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ÓPERA Pág. 16 PEQUEÑA HISTORIA DE LA ÓPERA (y 16) angelmoreno@gmail.com La ópera en España y Latinoamérica La primera ópera que se escribió en España fue Selva sin amor (1627), estrenada en el Real Alcázar de Madrid, situado en el lugar que hoy ocupa el Palacio de Oriente. Promovida por el Conde Duque de Olivares, su música, que no se conserva, fue obra de de Piccinini, un músico italiano de la corte de Felipe IV, y su libreto, que sí se ha conservado, se debió a la pluma de Lope de Vega. En 1660 consta que se estrenaron las dos primeras óperas o, mejor dicho porque la palabra ópera es posterior, “fiestas cantadas” de completa autoría española. Fueron La púrpura de la Rosa y Celos aún del ayre matan. Ambas con música que se ha perdido de Juan Hidalgo y letra de Calderón de la Barca. El primero de estos textos fue reutilizado más tarde por Torrejón y Velasco. Poco antes, en 1657, se había estrenado El golfo de las sirenas, la primera obra de teatro con música que se llamó zarzuela, tomado el nombre del pequeño palacio del Pardo, o de la Zarzuela, en que se representaban. Un dato curioso es que en esta época no se consideraba relevante quien fuera el autor de la música por lo que, a menudo, ni siquiera se le mencionaba en los programas. Durante casi dos siglos estas obras locales convivieron con la ópera italiana importada a España que concitaba mucho mayor aplauso popular. Estos son los antecedentes, o la prehistoria si se quiere, del teatro musical en España. En 1847 se fundó en Madrid una sociedad presidida por Hilarión Eslava para proteger y promover la ópera española, hecho que coincidió con el inicio de la edad de oro de la zarzuela y que alumbró autores como Gaztambide (1822-1870), Barbieri (1823-1894), F. Caballero (1835-1906), Chueca (1846-1908), Chapí (1851-1909), J. Jiménez (1854-1923), Bretón (1850-1923), Vert (1890-1931), Vives (1871-1932), Soutullo (1880-1932), Luna (1879-1942), F. Alonso (1887-1948), Guerrero (1895-1951), Guridi (1886-1961), Moreno Torroba (1891-1982) y Sorozábal (1897-1988). La zarzuela es un género asimilable a lo que en Centroeuropa y Francia se llama singspiel u opereta, siendo la principal diferencia con la ópera que aquellas incluyen en mayor medida pasajes hablados para mantener la línea argumental, así como una mayor tendencia en operetas y zarzuelas hacia argumentos cómicos y amables frente a los generalmente dramáticos de la ópera. Sigue una pequeña reseña de compositores españoles y latinoamericanos con cierta relevancia en la historia del género operístico desde sus orígenes. Tomás de Torrejón y Velasco (1644-1728) Nacido en Albacete e hijo de militar, se formó musicalmente en Madrid y en 1667 emigró al Perú formando parte de la corte del virrey, donde compuso sobre todo música religiosa y villancicos. En 1701 escribió y estrenó en Lima la primera ópera concebida y nacida en el Nuevo Mundo. La portada de su manuscrito indica que se trata de La Púrpura de la Rosa, representación musical, fiesta con que celebró el año décimo octavo y primero de su reinado el rey nuestro señor, Don Felipe Quinto. Se trata de una alegoría a mayor gloria de este rey basada en las Metamorfosis de Ovidio y que usa un texto escrito por Pedro Calderón de la Barca, texto que ya había sido utilizado en 1660 con ocasión de la celebración de la boda de Luis XIV con su prima María Teresa. Vicente Martí y Soler (1754-1806) Compositor valenciano, emigró con sus padres a Madrid donde estrenó su primera ópera El tutor burlado (1776) para marchar a Italia en 1779 y enseguida a Viena, ciudad en la que obtuvo grandes éxitos con óperas al estilo italiano como Il burbero (gruñón) de buon cuore (1785), Una cosa rara (1786), una ópera bufa donde las haya, y L’arbore di Diana (1787). Tras estos estrenos marchó a San Petersburgo contratado por Catalina la Grande, donde compuso varias óperas en ruso y en italiano, siendo las anteriormente reseñadas las que hoy mantienen cierta relevancia. ÓPERA Pág. 17 José Ángel Montero (1832-1881) Nacido en Caracas, es el músico más importante de una saga familiar y autor de numerosas zarzuelas y obras religiosas. Sin duda influenciado por el ambiente musical de la época en Venezuela y el gran éxito que allí alcanzaban las representaciones de los belcantistas, fue el compositor de la primera ópera venezolana, Virginia (1873), recuperada y grabada en video en 2003 por el Teatro Teresa Carreño. Con libreto en italiano y una evidente influencia de Bellini, es una ópera de ambiente romano: el drama de una virgen del templo de Venus dispuesta a no ceder a los deseos del noble de turno. Muy interesante y recomendable. Emilio Arrieta (1823-1894) Profesor de canto de Isabel II, y algo más según las malas lenguas, estrenó sus dos primeras óperas bajo el auspicio real, Ildegonda (1849) y La conquista de Granada (1850), dedicándose en los años posteriores a la zarzuela estrenando Marina en 1855. Su amistad con Isabel II no fue obstáculo para que escribiera, a su caída, un himno titulado ¡Abajo los Borbones!. De su notable capacidad de adaptación dice mucho que, pocos años después, fuera el autor también de un himno de bienvenida para la restauración de Alfonso XII. Él, a lo suyo, que era la música. Tras el éxito de su zarzuela Marina y contando con la colaboración y el consejo del dramaturgo Ramos Carrión, modificó el libreto de esta zarzuela y le añadió algunos números musicales, convirtiéndola así en una ópera que estrenó en el Teatro Real de Madrid en 1871. Antonio Carlos Gomes (1836-1896) El músico nacional de Brasil. Formado en el conservatorio de Rio de Janeiro tuvo la oportunidad, tras estrenar sus dos primeras óperas en portugués, A noite do castello (1861) y Joana de Flandes (1863), de completar su formación en el conservatorio de Milán, lo que supuso una completa reorientación de su actividad musical. El resto de sus óperas, hasta las ocho que compuso, fueron todas con textos en italiano. De ellas, la más conocida y representada es Il guarany, estrenada en Milán en 1870 y que triunfó inmediatamente en toda Europa y, unos meses después, también en Brasil. De regreso a Rio, estrenó Lo schiavo (1889), ya alineada claramente con el verismo italiano. Tras el derrocamiento de Pedro II en 1889, las nuevas autoridades brasileñas pidieron a Gomes, monárquico de corazón y el músico de mayor prestigio del país, que compusiera el nuevo himno nacional, a lo que se negó y fue por ello relegado de la vida pública. Isaac Albéniz (1860-1909) Su fama como compositor siguió en el tiempo a la que obtuvo como pianista virtuoso, por lo que no tiene nada de particular que sean sus obras para piano las más celebradas y las que le han dado una más que merecida fama. No obstante, entre su producción se encuentran tres óperas: Henry Clifford (1895), Pepita Jiménez (1896), con libreto basado en la novela de Juan Valera, y Merlín, una ópera wagneriana con partes perdidas durante decenios y cuyo estreno en su versión completa, con el libreto original en inglés, tuvo lugar en Teatro Real de Madrid en 2003, casi un siglo después de la muerte de su autor. Manuel de Falla (1876-1946) Don Manuel compuso una ópera, La vida breve, estrenada en Niza en 1913 y que generalmente se complementa en sus representaciones, dado que su duración hace honor a su nombre, con el impresionante ballet de El amor brujo (1915). En los veinte últimos años de su vida estuvo trabajando en el proyecto de una gran cantata escénica, algo muy parecido a una ópera, L’ Atlàntida, basada en el poema épico en catalán de Jacinto Verdaguer y que dejó notablemente inconclusa. Fue terminada, no sin gran polémica, por su alumno Ernesto Halffter (1905-1989) y el resultado estrenado en el Liceo de Barcelona en 1961. Con esto damos por finalizada esta pequeña historia de la ópera que comenzamos en el otoño de 2010 en el Volando y que ha dado de sí lo que las musas, tan lejanas ellas, diosas primero de la música y especializadas después en las demás artes, han querido. Con mi agradecimiento a editores y lectores.