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Tumores y quistes benignos de ovario Edad reproductiva Dos tercios de los tumores ováricos se encuentran durante la edad reproductiva. El 80-85% son benignos y dos tercios de éstos aparecen en mujeres de 20 a 44 años. La probabilidad de que un tumor ovárico primario sea maligno, en una paciente menor de 45 años, es menor de 1 por cada 15. Durante la edad reproductiva, las tumoraciones ováricas más frecuentes son benignas. Pueden ser funcionales o neoplásicas, y los tumores neoplásicos pueden ser benignos o malignos. La mayoría producen pocos o leves síntomas no específicos, como distensión, dolor o molestias abdominales, sensación de presión en el hipogastrio y síntomas gastrointestinales o urinarios. Si el tumor es activo hormonalmente, pueden aparecer síntomas de desequilibrio hormonal, como el sangrado vaginal relacionado con la producción de estrógenos. El dolor agudo puede aparecer con la torsión anexa, rotura de un quiste o con el sangrado dentro de un quiste. Tumoraciones funcionales: quistes foliculares y quistes del cuerpo lúteo. Las tumoraciones unilaterales, quísticas, móviles y blandas es más probable que sean benignas, mientras que las bilaterales, sólidas, fijas, irregulares, asociadas con ascitis, nódulos en el fondo de saco y que crecen de manera rápida es más probable que sean malignas. Tumoraciones ováricas no neoplásicas Los quistes funcionales son los foliculares, los de cuerpo lúteo y los tecaluteínicos. Todos son benignos y con frecuencia no provocan síntomas, no requieren tratamiento quirúrgico. El consumo de cigarrillos y de marihuana se ha asociado con un aumento del riesgo de quistes funcionales, este riesgo puede ser menor en mujeres con sobrepeso u obesas. Los anticonceptivos orales se han asociado con una disminución del riesgo de desarrollar quistes ováricos, aunque las píldoras en dosis bajas pueden tener un efecto menor y este tratamiento no acelera la resolución de los quistes. Índice anual de hospitalizaciones por quistes funcionales 500 por 100000 mujeres por año en Estados Unidos. Los quistes funcionales más habituales son los foliculares, que rara vez son mayores de 8cm. Un folículo quístico puede definirse como quiste folicular cuando su diámetro es mayor de 3cm; estos suelen ser un hallazgo casual en la exploración pélvica, aunque pueden romperse o torsionarse y provocar dolor y signos peritoneales, en general desaparecen a las 4 a 8 semanas con conducta expectante. Los quistes lúteos son menos frecuentes que los foliculares, pueden romperse, provocando un hemoperitoneo y requiriendo tratamiento quirúrgico. Tienen riesgo aumentado las pacientes en tratamiento con anticoagulantes o con diátesis hemorrágica, la rotura del quiste aparece con más frecuencia en el lado derecho y puede producirse durante las relaciones sexuales. La mayoría de las roturas aparecen entre los días 20 a 26 del ciclo. Los quistes lúteos sin romper pueden provocar dolor, presumiblemente debido al sangrado dentro de la cavidad quística cerrada y es difícil distinguir de una torsión anexa. Los quistes tecaluteínicos son la causa menos frecuente de quistes ováricos funcionales. Suelen ser bilaterales y aparecen con el embarazo, incluyendo el embarazo molar. Pueden asociarse con embarazo múltiple, gestaciones molares, coriocarcinoma, diabetes, sensibilización Rh, tratamiento con citrato de clomifeno, inducción de la ovulación con gonadotropina coriónica humana y con el uso de análogos de la GnRH. Pueden ser muy grandes, hasta de 30cm, son multiquísticos y desaparecen de manera espontánea. El tratamiento con anticonceptivos orales monofásicos combinados reduce el riesgo de quistes ováricos funcionales. El efecto sobre la supresión del quiste con dosis bajas es menor. El uso de ACO trifásicos no se asocia con un incremento apreciable del riesgo de quistes ováricos funcionales. Otras tumoraciones benignas Endometriomas o quistes de “chocolate”: en mujeres con endometriosis, pueden llegar a 6-8cm de tamaño. Una tumoración que no desaparezca con la observación puede ser un endometrioma. Es preferible la escisión a las técnicas ablativas en lo que respecta a resolución del dolor, lograr el embarazo de manera espontánea y al riesgo de recurrencia. Ovarios poliquísticos: aunque en un principio los ovarios poliquísticos aumentados de tamaño se consideraron la condición sine qua non para el SOP y están incluidos dentro de los criterios diagnósticos de Rotterdam, no siempre están presentes con otras de las características de este síndrome. Se ha sugerido el aumento del volumen ovárico como un criterio diagnóstico alternativo, aunque se debate si el umbral debe ser de 10cm3 o 7cm3. La prevalencia de SOP en la población general depende de los criterios diagnósticos utilizados. En un estudio de 257 mujeres el 22% tenían ovarios poliquísticos. Tumoraciones neoplásicas Más del 80% de los teratomas quísticos benignos (quistes dermoides) aparecen durante la edad reproductiva, aunque tienen una distribución etaria más amplia que otros tumores ováricos de células germinativas. En algunas series hasta el 25% de estos tumores se presentan en mujeres posmenopáusicas, pero pueden presentarse en neonatos. Los teratomas quísticos benignos tienen una mezcla de elementos. En un estudio de tumoraciones ováricas extirpadas en cirugía, los teratomas representaban el 62% de todas las neoplasias ováricas en mujeres menores de 40 años. El riesgo de torsión de un teratoma es de un 15% y aparece con más frecuencia que con los tumores ováricos en general (quizá por el contenido de grasa que les permite que floten en la cavidad pélvica y abdominal). En un 10% de los casos son bilaterales. La quistectomía ovárica casi siempre es posible, incluso si sólo se dejase una pequeña cantidad de tejido ovárico restante (siempre se va a preferir esto a la pérdida del ovario completo en una paciente joven con una lesión benigna). Es frecuente realizar una quistectomía laparoscópica (el derrame intraquirúrgico del contenido del tumor es una complicación rara, aunque se ha comunicado peritonitis granulomatosa). La escisión laparoscópica puede asociarse con un alto riesgo de recurrencia. El riesgo de tumores epiteliales aumenta con la edad. Aunque los cistoadenomas serosos se consideran los tumores benignos más habituales, en un estudio, los teratomas quísticos benignos fueron el 66% de los tumores benignos en mujeres menores de 50 años; los tumores serosos sólo el 20%. Los tumores serosos en general son benignos, del 5-10% tienen un potencial maligno dudoso y del 20-25% son malignos. El cistoadenoma seroso con frecuencia es multilocular y a veces con componentes papilares. Las células epiteliales superficiales segregan un líquido seroso que constituye el contenido acuosos del quiste. Los cuerpos de psamoma que son áreas de granulación fina calcificada, pueden estar dispersos a lo largo del tumor y ser visibles en la radiografía. Para distinguir entre los tumores serosos benignos, límite o malignos es necesario el estudio de cortes congelados. Los tumores ováricos mucinosos pueden crecer mucho. Los tumores mucinosos benignos típicamente tienen una superficie suave, lobulillada, son multiloculares y pueden ser bilaterales en un 10% de los casos. El material mucoso está presente en los compartimentos del quiste. Entre el 5-10% de los tumores mucinosos ováricos son malignos. Puede ser difícil diferenciarlos de metástasis de tumores gastrointestinales. Otros tumores ováricos benignos: fibromas (foco de células estromales), tumores de Brenner (iguales a los fibromas cuando se ven en microscopio) y tumores mixtos (como el cistoadenofibroma). Los tumores malignos de útero, gástrico, de mama y colorrectal pueden metastatizar a los ovarios, estos se dan con frecuencia en la posmenopausia. Diagnóstico Exploración pélvica completa (incluyendo exploración rectovaginal y una citología) Estimación del tamaño de la tumoración en centímetros Después de descartar un embarazo, una técnica simple en la consulta que puede ayudar a determinar si una tumoración es uterina o anexa es el sondado y medida de la profundidad de la cavidad uterina. Pruebas de laboratorio: en mujeres de edad reproductiva con una tumoración pélvica son la prueba de embarazo, citología cervical y hemograma completo. Marcadores tumorales como el CA125; sin embargo varias enfermedades benignas como los leiomiomas, la EIP, el embarazo y la endometriosis provocan una elevación de las concentraciones de CA125, por lo tanto, la medida de éstos no es útil la mayoría de las veces puesto que conduciría a intervenciones quirúrgicas innecesarias. Las características ecográficas tienen más utilidad que el CA125 para orientar acerca de los riesgo de malignidad en mujeres premenopáusicas. Pruebas de imagen: la que más se solicita es la ecografía pélvica para documentar el origen del tumor (uterino, anexo, intestinal), el tamaño y la consistencia de la tumoración (quiste unilocular, ecogenicidad mixta, quiste multiloculado, tumoración sólida). Los componentes sólidos, los nódulos intramurales, las excrecencias papilares y la ascitis aumentan la sospecha de malignidad. La precisión diagnóstica de la ecografía transvaginal para diagnosticar un endometrioma puede ser muy alta. Los endometriomas pueden tener distinta apariencia ecográfica desde puramente quísticos, y distintos grados de complejidad, con septos o detritos, hasta una apariencia sólida. El flujo por Doppler color se ha añadido a otras características ecográficas para predecir el riesgo de malignidad. La confirmación histológica de la pieza quirúrgica en tumoraciones persistentes es el estándar para el tratamiento. En la radiografía abdominal pueden verse calcificaciones pélvicas (dientes) que concuerdan con un teratoma quístico benigno La aplicación actual de la ecografía al examen ginecológico ha provocado un diagnóstico más frecuente de quistes ováricos, en ocasiones como hallazgo casual. Es una técnica relativamente fácil de realizar, pero esta sencillez ha llevado a etiquetar formas ováricas fisiológicas y quistes foliculares como anómalas, con la consecuente derivación de las pacientes a tratamiento, incluyendo la cirugía, sin estar indicado. El abordaje de tumoraciones ováricas sospechosas, de ser funcionales, es expectante. Varios estudios han mostrado que no se acelera la resolución de los quistes funcionales ováricos (algunos de los cuales estaban asociados con el uso de citrato de clomifeno o de gonadotropinas “menopáusicas” humanas) con anticonceptivos orales, frente a la mera observación. Los anticonceptivos orales son efectivos para reducir el riesgo de quistes ováricos posteriores y pueden ser adecuados en mujeres que desean sus beneficios tanto anticonceptivos como no anticonceptivos. Los quistes sintomáticos deben ser estudiados en seguida, aunque las tumoraciones con síntomas moderados que se sospeche que sean funcionales, deben tratarse con analgésicos más que con cirugía, para evitar el riesgo de complicaciones quirúrgicas, incluyendo el desarrollo de adherencias que pueden afectar a la fertilidad futura. Se justifica la cirugía en presencia de dolor intenso, sospecha de malignidad o torsión. En la ecografía, debe sospecharse neoplasia cuando hay quistes grandes, multiloculados con septos o papilas y con aumento el flujo vascular. Si se sospecha una tumoración maligna a cualquier edad, debe realizarse en seguida una evaluación quirúrgica. La torsión ovárica o añexa se sospecha con base en los signos peritoneales y la agudeza del inicio. El estudio del flujo Doppler que sugiera un flujo anómalo es muy predictivo de torsión, aunque esta puede verse con flujo normal. La ausencia de flujo ovárico interno no es específica de la torsión y puede verse en otras lesiones quísticas, aunque en este caso normalmente se observa flujo periférico. El tratamiento de una sospecha de torsión ovárica, que puede aparecer a cualquier edad, desde prepuber hasta la posmenopáusica, es quirúrgico. Cuando se confirma la torsión ovárica por laparoscopia, en general esta indicada la reversión de la torsión y la consercacion del ovario, mas que la extirpación. No esta bien establecido el valor de la ovariopexia para prevenir la torsión recurrente. Las técnicas de aspirado de tumoraciones ováricas guiadas por ecografía o por TC no deben utilizarse en mujeres con sospecha de malignidad. Aunque es posible realizar con seguridad estadificaciones y cirugía de tumores con bajo potencial maligno o en estados iniciales, de manera segura, por vía laparoscópica, se ha debatido el papel de esta frente a la laparotomía en mujeres con cáncer de ovario. Las preocupaciones sobre la laparoscopia en el tratamiento de la enfermedad maligna ginecológica son la precisión del diagnóstico intraoperatorio, la resección incompleta, la importancia de la extensión por rotura tumoral, la imprecisión o el retraso en la estadificación quirúrgica, el retraso en el tratamiento y la posibilidad de metástasis en las incisiones laparoscópicas. En la ovariectomia laparoscópica por un presunto tumor benigno, hay una posibilidad de error diagnóstico de malignidad, que necesitara una segunda exploración, incluso con los cortes congelados. No está claro si el tratamiento laparoscópico produce una afectación a largo plazo en los resultados o en los beneficios y, en consecuencia, tampoco está clara la función del tratamiento laparoscópico de las tumoraciones complejas que pueden ser malignas. Las tumoraciones ováricas, presuntamente benignas, se tratan con laparoscopia quirúrgica, aunque los índices de complicaciones pueden ser más altos en intervenciones complicadas, como en el caso de endometriosis externa. La elección de la vía quirúrgica debe basarse en las indicaciones quirúrgicas, la afección de la paciente, la experiencia y la formación del cirujano, las preferencias de la paciente informada y los datos más recientes que apoyen la elección de la vía elegida. Los beneficios de esta técnica son la menor duración de la hospitalización, el menor tiempo de recuperación y el menos dolor postoperatorio. La función de la laparoscopia ha sido incluso más controvertida en la resección de teratomas que con otras tumoraciones benignas. La preocupación se centra en la prevención de la salida del contenido del quiste. Algunos estudios sugieren que es más frecuente que el contenido del quiste se salga con la laparoscopia mientras que otros estudios no encuentran diferencias o no ven aumento de la morbilidad cuando hay salida del contenido. La culdotomia y el uso de una bolsa endoscópica para muestras se han asociado con menores índices de salida. Menopausia En la posmenopausia, los ovarios se hacen más pequeños. El volumen ovárico se relaciona con la edad, el estado menopaúsico, el peso, la talla y el uso de hormonas exógenas Una constitución corporal y un tamaño uterino mayores hacen más difícil la palpación y la evaluación del tamaño ovárico, en particular en mujeres posmenopaúsicas y la ecografía transvaginal es bastante más precisa que la exploración clínica. Se sugiere la ecografía transvaginal junto con el examen pélvico anual en mujeres posmenopáusicas con sobrepeso. Aunque es muy difícil diagnosticar el cáncer de ovario en etapas tempranas, el concepto de que este es con frecuencia asintomático, ha sido cuestionado. Los síntomas pueden incluir dolor de espalda, fatiga, distensión y dolor abdominal, estreñimiento y síntomas urinarios. Estos síntomas son más graves y de inicio más reciente en mujeres con neoplasias malignas de ovario. Sin embargo, el valor predictivo positivo de estos síntomas no es alto para predecir la enfermedad en etapas tempranas y su uso para iniciar la evaluación sobre el cáncer de ovario resulta en el diagnostico en solo 1 de cada 100 mujeres de la población general con estos síntomas. El cáncer de ovario es fundamentalmente una enfermedad de la posmenopausia. La incidencia aumenta con la edad y la media de edad de las pacientes es de 56 a 60 años. Con el aumento del uso de la ecografía ha aparecido un nuevo problema en las mujeres posmenopáusicas: el hallazgo de un quiste ovárico pequeño. Esto es problemático de modo particular en una mujer totalmente asintomática y cuya exploración ecográfica se realizó por otra indicación no relacionada con un trastorno pélvico. Se ha sugerido que cuando el quiste es asintomático, pequeño (menor de 5-10cm de diámetro), unilocular y con un tabique fino, con una concentración normal de CA125, el riesgo de malignidad es muy bajo y estas tumoraciones pueden llevar a un tratamiento conservador sin cirugía. La cirugía estará indicada en algunas mujeres con antecedentes familiares evidentes de cáncer de ovario, mama, endometrio o colon, o con una tumoración en crecimiento. El uso de Doppler color y de otras técnicas ecográficas puede ser de ayuda para distinguir los tumores benignos de los malignos, aunque la función de la ecografía Doppler continua siendo controvertida. Diagnóstico Los antecedentes personales y familiares son útiles para detectar a mujeres con aumento del riesgo de desarrollar cáncer de ovario. Varios síndromes hereditarios cancerosos incluyen neoplasias ováricas. Sin embargo, las pacientes con formas hereditarias de cáncer epitelial de ovario solo son un pequeño porcentaje de todos los casos, del 90% al 95% de los casos de cáncer de ovario son esporádicos y sin riesgos hereditarios identificables. En las mujeres posmenopáusicas con tumoración pélvica, la medida del CA125 puede ser útil para predecir una mayor probabilidad de malignidad, que puede orientar las decisiones sobre el abordaje, las revisiones o la derivación a otro profesional. En la actualidad, un alto índice de sospecha, tanto por la mujer como por el médico, representa la mejor forma de detectar un cáncer de ovario en etapas tempranas. Los síntomas persistentes como el aumento del tamaño del abdomen, distensión, astenia, dolor abdominal, indigestión, incapacidad para comer normalmente, frecuencia urinaria, dolor pélvico, estreñimiento, dolor de espalda, incontinencia urinaria de nueva aparición o pérdida de peso no esperada requieren el estudio y la consideración de un posible cáncer de ovario. Están indicadas la exploración física, la ecografía transvaginal y la medida del CA125. Una concentración de CA125 normal se descarta el cáncer de ovario. Hasta el 50% de los tumores malignos de ovario en etapa temprana y del 20% al 25% de los cánceres avanzados tienen valores normales del CA125. Tratamiento Una tumoración compleja sospechosa o persistente requiere el estudio quirúrgico. La cirugía debe realizarla un médico adecuadamente entrenado en estadificar y citorreducir el cáncer de ovario, como un especialista en ginecología oncológica, en un hospital con los medios y los especialistas necesarios para optimizar los resultados. La estadificación quirúrgica exhaustiva facilita el tratamiento oportuno y optimiza el pronóstico.