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El cáncer de cuello de útero y su relación con la sexualidad, como determinante de la reproducción de condiciones de pobreza y sub-alternidad en pacientes del hospital público. Migueles Luis, Dozo Irina Correspondencia: lmigueles@intramed.net Introducción El cáncer de cuello de útero (Ca.Cu.) se encuentra fuertemente vinculado a situaciones de vulnerabilidad social, existiendo un contraste entre las posibilidades técnicas de curación y la persistencia de altos niveles de daño. La falta de políticas de salud adecuadas a las características socio-económicas-culturales de la población más afectada impiden la mejora de este problema sanitario cuya relevancia se manifiesta en que ocupa los primeros puestos de incidencia y mortalidad de los cánceres femeninos (Globocan, 2002, Globocan, 2012). La prevención de secuelas y rehabilitación de la función sexual es un campo escasamente trabajado en los servicios públicos de salud. Los datos de prevención primaria muestran que casi el 30% de las mujeres de Argentina no se realizan PAP regularmente (ENFR, 2014). El miedo al cáncer, la consulta médica solo por síntomas, la persistencia de tabúes sexuales, la maternidad, la crianza de los hijos y el cuidado del hogar son factores que influyen (Ponce 2012) (Zamberlin y col, 2011). Estos hallazgos son predominantes en clases bajas por lo cual funcionan como indicadores indirectos de la vulnerabilidad social. Además, existen determinantes de los servicios de salud que desalientan la prevención (Paolino 2013; Paolino- Pantelides 2011). Este trabajo postula que los sectores socialmente desfavorecidos encuentran en el hospital público -institución representante del Estado en política sanitaria- un modo de abordaje de la enfermedad que tiende a incrementar la desventaja social. Los múltiples obstáculos para el acceso a los procedimientos de diagnóstico y tratamiento sumados a una forma inadecuada de encarar la rehabilitación y la prevención de secuelas, generan costos económicos, pero también impactan en otros aspectos humanos como el trabajo, las relaciones familiares y la vida social de las pacientes, reproduciendo la pobreza. Las diferencias con lo que ocurre en el medio privado resaltan estos hallazgos. En particular, la sexualidad y sus vínculos con la capacidad de conservar o formar pareja es una dimensión que no se encuentra contemplada en el abordaje de los equipos médicos. Este hecho se ve agravado por un modelo cultural de sexualidad de expectativas altas (Weeks, 1993), donde el ejercicio de esa función es contemplada como 1 condición de “estar sano” o ser una persona “normal”, quedando estas mujeres atrapadas en el vacío entre esas exigencias y sus posibilidades reales de ejercer una sexualidad acorde. La perspectiva de derechos permite concebir a falencias como un incumplimiento de las obligaciones del Estado (Abramovich, 2006). No solo por no aplicar estrategias preventivas y de rehabilitación del daño, sino también por no brindar apoyo económico que evite catástrofes financieras domésticas (OMS, 2010). Metodología Diseño: Estudio cualitativo, descriptivo-analítico de corte transversal, con muestra no probabilística de carácter intencional. Muestra: Un efector privado y uno público por provincia, una provincia por región. Hospital Región centro Presidente Perón (conurbano bonaerense) Área Metropolitana Buenos Pacientes de la OS Aires (conurbano bonaerense) Sanidad Hospital Fernández (CABA) Hospital Italiano (CABA) Región Cuyo Mendoza Hospital Lagomaggiore Clínica Santa Clara Región NEA Misiones Hospital Madariaga Sanatorio Lotto Montecarlo Región NOA Tucumán Hospital Centro de Salud Clínica Aliviar Instrumento y campo: Se trabajó con entrevistas semiestructuradas que fueron realizadas, por un equipo de investigación, previa uniformización de criterios mediante prueba piloto. Se efectuaron 94 entrevistas totales durante el año 2015. Análisis: Se realizó análisis del discurso de cada entrevista. Los contenidos controversiales se revisaron con cada entrevistador para contextualizar la información. Se contó con financiamiento de la Comisión Salud Investiga del Ministerio de Salud de la Nación, con aprobación previa de Comités de Ética de las instituciones. 2 Resultados Impacto emocional La repercusión emocional del diagnóstico es muy intensa, produciendo un verdadero shock que llega a inhabilitar el comienzo del tratamiento. Las pacientes asocian su situación con muertes de allegados por causas ajenas al cáncer como accidentes o suicidios, constituyendo figuras simbólicas de sufrimiento. Las pacientes experimentan una limitación de sus capacidades sociales debido a esta situación depresiva. Probablemente influya la sensación de sumar un problema grave a la situación ya difícil por su condición social. “…se me destruyó el mundo. … yo asocié la palabra cáncer… En ningún momento le busqué una solución…. Me encerré en mí misma y me puse a llorar…y lo único que pensaba era que me iba a morir…pensaba en matarme…” El sistema no brinda la contención adecuada para un mejor procesamiento del impacto inicial del diagnóstico, no existiendo asistencia piscológica. En medio privado se tramita mejor este impacto debido a la disponibilidad de más recursos simbólicos y a la mayor contención familiar e institucional. Conductas preventivas Los controles preventivos de PAP se realizan de manera irregular sin cumplir la pauta anual. Es común que las pacientes accedan a realizarlas solo en el marco del control de embarazo y niño sano o en la consulta por anticoncepción. Sin embargo existe mayor relación de la prevención con la reproducción que con la sexualidad, evidenciando la postergación de este aspecto en pacientes de hospital público. “…me hice el último PAP cuando tuve a mi último hijo, hace 13 años y nunca más fui al ginecólogo”. El cuidado de los hijos es referido como el obstáculo principal para controlarse, pero además el sistema es expulsivo por su actitud con las pacientes. “…cuando tenía 18 años…cuando fui al médico… me hace subir así en la camilla…y no sé que habrá visto que me dice: “bajate ya y te vas”…. Y yo no sabía qué hacer… era adolescente…y nunca más me hice un Pap…” También el régimen laboral también conspira contra la conducta preventiva. “…siempre trabajé de empleada de comercio… es muy esclavo porque trabajaba feriados, domingos… te tenés que estar muriendo para poder ir al médico…” Si bien la concepción del PAP como una práctica preventiva es prácticamente inexistente antes de la enfermedad, luego del tratamiento surge en muchas pacientes la necesidad de promover la prevención en su medio familiar y social. 3 El déficit de los controles determina que el diagnóstico se efectúe en estadios avanzados de la enfermedad, que requieren tratamientos más agresivos. Como contrapartida, en el medio privado la prevención es mejor y el diagnóstico más temprano. Cultura institucional en el vínculo con las pacientes Existen déficits de comunicación que generan angustia ante la aparición de síntomas asociados al tratamiento, que la paciente ignoraba. “… te quema adentro de la vagina, cuesta recuperarse un montón”.“…cuando fui al baño (se agarra la cara) fue una cosa que…, tenía quemado todo, no es que sangraba ni nada pero es un ardor, horrible, eso no me lo explicaron”. Las conversaciones entre médicos que excluyen a la paciente generan incertidumbre. La información médica sobre el proceso no siempre se brinda en la privacidad del consultorio sino en sala de espera, y se usan expresiones inapropiadas como “castración química” que tienen un impacto emocional devastador. Existen retrasos de diagnóstico por falta de examen cuando acuden con sangrado y se sospecha aborto, una conducta técnicamente reprochable que se acompaña de actitudes discriminatorias. “Me dijo que no me podía revisar hasta que no se me regularizara la hemorragia y que mis hemorragias venían porque yo era gordita, que tenía que adelgazar”. “En un principio entre por guardia y primero como todo, espere, me atendieron y primero ellos pensaron apenas me vieron que yo me había hecho algo. Que me había tocado, me había producido un aborto, eso me sugirió la médica” Se han detectado situaciones extremas de maltrato físico como cuando se realiza un procedimiento doloroso sin anestesia y se ata a la paciente a la camilla para que no se mueva. No obstante, el maltrato psicológico es más frecuente y compromete a todos los actores del sistema sanitario. Debido a que el personal no se presenta, la paciente no sabe si quien las revisa es médica. “La chica me terminó de revisar y me dijo: tiene cáncer. Maligno. Dije yo, bueno…Sin estudios, sin nada. Me terminó ella de revisar, así, los guantes…. no sé si era médica…” Algunos profesionales creen que deben actuar como guardianes de supuestas conductas saludables, ejerciendo sobre las pacientes, una tutela disciplinante que genera rechazo. De esta forma, la comunicación médica forma parte de los mecanismos expulsivos del sistema. “cuando (la médica) me vio el cuello del útero que estaba tan grande el cáncer, como que se puso nerviosa y me empezó a tratar mal como si fuera culpable yo de lo que me había pasado”. 4 El destrato institucional se manifiesta también en la organización y disponibilidad de los turnos para procedimientos, al punto que muchos estudios quedan sin hacerse. Las pacientes frecuentemente se ven en la obligación de llegar al hospital a la madrugada, práctica no solo incómoda, sino médicamente reprochable tratándose de personas inmunocomprometidas. “… vine como a las 5 de la mañana y había una cola enorme. La depresión que te agarra es brutal, no entiendo porqué…no entiendo porqué se trata tan mal a un paciente…” Los fracasos escalonados en el acceso a las prácticas forman parte de un laberinto de obstáculos que parecen reproducirse cotidianamente. La adaptación a estas condiciones exige esfuerzos denodados que quitan energía a las pacientes, de por sí disminuida por su enfermedad. Por lo general, las pacientes aceptan las condiciones del hospital con conformismo y sumisión, justificando sus falencias porque se trata de un hospital público. Cuando emiten quejas, lo hacen solapadamente como si temieran algo y siempre aclaran que no es culpa de los médicos, tendiendo a autoresponsabilizarse. Sexualidad Los vínculos simbólicos del tratamiento con la sexualidad se evidencian con frecuencia en los contenidos de las entrevistas, siempre acompañados de un contexto depresivo. Las pacientes expresan con claridad que se trata de un problema importante en sus vidas por las repercusiones del tratamiento. …la braquiterapia,…como que te ponen un pene, que tiene como unos ganchitos -¿Eso dura cuánto? Treinta horas, ¿sabés lo que fue estar treinta horas acostada en un lugar!!! -¿Ud. allá se quedó sola esas 30 horas? Es que estás sola en la habitación, está la habitación con radioactividad… “...no quería saber nada mas con un hombre…tenía terror de que me duela…” “Mi vida no es muy alegre digamos, …me siento mal. Para mí siempre fue importante el sexo, aparte yo no tengo pareja…porque me operé, porque no duraría…y bueno a mí sí me gusta, me gusta pero no es lo mismo ahora”; “más a la edad de uno (60), algunas mujeres dicen bueno pero vos sos grande”; “la doctora me pedía que tuviera sexo después de un tiempo porque ella quería saber cómo se siente”. Sin embargo, el abordaje de este tema está limitado por el escaso tiempo disponible en la consulta y depende en parte de la disposición de cada profesional, que en general es 5 escasa. No existe una conducta sistemática de prevención de secuelas sexuales ni de advertir a las pacientes sobre sus consecuencias en la sexualidad. Tampoco se brindan alternativas de reconversión de las conductas sexuales, ni se deriva a sexología o psicoterapia. Sobre esta última, si bien los profesionales manifiestan que es un aspecto importante del armado terapéutico, a la hora de derivar a las pacientes, optan por una actitud de duda o de franca desacreditación. “Me lo sugirió mi hermana… le pregunté a la doctora, me dijo que no, que era normal lo que me estaba pasando y que si ella llegaba a ver que yo necesitaba un psicólogo me lo recomendaba…” Si bien los hallazgos descriptos se encuentran también en el sector privado, no aparecen con la intensidad preocupante que tienen en el sector público. Privacidad y respeto “Yo siempre he dicho hasta cuando una mujer va a tener familia hay 10 viendo el espectáculo, es feo para una mujer y porque no hay mujeres nada más, hay hombres también, el jefe siempre es un hombre, salvo la doctora los demás eran todos desconocidos y encima les explican y uno tiene que estar ahí mostrándose en lo más íntimo”. La falta de biombo, la puerta del consultorio abierta, la desnudez durante el procedimiento, son hechos habituales. Las pacientes no conocen las personas que acompañan al médico, nunca llegan a saber sus nombres ni su condición institucional. No se les pide autorización para su presencia. “venís a control y hay 3 aprendices y estás en, sobre todo la parte ginecológica estás en una situación vulnerable y tenés 4 personas mirándote y una que le explica a otra como si vos fueras… y aparte no hay un consentimiento…si te pidieran el consentimiento diría que no, no lo podrían hacer…” Algunas pacientes se expresan de tal forma que revelan la indefensión frente al sistema médico que “dispone” sobre su cuerpo. “… el hecho de lo que estaba pasando no me permitía pensar en que estaba muy expuesta…”; “…cuando yo me hice la biopsia eran 5 personas. El día que me vine a hacer la biopsia!!! Que estaba preocupada, que estaba nerviosa, que es doloroso!!…” En algunos testimonios surgen fantasías de mal pronóstico, como si un mayor número de “observadores” implicara más gravedad; se distorsiona la percepción de la paciente sobre su proceso terapéutico que en consecuencia resulta confundida y no reacciona para pedir privacidad. A veces se tramita esta situación con cierta disociación mental que deshumaniza al personal como mecanismo defensivo. 6 “…me trataban todos a ver qué tratamiento me iban a hacer, y los veo como profesionales. No los veo como seres humanos. Bah, son seres humanos pero…” En algunos relatos la descripción de la vergüenza y el maltrato es impactante. “…esperaba que termine todo porque me estaba así, muriendo de la vergüenza. Eso me costó mucho……me daba vergüenza porque bueno, no era una sola persona, había como 20 ojos”. “… sufrí el protocolo de la revisación de todos los practicantes, la parte más fea de todo” -¿Varios practicantes la revisaron? “Nueve mínimo, entonces pierdes toda dignidad y vergüenza…Yo pensaba todo sea para que me operen y me curen” Hasta los médicos expresan esta situación como un problema. “No está bueno que seamos tantos en el consultorio, que entremos y salgamos, que no haya un biombo”. Se configura un escenario que trasunta una actitud institucional que exige sometimiento a las pacientes, cuyas consecuencias van desde el desincentivo para continuar en el proceso hasta la generación de estado de ánimo depresivo y culposo. Las consecuencias sobre la sexualidad no son difíciles de imaginar, ya que la acumulación de episodios en los que se sufre la vergüenza por sobre exposición, forzosamente tiene su impacto en las prácticas sexuales. Impacto familiar Son frecuentes los testimonios de conflictos de pareja y las rupturas del vínculo por temas como la infección por HPV, la infidelidad y la sexualidad. “… me dice mi marido: vos me lo contagiaste, porque viste que queda en el hombre, entonces yo me doy vuelta y le digo: ¿y si fuiste vos?, si vos de antes no te cuidabas…” “… siento que muchas veces no me entiende, no me siento acompañada… desde que me pasó esto cambió todo en mí, yo no soy la fuerte que era antes…ahora yo tengo que depender de él” No es infrecuente que la separación derivada de la enfermedad se base en trastornos relacionados con la sexualidad. “Yo tengo mi marido y tengo ya dos años que no tengo ya relaciones y estoy separada… medio separada…desde que yo me enteré que tengo este problema…” Dado que en esta población en general existe una dependencia extrema de la pareja masculina para el sustento del hogar, las rupturas de vínculos frecuentemente se asocian a 7 catástrofes de la economía doméstica. Algunos profesionales destacan esto como un problema social grave. “No hay una ley que les dé una pensión…en un estudio que realizamos… seguimos 22 pacientes con cáncer de cuello…en todas las pacientes hubo abandono del marido… “ En el medio privado las parejas tienen mayor disponibilidad económico-social para adaptarse a la nueva situación favoreciendo esto el vínculo de pareja; un vínculo sólido mejora las condiciones del proceso terapéutico porque brinda contención emocional y acompañamiento. Si bien no puede negarse la existencia de conflictos de pareja por los mismos temas, en este medio es común que la relación se reconvierta y se conserve el vínculo. En cuanto a los hijos, existen casos en que hijos mayores abandonan la escuela para cuidar a sus hermanos menores y ocuparse de la casa. Esto revela que la reproducción de las condiciones de desventaja social se produce incluso en la generación venidera. Esas hijas luego serán madres con un daño importante que condicionará sus vidas. “mi hija mayor tenía 15 años y fue ella la que cuidó a los más chicos, por ese motivo mi hija quedó alcohólica, porque… en ese momento, que quedaron abandonados, tenía amigos que la metieron en el alcohol y la droga” En el medio privado no existe este problema, ya que en virtud de mayores recursos disponibles la escolaridad de los hijos siempre se encuentra protegida. La temática de la maternidad debería aparecer como un tema relevante porque es una enfermedad que afecta a mujeres jóvenes, a veces, sin hijos. Sin embargo no es un tema que se aborde ya que queda desplazado por la prioridad de conservar la vida en un contexto de escasos recursos hospitalarios. Pese a que entre las entrevistadas se encontraron casos sin hijos, no se concretó ningún procedimiento de crio preservación de óvulos para el futuro. Influencias de la dimensión laboral y económica Los hallazgos en este aspecto revelan la situación de vulnerabilidad económica de las pacientes. Muchas de ellas carecen de trabajo y dependen del ingreso de su pareja. Las que tienen trabajo en general lo pierden; se trata de empleos informales, trabajo doméstico o pequeños comercios que deben cerrar debido a los gastos por la enfermedad y al estado clínico. “yo tenía un kiosquito que tuve que cerrar, yo estuve muy mal mucho tiempo y ellos (la familia) se dedicaron a full a mí…” El impacto sobre el proceso terapéutico se observa en la soledad con la que deben sobrellevar la concurrencia a sesiones de quimioterapia y radioterapia, ya que la pareja no puede abandonar su actividad laboral. A la incomodidad del viaje en transporte público se 8 suman los grandes gastos por viáticos ya que los efectos secundarios de los tratamientos exigen mayores erogaciones en comida. “…tengo que conformarme con lo que me alcanza para comer…hay comida que no tolero y la que puedo tolerar no está a mi alcance, no puedo comprarla” La fragmentación del proceso según la cual cada tratamiento (cirugía, quimioterapia, radioterapia y braquiterapia) se efectúa en instituciones diferentes aumenta los gastos de bolsillo aplicados a los traslados. El cansancio, la soledad y las frustraciones constantes en el proceso terapéutico colaboran a un estado de ánimo poco propicio para la conservación de un espacio de sexualidad en la cotidianeidad de las pacientes. Discusión En las pacientes de Hospital público, la falta de controles en salud por la condición de pobreza lleva a que el diagnóstico del cáncer de cuello de útero se produzca en estadíos avanzados de la enfermedad, que requieren el uso de todos los métodos de tratamiento, algunos de alta agresividad local como la radioterapia y la braquiterapia; la cirugía se realiza sin psicoprofilaxis quirúrgica, con escasa comunicación del plan y de los resultados obtenidos. La quimioterapia se efectúa con largas esperas, mal manejo de los síntomas y escaso acompañamiento familiar. La combinación de las condiciones de vida adversas de las pacientes con patrones de conducta expulsivos del sistema de atención, son los principales determinantes para un proceso terapéutico deficitario. No existe en lo concreto un abordaje de prevención y rehabilitación en el campo de la sexualidad como espacio de sociabilidad y placer. Una cultura médica focalizada en el aspecto biológico-reproductivo impide el tratamiento de este aspecto. Creemos importante un abordaje integral que exceda lo biológico hacia una perspectiva de la sexualidad más amplia, con el fin de establecer vínculos placenteros aun con secuelas del tratamiento. El impacto en la sexualidad derivado del tratamiento del cáncer de cuello de útero, proviene de dos aspectos. El primero es el de las secuelas emocionales derivadas de la propia enfermedad, pero también de situaciones acumuladas de maltrato del sistema hacia la paciente. No solo existe sobre-exposición corporal, sino un escenario social donde la paciente es un sujeto subalterno, sin decisión sobre quienes participan en los procedimientos médicos. Esto encuentra explicación en la cultura médica, fraguada en la educación profesional y todas las instancias formativas y reproductivas del quehacer médico (universidad, postgrado, residencias, práctica profesional cotidiana). Como agravante, el discurso plagado de expresiones como “castración química”, “radiación”, “extirpación”, 9 “exéresis” y otras, tiende a construir un imaginario mutilante de profundo impacto en la subjetividad de la paciente. El segundo aspecto son las secuelas funcionales y orgánicas que producen los propios tratamientos; la quimioterapia desgasta, cansa, produce anemia afectando a todo el organismo. Al mismo tiempo, la aplicación localizada de radioterapia y la braquiterapia, sumadas a las cirugías y la multiplicidad de procedimientos “menores” como las biopsias, dejan marcas en todo el cuerpo pero especialmente en los órganos sexuales. Las inflamaciones dolorosas como las vaginitis y rectitis por radiación, las cicatrices que alteran y aumentan la sensibilidad, la fibrosis de las mucosas que les quitan elasticidad, constituyen alteraciones que repercuten en la función y la capacidad de esos órganos para el ejercicio de la sexualidad. Si a esto le sumamos que en nuestra cultura la actividad sexual se relaciona con un modelo en el cual la penetración es nuclear, las expectativas de las pacientes y sus parejas suelen estar en discordancia con sus posibilidades fácticas, siendo necesario que su sexualidad cambie. Pero el sistema médico no orienta, no la deriva a sexología ni a psicoterapia, ni incluye a la pareja en este proceso. Del mismo modo que no está reglado en el paradigma médico hablar sobre sexualidad, tampoco lo está derivar a las pacientes a psicoterapia, lo cual limita las posibilidades de procesamiento de temas que tienen impacto en la vida cotidiana y dejan secuelas emocionales. Si podemos considerar al cuerpo no solo como un aparato/sistema orgánico sino también como una estructura simbólica, las consecuencias de los tratamientos del Ca.Cu son mutilantes en el sentido de que amputan posibilidades de disfrute, de establecer relaciones, de generar proyectos. En el Ca.Cu hay un tipo de mutilación que podríamos llamar oculta, solapada, una mutilación funcional. El tratamiento deja una disfunción no visible pero que se pone en juego a la hora de la práctica del sexo. Dado que el sistema médico sabe que la sexualidad luego del tratamiento no será la misma y a la vez no trabaja preparando a las pacientes para esa nueva realidad, es posible postular que el dispositivo médico funciona como una herramienta de la cultura a través de la cual se niega a la mujer con Ca.Cu su derecho a la sexualidad y a la sociabilidad relacionada con ella. Y considerando que esto se produce en mujeres de sectores desfavorecidos con desventajas educacionales y culturales, y condiciones que agravan la desventaja como la inmigración, la pertenencia a etnias postergadas que restringen su capacidad de demanda, se trata de una grave violación de sus derechos a la salud. Los cambios de las conductas sexuales no son espontáneos, ya que la sexualidad no lo es. Es indudable que el entorno social mediatiza tanto nuestra actitud como nuestra conducta hacia la sexualidad propia y ajena. A través de la repetición cotidiana en los medios de comunicación, las redes sociales, internet, la filmografía, y todos los elementos del 10 dispositivo cultural, se refuerza un modelo que asocia ciertas prácticas del sexo al éxito, al bienestar, la belleza y la felicidad. Nadie está exento de esas influencias, pero es probable que las pacientes lo estén aún menos por su condición de vulnerabilidad. El sistema de salud debería enfocarse en trabajar en una contratendencia de ese modelo para ayudar a sus pacientes a reconfigurar su sexualidad. Para imaginar una sexualidad diferente se debe ir en contra del enfoque esencialista de la sexualidad (Weeks, 1998), que busca su fundamento en una verdad única y concebir a la sexualidad como una construcción social en la que cada persona participa activamente consolidando viejas prácticas o promoviendo nuevas. La sexualidad es una experiencia histórica, personal y social, donde la libertad y la espontaneidad van acompañadas de una repetición de patrones conductuales. La moralidad del sexo constituida por las costumbres, es algo que se construye social e históricamente de forma constante. Puede decirse entonces que, en cada sociedad concreta, existen diversas morales sexuales, y que estas se encuentran en un proceso dinámico de equilibrio entre el cambio y la conservación de sus formas. En la sociedad contemporánea la sexualidad se ha convertido en un campo de batalla moral y político (Checa, 2012). Están quienes creen que la sexualidad es un instrumento de orden social, basados en la idea que el sexo es una energía irrefrenablemente peligrosa que debe ser regulada, ideas estas vinculadas a tradiciones religiosas y modelos conservadores de la sociedad. Otros consideran que la liberación sexual es un acto salvífico que puede redimir a la sociedad de sus males; es el caso de algunos psicoanalistas heterodoxos como Marcuse y Reich. Una tercera posición se encuentra entre quienes sostienen una mirada menos pasional sobre la importancia del sexo y lo piensan como una función biológica entre otras como la alimentación, que provee placer y es útil para el vínculo entre las personas y grupos; si bien esta concepción no es dominante en nuestra cultura, lo era en la antigua Grecia (Weeks,1998). En ese sentido la sexualidad es para Foucault una serie de prácticas que producen significados, un aparato social que tiene una historia, con raíces complejas en el pasado precristiano y cristiano pero que logra una unidad conceptual moderna con efectos diversos (Foucault, 2008). En este contexto, las fuerzas que sostienen cierto modelo terapéutico y que se encuentran enraizadas en la institución hospitalaria estatal, coinciden con el modelo dominante de la sexualidad contemporánea. Y en este punto son innegables las relaciones de la sexualidad con el capitalismo como sistema de gobierno, que define los valores y significados de la sociedad y determina parcialmente los comportamientos de grupos sociales. Gran parte de las grandes expectativas puestas sobre el uso del sexo para lograr la felicidad, se encuentran fuertemente sostenidas en la cultura publicitaria de un capitalismo que se torna cada vez más eficiente para diseñar y conducir los deseos de consumo de la población (Murillo, 2011). 11 Cuando se compara con el medio privado, se observa una clara desventaja de las pacientes del sector público en los aspectos mencionados. Esta población experimenta un proceso más difícil, frustrante, y teñido de gran incertidumbre en todas sus instancias, que pareciera llevar a la reproducción y agravamiento de sus condiciones de vida adversas. Los gastos de bolsillo que deben afrontar sumados a las rupturas de vínculos maritales y las pérdidas laborales, las ubican con frecuencia en situación de catástrofe financiera, una condición que debe ser evitada por el Estado como parte de su obligación de garantizar los derechos económicos y sociales (OMS, 2010). Recientemente el Ministerio de Salud de la Nación ha renovado el impulso a la Cobertura Universal de Salud mediante la Resolución 475/2016. Considerando que en el citado informe de la OMS se enfatiza el rol del financiamiento suficiente, eficiente y equitativo de los sistemas de salud como condición para lograr la Cobertura Universal de Salud, resulta exigible que esta línea de política pública tenga una implementación inmediata para transformar la profunda inequidad entre las poblaciones de pacientes de los sectores público y privado. Sobre todo porque en nuestro país los problemas de implementación por falta de decisión política tienden a ser obstáculos mayores que la carencia de normativas (Pecheny, 2006). Finalmente y con el fin de superar la lógica según la cual existen personas que requieren asistencia estatal, por una visión que las contemple como sujetos de derecho -cuyo incumplimiento representa una injusticia por parte del Estado- creemos conveniente incorporar el enfoque del Derecho internacional de derechos humanos a la discusión sobre las repercusiones del tratamiento del Ca.Cu. En este trabajo de investigación, se dimensionan las falencias del Estado en atender un aspecto del derecho a la salud de las pacientes con Ca.Cu, como es el de preservar la función sexual y la situación socioeconómica. Esto supone la presencia de obligaciones del Estado que garanticen los medios de ejercicio del derecho (obligaciones positivas), pero también que se abstenga de producir daños durante el proceso de tratamiento (obligación negativa). En el caso de que estas obligaciones no se cumplan deben ponerse en juego reparaciones o sanciones, rasgo que se denomina justiciabilidad o exigibilidad judicial. En el marco conceptual del derecho internacional de los derechos humanos, las obligaciones del Estado se clasifican de la siguiente forma: Las obligaciones de respetar se definen por el deber del Estado de no injerir, obstaculizar o impedir el acceso al goce de los bienes que constituyen el objeto del derecho. En Las obligaciones de proteger consisten en impedir que terceros injieran, obstaculicen o impidan el acceso a esos bienes. Las obligaciones de garantizar suponen asegurar que el titular del derecho acceda al bien cuando no puede hacerlo por sí mismo. 12 Las obligaciones de promover se caracterizan por el deber de desarrollar condiciones para que los titulares del derecho accedan al bien. Para el derecho que nos ocupa, el Estado se encuentra parcialmente en falta en las dos primeros tipos de obligaciones pero profundamente comprometido por el incumplimiento de la obligación de garantizar y promover la recuperación integral de las pacientes, incluyendo sus funciones sexuales, reproductivas y sociales. Para una instrumentación de estas obligaciones estatales pueden listarse los siguientes puntos orientativos en el área de salud y economía. Protocolos oficiales que de conducta institucional que tiendan a transformar el modo de comportamiento de los equipos hospitalarios hacia un patrón más inclusivo de las pacientes, mejorando la comunicación e incluyendo la interconsulta obligatoria con el servicio de salud mental. Respeto de la privacidad como derecho de la paciente y obligación del médico, que incluya el consentimiento informado para la presencia de personas adicionales especificando que solo podrá incluir a médicos en formación. Establecer el funcionamiento en las instituciones de talleres de trabajo sobre sexualidad, con médicos, psicólogos y trabajadores sociales. Producir guías de trabajo para la rehabilitación de la función sexual. Otorgar un subsidio para enfermas con cáncer en sector público para evitar catástrofes financieras domésticas. Anular todo gasto de bolsillo. Las siguientes frases ya citadas y que se reproducen, expresan los sentimientos de dos pacientes frente a la institución hospitalaria y evidencian la necesidad del cambio normativo y cultural. “Yo siempre he dicho hasta cuando una mujer va a tener familia hay 10 viendo el espectáculo, es feo para una mujer y porque no hay mujeres nada más, hay hombres también, el jefe siempre es un hombre, salvo la doctora los demás eran todos desconocidos y encima les explican y uno tiene que estar ahí mostrándose en lo más íntimo”. “Y bueno sufrí el protocolo de la revisación de todos los practicantes, que esa es la parte más fea de todo” -¿Varios practicantes la revisaron? “Nueve mínimo, entonces pierdes toda dignidad y vergüenza…Yo pensaba todo sea para que me operen y me curen” “…me trataban todos a ver qué tratamiento me iban a hacer, y los veo como profesionales. No los veo como seres humanos. Bah, son seres humanos pero…” 13 Bibliografía Abramovich Víctor: Revista de la CEPAL 88. Año 2006. Una aproximación al enfoque de derechos en las estrategias y políticas de desarrollo. Checa Susana: Género y Sexualidad en América Latina. Sudamérica. Revista de Ciencias Sociales. N°1 Departamento de Sociología. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata. 2012. Pag 29. Foucault, M. Historia de la sexualidad. Siglo XXI. 2008 Buenos Aires Globocan 2002. Max Parkin, MD; Freddie Bray; J. Ferlay; Paola Pisani, PhD, Global Cancer Statistics, 2002. CA Cancer J Clin 2005;55: 74–108 Globocan 2012, datos disponibles en: http://globocan.iarc.fr/Pages/fact_sheets_population.aspx Ministerio de Salud, 2014. 3ra Encuesta Nacional de Factores de Riesgo. Disponible en: http://www.msal.gob.ar/images/stories/bes/graficos/0000000544cnt2015_09_04_encuesta_nacional_factores_riesgo.pdf Murillo, S. Estado, sociedad civil y gubernamentalidad neoliberal. Entramados y perspectivas. Revista de la carrera de sociología. Vol. 1, Nº 1 enero - junio 2011, pp. 91-108 Organización Mundial de la Salud, 2010. La financiación de los sistemas de salud. El camino hacia la cobertura universal. Pag 44 y ss Paolino M, Sankaranarayanan R, Arrossi S. Determinantes sociales del abandono del diagnóstico y tratamiento de mujeres con Papanicolaou anormal en Buenos Aires, Argentina. Rev Panam Salud Pública. 2013; 34(6):437–45. Paolino M, Pantelides EA, Bruno M, Maceira V, Peña L, Godoy J, et al. Determinantes sociales del seguimiento y tratamiento de mujeres con Pap anormal en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Rev. Argent Salud Publica.2011;2(8):21–7. Pecheny, M. Horizontes Antropológicos, Porto Alegre, año 12, n. 26, p. 43-69, jul./dec. 2006 14 Ponce M. Percepción del riesgo y opiniones sobre el cáncer de cuello de útero y el cáncer de mama en mujeres adultas de la Ciudad de Buenos Aires. RASP Vol 3-N° 13, diciembre 2012. Weeks Jeffrey. El malestar de la sexualidad. Ed. Hablan las mujeres. Madrid, 1993. Pag 22. Weeks, J. La invención de la sexualidad. Sexualidad, Paidós-UNAM.1998. Pag 62. Copia en pdf disponible en http://www.dgespe.sep.gob.mx/public/genero/PDF/LECTURAS/S_01_04_La%20invenci%C3 %B3n%20de%20la%20sexualidad.pdf Zamberlin N, Laura Thouyaret, Silvina Arrossi. Lo que piensan las mujeres: conocimientos y percepciones sobre cáncer de cuello de útero y realización de PAP. Programa Nacional del Cáncer cervicouterino, Sep 2011. 15