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1 Sobre las grasas insaturadas Recientes estudios nutricionales señalan la influencia negativa que tienen en el organismo las conocidas como «grasas insaturadas trans». Esta advertencia entra en conflicto con la creencia, bastante extendida en los últimos tiempos —en gran parte por el efecto de la publicidad—, de que las grasas insaturadas son beneficiosas para la salud, por oposición a las grasas saturadas. Intentemos arrojar un poco de luz a la cuestión. Las grasas saturadas, denominadas así porque en su estructura química no «admiten» más hidrógeno, se caracterizan por estar constituidas por ácidos grasos saturados. Sin entrar en detalles sobre su estructura química, estos ácidos grasos saturados se pueden visualizar como largas cadenas moleculares lineales (En la figura, A). Los ácidos grasos insaturados (En la figura, B y C), se caracterizan por la presencia de una o varias insaturaciones (químicamente, puntos de esas cadenas que «admiten» la adición de hidrógeno). En nuestra visualización, una insturación se traduce en dos giros de 120º consecutivos en un punto de la cadena. Además, son «uniones rígidas», de modo que aparecen dos posibilidades: a) En el caso de que ambos giros de 120º sean hacia el mismo lado (cis en latín), el motivo estructural resultante es el representado en B. Estas estructuras de cadenas curvadas no se empaquetan con facilidad (pensemos, por ejemplo, en hacer gavillas o en apilar leños de semejante forma). Tal empaquetamiento deficiente en el nivel molecular, se traduce en el nivel macroscópico —en la apariencia de las cosas que vemos con los ojos—, en que este tipo de grasas son normalmente líquidas. Esto es lo que ocurre con los aceites, que generalmente proceden de los vegetales, y en algunos casos, del pescado. Esta propiedad de ser líquidos a temperatura ambiente, hace que estas grasas sean más «fluidas», por así decirlo, y son las que se relacionan con una dieta más sana, niveles más bajos de lipoproteínas de alta densidad (el denominado colesterol «malo»), menor riesgo de problemas cardiovasculares, etc. b) Cuando ambos giros en la cadena se hacen hacia lados apuestos (trans en latin), el motivo estructural resultante es el representado en C. Las cadenas 2 mantienen la linealidad y se pueden empaquetar bien. Se intercalan sin dificultad en los haces formados por las grasas saturadas (A en la figura) y, como ellas, forman grasas sólidas, que abundan en los tejidos grasos de los animales. Las grasas saturadas, aunque necesarias —son la reserva principal de energía en el cuerpo—, cuando se acumulan en exceso son las principales responsables de la obesidad y de otras enfermedades relacionadas (diabetes, formación de placas de ateroma en las arterias, etc.), por lo que se recomienda controlar su consumo. En el caso de las grasas insaturadas trans, en principio extrañas a nuestro organismo, además de que no poseen las características beneficiosas de los ácidos grasos cis, existe un problema adicional: en el estudio realizado, se alimentaron dos grupos de monos durante seis años, controlando su dieta. El primer grupo, cuya dieta incluía grasas insaturadas cis, aumentó su peso en un 1,8%. El otro grupo, en cuya dieta se incluyeron grasas insaturadas trans, aumentó su peso en un 7,2%, pese a que se esperaba que no hubiese una diferencia apreciable, ya que la ingesta calórica era la misma. El estudio concluye que el consumo de ácidos grasos insaturados trans fomenta el aumento de peso. ¿De donde provienen las grasas insaturadas trans? En primer lugar, del proceso de hidrogenación de los aceites vegetales. Con este proceso químico, los aceites vegetales se «saturan» de hidrógeno, convirtiéndose en grasas saturadas, sólidas. (Son menos saludables, pero dan una apariencia mucho mejor al producto. Nadie se comería a gusto un bollo o una galleta que rezumase aceite, aunque eso es precisamente lo que ocurirría si no se usasen grasas saturadas (o insaturadas trans) en su elaboración. Pensemos en ciertos dulces caseros elaborados con aceite de oliva, que sí tienen ese aspecto oleoso.) En este proceso de hidrogenación, parte de las grasas no se saturan, sino que acaban isomerizándose, que es la palabra usada para designar la transformación de las uniones de tipo cis a las de tipo trans (de B a C, en la figura). En segundo lugar, el calentamiento prolongado de los aceites (por ejemplo, en freidoras) también acaba produciendo estos procesos de isomerización. Alberto Soldevilla 3 La ciencia busca hidrogenadas alternativas a las grasas parcialmente Las llamadas grasas «trans», usadas para prolongar la vida útil de un buen número de productos elaborados, alteran los niveles de colesterol 27 de agosto de 2003 MERCÉ FERNÀNDEZ En diez años las grasas vegetales parcialmente hidrogenadas han pasado de ser una opción saludable a estar consideradas una «bomba de relojería». La ciencia busca alternativas y las administraciones un mayor control y restricciones progresivas. Un conjunto de expertos consultados por la FAO y la OMS apuntaban en un informe, el pasado mes de marzo, la necesidad de disminuir el consumo de grasas vegetales parcialmente hidrogenadas (grasas trans) como una de las medidas para evitar enfermedades cardiovasculares, uno de las mayores problemas de salud en los próximos años. Las conclusiones del estudio coinciden con las recomendaciones del comité de nutrición de la American Heart Association (AHA). En sólo diez años las grasas vegetales parcialmente hidrogenadas han pasado de ser una opción saludable a estar consideradas una «bomba de relojería». Sus efectos sobre el metabolismo humano no son totalmente conocidos, pero lo que sí se ha podido demostrar en diferentes estudios (como el dirigido por Lichtenstein, en 1999 en New England Journal of Medicine) es que modifican la proporción de lipoproteínas en sangre de forma desfavorable, es decir, haciendo que las lipoproteínas de baja densidad (LDL, el colesterol «malo») estén en concentración más elevada con relación a las beneficiosas lipoproteínas de alta densidad (HDL). Por su parte, la Food and Drug Administration (FDA) se ha propuesto que para el año 2006 todas las etiquetas de productos alimentarios en Estados Unidos informen de la cantidad de grasas trans contenidas en los productos. Se ha dicho que tras esta decisión están las empresas, que confían en que los ánimos se tranquilicen cuando los consumidores sean conscientes de lo que supone una cantidad elevada o pequeña de grasas trans en el alimento. Alison Kretser, de la asociación americana de industria alimentaria (Grocery Manufacturers of America) manifestaba que «apoyan totalmente el etiquetado cuantitativo de grasas trans que da a los consumidores información clara y concisa sobre su contenido». Las autoridades de Dinamarca han ido más lejos al convertirse recientemente en el primer país que prohíbe estas grasas en concentraciones de más de un 2% en los alimentos. Estructura ajena al organismo La pregunta inevitable en este escenario es si pueden evitarse las grasas trans o no. Hay proyectos de investigación que persiguen precisamente eso, pero hoy por hoy, evitarlas es realmente difícil, ya que forman parte de un gran numero de alimentos preparados, margarinas vegetales, bollería, pastelería y un largo etcétera. La industria optó por ellas en su momento porque prolongan la duración del producto y no alteran el sabor (los aceites no hidrogenados son, al contrario, menos estables y se vuelven rancios antes). También, en el caso de las margarinas, porque no hay ninguna fuente natural de grasa vegetal sólida a temperatura ambiente, así que la única forma de obtener la plasticidad adecuada es con el proceso de hidrogenación. Uno de los principales problemas es que los efectos se dan a largo plazo. Eso y que muchos consumidores todavía no están suficientemente informados y aun creen que se trata de productos saludables -lo que explicaría el énfasis en solucionar, especialmente en Estados Unidos, la cuestión del etiquetado. Otro ejemplo: el ácido graso oleico (que se halla de forma natural en semillas como la oliva) es monoinsaturado; su isómero trans, resultante de la hidrogenación, es el ácido graso elaídico, y es también monoinsaturado. Hacer constar en ambos casos simplemente «grasas monoinsaturadas» es una pequeña «trampa de etiquetado» que pasaría desapercibida a muchos consumidores, apunta Rafael Garcés, investigador del Instituto de la Grasa del CSIC en Sevilla. 4 El problema de la hidrogenación, explica Garcés, no es sólo que convierte las grasas insaturadas en saturadas, sino que afecta su estructura. En concreto, afecta a sus enlaces de carbono, en los que se incorporan átomos de hidrógeno, dando lugar a una estructura artificial (el isómero trans) ajena al organismo humano. «Las grasas saturadas o poliinsaturadas que se encuentran en la naturaleza son reconocidas por nuestro organismo; no sucede lo mismo con las trans, que tienen un enlace extraño, y quizá lo que pasa es que se acumulan y acaban interfiriendo en reacciones metabólicas de forma muy perjudicial». Aunque hay estudios sobre la metabolización de las grasas trans y sobre su relación con el cáncer, los resultados no pueden considerarse todavía como concluyentes. Probablemente debido a que los efectos que se dan en el organismo, cuando se manifiestan, se presentan a muy largo plazo. El Futuro. Para Rafael Garcés, una de las mejores opciones actualmente es conseguir una fuente natural de aceite vegetal que sea sólida a temperatura ambiente. Es lo que intenta su equipo, que trabaja en un proyecto para modificar girasoles que tengan una proporción más elevada de ácido graso esteárico. El aceite que se obtiene de los girasoles comerciales normales, explica Garcés, tiene cuatro ácidos grasos. Dos de ellos son insaturados (ácidos oleico y linoleico), constituyen el 90% del aceite y son líquidos a temperatura ambiente. Los otros dos, palmítico y esteárico, son ácidos grasos saturados y sólidos a temperatura ambiente. Pero se encuentran en cantidades demasiado pequeñas (apenas un 10%). Su equipo ha obtenido cinco nuevas líneas de girasoles que tienen concentraciones de entre el 24% y el 28% de ácido graso esteárico. A partir de esos niveles se puede empezar a pensar en «obtener directamente margarina, sin tener que pasar por transformaciones químicas». Pero entrar en el mercado requiere que estos nuevos girasoles, «que han sido modificados mediante cruce tradicional», recalca Garcés, sean tan productivos como los comerciales. Hay numerosos proyectos en todo el mundo que persiguen objetivos similares con otras plantas como la colza. La razón de escoger el ácido graso esteárico es que no es tan perjudicial para el colesterol como el palmítico. «Se incorpora mal al organismo y se excreta mucho. Y si se incorpora, el hígado lo transforma en un más beneficioso ácido graso oleico, que es el que va a la sangre». Hay otra tendencia en la investigación que cree que se puede controlar el proceso de hidrogenación y reducir la formación de los indeseados isómeros trans. Es lo que persigue un proyecto dirigido por el Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Groningen (Holanda) financiado por la UE y en el marco del Programa Marco de Investigación. De momento los investigadores han conseguido un nuevo tipo de catalizador con el que consiguen hasta cuatro veces menos isómeros trans en la hidrogenación de aceite de girasol. Los resultados, «muy prometedores», según el profesor Winkelman de la universidad de Groningen y director del proyecto, han llevado a prolongar la investigación, con la implicación de empresas como Unilever o la portuguesa Fima Produtos Alimentares. 5 ¿MARGARINA O MANTEQUILLA? Existen grasas trans que se hallan de forma natural en la leche o en la mantequilla, en proporciones bajas (3%). Se generan por hidrogenación natural de las grasas insaturadas en el sistema digestivo de los rumiantes. La pregunta para la cual todavía no hay respuesta es si tienen el mismo efecto en el organismo las grasas trans naturales y las artificiales. «Existen en total 17 isómeros trans, ya que son 17 el número de posibles posiciones del enlace que se modifica» explica Rafael Garcés. Las reacciones metabólicas que se dan en el organismo humano definen un complejo entramado de moléculas que reaccionan unas con otras porque se «reconocen y acoplan» de la misma forma que una llave frente a una cerradura. Seguramente la ciencia descubrirá en estudios futuros las diferencias entre cada uno de estos 17 isómeros trans. O entre el consumo de las grasas saturadas pero naturales de la mantequilla y la margarina vegetal con grasas trans. Un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association sugería, en diciembre de 2000, que era más sana la margarina, a pesar de sus trans. Andre Bensadoun, experto en nutrición, se extrañaba en una entrevista «sorprendente» que la margarina, con un elevado nivel de trans, se considere más sana. En muchos estudios, decía, las diferencias entre margarina y mantequilla son repetidamente «pequeñas». Pero si hay algo que la ciencia ha aprendido es que «nuestra biología no puede prescindir de las grasas», apunta Garcés. La cuestión, pues, está en la dosis. El PAÍS, domingo 19 de noviembre de 2006. 6 EL PELIGRO SE LLAMA AHORA GRASAS TRANS” La presencia de estos lípidos y su daño para la salud pasan inadvertidos en el etiquetado de los alimentos. JAVIER SAMPEDRO. MADRID. Paradoja zen: ¿Se puede mentir escribiendo una verdad?. Se puede si el lector se engaña a sí mismo. En nuestros días de agencias alimentarias, si el bollo preferido del niño dice que lleva “grasas vegetales”, es que las lleva. Quien se crea que eso es bueno- lo importante es que no lleve grasas animales ¿no?- se está tragando un cuento zen, pero ese cuento no está escrito en ninguna parte: la etiqueta es verdad, el padre se engaña a sí mismo, y el niño se come el bollo. Las mismas normas de etiquetado que obligan a los fabricantes a declarar un 1% de cualquier cereal transgénico- cuando ni el 100% tendría el menor efecto sobre la salud del consumidor – protegen bajo el paraguas de “grasa vegetal” al aceite de palma, la segunda grasa más producida del mundo, y una de las más perjudiciales para la salud cardiovascular: su proporción de los nocivos ácidos grasos saturados alcanza nada menos que el 50%, cuatro veces más que la típica de los aceites de oliva o girasol, por citar dos ejemplos que si son saludables, y a los que ningún fabricante llamaría “grasas vegetales” en una etiqueta ni bajo sobornos. Y si las grasas vegetales se apellidan “parcialmente hidrogenadas”, nos hallaremos ante uno de los pocos artefactos alimentarios que reúnen la triple condición de legal, inútil y dañino: las grasas trans. El 3% de la grasa de la leche ( que a su vez es un 3% de la leche entera) consiste en grasas trans naturales. Pero el tsunami de grasas trans que inunda Occidente desde hace un siglo es un invento de Procter & Gamble. Esa fue la compañía norteamericana que en 1911 lanzó Crisco, la primera margarina vegetal (a veces llamada manteca vegetal, shortening en inglés), y uno de los mayores éxitos en la historia trans, como en la leche entera. Podemos hablar del 20, del 30 y hasta del 45%. La industria tiene dos buenas razones para defender las grasas trans: cuestan poco y duran de la industria alimentaria. Su secreto – la mencionada “hidrogenación parcial”, que vuelve semisólidos los aceites vegetales- había sido patentado unos años antes por el químico alemán Wilhelm Norman. Al vender los derechos para Estados Unidos a Procter & Gamble, Norman no debió de calcular que su margarina llegaría a desplazar por completo a la manteca y a muchos aceites líquidos en los emergentes sectores de la comida rápida, los aperitivos de bolsa y la bollería industrial (véase gráfico). Y aquí ya no hablamos del 3% de grasas mucho. Pero los consumidores tienen cinco para no comérselas: aumentan el colesterol malo (LDL), reducen el bueno (HDL), suben los triglicéridos, promueven la inflamación y perturban el endotelio arterial (New Egnland Journal of Medicine, 354:15, 2006). Es difícil imaginar una lista más completa de riesgos cardiovasculares, y probablemente se podría ampliar con un ensayo clínico aleatorio y prolongado en el tiempo. Pero este experimento “no sería ético”, en la elocuente expresión de 7 Dariush Mozaffarian y los demás epidemiólogos de Harvard que han examinado la posibilidad de llevarlo a cabo. Ello no implica que las evidencias contra las grasas trans sean insuficientes: cuando un ensayo no es ético tampoco suele ser necesario. Los cálculos al revés son más difíciles de hacer, pero también más agradables: si un hada benigna borrara al químico Wilhelm Norman de la historia del planeta, Europa se ahorraría ahora mismo entre 100.000 y 200.000 infartos y accidentes cerebrovasculares cada año. Parecería lógico que las etiquetas de los alimentos indicaran, y de forma bien vistosa, su contenido en grasas trans. La agencia norteamericana de fármacos y alimentos (FDA) dio ese paso en enero. ¿Cómo estamos a ese lado del Atlantico? “Sólo hay un límite del 3% de grasas trans para los alimentos infantiles”, explica el biólogo molecular Andreu Palou, vicepresidente del panel científico de nutrición de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). “Dinamarca ha impuesto un límite del 2% para todos los alimentos,y además obliga a distinguir entre las grasas trans naturales y las obtenidas por hidrogenación parcial. Esperamos que esto marque la tendencia”. Entre tanto aprendan a leer las etiquetas. Los límites del autocontrol. A. de Cózar. Madrid. Por ahora, y a pesar de que el Ministerio de Sanidad la haya emprendido contra los anuncios de Burger King, no parece que los envoltorios de las hamburguesas vayan a contener mensajes del tipo Comer hamburguesas gigantes puede producir enfermedades cardiovasculares o comer hamburguesas puede matar. Por el momento Sanidad sólo a pedido a la compañía que retire los anuncios de la hamburguesa XXL, una bomba alimentaria de 1’31 gramos de grasas trans y 971 kilocalorías, más o menos lo mismo que comerse de una vez nueve huevos fritos. Cada país ha optado por limitar el uso de grasas trans a su manera. Mientras Dinamarca ha establecido un control estricto obligando a que los productos no tengan más de un 2% de grasas parcialmente hidrogenadas, en el resto de la Unión Europea las autoridades han preferido no poner límites legales a las grasas trans o a los alimentos que contengan demasiadas calorías. En España, como en el resto de la U.E, el Gobierno ha optado por actuar en el campo de la información y el etiquetado, aunque aún no sea obligatorio indicar el contenido de ácidos trans en los alimentos, como si lo es en Estados Unidos. Así que en lugar de una regulación, lo que hay es una estrategia. se llama NAOS (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad) y con ella se pretende que la industria alimentaria y los comedores escolares reduzcan el uso de este tipo de grasas tóxicas y fomenten una dieta sana y equilibrada. Si su hijo come en el colegio, lo más probable es que no ingiera alimentos cocinados con aceites parcialmente hidrogenados como la margarina, los causantes de las grasas trans. Pero eso es simplemente por la costumbre mediterránea de cocinar con aceites vegetales. El peligro está en los productos de las máquinas expendedoras y en la cantidad de bollos que ingiera el crío. El acuerdo del gobierno con la industria es ir cambiando los productos de estas máquinas por otros más saludables como frutas o zumos. 8