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El modelo ideológico del mito Mateo Goycolea T. “No en vano tomé el ropaje de plumas amarillas, porque yo soy el que hace salir al sol; el portentoso, el que habita en la región de las nubes...” Himno a Huitzilopochtli En otro trabajo argumenté la posibilidad de aproximación al mito como un problema interpretativo (hermenéutico y por lo tanto axiológico) que pone en movimiento estructuras ideológicas1 de significación. La cuestión inicial del problema se derivaba de la clausura de la interpretación como un ejercicio, una práctica de asignación de sentido, y la tensión en la que entraban determinados elementos, en tanto estructuras de poder. La tesis se concentraba en la dimensión ideológica –y más precisamente ética- que el mito despliega en la medida en que entran en juego relaciones de poder (conductas convencionales, un “deber ser ante los otros”). El mito del Popol Vuh es un buen ejemplo para precisar estos protocolos. Ya en la primera parte se lee: “-¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe (el espacio), que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron. (…) -¡Tierra! Dijeron, y al instante fue hecha. Cap. I Diálogo entre Tepeu y Gucumatz, p. 14. “(…) la ideología no es otra cosa que la idea en tanto que domina (Barthes 1997:60) 1 De esta manera los efectos de sentido (retóricos, persuasivos) del discurso mítico, formaban una trama ejemplificadora de un código metafísico que el mito exhibía como substrato, y, que en último término leo como problema político y estético –no en vano se toma un ropaje de plumas amarillas. Lo que intenté en ese trabajo fue, por otra parte, superponer a la manera de un montaje, textos y fragmentos de textos sobre los cuales es posible establecer un diálogo que intenta hablar entre interpretaciones. En otras palabras, el orden de la lectura quiere apropiarse de lo que el mito dice a través de las fisuras que la misma interpretación provoca en su dispersión de sentido. / Doblemente fragmentaria, la interpretación, -que acaso sirva como soporte de algunos problemas metafísicos-, no concluye o cancela un significado, sino muy por el contrario, se intenta abrir a un diálogo propositivo. La organización del contenido ético del mito fue lo que traté de hacer surgir desde un nivel de significación más o menos aparente hasta su presencia evidente. Me pareció entonces que la ideología era una “presencia” centralizadora y “transparente” que funcionaba como eje de un orden metafísico, -una visión de mundo y del universo. De esta forma la ideología se sirve de un orden soberano que le permite al poder controlar la memoria y conservar una tradición;2 y es otra vez el Popol Vuh quien nos de un ejemplo: “-No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien, dijeron entre sí los progenitores. (…) Todavía hay quienes “Es propio de las culturas de grupos sociales emergentes, sea cual fuere su amplitud, riqueza o pobreza, la drástica imposición de sus peculiares rejillas interpretadoras de la realidad a los demás grupos sociales (Rama 1982: 152)”. 2 nos adoren, haremos otros (seres) que sean obedientes. (…) hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser recordados sobre la tierra? (…) Probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten. P.15 (…) Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que formemos, el hombre que vamos a crear nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros.” P. 16 Tercera parte p. 61 y s. El mito es un objeto ideológico en la medida en que el origen del mundo ocupa un centro al que acompaña una genealogía y una jerarquía. El componente político del mito fundacional repite la frase «nosotros somos los primeros y en consecuencia ocupamos el centro del mundo». Desde esta perspectiva el relato fundacional opera como un centramiento (logocentrismo) de la cultura, como una estabilización de los poderes que mantienen la identidad de una cultura. Los mitos constituyen una Historia que no sólo se legitima como la primera historia de un pueblo, sino también como mecanismo3 o modo de significación concreta de un mensaje: Mecanismo que permite la sustitución de una memoria por otra: “Cuando, hacia 1428, se consumó la victoria de los mexicas y sus aliados sobre los antiguos dominadores de Azcapotalco, se tomaron medidas para transformar la fisonomía del pueblo que hasta entonces había sido tributario. Izcóatl, aconsejado por el célebre Tlacaélel, hizo una nueva distribución de tierras, concedió títulos a quienes se habían distinguido en la lucha, promulgó leyes y atendió al engrandecimiento de la ciudad. Tales medidas se referían a un presente del que se quiso hacer momento de cambios radicales. Pero a la vez se atendió de modo explícito a la significación de lo pretérito. En los viejos códices, los propios y los de Azcapotalco, la imagen del pueblo mexica distaba mucho de aparecer con rasgos de grandeza. Era pues necesario 3 “…si el mito es un habla, todo lo que justifique un discurso puede ser mito (...) Lejana o no, la mitología sólo puede tener fundamento histórico, pues el mito es un habla elegida por la historia: no surge de la “naturaleza” de las cosas.”(Barthes, 1980: 199-200) El mito, efectivamente, acontece como habla, pero se trata de un habla que subordina los orígenes. La diferencia entre historia y mito, sería una diferencia formal en la medida en que la historia profiere un habla que pretende estrechar un discurso objetivo sobre la “realidad”. Visto de esta forma, las formaciones discursivas que la historia elige para contar un origen, se arrogan el principio y el fin en tanto el principio domina un centro, cuya utilidad ideológica constituye, una clausura social que delimita estratos y jerarquías4. Los poderes se expresan como núcleos portadores de relatos, es decir, de tradiciones codificadas. reinterpretar el pasado para tener en él nuevo apoyo del destino que aguardaba a los seguidores de Huitzilopochtli. Había que establecer otras palabras-recuerdo y cambiar el contenido de los códices. Se reunió lo que se calificó entonces de falso y se hizo la quema de los libros de pinturas que no convenía conservar. Esto es lo que precisamente nos refiere un texto indígena, incluido en el Códice Matritense de la Real Academia: Se guardaba su historia. Pero entonces fue quemada. Se juntaron los señores mexicas, dijeron: / -No conviene que toda la gente conozca las pinturas. Los que están sujetos, los hombres del pueblo, se echarán a perder y andará torcida la tierra, porque allí se guarda mucha mentira y muchos en ellas han sido tenidos falsamente por dioses. (Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia. Vol. VIII, fol. 192 v)” (León Portilla 1987: 62-66) 4 Un estrato presenta, evidentemente, formas y sustancias muy diversas, códigos y medios variados. (...) Los estratos tiene una gran movilidad. Un estrato es capaz de servir de sustrato a otro, o de repercutir a otro, independientemente de orden evolutivo. Y, sobre todo, entre dos estratos o entre dos El mito cumple aquí la función de ser una metáfora del origen, y, detenta, en consecuencia, un saber sagrado y oculto que atraviesa las relaciones espaciales y temporales de los hombres que lo establecen. divisiones de estratos, se producen fenómenos de interestratos: transcodificaciones y pasos de medios, mezclas. Los ritmos remiten a esos movimientos interestráticos, que también son actos de estratificación. La estratificación es como la creación del mundo a partir del caos, una creación continuada, renovada. Y los estratos constituyen el Juicio de Dios. El artista clásico es como Dios: al organizar las formas y las sustancias, los códigos y los medios, y los ritmos, crea el mundo. (Deleuze y Guattari : 512) [la metáfora que el mito esconde como en una caja secreta pertenece al orden de las transferencias de un poder invisible, a un guardian que vigila que ese poder se cumpla. Los guardianes administran ese poder sagrado y marcan el límite de la transgresión: esa es su calidad de burócratas de lo sagrado. Lo que intento demostrar entonces es la evidencia de la inversión de un orden físico a uno metafísico -tal como lo entendía Marx cuando intentó hacer la crítica de la religión, esto es, el camino para la legitimación de la critica de la ideología. Marx da por concluida la crítica de la religión con Feuerbach quien no hace sino volver a Hegel (todo esto está en Ideología y utopía de Ricoeur, que bien podríamos tallerizarlo...). El mito marcaría la frontera de la inversión, detentaría como todo discurso una porción de verdad inscrita ya en el cuerpo social... el carácter escolar y moderno de la visión de mundo es necesario para el contexto de un primer año de bachillerato; en consecuencia es la ideología la que se circunscribe al campo de la metáfora y no a la inversa, aunque la presencia de lo invisible se llene de significante. Rojas Gonzalo <grojasgon@yahoo.es> wrote: Me parece que está notable, aunque yo en verdad no entienda nada. Hace ya tiempo que abandoné la coherencia global, míster. Pero lo que no pude ni siquiera establecer al modo de estrato, fue el porqué el mito deviene en metáfora: ¿porque es, a fin de cuentas, como todo discurso? ¿o porque simplemente "detenta" un significado, lo que es lo mismo? Tal vez habría que circunscribir la metáfora siempre al campo de la ideología y, así, darle a la ideología no ya el carácter (escolar) de "visión de mundo", sino justamente la manía por apropiarse de lo visible, es decir, de ser un significante por todo y por nada. Tal vez, qué se yo. mateo goycolea toro <mgoycoleatoro@yahoo.com.ar> wrote: considerando que lo más difícil se aparta de la discresión hacia su propia finitud, si... lo incesante, la compartimentalización...]