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Contreras y Cano 39 El menor infractor en la sociedad actual: Una aproximación a los principales factores psicosociales vinculados a la conducta delictiva juvenil The youth offender in the current society: an approximation to the main psychosocial factors linked to the youth criminal behavior Contreras Martínez, L. y Cano Lozano , M.C. Universidad de Jaén RESUMEN Actualmente uno de los temas que genera mayor interés y a la vez polémica es la conducta delictiva juvenil, ya que en los últimos tiempos, es habitual encontrarnos a diario en los medios de comunicación noticias que tienen como protagonistas a menores y jóvenes que cometen conductas antisociales y delictivas. La aparición de nuevos tipos de delitos y de nuevos perfiles de menores infractores genera gran preocupación entre la sociedad en general. Las investigaciones realizadas sobre este tema desde diferentes disciplinas convergen en su insistencia en que nos hallamos ante un fenómeno multicausal y multifactorial. Sin embargo, existen una serie de características psicosociales que parecen propiciar la aparición de conductas antisociales y delictivas, aunque los estudios más actuales muestran resultados novedosos en este sentido. El presente trabajo constituye una revisión de las investigaciones empíricas más recientes sobre los principales factores psicosociales y jurídicos relacionados con la conducta delictiva de los menores. ABSTRACT Nowadays, one of the themes that generates great both interest and controversial is youth criminal behavior, because it is common to find in the every day news reports that have children and young people as protagonists, who commit criminal and anti-social behaviors. The appearance of new types of crimes and new juvenile offenders´ profiles generates great concern in society on the whole. Research into this topic, from different disciplines, insists on we face a multicausal and multifactor phenomenon. However, there are a number of psychosocial characteristics that seem to stimulate the appearance of criminal and anti-social behavior, although the latest studies show novel results in this respect. This paper is a review of the most recent empirical researches into main psychosocial and juridical factors related to the minors´ criminal conduct. Keywords: criminal behavior, juvenile offenders, types of crimes and psychosocial factors. Palabras clave: conducta delictiva, menores infractores, tipos de delitos y factores psicosociales Correspondencia: Lourdes Contreras Martínez y M. Carmen Cano Lozano. Departamento de Psicología. Área de Psicología Social. Universidad de Jaén. Universidad de Jaén. Campus Las Lagunillas s/n. Edificio C-5, Despacho 019, 23071 Jaén Teléfono: 953 21 25 86 E-mail: lmcontre@ujaen.es, mccano@ujaen.es Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2012 40 El menor infractor en la sociedad actual INTRODUCCIÓN La preocupación social por la delincuencia, en general, y la conducta delictiva juvenil, en particular, genera un continuo debate social y un proceso de reflexión en torno a este tema. La comunidad científica no ha quedado indiferente ante este fenómeno social y, consecuentemente, la conducta delictiva ha suscitado el interés de numerosos investigadores de diferentes disciplinas como la Psicología, el Derecho o la Sociología, formulándose múltiples propuestas teóricas. Todas estas teorías proponen una explicación del delito en la que se incluyen diversos factores influyentes, tanto educativos, familiares y psicológicos. La investigación empírica sobre el tema es muy abundante y está dividida en diferentes enfoques. Uno de estos enfoques se ha centrado en el análisis de diferentes tipologías de menores infractores. Una de estas tipologías se basa en la persistencia de la conducta delictiva: el infractor ocasional, el infractor de transición y el infractor de condición, diferenciados a su vez tanto en el patrón delictivo, las circunstancias sociofamiliares que le rodean y en la franja de edad a la que se inician en la conducta delictiva (Orts, 2006). Más concretamente, el adolescente infractor ocasional representa en torno al 50% de la población delincuente juvenil, autor entre los 14 y los 17 años de delitos leves o de mediana gravedad, y no presenta necesariamente ningún tipo de problemática especial a nivel social, familiar o personal. La delincuencia parece ser el resultado de factores desencadenantes o de una crisis de adaptación, a pesar de tener un nivel de socialización adecuado. El adolescente infractor de transición, que se inicia alrededor de los 12 años con delitos de mediana gravedad (p.e. robos de motocicletas), manteniéndose activo a lo largo de su adolescencia, y con reincidencia hasta los 19-20 años. Interioriza los conflictos generando estados de ansiedad y malestar, a la vez que a nivel familiar se suceden los problemas económicos y crisis de interacción. Por último, el adolescente infractor de condición se inicia entre los 7 y los 9 años con pequeños hurtos que derivan en delitos de mayor gravedad como los robos con violencia y que suelen continuar activos durante la vida adulta. Son jóvenes inmaduros en los que prima la búsqueda del placer y que muestran una gran indiferencia afectiva. La conducta antisocial de inicio temprano, que tiende a persistir en los últimos años de la adolescencia y principios de la edad adulta, suele estar asociada a un incremento de la probabilidad de que los delitos cometidos en dichos años impliquen violencia (Peña y Graña, 2006), ya que si estos menores no aprenden alternativas a la conducta agresiva durante los primeros años pueden tener problemas de adaptación social. Sin embargo, las investigaciones señalan que la mayoría de los jóvenes cometen actos Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2011 Contreras y Cano 41 delictivos de manera ocasional o episódica, desapareciendo estas conductas infractoras en la edad adulta (García, 2008). Por otro lado, se han establecido tipologías de menores infractores basadas en las características individuales o de índole psicosocial. En este sentido, se podría hablar de menores con personalidad antisocial, menores con reacción social agresiva o con reacción de huída, menores que delinquen en grupo y menores con trastornos mentales (Garrido, 2005; Herrero, 2005; Orts, 2006): - Los menores con personalidad antisocial serían aquellos menores irritables, sin sentimiento de culpa, con tendencias violentas, etc. Dichas conductas comienzan a manifestarse ya en el colegio con el absentismo, fugas, mentiras, y posteriormente con las peleas, maltrato a animales y pequeños delitos. En muchos casos estos menores suelen criarse con los abuelos o en instituciones, faltando la presencia de una verdadera autoridad y sin conocer un modelo real de disciplina y/o afecto. También esta tipología puede aparecer en las clases socioeconómicas altas, donde los padres incluso llegan a encubrir estas conductas de los hijos. - Los menores con reacción social agresiva o reacción de huída también han sufrido rechazo paterno pero sus reacciones son de huída y evitación en lugar de agresión. Poseen una baja autoestima y una autovaloración negativa, siendo muy vulnerables y actuando siempre en soledad en lugar de en grupo. - En el caso de los menores que delinquen en grupo, su principal socialización se produce dentro del grupo, ya que es donde encuentran comprensión y apoyo, siendo además donde se aprenden las conductas delictivas. - Por último, los menores con trastornos mentales, que no tendrían control sobre la propia conducta, provocados o no por el consumo de sustancias tóxicas. En todos estos grupos coinciden algunas características que pueden favorecer los actos delictivos o de indisciplina como son la necesidad de satisfacciones inmediatas, el bajo control de impulsos, la baja autoestima y desconfianza hacia los demás, abuso de alcohol o drogas o la baja empatía, con ausencia de responsabilidad por los actos cometidos (Orts, 2006). Otra parte importante de la investigación sobre el tema se ha centrado en el análisis de diversas variables relacionadas con la conducta delictiva de los menores. Es en dicho enfoque donde se enmarca el presente trabajo, ya que el objetivo del mismo es realizar una revisión de las investigaciones empíricas más recientes sobre la conducta delictiva juvenil en la sociedad Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2012 42 El menor infractor en la sociedad actual española, describiendo los principales factores psicosociales y jurídicos que aparecen vinculados a este tipo de conductas en los menores. Mientras que otras revisiones sobre el tema se han centrado en aspectos concretos del menor infractor, como pueden ser el ámbito familiar, relación con grupo de iguales, características psicológicas, etc., este trabajo pretende ofrecer una visión más general e integral sobre todas estas variables que nos permita aproximarnos a la realidad actual del menor infractor. MÉTODO La revisión realizada se ha centrado fundamentalmente en trabajos publicados en nuestro país, ya que el objetivo general del trabajo era reflejar la realidad del menor infractor en el entorno social español actual, que presenta unas características y unas peculiaridades diferentes con respecto a otras procedencias. Se trata de artículos publicados en el período 1999-2009, aunque se han incluido algunos con fechas anteriores por considerar que aportaban datos interesantes. Se han revisado principalmente los artículos incluidos en bases de datos como PsycInfo o Dialnet, en revistas científicas especializadas de nuestro país y publicaciones de los trabajos presentados en congresos nacionales. Para la búsqueda de dichos artículos se han introducido términos como “menores”, “menores infractores”, “conducta antisocial” “familia y delincuencia”, “factores de la delincuencia juvenil”, etc. Finalmente, del contenido de los artículos se extrajo información sobre las siguientes variables: características de la muestra, variables familiares, escolares, el grupo de relación y variables psicológicas del menor. RESULTADOS Para la exposición seguiremos la siguiente agrupación: factores que conforman el perfil jurídico, factores familiares, variables relacionadas con la escuela y el grupo de iguales, consumo de drogas y factores psicológicos. Perfil jurídico Con respecto a la tipología de los delitos cometidos por menores infractores, los delitos más frecuentes son contra la propiedad, seguidos de los delitos contra las personas, según los datos obtenidos de Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el año 2008. Los delitos contra la propiedad incluyen fundamentalmente robo y hurto de vehículos, hurto, daños, robo con fuerza en las cosas y robo con violencia e intimidación. Los delitos contra las personas incluyen lesiones y amenazas. Estos datos coinciden con los obtenidos en anteriores investigaciones y en estudios más Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2011 Contreras y Cano 43 recientes, donde los delitos más habituales vuelven a ser contra la propiedad y contra las personas (Crespo, Perles y San Martín, 2006; García, 2008; Rechea y Fernández, 2000). Existe otra tipología de delito relacionado con el maltrato de los hijos a sus progenitores, y que incluye maltrato físico, psicológico y económico. Esta tipología delictiva ha despertado el interés de numerosos investigadores. Las agresiones ejercidas por menores impactan a toda la sociedad, pero cuando estas agresiones se cometen hacia los padres, provoca una gran alarma social por la sensación de ruptura de valores de respeto y obediencia hacia los progenitores. En este sentido, se han realizado estudios que indican que se ha convertido en un fenómeno en alza desde la entrada en vigor de la actual L.O. 5/2000 (Crespo y cols., 2006; Ibabe, Jaureguizar y Díaz, 2009; Rechea, Fernández y Cuervo, 2008; Romero, Melero, Cánovas y Antolín, 2005). Este tipo de delito parece que tiene su punto álgido entre los años 2005 y 2006, ya que es a partir de estos años cuando empieza a adquirir notoriedad pública y mediática. Ibabe y cols. (2009) encontraron que el 95% de estas agresiones iban dirigidas hacia la figura materna, aunque en el 33% de los casos la violencia también se generalizó al resto de la familia. También es necesario mencionar un fenómeno recientemente acentuado y que tiene que ver con la violencia ejercida en las aulas por parte de los menores (Benítez y Justicia, 2006; Moreno, Muñoz, Pérez y Sánchez, 2004; Rabazo y Moreno, 2006). Esta violencia por parte de los menores se dirige tanto al grupo de docentes como a su grupo de iguales, acosándolos, ejerciendo agresiones físicas y, un hecho cada vez más habitual, grabando dicha violencia a través de teléfonos móviles y usando dicha información como medio de diversión entre el grupo. Con respecto a este tipo de comportamientos, es frecuente la agresión física indirecta a los profesores (destrozo de enseres de los docentes) y los “rumores dañinos”. Aparecen con menor frecuencia los robos y la intimidación con amenazas, y las agresiones físicas directas son menos frecuentes (Benítez y Justicia, 2006; Orts, 2006; Serrano e Iborra, 2005). Por otra parte, los datos muestran reiteradamente que los delitos son cometidos en un alto porcentaje por varones. Según los datos del INE (2008), el 85% de los delitos son cometidos por chicos, frente al 15 % de las chicas. En cuanto a la edad, según la estadística de delincuencia juvenil publicada por el Centro Reina Sofía (2006) referida a detenidos de entre 14 y 20 años, se observa que en el delito de robo con violencia e intimidación, los detenidos han disminuido tanto en el grupo de edad de 14-15 años, como en el de 16-17 años. En el caso de delitos por homicidio doloso y asesinato, en el caso de los menores de 14-15 años se mantiene igual (18 Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2012 44 El menor infractor en la sociedad actual detenidos), y en el grupo de 16-17 años ha aumentado, pasando de 44 detenidos en 2002 a 54 en 2006. En el caso de delitos por lesiones, en ambos grupos de edad se ha producido un considerable aumento de 2002 a 2006, pasando en el grupo de 14-15 años de 262 a 343 detenidos, y en el grupo de 16-17 años, de 650 a 832 detenidos. Algo similar se ha producido si nos referimos a delitos contra la libertad sexual, en el que se observa un aumento del número de detenidos en ambos grupos. En el caso del grupo de 14-15 años, se pasa de 95 a 156 detenidos, y con respecto al grupo de 16-17 años, se pasa de 131 a 195 detenidos. Estos datos oficiales se refieren siempre a chicos de 14 años o más ya que los menores de 14 años son inimputables desde el punto de vista penal, actuando en estos casos los Servicios de Protección de la Comunidad Autónoma correspondiente, siendo esta medida de carácter voluntario por parte de los progenitores y el menor implicado. Esta circunstancia ha generado dos posturas diferenciadas. Por un lado, aquellos que se posicionan en contra, argumentado que, según la Criminología, aquellos sujetos que cometen delitos a edades más tempranas tienen peor pronóstico, con una alta probabilidad de mostrar conductas delictivas más graves en el futuro. Por otro lado, aquellos que se muestran a favor, defendiendo la idea de que no debemos olvidar que chavales menores de 14 años, son niños, e introducirles en el sistema judicial a estas edades tan tempranas no puede más que traer efectos negativos para dichos menores. En esta línea, recientemente Bernuz, Fernández y Pérez (2007), al observar las conductas delictivas de los menores de 14 años, comprobaron que se trataban de comportamientos fundamentalmente violentos. Entre las conductas más usuales se encontraron las lesiones, insultos y amenazas. Se observó la presencia de denuncias por violencia familiar, manifestada por amenazas, agresiones o robos de los adolescentes contra los padres, hermanos y abuelos, siendo este último tipo de delitos un fenómeno que está experimentando una tendencia al alza. Las conductas de maltrato familiar han sido constatadas también por otros estudios (p.e. Crespo y cols., 2006). En este sentido, tal y como apunta el Defensor del Menor de Madrid, Arturo Canalda, “las estadísticas de las Fiscalías de Menores indican que los menores que delinquen son cada vez más jóvenes. Nos enfrentamos a la problemática de niños con edades comprendidas entre los 12 y los 14 años que están empezando a cometer sus primeros delitos, los cuáles son inimputables desde el punto de vista penal” (en Albarracín, Berdullas y Alonso, 2007, pág. 4). Con respecto a la reincidencia de la conducta delictiva, en recientes estudios se aprecia una tasa de reincidencia de alrededor del 40% (Álvarez, Balaña y Becedóniz, 2008; García, 2008), y algunos estudios han Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2011 Contreras y Cano 45 relacionado de manera positiva la tasa de reincidencia con factores de índole psicosocial, tales como la presencia de algún miembro familiar con antecedentes delictivos, pertenecer a una familia monoparental o pertenecer a un contexto institucional como núcleo de convivencia (Menéndez, Rodríguez, Becedóniz, Herrero y Rodríguez, 2008). Factores familiares Desde la perspectiva del aprendizaje vicario, Bandura (1973) afirmó que el aprendizaje observacional se produce en primer lugar en la familia y en la subcultura prevalente, a través de los símbolos culturales que forman parte del ambiente social. Desde esta perspectiva, la familia se constituye como el pilar básico desde donde se van conformando los procesos de socialización de los menores. Con respecto a las variables familiares, han sido objeto de estudio principalmente aspectos como el clima/dinámica familiar, tamaño de la familia, existencia de antecedentes de conducta delictiva o de consumo de drogas en algún miembro familiar y nivel socioeconómico. En relación con la dinámica y el tamaño familiar, diversos estudios manifiestan que un clima familiar adecuado favorece la conducta adaptada en los adolescentes (p.e. Amezcua, Pichardo y Fernández, 2002). Factores como un mayor tamaño familiar y la desestructuración familiar potencia una conducta desadaptada y mayor delincuencia del menor (Cano, 2006; Rodríguez y Torrente, 2003; Torrente y Merlos, 1999; Torrente y Rodríguez, 2004). Escaso afecto y cohesión familiar, un alto grado de conflicto y un estilo educativo caracterizado por la permisividad está relacionado con la implicación de los hijos en conductas problemáticas (Martínez, Fuertes, Ramos y Hernández, 2003; Rodríguez y Torrente, 2003; Villar, Luengo, Gómez y Romero, 2003). Ovalles (2007) habla de familias disfuncionales como una de las causas que explican la delincuencia juvenil, siendo las características de estas familias la falta de comunicación, de afecto, de actividades, falta de pertenencia y de cohesión, y afirma que una buena comunicación familiar es un factor de prevención de la conducta delictiva. En cuanto a hogares monoparentales, en el caso de la separación de los progenitores, los hijos suelen presentar problemas de adaptación que pueden incluir la implicación en conductas disociales, aunque estas conductas tienden a persistir en el tiempo en el caso de los hijos varones. En concreto, los hijos de familias monoparentales a cargo de la madre es más probable que presenten puntuaciones más elevadas en conductas agresivas, comportamiento disocial y conducta delictiva (Cantón, Cortés y Justicia, 2002). Por otro lado, otros autores afirman que en cuanto a la Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2012 46 El menor infractor en la sociedad actual separación de los padres, es el conflicto originado lo que se asocia con el delito (Cano, 2006; Rechea y Fernández, 2000). Otro de los factores tradicionalmente asociado a la conducta delictiva es el nivel socioeconómico de la familia. Diferentes estudios muestran que una baja economía familiar se considera un factor de riesgo para la implicación de sus miembros en delitos (p.e. Crespo y cols., 2006). En contraposición, en otras investigaciones se obtienen resultados que indican que esta relación no es tan evidente (García, 2008; Grossi, Paíno, Fernández, Rodríguez y Herrero, 2000; Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000). Quizá una interpretación sería que no son los problemas económicos los que están directamente asociados a la comisión de delitos, sino que sería, al igual que sucede con la separación de los padres, el conflicto resultante de esta situación el que estaría relacionado con la conducta antisocial de los hijos. También cabe mencionar la influencia sobre la delincuencia de los hijos de los factores asociados a los propios padres, tales como el abuso de drogas, el alcoholismo o la conducta delictiva. Con respecto al consumo de drogas en el ámbito familiar, el modelado paterno de consumo de drogas es considerado como un potente factor de riesgo, que se constata como una mayor disposición en los hijos adolescentes a experimentar y habituarse tanto al alcohol como a drogas ilegales (Moral, Ovejero y Pastor, 2004). La violencia en el seno familiar y las conductas desviadas de los padres son consideradas factores de riesgo para que los menores lleven a cabo conductas antisociales (Benítez y Justicia, 2006; García, 2008). Sin embargo, con respecto a los factores familiares de riesgo, están apareciendo resultados novedosos. Estos resultados apuntan a un nuevo perfil psicosocial del menor infractor, ya que un gran número de estos sujetos provienen de familias donde no existe desestructuración familiar, es decir, los progenitores no están separados, no existen denuncias por malos tratos conyugales, los padres no tienen antecedentes judiciales ni problemas de drogodependencia. Tampoco se registran relaciones familiares conflictivas ni antecedentes de medidas de protección, aunque sí aparecen problemas económicos (Crespo y cols., 2006). Existen otras variables como los estilos de comunicación familiar y entre padres e hijos, pautas y estilos educativos, educación en valores o la socialización de género, entre otras, que han sido menos estudiadas. Quizá futuras investigaciones deberán centrarse en profundizar sobre estos aspectos que definen el funcionamiento y dinámica familiar como posibles factores que pueden propiciar o incidir sobre el desarrollo estas conductas problemáticas en los hijos. Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2011 Contreras y Cano 47 La escuela y el grupo de iguales El fracaso escolar es un factor de predicción de la conducta antisocial muy fuerte, asociado con baja autoestima y trastornos emocionales (Garaigordobil, 2005; Sobral y cols., 2000), y asociado también con la persistencia de la conducta infractora (Menéndez, Rodríguez, Becedóniz y Bernardo, 2008), siendo una buena adaptación académica un factor de protección sobre la conducta infractora y reincidente (Cuello, Ramiro, Becedóniz y Rodríguez, 2008). La gran mayoría de los menores con conductas antisociales y delictivas presentan una historia de acusado fracaso escolar, siendo muy habitual encontrar que estos menores suelen dejar de asistir a la escuela tras mostrar una escasa motivación hacia los estudios y un bajo rendimiento académico. Existe una fuerte correlación entre la conducta delictiva y la exclusión social, unido a experiencias educativas negativas (Uceda y Maza, 2006) tales como el fracaso escolar (Torrente y Merlos, 1999; Rechea y Cuervo, 2009). La influencia de la escuela actúa a través de dos mecanismos: de las características de la escuela como institución (buenos modelos de comportamiento de los profesores, enseñanza interesante y organizada, atmósfera ordenada, seguimiento educativo, etc.) y a través de la composición del conjunto del alumnado (presencia de modelos de rol delincuente, intimidación, etc). En cuanto al análisis de las variables que pueden estar en la base del fracaso escolar, una de las variables que han sido objeto de estudio es la impulsividad, encontrándose una relación positiva entre la impulsividad y el fracaso escolar (p.e. Vigil i Colet, 2005). En este sentido, la gratificación producida por el éxito escolar se relaciona con la satisfacción intrínseca, no material, siendo los resultados de este buen rendimiento escolar algo que puede demorarse bastante en el tiempo (p.e. muchos años de estudio para obtener finalmente el título correspondiente, que sirve para poder acceder a un buen trabajo cualificado). Es bien sabido que los menores que presentan conductas antisociales y delictivas tienen dificultad para demorar la obtención de las gratificaciones (López y López, 2003), es decir, son impulsivos, lo que puede propiciar en muchos casos una alta desmotivación al no tener resultados materiales a corto plazo del trabajo que se realiza en la escuela, propiciando el fracaso escolar y finalmente el absentismo. De esta manera, se puede deducir una relación entre conducta antisocial, impulsividad y fracaso escolar. Cabe destacar la influencia de los grupos de iguales, que actúan como principales agentes de influencia durante la adolescencia, ejerciendo como modelos tanto para la transmisión de valores positivos fundamentales (tolerancia, respeto, conductas prosociales, etc.), como para los valores negativos (no asunción de normas, desprecio por el respeto hacia los demás, ausencia de responsabilidad, etc.). De esta manera, el contacto y exposición a modelos de conducta antisocial se configura como uno de los Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2012 48 El menor infractor en la sociedad actual principales factores de influencia para la comisión de actos antisociales y delictivos (Llinares y Benedito, 2007; Muñoz, 2004; Rechea, Fernández y Cuervo, 2008; Sobral y cols., 2000), ya que si la familia es el grupo de socialización primario, es sustancial la influencia que ejerce, como grupo de socialización secundario durante este momento evolutivo, el contacto y exposición a grupos de iguales en conflicto social, tanto en la escuela como fuera de ella. En este sentido, es difícil determinar cuál es la causa y cuál es el efecto, esto es, ¿un bajo rendimiento escolar unido a experiencias escolares negativas propicia y predispone a la búsqueda y el contacto con iguales que tienden a mostrar conductas conflictivas, o es el contacto con estos iguales conflictivos lo que propicia el fracaso escolar? Lo que está claro es que fracaso escolar, grupos de iguales conflictivos y conductas antisociales y delictivas mantienen una estrecha relación, actuando el grupo de iguales como reforzador de conductas delictivas y minimizando el papel de los padres en la educación del menor (Álvarez, Balaña y Becedóniz, 2008). Consumo de drogas Droga y delincuencia aparecen frecuentemente asociados en las investigaciones realizadas, donde se ha mostrado que es una práctica habitual entre los menores infractores el consumo de distintos tipos de sustancias. Algunos autores han encontrado relaciones entre consumo de sustancias (tabaco, alcohol, cocaína, hachís, drogas de diseño, etc.) y determinadas características psicológicas como la impulsividad y la búsqueda de sensaciones (ambas características estrechamente relacionadas con la comisión de delitos), y consecuentemente, con la conducta antisocial de los adolescentes (Muñoz, Graña, Peña y Andreu, 2002). En esta línea, en diversos estudios se ha encontrado un patrón consistente de consumo de diferentes sustancias en los menores infractores (Crespo y cols., 2006; Olivan, 2002). Sin embargo, debemos diferenciar entre una delincuencia funcional (cuando el menor comete un delito para obtener drogas) y la inducida (se delinque bajo los efectos de las drogas y se pueden cometer conductas de riesgo, entre ellas la comisión de delitos) (Cano, 2006), ya que serán diferentes las motivaciones de los jóvenes ante el delito. Aunque en ambos casos droga y delito están relacionados, en la delincuencia funcional el delito no es el fin en sí mismo, sino un medio para obtener la droga, y esto debería orientar la línea de intervención sobre este tipo de menores (fundamentalmente tratamiento de su adicción). Mientras que en el caso de la delincuencia inducida, la droga puede ser un potenciador de la conducta delictiva provocando la desinhibición de la conducta y la alteración de la capacidad de juicio. En este segundo grupo, se pueden dar dos circunstancias. Puede que el menor haya actuado bajo los efectos de las Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2011 Contreras y Cano 49 drogas sin saber lo que hace (por un consumo ocasional/puntual o por un consumo habitual resultante también de un trastorno por consumo de sustancias), de manera que se puede deducir que la motivación hacia el delito no sea lo que caracterice a estos menores. O puede darse el caso de que se haya consumido drogas para hacer algo que sin este efecto de desinhibición no podría hacer (quizá éste sería el caso de menores que muestra una disposición más favorable hacia el delito, lo que igualmente debe determinar el tipo de intervención con los mismos). Factores psicológicos Existen una serie de rasgos de personalidad que parecen estar vinculados a la conducta delictiva, entendiendo por rasgos de personalidad aquellas predisposiciones estables a comportarse de una determinada manera o según un patrón característico. Estos menores suelen ser precipitados en sus pensamientos y comportamientos, actuando frecuentemente sin pensar en las consecuencias, lo que unido al bajo autocontrol, dificulta seriamente la demora de la gratificación y la regulación de las necesidades inmediatas. Es decir, se trata de jóvenes que no pueden demorar la satisfacción de sus necesidades y lo quieren todo al momento (López y López, 2003). Esto podría ser consecuencia de un menor pensamiento abstracto, lo que explicaría la inmediatez de la respuesta y a la ausencia de planificación. Los rasgos que aparecen fuertemente asociados a la conducta disocial son el locus de control externo, la búsqueda de sensaciones, alta impulsividad, bajo autocontrol y baja interiorización de normas (Capsi y cols., 1994, en Muñoz, 2004, pág. 27; López y López, 2003; Sobral y cols., 2000). A menudo se trata de menores extravertidos, que buscan continuamente el contacto social, pero este interés social, tal y como se ha mencionado anteriormente, suele estar dirigido hacia grupo de riesgo, así que presentar estas características junto a un bajo autocontrol y escasa o nula tolerancia a la frustración unido a una alta impulsividad, puede explicar que fácilmente se impliquen en conductas de riesgo y finalmente en conductas antisociales y delictivas. El trastorno por déficit de atención con hiperactividad parece incrementar el riesgo de delinquir cuando se combina con problemas de conducta incluida la agresión (Muñoz y cols., 2002). También es necesario mencionar, que los jóvenes delincuentes tienen menores habilidades de resolución de problemas que los no delincuentes, así como una mayor rigidez cognitiva, es decir, una mayor tendencia a mantener la misma idea a pesar de que haya evidencia contraria, lo que puede favorecer que utilicen repetidamente la violencia como forma de resolver sus conflictos, al ser el sujeto incapaz de desarrollar visiones alternativas. En este sentido, suelen mostrar pocas Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2012 50 El menor infractor en la sociedad actual conductas de consideración con los demás, pocas conductas prosociales y baja asertividad (Garaigordobil, 2005). CONCLUSIONES Existe un gran número de investigaciones cuyo objeto de estudio ha sido la descripción de los principales factores que pueden influir en la aparición y persistencia de la conducta infractora de los menores. Los resultados permiten afirmar que la conducta delictiva juvenil está originada y mantenida por una multitud de factores de variada índole, tanto familiares, relacionados con la escuela y el grupo de iguales o más relacionados con las características psicológicas propias del menor. Sin embargo, factores tradicionalmente considerados de alto riesgo para la aparición de estas conductas antisociales, como son una baja economía familiar o desestructuración familiar no aparecen de manera tan contundente en los estudios más recientes. Cada vez son más los menores que delinquen y que pertenecen a familias estructuradas y plenamente integradas socialmente. Otros factores como son el fracaso escolar o el tener un grupo de iguales conflictivo sí aparecen estrechamente vinculados a la conducta delictiva de los menores. Sin embargo, no caeremos en la pretensión de afirmar que la conducta delictiva está vinculada exclusivamente a estas variables, puesto que sería una explicación reduccionista de este fenómeno. Tal y como se ha mencionado en líneas anteriores, esta conducta es multifactorial, y existen otros factores que no se han incluido por no ser objeto de la presente revisión, tales como la marginalidad, los conflictos interculturales, la socialización de género o factores más individuales como el autoconcepto, que indudablemente tendrán una notable influencia sobre el fenómeno de la delincuencia juvenil. También hemos de mencionar las limitaciones derivadas del procedimiento de nuestro estudio, como por ejemplo que, a pesar de que se ha intentado realizar una revisión lo más exhaustiva posible (dentro de los objetivos planteados), somos conscientes de la posible existencia de otros trabajos que hayan sido publicados en otros idiomas y en otras revistas o bases de datos que no han sido consultadas. Igualmente, el método de análisis de contenido seguido para la revisión presenta una importante limitación inherente al mismo, y es que, aunque se describen los principales factores vinculados a la conducta delictiva juvenil, no podemos determinar el tamaño del efecto de dichos factores, o lo que es lo mismo, cuáles tienen una mayor influencia sobre este tipo de conductas. Por otra parte, la aparición de nuevos tipos delictivos como son el maltrato familiar, el maltrato entre iguales o los delitos relacionados con las nuevas tecnologías, plantean la necesidad de nuevas investigaciones Revista de Psicología Social Aplicada (2ª etapa) Vol 1, nº1, 2011 Contreras y Cano 51 dirigidas a esclarecer las causas que originan este tipo de delitos. Estos tipos delictivos presentan características diferenciales con respecto a la delincuencia más tradicional, y están caracterizados fundamentalmente por, además de la violencia gratuita ejercida, por la falta de valores como el respeto a la autoridad, la obediencia, la solidaridad y la tolerancia. Así por ejemplo, nos parece interesante y a la vez necesario profundizar en el análisis de estos nuevos perfiles (p.e. agresores en el ámbito familiar), e intentar buscar explicaciones a estas conductas en otros factores diferentes a los tradicionalmente estudiados y que han sido objeto de menos investigaciones, como pueden ser el clima familiar, los estilos de comunicación entre padres e hijos o la socialización de género, entre otros. Sólo de esta manera, se podrá obtener información valiosa que permita elaborar programas eficaces tanto a nivel preventivo con los adolescentes en general y sus familias como a nivel de intervención con los menores infractores. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Albarracín, D., Berdullas, S. y Alonso, E. (2007). El Menor Infractor ante la Ley. Entrevista al Defensor del Menor en Madrid, Arturo Canalda González. Infocop. Revista del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos, 35, 4-11. Álvarez, A., Balaña, P. y Becedóniz, C. (2008). 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