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MEDITACIÓN SOBRE LA CRUZ con san Eugenio El padre Fabio Ciardi, director del servicio general de estudios oblatos, nos ofrece una meditación sobre la cruz en seis cuadros, llevados de la mano por san Eugenio de Mazenod. En el contexto de nuestro primer año del trienio oblato y ante la inminencia de aquel “primer” Viernes Santo de este mismo trienio, nos ha parecido bien aprovechar esta propuesta para compartirla con toda la familia oblata. Esta meditación va acompañada por algunas fotos, numeradas e insertadas en una presentación “PowerPoint”. Se trata simplemente de una propuesta que podrá adaptarse en consonancia con los diversos contextos y lugares: esto vale sobre todo para los cantos que se proponen (por razones prácticas, son sobre todo estribillos, al estilo de Taizé), pero vale igualmente para otros elementos que uno quiera cambiar o modificar conforme a las circunstancias. Esperamos que esta propuesta de meditación sobre la cruz en compañía de Eugenio refuerce los lazos que nos unen como familia en torno a nuestro “padre común”. Aprovechamos la ocasión para enviaros la felicitación para la fiesta grande de la Resurrección del Señor. 1. La cruz oblata Foto: El Fundador al comienzo de su ministerio con la cruz como único distintivo. Diapositivas 2-4. No tendrán más signo distintivo que el propio de su ministerio, es decir, la imagen del Señor Crucificado. Este crucifijo será como las credenciales 2 de su embajada ante los diversos pueblos a los que son enviados. Será para ellos mismos como un monitor permanente que les recuerda la humildad, la paciencia, la caridad, la modestia, y las demás virtudes con que deben ejercer su santísimo y sublime ministerio. (Constituciones de 1818) Ojala nunca me hubiese apartado de ese estandarte de la Cruz del que fluyen la verdadera alegría y la verdadera felicidad. (Escritos Espirituales I, 15, p. 90) Oración Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Canto: Per crucem et passionem tuam libera nos Domine, libera nos Domine, libera nos Domine, Domine. 2. La cruz y la oblación Foto: La cruz del Fundador y la fórmula de su profesión. Diapositivas 4-5. Como el Misionero divino que ha querido ser “Oblato” – Oblatus est quia ipse voluit – nosotros llevamos ufanos el nombre de misioneros Oblatos. Esto quiere decir que “quisieran sacrificar su vida, si fuera necesario, por la salvación de las almas” (Prefacio). “Podrán así entrar en batalla y combatir hasta la muerte” (Prefacio). Jesucristo ha querido reinar mediante la cruz, ha querido que su poder radicara en la cruz: “No hagamos vana la cruz de Cristo”. Cuando Dios crea un apóstol, le pone una cruz entre las manos y le dice que vaya a mostrar y a anunciar esa cruz. Pero antes la planta en su corazón y, en 3 la medida que esté arraigada en el corazón del apóstol, la cruz que empuña en su mano obrará conquistas más o menos numerosas. Oblatos de María, que lleváis al cruz al pecho como signo de autenticidad de vuestra misión, miradla como símbolo de los sacrificios inherentes a vuestro ministerio para cumplirlo digna y fielmente. (L. Soullier, Circular 59, 17 de febrero de 1893, p. 20-21) Oración Oh Señor mio, oh Padre mio, oh amor mio! Haced que os ame; esto es lo único que os pido, porqué sé bien que ahí está todo. Dadme vuestro amor. Aunque ese tiempo execrable esté ya lejos de mí, está todavía presente en mi pensamiento. … Pero vos, mi Salvador, olvidadlo, para acordaros solo de vuestras misericordias. (Escritos espirituales, I, 14, p. 202) Canto: Misericordias Domini in aeternum cantabo. 3. Las pruebas de san Eugenio Foto: La cruz oblata y el corazón del Fundador. Diapositivas 7-8. Mientras los golpes venían de fuera no les hacía caso; pero hoy que Satanás ha logrado cribarnos y que sacudiendo su bieldo con violencia ha hecho pasar con la paja una porción de grano, parece tener que quedarse en los graneros del Padre de familia, estoy afectado hasta el punto de poder decir como Nuestro Señor: “Tristis est anima mea usque ad nortem”. (Carta al padre Mye, 31 de octubre de 1823) ¿Cuándo terminarán mis angustias? Desde Todos los Santos de 1828 no cuento un solo día que no haya estado saturado de amargura. El pasado, el 4 presente y el futuro pesan igualmente sobre mi corazón; no concibo cómo puedo existir. … ¡Ah! Si Dios hubiese permitido que muriera cuando todo estaba preparado, cuántas penas me hubiera ahorrado; pero que se cumpla su voluntad, lo digo con plena adhesión, a pesar de toda la oposición de la naturaleza contrariada en sus afectos más legítimos. (Carta al p. Jeancard, 26 de septiembre de 1829) Oración Señor, haced que luzca sobre mí un rayo de vuestra luz celestial para que pueda conocerme tal como soy a vuestros ojos; inspirad a mi alma los sentimientos de los que debe estar imbuida a la vista de sus pecados. … Oh Dios mío, acordaos de vuestras misericordias, pues sois mi Dios. (Escritos Espirituales, I, 15, p. 144) Canto: Oh, oh, oh, adoramus te, Domine. Oh, oh, oh, adoramus te, Domine. 4. La cruz al centro de nuestra misión Foto: El Fundador predica con la cruz en sus manos. Diapositivas 9-12. Estando todo dispuesto, al llegar la hora de la salida, nos pusimos en marcha procesionalmente, con el signo de nuestra redención al frente, mientras el pueblo cantaba cánticos y nosotros el Miserere y luego el Vexilla Regis que nos conmovía cantar al subir la montaña, la cual nos recordaba aquella en que nuestro divino Salvador consumó entre los más horribles tormentos la obra de la redención de los hombres. (Escritos Espirituales, I, 14, p. 137) Predicar como el Apóstol, «a Jesucristo, y éste crucificado… no con el prestigio de la palabra, sino por una demostración del Espíritu», es decir, mostrando que hemos meditado en nuestro corazón las palabras que anunciamos, y que hemos comenzado por practicar antes de ponernos a enseñar. (Constituciones, 1826) La cruz de Jesús ocupa el centro de nuestra misión. Como el Apóstol Pablo, predicamos «a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Cor 2, 2). Si llevamos «en el cuerpo la muerte de Jesús», es con la esperanza «de que también la vida de 5 Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor 4, 10). A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección (cf. Fil 3, 10). (Constitución 4) Oración San Eugenio, … enséñame a detenerme ante la Cruz para salir de mis hábitos y de mis rutinas. Enséñame a encontrar en la Cruz el único sentido de mi vida porque en ella se cristaliza el amor, el amor esperado y el amor recibido, el amor dado y el amor devuelto. Enséñame a mirar la Cruz como el espejo que me muestra mi verdadero rostro. No mi rostro de pobre hombre pecador e infiel. Sino mi rostro verdadero, aquel del que Dios se enamoró “cuando quiere que su corazón hable al mío”. Enséñame a encontrar el sentido de cada día “poniéndolo todo al pie de la Cruz… y quedando luego tranquilo”. (véase EE 14, n. 93) Enséñame a entusiasmarme con la locura de la Cruz y a decir cada día: “Es inconcebible ser amado hasta ese punto” , y a decir como tú, siguiendo a san Pablo: “Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme más que de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo quedó crucificado para mí y yo para el mundo” (Ga 6, 14). (B. DULLIER, 15 días con san Eugenio de Mazenod, p. 14) Canto: Misericordias Domini in aeternum cantabo. 5. La cruz del mundo Foto: Plantatio crucis a Marsella, Aix, La Ciotat. Diapositivas 13-19. La unión entre los hijos de los hombres y Jesucristo se llevó a cabo mediante la Cruz y sobre la Cruz. Es el lugar que nos vincula a Él y que nos hace partícipes de sus méritos, como si hubiéramos muerto con Él. (Carta Pastoral, cuaresma de 1860) Como los obreros evangélicos no cosecharán jamás frutos abundantes de sus trabajos si no tienen en gran estima los sufrimientos de muerte de Jesús, y no los llevan como de continuo en el propio cuerpo, los miembros de nuestra Sociedad se aplicarán con empeño a reprimir sus pasiones y a renunciar en 6 todo a su propia voluntad; y, a imitación del Apóstol, se gloriarán en las flaquezas, en las injurias, en las persecuciones, en las angustias sufridas por Cristo (Constituciones, 1826). “Somos invitados a contemplar la cruz, el sufrimiento de Cristo no sólo en nosotros sino también en los demás. Nuestro deseo es que “los hombres en quienes continúa su pasión [de Cristo] conozcan también la fuerza de su resurrección”. Esto nos recuerda la reflexión de Pascal: “Jesús estará en agonía hasta el final del mundo, es preciso no dormir durante este tiempo”. (F. JETTÉ, O.M.I. Hombre Apostólico, p. 39) Oración Dios, fuente de todo bien, que en la Cruz de tu Hijo nos has abierto los tesoros infinitos de tu amor, haz que, honrándolo con nuestra fe, cumplamos también con el deber de una justa reparación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén Canto: Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi, quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum. 6. La cruz, fuente de vida Foto: El p. Louis Lougen, Superior General, bendice con la cruz del Fundador. Diapositivas 20-21. El carisma oblato, don que intentamos expresar a través de nuestras vidas, es un camino de conocimiento y seguimiento de Jesús, cuya vida parece un fracaso total si le miramos colgado en la cruz, abandonado por casi todos sus compañeros. Parece que como oblatos, tanto asociados como religiosos hermanos o sacerdotes con votos, tenemos una fuente de vida dentro de nosotros que surge de esta experiencia de desolación y abandono. En esta total oscuridad, aparece la expresión más fuerte de amor incondicional: es el amor de un hijo por su padre, y el amor de Dios por su pueblo. 7 Fue la experiencia del joven Eugenio de Mazenod cuando entró en una iglesia un viernes santo de 1807. San Eugenio contempló a Jesús en la cruz ese viernes santo de una forma nueva, en la que no había percibido al Señor anteriormente. Toda su vida se removió cuando percibió que la sangre de Jesús, su vida entera, se entregó para darnos vida en abundancia. (L. LOUGEN, A los asociados oblatos reunidos en Otawa, 17 de febrero de 2011) Oración (De los Apuntes del retiro hecho para prepararse al sacerdocio, Amiens, diciembre de 1811: Escritos Espirituales, 14, p. 201-213) Me habéis creado para vos, no quiero ser más que para vos, trabajar por vos, vivir y morir por vos. (p. 207) Oh Dios mío, ¿no tengo sobradas razones para entregarme por entero a vuestro servicio, para ofreceros mi vida y cuanto soy, para que todo cuanto hay en mí se emplee y se consuma por vuestra gloria? Porque ¿por cuántos títulos os pertenezco? No solo sois mi Creador y mi Redentor, como lo sois de todos los hombres, sino que sois mi bienhechor particular, que me habéis aplicado vuestros méritos de un modo del todo especial; mi amigo generoso, que habéis olvidado todas mis ingratitudes… mi tierno padre, que habéis llevado sobre vuestros hombros a este rebelde, que lo habéis reanimado sobre vuestro corazón, que habéis lavado sus llagas … Dios bueno, Señor misericordioso, mil vidas empleadas en vuestro servicio, sacrificadas por vuestra gloria serían la menor compensación que vuestra justicia tendría derecho a exigirme. (p. 212) Canto: Per crucem et passionem tuam Libera nos Domine, libera nos Domine, libera nos Domine, Domine.