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APUNTES DE "TEORÍAS DEL UNIVERSO" (ANA RIOJA) 1. EL COSMOS GRIEGO 1. 1. QUÉ INTERESA CONOCER Los movimientos cíclicos de los astros son los responsables de los pocos acontecimientos regulares que tienen lugar en la Tierra: la sucesión de los días y las noches o el paso de la estaciones. Los cálculos previos de los movimientos astrales convenían a la agricultura, así como a la ganadería, la navegación, las acciones militares y los rituales mágico-religiosos. Surge, así, el objetivo de computar el tiempo con fines prácticos Uno de los temas fundamentales que presiden el nacimiento de la astronomía es la medición del tiempo y la confección de calendarios. Conviene observar para predecir. Pero no son solo las cuestiones prácticas las relevantes en el estudio del cielo: también es necesario darse una explicación sobre la forma, origen y estructura del mundo. Se trata de un tema teórico de carácter cosmológico referido al origen y configuración del universo. Se busca algún tipo de narración (racional o mítica) para dar cuenta de la aparición y formación del universo. 1. 2. POR QUÉ COMENZAR EN GRECIA Los griegos no fueron los primeros ni los únicos que contemplaron la bóveda celeste tanto con un interés predictivo como cosmológico; les preceden dos grandes culturas, la babilónica y la egipcia. En ambas se plantean los asuntos ya mencionados: necesidad de medir el tiempo por razones ligadas a la agricultura, a la crianza de los animales, a la navegación fluvial; y también el interés por narrar la historia del universo. Su habilidad de medir el tiempo con afán predictivo fue extraordinaria; pero para explicar el tema de la conformación del universo recurrieron a la deificación de ciertos cuerpos y fuerzas de la Naturaleza. El paso de esta cosmología mitológica a una cosmología astronómica se da en Grecia. En el contexto de la cosmología astronómica no cabe plantearse el conocimiento de la estructura del universo sin realizar observaciones precisas y acumular múltiples observaciones. No solo observaciones, sino que también se pretende pasar de la parte al todo, construyendo modelos teóricos que por un lado sobrepasan y por otro anticipan la propia experiencia. Un modelo es una construcción racional capaz de representarse y justificar un dominio dado de fenómenos. No se obtiene de la acumulación de observaciones, sino que supone una auténtica creación del intelecto humano cuyo objetivo es la construcción de una estructura teórica que, aunque no se percibe, es capaz de hacer entender lo que se percibe. La cosmología astronómica busca un modelo de universo, una estructura racional que permita integrar y organizar el conjunto de observaciones celestes que los pueblos han ido acumulando a lo largo de los siglos, lo cual implica imponer un orden racional a un conjunto de datos experimentales plurales e inconexos. 1. 3. EL LEGADO DE PLATÓN A partir de datos observable se ha ido configurando un mundo esférico en el que los planetas se hallan localizados a diferentes distancias del centro (el Sol y la Luna se asimilan a los planetas, no a las estrellas, aunque por sus peculiares características suelen merecer un tratamiento aparte. Las estrellas se sitúan en la periferia, equidistantes del centro ocupado por la Tierra. Su movimiento aparece como uniforme y circular, en cambio, el de los planetas resulta tan complejo que es recomendable su descomposición en otros más simples. Pero nada de esto son observaciones, sino interpretaciones de estas a partir de modelos teóricos concretos. Este modelo teórico, concretamente, comienza a abrirse camino en Grecia, con la escuela pitagórica, y adquiere sus rasgos definitivos en el entorno de la filosofía de Platón. -Pitagóricos Los pitagóricos ya afirmaron la forma esférica del mundo, la localización de las estrellas fijas en esa esfera última en rotación, el establecimiento de la esfericidad de la Tierra, o la ubicación de la Luna, el Sol y los planetas en el espacio que media entre la Tierra y las estrellas. También fue suya la descomposición del complejo movimiento observable del Sol en dos movimientos simples, el diurno y el anual. Para los pitagóricos, el movimiento de los astros ha de ser simplificado cuando la mera observación solo nos ofrece datos irregulares y desordenados, porque en el mundo rige una armonía universal. Esto hace obligatorio que tanto la distancia entre cuerpo celestes y sus movimientos deben ser armónicos. Los movimientos irregulares deben ser descompuestos en movimientos que adopten la figura simétrica por excelencia, el círculo. Es mérito de Pitágoras y sus seguidores haber aproximado la astronomía a la aritmética y a la geometría. En culturas anteriores, el papel de la matemática se limitaba a realizar actividades de medición; en los pitagóricas lo que se da es una relación directa entre la matemática y la estructura del mundo. La noción de ley, aplicada a los cuerpos celestes, es una conquista del espíritu griego. -La concepción platónica de la astronomía El problema fundamental que se aborda en el Timeo es cómo alcanzar el conocimiento verdadero, y no solo el conocimiento verosímil, del mundo sensible. Solo cabe ciencia de lo inteligible, por lo cual la física y la astronomía deben encontrar aquello inteligible del mundo sensible y trabajar sobre ello; hay que rastrear los elementos racionales de la realidad sensible. Esta ordenación racional pasa por ser partícipe de algunos signos distintivos del mundo de las Ideas. No en vano el mundo sensible ha sido dispuesto por el Demiurgo a imitación del inteligible; por ello es armonioso, regular, simétrico, bello. El lenguaje apto para expresar esa belleza no es sensible, sino racional: es el lenguaje matemático. Dado que únicamente hay verdadero conocimiento de lo que no cambia, solo es posible captar racionalmente lo que permanece invariante en todo cambio, la ley. La ley expresa relaciones invariantes, presentes en la naturaleza, que el científico ha de aprender y conocer. La primera pregunta de la astronomía es si tiene que tratar con los movimientos irregulares de los astros, que vemos, o con los circulares que se deducen racionalmente. Platón apostará por lo segundo, claro. La astronomía está ligada con la geometría: estudia los sólidos en movimiento. El problema planteado es cuál es la figura más adecuada a cada sólido y a sus movimientos. La respuesta no puede ser otra que la figura más simétrica, la más capaz de no verse alterada en transformaciones. Esa figura es la esfera (en tres dimensiones) y el círculo (en dos). Estos criterios de tipo matemático-estético van a traer consigo la adopción de compromisos muy precisos, que influirán decisivamente en el desarrollo de la astronomía desde el siglo IV a.C hasta el siglo XVII. Se resumen en: 1. Los cuerpos celestes y la Tierra son esféricos 2. El cosmos es esférico y finito 3. La Tierra está en el centro de la esfera cósmica 4. Todos los movimientos celestes son circulares 5. La velocidad angular de los cuerpos celestes es invariable 6. El sentido de los movimientos planetarios es siempre el mismo A partir de Platón la astronomía se moverá dentro de estos límites; su ruptura habrá de esperar a Copérnico, Kepler, Descartes y Newton, con quienes la esfera perderá su posición privilegiada, aunque seguirá sin desaparecer la extraordinaria importancia de la matemática en la explicación de la Naturaleza. El mundo, pues, queda dividido en dos regiones muy diferenciadas: la supralunar, arriba, y la sublunar, abajo. Lo perfecto, lo divino, reside arriba, mientras que lo imperfecto, lo humano, abajo. Y ahora empieza a menear: un poquito para abajo, un poquito para abajo, un poquito para arriba, un poquito para arriba, ¡Booooomba! -La teoría planetaria de Eudoxo La contribución de Platón es meramente teórica; no construye una teoría concreta en la que se muestre cómo los complejos movimientos celestes pueden reducirse a movimientos más simples. Debido al movimiento irregular de los planetas, en ellos reside el reto intelectual de búsqueda del movimiento simple que subyace. La representación del mundo que gozó de mayor popularidad en Grecia y después en la Europa medieval y renacentista fue la que representaba el mundo compuesto de ocho esferas concéntricas a la Tierra, que constituyen las órbitas de cada cuerpo celeste. Se trata de una representación simplista y esquemática: si los planetas, el Sol y la Luna viajaran cada uno en su esfera igual que hacen las estrellas en la suya, su movimiento aparente debería ser el mismo que el de las estrellas, cosa que no ocurre. Se plantea el reto de traducir los movimientos aparentes erráticos de los planetas en movimientos ordenados. Quien ofreció la primera respuesta fue Eudoxo, a él le debemos la primera teoría planetaria propiamente dicha, la teoría de las esferas homocéntricas. Eudoxo adoptó como punto de partida el movimiento circular que se origina por la rotación de una esfera sobre su eje, de modo que debía salvar las apariencias mediante la combinación de esferas en rotación. Introdujo, junto a las esferas que transportan un astro, otras vacías o sin astro, cuya función sería la de agregar su movimiento al de las anteriores; así, el movimiento circular del cuerpo en su esfera se vería mediado por el movimiento de las restantes esferas vacías, produciendo el movimiento complejo que se observa. Cuando nos ocupamos del Sol, una sola esfera ya no es suficiente. Eudoxo introduce una esfera para el movimiento diurno (con ello explica los días y las noches) y otra para el anual (con ello explica el paso de las estaciones). Dentro de la esfera anual introduce una tercera, cuya misión es explicar el movimiento latitudinal del Sol. Con la Luna hará uso de dos esferas, una para el movimiento diurno y otra para el mensual, así como otra tercera esfera para dar cuenta del movimiento latitudinal. En cada uno de estos sistemas de tres esferas, dos de ellas son vacías, mientras que la más interior es la que contiene el cuerpo celeste. De momento, pues, hay siete esferas (tres Luna, tres Sol, y la de las estrellas). ¿Y los planetas? Se necesita una primera esfera que de cuenta de la rotación diaria hacia el oeste, una segunda que sirva para explicar la vuelta completa que cada planeta realiza a lo largo de la eclíptica (período sidéreo). Hacen falta otras dos esferas, una para explicar el movimiento latitudinal, y otra para explicar el movimiento de retrogradación. Se precisan veinte esferas (cuatro para cada planeta) para salvar el comportamiento aparente de los planetas. Solo la cuarta transporta en su interior al planeta. Las otras tres están vacías, pero están ligadas entre sí. Son, pues, 27 esferas homocéntricas, y el centro común a todas ellas está ocupado por la Tierra. Esta teoría planetaria logra aproximarse a una explicación de los movimientos celestes complejos a partir de la combinación de movimientos circulares y uniformes. No llega a tener precisión cuantitativa. Esta teoría plantea numerosas dificultades. Por un lado, implica que los cuerpos celestes son equidistantes a la Tierra, pero el brillo de los planetas no es siempre el mismo, y esto se interpreta como acercamiento-alejamiento, por lo cual las esferas homocéntricas no son capaces de explicar las diferencias en el brillo de los planetas. La teoría de las esferas homocéntricas de Eudoxo es de carácter astronómico-geométrico, y deja intacta la cuestión cosmológica. Nos encontramos con siete subsistemas inconexos de esferas independientes, pero no con un sistema único del cosmos que integre todos los cuerpos en una representación global. 1. 4. FÍSICA Y COSMOLOGÍA EN ARISTÓTELES -Física terrestre y física celeste Mientras que Platón nos presenta un cosmos regido por un principio de ordenación geométrico, el cosmos de Aristóteles está gobernado por un principio de carácter físico, aunque también guiado por la idea de perfección, lo que determinará una jerarquización de los lugares. Al igual que Platón, asumirá la división del mundo en región sublunar y supralunar; pero mientras que Platón solo creía posible el conocimiento de la segunda, para Aristóteles son posibles una ciencia del Cielo y una ciencia de la Tierra, demostrando la aspiración a un conocimiento sensible. Es cierto que el mundo sensible es mutable, pero eso no significa que no haya nada estable que aprender de él. La ciencia no es conocimiento de las relaciones cuantitativas invariables, sino de las causas que determinan la aparición de los fenómenos. A partir de la observación de casos particulares, el intelecto establece ciertas propiedades esenciales que necesariamente han de pertenecer a todos los objetos de la misma clase. La física terrestre y celeste no se unifican en una sola, debido a su diferencia cualitativa sustancial. Física proviene de physis, que es Naturaleza. La física estudia los seres que componen la naturaleza, esto es, los seres naturales. Lo que define a los seres naturales, vivos o inertes, es lo siguiente. En primer lugar son susceptibles de cambiar de tres maneras: modificando su tamaño (cantidad), alterando sus cualidades (cualidad) y desplazándose localmente (lugar). Tienen en sí mismo el principio de esos cambios, la causa es intrínseca. La causa del cambio es su propia physis, definida como fuente de la que derivan todas las operaciones que no sean artificiales. Las causas de los cambios en los seres naturales se atribuyen a su physis; esto implica que debe haber varias physis o naturalezas, pues de lo contrario, todos se moverían de la misma manera. La física debe ocuparse de analizar esas distintas naturalezas internas y los movimientos que de ella resultan. Es fundamental esto: los cambios de estado fundamentales son aquellos que se deben a la iniciativa del propio cuerpo que cambia, y los demás son violentos; con Galileo, Descartes y Newton los cambios de estado serán por la acción de unos cuerpos sobre otros (fuerzas extrínsecas). -Las clases de materia y sus movimientos naturales Hay que indagar cuántas clases de movimiento local hay y a qué causas obedecen, y a través de ello saber cuántos tipos de materia hay. A los movimientos que los cuerpos realizan por sí mismos, Aristóteles les da el nombre de movimientos naturales; a los movimientos producidos por empuje o arrastre de cuerpos, les denomina movimientos violentos. La dirección de los movimientos naturales la marca la naturaleza del cuerpo que obra siempre de la misma manera. Dichas direcciones solo pueden ser dos: o en torno al centro de la esfera del mundo (circular), o de aproximación-alejamiento de dicho centro (rectilíneo). Hay, por tanto, dos tipos de movimientos naturales, rectilíneo y circular. Ambos son simples. Para la física aristotélica, los movimientos simples corresponden a los cuerpos simples (elementos). Aristóteles toma de Empédocles la teoría según la cual esas substancias elementales son cuatro y vienen definidas por ciertos pares de cualidades: tierra (fría y seca), agua (fría y húmeda), aire (caliente y húmedo), fuego (caliente y seco). A través de la observación, se advierte que en la Tierra unos cuerpos caen sobre su superficie, mientras que otros ascienden. Así, la materia se divide en intrínsecamente pesada o intrínsecamente ligera. En concreto, la tierra es el elemento pesado en términos absolutos, y el fuego el elemento absolutamente ligero. El agua y el aire son términos intermedios, el primero pesado y el segundo ligero. La ligereza se define como tendencia al movimiento rectilíneo ascendente, y la pesantez como tendencia al movimiento rectilíneo descendente. Aristóteles define la naturaleza como causa tanto de inicio como de cese de movimiento; la naturaleza como causa no opera siempre, sino que se activa cuando un cuerpo está en un lugar distinto del que le corresponde, y se convierte en causa de reposo cuando el cuerpo se halla donde debe. En ese caso el cuerpo en cuestión disfrutará de un reposo natural en su lugar natural. Los cuerpos celestes no poseen movimiento rectilíneo, porque de ser así caerían sobre la Tierra o se alejarían cada vez más, cosa que no sucede. Su movimiento es circular, lo que quiere decir que no están formados por ninguno de los cuatro elementos, presentes en la Tierra, que poseen movimiento natural rectilíneo. Aristóteles introduce un quinto elemento para referirse a la materia de los astros, el éter. Sus propiedades son: imponderabilidad (no guarda relación con el peso), eternidad, (lo que a su vez hace eterno el movimiento de los planetas); es ingenerable, incorruptible e inmutable. Los cuerpos ocupan lugares jerarquizados en el espacio en función de lo que son. En la parte supralunar se hallan los etéreos astros, imperturbables, siempre existentes sin cambio, en eterno movimiento circular y uniforme. En la región sublunar se sitúan los cuerpos terrestres, resultado de la mezcla inestable de cuatro elementos; se da un constante cambio de unos a otros (cambios de estado). Con Aristóteles salimos del ámbito de la astronomía geométrica para adentrarnos en el de la astronomía física; es la física la que nos habla de las causas de los movimientos, tanto celestes como terrestres. -Características cosmológicas Su punto de partida será el mundo antiguo: esférico, geocéntrico, geostático y compuesto de esferas concéntricas en las que se alojan estrellas y planetas. Aristóteles plantea un cosmos eterno, puesto que su materia no ha sido producida por causa alguna y no ha comenzado a existir en un tiempo dado. Defiende también la finitud del mundo, frente a atomistas como Demócrito y Leucipo; dirá que el mundo tiene límites, por lo que es posible hablar de una forma del mundo (que no es otra que la esfera). El universo no está en el tiempo (porque es eterno) ni en el espacio (porque lo es todo, y al no tener un término externo de referencia, pierde el sentido hablar de espacio. El universo no está en ningún lugar (el universo es el lugar). Hay un solo mundo con un solo cuerpo, la Tierra, ocupando el centro de la esfera cósmica. Al ser la Tierra el elemento absolutamente pesado, le corresponde siempre la posición central, y una vez en ese centro, no se moverá naturalmente, porque está en su lugar natural. La Tierra, por tanto, está en el centro y es inmóvil. (geocentrismo y geostatismo). La Tierra es esférica; no solo porque la esfera sea la figura perfecta, sino porque en eclipses como el de Luna, la Tierra arroja una sombre circular sobre la superficie lunar. -Origen y transmisión de la rotación de las esferas celestes Aristóteles se ocupa de la teoría de las esferas homocéntricas, a la que no hace ninguna aportación de carácter geométrico, pero sí mecánico. Anteriormente, era la esfera de las estrellas fijas la que transmitía el movimiento por frotamiento hasta llegar a la esfera de la Luna. Aristóteles pretende evitar esto, así que plantea un primer motor que no actúa en términos de causa eficiente, como haría un agente mecánico, sino en términos de causa final. El mundo no es una máquina que precise un impulso inicial, sino que la esfera de las estrellas fijas es puesta en movimiento teleológicamente. La razón de movimiento es un principio de finalidad intrínseco, que es asimismo un principio de lo mejor. 1. 5. LA ASTRONOMÍA GEOMÉTRICA DE PTOLOMEO Y SUS PREDECESORES Desde su origen, la teoría planetaria de Eudoxo y Calipo tenía que hacer frente a algunos problemas para los que no tenía solución. Por un lado, la inconstancia con la que aparentemente el Sol, la Luna y los planetas recorrían su órbita (violaba el principio de uniformidad de los movimientos celestes) y las variaciones visibles de su brillo y su diámetro (hacía suponer que su distancia con la Tierra variaba). Los astrónomos, pues, debían afanarse por encontrar nuevos modelos geométricos que, sin abandonar el principio de movimientos uniformes y circulares, permitieran dar mejor cuenta de las observaciones. -La escuela de Alejandría: la astronomía ptolemaica En el marco de los principios de uniformidad y circularidad establecidos por Platón, diversos matemáticos fueron haciendo aportaciones sucesivas a un modo nuevo de hacer astronomía, que tomará el nombre del último y más importante de sus artífices, Claudio Ptolomeo. En consecuencia, la astronomía alejandrina se conocerá como astronomía ptolemaica. La característica más distintiva de la astronomía ptolemaica, a diferencia de la producida en Atenas, es la sustitución de las esferas concéntricas por combinaciones de círculos con diferentes centros: epiciclos, círculos deferentes y círculos ecuantes. -El Sol y los planetas Se denomina anomalía zodiacal al hecho de que el Sol atraviese distancias semejantes en diferentes tiempos, lo que implica cambios en su velocidad. La aplicación del principio de uniformidad hace necesario salvar la igual duración de las estaciones y, por tanto, la velocidad angular constante del Sol en su movimiento anual. Por otro lado, las variaciones en su diámetro sugieren que su distancia a la Tierra varía, lo que tampoco es posible aplicando este principio. Para dar solución a estos problemas surgen los círculos excéntricos, que plantean que la velocidad angular y el tamaño del Sol no se mantienen invariantes a lo largo del año porque la observación no se realiza desde el centro geométrica de su órbita. Es decir, el centro de la órbita solar y el centro de la Tierra no coinciden. (Para que este modelo solar tenga valor predictivo, los astrónomos tenían que calcular la excentricidad de la órbita, esto es, la distancia que separa el centro de ésta del centro de la Tierra). Con los planetas, además, hay que tener en consideración su movimiento de retrogradación. Para explicarla se introducen el epiciclo y el deferente. El círculo deferente tiene como centro la Tierra, y el epiciclo tiene como centro un punto cualquiera del deferente. Los planetas se mueven circularmente siguiendo el círculo epicíclico, es decir, giran sobre un epiciclo que a su vez gira sobre un deferente. Los planetas también presentan su propia anomalía zodiacal, ya que recorren el zodíaco con velocidad no constante, lo que viola el principio de uniformidad de los movimientos. Para salvar esta anomalía se usa la misma hipótesis que con el Sol: círculos excéntricos. En este caso, el círculo excéntrico será el deferente. Aun así, la velocidad angular sigue sin ser constante en el deferente, por lo cual Ptolomeo se ve obligado a introducir el ecuante, que es un punto abstracto desde el cual el deferente se movería a una velocidad angular constante. -Claudio Ptolomeo Ptolomeo sistematiza los conocimientos astronómicos acumulados desde el siglo III a.C mediante el recurso a epiciclos y excéntricas. Además de sistematizar, realizó aportaciones fundamentales a la resolución del problema de los movimientos planetarios. Para dar explicación de las anomalías planetarias (la helíaca y la zodiacal), desde épocas previas Apolonio, se usaban ya combinaciones de epiciclos-deferentes y excéntricas. Ptolomeo introdujo un procedimiento nuevo, creado por él, el de los ecuantes. El ecuante es un punto abstracto respecto en el cual la velocidad angular del planeta es constante; y se introduce, precisamente, para salvar el inconveniente de que el centro de rotación del deferente supusiera una velocidad angular variable, lo que contradecía el principio de uniformidad. Esto plantea un problema básico, y es que los movimientos de los planetas, aun introduciendo el ecuante, siguen presentando una desigualdad en su velocidad angular, que el ecuante no consigue solucionar. Una de las preocupaciones que llevarán a Copérnico, trece siglos después, a cambiar este sistema, eliminando el ecuante, para restablecer el principio de uniformidad. -¿Cosmología ptolemaica? Astronómicamente hablando, la superioridad de los círculos ptolemaicos sobre las esferas de Eudoxo es indiscutible. Sin embargo, desde la perspectiva cosmológica y física, prácticamente conducen a un callejón sin salida. Desde el punto de vista matemático puede ser igual servirse de epiciclosdeferentes concéntricos o de excéntricas, pero desde la perspectiva física no, ya que el astro en la realidad no puede seguir simultáneamente dos trayectorias diferentes. No hay criterio físico que permita comprender qué es lo que puede llevar a un cuerpo celeste a mantenerse eternamente equidistante de un lugar vacío cualquiera. Entre la astronomía post-aristotélica y la física aristotélica se producen serios conflictos teóricos. La astronomía obliga a una revisión de la física y la cosmología imperantes, pero ella la astronomía carece de consecuencias físicas y cosmológicas porque su tarea consiste sólo en geometrizar los movimientos celestes, no en investigar sus causas naturales. Las hipótesis geométricas se formularon solo teniendo en cuenta los principios platónicos de circularidad y uniformidad, pero sin tener en cuenta los principios físicos aristotélicos. Al no tener una teoría propia al respecto, aceptaron en general la teoría física aristotélica. Ptolomeo defiende un cosmos esencialmente aristotélico, llegando a ofrecer argumentos propios para defenderlo (Ptolomeo afirma la inmovilidad de la Tierra ofreciendo el argumento de que si se moviera, los graves no caerían vertical, sino transversalmente). Estos argumentos parten de una física aristotélica, para la cual, si la Tierra se moviese, dicho movimiento debería ser perceptible. Copérnico deberá desmontar estos argumentos, pero aun sin salir del marco del aristotelismo. Habrá que esperar a Galileo y su principio de inercia para poder superar de manera efectiva tanto la cosmología como la física aristotélicas. Ptolomeo, al plantear su cosmología, combinará las esferas tradicionales con los epiciclos y excéntricas, introduciendo esferas huecas dentro de las cuales se mueve el planeta (41 esferas). Aunque rechaza la existencia de un primer motor: cada planeta, con su conjunto de esferas, forma un todo independiente, siendo el propio planeta la fuente de su movimiento gracias a la fuerza vital que reside en él. Ptolomeo consiguió sistematizar y perfeccionar la más exacta teoría astronómica que se formuló en muchos siglos, pero no logró restablecer la unidad de la imagen física del cosmos que Aristóteles persiguió con tanto afán. 2. EL COSMOS COPERNICANO 2. 1. DE PTOLOMEO A COPÉRNICO Trece siglos median entre ambos. Profundas transformaciones políticas acontecen (caída del imperio Romano de Occidente) pero la astronomía no avanza demasiado. Lejos de avanzar, en algunos casos se volvió a concepciones primitivas del universo que ya los griegos del siglo V a.C habían superado. La recuperación del saber griego obligó a los cristianos a enfrentarse a una astronomía (Ptolomeo) y a una cosmología (Aristóteles) dignas de tal nombre. En el nuevo horizonte intelectual no solo se tenían que armonizar los puntos de vista de astrónomos y cosmólogos, sino que además había que pasar las tesis griegas sobre el mundo por el filtro del pensamiento cristiano. La cristianización del pensamiento aristotélico jugó un papel decisivo en la cultura europea al facilitar la aceptación de un sistema físico y cosmológico cuya superioridad era manifiesta. A partir del siglo XIII, la cosmología dominante es aristotélica. Esto quiere decir que para la mentalidad de los últimos siglos de la Edad Media, el cosmos es concebido como esférico, geocéntrico, único, con las estrellas y planetas alojados en esferas concéntricas. Se mantiene la distinción entre un mundo sublunar y uno supralunar. Sin embargo, en astronomía los datos observacionales planteaban contradicciones con ese modelo cosmológico, que no podía explicar las variaciones de brillo o diámetro en los planetas. Así, en cuestiones celestes se podía tener, o bien una descripción y predicción matemáticas, o bien una comprensión y explicación cosmológica, pero no ambas cosas a la vez. El cambio en la astronomía acontece en el siglo XV por varias razones: la Iglesia necesitaba una reforma en el calendario juliano (lo cual exigía la reforma misma de la astronomía), y los navegantes (descubrimiento de América) precisaban mapas terrestres y celestes , lo cual requería perfeccionar las tablas astronómicas. Copérnico tendrá que enfrentarse a este dilema, y reformará la astronomía para acabar con este conflicto, aunque lo hará dentro del marco de la cosmología aristotélica. -Copérnico y la reforma de la astronomía Cuando previamente se habían salvado las apariencias irregulares de los planetas, se había hecho tomando la Tierra como sistema en reposo en el centro del mundo. Elegir el Sol como centro, como hizo Copérnico, implicaba rehacer de principio a fin el edificio erigido por Ptolomeo. Copérnico considera necesario superar el sistema ptolemaico para evitar los ecuantes en la interpretación de los movimientos celestes, porque los ecuantes no se corresponden con la razón, pues violan el principio de uniformidad de los movimientos. Copérnico, de fuerte influencia platónica, no aceptará un planteamiento que no se adecue a principios de razón y orden. Siendo platónico, tratará de dar cuenta de los movimientos aparentes de los planetas de modo que ponga al descubierto el orden inteligible que subyace en el cosmos. En el camino, renunciará al reposo de la Tierra y a su posición central, afirmará que no hay un único centro de rotación, que el Sol está en el centro del mundo, y planteará ciertos movimientos (rotación de las estrellas, anual y diario del sol, retrogradación de los planetas) como derivados de los dos movimientos de la Tierra (rotación y traslación). Una vez establecidos estos postulados, trata de encontrar el movimiento uniforme de los planetas escondido tras las apariencias. Copérnico sostendrá la firma convicción (de influencia platónica y pitagórica) de que la estructura subyacente al mundo es matemática. Las cosas sensibles se mueven según las propiedades de orden, armonía, simetría y simplicidad. Se da una necesidad de que los movimientos puedan ser explicados de manera racional tras haber superado (entendido) las apariencias. -De Revolutionibus Aquí Copérnico ofrece un argumento que tiene que ver con la reforma del calendario: debe determinar la duración exacta del año trópico (tiempo que transcurre entre dos pasos del Sol por el mismo punto equinoccial). Indica el comienzo y final de las estaciones. La Iglesia estaba interesada en esto para la fijación de Pascua y otras liturgias importantes. El hecho de que la reforma copernicana sirviera a la reforma del calendario hizo más aceptables sus inconvenientes teóricos. Copérnico no acepta las esferas homocéntricas, porque no se ajustan a datos observacionales como las diferencias de brillo y tamaño de los planetas. No acepta tampoco los círculos excéntricos, porque violan el principio de uniformidad del movimiento; asimismo, la teoría ptolemaica no funciona como un todo, sino que son una colección de herramientas de cómputo enlazadas entre sí pero sin estructura unitaria, y desligada de una cosmología adecuada. El conflicto astronomía-cosmología dejó en Copérnico la convicción de que toda astronomía geométrica debe coincidir en sus conclusiones y premisas con las tesis básicas de la cosmología y de la física (en aquel entonces, inevitablemente aristotélicas). En resumen: son tres las razones de su reforma: 1, reforma del calendario; 2, respetar los principios de la razón; y 3, conciliar astronomía y cosmología. 2. 2. ¿SE PUEDE MOVER LA TIERRA? ARGUMENTOS FÍSICOS EN DEFENSA DE LA MOVILIDAD TERRESTRE La respuesta a esta pregunta obedece a una pretensión cosmológica, pues los cálculos astronómicos pueden realizarse sin establecer si lo que se mueve es la Tierra o es todo lo demás. Pero (y esta opinión es compartida por Copérnico y Ptolomeo), a partir de la observación de lo que ocurre fuera de la Tierra, no es posible deducir su estado de movimiento o de reposo. Denominaremos a esto principio óptico de relatividad: lo único que cabe determinar es el cambio de posición aparente entre la Tierra y los cuerpos celestes, pero no la causa del cambio. En términos astronómicos, pues, no puede especificarse qué reposa y qué se mueve. Para escapar de la incertidumbre hay que observar lo que sucede en la Tierra, hay que indagar los cuerpos terrestres en su desplazamiento sobre la superficie de la Tierra. Para Aristóteles y Ptolomeo hacer esto significaba evidenciar el reposo de la Tierra. Los argumentos de ambos se reducen al siguiente silogismo: 1. Si la Tierra se moviera, se producirían ciertos efectos perceptibles derivados del movimiento terrestre. 2. Es así que no se aprecian tales efectos en los cuerpos que se mueven en ella (graves, proyectiles, nubes, pájaros, etc). 3. Luego la Tierra no se mueve. Cuando Copérnico trate de defender el movimiento terrestre, tendrá que contraargumentar las objeciones físicas en contra del movimiento de la Tierra planteadas desde la Antigüedad. -Argumentos físicos de los antiguos contra el movimiento de la Tierra Primer argumento. Según la física aristotélica, la tierra es el elemento pesado por excelencia. La pesantez significa tendencia intrínseca de los elementos que la poseen a dirigirse al centro del mundo. Luego la Tierra debería conservarse inmóvil en el centro del mundo como consecuencia de su peso. Segundo argumento. Según la física aristotélica, a cada clase de materia solo le corresponde un tipo de movimiento simple (descendente, ascendente o en círculo), lo que descarta la posibilidad de combinar movimientos. Así, si la Tierra se mueve, las cosas no podrán moverse con ella porque eso supondría componer su movimiento natural con el movimiento de la Tierra. Tercer argumento. Sostenido por Ptolomeo y Aristóteles, dice que si la Tierra tuviera un movimiento diario de rotación, sería tan violento y rápido que arrojaría fuera de ella a todo lo que hay en su superficie, y se desintegraría ella misma. Cuarto argumento. En una Tierra en movimiento las cosas no podrían caer como de hecho lo hacen, esto es, perpendicularmente al punto de la superficie terrestre situado justo debajo. Pues, mientras caen, dicho punto o lugar se habría desplazado. Quinto argumento. Si fueramos habitantes de una Tierra en rotación hacia el este, deberíamos observar que las cosas que flotan en el aire (nubes, pájaros) deberían dirigirse siempre hacia el oeste, pues la velocidad de rotación sería mayor que su velocidad propia. No observamos tal cosa, luego la Tierra no se mueve. La respuesta no será fácil, pues Copérnico deberá usar aún concepciones aristotélicas para dar respuesta a las objeciones. Como la transformación de la física no tendrá lugar hasta un siglo después, lo único que hallamos en Copérnico son hipótesis ad hoc introducidas, en el marco físico heredado, a fin de salvar su propia teoría astronómica. -Respuestas de Copérnico a las objeciones Respuesta al primer argumento. Cambiará el paradigma bajo el cual los antiguos llegan a la conclusión de que la Tierra no se mueve: dirá Copérnico que el centro de gravedad de los elementos terrestres es el centro de la Tierra, que no coincide con el centro de la esfera celeste. Copérnico sigue concibiendo la gravedad como una tendencia intrínseca de los cuerpos, y no como la consecuencia de la acción de unos sobre otros. Lo que hace es multiplicar los centros de gravedad, de este modo se anula la objeción, pero no deja de ser un argumento ad hoc. Para ello, además, debe cambiar la definición tradicional de gravedad, que ahora es "la tendencia de todo cuerpo a preservar la forma esférica". Respuesta al tercer argumento. Copérnico dice que si la Tierra se mueve lo hará con movimiento natural, no violento. Y un movimiento natural no puede desencadenar procesos que atenten contra el buen orden del mundo. La Naturaleza nunca actúa en contra de sí misma. Respuesta a los argumentos 2, 4 y 5. Para los antiguos si la Tierra se moviera deberíamos observar evidencias perceptibles. Copérnico contraargumenta esta objeción planteando como posible la composición de movimientos. Para Copérnico, todo lo que está en la Tierra, ya esté en contacto o no, comparte el movimiento terrestre. Pero para los objetos aéreos, ¿cuál es la fuerza que los mueve, si no están en contacto con la Tierra? Los mueve el aire, porque el aire participa de la misma naturaleza que la Tierra, por estar él mismo mezclado con materia terrestre y acuosa. En resumen, el supuesto movimiento de la Tierra no ha de producir efectos perceptibles en las cosas que se mueven con ella. La razón estriba en que todo comparte su movimiento natural. Pese a que la argumentación altera supuestos básicos aristotélicos, seguimos instalados en la física de los movimientos naturales. Solo la posterior física inercial será capaz de responder al desafío intelectual que representa la hipótesis de una Tierra móvil. -Interpretación de las apariencias celestes en términos heliocéntricos. La astronomía copernicana Copérnico intenta mostrar que los datos observables de los cuerpos celestes pueden ser descritos y predichos en el marco de una astronomía heliocéntrica, con un grado de precisión no inferior al de Ptolomeo. Copérnico no modifica el modelo básico de universo construido unos veinte siglos antes y que Kuhn bautizó como "universo de las dos esferas". Poco ha cambiado respecto del cosmos griego finito, esférico, único, ordenado. Usa las mismas herramientas que los ptolemaicos: círculos epicíclicos, deferentes, excéntricos; su presencia es necesaria mientras se siga suponiendo la circularidad de las órbitas. Lo que evita es el uso de ecuantes. Copérnico está persuadido del antiguo principio según el cual "el movimiento de los cuerpos celestes es uniforme, circular y perpetuo o compuesto de movimientos circulares". Sus conceptos astronómicos, físicos y cosmológicos son heredados de platónicos, aristotélicos y ptolemaicos. No obstante, todo cambia al introducir la arriesgada hipótesis del movimiento de la Tierra. Al introducir esta hipótesis, muchos de los movimientos antes considerados ahora serán consecuencia del movimiento terrestre. Entre estos movimientos están: movimiento diurno de las estrellas hacia el oeste, movimiento diurno y anual del Sol, movimiento diurno de la Luna y los planetas, y movimiento de retrogradación de los planetas. Solo dos se mantendrán: el movimiento mensual de la Luna alrededor de la Tierra, y el movimiento orbital de los planetas alrededor del Sol. Copérnico fija un triple movimiento para la Tierra: El primero es un movimiento de rotación diaria sobre su eje. Esto implica la inmovilidad de la esfera del cosmos, que ya no juega ningún papel mecánico. Esto implica que su papel ya no es importante, por lo que autores posteriores se plantearán su eliminación abriendo la posibilidad de un espacio infinito. El segundo es un movimiento anual de traslación alrededor del centro (el centro no es el Sol, puesto que las órbitas son excéntricas). Este movimiento convierte a la Tierra en un planeta. El Sol es privado ahora de su movimiento anual. Esto implica que las observaciones celestes ya no se realizan desde una plataforma en reposo ni desde el lugar central. El tercero es un movimiento de rotación anual del eje terrestre. Copérnico entiende que se produce una ligera variación de la dirección del eje de la Tierra, responsable de la precesión equinocial. Queda por considerar el movimiento de retrogradación de los planetas. En un modelo heliocéntrico, los movimientos de retrogradación desaparecen de manera sencilla. Si la Tierra posee un movimiento orbital propio, en su traslación unas veces será adelantada por los planetas inferiores y otras adelantará a los planetas superiores. Cuando esto sucede, un observador terrestre contemplará el fenómeno como si el planeta hubiera retrocedido en su órbita. Copérnico entendió la astronomía como un conjunto de postulados, no simplemente útiles para calcular los movimientos planetarios, sino susceptibles de ser verdaderos o falsos. Defendía una concepción realista de esa disciplina, y no meramente instrumentalista (como sí lo hizo Ptolomeo). Las razones que Copérnico invoca en favor de la descripción heliocéntrica del cosmos no constituyen pruebas que demuestren su verdad, sino que son indicios con capacidad de persuasión, que no pueden desvincularse de ciertos criterios de carácter estético. Sin embargo, es de mucha fuerza argumental el hecho de que poniendo a la Tierra en movimiento, se pueda dar cuenta de los movimientos celestes de manera sencilla, pues muchos de ellos desaparecen y el de retrogradación se explica sin necesidad de tantas complicaciones. 3. GALILEO La obra de Galileo "Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano" está dividida en cuatro jornadas, a lo largo de las cuales se establece un diálogo sobre las razones a favor o en contra de los dos grandes sistemas astronómicos, el geocéntrico de los aristotélico-ptolemaicos y el heliocéntrico de Copérnico. El tema a debate, por tanto, es el del movimiento de la Tierra, así como la consiguiente posición no central de esta. En la Segunda Jornada (parte) de sus diálogos, Galileo trata de responder a las objeciones físicas, y no astronómicas. En esta parte del diálogo no se pretendía saber si la hipótesis del movimiento terrestre permite explicar y predecir mejor las apariencias terrestres, sino debatir si dicha hipótesis es compatible con lo que percibimos, nosotros sus habitantes, sobre la superficie de la Tierra. La cuestión es muy sencilla: Si la esfera terrestre se moviera, como planteó Copérnico, ¿no debería dicho movimiento ser perceptible? ¿Es posible que giremos a altísima velocidad, tanto alrededor del eje de nuestra esfera como en torno al Sol y no lo notemos? ¿Acaso no tiene todo movimiento efectos perceptibles? Pongamos algunos ejemplos muy populares durante siglos y vigentes todavía en la época de Copérnico: 1. En una Tierra en reposo, los graves han de caer verticalmente. Pero en una Tierra en movimiento, mientras el grave desciende, la superficie terrestre se ha movido hacia el este, luego el observador terrestre debería ver caer el grave, no vertical, sino transversalmente. Como lo ve caer verticalmente, la Tierra no se mueve. 2. Esto mismo se plantea con respecto de proyectiles lanzados a un blanco de tiro. 3. En una Tierra en movimiento deberíamos experimentar un fuerte viento de cara. 4. Ningún observador terrestre podría contemplar nunca el vuelo de los pájaros o el desplazamiento de las nubes hacia el oeste, puesto que la Tierra los adelantaría siempre en su veloz giro hacia el este. Todos estos argumentos tienen un común denominador: el movimiento de la Tierra debería ser un movimiento operativo y afectar a cuanto se halla en ella, porque todo movimiento lo es, o sea, produce efectos que se dejan percibir. La ausencia de tales efectos perceptibles es prueba inequívoca de la carencia de dicho movimiento. Los argumentos se enmarcan, por tanto, en el contexto de una determinada teoría física acerca del movimiento: la aristotélicoescolástica, conocida como teoría de los movimientos naturales. El supuesto implícito en los cuatro ejemplos mencionados es la imposibilidad de que los móviles se desplacen conjuntamente con la tierra cuando viajan por el aire, es decir, cuando no están en contacto con ella; pues, en efecto, si compartieran su movimiento circular hacia el este, entonces todo sucedería igual que en una Tierra en reposo. El problema es que en el marco de la física aristotélico-escolástica ningún móvil podía tener dos movimientos (el vertical rectilíneo descendente propio del cuerpo y el horizontal circular de acompañamiento a la Tierra en el caso de la caída de los graves), además de que el horizontal circular resultaba completamente inexplicable al carecer de causa o motor. La tarea que Galileo emprende en la Segunda Jornada del Diálogo es reemplazar la física aristotélica por otra basada en lo que luego se ha denominado principio de inercia y principio mecánico de relatividad (él mismo nunca empleó estas expresiones). Tales principios pondrán de manifiesto que no todo movimiento es operativo (no todo movimiento produce efectos que se dejan percibir). Galileo romperá con la tradicional distinción entre movimiento y reposo (que en su marco inercial no serán incompatibles) y distinguirá entre movimiento inercial y movimiento acelerado, cuya importancia se pondrá definitivamente de manifiesto en las leyes de Newton. En definitiva, Galileo no demuestra que la Tierra se mueva, sino que su movimiento es físicamente posible. Para Galileo, la pregunta por el movimiento de la Tierra es decidible: la respuesta es unívoca, o sí o no. La problemática que plantea Galileo no es tanto que la Tierra se mueve, sino que la respuesta a la pregunta por su movimiento es decidible. Esta decidibilidad surge de la observación de los fenómenos mecánicos que acontecen en su superficie (fenómenos mecánicos son movimiento de cuerpos en la superficie terrestre). Una cosa es lo que sucede dentro de un sistema de referencia, y otra cosa es lo que sucede en la comparación de dos sistemas. Dentro de un sistema de referencia el movimiento no es decidible, porque se da una equivalencia mecánica entre movimiento y reposo para el movimiento compartido. Si nos preguntamos si un cuerpo se mueve, ha de ser con respecto a algo ajeno de su sistema de referencia (todo se mueve con respecto a algo que no comparta su movimiento), lo que indica que el movimiento es un puro cambio de relación. Desde un punto de vista de cambio de relación, no importa si es la Tierra la que se mueve o el Universo. Este cambio de relación es por completo ajeno a la naturaleza del móvil, como planteaba Aristóteles. Cuando las cosas están en contacto con la superficie terrestre, las arrastra la Tierra. Pero cuando están en el aire, ¿qué sucede con ellas? ¿De qué manera comparten el movimiento de la Tierra y los móviles aéreos, si no hay contacto? La materia ni tiene reposo natural ni movimiento natural, porque no es capaz de arrancar por sí misma ni de pararse por sí misma. Partiendo de esto, si nada la para desde el exterior, conservará lo que ha recibido. El planteamiento al que conduce Galileo es el siguiente: cuando un grave cae, tiene que compartir el movimiento del sistema mecánico al que pertenece. Al caer, el grave tiene un movimiento rectilíneo descendente, y un movimiento paralelo a la superficie de la Tierra. El movimiento vertical es no compartido, y el horizontal es compartido (por el observador, por la piedra y por la Tierra). Para el observador terrestre, no hay diferencia en la caída de un grave de si la Tierra se mueve o si la Tierra es inmóvil. Lo único que Galileo prueba es que el reposo no se puede probar: el movimiento de rotación de la Tierra, en tanto que habitantes de la Tierra, no podemos decidirlo. Ahora bien, desde el punto de vista astronómico, podrá decidirse una u otra cosa; pero desde el punto de vista de la Tierra no se puede responder a la pregunta por el movimiento. En este marco teórico, la materia es indiferente al movimiento, y ningún movimiento es "natural" en términos aristotélicos. No todo movimiento compartido es equivalente al reposo. Solo son equivalentes si se dan dos condiciones. El movimiento compartido es equivalente al reposo si el movimiento es uniforme; y solo es equivalente si es circular. (Esto dice Galileo, por tradición y porque le interesaba el mov. de la Tierra, pero Descartes dirá que la equivalencia se da precisamente en los rectilíneos). -Principio Galileano de Relatividad (1632) -Einstein: Principio Especial de Relatividad (1805), Principio General de Relatividad (1846) Galileo: Todos los fenómenos mecánicos suceden de igual manera en un sistema en reposo que en un sistema con movimiento uniforme y [rectilíneo]. (Lo de rectilíneo no lo dice Galileo, pero es lo correcto, lo dirá Descartes). Ambos de estos sistemas son sistemas inerciales; por tanto, todos los fenómenos mecánicos suceden de igual manera en un sistema inercial. Las leyes mecánicas, se cumplen de la misma manera en un sistema en reposo que en un sistema en movimiento uniforme y rectilíneo. Las leyes mecánicas son invariables para todo sistema inercial. *Einstein e Infeld: "La física, aventura del pensamiento" o "La evolución de la física" (mismo libro, distinta traducción del título). A Galileo no le importan tanto los fenómenos, sino las leyes: ¿son invariables o no? ¿Son iguales en reposo que en movimiento? Esas son las preguntas que se plantea. Einstein dice que: Las leyes físicas en su conjunto son válidas en su conjunto para sistemas inerciales y no inerciales (esto significa hacer equivalente aceleración y reposo, lo que conlleva abandonar la métrica euclídea del espacio, y pasar a un universo tetradimensional). -Transformaciones en la noción de movimiento galileana 1. Decidible pasa a ser una cuestión mecánica y relacional. No se decide si algo está en reposo o movimiento sino que se pregunta respecto del sistema de referencia. 2. Equivalencia mecánica entre movimiento y reposo subordinada a un sistema. 3. Mismos fenómenos mecánicos tienen lugar independientemente de la naturaleza del objeto. 4. Sistema mecánico. Movimiento sin causa (Inherente al sistema) y sin efectos. 5. No todo movimiento compartido es equivalente al reposo debe darse que sea un movimiento uniforme, Galileo supone que es el movimiento circular compartido aquel que es equivalente al reposo será Descartes quien afirmará la tesis para movimientos rectilíneos. X. KEPLER 2. Platonismo y Copernicanismo Las tendencias de Kepler desde sus años de juventud, estuvieron estrechamente ligadas a dos corrientes muy diversas: el Platonismo y el Copernicanismo. Desde la muerte de Copérnico la postura dominante en el mundo luterano se resume en dos puntos: la consideración del heliocentrismo como hipótesis matemática sin contenido físico y la escisión entre la astronomía geométrica, por un lado, y la cosmología física, por otro. Así pues, Kepler, a sus 25 años, abandona la universidad con unos importantes conocimientos de astronomía ptolemaica y copernicana y se declara seguidor de Copérnico. Pero antes de ellos, Platón había planteado en el Timeo el problema de cómo obtener conocimientos verdaderos acerca del mundo que observamos. De lo que se trata es de establecer cómo puede hacerse inteligible el ámbito de lo sensible. La respuesta platónica defiende que lo sensible es inteligible porque oculta un orden inalterable más allá de los objetos cambiantes. El orden del mundo sensible es obra de un demiurgo que ha operado sobre la materia existente y caótica siguiendo un determinado modelo. Es imprescindible atender a las cosas y a su modelo original, es decir, hay que atenerse a los arquetipos. Así, si el modelo por el que un escultor hace una estatua es un modelo formal, también lo será el seguido por el Demiurgo en el proceso de ordenación de la materia. Así, en sentido platónico, salvar las apariencias celestes será hacer un esquema teórico de carácter astronómico-geométrico, capaz de dar cuenta del orden que está contenido bajo los confusos movimientos planetarios. El Demiurgo ordenador de Platón se ha convertido en un dios creador, y el Superior del Mundo de las Ideas se transforma en el Mundo de las Ideas Ejemplares en Dios. En la tradición pitagórico-platónica en la que se sitúa Kepler, esa idea del Mundo, es de características geométricas, o sea, que tras los hechos observables hay ciertas armonías matemáticas que es posible desvelar y que nos proporcionan la causa formal de por qué los hechos son como son. El conocimiento de la naturaleza puede alcanzarse a través de las leyes cuantitativas a las que obedece. Números y magnitudes están en la mente y están en las cosas. Por eso la vía obligada de acceso es la matemática y las teorías que enuncian las relaciones invariantes entre los fenómenos son verdaderas. La astronomía tiene como fin mostrar las causas reales por las que las cosas ocurren en los cielos de la manera que ocurren. Así, el astrónomo tendrá como tarea descubrir las leyes que rigen los movimientos celestes. Para ello: 1.- debe atenerse estrictamente a las observaciones, que han de ser lo más exactas y completas posibles. 2.- el astrónomo ha de formular hipótesis capaces de dar cuenta de lo que se ve 3.- es una exigencia construir teorías que sean físicamente verdaderas. 3. Órbitas planetarias y poliedros regulares Kepler se propone probar con nuevos argumentos la verdad del sistema copernicano. Para él, el cosmos tiene que mostrar su secreto. Así, probar esa verdad será poner al descubierto las causas o razones arquetípicas que determinan que los hechos sean lo que son. Así Kepler plantea esto en tres obras de tres periodos diferentes: - “el Secreto del Universo” - “Astronomia Nova” - “La Armonía del mundo” La primera contiene el secreto del universo en lo que respecta a la causa formal de la proporción de número y magnitud de las esferas planetarias y de sus movimientos periódicos. Esto se demostrará por medio de (ciertos cuerpos geométricos): los cinco sólidos regulares. Así Kepler se plantea: a) ¿por qué los planetas son 6? de entre las clases de cuerpos que componen el Universo, las estrellas parecen incontables y los planetas aparecen en un número muy reducido. b) ¿por qué las distintas medidas del sol son las que son? la teoría copernicana permitía medir el tamaño de las órbitas planetarias y, por tanto, sus distancias relativas. c) ¿por qué la proporción o disposición de los planetas es la que conocemos y no otra? las esferas planetarias se distribuyen con relación a la esfera cósmica; y esa distribución es la que hay que comprender. Copérnico ha establecido el orden de esas esferas, incluyendo la de la Tierra, que ocupa su posición entre Venus y Marte. Kepler atañe dos presupuestos: - ninguna cosa ordenada ocurre por casualidad - Dios siempre geometrías Kepler consideró primero la posibilidad de intercalar diversas figuras geométricas entre los orbes planetarios, pero no resultó bien, por eso propone el uso de cuerpos sólidos, fijándose en los poliedros regulares. Entre los seis cuerpos hay cinco huecos, por tanto, si estos espacios hubieran sido establecidos en función de los sólidos regulares, esto implicaría que el número de planetas tiene que ser necesariamente seis y que sus distancias relativas y tamaño de las órbitas estarían en función de las características de dichos poliedros. Por esto Kepler estipuló: - a partir de un sol inmóvil en el centro, después se sitúa: a) la orbita de Mercurio inscrita en un octaedro b) la esfera de Venus circunscribe al octaedro y se inscribe en un icosaedro c) la esfera de la Tierra circunscribe al icosaedro y se inscribe en un dodecaedro d) la esfera de Marte circunscribe al dodecaedro y se inscribe en un tetraedro e) la esfera de Júpiter circunscribe al tetraedro y se inscribe en un cubo f) la esfera de Saturno circunscribe al cubo Así tenemos poliedros dentro de esferas y esferas dentro de poliedros ordenados, que fijan el tamaño que tiene que tener cada una de las esferas planetarias y sus distancias mutuas y con respecto al Sol. Así concluye Kepler que todo está en armonía con todo, y por eso la correspondencia entre los valores predichos por la hipótesis y los obtenidos empíricamente para la distancia media de los planetas, en algún caso era prácticamente total. Pero la conformidad entre unos valores y otros no era completa, por eso tendría que considerar la necesidad de revisar todos los datos aceptados por Copérnico a propósito de las distancias planetarias. Copérnico había medido las distancias máximas y mínimas de todos los planetas con respecto a un punto geométrico próximo a él, que era el centro de la órbita terrestre. Kepler opina que en un sistema heliocéntrico, el centro de la órbita terrestre no tiene que tener papel, ya que el movimiento de todos los cuerpos celestes debería establecerse tomando como referencia el cuerpo del Sol. En el paso siguiente tendría que calcular de nuevo las órbitas excéntricas de los seis planetas en relación con el Sol real. El final de esto es que los datos que obtuvo no eran muy diferentes de los establecidos por Copérnico. Pero esto resultó: - la reflexión sobre el modo como debe procederse en la construcción de la ciencia, dando lugar así a lo que hoy conocemos como “margen de error”. - Lo importante que es disponer de datos observables fiables - Concluir la necesidad de referir los movimientos celestes al Sol real y no al Sol medio. Es decir, que por primera vez hace del Sol el centro de los movimientos. 4. De la Astronomia geométrica a la física celeste En esa primera obra va a preguntarse también por los movimientos. Pretende averiguar si existe una proporcionalidad entre las distancias y las velocidades de los planetas o también entre las distancias y los tiempos de revolución. Se plantea que cuanto más alejado está un planeta del centro, mayor es el tamaño de su órbita y también el periodo orbital empleado en recorrerla. Así, si la velocidad fuera en todos los casos la misma, los tiempos de revolución serian proporcionales a las distancias. Pero esto no es así, por tanto las velocidades son distintas. Así pues a mayor alejamiento del centro menor velocidad. Así buscará una explicación en el motor capaz de mantener a los planetas en movimiento. La explicación tradicional habla de un motor Inmóvil como causa primera del movimiento de la esfera de las estrellas, que se transmite al resto de las esferas planetarias. También se introducen motores propios a ellas, que suelen ser Almas. Pues Kepler defiende una única alma responsable de los movimientos planetarios, ubicada en el centro del mundo, o sea, en el cuerpo del Sol. La velocidad decrece con la distancia a causa del debilitamiento de la acción motriz que emana del alma del Sol. A mayor alejamiento del centro, mayor tamaño de la orbita, lo cual quiere decir que la distancia del Sol juega un doble papel, por eso los tiempos de revolución no son proporcionales a las distancias. 5. La Tierra se mueve, aunque no uniformemente En su libro “Astronomia Nova”, especifica que la astronomía es asimilada a la física celeste, rompiendo así una tradición que ha analizado los movimientos celestes sin intervención de las causas que los producen. Así Kepler va a plantear de manera conjunta el estudio de leyes y de causas, porque lo que importa es saber cómo y por qué se mueven los cuerpos celestes. Su objetivo es poder predecir con exactitud la posición del planeta en diferentes momentos de su periodo orbital. Para ello parte de lo expuesto en su obra anterior sobre las causas físicas de los movimientos. Para ello sigue dos pasos: 1.- demostrar que el plano de todas las excéntricas intersecan en el centro mismo del cuerpo del Sol, y no en un punto próximo como hacia Copérnico. 2.- si la velocidad de los planetas ha de decrecer con la distancia debido al debilitamiento de la acción motriz que emana del Sol, debería aplicarse a cada planeta individualmente. Esto querría decir que la velocidad de los planetas NO es uniforme. La Tierra no puede quedar fuera de este planteamiento, ya que si la hipótesis dinámica es correcta, el mismo esquema tendría que aplicarse a todos los cuerpos que giran alrededor del Sol. Si la Tierra realmente está en movimiento, hay que tener en cuenta dicho movimiento, puesto que lo que vemos es el resultado del desplazamiento conjunto de observador y observado. Hay que conocer el modo en que la Tierra se traslada alrededor del Sol; para ello precisamos de las estrellas fijas. Pero Kepler supone que necesita un tercer cuerpo que estuviera más alejado del Sol que la Propia Tierra, que permaneciera fijo. El problema es que ningún planeta está inmóvil. Así que eligió Marte como cuerpo auxiliar y tomó dos momentos en los que invariablemente está en la misma posición con respecto al Sol, cosa que ocurre cada 687 días. El periodo orbital de la Tierra es inferior al de Marte, por tanto, a las mismas posiciones de Marte en su órbita corresponden posiciones diferentes de la tierra en la suya. Así, como tres puntos definen un círculo, tres lugares ocupados por la Tierra respecto del Sol determinan su orbita circular. Dicha órbita es excéntrica, por tanto el Sol no está en el centro geométrico de la curva descrita por la Tierra. Por ser excéntrica, la uniformidad se establece en relación a ese punto, no al centro del Sol; eso quiere decir que la uniformidad del movimiento tendría que establecerse por referencia a un tercer punto elegido por el astrónomo: el punto ecuante. 6. Sobre fuerzas y almas Kepler decide estudiar el movimiento orbital de la Tierra, convencido de que podía ayudar en el conocimiento de los demás movimientos planetarios. Para lograr este objetivo mantuvo el esquema de órbita circular excéntrica y ecuante que había utilizado, esto implicaba aceptar que tampoco la Tierra se movía con velocidad orbital uniforme en torno a su propio centro. En “El Secreto del Universo”, había sustituido la pluralidad de almas o inteligencias planetarias por un alma motriz única, localizada en el cuerpo de este astro. Ahora, en “Astronomia Nova”, opta por reemplazar el alma motriz por la noción de fuerza motriz. Kepler introduce la idea de acción externa ejercida por el Sol sobre los planetas, poniendo así en cuestión la distinción entre movimiento natural y movimiento violento. Negará que la materia celeste se define por su impotencia natural para moverse, es decir, por su incapacidad para abandonar por sí misma el lugar que ocupa. Para designar esta incapacidad, usa el término INERCIA, pero no en nuestro mismo sentido; sino que afirma la perseverancia de todo cuerpo en el estado de reposo. Esto indica que en Kepler, la fuerza motriz es proporcional a la velocidad, debiendo vencer la pereza natural de los cuerpos al movimiento o inercia. Kepler elimina los movimientos naturales, pero NO introduce los movimientos inerciales; sino que habla de pasividad de la materia, pero la identifica con la tendencia al reposo y NO con la conservación del estado mecánico. Así, la fuerza motriz en Kepler decrece con la distancia simple y no con su cuadrado. El Sol se comporta como un imán que gira sobre su eje. A consecuencia de su movimiento de rotación, se producen ciertos radios de fuerza magnética tirados desde el Sol a los planetas, obligándolos a desplazarse en círculo. La fuerza del Sol NO es de atracción, sino que impulsa a éstos a lo largo de sus órbitas y determina la dirección de sus movimientos. El hecho es que la fuerza única que emana del Sol, no es capaz de acercar o alejar a los planetas. Kepler cree necesario concluir que son ellos mismos los responsables de la variación de la distancia, gracias a su alma motriz. 7. Primera y Segunda Ley de los movimientos planetarios Los resultados que ha obtenido, llevan a Kepler a considerar: 1.- que los planetas se desplazan siguiendo órbitas circulares excéntricas en torno al Sol 2.- que la velocidad con la que recorren esas órbitas es variable 3.- que dicha velocidad depende de la fuerza magnética que emana del Sol 4.- se hace intervenir la velocidad, la fuerza, la distancia y la inercia, además de la circularidad de las órbitas Así, habrá que investigar si en todos los puntos de la orbita la velocidad es proporcional a la distancia. Para ello tiene que intervenir el tiempo y su relación con el espacio. Cuando disminuye la velocidad con la distancia al Sol, el tiempo empleado en recorrer un segmento de arco de la órbita aumentará. Para un arco tan pequeño de la órbita, el tiempo que la Tierra empleará en recorrerlo será proporcional a la longitud de la línea magnética que une ésta con el Sol. Así la duración del intervalo temporal puede determinarse a partir de la suma de las longitudes de las diferentes líneas comprendidas entre los dos puntos extremos del segmento de arco. El problema es que, aunque el segmento sea muy pequeño, el número de líneas es infinito. Para calcular ha de seguir un método: suma de longitudes y áreas. Busca así la relación entre la superficie contenida dentro del perímetro formado por las líneas del Sol al planeta, con dos puntos distintos de su órbita y el tiempo empleado en recorrer el segmento de arco correspondiente. Se concluye que las superficies son proporcionales a los tiempos. Esta es la Segunda Ley de Kepler. Supone la definitiva abolición de uno de los dos principios platónicos que durante veinte siglos han presidido el estudio del Cielo. Se afirma ahora que, en tiempos iguales, el radio vector que une el planeta con el Sol no barre ángulos iguales sino áreas iguales. Se abandona así el principio de uniformidad. Kepler establece la nueva relación entre tiempos y áreas en el contexto de sus investigaciones sobre la órbita de la Tierra. Así, partiendo de dos falsas premisas (una heredada de la tradición circularidad de las órbitas; y otra establecida por él relación entre fuerzas y distancia), logró formular la Ley de las Áreas; la cual sólo se cumple para órbitas elípticas. La aplicación de esta ley arroja un error de 8 minutos en la determinación de las posiciones del Sol. Así pues, Kepler tiene que adoptar una decisión: o mantiene la órbita circular y revisa la ley de las áreas, o mantiene esa ley y afirma que la forma de la órbita no es un círculo, es decir, las órbitas tienen la amplitud de un circulo en el perihelio y en el afelio se repliega hacia dentro, por tanto la órbita es un círculo. Habría que determinar el área de la órbita, ya que se supone equivalente a la suma de distancias y también a los tiempos. Considera entonces las órbitas como elipses, su acceso a ellas es fortuito y teórico. Así acabará por llegar a la Primera Ley: la orbita de los planetas es elíptica y el Sol ocupa uno de sus dos focos. Así resulta que en tiempos iguales, las áreas elípticas barridas por la línea que une al planeta con el Sol son iguales. 8. La Tercera Ley de Kepler Kepler aspira a apoderarse del secreto que encierra la relación entre las distancias y las velocidades de los planetas entre sí. La pregunta es ¿existe alguna fórmula que ligue los tiempos de revolución de los planetas con el tamaño de sus órbitas y con sus distancias al Sol? La respuesta es la Tercera Ley de Kepler, según ella los cuadrados de los periodos orbitales de los planetas son proporcionales a los cubos de sus distancias medias al Sol. El marco general en que se produjo este hallazgo es en un mundo en el que las velocidades angulares y las posiciones con respecto al Sol cambian constantemente, las armonías presentes en el plan del Creador no pueden ser de carácter geométrico. Así pues, supongamos con Kepler que fuera posible hacer corresponder velocidades angulares y número de vibraciones, de modo tal que una alta velocidad diera cuenta de un tono agudo y una baja velocidad de un tono grave. Resultaría que si la velocidad angular de cada planeta varia en cada punto de la orbita constantemente, también se modificaran los tonos correspondientes. En el afelio el planeta adquiere velocidad menor, en el perihelio lo contrario. La distancia de ambos puntos depende de la excentricidad de la orbita. Kepler cree haber hallado la razón última que hace inteligible la variación de las velocidades y la excentricidad de las órbitas. Se trata de la música de los planetas y el compositor no puede ser otro que Dios, que concibe un Universo donde reina la armonía matemática y musical. 4. LA GRAN MAQUINARIA DEL MUNDO 4. 1. HELIOCENTRISMO, ATOMISMO Y MECANICISMO Si, tal y como postuló Copérnico, el Sol ocupa la posición central y la Tierra se mueve, es imprescindible crear y fundamentar una física nueva compatible con estos supuestos, puesto que la aristotélico-escolástica no lo es. Esta necesidad nos conducirá a dos grandes concepciones mecánicas: la de Descartes y la de Newton. En el desarrollo de esta "alternativa" tendrá especial relevancia la confluencia del heliocentrismo y del atomismo mecanicista. -Las observaciones celestes, el espacio vacío y los átomos Son relevantes las nuevas problemáticas que planteó el uso del telescopio. Se cuestionó la existencia de la esfera de estrellas (había cambios en el brillo de estrellas, lo que suponía diferencia de distancias), y con ello, se puso en cuestión la equidistancia de los cuerpos celestes. Brahe observó con su telescopio que los cometas realmente se movían más allá de la Luna, lo que anulaba la posible existencia de esferas orbitales sólidas. En definitiva, desde la segunda mitad del siglo XVI, y sobre todo desde la invención del telescopio, fueron apareciendo datos observacionales que introdujeron dudas razonables sobre la verosimilitud del modelo cosmológico heredado de los griegos. Los soportes materiales de estrellas y planetas dejaron de ser consistentes, y solo parecían observarse astros en un espacio interestelar vacío e infinito. Con la pérdida de sentido de estos principios básicos, el aristotelismo se derrumba. El atomismo es radicalmente contrario al aristotelismo, pues plantea una materia sin diferencias cualitativas o movimientos teleológicos. En Grecia, será más aceptada la teoría aristotélica, pero en el siglo XVI y posteriores, el atomismo era compatible con la tesis de la infinitud del universo y la pluralidad de los mundos sugerida por el heliocentrismo. Así, heliocentrismo y atomismo comienzan a cruzar sus caminos en la transición del siglo XVI al XVII. -El resurgimiento del atomismo Durante la Edad Media, el atomismo desapareció (salvo puntualmente en alquimia y química), y tanto heliocentrismo como atomismo representaron dos corrientes de pensamiento profundamente heterodoxas para filósofos escolásticos y teólogos, pues planteaban radicales confrontaciones a dogmas de la Biblia o a la eucaristía. A finales del siglo XVI y principios del XVII, sin embargo, el atomismo era una teoría bastante difundida (Bruno, Gassendi y Galileo, entre otros), ligada a una concepción mecanicista de la naturaleza que alcanzará su máximo exponente en Newton. -Animismo, mecanicismo y teoría corpuscular Un animista defenderá que la capacidad de iniciar movimiento es propia y exclusiva de los seres animados, es decir, los dotados de anima, entendiendo por tal un principio de acción no material. Los animistas tienden a hacer borrosa la frontera entre lo que está vivo y lo que no: todo lo natural está animado. La explicación animista hace intervenir dos ámbitos de distinta naturaleza: el de los cuerpos, cuyo movimiento es observable, y el de las causas de movimiento, que están ocultas a los sentidos. La pregunta es ¿por este camino, empírico y metaempírico, podemos saber algo de la materia? Si se responde a la pregunta por el movimiento con una causa inmaterial, la investigación del movimiento está en un callejón sin salida. Por ello, el mecanicismo parte de un supuesto distinto: únicamente es inteligible que un cuerpo sea movido por otro cuerpo. La física debe buscar sus respuestas dentro de su campo de estudio, esto es, la materia, y nada que esté más allá. Se avanza así hacia una filosofía natural mecánica. Esta filosofía está presidida por tres principios: el movimiento nunca se inicia espontáneamente, sino que es externo; la transmisión del movimiento se realiza por contacto y no a distancia; y el movimiento no es para alcanzar unos fines, sino que obedece a una causalidad desprovista de propósito. Esta nueva teoría de la materia fue propiciada por el redescubrimiento de las teorías atomistas a finales de siglo XVI, y eran una herramienta científica de mucho mejor uso que el animismo. Por ello, en la superación del realismo aristotélico confluyen dos orientaciones distintas: por un lado, los realistas copernicanos, convencidos de que las nuevas propuestas de Copérnico en astronomía exigen una renovación de los planteamientos físicos y cosmológicos. Por otro, los partidarios de una nueva filosofía natural que pretenden abordar la explicación del mundo desde la sola idea de partes de materia en movimiento. 4. 2. LA FILOSOFÍA MECANICISTA DE RENÉ DESCARTES Descartes es un copernicano convencido, que hará una defensa radical del mundo-máquina. La realidad natural puede ser estudiada desde los parámetros de las máquinas automáticas o autómatas: la estructura de las cosas debe dar cuenta de la función que realizan. El todo es la suma de sus partes, y no hay nada de él que no esté contenido en sus partes. Servirse de almas para estudiar la física es introducir confusión allí donde debiera haber claridad: es preciso trazar una nítida línea divisoria entre alma y cuerpo: el pensamiento define el alma, ser animado es ser racional, el resto de los seres de la Naturaleza carece de alma, por lo que su estudio es mecánico. El modo de comportamiento de lo natural no es similar al de los seres animados (racionales), sino al de las máquinas. Lo natural es mecánico, y por ello la física es mecánica. A raíz de esto, se emprende la construcción de una nueva física que pueda explicar un cosmos en el que encaje la astronomía Copernicana. -Materia y movimiento Alma y cuerpo son substancias radicalmente distintas, pertenecientes a estatutos ontológicos distintos. Lo que caracteriza al alma es el pensamiento. ¿Qué caracteriza a la materia? La extensión. Algo es material si y solo si es extenso, es decir, si se extiende en las tres direcciones del espacio, si tiene longitud, anchura y profundidad. La extensión es el invariante que subsiste siempre a los cuerpos, y es de carácter geométrico. Por tanto, la geometría también debe encargarse del estudio de la materia, toda física ha de ser geométrica. La geometría es la que nos permite definir las características de un cuerpo: todos los cuerpos tienen figura (número y forma de las superficies que delimitan el objeto), tamaño (cantidad de extensión dentro de esa figura), etc. No hay relación entre lo extenso y cualidades sensoriales (gusto, vista), porque estas últimas son subjetivas; no serán, pues, constitutivas del cuerpo que la física estudia. Pero falta una característica para que lo extenso sea corpóreo y no meramente espacial; esta es la impenetrabilidad, dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar. Para evitar un mundo consistente en puro tridimensionalidad vacía, Descartes hace equivalentes extensión e impenetrabilidad, por tanto, el vacío es imposible. Esto nos conduce a un mundo lleno, formado únicamente por partes de materia y no por una mezcla de éstas y de vacío, tal como sucede en el planteamiento atomista. Descartes también rechaza los átomos: para él, toda parte de materia, por el hecho de ser extensa, es divisible en otras menores. Defiende, así, una noción corpuscular de la materia. En lo que sí coincide con los atomistas es en la negación de los límites del universo: para él el universo es infinito, abierto. La distinción entre regiones sublunar y supralunar pierde su sentido; y, puesto que ya no hay una ordenación jerárquica de la materia, no tienen sentido las diferencias cualitativas en la materia que planteó Aristóteles, y pasa a haber solo una clase de materia. Hasta aquí sobre la materia, aún queda hablar sobre el movimiento. De la naturaleza extensa de los objetos no se deduce que haya que variar de posición; ningún cuerpo por sí mismo comienza a moverse si está en reposo, para que tal cosa suceda, otro cuerpo ha de entrar en contacto con él. La causa del movimiento es siempre externa, y la comunicación de movimiento se realiza únicamente por contacto. En un mundo lleno, el movimiento solo es posible a condición de que un cuerpo abandone su lugar para entrar en el del otro, y éste en el del otro, y así sucesivamente hasta que el último ocupe instantáneamente el lugar dejado por el primero. Todos los movimientos tienen lugar en círculos, adoptando la forma de torbellinos o remolinos. A partir de estos principios, Descartes pretende dar cuenta de todos los fenómenos, celestes y terrestres. -Las leyes de la Naturaleza Hablar de ley es hacer referencia a las operaciones de la Naturaleza, es decir, que las leyes naturales gobiernan el modo como ésta realiza sus obras. En un mundo que ha sido reducido al movimiento de partes divisibles de materia, dichas operaciones son de carácter mecánico. Ello supone que las leyes cartesianas de la Naturaleza son leyes mecánicas en cuanto que se refiere a movimientos, pero también en el sentido de que los móviles son concebidos como seres mecánicos o máquinas. Descartes enuncia tres leyes de los movimientos: * Primera: “cada parte de materia, individualmente, permanece siempre en el mismo estado, en tanto que el encuentro con las demás no la obliga a modificarlo”. - En ausencia de influencias externas, toda parte de materia conserva sus propiedades fundamentales: tamaño, figura, reposo y movimiento. Descartes reconoce que esto no es una novedad cuando se afirma de las tres primeras, pero sí cuando se aplica a lo que a él más le interesa, el movimiento. Ello supone negar la más mínima posibilidad de que un cuerpo comience a moverse o se detenga por sí mismo. Si sobre un cuerpo no se ejerce una acción proveniente del exterior, permanecerá indefinidamente en el estado en el que se halle, bien en reposo, bien en movimiento. Esta primera ley es la ley de conservación del estado. Aquí no se hace mención a la velocidad. Descartes quiere subrayar el carácter eminentemente geométrico del movimiento: aquél por el que un punto engendra una línea y ésta una superficie. Aquí la materia carece de todo principio interno de movimiento y, por tanto, es incapaz de emprender espontáneamente movimientos en una determinada dirección o de finalizarlo cuando haya llegado a un cierto lugar. Una consideración pasiva de la materia no conduce a afirmar el reposo de ésta, sino la imposibilidad de cambios de estado en ausencia de una causa externa. Y es que no se requiere más acción para el movimiento que para el reposo. El mismo esfuerzo o la misma fuerza se precisa para poner un cuerpo en movimiento que para pararlo. A estas fuerzas de resistencia y de acción puede denominárselas fuerza de reposo y fuerza de movimiento, respectivamente. Descartes considerará que dichas fuerza son proporcionales al volumen espacial de los cuerpos. Una y otra fuerza se medirán de la misma manera, esto es, por el producto de la materia por la velocidad, esto es incorrecto. En consecuencia, la física cartesiana será incapaz de calcular los intercambios de cantidad de movimiento que se producen entre los cuerpos como resultado de las colisiones. * Tercera: “cuando un cuerpo se mueve, aunque su movimiento se realice lo más frecuentemente en línea recta y no pueda darse jamás ninguno que no sea en alguna forma circular, sin embargo, cada una de sus partes, individualmente, tiende siempre a continuar el suyo en línea recta”. - Descartes distingue entre el movimiento propiamente dicho, que tiene lugar aproximadamente en un círculo, y la tendencia al movimiento rectilíneo. Esta disposición puede convertirse en un movimiento efectivo, si los demás cuerpos no la obstaculizan, o bien puede ser impedida, en cuyo caso éstos se moverán en una dirección diferente a la línea recta. Nos indica el movimiento que de hecho resultará si no interviene un agente externo que lo desvíe. Con independencia de que se trate de un cuerpo celeste o terrestre, toda parte de materia se moverá en línea recta si dicho movimiento no es obstaculizado o impedido desde el exterior. Los cuerpos siempre están en contacto unos con otros de modo que la mutua obstaculización de sus movimientos rectilíneos es constante. De ahí que, aun cuando todo cuerpo tiende a continuar su movimiento en línea recta, de hecho no puede darse ninguno que no sea aproximadamente circular. En tanto el movimiento circular celeste se siguiera concibiendo como natural y simple, carecería de sentido suponer que los cuerpos que así se mueven traten de apartarse del centro engendrado, estas son las fuerzas centrífugas. Si el movimiento circular no es natural, entonces resultará que los cuerpos que giran circularmente, tienden siempre a alejarse de los centros de los círculos que describen. - estas dos leyes anteriores tienen el valor de presentar por primera vez una formulación muy aproximada de lo que conocemos como ley de inercia. En ellas se establece la permanencia de cada parte de materia en el estado de reposo o movimiento en el que se halla, a menos que el encuentro o choque con las demás la obligue a modificarlo. Se especifica que cada una de esas partes tiende a continuarlo en línea recta, y ello a pesar de que en un mundo lleno ningún movimiento puede realizarse jamás en esa dirección. Descartes se refiere al choque como causa de la modificación del estado de los cuerpos. La negación cartesiana del espacio vacío impide que se den las circunstancias que permitan la conservación de la dirección rectilínea. * Segunda: “cuando un cuerpo empuja a otro, no podría transmitirle ningún movimiento, a no ser que pierda al mismo tiempo otro tanto del suyo, ni podría privarlo de él, a menos que aumente el suyo en la misma proporción”. - En esta ley se defiende un principio de conservación de la cantidad de movimiento. El conjunto de partes que integran el universo fueron creadas por Dios; y en concreto fueron creadas móviles. Dios puso en ellas desde su instante inicial una cierta cantidad de movimiento; de lo contrario, el gran reloj del mundo jamás se habría puesto en funcionamiento por sí mismo. Puesto que la materia cartesiana no es fuente espontánea de movimiento, o lo recibe del exterior o no lo adquirirá jamás. Si no genera movimiento, pero sí lo destruye, la máquina cósmica terminará por pararse. Hay que afirmar que en un mundo-máquina el movimiento ni se cera ni destruye; se conserva. Lo que se conserva es la fuerza de un cuerpo para obrar sobre otro o para oponer resistencia a la acción de éste, y dicha fuerza depende del tamaño de cada cuerpo en cuestión y del módulo de su velocidad. Descartes denomina a este producto escalar cantidad de movimiento. Puesto que esa cantidad global que Dios puso en la materia al crearla perdura siempre; en toda comunicación de la cantidad de movimiento, lo que un cuerpo gana es exactamente lo que otro pierde y viceversa, de modo que la suma total permanece constante. Excluye la dirección del movimiento, no tomando en cuenta que el cambio de dirección también es cambio de movimiento. La velocidad es una magnitud vectorial en la que no puede omitirse el signo positivo o negativo del movimiento. Descartes obtiene una magnitud m x v, en la que m es materia-extensión en vez de masa y v es únicamente el módulo de la velocidad. 6. La fábrica del mundo La materia de la que están hechas todas las cosas, en el cielo y en la Tierra, se resuelve en un conjunto de partes, siempre divisibles, en movimiento. Puesto que dichas partes pueden tener tamaños distintos, hay que agruparlas en tres grandes clases, a las que Descartes llama elementos. Denomina primer elemento al conjunto de partes que son mucho menores y se mueven mucho más deprisa que cualquiera de los demás cuerpos. Por el contrario, aquellas que son de mayor tamaño y movimiento más lento constituyen el tercer elemento. Entre ambos extremos se sitúan las partes de tamaño y movimiento intermedios, que forman el segundo elemento. Todo es rex extensa. El criterio de distinción que permite hablar de elementos es meramente cuantitativo: partes de materia con más o menos tamaño y más o menos movimiento. El conjunto de todas ellas constituye la realidad primaria de la que están hechos todos los cuerpos. Planetas y estrellas están donde siempre estuvieron, y así permanecerán hasta que la divina voluntad decida devolver el conjunto de lo creado a la nada de a que fue rescatado. Entiende que la explicación genética, aunque sea falsa, es útil. Su objetivo es poner de manifiesto que, Dios, al imprimirles ciertas leyes naturales, éstas habrían ido modificando necesariamente ese desorden inicial hasta generar el orden que ahora contemplamos. El estado actual del universo puede derivarse genéticamente de su origen. Al comienzo, Dios creó la materia divida en partes, a las que dotó de todos los tamaños, figuras y tipos de movimiento que pueda imaginarse. Existían muchas partes de materia, irregularmente dispuestas, con figuras, tamaños y movimientos por completo arbitrarios. El más perfecto caos reinaba por doquier. Puesto que no cabe concebir más extensión que la material, dichas partes de materia no podrían dejar el menor intersticio de vacío. Luego, si no había espacio vacío, los movimientos no podían ser en línea recta, sino que debían de ser circulares, formando torbellinos o vórtices. Surgieron, por tanto, diferentes centros de rotación en torno a los cuales giraban partículas diversas. Pronto una cierta uniformidad sustituyó a esta caótica diversidad primigenia, debido a que los constantes choques de unas de esas partículas con otras produjeron el efecto de reducirlas a un tamaño medio con una figura redonda, y con una fuerza de movimiento media. Partiendo de una heterogeneidad inicial, la materia llegó a adoptar así la forma del segundo elemento. Desde el principio algunas de las partes de materia tuvieron un mayor tamaño o fueron más difíciles de dividir a causa de su figura. En consecuencia, su fuerza para resistir el movimiento fue también mayor, así como su tendencia a continuar moviéndose en línea recta lejos de los centros de rotación. Estos corpúsculos de mayor tamaño y menor movimiento constituyeron la forma del tercer elemento, que sirvió para componer planetas, satélites y cometas. El continuo desgaste de las partes del segundo elemento originó partículas mucho menores procedentes de las limaduras de sus ángulos, que tenían un veloz movimiento. Debido a su menor tamaño y mayor movimiento, dieron lugar al primer elemento. Al ser tan pequeñas, cumplieron con la función de rellenar los intersticios vacíos que las partes del segundo elemento tendrían que dejar por ser redondas y no encajar unas con otras. Las partes sobrantes de este primer elemento, compusieron la materia interestelar que originó los vórtices capaces de arrastrar consigo a los planetas. Las partículas del tercer elemento tendían a alejarse del centro en virtud de lo que posteriormente se denominará fuerza centrífuga. No todas tenían la misma fuerza, lo que determinó que no se movieran en la misma región del remolino, e incluso que ni siquiera lo hicieran en idéntico remolino. Puesto que habían de moverse con el mismo movimiento que la materia del vórtice que las contenía, fácilmente puede establecerse una primera gran división entre aquellas que poseían más fuerza que las partes del segundo elemento que las rodeaban, y aquellas que poseían menos. Las de mayor fuerza no lograban ser retenidas por el vórtice y se adentraban en otro, y después en otro, y así sucesivamente sin detenerse jamás mucho tiempo en ninguno. Son los cometas. Las otras, puesto que tenían menos fuerza que la materia interestelar circundante, fueron empujadas por éstas hacia el centro, haciéndolas descender hacia una región donde la fuerza de unas y otras fuera la misma. Entonces las partes del tercer elemento se estabilizaron entre las del segundo elemento, tomando su curso en el mismo sentido que ellas alrededor del Sol. Son los planetas. No todos los planetas se situaron a iguales distancias del centro, de modo que el tamaño de las órbitas era diferente para cada uno de ellos. Y lo mismo puede decirse de su movimiento de traslación. Descartes establece que la velocidad de las partes del segundo elemento disminuye gradualmente desde la circunferencia exterior de cada vórtice hasta un cierto lugar, aumentando después desde ahí hasta el centro. La zona donde dicha velocidad es menor coincide con la órbita de Saturno, por lo cual este planeta será el que se mueva más lento; a medida que nos aproximamos al Sol, los planetas se han de mover más deprisa, correspondiendo a Mercurio la mayor rapidez. De ello se deduce que el tamaño de estas últimas tiene que ser menor. Las partes situadas entre la órbita de Saturno y la circunferencia exterior del vórtice serán iguales entre sí. Hay diferentes planetas a diferentes distancias del Sol, pero siempre dentro de los límites del vórtice que los arrastra. Sólo los cometas pueden rebasar esos límites. Debido a que las partes de este segundo elemento son de menor tamaño que aquéllas, no logran comunicarles todo su movimiento al empujarlas alrededor del Sol. De ello derivan dos consecuencias: 1.- Al no poder dotar a los planetas de su misma velocidad en el movimiento de traslación, los obligan a girar en torno a sus propios centros originando un movimiento de rotación. 2.- La formación de pequeños remolinos en torno al planeta, de modo que, si otro cuerpo se hallara en esa región del vórtice, el de menor tamaño se vería llevado por ese pequeño remolino y giraría alrededor del otro convirtiéndose así en satélite suyo. Hay tantos vórtices como estrellas, y puesto que el número de éstas es infinito, la extensión del universo también lo es. Hay dos temas fundamentales: la luz y la diferencia entre sólidos y líquidos: - diferencia entre sólidos y líquidos: Descartes afirma que esa diferencia estriba en la menor separabilidad de las partes de un cuerpo sólido frente a las de un fluido, lo cual a su vez depende del estado de reposo o de movimiento relativo de dichas partes. El - cuerpo más duro que quepa concebir será aquél cuyas partes estén en reposo unas con respecto de otras, pues entonces será necesaria una gran fuerza para separarlas. El cuerpo más líquido será aquél cuyas partes se mueven con gran agitación, ya que en ese caso bastará con una pequeña fuerza que acentúe lo que ellas de por sí tienden a hacer, es decir, alejarse unas de otras. El primer elemento y el segundo son fluidos, en tanto que el tercer elemento da lugar a cuerpos sólidos. Así los planetas, satélites y cometas se hayan “flotando” en un medio fluido, de modo semejante a cuerpos que fueran arrastrados por la corriente de un río. El Sol y las estrellas serán astros formados por materia líquida y caliente. Luz: para Descartes la luz se explica a partir del movimiento, pero no supone transporte de materia. Lo que se propaga e impresiona en nuestra retina es la presión que las veloces partículas del primer elemento ejercen, desde el centro de los vórtices, sobre las del segundo para alejarse de los centros de rotación. El movimiento circular siempre engendra fuerzas centrífugas. Al girar las partículas del primer elemento y tender a desplazarse rectilíneamente, transfieren una presión a las partes del segundo elemento que se extienden en línea recta desde el centro del movimiento circular hasta la periferia. Esa presión transmitida por la materia del correspondiente vórtice y que tiene su origen en el movimiento de las partes del Sol o de las estrellas, es reflejada cuando se encuentra con los planetas. Así, podremos llamar luminoso al primer elemento que forma el cuerpo del Sol y de las estrellas, puesto que es capaz de emitir luz; transparente a la materia del segundo elemento que constituye los vórtices, ya que los propaga; opaco al tercer elemento en la medida en que refleja sus rayos. Sólo los cuerpos centrales de los remolinos son capaces de emitir luz. De ahí que el Sol haya de corresponder necesariamente la posición central, a menos que se esté dispuesto a negarle la categoría de cuerpo luminoso y concedérsela, en cambio, a la Tierra. 7. Descartes y el movimiento de la Tierra El movimiento de la Tierra depende de un sistema de referencia, cuya elección parece arbitraria; así pueden atribuírsele a un cuerpo dos estados distintos como son movimiento y reposo. En el sistema cartesiano, si el término de referencia es el Sol, la Tierra se mueve. Pero si atendemos a las partes del segundo elemento que la circundan, hay un desplazamiento conjunto. Luego la Tierra está en reposo con respecto a su cielo líquido circundante. Parece que el tipo de cosmología que Descartes defiende, le permite afirmar el reposo de la Tierra a partir de la relatividad de los movimientos en general. Sin embargo la Tierra se mueve con respecto al Sol. La Tierra no está en movimiento porque no cambia su posición o distancia con respecto a las partes de materia del Cielo y, desde este punto de vista, está en reposo. La cuestión es cuál es la razón por la que no se afirma con el mismo derecho el movimiento de la tierra con respecto al Sol que su reposo referido a las partes contiguas del éter, si ambas son estados igualmente relativos. Sostiene que si de verdad queremos saber qué es el movimiento, no es posible entenderlo como mero cambio de lugar (como en Aristóteles); pues hay tantos lugares como puntos de referencia puedan elegirse arbitrariamente. En su opinión, el lugar por antonomasia, al que denomina lugar externo, es la superficie con la que limita el cuerpo en cuestión. Ello supone que el movimiento propio de cada cuerpo es el cambio de posición únicamente con respecto a los cuerpos limítrofes. Si dicho cambio de posición no se da, el cuerpo está en reposo. En la medida en que esto sucede en el caso de la Tierra, cabe afirmar que permanece en reposo. Con este planteamiento se privilegia un sistema de referencia; sin embargo a veces se manifiesta contrario a que la relatividad de movimientos dependa de nuestro pensamiento. Si el movimiento es cambio de posición con respecto a un sistema de referencia que observador libre y caprichosamente elige, es difícil que el movimiento pueda ser considerado como propiedad de los cuerpos mismos. Pero las partes de materia se caracterizan por su tamaño y su movimiento. Luego si el movimiento es una propiedad del móvil, ésta ha de ser único y opuesto al reposo. Ello exige a su vez un sistema de referencia objetivo, en vez de subjetivo o relativo al observador. En consecuencia, tendrá que venir especificado por otros cuerpos que han de ser externos al móvil. Descartes entiende que son aquellos sobre cuyo fondo se aprecia el movimiento o el reposo del cuerpo en cuestión, o sea, sus vecinos limítrofes. Un cuerpo se mueve cuando todo él se separa de aquéllos con los que está en contacto. Así, en el caso de la Tierra, aunque algunas partes se desplacen en relación a las más próximas, en conjunto hay que afirmar que no se mueven. Para que así fuera sería preciso que toda ella perdiera el contacto con las partes de materia contigua, separándose y alejándose de ellas. Pero esto no pasa, por tanto la Tierra no se mueve. Lo importante es determinar la verdadera naturaleza del movimiento. Para ello, lo que hay que analizar es aquél único movimiento que es propio de cada cuerpo en particular. 8. Inercia rectilínea, gravedad y tendencia centrífuga en Descartes Descartes se pregunta por la causa que hace descender los cuerpos y partes terrestres hacia el centro de la Tierra. Da la respuesta en virtud del principio de inercia rectilínea o tercera ley de la Naturaleza. Toda la materia del universo tiende a conservar la dirección de su movimiento, esto es, trata de desplazarse en línea recta. Puesto que, en un mundo lleno, inevitablemente los movimientos han de realizarse en círculo, hay que concluir que las partes de materia en su conjunto se esfuerzan por apartarse de los centros de los círculos que describen. Si nada lo impidiera, se alejarían progresivamente unas de otras, dispersándose en todas direcciones las estrellas, planetas, satélites y cometas. Esto no ocurre. La inclinación al movimiento inercial rectilíneo no puede convertirse nunca en movimiento efectivo porque “algo” lo impide al obligar continuamente a planetas y satélites a “caer” sobre el centro de sus respectivos vórtices. La gravedad responde al mismo tipo de mecanismo. En el entorno del pequeño torbellino que rodea la Tierra, aquellas partes del segundo elemento que poseen una elevada velocidad tienen también una mayor tendencia a alejarse del centro que otras con menor velocidad, incluso aunque estas últimas sean de mayor tamaño. Puesto que el vacío no es posible, las partes del segundo elemento o éter no podrán ascender, a menos que otras desciendan y ocupen el lugar dejado por ellas. Esas partes que se ven empujadas a caer son aquellas del tercer elemento, que, al moverse con menor velocidad, son expulsadas por la veloz materia circundante hacia el centro de su movimiento. La pesantez no es así ningún tipo de cualidad interna en los cuerpos que consideramos pesados, en virtud de la cual éstos tiendan espontáneamente a dirigirse al centro de la Tierra. La única explicación comprensible de este fenómeno tiene que ver con acciones extrínsecas que unos cuerpos ejercen sobre otros al entrar en contacto con ellos. Son tales acciones las que impiden llevar a efecto la tendencia centrífuga en línea recta que engendra el movimiento circular debido a que producen empuje o impulso en sentido contrario, esto es, hacia el centro. La gravedad no es una propiedad de los cuerpos en sí mismos considerados. En un mundo lleno, las partes de materia presionan unas sobre otras; las menos rápidas descienden permitiendo que las más rápidas asciendan y completen así el correspondiente remolino. Su teoría de los vórtices le permite dar una descripción estrictamente mecánica de ambos fenómenos. El hecho es que los cuerpos no son intrínsecamente pesados, de modo que no se precipitarían hacia el centro de la Tierra si no fueran empujados por las partículas de la materia circundante que pugnan por ascender hacia regiones más elevadas. Pero tampoco los planetas describirían una curva cerrada en torno al Sol si no fueran igualmente presionados por esa misma materia sutil hacia el centro del vórtice. Resulta así que la tendencia de los cuerpos que giran a alejarse de los centros correspondientes es neutralizada por un empuje en sentido contrario que en el caso cartesiano, no se identifica con la gravedad. Limita la definición de pesantez únicamente a la acción de las partes de materia sutil que, al moverse en el entorno de la Tierra, presiona a todos los cuerpos que son parte de ella hacia su centro. 5. NEWTON 2. El problema planetario antes de “los Principia” Se ocupó del problema planetario en dos épocas: 1.- entre 1664 y 1666 Coincide con la gran peste que le obligó a dejar la Universidad y regresar a su casa 2.- En la década de los 80, en especial desde la visita de E. Halley, en 1684. Su interrogante es: puesto que en ausencia de influencias externas todo cuerpo permanecerá en reposo o se moverá uniformemente en línea recta, ¿qué impide a los planetas comportarse de esa manera? Según Descartes, la tendencia centrífuga de los cuerpos celestes es neutralizada por la presión del éter circundante. La materia sutil que llena los espacios interplanetarios es la responsable del mantenimiento de los planetas en sus órbitas. Barelli justifica la estabilidad del sistema solar a partir del equilibrio entre el ímpetus por alejarse del centro de sus movimientos, y la gravedad entendida al modo de Copérnico y Galileo, es decir, como la inclinación natural de los cuerpos a dirigirse hacia dicho centro. Huygens posibilidad de aplicar a los movimientos planetarios dos elementos dinámicos de igual naturaleza orientados en sentido contrario por relación al centro: la fuerza centrífuga y la gravedad. Hooke combina la inercia rectilínea con una propiedad atractiva del cuerpo central, en virtud de la cual el planeta es constantemente desviado de la recta. Entre 1665 y 1666 Newton alcanzó un importante resultado al lograr cuantificar la fuerza centrífuga con independencia de Huygens. Tomó un camino distinto al de éste, pero llegó a la misma fórmula: f = mv2/r Combinó la ley de la fuerza centrífuga con la tercera ley de Kepler y así pudo establecer: “Suponiendo que los planetas recorran una órbita circular en vez de elíptica, las fuerzas centrífugas generadas por ellos variarán como el cuadrado de sus radios o, lo que es lo mismo, como el cuadrado de sus distancias al Sol”. Suponiendo que los movimientos planetarios fueran circulares y resultado de un estado de equilibrio entre fuerza centrífuga y gravedad tomadas como opuestas, consideró la posibilidad de comparar la aceleración producida por la fuerza centrífuga en la Luna, con la aceleración de la gravedad en la superficie de nuestro planeta. Newton quería saber si podía hablarse en la Luna de una aceleración de la gravedad, que permitiría extender la acción de la gravedad terrestre al menos hasta el satélite de la Tierra. El cálculo no dio el resultado previsto, así que abandonó la hipótesis hasta varios años después. Hay que esperar a la década de los 80 para encontrar la noción de atracción gravitatoria entendida como una fuerza centrípeta o de dirección central que obliga a los planetas a caer hacia el Sol con igual aceleración que la de la gravedad terrestre. La ocasión para retomar la cuestión planetaria se la proporcionó Hooke, en 1679, al dirigirse a él solicitando su punto de vista sobre una novedosa hipótesis consistente en considerar el movimiento orbital de los planetas como compuesto por un movimiento inercial en la dirección de la tangente y un movimiento acelerado dirigido hacia el centro de la correspondiente órbita. Esta sugerencia de Hooke se sumaba a los logros obtenidos por el propio Newton. Además de hallar la fórmula de la fuerza centrífuga con independencia de Huygens a partir de la tercera ley de Kepler, había establecido que esta fuerza de alejamiento del centro era inversamente proporcional al cuadrado de la distancia al centro de la correspondiente órbita. A principios de la década de los 80 Hooke, Wren, Halley y otros, barajaban también la fórmula de la inversa del cuadrado de la distancia aplicada a la fuerza planetaria. No lograban hallar la conexión entre esta ley de fuerza y la ley de las órbitas elípticas de Kepler. Esto llevó a Halley a visitar a Newton. Al plantearle la cuestión obtuvo una respuesta inmediata: la órbita será una elipse. La demostración de la relación entre trayectorias elípticas y fuerzas centrípetas fue remitida meses más tarde por Newton en un opúsculo del que hizo diversas redacciones y que lleva por título “DE MOTU CORPORUM”. Abandonando definitivamente las explicaciones del movimiento curvilíneo basados en fuerzas centrífugas, el DE MOTU se abre con la definición de fuerza centrípeta, a la que se añade una fuerza inherente a los cuerpos que les hace perseverar en su movimiento en línea recta. En virtud de la primera de ellas, los cuerpos se ven obligados a caer continuamente hacia el centro; debido a la segunda, oponen resistencia a ser apartados de la trayectoria tangencial inercial. De la combinación de ambas derivas los movimientos planetarios tal y como son descritos en las leyes de Kepler. 3. Principios matemáticos de la Filosofía Natural “PRINCIPIOS MATEMÁTICOS DE LA FILOSOFÍA NATURAL”, obra denominada así por contraposición a la obra de Descartes, que carece de justificación matemática. Newton advierte que su propósito fundamental en este tratado es “reducir los fenómenos naturales a leyes matemáticas”, aspira a conocer la Naturaleza, lo cual significa hallar las fuerzas que operan y de las que resultan el conjunto de los movimientos terrestres y celestes. Puesto que la mecánica es el estudio de los movimientos, interesa cultivar esta rama del saber, pero no al modo de la mecánica práctica. Afirma que pretende construir “la Ciencia, propuesta y demostrada exactamente, de los movimientos que resultan de cualesquiera fuerzas y de las fuerzas que se requieren para cualesquiera movimientos”. Denomina a esta ciencia general de las relaciones entre movimientos y fuerzas mecánica racional o teórica para distinguirla de la artesanal. Aquí atiende a las potencias naturales, esto es, a las que la propia Naturaleza emplea en sus operaciones. Los Principios Matemáticos de la Filosofía Natural se presentan como un tratado de mecánica en el que se establecen demostrativamente los movimientos de los cuerpos en sus relaciones generales con las fuerzas que los producen. La obra está dividida en tres libros: el Libro I se ocupa del movimiento de los cuerpos en el vacío, esto es, en un medio carente de resistencia. El libro II estudia el movimiento de los cuerpos en medios resistentes (fluidos). El libro III ofrece la constitución del sistema del mundo como consecuencia de la aplicación de la mecánica racional a la mecánica celeste. La Naturaleza es una de las formas de revelación divina en las que podemos encontrar las huellas del Creador. Dios hace a los hombres partícipes de su sabiduría al permitirles desvelar parcialmente el secreto que las cosas ocultan y aproximarse, así, a la posesión de la verdad, eso es lo que manifiesta el Escolio General, que añadió a la segunda edición. Movimientos regulares como los que observamos en el sistema planetario “no tienen un origen debido a causas mecánicas”; por el contrario, “tan elegante combinación del Sol, planetas y cometas sólo puede tener origen en la inteligencia y poder de un ente inteligente y poderoso” que gobierna el mundo como Señor de todas las cosas. 3.1 Definiciones y Leyes de movimiento A lo largo del siglo XVII son muchos los autores que se inclinaron por centrar el análisis en las fuerzas centrífugas, lo cual supone atender al esfuerzo que todo cuerpo realiza por apartarse del centro cuando se desplaza en círculo. Newton propone un radical cambio de perspectiva. Lo importante no es la tendencia centrífuga que el propio cuerpo genera en ciertas circunstancias, sino la acción que sobre él ejerce desde el exterior obligándole a apartarse de la recta. La explicación de los movimientos celestes, y también terrestres, pasa por una teoría de fuerzas en las que se desvele qué invisible potencia actúa sobre los cuerpos del cielo y de la Tierra impidiéndoles permanecer en un estado, ya sea de reposo o de movimiento uniforme y rectilíneo. Newton denomina en general fuerza impresa a esa acción extrínseca capaz de modificar el estado inercial de un cuerpo. A continuación añade que las fuerzas impresas pueden originarse de diversas maneras: por choque, por presión o por la fuerza centrípeta. Ello quiere decir que la fuerza centrípeta es un caso particular de fuerza impresa. En la Definición V se afirma que la fuerza centrípeta es aquella que hace tender a los cuerpos hacia un punto central, bien porque los arrastre, bien porque los empuje, o por cualquier otra razón. Se opone al esfuerzo centrífugo de los cuerpos que giran, evitando que se aparten del centro. Una fuerza centrípeta es la responsable del mantenimiento de los planetas en sus órbitas, y también de la caída sobre la superficie terrestre de un proyectil, ya que, de no actuar aquélla, astros y proyectiles avanzarían indefinidamente con movimiento uniforme en línea recta. La fuerza planetaria y la gravedad se identifican. La noción de fuerza centrípeta conducirá de este modo a la de gravitación universal. A consecuencia de la actuación de fuerzas impresas, siempre de origen extrínseco al cuerpo sobre el que ejercen, éste se ve obligado a modificar su estado de reposo o de movimiento uniforme y rectilíneo. En ausencia de dichas fuerzas, el cuerpo persevera por sí mismo en dicho estado. Newton atribuye la causa de esa perseverancia a lo que en la Definición III denomina fuerza de inercia, y que considera inherente a la propia materia. En vez de producir la modificación del estado inercial de los cuerpos, su efecto es justamente el contrario: por un lado garantiza la conservación de ese estado, pero por ello mismo se opone a la acción de cualquier fuerza impresa que trate de alterarlo. Newton afirma que es proporcional a la cantidad de materia y que no se diferencia sino en el modo de concebirla de otra noción introducida por él: la inercia de la masa. Es posible prescindir de la noción de fuerza de inercia para retener únicamente la de masa inercial. Newton diferencia la cantidad de materia y el peso, asociando dicha cantidad de materia a la masa. Peso y masa son proporcionales, pero no son lo mismo. La masa se identifica con la cantidad de materia propia de cada cuerpo, en virtud de la cual éste tiene la capacidad de oponerse a los cambios de estado, ejerciendo así una resistencia a iniciar un movimiento si está en reposo, a finalizarlo si está en movimiento o simplemente a modificar la velocidad y la dirección del movimiento ya iniciado. El nuevo sentido de la noción de inercia implica que la mera conservación del movimiento no supone la actuación de una fuerza impresa. Si dicha fuerza se ejerce sobre un cuerpo, éste deja de conservar su movimiento, produciéndose un cambio. La actuación de una fuerza constante no produce un movimiento constante, sino una constante modificación del módulo de la velocidad o de la dirección del movimiento. La fuerza de inercia, garantiza la conservación del estado inercial, mientras que la fuerza impresa es la responsable de su alteración. En la Definición II, Newton afirma que la cantidad de movimiento se obtiene a partir del producto de la masa por la velocidad, siendo proporcional a una y a otra. Este producto da cuenta de la clase de fuerza más extendida en la época de Newton, aquella que un cuerpo ejerce sobre otro cuando choca con él. Se trata de la fuerza de impulso que se transmite por contacto y de modo instantáneo entre dos cuerpos cualesquiera. En virtud de la mal llamada fuerza de inercia, todo cuerpo tiende a conservar su estado de reposo o de movimiento uniforme y rectilíneo en el que se halla, oponiendo resistencia a la acción de cualquier clase de fuerza que se imprima sobre él desde el exterior. Esa noción sólo se distingue conceptualmente de la más familiar inercia de la masa o masa inercial, proporcional a la cantidad de materia. La actuación de las fuerzas impresas produce la modificación del estado debido a que altera el módulo de la velocidad, la dirección o ambas cosas. Puesto que la masa permanece constante, al producirse un cambio en la velocidad, también tiene lugar un cambio en la cantidad de movimiento. Luego la medida de las fuerzas puede establecerse, bien por la velocidad, bien por la cantidad de movimiento que son capaces de generar en un tiempo dado. Newton denomina cantidad aceleratriz a la medida de la fuerza atendiendo al aumento de la velocidad de un movimiento; llama cantidad motriz a la medida de la fuerza en función de la producción de cantidad de movimiento que resulta. A mayor fuerza, mayor velocidad o mayor cantidad de movimiento. Tras estas definiciones Newton escribe un famoso Escolio a la Definición VIII, en el que se refiere al espacio absoluto, al tiempo absoluto y al movimiento absoluto, oponiéndolos a los meramente relativos. A continuación escribe las Leyes de Movimiento, las cuales son: ley de inercia, ley de la fuerza, ley de la acción y reacción. Enuncian en forma de ley lo que ya está contenido en las definiciones de fuerza, movimiento inercial, etc. LEYES: Primera Ley: “Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o de movimiento uniforme y rectilíneo a no ser en tanto que sea obligado por fuerzas impresas a cambiar su estado”. Segunda Ley: “El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”. Tercera Ley: “Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: O sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en direcciones opuestas”. La primera es la ley de inercia. Recoge en una sola dos leyes cartesianas, la de conservación del estado y la de conservación en línea recta. La tendencia de los cuerpos a perseverar en su estado inercial es proporcional a la masa inercial. Newton atribuye la causa de la modificación del estado a cualquier tipo de fuerza que se imprima sobre un cuerpo, ya sea por choque, por presión o por atracción hacia un centro. Según la ley de fuerza, el cambio de cantidad de movimiento es proporcional a la fuerza motriz. O sea, el efecto es proporcional a la causa, lo cual deriva del modo como ha sido definida la propia fuerza motriz. En este enunciado no se hace la menor referencia al tiempo durante el cual se ejerce la acción de la fuerza impresa. Parece pues que se trata de una acción instantánea. La fuerza instantánea es la de impulso, esto es, la que tiene lugar cuando un objeto colisiona con otro y modifica así de golpe su cantidad de movimiento. Newton precisa referirse a la acción continua de la fuerza, ya que, por ejemplo, la constante variación de la dirección del movimiento de los planetas exige la actuación de una fuerza asimismo constante. Hay que hablar, por tanto, del cambio continuo de la cantidad de movimiento. Newton admite que las fuerzas impresas que modifican el estado inercial de los cuerpos puede ser de contacto instantáneo, de contacto continuo o de distancia. Sin embargo, la segunda ley se refiere a las fuerzas de impulso instantáneas proporcionales al incremento de la cantidad de movimiento que producen. Sólo mediante el procedimiento del paso al límite, los incrementos de tiempo se hacen indefinidamente menores y la sucesión discreta de impulsos llega a constituir una acción de una fuerza constante proporcional a la tasa de variación de la cantidad de movimiento o a la aceleración. En uno y otro caso la masa representa la constante de proporcionalidad de la fuerza de impulso con respecto a la variación de la cantidad de movimiento, o bien de la fuerza continua con respecto a la aceleración. Pero en ambos supuestos se trata de la masa inercial. La tercera ley establece algo sorprendente: a toda acción de una fuerza se opone otra igual que obra en sentido contrario. Todo cuerpo sujeto a la acción de otro ejerce sobre él una fuerza opuesta de idéntica magnitud. Newton no se limita a la fuerza instantánea, sino que aplica la ley igualmente a la fuerza continua. Esto tiene el importante resultado de facilitar la transición de la fuerza centrípeta, continua y recíproca, a la fuerza de atracción. 3.2 Mecánica racional (Libro I). De la fuerza centrípeta a la atracción El objetivo es explicar los principales fenómenos celestes y terrestres del modo como es propio a la filosofía natural, esto es, matemáticamente. Newton desarrolla su programa en dos grandes etapas a las que pueden denominarse respectivamente mecánica racional y mecánica celeste. La mecánica racional es el estudio puramente matemático de las relaciones entre movimientos y fuerzas. Se analiza la acción constante de fuerzas centrípetas sobre cuerpos considerados en abstracto, esto es, tomados únicamente como masas puntuales o puntos-masa y prescindiendo de su tamaño o de su figura. Las fuerzas centrípetas se orientan hacia un centro geométrico fijo que no se identifica con el Sol ni con ningún otro astro. Lo que interesa conocer es el camino que conduce del tratamiento puramente matemático de las fuerzas centrípetas a su consideración física en términos, primero, de fuerzas de atracción y, después, de fuerzas de atracción gravitatoria. Newton parte de un limitado sistema de elementos integrado por un cuerpo reducido a una masa puntual y un centro de fuerza alrededor del cual gira. Hay que decidir si la constante desviación de la recta puede deberse a la acción continua de una fuerza orientada hacia ese centro. En tiempos iguales se describen áreas iguales, tanto si un móvil se desplaza inercialmente, como si es desviado por la acción de una fuerza centrípeta que opera en intervalos regulares de tiempo. Pero hasta aquí esa acción impresa ha tenido lugar de modo discontinuo. Lo que ahora procede es disminuir progresivamente la duración de esos intervalos temporales, de modo que el número de triángulos aumente y su anchura se reduzca indefinidamente. Ello quiere decir que la fuerza centrípeta instantánea pasa a actuar de modo continuo, con lo que los lados del polígono se reducen hasta el infinito coincidiendo con un círculo. En el límite, la fuerza instantánea de impulso se transforma en fuerza continua. Como resultado, el móvil, en vez de describir una línea recta, traza una línea curva. Puede concluirse que, si sobre un cuerpo, inicialmente en movimiento inercial, se imprime constantemente una fuerza centrípeta, dicho cuerpo se moverá en una órbita curva manteniendo constante la velocidad areolar. A la inversa, si la velocidad areolar se conserva en una órbita curva es porque sobre el cuerpo se imprime una fuerza centrípeta dirigida al punto fijo desde el que se computan las áreas. Trata de hallar la magnitud de la fuerza centrípeta. Para ello combina el resultado concerniente a la validez de la segunda ley de Kepler con la primera ley sobre la forma elíptica de las órbitas. Establece que, “si la órbita es una elipse y la fuerza centrípeta se dirige a uno de sus focos, entonces esa fuerza variará de forma inversamente proporcional al cuadrado de la distancia”. Esa distancia se mide desde un punto-masa a un centro de fuerzas también puntual. Pero, cuando se trate de esferas homogéneas, un importante teorema establecerá que la distancia ha de medirse a partir de sus centros respectivos, ya que es posible considerar dichas esferas como si toda su masa estuviera concentrada en los mencionados centros. Introduce varios puntos-masa en vez de uno solo como hasta ahora, a fin de poder relacionar tiempos de revolución y tamaño de las órbitas. Demostrará que, si se mantienen las condiciones anteriores, esto es, si diversos cuerpos giran describiendo una elipse y la fuerza centrípeta es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia a uno de los focos, entonces los cuadrados de los periodos orbitales serán proporcionales a los cubos de sus semiejes mayores. Newton logra establecer algo de la mayor relevancia: todo cuerpo sometido a la ley de la fuerza centrípeta cumplirá las tres leyes de Kepler. Newton da entrada a su tercera ley del movimiento o ley de la acción y reacción. Ello trae consigo la necesidad de considerar el centro de fuerzas como un segundo punto-masa que no puede atraer al que gira a su alrededor sin ser atraído por él. Tenemos así un sistema de dos cuerpos en interacción recíproca. Va a denominar a las fuerzas centrípetas mutuas atracciones, queriendo con ello subrayar que no hay acción sin reacción. Las fuerzas centrípetas se transforman, así, en fuerzas de atracción. Afirma que, si bien pasa a emplear el término atracción, en rigor físico debería seguir hablando de impulsos. Y es que sólo las fuerzas de impulso son ortodoxas desde el punto de vista mecánico en la medida en que suponen acción por contacto. En cambio, las fuerzas de atracción le introducirán en el laberinto de la acción a distancia. La consecuencia es la imposibilidad de seguir pensando que uno de ellos se mueve en órbitas elípticas mientras el otro permanece inmóvil. No hay ni puede haber cuerpos fijos; muy al contrario, al atraerse mutuamente, ambos girarán describiendo elipses en torno a su centro común de gravedad. Del sistema de dos cuerpos Newton pasa a un sistema de tres cuerpos que se atraen entre sí. Para cualquier sistema de tres o más cuerpos en interacción, seguirá siendo cierto que han de moverse alrededor de su centro de gravedad común, pudiendo hallarse éste en reposo o en movimiento inercial. Con la transición de un sistema de dos cuerpos a otro de tres, el problema se complica por las perturbaciones que sus mutuas interacciones originan. Cuando un punto-masa no sólo atrae y es atraído por otro, sino que, además, hay que hacer intervenir la acción de un tercero, el cálculo del movimiento resultante es un problema matemático insoluble. De ahí que, sea cual sea el número de cuerpos, Newton considere las interacciones tomando esos cuerpos de dos en dos. Conclusiones: toda masa puntual sobre la que se imprima continuamente la acción de una fuerza centrípeta que decrece con el cuadrado de la distancia, tendrá un movimiento orbital que cumplirá las tres leyes de Kepler. A este par de fuerzas centrípetas consideradas en tanto que acción y reacción, las denomina atracción. El resultado es que dos cuerpos interaccionan entre sí, no pudiendo permanecer ninguno de los dos en reposo. 3.3 Mecánica Celeste (Libro III). De la atracción a la gravitación universal Todo cuerpo que se aparta del movimiento uniforme y rectilíneo y gira conforme estipulan las leyes de Kepler, indica que sobre él se ejerce la acción de una fuerza centrípeta inversamente proporcional al cuadrado de la distancia. Los cinco planetas se trasladan alrededor del Sol. Y lo mismo puede afirmarse de los satélites de Júpiter y de Saturno, así como de la Luna. Concluye que sobre los satélites se imprime una fuerza dirigida al planeta en torno al cual giran y, por su parte, los propios planetas reciben la acción de una fuerza dirigida al Sol. En todos los casos esa fuerza es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa los respectivos centros. Newton afirma: “en el caso de la Luna, esa fuerza centrípeta que la aparta del movimiento inercial no es otra que la gravedad”. Puede así decirse que “la Luna gravita hacia la Tierra y es continuamente desviada del movimiento rectilíneo y retenida en su órbita por la fuerza de la gravedad”. Asocia una fuerza que actúa sobre un cuerpo celeste con la que se ejerce sobre los cuerpos en la superficie de la Tierra. Concluye, pues, que la fuerza que retiene a la Luna en su órbita es igual a la que hace caer a los cuerpos pesados en la superficie de la Tierra. O, dicho más brevemente, la luna se mantiene en su órbita debido a la fuerza de la gravedad. Los satélites de Júpiter y de Saturno gravitan hacia sus respectivos planetas y éstos a su vez lo hacen hacia el Sol, de manera que unos y otros son desviados del movimiento uniforme y rectilíneo y mantenidos en órbitas curvilíneas gracias a la fuerza de la gravedad. No puede olvidarse que no hay acción sin reacción. La fuerza centrípeta es fuerza de atracción en el sentido de par de fuerzas iguales y opuestas por las que dos cuerpos tienden mutuamente el uno hacia el otro. Luego la fuerza centrípeta de la gravedad es fuerza de atracción gravitatoria. Esto supone que no sólo la Luna gravita hacia la Tierra, sino que ésta, por su parte, gravita hacia la Luna y lo mismo ocurre con Júpiter y Saturno en relación con sus respectivos satélites. Si cada planeta es atraído por el Sol, también éste será atraído por el planeta, de modo que los planetas gravitan hacia el Sol y el propio Sol lo hace hacia los Planetas. Todos los cuerpos del mundo, celestes o terrestres, gravitan unos hacia otros. Esta facultad de gravitar o fuerza de la gravedad es proporcional a la cantidad de materia que cada cuerpo posee. Dicha cantidad de materia o masa, conocida como masa gravitatoria, no tiene que ver con la masa inercial. En tanto que la masa inercial se refiere a la resistencia de los cuerpos a los cambios de estado como consecuencia de la actuación de fuerzas, la masa gravitatoria nos habla de la capacidad de atraer y ser atraído, esto es, de la capacidad de generar fuerzas. Debido al carácter dual y recíproco de la fuerza de la gravedad, la proporcionalidad no puede establecerse por relación a un solo cuerpo, sino que debe incluirse la masa de los dos cuerpos en interacción. En consecuencia la gravedad es proporcional al productote las masas o cantidad de materia que los cuerpos contienen e inversamente proporcional al cuadrado de sus distancias. Encontramos aquí formulada la conocida ley de la gravitación universal. El movimiento orbital curvilíneo se va a explicar a partir de la composición de uno inercial, orientado en la dirección de la tangente, y otro descendente acelerado. El orden de los movimientos del mundo depende de la combinación de inercia y peso, convertido este último en una fuerza variable universal. Si aparentemente los cuerpos en rotación engendran tales fuerzas es sólo porque tienden a mantener el movimiento inercial tangencial, el cual los alejaría del centro en caso de que no actuara la fuerza de gravitación. En virtud de esta fuerza de gravitación universal, el sistema solar es un conjunto ordenado de cuerpos en interacción que se mantienen en órbitas estables. Las órbitas tendrán una forma muy próxima a la elipse y las áreas serán casi proporcionales a los tiempos. Newton nos propone un mundo en el que cada cuerpo determina el movimiento de los demás. Cada planeta, cada satélite, cada parte de materia es ahora un centro de fuerza capaz de atraer y ser atraído. Para poder decir con propiedad que se trata de una fuerza de alcance universal, hay que preguntarse si se aplica también a los cometas. Se decanta por trayectorias cónicas muy excéntricas que tienen su foco en el centro del Sol. Además los radios trazados desde los cometas al sol describen áreas proporcionales a los tiempos. Esto quiere decir que también los cometas están sometidos a la acción de la fuerza de gravitación. 3.4 El problema de la acción a distancia Lo que interesa es estudiar las fuerzas centrípetas en tanto que fuerzas impresas. Cuando se busca la causa por la que un cuerpo cualquiera abandona su estado inercial, la mirada no ha de recaer en la propia naturaleza del móvil, sino en la fuerza que se imprime desde el exterior. La fuerza centrípeta newtoniana es en principio entendida como fuerza de impulso, es decir, resultado de la sucesión ininterrumpida de impactos orientados hacia el centro en el límite, lo cual permite hablar de una acción continua sobre el cuerpo en cuestión. Por tanto, la fuerza centrípeta es compatible con el modelo de descripción mecanicista. Newton nos conduce de la noción de fuerza centrípeta a la de atracción y, a su vez, de ésta a la de gravitación universal. Ante el caso de un cuerpo en movimiento orbital que tiende a caer sobre otro situado en el centro con movimiento uniformemente acelerado, es posible pensar que estuviera siendo empujado por la acción de algún mecanismo invisible en la dirección de ese cuerpo central. En el mundo newtoniano la Luna gravita hacia a la Tierra y la Tierra hacia la Luna, y en general todos los satélites gravitan hacia sus planetas y éstos hacia ellos, y los planetas y satélites gravitan hacia el Sol y éste hacia unos y otros. Impulso y atracción no son lo mismo: Primero, porque la fuerza de impulso supone presión o empuje hacia un punto cualquiera que puede estar ocupado por un cuerpo o permanecer vacío; segundo, la fuerza de impulso no es recíproca. En resumen, la fuerza centrípeta puede ser concebida a partir de la de impulso mediante un procedimiento de paso al límite, pero no la de atracción. Se da de aquí un salto cualitativo que consiste en el tránsito de la acción por contacto a la acción a distancia. La atracción gravitatoria se habría convertido en la causa oculta de los movimientos celestes. Para Newton las fuerzas son las causas de los movimientos verdaderos y absolutos, siendo gracias a ellas como distinguimos dichos movimientos de los meramente relativos y aparentes. Únicamente así sería posible reducir las fuerzas de atracción a fuerzas de impulso, eliminando las heterodoxas acciones a distancia. Newton admite que a la materia sólo son inherentes fuerzas de inercia. Denomina así a la capacidad de los cuerpos para perseverar por sí mismos en el estado de reposo o de movimiento en el que se encuentran. Puesto que propiamente fuerza es aquello capaz de modificar el estado inercial de los cuerpos, las mal llamadas fuerzas de inercia no son tales. Afirmar que en la materia únicamente reside este tipo de fuerza es tanto como negar que la gravitación sea esencial a la materia. Puesto que la fuerza de inercia es un principio pasivo de conservación del estado, el propio Newton reconoce que sólo con dicho principio no habría cambio de estado; se requiere un principio activo capaz de poner los cuerpos en movimiento o de modificar éste una vez comenzado. Éste es el sentido de la noción de fuerza impresa, ya sea de impulso o de atracción. El problema se reduce a saber si en la materia donde se originan las fuerzas de atracción, de modo que los cuerpos se definen no únicamente atendiendo a su inercia, sino también a su gravedad. Cada uno de esos cuerpos no puede alterar su propio estado, pero sí el de los demás. La gravedad es una propiedad primitiva de todos los cuerpos, lo mismo que la extensión, la movilidad o la impenetrabilidad. Es una característica bien establecida experimentalmente. Por ser primitiva es irreductible a cualquier otra. Explicamos los fenómenos naturales estableciendo una cadena ininterrumpida de causas y efectos que ha de tener un comienzo en la causa más simple. La fuerza de gravitación se encuentra originariamente en todos los cuerpos. Gracias a ella podemos dar razón de cualquier fenómeno celeste o terrestre en términos mecánicos. En el Escolio General, Newton reconoce que no ha logrado establecer la causa de dicha fuerza. 4. Espacio, Tiempo y Movimiento en los Principia El “Escolio a la Definición VIII” comenzará definiendo explícitamente el espacio y tiempo absolutos, verdaderos y matemáticos, distinguiéndolos del espacio y tiempo relativos, aparentes y vulgares. Tiempo absoluto: supone el ininterrumpido orden de sucesión en el que todo acontece, pero de modo tal que el propio tiempo siempre transcurre aunque nada se suceda en él. En el mundo hay cambio, movimiento, evolución, historia, devenir, procesos, porque hay tiempo, y no al contrario. Éste fluye uniformemente. El tiempo abraza todos los fenómenos del universo imprimiendo en ellos un mismo ritmo en lo que a su duración se refiere. Mientras que todo sucede en el tiempo, la realidad de éste no se vería afectada por el hecho de que nada aconteciera en él. Independientemente de la materia, transcurre eternamente sin principio ni final, pudiendo aseverarse que hubo un tiempo pasado anterior al origen del mundo y habrá un tiempo futuro posterior a una hipotética desaparición del mismo. Espacio absoluto: existe con completa independencia de los cuerpos que se alojan en él. Incapaz de la menor mutación en su naturaleza, carece asimismo de todo movimiento. De otro modo sería tanto como plantear que el lugar pueda cambiar de lugar; pero son los cuerpos los que cambian de lugar, no el propio espacio. Por definición de éste es inmóvil. Todo está contenido en él como en un receptáculo último, siendo, en consecuencia, el lugar de sí mismo y de todas las cosas. A la parte de espacio absoluto que está o puede estar ocupada por un cuerpo se denomina lugar absoluto. Todas las partes del espacio sin excepción son lugares potenciales de los cuerpos, puesto que, al ser vacío y, por tanto, penetrable, no hay región que no pueda ser ocupada por cualquiera de ellos. De ahí resultará que el universo está en un cierto lugar del espacio infinito, pero podría estar en otro. La permanencia de un cuerpo en el mismo lugar absoluto constituye el estado de reposo absoluto. El verdadero reposo no se define por relación a ningún tipo de sistema material de referencia, sino por relación al espacio inmóvil. En el sistema del mundo newtoniano, todos los cuerpos interaccionan recíprocamente como consecuencia de la atracción gravitatoria. Luego en ningún caso puede afirmarse que el Sol o el resto de los cuerpos celestes permanecen en reposo. Movimiento absoluto: no se determinará atendiendo al cambio de posición de un móvil con respecto a algún tipo de cuerpo, ni cercano, ni lejano. Newton lo ha definido como “el paso de un cuerpo de un lugar absoluto a otro lugar absoluto”; por tanto, movimiento absoluto es el paso de una región del espacio a otra, sin que en ello intervenga para nada la distancia relativa entre los cuerpos. Esto quiere decir que tiene sentido atribuir movimiento a un solo cuerpo prescindiendo de los restantes, de modo que, si todos fueran aniquilados excepto uno, no por ello el cuerpo en cuestión dejaría de estar ubicado en algún lugar. Las partes del tiempo o del espacio verdaderos son de tal naturaleza que están fuera del alcance de nuestras operaciones de observación y medida. Y, sin embargo, medimos intervalos temporales o distancias espaciales. Newton afirma que, cuando hacemos esto, alcanzamos únicamente tiempos y espacios relativos, aparentes y vulgares. Así el tiempo relativo es definido como “la medida sensible y externa de cualquier duración mediante el movimiento” y el espacio relativo es “cualquier cantidad o dimensión variable de ese espacio, que se define por nuestros sentidos según su situación respecto a los cuerpos”. Medimos el tiempo a partir de algún tipo de movimiento adecuadamente elegido. Puesto que se postula que su flujo es uniforme, conviene que dicho movimiento sea lo más regular posible. Medimos el tiempo gracias al movimiento, pero a su vez precisamos del tiempo para medir el movimiento. Ello pone de relieve que nos desenvolvemos en el ámbito de lo relativo, y no de lo absoluto. Tampoco resulta posible fijar la posición de un cuerpo en el espacio absoluto. Éste no representa un sistema de coordenadas del que podamos hacer uso. Para determinar una posición o una distancia es necesario tener al menos dos cuerpos, uno de los cuales ha de ser considerado inmóvil y tomado como término de referencia a partir del cual conocer la ubicación del otro. Mediante este procedimiento fijaremos su lugar relativo, y también su estado de reposo o de movimiento relativos. “por las acciones y distancias de las cosas a un cierto punto que consideramos inmóvil, definimos todos los lugares; posteriormente interpretamos todos los movimientos por respecto a los antedichos lugares, en tanto que los concebimos como pasos de los cuerpos por estos lugares” Movimiento relativo es “el paso de un lugar relativo a otro lugar relativo”, el lugar relativo se define como la posición de un cuerpo en relación a otros arbitrariamente elegidos. Luego el movimiento relativo no es sino cambio de posición de unos cuerpos con respecto a otros. Sólo él es susceptible de ser medido, de manera que en la mecánica newtoniana toda velocidad es siempre relativa. Así, habiendo movimientos absolutos, no puede haber velocidades absolutas, ya que ello implica medida de distancias y de intervalos temporales, esto es, de espacios y tiempos que no pueden ser sino relativos. En la mecánica newtoniana, cualquier móvil cumple siempre el teorema de adición de velocidades. Ello supone que para conocer la velocidad absoluta de un cuerpo sería necesario sumar vectorialmente todas sus velocidades relativas, lo cual es imposible. Lo único que sí resulta factible es definir el movimiento absoluto por la suma vectorial de sus movimientos relativos. Supóngase una nave que se desplaza por el mar en una Tierra en reposo absoluto. Si el navegante se mantiene en la misma región del barco, diremos que se halla en reposo relativo con respecto al barco, pero en movimiento con respecto a la Tierra. Si nuestro viajero a su vez se mueve dentro del barco, su movimiento en relación con la Tierra será el resultado de sumar vectorialmente ambos movimientos. En ese supuesto podría cuantificarse el movimiento resultante, es decir, se podría medir su velocidad absoluta. Pero si también la Tierra se mueve, entonces será preciso sumar a las dos velocidades anteriores la de la propia Tierra en relación con el Sol. En el caso de que este astro estuviera en reposo absoluto aquí terminaría el tema, pero, suponiendo que el Sol se moviera con respecto a las estrellas, tendría de nuevo que añadirse este sumando. A continuación, una vez más habrá que considerar si las estrellas están en reposo o en movimiento, ya que, si tampoco éstas se mantuvieran estáticas, debería agregarse su velocidad a la serie de las velocidades anteriores. Es evidente que la suma capaz de arrojar como resultado la velocidad absoluta del navegante sólo podría concluir si pudiéramos identificar un sistema en reposo absoluto. Toda materia por definición es móvil, de manera que nada autoriza a atribuir a las estrellas el estado de absoluta inmovilidad. Dicho estado sólo puede ser predicado del espacio, lo cual quiere decir que el movimiento absoluto de un cuerpo ha de establecerse adicionando los diferentes movimientos relativos en el espacio absoluto. Dicho movimiento puede ser así definido, pero no medido, de modo que hablaremos de movimiento absoluto, pero no de velocidad absoluta por dos motivos: primero, porque el número de sumandos sería ilimitado; segundo, porque no es posible medir ningún movimiento en relación a un espacio absoluto que no es perceptible. 5. Aceleración y Fuerza en los Principia Sólo la modificación o cambio de estado remite a una causa, de modo que un movimiento constante es indicio de la total ausencia de fuerza o causa de movimiento. Pues la acción constante de una fuerza produce una aceleración constante, no un movimiento constante. Mientras que el movimiento inercial carece de causa y efecto, siendo indiscernible del reposo, con la aceleración no ocurre lo mismo. Los movimientos acelerados de ningún modo son equivalentes al reposo en la mecánica newtoniana. La aceleración no es equivalente al reposo porque tiene causa y produce efectos. El principio de relatividad galileano se aplica únicamente a sistemas inerciales. No podemos descubrir directamente movimientos absolutos en el espacio absoluto porque estos últimos no se dejan detectar empíricamente. Podríamos pensar en algún procedimiento indirecto que permitiera afirmar la realidad de dichos movimientos. Sabemos que no lograremos determinar cuándo un cuerpo se halla en estado de reposo o movimiento inercial absoluto atendiendo a algún supuesto efecto que derive de uno de los dos estados y no del otro, porque son indiscernibles y carentes de todo efecto mecánico. De modo que, en el caso de los movimientos inerciales, hemos de resignarnos a no poder distinguir jamás cuándo son relativos y cuándo son absolutos. Pero, cuando se trata de aceleraciones, la cosa cambia por completo. Aquí sí disponemos de un método indirecto para acceder al estado absoluto de los cuerpos, y con ello a la realidad del espacio y del tiempo absolutos. La presencia de fuerzas impresas será indicio seguro de la existencia de movimientos absolutos (acelerados). Allí donde se imprima una fuerza sobre un cuerpo, obtendremos como resultado un estado real y verdadero, que no se reduce a la variación de la posición con respecto a otros cuerpos elegidos arbitrariamente como sistemas relativos de referencia. Dicho estado real y absoluto puede ser descubierto gracias a su causa, que no es sino la fuerza que se ha impreso sobre ese cuerpo del que decimos que ha cambiado de lugar. A la mera modificación de la posición se denomina movimiento relativo, mientras que reserva el nombre de movimiento absoluto para el estado resultante de la aplicación de una fuerza. El carácter real y verdadero de las rotaciones absolutas es puesto de manifiesto por la presencia de determinados efectos que no desaparecen por el mero de hecho de que se modifique el sistema de referencia. Estos efectos no son otros que la tendencia de los cuerpos que giran a apartarse de los centros de rotación, o sea, las rotaciones absolutas engendran fuerzas centrífugas. Resulta que cuando se trata de aceleraciones y no de movimientos inerciales, es posible plantear una distinción dinámica entre movimiento relativo y movimiento absoluto a partir de las causas y efectos de los movimientos, esto es, gracias a las fuerzas centrípetas y centrífugas respectivamente. En sentido cartesiano, la Tierra se halla en estado de reposo relativo con respecto a la materia que la circunda. En cambio, con respecto al Sol sí se mueve. Luego con respecto al Sol su estado es de movimiento relativo. La respuesta cartesiana decantándose a favor del éter es, a juicio de Newton, arbitraria. Si descartes tuviera razón y el sistema objetivo de referencia fuera el éter, el estado verdadero de la Tierra sería el de reposo, mientras que el estado aparente, relativo sería el de movimiento. Pero entonces se daría un completo divorcio entre el estado real del cuerpo y la aparición de fuerzas. Partiendo de la Tierra cartesiana en reposo relativo en el éter, que obligara a éste a detenerse, para que dejara de tener lugar el desplazamiento conjunto de ambos. Es entonces cuando diríamos que se produce cambio de posición de la Tierra con respecto a la materia que la circunda y, en consecuencia, que se mueve. Este movimiento terrestre sería resultado, por tanto, de la acción de una fuerza impresa sobre el sistema de referencia. O cabe que la fuerza se ejerciera sobre la Tierra, pero de modo tal que se aplicara una fuerza igual sobre el éter. Nos encontraríamos en ese caso con que no se produciría el menor cambio de relación, a pesar de constatarse la presencia de fuerzas. También es posible que fuera la Tierra la que recibiera la acción de la fuerza impresa hasta llegar a detenerla, sin que dicha acción se ejerciera asimismo sobre el éter circundante. Nos veríamos abocados a concluir que es entonces cuando la Tierra se mueve, si lo único a tener en cuenta es el cambio de relación entre ella y su sistema de referencia. Las rotaciones reales y absolutas van ligadas a las fuerzas impresas en cuanto causas que los producen. Dichas rotaciones absolutas, y sólo ellas, engendran ciertos efectos a los que llamamos fuerzas centrífugas. Luego, de la observación de la presencia o ausencia de la tendencia del cuerpo que gira a alejarse del centro de rotación, es posible deducir cuándo una rotación es relativa o absoluta. Los movimientos circulares relativos no engendran fuerzas centrífugas, los absolutos sí. El comportamiento de un líquido en un recipiente en rotación permite poner esto de manifiesto. Tomemos un cubo suspendido de su asa por una cuerda, la cual se retuerce fuertemente obligando al cubo a girar en un cierto sentido. Una vez hecho esto se llena de agua y se sujeta a fin de evitar que la cuerda comience a dar vueltas en sentido contrario. Se trata de partir del reposo tanto del agua como del cubo. Hay dos etapas. En la primera, la cuerda comienza a soltarse y, por tanto, el cubo a girar, sin que la superficie del agua muestre la superficie cóncava de los fluidos en rotación. Por el contrario, se mantiene plana, debido a que el cubo no ha comunicado todavía su movimiento al agua. Puesto que el movimiento del cubo no se ha transmitido al agua, habría que concluir el reposo de ésta, porque no hay fuerzas centrífugas. Agua y cubo no comparten la misma velocidad, y no se desplazan conjuntamente. El agua está en movimiento con respecto al cubo. Al comienzo de nuestro experimento el agua se halla en un estado de movimiento relativo y de reposo absoluto. Pero poco después el agua empieza a rebasar las paredes del cubo, al tiempo que la forma de su superficie se hace cóncava. Ello quiere decir que el movimiento del cubo ya ha sido comunicado al agua. Cuando las velocidades de agua y cubo sean las mismas, no hay cambio de posición relativa. En esta segunda etapa el agua se halla en reposo relativo con respecto al cubo. La fuerza centrífuga es signo de un movimiento circular absoluto. El hecho de que los planetas se mantengan en reposo relativo en sus respectivos vórtices o remolinos de materia etérea no impide que su estado real y absoluto sea el de movimiento. Luego la Tierra se mueve. Allí donde hay fuerzas, hay movimientos verdaderos. Pero todo movimiento supone un sistema de referencia que son el espacio y el tiempo absolutos. Las fuerzas centrípetas han sido sólo el procedimiento indirecto del que Newton se ha servido para lograr su objetivo: poner de manifiesto la realidad del espacio y del tiempo. Espacio y tiempo existen como realidades independientes, y no deben confundirse con sus medidas sensibles. El espacio y el tiempo verdaderos y absolutos no se identifican con las longitudes y los tiempos que obtenemos como resultado de nuestras operaciones de medida.