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La educación, su naturaleza y su función Emile Durkheim Durkheim formula la siguiente definición “La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquéllas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social”. Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él, tanto la sociedad política como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado. “La educación es un proceso de transmisión de conocimientos e ideología que se da principalmente entre generaciones, se trata de un proceso esencialmente social”. Esta afirmación del carácter social de la educación se asienta en su crítica del individualismo metodológico. El ser humano, desprovisto de educación, no es nada, ya que puede ser atribuido a la herencia, el niño, al integrarse a la vida, no aporta a ésta más que naturaleza de individuo. Es necesario que, por las vías más rápidas, a ese ser egoísta y asocial que acaba de nacer, se anteponga otro, capaz de llevar una vida moral y social. Ésta es en esencia la labor de la educación, y nos percatamos de inmediato de toda su grandeza. En otras palabras, el ser humano tal como lo conocemos es producto de la educación, es decir, de un conjunto de órganos especializados de la sociedad. Como la socialización del individuo, es decir, la incorporación de las habilidades y valores necesarios para la vida en una sociedad determinada se da por medio de la educación, corresponde decir que esta última es uno de los pilares en el proceso de creación de los individuos humanos. Esto es así porque los seres humanos existen como tales en sociedad: si al hombre se le “retirase todo cuanto debe a la sociedad: retrocedería a la condición animal.” Se puede decir que hay tantos tipos diferentes de educación múltiple como capas sociales diferentes hay en dicha sociedad, somos una sociedad dividida en clases sociales con distintos intereses, forzosamente tienen que existir distintos tipos de educación, pues la educación del empresario no puede ser la misma que la del obrero, a pesar de afectar sensiblemente la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Es evidente que la educación de nuestros hijos no debería depender del azar que les ha hecho nacer aquí o allá, de tales padres y no de tales otros. Pero, aun cuando la conciencia moral de nuestro tiempo hubiese obtenido la satisfacción a la que aspira, no por esto la educación se tornaría más uniforme. Este es el motivo por el cual vemos que, en todos los países civilizados, la educación tiende a diversificarse cada vez más y a especializarse; y esta especialización empieza cada día más pronto. La heterogeneidad que se produce de esta suerte no se basa, como aquella de la que habláramos anteriormente, sobre desigualdades injustas a todas luces. [en presencia del mejor Durkheim. Dicho de manera clara, en una sociedad capitalista (y de ella está hablando todo el tiempo, aunque no use el término) la educación no puede ser igual para todos. Esto es así porque dicha forma de organización social está basada en la existencia de clases sociales cuyos intereses son antagónicos, y la educación está obligada a reproducir dicha estructura de clases sociales, le guste o no a los educadores. Durkheim tiende a oscurecer la cuestión planteando implícitamente que dicha diversificación de los grupos sociales obedece a motivos técnicos, es decir, a una extensión de la división del trabajo. Pero hay que tener siempre en cuenta que la base de la división del trabajo es la separación entre los productores directos y los medios de producción. Se dice que el sistema educacional es “único” porque si bien la educación se halla dividida en distintos trayectos, cada uno de los cuales corresponde a una determinada posición social, es preciso educar a todos los individuos de esa sociedad en “una base común”. En las sociedades “menos evolucionadas” [pre capitalistas], esa base común está constituida por las creencias religiosas, dioses comunes, etc., cada una de las cuales exige pautas comunes de conducta. En la sociedad moderna [capitalista], y como consecuencia de la historia, “se ha ido constituyendo todo un conjunto de ideas sobre la naturaleza humana, sobre la importancia respectiva de nuestras diversas facultades, sobre el derecho y sobre el deber, sobre la sociedad, sobre el individuo, sobre el progreso, sobre la ciencia, sobre el arte, etc., que constituyen la base misma de nuestro espíritu nacional; toda educación, tanto la que lleva a las carreras liberales como la que prepara a cargos industriales, tiene por objeto el de grabarlos en las conciencias. En definitiva, cada sociedad labra “un cierto ideal del hombre, de lo que debe ser éste tanto al punto de vista intelectual como físico y moral (…) ese ideal es, en cierta medida, el mismo para todos los ciudadanos de un país…” (p. 52). [Esto no es otra cosa que la ideología de la clase dominante. Pero en Durkheim es presentada como la ideología de TODA la sociedad. Aquí entra a jugar con toda su fuerza el peso de la metáfora organicista en la construcción de la sociología de Durkheim. En un organismo no puede haber clases antagónicas; en cambio, si deben existir funciones que se complementan para lograr el estado de salud del organismo. Durkheim sintetiza la dualidad de objetivos de la educación del siguiente modo: La educación tiene “por misión la de suscitar en el niño un cierto número de estados físicos y mentales que la sociedad a la que pertenece considera como debiendo florecer en cada uno de sus miembros ciertos estados físicos y mentales que el grupo social específico considera asimismo como debiendo existir en todos aquéllos que lo constituyen. Por consiguiente, es la sociedad, en su conjunto, y cada ámbito social específico, los que determinan ese ideal que la educación realiza. La sociedad no puede subsistir más que si existe entre sus miembros una homogeneidad suficiente: la educación perpetúa y refuerza dicha homogeneidad, fijando por adelantado en el alma del niño las similitudes esenciales que requiere la vida colectiva. Sin embargo, por otra parte, sin una cierta diversidad toda cooperación resultaría imposible: la educación asegura la persistencia de dicha diversidad necesaria, diversificándose por sí mismo y especializándose. Durkheim sostiene que “Si empieza uno por preguntarse cuál debe ser la educación ideal, haciendo caso omiso de toda condición de tiempo y lugar, es que, implícitamente, se admite que un sistema educativo no tiene nada de real por sí mismo. Sostiene también que no existe una contraposición entre la libertad y la autoridad, sino que la primera sólo puede lograrse gracias al respecto a la autoridad y a la disciplina y por último, hay una caracterización verdaderamente antológica del educador: “No es del exterior que el maestro debe esperar que proceda su autoridad, es de sí mismo, tan sólo se la proporcionará un íntimo convencimiento. Ha de creer, no en sí, desde luego, ni en las cualidades superiores de su inteligencia o de corazón, sino en su labor y en lo trascendental de su cometido. El educador laico puede y debe experimentar un sentimiento parecido a éste [al del sacerdote]. Él también es órgano de una insigne persona moral que le es superior: la sociedad. De igual forma que el sacerdote es el intérprete de su dios, él es el intérprete de las grandes ideas morales de su época y de su país.” (p. 71). Esta es, según Durkheim, la fuente del respeto que recibe el maestro. En definitiva, al sacerdote “religioso” le opone una especie de “sacerdote laico”. ALBA GEORGINA RODRIGUE MUELA.