Download Irma del Carmen Domínguez
Document related concepts
Transcript
1.-No cognitivismo y Cognitivismo: ¿Kant y Hume apoyan el valor de la moralidad? No siempre las personas actúan por impulso o porque simplemente deseen tener o conseguir algo. No siempre vamos por la vida haciendo lo que queremos y deseamos sin que nos importe qué piensen los demás o si acaso es incorrecto lo que hacemos. Actuar por complacer instintos o impulsos no es característico de los seres humanos, de hecho, pensar y razonar es lo que nos hace ser humanos, lo que nos hace poder distinguir entre lo bueno y lo malo, lo que nos diferencia de los demás seres vivos. Aunque muchas veces se llegue a rechazar la idea de una vida basada en reglas o principios morales, no puede decirse que estos no favorecen a una vida mejor y más plena. La ética y los principios morales, tomando en cuenta que somos seres racionales, es decir, que una actitud reflexiva al momento de hablar de la moralidad es fundamental, esto forma parte importante de los seres humanos, de muchos aspectos de la vida y contribuye también a una mejor manera de vivir, que a su vez favorece al desarrollo de la humanidad. Imanuel Kant y David Hume apoyan la idea de que es bueno ser agentes morales, aunque lo plantean de maneras muy distintas y desde lados muy opuestos, finalmente los dos podrían decir que la moralidad es buena para cada individuo y para el mejor desarrollo de las sociedades. Tanto Hume como Kant dan por hecho que la moralidad existe, pues la mayoría de las personas pueden hacer distinciones sobre actos morales o inmorales; saben cuándo se ven afectados por algo que los demás consideran como bueno o malo, pero el desacuerdo entre estos dos filósofos surge al preguntarnos por el origen o el fundamento de los principios morales: ¿se fundan en la razón? O, ¿se fundan en nuestro sentimiento, en la forma en la que reaccionamos ante diferentes circunstancias? Hume lo hace desde las emociones, en su teoría, la moralidad no se funda en la razón, sino en un sentimiento de aprobación o desaprobación que tenemos cuando vemos a las demás personas con ojos de simpatía. A diferencia de él, para Kant, actuar moralmente significa actuar por deber; con respeto hacia la ley que a su vez esta se torna en universal.1 1 Kant, Imanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Traducción de Jose Mardomingo, Ariel, Barcelona, 1996. Pág. 181 1 Hume Hume nos da argumentos para rechazar la posición de Kant respecto a la moralidad, para rechazar la posibilidad de la razón como fuente de la moralidad y esta razón la podemos encontrar desde su concepción sobre el entendimiento. En las primeras partes del Tratado de la naturaleza humana, se dedica a hablar de las formas de conocimiento posibles y a dejar claro cómo es que la razón, no juega un papel más importante que la experiencia; nuestras percepciones, o lo que él llama impresiones. Desde el inicio de su texto en la primera parte deja claro lo anterior cuando distingue las impresiones de las ideas de la siguiente forma: A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia las podemos denominar impresiones; e incluso bajo este nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal como hacen su primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de las impresiones, cuando pensamos y razonamos; de esta clase son todas las percepciones suscitadas por el presente discurso, por ejemplo, con la sola excepción del placer o disgusto inmediatos que este discurso pueda ocasionar.2 Para este filósofo hay únicamente dos formas mediante las que podemos conocer: el conocimiento de hechos o impresiones (experiencia) y el conocimiento de relaciones de ideas (geometría).3 Si la moralidad se fundara en la razón tendría que pasar por una de las dos formas de conocimiento que Hume señala, y eso al parecer no pasa, pues ni los hechos, ni las relaciones de ideas nos dan nociones sobre lo bueno y lo malo. Lo que las personas podemos distinguir como bueno o malo, no es algo que tenga que ver con la propiedad de un objeto moral, lo bueno y lo malo no aparece como un objeto que interviene en la acción, sino, como un sentimiento de aprobación o desaprobación.4 2 Hume, David, El tratado de la naturaleza humana, Traducción de Felix Duque, Editora Nacional, Madrid, 1981, Pág. 87 3 En El tratado de la naturaleza humana Pág. 171. 4 En Tratado de la naturaleza humana, Pág. 682-684. 2 Ese sentimiento de aprobación, que es la forma en la que podemos tener nociones de lo moral, proviene de la simpatía, el principio por el cual Hume cree que podemos hablar de la moralidad.5 Cuando juzgamos un acto como bueno, lo juzgamos porque en nosotros hay un sentimiento de aprobación. Por ejemplo: observar que un señor levante a una señora mayor que tropieza a media calle y está a punto de ser arrollada, nos conmueve y lo aprobamos, de hecho, lo podríamos considerar como algo bueno y a la vez también moral. Por otro lado, si observamos que un señor está golpeando brutalmente a una joven, lo desaprobamos, pues nos parece malo. Nos parece malo porque esa persona no sería agradable, el hecho de convivir y estar cerca de una persona que golpea brutalmente a otra, nos parece desagradable, nunca querríamos ser golpeados de esa manera ni convivir con alguien que lo hace. El hecho de simplemente observar la actitud violenta y agresiva del señor nos llegaría a molestar lo suficiente como para rechazarlo a él y juzgar como inmoral su actitud. La actitud del señor que ayuda a la señora mayor la podríamos juzgar como moral porque el señor es solidario y caballeroso, alguien con esas actitudes nos es agradable y nos provoca placer. La otra actitud no nos provoca placer. En la teoría ética de Hume hacemos distinciones morales que dependen de ciertos sentimientos que nos producen placer o dolor. Algo moral podría ser algo que nos provoca placer y algo inmoral sería compatible con lo que nos causa dolor. 6 Llegamos a tener una distinción entre un acto moral o inmoral, pero la distinción proviene de un sentimiento al observar (siempre con ojos de simpatía) lo que sucede y no de una valoración racional. Pero, si nuestras nociones y distinciones sobre algunos principios morales provienen de un sentimiento y los sentimientos de las personas son subjetivos, entonces, ¿la moralidad también es subjetiva? En el caso de la señora mayor que está a punto de ser arrollada, podría ser que a una persona o a dos les llegue a ser indiferente o que no les conmueva, incluso, alguien podría argumentar que la culpa es de ella por no fijarse y no la excusaría por ser mayor. En el caso de la joven puede haber alguien que apruebe o considere la actitud del señor como correcta. Si esto 5 6 En Tratado de la naturaleza humana, Pág. 871-873. En Tratado de la naturaleza humana, pág. 819. 3 pasara, una misma actitud podría ser moral e inmoral, considerando los diferentes puntos de vista de cada persona. Hume parece abandonar la objetividad de los principios morales al fundamentarlos en sentimientos. Parece que siempre habrá varias opiniones sobre las cosas que pasan, sobre las situaciones que vivimos y observamos. Esto es así porque nuestros sentimientos son siempre distintos, son subjetivos y eso significa que si la moralidad se funda en un sentimiento, entonces no podríamos hablar de cierta convergencia; no podríamos estar de acuerdo entre los actos morales de las personas. Si es así, si las personas no pudieran hablar de las actitudes morales o inmorales, si hubiese tantos puntos de vista sobre los actos morales, si nunca hubiese un acuerdo, entonces, ¿las personas podrían tener alguna razón para asentir a principios morales que son tan diversos, tan distintos en cada persona? Esto podría no ser un punto a favor para la ética, pero Hume intenta justificarlo. Él argumenta que los seres humanos tenemos una naturaleza humana en común, es decir, que podemos estar más o menos de acuerdo entre lo que nos complace. Intenta de esa manera justificar que la moralidad sea subjetiva, pues si podemos hablar de una naturaleza común en todos los seres humanos, podemos también hablar de cierta convergencia y establecer principios morales convergentes, esto sería, probablemente, un punto a favor para la ética y para hablar de una motivación moral; las personas sabrían qué cosas son placenteras para todos y qué cosas no. Saber qué cosas son placenteras (en Hume lo placentero, por medio de la simpatía, es igual que lo virtuoso o lo moral) para todos y qué cosas no, sería una mejor razón para persuadir a todos de qué, en efecto, es bueno asentir a los principios morales. Aunque Hume no dedique un capítulo o un apartado para hablar de la necesidad de una motivación moral en los seres humanos y que su objetivo en Tratado de la naturaleza humana sea persuadir a los moralistas de que la moralidad se funda en los sentimientos y no en la razón, casi al final de la obra afirma que la ética tiene tendencia al bien de la sociedad. 7 De hecho cuando empieza a hablar de su sistema moral, en varias partes aparece la misma afirmación. 7 Tratado de la naturaleza humana, Pág. 873. 4 Kant Si Hume postulaba que la moralidad y las nociones o distinciones de ésta se fundaban en nuestros sentimientos, Kant va a argumentar lo contrario, pues para él los actos son considerados como morales solo si el entendimiento, mediante sus categorías, puede evaluarlos. Imanuel Kant, desde su teoría del conocimiento plantea otra manera de ser morales muy distinta a la de David Hume. Él va a defender que la razón tiene autonomía sobre nuestras percepciones sensibles y no todo lo que hay en nuestro entendimiento proviene de la experiencia. Va a afirmar que el conocimiento se basa en una mezcla de la experiencia y las capacidades del entendimiento para estructurar las impresiones sensibles, es decir, aquello que llama a priori, independiente de la experiencia.8 Tampoco se trata de que Kant argumente que la experiencia y lo sensible no provocan nunca reacciones o sensaciones en los seres humanos, eso ocurre sin duda, pero el entendimiento se encarga de regular y estructurar todo lo que proviene de la experiencia. En su sistema moral, más adelante, deja fuera todo lo sensible y fundamenta a la moralidad en una base objetiva y universal. Kant es uno de los filósofos que rechaza la idea de darle valor motivacional o justificar a la moralidad en fines que proporcionan al individuo una mayor felicidad; la ética no es consecuencialista, no persigue un fin último, un acto moral no debe considerarse como tal si lo que motivo a realizar ese acto fue un anhelado fin último o el deseo de cosas futuras favorables. La buena voluntad es una forma en la que podemos llagar a hablar de los actos morales o inmorales de las personas. Para Kant, la buena voluntad es lo único que puede considerarse como verdaderamente bueno y puro en sí mismo, pero a su vez, ésta contiene al deber, lo que significa, obrar de acuerdo o por respeto a la ley universal. La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no por su amplitud a alcanzar algún fin propuesto, sino únicamente por el querer, esto es, es buena en sí, y, considerada por sí misma, hay que estimarla mucho más, sin comparación, que todo lo que por ella pudiera 8 En Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Pág. 118 5 alguna vez ser llevado a cabo en favor de alguna inclinación, incluso, si se quiere, de la suma de todas las inclinaciones.9 Para esclarecer un poco el concepto del deber, Kant nos menciona las cosas que son contrarias y conformes a él. Las actitudes que para Kant no tienen valor moral porque no son realizadas únicamente por deber son: a) las actitudes contrarias al deber, b) las actitudes conformes al deber por inclinación mediata, c) las actitudes conformes al deber por inclinación inmediata. Las primeras son las que contradicen al deber, las segundas son las acciones que sí actúan de acuerdo al deber, pero por una inclinación mediata y las últimas también son de acuerdo al deber, pero por inclinación inmediata.10 Ejemplo: supongamos que hay una joven que está a punto de caer a un acantilado demasiado profundo y es seguro que si cae va a perder la vida. Yo paso por ahí y veo que es alguien a quien le debo muchísimo dinero y al ver que su muerte podría saldar mi deuda, decido no ayudarla, aun cuando tengo la posibilidad de hacerlo, pero mi deseo de no pagarle y aprovechar ese dinero me hace actuar completamente por inclinación y no por deber, eso es contrario al deber. Luego, si paso y la joven está en las mismas circunstancias, pero no le debo dinero, sino que al contrario, ella con frecuencia me hace regalos muy generosos y me presta dinero siempre que lo necesito, entonces decido salvarla porque de faltarme ella, ¿Quién me dará regalos generosos y préstamos siempre que lo necesite? Se puede llamar a mi actitud como mediata y conforme al deber, ya que el que le salve la vida es un medio que me proporcionara un fin; futuros regalos y préstamos. Ahora, vamos a suponer que la joven que está ahí es mi amiga y le tengo mucha estima, por eso decido salvarle la vida, mi actitud seria de acuerdo al deber e inmediata, pues ella sería como un fin en sí mismo, la estimo mucho. Estos dos últimos ejemplos, para la ética de Kant son considerados neutros; ni morales ni inmorales. La experiencia, o mejor dicho, las sensaciones o sentimientos que tuve ante diferentes circunstancias no tienen ningún valor moral, así la experiencia va quedando fuera del sistema 9 En Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Pág. 119 10 En Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Pág. 125-127 6 moral de Kant, pues las inclinaciones y los sentimientos no tienen ninguna importancia a la hora de hacer distinciones morales. La ética kantiana es formal, esto significa que debe ser universal y racional; debe ser válida para todo el mundo y no nos debe mostrar algún fin a conseguir. Una persona actúa moralmente cuando lo hace por deber, “nuca debo proceder más que de modo que pueda querer también que mi máxima se convierta en ley universal”11 el actuar por deber es actuar por respeto esta ley. Entonces, un acto se va a evaluar desde la ley universal, es decir, los actos y las nociones que tienen que ver con la moralidad no van a depender de un sentimiento de aprobación, eso no sería considerado como un acto moral, ya que para Kant la única manera de poder saber cuándo un acto puede ser llamado moral, es deseando que este se torne en ley universal. La forma en la que Kant nos muestra cómo podemos evaluar los actos de las personas, nada tiene que ver con la experiencia, ni con cosas sensibles. Él encontraba la posibilidad de la objetividad ética en un sistema moral donde las inclinaciones empíricas, deseos o sentimientos no jugaban nunca un papel importante, ya que estos introducían subjetividad. Podemos creer que algunas actitudes son buenos, incluso las personas suelen tener distinciones sobre lo bueno y lo malo o lo placentero, pero, no todo lo que nos parece bueno puede ser considerado moral. En la teoría kantiana se habla de una manera diferente de evaluar a la moralidad, donde ni nuestros impulsos y deseos, mucho menos nuestros sentimientos de aprobación juegan un papel más importante que la razón a la hora de hablar de una convergencia de principios morales. Lo placentero nada tiene que ver con actitudes morales de las personas. En el caso de la señora que está a punto de ser arrolla y un señor la ayuda a escapar de ese peligro, vimos que un humeano lo observaría y aprobaría esa actitud, e incluso, la simpatía le permite evaluarlo como un acto placentero, como un acto supuestamente moral. Para un kantiano no es suficiente observar de esa manera las actitudes de los demás y luego así poder catalogarlos como morales o inmorales, tampoco es suficiente con que algo nos sea 11 En Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Pág. 135 7 placentero y la persona sea agradable, de hecho, la actitud del señor, considerada por un kantiano, podría no tener ningún valor moral. En los dos ejemplos, para poder llamarlos, en Kant, morales o inmorales, habrá primero que reflexionar, es decir, pensar si en realidad los dos señores actúan por deber, con respeto hacia la ley universal o sin tomar en cuenta inclinaciones, deseos o sentimientos. Así, la ley es la que regula nuestros instintos o impulsos, porque al querer actuar de determinada manera, cuando una bomba de impulsos y deseos nos exigen hacer algo, no simplemente actuamos. Una persona en buen uso de sus facultades mentales no actuara así, no se dejaría llevar por impulsos y aunque parezca que en ocasiones no es así, la reflexión ante lo que hacemos, siempre está presente, incluso si en el momento no lo pensamos, después lo reflexionamos. Para Kant también es bueno ser personas morales, defiende también que la moralidad es buena para la humanidad y para los individuos. Una motivación moral desde lados opuestos: no cognitivismo y cognitivismo Hume, como ya lo vimos, afirma que los actos morales o inmorales y las distinciones que hacemos sobre ellos provienen de nuestros sentimientos y que la reflexión racional no tiene ninguna forma de influir en ello, pero aunque no haya forma, en su teoría del conocimiento y en todo su sistema moral, no me parece que nuestros comportamientos y actitudes deban evaluarse siempre desde un plano sentimental, sin tomar en cuenta nuestra reflexión, de hecho, nuestros deseos o impulsos muchas veces los sometemos a una reflexión y podría ser que los deseos no estén muy apartados de una reflexión racional. Finalmente, aunque siga habiendo problemática y debate entre estas dos teorías éticas y aunque los dos filósofos se dedican a hablar de la fuente de la moralidad y no de cómo es que ésta nos exige o de las razones que tenemos para aceptarla, en las dos formas se puede ver que es bueno ser agentes morales, ya que los dos piensan que la moralidad es favorable para cada individuo y para el desarrollo de la sociedad. No se puede rechazar la moralidad argumentando que no es favorable o que no es buena para la vida humana y eso, tanto Hume como Kant lo aceptarían. 8 2.-Thomas Nagel El debate entre humeanos y kantianos sobre el origen de la moralidad sigue siendo todavía un tema de discusión, pero por ahora no pretendo defender ninguna de las dos posturas ni tampoco rechazar otra, de hecho, yo creo que las dos teorías éticas podrían no estar tan peleadas, aunque basen la moralidad en lados muy opuestos y de maneras muy distintas, coinciden en hablar de moralidad como buena o favorable para el desarrollo de cada individuo y la posibilidad de una motivación moral en los dos filósofos, uno empirista y otro racionalista, puede ser defendida. Desde Hume la motivación moral, es claro que va a surgir por medio de sentimientos y deseos, es decir, las razones que tenemos para actuar moralmente, la motivación que surge para asentir a ciertos principios morales, viene de un sentimiento que es, se podría decir, regulado por medio de la simpatía, que a su vez es también una forma de sentir y no tanto de reflexionar o razonar. Las razones que tenemos para actuar moralmente en Kant, surgen por medio de la razón, la razón es la única que nos da motivos para actuar, es la que motiva por si misma acciones intencionales, que a su vez, son independientes de inclinaciones o sentimientos. Tal vez no sería tan absurdo hablar de la moralidad tomando en cuenta aspectos importantes de las dos anteriores teorías éticas; deseos, impulsos, racionalidad, universalidad, principios reguladores que permitan una convergencia moral, que permita también, la posibilidad de hablar de una motivación moral en todas las personas o al menos en su mayoría y que se llegue a persuadir de la necesidad de ésta en la vida humana. Con tomar en cuenta aspectos importantes de las dos teorías, no me refiero a hacer toda una mezcla sin sentido de sentimientos, deseos y reflexión racional, más bien quiero hablar de ciertos deseos que pueden ser motivamos por la razón misma. Ya he dicho antes que al querer actuar de determinada manera, cuando una bomba de impulsos y deseos nos ínsita a hacer algo, no simplemente actuamos. Una persona en buen uso de sus facultades mentales no actuara así, no se dejaría llevar solamente por impulsos y aunque parezca que en ocasiones no es así, la reflexión ante lo que hacemos, siempre está presente, incluso si en el momento no lo pensamos. 9 Bibliografía Nagel, Thomas, La posibilidad del altruismo, Traducción de Ariel Dilon, Mexico, FCE, 2004. Korsgaard, Christine M, Las fuentes de la normatividad, Traducción de Laura L. y Laura E, UANM, 2000. Hume, David, El tratado de la naturaleza humana, Traducción de Felix Duque, Editorial Nacional, Madrid, 1981. Kant, Imanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Traducción de Jose Mardomingo, Ariel, Barcelona, 1996. 10