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SAN JOSÉ CUSTODIO DE LOS DOS CORAZONES
OFRECIMIENTO:
Oh glorioso Patriarca, San José, a Vos vengo para veneraros de corazón como al más fiel esposo de la
madre de Dios, como cabeza de la familia más santa, como padre nutricio del Hijo de Dios, y como el
leal depositario de los tesoros de la Santísima Trinidad.
En vuestra persona honro la elección del Padre que quiso compartir con Vos la autoridad sobre su
Unigénito Hijo; venero la elección del Hijo divino quien quería obedeceros y recibir su sustento ganado
por el trabajo de vuestras manos; la elección del Espíritu Santo, quien os confió su castísima esposa.
Os ensalzo porque habéis llevado en vuestras manos al Niño Dios, estrechándole a vuestro pecho,
transportado de alegría.
Te pedimos tu intercesión ante Dios padre que te concedió el grandísimo honor ser el primero en
adorar a Jesús, tu que lo adoraste desde el momento en que nació y con tus manos lo recibiste y fuiste
el primero junto con la Virgen María en adorar a Jesús.
I ESTACION:
Padre nuestro, Ave María, Gloria. En los cielos y en la tierra.
LECTOR UNO:
Cuando hablamos de San José, hay un silencio que envuelve a su persona; silencio que vivió toda
su vida. Su misión fue, después de la Santísima Virgen María, la más importante que Dios le haya
encomendado a criatura alguna, y al mismo tiempo la más escondida: salvaguardar "los tesoros de
Dios" (Jesús y María) y proteger con su silencio, presencia y santidad el misterio de la Encarnación
y el misterio de la Santísima Virgen María.
Para hablar de San José, es necesario hablar del silencio, pues es el santo del silencio, porque
desde ahí supo contemplar el misterio del plan de Dios y porque solo en el silencio se encuentra lo
que se ama. Solo en el silencio amoroso es desde donde se puede contemplar el misterio más
trascendente de la redención, de un Dios que por amor se ha hecho hombre como nosotros.
Bien podemos decir que San José es el santo modelo de la fe, porque supo esperar contra toda
desesperanza, por la fe aceptó a María y por la fe aceptó ser padre en esta tierra de Jesús hecho
niño.
Llama la atención que no escribió nada, no se tiene referencia que haya dicho algo, simplemente
obedeció con gran docilidad. Siempre a la escucha de la voz de Dios, siempre dispuesto a obedecer
a Dios, a pesar de que, más de una vez, las cosas que se le mandaban no eran fáciles de aceptar.
La simplicidad de vida, el sentido común vivido con amor, haciendo ordinarias las cosas más
extraordinarias… y viviendo extraordinariamente lo ordinario, porque todo lo vivió en referencia
al Padre.
LECTOR DOS:
¿CÓMO VIVE SAN JOSÉ SU VOCACION, COMO CUSTODIOS MARÍA, DE JESÚS, DE LA IGLESIA?
Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total,
aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el
Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a
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María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén
para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida
a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa
de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.
S.S. Francisco nos dice en la Homilía de la misa de inicio de su Pontificado (21 de Marzo 2013.
Solemnidad de La Virgen maría y San José): Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos,
disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió. Dios no quiere una
casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien
construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» porque
sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a
las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a
lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, vemos cómo se responde a la
llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la
vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, para
salvaguardar la creación.
Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una
dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la
creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san
Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que
vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente
por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de
nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan
recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se
convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un
recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la
custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones
de Dios.
II ESTACION DE RODILLAS:
Santísimo Señor San José pedimos tu intercesión para vivir en silencio atentos a la voluntad de
Dios.
Padre nuestro. Ave María. Gloria. En los cielos y en la tierra…
LECTOR TRES:
En la primera venida del Hijo de Dios al mundo, las vidas de María y José fueron radicalmente
escondidas; ahora --en estos momentos tan difíciles de la historia-- han salido a relucir para dar a
los hombres testimonio del amor de Dios por la humanidad, y de lo que hace en los corazones de
aquellos que son fieles a Su voluntad. Y así vemos como se ha despertado en estos tiempos, un
nuevo interés en la persona de San José, en su santidad, en su misión y en su intercesión.
S.S. Juan Pablo II escribe "Redemptoris Custos"; donde nos habla de la misión de San José
especialmente en estos tiempos donde la Iglesia enfrenta grandes peligros. De manera particular,
Dios quiere hacer relucir la persona y misión de San José en su relación con los Sagrados
Corazones de Jesús y María. La primera indicación de ello fue dada en las apariciones de la Virgen
de Fátima, en Portugal. En la última aparición de la Virgen, el 13 de octubre, San José aparece junto
con el Niño Jesús y bendice al mundo.
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Sor Lucía, la principal vidente, relata lo sucedido: "Mi intención en gritar a la gente que miraran
hacía arriba, no era llamarles la atención hacia el sol, porque yo no estaba consciente de su
presencia. Fui movida a hacerlo bajo la dirección de un impulso interior. Después que Nuestra
Señora había desaparecido en la inmensidad del firmamento, contemplamos a San José con el Niño
Jesús y a nuestra Señora envuelta en un manto azul, al lado del sol. San José y el Niño Jesús
aparecieron para bendecir al mundo, porque ellos trazaron la Señal de la Cruz con sus manos.
Cuando un poco más tarde, esta aparición desapareció, vi a nuestro Señor y a la Virgen; me parecía
que era Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor apareció para bendecir al mundo en la
misma manera que lo hizo San José. Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una
vez más, esta vez como Nuestra Señora del Carmen."
Ese día en Fátima se hicieron presentes los Dos Corazones y San José. Dios nos revela los
Corazones de Jesús y María pues ellos son la esperanza de la humanidad. Es el amor y la
misericordia de estos Dos Corazones la que salvara al mundo del pecado y de la muerte. Pero el
misterio de la presencia de San José revela que, unido al amor de los Dos Corazones, Dios espera y
busca el amor y la respuesta del hombre para con su hermano. El hombre, con su amor,
intercesión y reparación, sumergidos en el amor de Jesús y María, también debe alcanzar gracias
de conversión para la humanidad. Dios salvará la humanidad por medio del amor: el amor de Jesús
y María y de todos aquellos que, como San José, se unan y vivan dentro de este amor.
LECTOR CUATRO:
Aparición en Knock, Irlanda 1879
Ocurrió una sola vez: El 21 de agosto de 1879, Nuestra Señora, San José, el Cordero y San Juan
Evangelista aparecieron envueltos en una brillante luz celestial, en el aguilón sur de la iglesia
parroquial de Knock. Quince personas fueron testigos oculares, entre ellos jóvenes y ancianos,
hombres, mujeres y niños.
La aparición comenzó a eso de las 8 de la noche del jueves. Nuestra Señora tenía un largo vestido
blanco, abrochado en el cuello. Sus manos y ojos se elevaban hacia el cielo en postura de oración.
Sobre su cabeza tenía una brillante corona y donde la corona se ajusta a la frente, había una
preciosa rosa. A la derecha de la Virgen estaba San José, con la cabeza inclinada y virada
ligeramente hacia ella como si dando un respetuoso saludo. Vestía una túnica blanca. A la
izquierda de la Virgen estaba San Juan Evangelista, vestido como obispo, con un libro en su mano
izquierda y con la mano derecha levantada como si predicando. Sus vestidos también eran
blancos.
Junto a las figuras y un poco a la derecha, en el centro del aguilón, había un altar grande y sencillo.
Sobre el altar se paraba el Cordero mirando hacia el oeste y tras el Cordero se erguía una gran
cruz. Los ángeles revolaban en torno al cordero durante toda la aparición.
Los quince videntes presenciaron la aparición por 2 horas durante la lluvia y recitaban el Santo
Rosario. Una anciana, Brigid Trench, trató de besar los pies de Nuestra Señora.
La aparición tiene un profundo simbolismo del libro del Apocalipsis. El Cordero es Jesús. La Cruz
es donde se ofrece el Cordero al Padre como sacrificio. El altar de la misa es donde el sacrificio se
hace presente. Junto a la Cruz estaban María y San Juan. San José no pudo estar junto a la cruz pero
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ahora en el cielo ya la muerte no lo puede separar de la sagrada familia y los beneficios del
sacrificio de Jesús.
S.S. Juan Pablo II visitó el santuario el 30 de septiembre de 1979, conmemorando el centenario de
la aparición dándole la aprobación de la Santa Sede.
LECTOR CINCO:
LA UNIÓN DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ CON LOS DOS CORAZONES
Así, como por designio de Dios, el Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen está unido
"indisolublemente al Corazón de Cristo", de manera que estos Dos Corazones permanecieran
unidos para siempre y por ellos nos llegara la salvación, así mismo, por designio de Dios, el
corazón que más de cerca vive en alianza con éstos Dos Corazones es el corazón de San José.
Cuando contemplamos el corazón de San José, contemplamos un corazón puro, que dirige todos
sus afectos y acciones hacia aquellos que le fueron encomendados, cuya grandeza él supo leer y
entender. Todos los movimientos del corazón de San José tenían un solo objetivo: el amor de los
Dos Corazones. Por ellos trabajó; por ellos obedeció; por ellos sufrió; a ellos los defendió y
protegió sin interrupción. Su vida era para amar, consolar, proteger y cuidar a los Dos Corazones.
Hay que recordar que San José no era Dios hecho hombre, ni tampoco fue concebido inmaculado;
el nació con el pecado original igual que todos nosotros. Pero su corazón se hizo uno con el
Corazón de María y a través de ella, con el Sagrado Corazón de Jesús. Veamos cómo se da en San
José esta misteriosa unidad.
LECTOR SEIS:
EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ UNIDO AL CORAZÓN DE MARÍA, SU ESPOSA
El corazón de San José vivió en plena comunión con el Inmaculado Corazón de María. Ella fue para
él, igual que lo es para todos nosotros, el camino que lo condujo al misterio del Dios hecho
Hombre. En el sueño del ángel, oyó éstas palabras: "No temas tomar contigo a María tu mujer
porque lo nacido de ella es del Espíritu Santo." (Mt 1: 20) Con esto, es introducido no solamente en
el misterio de la Encarnación, sino también en el misterio del corazón excepcional de la Virgen
Santísima, escogida para ser Madre de Dios. San José se dio cuenta que el Mesías y Salvador, tan
esperado por su pueblo, había de llegar al mundo a través del seno maternal de María, la mujer a
quien Dios le había dado por esposa.
¿Cuál fue la respuesta de San José? "Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le
había mandado, y tomo consigo a su mujer" (Mt 1:24). En otras palabras, San José se consagra a
María, a su persona, a su corazón, y a su misión. Accedió a la voluntad de Dios quien designó que
él, y todo el género humano, había de recibir al Redentor por manos de María. Mucho más que
todas las generaciones que llamarán bendita a la Virgen por las maravillas que Dios ha hecho en
ella (cf. Lc 1:48-49), San José las supo ver, ponderar, y amar, levantándose así en su corazón, un
profundo deseo de protegerla.
San José vivó en perfección la consagración al Inmaculado Corazón de María. Es él, el perfecto
devoto de la Virgen, y nosotros debemos aprender de él. Él es el primer ejemplo del mensaje que
San Juan Eudes escuchó del Corazón Eucarístico de Jesús: "Te he dado este admirable Corazón de
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Mi Madre, que es Uno con el Mío, para ser Tu verdadero Corazón también...para que puedas
adorar, servir y amar a Dios con un corazón digno de su Infinita Grandeza".
Debemos pedirle que nos enseñe como amar con todo nuestro corazón a la Santísima Virgen, a
quien amó con todas las fuerzas de su corazón y de quien recibió, con profundo agradecimiento, el
Sagrado Corazón de Jesús, el Salvador.
III ESTACION DE RODILLAS:
Oh Dios, quien predestinaste a San José desde toda la eternidad para el servicio de tu eterno Hijo y
de su Madre, y le hiciste digno de ser el esposo de esta Virgen bendita y padre adoptivo de tu Hijo:
te rogamos que a través de todos los servicios que brindó a Jesús y a María en la tierra, nos hagas
dignos de su intercesión y nos concedas gozar de la alegría de su compañía en el Cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padre nuestro, Ave María, Gloria. En los cielos y en la tierra…
LECTOR SIETE:
EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ UNIDO AL CORAZÓN DE JESÚS
Después del de la Virgen, el corazón de San José es el que más cerca estuvo del Corazón del
Redentor. San José amaba con verdadero amor paternal a Cristo. Su corazón estaba unido de tal
forma al de Jesús, que mucho antes que San Juan se recostara sobre el pecho del Señor, ya San José
conocía plenamente los latidos del Corazón de Cristo y aún más, Cristo conocía perfectamente los
latidos del corazón de su padre virginal, puesto que toda su niñez la pasó recostado del pecho de
su padre, San José.
En esta comunión de "corazón a Corazón", ¿qué secretos insondables habrá descubierto San José
en el Corazón de su Hijo? El Ángel le había revelado en sueño que el Hijo de María era quien
"salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1:21). Entendió que el Corazón del Emmanuel era un
corazón humilde, misericordioso y redentor. Era el Corazón de Dios, formado por el Espíritu
Santo, que vino a salvar a su pueblo. No para una salvación meramente temporal, sino mucho más
profunda; era la salvación del mal que había entrado en el corazón humano: el egoísmo, el
desamor, la división, la injusticia.... el pecado.
Estos secretos insondables fueron conocidos plenamente por San José, por la intimidad de
contemplación de los corazones de Jesús y María. Lo encontramos al lado de la Santísima Virgen
en los misterios gozosos del Santo Rosario. Al convivir y contemplar lo que se desarrollaba en la
vida de Jesús y en la vida de su esposa, su corazón crecía en admiración y amor a Dios y en
ardientes deseos de participar plenamente en su obra.
LECTOR OCHO:
SAN JOSÉ Y EL TRIUNFO DE LOS DOS CORAZONES
La presencia de San José en dos de las apariciones de la Santísima Virgen aprobadas por la Iglesia -Knock y Fátima-- muestran el deseo de Dios de que se reconozca a San José. En la aparición de
Fátima vemos como Dios no dejó duda alguna de la importancia de San José en su plan para la
conversión del mundo a través del Inmaculado Corazón de María. Fue la misma Virgen María la
que anunció, en su aparición del día 13 de septiembre, de que en octubre no solo haría un milagro
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para que todo el mundo creyera, sino que San José vendría con el Niño Jesús a bendecir al mundo.
La Virgen le dijo:
"Continúen rezando el rosario para obtener el fin de la guerra. En octubre, Nuestro Señor vendrá,
así como nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen. San José aparecerá con el
Niño Jesús y bendecirá al mundo."
¿Por qué Dios hizo de la presencia de San José en Fátima, un elemento visible en el misterio del
triunfo que se avecina? Porque San José es el modelo para toda la humanidad de unión con los
Sagrados Corazones de Jesús y de María. Y además, lo que fue su misión en la tierra, continúa
siéndolo en el cielo: él fue y es el protector de los Dos Corazones. Él protegió el Corazón
Inmaculado de María y el Sagrado Corazón de Jesús, que latía en el seno de la Virgen. Los protegió
celosamente y por eso ellos triunfaron en su corazón. ¿Cómo no va a ser ahora quien los proteja,
asegurando su triunfo en los corazones de todos los hombres?
San José, dado como protector de los Dos Corazones en el principio, es ahora encomendado por
Dios como protector de toda la familia humana. De forma particular, San José es protector de todos
aquellos que aman a los Dos Corazones, que se han unido a ellos y que promueven su pronto
Reinado en la humanidad.
Es San José el que enseña de forma más plena a los apóstoles de los Dos Corazones, a tener plena
unidad interior con el corazón de Jesús y el de María, porque fue precisamente él, el tercer
corazón, que se unió a ellos en amor, en servicio y en fidelidad.
Son los apóstoles de los Dos Corazones los que de una manera nueva deben acogerse a la
protección de San José y pedirle a él que les enseñe a amar, a servir, a sacrificarse y a permanecer
unidos a éstos Dos Corazones como él lo hizo toda su vida.
TODOS:
ORACION A SAN JOSÉ (S.S. LEON XIII)
A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de
tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que
con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que
abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia
que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
Protege, ¡Oh! providentísimo Custodio de la Sagrada Familia, la escogida descendencia de
Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos propicio, desde el
Cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas; y, como en otro
tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora, defiende la Iglesia Santa
de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros
protégenos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo tuyo, y sostenidos por tu auxilio,
podamos santamente vivir, y piadosamente morir, y alcanzar en el Cielo la eterna felicidad. Amén
¡San José, Custodio de los Dos Corazones.... Ruega por nosotros!
Por las intenciones del Santo Padre y las benditas almas del purgatorio
Padre nuestro, Ave María , Gloria. Dales Señor el eterno descanso…
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