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VICARÍA ZONA SUR Pastoral de Espiritualidad LECTURA ORANTE DE LA PALABRA EVANGELIO DE LUCAS 15, 1-3.11-32 Domingo 6 de Marzo de 2016, 4° Cuaresma Preparación.- Es el momento de encontrarnos con el Señor por medio de este método de la Lectura Orante. Te invito a tranquilizar tu cuerpo, mente y corazón. Si te ayuda, has unos minutos de relajación, respirando de manera profunda y lenta, y botando este aire viciado de la misma manera. Cierra tus ojos y pide la asistencia al Espíritu Santo, que te guíe e ilumine en este encuentro con el Señor de la Palabra. ORACIÓN DE INICIO.- Ven, Santo Espíritu a los corazones que leen y acogen con humildad y con un corazón atento al mensaje de la Palabra. Que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo de encuentro profundo contigo y conmigo mismo/a la luz de tu Evangelio a fin de poder ser renovado/a con tu fuerza y confianza, y así ir al encuentro de las personas que Tú pones cada día en mi camino con una mirada amorosa y misericordiosa. Amén. LECTURA.- ¿Qué dice el texto de Lucas 15,1-3.11-32? I Introducción: La parábola del Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre la misericordia, tema tan querido por el Papa Francisco. Por eso, la Parábola del texto nos invita a reflexionar, meditar sobre las actitudes de los protagonistas principales y a preguntarnos ¿Quién es el pródigo? ¿El Padre o el Hijo (como se dice tan a menudo)? Del mismo modo, esta parábola abre luces sobre nuestra propia actitud frente a la misericordia. ¿Hasta que punto perdonar? ¿Amar? ¿Acoger? ¿Tener una mirada misericordiosa? Con el fin de comprender más lo que el Evangelio quiere decir. Te invito a responder estas preguntas de clarificación: ¿Qué dice el texto? ¿Quiénes son los protagonistas de esta parábola? ¿Qué cuenta la Parábola? ¿Cómo reacciona cada uno de ellos? En esta etapa, es importante no interpretar el texto, pero por el contrario, no desapegarnos de él. Para acoger el texto en tu corazón, imagina su desarrollo en tu mente. Esto te dará la oportunidad de profundizar y hacer tuya esta hermosa Palabra de Dios. MEDITACIÓN.- ¿Qué me dice o nos dice el texto para nuestra vida? Con el texto en tu corazón y en tu mente, ahora puedes pedir al Señor que te ilumine con su luz lo que mueve tu corazón. Nadie puede quedar indiferente frente a esta Parábola. Déjala hacer su camino en ti, hasta los lugares más oscuros y duros de tu persona, donde el perdón y la misericordia esperan ser acogidos para cambiar tu vida como fue el caso del hijo menor regresando a la casa. Te pueden ayudar estas preguntas u otras que te surjan: ¿Con qué protagonista me siento más cercano/a en mi vida hoy? ¿Por qué? ¿En qué momentos, actitudes, en mi vida me identifico con el Padre? ¿Al hijo mayor? ¿Al hijo menor? ¿De qué forma esta Parábola me ayuda a comprender y vivir el perdón y la misericordia? ¿Qué Buena Noticia he recibido hoy con este Evangelio? ORACIÓN.- ¿Qué le respondo al Señor luego del regalo de su Palabra? El encuentro con el Señor no se vive solo con su Palabra escuchada, meditada, estudiada. Es necesario un tiempo cotidiano de oración para poder vivirla más profundamente en tu persona y en tu vida. Cada encuentro con el Señor nos da la fuerza para levantarnos, y anunciar su mensaje. Todos vivimos momentos como los que el hijo menor o el mayor vivieron. Solo la oración permite poder cambiar nuestro corazón con un amor misericordioso y verdadero. La oración nos ayuda a acercarnos a la actitud del Padre, porque en ella le pedimos que nos ayude a hacer su voluntad: Ora, escúchalo. Él te espera para hablar contigo de corazón a corazón con el lenguaje del amor misericordioso. Acércate, no temas… En este tiempo de oración, habla con El… Él te escucha… te espera con los brazos abiertos como el Padre acogió a su hijo menor. Este momento es un tiempo íntimo y fuerte entre Él y tú. Fíjate en la persona del padre, después en la del hijo menor y para terminar la del mayor. Mira como el padre acoge a sus dos hijos sin elegir… solo amándoles tal como son, con sus debilidades y temores. Alaba, agradece a tu Padre por su amor misericordioso que Él hace brotar en ti gracias a su Palabra. CONTEMPLACIÓN.- Dejo que el Señor me hable y me ame Repasa nuevamente el texto y reconoce el amor infinito de Dios en el padre. Déjate vestir con el vestido más luminoso que Él puede regalarte: su luz, amor y misericordia. Déjate llenar de su amor infinito y misericordioso hasta los rincones más insondables de tu persona… ACCIÓN.- Y ahora ¿Cómo hago vida esta Palabra? A la luz de las actitudes de los protagonistas de la parábola, la Palabra de Dios me invita a cambiar, a vivir en mi vida su amor y su misericordia. ¿A qué me mueve el amor sobreabundante del padre por sus hijos? ¿Cómo puedo plasmar su misericordia en mi vida cotidiana? ORACIÓN.- Te invito a terminar este encuentro con el Señor con la oración que el Papa Francisco escribió para el año de la misericordia. Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.