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HGM-04_M1AA1L4_Mexica Versión: Septiembre 2012 Revisor: Luis Silva Arriaga Lo que todo mexica o azteca aprendía a principios del siglo XVI Por: Mario Román Romero Apenas había cerrado los ojos, cuando ya es la hora de pararse. Cuetzpalin se incorpora y ya no encuentra a su lado a Xóchitl, su esposa. La escucha en la cocina de la vivienda, echando las tortillas que serán devoradas por toda la familia en un rato más. Viene a sus oídos también, el ruido mañanero que producen los barrenderos de la Gran Ciudad. Alguna vez, le comentaron que son más de mil y que diariamente son los encargados de regar agua sobre las calles o las calzadas y barrer hasta quitarle toda la basura que pudiera estar sobre ellas. Como todos los oficios, los barrenderos cuentan con su propio Dios protector. No recuerda su nombre, pero dicen – los que saben- que es muy poderoso, claro como todos los dioses que protegen a los mexicas. No lo piensa más y se levanta del petate, lo enrolla y dobla la manta que lo protegió del frío durante la noche. Se dirige a la parte exterior trasera de su casa, en donde se encuentra una pileta llena de agua. Usando una jícara y con algunas hojas de plantas olorosas, se da el primer baño del día con agua fría obviamente. Tiene por costumbre bañarse de dos a tres veces en el transcurso del día. Pero, esa costumbre no sólo la practica Cuetzpalin, sino hombres y mujeres, jóvenes y viejos, niños y niñas. Sobre todo, desde que se pudo traer agua potable desde el lago de Chapultepec, hace años, mediante el acueducto que conecta el lago de Texcoco con la Gran Ciudad de México-Tenochtitlán. Entra nuevamente a la casa, busca en su huacal un taparrabo limpio. Se lo viste y se va a la cocina. Al igual que Xóchitl, su madre está torteando la masa y, al mismo tiempo, prepara el atole de chía que le sale tan bien y que Cuetzpalin podrá endulzar con aguamiel a su entero gusto. ¡Ah! Y saborear los ricos tamales rellenos de carne enchilada de conejo o de guajolote. No parecieran nuera y suegra. Las dos están al tanto de los alimentos de todos los integrantes de la familia. Las dos, como buenas mexicas se la pasan platicando en ese tono suave que tiene el idioma que habla todo azteca, el náhuatl. A veces, sueltan una risita muy educada, porque no pueden reírse como aquellas mujeres que mascan chicle y aplauden en las calles de la Gran Ciudad. La madre de Cuetzpalin quedó viuda hace unos dos años; ya que, Cuauhtli su padre, cayó prisionero de los tlaxcaltecas en una de tantas guerras floridas que ha habido y, tuvo el honor de ser sacrificado ante el dios Xipe Tótec. Esto le trajo a la familia honor y reconocimiento en el barrio donde viven: Yopico. Aunque el honor es por partida doble. Su madre, al igual que su abuela y bisabuela, es partera. Y, como el oficio es muy respetado y necesario en cada barrio, Xóchitl está aprendiendo tan difícil tarea. Las parteras van de madre a hija. Se hereda el oficio y, a falta de hijas, las nueras son educadas en tan centenario oficio. Cuetzpalin va al otro cuarto y despierta a sus dos hijos. La niña apenas de dos y el varón ya de siete. Entre el clásico: Mi muchachita, mi pequeñita, mi orgullo, amorosamente Cuetzpalin carga a la niña y la va despertando con besitos en los cachetes. Al mismo tiempo, levanta a mi apoyo, mi bastón, 1 ©UVEG. Derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, modificada, distribuida, ni transmitida, parcial o totalmente, mediante cualquier medio, método o sistema impreso, electrónico, magnético, incluyendo el fotocopiado, la fotografía, la grabación o un sistema de recuperación de la información, sin la autorización por escrito de la Universidad Virtual del Estado de Guanajuato. HGM-04_M1AA1L4_México Versión: Septiembre 2012 Revisor: Luis Silva Arriaga mi continuador, que de un salto se levanta y sale corriendo a la pileta de agua fría para, como le ha enseñado su padre, bañarse como es la costumbre. No en balde ya tiene siete años y dentro de pocos años irá al Calmecac para convertirse en sacerdote y solamente reciben a muchachos fuertes, física y mentalmente. Los tres regresan a la cocina y se sientan en el petate del lugar. Las tortillas recién hechas están acumuladas en el tascal. Están los tamales, el atole de chía, rebanadas de jitomate, uno que otro aguacate, chile de varias especies y, si quieren, un poco del chocolate que se hizo para la cena de la noche anterior. Tazas y platos de barro son usados. Cucharas de madera perfectamente pulida por los artesanos del otro lado del lago de Texcoco, los chalcas. Y, los cuchillos de obsidiana que son tan filosos que pueden cortar sin problema carne de venado, de guajolote o de petezcuincle. Al finalizar, Cuetzpalin sale y con tortilla quemada se lava perfectamente la dentadura. Esa dentadura tan blanca que es la envidia de muchos pochtecas como él, sobre todo cuando están viajando al territorio de los zapotecas o por los caminos que llevan a Cholula. Lo que siempre le ha gustado a Cuetzpalin es el lugar donde está su casa. Al sur de la gran ciudad y a unos cientos de pasos de la calzada de Iztapalapa. ¡Tan hermosa! Tan ancha, que caben haciendo fila más de 50 tamemes. Tan larga, que se requieren más de 200 tamemes en fila para cruzarla de punta a punta. Y, no se diga la vista que está hacia el oriente. A lo lejos se ven las cimas nevadas del Iztaccihúatl y el Popocatépetl. Pero, ¡basta! Tiene que empezar a organizar el siguiente viaje. ¿A dónde le corresponde dirigirse? ¿Con los totonacos o con los mayas de las Hibueras? No lo sabe aún. Para eso tiene que ir hoy mismo a platicar con el calpixque del palacio del gran señor, el tlatoani Moctezuma Xocoyotzin. Así que a vestirse. No es momento de flojear, hay que trabajar. Se vuelve a cambiar el taparrabo, selecciona uno de color azul. Se coloca una hermosa manta de algodón blanco. Se calza de unos huaraches elaborados por los artesanos de más allá del Papaloapan. Y, listo. Se despide de esposa, madre e hijos y se dirige a la puerta. Antes de salir, toma una punta de maguey y se pica el pulgar de la mano derecha. Sale una gota de sangre que la embarra en la cara de su Dios básico. Bien sabe que su Dios familiar estará contento con su sacrificio. Cada sacrificio realizado en cada casa, hará más fuertes a todos los Dioses y no los abandonarán nunca, porque es su pueblo elegido. El poderoso pueblo mexica. Y con esta idea que repite cada día, antes de salir de casa, toma por las calles de México-Tenochtitlan y se dirige caminando hacia el Palacio de Axayácatl. Sabe que regresará al atardecer. Pero, para ese momento ya sabrá su destino y traerá consigo la tira de tributos del pueblo al que le mandaron ir. Su labor es importantísima. Ser pochteca es un honor y un privilegio, no de balde su Dios protector es el poderoso y sabio Quetzalcóatl. 2 ©UVEG. Derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, modificada, distribuida, ni transmitida, parcial o totalmente, mediante cualquier medio, método o sistema impreso, electrónico, magnético, incluyendo el fotocopiado, la fotografía, la grabación o un sistema de recuperación de la información, sin la autorización por escrito de la Universidad Virtual del Estado de Guanajuato. HGM-04_M1AA1L4_México Versión: Septiembre 2012 Revisor: Luis Silva Arriaga Significado de los nombres náhuatls que aparecen en el texto: • • • • • Cuetzpalin significa lagartija. Xóchitl significa flor. Cuauhtli significa águila. Moctezuma Xocoyotzin significa Señor respetable, el más joven. Antepenúltimo tlatoani, gobernó de 1502 a 1520. Axayácatl significa Cara de agua. Padre de Moctezuma Xocoyotzin. Gobernó de 1469 a 1481. Bibilografía Agustín, J. (2001). La panza del Tepozteco. México: Alfaguara. Bernal, I. (1984). Tenochtitlan en una isla. Lecturas Mexicanas. México: Fondo de Cultura Mexicana. Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. (1994). Historia General de México. Tomo 1 (4ª. ed.). México: Autor. Cosío, D. (2004). Nueva Historia Mínima de México. Biblioteca para la Actualización del Maestro. México: Secretaría de Educación Pública y El Colegio de México. León-Portilla, M. (1970). Los antiguos mexicanos. Colección Popular. México: Fondo de Cultura Económica. León-Portilla, M., y Galeana, S. (1991). Huehuehtlahtolli. Testimonios de la Antigua Palabra (1ª. ed.). México: Secretaría de Educación Pública y Fondo de Cultura Económica. 3 ©UVEG. Derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, modificada, distribuida, ni transmitida, parcial o totalmente, mediante cualquier medio, método o sistema impreso, electrónico, magnético, incluyendo el fotocopiado, la fotografía, la grabación o un sistema de recuperación de la información, sin la autorización por escrito de la Universidad Virtual del Estado de Guanajuato.