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Diagnóstico del mes julio – septiembre 2009 Paciente de 60 años con hemoptisis y dolor torácico Nadia Ahmad Sánchez, Vicente Navarro López. Unidad de Enfermedades Infecciosas. Servicio de Medicina Interna. Hospital de Torrevieja. CASO CLÍNICO Mujer de 60 años que consulta por cuadro de hemoptisis y dolor en hemitórax izquierdo de características pleuríticas, acompañado de expectoración de características inespecíficas. Previamente a dicho cuadro clínico, la paciente había presentado varias consultas por dolor abdominal, ictericia y fiebre. El cuadro clínico se acompaña de astenia, anorexia y pérdida de peso. Entre sus antecedentes personales destacan: Artritis reumatoide, hipertensión arterial, EPOC con hiperreactividad bronquial, meningitis en la infancia y hábito tabáquico activo. En la exploración física se objetiva: Talla 158 cm, peso 51 kg, TA 120/60 y Tª 36ºC. Presenta buen estado general, eupneica, normocoloreada y normohidratada. En el resto de la exploración sólo llama la atención la disminución de murmullo vesicular en hemitórax izquierdo. Entre las pruebas complementarias disponibles encontramos: VSG 64 y coagulopatía con IQ 64% y INR 1.32, y PCR 6.9. Hemograma y resto de bioquímica normal. En la radiografía de tórax podemos observar los siguientes hallazgos (ver imagen): ¿Qué diagnósticos sospechas? ¿Qué pruebas diagnósticas solitarias? Discusión caso del mes julio-septiembre de 2009 EVOLUCION: La paciente ingresa en Medicina Interna por cuadro de varios días de evolución de disnea, dolor torácico de características pleuríticas y expectoración. El cuadro se había precedido anteriormente de dolor abdominal en hipocondrio derecho, ictericia y fiebre. Ante estos síntomas y teniendo en cuenta la radiografía de tórax, en la que se observan múltiples lesiones nodulares pulmonares bilaterales, se solicita estudio de imagen con TAC a nivel torácico, abdominal y pélvico, y cultivo de las muestras de esputo. En el TAC podemos observar múltiples lesiones nodulares bilaterales, derrame pleural derecho y una lesión quística en lóbulo hepático derecho afectando a retro peritoneo que rodea la cava. En las muestras de esputo que se cursan se obtiene crecimiento de membranas de hidátides. Se extrae serología para hidatidosis, en la que se obtienen positividad para anticuerpos contra Equinococcus granulosus a títulos elevados. La paciente inicialmente evoluciona de forma favorable, pero en los días posteriores a su ingreso presenta crisis de disnea y prurito compatible con crisis anafiláctica que se resuelve tras tratamiento broncodilatador. En cuanto al tratamiento recibido, inicia pauta de Albendazol 12 ciclos de 28 días a dosis de 600 mg al día. En posterior seguimiento se objetiva progresión de la enfermedad a nivel hepático por lo que se añade praziquantel 1gr cada 12 horas, manteniendo esta pauta combinada durante 1 año. Además la enferma es intervenida del quiste hepático previa comprobación mediante ERCP de la normalidad en la vía biliar. Actualmente permanece bajo seguimiento en consultas externas con control clínico y radiológico. La paciente clínicamente se encuentra bien, aunque presenta de forma crónica tos, en ocasiones con vómica y dolor torácico pleurítico. En último control radiológico se evidencia un aumento de las lesiones quísticas a nivel pulmonar, por lo que se decidió al finalizar el año de terapia combinada, mantener tratamiento con albendazol. Discusión caso del mes julio-septiembre de 2009 HIDATIDOSIS: La equinococosis humana o hidatidosis es una zoonosis parasitaria causada por las formas larvarias del cestodo del genero Echinococcus, perteneciente a la familia de las Tenias, cuyas formas adultas se encuentran en el intestino delgado de los cánidos. En los seres humanos, cuatro especies son responsables de dicha infección: E. granulosus y E. multilocularis son las mas comunes, causando hidatidosis quística e hidatidosis pulmonar, respectivamente. Las otras 2 especies, E. vogeli y E. oligarthrus, se han asociado raramente con infección en seres humanos. La enfermedad tiene una distribución mundial, con elevada prevalencia en los países del área mediterránea, norte y este de África, China, Sudamérica y Australia. En España la incidencia de la hidatidosis humana tiende a disminuir, desde una tasa de 2.52 casos/100.000 habitantes en 1985 hasta una tasa de 1.01 casos/100.000 habitantes en 1996, último año en que la hidatidosis se consideró una enfermedad de declaración obligatoria. Esta tendencia se debe principalmente a la implantación y mantenimiento de programas de control de la enfermedad. En nuestro entorno, la enfermedad se transmite a través de un ciclo doméstico mantenido entre perros (hospedador definitivo) y ungulados domésticos (principalmente ovinos y vacunos) como hospedadores intermediarios. El hombre adquiere la infección tras ingerir de forma accidental alimentos o agua contaminados con los huevos del parásito. Una vez en el intestino, el huevo eclosiona y libera el embrión hexacanto u oncosfera, que atraviesa la lamina propia y es transportada por los vasos sanguíneos hasta alcanzar diversos órganos o tejidos. Tras establecerse en ellos la oncosfera da origen al estadio larvario, también llamado metacéstodo o quiste hidatídico, que se desarrolla como una vesícula unilocular rellena de líquido. Las manifestaciones clínicas son variadas. La fase inicial de la infección es siempre asintomática. Muchas de estas infecciones son adquiridas en la infancia pero no causan manifestaciones clínicas hasta la edad adulta. Aproximadamente un 50 % de los casos son diagnosticados en pacientes asintomáticos, y muchos casos permanecen sin diagnosticar o son encontrados de forma casual en una necropsia. La presentación clínica de la hidatidosis humana depende del sitio donde los quistes se sitúen y de su tamaño. Aquellos quistes pequeños y/o calcificados pueden permanecer silentes indefinidamente. Sin embargo, pueden ocasionar efectos Discusión caso del mes julio-septiembre de 2009 compresivos sobre órganos, cuadros obstructivos de la circulación sanguínea o linfática, o complicaciones derivadas de su rotura o infecciones bacterianas secundarias. En el hombre el hígado es el órgano más frecuentemente afectado (52-73%), seguido de los pulmones (10-40%). Otros órganos, incluyendo cerebro, músculo, riñón, hueso, corazón y páncreas, pueden verse afectados en un pequeño número de pacientes. La afectación hepática frecuentemente produce síntomas, sobre todo cuando el quiste alcanza por lo menos 10 centímetros de diámetro. Si los quistes crecen de tamaño pueden provocar dolor en hipocondrio derecho, nauseas y vómitos. Los quistes hidatídicos pueden romperse hacia la vía biliar y producir cólico hepático, ictericia obstructiva, colangitis o pancreatitis. Además el efecto masa de estos quistes pueden causar efecto masa sobre los conductos biliares, las venas hepáticas y portal, vena cava inferior, y esto puede desembocar en cuadros de colestasis, hipertensión portal, obstrucción venosa o síndrome de Budd-Chiari. Asimismo estos quistes pueden romperse también hacia el peritoneo causando peritonitis, o pasar a través del diafragma hacia el espacio pleural o el árbol bronquial y desencadenar una hidatidosis pulmonar o una fistula bronquial. Además la sobre infección de dichos quistes puede resultar en abscesos hepáticos. La afectación pulmonar puede causar una variedad de síntomas, que incluye tos crónica, en ocasiones acompañada por hemoptisis o vómica (evacuación de material quístico), dolor torácico, pleuritis y disnea. La rotura de uno de estos quistes en el árbol bronquial puede producir hemoptisis, distres respiratorio, y síntomas asmáticos. Si la rotura se produce hacia el espacio pleural, puede dar lugar a un derrame pleural o empiema. También existe la posibilidad de que se produzcan abscesos pulmonares. La afectación de otros órganos es inusual pero pueden causar una importante morbilidad y mortalidad. La infección a nivel cardiaco puede causar rotura del quiste y diseminación de la infección o taponamiento cardiaco. Si se ve implicado el sistema nervioso central puede desarrollarse cuadro de convulsiones o signos hipertensión intracraneal, además de infección de la médula espinal que resulte en compresión medular. Si el órgano afectado es el riñón podemos ver cuadros de hematuria o dolor en fosa renal o flancos, enfermedades por inmunocomplejos, glomerulonefritis, síndrome nefrótico y amiloidosis secundaria. Cuando se infecta el hueso, normalmente no da síntomas, hasta que se da una fractura patológica. Los huesos más afectados son la Discusión caso del mes julio-septiembre de 2009 pelvis, la columna y los huesos largos. Otro de los órganos afectados son los ojos pero es mucho más infrecuente. La evolución de esta infección varía según el estadio de la misma. La historia natural de esta infección también es variable. Un 15% de los pacientes se someten a intervención quirúrgica tras el diagnóstico de la enfermedad. De los pacientes no operados, el 75 % permanece asintomático y el 50% no presenta cambios en el tamaño de los quistes. La calcificación de los quistes ocurre sobre todo en los quistes hepáticos, pero raramente en los pulmonares u óseos. Actualmente, el diagnostico de hidatidosis humana esta basado en la combinación de métodos de imagen (ecografía, tomografía computarizada, resonancia magnética, radiología simple) y ensayos inmunodiagnósticos (principalmente análisis inmunoenzimatico (ELISA) e inmunoblotting), estos últimos habitualmente utilizados como técnicas de confirmación de los casos sospechosos. Pero un elevado número de pacientes con hidatidosis confirmadas clínica o quirúrgicamente muestran serología negativa, mientras que problemas de reactividad cruzada son frecuentemente hallados con sueros de pacientes infectados con otros helmintos, principalmente E. multilocularis y Taenia solium. Para paliar estos inconvenientes, en los últimos años se ha realizado un considerable esfuerzo con el fin de identificar nuevos componentes altamente inmunogénicos derivados de otros estadios de desarrollo del parásito. La utilización de técnicas de biología molecular ha permitido también disponer de una considerable gama de proteínas recombinantes y péptidos sintéticos cuyo uso, de forma individual o conjunta, ha supuesto una considerable mejora en las prestaciones diagnosticas de las técnicas disponibles. Sin embargo, a pesar de todos estos avances no existe actualmente una técnica estandarizada que aúne elevadas sensibilidad y especificidad diagnósticas. Entre los análisis rutinarios podemos observar alteraciones hematológicas como leucopenia o trombopenia, eosinofilia y alteración de la biología hepática. Las pruebas de imagen, ecografía, tomografía computerizada y resonancia magnética pueden ayudar de forma importante al diagnóstico y son capaces de establecer características especificas como el número de quistes, su tamaño, la presencia de vesículas hijas, la rotura de los quistes, la calcificación y la localización exacta de los quistes, lo que puede ayudar mucho al manejo óptimo de la enfermedad. Discusión caso del mes julio-septiembre de 2009 Los estudios serológicos son útiles para el diagnóstico primario de la enfermedad y para el seguimiento tras el tratamiento. Los niveles de antígenos circulantes son menos sensibles que los niveles de anticuerpos, que siguen constituyendo el método serológico de elección. Además estos estudios se ven influidos por la localización y actividad de los quistes, siendo mas probablemente positivos en la afectación hepática que en la pulmonar, y menos probablemente negativos en quistes calcificados o inactivos. En ocasiones puede ser necesaria la aspiración percutánea o biopsia para confirmación del diagnóstico, mediante la demostración de la presencia de membranas hidatídicas o escólex del helminto, pero estas técnicas se suelen reservar para situaciones en las que otros métodos diagnósticos no son concluyentes, por el potencial riesgo de anafilaxis y de diseminación de la infección. En caso de ser necesario se recomienda la utilización concomitante de benzimidazol para disminuir el riesgo de complicaciones. El tratamiento de la hidatidosis humana se basa en el tratamiento médico y quirúrgico. Hace años la cirugía abierta era la única opción para el tratamiento de esta enfermedad. Pero los avances médicos han aportado otras técnicas terapéuticas como las técnicas laparoscópicas, la técnica PAIR (percutaneous aspiration, introduction of protoscolicidal agent and reaspiration) y el tratamiento farmacológico. En la mayor parte de los casos de hidatidosis hepática, el tratamiento consiste en tratamiento medico con albendazol, en combinación con cirugía o técnica PAIR. También son útiles aunque en menor medida, el mebendazol y praziquantel. Una droga que se propone como candidata para el tratamiento de la hidatidosis en el Oxfendazol, que también pertenece al grupo de los benzimidazoles, pero que posee una vida media mucho mayor. El tratamiento más adecuado ha de ser individualizado, dependiendo de las características del paciente y de las características de la enfermedad. La terapia farmacológica no debe considerarse en oposición sino complementaria a la cirugía o punción de los quistes y la droga que hoy se prefiere es el albendazol. La cirugía ha sido el tratamiento clásico de los quistes hidatídicos, pero a medida que las técnicas y los tratamientos han evolucionado, ésta queda reservada para aquellos casos en los que las técnicas percutáneas no son posibles o no son efectivas. Además en muchos casos supone la eliminación del parásito, con mayores tasas de curación. Discusión caso del mes julio-septiembre de 2009 Asimismo la cirugía es la mejor opción de tratamiento para quistes de gran tamaño, sobre todo si asocian vesículas hijas, para quistes superficiales con alto riesgo de rotura, para quistes que producen complicaciones como sobre infección, compresión u obstrucción, o para quistes pulmonares, renales, óseos, cerebrales o de otros órganos. El tratamiento quirúrgico se debe complementar con tratamiento médico especifico adyuvante, antes y después de la cirugía, ya que reduce el riesgo de recurrencia. No esta bien establecido la duración optima del tratamiento pre y postquirúrgico. Las recomendaciones de la OMS dicen que se debe iniciar el tratamiento entre 4 días y un mes después de la cirugía, y se debe mantener durante al menos 1 mes en el caso del albendazol y 3 meses en el caso del mebendazol. Técnicas alternativas están en estudio. Se realizaron experiencias utilizando INF gamma como adyuvante de la terapia farmacológica convencional, observándose disminución del crecimiento de los quistes. Aparentemente, lo que se lograría con esta terapia es estimular la respuesta inmune celular del hospedador, controlando el desarrollo parasitario. Por otro lado, se comparó la efectividad de la inmunización de ovejas con homogenatos de las oncosferas o con sus secreciones. La inmunidad generada en estos animales persistía por 12 meses. Esta vacuna podría ser utilizada para controlar la transmisión de E. granulosus en sus hospedadores intermediarios naturales (particularmente ungulados domésticos). BIBLIOGRAFIA: 1. Carmena D., Benito A., Eraso E. Avances recientes en el inmunodiagnóstico de la hidatidosis humana. Enferm Infecc Microbiol Clin 2007; 25(4) 263-9. 2. Hardisson D., Nistal M., Casillas M. Granulomatosis broncocétrica asociada a hidatidosis pulmonar. Arch Bronconeumol 2002; 38(3): 151-2 3. 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