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Congreso Internacional “Mujer y varón, la totalidad del humanum” 1 A veinte años de la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem2 Hna. Luisa Escobar3 En el marco del vigésimo aniversario de la carta que Juan Pablo II escribiera sobre la dignidad de la mujer, es que se celebró en Roma el Congreso Internacional convocado por el pontificio Consejo para los Laicos, los días 7, 8 y 9 de febrero de 2008. Este primer encuentro internacional contó con la participación de más de 260 participantes provenientes de 49 países de los 5 continentes, y lo componían delegaciones de 40 Conferencias Episcopales, representantes de 28 Movimientos y Nuevas Comunidades Eclesiales, 16 Asociaciones Femeninas Católicas, 9 Institutos Religiosos Femeninos y mujeres líderes de los distintos campos de la cultura. El Congreso tuvo como objetivo trazar un balance del camino recorrido en los últimos veinte años en el ámbito de la promoción de la mujer; impulsar una reflexión sobre los nuevos paradigmas culturales y sobre las dificultades con las cuales las mujeres deben enfrentarse para vivir la propia identidad y para colaborar en fecunda reciprocidad con los hombres en la edificación de la Iglesia y de la sociedad; invitar a las mujeres, en cuanto protagonistas en la misión de la Iglesia, a poner al servicio del apostolado, de la familia, del mundo del trabajo y de la cultura todas las riquezas del “genio” femenino, iluminado por un camino de santidad. Desde esta perspectiva de fondo el Congreso abordó el intenso trabajo de panelistas y congresistas. Para realizar una auténtica promoción de la mujer, no es posible plantear la reflexión aislando lo femenino de la realidad humana, se debe entonces comprender lo femenino a partir de una antropología que recupere el valor de la persona y resalte la relacionalidad entre lo femenino y lo masculino, valorando las respectivas características específicas. Al respecto el Papa, en la audiencia del día 9 de febrero, nos señaló: “Se necesita una renovada investigación antropológica que, basándose en la gran tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de la ciencia y las actuales sensibilidades culturales, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo en la identidad femenina, sino también en la masculina, que con frecuencia también es objeto de reflexiones parciales e ideológicas”. La bienvenida e introducción oficial, nos la dio el Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Cardenal Stanislaw Rylko. El desarrollo del congreso, podríamos sintetizar, se estructuró en tres momentos fundamentales. Un excursus histórico sobre el rol de la mujer en la Iglesia que partió con un balance de los veinte años transcurridos después de la publicación de “Mulieris dignitatem” ofrecido por el cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Toledo. Y en el centro de esta primera parte, una reflexión sobre la novedad constituida por la relación de Jesús de Nazaret con María y las mujeres en el Evangelio. 1 El detalle del programa y las ponencias del congreso se pueden encontrar en www.laici.org. Artículo publicado en revista Servicio, nº 286, mayo 2008. 3 La Hna. Luisa Escobar, religiosa carmelita misionera, es directora del Área Agentes Evangelizadores de la CECh. 2 En un segundo momento se realizó el análisis del aporte teológico y antropológico ofrecido por Juan Pablo II en la Mulieris dignitatem. En la carta apostólica, el Santo Padre ha querido destacar con firmeza el significado de la “novedad evangélica” en la relación mujer-varón. Partiendo del fundamento bíblico de las cartas paulinas, Juan Pablo II invitaba a superar la lectura de la relación de la mujer con el marido en clave de subordinación, proponiendo a ambos la “sumisión recíproca en el temor de Cristo” (n. 24). A la luz de la Revelación cristiana, el Papa aspiraba a una visión antropológica de la “unidad de los dos”, de la igual dignidad del hombre y de la mujer en cuanto llamada a la reciprocidad, según la esencia misma de la naturaleza humana, que es al mismo tiempo masculina y femenina. El tercer cuadro de reflexión, se refirió a los problemas y tendencias culturales contemporáneas. En esta perspectiva, el Congreso se propuso evidenciar la urgencia de poner en práctica las profundas intuiciones de Juan Pablo II recapituladas en la Mulieris dignitatem. Se constata que los nuevos paradigmas culturales tienden a anular las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana hasta el punto de negar la propia estructura antropológica del hombre y de la mujer. Frente a esta situación de grave desorientación, la Iglesia reafirma el grande valor y la altísima dignidad del ser mujer. En respuesta a estas preocupaciones y desafíos, el paso siguiente fue la reflexión sobre la “Responsabilidad y participación de la mujer en la edificación de la Iglesia y la sociedad” y sobre “El rol y la misión de la mujer”. En este sentido, las ponencias analizaron la feminidad y la vocación de la mujer a realizar la propia misión en la Iglesia y en la sociedad partiendo de sus dos características fundamentales: por un lado su vocación a la maternidad, que no es sólo un dato biológico, sino que es una dimensión que atraviesa la psiqué y el espíritu. No se trata por lo tanto de una reflexión que reduce la maternidad a una perspectiva meramente naturalista, definida por la corporeidad de la mujer, más bien se trata de una comprensión del cuerpo como manifestación del espíritu. Por otro lado, se profundizó en el modo particular sobre cómo la mujer deba participar en la edificación de la cultura en el ambiente de la familia, de la educación y en todas las dimensiones cruciales de la sociedad, tales como los medios de comunicación, la ciencia, el arte, la vida pública y la política. Las mujeres podrán realmente llevar a cabo su misión como laicas, estar presentes y ser responsables en la Iglesia y en el mundo, sólo a partir de su vocación a la maternidad y de su específico aporte a la cultura. Establecer estas dos coordenadas ayudará a evitar el riesgo de separar la naturaleza humana de la dimensión cultural, de modo que, lejos de todo antagonismo, las dos dimensiones puedan integrarse en la identidad femenina y masculina. El último día se inició con la audiencia de Benedicto XVI a todos quienes organizaron, participaron y acompañaron el Congreso, y terminó con un breve trabajo por continentes que nos planteó la urgencia de buscar caminos para sistematizar la reflexión y la acción pastoral de acuerdo a las diversas realidades, a partir de las conclusiones de este encuentro. Un gran desafío planteado en el congreso es la urgencia de un nuevo feminismo que reconozca apropiadamente el genio femenino y su aportación tanto a la Iglesia como a la sociedad. Este nuevo feminismo, busca “reconocer y expresar el verdadero genio femenino en todas las manifestaciones de la convivencia civil, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación”, según palabras del cardenal Stanislaw Rylko. Con algunas de las palabras finales conclusivas del presidente de pontificio consejo para los laicos, que nos ponen de cara al presente y futuro el compromiso todas y todos los que participamos, cerramos este articulo. El Papa Wojtyla ha abierto a la antropología cristiana los horizontes nuevos de una antropología unidual. La enseñanza profética y amplia de dignidad de la mujer es una respuesta providencial a la crisis de la cultura post moderna y nos proyecta hacia un programa de vida de belleza entusiasmante. A nosotros corresponde el deber de actualizarlo. Con contribución de todos se ha trazado aquí un amplio panorama sobre la situación de la mujer en los ámbitos de vida social, económica, política, cultural, religiosa y eclesial… Este congreso ha brindado también la oportunidad de confronte con nuevos paradigmas culturales. La denuncia de los males que afligen a la humanidad post moderna es necesaria, pero no es suficiente. Se requieren testimonios auténticos y persuasivos, modelos a los cuales mirar para aprender cómo salvaguardar en nuestro tiempo la dignidad de hombres y mujeres. El evangelio que somos llamados a proclamar es un gran “sí” de Dios al hombre y a la mujer, un “sí” sellado con la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios muerto y resucitado por nosotros. Por lo tanto el mensaje de este convenio es un mensaje de esperanza para las mujeres y los hombres de hoy: ser cristiano vale la pena, ser cristiano es hermoso. Cristo abre a toda mujer y a todo hombre, en cualquier situación que se encuentre, horizontes fascinantes de grandeza y santidad, porque es Él el que revela definitivamente el hombre al hombre: masculino y femenino. Solo así se podrá nacer a una nueva cultura, una cultura amiga de la persona humana que “existe siempre y sólo como hombre y mujer”. Cristo cuenta con cada uno y cada una de vosotros.