de los procesos de racionalización en Occidente” (1980: 1157). 149 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Además de distinguir entre cuatro tipos de racionalidad, Kalberg también trató de su capacidad para introducir modos metódicos de vida. La racionalidad práctica carece de esta capacidad, toda vez que implica reacciones a las situaciones más que esfuerzos para ordenarlas. La racionalidad teórica es cognoscitiva; por ello, cuentan con una limitada capacidad para suprimir la racionalidad práctica y parece ser más bien producto acabado que productor. Para Weber, la racionalidad sustantiva es el único tipo con el “poder de introducir modos metódicos de vida” (Kalberg, 1980: 1165). Por ello, en Occidente, una determinada racionalidad sustantiva que enfatizaba un modo de vida metódico —el calvinismo— subyugó la racionalidad práctica y condujo al desarrollo de la racionalidad formal. Weber temía que la racionalidad sustantiva se volvería menos importante que otros tipos de racionalidad, sobre todo que la racionalidad formal, en el mundo occidental. Por ello, los practicantes de la racionalidad formal, como el burócrata o el capitalista, estaban llamados a dominar Occidente y asistimos al desvanecimiento de aquel tipo que “incorporaba los más altos ideales de la civilización occidental: el individuo libre y autónomo cuyas acciones se dotan de continuidad por referencia a los valores últimos” (Kalberg, 1980: 1176). A pesar de que hemos puesto énfasis en las diferencias entre los cuatro tipos de racionalización de Weber en este capitulo, hay algunos puntos en común entre ellas. Todas ellas llevan consigo procesos mentales que tratan de dominar la realidad relegando las percepciones particularizadas y ordenándolas en regularidades comprensibles y significativas. En consecuencia, y al igual que hizo Weber, a medida que vayamos cambiando de institución en el análisis subsiguiente, nos fijaremos unas veces en la racionalidad en general, y otras en sus tipos específicos. Economía. La presencia mas sistemática del pensamiento de Weber en cuanto a la racionalización de la institución económica se encuentra en su Historia económica general. Sus intereses tienen que ver con el desarrollo de la economía capitalista racional en Occidente, que es un ejemplo especifico de economía racional definida como “una organización funcional orientada al precio en moneda que se origina en las luchas de intereses del hombre en el mercado” (Weber, 1915/1958: 331). Aunque existen algunos trazos de una tendencia evolucionista general en la Historia económica general, Weber, como siempre, se muestra muy cuidadoso al afirmar que hay varias fuentes del capitalismo, rutas alternativas a él y una amplia variedad de resultados derivados de él. De hecho, cuando rebatía la teoría socialista del cambio evolucionista, Weber rechazaba por completo la idea de una “secuencia general de la evolución” (1927/1981: 34). Weber comienza describiendo varias formas irracionales y tradicionales tales como la familia, el clan, los pueblos y las economías de señorío de una hacienda en el feudalismo como demasiado tradicional, “demasiado falto de iniciativa para construir una empresa a gran escala en la que los lugareños constituyan la fuerza de trabajo” (1927/1981: 72). Sin embargo, durante los siglos XII y XIII el feudalismo comenzó a resquebrajarse en el mundo occidental, mientras los campesinos y la tierra se liberaban del control del señor y se introducía la economía de capital. Con este gran salto, el sistema feudal “mostraba una tendencia a desarrollarse en una dirección capitalista” (Weber, 1927/1981:79). Al mismo tiempo, en la Edad Media, las ciudades empezaron a desarrollarse. Weber hace hincapié en el extenso desarrollo urbano de la industria de transformación de las materias primas. Para Weber es especialmente importante el desarrollo de tal producción industrial más allá de las necesidades inmediatas de las familias. Aquí es de notar el ascenso de los artesanos libres de las ciudades. Estos se desarrollaron en el Occidente medieval porque, por un lado su sociedad desarrolló mayores necesidades de consumo que ninguna otra. En general había mercados más amplios, más compradores, y el campesinado contaba con gran poder adquisitivo. Por otro lado, ciertas fuerzas trabajaban contra la gran alternativa a los artesanos –los siervos-. La servidumbre 150 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA iba siendo cada vez más inestable y menos provechosa, y todavía se hizo más inestable con el crecimiento de las ciudades, que ofrecían libertad a los siervos. En el mundo occidental, los artesanos libres contribuyeron a la formación de gremios, que Weber definió como “una organización de trabajadores artesanos especializada según el tipo de ocupación... [con] una regulación interna del trabajo y monopolio contra los intrusos” (1927/1981: 136). La libertad de asociación era también característica de los gremios. Pero aunque los gremios eran racionales en muchos sentidos, también contaban con aspectos tradicionales y anticapitalistas. Por ejemplo, un patrón no contaba con más capital que otro y este requisito supone una barrera contra el desarrollo de organizaciones capitalistas más amplias. Conforme la Edad Media terminaba, los gremios comenzaron a desintegrarse. Esta desintegración fue crucial porque los gremios tradicionales suponían un estorbo para el avance tecnológico. Con la disolución del sistema de gremios se produjo un crecimiento del sistema domestico de producción, sobre todo el sistema de “industrias a domicilio” del sector textil. En tal sistema, la producción está descentralizada y la mayor parte tiene lugar en las casas de los trabajadores. Aunque los sistemas domésticos se hallan a lo largo y ancho del mundo, solo en Occidente los propietarios controlaban los medios de producción (por ejemplo herramientas, materias primas) y provenían de ellos a los trabajadores a cambio del derecho a disponer del producto. Mientras en Occidente se desarrolló un sistema domestico completo, no fue posible en otras partes del mundo a causa de barreras tales como el sistema de clanes (China), el sistema de castas (India), el tradicionalismo y la ausencia de trabajadores libres. Después, Weber detalla el desarrollo de los talleres (un lugar que centraliza el trabajo sin maquinaria avanzada) y luego la aparición de las fábricas en el periodo que va del siglo XIV al XVI. Desde la perspectiva de Weber, las fábricas no se originaron a partir del trabajo artesanal o del sistema doméstico, sino paralelamente a ellos. De forma similar, las fábricas no surgieron gracias al perfeccionamiento de la maquinaria; los dos desarrollos fueron correlativos. Las fábricas se caracterizaron por el hecho de que el trabajo libre realizaba actividades especializadas y coordinadas, porque los medios de producción pertenecían al empresario, el capital fijo era el empresario y por un sistema de contabilidad que resultaba indispensable para tal capitalización. Una fábrica como esta era, para Weber, una organización capitalista. Además del desarrollo de las fábricas, Weber detalla el surgimiento de otros componentes de la economía capitalista moderna, tales como la maquinaria avanzada, los sistemas de transporte, la moneda, la banca, el interés, los sistemas de contabilidad, etc. Lo que más claramente define la moderna empresa racional capitalista para Weber es su calculabilidad, perfectamente ilustrada por la confianza en los libros de cuentas. Empresas aisladas basadas en el cálculo siempre existieron en el pasado de Occidente, al igual que en otras sociedades. Sin embargo, solo se considera que una sociedad es capitalista cuando las necesidades de la población se satisfacen a diario por medio de métodos y empresas capitalistas. Tal sociedad solo se encuentra en el mundo occidental y solo desde la mitad del siglo XIX. El desenvolvimiento del sistema capitalista dependía de otros desarrollos de la economía, algunos de los requisitos previos incluían un mercado libre con una demanda amplia y estable, una economía monetaria, tecnologías de contabilidad racionales y la comercialización de la vida económica en lo que se refiere a distribución, almacenamiento, etc. Algunos de los requisitos económicos previos se encuentran solo en el mundo occidental. Pero junto a la economía, Weber identificaba una gran variedad de desarrollo necesarios, como un estado moderno con “administración profesional, funcionario especializado, y leyes basadas en el concepto de ciudadanía” (1927/1981: 313); un derecho racional “elaborado por juristas e interpretados y aplicado racionalmente” (1927/1981: 313); ciudades, y una ciencia y una tecnología moderna. Weber añade a estos un factor del que trataremos en el próximo epígrafe, “una ética racional para conducirse en la vida... una base religiosa para un orden de vida que, seguida coherentemente, debe conducir a explicitar el racionalismo” (1927/1981: 313-314). 151 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Como los requisitos previos de orden económico, estos presupuestos no económicos se dan juntos sólo en el mundo occidental. Lo importante es que esta economía racional depende, para desarrollarse, de fuerzas no económicas que se refiere al conjunto de la sociedad. Religión. Aunque en este epígrafe nos hayamos centrado en la racionalización de la religión, Weber se ocupó de analizar el grado en que muchas de las religiones primitivas -y las religiones en la mayor parte del mundo- actúan como impedimentos para lograr la racionalidad. Weber apuntó que “lo sagrado es lo único inalterable” (1921/1968: 406). A pesar de esta perspectiva, la religión en el mundo occidental ha demostrado que podía ser alterable, pues fue la responsable de la racionalización y jugó un papel clave en la racionalización de otros sectores de la sociedad. (Kalberg, 1990). La religión albergaba en sus inicios una abigarrada serie de dioses, pero por medio de la racionalización emergió un conjunto claro y coherente (un panteón). Desde muy pronto las religiones contaron con dioses del hogar, divinidades del grupo de parentesco, dioses locales, y dioses de las distintas ocupaciones y vocaciones. Tenemos la clara impresión de que Weber creía que una fuerza cultural de racionalidad (teórica) impulsaba la aparición de este conjunto de dioses: 2la razón favorece la primacía de los dioses universales; cada cristalización coherente de un panteón siguió principios racionales sistemáticos de la religión que Weber analizó. Este consideraba también la delimitación de la jurisdicción de los dioses, el monoteísmo y la antropomorfización como parte de este desarrollo. Aunque la presión de la racionalización existe en la mayoría de las religiones del mundo, en algunos fuera de la sociedad occidental las barreras pueden más que las presiones en pro de la racionalización. A pesar de que Weber tenía una concepción cultural de la racionalización no la consideró simplemente como una fuerza “exterior” que impulsaba a la gente a actuar. No pensaba que fuera una mente colectiva. En cuanto a la religión la racionalización está ligada a determinados grupos, en particular los de sacerdotes. Específicamente, son los sacerdotes profesionales adiestrados los que contribuyen a impulsar la racionalización. En este punto, los sacerdotes se oponen a los hechiceros, que practican un sistema religioso más irracional. La mayor racionalidad de los sacerdotes se atribuye a diferentes factores. Sus miembros experimentan un programa de entrenamiento sistemático, mientras el de los hechiceros es asistemático. Además, los sacerdotes están clara y altamente especializados, a diferencia de los hechiceros. En resumen, los primeros poseen un aparato sistemático de conceptos religiosos, lo que constituye otra diferencia con respecto a los segundos. Podemos ver que los sacerdotes son tanto los productos como los impulsores del proceso de racionalización. El de los sacerdotes no es el único grupo que juega un papel clave en el proceso de la racionalización. Los profetas y los seglares también intervienen en el mismo; los primeros pueden distinguirse de los sacerdotes por su doctrina personal y su forma de predicación apasionada. El papel clave del profeta es motivar al laico, porque no había religión sin seguidores. Weber distinguía entre dos tipos de profetas: los éticos y los ejemplares. Los profetas éticos (Mahoma, Jesucristo y los profetas del Antiguo Testamento) creían haber recibido el encargo divino y pedían obediencia a sus seguidores como un tributo ético. Los profetas ejemplares (Buda es un ejemplo) demostraban a otros por medio del ejemplo personal el camino hasta la salvación religiosa. En cada caso, los profetas que triunfaban eran capaces de atraer un gran número de adeptos, y el corazón de la religión se formaba con los sacerdotes y esta masa de seguidores. Es probable que los profetas atraigan al principio los seguidores personales, pero es necesario que ese grupo se transforme después en una congregación permanente. Una vez formada tal grupo de seglares, ya se ha dado el paso más importante en la dirección de la racionalización de la religión. 152 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Los profetas juegan, pues, un papel clave inicial, pero una vez que se ha formado la congregación no se necesita mucho más. De hecho, como aquellos son bastantes irracionales, representan una barrera para la racionalización de la religión. El conflicto se desarrolla entre los sacerdotes y los profetas, pero es un conflicto que, a largo plazo, se resuelve a favor de los sacerdotes, que son más racionales. En este conflicto, el resto de la sociedad, sometida ya al proceso de racionalización, ayuda a los sacerdotes. Con la creciente alfabetización y burocratización de mundo seglar, la tarea de educar a las masas recae cada vez más sobre los sacerdotes, cuyo saber les da una tremenda ventaja sobre los profetas. Además, mientras los profetas tienden a la predicación, los sacerdotes se encargan de la tarea cotidiana de la dedicación pastoral. Aunque la predicación es importante en momentos extraordinarios, el sacerdocio, el cuidado religioso diario de los laicos, es un importante instrumento del creciente poder de los sacerdotes. La iglesia en el mundo occidental ha supuesto la combinación de una naturaleza pastoral racionalizada con una religión ética, que ha originado una forma de religión particularmente influyente racional. Esta religión racionalizada trata desesperadamente de ganar adeptos entre las clases medias urbanas, y es precisamente ahí donde juega un papel clave en la racionalización de la vida económica, así como en otros aspectos de ésta. Derecho. Para definir el derecho Weber no se refiere a las creencias, definiciones y actitudes de la gente en general, sino más bien a un cuerpo de normas (Kronman, 1983: 12). Además este cuerpo de normas es externo y coercitivo para los individuos y para sus pensamientos y acciones. Weber no se ocupa de cómo las personas crean el derecho, como lo interpretan o cómo lo aplican diariamente, sino de su efecto coercitivo sobre el individuo. Como con su análisis de la religión, Weber comenzó el del derecho por el primitivo, que consideraba extremadamente irracional. El derecho primitivo era un sistema de normas apenas diferenciado. Por ejemplo, no se hacía distinción entre un delito civil (agravio) y un crimen. Por tanto, se trataba de igual forma los casos referentes a la disputa de un trozo de terreno o a un homicidio, y se castigaba de la misma manera a los culpables. Además, el derecho primitivo tendía a carecer de cualquier maquinaria de funcionario. La venganza dominaba las reacciones al crimen y el derecho estaba por lo general exento de formalidad o de reglas de procedimiento. No había virtualmente nada, sobre todo por lo que se refiere a los líderes, que les impidiera hacer lo que desearan a sus seguidores. Desde este periodo primario irracional, Weber traza una línea directa de desarrollo hasta el procedimiento legal formalizado. Y como es normal en su pensamiento, solamente en el mundo occidental tiene cabida el desarrollo de una teoría del derecho racional y sistemática. Weber señaló varias etapas en el desarrollo de un sistema legal más racional. Una primera etapa implicaba la revelación carismática de las leyes a través de los profetas. Después, honorables funcionarios de la ley se dedican a la creación empírica y a la fundación del derecho. Más tarde, se da la imposición de la ley por los poderes teocráticos o seculares. Finalmente, en el caso más moderno, contamos con una elaboración sistemática de las leyes y una administración profesionalizada de la justicia por personas que han recibido un entrenamiento legal formalizado y sistemático. El derecho, como en la religión, Weber daba gran importancia al proceso de profesionalización: la profesión legal es crucial para la racionalización del derecho en el mundo occidental. Ciertamente, existen otros factores (por ejemplo, la influencia del derecho romano), pero la profesión legal ocupa un lugar central en su pensamiento. “El derecho formalmente elaborado, que constituye un conjunto de máximas aplicadas conscientemente en distintas decisiones, nunca ha existido sin la decisiva colaboración de especialidades entrenados” (Weber, 1921/1968: 775). Aunque Weber era consciente de que hay una serie de presiones externas- 153 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA especialmente las que provienen de la racionalización de la economía- que impulsan al derecho hacia la racionalización, su perspectiva era que la fuerza más importante estaba constituida por el factor interno de la profesionalización de los que se ejercen el derecho (1921/1968: 776). Weber distinguía entre dos tipos de preparación legal, pero sólo uno de ellos contribuía al desarrollo del derecho racional. El primero es la preparación artesanal, en la que los aprendices son enseñados por sus maestros, principalmente durante la práctica real del derecho. Este tipo de preparación produce un tipo de derecho formalista dominado por los precedentes. El objetivo no es la creación de un sistema racional y comprehensivo de derecho si no es su lugar la producción de precedentes prácticos útiles para manejar situaciones recurrentes. El objetivo no es crear un cuerpo de derechos racional, general y sistemático, ya que estos precedentes están ligados a problemas específicos del mundo real. Por el contrario, el trabajo fundamental del derecho racional en Occidente descansa en la preparación académica legal. En este sistema la ley se enseña en escuelas sociales, que insisten en la teoría y la ciencia del derecho -es decir, en escuelas en las que se dan un tratamiento racional y sistemático a los fenómenos legales-. Los conceptos legales producidos tienen carácter de normas abstractas. La interpretación de esas leyes se da de un modo rigurosamente formal y lógico. Son generales, en contraposición al derecho específico y ligado a los precedentes que se deriva del de la preparación artesanal. La preparación legal académica conduce al desarrollo de un sistema legal racional que cuenta con varias características, incluyendo las siguientes: a. Toda decisión legal concreta implica la aplicación de proposiciones legales abstractas a situaciones específicas. b. Debe ser posible, en cada caso concreto, derivar lógicamente la decisión a partir de proposiciones legales abstractas. c. El derecho debe tender a ser un sistema de proposiciones legales sin fisuras o, al menos debe ser tratado como tal. d. El sistema legal debe ser aplicado a todas las acciones sociales. Weber parecía adoptar la perspectiva de que la historia había visto evolucionar el derecho desde un sistema cultural de normas a otro más estructurado de leyes formales. En general, los actores se ven crecientemente constreñidos por un sistema legal más y más racional. Aunque esto sea verdad, Weber fue demasiado buen sociólogo para perder completamente de vista la significación independiente del actor. Por esta razón, Weber (1921/1968: 754-755) consideraba crucial el papel de los actores en la aparición y evolución del derecho. Sin embargo, el aspecto más importante de la obra de Weber en esta área –a los efectos de nuestro análisis- es en qué grado el derecho se considera una parte del proceso general de racionalización del mundo occidental. Política. La racionalización del sistema político está íntimamente relacionada con la del derecho y, en última instancia, con la de todos los elementos del sistema social. Por ejemplo, Weber defiende que cuanto más racional se vuelve la estructura política, más probable es eliminar de forma sistemática los elementos irracionales del seno del derecho. Una política racional no puede funcionar mediante un sistema legal irracional, ni viceversa. Weber no creía que los dirigentes políticos siguieran una política consciente de racionalización del derecho; antes bien, se veían llevados en esa dirección por las demandas de sus propios medios de administración crecientemente racionales. Una vez más, Weber adoptó la perspectiva de que los actores son impulsados por fuerzas estructurales (el estado) y culturales (la racionalización). Weber definió la política como “una comunidad cuya acción social se orienta hacia la subordinación a un orden establecido por los participantes de un territorio y de la conducta de las 154 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA personas que pertenecen a él, a través de su disposición a recurrir a la fuerza física, incluyendo normalmente la fuerza armada” (1921/1968: 901). Este tipo de política no ha existido nunca ni en ninguna parte. No ha existido una entidad separada donde la tarea de la defensa armada contra los enemigos fuera asignada a la comunidad familiar, a la asociación de vecinos, a un grupo fuerte económicamente, y demás. Aunque Weber consideró claramente la política como una estructura social, puso más atención en relacionar sus ideas con sus orientaciones sobre la acción individual. En su opinión, las asociaciones políticas modernas se apoyan en el prestigio que sus miembros les otorgan. Como es habitual, Weber vuelve al estadio más antiguo para trazar el desarrollo de la política. Constató que la acción social violenta es primordial. Sin embargo, el monopolio y el establecimiento racional de la violencia legítima no existió en las sociedades primitivas, sino que evolucionó a través de los siglos. La sociedad primitiva no sólo carecía de control racional sobre la violencia, sino que otras funciones básicas de un estado moderno, o bien no existían en absoluto, o bien no se había establecido de una forma racional. Se podrían incluir aquí funciones como la legislación, la política, la justicia, la administración y la milicia. El desarrollo de la política en Occidente lleva consigo la progresiva diferenciación y la elaboración de estas funciones. Pero el paso más importante es la subordinación de todas ellas a un solo orden establecido dominante y racional. La ciudad. Weber también se interesó por el nacimiento de la ciudad característicamente racional del mundo occidental. Definió la ciudad como una entidad con los siguientes rasgos: a. Es un asentamiento relativamente cerrado. b. Es relativamente grande. c. Posee un mercado. d. Tiene una autonomía política parcial. Aunque muchas ciudades en diversas sociedades contaban con estas características, las ciudades occidentales desarrollaron de forma peculiar un carácter racional con un mercado racionalmente organizado y una estructura política, entre otras cosas. Weber observó otras sociedades diferentes para determinar por qué no desarrollaban la forma racional de la ciudad. Concluyó que obstáculos como la comunidad tradicional en China y el sistema de castas de la India impedían que surgiera tal ciudad. Pero en Occidente algunas fuerzas racionalizadoras se alían para crear la ciudad moderna. Por ejemplo, el desarrollo de la ciudad requiere una economía relativamente racional. Pero, por supuesto, lo contrario también es cierto: el desarrollo de una economía racional requiere una ciudad moderna. Formas de arte. Para dar al lector una idea de la amplitud del pensamiento de Weber, necesitamos decir unas palabras sobre su trabajo sobre la racionalización de varias formas de arte. Por ejemplo, Weber (1921/1958) consideraba que la música se ha desarrollado en Occidente en una dirección peculiarmente racional. La creatividad musical se reduce a procedimientos rutinarios basados en principios comprehensivos. La música en el mundo occidental ha experimentado “una transformación del proceso de producción musical que la ha convertido en un asunto calculable que opera con medios conocidos, con instrumentos efectivos y reglas comprensibles” (Weber, 1921/1958: li). Aunque el proceso de racionalización engendra tensión en todas las instituciones en las que ocurre, dicha tensión en ningún lugar es tan perceptible como en la música. Después de todo, se supone que la música es un escenario de la flexibilidad 155 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA expresiva que progresivamente, se va convirtiendo en un sistema racional y, en última instancia, matemático. Weber (1904-05/1958) observó un desarrollo similar en otras formas de arte. Por ejemplo, respecto de la pintura, Weber insistió en “la utilización racional de las líneas y de la perspectiva espacial que se crearon en el Renacimiento” (1904-05/1958: 15). En la arquitectura, “la utilización racional de la bóveda gótica como medio de distribuir y abovedar espacios libremente construidos y, sobre todo, como principio constructivo de grandes edificaciones monumentales, y como fundamento de un estilo aplicable por igual a la escultura y a la pintura, como supo crearlo la Edad Media, no se conoce fuera de Occidente” (Weber, 19041905/1958:15). Hemos consumido gran número de páginas analizando las ideas de Weber sobre la racionalización en diferentes aspectos de la vida social. Aunque no lo afirme en ninguna parte, pensamos que Weber adoptó la perspectiva de que los cambios en el nivel cultural de la racionalidad conducían a cambios en las estructuras, así como en los pensamientos y acciones individuales en el mundo moderno. El proceso de racionalización no ha quedado a merced de fenómenos concretos, sino que se ha engastado en diferentes estructuras sociales y en el pensamiento y las acciones de los individuos. Dicho de otra manera, el punto clave es que el sistema de racionalización cultural ocupa una posición de prioridad causal en la obra de Weber. Podemos ilustrar esto de otra manera, considerando la relación entre economía y la religión en la obra de Weber; más específicamente, la relación entre la religión y el desarrollo o la falta de desarrollo de la economía capitalista. La religión y el nacimiento del capitalismo Weber consumió gran parte de su vida en el estudio de la religión, y eso a pesar de que no era religioso o quizá precisamente por ello; o bien porque era, tal y como se describió a si mismo, “religiosamente no musical” (Gerth and Mills, 1958: 25). Uno de los intereses de Weber, que se suelen pasar por alto, es la relación entre las religiones mundiales y el desarrollo exclusivo del sistema económico capitalista en el mundo occidental. Está claro que el grueso de su obra está dedicado a los niveles estructurales y culturales; el pensamiento y las acciones de los calvinistas, budistas, confucionistas, judíos, musulmanes (B. Turner, 1974) y otros se ven afectados por los cambios en las estructuras e instituciones sociales. Weber prestó interés sobre todo a los sistemas de pensamiento de las religiones mundiales, al “espíritu” del capitalismo, y a la racionalización como sistema moderno de normas y valores. Asimismo, se interesó por las estructuras de las religiones mundiales, por los diferentes componentes estructurales de las sociedades en que existen y que sirven para facilitar o impedir la racionalización, por los aspectos estructurales del capitalismo y del resto del mundo moderno. La obra de Weber sobre la religión y el capitalismo implica un enorme cuerpo de investigaciones históricas transculturales. Freud resume las complicadas interrelaciones que caracterizan su investigación: a. Las fuerzas económicas que influyen en el protestantismo. b. Las fuerzas económicas que influyen en otras religiones distintas del protestantismo (por ejemplo, hinduismo, confucianismo, y taoísmo). c. Los sistemas de ideas religiosas que influyen en los pensamientos y acciones individuales; en particular, en las acciones y pensamientos económicos. d. Los sistemas de ideas religiosas que han influido a través del mundo. 156 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA e. Los sistemas de ideas religiosas (concretamente el protestantismo) que han tenido un efecto único en Occidente, posibilitando la racionalización de los sectores económicos y virtualmente de cualquier otra institución. (Freud, 1968:213) A esto podemos añadir: Los sistemas de ideas religiosas en el mundo no occidental que han encontrado barreras estructurales insalvables para la racionalización. Al conceder gran importancia al factor religioso, parece que Weber construía sobre su imagen del trabajo de Marx, al tiempo que la criticaba. Weber, al igual que Marx, operaba con su complicado modelo de interrelaciones de sistemas a gran escala: “La sociología de Weber se relaciona con el pensamiento de Marx por su común intento de captar las interrelaciones de los órdenes institucionales que sostienen la estructura social: en la obra de Weber, los sistemas institucionales militares y religiosos, políticos y jurídicos, se relacionan funcionalmente con el orden económico de varias formas” (Gerth y Mills, 1958: 49). De hecho, las afinidades entre Weber y Marx son incluso mayores de lo que se suele reconocer. Aunque Weber, sobre todo al inicio de su carrera, diera primacía a las ideas religiosas, después se dio cuenta de que las fuerzas materiales, no los sistemas de ideas, son de vital importancia (Kalberg, 1985: 61). Como afirmaba Weber: “intereses (materiales e ideales), y no ideas, son los que dominan inmediatamente la acción de los hombres. Pero muy frecuentemente, las ‘imágenes del mundo’ que son construidas mediante ‘ideas’ han determinado como guardagujas las vías a través de las cuales la dinámica de los intereses motivó la acción humana” (Gerth y Mills, 1958: 280). Weber (1921/1963) desarrolló una tipología de los caminos de salvación al analizar las relaciones entre las religiones del mundo y la economía. El ascetismo es el primer gran tipo de religiosidad: combina la orientación hacia la acción con el compromiso de los creyentes de auto negarse los placeres terrenales. Las religiones ascéticas están divididas a su vez en dos subtipos: el ascetismo ultramundano, que implica un conjunto de normas y valores que obligan a los creyentes a trabajar dentro del mundo secular, pero también a luchar contra las tentaciones. Para Weber fue de mayor interés el ascetismo intramundano porque incluía el calvinismo. Esta religión no rechaza el mundo; en cambio, urge activamente a sus miembros para que trabajen dentro del mundo de modo que pueda alcanzar la salvación, al menos, signos de ella. El objetivo distintivo en este caso es el control estricto y metódico de las pautas de vida de sus miembros, de su pensamiento y de su acción. Se insta a los miembros a rechazar cualquier cosa que no sea ética, estética o que dependa de reacciones emocionales al mundo secular. El ascetismo intramundano está movido a sistematizar su propia conducta. Mientras ambos tipos de ascetismo llevan consigo alguna forma de autonegación, el misticismo implica contemplación, emoción e inactividad. Weber subdivide el misticismo de la misma forma que el ascetismo. El misticismo de rechazo del mundo consiste en un apartamiento total del mundo. El misticismo intramundano conduce a esfuerzos contemplativos para comprender el significado del mundo, pero esos esfuerzos están condenados a fracasar, porque se considera que el mundo está más allá de la capacidad de comprensión individual. De cualquier manera, ambos tipos de misticismo y el ascetismo ultramundano se pueden ver como sistemas ideológicos que impiden el desarrollo del capitalismo y de la racionalidad. Por el contrario, el ascetismo intramundano es el sistema de normas y valores, que contribuyen óptimamente al desarrollo de este fenómeno en Occidente. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En la obra más importante y mejor conocida de Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904-05/1958) éste trató el efecto del 157 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA protestantismo ascético –sobre todo el calvinismo- en el nacimiento del espíritu del capitalismo. Esta obra no es sino una pequeña parte de su gran trabajo de erudición sobre la relación entre la religión y el capitalismo moderno a lo largo de la mayor parte del mundo. Weber, al término de su obra, dejó suficientemente claro que su interés más general se refería a la emergencia de la racionalidad característica del mundo occidental. El capitalismo, con su organización racional del trabajo libre, con su mercado abierto, y su sistema de contabilidad racional, no es más que un componente de este sistema de desarrollo. Weber lo vinculó directamente con el desarrollo paralelo de la racionalización de la ciencia, del derecho, de la política, del arte, de la arquitectura, de la literatura, de las universidades y del estado. Weber no vinculó directamente el sistema ideológico de la ética protestante a las estructuras del sistema capitalista. Prefirió vincular la ética protestante a otro sistema de ideas, “al espíritu del capitalismo”. En otras palabras, dos sistemas de ideas se relacionan íntimamente en su obra. Aunque en los lazos del sistema económico capitalista con el mundo material están ciertamente implícitos e indicados, no fue éste el cometido principal de Weber. Por lo tanto, la ética de protestante no trata del ascenso del capitalismo, sino más bien del origen de un espíritu peculiar que hizo posible con el tiempo la existencia del capitalismo. Weber comenzó por examinar y rebatir las explicaciones optativas del porqué del ascenso del capitalismo en el mundo occidental durante los siglos XVI y XVII. Weber replicó a los argumentos de los que pensaban que el capitalismo surgió porque las condiciones materiales eran las idóneas en ese momento, que tales condiciones materiales ya estaban maduras en otros momentos en los cuales, sin embargo, el capitalismo no surgió. Asimismo, Weber rechazó la teoría psicológica de que el desarrollo del capitalismo se debió sencillamente al instinto adquisitivo. Según su postura, tal instinto ha existido siempre, y aún así no ha producido ningún tipo de capitalismo en otras situaciones. Desde la perspectiva de Weber, la evidencia de que el protestantismo es significativo se funda en la observación de los países cuyos sistemas religiosos están mezclados. Al fijarse en tales países, descubrió que los líderes del sistema económico –los grandes magnates, los dueños del capital, los trabajadores altamente especializados y el personal tecnológica y comercialmente más preparado- eran todos predominantemente protestantes. Esto quería decir que el protestantismo fue una causa significativa en la elección de esas profesiones y a la inversa, que otras religiones (por ejemplo, el catolicismo romano) fracasaron en la producción de sistemas ideológicos que impulsaron a los individuos hacia esas vocaciones. Desde la perspectiva de Weber, el espíritu del capitalismo no se define sencillamente por medio de su voracidad económica: muchas veces es justamente lo contrario. Es un sistema ético y moral, un ethos que, entre otras cosas, subraya el éxito económico. De hecho, lo que ha sido decisivo en el mundo occidental ha sido precisamente el intento de convertir el beneficio en un ethos. En otras sociedades, la persecución del beneficio se ha visto como un acto individualista motivado, al menos en parte, por la avaricia y, por tanto, considerado por algunos como moralmente sospechoso. Sin embargo, el protestantismo ha logrado con éxito convertir esa búsqueda de beneficios en una cruzada moral. Fue el apoyo del sistema moral el que condujo a esta expansión sin precedentes de la búsqueda de provecho y, en última instancia, al sistema capitalista. En un nivel teórico, al acentuar las relaciones entre un ethos (el protestantismo) y otro (el espíritu del capitalismo), Weber fue capaz de mantener su análisis en el nivel de los sistemas de ideas. El espíritu del capitalismo se puede considerar como un sistema normativo que implica diversas ideas interrelacionadas. Por ejemplo, su objetivo consiste en infundir “una actitud que persiga el beneficio racional y sistemáticamente” (Weber, 1940-05/1958: 64). Además, predica la renuncia a los placeres terrenales: “Si ves a un hombre solicito en su trabajo, debe estar antes que los reyes” (Weber, 1900-05/1958: 53). El espíritu del capitalismo lleva también implícitas ideas 158 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA como “el tiempo de dinero”, “sé laborioso”, “sé frugal”, “sé puntual”, “sé próspero” y “ganar dinero es un fin legitimo en sí mismo”. Sobre todo, aparece la idea de que es un deber de las personas incrementar constantemente su riqueza. Esto sitúa al espíritu del capitalismo fuera del espacio de la ambición individual y dentro de la categoría de los imperativos éticos. Aunque Weber admitía que en China, India, Babilonia, en la Antigüedad clásica y durante la Edad Media existió otro tipo de capitalismo (por ejemplo, el capitalismo aventurero), fue diferente al capitalismo occidental, principalmente porque carecía de ese “ethos particular” (1904-05/1958: 52). A Weber no le interesaba simplemente describir este sistema ético, sino también explicar sus derivaciones. Pensaba que el protestantismo, y en particular el calvinismo, fue crucial para el nacimiento del espíritu del capitalismo. El calvinismo ya no fue imprescindible para la perpetuación de dichos sistemas económicos. De hecho, el capitalismo moderno, dada su seglaridad, se opone en muchos sentidos al calvinismo y a la religión en particular. El capitalismo de hoy día se ha convertido en una entidad real que combina normas, valores, mercado, dinero, y leyes. Se han vuelto, en términos de Durkheim, un hecho social que es externo y coercitivo para el individuo. Weber afirmaba: El orden económico capitalista actual es como un cosmos extraordinario en el que el individuo nace y al que, al menos en cuanto individuo, le es dado como un edificio prácticamente irreformable en el que ha de vivir y al que impone las normas de su comportamiento económico, en cuanto que se halla implicado en la trama de las relaciones de mercado. (Weber, 1904-05/1958: 54) Otro punto de interés aquí es el hecho de que los calvinistas no trataran conscientemente de crear un sistema capitalista. Según Weber, capitalismo fue una consecuencia imprevista de la ética protestante. El concepto de consecuencia imprevista tuvo una gran significación en la obra de Weber, pues pensaba que lo que los individuos y los grupos se proponían con sus acciones solía producir consecuencias distintas de sus intenciones. Aunque Weber no se detuvo a explicar este punto, si parece relacionado con la idea teórica de que la gente crea ciertas estructuras sociales, pero que esas estructuras pronto toman vida por si mismas, hasta el punto de que sus creadores tienen poco o ningún control sobre ellas. Dada esa falta de control, estas estructuras pueden desarrollarse en una gran variedad de direcciones no previstas. La línea del pensamiento de Weber llevó a Arthur Mitzman (1970) a argumentar que Weber había creado una sociología de la reificación. Las estructuras sociales reificadas pueden moverse en direcciones imprevistas, como Marx y Weber mostraron en sus análisis de su capitalismo. El calvinismo y el espíritu del capitalismo. El calvinismo constituye la versión del protestantismo que más le interesaba a Weber. Una de las características del calvinismo es la idea de sólo es elegido para la salvación un pequeño numero de personas. El calvinismo implicaba por ende la idea de predestinación: las personas estaban predestinadas a estar o bien entre las que se salvarían o bien entre las que se condenarían. No hay nada, ni el individuo ni la religión como un todo, que pueda alterar ese destino. De esta forma la idea de predestinación mantiene al individuo con la duda de sí esta o no entre los que se celebran. Para reducir esta incertidumbre los calvinistas desarrollaron esta idea de la existencia de signos que indicaban si una persona se salvaría. Las personas están obligadas a trabajar con ahínco, porque si son diligentes descubrirán las señales de salvación señales que se encuentran en el éxito económico. En suma, se insta a los calvinistas a emplearse en una actividad mundana intensa y a convertirse en “hombres de vocación”. 159 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Sin embargo, las acciones aisladas no son suficientes. El calvinismo, en su condición de ética, requería un auto control y un estilo de vida sistematizada que llevaba consigo un conjunto integrado de actividades, sobretodo actividades de negocios. Esto contrasta con el ideal cristiano de la Edad Media, según el cual los individuos deben sencillamente comprometerse cuando la ocasión lo exige, en actos aislados para expiar pecados específicos y para incrementar sus oportunidades de salvación. “El Dios del calvinismo no demanda a sus creyentes buenas obras singulares, si no una vida de buenas obras combinada con un sistema unificado” (Weber, 190405/1958: 117). El calvinismo origino un sistema ético y, en última instancia, una colectividad de capitalistas nacientes al calvinismo “la figura austera y burguesa del hombre que se hace así mismo le merece toda suerte de glorificaciones” (Weber, 1904-05/1958: 163). Weber resumió su propia postura ante el calvinismo y su relación con el capitalismo como sigue: La valoración religiosa del trabajo incesante, continuado y sistemático en la profesión, como medio ascético superior y como comprobación absolutamente segura y visible de regeneración y de autenticidad de la fe, tenía que constituir la más poderosa palanca de expansión del...Espíritu del capitalismo. (Weber, 1904-05/1958: 172). Además de este vinculo general con el espíritu del capitalismo, el calvinismo mantenía también otros vínculos específicos. Primeramente, como ya hemos mencionado, los capitalistas pudieron seguir rudamente sus intereses económicos y percibir que tal propósito no era meramente egoísta, sino que constituía, de hecho, un deber ético. Esto no solamente permitió crueldades sin precedentes en el mundo de los negocios, sino que también acalló a críticos potenciales, que no podían calificar esas acciones como únicamente egoístas. En segundo lugar, el calvinismo proveyó al capitalismo emergente de “trabajadores sobrios, sensatos e inusitadamente industriosos, que se unieron con su trabajo en un propósito de vida encomendado por Dios” (Weber, 1904-05/1958: 117). Con esta fuerza de trabajo, el capitalismo naciente podía lograr un nivel de explotación cuyo alcance no tenía precedentes. En tercer lugar, legitimaba un sistema de estratificación desigual, proporcionando al capitalista “la cómoda seguridad de que la distribución desigual de los bienes de este mundo es una dispensa de la Divina Providencia” (Weber, 190405/1958: 117). Weber también mostró sus reservas ante el sistema capitalista, como ante todos los aspectos del mundo racionalizado. Por ejemplo, remarcó que el Capitalismo tendía a producir “especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón; estas nulidades de imaginan haber ascendido a una nueva fase de la humanidad jamás alcanzada anteriormente” (Weber, 1904-05/1958: 182). A pesar de que en La ética protestante Weber subrayó el efecto del calvinismo en el espíritu del capitalismo, fue consciente de que las condiciones sociales y económicas tuvieron una influencia recíproca en la religión. Prefirió no tratar tales relaciones en su libro, sino dejar claro que su objetivo no consistía en sustituir la explicación materialista unilateral, que atribuía a los marxistas, por una interpretación espiritualista igualmente unidimensional. Si el calvinismo constituyó el factor más importante del ascenso del capitalismo en el mundo occidental, entonces se plantea la siguiente pregunta: ¿Por qué el capitalismo no surgió en otras sociedades? Al esforzarse por responder a tal pregunta, Weber se topó con las barreras espirituales y materiales que impedían el ascenso al capitalismo. Vamos a considerar brevemente el análisis que Weber hace de estos obstáculos en dos sociedades: la china y la india. 160 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La religión y el capitalismo en China. Un supuesto que permitió a Weber comparar China con el mundo occidental es que ambos contaban con requisitos previos para el desarrollo del capitalismo. En China, existía una tradición de intenso espíritu adquisitivo y competencia desprovista de escrúpulos. Existía, asimismo, una gran industria y una gran capacidad de trabajo por parte de la población: había gremios poderosos; la población se expandía y se daba un crecimiento sostenido de la producción de metales preciosos. Con estos y otros requisitos materiales previos, ¿por qué no surgió el capitalismo en China? Como ya hemos recalcado anteriormente, la respuesta general de Weber fue que los obstáculos sociales, estructurales y religiosos en China impidieron dicho desarrollo. Esto no es decir que el capitalismo estuviera totalmente ausente de China. Había prestamistas y proveedores que perseguían altas tasas de beneficio. Pero faltaba el mercado y varios otros componentes de un sistema capitalista racional. Desde la perspectiva de Weber, el capitalismo rudimentario de China “apuntaba hacia una dirección opuesta al desarrollo de empresas corporativas económicas y racionales” (Weber, 1916/1964: 86). Barreras estructurales. Weber enumeró diferentes barreras estructurales del desarrollo del capitalismo en China. En primer lugar, comenzó con la estructura de la comunidad típica China. Los miembros de dicha comunidad se mantenían juntos mediante fuertes lazos de parentesco en forma de sibs. Los sibs se regían por los mas ancianos, que los hacían baluartes del tradicionalismo. Los sibs eran entidades autosuficientes, y tenían poco trato con otros sibs. Esto fortalecía las propiedades de tierras pequeñas y aisladas a una economía basada en el hogar más que en el mercado. La distribución extensiva de la tierra impedía grandes desarrollos tecnológicos, porque las economías de escala eran imposibles. La producción agrícola se mantuvo en manos de los campesinos, la producción industrial en las de los pequeños artesanos. El desarrollo de las ciudades modernas, que se convertirían en los centros del capitalismo occidental, se vio impedido, porque la gente se mantuvo leal a los sibs. A causa de la autonomía de los sibs, el gobierno central nunca fue capaz de gobernar de modo efectivo esas unidades o de amoldarlas a un todo unificado. La estructura del estado chino constituyó una segunda barrera para el ascenso del capitalismo. En muy buena medida se trataba de un estado patrimonial gobernado por la tradición, la prerrogativa y el favoritismo. Según Weber, no existía un sistema racional y calculado de administración y cumplimiento del derecho, necesario para el desarrollo industrial. Había muy pocas leyes formales que cubrieran el campo del comercio, no había autoridad judicial central y se rechazaba el formalismo legal. Este tipo irracional de estructura administrativa constituía un obstáculo al ascenso del capitalismo, como constataba Weber: “La inversión de capital en la industria es demasiado sensible a un gobierno tan irracional y demasiado dependiente de la posibilidad de calcular el funcionamiento de la maquinaria estatal para poder surgir en el seno de una administración de este tipo” (1916/1964: 103). Además de su estructura general, diversos componentes más específicos del estado actuaban contra el desarrollo del capitalismo. Por ejemplo, los funcionarios de la administración burocrática tenían intereses creados de índole material que los hacían oponerse al capitalismo. Dichos funcionarios solían comprar cargos para obtener beneficios, lo que no necesariamente promovían un alto grado de eficiencia. Un tercer obstáculo estructural al ascenso del capitalismo es la naturaleza del lenguaje chino. Desde la perspectiva de Weber, dicho lenguaje militaba contra la racionalidad haciendo difícil el pensamiento sistemático. Permanecía en el mundo de lo “pictórico” y de lo “descriptivo”. El pensamiento lógico también se veía frenado porque el saber intelectual se mantenía sobre todo en forma de parábolas, lo que a duras penas podía ser la base para el desarrollo de un cuerpo acumulativo de conocimiento. 161 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Aunque existen otras barreras estructurales al ascenso del capitalismo (por ejemplo, un país sin guerras o sin comercio transoceánico), un factor clave fue la falta de la “mentalidad” requerida, la ausencia del sistema ideológico necesario. Weber observó los dos sistemas de ideas religiosas de China –confucianismo y taoísmo- y las características de ambos, que impedían el desarrollo del espíritu del capitalismo. Confucianismo. Un aspecto fundamental del pensamiento confuciano fue su empeño en una educación literaria como requisito previo para conseguir cargos y estatus social. Para adquirir un lugar entre los estratos dominantes, una persona tenía que ser miembro de la élite culta. El movimiento ascendente por la jerarquía se basaba en un sistema de ideas que examinaba el saber literario, no el conocimiento técnico necesario para llevar a cabo el trabajo en cuestión. Lo que se valoraba y evaluaba era si la mente individual se empapaba de la cultura y si se caracterizaba por las formas de pensamiento adecuadas a un hombre cultivado. En términos de Weber, el confucianismo acarreaba “una avanzada educación literario-libresca”. Los literatos producidos por este sistema consideraban el trabajo real de la administración como algo inferior, meras tareas que se delegaban en los subordinados. En cambio, aspiraban a audaces juegos de palabras, eufemismos y alusiones a citas clásicas –un tipo de intelectualidad puramente literaria-. Con esta forma de ver las cosas, es fácil comprender por qué a los hombres de letras no les concernía el estado de la economía o las actividades económicas. La visión del mundo de los confucianos llega a ser, en última instancia, la política del estado. Como resultado de ello, el estado chino, se ocupó mínimamente del desarrollo racional de la economía y del resto de la sociedad. Los confucianos mantuvieron su influencia al estar amparados por un decreto constitucional en virtud del cual solo ellos podían servir como funcionarios; los competidores de los confucionistas (por ejemplo, los burgueses, los profetas y los sacerdotes) tenían vedado el acceso al gobierno. De hecho, si el emperador osaba incumplir esta norma, se consideraba que estaba ocasionando un desastre y provocando su inminente caída. Otros muchos elementos del confucianismo impedían el desarrollo del capitalismo. El confucianismo consistía básicamente en una ética de adecuación al mundo, a su orden y a sus convenciones. Más que considerar los logros materiales y la riqueza como un signo de salvación, como hacían los calvinistas, los confucianos sencillamente tendían a aceptar las cosas como eran. El confucianismo no se planteaba la idea de salvación y, de hecho, esta falta de tensión entre la religión y el mundo también contribuía a inhibir el auge del capitalismo. El esnobista confuciano se veía obligado a rechazar la prosperidad económica, porque era algo que practicaban los plebeyos. Trabajar no era una actividad propia de un gentilhombre confuciano, aunque estuviera en juego la riqueza. Participar activamente en una empresa productiva se consideraba una conducta moralmente dudosa e incompatible con el estado confuciano. El objetivo aceptable en un gentilhombre como este era una buena posición, no unos beneficios altos. La ética acentuaba los valores intelectuales de un gentilhombre más que la especialización que pudiera ser útil al desarrollo del sistema capitalista. En suma, Weber sostenía que el confucianismo llegó a ser una canonización petrificada de la tradición. Taoísmo. Weber percibió el taoísmo como una religión mística china, en la cual se consideraba que el bien supremo consistía en estado psíquico, un estado mental, no un estado de gracia que se obtenía según la conducta en el mundo real. Como resultado de ello, los taoístas no actuaban de una forma racional para influir en el mundo exterior. El taoísmo era esencialmente tradicional, y uno de sus dogmas básicos era “no introducir innovaciones” (Weber, 1916/1964: 203). Era improbable que este sistema ideológico produjera grandes cambios, y no digamos uno de la envergadura del capitalismo. 162 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Otro rasgo común entre el taoísmo y el confucianismo es que ninguno de ellos producían suficiente tensión o conflicto entre sus seguidores como para motivarlos a una acción muy innovadora en este mundo: La religiosidad china no podía producir ni en su estado de funcionarios cultos ni en sus aspectos taoístas motivos suficientemente fuertes para una vida religiosamente orientada para los individuos, como representaba el método puritano. Ambas formas de religión carecían incluso de los trazos de la fuerza satánica o del diablo contra el que el chino pío pudiera resistirse en busca de la salvación. (Weber, 1916/1964: 206) Al igual que en el confucianismo, no hay en el taoísmo una fuerza inherente que impulse a los actores a tratar de cambiar el mundo o, más específicamente a construir un sistema capitalista. La religión y el capitalismo en la India. Bastarían para nuestros propósitos unas breves consideraciones del pensamiento weberiano (1916-17/1958) sobre la relación entre la religión y el capitalismo en la India. Su argumentación, si bien no en detalle, es paralela a la del caso de China. Por ejemplo, Weber mencionó las barreras estructurales del sistema de castas (Gellner, 1982:534). Entre otras cosas, dicho sistema erigió barreras infranqueables a la movilidad social y tendió a regular incluso el más mínimo aspecto de la vida de las personas. El sistema ideológico de los brahmanes tenía varios componentes. Por ejemplo, se esperaba que los brahmanes evitaran las profesiones ordinarias y cumplieran con la elegancia en las formas y la conducta adecuada. La indiferencia en los asuntos mundanos del mundo terrenal era la idea principal de la religiosidad de los brahmanes. Estos también ponían énfasis en una clase de educación altamente literaria. Aunque ciertamente había importantes diferencias entre ellos, el ethos de los brahmanes, al igual que el de los literatos confucianos, presentaba barreras insalvables para el surgimiento del capitalismo. La religión hindú suponía barreras ideológicas similares. Su idea clave era la reencarnación. Para un hindú una persona ha nacido en la casta que merece en virtud del comportamiento en su vida pasada. A pesar de esta adherencia llena de fe al ritual de las castas, el hindú debe hacer meritos para su próxima vida. El hinduismo, a diferencia del calvinismo, era tradicionalista en el sentido de que la salvación debía ser adquirida mediante el fiel seguimiento de las normas; la innovación, en particular en el campo de la economía, no podía conducir a una casta más alta en una próxima vida. La actividad en este mundo no era importante, porque el mundo se ve como una morada transitoria y un impedimento para la indagación espiritual. De ésta y de otras muchas formas, el sistema ideológico que se asocia al hinduismo no consigue producir el tipo de personas que puedan crear un sistema económico capitalista y, de modo más general, una sociedad ordenada racionalmente. Resumen Max Weber ha tenido mucha más influencia en una amplia variedad de teorías sociológicas que cualquier otro teórico de la sociología. Esta influencia puede ser tachada de sofisticada, compleja y algunas veces incluso de confusa. A pesar de estos problemas, la obra de Weber representa una fusión notable de la investigación histórica y la teoría sociológica. Abrimos el capítulo con un análisis de las raíces teóricas y las orientaciones metodológicas de la teoría weberiana. Vimos que Weber, en el curso de su carrera, se trasladó 163 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA progresivamente de la historia a la sociología, hasta la fusión de ambas; es decir, hacia el desarrollo de una sociología histórica. Uno de sus conceptos metodológicos más críticos fue el de verstehen. Aunque suele ser interpretado como un instrumento para el análisis de la conciencia individual, en manos de Weber llegó a ser más bien una herramienta científica para el análisis de las restricciones estructurales e institucionales que actúan sobre los actores. También hemos analizado otros aspectos de la metodología weberiana, incluyendo su tendencia a pensar en términos de causalidad y a utilizar los tipos ideales. Además, examinamos su análisis de las relaciones existentes entre los valores y la sociología. El núcleo de la sociología weberiana se sitúa en su sociología sustantiva, no en sus declaraciones metodológicas. Aunque Weber basaba sus teorías en sus reflexiones sobre la acción social y las relaciones sociales, las macro estructuras y las instituciones sociales constituyeron su mayor empeño. Tratamos especialmente su análisis de las tres estructuras de autoridad —legal, tradicional y carismática. En el contexto de la autoridad legal, tuvimos en cuanta sus planteamientos sobre la burocracia típico-ideal y demostramos como usaba esa herramienta para profundizar en los otros dos tipos de autoridad, la tradicional y la carismática. El concepto de carisma es capital en la obra de Weber. No solo clarificó su sentido en tanto que estructura de autoridad, sino que también se centró en los procesos por los que se produce tal estructura. Aunque su trabajo sobre estructuras sociales —como la autoridad— es importante, es en el nivel cultura, en su análisis de la racionalización del mundo, donde aparecen las profundidades más relevantes de Weber. Este acuñó la idea de que el mundo va siendo cada vez más dominado por las normas y valores de la racionalización. En este contexto hemos analizado el estudio de Weber de la economía, el derecho, la religión, la política, la ciudad y las formas de arte. Weber argumentaba que la racionalización estaba atravesando rápidamente todas las instituciones en el mundo occidental, mientras había importantes obstáculos para que este proceso se diera en el resto del mundo. El pensamiento weberiano sobre la racionalización y otros varios elementos de su obra quedan ilustrados por la relación entre la religión y el capitalismo. En un primer nivel, esto supone una serie de estudios sobre la relación entre las ideas (religiosas) y el desarrollo del espíritu del capitalismo y, en última instancia, del capitalismo mismo. En otro nivel, está el estudio de cómo se desarrolló un sistema religioso característicamente racional (el calvinismo), que jugó un papel clave en el nacimiento de un sistema económico racional (el capitalismo). Weber estudió asimismo otras sociedades en las que encontró sistemas religiosos (confucianismo, taoísmo e hinduismo), que inhiben el crecimiento de un sistema económico racional. Esta vuelta majestuosa sobre la historia de muchas partes del mundo nos ayuda a dar a la teoría de Weber un significado duradero. 164 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA TERCERA UNIDAD RETOS ACTUALES DE LA SOCIOLOGÍA EN LA ETAPA INDUSTRIAL Y POSINDUSTRIAL 165 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA INTRODUCCIÓN Margarita Calvo Aguilar Samuel F. Velarde* En esta tercera unidad se pretende que los alumnos aborden de manera accesible y concreta los retos actuales de la Sociología. En las dos primeras unidades, se plantearon los orígenes y los principales postulados de los clásicos del pensamiento sociológico respectivamente; como base para entender esta unidad que nos acerca con mayor perspectiva a las problemáticas contemporáneas de la Sociología. La sociedad actual se nos presenta como un gran conglomerado, lleno de actores sociales distintos y que además han construido sus propios espacios de participación y convivencia; asimismo han surgido fenómenos sociales con nuevos matices susceptibles de poder interpretarse de manera diferente. La violencia en las sociedades modernas se ha convertido en una manifestación casi natural del individuo, por un lado, por la excesiva multiplicación de la pobreza y, por el otro, una constante decadencia de los sistemas sociales que han motivado a que el ser humano haga de la violencia una de sus principales manifestaciones humanas, un “homo lupus” (hombre lobo diría Fromm) que se vuelve contra el mismo hombre. Pero también incluimos en esta parte, el quehacer del poder, su significado y quehacer que en mucho es el que cincela a los sistemas sociales, el que permite o no la participación de los sectores sociales. De manera tal vez modesta pero rica en contenido, se pretende que los alumnos se acerquen a esta importante actividad de analizar el poder a través de lo político, pero de igual manera desde un punto de vista sociológico. Finalmente, esta unidad desea que los alumnos tengan la posibilidad, aunque sea breve; de comentar sobre la libertad, la urbanización, las ópticas sociológicas sobre la realidad Latinoamérica y todo aquello adyacente a estas problemáticas. Siendo realistas, tal vez la unidad y sus contenidos queden demasiado cortos para las problemáticas planteadas, sin embargo, esperamos que en un futuro los contenidos se vayan revisando para ir satisfaciendo las necesidades del alumno a partir del análisis sociológico. * Docentes del Programa de Licenciatura en Sociología y de la materia de Introducción a la Sociología. 166 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA SOCIOLOGÍA Y CONTINGENCIA: LA CRISIS DE LA MODALIDAD DE LA REPRESENTACIÓN ORGANIZADA Peter Wagner. Capitulo IX Sociología y contingencia: la crisis de la modalidad de la representación organizada en Sociología de la Modernidad, editorial Herder, Barcelona, 1994, pp. 245-264. Capítulo IX Desafiar a la modernidad organizada En el capítulo anterior he intentado caracterizar el gran cambio social que se está realizando desde los años sesenta y que ha implicado el desmoronamiento de muchas de aquellas formas de organización de prácticas sociales que se habían ido formando a lo largo de prolongados y a veces violentos enfrentamientos entre los inicios del siglo y la década de los sesenta. En el transcurso de aquel cambio se produjo, en fechas tempranas, un acontecimiento al que muy pronto se le atribuiría un hondo significado, aunque existe poco acuerdo acerca de los aspectos a los que debe su importancia. La relevancia que llegó a adquirir en la memoria de las sociedades occidentales puede deducirse del hecho de que a aquel suceso se le asignó una breve denominación que es inmediatamente comprendida por muchos de los miembros de estas sociedades: mayo del 68. Los hechos reales deberán parecerle por fuerza poco significativos a cualquier observador imparcial. Algunos miles de estudiantes habían llegado a una serie de conclusiones sobre cuestiones de la vida práctica distintas de las defendidas por todos los grandes partidos políticos. Y cuando advirtieron que no se concedía a sus razonables opiniones la atención que merecían, pasaron a la acción directa en varias universidades y ciudades. Curiosamente, aquellas agitaciones estudiantiles coincidieron en algunos países con una oleada de enfrentamientos laborales de una violencia superior a los niveles habituales del decenio anterior. No faltaron, por supuesto, activistas, tanto por el lado de los estudiantes como de los obreros, que intentaron hacer confluir los dos movimientos en un solo frente, pero se podía razonablemente argumentar que, en definitiva, aquellas luchas tenían muy poco en común, de modo que cualquier tipo de coalición acabaría forzosamente en fracaso. Aunque no parece demasiado desencaminada esta descripción, lo cierto es que despertó poco eco entre los contemporáneos. Se rumoreaba en Francia que el Presidente de la República planeaba huir del país, al modo como lo había intentado el rey en los días de la Revolución. En Estados Unidos, la Guardia Nacional ocupó los campus universitarios. Algunos estudiantes cayeron abatidos por las balas. En Italia había quienes consideraban que el país se hallaba al borde de una revolución social y algunos grupos de la clase política preparaban en secreto un golpe de Estado que abriera las puertas a una dictadura militar para poner fin a las agitaciones. Desde la perspectiva actual, todas aquellas reacciones producen la impresión de haber sido extremadamente desorbitadas. Al parecer, tanto los manifestantes como las élites actuaban movidos por simbologías políticas que tendían a magnificar el alcance de los acontecimientos y eran incapaces de señalar la orientación de sus probables repercusiones. Ambos bandos compartían una concepción de los conflictos sociales y de la revolución social incompatible con las democracias capitalistas avanzadas. Los dos consideraban, además, que el orden existente era, en principio, totalmente inexpugnable: un peligro o una esperanza, según los puntos de vista. A partir de estas 167 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA concepciones, se ha formado una imagen mítica del “sesenta y ocho” que pervive hasta nuestros días. Pero parece, en cambio, que son muy débiles las imágenes llegadas hasta nosotros acerca de las causas, las metas y los efectos de aquellas agitaciones (Cf. Fraser y otros 1988; Levitt 1984, entre otros). Esto explica que el balance histórico cause a primera vista una impresión paradójica y contradictoria. En ninguna parte se modificaron las instituciones sociales hasta tal punto que se pueda establecer una conexión inequívoca e inmediata con las reclamaciones de los manifestantes o con la fuerza de sus movimientos. Y, sin embargo, aquellos acontecimientos están relacionados con la eclosión del orden social del que sólo fueron uno de los elementos más visibles. No puedo añadir nuevos conocimientos básicos a la historia de aquellos hechos, pero sí querría esbozar los perfiles de una interpretación que los sitúa en el contexto de cambios sociales de mucho mayor calado. Las revueltas significaron una profunda perturbación de las prácticas sociales establecidas y, lo que es aún más importante, cuestionaron radicalmente las racionalidades de algunas de aquellas prácticas. A través de la modalidad de la representación que he bosquejado en páginas anteriores (capítulo VII), se había llegado a una común comprensión del orden social como entramado estable y coherente justamente en el momento en que los hijos y las hijas de los miembros activos de las élites se atrevieron a poner en duda la validez de aquel cuadro. Aunque de hecho casi ninguna práctica fue bloqueada más que por breve espacio de tiempo, fue este carácter perturbador el que confirió a las protestas tan alto significado para el ocaso de la modernidad organizada. La manera autocomplaciente e imperturbada con que las élites venían desarrollando las prácticas organizadas, a modo de una especie de orden natural evidente, proporcionó a la protesta temas específicos para cada lugar y situación. En Alemania, se rechazaron los complementos a la Ley Fundamental sobre calamidades públicas porque se les tenía por señal de que los controles y la represión de la articulación política acabarían por prevalecer sobre los derechos civiles – y esto, además, en un momento en el que apenas se había llevado a cabo una seria autorreflexión crítica acerca del nacionalsocialismo como la peculiar vía alemana hacia la modernidad organizada. En Francia y en Italia, una parte sustantiva de las protestas se dirigía también contra los partidos comunistas, a quienes se les reprochaba haber aceptado el puesto de oposición institucional que se les había asignado en la democracia organizada. Mientras que era evidente que las protestas iban dirigidas contra las modalidades de la organización de las prácticas modernas, no se veía con igual claridad qué alternativas propugnaban los grupos que encarnaban las protestas. Respecto de algunos de ellos habría que confesar que enarbolaban programas muy contradictorios. En otros, pudo comprobarse que los efectos reales de la revuelta sobre la sociedad fueron muy distintos de lo que se intentaba. Desde el punto de vista de las élites, la protesta encerraba la amenaza de que los obreros y estudiantes pudieran alzarse como un nuevo sujeto antielitista de la sociedad, con poder y voluntad suficiente no sólo para conmocionar durante algún tiempo las prácticas organizadas de la participación, sino para crear de nuevo, y desde abajo, una capacidad de acción política colectiva basada en una renovada movilización. En esta concepción se inspiraron de hecho los diferentes partidos comunistas y socialistas de nueva creación. Y es innegable que en la cabeza de algunos manifestantes y de sus adversarios estaba firmemente enraizada la idea de que una vanguardia decidida podría alzarse con el poder y transformar la sociedad. Pero apenas puede afirmarse que fueran estas ideas el elemento característico del movimiento considerado en toda su amplitud. Además, la temprana disgregación de algunos de los componentes del movimiento en grupos, en general minúsculos y sectarios, cada uno de los cuales elaboraban y defendía su propia rígida ortodoxia, señalaba ya una importante escisión entre dos tendencias diferentes. En esencia, los programas de todos estos grupos insistían en el 168 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA proyecto colectivo de una revolución social, con la consiguiente reestructuración de la sociedad. Las prácticas en el interior de los grupos exigían a menudo de sus miembros la renuncia a la privacidad y a la individualidad en aras del bien colectivo. El retorno, con rasgos de fe religiosa, a las concepciones tradicionales del cambio y la revolución social puede ser interpretado como una búsqueda de certezas acerca de los objetivos a los que dedicar la vida y de líneas claras para conseguirlos.109 Mientras que todos los grupos proclamaban abiertamente la exigencia —dicho en términos políticos— de una renovación total de la sociedad, en la práctica predominaban los intereses de los grupos sobre una comunicación verdaderamente política. La múltiple variedad de los proyectos y la falta de disposición a unir las fuerzas indican la existencia de una auténtica pluralidad dentro del movimiento y, lo que es más significativo, la gran importancia que los grupos pequeños concedían a la preservación de su identidad, en lugar de renunciar a ella en favor de un proyecto colectivo mayor o de suavizar al menos los controles en esta cuestión. Si se entiende la actual situación de “socialidad postmoderna” (Maffesoli, 1988) como coexistencia de diferentes “tribus”, dentro de las cuales cada individuo podía encontrar y crear su identidad social, entonces esta descripción les cuadra a menudo mejor a los grupos posteriores al sesenta y ocho que la definición que ellos mismos ofrecían de su proyectos político. La diferencia esencial respecto a los grupos “postmodernos” consiste en que el lenguaje utilizado por aquellos grupos era (¿todavía?) político. Dicho con otras palabras, debería entenderse que la protesta se componía de dos elementos que, en aquellos días, parecían derivarse el uno del otro pero que una mirada más atenta descubre que son contradictorios. El primero de ellos, la protesta contra la sociedad organizada, pedía el cese de las prácticas colectivas establecidas. El segundo incluía el proyecto de la nueva creación de un sujeto colectivo, de una liberación mediante un “sujeto histórico esencialmente nuevo” (Marcuse, 1967, p. 263). De los dos elementos, el más fuerte era, a todas luces, el primero. Con mirada retrospectiva, la insistencia en el pluralismo y la diversidad fue mucho más importante y persistente que la idea pasajera de la renovación colectiva. A veces se califica al “sesenta y ocho” de “revolución cultural”, para diferenciarla de un proyecto de revolución política (Cf. Kondylis, 1991, p. 232). Habría sido una revolución cultural hecha en nombre de la individualidad, de la modernidad liberal, y en contra de la imposición de cualquier tipo de orden previamente establecido. En su versión radical, se plantaba la exigencia de autonomía en el sentido fuerte de que todo individuo de cada nueva generación puede considerar no sólo los órdenes adscriptivos y naturales, sino también las convenciones sociales de la generación anterior como imposición heterónoma y limitación de las posibilidades de elegir su personal senda en la vida.110 Pero por encima de su especial significación en el contexto de la crisis de la modernidad organizada, hay una razón más general que explica por qué la reflexión sobre los acontecimientos de 1968 puede contribuir a una sociología de la modernidad. Como se ha observado antes (capítulo II), se presenta a menudo la historia de la modernidad como un crecimiento constante de la contingencia. Se destruiría la tradición, la comunidad, la unidad del mundo, hasta quedar todo reducido al individuo aislado, o incluso hasta que este supuesto individuo quedara desmenuzado en fragmentos. En la mayoría de las variantes de estos razonamientos se cree que, al fondo de este proceso, actúa un fenómeno abstracto, anónimo, suprahumano. Podría sintetizarse en la imagen de Marx de que todo lo existente se evapora en el tema común de todas estas ideologías, a Además de todo esto —pero no sin conexión con los problemas políticos públicos—, la formación de aquellos grupos, pequeños y cerrados, remite a la búsqueda, por parte de muchos estudiantes, de un nuevo hogar, fuera de su familia de origen (Cf. También Lyotard 1991, 47). 110 En este sentido, el movimiento de 1968 preparaba ya de hecho el camino a los años ochenta. Para describir las características sociológicas de estos últimos se han utilizado, en efecto, conceptos como nuevo individualismo, hedonismo, narcisismo, los años de la impetuosidad, etc. 109 169 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA condición de que no se pase por alto que bajo estos acontecimientos Marx veía la interacción de personas reales, a saber, de los ciudadanos, y que también advertía —al menos en 1848— que estas actividades ciudadanas eran parte de aquel proyecto general de la Ilustración que capacitaba a los hombres para realizar su yo en sus propios proyectos de vida. En esta perspectiva, se puede interpretar al capitalismo como una realización muy específica de los proyectos de vida de los miembros de una clase en la sociedad a costa de todos los restantes. Las limitaciones impuestas por la modernidad liberal restringida hacían que esta interpretación pareciera posible y probable. Pero no es fácil defender esta idea en situaciones en las que todos los hombres están plenamente incluidos y se ha impuesto la igualdad formal de derechos. Las actuales sociedades occidentales se siguen caracterizando, por supuesto, por desigualdades e injusticias de todo tipo, y con excesiva frecuencia se aducen razones sociales para justificar la persistencia de estas situaciones. Toda una serie de conflictos sociales posteriores al 1968 están marcados por la lucha contra estas desigualdades, reproducidas a través de la modernidad liberal restringida y de la modernidad organizada. La aparición de los movimientos feministas en pro de la “igualdad de derechos” ofrece un ejemplo paradigmático. Pero a partir de los años sesenta comenzó a modificarse la orientación de la crítica social en las sociedades occidentales. Tal como he intentado mostrar con detalle, hubo que pagar, por las conquistas de la sociedad organizada, el precio de la implantación de estrechos límites y convenciones. La herramienta intelectual esencial de la crítica actual es haber advertido que estas convenciones son una construcción social. Puede así hacerse patente que a menudo no hay al fondo de las normas de un orden político ningún sólido fundamento, aunque hayan sido impuestas y sean empleadas de forma generalizada (Cf. Derrida 1991). De este razonamiento puede brotar la exigencia política del derecho a la diferencia -a ser diferente y a ser tratado como tal. Una vez más, también aquí los movimientos feministas ofrecen el ejemplo más destacado: en ellos, en efecto, se pone el acento en la identidad y en la diferencia de los sexos. Ha resultado ser tarea difícil elaborar estas exigencias a partir de las normas de la modernidad organizada. Podría decirse que la disolución de todo lo existente -una actividad que ya había sido iniciada, aunque con alcance limitado, por la burguesía-ahora se lleva adelante a partir de una base social mucho más amplia. Desde el punto de vista de los que la impulsan, se trata de una parte del proyecto de la autorrealización. El hecho mismo de que se consideren los acontecimientos de los años sesenta como una revolución cultural indica hasta qué punto las repercusiones disolventes de la modernidad dependen de las acciones humanas y no de poderes abstractos y cómo —en una determinada situación histórica— esta disolución puede ser incluso un proyecto social explícitamente formulado y colectivamente impulsado en nombre de la modernidad. Desplazo a un momento posterior el análisis de las consecuencias políticas a medio plazo de estos acontecimientos (Cf. Capítulo XI). Bastará, por ahora, con constatar que esta revolución cultural proporcionó un firme impulso, en más de un aspecto poco menos que ilimitado, hacia la desconvencionalización y el restablecimiento de la ambivalencia en un orden social que había sido conceptualizado como supraconvencional y rechazaba toda libertad de acción que no fluyera por cauces previamente marcados. Casi de inmediato, el cuestionamiento del orden de las prácticas se amplió para incluir al orden de la representación. Y también muy pronto, esto llevó a poner en duda la posibilidad misma de la representación. Contra la modalidad objetivista de la representación El año 1961, la Sociedad Italiana de Sociología celebró un congreso en Ancona bajo el lema “Los sociólogos y los centros de poder”. La mayoría de las colaboraciones presentaban a la sociología como una ciencia que había llegado a su madurez en el nivel teórico. Habría echado cimientos científicamente fiables para la comprensión de la sociedad moderna y estaría, por consiguiente, 170 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA dispuesta a poner estos conocimientos a disposición de los políticos para mejorar la situación social. Diez años más tarde, la Sociedad celebró un nuevo congreso, esta vez en Turín, para reflexionar sobre las experiencias del tiempo transcurrido. El lema era ahora “la crisis de los métodos sociológicos”: Uno de los asistentes describió el contraste entre ambos encuentros con las siguientes palabras: “El clima de los debates había sufrido un giro radical. En el congreso de Ancona dominaba la segura confianza de que la sociología no sólo podía contribuir al conocimiento, sino también a la renovación de la sociedad italiana. [...] El congreso de Turín estuvo, en cambio, presidido por las dudas, por una difusa preocupación por el porvenir de la sociología” (Rossi 1972, 13). Este cambio repentino fue particularmente acusado en Italia, pero los sociólogos de la mayoría de los países occidentales habían vivido parecidas experiencias. Los más conocidos escritos sociológicos de aquella época se concentraban en reflexiones sobre la situación de la disciplina. En casi todos ellos se ponían en duda certezas otrora indiscutidas, en especial en lo referente a la posibilidad de la representación objetivista de la sociedad como unidad con estructuras y funciones básicas fijas. Menciono aquí, con fines meramente ilustrativos, el Coming Crisis of Sociology de Alvin W. Gouldner, la controversia de Jürgen Habermas con Niklas Luhmann en torno a los debates sobre el positivismo, la sociología, en lenta gestación, de Alain Touraine sobre los movimientos sociales, el Entwurf einer Theorie der Praxis de Pierre Bourdieu, la Alternative Soziologie de Franco Ferrarotti y la Soziologie in der Waagschale de Johan Goudsblom. En muchas —aunque no en todas— de estas reflexiones teóricas se trazaba una línea explícita de conexión con los cambios de las percepciones políticas. Pero eran aún más frecuentes las afirmaciones en torno a las relaciones entre la sociología por un lado y la política y la sociedad por otro, que destacaban la interconexión de las modalidades de la representación política y las de la representación cognitiva. Puede citarse como ejemplo la siguiente afirmación de un conocido sociólogo norteamericano, fechada el año 1971: “Al igual que varias naciones europeas, también los Estados Unidos cruzaron durante los años sesenta una era de protesta. La crisis de autoridad de aquí derivada parecía despejar el camino hacia cambios radicales en los sistemas políticos de estos países. Hoy ya no es posible escribir sobre los fundamentos del Estado de bienestar con aquella actitud acrítica adoptada en los años sesenta por los sociólogos políticos, entre otros S. M. Lipset y William Kornhauser, y por muchos politólogos —por ejemplo Harry Eckstein, Gabriel A. Almond y Sydney Verba— por aquella misma época” (Hancok y Sjoberg 1972, VII). En estas y otras muchas tomas de posición de aquel tiempo se insistía en la necesidad de someter a una crítica radical la conceptualización de los fenómenos sociales. Se confiaba en que estaban ya a la puerta “cambios políticos fundamentales” y que en el contexto de estas modificaciones sería no sólo posible, sino necesaria, una reconceptualización analítica de la sociedad. Puede estudiarse esta conexión histórica entre la representación política y la cognitiva de manera análoga a como se hizo a propósito de la crisis de la vertiente del siglo pasado, en cuyo contexto había surgido la sociología clásica como un discurso sobre la sociedad mucho más reflexivo que la precedente teoría social evolucionista y determinista. En aquellos años fue ganando cada vez más terreno la idea de que las concepciones liberales postilustradas y sus derivaciones económicas y sociológicas no eran las adecuadas para comprender los cambios que se estaban registrando en las prácticas sociales. Ni siquiera los intentos de autores como Weber o Durkheim por llevar adelante esta tradición bajo formas revisadas les parecieron convincentes a la siguiente generación. Se desmoronó, pues, la tradición sociológica (capítulo VII). A partir de los últimos años setenta del siglo XX, perdieron de nuevo capacidad de atracción los modelos funcionales y estructurales de la sociedad frente a los 171 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA movimientos de protesta política y las crisis económicas, hasta cierto punto imprevisto. 111 Y, también aquí, puede decirse que los sociólogos que habían rechazado inicialmente, y con razón, aquellos modelos, fracasaron en su intento por desarrollar una alternativa que tuviera un parecido carácter global. Pero existen claras diferencias entre ambas situaciones, debido a que el debate sociológico se mantiene hoy con mucha mayor perseverancia. Este hecho puede explicarse como consecuencia de la sólida implantación institucional de las ciencias sociales en las universidades y centros de investigación, merced a la cual se cumple una importante condición para asegurar la continuidad de una disciplina. Esta continuidad significaba, en efecto, que podían desarrollarse —y que se desarrollarían— reflexiones sobre las teorías, los conceptos y los métodos en el supuesto general de la posibilidad de una sociología. Bajo ambos aspectos pueden entenderse la mayoría de aquellos intentos como ejercicios de tipo reflexivo. Por un lado, los sociólogos entraron de nuevo en un período en el que parecía de todo punto necesario volver a repensar las prácticas cognitivas del pasado para poder llevar adelante su propio proyecto. Por otro, reconocieron (o redescubrieron) el carácter reflexivo de este mismo proyecto. Intentaban, en efecto, explicar un mundo cuyos habitantes habían dado desde antiguo sus propias interpretaciones de aquel universo. Estas interpretaciones debían entrar inevitablemente a formar parte de los estudios de los sociólogos, que eran observadores y al mismo tiempo parte constitutiva de este mundo. Si esperamos de la sociología la creación de un espacio cognitivo único y general para la comprensión del mundo social, puede comprobarse que ya durante el período de la hegemonía del funcionalismo estructuralista de los años cincuenta y sesenta, existía una idea parecida, pero que nunca pudo restablecerse nada similar tras el hundimiento de esta hegemonía. Y puede advertirse una vez más que al fondo de las dudas acerca de la validez de la propuesta actual, el problema principal consiste en elaborar una teoría ontológica y metodológica convincente capaz de entender en sí mismas y en sus respectivas y mutuas relaciones las acciones humanas y el amplio conjunto de prácticas sociales generalizadas al que normalmente se llama sociedad. En los años ochenta todavía se hablaba del “ocaso de los grandes paradigmas teóricos” o del “interregno” como las características de la sociología (Pollak 1983, 9; Wiley 1985). Prácticas sociológicas tras la segunda crisis de la modernidad De todas formas, las prácticas sociológicas siguieron conservando su vigencia. Es preciso repasar brevemente sus continuidades antes de plantearse la pregunta radical de la posibilidad misma de la sociología. Entre los sociólogos en activo se daban cuatro principales tipos de respuestas frente al desafío cognitivo. Se distinguen claramente entre sí por el grado de profundidad con que abordan la crisis y por los aspectos a los que pretenden dar respuestas.112 a) Tal vez la respuesta más difundida a la crisis de representación haya sido la minimalista, que propongo dominar reacción cero. Quisiera recordad aquí que incluso durante la etapa del predominio de la síntesis de Merton, la mayoría de las actividades sociológicas consistían en estudios empíricos con escasas dosis de ambición teórica. Lo único que se esperaba es que aquellas aportaciones pudieran contribuir en algo, por poco que fuera, a la construcción del gran edificio. Era un tipo de actividades que se podía seguir cultivando si dificultades incluso mucho tiempo después de haber sido abandonado el proyecto de construcción. A falta de otras razones, bastaba para mantenerlas la simple existencia de una profesión sociológica bien 111 El estructuralismo neomarxista constituye una excepción, en cuanto que parece ofrecer una intelección de las rigideces y las fricciones en la sociedad y la política y, con ello, de los límites del reformismo. Pero en los años setenta perdió capacidad de atracción, incluso entre los movimientos de la oposición, debido precisamente, y no como última razón, a sus propias rigideces. 112 Esta tipología no tiene más apoyo que mis propias observaciones de campo y no debe albergar ninguna otra finalidad que la de abrir espacio a la búsqueda de una respuesta adecuada. 172 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA establecida en la sociedad, de amplio alcance y dotada a medias -y no era ésta la menor explicación- de su propio aparato administrativo. No tengo, por supuesto, la intención de excluir que hay en nuestros días sociólogos que advierten y lamentan las incertidumbres teóricas y metodológicas. Pero sospecho que es mayor el número de los que se sienten más bien aliviados porque, en las presentes circunstancias, se haya reducido considerablemente la obligación de argumentar, razonar y justificar sus propios procedimientos. En la fase de la hegemonía, los trabajos individuales se valoraban de acuerdo con su aportación al gran corpus científico. En la fase de la protesta se planteaba la pregunta de la conexión entre la teoría y la metodología por un lado y la auténtica realidad social por el otro. Un investigador debía, pro ejemplo, dar respuesta a la pregunta de si los resultados obtenidos mediante encuestas estandarizadas en los sondeos de opinión decían realmente algo acerca de la intensidad comparada de la participación política. Hoy día se discute con mucha mayor distensión el tema de la valoración teórica, porque predomina el pluralismo de las perspectivas. E incluso puede obviarse fácilmente el problema metodológico con a simple indicación de que, una vez que ha sido abandonada la idea de la representación de —o incluso de la correspondencia con— la realidad, no se puede ya seguir discutiendo el tema de la idoneidad metodológica. b) Así, pues, frente a la incertidumbre teórica, la reacción cero se refugia en la continuidad metodológica. Pero hay otro enfoque que convierte el cuestionamiento de los fundamentos de la sociología en ocasión de una liberación para el trabajo teórico. Podría hablarse de hipercientificación. Casi se diría que aquí la elegancia intelectual y la coherencia pueden permitirse el lujo de prescindir de la “realidad”. Estas ideologías se han desarrollado de las dos direcciones posibles, como ampliación de las teorías individualistas utilitaristas, al estilo de la Rational Choice (elección racional), una especie de invasión economicista en el campo de las ciencias sociales, o como radicalización de la argumentación sistémica bajo las denominaciones de autoorganización o autopoiesis, en este segundo caso con infusiones de biología y física (para la segunda variante Cf. Krohn y Küppers, 1990). Podría tenerse aquí la impresión de que despacho con excesivo apresuramiento estas dos tendencias hoy de moda. Pero no ha llegado a mi conocimiento ningún argumento convincente de por qué las hipótesis teóricas hasta cierto punto radicales de estas dos ideologías deban ser básicamente más adecuadas para la investigación de la vida social humana que sus anteriores variantes. c) Hay un tercer planteamiento, en realidad más preocupado por la reconsideración de la relación entre la teoría y la praxis que por las reorientaciones puramente teóricas. Enlaza con las firmes suposiciones que predominaron durante los años sesenta sobre la utilización de los conocimientos sociológicos para conseguir un mundo mejor. La hipótesis subyacente a muchas de las interacciones políticas, económicas e industriales declaraba que se alcanzan mejores resultados cuando se aplican los más altos —es decir, los más objetivos— conocimientos científicos. Esta ola racionalizadora alcanzó a la política de los años sesenta bajo la forma, no por muy afirmada menos discutida, de elevar la política a la categoría de ciencia (la llamada “cientificación de la política”). Desde los años setenta, la utilización de expertos científicos para legitimar las medidas políticas empujó a los adversarios o bien a recurrir a sus propios expertos o bien a rechazar la concepción dominante de que la ciencia genera una forma superior de conocimientos. Como resultado, retrocedió la confianza en la ciencia y surgió una pluralización de expertos en diversas especialidades. Recientemente se ha intentado prescindir tanto del modelo de la cientificación como del de la multiplicación de expertos y sustituirlos por conceptos que aborden de una manera específica las interacciones entre los aspectos cognitivos y los políticos. En vez de adherirse o bien a una teoría epistemológica objetivista o bien, por el contrario, a otra basada en los intereses, estos nuevos planteamientos intentan anclar tanto las formas del conocimiento como los procesos de decisión de la política en una interacción discursiva. Esta evolución ha recorrido ya un trayecto tan largo que hoy día se utiliza la etiqueta del “postpositivismo” incluso en el centro mismo de la 173 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA disciplina de la politología (Cf. Dryzek 1990; Lindblom 1990; Wittrock 1991; Weiss 1991; Fischer 1995). Tanto las ciencias sociales como también, y aún más acusadamente, las ciencias políticas han seguido avanzando a buen ritmo a lo largo preferente de las tres formas citadas, pero han abandonado muy buena parte de aquel orgullo que antes las caracterizaba, y han perdido, además, aquella alta estima de que gozaban en la sociedad. Se ha hecho notar a veces que los períodos de florecimiento de las ciencias sociales se han caracterizado también por el amplio apoyo con que contaban sus proyectos en el medio ambiente cultural (Cf. Garin 1961; Asor Rosa 1975, 879s; Pinto 1981; Bourdieu y Passeron 1967). Se quiere decir con ello que los otros campos sociales se mostraban interesados por la sociología y que la joven generación se sentía más atraída por este tipo de actividades que las del pasado. Ambas cosas era sin duda ciertas en los años sesenta, pero aquel ambiente de respaldo cultural desapareció casi por completo en los años ochenta. Si este cuadro retrata fielmente las prácticas de los sociólogos actuales, nos vemos obligados a constatar el desmoronamiento del proyecto de la sociología tal como había sido diseñado en el curso de la historia. Parece que ya sólo quedan unos pocos puntos en el vasto campo de esta disciplina en los que se llevan a cabo intentos globales para el análisis de las prácticas sociales. Estas observaciones prohíben —en contra de lo que algunos hacen— limitarse sencillamente a elogiar la pluralidad y la diversidad hoy día existente o a hablar con ánimo imperturbado de la continuidad y la estabilidad “de la ciencia normal”. Puede objetarse, ciertamente, que tal vez la situación actual sea un simple reflejo de las limitaciones teóricas y metodológicas que pesan sobre la sociología en un período de grandes cambios sociales para los que todavía no se cuenta ni con una correcta comprensión ni con el instrumental adecuado para su investigación. De ser cierta esta interpretación, las ciencias sociales estarían asumiendo la única forma posible que les queda tras haberse desvanecido la esperanza de bosquejar un cuadro adecuado del actual mundo social. Éste fue el contexto intelectual y social en el que apareció el discurso de la postmodernidad, que debe ser entendida como la cuarta respuesta a la crisis de representación.113 d) La sociología de la posmodernidad es la legítima heredera de la sociología de la sociedad postindustrial —podría incluso caracterizarse a los promotores de las ideas citadas en primer lugar como a los hijos que protestan contra el realismo y la autocomplacencia de sus padres. Los postmodernistas suscriben en más de un aspecto los teoremas de lo postindustrialistas y los radicalizan. Donde los postindustrialistas hablaban del crecimiento ilimitado de los conocimientos idóneos, que podrían ponerse al servicio de la reforma social, los postmodernistas ven una caprichosa multiplicidad de conceptos orientados al intervensionismo, valorados única y exclusivamente por su capacidad de rendimiento. Donde los postindustrialistas contemplaban élites dirigentes ilustradas trabajando en los puestos centrales de una sociedad organizada, los postmodernistas no descubren ni posiciones centrales ni ningún tipo de control o guía digno de este nombre, sino simplemente una ampliación de actividades en un mar de simulación. Ni tampoco las masas están —según ellos— funcionalmente incluidas en los subsistemas sociales, emitiendo señales legibles de aprobación o de rechazo, sino que son un todo amorfo, que ha enterrado toda búsqueda de legitimidad bajo toneladas de hiperconformismo.114 Los teóricos de la postmodernidad se comportan respecto a la sociedad postindustrial y al teorema de la modernización de la sociología del mismo modo que los teóricos de la crisis de la modernidad de la vertiente del siglo respecto a la sociedad liberal y a la teoría política liberal. Puede así compararse la sociología de la vida fragmentada de Georg Simmel con el florecimiento del interés por la microsociología y la antropología de la vida cotidiana, el estuche de acero de la 113 Del amplio campo discursivo que podría denominarse posmodernista, sólo me interesan en ese punto los argumentos sociológicos que he procurado destilar de la bibliografía (para ulteriores indicaciones Wagner, 1992; Welsch, 1988). 114 Estas observaciones se pueden expresar en conceptos de pérdida de posibilidad de comprensión o/y de capacidad de remodelación del mundo, o también en los de conquista, de recuperación de lo que había sido reprimido a través de la imposición de los discursos de las instituciones modernistas homogeneizadoras a un mundo social heterogéneo. 174 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA burocracia de Weber con la sociedad sojuzgadora de Foucault y la transformación de la democracia de Wilfredo Pareto con la sociedad de masas de Jean Baudrillard a la sombra de las mayorías silenciosas. En ambos casos, los teóricos entienden que las sociedades no son tales como los estudios más relevantes las pintan. Y oscilan, a continuación, entre dos interpretaciones de esta divergencia: o las sociedades han cambiado o aquellos estudios estaban desde el principio equivocados. La sociología de la postmodernidad une una afirmación histórica sobre el fin de una formación de la sociedad con otra teórica sobre la inadecuación de los conceptos sociológicos establecidos para abarcar los recientes cambios sociales. Cuanto a la afirmación histórica, los teóricos postmodernistas han sabido identificar, a mi entender con acierto, una reestructuración social de amplio alcance, aunque su expresión de “fin de una era” tiende a supravalorar las dimensiones de este cambio. De todas formas, esta tendencia a la exageración se halla inserta en su propio contexto intelectual y debería ser calurosamente recibida, al menos en parte, por los teóricos de la sociedad. En efecto, la afirmación teórica de postmodernistas debería entenderse como una reacción a las concepciones reduccionistas y cosificadoras de la modernidad de la sociología y la teoría de la sociedad convencionales. Como en el caso de la afirmación histórica, considero que se trata de una reacción importante, aunque no tanto a causa de la exactitud de los conceptos de aquellos trabajos cuanto más bien en lo concerniente a una sensibilización respecto de aspectos y cuestiones que habían sido pasadas por alto en una sociología que con frecuencia era demasiado moderna. El fin de la sociología: ¿Puede haber una sociología posmodernista? En sus variantes drásticas, el discurso de la postmodernidad habla del fin de la sociología, del fin de la modernidad y del fin del sujeto. La primera afirmación se refiere a la imposibilidad de conseguir una representación del mundo para la que puedan darse criterios de validez. Se dirigen en especial contra las descripciones con ayuda de las cuales tratan los hombres de dar orden y sentido a su propia vida y a las comunidades en cuyo seno viven. Así entendida, esta afirmación revierte en la segunda, porque lo que hay básicamente al fondo de las grandes descripciones de la reciente historia de la humanidad es la modernidad. En realidad, los postmodernistas no pueden determinar si la modernidad ha sido una simple ficción o si su senda histórica ha alcanzado su punto final. En cualquier caso, ambas suposiciones aceptan que se ha agotado ya la fuerza de sus concepciones ideales. En la medida en que el proyecto de la modernidad estaba vinculado a la Ilustración, existe una conexión entre la segunda afirmación y la tercera. El “discurso filosófico de la modernidad” se basaba en su concepción del sujeto. Sus temas centrales eran la autonomía individual y la autorrealización. El discurso de la postmodernidad afirma a continuación —una vez más en dos variantes— que la autonomía del yo fue una simple construcción de la filosofía ilustrada, o que en el curso de los dos últimos siglos de la historia de la sociedad habían sido efectivamente socavadas las condiciones sociales de la autorrealización en todo sus sentidos. Se ha hecho notar varias veces que las afirmaciones postmodernistas se presentan con frecuencia bajo expresiones exageradas, en sí mismas contradictorias, no argumentables ni demostrables. No es necesario detenerse en el análisis de estos argumentos. La significación de su discurso reside en su validez contextual, en su contribución a un proceso continuado de reflexión social o, para decirlo con mayor precisión, en el modo y manera en que ha conseguido modificar la dirección de su propio análisis. Es decir, su importancia no radica en la exactitud de sus afirmaciones positivas (que, además, muchos autores prefieren mantener en una cierta penumbra) sino en su crítica a la sociología. El discurso de la postmodernidad considera que la sociología modernista se basa en los aprioris de la posibilidad de comprender el mundo, de la coherencia de las prácticas sociales y de la racionalidad de las acciones. 175 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Puede advertirse la relevancia de esta crítica confrontando las tres afirmaciones fuertes de la postmodernidad con las convicciones convencionales de la sociología modernista. Si la tesis del fin de la sociología se refiere a las dificultades de la representación cognitiva del mundo social, entonces es preciso conceder que la mayoría de las prácticas sociológicas han reflexionado muy poco sobre ellas. De un modo parecido a como ocurre en las ciencias naturales, los debates metodológicos se centran en su mayor parte en el perfeccionamiento de los instrumentos con los que poder descubrir nuevos aspectos de la realidad. Pero, como informaba ya Ralf Dahrendorf (1969,148) a propósito de la reacción de sus colegas cuando irrumpió la controversia del positivismo: ni en la reseña de Karl Popper ni en la de Theodor Adorno “[parecía] hablarse mucho de los problemas metodológicos de una sociología que, al menos en su actividad diaria, se dedica básicamente a las investigaciones empíricas”. Algo parecido puede decirse respecto de la tesis del fin de la modernidad. Las características básicas de la modernidad se han transformado en las ciencias sociales modernistas en postulados, en vez de entenderlas como fenómenos que pueden y deben ser sometidos a investigación. Entran aquí, en primer lugar, las concepciones infraproblematizadas del colectivo social relevante al que se refiere la acción humana y de las peculiaridades de esta acción. Es patente el olvido que ha pesado sobre la primera de estas dos cuestiones. La mayoría de los razonamientos sociológicos —en el supuesto de que las así llamadas argumentaciones macrosociológicas lleguen tan siquiera a interesarse por las relaciones entre prácticas de amplia difusión— sumían simplemente que la acción humana se desarrollaba dentro de las sólidas fronteras de “sociedades” que estaban, a su vez, implícita o explícitamente definidas por los Estados existentes. Y respecto de las sociedades compuestas por “pueblos” o “naciones”, se admitía que avanzaban por (o arrancaban de) caminos que llevaban a la conquista de un estadio final de la historia o cuando menos a una situación armoniosa perfecta. Aunque después de la segunda guerra mundial apenas se utilizó esta terminología, aquellas concepciones, extraídas de las grandes descripciones de la modernidad, siguieron proporcionando la base de las teorías de la modernización. La idea del fin del sujeto parece haber nacido en el seno mismo de la sociología modernista, concretamente en las teorías que acentuaban de tal modo el carácter normativo de la acción humana que desaparece la individualidad y los hombres se convierten en “idiotas” culturales. Las concepciones de la acción humana tendían en su mayoría, en las ciencias sociales, a aceptar esta visión, o bien partían, al contrario, del supuesto de una individualidad racional. Pero en ninguno de los dos casos se plantea siquiera el tema de la relación del individuo con el mundo social de una manera abierta al empirismo y a la historia, porque la respuesta se daba desde un punto de arranque teórico. En todas estas cuestiones fundamentales, el discurso de la postmodernidad contribuyó a reabrir preguntas que la sociología modernista había cerrado y sellado. El problema que plantea este discurso consiste a menudo en que limita su propia repercusión a causa de la forma y del lenguaje en que presenta los argumentos —o dicho con otras palabras— en que vuelve a cerrar las preguntas antes de que se hayan abordado correctamente las respuestas. La arrogancia y, en algunas ocasiones, el aturdimiento de los postmodernistas son, al igual que la terquedad y la cortedad de miras de los modernistas, los responsables de que estos temas no se planteen, ni en la sociología ni en la filosofía social, de aquella manera abierta ni ocupen aquella posición central que habría cabido esperar a juzgar por el carácter netamente provocativo de sus manifestaciones. Se diría que, aunque son muchos los sociólogos que han advertido la importancia de las preguntas, consideran que no se la puede responder bajo la forma en que se presentan. Sería, por tanto, necesario formularlas en términos más accesibles. Proclamar el fin de la sociología, de la modernidad y del sujeto equivale de hecho a pretender que se tiene respuesta a las tres preguntas, en vez de invitar al debate y el análisis. Richard Rorty ha aportado recientemente una propuesta que evita estas precipitadas conclusiones. Puede recurrirse a su exposición para dar una nueva 176 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA formulación a la problemática. Rorty transforma la afirmación del triple fin en el de la triple contingencia. Según él, la actual situación se caracteriza por la contingencia del lenguaje, la contingencia de lo común y la contingencia del yo. Nuestro autor analiza la contingencia del lenguaje, en su aspecto epistemológico, como pregunta acerca de la posibilidad de crear representaciones del mundo. Todo lo que decimos sobre el mundo lo tenemos que decir necesariamente a través de una lengua y cada lengua es un fenómeno propio y social, no universal. Y como las relaciones entre las lenguas no pueden especificarse respecto a las pretensiones de validez, argumenta Rorty (1989,49), habría que renunciar a la convicción de que “determinados vocabularios representan el mundo mejor que otros” o incluso “abandonar la idea de que las lenguas son representaciones”. Su conclusión es un alejamiento de la filosofía entendida en su sentido tradicional y una vuelta a la poesía que, al crear el lenguaje, crea el mundo. No deseo entrar aquí en el debate epistemológico (ni me considero capacitado para ello), pero pienso que este considerable giro que Rorty propone señala ya un rasgo esencial de su pensamiento, a saber, una infraconceptualización sociológica.115 Este rasgo problemático general se convierte en determinante cuando la discusión se traslada del tema epistemológico a otro genuinamente social, por ejemplo el de lo común. En esta cuestión pretende ofrecer Rorty (1989,85) nada menos que una “nueva descripción de nuestras actuales instituciones y prácticas” —un objetivo que suena muy emparentado con el que yo persigo aquí. Pero como se niega a mencionar siquiera los fundamentos de toda argumentación, la única indicación que aporta es que “los ciudadanos de (su) utopía liberal (serían) hombres que advierten la contingencia del lenguaje en que se expresan sus reflexiones sobre la moral y, por ende, también la contingencia de su conciencia” (1989,111). Esta idea puede muy bien estar acompañada de un aspecto de la designación de significado imaginario, el de la libertad y la autonomía. Pero Rorty parece desconocer absolutamente que una “descripción histórica de la implantación de las instituciones y las costumbres liberales” (1989,122) puede convertirse en una exposición teleológica de la historia del peor estilo si se concentra exclusivamente en este aspecto de la designación de significado imaginario de la modernidad. Lo dicho reviste una particular importancia porque también el suelo de la tesis de la contingencia del yo se torna resbaladizo apenas se introducen reflexiones de tipo empírico histórico. La explicación que Rorty ofrece a este punto es, en esencia, un cálido homenaje al poderoso poeta, un homenaje que se apoya en el concepto, tomado de Nietzsche y Freud, la autocreación, según el cual, todo ser humano despliega en la vida, consciente o inconscientemente, una imagen idiosincrática de su fantasía (1989, 73). A partir de esta posición, Rorty parece lamentar que no pueda darse ninguna vida que sea “pura acción sin reacción” (1989,82), porque siempre tiene que actuar con otras personas, con cosas y con escenarios ya históricamente ocupados. Es aquí donde afloran los puntos endebles de todo su pensamiento. No es una endeble que nazca de su insistencia en la contingencia entendida en su sentido filosófico, sino más bien de su falta de disposición para aceptar que los hombres viven siempre en un mundo natural y socialmente estructurados y que este mundo es el terreno –el único terreno—en el que se pueden crear a sí mismo. En este sentido, no existe ninguna “pura acción”: todo es “reacción”. Reaccionar es precisamente el modo, el único modo disponible, de autoformación o de autocreación del hombre.116 Hay ocasiones en que parece que Rorty estaría, en general, dispuesto a admitirlo. Pero una y otra vez su negativa a tomar en consideración las afirmaciones históricas o sociológicas tiene catastróficas consecuencias. Salta con gran facilidad de las observaciones 115 Rorty tendría que replicar que, desde su punto de vista, el proyecto de una sociología no tiene en realidad ningún sentido y que debería disolverse en poesía. Pero, al mismo tiempo, se apoya –de una manera un tanto ingenua—en conceptos sociológicos cuando argumenta, por ejemplo, a favor de su idea clave de la solidaridad (Cf. 1989,308; una visión crítica en Bhaskar 1989 y 1991). En el primero de estos dos textos, discute Bhaskar el tema recién citado y subraya que “la sociología normativa es algo más que una nueva descripción creativa” (175). 116 Este parece ser, también en Bhaskar (1991, VIII), “el argumento más importante, que apunta más allá de Rorty”, cuando pide que se entienda el mundo “como estructurado, diferenciado y cambiante”. 177 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA filosóficas generales, pasando por las contingencias, a las recomendaciones para el ejercicio del liberalismo político. Pero sin un análisis sociohistórico de la condición de la contingencia, es decir, de la condición moderna, su argumentación o gira en el vacío o incurre en el terror de emprender la búsqueda de una “utopía liberal”. Al apropiarme de estas secciones de la filosofía de Rorty, intento conseguir dos cosas. Con él, y en contra de la sociología modernista, me declaro a favor de que se acepte la contingencia de todos los fenómenos sociales como el punto de partida, como el a priori de la investigación social, y, en particular, la contingencia de lo común y del yo, como presupuesto de la actual investigación de la condición moderna. Este segundo aspecto tiene importancia en cuanto que vivimos, al parecer, en un período histórico en el que vuelven a tambalearse con fuerza los fundamentos sociales, relativamente bien asentados, de lo común y del yo. En este sentido, nos hallamos de hecho en una situación de postmodernidad. Pero, en contra de Rorty, y en la línea de continuidad de un proyecto que defiende firmemente la posibilidad de la sociología, abogo por analizar las formas concretas que aceptan realmente y las que probablemente podrían aceptar lo común y el yo bajo las actuales circunstancias.117 En palabras de Zygmunt Bauman, hay aquí una llamada a “una sociología de la postmodernidad, no a una sociología postmoderna” (1992e, 111; Cf. también Scherr 1990). 117 178 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA LIBERTAD, SOCIEDAD Y SISTEMA SOCIAL Zygmunt Bauman, Libertad, Nueva Imagen, México, 1988, pp. 125-153 En la sociedad en que vivimos, la libertad individual se mueve firmemente en dirección del enfoque cognoscitivo y moral de la vida, con consecuencias de largo alcance para cada individuo y para el sistema social en su conjunto. Este lugar central fue ocupado en el pasado —durante la primera parte de la historia del capitalismo— por el trabajo, entendido este como un esfuerzo compartido y coordinado hacia la producción de la riqueza, mediante la aplicación del trabajo humano sobre la naturaleza. El trabajo fue central para la vida del individuo. Hizo la diferencia entre la abundancia y la indigencia, la autonomía y la pobreza, un estatus social alto o bajo, la presencia o ausencia de la autoestima. En tanto que la única forma aceptada en que el individuo podía influir sobre su calidad de vida, el trabajo era la principal norma moral que guiaba la conducta individual y el principal punto de vista desde el cual el individuo observaba, planeaba y modelaba su proceso de vida en conjunto. Así, el mérito y la dignidad de la vida fueron evaluados por criterios relacionados con el trabajo y la actitud positiva hacia el mismo: industriosidad, diligencia, aplicación, carácter emprendedor. Por otro lado, la abstención de trabajar se asociaba con una mala reputación moral, se denigraba y vilipendiaba la ociosidad, vagancia, indolencia y pereza. La ocupación escogida era el marco central de la referencia para la planeación de la vida individual. Las personas se definían a sí mismas en términos de sus habilidades ocupacionales, el tipo de trabajo en el que adquirían una habilidad para su desempeño. Las personas que compartían las mismas habilidades y las ejercían en el mismo ambiente servían como los “otros importantes”; era su opinión la que contaba y se les confería la autoridad para evaluar y de ser necesario, corregir la vida de un individuo. En el plano social, el lugar de trabajo proporcionaba el más importante marco para el entrenamiento y la “socialización” del individuo como persona social. Era ahí donde se desarrollaban las virtudes de obediencia y respecto por la autoridad, los hábitos de autodisciplina y los estándares de comportamiento aceptable; a través del lugar de trabajo tenía lugar la vigilancia social más meticulosa del comportamiento humano. El control a través del trabajo se ejercía virtualmente de una manera continua, dado que la mayoría de las personas pasaban ahí una parte considerable de su jornada y de su vida. El lugar de trabajo servía, en otras palabras, como el principal terreno de entrenamiento para las actitudes y acciones adecuadas a las normas jerárquicamente diferenciadas de la sociedad capitalista. Dado que el trabajo ocupaba la mayor parte de la vida de un individuo y lo influía tan fuertemente (tanto cognoscitiva como moralmente) en el resto de las ocupaciones de su vida, el impacto disciplinario del lugar de trabajo aparecería, de una manera general, como una garantía suficiente de integración social. Siguiendo en el plano social, el lugar de trabajo servía como el punto focal natural para la cristalización del disentimiento social, como el campo de batalla en donde podían tener lugar los conflictos. Así como el lugar de trabajo ocupaba la posición central en la vida del individuo, lo mismo sucedía con sus conflictos; y los conflictos no podían sino estar constantemente generados en el lugar de trabajo que funcionaba como un instrumento de entrenamiento corporal y espiritual y de supresión de la autonomía individual. En las primeras etapas del capitalismo el principal muro de contención era la opresión misma; las personas sujetas al entrenamiento de la fábrica capitalista deseaban preservar o restaurar su derecho a la autodeterminación, una condición aún fresca en la memoria de los artesanos de ayer. Muy pronto, sin embargo, el foco del conflicto se trasladó de la cuestión del poder y el control hacia el de la distribución de la plusvalía. La 179 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA oportunidad de volver a relaciones más simétricas de poder, de socavar el derecho del administrador a gobernar, se debilitó; la aceptación de tal derecho y la reconciliación con una posición permanentemente subordinada dentro de la jerarquía de la fábrica fueron modificadas en base a una mayor proporción de la plusvalía. Lo que era inicialmente (y siguió siéndolo en sustancia, aunque no en sus metas ostensibles) un conflicto de poder progresivamente se “economizó”.118 Las batallas se libraban ahora en nombre de mejores salarios, menos horas de trabajo, mejores condiciones de trabajo. La integración social se lograba a través de la docilidad, no del consentimiento. El poder del capital podía permanecer siempre y cuando no fuera cuestionado. Las ambiciones y esperanzas de los oprimidos ahora se canalizaban, sin peligro, lejos de la estructura de poder y hacia la mejora de sus estándares materiales. Esto, sin embargo, tuvo el efecto no previsto de impulsar los intereses de los consumidores. Las preocupaciones de los consumidores recibieron un poderoso impulso en su papel de sucedáneos de las ambiciones de poder permanentemente frustradas, como única recompensa por la opresión en el trabajo, la única salida para la libertad y la autonomía fue eliminada del sector más grande y de mayores consecuencias en el proceso de la vida. El cambio de la competencia por el poder dentro del lugar de trabajo hacia la rivalidad individual en el mundo del consumo fue un largo proceso; su dirección se hace visible sólo en retrospectiva. La historia del capitalismo estuvo marcada por la militancia de los trabajadores, mejor ejemplificada en la larga lucha de los sindicatos. De manera ostensible, esta lucha pugnó constantemente por mayores salarios y mejores condiciones de trabajo; el colectivismo de la lucha sindical fue la respuesta natural de los trabajadores al desequilibrio de poder entre ambos lados, una necesidad dictada para restaurar el equilibrio de poder roto por el monopolio de los patrones sobre los recursos laborales. Vistas desde la perspectiva de sus consecuencias en el largo plazo, sin embargo, las luchas sindicales parecen haber logrado algo bastante distinto. Con cada éxito, las preocupaciones de los trabajadores impulsaban un paso más allá en la jerarquía de poder del lugar de trabajo hacia la libertad individual de elección y la autonomía fuera de la fábrica; progresivamente “desactivaron” los conflictos de poder, transformando la energía liberada del disentimiento en la presión cuyo objetivo estaba en el mercado de consumo. En el camino, la lucha sindicalista tenía como meta la salvación, la dignificación de los trabajadores y elevar su autoestima en condiciones de subordinación continua y negación de la autonomía personal dentro de las paredes de la fábrica. Gradualmente, sin embargo, este teatro de guerra por la dignidad humana fue cedido al enemigo y se aceptaron plenamente las “prerrogativas de la administración”. Crecientemente, el esfuerzo sindical se enfocó a asegurar a sus miembros una existencia privilegiada fuera del lugar de trabajo;119 las condiciones materiales necesarias para gozar de la libertad de consumo, para reafirmar la autonomía perdida en el lugar de trabajo dentro del nuevo y magnífico universo del mercado de consumo. En otro plano, durante la mayor parte de la historia capitalista, el trabajo fue la preocupación sistémica central. El mantenimiento y la reproducción de las estructuras económicas y políticas dependían de que el capital comprometiera al resto de la población en el papel de productores. El producto excedente, utilizado como el principal recurso en la expansión de la producción social de bienestar y de apoyo a la jerarquía social privilegiada y poderosa, dependía de la subordinación directa del “trabajo vivo” en el proceso de producción. Los individuos ingresaban al sistema social primordialmente en su papel de productores; los papeles productivos eran unidades esenciales del sistema. El poder de coerción, monopolizado por las instituciones políticas del estado, se desplegó sobre todo en servicio de la “remercantilización” de la riqueza como capital (es decir, la riqueza que puede volverse a la tarea de producir más riqueza) y de los miembros individuales de la sociedad como trabajo. El sistema capitalista convirtió a sus miembros en portadores, actuales o potenciales, del papel de productores, 118 Para un análisis más detallado del proceso, ver Z. Barman, Memories of Class: Essays in Pre-history and After-life of Class, Routledge & Keagan Paul, Londres, 1982. 119 Comparar el profundo análisis de Frank Parkin en Marxism and Class Theory: A Bourgeois Critique, Tavistock, Londres, 1979. 180 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA relegando todos los demás papeles al “entorno” de la esfera productiva. La política desplegó los recursos socialmente disponibles para cumplir esta tarea; el éxito o fracaso de políticas específicas, así como la “eficiencia” general del Estado en su conjunto, podían medirse y así se hacía, por el grado en que se cumplía la tarea. En efecto, el capital invertido en la producción y el número de individuos embarcados en el proceso productivo en calidad de trabajadores, fueron los principales puntos de la política y sirvieron como la medida del éxito sistémico. En suma, durante la primera parte de su historia el capitalismo se caracterizó por la posición central que ocupó el trabajo, simultáneamente en los planos social y sistémico. De hecho, el trabajo servía como el vínculo que unía la motivación individual, la integración social, y la administración sistémica y como la principal institución responsable de su mutua congruencia y coordinación. Es a partir de este papel central desde donde el trabajo se desplaza gradualmente, a medida que el capitalismo se traslada a la fase de consumo. La libertad individual (en su forma de consumo) se ha mudado hacia un cuarto vacío. En primer término como ocupante ilegal. Pero más y más como residente legítimo. En la adecuada expresión de Claus Offe, el trabajo se ha “descentralizado” en el plano individual; se ha vuelto relativamente menos importante en comparación con otras esferas de la vida y se ha confinado a una posición relativamente menor en la biografía individual; ciertamente no puede competir con la autonomía personal, la autoestima, la felicidad familiar, el tiempo libre, las alegrías del consumo y las posesiones materiales como condiciones de la satisfacción y felicidad individuales. No obstante, el trabajo también ha sido “descentralizado” en los planos social y sistémico. En todos los niveles la libertad de consumo se mueve hacia su lugar preferente. Ahora adopta el papel crucial del vínculo que relaciona los mundos de las vidas individuales y la racionalidad del sistema que tiene un fin propio; una fuerza importante que coordina la acción motivada del individuo, la integración social y la administración del sistema social.120 De la centralización de la libertad de consumo en la vida del individuo ya hemos visto bastante en este capítulo. Recordemos que la preocupación por la adquisición de bienes y servicios, alcanzables sólo a través del mercado, ha tomado el lugar una vez ocupado por la “ética laboral” (esa presión normativa que busca el significado de la vida y la identidad del ser en el papel que uno desempeña en la producción y en la excelencia de ese desempeño de papeles en una carrera exitosa). Si en una vida motivada normativamente por la ética laboral, las ganancias materiales se consideraran secundarias e instrumentales en relación con el trabajo mismo (dado que su importancia consiste primordialmente en la confirmación de la suficiencia del esfuerzo laboral), este sería el otro camino en una vida guiada por la “ética de consumo”. Aquí, el trabajo (en el mejor de los casos) es Instrumental; es en los emolumentos materiales donde uno busca y encuentra realización, autonomía y libertad. El largo matrimonio (si bien tal vez nunca consumado) entre trabajo productivo y emancipación individual ha terminado en divorcio. Sin embargo la emancipación individual se ha casado de nuevo; esta vez con el mercado de consumo. La vida bajo el régimen de la ética laboral fue descrita alguna vez por Sigmund Freud como la tragedia del “principio del placer”, truncada, torcida y suprimida en última instancia por el “principio de la realidad”. El “principio del placer” innato guía las acciones humanas hacia más satisfacción sensual; seguramente hada imposible la vida social si no se le impusieran controles externos. Gracias a la amenaza de coerción, se alcanzó un compromiso tenso y difícil entre el principio del placer y la dura realidad de las reglas sociales. Esa opresión que acompañó al trabajo durante una parte considerable de la historia capitalista fue la que Freud generalizó como una característica inevitable de ruda civilización, una necesidad enraizada en la orientación intrínseca de los impulsos humanos al placer. Las masas, 120 Claus Offe, Disorganiced Capitalism, Contemporary Transformations of Works and Politics, comp. John Keane, Polity Press, Londres, 1985, pp. 141-143. 181 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA escribió Freud, son: ...perezosas y tontas... En pocas palabras, hay dos características humanas ampliamente diseminadas que son responsables del hecho de que las regulaciones de la civilización sólo puedan mantenerse a través de cierto grado de coerción, a saber, que los hombres no gustan espontáneamente del trabajo y que los argumentos no sirven en contra de sus pasiones.121 La conclusión de Freud fue que, debido a la necesidad social del trabajo, la gente siempre tendrá que ser coercionada a obedecer las “regulaciones civilizadas”, es decir, a la integración social. Como muchas otras afirmaciones generales de Freud, este argumento presenta como una “ley natural” de aplicación universal cierta conjunción que tuvo su principio (y posiblemente también su fin) en la historia humana. La combinación de trabajo y coerción es ciertamente una “necesidad social”, sin embargo, también es una necesidad estrechamente vinculada a un tipo específico de sistema social, caracterizado por acciones humanas coordinadas con una reproducción sistémica a través de la institución del trabajo. La “descentralización” del trabajo dentro del mundo de la vida individual bien puede eliminar la importancia de las necesidades de ayer para la perpetuación del sistema y, en un sentido, “marginar” la coerción. La sustitución del trabajo por la libertad de consumo como el eje alrededor del cual gira el mundo de la vida bien puede cambiar radicalmente la relación antagonista hasta ese momento entre el principio de realidad y el de placer. De hecho, la oposición misma entre ambos, descrita por Freud como implacable, puede llegar a ser casi neutralizada. Lejos de suprimir el impulso humano al placer, el sistema capitalista en su fase de consumo lo despliega para su propia perpetuación. Los productores, movidos por el principio de placer, significarían un desastre en una economía guiada por las ganancias. Igualmente, si no es que más desastroso, serían los consumidores no movidos por ese mismo principio. Después de haber ganado la lucha por el control sobre la producción y dé tener ascendencia en esa esfera segura, el capital puede ahora dar libre curso al principio del placer en el mundo del consumo. De hecho, la conquista de la producción sigue segura precisamente debido a que se ha encontrado una salida segura (y benéfica) para el impulso potencialmente conflictivo hacia el placer. Para el consumidor la realidad no es el enemigo del placer. El momento trágico ha sido eliminado del impulso insaciable de gozo. La realidad, tal y como la experimenta el consumidor, es una búsqueda del placer. La libertad se trata de la elección entre mayor o menor satisfacción y la racionalidad tiene que ver con elegir la primera en lugar de la segunda. Para el sistema de consumo, un consumidor feliz y que gasta es una necesidad; para el sistema de consumo gastar es un deber, tal vez el más importante. Hay una presión para gastar: en el nivel social, el placer de la rivalidad simbólica, de la autoconstrucción a través de la adquisición de distinción y diferencia, de la búsqueda de aprobación social a través del estilo de vida y la membresía simbólica; en el nivel sistémico, la presión de las grandes y pequeñas compañías comercializadoras que en conjunto monopolizan la definición de la buena vida, las necesidades cuya satisfacción requiere una buena vida y las maneras para satisfacerla. Estas presiones, sin embargo, no se experimentan como una presión. La rendición que demandan no promete nada sino gozo; no sólo el gozo de someterse a “algo más grande que yo”, la calidad que Emite Durkheim, algo prematuramente, imputó a la conformidad social en su propia sociedad, aún preconsumista en gran medida (y que postuló como un atributo universal de toda conformidad, en cualquier tipo de sociedad, antigua o moderna) el gozo sensual de saborear comida, olores placenteros, bebidas refrescantes, relajarse manejando o el goce de estar rodeado de objetos elegantes, brillantes, que acarician la vista. Con 121 Sigmund Freud, The future o an Illusion, traducción de W. D. Robson-Scott, Hogarth Press, Londres, 1973, pp. 3-4. 182 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA estos deberes, ¿quién necesita derechos? Los estudiosos y analistas de la sociedad contemporánea han expresado, repetidamente, la posición de que el pensamiento y la acción del individuo moderno están fuertemente influidos por la explosión de los llamados “medios masivos de comunicación”. Los expertos comparten esta posición con la opinión popular; sin embargo, lo que quieren decir por “influencia de los medios masivos” difiere drásticamente del significado implicado en la crítica popular a los medios (la televisión en particular). Esta segunda crítica percibe la “influencia” en términos simples y directos: como hacer ciertas afirmaciones explícitas o mostrar acciones que se emulan al verse. Los guardianes autodesignados de la moral pública protestan en contra de las escenas de violencia o sexo; suponen que los instintos violentos de los observadores y sus apetitos sexuales se estimulan con la exposición a tales imágenes y se alienta a que busquen una liberación. No hay descubrimientos concluyentes que corroboren o descalifiquen estos supuestos. Lo que es, sin embargo, una característica asombrosa de los temores populares relacionados con el pernicioso impacto moral de la televisión, es que no se considera de modo alguno la posibilidad de que lo que importa es la presentación total de la realidad a través de la televisión, en lugar de programas o escenas separados. Uno podría observar que la falta de atención del público a esta influencia “global” de los medios masivos sobre sus mundos internos es, en sí mismo, un efecto notable de la influencia global. Fue la preocupación por el impacto general de la televisión sobre nuestra imagen del mundo, nuestra manera de pensar sobre el mundo y actuar en él, lo que expresó el analista canadiense de los medios Marshall McLuhan en su famosa frase “el medio es el mensaje”. En esta frase está encapsulada la idea más bien compleja de que cualquiera que sea el mensaje de los medios, la influencia más poderosa sobre el observador se ejerce por la manera y la forma en que el mensaje es dado en lugar de por su “contenido” (es decir, ese aspecto del mensaje que puede verbalizarse como una serie de afirmaciones sobre el tema ostensible del mensaje). Si lo que uno sabe del mundo procede de la televisión más que de cualquier otra fuente, el mundo conocido será, muy probablemente, un mundo consistente en cuadros instantáneos, de happenings aislados y de episodios encapsulados, eventos ocasionados u obstaculizados por individuos que persiguen motivos fácilmente reconocibles y familiares, individuos ayudados por reconocidos expertos para descubrir sus verdaderas necesidades, la manera de satisfacerlas y el modelo de felicidad a que aspiran. Martin Esslin se planteó la tarea de descubrir exactamente qué tipo de “mensaje” es el medio de la televisión. He aquí su conclusión: “cualquiera que sea lo que presente a los televidentes, la televisión en cuanto tal despliega las características básicas de un modo dramático de comunicación y pensamiento, porque el drama también es un método de pensamiento, de experimentar el mundo y razonar sobre él”. . Ahora bien, el “modo dramático de comunicación” se distingue por varias características, cada una de las cuales tiene importancia directa para el modo consumista de vida, para esa alianza única entre la realidad tradicionalmente hostil y el placer, para ese modo asombroso de ser en donde la libertad no necesita pagarse con inseguridad. Para empezar, “los eventos reales sólo suceden una vez, son irreversibles e irrepetibles; el drama parece un evento real, pero puede repetirse a voluntad”. Las noticias se presentan como sándwich entre cuadros dramatizados, compartiendo la presentación de eventos como esencialmente repetibles; happenings que pueden verse una y otra vez, en cámara rápida o lenta, desde este ángulo o el otro; happenings que por esta razón siempre son inconclusos, “hasta la próxima noticia”, nunca final e irrevocable; eventos que son muy semejantes a los del tipo de “tener otra oportunidad” (recuérdese a Judas preguntándole a Cristo “¿podemos empezar de nuevo, por favor?” en Jesucristo Superestrella, pregunta que sólo puede plantearse en la era de la televisión). El mundo dividido en una multitud de mini dramas tiene un modo distintivo de existencia, pero sin una dirección claramente delineada. Este es un mundo “blando”, donde las acciones sólo son episodios sucesivos entre 183 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA muchos otros antes y que después tienen consecuencias temporales y redimibles y por ende no tienen una responsabilidad moral indebida. Más aún, “el drama siempre es acción; su acción siempre es la de los seres humanos. En el drama experimentamos el mundo a través de la personalidad... lo que escuchamos es emitido por un individuo específico y tiene valor sólo como su pronunciamiento”.122 Los eventos son lo que hacen los individuos. Suceden porque se ha elegido que sucedan. Pudo haberse tomado una decisión distinta o pudieron no haber sido elegidos. Su significado último, por tanto, es el motivo individual que ocasionó que sucedieran. Hay un individuo motivado que elige libremente después de cada evento y el mundo es una serie de eventos. El mundo sólo es una colección de opciones y elecciones, exactamente como la vida del mundo del consumidor libre. Los dos mundos se guiñan el ojo, se replican, legitiman y confirman entre sí. Algunos estudios recientes insisten en que la televisión hace más que presentar al “mundo real” como drama; lo convierte en un drama, conforma la imagen de los eventos como dramas. Bajo el impacto de la televisión, el “mundo real” se convierte en un drama escenificado. Muchos eventos “reales” sólo suceden debido a su “televisibilidad” potencial: es bien sabido que las figuras públicas, políticos y terroristas por igual, “actúan para la televisión” motivados por la esperanza de que ésta transformará sus acciones privadas en eventos públicos y están conscientes de la diferencia que tendrá su impacto. Lo que algunas veces se entiende menos, sin embargo, es que más y más eventos “existen” sólo en y a través de la televisión. Según la opinión de Benjamín Barber, “es difícil imaginar la generación de los Kennedy, los años sesenta, Watergate, la generación de Woodstock o incluso la 'mayoría moral' en ausencia de la televisión nacional”. 123 Daniel Dayan y Elihu Katz sugieren que la provisión de eventos para la televisión lentamente toma precedencia (con la entusiasta cooperación de personalidades actuales y aspirantes y sus agentes de publicidad) sobre la mera “reproducción de eventos”, ofreciendo al televidente acceso a un evento que tendría lugar de cualquier modo, pero en el que el televidente no participaría de otro modo. Estos eventos de los medios no describen un estado de cosas, sino que son instrumentos simbólicos en hacer que ese estado de cosas suceda.124 El hecho de que una creciente parte del “mundo exterror”, del cual el televidente aprende a través de la televisión, es un mundo creado por la televisión misma, adquiere una importancia particular en vista de la tendencia comprensible de los medios de comunicación hacia la auto referencia. Armados con un medio de enorme poder, el mundo de los comunicadores y animadores profesionales se expande más allá de su alguna vez Imitado territorio, confinado al escenario, apropiándose de campos administrados previamente por, digamos, políticos profesionales. En el mundo hecho por la televisión, los “comunicadores” figuran en exceso (al igual que sucede con los eventos de los medios en comparación con eventos sin origen o destino en los medios). De manera clara y probablemente no intencional, a los eventos en el mundo de los medios y sus héroes se les asigna el mismo peso e importancia, si no es que mayor, que los del exterior; la mayoría de las “competencias de conocimiento”, por ejemplo, adjudicaron un premio a la capacidad para recordar los diez mejores cuadros y a la habilidad para diferenciar entre dos actores, en lugar de enfatizar las capacidades para interpretar eventos de la “historia real”. De hecho, ya no es claro lo que es la “historia real” y dónde sé establecen sus límites. El mundo de los medios tiene, por así decido, una capacidad misteriosa para enclaustrarse. Dado que también muestra una clara tendencia a derramarse, y conquistar, territorios administrados previamente por extraños, bien puede convertirse en la única realidad donde puede y debe probarse la experiencia del libre consumidor. Siempre y cuando exista una mutua resonancia entre el mundo de los medios y la experiencia del consumidor y se 122 Martin Esslin, The Age of Television, W. H. Freeman, San Francisco, 1982, pp. 8-20. Señalado en Louis Banks, “The Rise of Newsocracy”, en Ray Eldon, Hiebert y Carol Reuss (comps.), Impacts of Mass Media Current Issues, Longman, Londres, 1985, p. 31. 124 Daniel Dean y Eli Katz, “Performing Media Events”, en James Curran, Anthony Smith y Pauline Wingate (comps.) Impacts and Influence Essays on Media Power in the Twentieth Century, Methuen Londres, 1987, pp. 175-183. 123 184 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA proporcionen uno al otro una “prueba de realidad” suficientemente potente, la orientación que guía la vida del consumidor puede servir como el principal factor de integración social. El mundo de los medios es suficientemente vasto y colorido, para llenar el campo de visión de observadores de extremo a extremo y sostener la atención del público. No hay demanda ni espacio para nada más. Entre las situaciones que quedan fuera hay una gran parte de política: las que no fácilmente pueden acomodarse dentro del único mundo que los medios son capaces de retratar y las cuestiones abstractas e importantes de la política o tendencias históricas que pertenecen a una dimensión sistémica, en lugar de personal, y que por esta razón no se dejan traducir en imágenes, dramas pasionales, historias con un interés personal. La única forma en la que se admite la política en el mundo de los medios está hecha a la medida de ese mundo. La política aparece en ese mundo como un drama de personalidades, como los éxitos o fracasos de los políticos en lo individual, como un choque de caracteres, motivos, ambiciones, como otro guión (no particularmente excitante) de una comedia humana perpetua e inmutable. Las características atractivas o repelentes de la personalidad, respuestas valientes o cobardes o la sagacidad del político, importan más que los méritos o debilidades de sus políticas, por la simple razón de que son mucho más fáciles de proyectar (y proyectar de manera interesante) en el código dramático de la televisión. Después de atraer toda la atención hacia sí, estos elementos personales de la política soslayan muchas cuestiones esenciales. Paradójicamente, el flujo de información hecho posible por los comunicadores hace invisibles la mayoría de las condiciones fundamentales de la existencia social. Expuesta a la mayor parte de la ciudadanía sólo a través de los expertos en relaciones públicas, la política goza de una inmunidad considerable con respecto al control público. De manera muy similar a los supervisores de Bentham, la política “ve sin ser vista”. Si bien ésta no es necesariamente una condición planeada de antemano y establecida por un diseño conspirador, ciertamente es gratificante para los políticos. Mantener al público a distancia, de modo que sólo pueda ver lo que se desea mostrar, da a los políticos una libertad extra y les permite perseguir lo que definen como “en el interés del Estado”, independientemente de cuán improbable sea que el público concordara en caso de estar informado. Sin confiar aún en la selectividad espontánea de los medios masivos de comunicación, los gobiernos usan otros medios para asegurar que el reino de la libertad no sea invadido; las cuestiones que probablemente no despertaran un consentimiento entusiasta, son clasificadas como “secretos de estado” y se impide activamente que salgan a la luz pública. Irónicamente, este celo frecuentemente ha tenido efectos contrarios a las intenciones: cuestiones incluso aburridas, técnicas, se convierten en “golosina de los medios” una vez que se ha revelado que los detentadores del poder se ocupaban de ellas de una manera secreta, de manera no completamente oficial. Sin embargo, sería un grave error dar cuenta del “acto de desaparición” de los políticos como un producto lateral contingente del avance de los medios. La eliminación progresiva de la política del horizonte de la vida individual ha recibido gran ayuda de la revolución, de los medios, pero no ha sido causada por ella. No puede ser entendida plenamente a menos que se tome en cuenta el papel cambiante del Estado en la fase de consumo del capitalismo. Es de discutirse que el cambio principal sea el lento desfallecimiento del papel, alguna vez de suma importancia, de “reacomodo” del Estado; su renuncia a una intervención directa en las relaciones entre el capital y el trabajo, de sus preocupaciones y responsabilidades en el campo de la reproducción de la riqueza como capital y de los individuos como trabajadores, en un sistema en donde el dominio del capital descansaba en comprometer al resto de la sociedad como productores actuales o potenciales. En nuestro sistema actual, la sociedad está comprometida primordialmente por el capital como consumidores. Este compromiso, sin embargo, no requiere de una intervención activa por parte del Estado. El mercado de consumo se ocupa de crear consenso y la petición de una conducta social apropiada. El comportamiento consensual está acompañado frecuentemente de la aprobación del libre mercado y de la libertad de elección individual, pero entre sus condiciones necesarias no se encuentra el consenso ideológico. La orientación de los individuos 185 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA que persiguen la satisfacción de sus necesidades siempre crecientes en el mercado, es todo lo que se requiere para la integración social. Tampoco se requiere de coerción; la gente tuvo que ser obligada a trabajar en alguna etapa de la historia del capitalismo (recordemos la posición de Bentham sobre la fábrica como variante de un confinamiento similar al de una prisión), pero ciertamente no se necesita obligar ni usar la violencia para inducir la participación en el juego del mercado. Dado que la legitimación ya no ocupa un lugar prominente entre las tareas del Estado y rara vez se aplica coerción para mantener la conformidad, la desaparición de la política en el horizonte de la vida cotidiana no es artificial ni se lamenta. La mayoría de los actores en el mercado son tímidos y están cansados de las fuerzas políticas (partidos y política) como promesa para una “politización” del mundo, ahora privatizado, del consumo individual e interfieren en lo que se ha convertido en un asunto privado entre el consumidor y el mercado. En cuanto a la regulación externa que necesitan, los individuos preferirían elegirla y comprarla por sí mismos. Preferirían estar regidos por doctores, abogados o maestros de su propia elección. A. O. Hirschman distinguía dos maneras en que los ciudadanos pueden ejercer un control sobre los poderes que los dominan y las llamó respectivamente “salida” y “voz”.125 La distinción parece ser muy útil a aplicarse a la interacción entre consumidores y proveedores de bienes y servicios; de hecho, los consumidores establecen un límite a la libertad de los proveedores, ya sea negándose a comprar sus mercancías (salida), o a través de una participación más activa en la regulación de la oferta vía asociaciones de defensa de consumidores o comités de vigilancia (voz). En ambos casos puede esperarse que los proveedores reciban alguna influencia; es muy probable que intenten modificar su oferta de acuerdo con la demanda de los clientes. Una propuesta menos convincente, sin embargo, es que los métodos de salida y voz sean opciones abiertas a todos los ciudadanos que desean ejercer alguna presión sobre sus gobiernos. Los gobiernos que no necesitan movilizar y regimentar a sus ciudadanos, no se verían afectados particularmente por un desinterés masivo en la política; por el contrario, parecen haber desarrollado interés en la indiferencia de disentimiento que por la presencia de apoyo. Un ciudadano pasivo satisface estos requerimientos perfectamente cuando se refrena de ocasionar daños; de todos modos no se le pide su ayuda, por lo menos bajo condiciones normales y pacíficas. Desinteresarse en la política significa una aceptación indirecta del tipo de gobierno que tiene poco que ganar y mucho que perder con la participación activa de sus sujetos en el proceso de toma de decisiones políticas. El mercado de consumo, en conjunto, puede considerarse como una salida institucionalizada de la política; o como una atracción altamente remunerativa cuya intención es alentar a posibles clientes a dejar en manada el mundo gris de la regulación política y burocrática. Este segundo mundo se conserva a la vuelta de la esquina para mantener en funcionamiento las migraciones y para que los premios para los emigrantes sean más atractivos. El movimiento hacia el mercado se acelera tanto por fuerzas que “empujan” como por las que “jalan”. Las personas están desencantadas con los salones de clases sobre poblados, la mala calidad y la falta de confiabilidad del transporte público, las largas filas y el tratamiento mecánico impartido por el servicio de salud, que tiene un exceso de trabajo y falta de financiamiento; de modo que piensan con gusto en consultar a “un doctor de su elección, en el momento de su elección”, o enviar a sus hijos a “la escuela de su elección, administrada por la autoridad educativa de su elección”. Entre menos satisfactoria y más opresiva es la arena pública, con mayor entusiasmo los ciudadanos “compran su salida”. Si pudieran, dejarían atrás los servicios de propiedad pública y administración política. Mientras más lo hacen, menos fuerza queda en quienes no pueden permitirse “salir”. Menos opresión se ejerce en el gobierno para que mejore el trabajo del sector público y que haga más atractivos sus servicios. Y así continúa el deterioro, con creciente velocidad. Más energía se añade a la estampida de salida. La ciencia política moderna ha desarrollado un “teorema del votante medio”, que dice, en 125 Comparar con A. O. Hirschman, Exit, Voice and Loyalty, Harvard University Press, Cambridge, 1970. 186 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA términos generales, que “sólo se aprobarán aquellos programas que obtengan apoyo mayoritario”.126 De acuerdo con este teorema, los gobiernos evitan asignar recursos a grupos minoritarios, incluso si estos grupos minoritarios los necesitan urgentemente y no pueden prescindir de ellos. Esta asignación sería altamente impopular para el resto, es decir, la mayoría que lo consideraría como un peso que ellos, los contribuyentes, deben soportar. Si las necesidades de una minoría se vuelven verdaderamente intolerables y no pueden ser ignoradas, en ocasiones se hace la asignación, pero sólo para frenar el disentimiento de quienes se oponen. Por ejemplo, en lugar de financiar la educación de niños y adolescentes verdaderamente pobres, se les ofrece a todos una pequeña beca (claramente insuficiente para algunos, pero excesiva para otros) o al menos a una cantidad suficientemente grande como para que llegue al “votante medio”. Esto es muy costoso y los gobiernos preferirían no hacer la asignación de modo alguno y aplacar al “votante medio” a través de cortes en los impuestos. Sólo la capacidad de presionar de una minoría abandonada puede contrarrestar esta preferencia. Pero la salida masiva de quienes están mejor posición hace que la “voz” de quienes están en una peor situación sea inaudible, su “poder para molestar” es lo suficientemente pequeño como para ser ignorado sin problemas. Un clamor masivo de aprobación para este abandono apagaría aún más cualesquier voces de protesta que pudieran levantarse. Dado que la “salida” crece en volumen y extensión y libera “de tajo” a los gobiernos de la presión de aquellos cuyas vidas siguen dependiendo directamente de decisiones políticas, descubren que su capacidad para “hacer voz” (la oportunidad práctica de emprender una acción política efectiva) está desapareciendo rápidamente. Sin significado, en términos de un procedimiento democrático guiado por el régimen de la mayoría (tal y como está expresada en el teorema del “votante medio”), su cuestión de ley y orden se descarta como tal. La paradoja de la política en la era del consumo es que aquellos que pueden influir en las decisiones políticas tienen pocos estímulos para hacerlo, mientras que la mayoría de quienes dependen de las decisiones políticas no tienen capacidad para influir sobre ellas. Hay una categoría de personas en la sociedad de consumidores que tienen pocas oportunidades para “salir” de la supervisión inoportuna de la burocracia estatal y cuya “voz” no puede ser lo suficientemente fuerte como para ser escuchada. Esta categoría está formada por personas que viven en la pobreza o cerca de ella debido al desempleo crónico o que se emplean en trabajos ocasionales, irregulares y sin protección legal, a través de tener la carga de muchos dependientes, por tener el “color equivocado de piel” o por vivir en la “parte equivocada del país”, esto es, una parte abandonada por el capital. En una sociedad de consumo estas personas están definidas socialmente como consumidores fallidos. Su “imperfección” (usada para legitimar la discriminación en su contra) consiste en su impericia para entrar el juego de la libre elección, en su incapacidad ostensible para ejercer su libertad individual y conducir su vida laboral como una cuestión privada entre ellos y el mercado. Su “imperfección”, en un razonamiento típicamente circular, se toma como prueba de que la gente de esta categoría no puede usar adecuadamente la libertad que posee y que por tanto debe ser guiada, vigilada, corregida o penalizada por parte de quienes saben lo que es bueno para ellos y cómo deben usar su libertad. Esta definición se satisface a sí misma. Dado que algunas personas no saben cuáles son sus verdaderas necesidades, éstas deben estar determinadas por otros. Como algunas personas han demostrado su incapacidad para hacer buen uso de su libertad, debe retirarse o suspenderse su derecho a tomar decisiones propias y otros deben decidir por ellos. Estos “otros” son la burocracia estatal y los diversos expertos que empela este fin. En una sociedad de consumo la pobreza significa incapacidad social y política, producida en primer lugar por la incapacidad para desempeñar el papel de consumidor y luego confirmada, corroborada legalmente e institucionalizada burocráticamente como una condición de heteronimia y de libertad. La pobreza está relacionada con el ingreso (demasiado bajo según estándares 126 Patrick Donleavy y Brandon O’Leary, Theories of the State: The Politics of Liberal Democracy, Londres, 1987, p. 100. 187 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA aceptados) y con el volumen de las posesiones (demasiado pequeño para satisfacer las necesidades consideradas básicas o vitales), que en principio pueden medirse en alguna forma “objetiva” (desde luego, la idea misma de que puedan medirse supone que hay expertos, hombres de conocimientos especializados que “verdaderamente saben” cuál es y cuál no la condición de pobreza). El estado de pobreza no está directamente definido, sin embargo, por índices medibles. En una sociedad de consumo, como en cualquier otra sociedad, la pobreza es, en esencia, una condición social. Abel-Smith y Townsend sugieren que el estado de pobreza está determinado por el grado de “eficiencia social” (más bien ineficiencia). Una persona pobre es una persona incapaz de adoptar un comportamiento social reconocido como adecuado para un miembro “normal” de la sociedad. Al elaborar esta idea, David Donninson definió la pobreza como “un estándar de vida tan bajo de excluye a las personas de la comunidad en la que viven”.127 Observemos que lo que sí excluye a las personas pobres de la comunidad, lo que los hace “socialmente ineficientes” no son sólo medios inadecuados para vivir, sino el hecho de que el estado de heteronimia y una regularización burocrática entrometida los separan de otros miembros de la comunidad que son libres y autónomos. En una sociedad de consumidores libres, el que las autoridades nos digan cómo gastar nuestro dinero es una fuente de vergüenza. La “ineficiencia social” es un estigma y se estigmatizado lo hace a uno menos eficiente aún. Los sociólogos que han estudiado la vida de los pobres contemporáneos concuerdan en que un aspecto sobresaliente de vivir en la pobreza es el retiro de los pobres de la interacción social, la tendencia a romper viejos vínculos sociales, a escapar de los lugares públicos y retirarse a la casa para esconderse de la amenaza real o imaginada de la condena comunal, el ridículo o la piedad. La determinación burocrática de las necesidades públicas significa una falta persistente de autonomía y de libertad individual. La heteronimia de la vida es lo que constituye la privación en una sociedad de consumo. La vida de los desposeídos está sujeta a una regulación burocrática que aísla e incapacita a sus víctimas dejándoles poca oportunidad para luchar, responder, o incluso resistir a través de la no cooperación. En la vida de los desposeídos, la política está omnipresente y es omnipotente; penetra profundamente en las áreas más privadas de nuestra existencia, al mismo tiempo que permanece distante, ajena e inaccesible. Los burócratas “ven sin ser vistos”; hablan y esperan ser escuchados, pero sólo oyen lo que piensan que vale la pena ser escuchado; se reservan el derecho a establecer la línea entre la verdadera necesidad y un mero capricho. Entre la prudencia y la prodigalidad, la razón y la falta de ella, lo “normal” y lo “insano”. En la sociedad de consumo la opresión administrada burocráticamente es la única alternativa ante la libertad del consumidor. Y el mercado de consumo es el único escape de la opresión burocrática. En la sociedad capitalista en su fase de consumo, esta ruta de escapa está abierta y es tomada por la gran mayoría de los individuos, incluso para quienes el escape no es accesible parece inevitable y permanente. Hay, sin embargo, otro personaje moderno, el “comunista” de sociedad, cuya ruta de escape es una proposición viable sólo para la minoría pequeña y no característica. En esta sociedad, la determinación burocrática y la administración de las necesidades individuales es el principio central, no una medida marginal y residual; lo mismo sucede con la opresión, la incapacidad política y la expropiación obligatoria de la “voz” que viene con ella. Una manera de concebir a las sociedades comunistas (tal y como han surgido históricamente en varios países en todos los continentes) es considerarlas como una extensión de aquellas condiciones de vida que en una sociedad de consumo están asociadas con la pobreza. Esto no significa necesariamente que todos los miembros de una sociedad vivan en la pobreza (hemos visto que la pobreza es cuestión de “ineficiencia social” y que el carácter especial de la pobreza en las sociedades capitalistas contemporáneas se deriva de una “desviación de la norma”, 127 Señalado en Stein Ringer, The Possibility of Politics: A Study in the Political Economy of the Welfare State, Clare don Press, Oxford, 1987, p. 144. 188 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA la norma es la libertad de consumo). Esto no se refiere ni siquiera a un estándar de vida particular y definido. Se refiere más bien al grado de influencia que el individuo puede ejercer (individualmente, como consumidor; o colectivamente, como ciudadano) sobre sus propias necesidades y su satisfacción. Las “condiciones de vida” en cuestión, que se extienden a la sociedad en su conjunto, son situaciones de heteronimia, de limitar la elección individual hasta el punto de la casi extinción. La mayoría de los análisis profundos sobre las sociedades del tipo comunista buscan “la esencia” de tales sociedades precisamente en la administración de las necesidades individuales por parte del Estado. Ferenc Feher, Agnes Heller y Gyorgy Markus definen al Estado comunista como la “dictadura sobre las necesidades”.128 ¿Cuáles son las necesidades del individuo, cómo y en qué medida deben ser satisfechas? son decisiones políticas y ejecutadas por la burocracia; los individuos cuyas necesidades se deciden de esta manera tienen poco o nada que decir en los asuntos de Estado o de la burocracia. No tienen, por así decirlo, ni “salida”, ni “voz”. La miserable y escuálida vida bajo el comunismo, la notoria escasez de bienes de consumo, la enorme cantidad de tiempo que se requiere para obtener los bienes más elementales, se explica frecuentemente como el resultado de la ineptitud de los planeadores, la insuficiencia de incentivos para trabajar bien o la corrupción general. La cuestión es, sin embargo, si la ausencia de la libertad de consumo o de un marco adecuado para su desarrollo es una manifestación del “mal funcionamiento” de un sistema mal administrado. Se puede argumentar que el segundo es el caso: el sistema comunista representa una alternativa a la sociedad integrada a través del consumo y que la ausencia de la libertad de consumo es un atributo prominente e indispensable de tal alternativa. El poderío político del Estado descansa en su capacidad para “decidir los determinantes” del comportamiento individual. Esta formidable capacidad depende de la ausencia de una “salida” y de la supresión de la “voz”. Un mercado completo de consumo proporcionaría una “salida”; la libertad para elegir entre la conformidad y el disentimiento harían que la voz fuera teóricamente audible (si bien no necesariamente en la práctica). Observemos que la ubicuidad de la regulación política que penetra en la mayoría de los resquicios más íntimos de la vida individual repercute en la “politización” de cuestiones que de otro modo no serían de interés para el Estado. Cada problema personal se convierte inmediatamente en una cuestión política; no puede resolverse sin comprometer a algunas extensiones del poder político. Un intento de parte de los individuos por usar sus propios recursos para enfrentar las tareas vitales, es potencialmente peligroso dado que socava el principio de determinación de la proliferación de ideas políticas y sociales con ecuanimidad, dado que ni la integración social ni la sistémica dependen de la aceptación universal de una fórmula específica de legitimación. El Estado comunista se tambalea con cualquier expresión de disentimiento intelectual; al no ofrecer salida política, no puede esperar que la tendencia a la resistencia a través de la voz se disipe por sí misma. El Estado comunista debe confiar fuertemente no tanto en la aceptación actualizada en su fórmula legitimadora, como en la eliminación de cualquier intento de movilización o disentimiento político; o más bien, cualquier manifestación de desafecto colectivo adquiere inmediatamente desde el punto de vista del Estado, el carácter de disentimiento político. Nuestro estudio de la organización interna de la sociedad capitalista de consumo y su comparación con la sociedad comunista organizada sobre un principio de tímida oposición, sugiere una opresión político-burocrática como la única alternativa a la libertad de consumo; al menos como la única alternativa “que existe en la realidad” (a diferencia de alternativas postuladas como deseables pero no sujetas a una prueba concluyente en la práctica o de probabilidad teórica). Más aún, nuestro estudio sugiere que para la mayoría de los miembros de la sociedad contemporánea, la libertad individual, en caso de estar disponible, viene en la forma de libertad de consumo, con todos sus atributos agradables y los que no lo son tanto. Una vez que la libertad de consumo se ha ocupado de las preocupaciones individuales, de la integración social y 128 Ferene Feher, Agnes Heller y Gyorgy Markus, Distatorship over Needs, Oxford University Press, Oxford, 1983. 189 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA de la reproducción sistémica (y la libertad de consumo sí se ocupa de las tres), la presión coercitiva de la burocracia política puede mitigarse, la explosividad política de las ideas y prácticas culturales puede desactivarse y la pluralidad de opiniones, estilos de vida, creencias, valores morales o posiciones, estéticas pueden desarrollarse sin ser molestadas. La paradoja es, desde luego, que esta libertad de expresión de modo alguno está sujeta al sistema o a su organización política o a un control de parte de aquellos cuyas vidas sigue determinando, aun cuando sea a distancia. No se interfiere con las libertades de consumo y de expresión mientras sigan siendo políticamente ineficientes. 190 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA DEMOCRACIA Y SOCIEDAD CIVIL EN AMÉRICA LATINA. UNA REVISIÓN CRÍTICA DE LOS DIAGNÓSTICOS LATINOAMERICANOS EN LOS AÑOS OCHENTA Y NOVENTA César Cansino. Democracia y sociedad civil en América latina. Una revisión crítica de los diagnósticos latinoamericanos en los años ochenta y noventa en Metapolítica, Revista Núm. 7, 1998. Resumen El objetivo de este ensayo es evaluar los diagnósticos que sobre el tema de la democracia en América Latina se han elaborado durante las últimas dos décadas. Para ello, el estudio propone una clasificación de los principales autores y tradiciones de pensamiento que se han ocupado de analizar la realidad política y social de la región de manera global. Dicha clasificación considera dos ejes: uno ideológico y otro metodológico. Asimismo, el autor propone un conjunto de criterios teóricos y analíticos para someter a crítica dichos diagnósticos. Para empezar, dos precisiones sobre las características y objetivos del presente ensayo. En primer lugar, forma parte de una investigación en curso que busca definir nuevos criterios para pensar la democracia en América Latina. En este sentido, está estrechamente relacionado con un trabajo preliminar de mi autoría publicado recientemente y al cual me referiré constantemente (Cansino y Zermeño, 1997). En segundo lugar, dentro del itinerario de investigación definido en aquella ocasión, se concibe como un ejercicio de teoría crítica, por cuanto discute y polemiza con los principales autores y tradiciones de pensamiento que han ofrecido diagnósticos más o menos consistentes sobre el presente político de nuestra región. La confrontación con estos discursos se considera esencial en la perspectiva de construir una propuesta alternativa que reconozca en su justa dimensión y de cobertura teórica a diversos aspectos minimizados o subestimados hasta ahora por los especialistas. Me refiero, en particular, al conjunto de iniciativas ciudadanas de todo tipo, como movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales, acciones de resistencia social, etcétera, lo cual nos habla, por una parte, de una activación inédita de la sociedad civil mucho más intensa y vigorosa de lo que usualmente se cree, y, por la otra, de una tendencia a la “desestatización” de la política por efecto de esta misma emergencia de lo social. Partiendo de estas premisas, trataré de demostrar que la mayoría de los diagnósticos con los que contamos sobre el presente latinoamericano y en particular sobre las dificultades para avanzar en la democracia y para afirmar procesos de desarrollo socioeconómico más equilibrados y equitativos, han fracasado o son francamente insuficientes para dar cuenta de la compleja realidad de la región. Para demostrar esta proposición seguiré tres pasos: a) definiré un conjunto de elementos teóricos y empíricos que considero fundamentales en toda tentativa consistente para pensar América Latina en la actualidad; b) realizaré un análisis puntual de los principales autores y corrientes que a lo largo de los últimos veinte años han ofrecido interpretaciones consistentes y ampliamente reconocidas sobre la realidad política de la región; y c) señalaré las limitaciones de estos análisis a partir de las consideraciones teóricas y empíricas definidas con anterioridad. Por lo que respecta al primer punto, me limitaré a señalar las ideas centrales de mi propuesta, en el entendido que ésta ha sido desarrollada ampliamente en un artículo precedente (Cansino y Zermeño, 1997). 191 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Los países de América Latina y muchos otros se ven atravesados en la actualidad por dos fenómenos que nos llevan directamente a repensar con nuevos contenidos la cuestión democrática en la región: la crisis de la democracia representativa y el resurgimiento de la sociedad civil. En este sentido, una noción de democracia que aspire a expresar de manera realista lo que se está moviendo en nuestras sociedades, deberá dar cobertura teórica al conjunto de iniciativas ciudadanas, movimientos sociales y demás acciones que como tales llenan de nuevos contenidos simbólicos al poder político. Dicho en breve, la democracia de la que hablo tiene los siguientes presupuestos: a) considera a la sociedad civil como el espacio público por excelencia, el lugar donde los ciudadanos, en condiciones mínimas de igualdad y libertad, cuestionan y enfrentan cualquier norma o decisión que no haya tenido su origen o rectificación en ellos mismos; b) coloca en consecuencia a la esfera pública política como el factor determinante de retroalimentación del proceso democrático y como la esencia de la política democrática, y se opone a cualquier concepción que reduzca la política al estrecho ámbito de las instituciones o el Estado; c) en conexión con lo anterior, concibe al poder político como un espacio "vacío", materialmente de nadie y potencialmente de todos, y que sólo la sociedad civil puede ocupar simbólicamente desde sus propios imaginarios colectivos y a condición de su plena secularización; y d) sostiene, finalmente, que la sociedad civil es por definición autónoma y fuertemente diferenciada, por lo que la democracia se inventa permanentemente desde el conflicto y el debate público. Hay muchas razones para adscribirse a esta concepción de la democracia con el objetivo de repensar la política en América Latina. La primera radica en las propias señales que emiten nuestras sociedades y cuya importancia es más bien subestimada o simplemente ignorada por las concepciones convencionales. De hecho, en América Latina, más que en cualquier otra parte, la política institucional ha dejado de articular a la sociedad y el Estado es rebasado cada día por las iniciativas ciudadanas independientes; la sociedad civil está encabezando con sus acciones una auténtica revolución democrática. En segundo lugar, al favorecer la “desestatización” de la política, esta concepción concilia a los ciudadanos con la política, restituyéndole a ésta dignidad y densidad. Una enseñanza nada desdeñable frente a las tentaciones neoconservadoras y totalitarias que cruzan en los hechos la experiencia política institucional. Para América Latina, en particular, esto nos ayuda a entender que la democracia no termina en las transiciones democráticas ni en la transformación de un modelo político y económico centralizado en el Estado o en el mercado, sino que depende exclusivamente del propio desarrollo de la sociedad civil. Ciertamente, las sociedades modernas están acosadas por la lógica de los mecanismos administrativos y económicos, pero entender a la sociedad civil como un espíritu “público” nos permite vislumbrar en alguna medida la expansión posible de la democracia bajo los regímenes liberal-democráticos realmente existentes. Finalmente, constituye una opción teórica consistente que anteponer a los esquemas normativos dominantes, liberales y neomarxistas, que para el caso de América Latina han resultado francamente insuficientes o parciales. En síntesis, esta propuesta pretende ser un marco analítico desde el cual sea posible recuperar el sentido de la política. En efecto, frente a la cada vez más evidente crisis (o transformación) de la política en América Latina, caracterizada por la declinación del hombre público y el descentramiento e informalización de la política, oponemos un conjunto de argumentos que miran a recuperar la capacidad de decisión y participación del ciudadano y la sociedad civil; es decir, postulan la necesidad de construir la política desde la sociedad y, además, volver al ciudadano un sujeto que encarna y alrededor del cual convergen los principios fundamentales de la democracia. 192 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Hasta aquí los elementos centrales de mi propuesta. Toca en turno analizar los principales diagnósticos que sobre la democracia en América Latina se han realizado durante los años ochenta y noventa. Para proceder con este análisis, propongo clasificar a los distintos autores a lo largo de dos dimensiones: una ideológica y otra metodológica. En la dimensión metodológica podemos ubicar los extremos de suaves y duros. En el primero están todos aquellos autores cuyos análisis sobre América Latina no adoptan un método científico empírico riguroso; es decir, carecen casi por completo de conceptualización, no emplean métodos de control precisos para demostrar sus afirmaciones, no hipotetizan sobre los asuntos estudiados. De ello no se deriva que algunos de estos trabajos no hayan tenido implicaciones teóricas de la mayor importancia, por el contrario, algunos autores no necesariamente cientificistas han generado acalorados debates y han ofrecido valiosas contribuciones, este es el caso de diversos literatos, ensayistas, filósofos e historiadores como Octavio Paz, José Guilherme Merquior y Mario Vargas Llosa. Muy cerca de este extremo de los suaves, podemos colocar también a diversos científicos sociales que abrevan en el paradigma marxista. Este es el caso de Pablo González Casanova y Atilio Borón, entre otros, que no necesariamente dejan de ser rigurosos, pero sí llegan a ser excesivamente subjetivos, deterministas y hasta dogmáticos en el momento de conducir sus estudios u ofrecer soluciones a los males analizados. Finalmente, en este rubro debemos ubicar también a diversos estudiosos que se han adscrito al corpus de ideas provisto por el movimiento intelectual posmoderno de origen europeo para pensar el presente latinoamericano. Se trata de estudiosos que no sólo se alejan del método científico sino que adoptan una posición sumamente crítica respecto a la Razón científica propia de la modernidad, por lo que proponen formas inéditas y originales de construcción del conocimiento. En el otro extremo del continuum metodológico está un conjunto de científicos sociales, sobre todo politólogos, antropólogos y sociólogos, que valoran positivamente el quehacer científico, por lo que emplean métodos demostrativos más o menos rigurosos y se empeñan en enriquecer el corpus teórico de sus respectivas disciplinas mediante sus investigaciones y estudios empíricos. En esta casilla podemos ubicar a los institucionalistas, los culturalistas y algunos sociólogos con un buen manejo de la teoría social contemporánea. Algunos adoptan incluso modelos explicativos sumamente sofisticados o recurren a métodos cuantitativos, econométricos y matemáticos para reforzar los resultados de sus investigaciones. Por lo que respecta a la dimensión ideológica, podemos ubicar los extremos de izquierda y derecha, en sintonía con los criterios convencionales con el que estos términos se emplearon durante décadas. Obviamente, en el extremo izquierda están todos aquellos autores que se adscriben en mayor o menor medida a la tradición marxista, la cual fuera tan influyente en América Latina en los años sesenta y setenta. Ciertamente, después de la debacle del socialismo real, hoy es difícil identificar a un autor que se declare abiertamente marxista. Sin embargo, al adoptar diversos aspectos teóricos provenientes del marxismo, sobre todo en el momento de ofrecer sus soluciones, varios de estos autores bien pueden ser ubicados en el marco de esta tradición. En el caso de otros estudiosos, su ubicación en este extremo deriva más bien de su posición descarnada con respecto al neoliberalismo o su crítica radical a la modernidad. En el primer caso están sociólogos como Sergio Zermeño o Hugo Zemelman, mientras que en el segundo, algunos antropólogos como Néstor García Canclini. Cabe señalar que la crítica más feroz a la modernidad ha sido la producida por los intelectuales posmodernos. Con justicia, éstos también deben ser ubicados en el extremo izquierda, pero su caso es ambivalente, pues efectivamente son radicales en su diagnóstico, pero muy conservadores en sus soluciones, las cuales se resumen es una suerte de “privatismo individualista” que no deja suficiente espacio para proyectos colectivos y de solidaridad. En el otro extremo del continuum ideológico está un conjunto de intelectuales que comulgan con la doctrina liberal en alguna de sus muchas vertientes. En algunos países se les 193 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA conoce como la “derecha ilustrada” y tienen un enorme peso en las políticas culturales y en los medios intelectuales de sus respectivas naciones. Junto con ellos, también podemos ubicar en la derecha a los así llamados “transitólogos”, por cuanto comparten con aquellos la asociación de capitalismo y democracia como intrínsecamente necesarios y tienden a reducir la noción de democracia al ejercicio electoral parlamentario. Ahora bien, si combinamos las dos dimensiones consideradas para clasificar a los estudiosos latinoamericanos, podemos reconocer cuatro tipos muy bien definidos de posiciones intelectuales: la derecha dura, la derecha suave, la izquierda dura y la izquierda suave. Obviamente, se trata de una clasificación con fines expositivos, pues en los hechos podemos encontrar múltiples combinaciones o hasta posiciones eclécticas. Este el caso, por ejemplo, de los intelectuales que adoptan criterios desarrollistas para referirse a las perspectivas de la región. Los desarrollistas son especialistas de diversas disciplinas, pero principalmente economistas, que buscan explicaciones sobre las posibilidades de nuestros países para salir del atraso. Obviamente, mantienen algún vínculo teórico con las posiciones desarrollistas que alcanzaron notoriedad en los años sesenta en todo el mundo y que en América Latina fueron adoptadas y estimuladas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Este vínculo, sin embargo, es tan sólo aparente, pues las teorías desarrollistas clásicas terminaron sucumbiendo frente a la crítica dependentista de los años setenta y debido a sus propias contradicciones internas. En ese sentido, confrontadas a las teorías dependentistas de impronta marxista, las teorías desarrollistas eran más bien conservadoras y poco sensibles a desnudar las contradicciones propias del capitalismo. Sin embargo, debido al ulterior triunfo material de la doctrina neoliberal en nuestros países, y la subsiguiente derrota teórica de las perspectivas dependentistas, los autores que hoy reivindican posiciones desarrollistas, aunque corregidas respecto de las propuestas tradicionales de los años sesenta, son de los pocos especialistas que todavía muestran alguna sensibilidad hacia los agudos problemas sociales que cruzan a todos nuestros países. Por ello, desde este punto de vista, no sería inexacto ubicarlos en el extremo de la izquierda. Algo similar podría decirse de las soluciones que ofrecen frente a dichos problemas, pues son pretendidamente progresistas al buscar opciones para enfrentar el subdesarrollo. Pero se aproximan al extremo opuesto cuando proponen mecanismos de eficientización del Estado y de las políticas públicas como el eje indispensable para cualquier estrategia desarrollista; es decir, se aproximan en sus recomendaciones a posiciones mantenidas por los institucionalistas y los liberales. Con respecto a la dimensión metodológica, tampoco resulta fácil ubicar a los autores desarrollistas en uno u otro extremo. Algunos recurren a métodos demostrativos más o menos rigurosos, mientras que otros elaboran discursos más libres y menos comprometidos con las exigencias del método científico. Paso ahora a analizar en profundidad cada una de las cuatro posiciones intelectuales que se desprenden de la clasificación anterior. La derecha dura En este rubro ubicamos a un grupo compacto de politólogos adscritos plenamente a los enfoques empiricistas y funcionalistas provenientes de la ciencia política desarrollada sobre todo en Estados Unidos. Todos ellos son mejor conocidos como “institucionalistas” y, en algunos casos, “transitólogos”, y han centrado buena parte de sus esfuerzos a explicar y describir los procesos de democratización en América Latina a partir de los primeros años ochenta. Primero fueron politólogos extranjeros los que volcaron su mirada sobre esta región muy bien equipados con las teorías empíricas del cambio político que se fueron gestando desde las experiencias transicionales en el Sur de Europa en la década de los setenta. Este es el caso de Linz y Stepan (1978), Huntington (1968 y 1994), Przeworski (1991), Morlino (1985), por citar a los más conocidos. A 194 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA esta corriente claramente cientificista del estudio de la política se adscribieron después muchos politólogos latinoamericanos, la mayoría formados en Estados Unidos, como Lechner (1986 y 1990), O'Donnell (1992), Garretón (1994 y 1997), Cavarozzi (1990 y 1994), Nohlen (1988 y 1989), Huneeus (1987), Baloyra (1987) y, siendo autocríticas, yo mismo (Cansino, 1991, 1994, 1996 y 1997). En la actualidad, estas perspectivas funcionalistas comienzan a perder terreno frente al auge de enfoques neoinstitucionalistas y racionalistas mucho más rigurosos y cuantitativos en el plano metodológico. En el caso de América Latina, la producción de estudios sobre la transición ha sido vasta y muy importante. Entre otras cosas porque los procesos de democratización en la región, salvo algunas excepciones, coincidieron en el tiempo y se desarrollaron con patrones muy semejantes, lo cual motivaba a buscar explicaciones globales sobre las implicaciones y repercusiones de esta novedad histórica en el Continente. Según nuestro esquema, este grupo de estudiosos debe ser colocado en el extremo derecha de la dimensión ideológica, básicamente porque comparten una visión reduccionista de la democracia muy en sintonía con las definiciones minimalistas y procedimentales elaboradas en Estados Unidos por politólogos como Dahl (1971), Sartori (1988), Schmitter y Karl (1991). Así, para todos ellos, la democracia se define exclusivamente como un régimen político, es decir, queda confinada al ámbito de las instituciones y/o es concebida únicamente como un mecanismo de selección de representantes a partir de ciertas condiciones y garantías de pluralismo partidista y participación de los ciudadanos. Por otra parte, estos autores comparten con el pensamiento liberal la asociación de capitalismo y democracia como intrínsecamente necesarios así como la tendencia a reducir la noción de democracia al ejercicio electoral parlamentario. Cabe señalar que la ubicación de los institucionalistas en el extremo de la derecha no desconoce el valor de sus contribuciones en favor de la democratización de América Latina sumergida durante años en la intolerancia y el autoritarismo. Con todo, por lo dicho antes, su defensa de la democracia liberal no alcanza por sí sola para ubicarlos en una posición distinta en la dimensión ideológica. Aunque los estudios sobre los procesos de democratización en la región han reparado en un sinnúmero de aspectos, es posible reconocer algunos criterios comunes. Así, por ejemplo, opinan que la democratización de América Latina en los años ochenta se genera en la crisis de los modelos burocrático-autoritarios que prosperaron en todo el continente. Por las propias características de estos regímenes, las transiciones en la región han sido mas bien lentas y conflictivas y han conducido a procesos de consolidación frágiles y difíciles. De esta suerte, si bien se han afirmado procesos mínimos que nos permiten hablar de regímenes democráticos, prevalecen amplias zonas o franjas autoritarias y excluyentes, que muchas veces han generado situaciones de ingobernabilidad. Los partidos políticos, por su parte, han mostrado serias dificultades para echar raíces y articular demandas, por lo que las democracias generadas son más bien “delegativas”, en el sentido de que los representantes políticos no siempre cuentan con el respaldo social e institucional mínimo para cumplir sus funciones de manera legitimada. Buena parte de las inquietudes de los transitólogos que analizan América Latina consiste en identificar los riesgos que ponen en peligro los avances democráticos. Algunos, como Cavarozzi (1990) y Garretón (1994), hacen depender estas dificultades de lo que denominan una doble transición. Es decir, en América Latina no sólo hubo un tránsito de régimen político, sino también de la matriz de Estado que prevaleció en la región desde la posguerra. De ahí que buena parte de los diagnósticos producidos por los transitólogos derivan en recomendaciones para la reforma del Estado. Se trata casi siempre de recomendaciones de políticas públicas, de sugerencias para eficientizar la administración, de ingeniería constitucional, o de propuestas para afinar y perfeccionar las instituciones representativas, en una palabra, se trata de soluciones para conjurar los peligros que amenazan a la democracia política a través del fortalecimiento de las instituciones. En suma, se trata de propuestas con soluciones tecnocráticas, que sólo miran a 195 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA aproximar la lógica de funcionamiento de las instituciones democráticas al modelo de democracias consolidadas de Estados Unidos y Europa. Esta derivación etnocéntrica y teleológica parece inevitable para quienes se adscriben a este corpus teórico y metodológico para analizar a América Latina. No por casualidad, la mayoría de los transitólogos han terminado acomodándose como funcionarios o tecnócratas en sus respectivos gobiernos o a lo sumo como asesores a sueldo. Nuestra crítica a estos enfoques no puede desconocer este hecho, pero más importante, en estos diagnósticos no hay lugar para la sociedad civil. Lo social siempre es visto en términos de los equilibrios que propicia en lo político-institucional; es casi siempre un elemento aleatorio que a lo sumo obliga en determinados momentos a redefinir el papel del Estado. Nosotros hemos reivindicado precisamente lo contrario, pues creemos que la cuestión social es la cuestión política por excelencia, son indisociables. De lo que se trata es de reconocer adecuadamente las señales que se generan desde la sociedad civil y que a su vez determinan los nuevos contenidos de la política democrática. Cabe señalar que algunos de los autores ubicados en esta perspectiva institucionalista han sabido extender su mirada más allá de los estrechos márgenes de la perspectiva funcionalista, lo que les ha permitido ofrecer diagnósticos mucho más interesantes y sugerentes. Este el caso de los trabajos más recientes de Lechner (1995 y 1996). Para ejemplificar, resumiré algunas de sus posiciones. Lechner sostiene la necesidad de repensar la política en América Latina a la luz de un nuevo contexto internacional caracterizado por el fin del sistema bipolar, la globalización, la fragmentación social, la afirmación de la sociedad de mercado y la reorganización del Estado, la expansión de la democracia, etcétera. Las nuevas formas de la política se caracterizan sobre todo por el descentramiento de la política, su informalización (poderes fácticos) y la reestructuración de lo público/privado. Para América Latina, concluye Lechner, de lo que se trata es de adecuarse a estas nuevas formas de la política de forma que no se ponga en riesgo el orden institucional. Así, sostiene, no se trata de eliminar la política sino de redimensionaría (reforma del Estado), de poner en línea la política con los supuestos imperativos técnicos de la economía. Por otra parte, en contra de la informalización de la política, propone la politización de lo social, perfeccionar los mecanismos de representación para que la sociedad influya cada vez más en las decisiones políticas. Sin duda, el diagnóstico de Lechner es mucho más sugerente que los analizados arriba por cuanto da cuenta de procesos de innovación política que no pueden subestimarse. Sin embargo, las soluciones propuestas se enmarcan en la mejor línea institucionalista, por cuanto el perfeccionamiento de la democracia se hace depender de criterios de eficientización o ingeniería política. En suma, el reconocimiento de lo social por parte de Lechner es sólo aparente. La derecha suave En esta categoría incluimos a un grupo de intelectuales afines con la doctrina liberal que han alcanzado un enorme prestigio en sus respectivos países. En algunos casos se les conoce como la “derecha ilustrada” y entre ellos mantienen fuertes vínculos de cooperación e intercambio. Este es el caso de Octavio Paz (1984 y 1991) y Enrique Krauze (1990) en México, Vargas Llosa (1993) en Perú, Merquior (1984, 1989a, 1989b, 1991), Lafer (1991) y Gomes y Mangabeira (1998) en Brasil. Como líderes intelectuales en sus respectivos países, mantienen también estrechos vínculos con los pensadores liberales más connotados a nivel mundial. Se trata casi siempre de ensayistas, escritores o filósofos, y, en algunos casos, han llegado a involucrarse activamente en la política, como embajadores, asesores o candidatos a la presidencia. 196 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Sin duda, la contribución de estos autores para pensar América Latina ha sido fundamental, aunque siempre anteponen sus convicciones ideológicas a la búsqueda de explicaciones metodológicamente correctas y rigurosas. Quizá por ello no pueda decirse que estos intelectuales, salvo algunas excepciones, hayan elaborado una teoría más o menos consistente sobre América Latina. Por el contrario, sus reflexiones al respecto son más bien reactivas y subjetivas. Por lo general, ofrecen explicaciones en negativo; es decir, tratan de desnudar las implicaciones devastadoras de las tendencias populistas o totalitarias en la región, sean de tipo burocrático-autoritario, como en la Sudamérica predemocrática; de tipo comunista, como en Cuba; o semidemocrático, como en México. Se debe a Octavio Paz (1979), por ejemplo, una de las caracterizaciones más lúcidas del Estado mexicano de los años setenta, una crítica mordaz a su ambigua condición de ogro y filántropo. De su confrontación intelectual con los pensadores marxistas, los liberales han extraído casi siempre sus argumentos en favor de la democracia liberal como horizonte político y de convivencia civil para América Latina. Pero a la hora de las propuestas no hay más que un conjunto de ideas desarticuladas. A lo sumo, sugieren revalorar los rasgos culturales e históricos de nuestros pueblos, su idiosincrasia y modos de ser y relacionarse, como factores que imprimen su sello en las prácticas políticas y de todo tipo. Pero si de excepciones se trata, la contribución más sólida sobre América Latina proveniente de este grupo de intelectuales liberales, es la ofrecida por Merquior, el más grande filósofo que haya visto nacer Nuestra América en el presente siglo. En uno de sus ensayos más celebres, “el otro Occidente”, Merquior ofrece una propuesta sumamente sugerente para pensar América Latina. En primer lugar, sostiene que América Latina ha vivido siempre procesos de modernización inconclusos, entendiendo por modernización la afirmación de una democracia de libertades y derechos mediante el logro de un bienestar equilibrado y de progreso económico. En buena medida, piensa Merquior, esto se ha debido a la falta de sensibilidad de los Estados populistas, nacionalistas y autoritarios que hemos padecido tantos años, por cuanto se empeñan en desconocer que nuestras sociedades son profundamente plurales liberales, diría Merquior, por lo que cualquier reivindicación del “sujeto nacional” con fines y metas compartidas, no concita ya ninguna reacción. En ese sentido, sostiene Merquior, América Latina comparte con Occidente el valor de la pluralidad y la libertad, pero esta parte del mundo no es una mera extensión de Europa, es otro Occidente, con valores y rasgos culturales peculiares. Reconocer la diversidad de América Latina implica quitar los velos y las máscaras que nos han querido imponer desde las instituciones políticas. En esta tensión entre Occidente y América Latina, nuestra identidad se configura como múltiple y pluriétnica, nuestra sociedad, como profundamente rebelde frente a los abusos y definitivamente liberal por cuanto valora y defiende la diversidad y la diferencia. Partiendo de estas premisas, Merquior considera prioritario para América Latina desterrar el centralismo, la autocracia y el paternalismo. Para ello, propone dos caminos: a) la defensa consecuente del liberalismo en sus dos vertientes, como defensa del mercado y de derechos individuales elementales y, recuperando un viejo liberalismo que suele olvidarse, como defensa de derechos sociales más sensibles a la igualdad de condiciones y oportunidades; y b) racionalizar la política, es decir, propiciar un Estado fuerte y eficiente, independientemente de su tamaño. Ambos elementos se conciben como prerrequisitos para dar coherencia a la legitimidad de las instituciones y conjurar las tentaciones autoritarias tan frecuentes en nuestros países. En una palabra, Merquior se inclina por un "liberalismo democrático" para América Latina, pero sensible a las cuestiones sociales más apremiantes como condición de estabilidad y legitimidad del orden institucional (Gellner y Cansino, 1996). Sin duda, el diagnóstico de Merquior es sugerente y preciso y sus soluciones son sensibles a los problemas estructurales de nuestros países. El problema está en que el resurgimiento liberal en la región no ha dejado espacio en los hechos a los aspectos que el 197 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA filósofo brasileño mencionaba en su momento. El triunfo del neoliberalismo en los años ochenta y noventa ha producido mayor exclusión social y terribles desigualdades, que lejos de conjurar las amenazas de ingobernabilidad, han hecho emerger conflictos de todo tipo así como poderes fácticos que producen una creciente informalización de la política, con todo su caudal de violencia y corrupción incontrolables. Es decir, diagnósticos liberales como el de Merquior parecen encontrar sus límites en la propia lógica de funcionamiento del liberalismo de mercado. La mercantilización universal parece inmune a cualquier regulación político-normativa y la eficientización del Estado y la legitimación de las instituciones democráticas siguen siendo quimeras frente a la creciente informalización de la política. Habría que buscar por ello otros diagnósticos liberales mucho más realistas con respecto a las consecuencias que el neoliberalismo ha tenido en nuestros países, para extraer conclusiones más acabadas de este tipo de propuestas. Aquí entra precisamente un trabajo reciente de los filósofos brasileños Gomes y Mangabeira (1998), en el que se desarrolla una alternativa práctica al neoliberalismo. En principio, estos autores parten de reconocer que el neoliberalismo como proyecto para organizar la economía y por sus consecuencias sociales recesivas ha fracasado. En virtud de ello, proponen como imperativo pensar sin prejuicios cómo se pueden hacer más justas, eficientes y sólidas nuestras economías, a partir de una definición política que no es otra cosa que una voluntad compartida para profundizar la democracia en nuestros países, afianzar el pluralismo de la sociedad y reducir las disparidades entre los sectores modernos de la economía y los sectores rezagados. En suma, los autores se inclinan por un “desarrollo democratizante” fundado en varios aspectos: la reorganización de un Estado actuante capaz de invertir en los individuos y de ser un socio de la iniciativa privada; una profundización de la democracia mediante reformas institucionales que favorezcan la práctica de los cambios estructurales; un Estado fuerte y democratizado comprometido con la democratización de la economía de mercado y la superación de las desigualdades; un Estado autónomo con proyectos nacionales en condiciones de corregir o cuestionar los dictados económicos externos. De esta convicción nacen una serie de propuestas muy concretas. A nivel económico proponen: a) invertir el efecto regresivo del tributo mediante un efecto distribuidor del gasto social, lo que supone una mayor tributación indirecta del consumo y un mayor castigo a los evasores de impuestos; b) privatizar empresas públicas onerosas y usar las ganancias para abatir la deuda pública interna; c) asegurar una base de derechos sociales con particular atención a la niñez y a la juventud a partir de un principio de herencia social (todos heredan de la sociedad); d) la revaloración social no depende de regulaciones sino de un Estado enriquecido; regular sin esta condición acrecienta las desigualdades; y e) promover una agricultura de carácter familiar a través de asociaciones entre los gobiernos y las pequeñas haciendas. En suma, proponen colocar a la sociedad en el centro entre el poder público y la iniciativa pública mediante una red de pequeñas y medianas empresas. A nivel político, los autores proponen: a) fomentar la veracidad y la equidad electorales y el fortalecimiento de la movilización cívica; b) garantizar el financiamiento público de las campañas y la transparencia de las contribuciones privadas, para disminuir la influencia del dinero en la política; c) diversificar y descentralizar los medios de información y regular su acceso por parte de los partidos; d) corresponzabilizar a los gobernantes con la sociedad en sus decisiones, sobre todo en los ámbitos locales; e) penalizar severamente los abusos de autoridad; f) acotar las responsabilidades y funciones del presidente de la República en una lógica de contrapesos clara y corresponsable en las decisiones; y g) multiplicar los instrumentos prácticos para que los ciudadanos puedan conocer y reivindicar sus derechos. Hasta aquí la propuesta de Gomes y Mangabeira. Su valor reside sobre todo en el detalle con el que la construyen. Parece que no dejan ningún tema sin tocar. Mi crítica, sin embargo, no es muy distante a la que ya expresé en el caso de los otros autores liberales. A final de cuentas, 198 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA depositan una enorme confianza en la capacidad autocorrectiva de las instituciones políticas que repercuta en una adecuación con criterios más justos del liberalismo de mercado y de la política realmente existente. Mi propuesta en este sentido es mucho más realista porque parte de reconocer la crisis de la política representativa y la incapacidad de las autoridades para acotar su propio rédito personal en beneficio de lo social. En este escenario, cobra sentido sostener que lo político comienza a identificarse con lo social. Es aquí el único lugar donde pueden generarse los contenidos que redefinan el ámbito institucional y normativo. El problema está en que los políticos profesionales siguen pensando que las decisiones son su competencia exclusiva, y son incapaces de leer las señales que emiten sus sociedades. Por otra parte, la propuesta de Gomes y Mangabeira hace depender del Estado no sólo la redefinición del proyecto económico y político sino también la generación de una conciencia social más crítica y de ciudadanos mejor informados de sus derechos. Una propuesta totalmente ingenua si consideramos que han sido precisamente nuestras sociedades las que se han movido en esa dirección a pesar del Estado, de los partidos, y de todos aquellos que les niegan su condición de sujetos políticos. La izquierda dura Como vimos en la definición de nuestro esquema de dos dimensiones, en la categoría de la izquierda dura podemos ubicar dos conjuntos de intelectuales, los “culturalistas” y los “sociólogos”. Veamos ahora sus respectivas propuestas sobre América Latina. Los culturalistas Muy cercanos en sus intenciones a los autores posmodernos, se encuentran los culturalistas. En efecto, para ambos son fundamentales los cambios culturales producto de la crisis de la modernidad para explicar el presente latinoamericano; es decir, ambos parten de reconocer nuevas dimensiones simbólicas en el terreno de la cultura y la socialidad ya sea como producto de una crisis de ideologías, valores y certidumbres no hace mucho articuladoras, o como resultado del efecto de los media y la globalización cultural a la que ha conducido la etapa más reciente del capitalismo, o a la afirmación de un desencanto creciente que ha arrojado a muchos al individualismo privatista e inmediatista, debilitándose así la idea de pertenencia o identidad. Pero esta semejanza inicial en intenciones que nos permite ubicar a ambos discursos en la casilla radical de nuestro esquema, contrasta visiblemente en lo que respecta a los métodos de explicación apropiados para dar cuenta de estos cambios en el ámbito de la producción, circulación y consumo de significaciones que es la cultura. En efecto, mientras que para los posmodernos la crisis del discurso científico es consustancial a la crisis de la modernidad, por lo que la posmodernidad perfila una corriente epistemológica de nuevo aliento, para los culturalistas hay cierto apego a los métodos científicos demostrativos y rigurosamente conducidos. Así, los estudios culturalistas de la región han sido elaborados sobre todo por antropólogos y sociólogos, empleando modelos teóricos y de análisis en ocasiones muy sofisticados como los de Geertz (1983) o Gellner (1997). No debe confundirse este sector de análisis con los estudios culturalistas en general. En una visión amplia, serían culturalistas todos aquellos que encuentran en los rasgos culturales históricamente conformados de un pueblo (idiosincrasia) las explicaciones de una manera de ser y de relacionarse. Aquí entrarían un sinnúmero de estudios y ensayos con las más variadas posiciones e intensiones, y que sin duda nos aclaran muchas de nuestras obscuridades actuales como miembros de una comunidad. Pienso, por ejemplo, en autores como Monsiváis (1988), Zea (1986), Uslar Pietri (1996), Fuentes (1991 y 1992), Briseño Guerrero (1994), para citar a los más conocidos. 199 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Los estudios culturalistas a los que en realidad me refiero aquí se insertan en un esquema y un programa muy concreto de producción de saberes. Es lo que en Estados Unidos se ha llamado Cultural Studies. En América Latina, sus principales representantes son García Canclini (1990 y 1994), Martín-Barbero (1993 y 1997), Calderón, Hopenhayn y Ottone (1994). Para ejemplificar esta veta de reflexión sobre América Latina me concentraré aquí en algunas ideas producidas por el antropólogo García Canclini. Se debe a este autor el concepto de “culturas híbridas” para referirse sobre todo a la realidad cultural de América Latina. La hibridación es así un proceso que implica una mezcla constante no sólo en el ámbito racial sino en el mundo más amplio de la cultura. La hibridación como proceso no sólo es un desafío para el conocimiento (la multidisciplinariedad) sino también una constatación de las incertidumbres actuales como impacto de la crisis de la modernidad. Para García Canclini, en el proceso de modernización económica y política inconcluso en América Latina, las culturas que no son completamente nacionales sino autoritarias han chocado con la transformación de los años ochenta de los mercados simbólicos. Lo existente, lo nuevo, la mezcla híbrida de cultos populares y masivos han sido producidos por la expansión urbana, por lo que las formas tradicionales de la vida política y la cultura urbana han declinado y los medios "han llegado a ser los constituyentes dominantes del significado 'público' de la ciudad, los que estimulan una esfera pública imaginaria desintegrada". A partir de estas premisas, García Canclini desafía algunas posiciones posmodernas al señalar que: Las preguntas fundamentales sobre la identidad y lo nacional, la defensa de la soberanía y la apropiación desigual del conocimiento y el arte, no desaparecen. Los conflictos no se han borrado... Se colocan en un registro diferente, uno que es multilocal y más tolerante y la autonomía de cada cultura es repensada. Las consecuencias políticas están moviéndose de una concepción vertical y bipolar de las relaciones sociopolíticas a otra que es descentrada y multideterminada. (García Canclini, 1990, p. 45). Por todo ello, para García Canclini, la modernización incompleta del Estado y la sociedad en América Latina coexiste con la posmodernidad: “las culturas popular y de élite con sus raíces tradicionales pertenecen a lo moderno, mientras que la cultura de masas es posmoderna, una matriz desorganizadora-organizadora de experiencias temporales”. Pero esta hibridación modernidad / posmodernidad no celebran al posmodernismo sino que lo hacen una parte del dilema contemporáneo. Para América Latina, esta realidad cultural más heterogénea no debería concebirse como más democrática, pues no escapa a las operaciones de nuevos y viejos mecanismos para concentrar la hegemonía. La conclusión lógica de este tipo de diagnósticos se dirige a reformular la política cultural: “las relaciones entre el Estado y el mercado deben ser redirigidas: no es cosa de restaurar la propiedad del Estado, sino de repensar el papel del Estado como el árbitro o garante, para que la necesidad de información, entretenimiento e innovación de la colectividad no esté siempre subordinada al lucro”. Sin duda, los estudios culturalistas tienen un valor sustancial: adentrarse en la producción de significaciones simbólicas como un elemento consustancial a cualquier reflexión de la realidad latinoamericana. Se trata de un elemento nada desdeñable si consideramos que la posibilidad de repensar lo político moderno reside en buena medida en reconocer los contenidos simbólicos que los imaginarios colectivos transfieren desde una sociedad radicalmente secularizada y diferenciada autónoma a los ámbitos de mediación y decisión político-normativa. Desde este frente, los estudios culturalistas proveen un arsenal teórico y conceptual muy sugerente para acercarse al tema. Con todo, conceptos como hibridación de la cultura no son más que otra forma, quizá más sofisticada, para señalar lo que aparece fenomenológicamente evidente para 200 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA cualquiera: la sociedad está cruzada por la diferencia y la pluralidad, por lo que ninguna perspectiva radical en el terreno democrático puede negar el conflicto como condición sine qua non de la sociedad. En esa perspectiva, no puede más que coincidirse con las conclusiones culturalistas a la García Canclini. Pero no basta con levantar acta de esta realidad, sobre todo pensando en América Latina, para pretender resolver heurísticamente el enorme dilema que supone la heterogeneidad. En este sentido, la complejidad de nuestras sociedades heterogéneas escapa a cualquier posibilidad de caracterización intelectual. Aquí reside la principal limitante de conceptos como el de “hibridación cultural”, por cuanto buscan descifrar lo que en sí mismo es indescifrable. Me parece mucho más honesto reconocer este hecho que alentar falsas expectativas omnicomprensivas. Pero más allá de esta crítica metodológica, me parece que estos enfoques conducen a otro error. Si no es posible caracterizar de una vez lo híbrido, menos lo es recomendar políticas culturales para sociedades híbridas. De nuevo, una manía por sobredimensionar al Estado en sus competencias y facultades. Los sociólogos En este rubro ubico a un conjunto de sociólogos muy cercanos a algunas sociologías provenientes de Europa que han puesto particular atención al estudio de los movimientos sociales. En especial, nos referimos a la contribución de Alain Touraine, a la que se han adscrito como discípulos muchos estudiosos de la región. Esta influencia se ha debido en buena medida al propio interés que el sociólogo francés ha tenido por América Latina al grado de convertirse en uno de sus temas centrales de reflexión. La sociología de Touraine se pretende rigurosa en el plano epistemológico pero muchas de sus conclusiones nos permiten ubicarlo como un pensador radical en el terreno ideológico. En buena medida, esto se debe a que la teoría de Touraine hunde sus raíces en el pensamiento marxista aunque también se deslinda de esta corriente para criticarla, rectificarla o corregirla en el momento de pensar realidades totalmente distintas a las que Marx visualizó en su tiempo. Curiosamente, la mayoría de los discípulos de Touraine en América Latina tuvieron un itinerario semejante. De marxistas a veces ortodoxos pasaron a adoptar una posición más ecléctica en sus contenidos teóricos y metodológicos, aunque también profundamente crítica e inconforme con la explotación y la pauperización a la que ha conducido el capitalismo salvaje en América Latina. En algunos casos, los diagnósticos son también profundamente pesimistas acerca del futuro de la región. Este es el caso de sociólogos como: Zermeño (1996), Zapata (1993 y 1997) y Zemelman (1989 y 1995), aunque en el caso de los dos últimos su pensamiento navega en muchas otras corrientes además de la de Touraine. En el caso concreto de Touraine (1987 y 1989), su posición sobre América Latina es abiertamente socialdemócrata. Después de reflexionar sobre el agotamiento de los modelos de desarrollo populistas y autoritarios, lo cual se constata en la ausencia de movilizaciones políticas a partir de los años ochenta, y de reconocer las terribles consecuencias sociales del actual proyecto neoliberal en los países de la región, Touraine concluye: Estoy convencido de que dentro de pocos años el tema general de América Latina será cómo introducir un tipo de socialdemocratización, de redistribución a través del Estado; cómo crear o incrementar impuestos, dar recursos al Estado y utilizar los nuevos para servicios sociales y un sistema mínimo de seguridad social. No hay otra salida. La política liberal actual es el primer paso, pero hay que reconstruir rápidamente un control social y político de la actividad económica a través de un sistema de redistribución (Cansino y Alarcón, 1994, p. 145). No deja de sorprender que aún haya voces que eleven discursos tan endebles como el anterior. Touraine no es capaz de ver más allá de lo que sus estrechos enfoques sociológicos le permiten. Si algo expresa la pluralidad de iniciativas sociales en América Latina es su desconfianza en un proyecto socialdemócrata que asuma el monopolio de la verdad sobre la manera en que deben redistribuirse los recursos públicos. A estas alturas, más de 200 millones de 201 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA marginados en todo el continente esperan muy poco de la política social de sus gobiernos. A lo sumo, esperan cierta sensibilidad de sus “representantes” para que no bloqueen o manipulen sus propias iniciativas autónomas de organización y sobrevivencia. Además de Touraine, cabría ejemplificar este tipo de enfoques con la propuesta del sociólogo Zermeño, quien publicó recientemente un libro de título muy polémico, La sociedad derrotada (1996), en clara sintonía con su maestro Touraine. El análisis de Zermeño parte de una hipótesis general: la globalización en la que se han visto inmersas las economías de nuestros países ha resultado un ataque furibundo contra los actores de nuestra modernidad. Más específicamente, la globalización ha significado: a) una destrucción sistemática de los más destacados actores de la sociedad (empresarios, clases medias, asalariados públicos, proletariado industrial, sectores medios, etcétera); b) una destrucción de los espacios de intermediación entre estos actores y el Estado (sindicatos, partidos, universidades, medios, movimientos sociales, asociaciones, etcétera); y c) el desmantelamiento de los actores modernos a favor del núcleo reducido y poderosísimo de empresas transnacionales asociadas a la cúpula del poder, en medio de la desorganización, pauperización y anomia crecientes de la población. En suma, concluye Zermeño, “la globalización constituye un disolvente social de las identidades colectivas con consistencia social y continuidad y de los espacios de interacción comunicativa y formación crítica de lo público”, con la peculiaridad de que la destrucción de lo público en nuestros países no conduce necesariamente a la afirmación de consumidores individualistas como en otros países sino a la incultura y la miseria, lo cual se suma a una herencia histórica derrotista y a la existencia de Estados que sistemáticamente han promovido el desmantelamiento de las identidades colectivas inconvenientes. El cuadro pintado por Zermeño no podía ser más desolador. En América Latina lo que tenemos es modernización con exclusión. De hecho, el neoliberalismo tiene como razón de ser la exclusión creciente de la sociedad. A partir de este diagnóstico, Zermeño dirige severas críticas a las justificaciones neoliberales y a los transitólogos que sólo tienen como horizonte la democracia política. Con respecto a los primeros, Zermeño deja ver lo absurdo que resulta justificar la existencia del modelo neoliberal a partir del argumento de que el adelgazamiento del Estado y la privatización de empresas antes estatales es el precio que hay que pagar por haber mantenido Estados sociales ineficientes. Con respecto a los segundos, sostiene que la democracia que puede existir en el marco de un proyecto de globalización como el actual, es decir, una democracia excluyente al igual que el mercado, es todo menos democracia. Por ello, más que tránsito a la democracia habría que hablar de una nueva etapa neoliberal globalizada que para existir requiere una nueva forma de gobierno variante del autoritarismo, una forma política que conjuga exclusión y burocratización y que se levanta sobre la marginación y el desmantelamiento de identidades colectivas por fuera del Estado. En suma, para Zermeño, la política en la era de la globalización no puede democratizarse. Mi principal crítica a este tipo de enfoques reside en su marcado derrotismo sobre la cuestión social. De hecho, su lectura desencantada del presente latinoamericano en tiempos de neoliberalismo les impide vislumbrar cualquier opción de futuro para nuestras sociedades. Es como una condena lapidaria que nos deja inmóviles y sin ninguna posibilidad de inventar con nuevos contenidos la democracia. Definitivamente, bajo ninguna circunstancia puedo convalidar este tipo de lecturas. Por ahora, me conformo con ofrecer un argumento alternativo. Si algo estamos viendo en la actualidad en América Latina es precisamente lo contrario a la derrota de la sociedad. Que las nuevas formas de organización y resistencia sociales no coincidan con las que catalogan los sociólogos a la Touraine, es decir, con las movilizaciones sociales de actores producidos por la modernidad, no significa que la sociedad no produzca formas alternativas de participación. 202 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La izquierda suave En realidad, no habría mucho que decir de quienes se han aferrado a la tradición marxista para pensar América Latina. La inconsistencia de estos discursos reside no sólo en el empleo de categorías y conceptos que poco explican ya el presente, sino también en su recurso a cierta dogmática rebasada por los propios acontecimientos. Obviamente, el hecho de que algunos autores permanezcan todavía en esta tradición es sintomático del enorme peso que alcanzó no hace mucho entre los intelectuales latinoamericanos, al grado de convertir al marxismo en el paradigma explicativo dominante. Por fortuna, como vimos con los “sociólogos”, muchos ex marxistas prefirieron reconvertirse y hoy son pocos los que se identifican como tales. En esta última situación están algunos intelectuales que en su momento alcanzaron gran notoriedad, tales como González Casanova (1990, 1992 y 1995), Borón (1991 y 1993), Vuskovic (1993) y Torres Rivas (1993). Veamos brevemente algunas de sus posiciones más recientes con respecto a América Latina. En primer lugar, dirigen una severa crítica a todas aquellas concepciones de la democracia que la restringen al espacio de la ingeniería política, es decir, de las instituciones políticas. Para ellos, la democratización de América Latina no puede agotarse en la pura reestructuración del régimen político; es decir, dejando al margen la necesidad de llevar adelante profundas reformas en las estructuras sociales que pongan fin a las injusticias y conduzcan a la legitimación de los gobiernos democráticos. En segundo lugar, consideran que la reflexión de la democracia en América Latina es inseparable de un análisis sobre la estructura y la dinámica del capitalismo en la región. En sintonía con el pensamiento marxista clásico, defienden la necesidad de democratizar el capitalismo. Mientras persistan las injusticias sociales, la democracia no tiene ningún sentido, se vuelve un instrumento más del capital. Finalmente, encaminan buena parte de sus reflexiones a demostrar lo injusto del actual modelo neoliberal y de la globalización como nueva forma de imperialismo. Por lo que respecta a las soluciones que desprenden de su diagnóstico bien pueden resumirse en tres: a) caminar hacia la democracia sustancial y no sólo hacia la democracia formal, b) preservar la soberanía nacional frente a los embates globalizadores, y c) definir para nuestros Estados un nueva condición social y popular. El problema con este tipo de interpretaciones es que no corrigen un ápice respecto a las interpretaciones marxistas de los años sesenta y setenta. Es como si nuestras sociedades no hubieran experimentado profundos cambios desde entonces. En consecuencia, no vale la pena redundar en el absurdo. Dos enfoques híbridos Quisiera concluir esta revisión con dos enfoques que no admiten clasificaciones exactas, pero igualmente influyentes para pensar el presente latinoamericano: los “posmodernos” y los “desarrollistas”. Los posmodernos Para una academia tan proclive a adoptar esquemas europeos para explicar el presente latinoamericano, las teorías posmodernas no podían faltar en el elenco de concepciones que han encontrado tierra fértil en la región en los últimos años. El problema de este acercamiento a los presupuestos posmodernos avanzados originalmente por autores como Baudrillard (1995), Lyotard (1987), Vattimo (1985) y Lipovesky (1987 y 1994), entre otros, es que muchas veces se ha realizado de manera dogmática. Esto quizá no sorprenda, pues la inteligencia en nuestros países ha tendido desde siempre a mirar la producción teórica europea y anglosajona de manera 203 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA acrítica, reconociendo un valor intrínseco a la misma, por lo que se abrazan sus presupuestos como principios de explicación omnicomprensivos y universales. Sólo así se explica la dogmatización que en su momento han tenido teorías como las de Gramsci, Foucault, Weber, hasta completar un lista interminable de modas intelectuales. Es curioso entonces que el pensamiento posmoderno haya sido abrazado por algunos intelectuales latinoamericanos como la versión más sofisticada para entender el presente, y que al hacerlo hayan convertido en dogma una propuesta que se construye precisamente como crítica a todos los dogmas, al pensamiento único, a los grandes proyectos e ideologías universalizantes de la razón occidental. Una contradicción que desnuda de manera contundente nuestros complejos de inferioridad intelectual respecto de Europa y la dependencia casi escolástica a los saberes ahí producidos. Según nuestro esquema, quienes han adoptado los presupuestos posmodernos para explicar el presente latinoamericano no encajan plenamente en alguno de sus apartados. Nuestra hipótesis es que ideológicamente deben ser ubicados más en la variable izquierda que derecha. Esto es así porque no puede negarse el contenido radical de estos diagnósticos que miran precisamente a describir las señales inequívocas del fin de una época, o mejor del fin de los grandes proyectos racionalizadores unitarios a partir de los cuales se articuló o se trató de articular la modernidad en Occidente. Sin embargo, la profunda radicalidad de los diagnósticos posmodernos no siempre se transfiere a las soluciones que estos mismos autores extraen de su diagnóstico. En efecto, mientras que el diagnóstico es radical, la solución es más bien conservadora: una suerte de “individualismo privatista”; es decir, el refugio del individuo en el espacio de lo privado. En América Latina, muchos se han conformado con repetir el credo posmoderno para alcanzar un cierto estatus dentro de los grupos intelectuales tan acrinolinados en viejos esquemas. Con ello quiero decir que han sido pocos los intelectuales que se han aproximado al pensamiento posmoderno como desafío para explicar de manera original las peculiaridades de la región respecto de Europa. En esta situación más promisoria podemos ubicar las contribuciones de autores como Lanz (1994 y 1996) y Follari (1990). Se trata sobre todo de intelectuales con una formación filosófica, algunos provenientes del marxismo y que encontraron en la posmodernidad el mejor dispositivo teórico para deslindarse de manera radical de sus afinidades intelectuales precedentes. Por otra parte, para ser consecuentes con el discurso del fin de los grandes discursos racionalizadores que definieron la modernidad, se colocan en un extremo argumentativo opuesto al de toda racionalidad científica y técnica. Creen más bien en las virtudes estéticas de la reflexión y la contemplación, aunque no dejan de ensayar una lógica argumentativa sustancialmente correcta. Pero antes de reconocer los contenidos de los diagnósticos posmodernos sobre la región, conviene precisar, a riesgo de ser esquemáticos, las ideas generales que de una u otra manera nos permiten hablar de una corriente de pensamiento posmoderna en los últimos años. 1. El posmodernismo nació en Estados Unidos en los años sesenta como una tendencia antimoderna y ecléctica del arte y la arquitectura occidentales. Desde ahí se trasladó, en las décadas posteriores, a todas las otras expresiones de la cultura y del pensamiento contemporáneo, principalmente a la filosofía y la estética. 2. El pensamiento posmoderno no pretende ser un paradigma conceptual coherente y autosuficiente, pues sus propios supuestos están fincados en un rechazo radical a la coherencia y absolutismo teóricos. Propone más bien un cierto cambio general en la sensibilidad y los valores de Occidente. 3. A finales de la década de los setenta, la influencia del posmodernismo se hizo sentir fuertemente en Europa, especialmente en Francia (Lyotard, Baudrillard), Alemania (Habermas, Apel) e Italia (Vattimo). A partir de esta difusión se consolidó como movimiento sociocultural 204 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA con una identidad propia a nivel conceptual. Como resultado de esta consolidación, se alcanzó una mayor claridad en el “diagnóstico” de la crisis de la modernidad propuesto por el movimiento, así como sobre las “terapias” para controlar y resolver la crisis. 4. En cuanto corriente filosófica, el posmodernismo se caracteriza por manifestar una actitud crítica con respecto a la razón ilustrada como facultad capaz de emancipar al individuo y al proyecto moderno como programa regido por una lógica inexorable de progreso, por considerar que la razón está penetrada por una “voluntad de poder” que en lo absoluto conduce a la emancipación y al progreso. 5. Esa actitud crítica se revela en una desconfianza radical hacia los macroconceptos que movilizaron a los hombres y mujeres occidentales desde el advenimiento de la modernidad: verdad, libertad, justicia e igualdad. En su lugar, el posmodernismo reivindica un predominio de la identidad por referencia a pequeños grupos cercanos, aglutinados por intereses muy específicos ligados a la sexualidad, la sensibilidad artística o a experiencias místico-religiosas. Es decir, por la búsqueda de consensos locales, coyunturales y rescindibles, pues más allá de estos límites, los acuerdos mínimos son imposibles y el fantasma del sojuzgamiento a los otros hace su aparición. En definitiva, el movimiento posmoderno inauguró una manera original y audaz de ver los problemas cruciales que afectan al hombre contemporáneo y que están en la base de la cultura occidental. Sin embargo, después de que este movimiento nucleó el debate intelectual en los años ochenta, terminó agotado en sus propias contradicciones. Baste con referir las siguientes: a) el discurso del fin de los grandes relatos sólo podía hacerse desde otro gran relato: el del fin, precisamente, de los grandes relatos; b) al colocar el relativismo cultural en lugar del proyecto moderno unitario, el pensamiento posmoderno cancelaba a priori la vida pública, siendo que la realidad cada vez más excluyente de nuestras formas políticas contemporáneas demanda un sentido y valor cada vez más comunitario por parte de sus miembros; y c) al subestimar valores universales como la verdad y la libertad, la actitud de los autores posmodernos se volvió conformista frente a las muchas desviaciones de justicia, atropellos a los derechos humanos, represión sistemática, etcétera, que aún permean a muchos gobiernos en la actualidad. En América Latina, se deben a Lanz y Follari los diagnósticos más sugerentes de la región a partir del dispositivo teórico del pensamiento posmoderno. Casi lógicamente, estos diagnósticos se han abocado a demostrar que América Latina, contrariamente a lo que un acercamiento superficial o intuitivo a la región sugiere, vive un auténtico proceso de posmodernización de su cultura, su vida política y su entramado intersubjetivo. Tanto Lanz como Follari tratan de demostrar que las señales que han marcado la crisis de la modernidad en Europa y Estados Unidos también están presentes en nuestra América, aunque la modernidad no haya sido completada en nuestros países tal y como ocurrió en el mundo más desarrollado. Al respecto, Lanz sostiene que el inmenso metarrelato del “progreso”, de la marcha triunfal de la Historia, de la potencia humanista y libertaria de un Sujeto predestinado, de las bondades ontológicas de la técnica, está en el suelo. El propio Lanz se refiere a la muerte del sujeto como una metáfora que en este fin de siglo anuncia el derrumbe de una idea de futuro basada en la encarnación de proyectos voluntaristas. El fin de las ideologías significa exactamente eso: colapso de las pretensiones de diseñar un modelo de sociedad sobre la leyenda de las leyes del desarrollo social. En la práctica, sostiene Lanz, esto se traduce en la proliferación de proyectos puntuales y saludablemente débiles, pues la propia idea de sociedad ha sido trastocada, es decir, existen nuevos horizontes valorativos, imaginarios colectivos diversos, una abigarrada combinación de sensibilidades, nuevos equipamientos intersubjetivos, una radical permeabilización mass mediática de todo el tejido institucional, una virtualización de la vida cotidiana, aunque conviven heterogéneamente con residuos funcionales de la experiencia moderna: Estado, familia, Iglesia, escuela, etcétera. 205 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Lo que está claro es que estos viejos cascarones han sido tocados irreversiblemente por el clima cultural de la posmodernidad. Se trata de un proceso expansivo, envolvente, profundo, no sujeto a la voluntad de ninguna élite ilustrada. Al referirse a América Latina, Lanz sostiene que hay aquí una enorme riqueza de experiencias que permiten apuntar con cierto optimismo a la oportunidad de construcción de determinadas plataformas programáticas, diversos proyectos culturales, interesantes propuestas eco-democráticas, importantes insumos cognitivos para recrear enfoques teóricos en un auténtico diálogo multicultural. En nuestros países, el fenómeno posmoderno en curso puede apalancar nuevos desarrollos en América Latina. La crítica que puedo hacer a estos diagnósticos de la región es la misma que he realizado al pensamiento posmoderno en varias ocasiones. Se trata, obviamente, de una crítica que parte de la convicción de repensar la política en América Latina desde la sociedad civil. Quince años después de que las ideas posmodernas permeaban el debate intelectual en todos los campos, la historia parece haberlas colocado en el lugar que en realidad merecían desde el principio: una pequeña nota a pie de página, para decirlo con el filósofo Agapito Maestre (1994), ante el gran renacimiento de lo político desde y a partir del viejo “orden” occidental. Ciertamente, la producción intelectual en el mundo sigue estando fuertemente influida por las concepciones y propuestas posmodernas. Pero a diferencia del pasado, las ideas que cuentan hoy son precisamente las que buscan deslindarse del pesimismo y el escepticismo posmodernos. Después de la irrupción de este movimiento, no puede más que admitirse que, en efecto, el proyecto emancipatorio de la Ilustración, de la trabajosa modernidad, sobre todo en lo que se refiere a la idea de progreso moral, ha fracasado. Sin embargo, de ello no puede postularse el fin de la modernidad. Quizá no sea posible una plena desdogmatización de nuestro presente, pero todo hace suponer que el proyecto emancipador ilustrado continuará su deambular, pues no parece que se pueda renunciar todavía a la capacidad de crítica, de juicio de la propia Ilustración. En ese sentido, la irracional y relativista “voluntad de vivir” posmoderna no puede hacerse cargo de la desmoralización persistente del proceso histórico. Desde la trinchera posmoderna, con sus múltiples contradicciones, jamás se podrá resolver el problema ético. A la hora de las definiciones, me inclino más bien por un “racionalismo ilustrado”, para decirlo con el filósofo y antropólogo Ernest Gellner (1994), es decir, creer en la existencia de la verdad aunque ésta nunca se pueda poseer de manera definitiva. Esta perspectiva concede más justicia a la búsqueda de sentidos e identidades sin renunciar a la Razón que nos constituye como Occidente. De otra manera nos instalaríamos con los posmodernos en la época de la “indecibilidad”, donde nada puede decirse; la época del fin de la política, el fin de la historia y el sin-sentido. Incluso el propio pensamiento conservador, tan urgido de ideas-fuerza para articular su proyecto, ya no tiene en el irracionalismo posmoderno a un aliado contundente. Frente a ambos movimientos, el posmodernismo relativista y el neoconservadurismo, el pensamiento progresista deberá anteponer fundamentos éticos cada vez más convincentes para que la política se convierta en el espacio efectivo de realización de la dignidad humana. Los riesgos de no hacerlo son dramáticos: la afirmación del pesimismo, el escepticismo y el inmovilismo. Sería injusto no reconocer aquí que estas consideraciones han sido desafiadas críticamente por el propio Lanz. En efecto, según Lanz, mi perspectiva sobre este tema es equívoca por dos razones: porque paso por alto el espesor cultural de lo posmoderno como condición de la vida cotidiana y porque leo de manera muy restringida el tenor del pensamiento posmoderno en sus distintas sensibilidades. No puedo detenerme aquí a responder a esta crítica. Me conformo con dejarla apuntada para retomarla en otra ocasión. 206 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Los desarrollistas Nuestro recuento de visiones sobre América Latina estaría incompleto sin una referencia, aunque sea somera, de los muchos autores que, desde distintas perspectivas y diversas inquietudes, basan sus reflexiones de la región en la noción de desarrollo. Como ya vimos, estos autores no pueden clasificarse perfectamente en uno u otro extremo de las dimensiones individualizadas aquí, porque cada uno se mueve en tradiciones específicas. Tenemos, por ejemplo, a aquellos muy influenciados por las teorías desarrollistas dominantes en los años sesenta y que la CEPAL se encargó en difundir en la región, tales como Jaguaribe (1985), Flisbish (1985 y 1991), Wefort (1984) y Kaplan (1984 y 1996). Otro grupo estaría más cercano a la visión de Hirschman (1958, 1971 y 1981), quien encabezara una crítica a los modelos de desarrollo tal y como habían sido adoptados en nuestros países. Aquí destaca sobre todo la obra de Pipitone (1994a, 1994b, 1997). De los primeros hay poco que decir. Todos ellos siguen fincando buena parte de sus expectativas para la región en el diseño y corrección de políticas desarrollistas cada vez más eficaces. Consideran que la democracia política sólo podrá afirmarse en la medida en que los Estados diseñen políticas económicas y sociales que contribuyan a aminorar las muchas desigualdades que cruzan a nuestros países. Sólo un mejor diseño de las estrategias económicas, en sintonía además con las diseñadas en los países vecinos, permite vislumbrar un futuro más optimista para nuestra región. Dirijo a este tipo de diagnósticos las mismas críticas que ya referí tanto para los enfoques marxistas y liberales, pues no encuentro nada relevante que justifique su existencia. Una excepción a esta regla lo constituye la contribución de Pipitone que como tal no se adscribe a ninguna corriente claramente definida en sus contenidos. A lo sumo, recupera de Hirschman su posición crítica frente a los modelos unilineales y teleológicos del desarrollo adoptados casi siempre como recetas por parte de nuestros gobiernos. Dicho brevemente, Pipitone sostiene que el debate económico contemporáneo está contaminado por un contrapunto inaceptable: el neoliberalismo, por un lado, con su recetario de desregulación, apertura externa y privatizaciones y, por el otro, el populismo, con su historia de industrialización subsidiada, proclividad inflacionaria y desequilibrios fiscales. En ese sentido, Pipitone sostiene que esta tensión no puede agotar el mundo de lo posible en América Latina. El desafío, sostiene, es experimentar estrategias distintas tanto al neoliberalismo cosmopolita como al populismo nacionalista. Para ello, Pipitone compara múltiples experiencias en América Latina y Asia, y encuentra particularmente importantes en el plano estratégico tres cuestiones casi siempre marginadas de las discusiones actuales: el Estado, la agricultura y el comercio exterior. De hecho, Pipitone argumenta profusamente sobre el valor de estas dimensiones y las maneras más productivas de encararlas en la perspectiva de superar las enormes rigideces y desequilibrios de Nuestra América. Sin duda, tenemos en la obra de Pipitone un referente nada desdeñable para vislumbrar mejores condiciones económicas en nuestros países. Fuera de ello, sería injusto criticar esta propuesta por carecer de un discurso sobre la sociedad civil, pues en ningún momento es su objetivo. Cabría esperar entonces una reacción próxima de Pipitone en esta dirección. Lo doy por un hecho. Breve reflexión final Seguramente, después de someter a crítica las muchas visiones que sobre América Latina se han producido durante las últimas dos décadas, el lector se preguntará sobre la posición que debe ocupar en el esquema mi propia propuesta y/o buscará argumentos convincentes para no 207 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA rechazarla también. Sobre el primer punto, sólo puedo señalar que mi perspectiva no encaja perfectamente en alguna de las dimensiones referidas. Metodológicamente es radical, por cuanto no le interesa prescribir sobre la realidad sino sólo levantar acta de manera fenomenológica de la misma; no le interesa medir qué tan democráticos son nuestros países sino vislumbrar que tan democráticos pueden llegar a ser. Ideológicamente, también es radical, pues niega el pensamiento único a partir de reconocer el conflicto y la diferencia que cruza a nuestras sociedades. En este sentido, reconoce la total indeterminación de la democracia, entendida como una forma de sociedad. Los contenidos de la política hoy sólo pueden definirse públicamente, es decir, en el espacio público-político. El poder que no es capaz de comunicar con su sociedad no es poder sino pura imposición. Sobre el segundo punto, reitero algunas de mis convicciones personales. El resurgimiento de la sociedad civil y la crisis de la política institucional requieren una interpretación distinta a la que nos tienen acostumbrados los politólogos funcionalistas adoradores del dato duro y los tecnócratas que no son capaces de mirar más allá de sus lustrosos escritorios. En principio, debe quedar claro de una buena vez que la democracia no depende de una transición exitosa o de una nueva política económica. Lo que el resurgimiento de la sociedad civil en nuestros países revela es que corresponde precisamente a ella llenar de contenidos a la política real. La democracia nace pues de las propias iniciativas ciudadanas y sus expresiones de lucha. Este proceso de confirmación política de la ciudadanía se opone claramente a las visiones que reducen su participación a una mera legitimación a posteriori vía el sufragio de lo que las élites políticas previamente acordaron. Este es el verdadero contenido de la democracia en la modernidad. No querer verlo es permanecer en el ámbito de las justificaciones de la política estatal, en el terreno de la ingeniería y el cálculo políticos que hasta ahora sólo se ha traducido en un mayor rédito para los propios políticos profesionales. En suma, la sociedad que se mueve reivindica un valor de la democracia olvidado por la política estatal: el reconocimiento de la soberanía popular, es decir, la afirmación de un espacio público para la discusión y toma de decisiones sobre el modo como el pueblo ha de organizar su vida social. En este sentido, el poder se entiende como un espacio vacío que sólo puede ser ocupado de manera simbólica por la sociedad y nunca de manera material por cualquiera de sus partes. Referencias Baloyra, E. (ed.), (1987), Comparing New Democracies: Transition and Consolidation in Mediterranean Europe and the Southern Cone, Boulder, Co., Westview Press. Bartra, R. (1987), La jaula de la melancolía: identidad y metamorfosis del mexicano, México, Grijalbo. 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Hipótesis sobre la sexualidad no represiva La sexualidad también fue investigada por Foucault con la intención de profundizar su concepción a propósito de la tecnología del poder. Al respecto, precisa que “se trata de determinar, en su funcionamiento y razones de ser, el régimen de poder-saber-placer que sostiene en nosotros el discurso sobre la sexualidad humana”.129 En otras palabras, Foucault pretende descubrir las relaciones existentes entre el discurso sobre lo sexual, las prácticas de poder en la sexualidad y las manifestaciones del placer que surgen o se reprimen tanto en el ámbito discursivo como en el ejercicio del sexo. El proyecto de investigación contiene las siguientes hipótesis de trabajo: 1) la proliferación incesante del discurso sobre la sexualidad; 2) la diseminación de las técnicas de poder que condujeron al polimorfismo sexual; 3) la conversión del discurso sexual en ciencia, sexología.130 Para documentar sus hipótesis, Foucault se propuso investigar: 1) la forma como funciona el discurso sobre el sexo; 2) cómo el discurso se desliza y ramifica en las conductas sociales e individuales hasta alcanzar formas perceptibles de deseo, con la expresa finalidad de controlar el placer cotidiano; y 3) cuál es la voluntad de saber que sirve de soporte e instrumento del sexo y cómo ella fundamenta la existencia contemporánea de las técnicas polimorfas del poder sexual.131 A partir del siglo XVII, afirma Foucault, ocurre una proliferación de los discursos sobre el sexo. Aunque persiste un control, una censura y manipulación del saber sexual, sin embargo el discurso se difunde, masifica, explaya, manifiesta e incide a lo largo y ancho del cuerpo social. Las finalidades implícitas a esta diseminación de la sexualidad son evidentes: incrementar la población laboral, aumentar la oferta de mano de obra barata, y convertir el deseo en discurso con la intención de controlarlo mediante la confesión y autorrepresión características de las prácticas sexuales. Sin embargo, aunque la censura y la prohibición acompañan permanentemente a la historia de la sexualidad, lo importante a considerar es el hecho de que los mecanismos represivos forman parte de una economía general de los discursos sobre el sexo, la cual se ha caracterizado, 129 130 131 M. Foucault, Historia de la sexualidad, Vol. I, Siglo XXI, México, 1938, p. 18. Cfr., Ibíd., p. 20. Cfr., Ibíd., pp. 19 y 20. 213 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA en la etapa moderna de la sociedad, por su dimensión positivo-afirmativa, es decir, por su constante reproducción, difusión y reglamentación legitimadas institucionalmente. La sociedad capitalista, según Foucault, no opuso al sexo un rechazo, por el contrario, construyó un aparato productor de verdades mediante el cual se normativizaba la conducta sexual y se creaba un saber específico socialmente aceptado: la sexología. El sexo se constituyó de esta forma en una peculiar maquinaria reglamentada de placer, la cual siempre ha estado ligada a las necesidades políticas del sistema dominante y a un cierto orden regimentado de saber.132 El discurso sexual moderno ha creado una rica variedad de mecanismos positivos productores de saber, inductores de placer y generadores de poder sobre el cuerpo, la sensibilidad y las relaciones amorosas de los individuos. Estos mecanismos positivos de la sexualidad se articulan con las tácticas de prohibición y ocultamiento implícitas a ésta, con el objeto de producir estrategias específicas de poder133 a las que es necesario concebir como técnicas del dominio y de la disciplinarización de los individuos. El planteamiento sobre la existencia de una tecnología de poder que no solamente es represiva, sino que funciona en forma positiva y productiva, conforma la hipótesis más novedosa e interesante de Foucault en la Historia de la sexualidad. Para postular la presencia de un poder positivo-productivo es indispensable la desacralización de la dogmática concepción tradicional que siempre remitía la explicación del poder hacia el referente de la ley, la norma y la prohibición de la sexualidad. Aunque ciertamente resulta improcedente subestimar la importancia de la represión del sexo a través de la historia, Foucault pretende demostrar que el poder-saber sexuales constituyen una tecnología particular del sexo, enormemente compleja, en donde se generan efectos positivos que trascienden la simple represión y censura del ejercicio sexual cotidiano.134 Dentro de esta lógica de pensamiento, Foucault afirma que la sexualidad es “una gran red donde la estimulación de los cuerpos, la intensificación de los placeres, la incitación al discurso, la formación de conocimientos, el refuerzo de las resistencias y los controles se encadenan unos con otros según grandes estrategias de saber y de poder”.135 El hecho de que el poder se afirmativo-productivo y no sólo una práctica de inhibición y negación, no quiere decir que el carácter positivo del poder se asocie con lo bueno o lo bello, y el negativo con lo malo y lo feo. Foucault rompe con la antítesis positivo-negativo y con las connotaciones tradicionales que esos términos conllevan. Para él, la sexualidad, y en general todas las manifestaciones de poder, son positivas, porque presuponen la afirmación de ciertas conductas, la eficacia y racionalidad presentes en la relación medios-fines, la protección, ampliación y reproducción de la vida, la voluntad del binomio poder-saber; pero en ningún momento considera que el poder positivo implique la exención de prácticas represivas y negativas, a las cuales, por el contrario, considera como indisociables de las actitudes del poder. Sin embargo, lo que preocupa a Foucault, es el hecho de que las teorías tradicionales sobre el poder han priorizado excesivamente los mecanismos de la prohibición, utilizando para ello los parámetros del derecho tradicional, sin haberse nunca dado cuenta de la importancia que tiene el poder en sus dimensiones afirmativas-productivas, es decir, como expresión de la voluntad de saber y poder.136 En el transcurso de su investigación sobre el poder sexual, Foucault se percató de la forma como el poder penetra materialmente a los cuerpos, y partiendo de este hecho, explicó la presencia en la modernidad de “una red de biopoder, de somato-poder que es al mismo tiempo 132 Cfr., Ibíd, p.87. Cfr., Ibíd, p. 92. Cfr., pp. 110 y 111. 135 Ibíd, p. 129. 136 Cfr. Ibíd, pp. 18 y 20. 133 134 214 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA una red a partir de la cual nace la sexualidad como fenómeno histórico y cultural en el interior de la cual nos reconocemos y nos perdemos a la vez”.137 Mediante la introducción del poder en el cuerpo de los individuos se genera un placer de la carne, un gusto por la sensualidad que debe estar regulado y controlado socialmente. De esta forma, el poder ejerce sobre el placer una diversidad de técnicas de indagación, vigilancia, acechanza, con la finalidad de domesticar el deseo que siente los cuerpos sexualizados. La sexualidad y su discurso se transforman en una espiral perpetua de poder y placer, de incitación e inhibición, de reproducción y control de natalidad, de proliferación y censura, de provocación morbosa y culpabilización, de seducción y autorrepresión, inducidos por la complejísima tecnología del sexo. 138 Los mecanismos positivos y negativos con que se cuenta el biopoder sexual se materializan en el conjunto de instituciones sociales desde la familia y la escuela hasta llegar al Estado. La diversidad de micropoderes coinciden en la necesidad de someter la sexualidad a una normatividad socialmente legalizada, económicamente rentable y políticamente manipulable.139 Aunque la censura y la prohibición están presentes en la normalización y control de la sexualidad, es evidente que la “economía del placer”, en tanto que forma de poder, se ha transformado en una extensa maquinaria de regimiento sexual, la cual es políticamente cambiante de acuerdo con la coyuntura histórica que se esté viviendo: si se transita por un periodo de enorme aumento demográfico o si hay escasez de mano obra; si conviene introducir las modernas técnicas para controlar la natalidad o si resulta costosa en términos políticos la legislación en favor o en contra del aborto; si la sociedad atraviesa por un proceso de “liberalización” cultural en los comportamientos sexuales o si se ha producido un reforzamiento de las tradiciones familiares monogámico-patriarcales; en todos estos diversos casos, la sexualidad funciona como instrumento de un poder económico-político esencialmente dirigido a disciplinar a los individuos. Foucault pudo comprobar repetidamente su hipótesis sobre la sexualidad positivo-afirmativa, al observar sucesos contemporáneos como: la actual “liberalización” de las prácticas sexuales, el auge de la prostitución como industria comercial, la masificación de la pornografía, la mistificación de la sexología, la mercantilización del sexo en los medios de comunicación de masas, la utilización del cuerpo bello como instrumento de poder y prestigio, etc. Al respecto, afirma que “poder y placer no se anulan (...) se persiguen, se encabalgan y reactivan, Se encadenan según mecanismos complejos y positivos de excitación y de incitación”.140 La represión en la sexualidad En este apartado analizaremos los mecanismos represivo-negativos que coexisten con los efectos positivos afirmativos inherentes a la tecnología del poder sexual. El silencio, por ejemplo, en términos de lo que se dice y se calla, forma parte de la estrategia del poder en la sexualidad.141 Además de la prohibición de hablar, surge en las escuelas, conventos, monasterios, hospitales, iglesias, etc., un discurso reglamentado y canonizado sobre la función de sexo. Cualquier individuo aprende lo que se debe y puede decir, al igual que conoce con perfección aquello que resulta inadecuado mencionar a propósito de la normatividad sexual. Más que estar estrictamente censurado, los últimos tres siglos muestran que el sexo está fundamentalmente codificado en un discurso que presupone la presencia de lo prohibido y pecaminoso, la distinción entre lo puro y lo perverso, la recurrencia al secreto, a la intimidad y a 137 M. Foucault, Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid, 1980, p. 156, subrayado nuestro. Foucault, Historia de la sexualidad, Ob. Cit., p. 59. Cfr., Ibíd., pp. 48 y 49. 140 Ibíd, p. 63. 141 Cfr. ibíd. p. 37. 138 139 215 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA la confesión. En este sentido, la sexualidad se convierte en el secreto, en lo más sagrado, en tabú social del cual todos saben, sospechan, aducen, incitan, pero del que nadie debe revelar, manifestar o ejercer su práctica en forma ostentosa y pública.142 Durante los primeros años del siglo XIX se estructura la familia canónica moderna, la cual aparece cada vez más como un instrumento de control político y regulación económica indispensable para el afianzamiento del proceso capitalista en ascenso.143 La familia urbana, fijada en el barrio obrero, reproduce la fuerza de trabajo asalariada y sustituye a la vieja célula familiar precapitalista circunscrita al medio rural y a la vida campesina. Lo que a principios de siglo se constituyó como un a simple “moralización de las clases pobres”, como una nueva y sencilla normatividad sexual impuesta al conjunto de la sociedad, se transformó, durante las postrimerías de la época decimonónica, en un sistema complejo de control judicial y médico de la vida sexual y sus perversiones; todo ello en nombre de una supuesta protección de la sociedad y la raza.144 Desde el siglo XVIII y de manera contundente en el XIX, prolifera un discurso sobre la sexualidad esencialmente sustentado en una estrategia de poder disciplinante que implica: la canonización de la sexualidad infantil y la estigmatización de las prácticas polimorfas identificándolas con los placeres perversos.145 La sexualidad capitalista se caracteriza, según Foucault, por edificar “una red compleja, saturada de sexualidades múltiples, fragmentarias y móviles”146 en donde se separa a los adultos de niños, a los varones de las hembras, a la familia de la servidumbre. A medida que transcurre el capitalismo nace en occidente una nueva reglamentación de los poderes y los placeres, la cual, a pesar de que condena la sexualidad polimorfa, sin embargo, facilita la explosión de las sexualidades heréticas y subversivas. Nuestra época, señala el autor de Vigilar y castigar, también ha sido iniciadora de las heterogeneidades sexuales,147 y ello fue así a pesar del enorme lastre de culpabilización y represión heredado de la cultura judeo-cristiana. El sexo en el capitalismo forma parte de una tecnología política de la vida, de una biopolítica basada en la disciplinarización del cuerpo. A través del adiestramiento corporal, el control y la vigilancia de la economía libidinal, los seres humanos entramos en un juego político consistente en regular y registrar periódicamente el crecimiento de las poblaciones según las necesidades demográficas que establece el Estado.148 Mediante el concepto de biopolítica Foucault explica cómo el sexo se convierte en una forma de poder, la cual, utilizando una serie infinita de vigilancias, prohibiciones, reglamentaciones y patrones de conducta, se impone a los hombres y mujeres desde la infancia a través del conjunto de instituciones que conforman la sociedad. Los individuos capitalistas estamos acechados por certificaciones de nacimiento, escolaridad, vacunación, seguridad social, casamiento, empadronamiento, identidad, nacionalidad, ordenanza militar, afiliación política, y por último, de mortalidad. El conjunto impresionante de registros estadísticos y burocráticos refuerza el control político del Estado sobre la vida civil y privada de los individuos, y evidencia la lógica de poder consistente en separar y discriminar a unos ciudadanos de otros. La represión sobre el cuerpo, el control de la sexualidad y el castigo de las perversiones forman parte de los mecanismos que instrumentan la tecnología del biopoder sexual para 142 Cfr., Ibíd, p. 47. Cfr., Ibíd, p.148. Cfr., Ibíd, p. 148. 145 Cfr., Ibíd, p. 51. 146 Ibíd, p. 60. 147 Cfr., ibíd, pp. 51 y 62. 148 Cfr., ibíd, p. 176. 143 144 216 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA salvaguardar la estabilidad social, reforzar la especie, purificar la raza, evitar las enfermedades contagiosas y fortalecer la vitalidad de los cuerpos dóciles y productivos149. Hoy como antes, la sexualidad debe restringirse a la reproducción familiar con el objeto doble de abastecer a la sociedad de mano de obra eficaz, y poder, a través de la sexualidad monogámica, sublimar y canalizar la energía libidinal hacia la reproducción económica. Es necesario reglamentar la sexualidad no sólo porque ella permite la existencia de placeres perversos que atentan contra la moral tradicional, sino porque posibilitan un costoso derroche de fuerzas materiales y subjetivas que obstaculizan el “sano” desarrollo de la sociedad. Recientemente, ya muy avanzado el crecimiento de la sociedad tecnológica contemporánea, la sexualidad “libre” y polimorfa ha sido utilizada como un instrumento más de control político por parte del Estado, mediante su manejo como forma de desahogo y canalización inocua de frustraciones políticas debidas a la falta de libertades democráticas, o como sublimación de la terrible miseria que viven los marginados y explotados de los centros industriales. También es cierto que únicamente la sociedad capitalista de finales del siglo XX se ha dado el lujo de convertir a la sexualidad en industria del placer, poder y prestigio, en fábrica de objetos anhelados por el mercado de consumo capitalista, y en esa jungla de asfalto donde la prostitución, el matrimonio, el ascenso económico, el divorcio, el éxito, dependen del comercio sexual con el cuerpo y de la imagen estereotipada de la belleza, la potencia, la virilidad. Con la localización escrupulosa de la concupiscencia, al anatematizarse los pecados de la carne y mediante la culpabilización de la vida sexual, se pudo crear esa compleja “tecnología racional de corrección” que conforma la esencia del biopoder sexual. La tecnología del poder en la sexualidad utiliza diversos mecanismos que forman parte de un discurso como voluntad de saber: la legitimación del matrimonio monogámico, la exaltación de la fecundidad, la prohibición de las uniones consanguíneas, la prescripción de la endogamia, la condena judicial de las perversiones, el control pedagógico y médico de las desviaciones respecto de la sexualidad considerada normal.150 La multiplicidad de tácticas del biopoder sexual tienen como misión principal la de “asegurar la población, reproducir la fuerza de trabajo, mantener la forma de relaciones sociales: en síntesis: mostrar una sexualidad económicamente útil y políticamente conservadora”151. Del conjunto de prácticas y dispositivos afirmativos y negativos que fabrica el biopoder para disciplinar a los cuerpos y a las almas de los sujetos capitalistas, hay cuatro que interesan especialmente a Foucault: 1. La histerización del cuerpo de la mujer mediante la clasificación y descalificación de la sexualidad femenina; proceso que se complementa con la conversión de la madre en una persona nerviosa e hipersexualizada que necesita aprender a controlar su sexualidad. 2. La pedagogización del sexo de los niños por medio de la clasificación y prohibición de la sexualidad infantil, sobre todo de la masturbación. En esta estrategia de poder se prioriza la represión de los niños cuando incurren en la práctica abierta de la sexualidad. 3. La socialización de las conductas procreadoras a través de la vigilancia que ejerce el Estado sobre la sexualidad legal familiar. Este dispositivo del biopoder se fundamenta en la planificación de la fecundidad de la pareja y en el registro y control de los nacimientos, promoviéndolos o censurándolos según convenga a los intereses políticos y económicos del Estado. 149 150 151 Cfr., ibíd, p. 179. Cfr., ibíd, pp. 146, 147 y 148. Ibíd, pp. 48 y 49. 217 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA 4. La psiquiatrización del placer perverso a partir de la introducción de un saber médicocientífico que separa la moral de lo patológico, lo verdadero de lo falso, lo científico de lo precientífico. Esta táctica busca la construcción de una tecnología correctiva de las anomalías sexuales y sociales.152 El conjunto de manifestaciones del biopoder sexual configura, sin duda alguna, uno de los temas más apasionantes de investigación en ciencias sociales, pero no sólo por lo que se refiere a la sexualidad como ejercicio peculiar del poder, sino debido a todas las variantes y sutilizas que lleva consigo: la obsesión amorosa, el “amor loco”, la separación de los amantes, la abyección de la dependencia al otro, el amor eterno o fugaz, la soledad, la mistificación o el escepticismo del amor. La ciencia de la sexualidad Uno de los aspectos más interesantes del biopoder sexual es la transformación de la sexualidad en discurso institucional, en ciencia, en una voluntad de saber específica que conocemos con el nombre de sexología. El sexo se convierte en objeto del discurso. Los sexólogos pretenden arribar al conocimiento absoluto del cuerpo humano; se apropian del derecho de analizar, codificar y controlar los deseos, las pulsaciones y el placer de la gente a través de una teoría y práctica institucionales que encuentran su legitimación en el más grande mito sacrosanto de la modernidad: la ciencia. La sexología emerge como síntesis de conocimientos, datos, análisis cuantitativos, estadísticas y proyectos de vigilancia sobre la vida sexual de poblaciones enteras. Se trata de construir un discurso racional, positivo, que favorezca el bienestar y la salud de la humanidad; se intenta controlar la sexualidad para adecuarla a un sistema general de biopoder que sea benéfico para el conjunto de la sociedad. Foucault advierte cómo la política del sexo no sólo consiste en la prohibición y represión que acompañan la práctica de la sexualidad, sino que también reside en su reglamentación específica a través de la existencia de un discurso útil y público aceptado por todos: la sexología.153 El saber confesional-religioso, la mojigatería y el pudor que acompañan al discurso sexual medieval, todavía sustentado en la inoculación de la culpa y el temor al pecado, es sustituido por un saber científico normalizador que al modernizarse adquiere las características de la actual ciencia de lo sexual.154 El Estado, preocupado por las regulaciones demográficas, se da cuenta de que la conducta sexual de la población deber ser objeto de análisis permanente y blanco de su intervención política. Por ello decide controlar la vida civil y privada de los individuos mediante el registro de las tareas de natalidad, morbilidad, mortalidad, índice de matrimonios, frecuencia del celibato, cantidad de hijos, etc. El objetivo es evidente: reglamentar el ejercicio de la sexualidad para moldearlo y adaptarlo en provecho de la sociedad disciplinada, y convertir el comportamiento sexual de las parejas en una política económicamente concertada para beneficio del poder político Estatal.155 Los casos concretos de la prohibición de tener más de un hijo por familia en algunas sociedades asiáticas; el de la exhortación a la reproducción familiar numerosa, a través de la promesa de obtención de beneficios económicos otorgados por el Estado, en ciertas democracias 152 Cfr., ibíd, pp. 127 y 128; 177 y 178. Cfr., ibíd, pp. 34, 35 y 36. Cfr., ibíd, p. 54. 155 Cfr., ibíd, pp. 35 y 36. 153 154 218 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA europeas; así como la glorificación de la familia soviética durante los años treinta del estalinismo, con el propósito de incrementar la mano de obra para el programa de industrialización forzosa, son algunos ejemplos de la correlación que existe entre economía, política y sexualidad. Occidente, señala Foucault, no posee ningún tipo de ars erótica como ocurre en algunas sociedades orientales. Por el contrario, en lugar de preocuparse del placer por el placer mismo, en vez de reconocer el binomio placer-deseo como experiencia subjetiva reivindicable al margen de la ley, la utilidad y la vigilancia estatales y religiosa, el capitalismo ha concebido una sexualidad íntimamente vinculada con la economía, la demografía, la medicina y el derecho. A diferencia del ars erótica oriental, occidente ha creado un scientia sexualis como instrumento al servicio del biopoder disciplinario capitalista.156 Otra modalidad específica del modo de vida burgués del oeste, es la recurrencia a la confesión como práctica de control del alma de los individuos. Mediante la confesión se promueven y afloran las verdades que interesan al poder. Somos, dice Foucault, una sociedad confesante en la familia, la escuela, la burocracia, los hospitales, la justicia, las relaciones amorosas, el psicoanálisis; confesamos los pecados, crímenes, deseos, sueños, malos pensamientos, secretos, nuestra sexualidad, enfermedades, infancia. La gente se confiesa en público y en privado a lo padres, educadores, seres amados, al Estado, al médico, al juez, al sacerdote, etc. “La más descarnada ternura, así como el más sangriento de los poderes necesitan la confesión. El hombre en occidente ha llegado a ser un animal de confesión”.157 La confesión, así entendida, es el fundamento de la producción del discurso verídico sobre el sexo. Como penitencia ritual y como revelación y desenmascaramiento frente a todos los poderes establecidos, los individuos aceptan el sometimiento de su alma a la disciplina y vigilancia que ejercen los detentadores del poder; y al confesarse, convalidan la fiscalización que sobre ellos se ejerce y evidencian la necesidad que tienen de ser castigados por los poderes que luego también ejercerán contra otros seres humanos.158 La sexualidad capitalista contemporánea ciertamente es más libre que antes, se ha relajado y resulta menos autorrepresiva que durante el medioevo; sin embargo, no podemos cegarnos ante el actual, más perfecto y sutil control que se ejerce sobre la sexualidad mediante la utilización del saber médico-científico que ha inventado la separación entre la sexualidad normal y la anormal, y el cual ha generado la condena de los placeres considerados como perversos.159 La sexología continúa siendo, en términos generales, mojigata, pero lo más grave de su instrumentación consciente como mecanismo del biopoder, es su conversión en institución normalizadora y adaptativa de los individuos a su medio ambiente social; su transformación en un conjunto de técnicas diversas que prometen y aseguran la superación de la felicidad familiar por medio de orgasmos garantizados. Si se utiliza la perspectiva teórica de Foucault, y aunque él no analizó a profundidad este problema, se puede observar que la enorme cantidad de manuales de sexología, de técnicas e instrumentos portadores de placer e inductores del orgasmo, a lo único que han conducido es a la aparición de una mercantilizada tecnología del orgasmo cada vez más socorrida por cientos de individuos, los cuales localizan sus problemas existenciales en la frigidez, la impotencia, la eyaculación precoz y otras disfunciones que invariablemente se visualizan en su nivel más fisiológico, descuidando totalmente cualquier tipo de valoración de las relaciones subjetivas y efectivas de los individuos y las parejas. La sexología, convertida en práctica conductista y discurso positivista, se preocupa por lograr un placer mecánico que lleve al orgasmo, y por adaptar a los hombres y mujeres a una 156 Cfr., ibíd, pp. 72 y 73. Ibíd, pp. 75, 79 y 80. Cfr., ibíd, pp. 79 y 80. 159 Cfr., ibíd, pp. 58 y 67. 157 158 219 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA sexualidad normalizada y “feliz” que implique la menor cantidad de conflictos posibles, la mejor asimilación a la sociedad, y la correcta regulación de la vida sexual de acuerdo con la planificación familiar que mejor convenga a los intereses políticos estatales. La sexualidad contemporánea, siguiendo el análisis de corte foucaultiano, ha disociado el placer y el deseo de la afectividad y el amor. Los graves problemas de la crisis de la familia, de la separación de los amantes, de la ruptura generacional entre hijos y padres, de la monotonía matrimonial, etc., pretenden resolverse mediante el asesoramiento y las terapias que brindan a las familias los centros sexológicos y los manuales y métodos que conforman la “tecnología del orgasmo” como el gran mito de la felicidad sexual. La disociación del placer respecto de la afectividad amorosa en la compleja maquinaria de la venta y el consumo de mercancías sexuales: ropa, objetos eróticos, afrodisíacos, modas, etc., corre paralela a la deserotización del cuerpo humano, a la subestimación de la sensibilidad de la piel y a la mistificación de la sexualidad genital. A la moderna sexología no se le ocurre que el orgasmo tenga algo que ver con la intensidad afectiva de los hombres y las mujeres comprometidos en el acto sexual; tampoco imagina la importancia del juego en la búsqueda del placer; por ello recurre a las técnicas conductistas y a los instrumentos sofisticados para la incitación del goce sexual como la única vía segura para conseguir la felicidad de los amantes sin amor. La sexología diserta abundantemente sobre sus temas específicos desde las alturas de quien pontifica y tiene la verdad absoluta. Aparentemente su saber es neutral y aséptico, pues es una ciencia cuya finalidad suprema consiste en asegurar la producción técnica del placer en la familia tradicional y en curar y corregir las perversiones y aberraciones sexuales de los individuos.160 Al saber médico sexual le preocupa solamente la higiene y la “normalización” sexuales de una sociedad caracterizada por la proliferación incontrolada de enfermedades venéreas. Pero jamás se ha preocupado por el complejo mundo simbólico contemporáneo identificado con la soledad, la frustración y el vacío que se manifiesta en las relaciones sexuales vigentes, el cual es precisamente la causa que propicia la existencia de la tecnología del orgasmo como huida patética y falsa de tedio y el desamor prototípicos de la sociedad actual. 160 Cfr., Ibíd, p. 67. 220 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA LA EXPERIENCIA DEL SÍ Y LOS ESCRITOS SOBRE LA TECNOLOGÍA DEL YO161 Los dos últimos libros de Foucault, pero fundamentalmente el segundo de ellos: El interés por sí mismo, replantean de manera radical no sólo el proyecto original de La historia de la sexualidad, sino también algunos postulados de la perspectiva teórica utilizada en sus primeros textos. De la preocupación por las reglas anónimas y formales de los discursos concebidos a partir de la discontinuidad, se pasa a la investigación de la subjetividad individual y colectiva como arte de la vida. Del tema del poder planteado como fundamento de las relaciones sociales, Foucault descubre la enorme importancia de la moral en tanto que parte esencial de una ontología de la historia.162 Al estudiar la sexualidad en la Antigüedad Clásica, el autor de Vigilar y Castigar se da cuenta de la trascendencia de la ética como requisito imprescindible para poder entender el funcionamiento de la sexualidad, el deseo y el placer.163 Las últimas reflexiones de Foucault sobre la sexualidad tuvieron como marco de referencia precisamente la historia de la moral. Nuestro autor se percató de que había que distinguir entre los actos sociales en general y el código valorativo que los propiciaba y fundamentaba. La moral fue concebida, entonces, como conjunto de prescripciones sustanciales que se les imponían a los comportamientos de los individuos, a la cual resultaba impostergable investigar y comprender. Únicamente mediante el estudio de la moral se podía establecer correctamente la distinción entre actos permitidos y prohibidos, entre el valor positivo y el negativo de los diferentes comportamientos posibles.164 En el contexto general de la investigación histórica sobre la moral, Foucault llega al descubrimiento de la correlación básica existente entre la ética y la formación de la subjetividad social. Al respecto dice: “Y hay otro aspecto de estas prescripciones morales que, la mayor parte de las veces, no está aislado como tal, pero me parece muy importante: el tipo de relación en sí, que yo denomino la ética, y que determina en qué forma el individuo se considera como el sujeto moral de sus propios actos”.165 Podría decirse que Foucault investigó tres grandes temáticas genealógicas generales: cómo los hombres se convierten en sujetos de conocimiento; cómo los individuos nos transformamos en seres actuantes sobre otros hombres y mujeres, es decir, el asunto del poder: y, finalmente, la elaboración inconclusa de “una ontología históricas con relación a la ética por la que nos constituimos como agentes morales”.166 161 Debido a que en el momento de hacer este texto era todavía imposible conseguir en México los dos últimos libros de Foucault, concernientes al tema aquí tratado, nos hemos basado en las entrevistas y avances por su autor al respecto para la elaboración de este apartado. 162 H. Dreyfus y P. Rabinow, “Una genealogía de la sexualidad”, en La Cultura en México, Revista Siempre, 18/7/84, p.47. 163 Cfr. F. Ewald, “El interés por la verdad”, entrevista con Foucault, en La Cultura en México, Revista Siempre, 26/9/84, p.36. 164 Cfr. Dreyfus y Rainbow, “Una genealogía...” Loc.Cit., p.47. 165 Ibíd, p. 47. 166 Ibíd, p. 47. 221 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA En una de las últimas entrevistas que le hicieron, Foucault confiesa el aburrimiento que le produce la temática sexual en sí misma, y afirma ahí que el sexo es tedioso a tal grado, que no le interesó redactar una serie de textos que giraran en torno de planteamientos ya demasiado conocidos por él.167 Prefería construir una nueva interpretación teórica, realizar una inédita investigación sobre la vinculación del poder y el saber con la moral, y analizar sus manifestaciones a partir de la formación de una determinada tecnología del yo.168 La explicación de la apertura de este novedoso horizonte interpretativo se relata en la siguiente cita: “Mientras leía a Séneca, Plutarco y todos esos autores, me pareció que había en ellos un gran número de problemas concernientes al yo, la ética del yo, la tecnología del yo, y me vino la idea de escribir un libro formado por un conjunto de estudios independientes sobre diversos aspectos de la antigua tecnología pagana del yo”.169 Para redactar El interés por sí mismo, Foucault se remitió al análisis del prioritario papel que cumple la lectura y escritura en la constitución del yo, así como a la trascendente función que la experiencia médica del yo tiene en ese mismo sentido.170 El punto nodal es el descubrimiento de la importancia del poder interiorizado en el individuo, y la conceptualización de éste como agente social-moral. Es decir, frente a su tesis de que el poder conforma una relación circulante y microfísica que genera resistencias, el autor de Historia de la locura logra, al final de su vida, complementar su teoría genealógica del poder utilizando una interpretación del mismo en donde se recupera también la relevancia de la subjetividad, la cual se manifiesta principalmente en la edificación de cierta moral particular y no sólo en el plano de la geopolítica, entendida esta como expresión de tácticas y estrategias de dominio. En sus últimos escritos, Foucault busca no únicamente registrar los dispositivos de poder que discriminan los actos permitidos de los prohibidos, sino que se preocupa por establecer una técnica de análisis y diagnóstico del pensamiento moral, de sus orígenes, cualidades y peligros, de su poder de seducción y de todas las fuerzas oscuras que se ocultan detrás de él. No se investiga al discurso exclusivamente como saber estructurado o como ejercicio de poder, sino que también se le indaga como concreción de un complejo crucigrama de símbolos y valoraciones que se encuentran sustentando los actos prácticos de la acción social.171 La conclusión de Foucault consiste en darse cuenta de que el poder sobre los otros, la necesidad de dominar a la naturaleza y a los hombres y mujeres es resultado de la disciplina y el autocontrol permanente que ejercemos los seres humanos sobre nosotros mismos. Se sospecha de todo, pero fundamentalmente de uno mismo. Es la suspicacia y autovigilancia del sí mismo, lo que conduce hacia la “ascesis de la castidad” en tanto que proceso de subjetivación característico de la ética sexual emergida en las postrimerías de la Antigüedad.172 El interés sustancial de Foucault consiste en descubrir la interrelación entre el poder sobre sí mismo y el poder sobre las cosas y los otros sujetos. Al respecto, afirma que “se trata de saber cómo uno se ‘gobierna’ a sí mismo. Se requiere demostrar cómo el gobierno de uno mismo se integra a una práctica de gobierno de los otros. Es decir, se trata de llegar a saber cómo se forma una ‘experiencia’, donde están ligadas la relaciones con uno mismo y las relaciones con los otros”.173 Al estudiar la Antigüedad, Foucault advierte que el problema esencial de la época no es precisamente el poder o la sexualidad, sino más bien la moral; es decir, el cuestionamiento acerca de la técnica que se debía utilizar para vivir bien. Esta búsqueda del techné tou bien, este arte de 167 Cfr., ibíd, p. 44. Cfr., ibíd, p.44. Ibíd, p. 44. 170 Cfr., ibíd, p.44. 171 M. Foucault, “Vigilar y fornicar”, en Revista Nexos, núm. 81, septiembre, 1984, p. 45. 172 Cfr., ibíd, p. 45. 173 F. Ewald, “El interés por la verdad”, Ob. Cit., p. 32 168 169 222 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA la vida o del vivir, pasó a ser el rasgo más trascendente de la tecnología del yo que caracterizó la personalidad de los individuos que habitaron en la Grecia y la Roma clásicas.174 De acuerdo con las investigaciones de Foucault, el interés de los autores clásicos antiguos era ciertamente la política, pero para poder llegar al buen gobierno de la ciudad se requería de una previa preocupación por uno mismo, en tanto que camino indispensable para la autocapacitación como gobernantes. “La preocupación de sí mismo comienza con Séneca, Plinio (...) cada uno debe preocuparse por sí mismo. La ética griega y grecorromana está centrada en un problema de elección personal, en una estética de la existencia”.175 Para llegar a ser buenos ciudadanos resultaba indispensable la emergencia de una tecnología del yo específica, “se trataba de saber cómo gobernar la propia vida para darle la forma más bella posible (a los ojos de los otros, de sí mismo y de las generaciones futuras para las cuales se podría servir de ejemplo). Lo que yo intenté reconstruir fue esto: la formación y el desarrollo de una práctica de sí que tiene por objetivo constituirse a sí mismo como obrero de la belleza de la propia vida”.176 La tecnología del yo proponía la conversión de la elección personal frente a la vida en una estética de la existencia. Esta idea fascinaba a Foucault porque veía en ella, parcialmente materializada, la loable aspiración suya de que la ética pudiera ser una manifestación de la existencia cotidiana sin estar relacionada con lo jurídico, con un sistema autoritario de poder o en una estructura disciplinaria.177 La preocupación por uno mismo, la aspiración a ser dueños de nuestro destino, el poder mirar algo bello sin sentir deseo de apropiárnoslos, la ambición de poseer un perfecto dominio del propio cuerpo y alma, todo ello conformó la técnica del buen vivir, el arte de la vida que definió a la tecnología del yo durante la Antigüedad.178 En el transcurso de su reflexión sobre la moral grecorromana, Foucault expuso algunas ideas sumamente interesantes, las cuales quisiéramos dejar consignadas aquí por lo que representan en riqueza imaginativa y en implicaciones teóricas y políticas. Una de las necesidades de superar el egoísmo-narcisismo que tipifica a nuestra sociedad capitalista, lo cual nos obliga a preguntarnos, junto con Foucault, si “¿somos capaces de tener una ética de los actos y de su placer que pudiera tomar en cuenta el placer del otro? ¿El placer del otro es algo que puede ser integrado a nuestro propio placer sin referencia a la ley, al matrimonio o a cualquier otra obligación?”.179 Otra de esas ideas la conformaba uno de sus más caros anhelos: la propuesta de que la sexualidad se convirtiera en arte de la vida, en obra de arte inherente a la experiencia diaria. Consideraba que el sexo podría transformarse en fuente inagotable de creatividad individual y social: pensaba que era factible construir una nueva cultura sobre la base de elecciones sexuales libres y genuinas. Los seres humanos deberían no solamente buscar la afirmación de su identidad personal, sino que, utilizando la sexualidad libertaria, tendrían que edificar una existencia imaginativa, un placer siempre novedoso y un deseo apasionado y sincero. “El sexo, decía Foucault, no es una fatalidad, es la posibilidad de una vida creativa”.180 El último asunto que quisiéramos reivindicar del riquísimo acervo discursivo de Foucault, es su ferviente deseo de que ojalá algún día consigamos confeccionar nuestras vidas mediante una nueva moral que nos conduzca hacia una “estética de la existencia” (a semejanza de los griegos), Dreyfus y Rainbow, “Una genealogía...”, Loc. Cit., p. 46. Ibíd, p. 46. F. Ewald, “El interés... ”, Loc. Cit., p. 38. 177 Cfr. Dreyfus y Rainbow, “Una genealogía...”, Loc. Cit., p. 46. 178 Dreyfus y Rainbow, “El sexo como moral”, Revista de la Universidad; No. 40, agosto, 1984. 179 Cfr. Dreyfus y Rainbow, “Una genealogía...”, Loc. Cit., p. 45. 180 B. Gallagher y A. Wilson, “Si no hubiera resistencia no habría relaciones de poder”, diálogo con Foucault, en la Cultura en México, Revista Siempre, 18/7/84, p. 48. 174 175 176 223 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA hacia el ejercicio de un arte del buen vivir alejado de la maquinaria de dominación, explotación, consumo y guerra que hoy padecemos. Al respecto afirma lo siguiente: “Lo que me sorprende es el hecho de que en nuestra sociedad el arte se ha convertido en algo que atañe exclusivamente a los objetos, y no a los individuos ni a la vida. Que el arte sea una especialidad realizada sólo por esos expertos que son los artistas ¿Por qué no podría cualquiera hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué esta lámpara, esta cosa, podría ser un objeto de arte y no mi vida?”181 El día que logremos hacer de nuestra vida una creación estética, cuando consideremos la existencia humana como un hecho falible, perecedero, pero hermoso y digno de ser cultivado y apreciado, en ese momento, quizá el poder, en tanto constante trágica de las relaciones sociales, pierda un poco de su omnipresencia negativa y podamos, finalmente, mirar la vida con mayor tranquilidad y gozar el placer de vivir. Diciembre de 1985 México, DF. 181 Dreyfus y Rainbow, “Una genealogía...”, Loc. Cit., p. 47. 224 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA EL PODER DISCIPLINARIO Héctor Ceballos Garibay. La teoría del poder en el capitalismo en Foucault y el Poder, ediciones Coyoacán, S.A de C.V, México, 2000, pp. 75-92. El paso de la soberanía feudal al poder disciplinario Para analizar el problema del poder en el capitalismo se requiere de la confrontación con la forma de poder precedente: el poder de la soberanía durante la feudalidad medieval. A diferencia del poder disciplinario, característico del capitalismo como forma histórico-concreta, en la Edad Media se manifiesta una relación de poder fundamentalmente ligada al control y a la propiedad de la tierra y sus productos.182 Efectivamente, las obligaciones, impuestos, aranceles, etc., que los siervos tenían que pagar a los señores feudales o a la iglesia (propietaria de enormes latifundios), determinan la existencia de un tipo de relación de dependencia peculiar basado en la tradición y la reglamentación del trabajo de los siervos. El poder no se finca en el control disciplinario, sino en la presencia de la soberanía, la alcurnia, el rango y la heroicidad en tanto que valores sociales y culturales preestablecidos e incuestionables. El poder durante el medioevo gira en torno del dominio absoluto, previamente sacralizado, del soberano o del Papa, y se establece sobre la base de la agrupación de enormes latifundios que funcionan como fuente principal de la riqueza. El poder se identifica con la sangre mediante la reivindicación del abolengo de la aristocracia, y con la propiedad a través de la posesión de enormes extensiones de tierra que simbolizan la grandeza y el poderío en esta época histórica. Durante los siglos XVII Y XVIII se inventa una nueva tecnología del poder: la disciplina capitalista con sus tácticas y estrategias específicas de control. Esta moderna mecánica del dominio prioriza el sometimiento de los cuerpos y las almas de los individuos, en tanto que medio de explotación del tiempo de trabajo utilizado en la producción de mercancías, sobre la posesión de la tierra y sus productos como se acostumbraba en el feudalismo.183 La ideología del liberalismo, que sacraliza la igualdad y la libertad de todos los hombres, sustituye a la concepción jerárquica y discriminatoria existente en el medioevo. A partir de la aceptación de los valores de la Ilustración, todos los hombres son concebidos como formalmente libres e iguales, y debido a ello pueden convertirse en explotadores o en individuos que sufren la explotación. Las desigualdades se fundamentan ya no en la sangre, sino en las capacidades individuales y en la competencia por un mejor aprovechamiento de las oportunidades que brinda el mercado capitalista para el enriquecimiento mediante la usura y la plusvalía. En vez de los viejos lazos de dependencia servil, de los archivos feudales y las murallas de los castillos, la disciplina capitalista controla el tiempo de trabajo de los obreros en las fábricas. La disciplina capitalista implica una aceptación por parte de los dominados de toda una compacta cuadriculación de obligaciones y responsabilidades laborales fijadas contractualmente, más que el sometimiento al poder de soberano o a la costumbre heredada por los lazos de consanguinidad. 182 183 Cfr. Foucalut, Microfísica del poder, Ed. La Piqueta, Madrid, 1980, p. 149. Crf., ibíd., p. 149. 225 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La implantación de la disciplina capitalista es, dice Foucault, resultado de varios factores coyunturales en la historia de Europa: 1. El aumento demográfico del siglo XVIII que hizo crecer enormemente el mercado de trabajo ofreciendo mano de obra barata; y 2. el crecimiento del aparato de producción mercantil-capitalista, el cual exigía la búsqueda insaciable de altas cuotas de rentabilidad económica.184 La disciplina surge entonces como esa necesidad históricamente específica de garantizar la producción capitalista en ascenso. Se hacia necesario correlacionar la nueva cultura liberal con el proceso de acumulación capitalista. Había que introducir la disciplina en tanto que fuente creadora de comportamientos reglamentados en la familia, la escuela y todas las instituciones sociales, como única forma de poder modelar una específica conducta tecnocrática y sumisa de los obreros en las fábricas y de los individuos en la sociedad. El cambio sociocultural del dispendio feudal al ahorro capitalista de dinero, de la ociosidad a la productividad, del despilfarro al ascetismo, de la manufactura a la gran industria y de la predominancia del campo a la prominencia de la ciudad, requirió de la invención política de una inédita forma de poder: la disciplina capitalista entendida como una: “tecnología fina y calculada del sometimiento”.185 El proceso de acumulación originaria de capital, tan importante para la comprensión de la disolución del feudalismo y tan esencial para la aparición de los presupuestos históricos de la nueva sociedad capitalista, debe complementarse con la reivindicación de la trascendencia que para el capitalismo implicó lo que Foucault denomina “acumulación de hombres”. La disciplina capitalista es una forma de acumular hombres que cuenten con una nueva mentalidad reglamentada y normativizada que los convierta en eficaces y productivos trabajadores asalariados, sustituyendo con ello los antiguos y costosos procedimientos de control político fincados en el poder de la tradición, el carisma, la violencia y el sometimiento religioso. Acumulación de capital y acumulación de hombres disciplinados, disciplina y conversión del trabajo en capital, no deben escindirse. Como bien lo explica Foucault: “de hecho los dos procesos, acumulación de hombres y acumulación de capital, no pueden ser separados; no habría sido posible resolver el problema de la acumulación de los hombres si el crecimiento de un aparato de producción capaz a la vez de mantenerlos y utilizarlos; inversamente, las técnicas que hacen útil la multiplicidad acumulativa de los hombres aceleran el movimiento de acumulación de capital”.186 Es posible comprobar que a mayor control disciplinario: sometimiento del cuerpo y el alma a las normas de la explotación del tiempo de trabajo, menor es la capacidad de respuesta e insubordinación política de los individuos; y a la inversa, a menor disciplinarización, mayores serán los movimientos de critica y revolución contra el sistema económico y el poder establecidos en el capitalismo. La disciplina, en este sentido, se convierte en “anatomía política” del modo de vida burgués, en presupuesto político de la consolidación de una sociedad fincada en la explotación técnica del tiempo de trabajo de los seres humanos.187 La interrelación de economía y política, de proceso de valorización e introducción de la disciplina, es precisada teóricamente por Foucault cuando advierte que: “por disciplinarización de la sociedad (...) no debe entenderse que los individuos se hayan vuelto cada vez mas obedientes; ni que tengan cierta semejanza con cuarteles, escuelas o cárceles; sino que en ellas se ha buscado 184 Cfr. M. Foucault, Vigilar y castigar, Ed. Siglo XXI, México, 1980, p. 223. Ibíd, p. 223. Ibíd, p. 223. 187 Cfr., ibíd, p. 224. 185 186 226 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA un ajuste cada vez mejor controlado, cada vez mas racional y económico entre las actividades productivas, las redes de comunicación y el juego de las relaciones de poder”.188 La disciplina, según Foucault, sustituye el viejo principio de exacción-violencia que regia en la economía de poder precapitalista, por la máxima de control-producción-provecho.189 Además, en tanto que tecnología específica de dominio, modifica y suplanta la vieja maquinaria de poder característica de la sociedad feudal. En lugar del carisma, la fuerza, la heroicidad y la superioridad del soberano y su aristocracia, el poder capitalista se erige mediante instrumentos anónimos que circulan por todo el cuerpo social, los cuales reglamentan la vigilancia jerárquica, el registro continuo y la clasificación perpetua con el objeto de convertir a los individuos en sujetos disciplinados, económicamente rentables y políticamente sumisos. Radiografía de la disciplina capitalista La disciplina es una tecnología de poder específica, propia del capitalismo, que funciona como si fuera una “anatomía política del cuerpo humano”. Es decir, la disciplina concibe al cuerpo como una máquina que debe educarse, higienizarse, volverse dócil, con el objeto de poder integrarlo adecuadamente al sistema económico de producción. El ejercicio del poder sobre la vida capitalista se centra, nos explica Foucault, en dos polos primordiales: 1) Las regulaciones demográficas y; 2) La disciplina sobre el cuerpo. En el primer caso se impone el control de los nacimientos, la mortalidad, el nivel de salud, la longevidad, la higiene, la delincuencia, los ritos, etc. El poder funciona aquí como elemento fundamental en el registro y organización de los individuos, aparece claramente como “biopolítica de la población”.190 En el segundo polo, concerniente a la disciplina en tanto que forma de biopoder; se trata del sometimiento de los cuerpos y las almas de los individuos a una regimentación normativa mediante el manejo disciplinario de los actos, los gestos, las sensaciones, es decir, se pretende ejercer un control de la conducta social en la escuela, los cuarteles, las fábricas y todas las instituciones. La acción permanente del poder disciplinario sobre los grupos sociales conduce al objetivo esencial de la biopolítica: la fabricación de hombres y mujeres sumisos a la lógica de poder capitalista. La técnica disciplinaria produce un doble efecto que actúa en forma recíproca: se domeña y mantiene la sujeción sobre el cuerpo, así como se doblega y “educa” el alma para la obediencia.191 El objetivo estratégico de la disciplina consiste en crear cuerpos moldeables, capaces de convertirse en individuos fuertes y sanos en términos productivos, pero débiles y acríticos como sujetos políticos. El cuerpo y el alma tienen que actuar idénticamente: obedecer, ser útiles y reproducirse.192 La disciplina no podría existir sin la valiosa contribución que brinda la técnica de la vigilancia, como ese “espacio analítico” en donde se fiscaliza la presencia, ausencia y distribución de los seres sociales. Es imprescindible vigilar la conducta de cada individuo, apreciarla y sancionarla con el objeto de poder dominar y reutilizar las capacidades productivas de los sujetos sociales de acuerdo con los fines de la biopolítica.193 La vigilancia funciona como una forma de poder múltiple, anónima y automática; circula de arriba hacia debajo y de abajo hacia arriba; actúa también de manera transversal, cruzando el M. Foucault, “Como se ejerce el poder”, en La Cultura en México, Revista Siempre, 13/3/85, p. 41. Cfr. Foucault, Vigilar…, Ob. Cit., p. 222. Cfr. M. Foucault, Historia de la sexualidad, Vol. I, Ed. Siglo XX, México, 1983, pp. 168-169. 191 Cfr. M. Foucault, Vigilar…, ob. Cit., p. 301. 192 Cfr., ibíd, p. 142. 193 Cfr., ibíd, p. 147. 188 189 190 227 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA conjunto del cuerpo social. La vigilancia debe ser perpetua y consistente, tiene que sentirse como un acoso incesante y profundo que capte y juzgue la vida entera de los vigilados.194 Es de vital importancia que la vigilancia sea eficaz, incisiva y absoluta, para que en un momento determinado se convierta en auntovigilancia de los propios individuos disciplinados. Como lo expone Foucault: “no hay necesidad de armas, de violencias físicas, de coacciones materiales. Basta una mirada. Una mirada que vigile y que cada uno, sintiéndola pesar sobre sí termine por interiorizarla hasta el punto de vigilarse a sí mismo; cada uno ejercerá entonces esta vigilancia sobre y contra sí mismo.195 La disciplina presupone la existencia de un saber ligado al poder. Se hace necesaria la presencia de un discurso que diferencie lo normal de lo anormal, lo sano de lo patológico, lo verdadero de lo falso. Es a través de los mecanismos de valoración y discriminación generados por el discurso disciplinario, que el biopoder capitalista puede recurrir a la exclusión de los leprosos, “apestados”, enfermos, homosexuales, delincuentes y locos. Lo que se pretende es la culpabilización de los excluidos y marginados mediante su internamiento en hospitales, correccionales, cárceles, asilos, etc., con el objeto de aislarlos de la vida social “normal” y poder justificar entonces el ejercicio sistemático del poder. La división binaria que lleva a cabo el discurso del poder entre locos y cuerdos, peligrosos e inofensivos, normales y anormales se convierte en un requisito fundamental del control disciplinario, ya sea para justificar la existencia del poder represivo en contra de los “anormales” y a favor de los “normales”, o como forma de legitimación de la exclusión en tanto que práctica positiva y rentable de corrección, control y curación de los locos, delincuentes y enfermos.196 La existencia de las instituciones que aplican la disciplina encuentra de esta forma su convalidación social. La función prioritaria de la tecnología disciplinaria es la de convertir a los cuerpos de los individuos en máquinas útiles para la producción, el trabajo y la guerra.197 La disciplina se instaura en todos los ámbitos de la sociedad: desde la escuela y la familia, pasando por la iglesia, el ejército y la policía, hasta llegar a la burocracia, la producción fabril, el comercio y los medios de comunicación. La estrategia disciplinaria no sólo excluye a los individuos no productivos y “asociales”, sino que también se esmera por fijar y adaptar a los sujetos “normales” a sus condiciones de trabajo y vida. Hay que ligar a los obreros a sus fábricas, a los educandos a las instituciones del saber, etc. Se quiere lograr que la exclusión sea una forma de salvaguardar la pureza de la sociedad, y que los desviados y desadaptados se corrijan y normalicen paulatinamente y de manera jerarquizada, aunque sean sólo unos cuantos los que puedan volver a integrarse a una vida social regida por la norma.198 A la sociedad moderna le conviene, le es imprescindible la existencia de los presos, los locos y los anormales como estrategia comprobada de homogeneización e identificación social de los que a sí mismos se consideran como seres perfectamente normales. Aunque se vuelvan necesarias las prácticas de la exclusión psiquiátrica, carcelaria, educativa, etc., también es cierto que en un plano discursivo, y dependiendo de las necesidades del mercado de trabajo, existe la retórica autojustificatoria por parte de los que ejercen el poder, de que la exclusión tiene la finalidad bondadosa y positiva de corregir, educar y hacer sanar a los individuos transitoriamente separados de la sociedad, los cuales, una vez normalizados podrán reintegrarse a ella como seres útiles y dóciles. 194 Cfr., ibíd., p. 182. M. Foucault, “El ojo del poder”, en J. Bentham, El Panóptico, La Piqueta, Madrid, 1982, p. 18. Cfr. M. Foucault, Vigilar…, ob. Cit., p. 203. 197 Cfr., ibíd., p. 214. 198 Cfr. M. Foucault, la verdad y las formas jurídicas, Gedisa, Barcelona, 1978, p. 128. 195 196 228 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La disciplina es una maquinaria productora de sujetos “normales”, económicamente rentables, la cual no solamente se ejercita en los casos extremos de la “curación” de la “locura” o la corrección de los presos, sino que coexiste prácticamente en todas las instituciones sociales desde la familia hasta el Estado. La disciplina, en su sentido amplio, se propone la reglamentación de hábitos precisos en los individuos a lo largo de toda su vida, utilizando para ello un complicado juego de coerciones, aprendizajes, castigos, gratificaciones y reforzamientos diversos. De esta forma, únicamente aquellos hombres y mujeres que integran la normatividad social a sus conductas sociales y laborales son los que finalmente pueden ser aceptados como personas racionales. Los otros, los que critican y resisten, los que son diferentes y no se adaptan a la institucionalidad establecida, esos deben ser excluidos y castigados hasta que, finalmente, sean reeducados para servir como gentes conformes con su sociedad. La disciplina capitalista no podría funcionar sin el valiosísimo auxilio que representa la interiorización de las normas sociales de conducta. Un ser humano disciplinado es aquel que ha aprendido e integrado totalmente un determinado código de reglas de comportamiento dictadas por el padre, el maestro, el juez, el alcalde, el psiquiatra, etc.199 En este sentido, la disciplina tiene por objetivo principal el poder conseguir la normalización de la sociedad a través de la fabricación de sujetos convencidos de la bondad de los valores fijados socialmente desde la infancia hasta la muerte. La totalidad de las instituciones sociales conducen y practican la técnica de la disciplina de manera específica, de acuerdo con las peculiaridades y con la autonomía de su propio espacio político, pero el conjunto de ellas, en tanto que interactúan unas con otras, se refuerzan mutuamente para poder lograr el efecto general y masivo que caracteriza a la disciplina como tecnología capitalista de biopoder; en otras palabras, como presupuesto político de la reproducción de cualquier sociedad existente en el mundo contemporáneo. El poder panóptico La tecnología de la disciplina capitalista adquiere un cuerpo y una denominación precisa con la imagen del panóptico, que Foucault retorna de Jeremías Bentham. El panóptico es una máquina de poder en donde existe un inmenso edificio circular que tiene en su centro una torre repleta de pequeñas ventanas, desde donde es posible contemplar la totalidad de las habitaciones que se encuentran a lo largo del edificio periférico, las cuales poseen enormes ventanales en dirección a la torre de vigilancia. Puede considerarse que el panóptico es la metáfora por excelencia de lo que Foucault entiende por poder disciplinario. El Estado, la policía, la burocracia, el poder en los monopolios, la familia, la escuela, funcionan como grandes panópticos de control y fiscalización cotidiana ejercidos por parte de los que detentan el poder sobre aquellos que lo sufren. El panóptico se vuelve la concretización en instituciones de la disciplina capitalista. La descripción literaria más lograda del panoptismo quizá sea la de George Orwell en su celebre novela 1984, en la cual el Estado totalitario aparece acechando, hostilizando y juzgando la vida privada, cada vez más restringida y avasallada de los individuos. El amor, los sentimientos en general, el pensamiento crítico, son substituidos por el dogma, la fe, la delación, el temor, la traición, la sumisión y el castigo a los que son sometidos los seres humanos por el centro absoluto de poder: el Leviatán tecnocrático o la figura dictatorial de Gran Hermano. Cfr. M. Foucault, “El poder y la norma”. En Revista La Nave de los Locos, No. 8, verano, 1984, Universidad de San Nicolás, Morelia, Mich., p. 11. 199 229 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA La maquinaria panóptica tiene como función primordial la de inducir en el detenido y excluido de la sociedad la conciencia permanente de que están siendo controlados en la vigilia y el sueño, en el día y la noche por los guardias de la prisión o del orden público. Cuando la vigilancia es constante en sus efectos, desde el momento en que el preso se siente eficazmente observado, entonces inicia un comportamiento de acuerdo con la normatividad impuesta, y el aparato panóptico comienza a funcionar de manera automática. Precisamente, el punto nodal del panoptismo consiste en lograr que los presos se sientan inspeccionados eternamente, a un grado tal que ellos mismos empiecen a auto vigilarse y a comprometerse a no transgredir las reglas establecidas. Evidentemente, donde mejor funciona la maquinaria panóptica es en el caso de la cárcel.200 El panoptismo, como tecnología moderna de la disciplina, se convierte en una relación de poder independiente de quien la ejerce. El poder se desindividualiza y automatiza al punto de que no pueden existir papeles fijos y eternos. Lo esencial de la disciplina panóptica es la distribución de los cuerpos, las superficies, las miradas, la vigilancia perenne, la inexistencia de espacios privados; lo importante es terminar con la peligrosa intimidad de la vida de los detenidos. Si se utiliza la maquinaria panóptica poco importa quien ejerce el poder: si es bueno o malo, si es blanco o negro, moderno o primitivo el sujeto que vigila desde la torre, el psiquiatra o el presidente de un país. Tampoco interesa la clase de personalidad que tenga el sometido a la disciplina. Lo verdaderamente trascendental es el panoptismo como este arte de “crear y sostener una relación de poder con independencia de aquel que la ejerce”, como esta técnica de control que posibilita la reproducción de la asimetría, el desequilibrio y la diferencia entre los que mandan y vigilan y los que obedecen y son vigilados.201 La maquinaria panóptica resulta ser tan perfecta, funciona de manera automática y es a tal grado sencilla, que cualquier individuo tiene la capacidad de accionarla, usufructuarla o ser víctimas de ella. El vigilante de la torre puede, en un futuro, pasar a ocupar la celda, mientras que el preso se encuentra en la potencialidad de algún día ocupar el puesto de vigilante. En cualquier caso, los dos asumirían cabalmente su nuevo destino y seguramente harían funcionar eficazmente la relación disciplinaria vigilante-vigilado. De forma similar, los educandos pasaran a ser maestros, los hijos serán padres, etc. En esta infinita circularidad del poder, todos lo soportamos y lo ejercemos al mismo tiempo; somos dominados y dominadores a la vez. Es posible que nos encontremos en la cumbre de la pirámide panóptica, pero también podríamos deslizarnos hasta los más ínfimos y miserables escaños de la elitista estructura social. En esta rotación incesante de personas, los únicos elementos imprescindibles son los lugares estratégicos que determinan quienes, momentáneamente, tienen y ejercen el poder de vigilar y mandar, y quienes, transitoriamente, son vigilados y marginados. El ideal supremo de la sociedad moderna panóptica es el de convertir a los ciudadanos en individuos dóciles mediante la disciplina y la autovigilancia. No basta con que los seres sociales se sientan perpetuamente vigilados desde la torre, el Estado, la familia o la sociedad en su conjunto, lo importante es el hecho de que los sujetos interioricen la normatividad, que asuman integralmente las funciones que les han sido asignadas por las instituciones y que cumplan las expectativas que de ellos se espera. Cuando el individuo respeta sin cuestionamiento alguno la desigualdad de la que es víctima, desde el momento en que voluntariamente acepta su culpabilidad como individuo sospechoso, diferente y asocial, entonces si podemos hablar del triunfo absoluto del panoptismo como tecnología de la disciplinarización social.202 En Vigilar y castigar, Foucault sintetiza los objetivos principales del panoptismo: 200 201 202 Cfr. M. Foucault, Vigilar…, Ob. Cit., p. 205. Cfr., ibíd, p. 205. Cfr., ibíd, p. 205. 230 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA 1. Hacer que el ejercicio del poder sea lo menos costoso posible. Ello implica, económicamente hablando, la escasa inversión de capital en una maquinaria de poder que en todo momento debe ser eficaz y precisa en la asignación de los papeles asimétricos. Políticamente, el panoptismo debe de ser confiable por su discreción y su relativa invisibilidad. 2. Hacer que la vigilancia se convierta en una maquinaria cuyos efectos se generalicen e intensifiquen a lo largo y ancho del cuerpo social. Mientras más amplias sean sus manifestaciones de control y menores los espacios para la vida privada de los individuos, mejor funcionará la maquinaria de domesticación y sometimiento de la sociedad, y mayores serán los frutos económicos obtenidos a partir de la estabilidad social y la productividad laboral, resultado de la proliferación de la disciplina.203 La disciplina debe introducirse en la sociedad con la intención de crear pequeños panoptismos en todas las instituciones: en los aparatos pedagógicos, industriales, de salud, del saber, etc. Sólo así es posible reforzar y multiplicar la disimetría de los poderes que existen desde la familia hasta el Estado, y establecer la justificación ideológica y consensual de que tales jerarquías son naturales y necesarias para el bien de la colectividad. El discurso del poder disciplinario que cimienta al panoptismo no es otro que el de la sacralización de lo normal, sano, bello, fuerte, bueno y verdadero, frente a la denostación y el odio radicales de todo aquello que se parezca a la diferencia, la critica, la rebeldía, la autonomía, la marginalidad, etc. El saber panóptico se organiza alrededor de la norma, distinguiendo dogmáticamente lo que es normal de lo anormal, lo correcto de lo incorrecto, lo que debe o no hacerse.204 Es interesante observar cómo, partiendo de la reivindicación de los poderes microfísicos, Foucault llega al planteamiento de que existe una forma de poder generalizada, con efectos y manifestaciones globales y masivos como los que caracterizan a la disciplina ejercida a través del panoptismo.205 El sistema amplificado de poder asegura la reproducción del cuerpo social, aumenta la rentabilidad y productividad de los individuos dóciles, reduce el índice y la frecuencia de la contestación intelectual, y fortalece el esquema jerárquico de la moral pública. De este modo, el panoptismo se transforma en el principal instrumento de la disciplina en tanto que ésta conforma la “anatomía política” de la sociedad. Únicamente entendiendo al panoptismo como presupuesto político de la reproducción social, seremos capaces de comprender la metáfora foucaultiana que concibe a la disciplina como “la vertiente oscura” del proceso de consolidación de la burguesía en tanto que clase hegemónica en el capitalismo.206 Foucault se da cuenta de que el triunfo del capitalismo sobre su pasado feudal, implicó la imposición de un nuevo marco jurídico burgués basado en la postulación de la igualdad, la libertad y la democracia. Sin embargo, la instauración final de esta nueva lógica ético-cultural capitalista tuvo que fincarse necesariamente en el complejo sistema de micropoderes asimétricos que constituyen el habitat adecuado para la inoculación de la disciplina panóptica. La estrategia capitalista ha dado resultado: la disciplina se ha convertido en la forma más acabada y eficaz para la consecución de individuos con cuerpos dóciles y almas sometidas al poder socialmente establecido. “Las disciplinas reales y corporales, dice Foucault, han constituido el subsuelo de las libertades formales y jurídicas”.207 La correlación de economía y política entre microfísica y microfísica queda debidamente documentada con esta cita en Vigilar y castigar. 203 Cfr., ibíd, p. 221. Cfr. M. Foucault, La Verdad y…, Ob. Cit., p. 100. Cfr. M. Foucault, Vigilar…, Ob. Cit., pp. 211 y 212. 206 Cfr., ibíd, pp. 224 y 225. 207 Ibíd, pp. 224 y 225. 204 205 231 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA En este mismo texto, Foucault logra una frase que sintetiza la riqueza teórica de su pensamiento, la cual hemos querido recuperar en este capítulo: “Las luces que han descubierto las libertades inventaron también las disciplinas”.208 208 Ibíd, pp. 224 y 225. 232 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA LA VIOLENCIA EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS Octavio Ianni, Metapolítica, Vol. 5, núm. 17. México, 2001, pp. 56-69. La cultura de la violencia Las sociedades nacionales contemporáneas y la sociedad global en formación en el pasaje del siglo XX al siglo XXI se volverán un basto escenario de violencia; son muchas las formas de violencia, antiguas y recientes, conocidas y desconocidas, que se manifiestan en esas sociedades. Desde el secuestro y el narcotráfico a la violencia urbana y al terrorismo de Estado, desde los conflictos étnicos y religiosos a la “destrucción creativa”, son muchas las formas de violencia que se manifiestan en las sociedades contemporáneas. Cabe, pues, conocer mejor esa realidad, en sus implicaciones prácticas y teóricas. Cabe incluso debelar lo que tienen de “nacional” y “mundial” esas manifestaciones, afectando la vida y el imaginario de individuos y colectividades, en todo el mundo. Cabe esclarecer si la trama de las relaciones sociales y los juegos de las fuerzas políticoeconómicas, conforme se desarrollan en las sociedades contemporáneas, son también una fábrica de violencia. Se trata de reflexionar sobre la hipótesis de que hay algo en la fábrica de la sociedad moderna, de lo que se podría denominar modernidad, que comporta formas, técnicas y prácticas cada vez más brutales de violencia, desde las más prosaicas a las más sofisticadas. Son muchos los que padecen la violencia en el curso del siglo XX y en los albores del siglo XXI. Muchos son los que reconocen que las formas y las técnicas de violencia en esta época están adquiriendo características nuevas, insospechadas y crecientemente brutales. Es como si, de repente, unos y otros, en todas partes del mundo, se dieran cuenta de que el “Progreso”, la “Civilización”, la “Sociedad Informática”, el “Mundo sin fronteras”, la “Aldea Global” y la “Tierra-Patria” fueran simplemente metáforas engañosas, con las cuales se encubren desigualdades y brutalidades cotidianas e inimaginables. Es evidente, para todos, en todo el mundo, que el curso de la historia en el siglo XX, ya entrados en el siglo XXI, es un curso de realizaciones científicas y tecnológicas excepcionales, a la par que de formas y técnicas inimaginables de violencia social, desdoblándose en prácticas políticas, económicas, culturales, étnicas, religiosas y otras. No se trata de simplificar la problemática de la violencia, como si ella cupiese en el concepto, idea o interpretación. Vista en toda su complejidad, en sus múltiples manifestaciones colectivas e individuales, históricas o psicológicas, objetivas y subjetivas, es evidente que la violencia es un acontecimiento excepcional que pasa a través de las varias ciencias sociales; revela dimensiones insospechadas de la realidad social, o de la historia, en sus implicaciones político-económicas, socioculturales, objetivas y subjetivas. La furia del tirano, el terrorismo de Estado, la guerra, la masacre, el esclavismo, el racismo, el fundamentalismo, el tribalismo, el nazismo, siempre envuelven alegatos racionales, humanitarios, ideales, al mismo tiempo que se ejercen en formas y técnicas brutales, irracionales, enloquecidas. En general, la furia de la violencia tiene algo que ver con la destrucción del “otro”, “diferente”, “extraño”, con el que se busca la purificación de la sociedad, el exorcismo de dilemas difíciles, la sublimación del absurdo embutido en las formas de sociabilidad y en los juegos de las fuerzas sociales. Sobre varios aspectos, la violencia es un evento heurístico de excepcional significación. Revela lo visible y lo invisible, lo objetivo y lo subjetivo, en lo que se refiere a lo social, económico, político y cultural, comprendiendo lo individual y lo colectivo, la biografía y la historia. Se desdobla permisivamente por los poros de la sociedad y del individuo. Es un evento heurístico de excepcional significación, porque modifica sus formas y técnicas, razones y convicciones de conformidad con las configuraciones y los movimientos de la sociedad, en escala 233 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA nacional y mundial. Explicita nexos insondables de la subjetividad de agentes y víctimas, en sus ilusiones y obsesiones, al mismo tiempo que explicita modalidades inimaginables y verdaderos paroxismos de procesos y estructuras de dominación y subordinación. Revela la alucinación escondida en la alienación de individuos y colectividades. Nace como técnica de poder, se ejercita también como modo de preservar, ampliar o conquistar la propiedad, adquiere desdoblamientos psicológicos sorprendentes en lo que se refiere a los agentes y a las víctimas. Entra como elemento importante de la cultura política con la cual se ordenan, modifican o transforman las relaciones entre los dueños del poder y los sectores subalternos, los gobernantes y la población, las élites y las masas. Sobre varios aspectos, los actos de violencia revelan aspectos recónditos, insospechados y fundamentales sobre cómo se forman y transforman los juegos de las fuerzas sociales, las tramas de las formas de sociabilidad, llevando a individuos y colectividades como en un vendaval en furia. El mundo moderno y la violencia Esta es una historia que ya tiene varios siglos de duración. En el curso de los tiempos modernos, desde el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo, son muchas, nuevas y renovadas las formas y las técnicas de violencia que entran directa e indirectamente en el juego de las fuerzas sociales y en la dinámica de las formas de sociabilidad que se desarrollan como el capitalismo, visto como modo de producción y proceso civilizatorio. Si dejamos de lado lo que ocurría en la Edad Media y en la Antigüedad, en las diversas y riquísimas civilizaciones desarrolladas en el Mediterráneo, África, Asia y América, desde los mayas a los bantus, de los chinos y los hindúes a los egipcios y los babilonios, entre otros, tal vez se pueda decir que en el curso del Mundo Moderno las formas y las técnicas de violencia adquieren no sólo otros alcances y características sino también nuevas manifestaciones y modulaciones, individuales y colectivas, materiales y espirituales. Están profundamente marcadas por las relaciones, procesos y estructuras de dominación política y apropiación económica propios del capitalismo, visto como modo de producción y proceso civilizatorio. La historia del Mundo Moderno, desde el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo, comprendiendo también la colonización de África, Asia y Oceanía, es una historia de las más prosaicas y sofisticadas en los medios y modos de violencia, con los cuales se forja y mutila la modernidad. A medida que se desarrollan la ciencia y la técnica, en sus usos crecientemente político-económicos y socioculturales, se desarrollan las formas y las técnicas de violencia. A medida que se desarrollan las fuerzas productivas y las relaciones de producción propias del capitalismo, se desarrollan las diversidades y las desigualdades, las formas de alienación, técnicas de dominación y luchas por la emancipación. Se profundizan, generalizan y multiplican las contradicciones sociales. En el mismo curso de las luchas y conquistas polarizadas por la democracia y la ciudadanía, se desarrollan las técnicas de represión y las formas de la tiranía. En el mismo curso de las luchas y conquistas por el socialismo y el comunismo, se desarrollan los experimentos del fascismo y el nazismo. Son muchas las polarizaciones y combinaciones de procesos y estructuras político-económicas y socioculturales con las cuales se desarrolla y mutila la modernidad-nación, o primera modernidad, y la modernidad-mundo, o segunda modernidad. Esta es la idea: el mercantilismo, el colonialismo, el imperialismo y la globalización pueden verse inclusive como procesos histórico-sociales, o geohistóricos, en los cuales aparecen y reaparecen las más diversas técnicas y formas de violencia. Son formas y técnicas de violencia que atañen a individuos y colectividades, pueblos y naciones, tribus y reinos, en todo el mundo. Es una historia de diásporas y holocaustos de las más diversas proporciones, en todas partes. Desde la masacre de la “Noche Triste”, comandada por Hernán Cortes en los inicios del siglo XVI, hasta la masacre realizada en la Plaza de Tlatelolco, inducida por la diplomacia total norteamericana de la Guerra Fría en 1968; desde los procesos de esclavización de los pueblos 234 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA nativos del Nuevo Mundo, de África, Asia y Oceanía, pasando por las diásporas y holocaustos de esos nativos; desde las armas de fuego utilizadas por los conquistadores y colonizadores en continentes, islas y archipiélagos; desde los campos de concentración que proliferan en el siglo XX a las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki; desde las más diversas operaciones de terrorismo de Estado a las más sorprendentes manifestaciones de violencia urbana en el curso de los albores del siglo XXI; desde esas y muchas otras formas, técnicas y prácticas de violencia que sacuden la historia del Mundo Moderno, esto es, de la modernidad-nación y de la modernidad-mundo, se puede afirmar que el mercantilismo, el colonialismo, el imperialismo y la globalización, en los cuales se insertan el nacionalismo y el tribalismo, comprenden simultáneamente a las más sorprendentes modalidades de violencia. Es difícil, tal vez imposible, decir que un siglo es más violento que otro. Una comparación apresurada puede dar esa impresión. Para que se puedan avalar los potenciales y las realizaciones de violencia en cada siglo, época o configuración histórica, sería indispensable esclarecer cuáles son las formas de sociabilidad y los juegos de fuerzas sociales que prevalecen en cada caso. De ahí la importancia de reconocer que el colonialismo, el imperialismo y la globalización son distintos procesos histórico-sociales, con sus formas de sociabilidad y sus juegos de fuerzas sociales peculiares. Sucede que los juegos de las fuerzas sociales y las formas de sociabilidad sintetizan el modo en el cual la fábrica de la sociedad, o la máquina del mundo, produce y reproduce el progreso y el retroceso, la evolución y la decadencia, el florecimiento o la distorsión, la alienación y la mutilación. En ese sentido es válido reconocer que cada siglo, época o configuración histórico-social se caracteriza por formas y técnicas de violencia arraigadas y juegos de fuerzas sociales y tramas de sociabilidad. La violencia parece algo intrínseco al modo por el cual se organiza y desarrolla la sociedad moderna, sea la nacional o la mundial. Los mismos procesos, estructuras, jerarquías e instituciones con los cuales la violencia se forma y transforma, constituyendo el “progreso” y la “decadencia”, la “riqueza” y la “pobreza”, la “alienación” y la “alucinación”, fermentan la violencia. El verdadero fundador de la sociedad civil fue el primero que, habiendo cercado un terreno, se atrevió a decir esto es mío y encontró personas lo suficientemente sencillas como para aceptarlo. Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores hubiera ahorrado a la humanidad aquel que, arrancando las estacas y echándolas al foso, hubiese gritado a sus semejantes: Defiéndanse de ese impostor; estaréis perdidos si ignoran que los frutos son de todos y que la tierra no pertenece a ninguno.209 Sobre varios aspectos, el principio y la práctica de la propiedad privada fundan las varias formas de organización social y técnica del trabajo y la producción, o de la producción, distribución, intercambio y consumo. Así se desarrolla la dependencia recíproca de unos y otros, vendedores y compradores de fuerza de trabajo, propietarios de medios de producción y trabajadores, envolviendo siempre diversidades y desigualdades, jerarquías y estructuras de dominación, formas de apropiación y de alienación. Un elemento intrínseco de esa historia, de ese modo de organización social del trabajo y de la producción, es la creciente incorporación de técnicas siempre nuevas de trabajo y producción. Las tecnologías mecánicas, eléctricas y electrónicas, como las de las ciencias sociales, habitualmente se movilizan para dinamizar, intensificar y generalizar la capacidad productiva de la fuerza de trabajo, propiciando la reproducción ampliada del capital, favoreciendo la concentración y la centralización del capital, en el sentido de que éste se reinvierta continuamente al mismo tiempo que se asocia con otros o los absorbe también continuamente, en escala nacional y mundial. Así, la misma dinámica con la cual se forma y transforma la sociedad 209 J.J. Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. 235 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA moderna, burguesa o capitalista dinamiza el progreso y la decadencia, la concentración de la riqueza y el empobrecimiento, la alienación y la alucinación. La violencia está presente y es evidente, escondida y latente, en muchos lugares, en los más diversos sectores de la vida social, involucrando a individuos y colectividades, objetividades y subjetividades. Es un fenómeno eminentemente histórico, en el sentido de que se constituye en el curso de los modos de organización social y técnica del trabajo y la producción, de las formas de sociabilidad y de los juegos de fuerzas sociales. Puede afectar a un individuo aislado o a una colectividad entera, seleccionar a unos y excluir a otros. Posee una connotación políticoeconómica y sociocultural, pudiendo ser principalmente ideológica ó física. Afecta no solamente a las ideas, a las gentes y a las cosas, sino también a la naturaleza, más aún a la historia del Mundo Moderno.210 Esta es, también, una historia de violencias contra la naturaleza, la tierra, el agua, el aire, la capa de ozono, el ciclo de las estaciones, el modo por el cual individuos y colectividades se relacionan con el medio ambiente, la ecología. Las formas de organización social y técnica del trabajo y la producción, implicando la creación de los medios de subsistencia y otras mercancías, también han implicado formas de exploración de los recursos naturales. En cuanto objeto o medio de producción, la naturaleza ha sido principalmente explorada, agredida, explotada. A despecho de las conquistas de la ciencia y la técnica, permitiendo preservar o priorizar los recursos y las potencialidades de la naturaleza, a lo largo de los tiempos modernos ha prevalecido la exploración y la mutilación, de tal modo que se modifican la intensidad y las direcciones de los vientos, el régimen de las aguas, el ciclo de las estaciones y se producen desertificaciones. Sobre varios aspectos, la historia del colonialismo, el imperialismo y la globalización puede ser vista inclusive como una historia de varios procesos geohistóricos de grandes proporciones, por medio de los cuales los individuos y las colectividades, por sus diferentes formas de organización social y técnica del trabajo y la producción, desarrollan el contrapunto sociedad y naturaleza, lo cual adquiere una intensidad aún mayor en el curso de las guerras. Desde las minas terrestres a las minas submarinas, desde los bombardeos aéreos a las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki, son excepcionales y muchas veces irreversibles las mutilaciones que sufre la naturaleza, o que vuelve a la cultura de la violencia todavía más compleja. En el siglo XX y en los albores del siglo XXI, son realmente notables y sorprendentes las formas y las técnicas de violencia que producen y reproducen la fábrica de la sociedad, la máquina del mundo. Vale la pena examinar algunas de las manifestaciones y características de la violencia en esta época. Pueden ser formas y técnicas nuevas y recreadas, obvias y sorprendentes, prosaicas y sofisticadas, con las cuales se pueden observar mejor las complejidades y contradicciones del “Progreso”, la “Civilización”, la “Modernización”, la “Sociedad Informática”, el “Mundo sin fronteras”, la “Aldea Global”, la “Tierra-Patria” y otros conceptos o metáforas con los cuales se telegrafía la Historia. Los desastres de la guerra En una primera aproximación, visto en perspectiva panorámica, tomado como una multiplicidad de acontecimientos conectados y desconectados, simultáneamente político-económicos y socioculturales, es fácil decir que el siglo XX es un siglo de guerras mundiales atravesadas por revoluciones y contrarrevoluciones, cuartelazos y golpes de Estado, terrorismo de Estado y masacres. Son formas, técnicas y prácticas de violencia que involucran a individuos y colectividades, clases sociales y grupos sociales, minorías étnicas y géneros, xenofobias y fundamentalismos. 210 A.W. Crosby, Imperialismo ecológico, Sao Paulo, Companhia das Letras. 1993; E. Morin y A.B. Kern, Terra-Patria, Porto Alegre, Sulina, 1995; C. Ponting, A. Green History of the World, Londres, Penguin Books, 1991. 236 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Es posible afirmar que el siglo XX es un siglo atravesado por una guerra civil transnacional, fermentada por dentro y por fuera de las guerras mundiales. Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), pasando por la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la Guerra Fría (1946-1985), ésta también mundial, se desarrolló en el mundo una guerra civil mundial. En ella participan élites y masas, clases y grupos sociales, éstas comprendiendo etnias, géneros, religiones y lenguas. Ahí se ubican la Guerra de los Boers (1899-1902); la insurrección anticolonial en Filipinas (1899-1905); la revolución nacional y social en China (1911-1949); la Revolución soviética (1917); la Guerra Civil Española (1936-1939); la revolución nacional y social en Vietnam; las revoluciones y guerras de descolonización en África, Asia, Oceanía y remanentes coloniales en el Caribe; la revolución nacional y social en Cuba (1959); la desintegración de los estados nacionales en Checoslovaquia, Unión Soviética y Yugoslavia; la guerra nacional, tribal, étnica y religiosa en Oriente Medio; y muchas otras revueltas, revoluciones, contrarrevoluciones, cuartelazos y golpes de Estado siempre acompañados de masacres y diásporas de varios grados y en diferentes direcciones, atravesando continentes, islas, archipiélagos, rediseñando el mapa del mundo. Así visto, en perspectiva amplia, el siglo XX se revela como un siglo en el cual se ejercitan nuevas y antiguas formas, técnicas y prácticas de violencia. Es la violencia un componente constitutivo de la fábrica de la sociedad en los tiempos modernos, siempre involucrando los juegos de las fuerzas sociales y la dinámica de las formas de sociabilidad.211 En rigor, cada guerra inventa nuevos desastres, además de los que repiten, reitera y perfecciona. En la medida en que en cada guerra se movilizan medios y fines, armas y equipos, tecnologías e ideologías, así también cada guerra inventa y reinventa prácticas. Son las más diversas manifestaciones de violencia, contra cosas, personas e ideas, la fauna y la flora, la tierra, el agua y el aire. Es como si todo fuese repentinamente infectado por días, meses, años y aún siglos. Este puede ser el caso de las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki; y de otras bombas atómicas que amenazan a poblaciones y ciudades, individuos y colectividades, pueblos y naciones, culturas y civilizaciones. Los “desastres de la guerra” están en los diseños de Goya, registrando escenas de la ocupación de la Península Ibérica por las tropas napoleónicas, registrando la resistencia de la población frente a la ocupación. En esos diseños se registra la práctica de la violencia como resultado de decisiones tomadas a la distancia; también la práctica de la violencia errática, anárquica, furia de irrupciones brutales, enloquecidas; unas y otras llevando militares y civiles, agentes y víctimas, como en un terremoto avasallador, desolador. Estaban metidos en operaciones abanderadas por la Revolución francesa y por la Revolución industrial inglesa, involucrando individuos y colectividades, pueblos y naciones, en todo el mundo, aunque en diferentes grados; involucrando a Inglaterra como potencia mundial emergente, cuya geopolítica, simultáneamente geohistórica, instituye parámetros de la paz y de la guerra, así como de la revolución y la contrarrevolución. Estaba en curso una ruptura histórica de amplias proporciones, debilitando a las monarquías española y portuguesa, conocidas como monarquías universales, y creando algunas condiciones para la descolonización de la mayor parte de las colonias del Nuevo Mundo. Así se inician las nuevas metamorfosis del Nuevo Mundo en la América anglófona, América Latina, Indoamérica, Afroamérica, Hemisferio Occidental, Nuestra América y otros escenarios de guerras y revoluciones, contrarrevoluciones y golpes de Estado, cuartelazos y masacres.212 En otros términos y en otra época, los desastres de la guerra aparecen nítidos e impresionantes en el mural “Guernica”, de Pablo Picasso. Ahí se captan las fragmentaciones, distorsiones y gritos dolientes de los que padecen un bombardeo aéreo. Cuando se inicia la Guerra Civil Española inicia la Segunda Guerra Mundial. La primera había sido un “preludio”, 211 G. Barraclough, Introducao á História Contemporanea, Río de Janeiro, Zahar, 1976; E. Hobsbawm, Era dos extremos, Sao Paulo, Companhia das Letras, 1995; G. Kalko, Century of War, Nueva York, The New Press, 1994; Ch. Messenger, The Century of Warfare, Londres, Harper Collins, 1995. 212 V. Bozal, Goya, Madrid, Alianza, 1994. 237 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA porque realmente se desdobla de ahí la segunda, al mismo tiempo que sirve de ensayo general de formas, técnicas y prácticas de otros y nuevos desastres de la guerra. Así se desarrolla y generaliza aún más la guerra civil mundial, siempre presente, explícita o subyacente a las guerras de imperios y naciones, a las revoluciones y contrarrevoluciones, conformando un basto y alucinante panorama del siglo XX. En varios aspectos, Guernica es un símbolo excepcionalmente expresivo y terrorífico de lo que han sido los desdoblamientos de la violencia en el siglo XX. Con la destrucción de esa pequeña ciudad, se inauguran los bombardeos aéreos destinados a destruir poblaciones civiles en todo el mundo; y se prefigura lo que será la apoteosis atómica en Hiroshima, con la cual el imperialismo norteamericano inaugura la Guerra Fría, que se desdobla como contrarrevolución mundial orquestada por la diplomacia total estadounidense Este es indiscutiblemente el caso del bombardeo de Guernica, ciudad que carecía de importancia estratégica, cuya destrucción, por lo tanto, no suponía ninguna ventaja militar, en términos propiamente operativos. Pero fue precisamente esta estrategia militar de utilizar objetivos no militares, calculando su rentabilidad indirecta, que se inaugura con el bombardeo de la población civil de Guernica por primera vez y que desde entonces acabaría siendo una táctica tristemente común, en términos de lo que ha sido llamado guerra psicológica, la que produce esa sorpresa traumática que surge ante lo desconocido, ante lo que no puede ser asimilado racionalmente.213 En muchos casos, la violencia adquiere los refinamientos más sofisticados posibles, basados en la razón instrumental, traduciéndose en técnicas de control, administración, producción, alineación, brutalización. El corporativismo, falangismo, stalinismo, fascismo, nazismo y macartismo, entre otras políticas practicadas en el siglo xx, buscan muchas veces en la ciencia y la técnica, esto es, en sofisticadas argumentos de la razón, los fundamentos de sus formas, técnicas y prácticas de violencia material e ideológica, física y espiritual. En esto el nazismo alcanzó extremos excepcionales, paroxísticos. Se reveló un régimen político-económico y sociocultural “científico”, como si fuera la plena realización de la razón instrumental. Alcanzó paroxismos excepcionales, por la brutalidad física y espíritu, por la sofistificación intelectual de los argumentos y convencimiento. Llegó hacer justificados por gobiernos y elites políticas, empresariales, intelectuales y religiosas en muchas naciones; propiciando que algunos de esos gobiernos y de esas elites fueran forzados, o descubrieran, que se estaban entusiasmando con el terror, la locura, el paroxismo al que había llegado a la cultura política de la violencia en la sociedad moderna, burguesa, capitalista. No hay duda de que el proyecto fundamental del nacional-socialismo tenía una racionalidad propia(...) el sofocamiento del movimiento obrero, la hegemonía sobre la Europa continental, la aniquilación del bolchevismo y del judaísmo, que Hilder simplemente identificaba, la repartición del poder mundial con Inglaterra y Estados Unidos, la apoteosis de la raza germánica con la eliminación “espartana” de los deficientes mentales y de las bocas inútiles: todos esos puntos son compatible entre sí y podrían deducirse de algunos pocos postulados ya expuestos con innegable claridad en Mein Kampf, Arrogancia y radicalismo, Hybris y grundlichkeir: lógica insolente no lo cura. Odiosos, pero no locos, eran también medios previstos para obtener los fines: desencadenar agresiones militares o guerras despiadadas, alimentar quintas columnas internas, transferir poblaciones enteras o sojuzgadas, o exterminarlas.214 Esta es una tesis sorprendente, incomoda para muchos, por cuanto reveladora, contundente: el nazismo puede ser visto como un desarrollo excepcional de la razón industrial, de la racionalización que se desarrolla con el capitalismo, realización que se arraiga en la fábrica y 213 214 F. Calvo Serraller, El Guernica de Picasso, Madrid, Alianza, 1981, p.35. P. Leevi, Os afogados e os sobrevivientes, Sao Paulo, Paz e terra, 1990, pp 63 y 64. 238 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA en la ciudad, en el aparato estatal y en el derecho, en el mercado y en la calculabilidad; o en la lógica del capital. Existe algo más que una conexión completamente fortuita entre la tecnología aplicada en la línea de producción en masa, con su visión de abundancia material universal, y la tecnología aplicada en el campo de concentración, con su visión de la muerte en profusión. Podemos querer negar la conexión, pero el hecho es que Buchenwald es tan occidental como el Río Rouge de Detroit-no podemos despachar Buchenwald como una mera aberración casual en un mundo occidental esencialmente sádico.215 Adviértase, mientras tanto, que las sofisticaciones de las formas, técnicas y prácticas del nazismo se volvieron parte importante e intrínseca de la cultura de la violencia en el mundo. “El escuadrón de la muerte”: el “comando de caza a los comunistas” o el ccc; la “mano blanca” el terrorismo del estado; el fundamentalismo ideológico del occidentalismo europeo y norteamericano; el fundamentalismo religioso del catolicismo, el protestantismo y el islamismo; la xenofobia, el etnicismo y el racismo; entre otras manifestaciones comunes y corrientes en el tránsito del siglo XX al XXI; son muchas las formas, técnicas y prácticas de la violencia que reiteran, generalizan y “secularizan” la cultura nazista de la violencia. Mucho de lo que ya estaba presente en el bonapartismo, bismarckismo y cesarismo, así como en el colonialismo e imperialismo, mucho de todo esto adquiere otros y nuevos refinamientos con el nazismo que se reitera, difunde y “seculiza” en el ámbito de la globalización, a la sombra del neoliberalismo. La ironía, la cruel ironía de la historia, es que los campos de guerra se pueden volver objeto de curiosidad, de la búsqueda de conocimientos sobre lo que hubo y lo que no en los campos de batalla; quienes eran las victimas y quienes los héroes; los monumentos que se volvieron ruinas, las ruinas que se reconstruyeron; las ruinas que se preservan, abandonadas, enmohecidas, escondida: las ruinas que se siembran y cultivan fetichizadas. Esto significa curiosidad y deseo de conocimiento, así como entretenimientos, excursiones, viajes, turismo. A poco andar, lo que fue la violencia de la guerra, la tragedia para individuos y colectividades, se pude volver objeto de curiosidades, excentricidad, exotismo. Ya son muchas las excursiones que se hacen a los teatros de guerra, a los campos de batalla, a los escombros, a las ruinas y a los museos, con las cuales se realiza la metamorfosis de desastres de la guerra en escenarios de entretenimiento, mezclando información y consumismo.216 La destrucción creativa El capitalismo puede verse como un vasto, complejo y siempre expansivo proceso históricosocial. Nace y se transforma con los tiempos modernos, comprendiendo al mercantilismo, el colonialismo, el imperialismo y la globalización, en las cuales se insertan nacionalismo y tribalismo. Puede ser definido como un modo de producción y proceso civilizatorio, por las continuas y reiteradas transformaciones que provoca en otros modos de producción y civilizaciones. Se caracteriza por el desarrollo intensivo y extensivo de las “fuerzas productivas”, esto es, capital, tecnología, fuerza de trabajo, división de trabajo social, planeación y violencia; Simultáneamente al desarrollo de las “relaciones de producción”, comprendiendo los principios jurídicos-políticos de libertad, igualdad y propiedad, organizado en contratos y codificado en instituciones tales como la empresa, la corporación y el conglomerado, el mercado y el Estado, así como en otros institutos codificados en términos jurídicos-políticos, dentro de los cuales están aquellos relativos a la seguridad, la salud, la asistencia, el trabajo, el sindicato, el partido y otros. 215 E. Stillman y W. Pfaff, the politics of Hysteria, Nueva York, Harper & Row, 1965, pp.30 y 31, apud; Z. Bauman modernidade e Holocausto, Río de Janeiro, Zahar, 1998, p. 27. 216 K. Kraus, Escritos, Madrid, Viso, 1990, pp. 157-161. 239 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA Cabe destacar que el capitalismo es vasto, complejo y siempre expansivo proceso político-económico y sociocultural que conlleva la vocación de producir y reproducir, crear y recrear, innovar y sustituir, engendrar y destruir. Hay una vorágine persistente, continua e insiste en el amago de ese proceso, de tal modo que para expandirse y renovar siempre debe destruir. Dada la competencia entre las corporaciones, a despecho de los monopolios, y dadas las presiones de los asalariados en general por mejores condiciones de vida y trabajo, la empresa, corporación y conglomerado son llevados a producir continuamente nuevas mercancías y a innovar continuamente sus tecnologías de trabajo, producción y comercialización. De ahí la originalidad de un concepto que expresa esa “vocación” del capitalismo: destruir para crear; innovar obsoletizando mercancías y tecnología; Sustituir el capital constante instalado por otro capital constante. Ese es el curso de la reproducción ampliada del capital, de la búsqueda de ganancia, de la producción de plusvalía, involucrando continua y reiteramente la concentración y la centralización creciente de capitales. Esa es la singular vorágine que muchos economistas, empresarios, técnicos, consultores, asesores, miembros de think tanks, lobbings, ideólogos y otros consideran como fundamental para explicar una “vocación” básica del capitalismo, de la fuerza expansiva de ese modo de producción y proceso civilizatorio. De ahí el concepto de “destrucción creativa” con el cual se esboza una de las principales fuerzas innovadoras de ese modo de producción y, simultáneamente, una de sus contradicciones más importantes. El impulso fundamental que inicia y mantiene el movimiento de la maquina capitalista surge de los nuevos bienes de consumo, los nuevos métodos de producción o transporte, los nuevos mercados, las nuevas formas de organización industrial que la empresa capitalista crea(...) la apertura de nuevos mercados (extranjeros o domésticos) y el desarrollo organizacional, de la oficina artesanal a los conglomerados, ilustran al propio proceso de mutilación industrial(...) que incesantemente revoluciona la estructura económica desde dentro, incesantemente destruyendo la vieja, incesantemente creando una nueva. Ese proceso de destrucción creativa es un hecho esencial del capitalismo. En esto consiste el capitalismo y es de ahí que tienen que vivir todas las empresas capitalistas.217 En consecuencia, la realidad muestra que el proceso de destrucción creativa tiende a ser creativo para los detentadores de poder político-económico, con repercusiones muy diferenciadas y desiguales en otros sectores de la sociedad, comprendiendo clases sociales, grupos sociales, naciones “centrales”, “mercados emergentes”. Desde los albores de los tiempos modernos, ya sea el régimen de trabajo esclavo vigente en los diversos colonialismos, o el régimen de trabajo libre, ya sea en la época de la maquina de vapor o en la época de las tecnologías electrónicas, la historia social revela la producción y la reproducción continuas y crecientes de “marginalización”, “expulsión”, “pobreza”, “miseria” o pauperización y “lumpenización”. El desempleo o el subempleo, el desempleo disfrazado, también ha sido inherente y esencial a la dinámica del capitalismo. En las últimas décadas del siglo XX, en el ámbito de un nuevo siglo de globalización del capitalismo, debido a la intensa y generalizada incorporación de tecnologías electrónicas, el desempleo estructural ha tendido a crecer acentuadamente. Son muchos, millares, millones, los trabajadores expulsados de los lugares de trabajo y los que ni siquiera llegan a ingresar en esos puestos. El desempleo estructural, esto es, la expulsión del trabajo por largo tiempo, o igual por todo el tiempo, se revela un grave y amplio problema social. De ahí la globalización de la cuestión social, lo que significa también tensiones raciales y de genero, frecuentemente dinamizadas por la contradicción fuerza de trabajo y capital. En buena medida, el desempleo estructural puede verse como un producto simultáneamente político-económico y sociocultural del proceso de destrucción creativa. El mismo proceso, considerado esencial para la organización y dinámica del capitalismo, organiza y 217 K. Kraus, Escritos, Madrid, Viso, 1990, pp. 157-161. J.A.Schumpeter, Capitalismo, socialismo e democracia, Río de Janeiro, Zahar, pp. 112 y 113. 240 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA dinamiza el desempleo no solo coyuntural sino también y principalmente estructural, lo que puede implicar la marginalización, la expulsión, la pobreza, la miseria o nuevas formas de pauperización y lumpenización. Sucede que la destrucción creativa significa no solamente la continua creación de nuevos productos y la continua innovación tecnológica; significa también que la obsolescencia programada, el abandono de mercancías, maquinas, equipos, técnicas y procedimientos. En ese sentido, la destrucción creativa es, simultáneamente, un proceso de extracción continuo y reiterado. Se exprimen mercancías, maquinas, equipos, técnicas y procedimientos, lo que significa, incluso exprimir mano de obra o fuerza de trabajo. Se exprimen cosas o procedimientos, junto con trabajadores activos y de reserva, expulsados de los lugares de trabajo o impedidos para ingresar en ellos, siendo que ese proceso afecta a individuos y colectividades, en escala nacional y mundial. En este sentido se puede afirmar que “al fin del siglo XX e inicios del XXI, las computadoras están devorando a los hombres”.218 Enfrentando una economía altamente competitiva y volátil, muchas empresas están reduciendo su núcleo de trabajadores fijos y contratando temporales, para poder aumentar o disminuir el número de trabajadores rápidamente, en respuesta a las variaciones estacionarias, e incluso mensuales o semanales del mercado (...). Las empresas también están reduciendo las demandas de los trabajadores, con la contratación de proveedores externos de bienes y servicios, tradicionalmente administrados internamente. La tercerización permite que las empresas ignoren a los sindicatos. Muchos de los proveedores son empresas menores que pagan bajos salarios y proporcionan pocos beneficios a los trabajadores.219 Así, el nuevo ciclo de globalización del capitalismo intensifica y generaliza el proceso de destrucción creativa y desarrolla las condiciones de globalización de la cuestión social. Un desempleado, hoy, ya no es objeto de una marginalización provisional, ocasional, que toca a penas a algunos sectores; ahora, él está a las vueltas con la implosión general, como un fenómeno comparable a tempestades, ciclones y tornados que no avisan a nadie en particular, pero a los cuales nadie se puede resistir. Él es objeto de una lógica planetaria, que supone la supresión de lo que se llama trabajo; vale decir, empleos (...) El racismo y la xenofobia ejercidos con jóvenes (o contra adultos) de origen extranjero puede servir para desviarse del verdadero problema, de la miseria, de la penuria. Se acostumbra a limitar la condición de “excluido” a cuestiones de diferencia de color, nacionalidad, religión, cultura, que no tendrían nada que ver con los mercados. Por lo tanto, son los pobres, como siempre y desde siempre, los excluidos. En masa.220 Son millones los que padecen la violencia inherente al modo en que se organiza y funciona la fabrica de la sociedad. Son millones los que no tienen acceso a los bienes indispensables para la vida social y para la propia vida. A ellos se destinan las migajas. Pueblan las grandes ciudades, migran en diferentes direcciones, vagan perdidos por los campos y construcciones, atraviesan territorios y fronteras, continentes. Son versiones electrónicas de famélicos de la tierra, en un planeta en que abunda la riqueza y el desperdicio. Si, son millones los que padecen la violencia con la cual la fabrica de la sociedad fabrica la pobreza, la miseria, el hambre. “el numero de desnutridos en el mundo no disminuye: hoy, 826 millones de personas anda pasando hambre”.221 Una ve mas está en cuestión la forma mediante la cual se realiza, organiza, funciona y desarrolla la propiedad privada en la sociedad burguesa, capitalista. En principio, todos son propietarios, tanto los propietarios del capital como los de la fuerza de trabajo: empresarios y Esta puede ser una paráfrasis del pensamiento de Tomás Moro, en Utopía, de los inicios del siglo XVI, cuando afirmó que “los carneros están devorando a los hombres”, refiriéndose a la expulsión de trabajadores rurales de las tierras comunales, las cuales comenzaron a ser privatizadas y destinadas a la creación de carneros para la producción de lana, para el naciente capitalismo inglés. 219 J. Rifkin, O fim dos empregos, Sao Paulo, Makron Books do Brasil, 1995, pp.211 y 212. 220 V. Forrester, El horror económico, Sao Paulo, Unesp, 1997, pp. 11-59. 221 “Fame ainda afeta mais de 800 milhoes no mundo”, o Estado de S. Paulo, 17 de octubre de 2000, p. A-14. 218 241 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA asalariados. Sin embargo, de los que venden fuerza de trabajo son muchos los que no encuentran compradores, con lo que se condenan a la inacción. En ese sentido, la violencia institucionalizada, traducida en mecanismos de oferta y demanda en el mercado, impone una disciplina prácticamente militar en los lugares de trabajo, con vigilancia policial relativa al trabajador negro, nativo, blanco, árabe, asiático u otro según el país. La violencia, en suma, se revela como una poderosa fuerza productiva. Así, a lado del capital, la tecnología, la fuerza de trabajo, la división del trabajo social, el mercado y la planeación, la violencia institucionalizada, el Estado como la violencia organizada y concentrada de la sociedad, se revela una poderosa fuerza productiva. Visión trágica del mundo La violencia parece un componente insólito e irracional, pero al mismo tiempo necesario y pragmático, siempre presente en la cotidianidad de las personas. Sus agentes, victimas, espectadores e indiferentes, reales y potenciales, pasados y presentes, se pueden mostrar convencidos, asustados o enloquecidos. Unos pueden juzgar a la violencia como necesaria, indispensable, pragmática inevitable, para asegurar la ley y el orden, el orden y el progreso, la propiedad y la libertad, el lucro y la moralidad. Al tiempo que otros pueden juzgar la violencia como insólita, absurda, irracional e inmoral, considerando las condiciones y las posibilidades e la democracia y la ciudadanía, de la justicia y la equidad, de la razón y la emancipación. Pero todos son desafiados a reconocer que las más diversas formas, técnicas y prácticas de violencia pernean cotidianamente la vida de las personas. Este es uno de los fermentos socioculturales, objetivos y subjetivos, que habitan la cotidianidad de unos otros, en otras partes del mundo. Hace tiempo que la violencia es un enigma para filósofos, científicos y artísticas. Desde el inicio de los tiempos modernos, se inquietan con la frecuente presencia o irrupción de las sorprendentes formas, técnicas y practicas de la violencia. Son muchos los que se ponen ese enigma, buscando iluminarlo y al mismo tiempo exorcizarlo o sublimarlo. Reconocen que la violencia está próxima a la locura, pese a que generalmente se practica en nombre de la razón pragmática, de principios humanitarios. Y hay los que reconocen que la violencia y la locura están embutidas en la fábrica de la sociedad, como productos y condiciones de organización y funcionamiento de esa misma fabrica. Serian productos y condiciones de la organización y funcionamiento de esa misma fabrica. Serian productos y condiciones excepcionales, con los cuales se crea y recrea la alienación, en escala individual y colectiva, aunque en diferentes grados. De la trama de las formas de sociabilidad y de los juegos de las fuerzas sociales, en los cuales todos participan y todos son llevados a involucrarse, de ahí nace el extrañamiento, siempre presente en las relaciones sociales, en las más diversas empresas. En el inicio todo estaba en un orden razonable en la construcción de la torre de Babel; tal vez el orden era hasta excesivo, se pensaba además en señalamientos, interpretes, alojamientos de los trabajadores y vías de comunicación, como si hubiese de frente siglos de libres posibilidades de trabajo (...) lo esencial en toda empresa es la idea de construir una torre del alcance del cielo. A lado de ella todo lo demás es secundario. Una vez aprendida en si grandeza, esa idea ya no puede desaparecer, en cuanto existan hombres, existirá también un fuerte deseo de construir una torre hasta el final (...) Cada nacionalidad quería tener alojamiento más bonito; de lo que resultaron disputas y hasta luchas sangrientas. Ya no habrá mas de estas luchas (...) Las personas no ocupaban su tiempo solo en batallas; en los intervalos embellecían la ciudad, lo que provocaba nuevas envidias y nuevas luchas. A ello se sumó que ya la segunda o tercera generación 242 INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA reconoció el sinsentido de construir una torre al cielo, pues ya estaban todos muy ligados entre sí para abandonar la ciudad.222 Hay creaciones artísticas en las que se encuentra lo enigmático e insondable, pero también revelador y heurístico en la violencia. De repente agentes y victimas, espectadores e indiferentes se descubren metidos en una misma vorágine. Este puede ser uno de los significados de “El grito” (1893) desesperado y alucinado que resuena por el mundo desde el final del siglo XIX en el cuadro pintado por Edvard Munich. Ese, también, puede ser el impacto de la fragmentación y explosión del mural “Guernica” (1936) de Pablo Picasso, con el cual se sugiere al inicio de la Guerra Civil Española y el preludio de la Segunda Guerra Mundial así como un ciclo excepcional de guerra civil mundial que atraviesa el siglo XX. Es como si la obra de arte fuese un sismógrafo, una premonición, develando signos, símbolos, metáforas o alegorías con los cuales se diseña el pathos escondido en la historia. El planeta había sido dividido en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de estimadas memorias, de un pasado sin duda histórico, de derechos, de agresiones de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de hechos memorables, de demagogos y símbolos. Esta división, apreciada por los cartógrafos, auspiciaba las guerras.223 222 223 F. Kafka, “O brasao da cidade”, Folha de S. Paulo, Sao Paulo, 3 de enero de 1193, p.5. J.L. Borges, Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 194, p. 500. 243