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Contexto histórico-cultural y filosófico Descartes nació en La Haye, Francia, en el año 1596 y murió en Suecia en 1650. Se formó con los jesuitas desde los ocho años en el colegio de La Flèche, donde recibe una educación clásica y científica según los principios de la Escolástica, con los que Descartes no se sentirá satisfecho. Posteriormente estudió Derecho en la Universidad de Poitiers. En el siglo XVII, Francia, como el resto de las naciones europeas de la época, se organiza como una monarquía absoluta, que llegará a su apogeo con Luis XIV "el Rey Sol", cuyo reinado (1643-1715) coincide, en parte, con la vida de Descartes. Política, económica y socialmente se asiste a la crisis del sistema feudal y al surgimiento de un nuevo orden político y económico en Europa, con un fuerte desarrollo de la burguesía favorecido por la expansión del comercio marítimo y colonial. El afianzamiento de Inglaterra y Francia como potencias mundiales tiene como telón de fondo la decadencia del imperio español y el desarrollo económico de los Países Bajos, propiciado por la actividad comercial. Las monarquías absolutas se consolidan y el conflicto entre la Reforma y la Contrarreforma se vive de forma sangrienta La Reforma condujo a la división de la iglesia entre protestantes, anglicanos y católicos. Los motivos religiosos unidos a la lucha por la hegemonía entre las grandes potencias condujeron a la guerra de los Treinta Años (1618-1648) a la que puso fin la paz de Westfalia y en la que participó Descartes, primero en el ejército de Mauricio de Nassau, en el que se alistó en 1618 con la intención de aprender en el libro del mundo conocimientos útiles para la vida, como bien nos comenta en el propio Discurso del Método. Después, en 1619, se unió al ejército del príncipe Maximiliano de Baviera. Fue entonces cuando comenzó a poner los cimientos de su filosofía. Según nos cuenta, el 10 de noviembre tuvo tres sueños consecutivos que le convencieron de que su misión era la búsqueda de la verdad mediante el empleo de la razón. En el campo de la Astronomía, Copérnico había rechazado el geocentrismo y Kepler la circularidad de los movimientos celestes; en la Física se discutía la concepción aristotélica, que con pocos cambios, se había ido manteniendo; y, en general, se consideraban ineficaces los métodos escolásticos para alcanzar los conocimientos verdaderos. La revolución científica promovida por los descubrimientos de estos científicos unidos a las aportaciones de Galileo, iba abriéndose paso mientras la filosofía escolástica basada en Aristóteles, perdía fuerza. Descartes, partidario de esta nueva física, conoce la condena de Galileo por sostener el movimiento de la tierra y renuncia a la publicación del Tratado del mundo que contiene su física mecanicista, por miedo a enfrentarse con la Iglesia. El Barroco, movimiento artístico de la época, se extiende por toda Europa. Es la ruptura del equilibrio renacentista, la necesidad de vivir apasionadamente. El Barroco es pesimista: era frecuente hablar de la “locura del mundo” o de un “mundo al revés” en el que todo parece alterado. En literatura Calderón de la Barca (1600-1681) expresa de forma sublime la representación de la vida como sueño y tragedia: todo es apariencia y sueño. Este es la misma sugerente idea que plantea Descartes en la cuarta parte del Discurso. En cuanto al contexto filosófico, el Discurso del Método surge como solución al escepticismo renacentista, que tuvo en Francia sólidos representantes como Montaigne y Charron, para los cuales el hombre no tiene posibilidades de alcanzar ninguna verdad absoluta. Descartes en su Discurso parte de la duda, pero en él la duda es un instrumento para llegar a la verdad. Descartes se convierte en el padre de la filosofía moderna, siendo el primer representante del Racionalismo moderno, seguido de otros filósofos, también continentales como Spinoza (holandés), Malebranche (francés) y Leibniz (alemán). El Racionalismo sostiene que la fuente y el origen del conocimiento es la razón, que los conocimientos válidos y verdaderos proceden de la razón y no de los sentidos. Su confianza absoluta en el poder de la razón lo distingue de la declinante Escolástica y de su recurso a la fe. Y en consecuencia, el modelo del saber racionalista es el sistema deductivo de las matemáticas, donde todo conocimiento científico se infiere o deduce de principios o ideas evidentes. Pensaban que así como la aplicación del método matemático había hecho progresar a la física, se esperaba que su aplicación a la filosofía la haría avanzar con seguridad. Por lo tanto, el problema del método se convierte en una cuestión fundamental para alcanzar la verdad. Junto a esta corriente de pensamiento, aparece en Inglaterra la otra gran corriente de la modernidad, la filosofía empirista con Hobbes, Locke, Berkeley y Hume, contraponiéndose al Racionalismo en aspectos fundamentales, al considerar que la experiencia es la principal fuente del conocimiento, pero también su límite, por lo que la razón no puede ambicionar ese conocimiento absoluto, como pretende el Racionalismo (hacen una crítica al innatismo). Se preocupan también por la cuestión del método. Llevan a cabo una crítica de la metafísica. Por otro lado, la Escolástica medieval en la que Descartes se formó con los jesuitas, aunque es muy criticada por el autor, también está presente en sus argumentos sobre la existencia de Dios y en conceptos como el de “sustancia” propio del aristotelismo medieval. El Discurso del Método, se publicó en 1637 y sirvió de prólogo a tres opúsculos: Dióptrica, Meteoros y Geometría, estas tres obras eran un resumen del Tratado del mundo que no quiso publicar. Este prólogo se ha convertido en su obra fundamental porque en él se encuentra ya esbozado lo más importante de su pensamiento, que después desarrollará en obras como las “Meditaciones Metafísicas” (1641) o los “Principios de Filosofía” (1644). Fue escrito en francés, en vez de en latín, que todavía se consideraba la lengua culta, lo que suponía un signo más de la modernidad que inauguraba y una superación del saber tradicional ; aunque Descartes es consciente de la ruptura y usa un tono de constante humildad para evitar el rechazo y la condena institucional. También el hecho de ser autobiográfico, -ya que en el Descartes va contándonos con un estilo llano y coloquial “cosas de su vida” en el difícil camino de la búsqueda del método y de la verdad-, refleja la figura de un auténtico filósofo moderno: preocupación por el ser humano, orgullo de serlo, confianza desmedida en el poder de la razón y decisión de servirse de ella con independencia de la fe, las tradiciones o las enseñanzas de los doctos. A pesar de su cautela, en 1643, el Consejo de la Universidad de Utrech condenó a Descartes por ateísmo, también fue acusado de pelagianismo y a su muerte, algunas de sus principales obras fueron condenadas por la iglesia católica. Descartes murió en Estocolmo en 1650, adonde había acudido ante la insistente invitación de la reina Cristina de Suecia que quería ser instruida en su filosofía.